El Fundador / Julio 2020

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Julio 2020

Villa Gesell - Año XXXI - Nro 2027

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Entre la cuarentena y la incertidumbre, la vida más allá del coronavirus Mientras la ciudad se preocupa por los efectos de la prolongada cuarentena y se sienten con fuerza las consecuencias económicas y sociales de la baja de actividad económica, la comunidad sigue encontrando formas para expresarse y funcionar en medios de las restricciones. Cultura, historia y actualidad, en entrevistas y crónicas con los protagonistas de la vida diaria de Villa Gesell.

Segundo caso de coronavirus en Villa Gesell: una vecina de 55 años es el segundo caso positivo en la ciudad


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La pandemia entra en su etapa clave; de justificación para todo a peligrosa excusa Tras cuatro meses de diferentes niveles de cuarentena, y con el final del túnel muy lejos, cada vez más gente se pregunta; ¿nos dará tiempo la vida de sufrir el coronavirus? La respuesta es, por supuesto, una cuestión de opiniones, y tras unos primeros días de inédita unidad la cuestión se convirtió a toda velocidad en una víctima más de la “grieta”, el conflicto político-ideológico que desangra a nuestra sociedad. Hay que decir que la pandemia y sus consecuencias son, en parte, muy funcionales a los oficialismos, de todo nivel y de todo color político. Para el deporte nacional de buscar los culpables afuera, o bien de poder justificar cualquier error, un problema de la magnitud de esta pandemia es un auténtico regalo del cielo. Toda otra cuestión queda postergada, y toda decisión toma cariz de inapelable. Como comentaba hace algunos días un secretario del gabinete municipal, algo ofuscado, “todo es covid, covid, covid…”, ilustrando la imposibilidad de atacar cualquier otro problema. Los intentos de mostrar “acción” por parte del intendente y su jefe de gabinete, con pequeñas obras, están alienando, más que contentando, a la gran masa de la ciudadanía, que ve con preocupación cómo las infraestructuras necesarias tanto para un posible brote del virus como para el futuro desenvolvimiento de la

comunidad siguen desatendidas. Los próximos sesenta u ochenta días,

lo que queda de invierno, serán fundamentales; si tenemos la fortuna de no sufrir el golpe de la enfermedad, tendremos por delante una dura tarea de reconstrucción del tejido social y económico, pero con sus bases aún sólidas, y la resiliencia y solidaridad

geselinas como bandera; si, en cambio, el fantasma de la pandemia se corporiza y demuestra la fragilidad fundamental de nuestros sistemas públicos de contención, una descomposición social mayúscula será difícil de evitar.

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A DESTACADA DEL MES

La despedida de un clásico: cerró sus puertas el Videoclub Escorpión

Un comercio histórico que se despide: tras 30 años, el Videoc lub Escorpión cierra sus puertas. Si bien seguirá trabajando a través de las redes, con motivo del cierre de su local sus propietarios redactaron un emotivo comunicado de despedida: Corría la temporada del 92 y surgió la posibilidad de adquirir el fondo de comercio de un local ubicado en paseo 106 y avenida 3. Estoy hablando del "Vídeo Club Escorpión" atendido en ese momento por mi padre y Marita. Comenzamos ese invierno a constru ir un gran y hermoso grupo de clientes. Son muchos de los cuales todavía nos siguen visitand o y llevándose películas para disfrutar con amigos o familia.Mas que clientes podemos decir que son amigos y en algunos casos como de la familia. Han visto nacer y crecer a nuestros 3 hijos y nos acompañaron al local que hoy en día conocemos en la 105. Pasaron los años y hubo cambios desde aquel VHS y juegos de Family Game y Sega, posteriormente Play Station. Hasta llegar a la actualidad con los DVDs. Son muchos los años transcurridos y muchas las situaciones vividas por nuestros clientes y por mi familia. Después de 28 años y 6 meses dado a la evolución tecnoló gica y la situación de nuestro país decidimos con Marita, después de varios años pelean dola, cerrar el local. No fue una decisión fácil la que tomamos pero les decimos a nuestro s clientes y amigos que no los abandonamos, seguimos ofreciendo películas para pasar lindos momentos. Escorpión continua desde la modalidad de compra a través de Interne t. GRACIAS A TODOSSS por estos hermosos años que hemos pasado . Marita y Oli

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Gesell sumó su segundo caso de coronavirus El martes 14 de julio, Villa Gesell confirmó oficialmente su segundo caso de coronavirus. Una geselina de 55 años es la paciente, que en todo momento registró buenas condiciones de salud, con solo algunos dolores, y está aislada en su domicilio junto a su hija, que si bien dio negativo por coronavirus presenta una patología respiratoria. Los contactos estrechos de la mujer, tanto en Villa Gesell como en Mar del Plata, ya fueron identificados y aislados. Al igual que había ocurrido con el primer caso, registrado meses atrás, donde se desató una verdadera "fiebre" por conocer la identidad y ubicación del enfermo, que incluyó incluso la difusión masiva de un nombre equivocado, la detección de un nuevo caso de coronavirus en la ciudad desató una ola de rumores, fotos y audios por las redes sociales. La identidad de la mujer infectada fue fácilmente comprobada por sus vecinos, ya que se realizó un importante operativo sanitario en el domicilio y se dejó una consigna permanente de la Secretaría de Seguridad. Varios vecinos comenzaron a difundir fotos de la mujer, que permanece aislada junto a su hijo, en supuestas violaciones del aislamiento. Tras estos hechos, la hija de la mujer difundió mensajes en donde niega categóricamente estas acusaciones y afirma que quienes difunden estas fotos y mensajes serán denunciados. El intendente Barrera brindó notas a distintos medios nacionales a partir de este segundo caso para intentar llevar tranquilidad sobre la situación del distrito, y se enrredó en una polémica al afirmar que en Mar del Plata existía "circulación comunitaria" del virus, una afirmación negada por las autoridades sanitarias y que le valió un fuerte rechazo tanto desde "la feliz" como desde otros municipios de la zona e incluso dentro de la comunidad.

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42 años de la autonomía

Antonio Roncoroni: "el camino de hoy es la Regionalización" Con motivo de cumplirse hoy de julio el 42° aniversario de la Autonomía Municipal, entrevistamos al Dr. Antonio Roncoroni, quien nos da su mirada histórica y actual sobre este hecho fundamental en la trayectoria institucional de Villa Gesell. Hay una visión muy esquemática de la experiencia de la autonomía como epopeya de libertad, pero pensamos que es más compleja. Por ejemplo: ¿qué perdimos al dejar de pertenecer a un territorio enorme y rico como fue entonces Madariaga, Pinamar y Gesell? Ante todo quiero hacer un reconocimiento a aquellos que gestaron la autonomía, algo bastante complejo, que si bien se concretó durante la dictadura, se gestó mucho antes, ya desde el regreso de Perón, concretamente durante el gobierno de Cámpora. Dicho esto, la respuesta a tu pregunta es quién gana la autonomía y quién pierde Villa Gesell. Si Madariaga no hubiese sacado nunca esa disposición que establecía que no se podía construir en Villa Gesell mientras no hubiera agua corriente, con lo cual paralizaba toda obra por la denuncia de un vecino, que motivó el primer gran enfrentamiento, posiblemente la autonomía hubiese ocurrido más tarde. Porque los municipios de la provincia fueron siempre de la unidad a la

diversidad, no es que esta autonomía era algo descolgado, con el tiempo iba a llegar. ¿Cuáles son los antecedentes históricos de la autonomía? La Comisión de la autonomía y la Cámara de Comercio son preexistentes a la dictadura militar. No sé si formalmente, pero ya estaban en movimiento. Y Madariaga se oponía, sólo con lo perdió en recaudación era ya alarmante para el municipio. Pero yo creo que Villa Gesell ganó con la autonomía, aunque como siempre los milicos hacían las cosas mal o a medias, porque la autonomía de Villa Gesell debió de incluir una zona rural, más territorio. Hoy Villa Gesell tiene parte de campo por lo que ya tenía hecho: el cementerio y el aeroparque, obras hechas por don Carlos. Yo creo que –y lo digo con gran respeto a mis amigos de Madariaga-, el territorio tendría que haber llegado hasta el kilómetro 14, el cruce a Macedo y Juancho. Y Pinamar y La Costa también tendrían que tener su zona rural. No es sensato el frente de ruta no sea de estos municipios. ¿Entonces puntualmente la autonomía tuvo que ver con enfrentamientos que la aceleraron? Yo creo que tiene que ver con que

