El Fundador / Diciembre 2020

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Bonnie Favelis: vida y obra de una artista geselina

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Diciembre 2020

Villa Gesell Año - XXXIII Nro 2032

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Especial: Cevige cumplió 70 años

Informe: la polémica, multimillonaria e

inconclusa obra de repotenciación energética


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La temporada de las incertidumbres

El Fundador

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Las recetas de Olivia Arroz con leche (el verdadero) Siguiendo con recetas económicas, hoy incursionamos en un clásico de la cocina argentina: el arroz con leche. Infaltable en todas las mesas, en el campo, en la ciudad, en los pueblos, y hasta en algunos restoranes que lo rescatan de un lugar común, y no siempre bien ponderado. En OLIVIA es un postre muy pedido, y hoy veremos cómo lograr el verdadero arroz con leche. INGREDIENTES (para cuatro personas) 1 litro de leche

100 gramos de arroz doble carolina 130 gramos de azúcar Una ramita de canela, ó cáscara de un limón ó de una naranja (cáscara sola, tratar de pelar la fruta sin que quede la parte blanca adherida a la cáscara, pues amarga la preparación). A LA CACEROLA: ponemos a calentar un litro de leche, y agregamos inmediatamente el arroz y la canela, ó la cáscara del citrus. Debemos revolver, en esta parte, permanentemente la preparación, para evitar que se queme la leche del fondo de la olla. En cuanto la leche hierva, bajar el fuego al mínimo, y dejarla así por treinta minutos, revolviendo de vez en cuando, ya no

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se quemará tan fácil. Cumplida esa media hora, agregar el azúcar, y dejar 15 minutos más. Después de ese período, apagar el fuego, sacar la olla del anafe y dejar enfriar. Se puede servir tibio o frío. En mi caso, lo quiero siempre tibio, y con una cucharada de dulce de leche. Me recuerda atardeceres en el campo cercano a Quiroga, con mi abuelo, que lo hacía en la cocina a leña de la casa, en el monte de eucaliptus que se anaranjaba con el sol poniente… Aprendí ahí a valorar el sabor

verdadero del arroz con leche. A disfrutarlo!!!!


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NOTA DE TAPA

Cevige cumplió 70 años: una historia que es la historia de la ciudad En este 2020, la Cooperativa Eléctrica de Villa Gesell, Cevige, está cumpliendo 70 años. A principios del año 1950, la Cooperativa de Electricidad comienza a consolidarse. Luego de diversas reuniones entre vecinos impulsados por Don Carlos Gesell, se resuelve formar una Comisión Directiva y así es como el 8 de Abril de 1950 queda constituido el primer Consejo de Administración, tiene como presidente a Don Carlos Gesell, detrás del mismo se encolumnan Gustavo Roux, Eugenio Pinciroli, Pedro Somaruga, Rodolfo Schmidt , José Greco, Antonio de Sante, L.D. Sutton, Juan José Arenas, Gottenheld Gussman, Sven Nordensthal, Augusto Henneguin, Jonny Jaeger y algún otro pionero, cuyo nombre no figura, pero seguro que también sumó sus esperanzas a la adquisición del primer generador de

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energía, comprado en Hamburgo, de 90 HP, y embarcado en el vapor “Alderamin” con destino a nuestra naciente Villa Gesell. Corría el mes de marzo de 1951. Gracias a la donación de Don Carlos, ya los dos lotes donde actualmente funciona la Administración de Cevige, eran propiedad de la recién constituida Cooperativa, la “Usina” empezaba a funcionar; Vendrían luego otros generadores, que traerían más fuerza, más beneficios y más comodidad, pero también mucho más esfuerzo, el progreso también en su momento indicó que la energía se tenía que comprar, no generarla, actualmente Cevige se encuentra conectado a la red nacional.

Primeras luces En el capítulo 18 del libro “La Historia de Villa Gesell”, de Omar Masor, publicado en 1975, se repasa la creación de Cevige. “Carlos Gesell hasta entonces suministraba la corriente en forma gratuita a todas las casas de la Villa. Hacia 1950, comprueba que sus generadores, dos motores diesel White, están al límite de su capacidad, y la demanda está cerca de superar a la producción.” También registra el testimonio de

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Silvio Lenni, quien tuvo el primer almacén de la ciudad; “Don Carlos le hacia la conexión a todo el que lo pedía, sin cobrar nada.” El sistema, ante la precariedad de los pequeños motores, tuvo que aportar un curioso sistema. En invierno, se proveía corriente de seis de la mañana a ocho de la noche, y en verano hasta las nueve y media. Diez minutos antes de cortar el suministro, se hacía un corte de aviso, y cinco minutos antes, tres breves cortes, y como última señal un doble parpadeo marcaba el cierre de la provisión del día. El libro relata “como siempre que había que tratar algo, se organiza una reunión de vecinos. La generación de energía no podía seguir en manos privadas, y por lo tanto requiere una solución. Ya no se puede adaptar los motores para prestar el servicio, ni se puede cobrara un mínimo por la energía… Se propone formar una cooperativa, y Rodolfo Schimt se hace cargo de la organización de la nueva institución, que comienza a funcionar haciéndose cargo,

gratuitamente, de las instalaciones realizadas por Carlos Gesell, y de los equipos de 80 y 90hp que los alimentan.”

Palabra de presidente Juan Carlos Konderak es el actual presidente de la Cooperativa, el último de una larga lista de vecinos que han trabajado por la ciudad desde Cevige. “Para mi es un orgullo ser presidente de Cevige, una institución que desde siempre colabora con la comunidad, con las entidades, los clubes, los deportistas… Nos toca vivir los setenta años, teníamos planeada una serie de festejos pero lamentablemente por el flagelo del covid todo se suspendió.” Juan Carlos destaca el constante aporte y apoyo de la comunidad a la Cooperativa. “Queremos agradecer a los usuarios, que día a día aporta con el pago de la energía… El resumen que podemos hacer de estos 70 años es totalmente positivo, la Cooperativa avanza en forma constante, con obras, con vehículos, con el ingreso de jóvenes, la Cooperativa se va

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extendiendo, las localidades del sur, El Salvaje, estamos constantemente en progreso, creciendo.” Konderak remarca la colaboración con la comunidad en este año tan difícil. “Desde que empezó la pandemia pensamos junto a los empleados y el Sindicato en colaborar, mucha gente la está pasando muy mal. Estamos ayudando a comedores, hicimos reducciones en la tarifa, y también donamos mucho más que lo normal al sistema de salud. Donamos un respirador, un túnel sanitario para la guardia del Hospital, camisolines, termómetros… Sabemos que hay muchas necesidades, y por eso no dudamos en colaborar, y cada vez que haya que donar no vamos a dudar, nunca le vamos a negar una ayuda porque somos parte de la comunidad.” El presidente también realiza un repaso de la actualidad de la Cooperativa. “Hoy la empresa abastece de energía eléctrica a todo el Partido, con un tendido de aproximadamente 150 kilómetros de

línea de media tensión y 250 transformadores de distribución, contando con una potencia instalada de 45 Megawatts, que se distribuyen en todo el partido mediante ocho alimentadores de media tensión. Constantemente estamos reemplazando tendido por cables nuevos, y postes de madera por hormigón. Tenemos 140 empleados y 40 vehículos, que renovamos constantemente. Por otra parte, estamos a punto de inaugurar el local de Mar de las Pampas, que reemplaza al que funcionaba en 141 y 3, para que la gente de las localidades del sur tenga mejor acceso y comodidad, sin tener que venir hasta Villa Gesell.”

