El Fundador / Noviembre 2020

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Gema Cosas Raras: la historia de uno de los

comercios más peculiares de la ciudad desde 1956

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Noviembre 2020

Villa Gesell Año - XXXIII Nro 2031

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Conocemos el sistema de cámaras de seguridad de Villa Gesell

EDITORIAL La temporada, en un mar de dudas

El Muelle de Villa Gesell

Historias y anécdotas de un ícono geselino


2 / El Fundador / Noviembre Abril 2020 2020


La temporada de las incertidumbres A días del inicio de la temporada 2020/21, en el inédito contexto de la pandemia de coronavirus, los gobiernos nacional, provincial y local no logran poner en marcha un sistema coherente para manejar el enorme flujo de gente que se prevé viaje desde y hacia la costa. Las constantes marchas y contramarcha del gobierno nacional, que en forma casi diaria anuncia medidas que luego retrotrae, o simplemente deja en el camino, genera una situación similar en la provincia, que a sus propias contradicciones suma el constante cambio en las reglas nacionales, que

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impiden consolidar las mínimas medidas sanitarias. A nivel local, la costa pasará a ser en los próximos meses el epicentro del país, con los pros y contras que esto implica. Las comunas han trabajado fuerte durante el invierno de cuarentena, pero la falta de un marco general dejó muchos esfuerzos en el camino y muchas cuestiones aún a resolver. En Villa Gesell, en algunas cuestiones se avanzó muy bien, otras quedaron “colgadas” de las decisiones provinciales, y en otras hay una preocupante demora o inacción. Desde el aspecto turístico, la generación de un protocolo de playa, la capacitación para comerciantes y empleados, las promociones y otras iniciativas han generado buenos resultados; en el aspecto laboral, la demora en generar condiciones para la llegada de trabajadores, para la venta ambulante, y muchos detalles del manejo de posibles casos de covid dentro de los planteles laborales, genera preocupación e incertidumbre; en el aspecto económico, no se han generado estímulos ni ayudas para potenciar la actividad económica, dejando que las medidas nacionales sean el único sostén, una falla que se nota en el cierre de comercios, en la intención de muchos de no abrir esta temporada y en la falta general de estímulo a la actividad. Tampoco hay definiciones en el transporte, que en gran parte del país ya funciona pero no en la costa. Por último, y más preocupante, es la cuestión sanitaria. A días de la temporada, el malestar de los trabajadores de la salud es patente (no solo en Gesell) con pedidos laborales y salariales no satisfechos, y un alto nivel de agotamiento de los recursos humanos. En Villa Gesell, no han tenido gran éxito la convocatoria a profesionales para reforzar el sistema, y las obras en el nuevo Hospital quedaron paralizadas, sin que tampoco se realicen reformas en el “Arturo Illia”; el refuerzo pasa a depender del hospital modular que se está construyendo con fondos, equipamiento y personal nacional y la ampliación del Centro de Salud Sur, que quedará anexo a este nuevo edificio. Con este panorama, la temporada es una moneda al aire: éxito o fracaso está jugado a “cara o seca”…

Es una publicación propiedad de Manuel Ignacio Zaldivar. Registro Nacional de la Propiedad Intelectual Nro. 5347624. Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio. La Dirección no se hace responsable del contenido de las notas firmadas. Todas las colaboraciones firmadas son Ad Honorem.

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Las recetas de Olivia Siguiendo la tónica de preparar platos fáciles y económicos, hoy incursionaremos en el WOK, que es una especie de sartén, pero con el fondo casi esférico, que puede reemplazarse con una sartén común, no demasiado grande. Al wok podemos cocinar casi de todo, la forma es la misma que explicaremos ahora. INGREDENTES: cebolla, zanahoria, repollo colorado, chaucha, broccoli, arvejas, garbanzos, tomate morrones, berenjenas, o cualquier otro vegetal que consigas de oferta o que tengas en la heladera, aunque sea sólo un trozo. Tampoco importa si el vegetal está un poco machucado o algo verde o muy maduro , ya que la cocción los igualará en su proceso. PREPARACIÓN:es importante cortar en tiras todos los vegetales

que vayamos a usar, tiras finas, no más de 1 cm de ancho, ya que dejamos pedazos de mucho espesor, quedarán crudos en su interior. Con la verdura ya cortada, debemos ordenarla de acuerdo al tiempo que necesita para cocinarse, para ir agregando cada una en el momento justo. De las mencionadas en los ingredientes, el orden será cebolla, zanahoria, morrón, chaucha, garbanzo, berenjena, broccoli, arvejas, repollo, y tomate. En el wok, pondremos un poquito de aceite a calentar. Pondremos entonces la cebolla al medio, en su derredor la zanahoria y el morrón. Dejamos cocinar un minuto y movemos firmemente el wok para que no se peguen esas primeras integrantes del menú de hoy, que serán la base del plato. Entonces empezamos a agregar, de a uno, cada treinta segundos, el resto de los ingredientes, siempre sarteneando

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para que nada se pegue. Cada dos minutos, podemos ir agregando apenas un chorrito de vino blanco, que ayudará a levantar el fondo de cocción y evitará que algo se queme. Todo se irá amalgamando, soltando aromas fabulosos, y debemos ser atentos y rápidos para mover el wok seguido, así lograremos el mejor punto, que es cuando los vegetales están “al dente”, o sea que se pueden comer mordiendo suavemente y no que se deshace en la boca como una pasta. Desde las cebollas hasta el final, pueden ser unos siete minutos, siempre dependiendo del fuego, de la cantidad, y del grueso de los cortes de las verduras, Para sazonar, recomiendo poca sal y algo de pimienta. Es un plato vegetariano, sabrosísimo, que puede comerse sólo ó acompañando algo más pesado, como alguna carne. La gran ventaja que nos dá, es la de poder elegir los ingredientes de acuerdo a cuánto

tenemos en el bolsillo, o también, de

acuerdo a lo que tenemos en la heladera. Asimismo, al wok podemos también cocinar carnes con vegetales, de la misma manera que explicamos antes. Marida perfectamente con un buen chardonnay, de manera que será saludable usar el mismo vino para la cocción, que para brindar en la cena… SALUD !!!!