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Madariaga no entendía lo que estaba administrando, lo que sucedía acá. Eso de la ciudad gaucha, donde la tradición es orgullo, es cierto; y tiene una fortaleza histórica, ideológica y política en el campo argentino de gran envergadura. La playa casi fue entendida como la quinta o el patio trasero de Madariaga. En los sesenta, Gesell, Pinamar, La Costa tuvieron un crecimiento espectacular. Hay un mito urbano que dice que durante tres años Villa Gesell fue la ciudad que más rápido creció en el mundo. Hoy sigue siendo una ciudad que crece más que el promedio de la Argentina. Que siempre está en el 1,4 y el nuestro es de dos y pico. En este contexto de incomprensión y desconocimiento, sucede este episodio de la denuncia de un vecino. Algo que parece mínimo… Es una denuncia de un vecino que hace una perforación a primera napa, y resulta que el agua estaba contaminada. Y de esto resulta la conclusión de que el agua en Villa Gesell estaba contaminada, y la prohibición de hacer perforaciones hasta tanto no estén hechas las obras de agua corriente y cloacas. Esto provoca que el gobernador Saint Jean, ya en dictadura, venga a Villa Gesell y se reúna con vecinos. Se plantea lo absurdo de la

medida prohibitiva, que afectaba a toda la Provincia. Las consecuencias fueron que un hombre como Saint Jean comprendiera esto –un hombre bastante tosco-, y volviera a La Plata envalentonado con hacer las obras. Y las obras se hicieron y fue un enorme avance para Gesell. Los hombres de aquella época comprendieron lo que hacía falta, lo impulsaron, y la segunda consecuencia fue que se logró la autonomía. Hay que destacar las figuras de José Luis Mosteiro, presidente de la Cámara, y de Luciano Corti, presidente de la Comisión, por haber visto la oportunidad y haber tenido la claridad de llevar adelante esto. La pujanza de estas ciudades costeras era desconcertante… Sin duda. No iba a pasar mucho tiempo que los gobernantes del Partido los iba a poner Villa Gesell, por su crecimiento poblacional. Hoy Villa Gesell y Pinamar tienen cerca de 80 mil habitantes y Madariaga 35 mil. Ahora, volviendo a tu pregunta inicial, estoy convencido de que la autonomía fue buena, pero hoy no tenemos que pensar más en recuperar territorio, sino en proyectos de regionalización. Mantener la autonomía pero pensar en hospitales comunes, aeropuerto para todos, el abastecimiento de carne y verdura, los residuos como


generador de recursos y energía, un basural compartido, y bien hecho, etc. Hasta hoy la regionalización fueron una serie de intentos sin resultados… Pero hay que pensarla como una oportunidad. Pinamar y Villa Gesell no tienen que discutir por más territorio, sino por una verdadera regionalización. Este es un verdadero desafío. Aquello que “la necesidad tiene cara de hereje” se aplica a la actualidad. La regionalización se va a dar por fuerza. Y nosotros somos una de las puntas, por nuestra ubicación geográfica. Nuestra generación fue la que consolidó la democracia, aún imperfecta, porque vivir en democracia es de un valor enorme, la que nos precedió hizo la autonomía, y la que viene tiene estos nuevos desafíos. ¿Qué nos podés decir de Carlos Gesell y su lugar en este proceso autonómico? La verdad es que definir cómo fue la autonomía es definir lo que era Carlos Gesell… el decreto ley que consagró la autonomía la trajeron en una caravana de autos tocando bocina y José Luis Mosteiro se la entregó en mano a Carlos Gesell. Don Carlos Gesell era el Jefe, el jefe espiritual de todo esto. Más jefe de lo que él mismo quería. Era tanto lo que le daba a la comunidad y era tan fuerte su visión de urbanizador, que para él su proyecto era urbanizar y colonizar. Porque no es lo mismo hacer un loteo, vender, ganar plata y volverse a Buenos Aires. Don Carlos asentaba familias. , las ayudaba para que se queden. No hubiera habido autonomía sin don Carlos, él ya había tenido muchos gestos de autonomía, contra la burocracia municipal y provincial. Don Carlos y Arturo Frondizi fueron las dos personas más grandes que yo conocí en mi vida y con los que pude charlar. Podemos decir que el sueño de don Carlos se cumplió acabadamente, después los geselinos tenemos que lograr que esta ciudad que está condenada al éxito, sea un sueño lo más razonable y posible para todos. Un aspecto que no podemos soslayar y

es que hay un vínculo humano muy fuerte, desde el punto de vista humano, entre Villa Gesell y Madariaga. Muchos pioneros llegaron desde Madariaga, se asentaron aquí, y hay actualmente un gran entramado de familias que viven aquí y allá. Yo me siento geselino, a pesar de ser dolorense, sé que Madariaga es la Madre Patria. Y nos prestó mucha atención, y nos dio muchos trabajadores, y muchas cosas más… Yo estudié el secundario en Madariaga, como otros geselinos que no íbamos a Madariaga en el colectivo de Pereyra… Tengo como muchos una gran ligazón con amigos de Madariaga, que sería largo nombrar. Por encima de los políticos, formal, estatal, hay una intensa y fuerte integración humana. A eso me refiero. Sin duda, y cuando los dirigentes se decidan a hacer una regionalización verdadera, van a encontrar una buena recepción humana para hacerla.

Por último, y ya que hablamos de generaciones y dirigentes: cuando se crearon los Municipios, los que entonces eran dirigentes naturales de la ciudad, con vocación de poder, y me refiero a los que impulsaron el comercio y la autonomía, ocuparon la dirigencia municipal luego de la muerte del primer intendente, de facto Pidal. Con la llegada de la Democracia, quedaron por así decirlo ligados a la dictadura y fuera de los espacios de poder… ¿Cuál es tu lectura? Yo creo que es razonable que la democracia los haya dejado afuera en una primera etapa, porque había un fuerte sentimiento contra la dictadura. Para mí hay dos etapas: el gobierno del impresentable de Pidal, y el que lo sucedió, formado por un grupo de vecinos y comerciantes que combatieron a Pidal y lo desplazaron. Mosteiro, Federico Schmidt, Ezpeleta, no representaban a la dictadura. Me pregunto si la historia juzgará si era necesario que ocuparan el poder en ese momento, yo creo que sí, y si

me pregunto si fue genuino que no tuvieran apoyo popular con la democracia, también respondo que sí. Los hombres y sus circunstancias generan necesidades, a veces terminan hasta con sus carreras políticas. Mi prócer preferido es Belgrano. ¿Fue necesaria la campaña del norte? Yo creo que sí, pero después de las derrotas se tuvo que volver. Es el hombre y sus circunstancias, y en cada momento surgen hombres. La vocación de poder de aquellas personas se vio frustrada, pero quedaron el agua corriente, las cloacas y la autonomía. Pero cualitativamente hay personas que podrían haber seguido aportando en la política local, y que de algún modo fue una fuerza que se perdió en el camino. Sí, comparto este concepto, pero a su modo siguieron dando y aportando, desde otros lugares. Para mí los gallegos, José Luis Mosteiro y José Luis Fernandez (para mí el gran hombre de la democracia), fueron figuras cuya relevancia se agranda con el tiempo.

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Anécdotas de Villa Gesell

El secundario y el retrato de don Carlos Rolando Pozzi fue testigo y protagonista de los comienzos del Instituto Böttger. Conoció a don Carlos y le hizo uno de los primeros retratos. Lo cuenta en este relato. Mis viejos influenciados, casi apremiados por mi insistente amor a Gesell, compraron una casita. El mismo día que recibieron la

llave, en pleno invierno del ‘66, se colocaba a algunos metros a la vuelta, la piedra simbólica para iniciar la construcción del primer Secundario. De acuerdo con lo previsto, lo inauguraron en abril del ‘67 con un Primer Año. Siguieron con esa camada inaugurando aulas hasta su egreso. Fue algo muy importante para la educación en una

Gesell que crecía. El año anterior, solo seis chicos viajaban a Madariaga diariamente para estudiar. Para alegría de todos los geselinos, más de veinte comenzaron el primer Primer Año. Los dos hechos coincidentes (casita-Secundario) encendieron en mí un vínculo afectivo que aún conservo. Como yo dibujaba en esos años, hice el

El primer grupo de egresados en el patio del instituto.