Testimonio histórico En el año 2000, El Fundador le realizó una entrevista al pionero Victorio Confetto, que fue un importante dirigente de la Cooperativa. Su testimonio brinda una semblanza de cómo era en ese momento el servicio eléctrico, y también brinda una imperdible anécdota sobre el trabajo


junto a Carlos Gesell. Confetto contaba, en su castellano con tonada “tana”, la historia rescatada de un viejo casette. EF: Cómo fue tu experiencia en la cooperativa… VC: Uh, ahí bravísimo… En la cooperativa yo entre en el 60… Antes, hasta el año 70 más o menos, la producíamos nosotros la corriente.

EF: Generadores propios… VC: Claro. Era un problema, porque a fin de temporada había que revisar los motores, había que arreglarlos, prepararlo todos, los días de pico, cuando se cortaba la luz, no se podía meter de golpe, había que salir, desconectar todos los transformadores, meter en marcha los motores, y uno por vez ir a meterlos… había zonas que estaban

dos horas con un corte de luz, dos horas dos horas y media, y todos los años era peor… Gesell era presidente de la Cooperativa, y yo era vicepresidente en ejercicio de la presidencia. Gesell no aparecía, porque las peleas que tuvimos varias veces allí adentro, él no aparecía más en la cooperativa. Entonces yo era el presidente en ejercicio, porque cuando venía él se

armaban unos desboles ahí adentro… EF: ¿Por qué? VC: Él quería, que se yo… te digo una anécdota. El problema que teníamos a la hora pico, él se viene y dice: Yo tengo resuelto el problema del pico… ¿Sabés lo que pasaba? Venía un charlatán aquí, se ponía a charlar con él, entonces él se creía porque le decía cosas buenas… Pero para meter un motor en paralelo, para que

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trabajen juntos, teníamos dos motores grandes, un General Motors de 120 o 130 caballos y un Caterpillar de 150, pero para que trabajen juntos no es tan fácil… EF: ¿Y qué soluciones traía él? VC: 35 motores Mercedes Benz chiquititos… EF: Y se lo había venido a decir alguien… VC: Un vendedor de motores quería venderle los motores… Ojo que lo pagaba él, no la Cooperativa. EF: Ni siquiera era un problema de plata… VC: No era un problema de plata… el problema es que no servían para nada… Si le discutías era terrible… Unas discusiones… Entonces yo le planteé que si llegan a arreglarse aquí adentro, si usted sigue viniendo aquí yo renuncio… Meter ya cuatro motores en paralelo ya es un problema, 39 motores en paralelo era imposible… Él venía a proponer lo que teníamos

que hacer… fue cuando yo le planteé: si usted sigue viniendo aquí yo renuncio, ahora si usted quiere que yo siga acá adentro usted no pisa más la Cooperativa. Fue un enfrentamiento fuerte, el viejo estaba colorado hasta la punta de las orejas… Le pedí disculpas, después piénselo, me lo dice mañana… Se levantó a los diez minutos y dijo: ya he decidido, yo no piso más la Cooperativa. EF: Estuvo bien… VC: Estuvo bien, porque entendió…

Testimonio pionero Clara Quinterno, propietaria de Casa Bhöm, es una de las pocas personas que puede testimoniar cómo era la ciudad en sus inicios. “Contar cómo era el servicio eléctrico en ese momento, en el inicio de Villa Gesell, es recordar que no había luz a la noche, estaban las velas, los faroles de querosén, un farol a gas ya era como tener la luz led de hoy… Don Carlos, una persona que siempre

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estuvo atenta a las necesidades del crecimiento, así como construyó una escuela, trajo un maestro y le sustentó el salario, puso la primera usina, que funcionó donde está el Museo de los Pioneros. Con el crecimiento, era necesario para el progreso que hubiera una Cooperativa. Así se hizo la usina de 107 y 6, donde hoy están las oficinas de Cevige. Los motores se podían ver, y era impresionante el ruido que hacían… Eso era un descampado.” Clara guarda el recuerdo de los primeros empleados de Cevige. “Puedo recordar a las primeras personas que trabajaron, Ernesto Richter, el señor Kemler, Combring, Dalgreen, Jonny Jaeger, un personaje muy especial, el señor Peterson, que tomaba el estado de los medidores y cobraba las facturas casa por casa… Es una imagen que tengo grabada, con un maletín negro, caminando, agradecido de tener un trabajo a su edad. Así era un poco el espíritu de los

pioneros de esa época, trabajar y dar apoyo.” Otra gran anécdota de aquellos años eran las interrupciones diarias del servicio, ante la imposibilidad de mantenerlo en forma constante por la alta demanda. “En el año 63, no se por qué, a las nueve y cuarto de la noche se cortaba la luz, en pleno verano, con la calle llena de gente, y después se daba de nuevo de diez a doce… Era increíble la cantidad de gente que se veía, se cortaba la luz y se aquietaba todo, y después arrancaba de nuevo.” Clara también recuerda las “acciones” que se generaron a fines de los 50 para financiar la expansión de la Cooperativa. “Llegó un momento que Cevige necesitaba más capacidad, así que Don Carlos, Luciano Corti y otros generaron unos bonos, que valían mil pesos, no sé que valor será eso hoy, y gracias al esfuerzo de muchos pioneros que colaboraron, la Cooperativa logró el sustento para


seguir creciendo.” Más acá en el tiempo, Clarita recuerda otros grandes hitos en el crecimiento del servicio. “Recuerdo cuando se hizo la iluminación del Boulevard, nos sentíamos Nueva York, y es tremendo como eso ya quedó tan obsoleto…” Por último, Clara remarca a los empleados; “siempre me llenó de orgullo ver como los empleados trabajaron cada vez que hubo una emergencia, verlos a las tres de la mañana, en plena tormenta, intentando dar luz, fue una visión que me hizo sentir muy bien…”

