Dos exiliados españoles en la Universidad Popular de Colima
Sandra Omelina Araiza Benuto
Nota
No te preocupes, cariño, el patriarcado continúa funcionando
Julio Cuevas Romo
Alexis Mariana Gutiérrez de la Cruz
Fotografía: Edwin Rolón
Ochenta y cinco años de ser universitarios
La Universidad de Colima cumple ochenta y cinco años de magisterio y formación de generaciones de profesionistas en el estado. Ocho décadas y media de liderar la educación superior y ser testigo, partícipe y protagonista de la formación de los profesionales que se requieren en Colima.
La Universidad es heredera del espíritu de la educación socialista de los años 20 y 30, de las ideas de colectividad y necesidad de formación para la vida que se gestaron desde la creación de la SEP y el proyecto vasconcelista de Educación. La Universidad Popular de Colima fue, sobre todo, heredera del proyecto de educa-
ción para los obreros y los trabajadores: la Universidad Popular.
Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas se impulsó la creación de varias instituciones educativas en 1940, incluyendo a la Universidad de Colima y el Instituto Politécnico Nacional, con el fin de impulsar además de la formación para un contexto de trabajo, el impulso de las ciencias, las artes y el cultivo de las humanidades, del desarrollo del conocimiento y la técnica.
A ocho décadas de esos primeros pasos, como se menciona en los interiores de este El comentario semanal los primeros pasos requieren de esfuerzos muy gran-
des, y el apoyo de figuras que hoy parecen anónimas, pero que fueron de gran apoyo y valía para formar a nuevos profesores.
Igualmente, pensar la Universidad como parte de un proceso nacional de fomento de la ciencia y las humanidades, como un esfuerzo por masificar la Educación superior es un reto en el que seguimos avanzando. Hoy más que en ningún otro momento la Universidad oferta y recibe a estudiantes colimenses que buscan recibir educación superior en un contexto que busca privilegiar, precisamente, los anhelos con que surgió la Universidad de Colima.
Dos exiliados españoles en la Universidad Popular de Colima
Por Sandra Omelina Araiza Benuto
La celebración de los 85 años de trayectoria de la Universidad de Colima es un momento propicio para reflexionar sobre el impacto de su origen y evolución. En estas ocho décadas y media, ha corrido mucha tinta sobre la relevancia que tiene su existencia para la sociedad colimense, aunque nunca es suficiente cuando aceptamos que cada generación, cada época, necesita replantearse el sentido de su presente, mirando hacia atrás e imaginando el futuro.
Bajo esa ruta, cada universitario asume el rol que le concierne según su actividad. Quienes nos dedicamos al estudio de la historia y la conservación de los testimonios del pasado, nos corresponde cultivar la mirada retrospectiva. Como resultado se producen ejercicios propios de la disciplina histórica, que mantienen su vigencia en debates que tienen mucho de permanencia y otro tanto de actualidad, agregando vitalidad al quehacer de los historiadores.
Uno de esos debates es la relevancia que tienen los personajes que intervienen en los procesos históricos. Para algunos, principalmente para los que cultivan el arte de la biografía, la trascendencia de las acciones de los protagonistas de la historia, suelen ser apreciadas por encima de los contextos históricos que les tocó vivir, enfatizando su dominio sobre las coyunturas que se presentan en una época.
Sin embargo, otras miradas permiten matizar tal interpretación. Especialmente aquellas que comprenden los procesos desde la óptica de las redes que se tejen
entre los sujetos de la historia, que para nada demeritan las acciones de estos, por el contrario, enriquecen la comprensión de su pensamiento y de las acciones que emprendieron.
Basándose en este enfoque, el artículo busca describir un acontecimiento que muestra el gran interés del coronel Pedro Torres Ortiz, gobernador de Colima, y del maestro Rubén Vizcarra Campos, director de Educación Pública estatal, en el año 1940, por promover iniciativas de capacitación al inicio del funcionamiento de la Universidad Popular de Colima. Esto se suma al generoso presupuesto que ya se había destinado para su operación y la magnífica concesión del espacio que ocuparía, actualmente sede del Archivo Histórico.