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Gema Cosas Raras, un comercio insignia de la Villa Desde 1956 Fundado en 1956, “Gema cosas raras” es uno de los comercios más longevos de la ciudad, además de uno de los más particulares. Su historia es la historia de una familia, que llegó a Villa Gesell a mediados de la década del 50, se enamoraron de la ciudad y nunca se fueron. Eva, hija de los fundadores, Vala y Eduardo Spiech, cuenta la historia… “Con mis padres llegamos a la Argentina en 1949, en marzo, yo muy pequeña. Decidieron venir después de la guerra, ya que no querían volver a la Polonia comunista. En busca de nuevos horizontes, vinimos y nos instalamos en Quilmes. Nació mi hermano, y el tenía muchos problemas bronquiales, por lo que los médicos les recomendaron el mar o la montaña para que se recupere. Mis padres, siendo amantes del mar, se decidieron por la costa, y cuando entraron a Villa Gesell, ¡Quedaron maravillados!” Eva y Ricardo, junto a sus padres, se instalaron en Gesell y Ricardito mejoró rápidamente. “Mis padres decidieron alquilar un local, ellos tenían en Quilmes una fábrica de plásticos, cotillón, bijouterie, ese tipo de cosas. Pusimos un local chiquito al lado del hotel “El Velero”, en Avenida 3 casi Paseo 104, donde estuvimos tres años. Mi padre decidió ampliar, y nos pasamos a “Brisas”, en 104 y 3.” A la par que abrieron el local, Eduardo y Vala comenzaron a viajar por el país buscando artículos. “Siempre les gustaron cosas diferentes, raras… Empezaron a viajar por todo el país, encontrando cosas, y despacito fueron formando un pequeño museo. Más tarde nos mudamos a la galería “Kenka”, en 3 y 107, donde estuvimos quince años.” Más adelante, el tamaño del local, y también cierto cansancio del centro, hicieron que planificaran una nueva mudanza. “Nosotros teníamos la casa acá,

y entonces mi padre decidió comenzar a construir un pequeño local para que mi madre pudiera estar más tranquila. Justo ese año, el dueño del local se lo pidió porque lo quería trabajar él, y ya había iniciado la construcción de este local, así que nos mudamos. Al principio era un local chiquito, pero se empezó a agrandar porque cada vez había más cosas, de hecho, ahora está más chico.” Con casi setenta años de vida comercial, Eva sigue destacando el perfil familiar. “Esto no es un negocio, más allá de que vivimos de la venta, esto es un lugar familiar, es juntar cosas para exponer lo que nos gusta, la naturaleza, la idea era esa, una casa museo para mostrar al público nuestros gustos, es una cuestión familiar, más allá de vivir del comercio.” La familia dejó una fuerte marca en la Gesell de los 60 y los 70. Eva fue una de las grandes bellezas geselinas, con participación en desfiles de modas, y apariciones en los clásicos boliches de la ciudad. Ricardito, siempre sociable y atento, fue y es un gran personaje de la ciudad. “Hice desfiles en La Polilla, en el Hotel Atlántico”, cuenta Eva. “Notas en la revista Adán, el semanario Siete Días y el diario La Nación, trabajé en La Mosca Verde y Cariño Botao…” Eva, que acaba de cumplir 75 años, la enorme mayoría de ellos viviendo en Villa Gesell, repasa los cambios que vio en la ciudad. “Nosotros amamos Gesell, que antes era distinta, era salvaje, era alegre, era tranquila, las cosas cambiaron, lamentablemente, ahora es una ciudad, hay más de todo. Uno siempre de corazón recuerda las playas amplias llenas de caracoles, los pájaros, hasta la naturaleza cambio, pero bueno, es lo que hay ahora.”

Nueva generación Magdalena, la hija mayor de Eva, está hoy abocada a la renovación del negocio. “Este negocio se caracteriza justamente por las rarezas, de ahí vino el nombre, la gente entrada y decía “cuántas cosas raras!”… tenemos un montón de particularidades. Hay cosas que compró mi abuelo, como la armadura

Gema, una marca de Villa Gesell

El local actual en sus inicios.

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En la sección de archivo, con Aníbal Zaldivar, recordamos; “Casa Gema fue uno de los lugares emblemáticos de Villa Gesell, recuerdo de joven ir a curiosear en el local que tenían en 3 y 107, era muy divertido, tenía ese título de “cosas raras”… Claro que pasados cincuenta años uno se pregunta qué es una cosa rara, con todo lo que ha pasado en el mundo. En ese momento, la presencia de caracoles de todas partes, las artesanías, toda una serie de cosas muy, muy interesantes, que también fueron característicos de Villa Gesell como lugar turístico. Los primeros hippies y artesanos se instalaron alrededor del negocio de 3 y 107, y muchos de los artesanos más famosos de la ciudad dieron sus primeros pasos en Gema.” Aníbal también recuerda “con mi hermano juntábamos las piñas más pequeñas, y el dueño, nos compraba las piñas si no recuerdo mal a un peso cada una, con eso hacían collares, pulseras… Fue un lugar muy particular, muy característico, y también fue muy famosa Eva, que era llamada “La Eva Geselina”, es toda una historia familiar, que arranca en Europa y sigue aquí en Villa Gesell.”