Palabra de trabajadores Daniel “Ringo” Ortiz es uno de los más antiguos trabajadores de la Cooperativa. Ya jubilado, nos cuenta su experiencia. “Yo entré el 2 de julio de 1973. En ese momento éramos un total de 31 personas, con 11 o 12 para las redes. Mi primer trabajo fue colocar postes en 107 y playa, en el Merimar; después vinimos a 121 y 3, que estaba dividida por una hilera de grateus, y ahí sacamos unos postes. Esos fueron mis primeros trabajos. Estuve unos ocho años de ayudante, ascendí a medio oficial, que mi primer trabajo fue en 101 y 7, estuve seis o siete años, y ascendí a oficial. El primer trabajo de oficial que recuerdo fue en la guardia, en 104 y 1, en un transformador, y después en 8 y 108.” Ringo recuerda como una de las grandes anécdotas de su trabajo la gran inundación de Monte Rincón en 1989. “Había seis o siete casas nada más, un vecino nos prestó un bote para sacar los medidores, ya que les llegaba el agua. Había un solo transformador, en 113 y 24. No teníamos vehículos para entrar, unos jeep nada más.” Otro repaso de Ringo son las grandes tormentas que sufrió la ciudad a lo largo de las décadas. “En el ´91 una tormenta tiró postes por todos lados, en 107 de la 4 a la 6, en 132 y 2, y el techo de Previge que se voló, ahí estuvimos trabajando unos 20 días. Se trabajó muchísimo…” Ringo vivió la época del trabajo

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puramente manual, muy diferente a lo que es hoy. “Para levantar los postes de 12 metros, no había grúa, era a pulmón. Los cargábamos entre seis o siete en un baqueano, le poníamos tres sogas en la punta, hacíamos marcha atrás y teníamos de a dos cada soga, para nivelarlos. Las crucetas, que pesaban treinta kilos, a soga y escalera… Postes de baja, de siete metros, llegamos a poner 22 en un día, en la Avenida 3. Los postes de 12 metros, cuando llegaban ahí a la 107, los cargábamos al hombro unos 40 metros, entre diez o doce personas; estaba Miguel Córdoba, Echeverría, Villegas, Barreneche, Casanova, el “pelado” Castellanos, todos estos muchachos.” Daniel recuerda cómo era el trato con la jefatura en aquellos años. “Al jefe, Favaro, no lo vimos nunca abajo, estaba siempre en su oficina, era apenas el saludo, las órdenes las daban el subjefe y los capataces. Teníamos cinco chapitas, para retirar herramientas. Estaban todas colocadas en una pizarra, dibujadas, y teníamos una chapita para entregar y que nos dieran las herramientas, pala, sierra, pisón, pala larga, sogas, todo así.” Una de las grandes tareas era abrir zonas nuevas, en una ciudad en continua expansión. “Ahora es un preensambado, con los cincos cables, antes eran de a uno por vez, tres de una medida, una de otra medida y otro más grande… Ahora se levanta con grúa, se hace el agujero con taladro, antes era a mano. Por ejemplo, en el Barrio Industrial, era arena pelada, ahí hicieron las calles y se pusieron los postes en la arena.” En los 70 años de Cevige, Ringo fue el único trabajador en ser recontratado tras jubilarse. “Siempre fue muy responsable con la empresa, por

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demás, y cuando me jubilé, gracias a los chicos del Sindicato, me contrataron para enseñarle a los chicos. Estuve tres años contratado.” Otro trabajador histórico es Daniel Pratts, Jefe de Distribución, y que está a punto de jubilarse tras 35 años de servicio. “Entre a la Cooperativa el 5 de febrero de 1986, estoy a punto de jubilarme. Tuve la dicha de trabajar en Cevige toda mi vida, trabajé con mi padre, y este aniversario es un orgullo, un placer, estar tantos años en la cooperativa más antigua de Villa Gesell.” Daniel repasa los cambios que vivió a lo largo de estos años en la forma de trabajar. “Cambió como cambió todo a nivel mundial. Hace 35 años era todo más al hombro, postes de madera, cuando cambiamos al hormigón la Cooperativa tuvo su fábrica, una de las pocas del país. Cuando entré había una sola grúa chiquita, mucha escalera, en la actualidad tenemos hidroelevadores, de todo… También

era otro el trabajo con la jefatura, recuerdo a Fernando Favaro, que era un respeto, verlo y ponerse firme. Hoy es más familiar, pero sigue habiendo un respecto, de las camadas nuevas. Cuando yo entré se hizo un recambio generacional, y hoy se está haciendo otro.” Junto a Daniel también repasamos algunas de las grandes anécdotas de su paso por Cevige. “Tuvimos grandes temporales, los más recientes son conocidos, como el de febrero del 2017, pero recuerdo en el ´91, con toda la Villa sin luz, tuvimos que cortar por la enorme cantidad de postes caídos.” Daniel recuerda lo que fue llevar la luz a las entonces incipientes localidades del sur. “Cuando entré, en el 86, se empezó a hacer la línea desde la 149, donde estaba la casa de Chuvero, hasta la rotonda de ingreso a Mar de las Pampas. En el 90, se empezó desde ahí hasta la Caja de Ingenieros, toda la línea de media tensión. En 25

días hicimos todo ese recorrido. Era lindo, todo bosque, no había nada, y trabajábamos desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche, y pudimos terminar antes de Navidad. Recuerdo que en pago, en lugar de las horas extras, nos ofrecieron terrenos en Mar de las Pampas y en Mar Azul. Nosotros éramos todos jóvenes, y no quisimos, preferimos la plata. Villegas, que era capataz, fue el único que quería agarrar. Nosotros, todos pibes de menos de treinta años, no quisimos saber nada. La Cooperativa cambió el trabajo por los terrenos que tiene hoy en la zona.”

El corazón del servicio El ingeniero Alfonso La Frossia es el subgerente técnico de Cevige y está a cargo de toda el área técnica de la Cooperativa. Nos cuenta cómo está estructurada: “El área manual está compuesta por seis partes. Redes, que es lo que más comúnmente se ve en la calle, que se ocupan del

cableado, postes, transformadores, etc. Después está la Guardia, que atiende emergencias y reclamos, con el objetivo de mantener el servicio a todos los usuarios, antes de la reparación de fondo. La tercera área es Medidores, que se ocupa de la colocación, mantenimiento, fraude, cortes y reconexiones, etc. Está el Taller Eléctrico, que arma todos los aparatos y los recambia. El otro taller es el Taller Mecánico, que se encarga de todos los vehículos de la Cooperativa; y por último está la oficina técnica, que es donde se desarrolla toda la parte de sistema y técnica administrativa, con toda la información de los reclamos, para tener en tiempo real el estado y los trabajos en las redes.” La Cooperativa también cuenta con una sección de Seguridad e Higiene para controlar en forma constante las condiciones de trabajo y seguridad de los empleados.