Si bien, aunque es incuestionable que una institución educativa existe por sus creadores, es el cuerpo docente el que se encarga de su marcha. Y para efectuar esta enorme tarea, que en muchos aspec-
tos era totalmente nueva, los que debían ejecutarla necesitaban estar capacitados. ¿Cómo se llevó a cabo esta capacitación? Los pocos testimonios que existen sobre el tema permiten bosquejar la existencia de una red de colaboración entre los impulsores de la Universidad con educadores de la capital, principalmente del Instituto Nacional del Magisterio de Segunda Enseñanza (INMSE), que en 1942 se convirtió en la Escuela Normal Superior de México (ENSM).
Al respecto, el maestro Manuel Velasco Murguía señala que a la par de iniciar las actividades escolares, el 7 de octubre de 1940, durante una semana del mismo mes fueron organizados “cursos breves de capacitación profesional con asistencia de todo el personal docente al servicio del Estado y alumnos normalistas a cargo de los distinguidos maestros españoles Antonio Ballesteros Usano y Emilia Elías de Ballesteros”. En su estancia en Colima trataron los temas: “Antecedentes Históricos de la Educación Actual, Direcciones Fundamentales de la Pedagogía Moderna, El Método de Proyectos, El Método Decroly, El Método de Complejos y la Escuela del Trabajo”.
Los maestros visitantes, unidos en matrimonio desde 1918, fueron parte del gran número de exiliados españoles que llegaron a México en 1939 a bordo del buque Sinaia, al finalizar el periodo del Cardenismo Ambos eran miembros del Partido Comunista de España (PCE), destacándose especialmente el activismo de Emilia Elías, quien se convirtió en una persona muy allegada a Dolores Ibárruri, conocida como la Pasionaria, líder del PCE.
Al llegar, obtuvieron la nacionalidad mexicana y empezaron a trabajar en el INMSE. Esto fue posible debido a la
amistad entre Antonio Ballesteros y el maestro mexicano Ismael Rodríguez Aragón, quien fue director del Instituto entre 1939 y 1942. Durante el Cardenismo, Rodríguez Aragón coincidió en el ámbito de la función pública en el sector educativo con Rubén Vizcarra.
La importancia de la formación brindada por el matrimonio Ballesteros-Elías se basa en la experiencia acumulada de ambos. Para quienes observamos este hecho desde hoy, podría parecer que su duración fue muy corta. Por eso, antes de evaluar su posible efecto, es necesario hacer una observación adicional. Es crucial recordar que las prácticas educativas durante buena parte del siglo XX, especialmente en sus primeros 50 años, se enfrentaban a la necesidad de alcanzar grandes resultados en breve tiempo. Esto se debía al desafío de reducir el alto índice de analfabetismo (más del 50% de la población a inicios de los años 40), tal como lo hizo el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM), fundado en 1944 por Jaime Torres Bodet, con el objetivo de equipar rápidamente al cuerpo docente que debería afrontar ese obstáculo. Iniciativas como estas podrían cuestionar la idea que hoy tenemos de lo que significa “intensivo”.
No obstante, la capacidad de los protagonistas de estos esfuerzos puede evaluarse desde diferentes perspectivas. Una de ellas es cómo los valoran los que reciben sus enseñanzas. Lamentablemente, en el caso de Colima solo disponemos de la concisa calificación de resultado “satisfactorio” menciona-
da en la obra del maestro Manuel Velasco Murguía, por la capacitación que ofrecieron en la Universidad Popular de Colima en el lejano octubre de 1940. Por otro lado, el reconocimiento al matrimonio Ballesteros-Elías en la ENSM es muy grande, debido a que es el lugar donde trabajaron profesionalmente.
Podemos entender esto al examinar el capital educativo con el que arribaron a México luego de su exilio. En particular, el caso de Antonio Ballesteros Usano, quien fue alumno de Ovide Decroly en el Instituto Rousseau de Ginebra, promovió su método y tradujo su obra en España. También se destacó como divulgador del movimiento de la Escuela Nueva en la Revista de Pedagogía, bajo la dirección de Lorenzo Luzuriaga. Además, tuvo un papel activo en la Universidad Popular de Segovia, siendo su secretario.