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medieval, la imitación de cabeza reducida de los jíbaros, peces embalsamados, un museo con mucho material precolombino, mucho material marino, una gran colección de caracoles, la particularidad de la ostra gigante, muchas cosas que el turista, por lo menos en esa época, no tenía posibilidad de ver en ningún lado. Hoy es todo mucho más conocido, se viaja más, pero hace cuarenta o cincuenta años eran cosas que no veías en ningún lado, fósiles, huesos de ballena…” Magda es una fiel exponente del espíritu aventurero de la familia. “Hice la escuela de Bellas Artes, después me fui en furgoneta a recorrer América, conociendo las diferentes culturas, y los colores de cada civilización… Viví quince años en Barcelona, dedicada a la pintura y el mosaico, y después de mucho tiempo pude volver a plasmar algo que quería hacer desde hace mucho tiempo, la renovación de Gema, con las nuevas generaciones. Estamos acá, poniendo toda la energía, es un proceso muy grande, un trabajo lento pero contento.” Una parte importante del trabajo que están realizando es la renovación de la fachada, trabajo que está en pleno proceso, y cuando esté terminado será un atractivo más, ya que se realizará en la vereda un piso simulando el mar, y en el techo se colocarán espejos, creando una sensación de estar bajo el mar.” Bárbara, la otra hija de Eva, exhibe algunos de los elementos más típicos del local. “Un clásico de Gema son los aros de escamas, que inventó mi abuelo

hace cincuenta años. Contaba que se iba hasta San Clemente los costales de escama de corvina negra, se lavan con agua oxigenada, se tiñen de colores y se perforan para armar el aro. La gente entra y viene directo a verlos, es un material noble, muy liviano, que no se rompe…” Siguiendo la ronda, exhibe otra perla. “Otra pieza muy particular es la lechuza, la compró mi abuelo disecada, era divina, toda llena de plumas, como viva, y un día… Entramos al local y se la habían comido las polillas! Así quedó, en los huesos, parece a propósito, es una cosa rara más…” Uno de los artículos más llamativos es el “ekeko”, el dios de la abundancia, “que trajo un amigo boliviano de mi madre”, explica Magdalena. “Está de toda la vida, nos acompañó siempre, con su casa a cuestas, en este viaje de abundancia.” Otro artículo único, afirma Madga, es la ostra gigante. “La ostra es una de las piezas más importantes. Pesa ciento seis kilos, y contaba mi abuelo que cuando la abrieron comieron cuarenta personas. No es una ostra de perla, es calcárea, y la hemos mantenido siempre, con su caja, ya que cuando la mandaron desde Japón escribieron “Vuenos Aires”, por eso recuperamos ese pedazo para mantener la historia.” Una gran anécdota es cuando lograron el tercer premio en la Exposición Hortícola Internacional, que se realizó en el predio La Rural en 1959. “Ganamos el tercer premio por la originalidad, llevamos todo con semillas, aros, collares, pulseras…”, cuenta Eva.

La familia en pleno, mostrando el negocio.

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INFORME

El sistema de cámaras de seguridad de Villa Gesell El sistema de cámaras es hoy uno de los pilares de la seguridad ciudadana. En Villa Gesell, la operación del mismo está a cargo de Pablo Krotsch, encargado de la sala de monitoreo, desde donde se visualizan las imágenes tomadas en toda la ciudad. "La sala de monitoreo trabaja en conjunto con toda la estructura de la Secretaría de Seguridad", explica Pablo. "Es un pilar fundamental a la hora de esclarecer hechos o bien de visualizar cualquier situación anormal en la vía pública." Pablo detalla "cuando un operador ve cualquier tipo de situación irregular, da aviso al radioperador nuestro o bien el de policía, y se inicia la actuación, que puede ser rastreo, asistencia, etc." Como encargado de los operadores del sistema, Pablo explica "la sala trabaja todos los días, todo el año, no hay feriados ni descanso, estamos las 24 horas monitoreando todo el distrito. Hoy tenemos casi noventa cámaras distribuidas en todas las localidades, estratégicamente ubicadas de acuerdo al mapa del delito y a las necesidades de la comunidad." Sobre el desarrollo del sistema, Pablo afirma "las cámaras se van moviendo, de acuerdo a los cambios en el mapa del delito y a las inquietudes de la comunidad, la idea a futuro es incorporar unas cincuenta cámaras más, hoy tenemos ya diez en proceso de compra." El sistema se compone de cámaras "domo", con movilidad y un gran zoom, en los lugares más sensibles, y cámaras fijas que monitorean otros puntos. Pablo

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también muestra varios ejemplos de hechos con intervención de las cámaras. El Secretario de Seguridad Mauricio Andersen, a cargo de la seguridad desde la comuna, es un gran valedor del sistema de cámaras. "El año pasado, cuando me hice cargo de la Secretaría, le di todo el impulso a la incorporación de tecnología, tanto para la prevención como para la investigación. Incorporamos cámaras lectoras de patentes, que permiten identificar tanto a quienes entran al distrito como a vehículos que se utilizan para cometer delitos." Mauricio remarca "estoy convencido de que las cámaras tienen que distribuirse de acuerdo al trabajo en conjunto con los vecinos, que tienen que llegar a todos los barrios, no solo las zonas comerciales, y eso lo trabajamos junto a los vecinos." Un hecho tan grave como fue el asesinato de Fernando Baez Sosa, tuvo gran protagonismo de las cámaras para lograr un rápido esclarecimiento. "Luego del lamentable hecho, las cámaras le sirvieron muchísimo a la Justicia para ver dónde estuvieron y qué acción tomó cada uno de los asesinos. La Fiscal y un grupo de trabajo del Departamento Judicial se acercaron y pudieron usar las cámaras para esclarecer el hecho." El Secretario explica cómo se coordinan las cámaras con el trabajo en la calle. "En la sala tenemos a los operadores continuamente mirando las cámaras, y detrás a los operadores, el nuestro, que opera con los móviles de la Secretaría,


y un operador de policía, que es el que articula con los móviles policiales. Con eso logramos una buena coordinación, tanto en la prevención como en la resolución de hechos. Nuestro operador también atiende los grupos de whatsapp vecinales, y los botones antipánico." Mauricio detalla "hoy tenemos noventa cámaras, estamos incorporando otras nueve y otro domo, y tenemos el proyecto de adquirir cincuenta más, con lo que llegaríamos a un buen sistema de seguridad para la ciudad. Obviamente eso va a requerir ampliar la sala, más personal, más monitores, es uno de los grandes objetivos de mi gestión."

Un botín de la política La historia del sistema de cámaras está muy ligada a los tiempos políticos. "En el año 2007, cuando Luis Baldo iba por su tercera reelección, y Jorge Rodríguez Erneta intentaba una vez más desplazarlo, el tema de seguridad era fundamental, y las cámaras era uno de los ejes centrales." En la previa de esas elecciones, Baldo creó la Secretaría de Seguridad, y días antes de las elecciones se presentaron patrullas, y se planteó la instalación de cámaras. Erneta, en tanto, proponía la creación del sistema de cámaras, que finalmente creó luego de ganar por amplio margen esas elecciones.