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Bonnie Favelis, vida y obra de una artista geselina Bonnie Favelis, la reconocida poeta geselina, fue nombrada hace pocos días becaria del Fondo Nacional de las Artes. Con este motivo, aprovechamos para recorrer su trayectoria artística y su vida en Villa Gesell. “Mi infancia la recuerdo después de los cuatro años”, cuenta Bonnie. “Porque antes era una cosa, y después cambió todo. Las cosas, indudablemente, cambian. La vida cambia, los sueños cambian, constantemente. Todo el tiempo tenemos situaciones nuevas, que hacen que a veces no sepamos como resolver. Creo que desde pequeña tuve que aprender a resolver… ¿Y ahora que hago? ¿Cómo hago para seguir viviendo sin decir nunca más papá? Porque papá era todo, el llegaba del campo, y daba vueltas conmigo a upa alrededor del aljibe, estaban las cornetas naranjas, todo era iluminación. Pero aquel día triste, en que se cayó, ya nada fue igual. El orden se había terminado.” La muerte de su padre marcó la vida de su familia. “Después de eso fueron mudanzas, mi madre tenía ocho hermanas y dos hermanos, eran diez, así que viajé durante muchos años por todas las hermanas de mamá. En cada ciudad iba al colegio, mamá no tenía mucha disponibilidad, así que yo usaba la ropa de

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todas mis primas… Y eso es pesado para una mujer! En mi adolescencia también tuve dificultades, para los quince mi mamá me dijo; “el vestido o la fiesta”, y yo no entendí. ¡No entendí como podía ser una cosa así! Tenían que ser las dos cosas, y la torta también, y las figuritas de brillantes, y jugar a la tapadita…” El arte estuvo presente en la vida de Bonnie desde el principio. “El arte fue apareciendo por poder sentir… Si sentís, vas a ser artista. En cada casa donde viví había un piano, en el norte, en el sur, en La Pampa, en Carlos Casares, en Tapalqué, en Las Flores, en cada casa donde estaban las hermanas de mami. También en la casa de una tía, que vivía en Buenos Aires en una especie de conventillo, algo que yo no conocía, ¡Y me encantó! Siempre quería ir.” Bonnie nos cuenta cómo llegó a Villa Gesell. “Un tío mío estaba enfermo. Estaba en el Hospital Alemán, donde también estaba Don Carlos Gesell… Vinimos a vender las remeras pintadas a mano de mi esposo, el era pintor de cuadros, pero bueno, eran épocas económicas difíciles, así que el pintaba remeras y yo las vendía. Recorriendo la playa… Me encantó. Ya había venido a


Valeria del Mar, a los campamentos. Siempre el mar…” Un acontecimiento clave en la vida de Bonnie fue el gran incendio que sufrió el Bell Motel. “El libro Sobrevivir es el segundo libro mío, porque el primero se quemó en el incendio. A los dos años de venir aquí, compramos, ya que mi tío estaba enfermo y mis primos querían vender, y con mi marido lo compramos. Con ayuda de la familia, amigos, vendimos la casa que teníamos en Buenos Aires y lo compramos, y Alberto me lo regaló para mi cumpleaños, el era así siempre, si yo quería una estrella, me la bajaba. Teníamos muchos amigos que hacían arte, que venían acá… Cuando sucede el incendio, yo estaba en Buenos Aires, justamente para ver una obra, una ópera, en la que justo había un incendio, y mientras yo veía la obra, donde se quemaba todo, se estaba quemando mi casa. Todos los vecinos se ocuparon de que no me enterara hasta llegar. Cuando llegué, me llevaron directamente a la casa de la familia Portas, ahí no entendí nada, perdí la razón, no recuerdo mucho, realmente enloquecí… Me faltaba todo.” Bonnie remarca la enorme solidaridad de los vecinos. “Estábamos mal, los

chicos, yo, pero la solidaridad me marcó, me hizo más solidario de lo que yo era, desde aquel día yo hago todo por los demás.” En la sección de archivo, recordamos el paso de Bonnie como periodista. En 1994 comenzó a escribir en el semanario, en especial sobre cultura pero abordando cualquier tema. Rescatamos en particular una columna titulada “Sobre coimas no hay nada escrito”, donde relata una anécdota sobre Don Carlos. Había llegado un italiano que fumaba constantemente, interesado en comprar un lote, y Don Carlos, tras soportar un rato el humo, le dijo; “mire señor, si usted deja de fumar se puede comprar el terreno ahora mismo. A dos pesos por día, en treinta días tendrá 65 pesos, que al año serán 780 pesos, que en 48 meses serán 3120 pesos, justo lo que le costaría esta manzana, pero si usted construye yo le voy a descontar 1600 pesos, así que me parece que le conviene dejar de fumar.” El hombre apagó el “pucho” inmediatamente, y en la nota, en el año 94, los hijos del hombre recordaban con mucha emoción la anécdota.”

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LA TIERRA ELEGIDA-Relatos de Juan Forn

Natalia Ginzburg: “Soy una ventana” En todas las fotos que conozco de ella, lo primero que veo siempre es ese rictus, los labios apretados, la mirada severísima, incluso en las pocos fotos en que aparece sonriendo, ese rictus que dice: “¿Cuándo van a entender?”. Ya lo tenía a los siete años, en la mesa familiar, donde todos hablaban a gritos y la hacían callar porque era la menor y la entrometida perpetua. Natalia se atormentaba y los atormentaba a todos porque no entendía qué eran: si no eran judíos para los judíos (a pesar del apellido del padre) ni eran cristianos para los cristianos (a pesar de la familia de su madre), si no eran ricos para los ricos ni pobres para los pobres, ¿qué eran? ¿Por qué pasaba de sentirse privilegiada a sentirse humillada, esclava de su orgullo y también de su vergüenza? “¡Calla y aprende! ¡En esta casa somos socialistas!”, le gritó un día uno de sus hermanos. Y cuando ella preguntó qué era socialismo le contestaron: igualdad de bienes e igualdad de derechos para todos. El concepto le pareció tan clarísimo e indispensable a Natalia que se pasó el resto de la vida atónita de que la humanidad no lo pusiera en práctica de una vez. De ahí el rictus. Con ese rictus contaba su vida, como si Italia entera fuese un pueblito en el que se conocían todos: en su infancia vio pasar de incógnito por su casa, rumbo al exilio, a Turati, el fundador del Partido Socialista Italiano; una prima de su padre era íntima de Mussolini y había escrito la biografía del Duce; el mejor amigo de sus hermanos era Luciano Olivetti, el futuro magnate de las máquinas de escribir. Su mamá aprendía ruso a escondidas con la hermana de Leone Ginzburg. Cuando Natalia se casó con Leone, y Benedetto Croce le preguntó qué quería de regalo de bodas, ella contestó: libros, y le entregó una lista. La cédula clandestina antifascista que habían armado sus hermanos fue infiltrada y denunciada por Pitigrilli, el rey de las novelitas risqué, que espiaba para los fascistas. Y, por supuesto, está la historia legendaria de la editorial que crearon su marido y sus dos amigos del alma, Cesare Pavese y Giulio Einaudi, alrededor de una estufa en una pensión en Turín. En 1934 había tres amigos que se sofocaban en la Italia fascista. Uno adoraba la literatura rusa, el otro la literatura yanqui, y el tercero era un dínamo de energía que perdía la paciencia en cuanto los otros dos empezaban a divagar, así que los conminó a que se sentaran a traducir la mejor literatura rusa y la mejor literatura yanqui, y él se encargaría de publicar esos libros para cambiarle la cabeza a Italia. Era un plan hermoso: combatir el fascismo con Moby Dick y los Karamazov, Tolstoi y Faulkner, Chejov y Hemingway. Y así se ha contado siempre. Pero falta alguien en esa foto. La que falta es Natalia Levi, de casada Ginzburg: la molesta benjamina de la familia convertida sin etapas intermedias en esposa y madre,