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retrato de un prócer y lo enmarqué para donarlo al colegio en el festejo por el 9 de julio. En el ‘67, ese acto se hizo el viernes 7. El jueves a la noche viajé con Antón desde Buenos Aires. La otra empresa que iba era Río de la Plata, pero en la zona norte éramos fieles a los “azul-celestes” de don José Antón. Llegó puntual a destino, seis y media. En Gesell, entrar un 9 de julio a esa hora a una casa que hace cuatro meses que no se usa, es como meterse en la heladera desabrigado. En el horario apropiado, me presenté en el colegio con el retrato. Amablemente me recibió el director, un señor joven con acento español que, agradeciendo mi actitud, me invitó para el almuerzo del domingo al mediodía. Me quedé al acto patrio a cantar el himno con los chicos. Aquel domingo era importantísimo para la institución. El móvil no era solo sentarse o reunirse a comer. La prioridad y verdadero motivo de ese día pasaba por reunir fondos y conseguir cosas para seguir avanzando. Querían embaldosar el patio y hacer más aulas. En esas mesas enormes en forma de T, la parte horizontal hacía de cabecera. En esa cabecera tuve el honor de sentarme con don Carlos Gesell y doña Emilia su señora, el intendente, el director, el cura, el médico (el Doctor Corti), el “maestro” (boy scout) y Anécdotas de Villa Gesell - Rolando Pozzi


baldosas, derrochando entusiasmo. Otros donaron bolsas de cal y algunos otros mano de obra. Hubo varias donaciones que, quien las compraba en el remate, recuerdo cajas de alfajores, las volvía a donar. Dejó a todos satisfechos lo recaudado ese domingo. Al estar don Carlos presente, varios comerciantes agradecidos y otros para congraciarse con

él se portaron generosos. Cuando pude hablar con doña Emilia para arreglar días y horarios, me anticipó que no sería fácil hacer posar al modelo. Don Carlos tenía tanta polenta como impaciencia, digámoslo así, para aflojar un poco lo de intolerancia. Comencé a dibujarlo en vivo, pero la advertencia se hizo realidad. Era imposible mantenerlo

quieto. Eso nos decidió a seguir el retrato con una foto muy buena que me dio doña Emilia. Quedaron muy conformes con mi trabajo, que gustoso les obsequié. Enmarcado, lo colgaron en la pared sobre la chimenea. Así quedó “el domador de médanos” con sus lentes en una mano, mirando el mar.

El retrato de Don Carlos Dante Sierra, autor de El domador de médanos, el primer libro sobre Gesell. Era una idea mía hacerle un retrato a don Carlos. A esa idea sumó Sierra su propuesta para otro. Al terminar los discursos y brindis de rigor, comenzaron los sorteos, remates y donaciones. Me emocionó ser testigo en ese momento de las ganas de hacer y progresar que tenía esa gente. Estévez, dueño de la fábrica de bloques de cemento y padre de uno de los alumnos, con los años profesional, donó

Sesión de fotos en el pinar de los primeros egresados.

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Cintia Soria: "el arte nos hace sentir plenos" Ganadora del concurso virtual Arte y Covid organizado por el área de promoción de las artes de la Secretaría de Cultura, la joven artista geselina habla de su tarea artística y de la obra premiada: “Epónimo de un cuerpo olvidado”. ¿Cómo te enteraste del concurso que propuso la Secretaría de Cultura? Me enteré a través de mi mamá, después por las redes sociales, cuando vi el flyer con la propuesta, así que me enteré por esos dos lados. Y que el objetivo del

concurso era difundir el arte durante la cuarentena. Entonces me puse a chusmear, me pareció muy copado pero sinceramente no tenía en mente participar, porque estaba más centrada en las tareas de la facultad y en mi trabajo. Pero mi mamá me empezó a incentivar y a insistir. Y estaba buenísimo, porque yo no había hecho ninguna exposición aquí, ya había hecho varias muestras el año pasado, pero no acá, sino en el conurbano mientras estudiaba. Así que decidí que estaba bueno hacerlo, porque aquí más que mis amigos, no había mucha gente que

conociera mi obra. Nos pusimos en marcha, planteamos varias ideas, y al final terminé haciendo lo que yo quería (risas). A mí me gusta mucho debatir y discutir cuestiones con mis amigos, mi madre, mi hermano, siempre surgen ideas buenísimas, y esto me ayuda a las bases y cualidades de expresión. El hecho de intercambiar ideas y posturas. Planteé un tema y nos pusimos a trabajar sobre todo en familia para la producción de la obra. ¿Qué te motivó a participar? Principalmente yo quería plantear las inquietudes y cuestiones internas que salen a flote durante el encierro… La cuestión de disponer de tanto tiempo en el día, como ocurrió en la primera parte de la cuarentena, conlleva que uno hace un trabajo de introspección bastante fuerte. Entonces yo quería destacar eso, los cambios anímicos, todo lo que afloró en este tiempo. Lo que es el encierro físico como el mental, y la apertura que uno hace a la introspección. ¿Cómo fue el proceso de elección de la obra que presentaste? Teniendo las bases de lo que quería transmitir y expresar, y que era lo que más me inquietaba en ese momento, empecé a ver el efecto que genera esta cuarentena en nosotros y a nivel social. Es muy

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destacable esto y lo que implica seguir subsistiendo al no poder ir a trabajar y no hacer la vida que veníamos haciendo. Esto nos afecta muchísimo, y así empezamos a producir la obra. Hicimos dos días de sesión de fotos, con mi hermano como modelo y mi mamá como iluminadora. Desde hace un año estoy trabajando con la fotografía en mis producciones artísticas, porque me parece un método fantástico. Estas fotos fueron las que tomé como referencia para la obra. ¿Qué representa para vos Villa Gesell como espacio de vida y creación? El hecho de regresar a Villa Gesell y encontrarme en aislamiento con mi mamá y mi hermano, sinceramente estoy aprendiendo a sostenerme y en cierta forma a disfrutarlo como un tiempo de creación. El hecho de disponer de tanto tiempo en casa, con menos obligaciones, si bien estoy cursando virtualmente la demanda a nivel académico es mucho menor. Entonces la actividad creadora está muy activa, como le pasa a mucha gente con la que hablo. Y surgen muchos temas nuevos que uno necesita plantear. Con respecto a Gesell, extrañé mucho, el volver fue un gran impulso para replantearme cuestiones que en la ciudad dejás de lado, porque vas con la fluidez de la ciudad y hacés tus cosas y te vas a


dormir. Acá hay una fuente de incentivos para crear, yo uso el arte como una canalización sanadora. Me hace muy bien y a muchas personas que conozco también. Por otro lado insisto en que está bueno explorar nuevas disciplinas, como una apertura. Yo empecé a escribir porque sentía que la imagen visual no daba indicios de todo lo que quería decir. A su vez tengo mucho aprecio por la música y me llama la atención la danza. Si puedo darle un consejo a cada persona con la que me cruzo es que si alguna disciplina artística le llama o le causa curiosidad, que trate de profundizar. Porque uno descubre un mundo increíble. Un espacio en el cual puede sentirse bien y llevarlo a un entorno social con el cual descubras muchas cosas. Siempre insisto en que las artes nos hacen sentir plenos. Lo digo desde un punto de vista personal hacia todo aquel que contemple el arte, sea cual sea la disciplina. Actualmente me estoy sintiendo totalmente en eje, con mis pares, con el lugar en el que estoy. Yo pienso que el hecho de irse y luego volver a Gesell, a uno lo hace sentir más conectado con el pueblo. Es un lugar totalmente mágico, en el que estás en contacto con la naturaleza, con la energía del mar y del bosque. Y

esto es algo que se extraña un montón. Sentarse frente al mar es una experiencia única, memorable. A su vez, lo veo como un lugar solitario, en el sentido de reflexivo, y el hecho de estar con uno mismo, es una gran base para el poder creativo.

descubrimientos que uno hace para ser mejor. Le tengo mucho afecto a esta obra por todo lo que logró, siendo una simple imagen. Y ahora que está en la Secretaría de Cultura, la extraño, pero siento que está cumpliendo su objetivo, de salir de mi taller y empezar a dar vueltas por distintos lugares.