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El muelle de Villa Gesell: historia y anécdotas de un ícono de la ciudad A finales de la década del 60, después de muchos proyectos e iniciativas, se logró un viejo anhelo de la comunidad; contar con un muelle de pesca. La gran obra, que fue financiada junto al muelle de Pinamar por la Provincia de Buenos Aires, tenía varios usos proyectados, entre ellos el de embarcadero, y también la construcción de una confitería elevada, pero finalmente esto no se llevó a cabo, y en el año 72 se inauguró el espigón. En la sección de archivo, a cargo de Anibal Zaldivar, encontramos un ejemplar del periódico “La Villa”, creado por Omar Masor. El ejemplar de diciembre de 1969, da cuenta en la tapa de la confirmación de la construcción del muelle, mediante un convenio entre la Provincia y General Madariaga, con un aporte inicial de 28 millones de pesos. Ese mismo ejemplar da cuenta del inicio de la pavimentación del camino entre Pinamar y Villa Gesell, otra de las marcas del veloz progreso de la ciudad y de la zona. También encontramos un dato que ha quedado olvidado, que es la existencia de un muelle de madera. “En una revista editada por el propio Don Carlos, con el título “El balneario que se hizo de amigo a amigo, haga usted también un amigo más”, encontramos relato sobre el muelle de madera de la década del 60, una foto de ese muelle ya casi derruido. Logramos encontrar una foto con el muelle completo, y la confirmación de que estuvo ubicado en el Paseo 112. Don Carlos lo construyó en madera dura, pero duró muy poco y se desarmó, las maderas que se recuperaron volvieron a los talleres en el Pinar del Norte y se usaron para otras cosas.” Pero hay un antecedente aún anterior, que es un muelle de madera mucho más pequeño y precario que construyó Don Carlos cuando vivía con su familia en la casa de las cuatro puertas, aún en medio de los médanos. “La historia la cuenta Sonya Tommys, que vivía con Don Carlos, Doña Emilia, y sus hijos Rosemarie, Bubby y Dodó en la legendaria casa de las cuatro puertas. Era una estructura para que los chicos disfruten del mar, pero duró muy poquito, y en la familia estaba prohibido hablar de ese muelle, porque fue un fracaso, y a Don Carlos le costaba aceptar un fracaso. El fundador decía que se lo había llevado un maremoto, no una tormenta común, una anécdota que muestra un poco la

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Dos imágenes del muelle de madera de la década del 60.


personalidad del fundador.” Ricardo Roulier, actual Presidente del Club de Pesca, Caza y Náutica de Villa Gesell, entidad que tiene a su cargo el muelle, repasa la historia que quedó registrada en los archivos del Club, y en la memoria de los socios más veteranos. “La inquietud surge de la Sociedad de Fomento que había en ese momento, que creó una Comisión Pro-Muelle, en la que estaba el presidente del Club en esa época, Oscar Dieguez. Ante gestiones, y mucho trabajo de los pioneros de la ciudad, se logró financiamiento provincial.” Ricardo detalla “el Muelle está construido con pilares macizos, hincados, y lo hizo la firma SCAT, que ganó la licitación, y trabajó durante los años 70 y 71, hasta la inauguración en la temporada del 72. En ese momento lo administraba la Municipalidad de Madariaga.” Sobre su experiencia personal, Ricardo recuerda “yo me vine a vivir en el año 80, cuando ya estaba, una de las primeras cosas que hice fue

Dos momentos de la construcción del muelle, que se levantó durante 1970 y 1971.

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hacerse socio del Club, ahí ya me acerqué como pescador, con los años me fui integrando a la Comisión, con los presidentes Tiedemman, De Brassi, Ricciuti, y después lo seguí yo… En esa época, el muelle era distinto, no sé bien cómo explicarlo. El ambiente era muy ameno, nos conocíamos todos, ni bien caía el sol

empezaban a llegar los jubilados a pescar con mediomundo, había mucha más pesca que ahora…” Roulier, como uno de los integrantes más activos del Club, participó de varios trabajos que se hicieron en el muelle. “Participé de varias reconstrucciones y reparaciones, en el 97 se hizo un trabajo muy grande,

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igual en el 92, siempre bajo del directivas de la Dirección de Hidráulica de la Provincia, y ahí sigue el muelle, todavía de pie, ahora estamos esperando directivas, en febrero vino un ingeniero desde provincia para un relevamiento, para saber cómo está la estructura. “La reparación del 97 fue muy importante,

fue proyectada y dirigida por Hidráulica, la hicimos con la empresa Nivel y el Arquitecto Pérez Silva, con el kiosco actual, también con la elección de los colores… Quiero comentar que todos estamos trabajos fueron supervisados y costeados por el Club.” Miguel Di Pardo es tesorero del Club


de Pesca y está siempre atento a las necesidades del muelle. “La estructura tiene 150 metros de largo, después del kiosco y los baños tiene el morro chico, la primera extensión hacia la derecha, más adelante está el sector donde están las piletas, hacia la izquierda, y en la punta el morro de pesca con caña, que tiene unos quince metros.” Miguel explica cómo se administra el muelle; “la Provincia construyó el muelle y le cedió la administración a la Municipalidad, primero de Madariaga y después de Villa Gesell, y Gesell le cedió la administración al Club, siempre controlado por la Municipalidad. El Club se encarga de toda la operatividad, se cobra entrada, que se utiliza para hacer el mantenimiento y cubrir cualquier necesidad.” A lo largo de los años, se han realizado importantes modificaciones para mejorar la operatividad, seguridad y comodidad del muelle. “Los baños estaban donde están las piletas, y descargaban directamente al mar, cuando se hizo el kiosco nuevo se pusieron ahí los baños, con instalación de agua corriente y cloacas, también se colocaron luces led, que mejoraron mucho la iluminación

Los testimonios de la historia y la actualidad del Muelle.