que mientras cría a sus bebés y se las rebusca para conseguir leche y leña en el pueblo de montaña adonde los fascistas desterraron a su marido, traduce a la luz de una lámpara de petróleo el primer tomo de En busca del tiempo perdido, para que la editorial de Leone y sus amigos tenga también un buen libro francés. Natalia Ginzburg ya era viuda, los nazis le habían fusilado al marido y la habían dejado con el corazón roto y tres hijos que criar cuando terminó la guerra y volvió a funcionar la editorial. Ella se refugió en una oficinita al fondo, creía que la aceptaban ahí sólo de lástima pero era el cimiento esencial de la editorial, cosa que quedó en evidencia cuando Pavese se suicidó y el volátil Einaudi necesitaba alguien que le acomodara las ideas sin palabras, con un mero rictus de labios apretados y mirada fulminante. En esos años difíciles de posguerra los amigos le pagaron unas sesiones de psicoanálisis con un viejo austríaco junguiano que a ella no le parecía un verdadero médico, pero años después de haber dejado esa terapia descubrió que en los trances difíciles de la vida se hablaba a sí misma en su cabeza con suave acento austríaco. Fumaba cigarrillos Stop sin filtro, se levantaba a las cuatro de la mañana para escribir sus “libritos”, nunca se enfermaba (según su segundo marido, era como esos monjes que hachan leña en sandalias mientras nieva sin sufrir ninguna consecuencia). Con ese segundo marido, con el que fue feliz y quedó nuevamente viuda a los cincuenta y tres, tuvo una hija con hidrocefalia y otro hijo que vivió sólo un año. Cuidó tanto a esa hija que eso le impidió pensar con tranquilidad en su propia muerte, según confesó una vez (la hija murió nueve años después que ella). Nunca quiso aprender a nadar, pero le gustaba meterse en las olas (con el rictus de siempre, por supuesto). No viajaba porque le parecía ñoño ser turista. Odiaba el verano en la ciudad, porque los que estaban solos de pronto tenían la exacta dimensión de su soledad. A los setenta aceptó presentarse a diputada; nunca habló más de dos minutos

cuando pedía la palabra en sesiones; los taquígrafos la amaban; ella decía cosas como: “Una ley no tiene el poder de mejorar la sociedad pero debe tener el poder de quitar los obstáculos que impiden mejorarla”. Peleó contra el uso de la palabra holocausto, le parecía hipócrita: “Fue un genocidio. Decir holocausto es como ennoblecerlo, como darle dignidad histórica. Pero holocausto signfica sacrificio a dios, y en los campos no había ni dios ni dignidad histórica”. Les dijo en la cara a los machos italianos: “Durante generaciones y generaciones lo único que han hecho las mujeres sobre la tierra es esperar y sufrir: esperar que alguien las ame, se case con ellas, las convierta en madres, las traicione”. Les dijo en la cara a las mujeres italianas: “No estamos tristes, quizás hasta seamos felices, pero es una felicidad que, en el pánico de perderla de un momento a otro, nos cuesta mantener”. Nos dijo a todos, con su rictus de siempre: “La vida empieza cuando somos todavía demasiado jóvenes para comprenderla”. Italo Calvino la definió maravillosamente: “Una inteligencia femenina que infringe los códigos masculinos, una inteligencia tan seca como fulgurante, que despierta como de una larga hibernación por intuición y comprensión rapidísima de ciertas conexiones, invisibles a la mente masculina”. Ella se limitó a decir: “Soy sólo una ventana; dejo que entren en mí sucesos e impresiones”. Se creyó la inútil de la familia en las tres familias que tuvo y nada le sorprendió más que descubrir, con el paso de los años, que sus libritos eran útiles en el sentido más profundo de la palabra, para miles y miles de personas. No lo digo yo: lo dijeron desde Fellini y Pasolini hasta Vivian Gornick y Susan Sontag. Pero ella nunca se lo creyó del todo. Antes de morir, en diciembre de 1991, publicó un poema que les recomiendo que lean por lo menos una vez en sus vidas: se llama “No podemos saberlo” y está en la hermosa biografía sobre Natalia que escribió la alemana Maja Pflug y acaba de llegar a nuestro idioma.

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La multimillonaria, inconclusa, y polémica obra de repotenciación energética La obra de repotenciación energética es uno de los temas más polémicos de la ciudad. Después de más de cinco años y cientos de millones de pesos, la situación de la inconclusa obra es confusa y hoy está lejos de terminarse. La palabra la toma Gabriel del Valle Luna, abogado de Cevige y una de las personas que más ha seguido e investigado el derrotero de esta obra. “Primero queremos aclarar que el estudio que hemos hecho ha revelado muchas inconsistencias. Hace poco se produjo un debate comunitario sobre la compra de dos elementos, a lo que la Cooperativa se opuso en la Comisión de Seguimiento, ya que no se encontraban autorizaciones de Transba. Esos elementos, en los que se gastaron 22 millones de pesos, ya se encontraban en la primera licitación de la empresa Fontana Nicastro, por lo que los concejales del FdT autorizaron comprar dos veces. El total de estos trabajos era de 28 millones de pesos, con un dólar a 9,54, que es lo que fijó la propia empresa