¿Qué nos podés decir de la obra que resultó premiada? Tiene para mí un gran valor afectivo por todo el proceso que tuvo, y no sé si el contenido es atrevido, pero sí fuerte, y me asustó presentarla para un concurso. Me había presentado en varios anteriormente pero nunca mis obras habían sido aceptadas. Así que entrar en este concurso, sin haberlo querido, porque no estaba en mis planes, y que el incentivo de mi familia me haya llevado a hacerlo, y luego ver la repercusión de la obra, me pareció increíble. Me impactó que mucha gente se haya sentido identificada. Como futura docente, creo que es importante el rol de comunicar, desde lo más mínimo, una charla, un consejo, compartir los

GASTRONOMÍA

VIAJES

REMISES

CERRAJERÍA

PLÁSTICOS

¿Cómo sigue ahora tu camino? Bueno, mis producciones eran muy intuitivas, hasta el año pasado en que entré en la carrera de artes visuales. Ahora me siento con un crecimiento técnico, de conocimientos, de formas, de herramientas para crear mucho más desarrolladas que mis primeras producciones. Y estoy abierta a seguir aprendiendo, y ansiosa por saber cómo serán mis futuras producciones y qué cosas me inquietarán. El día de hoy mi norte es el arte, estoy totalmente enfocada en el arte, algo que nunca planeé, no me lo había propuesto antes. Estoy muy contenta con mi estilo de vida, y creo que no hubiera podido elegir un camino mejor.

FORRAJERÍA

LIBRERÍA

PELUQUERÍA

VIDEOCLUB

ÓPTICA

PASTAS

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Testimonios

Jorge Luquez: De la autonomía a un viaje por los recuerdos Jorge Luquez, nacido en Madariaga, llegó muy joven a Villa Gesell para trabajar con su hermano en la célebre Boutique Quico. Hombre de tres ciudades, nos lleva desde la autonomía al gran viaje de la memoria de una época emblemática. ¿Cómo fue tu vivencia de la autonomía? Entiendo que fue una decisión muy buena. Madariaga no podía, ni logísticamente ni administrativamente manejar estos lugares. Porque ya se veía que toda la costa iba a ser muy próspera, y no lo podían manejar, por lo tanto fue muy atinado. Los pinamarenses y geselinos estaban muy contentos, los madariaguenses no tanto, porque le sacaron el brazo al mar. Pero como lo hizo un gobierno de facto, al Intendente de Madariaga, Teniente Coronel Castañeto, no le importaba mucho la parte sentimental. Era de afuera y pronto se iría de Madariaga. Entramos a tu historia familiar y personal, con raíces muy

madariaguenses… Sí, la familia Luquez, mis padres y mis cuatro hermanos, veníamos a Villa Gesell desde los años cincuenta, porque aquí ya estaban nuestros parientes: Quito Cardozo, mi tía Elena, todos de Madariaga, así que pasábamos los veranos. Hasta que en los años 67/68 mi vieja con mi hermano mayor Quico decidieron poner el negocio de ropa que fue famoso. Yo trabajé la temporada del 68, un año antes de terminar el secundario. Y llamé a toda la banda de amigos. Fue un verano increíble, yo vivía en la Avenida 3, había 18 boliches abiertos, desde Chaganaky hasta La mosca verde… Siete y ocho compañeros escuela me traje, a los que les conseguimos trabajo en distintos boliches: La Jirafa Roja, Tía Vicenta, Cachavacha, el hotel de Percassi, el papá de Bruno, porque Bruno estaba estudiando arquitectura. Estaba el cine Gran Gesell, en el fondo de Villa Gesell (Paseo 120). Era una época de rock y folklore, y vinieron todos los artistas para aquí. Impresionante era ver a la Negra Sosa caminando con el bombo al hombro. Y ahí andaban Spinetta, Charly, Manal, era una

locura, había peñas: Rapata, Saravia’s, la del flaco Calígula. Así que se nos hacía el día recorriendo esos boliches. Una época emblemática, con el furor por los campings… Claro, los campings eran los hoteles de la juventud… Por ejemplo, en el camping Coyote, había un piano, en un quincho, y ahí lo escuchamos tocar a Charly García, que en ese momento no era nada conocido. Un invierno se juntaron aquí los que formaron luego Porsuigieco, que eran todos más o menos de mi edad, 16 a 18 años. Y después empezaron a venir mis hermanos más chicos José y Javier. Quico el mayor, era algo así como el dueño de la noche de Gesell. Me imagino que tendrás muchas anécdotas de la época… Bueno, te cuento algunas… Una vuelta vienen tres flacos a comprar a la boutique, en pleno enero. El negro Quico tenía la mejor ropa que te podías imaginar. Y se compran tres pantalones de pana, color bordó, y nos dejan unas entradas para el cine Gran Gesell. Era el Trío Manal.

Fuimos y estaba el cine repleto, espectacular. Nosotros al ser de Madariaga no conocíamos mucho del tema rock, estábamos más con el folklore, pero nos gustó. Y ya en otra ocasión vino un flaco, que yo tampoco conocía, a comprar ropa y nos dejó varias entradas. Fuimos y era Almendra. Y el que vino al negocio, el Flaco Spinetta. En un momento, después de dos o tres canciones, todas muy buenas, dijo: Ahora les voy a tocar una canción que voy a grabar este invierno en Buenos Aires. Y tocó Muchacha ojos de papel. Explotó todo. Son experiencias que me quedaron grabadas… ¿Y la playa? ¿O era todo vida nocturna? Mucha playa, era espectacular. Íbamos por la 105 de arena, y nos pasábamos todo el verano jugando al voleybol. Nosotros jugábamos en Madariaga, así que teníamos un buen nivel técnico porque teníamos al profesor Julio Martínez que nos depuró y enseñó, y de Gesell había varios que jugaban, Spiner, Omar Bellio –le decíamos musculito-. Luego hubo torneos interbalnearios memorables, con jugadores de la selección argentina. Tapón Ballesteros, Tallarín, y al final ya había una guerra de hinchadas, con una multitud mirando. A pesar de la mucha joda, decidiste estudiar y lo hiciste. Decidí ser médico veterinario, así que hice la carrera. Con el farmaceútico Amancio Fernandez, que era un entrerriano sensacional, tuve una relación muy temprana. Tenía una farmacia en 3 y 105, y cuando le conté que iba a estudiar me dijo “luquecito”, así me llamaba, “cuando te recibas vení a verme”. Cuando me recibo en el 75, me vino a buscar a la boutique, donde yo estaba trabajando con mi hermano. No lo había ido a ver porque yo había estudiado para trabajar en el campo. Pero Amancio me ofreció armar un consultorio en la misma farmacia. Acá no había ningún veterinario todavía. Así que estuve ahí, sin dejar el negocio de ropa, pero atendía diez perros por día. Incluso una vez apareció don Carlos Gesell, que quería vacunar a sus perros. Lo recuerdo y me emociono… Don Carlos me llevó con su jeep amarillo a su Chalet. En el viaje mi preguntó quién había descubierto la

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vacuna antirrábica. Yo tenía idea, pero él me explicó puntillosamente todo. Así que le vacuné a los tres perros, y recuerdo que desde la puerta de su casa se veía el mar. Hoy la casa está escondida. ¿Tu vida empezó a integrar Madariaga y Villa Gesell? Durante los inviernos la pasaba en Madariaga y trabajaba en los campos… En 1977 el campo estaba económicamente mal, y en Madariaga gobernaba un Coronel, en plena dictadura, y en bromatología trabajaba Pelusa Lorenti, quien me ofrece trabajo en la Municipalidad. Era una oportunidad y le dije que sí. Mi tarea fue ir en verano a supervisar el matadero municipal en Villa Gesell, el trabajo era desde las 12 de la noche hasta las 3 de la mañana. De ahí en adelante volvía a disfrutar de la vida nocturna y la pasaba muy bien.