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para el pescador, y también son una postal, siempre sale en las fotos la iluminación que tiene el muelle.” Miguel explica los problemas que se suscitan muchas veces con la gente que quiere utilizar el muelle como paseo e interfiere con la pesca. “Tenemos custodia permanente, porque mucha gente quiere usar el muelle como paseo, o hasta instalarse a tomar sol, pero la función primaria del muelle es la pesca, y en temporada durante el día es el único lugar para pescar. Tratamos de contentar a todos, porque es un lugar muy buscado para las fotografías, pero un día que hay mucha pesca se hace difícil.”

“hacía rato había rumores, dichos, sobre el muelle. Yo tenía 14 años y en esa época pescaba desde el Paseo 131, y un buen día llegó un camión con pilotes,

Anecdotario Héctor Miguelez, propietario de “La Cueva del Pescador”, es un fanático de la pesca de costa, y hace más de cincuenta años que “tira plomo” en las playas geselinas. “Lo que recuerdo con más cariño es el ambiente, un ambiente familiar, las primeras pescas con mediomundo, una modalidad que trajo el muelle, y eso acercó a las mujeres y a los chicos, a la familia. Iba la familia completa, el varón a pescar con caña y la mujer con los chicos al mediomundo, pescado al rolete, una cordialidad tremenda, algo que hoy ya no está, y se extraña…” Héctor fue uno de los primeros, sino el primero, en pescar desde el muelle.

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La historia del perro Pancho es la mayor leyenda del muelle geselino.


y ahí lo vi. A partir de eso todos los días observaba como iba creciendo la estructura, estaba la máquina que instalaba los pilotes, y después la máquina avanzaba sobre esos pilotes para poner dos nuevos pilotes, y cada día avanzaba sobre el mar. Yo lo veía y me imaginaba que era un ciempiés, que cada día tenía más patas… En ese momento las playas estaban minadas de almejas, y con eso pescábamos. Recuerdo que un día saqué un melgacho muy grande, y me imaginaba lo que podría pescar desde el muelle, pesca que hice mucho antes de la inauguración, porque con varios amigos del colegio trepábamos por los pilotes, un poco más lejos cada vez, y las corvinas que sacábamos se contaban por docenas.” Héctor también fue protagonista del curioso intento de romper el record mundial de permanencia en el Muelle, un intento que quedó en la nada ante las complicaciones burocráticas. “Nos trasnochábamos arriba del muelle, de las cuatro de la tarde a la mañana del otro día, y se nos ocurrió romper el record de permanencia arriba del muelle. Quedó en anécdota, porque para que fuera oficial teníamos que dejar los equipos en un depósito del Club de Pesca con cierta anticipación, un par de días, y era mucho tiempo sin nuestros equipo de pesca, así que la historia, que tengo que reconocer era un poco loca, quedó en la nada, pero aún la recuerdo…” Cristóbal Szczesny es uno de los legendarios primeros guardavidas de la ciudad, y fue testigo de la construcción del muelle. “yo lo vi construir, estaba de guardavidas a un par de cuadras, y cuando estuvo listo, empecé a trabajar ahí, así que fui el primer guardavidas del muelle. A la vez trabajaba de privado en el balneario La Plata, de Jorge Defeo, le decíamos “hacer la doble".” Cristóbal vivió muchas situaciones difíciles provocadas por la novedad del lugar. “Había una escalera, y muchos chicos jóvenes se tiraban, había que hacer mucha prevención, tuvimos un rescate de tres chicos, que los pudimos sacar, pero uno murió… Fuimos con Defeo en un Fiat 600, yo atrás haciéndole resucitación, hasta donde estaban los famosos pulmotores, y cuando llegamos no andaban, así que falleció el muchacho. Mojarrita se decían… Hoy la gente sabe que es peligroso, ya nadie se baña, en esa época los guardavidas mismos se metían, después vino Juan Magritti, que hicimos guardias juntos, el se tiraba de cabeza desde la punta, estuvo mil años, gran amigo, muy buena gente, después se enfermó y falleció, tengo un encordado que me hizo para el silbato…”

Jorge Ríos fue durante veinte años concesionario del Muelle, y es una fuente inagotable de historias y anécdotas. “Fue en el 87, creo, yo estaba en la Comisión del Club, se fue la persona que estaba y me pidieron si no podía cubrir una semana, y dije que sí, y me quedé veinte años… Muy lindo, la gente era de otra forma, había respeto, era lindo estar arriba del muelle. Con el tiempo la gente se fue tomando muchas atribuciones, demasiada confianza, pero en esa época era otra cosa…” Jorge tuvo vivencias únicas en su puesto de trabajo. “Hemos pasado muchas, como sudestadas que el muelle se mueve para todos lados, parece que se cae, ver las olas pasar por arriba. Una sudestada se llevó el kiosco, las puertas, todo… Ese día yo lo vi, el mar estaba raro, mucho más alto de lo normal, algo va a pasar, pensé, y al otro día no estaba el kiosco, cosas así, por suerte sin desgracias.” Una de las historias más conocidas del muelle es la del perro “Pancho”, un animalito que vivió durante años arriba del muelle. Incluso una placa lo recuerda en la playa cercana, donde fue enterrado cuando murió. Jorge, que sin considerarlo propio ofició como dueño, recuerda la historia. “cuando yo llegué al muelle la historia ya había pasado, estaba el perrito solo, pero era una historia reciente, que la gente lo recordaba. Era un muchacho, un hippie como le decíamos en esa época, que llegó con el perro, se tiró al agua y desapareció… De los veinte años que yo estuve, como 18 años estuvo Pancho esperando al dueño. Tenía la particularidad que vivía arriba del muelle, sudestadas, tormentas, siempre ahí. Todo eso lo enfermó, hubo que operarlo varias veces, siempre con veterinarios muy gauchos que nunca cobraron nada para sacarle los males. Estaba muy bien alimentado, había gente que venía expresamente a traerle comida, y el se pasaba ahí en su rinconcito, horas y horas mirando el mar. Bajaba a la playa para sus necesidades, no ensuciaba el muelle.” Jorge fue el protagonista de los últimos momentos de Pancho; “cuando se puso muy viejito, le costaba subir al muelle, y se quedaba horas sentado en la orilla, en la olita. Después empezó a meterse al mar, pienso yo que buscando al dueño, y lo tenían que sacar los guardavidas. Al final se enfermó mucho y hubo que sacrificarlo, muy mal momento, porque uno se había acostumbrado con el, fue tomar una decisión que dolía mucho. Así se fue Pancho, y como siempre estaba sentado mirando el mar, lo enterré ahí donde está la placa, sentadito mirando el mar…”

La reforma del año 1997 fue casi una reconstrucción del Muelle, con grandes modificaciones.