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para comprar algunos materiales, por lo que estamos hablando de casi 2,8 millones de pesos. Con ese dinero Fontana Nicastro tendría que haber comprado la rectancia y los neutros que vuelve a licitar el intendente y el HCD lo aprueba.” Luna amplia, “trabajamos en los gastos que presentó la UTE Alto Sur y Fontana Nicastro, en la primera rendición de cuentas. Con los 96 millones para la obra, compraron dos camiones, cartuchos de impresora, dos grupos electrógenos, sillas y bibliotecas, un botiquín, matafuegos, ropa de trabajo, una hidrogrúas camión, dos facturas que no se entienden de “diferencia por cambio”, calculamos que cambiaron camiones que ya tenían, y la diferencia la pagaron con plata de la obra; compraron y transportaron un container para la oficina… Esta es la empresa que contrató la Municipalidad, diciendo que tenía capacidad financiera y técnica para hacer la obra, si la tenían no tendrían que haberse


equipado con el dinero de la obra.” El abogado también detalla; “lo primero que observamos, en el trabajo conjunto con nuestros ingenieros, es que la obra que se hizo no es la que aprobó el Ministerio de Planificación, sino que la Municipalidad la modificó. Constatamos también que faltan etapas de la obra, cuyos fondos se remitieron a la empresa, y que no se aplicaron a la obra. Fundamentalmente, en este aspecto, no tenemos claro, ya que no se mostró documentación, de qué pasó con el millón y medio de dólares que se gastaron en el transformador de 40 que dijeron que iban a poner. En la obra de la Cooperativa, eran dos de cuarenta, en la obra de la Municipalidad uno solo. Lo que se tenemos absolutamente comprobado es que Nación le retiró a la comuna los 151 millones restantes, solo quedaron los 96 millones originales, que se cambiaron de banco en su momento para evitar que el Ministerio los retire.” En cuanto a lo que está realizado, el Dr. Luna aclara “de los cinco puntos que tiene la obra, faltan tres, que serían la etapa uno, todo lo que es en la subestación de la ruta (transformador, plataformas, celdas), que estaba presupuestado por 28 millones de pesos. Estaría faltando la línea de 132 completa, que eran 23 millones. Otro punto faltante es la repotenciación interna, que eran unos tres millones de pesos. Lo único que estaría medianamente terminado es la subestación de Mar Azul, que hasta que no entremos y podamos auditar no podemos determinar los faltantes. Calculamos, que entre los dos decretos, que son de 30 millones de pesos cada uno, y otros faltantes que serían de 60 millones, es lo que hoy faltaría en la obra en el aspecto económico.” Luna resalta que Cevige quiere y puede hacerse cargo de la obra para finalizarla. “Le quiero decir al Dr. Barrera, que si quiere terminar la obra, que se

la entregue a la Cooperativa, que puede terminarla. Hoy tenemos buena línea tanto con provincia como con nación, y podemos terminarla. Esta obra es fundamental para las localidades del sur, con capacidad de transformación y de tensión, que es el problema que hay hoy. Si nos entregan la obra, con la auditoría correspondiente, la Cooperativa está en condiciones de terminarla y ponerla en funcionamiento.”

Difícil seguimiento en el HCD El concejal Hernán Luna es el único edil actual que participa del seguimiento de la obra desde sus inicios. “Nos parece que hay que aclarar varias cuestiones. Esto arrancó hace cinco años, cuando se consiguió una gran obra para la repotenciación eléctrica de la ciudad. La gestionó Cevige, con un proyecto, que cubría todo el Partido. En ese momento hubo un documento, que nosotros no firmamos, que dejaba abierta la posibilidad de rescindir el contrato con Cevige. Ahí se empiezan a dar cuestiones que nunca estuvieron claras, sobre la empresa que subcontrataba Cevige. El intendente le sacó la obra a la Cooperativa, por lo cual hay un conflicto abierto, y el Ministerio le pide el dinero a la Municipalidad, entendiendo que el proyecto que elaboró la Municipalidad era un nuevo proyecto, y había que empezar de nuevo (…) En un decreto, el intendente le entregó a la empresa 27 millones de pesos, que serían unos 150 millones hoy, por la finalización de la obra, cosa que nunca se concretó. En el 2019 se generó una partida de 30 millones de pesos para la obra, algo que equivale hoy a 90 millones de pesos, todo esto se invirtió en la obra, y no se terminó.” El concejal de Crear remarca las dificultades para realizar el seguimiento de la obra desde el HCD. “Nunca estuvo claro quién es el responsable de la obra,

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siempre vino acá el Arq. Galli, que creemos no está calificado técnicamente para hacerse cargo de la obra. En el medio hubo tres ingenieros, Ugarte, Balbi y ahora se contrató a uno nuevo, Siste, que no se hizo presente en la Comisión. Nuestro bloque logró reactivar la Comisión de seguimiento a partir de la última compra, ya que querían aprobarlo sin más, pero ante nuestra negativa se logró reactivar la comisión de seguimiento, después de un año y medio. En esta reunión nos enteramos de que el intendente le rescindió el contrato a Fontana Nicastro, cosa que nadie sabía. Le pedimos ese documento y hasta hoy no la tenemos. Todo nos parece muy raro, porque se le dio a Fontana Nicastro una gran suma para que termine la obra, pero no está terminada.” Luna remarca “acá hay algo claro, esta obra no puede avanzar sin cooperación con Cevige, porque es quien se va a hacer cargo de la obra.”

Palabra técnica El ingeniero Alfonso La Frossia, Subgerente Técnico de Cevige, repasa las cuestiones técnicas inherentes a la obra. “En el 2011, viendo el crecimiento de la demanda, con el boom del aire acondicionado, y el crecimiento del sur con cabañas y aparts, nos demandó cada vez más potencia. La subestación de la ruta cuenta con 45MVA de potencia instalada, y en el 2015 se llegó a un pico de demanda de 41,7. Por eso, buscamos como incrementar esa potencia. La primera propuesta era cambiar uno de los dos transformadores, que son uno de 30 y el otro de 15, para ampliar al menos a dos de 30, 60 en total. Determinamos que sería bueno hacer una ampliación general, en vista del

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crecimiento de la demanda, planificando al menos para 20 años. Se planteó una obra como solución energética para el Partido, con el incremento de potencia de 80MVA nuevos.” El ingeniero explica que la principal cuestión a resolver es la caída de tensión. “El Partido está distribuido a lo largo, por eso toda la energía que sale del km 412 tiene que recorrer un camino muy largo, en El Salvaje estamos en el km 427, pero al ingresar las líneas en la ciudad la línea tiene más de 30km de largo, las líneas de 13,2, que son las que usamos, tienen problemas de tensión a partir de los 15km, estamos en más del doble de distancia. Por eso planteamos la construcción de una línea de 33kw, que es la que sigue, para poder transmitir la energía a mayor distancia, hasta 40km, que es lo que necesitamos. Por eso plantemos en esta obra dotar a la subestación de este nuevo nivel de tensión, que hoy no tiene, con salida a cuatro estaciones de 33 a 13, no una como es la obra municipal. Estas iban a estar ubicadas en el extremo norte del Partido, centro de Gesell, Mar Azul y extremo sur, en El Salvaje. Dentro del proyecto también estaba electrificar todos los barrios carenciados, cuestión que sigue siendo un tema muy difícil de abordar y resolver.” La Frossia resalta “La Municipalidad planteó otra obra, con otros ítems, la obra original tenía 13 ítems, por 241 millones de pesos en el año 2014. La obra actual, modificada por la Municipalidad, toma partes de nuestro proyecto, pero en forma diferente. En lugar de dos transformadores nuevos de 40, plantea solo cambiar uno, por lo que en total serían 80MVA en lugar de 110; si propone construir el equipamiento de 33kw, pero en lugar de cuatro estaciones propone