¿Cómo siguió tu desarrollo profesional? En el 78 se separan los partidos, Pinamar y Gesell. Y yo trabajaba en la municipalidad y tenía que elegir entre seguir mi trabajo en una de estas dos ciudades. Con 25 años, creo haber sido el único que tuvo esta opción… Esperé a conocer a los intendentes que llegarían a cada lugar. Aquí llega el Comisario Pidal. Me presento un viernes, paso a la oficina, y me recibe con una 45 apoyada en el escritorio. Ya no me gustó, y enseguida me empezó a dar órdenes como si fuera ya contratado. Le dije que lo iba a pensar, que el lunes siguiente le contestaba. “¿Cómo?” me dice, “usted ya está contratado”. No, yo tengo que elegir entre Gesell o Pinamar, le explico. Y él ahí me dice que cuenta conmigo y me da un trato un poco mejor. Enseguida fui a Pinamar, donde habían nombrado como Intendente a un abogado, el Dr. Pifaretti. Buena persona, amable, me dijo: “yo no te voy a

dar órdenes, vos conocés el tema, organizá el área”. Por eso me quedé en Pinamar, hice mi carrera allí durante 38 años hasta que me jubilé, y no me quedé en Gesell. Pero Gesell fue y es tu hogar… Sí, y es otra historia muy linda… En el 78 empecé a dar clases en el Böttger a pedido del padre Cocito, de química biológica y biología. Con 26 años, me encontré con un grupo de chicas y chicos de 15 y 16 años, y allí conocí a Silvia, que era mi alumna. Nos pusimos de novios. A ella le decían: “ahí llegó el viejo a buscarte”. Ocurrió que yo le atendía el campo al hijo de Héctor Guerrero, quien me ofrece un lote en Cariló a cambio de trabajo. En esa época en Cariló vivían 30 personas: los Guerrero, los Santamarina, los Villamil. Hice mi casa allí, en el 81, y con Silvia nos casamos en el 83. Fue el primer casamiento de la Iglesia de Cariló.

Y tuvimos los hijos: Tomás y Pablo. En invierno era muy duro y triste vivir allí. Llegó un momento que vendimos la casa y empezamos a hacerla en Gesell. Desde esa época estamos aquí en la 10… y el noviazgo se convirtió en una familia. De las tres ciudades, Gesell termina ganando. Sí, viviendo en Gesell estamos felices de la vida. Los chicos estudiaron aquí, yo hago mi deporte acá, nos gusta todo de Villa Gesell, aunque hay un exceso de gente para mi gusto. Pero ya tengo una nieta, Juanita, así que voy a terminar mi vida aquí. Ya jubilado de la Municipalidad de Pinamar, asesoro a un par de empresas, y sigo con la profesión en lo que pueda colaborar, aportando mi experiencia. Para terminar, no quiero dejar de mencionar a mi madre Irma, y a Quico, mi viejo, que nos crió a los cuatro hermanos con su bandoneón y su orquesta típica.

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Acerca del padre Por Anibal Zaldivar Desde Dios hasta Homero Simpson, la imagen paterna es una clave de nuestra vida individual y de comunitaria. Estos apuntes son el resultado de mi recorrido personal por la literatura y el cine en este amplio tema. “Un cactus tan joven es especialmente vulnerable. Por esa razón he plantado este árbol al lado, como protección. Si un cactus joven no tiene un viejo árbol al lado ¡olvídalo! no sobrevive”, le dice el tío (Jerry Lewis) al sobrino (Johnny Deep), en El sueño de Arizona, film de Emir Kusturica. ¿Qué pasa cuando no está el árbol protector? ¿Construimos uno, imaginario? ¿Quedamos a merced de quien se aproveche de esa fragilidad? ¿De los vientos cambiantes? Un autor contemporáneo, Paul Auster (EEUU, 1947), aborda el tema en dos novelas: La invención de la soledad y El palacio de la luna. La primera tiene un tono desgarrado y confesional. Dice, por ejemplo: “Pensé: mi padre ya no está, y si no hago algo de prisa, mi vida entera se desvanecerá con él”. Lo que hace es escribir, y de un modo directo enfrenta –y los lectores con él- esta ausencia del padre con la mejor respuesta que puede articular. Viene entonces una elaboración afectiva y crítica, emocionalmente desbordada, de lo que fue y no fue su padre. “No hay nada que recordar, no hay más que una especie de vacío”, dice, y resuelve, en un personal “descensus ad inferos”, la cuestión (a matar o morir) encerrado en la soledad de una habitación (ese infiernillo de las grandes ciudades). Auster usa varias analogías: Jonás en el vientre de la Ballena, Pinocho sumergido en el mar, Eneas huyendo de Troya con su padre Anquises al hombro, Ana Frank en

su encondrijo… De la soledad infernal saldrá el hijo vivo o muerto; en el mejor de los casos: renacido y adulto. La segunda novela es más ficcional y por lo tanto tiene mayor distancia. Construye una trama objetiva en donde despliega la experiencia personal del protagonista en relación a un padre ausente. Y parte de la necesidad de vincularse “con algo más grande que uno”, instancia imprescindible y fatal para poder crecer. La falta de padre implica vacío, deriva, “non sense”, quedar peligrosamente a merced de otros, porque alguien aparecerá y cubrirá ese lugar que el sujeto reclama para sí, necesario para la forja de la identidad en un proceso de identificación y diferenciación. En esta novela se da un proceso gradual-evolutivo, con tres figuras: el tío Víctor, el viejo paralítico, y el padre biológico. Los tres van ocupando el espacio destinado al padre ausente, con relaciones marcadas por la desesperación y la ambigüedad: adhesión, rechazo, amorodio, y aprendizajes que van dibujando una conciencia. Cada uno dejan un legado: Víctor dice: “cada uno escribe su propia historia”; el Viejo: “no des nunca nada por sentado”; el Padre biológico, la mejor enseñanza: develarle su verdadera identidad. El legado también es cultural: Víctor le deja su biblioteca; el Viejo sus lecturas-escrituras y dinero y el padre, la verdad, la aceptación. La búsqueda y las sucesivas crisis de identidad llevarán al protagonista al anonadamiento y el abandono, del cual es rescatado por un amigo verdadero, y una mujer que lo ama. Esto dará lugar a un nuevo comienzo. El protagonista sobrevive, sale renacido y con identidad propia: es

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ahora su propio padre. Podemos afirmar que las dos novelas se complementan. En El Palacio de la Luna Auster ficcionalizó y objetivó la confesión desgarrada de La Invención de la Soledad. Veamos ahora el Alcestes, de Eurípides (Grecia, 480 A.C.). Por decisión de los dioses, Admeto, que es rey de Tesalia y debe morir, recibe la gracia de sortear la hora de su muerte, y le conceden que alguien muera en su lugar. Entonces Alcestes, su esposa, se ofrece al sacrificio. Admeto, horrorizado, le pide a su padre que sea él quien muera en su lugar, se inmole y evite la muerte de la reina. El padre no acepta, discuten. Eurípides construye un diálogo brillante: Admeto trata de convencer a su padre con el argumento de que es viejo, que ya vivió suficiente, que salvando a la reina morirá con gloria. El padre responde que es un hombre libre: “mi deber fue criarte, no morir por vos, no es ésa una ley griega”, dice y agrega: “tu vida es la tuya, la mía es la mía, no quiero morir, quiero seguir gozando de la luz del día, el tiempo que me toque, cada uno cumple con su destino”. La confrontación se agudiza cuando la esposa efectivamente se inmola y muere. Entonces se culpan mutuamente: el hijo acusa al padre de cobarde, de haberlo privado a él de una esposa y a los niños de una madre, de ingrato; el padre acusa al hijo de asesino: “¿Qué ley es esa de que un padre deba morir en lugar de un asesino de su esposa, culpas a otro de tu propia culpa”. La tragedia relación termina con mutuas maldiciones… Franz Kakfa (Praga, 1883), en su célebre “Carta al padre”, muestra

descarnadamente su condición de hijo sometido a un padre omnipotente, descalificador, frío, despectivo, obtuso, competitivo, egoísta, egocéntrico, caprichoso, injusto, hipócrita. Tal padre deja su huella en el hijo, que se siente agobiado por la incapacidad, la desconfianza en sí mismo, el miedo, la timidez, el fracaso, la autodescalificación, la autodestrucción. Ese árbol viejo no guía al retoño: le hace sombra, lo aplasta. El hijo no puede enfrentarlo y busca refugios, intenta “desaparecer”, pasar desapercibido, ocultarse de esa mirada, del severo juicio paterno. Ante cada decisión personal sufre una crisis de angustia y desesperación, no puede actuar, no tener permiso para ser: siente el castigo, la culpabilidad, la sanción previa a todo lo que realice. Kafkahijo encuentra en la literatura el único universo autónomo y discriminado del agobiante peso de su padre. Sin embargo, el largo brazo descalificador del padre también lo alcanza en su guarida: Kafka juzga su dedicación a escribir como algo muy menor, muy insignificante: “Como un gusano que tiene aplastada la parte de atrás, y gatea para ponerse a un costado de la ruta”, escribe. Antes de morir, pide a su amigo Max Brod que queme todos sus escritos (la mayoría de su obra permanecía inédita). Último gesto de negación de sí mismo que afortunadamente, Brod desobedeció.