Por último, es importante resaltar una de las características más destacadas de la obra de Ballesteros Usano: su adhesión a los principios de la educación popular. Durante su viaje por el Atlántico a bordo del barco Sinaia, participó en la publicación que los exiliados realizaron durante su travesía, siendo suya la última contribución fechada el 12 de junio de
1939, titulada La Escuela Popular Mexicana. Resalta la reflexión final de su contribución, resumido por uno de sus biógrafos que consultó el Archivo de la Familia Ballesteros-Elías (AFBE), en custodia de sus herederos. En él prefiguran las razones de su participación en la capacitación del magisterio colimense de la Universidad Popular de Colima, al preceptuar a sus correligionarios:
Al incorporarnos al trabajo activo en México no debemos olvidar que por nuestra condición antifascista, por lealtad hacia el pueblo de México y a su Presidente Cárdenas… Por deber patriótico de apresurar la reconquista de España, hemos de convertirnos en activos colaboradores de esta obra magnífica…
Referencias
Cantón, Valentina (1999). “El exilio español y la escuela popular mexicana. Un apunte del maestro Antonio Ballesteros Usano”, Correo del Maestro, núm. 37, pp. 21-37.
Cruz Orozco, José Ignacio (2021). Trayectoria, obra y cultura pedagógica de Antonio Ballesteros Usano. Perfiles educativos, 43(173). https://doi.org/10.22201/ iisue.24486167e.2021.173.59755
Velasco Murguía, Manuel (1989). La Educación Superior en Colima: Volumen II. La Universidad de Colima. Primera Época (1940-1962). Universidad de Colima.
Tres educadores colimenses y una revista del Ateneo de la Juventud.
Por Marco Antonio Vuelvas Solorzano
A85 años de la fundación de la Universidad de Colima, el rescate de la memoria y las acciones de quienes fueron parte fundamental en su confirmación es una tarea necesaria, para entender los caminos que llevaron a la conformación de la institución que ostenta hoy el título de Máxima Casa de Estudios de los colimenses.
Los pasos del encargado del proyecto que en 1940 se inauguraría como Universidad Popular de Colima, el profesor y coronel Rubén Vizcarra Campos lo ligan con el Ateneo de México, uno de los principales movimientos culturales de principios del siglo XX, junto a otros dos colimenses: Basilio Vadillo y Gregorio Torres Quintero. En ese momento estudiante, el primero, y profesor y pedagogo ya consolidado, el segundo.
Miembros de la Escuela Nacional de Maestros en ese momento, los tres colimenses participaron en los trabajos de creación de la revista cultural y literaria Nosotros, que albergó textos y participación activa de escritores destacados como Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Amado Nervo, Enrique González
Martínez, Antonio Caso, Julio Torri, Martín Luis Guzmán, María Enriqueta, Roberto Argüelles Bringas entre otros escritores de la primera plana del modernismo y de aquellos quienes conformaron el Ateneo de la Juventud.
Los últimos años del porfiriato anunciaban un cambio en las maneras de pensar la cultura. La aparición de grupos como el Ateneo de la Juventud, y la participación de sus miembros en diferentes actividades y movimientos que marcaron la “cultura revolucionaria” es una clara muestra de ello, cuyas acciones se venían gestando desde los últimos años del siglo XIX, y particularmente con los primeros pasos del núcleo que conformó el Ateneo de la Juventud.
La creación de la Universidad Nacional de México en los festejos por el centenario de la independencia de 1910, que continuaban los esfuerzos de las Escuelas Nacionales, pero que igualmente recuperaban el espíritu universitario de la Real y pontificia Universidad Nacional eran una muestra de la importancia que se le daba a la educación. El grupo de jóvenes que trabajó junto a Justo sierra en ese proyecto asociados al Ateneo de la Juventud, fueron los encargados de crear después la Escuela Nacional de Altos Estudios, en 1912 y la Universidad Nacional Popular, en pleno conflicto armado después de la muerte de Francisco I Madero.
Para 1912, después del triunfo de la revuelta que llevó a Francisco I. Madero a la presidencia de la república, la vida cultural en la ciudad de México aún no se resentía del todo del conflicto armado. Los jóvenes fueron un punto clave, en tomas callejeras para protestar por cuestiones de cultura y acceso, y actividades para difundir masivamente la “alta cultura”.
Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño Rector
Joel Nino Jr Secretario General
Jorge Martínez Durán Coordinador General de Comunicación Social
Jorge Vega Aguayo Director General de Prensa
José Ferruzca González Director del periódico El Comentario
Marco Antonio Vuelvas Solorzano Editor
Miguel Ángel Ávila García Edición y diseño
El Comentario Semanal
Gregorio Torres Quintero en aquellos años era ya un reconocido pedagogo, el método onomatopéyico que creó comenzaba a enseñarse en las escuelas de instrucción básica. El profesor Basilio Vadillo, en ese momento estudiante de la Escuela Normal Primaria de Maestros asistió primero como representante de la Normal en el Encuentro estudiantil celebrado con motivo del centenario de la Independencia en 1910 y después, en 1911en el l Congreso Pedagógico Nacional. Por su parte, el profesor Rubén Vizcarra Campos, después convertido en coronel al tomrar parte de las acciones de la revolución bajo el mando de Álvaro Obregón, era en ese momento miembro de la Sociedad Democrática Estudiantil.
Gregorio Torres Quintero había regresado a la Ciudad de México después de un periplo por Colima, en el que se intercaló la fortuna y la desgracia, debido a los vaivenes políticos. A su regreso a la capital tras la muerte de su maestro Enrique
Rébsamen y en competencia con su compañero y amigo Arturo Rosenblueth, se instaló en la Escuela Normal de Maestros para apoyar los proyectos estudiantiles.
La revista, como dice José Luis Martínez en la presentación del facsimilar que Fondo de Cultura Económica publicó en los años ochenta bajo la serie Revistas Literarias Mexicanas Modernas, fue el cruce de tres generaciones: los sobrevivientes del Modernismo, los integrantes del Ateneo de México, que constituían los epígonos del movimiento modernista y quienes comenzaron a transformar las ideas literarias en México y, finalmente, el grupo de “Nosotros” quienes crearon propiamente la revista, en ese momento estudiantes de la Normal.
Hay pocos testimonios de los protagonistas colimenses acerca de cómo se inmiscuyeron en el proyecto. Torres Quintero relata sobre todo la organización del Congreso de Estudiantes de 1911, en el que
alentó a su alumno y amigo Basilio Vadillo a participar en la revista y publicar algunos poemas, los cuales aparecieron en los números 1, 6, 9 y 10, el último de la publicación antes de concluir por cuestiones de presupuesto y recrudecimiento de las acciones armadas.
Ha sido imposible localizar algún testimonio directo de Rubén Vizcarra Campos acerca de su participación en la revista, que fue muy corta, apareció como administrador de la publicación en el primer número y encargado de las suscripciones de la revista, se extendió hasta el segundo número, sin los créditos correspondientes en la participación, y después la administración y patrocinio quedan a cargo del poeta Rafael López, pero esta participación da cuenta de cómo las ideas que circularon y gestaron el ámbito educativo revolucionario fue gestándose hasta consolidarse en cada una de sus trayectorias.
Lecciones del desastre de 1985
Por Raymundo Padilla Lozoya
Cuando eres pequeño, ciertos eventos son especiales para definir tu futuro. En mi caso, así fue. La mañana del 19 de septiembre de 1985 tenía casi 11 años de edad y compartía habitación con mi hermano José Antonio, cuando despertamos sintiendo los brincos de las camas. Se escuchaba el crujir de cristales, todo se movía y fue cuando escuchamos a nuestros padres salir de su cuarto para avisarnos que estaba temblando y que nos saliéramos al patio de la casa. Como pudimos, logramos caminar, pero el suelo se movía mucho y recorrimos el pasillo, sujetos a nuestros padres, con rumbo al patio amplio y con muchas plantas de ornato. Ahí, nos quedamos abrazados por
unos minutos, hasta que mis padres nos dijeron: ¡Ya pasó! Pero aún sentíamos las piernas débiles y endebles, como si continuara el movimiento tectónico. Y el corazón latía de miedo, como a cualquiera que percibe por primera vez en su vida un gran sismo.