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LA TIERRA ELEGIDA-Relatos de Juan Forn

¿Qué sabemos de Bulgaria? Cuando la revista The Economist publicó hace unos años un lapidario informe sobre la Bulgaria poscomunista, caracterizó a los búlgaros como la gente más triste del mundo. Medio siglo antes, cuando el escritor Georgi Gospodinov era niño en la Bulgaria socialista, su abuelo recitaba invariablemente, antes de cada comida, unas palabras sueltas en húngaro, que atesoraba como si fueran piezas de plata. Nadie en la familia sabía húngaro pero el pequeño Gospodinov las grabó en su mente como se nos graban ciertas cosas de la infancia. Szervuz, kenyér, bor, köszönöm, szépség, jó utazás, que significan: “Hola, pan, vino, gracias, belleza, buen viaje”. El abuelo las había aprendido cuando peleó en la Segunda Guerra pero nunca hablaba con nadie de esa experiencia, porque su regreso de la guerra había sido traumático: no volvió con los demás muchachos del pueblo, cuando los desmovilizaron, sino meses después, solo, a pie y sin uniforme, cuando ya lo habían dado por muerto. La familia lo llevó a las flamantes autoridades y allí sometieron a interrogatorio al resucitado, pero él sólo dijo que no podía recordar cómo había vuelto, y su aspecto era tan triste que nadie se atrevió a preguntar más, porque todos en el pueblo sabían lo que le había sucedido en su infancia. Cuando el abuelo de Gospodinov era niño, su madre había quedado viuda y pobre, con seis hijas mujeres y el abuelo, que era el hijo menor. En lo peor del invierno, la madre cargó en el carro las últimas bolsas de trigo que le quedaban y partió con su prole al molino, para cambiarlas por harina. En el molino, el abuelo quiso ayudar a descargar pero la madre le dijo que esperara adentro para no tomar frío. El niño se echó sobre las bolsas de harina y se durmió. Cuando despertó el carro no estaba afuera. Recién a mitad de camino las hermanas repararon en su ausencia, al parar para que descansara el burro. Miraron con espanto a la madre y vieron que ella dudaba, y cuando abrió la boca no les dijo “Volvamos”, ni ordenó a ninguna que fuera a buscarlo. Simplemente dijo: “Quizá tenga una vida mejor. Si creen que no, alguna debería ir a traerlo”. La hermana mayor saltó del carro y corrió en la nieve hasta encontrar a su hermanito caminando a ciegas contra el viento, sin abrigo, con los labios morados. Nunca le contaron lo que había dicho su madre, pero todo el pueblo lo sabía, así como todo el pueblo vio, a lo largo de los años, a la prole de esa madre crecer y abandonar la casa, salvo el hijo varón, que se quedó a cuidar de esa madre hasta que ella murió. Gospodinov había oído muchas historias tristes de boca de sus tías viejas y amaba en silencio a aquel abuelo que siempre repetía: “El pan de la tristeza se hace con harina y lágrimas”. Por ser el nieto mayor, Gospodinov llevaba el nombre del abuelo y además era, según las tías, la viva imagen de él cuando era niño. En enero de 1995, cuando Gospodinov tenía veintisiete años, el abuelo tuvo un aneurisma que lo dejó postrado y sin habla. La familia se reunió en la casa esperando el desenlace. El nieto mayor le hacía compañía junto a la cama,

cuando el abuelo le pidió con señas que abriera un cajón del ropero y levantara el papel de diario clavado con chinchetas en el fondo. Gospodinov apartó el papel de diario y encontró debajo una hoja de cuaderno amarillenta, doblada en cuatro. Cuando se la tendió al abuelo, él no la tomó sino que le apretó las manos sin decir palabra, con el papel adentro, y las mantuvo apretadas hasta que cerró los ojos y ya no los volvió a abrir. Cinco meses después el joven Gospodinov viaja a Hungría. Ha convencido a su jefe en el diario de ir a hacer una nota sobre los cementerios de soldados búlgaros caídos en la Segunda Guerra. El más grande de esos cementerios está en Harkány. Harkány no parece haber cambiado mucho desde 1944. Gospodinov averigua por señas dónde queda el cementerio pero prefiere pasar antes por una dirección, la que figura en un viejo papel arrugado y amarillento, doblado en cuatro, que trae en el bolsillo. En el papel se lee esa

es la primera vez que Gospodinov lo siente de verdad. Por un instante logra ver la belleza luminosa de una muchacha en el rostro arrugado que tiene enfrente. Está a punto de tenderle el papel arrugado que lleva en el bolsillo cuando la anciana le toma las manos con fuerza y recita unas palabras sueltas que, para sorpresa de Gospodinov, son en búlgaro. La anciana dice: “Hola, gracias, pan, vino…”. La mirada es de una intensidad inaudita. Gospodinov sólo atina a murmurar, en húngaro: “Szépseg”, que como ya he dicho significa belleza. A la vieja se le llenan los ojos de lágrimas. Dice dos palabras más en búlgaro: una es gracias; la otra es buen viaje. El hijo llega en ese momento con el té. La anciana suelta las manos del visitante y es como si se apagara: acepta mecánicamente la taza que le ofrece el hijo pero no participa de la precaria conversación. Gospodinov intenta en vano buscar su mirada. Finalmente se levanta para irse y el hijo lo acompaña