¿Cómo no citar ahora otra obra maestra, “El príncipe Hamlet”, de William Shakespeare (Reino Unido, 1564)? El fantasma de su padre le da el mandato de vengar su muerte, y él desea cumplirlo, pero cuando debe pasar a la acción, entra en crisis. La locura de Hamlet es miedo,


desesperación, parálisis que se transforma en delirio verborrágico, filosofía, cuestionamiento del mundo, celebración de lo absurdo... El famoso pasaje: “To be or not to be”, no significa en este contexto “Ser o no ser”, sino “hacer o no hacer”. En un segundo momento, Hamlet ingresa en el tormento de la conciencia culposa, el autocastigo, el sentimiento de pequeñez, de cobardía. Y la duda se instala, la pregunta: “¿Qué es más virtuoso, soportar las injurias o actuar contra ellas?”. Todo termina en un desastre general, y Hamlet-Shakespeare finalmente reflexiona, casi a modo de moraleja: “La conciencia debilita el sano impulso a actuar, grandes empresas pierden por esto su curso…”

frustración, enmarcada en “el sueño americano” de progreso y éxito, pero él es apenas un viajante de comercio mediocre que nunca alcanzará el rango de “ganador”, salvo en la fantasía, y en su proyección delirante. Este exceso es destructivo para el hijo, que se cree mucho más de lo que es, y se ve impelido a sostener ese ideal para no defraudar a su padre, que es el

¿Cuál hubiera sido el posible curso de este ejemplo de relación hijopadre? ¿La venganza bien planeada, de una mente fría y valiente? ¿La decisión de ignorar el mandato paterno y acomodarse sin culpas a las circunstancias?

reverso del kafkiano pero igualmente disfuncional: el hijo vive en la fantasía del padre, y éste alimenta esa fantasía, sin permitir que la realidad la desmienta. El camino fatal para el hijo es el fracaso, la inadaptación, las transgresiones… El pibe no funciona como el padre pretende, y la realidad entra por las rendijas: mala conducta del hijo en la escuela y caída del ideal cuando el pibe descubre la infidelidad del padre, o sea, la mentira de su

construcción. Lo llama “falso”, pero no tiene fuerzas más que para huir. Toma distancia de la familia y vuelve diez años más tarde. Cuando el hijo regresa (la obra teatral empieza aquí, con la vuelta del hijo, de modo que la trama transcurre en el presente y por vía de flash-backs), el padre ya está en una espiral decadente: lo echan del trabajo,el sistema lo escupe, el sueño americano está definitivamente roto. El hijo, en cambio, ha logrado alguna lucidez, y viene a saldar cuentas. Se corre finalmente el velo del pasado, se develan los secretos, y el pibe logra que el padre, lo “deje ir”. Se rompe la simbiosis, y el hijo se libera. El padre tiene un postrero acto heroico, pretendidamente redentor: se suicida para que la familia cobre el seguro de vida. Una cita final. En el cine, además del film citado al principio, hay otro que aborda el tema y puedo recomendar: El gran pez, de Tim Burton. En el clímax de la historia, el padre (Albert Finney) le dice al hijo (Ewan Mc Gregor): “yo siempre fui auténtico, tu problema conmigo es un problema tuyo”. Podemos imaginar la silenciosa respuesta del hijo: “Claro, para vos es fácil decirlo, papá…” Entre otros los textos que podrían citarse en esta nota que abunda en omisiones, uno está en primera línea: El Rey Lear, que debería ir junto a Hamlet en las obras de Shakespeare sobre el tema. Que no incluí en este somero recorrido pero que invito a leer o releer.

En “La muerte de un viajante”, de Arthur Miller (EEUU, 1915) se muestra la relación agobiante de admiración-proyección de un padre hacia su hijo mayor. El deseo que el padre proyecta en el hijo refleja su propia

(Continuará)

CONSTRUCCIÓN

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Sacrificio En una playa desierta Alexander entierra una rama seca entre unas piedras. Su hijo de la vejez, recién operado de la garganta, lo observa. El padre le cuenta una parábola. “Una vez, hace mucho tiempo, un monje de un monasterio ortodoxo plantó en una colina una rama seca y le pidió a su discípulo que regara esa rama todos los días hasta que reviviera. Durante tres años el joven llenaba un balde de agua todas las mañanas y emprendía el camino. Para cargar el balde cuesta arriba precisaba un día entero, desde el alba hasta el crepúsculo. Todos los días hacía su recorrido cargando el balde, regaba la rama y, al anochecer, regresaba al monasterio. Así lo hizo durante tres años. Y un día hermoso, al subir la colina, vio que se árbol estaba cubierto de flores”. Un cartero saluda a Alexander, es su cumpleaños. Y, como al pasar, le pregunta cuál es su relación con Dios. “Me temo que ninguna”, le contesta Alexander. Y se vuelve al chico: “Ya lo ves, hijito”, le dice, “nos hemos perdido. Los hombres, la humanidad toda, va por un camino equivocado, terriblemente peligroso. Empezó hace mucho tiempo, cuando vivíamos en las cavernas o tal vez antes. Lo primero que el hombre sintió fue miedo. Temía las fieras, los truenos, la oscuridad. Pero en lugar de adecuarse a la naturaleza, de compartir con ella su destino, de amigarse, el hombre comenzó a defenderse. El miedo es mal consejero. La comunicación entre los hombres se transformó en violencia. Aunque la comunicación habría debido ser su mayor deleite. El hombre se hacina en ciudades siniestras, se atormenta a sí mismo y a quienes lo rodean cuando nada sería más hermoso que comunicarse”. Hace un año, encerrado en el invierno de Gesell, intenté escribir sobre Andrei Tarkovski (1932-1986). Y, en especial, sobre “Sacrificio” (1986), su último opus. La devoción por su cine – porque Tarkovski inspira eso, devoción - me impulsó a leer también una y otra vez sus diarios y su ensayo “Esculpir en el tiempo”. No pude escribir una línea. Bloqueo y no sólo. Tal vez porque el cine de Tarkovski no es sólo cine. Recién ahora, este junio, decido repetir la experiencia, pero dudo en transmitirla con claridad. Los milagros, como pensaba Tarkovski, no se cuentan. Se viven. Tal, me digo, el poder de este artista visionario. Quizás ahora sea el momento preciso para escribir sobre “Sacrificio”, me digo, y no es casual. Según la estadística del día hoy, 3.6.20, se han confirmado más de seis millones de víctimas de coronavirus en el planeta. La cifra seguramente crecerá cuando se publique este apunte. ¿Y qué tiene esto que ver con la película? pueden preguntarme. La asociación no es ilícita. Ya en “Stalker” (1979), filmada en los alrededores de una planta química en Estonia, Tarkovski describía elíptico y profético los estragos de un desastre nuclear. Según sus allegados, Tarkovski contrajo su cáncer en esos días en Estonia durante la filmación. También

enfermarían y morirían afectados el actor Anatoli Solonitsin y más tarde su mujer Larisa Tarkovskaia. En abril de 1986, mientras Tarkovski rodaba “Sacrificio”, la planta nuclear de Chernobyl tuvo una falla al liberar una radioactividad quinientas veces superior a Hiroshima. Causó una cantidad aún incontable de víctimas y afectó trece países de Europa Central y Oriental. “Sacrificio” no es únicamente una tragedia alegórica por su simultaneidad con el desastre. También repercute en nuestros días con una vigencia pavorosa. “Profanamos la naturaleza constantemente”, le dice Alexander al hijo. “Como resultado de todo esto surgió el individualismo, fundado en el poder, el terror y la dependencia. Y lo que llamamos progreso técnico está siempre al servicio de inventar elementos de confort o armas para defender el poder. Somos como salvajes. Utilizamos el microscopio como si fuera un garrote”. Esto es lo que vino a decirnos este director que terminó el armado de su séptimo y último film mientras fallecía en la cama a los cincuenta y cuatro años. Tarkovski padre fue poeta y corresponsal en la Segunda Guerra, estuvo en Stalingrado y volvió a casa con una pierna menos. Uno puede preguntarse cuánto hay en la vocación de Tarkovski de esa herencia. Aunque supo declarar que no se había dedicado a la poesía porque nunca sería como Pasternak, Tarkovski la escribió en relatos y le confirió imágenes y en ellas lo que menos se lee es una