una sola, la de Mar Azul, sin tener en cuenta el desarrollo energético para Villa Gesell, ni los extremos norte y sur. La obra que planteábamos era en todo el frente de ruta del Partido, porque nos parecía una oportunidad única para fomentar inversiones; la línea que se ve construida, desde la subestación hasta Mar Azul, está sin conectar, por lo que hay una línea y una estación de rebaje que están sin energizar desde hace un tiempo importante, algo que es preocupante ya que estos equipos se deterioran, están hechos para estar energizados en forma permanente, también tienen un tiempo de garantía… El día que se puedan conectar vamos a tener que ensayar todo de nuevo a ver en qué estado están los equipos.” El ingeniero detalla; “las cuatro subestaciones cubrían todo el Partido, cualquier desarrollo turístico y demográfico del frente de ruta y desde allí a la costa. La estación de Mar Azul, el día que se pueda energizar, que falta mucho, ya que falta no solo el transformador sino toda la obra que lleva anexa, además del cableado subterráneo por debajo de la ruta para unir la línea a la subestación, soluciona solamente el problema del casco urbano de Mar de las Pampas, Las

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Gaviotas y Mar Azul. También falta la repotenciación de la red interna de las localidades del sur, que solo hay una línea hasta Monte Hermoso y 33, que no sabemos todavía cómo se va a usar, porque no tenemos acceso al proyecto. El otro punto que llama mucho la atención es la repotenciación de la red interna de Villa Gesell sobre la Avenida 2, en casi todo el frente de la ciudad, que es un punto de la obra original, pero unido a la colocación de una estación transformadora en el casco urbano, sin esa estación, esa red no tiene ningún sentido, no entendemos bien a dónde apunta.” En cuanto a la obra que hay que realizar dentro de la estación de Centrales de la Costa, el ingeniero explica “en la última reunión pedimos una copia del proyecto aprobado o calificado por Transba, para permitir el comienzo de la obra. Sin esto, no hay una trazabilidad de cómo se va a desarrollar esta obra, cuestión que es muy importante, porque cada elemento que se compra tiene garantía, y sería una picardía volver a comprar elementos para que queden sin usar expuestos a la intemperie deteriorándose.”

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Guillermo Saccomanno."La violencia política marca toda la literatura argentina" En este año para el olvido, que quedará sin embargo impreso en la memoria social, Guillermo Saccomanno no publicó un libro sino tres. Soy la peste (Planeta), una novela de iniciación donde el mal es aliado del protagonista, un adolescente sin nombre que inicia una fuga fatal (para los otros); Mis días Trakl (Las Cuarenta), diario de lecturas y versiones del poeta Georg Trakl como núcleo desde el que irradian anotaciones, reflexiones e incluso poemas, y Mis citas con Lao (Edulp), que agrupa escritos o soliloquios donde la mujer amada (la escritora Fernanda García Lao) es el Tao que lo guía y desorienta. Los tres libros forman una constelación donde las conexiones se hacen evidentes a medida que se avanza en la lectura: imágenes de Egon Schiele, divagaciones éticas sobre las máscaras de amor, la angustia y la maldad motivadas por textos de Simone Weil, William Carlos Williams y Alejandra Pizarnik, y el mar como punto de llegada. También la relación entre padres e hijos, a la que el autor de El buen dolor no abandona, emerge en los tres nuevos libros de Saccomanno, considerado por muchos escritores, en especial escritoras argentinas hoy reconocidas, un maestro del arte de la ficción. Actualmente, trabaja en una compilación de sus columnas para el diario Página 12, en un libro de textos breves, "casi epigramáticos", y en nuevo volumen de cuentos. ¿Es verdad que escribiste Soy la peste en cuarenta días? ¿En qué estado? La escritura de esta novela surgió por contrafobia en el primer tiempo del

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confinamiento. Me levantaba temprano, a eso de las cinco, todavía en lo oscuro, y escribía. Ignoraba cómo continuaría la aventura en la mañana siguiente. No disponía de un plan previo. Escribía compulsivamente mientras aumentaban las estadísticas de muertes. Escribía en crisis con la ficción. Me preguntaba qué escribir, cómo escribir. En los casi cuarenta días de esa escritura desesperada, lo único que tenía en claro era escribir una novela que le gustara al pibe que fui a los quince, cuando salí a trabajar y descubrí la calle. Por entonces mi lectura era Roberto Arlt. Su obra funcionaba para mí como guía espiritual y también como Guía Peuser. En este punto, los dos autores que me acompañaron ahora en la escritura fueron Arlt y Rimbaud, dos poéticas que me marcaron en mi iniciación y que se me resignificaban en el aprendizaje salvaje del protagonista. ¿Cómo trabajaste la voz del protagonista y narrador? Mi aspiración no era escribir una novela futurista sino una expresionista, donde se conjugaran elementos distópicos del pasado y el presente. Pero que no fuera tanto lo escenográfico lo que marcara esa disrupción, sino una alternancia entre una lengua "alta", educada, y una "baja", plebeya, por momentos algo anacrónica en su torsión o "lunfa". Una operación anterior, la de La lengua del malón, puede ser un antecedente, pero en Soy la peste el experimento es más rabioso.


Los contextos son determinantes en tus novelas. La historia, el contexto nos atraviesan y no los podemos eludir. Y cruzan mis ficciones. Los lugares, el tiempo me escriben. Así Los días Trakl es obra del bosque y el mar y Soy la peste responde a lo urbano. ¿Es una novela picaresca o una ficción sobre el mal? Me parece que está más cerca de la indagación del carácter del mal. Dostoievski se preguntaba si ante la muerte de Dios estaba todo permitido. Determinados condicionantes, un contexto de desolación y muerte, el sálvese quien pueda se disparan en una metástasis del sistema, el otro se constituye en enemigo, en una fiera, y el protagonista, el pibe innominado, en esta situación se convierte en canalla. Tal vez esta novela busca radiografiar la formación de un canalla.