dirección escrita en tinta y, debajo, con la misma tinta, hay estampada una mano de bebé. La dirección resulta corresponder a una casa de preguerra. Lo recibe un hombre cincuentón, que habla un poco de ruso. Gospodinov también, así que le explica su propósito: hablar con gente de esa época que siga viva, porque su abuelo pasó por ese pueblo en 1944, cuando era soldado. El hombre señala una silla en el jardín donde está sentada una anciana. “Es mi madre. Tuvo una embolia hace unos meses pero su memoria está intacta”. Se acercan hasta ella y el hijo le explica a la madre quién es el visitante. Gospodinov alcanza a entender la palabra “Bulgaria” en las frases en húngaro. Recién entonces la anciana mira por primera vez al visitante. El hijo va a traer té. La madre y Gospodinov quedan solos. Hay casi sesenta años de diferencia entre ambos pero la mujer lo mira con una intensidad estremecedora. Muchas veces le han dicho en la familia que es la viva imagen de su abuelo de joven, pero esta

hasta la calle. En el trayecto se excusa por el estado de su madre y le pregunta a Gospodinov si su abuelo sigue vivo. Gospodinov contesta que murió en enero. El hijo dice que su madre tuvo la embolia en enero y le tiende la mano para despedirse. Gospodinov se va caminando, desdobla el papel amarillento, mira la dirección escrita a mano y la manito de bebé estampada debajo, pensando que es la misma mano que acaba de estrechar, cincuenta años después. Pero, como Gospodinov es búlgaro, no nos dice nada más. Hasta que The Economist publica su informe sobre Bulgaria y él se sienta a escribir un libro llamado Física de la tristeza. El libro se traduce a varios idiomas. Cuando Gospodinov recibe los ejemplares de la traducción al húngaro, envía uno por correo certificado, a una dirección en Harkány. Antes de cerrar el paquete pone entre las páginas del libro un papel amarillento doblado en cuatro, que todavía conserva. Recién entonces parte hacia el correo, con el andar cansino y estoico que heredó de su abuelo. Para Javier Folco

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Colegio San Patricio, más de cincuenta años con la educación geselina Mina Zoe Fernández de Zaldivar, “Mini”, la fundadora del Colegio San Patricio, nació el 16 de marzo de 1931 en Banfield, y esa fecha, la tradicional de inicio de clases, marcó según sus propias palabras su vocación por la docencia. Juanto a su esposo Cacho (que fallecería no mucho después de una grave enfermedad) tomaron la decisión en 1969 de instalarse en la ciudad con sus hijos, Patricia, ya adolescente, y los más pequeños Aníbal, Gustavo y Fernando "Penaco".

En una grabación realizada por Mini antes de su muerte, explicaba su amor por la enseñanza; “yo desde chica quise ser maestra, a mí me apasionó siempre la docencia, y lo hago con todo mi amor. Considero que es uno de los temas abarcativos de toda la conducta humana.” Entre sus reflexiones, afirmaba “tenemos que sensibilizar a nuestros hijos, y sensibilizarnos nosotros primero, para ser generosos y dar, dar a los demás, en la forma que se pueda, como se pueda… Cuando el chico está afectivamente endurecido, es porque no ha

Alumnado del colegio en la década del 70.

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recibido amor, y lo que más tenemos que hacer es dar amor, y al mismo tiempo ayudar a educar.” Mini continúa sus reflexiones; “Veo en la escuela el cariño, la vocación, de las maestras, como ayudan, como se puede ayudar a los chicos, verlos como trabajan, como exponen, es una maravilla, y todo esto se hace a pesar de los pocos recursos, porque en este país cada vez se le dan menos recursos a la educación, parece que les interesara que el pueblo sea ignorante, pero eso lo combate la gente de todos los días, la que trabaja y hace, con sueldos bajos y pocos recursos, es la que se preocupa y va creando la gran riqueza espiritual que tiene la educación. Esa es nuestra misión, hacer que ese niño que necesita manifestar lo que siente, ser persona, conocerse y respetarse a sí mismo, desarrolle todas esas aptitudes, así va a ser feliz.” El legado de Mini, fallecida en el año 2012, fue continuado por sus hijos, con Gustavo Zaldivar y su esposa Cecilia Labaké a la cabeza. Gustavo cuenta la historia; “la historia del San Patricio es una historia familiar, una historia de vida, como la de tantas familias que llegaron a Villa Gesell en esa época, con sus sueños y sus historias vividas… Mini era directora y docente en una escuela del Gran Buenos Aires, y le tocó asumir la responsabilidad de llevar adelante la familia, a partir de la enfermedad de papá.” Sobre la llegada a Gesell, relata “en medio de toda esa situación, vino un verano a Gesell, invitada por unos amigos, y Gesell la inspiró y le dio la idea de

iniciar su propia escuela, algo que estaba anclado en su vocación, en su pasión, que fue su herramienta para construir este colegio que ya pasó los cincuenta años.” Gustavo, que al igual que sus hermanos fue alumno y luego colaborador de su madre en los primeros años, afirma “el colegio era una necesidad geselina, tuvo un desarrollo extraordinario, la comunidad lo adoptó, y Mini tenía en su ideario la fe, el amor y la libertad, era una persona de mucha fe, con una profunda vocación de amor y también un gran amor por la libertad, y en esos valores nos educó, por eso todos nosotros pudimos construir nuestro caminos, nuestros propios proyectos.” Un punto clave de la historia es el retorno de los hijos a la empresa familiar, como explica Gustavo. “La vida nos llevó a reunirnos nuevamente en torno a la escuela, a partir de una tragedia familiar, que fue el fallecimiento de nuestro hermano menor. Esto a mamá la debilitó en muchos sentidos, si bien luchó y siguió adelante con toda su fuerza, con los años empezó a flaquear, en un momento de mucho crecimiento del colegio, porque había que fundar el secundario, con una gran inversión, muchísimas decisiones, una cantidad de cosas que mamá ya no podía encarar. En esa condiciones, con Cecilia, que es maestra jardinera y psicóloga, igual que yo, respondimos a la convocatoria de Mini, por la cuestión de la sucesión del colegio. Junto a mis hermanos Aníbal y Patricia, nos juntamos y decidimos comenzar a viajar, porque éramos los

La fundadora del colegio (centro) junto a Don Carlos Gesell.