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renuncia. Sus “Narraciones para cine” se definen por lo sugerido y alusivo sin necesidad de sustantivar. Hay que verlo filmar. Llama la atención este hombre más bien menudo, flaco, anguloso, con una energía que contradice su fragilidad, el mal que arrastra. Nada se le escapa. Es puro nervio. Crea con la lucidez de quien se sabe próximo al fin. Y quienes trabajan con él le profesan un respeto conmovedor. Porque Tarkovski logra involucrar y comprometer a sus colaboradores con su misma pasión. El tono de una pared, la sombra que proyecta una cortina, un jarrón en determinado sitio, ningún detalle se le escapa. Cuando se lo ve moverse en filmación, dar instrucciones, comentar, permanecer meditativo, volver a la carga con una orden, uno se pregunta de dónde extrae su fuerza este tipo que se comporta, en vida y obra, como un “iurodiyyi”, uno de esos locos santos que vagan en su Rusia natal blasfemando contra la fe perdida y exigen una reconversión absoluta ante la inminencia del Apocalipsis. En este sentido, la literatura de su venerado Dostoievski no habla de otra cosa. De los “iurodiyyi” Tarkovski adopta el comportamiento obsesivo y extremo con que acomete cada film. Por tanto, ¿por qué no considerarlo, en su actitud desesperada, un loco santo? Desde sus inicios como director debió enfrentar conflictos de toda clase con el régimen soviético hasta verse impulsado al exilio para continuar su obra. De hecho “Sacrificio” fue rodada en la isla de Gotland, en Suecia, con el equipo de

Ingmar Bergman, quien lo juzgaba “el director más grande de su tiempo”. Más alusiva en lo referente a la catástrofe nuclear, pero no menos misteriosa que “Stalker”, “Sacrificio” ahonda en la catástrofe y también en el angst individual: Alexander, extraviado en su desesperación, busca a Dios, le reza y se lanza a un pacto acostándose con una bruja con tal de salvar a sus seres queridos, que el mundo vuelva a ser el de antes. Alexander está dispuesto a sacrificar todo lo material y sumirse en el silencio como su hijo con la garganta operada. Como siempre en Tarkovski la verosimilitud es menos importante que la imaginación. De pronto la normalidad se restablece. Y Alexander cumple su promesa: le prende fuego a su casa y no vuelve a pronunciar siquiera una palabra. “Calló aquello que ya nunca diría, como lo había prometido”, escribe Tarkovsky. Mientras las llamas envuelven la casa, una ambulancia se carga al poseído que produjo el acontecimiento. Tarkovski escribió así la secuencia final de su film: “El niño levantó el balde vacío y emprendió el regreso por el camino que bajaba hacia el lugar donde su padre había plantado. No sabía cuánto tiempo tendría que regar esa rama, pero estaba seguro de que no dejaría de hacerlo ni un solo día. Llevaría el agua allí hasta que el árbol floreciera. Porque su padre le había dicho que florecería”.

Guillermo Saccomanno


LA TIERRA ELEGIDA-Relatos de Juan Forn

El Pabellón de los Helechos Arborescentes Cuando el neurólogo inglés Oliver Sacks tenía ocho años fue con su madre a los Jardines de Kew, el Botánico al sur de Londres. En el enorme pabellón de helechos arborescentes, que alcanzan los nueve metros de altura, el chico se perdió. Un guardia lo encontró antes de cerrar. La mujer desesperada corre a abrazarlo, el chico le pregunta al oído: “¿Podemos volver muchas veces?”. Cualquiera que haya tratado con fanáticos del jardín sabe que hay entre ellos una subespecie que está en cisma con el canon: las flores los abruman, pero no tienen límite con los verdes. Hacen los jardines más alucinantes, en mi opinión: todas las texturas, todas las formas, todos los tonos del verde, la luz enloquece de dicha en esos lugares. Pero las flores tienen mejor prensa. Oliver Sacks fue por la vida creyendo secretamente que tenía una tara de jardín hasta que, a los sesenta y cinco, caminando con un amigo por los pasillos del Botánico de Brooklyn, vio un cartel que anunciaba: “Reunión de la Sociedad de Helechos de América. Segundo subsuelo”. El amigo lo instó a bajar a curiosear. Eran doce personas, de las más variadas edades y colores y profesiones, ninguno era un profesional de la botánica, pero entre todos parecían saber cosas que ningún botánico del mundo conocía. Cuando tenían que referirse inevitablemente a una flor, decían antes: “Con perdón”. Sacks, que en su vida había participado con convencimiento en ningún grupo o sociedad incluyendo el matrimonio, encontró una fe. Sigue siendo neurólogo y escribiendo sus libros, pero cada tercer sábado del mes acude religiosamente a la reunión de la Sociedad de Helechos en el se gundo subsuelo del Botánico de Brooklyn, y ha ido con ellos de viaje a Oaxaca y a Java. Me hizo acordar a una pandilla de pessoanos de la que escribí una vez. Habían alquilado la casa de al lado, eran de una corrección asombrosa, se pasaban la tarde bebiendo botellas de “vinho verde” portugués que habían traído especialmente, todos los demás turistas de Gesell puteaban por la lluvia, pero ellos estaban felices en la galería, bebiendo de a sorbitos y conversando de Pessoa como si fuera un jardín de helechos arborescentes: todas las texturas, todas las formas, en un solo color, en una sola persona. Eran de diferentes nacionalidades y profesiones, eran todos “solos” y se veían poco, porque vivían lejos y no les sobraba la plata, pero cuando podían se juntaban a darse una panzada de Pessoa. El día que se iban, la lluvia amenazó por fin amainar y uno de ellos dijo cuando salí a despedirlos: “Qué pena, mañana va a salir el sol”. Lo que lamentaba, me pareció, no era perdérselo: era que parara de lloviznar. Me quedé mirando el taxi que se los llevaba como cuando ya terminó de atardecer pero no hay que moverse todavía: eso es Pessoa, el jardín verde que se ve cuando se bebe vinho verde. El jardín verde es la curiosidad, y la curiosidad es la vida. Oliver Sacks dice que el peor síntoma que puede tener un paciente es la

pérdida de la curiosidad. Ingmar Bergman habla de eso de una manera formidable (de la curiosidad como pulsión vital) en un video que está en YouTube: “La curiosidad me salvó. Me salvó del miedo, de la ignorancia. Fue lo único, en mi adolescencia, y es lo único, todavía hoy”. Bergman dice estas palabras en un reportaje que le hacen junto a Erland Josephson en la televisión sueca. Bergman tiene 82 años y Josephson 77 en el momento del reportaje. Bergman no da entrevistas hace décadas, pero acepta porque Josephson lo acompaña. Josephson es, además de su actor favorito, su amigo desde los veinte años (Josephson tenía quince cuando se conocieron). Cada vez que Bergman necesitó hablar en su vida, lo hizo con Josephson. Uno se imagina a Josephson a lo largo de los años levantándose de la cama calentita en Estocolmo, poniéndose el gabán y diciendo a la beldad de turno que dejaba entre las sábanas (Josephson se casó más veces aun que Bergman): “Me voy a

leerles un cuento, y abre el Talmud u otro libro sagrado que tiene en la mano. “Mi lectura no será muy fluida porque tengo que ir traduciendo sobre la marcha”, dice. Pero, a poco de empezar, alza la vista de las páginas del libro y ya no volverá a posarla allí hasta el fin del relato: el cuento habita en él. La historia es sobre un chico que va por un camino, con muchas otras personas, nada crece alrededor, hay viento, hay sol, no hay nada de sombra, a veces se pregunta adónde vamos, pero no lo sabe bien, o por qué partimos y de dónde, pero ya no lo recuerda. Un día se desvía de la manada y siente que está frente a algo diferente. Pero sus oídos están tan entumecidos por el sol, sus ojos tan cegados, su lengua y su piel tan agrietadas, que no puede sentir el agua que corre, el reflejo de la luz sobre las hojas, el color verde. El chico retrocede y encuentra a los demás, porque es fácil seguir a la manada. A la noche, oye a un viejo junto al fuego hablar del bosque y el manantial. De