¿Cómo viviste los cambios que introdujo el feminismo en el ámbito literario? Lo viví y vivo de cerca en la medida en que mi compañera, la escritora Fernanda García Lao, ha sido y es una activista. En lo inmediato, comparto dos urgencias: la ley que legalice el aborto y la formación de una jurisprudencia que sancione la discriminación, el mal trato, el abuso y la cuestión horrorosa de los femicidios cada vez más numerosos. En Mis citas con Lao, el amor a los libros, la escritura y la lectura se asocia con el amor a una mujer. Las "citas" tienen una doble significación, son recortes literarios y, a la vez, posibilidades de encuentro. Se trata de la conjugación de vida y literatura en una correspondencia estrecha. Como escritores, con Fernanda no podemos separar una de la otra. Y en efecto, así como hemos escrito dos libros en coautoría, nos influenciamos al compartir bibliotecas complementarias en diálogo constante.

El odio caracteriza al protagonista. ¿Es un sentimiento dominante en la esfera pública? Leo todas las mañanas The Guardian. Y sigo con frecuencia las intervenciones de Noam Chomski, entre otros pensadores de la nueva izquierda internacional en su diagnóstico sobre la suerte del capitalismo: caminamos hacia el abismo. Me gustaría no compartir este pesimismo.

En ese libro y en Los días Trakl, tu literatura vuelve a la forma breve. La escritura de un diario, y Los días Trakl es uno, se compone de fragmentos. Y en cierto modo están signados no solo por la reflexión que dispara la lectura de poesía; estos apuntes de lectura comparten algo del orden de lo poético, la captura de lo fugaz, esa reverberación que produce un poema y nos marca.

¿Qué significa hoy ser un intelectual de izquierda? Implica no ser complaciente con los discursos dobles del poder, cuestionar el orden establecido y el propio campo de acción, la escritura y toda intervención. No implica afiliarse a tal o cual partido sino mantener una perspectiva crítica, correr el riesgo de ser un outsider aun dentro de los circuitos de consagración, disentir aunque esto implique ser un molesto, perder beneficios y regalías que el sistema propone, animarse a decir no. John Berger y, más acá, Andrés Rivera, serían los paradigmas. Por supuesto, asumir este planteo arranca con mi propio cuestionamiento, hacerse cargo de los riesgos de la contradicción y muchas veces la incomodidad al no coincidir con el medio en que uno interviene, y este podría ser el caso.

¿Cómo fue tu encuentro con la poesía de Trakl y qué aprende un narrador de los poetas? Descubrí a Trakl en mi adolescencia, en los años setenta. Y volví a descubrirlo hace unos años. Italo Calvino dice que un clásico es aquel autor que no nos dice lo mismo en cada lectura. Con respecto a Trakl y no solo a él, la lectura de poesía afina el oído, impone una atención a las voces, las maneras de decir y cuestiona la idea de una lengua normalizada como, por ejemplo, la de la escritura de best sellers. En lo personal, hace años que en los artículos para Página 12 me concentro cada vez más en mis lecturas poéticas, una lista interminable en la que alternan registros diferentes, esos que buscan subvertir la pretendida racionalidad de la prosa.

¿Por qué en la narrativa argentina la representación de la violencia es tan frecuente? La violencia política marca toda nuestra literatura, incluso aquella que pretende ignorarla. Siempre vuelvo a la idea central de David Viñas en sus ensayos: "La literatura argentina nace y se organiza alrededor de una metáfora mayor: la violación". Viñas alude, sin vueltas, a El matadero, de Esteban Echeverría.

En Mis días Trakl aparecen algunos poemas tuyos. ¿Vas a publicar un libro de poemas? ¡No! No me animo. San Trakl me protege.

¿Qué consecuencias produjo la pandemia en el campo cultural? ¿Desde el Estado se prestó atención suficiente al sector? Empecemos por comprender en el campo cultural la degradación de la educación pública y los docentes. Sigamos luego por las distintas partes que componen la "industria" editorial, que funciona a pulmón. Pasemos también por la desflecada actividad teatral, detengámonos en el bajón de la "industria" cinematográfica. Y si reparamos en la situación de libreros y escritores, la desolación no es menor. En tanto, no se tomó suficiente conciencia social de la gravedad de la pandemia. Tengamos en cuenta que somos un país colonizado del Tercer Mundo, que padecemos males de arrastre, que el gobierno anterior causó estragos en todas las áreas y que la crisis sanitaria es letal. Desde esta perspectiva lo cultural, si bien es un interés que me compromete, lo sectorial que es de clase- no puede no estar afectado y pasa inexorablemente a un lamentable segundo plano. ¿Cambió mucho el papel del escritor en las últimas décadas? El papel del escritor como intelectual se ha distorsionado a partir de determinadas ansiedades por la figuración. Mis modelos, Sartre y Pasolini, por citar solo dos, son intelectuales críticos. Mantener una independencia en esa perspectiva no implica hacerse el distraído y elijo, como Simone Weil, estar del lado de las víctimas. Pienso tanto en aquellos que padecen la pandemia en hacinamiento como en los apaleados en el desalojo de Guernica, en el personal de salud y su situación miserable mientras se enfrenta el desastre. Pienso una vez más en el gremio docente. Pienso en los perdedores, en los humillados y ofendidos. Y pensar la realidad desde este punto de vista no significa abogar por un arte que defienda la bajada de línea. Allí donde está el dolor está la necesidad del arte.

Por muchos años diste talleres de escritura y varios autores te reconocen como maestro. Es más lo que aprendí al escuchar voces distintas que aquello que pude aportarles a sus autoras y autores. Tal vez el arte de coordinar un taller consiste en aprender del propio silencio mientras los otros y cada uno detectan su tono personal. ¿A qué escritores extrañás? Según pasan los años, hay escritores que extraño, cuyo eco y amistad me siguen desde la ausencia. Y cuantos más años pasan, más los extraño. A veces me pregunto cómo escribirían tal o cual historia, desde qué punto de vista narrarían. Pienso en el absurdo disparate de la política nacional y trato de imaginar el festín que se haría Osvaldo Soriano. Cuando releo, por ejemplo, a Conrad y a Tabucchi me acuerdo, por ejemplo, de Carlos Trillo. También me falta el oído absoluto de Roberto Fontanarrosa al registrar tonos y modos. Y si escucho una manera de decir que me suena a entrevero literario y criollo me acuerdo de Miguel Briante. Me falta, por cierto, y demasiado, cada vez que termino un libro, al consultarlo, la mirada íntima y observadora de Antonio Dal Masetto, hermano mayor. ¿Dónde radica la coherencia interna de tu obra? Suelo repetir que un escritor es el menos indicado para hablar de lo que escribe. Puede contar en qué situación y cómo escribió un texto, pero siempre hay una noción de sentido que le rehúye. El texto, su sentido inapresable para el autor, encuentra su razón de ser en el otro, el lector. Por: Daniel Gigena Foto: Muro V. Rizzi Nota publicada por el diario La Nación

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