Mis padres intentaron, por televisión, ver qué había pasado. Pero no había señal todavía. En ese tiempo la transmisión iniciaba, casi diario, por las tardes; primero se veía en la pantalla una imagen borrosa y se apreciaban saltando miles de puntos grises y negros que cubrían algunas imágenes muy borrosas; no contábamos con televisión a color. Entonces, la radio, como hasta hoy, era el medio informativo con la mayor cobertura, en todo el país. Mi padre encendió el aparato radiofónico y ahí escuchamos los primeros datos diseminados por periodistas. Y nos llamó la
atención cuando dijeron que había colapsado la Catedral de Zapotlán, hoy Ciudad Guzmán. Entonces, mi padre nos preguntó si queríamos ir a ver. Y de inmediato nos emocionamos y preparamos, como si fuera un espectáculo; subimos al auto y fuimos para atestiguar lo ocurrido.
Llegamos a Guzmán, y desde la primera cuadra, notamos bardas colapsadas y muchas personas en las calles. Se escuchaba el sonido de las sirenas de ambulancias y de unidades de transporte de bomberos. En el tráfico lento, avanzábamos pocos metros hacia el centro, cuando de pronto, los autos pararon por completo y entonces notamos que por las banquetas y calles caminaban y corrían cientos de personas en contra de nuestro sentido, como en una estampida. Y entre sus gritos decían: ¡corran! ¡corran! También dgritaban que venían explotando los cilindros de gas LP. Mi padre, asustado, le dijo a mi madre que se saliera del carro con mi hermano y conmigo, y que nos alejáramos. Él se quedaría en al auto, trataría de salir del embotelladero y nos buscaría afuera, para regresarnos a Tuxpan.
Al bajarnos del auto, las personas corrían a nuestro lado, con sus rostros asustados. Es una imagen imposible de olvidar. Caras pálidas, ojos muy abiertos, adrenalina en el torrente sanguíneo, pulsando por instinto de conservación. Humanos y mascotas huían del olor a miedo. Todos caminaban o corrían como podían, sorteando los autos de un lado a otro. Algunos resbalaban y caían entre los escombros, golpeándose. Otros se agachaban para evitar el cableado eléctrico y telefónico de los postes. Y nosotros comenzamos a avanzar. De pronto, tuve una crisis emocional, secuela de un accidente automovilístico ocurrido dos años atrás. En aquella volcadura de auto murieron
Ciudad Guzmán, durante el temblor de 1985. EL INFORMADOR / ARCHIVO
varios amigos/as, estudiantes de primaria, del Colegio Iturbide. Aquel accidente, entre Guzmán y Tuxpan, me dejó con lesiones y fractura de clavícula, pero ví morir a compañeras/os. Lesionado y recostado en el pavimento de la carretera, veía el cielo nublado, sin poderme mover y pensando que estaba a punto de fallecer. Inmóvil, intentaba mover mis extremidades y no podía Pensé, que lo mejor, sería morir. Por ello, en la emergencia de 1985, recordé el miedo, las ambulancias y mi cuerpo comenzó a temblar. Le dije a mi madre que me sentía débil y estaba a punto de desmayarme. Ella consiguió, como pudo, un algodón con alcohol y me puso a olerlo. Cuando repuse un poco el ánimo, seguimos caminando. Un par de cuadras adelante, encontramos a mi padre en el auto, no subimos y regresamos a Tuxpan. Aquella fue una experiencia inolvidable, muy estresante, que dejó una huella imborrable para siempre. El terror colectivo no se olvida nunca.