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únicos en condiciones de hacerlo, y acá estamos, ya hace 14 años en el colegio.” Gustavo cierra su aporte reflexionando, “Hoy el colegio es más grande que nunca, con un gran equipo de trabajo que conserva el espíritu que Mini nos legó, de construcción colectiva, de tomar las ideas de cada uno, donde todos se sienten parte y protagonistas de la tarea, seguimos siendo una familia… Hoy estamos justamente en la época de recibir nuevas familias, de conocer nuevos integrantes, en este año tan difícil, donde hemos podido sentir el trabajo y la solidaridad de toda la comunidad educativa, realmente estamos de pie y muy contentos con cómo hemos enfrentado la adversidad.”

Anécdotas Aníbal Zaldivar, el único hijo de Mini que hizo su vida en Villa Gesell, cuenta algunas de las anécdotas de los primeros años. “El nombre surgió por la gran amistad de mamá con las dueñas del colegio San Patricio de Adrogué, donde trabajaba, no fue una cuestión religiosa, si bien mamá era católica practicante, ni tampoco hay relación con Irlanda.” Sobre las primeras vivencias, relata “cuando empezó el colegio yo estaba terminando la primaria, así que fui de la primera camada de egresados del San Patricio. Suelo contar, con mucho orgullo, que fui el primer abanderado, entre tres alumnos y me tocó ser abanderado, y mis compañeras primera y segunda escolta… Tuvimos una experiencia muy original, ser de una promoción de solo tres egresados, de los 17 alumnos con los que comenzó el colegio.” Otra anécdota de los primeros tiempos fue el pupilaje en el San Patricio. “Entre las cuestiones muy singulares que tuvo esa primera época, era la posibilidad de tener alumnos pupilos, sin tener ninguna gran instalación, venía gente de Cariló, de Pinamar, donde no había colegios privados, y vino como pupilo un alumno de Juancho, Gustavo Santos. El compartió conmigo y con mi hermano la vida cotidiana, el

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Mini (centro) con las primeras docentes de la institución. viernes a la tarde venía a buscarlo el padre para volver al campo y lo traía el lunes a la mañana. También tuvimos pupilos transitorios, como fue el caso de Jorge y Claudia Martínez Salas, que cuando los padres viajaban por algunos días, los chicos se quedaban pupilos en el colegio, compartiendo habitación, Jorge conmigo y Claudia con mi hermana. Así fue como nos conocimos y después compartimos mucho más…”

Homenajes Mini, como pionera de la educación geselina, tiene dos espacios de la ciudad bautizados en su homenaje. Uno de ellos es la plazoleta de Buenos Aires y Circunvalación, y la Avenida 7, cuyo bautismo fue en ocasión de los festejos por los 50 años de la escuela. El entonces concejal Jorge Martínez Salas resaltó “este es uno de esos temas en los que todos estamos de acuerdo, cuando llegó esta propuesta, de inmediato todos los bloques dijimos que si, es uno de esos temas que da gusto trabajar.”

Testimonios Uno de los miles de geselinos que pasó por la institución fue el actual intendente Gustavo Barrera, que en ocasión de los 50 años de la escuela brindó un emotivo testimonio de su vivencia como alumno. “Ingresé a la escuela en el año 76, por estas mismas puertas, lleno de incertidumbres, de esperanzas, sin saber qué iba a encontrar, y la verdad encontré un compañerismo increíble, con la contención y el amor de todos los docentes, de Mini, nos esperaba todos los días y nos retaba por las bicicletas… Aquí me formé, los recuerdos son infinitos. Mini fue siempre una luchadora, un ejemplo de esos pioneros que vieron crecer a Villa Gesell, que apostaron a nuestra ciudad, con la ayuda de Don Carlos, de las instituciones… Es importante que recordemos la valentía de una mujer que luchó contra muchas adversidades, y supo superarlas.”

Presente y futuro Cecilia Labaké es la Representante Legal y coordinadora pedagógica del

colegio, comenta la actualidad de la institución. “El colegio es el mismo, en el sentido que mantiene el mismo espíritu que nos legó Mini, con su impronta tan particular, tan humana… No es lo mismo el pequeño colegio de los 70 a lo que es hoy, fue creciendo el proyecto, el edificio, el equipo de trabajo. Hoy tenemos tres niveles, casi novecientos alumnos, pero siempre conservando ese espíritu de trabajo con el otro, no contra el otro. Si bien hay tres niveles, cada uno con su propio equipo directivo, es un solo gran equipo, que trabaja todo en la misma dirección, donde todos nos ponemos de acuerdo, ya que lo más importante es que todos se sienten parte, que todos tienen ganas de estar, seguimos siendo una familia, donde nos respetamos, cada uno de los que está se siente integrado, le gusta trabajar en el colegio.” Sobre la enorme particularidad de educar en la pandemia, Cecilia remarca “este año fue muy particular, creo que ninguno de nosotros pensó en pasar alguna vez algo así, esto de no poder trabajar en la presencialidad, que es el modo en el que sabemos trabajar, en el vínculo, en el aprendizaje social, trabajar a distancia con los niños y niñas es muy complejo… El año fue muy difícil, al principio parecía que las cosas eran por unos días, nos pasó como a todos, arrancamos con los teléfonos, con mails, cuando la cosa se estiró empezaron los zoom, después decidimos tomar una plataforma propia, para trabajar en equipo y poder compartir con todo el equipo docente el seguimiento de cada alumno… gracias a que la escuela está sana, en todo sentido, desde lo legal, lo contable, etc., eso nos permitió acceder a una plataforma muy buena, de Google, que es muy estricta para permitir el ingreso, eso nos permitió trabajar como sabemos, con encuentros, con espacios dentro de la escuela pero en la virtualidad, con mucha seguridad en lo tecnológico, y creo que la tecnología llegó para quedarse, no como único recurso como pasa ahora, pero si como un recurso más.” En su rol de coordinadora, Cecilia remarca “el esfuerzo que han hecho todos los docentes, los administrativos, todos los que trabajamos en la escuela, nos deja muy contentos, pudimos vincularnos con las familias, que tuvieron que hacer un gran trabajo, acompañar a sus hijos e hijas en este trayecto.”

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