Färo. Ingmar necesita hablar”. Josephson es un sabio, Bergman es un genio. Uno entiende cuando habla, el otro cuando escucha. En el duelo de achaques físicos, Josephson está peor, pero parece más entero, porque es el custodio de su hermano mayor. En un momento del reportaje, Bergman contempla extasiado a su amigo. Josephson acaba de decir, sorprendiéndose él mismo de lo dicho: “Me alegra bastante no tener corazón”, como si ése fuera el secreto de su bondad. Un rato antes había dicho: “A mis cincuenta y dos años, cuando estaba saliendo de la pubertad...”. Bergman le regaló a su amigo, yo creo que en retribución por tal amistad, uno de los momentos más mágicos del cine. Está en Fanny y Alexander y se lo conoce como La Parábola del Tío Izak. Josephson es Izak, un tío postizo de Alexander y Fanny, una especie de ángel de la guarda que los rescata de su horrible padrastro. La escena ha sido relatada muchas veces: para calmar a los aterrados niños, Izak les dice que va a

dónde viene esa agua, le preguntan. De una montaña cuya cumbre está siempre cubierta por una nube enorme, dice el viejo. Desde hace miles de años los hombres le hablan a su dios o le gritan al vacío sus temores y anhelos, todos esos clamores suben al cielo y se acumulan a lo largo de los años hasta hacer una nube enorme sobre la cumbre de una montaña que un día empieza a caer en forma de lluvia y corre por las laderas y crea el manantial y el verde. Todos han oído de eso, dice el viejo. ¿Y por qué no lo buscamos, entonces?, le preguntan. Porque nadie lo recuerda, dice el viejo: “Yo mismo creo haber estado una vez frente a él, hace muchos años. Pero no sabía aún que existía”. Existe. Es el Pabellón de los Helechos Arborescentes. Es el jardín verde que se ve cuando se bebe vinho verde. Es lo que salvó a Ingmar Bergman y Erland Josephson en la adolescencia y los acompañó hasta ese estudio de la televisión sueca. Es la compañía que nos hace nuestra curiosidad.

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Artistas geselinos

Poemas de Alfredo Dippollito Ofrecemos en este espacio dedicado a los artistas geselinos de distintas disciplinas, una selección de poemas de Alfredo Dippollito, integrante de los grupos Escritores geselinos y GesellArte. Varios de sus poemas están intervenidos como videopoemas y pueden verse en su muro de Facebook, así como muchos de sus textos. Selección de poemas: SÓLO… ES TIEMPO. ENCERRADOS “Encerrados, porque… dejamos de creer en el amor, de mirarnos a los ojos, sentir la piel, Encerrados, porque… quisimos saber más de lo que debíamos, calculamos más de lo que meditamos, ambicionamos más de lo que

soñamos, Encerrados, porque… crecimos sin ver crecer, y nos fuimos sin sentir lo que extrañamos, y extrañamos lo que nunca tuvimos, Encerrados, porque… corrimos sin notar que caminamos, y dejamos huellas sobre las huellas, y no volteamos para ver el valor de cada una de ellas… Encerrados, porque… miramos siempre a la cima, sin sentir la tibieza de la meseta, encerrados en un adentro vacío, y nos alejamos, y nos perdimos, en ese absurdo YO… y no comprendimos que nos fue dado todo lo que destruimos, Encerrados…

AUTOMOTORES

como castigo de dioses, por tiempo indefinido, hasta volver a agradecer la luz, la tierra, el aire fresco y el retoño, hasta renacer, naciendo y sabiendo que solo es tiempo, y algo hemos aprendido…”

abandono, indiferencia, cicatrices, distancia, memoria, olvido, soledades infinitas, por las que se transita sin detenerse, invisible, solo se es tiempo..." Corregido por Bonnie. (amputaciones) x…(truncamiento-cercenamiento””).

*** *** SOLO SE ES TIEMPO… "No se es viejo, se es tiempo... nacimiento, sueños, viajes reales o imaginarios, amor, amores, amoríos, descendencia, recomienzo... sueños nuevos, vuelo... No se es viejo, se es tiempo... heridas, truncamiento, alma sin prótesis,

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*** MILLONES DE AÑOS “En este camino de experiencias, que descubrimos al abrir los ojos, vemos al mundo en que estamos… lo vemos en blanco y negro, lo llenamos de colores, por sentirlo agradable, palpamos la piel, el pecho y los sonidos, de los que de a poco seremos semejantes, es el milagro de la vida en toda su especie, millones de años hostiles… que cada tanto, nos hace felices, edén y apocalipsis conforman su ciclo, redondo y flotante, aun celeste, millones de años de muerte, purificación y reinicio… él no desaparecerá, los semejantes tal vez, hoy es invadido, por el mutante invisible… que no nació de la tierra, sino de las manos, de las manos… de los que solo ven la cima, en un yo de soberbia, absurdo triunfo humano, destruyendo ,

devastando, todo lo que se le fue dado, simplemente para ser gozado, hoy es invadido, por habitante asesino, y ya inevitable… en el milagro de la vida, quien sabe… a lavar vino, a recuperar el celeste nos sobrevino… *** UN ADIÓS… “Cierro los ojos y dejo fluir… cosas que no quiero olvidar, cuando en un cielo nocturno dibujabas esa constelación nuestra y única, lo bello de aquella vez, una mañana… por calles que ya no recuerdo, tu boca abrió mis entrañas, al decir… nunca creí amarte tato, caminando junto a la orilla, tu cabello suelto y mojado en sal, sugerían caricias, pétalos, o un poema, Cierro los ojos y dejo fluir… solo ese momento, el tiempo se esfumó… pienso, tal vez, no se… dejé ir tu comprensión de amor, que nunca más primavera eterna será, la de tu costumbre de acuarelas,

como tu mirada, o tus manos de sol, entibiando inviernos, cerrando heridas, y esa despedida absurda de realidades, o ese… SIGAMOS… que deseamos y no dijimos, en una lágrima, una mirada y un adiós…” *** SOY LUZ Y QUIERO… “Soy luz y quiero… brillar en luctuosas noches, en tu alma apagada y en coma, olvido de los que partieron. Soy luz y quiero… en las pesadillas nocturnas, en los sueños despiertos, ser candil, camino y alfarero. Viajar en tiempos pasados, enmendar errores, probar de nuevo, que queden grabados los recuerdos buenos. Porque soy luz y quiero… encender la llama de un mundo ciego, que iluminación fue, en los valles tiernos. *** UN SILENCIO “Un silencio sin sonidos predomina en el instante, un sol ya maduro asomó en el alba nueva, el tiempo transcurre inalterable mientras permanezco en asombro, suspendido, congelado, sordomudo, las líneas fluyen directo al infinito, esperando lo inesperado,

amando lo no correspondido, compartiendo lo que es incomprensible, como líneas invisibles que asechan, los senderos, los sueños, amoríos, alarmas suenan si de aquí me muevo, y en el intento corro del ayer, y en el aquí me quedo, construyendo un cálido nido, esperando que de algún recuerdo amable y cautivante desees y regreses a revivir de colores este cielo…” *** AY SI SUPIERAS… “Ay si supieras… que los momentos pasan, el dolor se alivia, la herida cierra, como trago amargo, fue la despedida, que las noches embriagan, hasta hacerlas risa, que solo es resaca y una imagen perdida, Ay si supieras… que todo es transitorio, nada es para siempre, y que hay un mañana, y será un nuevo día, Ay si supieras… no obstante todo esto, que la noche llega, y no somos dueños, que el amor es eterno como el mismo cielo, que las hojas caen, la raíz no muere, que arrojamos al mar, lo que eternamente vuelve, que ese amor profundo, se gravo en los tiempos, que no son nuestros, no somos dueños, como ese instante, donde aún te quiero, como ese poema que quedó en tus sueños…”

Julio 2020 / El Fundador / 19


20 / El Fundador /


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