En menos de cinco minutos, el sismo de magnitud 8.1, con epicentro en las costas de Michoacán, destruyó varias poblaciones, desde la costa del Pacífico, hasta la Ciudad de México. Y le costó la vida a más de 10 mil personas, oficialmente. En un instante, la vida de miles cambió para siempre, incluida la mía. A los diez años, no sabía nada de la física tectónica que detona un sismo, pero la experiencia en Guzmán, en 1985, me encaró frente a la materialización de un gran desastre. Comencé a preguntarme ¿Por qué ocurren los desastres? Y ¿cómo prevenir pérdidas humanas y materiales? El tema de los desastres siguió en mi mente al cursar la Licenciatura en Letras y Periodismo, en la Universidad de Colima. Y con mis compañeros investigamos las causas del desastre detonado el 16 de octubre, en 1955, en Atenquique, cuando un lahar cobró decenas de muertes y destruyó viviendas, por ello producimos un video documental: https://www.youtube.com/ watch?v=Q_B8UNMBAIY&t=594s
Después de la licenciatura, en la Maestría en Historia fue definitivo el interés por el estudio de los desastres y el cambio social. Comenzaron así nuevos proyectos y
Jueves 25 de septiembre de 2025
publicaciones sobre desastres asociados a distintos peligros, como explosiones volcánicas, huracanes, epidemias y tsunamis. La difusión de la ciencia ha sido una herramienta para concientizar y prevenir por medio de la comunicación del riesgo en distintos productos. Cuarenta años después, recibo de la Universidad de Colima un reconocimiento que me conmueve y agradezco con humildad, sabiendo que desde la docencia, la investigación y desde el Colegio Mexicano de Profesionales en Gestión de Riesgos y Protección Civil Asociación Civil; desde Radio Epicentro AC; y desde la Universidad de Colima y la Escuela Nacional de Protección Civil,
campus Chiapas, trabajamos para reducir los riesgos de desastres. Pero aún queda mucho por hacer, porque los desastres NO son naturales, son socialmente construidos. Ojalá que cada desastre moviera a la sociedad a interesarse por el origen, el estudio del fenómeno y la construcción social del riesgo, que mal manejado, detona los desastres. Si todas/os insertamos la prevención en nuestra cultura, reduciremos las pérdidas humanas y los daños materiales, con viviendas menos vulnerables y expuestas a los impactos. La experiencia de un desastre puede destruirnos por completo, o por el contrario, darnos lecciones para ser resilientes.
Ciudad Guzmán, durante el temblor de 1985. EL INFORMADOR / ARCHIVO
Retratos con deuda, de Marco Antonio Campos
Por Carlos Ramírez Vuelvas
Pienso en Marco Antonio Campos y viene a mi memoria la serenidad de sus versos, sensaciones de angustia, de alegría y de amor, en las palabras poéticas de quien descubre la experiencia humana en la aventura de los viajes, en las ciudades memorables, en las tardes entrañables frente al mar y en los nombres de las mujeres amadas y de los amigos.
Pienso en aquellos poemas de iniciación: “Álbum infantil”, “Inicio” o “Cefalonia”, luego los intensamente hermosos: “La muchacha y el Danubio” o “Viernes en Jerusalén”. Apenas recuerdo esos versos, lo veo nuevamente entre los pasillos del Instituto de Investigaciones Filológicas, unamita hasta por encima de la cabeza, con una gorra holgada con la efigie de los Pumas, regalando palabras de aliento para jóvenes poetas como quien regala libros sólo por el gusto de hacerlo.
Recuerdo sus ensayos, cimientos para la construcción de ese Instituto: Los resplandores del relámpago (2000), El café literario en ciudad de México en los siglos XIX y XX (2001), Las ciudades de los desdichados (2002), La Academia de Letrán (2004), El tigre incendiado: Ensayos sobre Ramón López Velarde (2005, 2012)…
Recuerdo mis recuerdos unamitas la colección Ensayos y poemas dirigida por Marco Antonio Campos, la colección Ala del Tigre,,dirigida por Marco Antonio Campos, su trabajo como editor de Punto de Partida, como director de Periódico de Poesía y como responsable de los talleres literarios de la UNAM. Y en todo ello, Marco Antonio Campos también director del Festival de Poetas del Mundo Latino.
Pienso en todo ello para retratar al retratista y para invitarlos a leer Retratos con deuda, su libro publicado en Puertaabierta Editores, la editorial de Salvador Silva Padilla y de Miguel Uribe Clarín, que ya supera a la maravillosa cifra de 300 libros de literatura publicados en sus más de quince años de fundada.
De los muchos motivos para leer Retratos con deuda de Marco Antonio Campos, quisiera compartir tres:
1. El placer de dialogar con un cronista. Una de las bondades de Retratos con deuda es que se puede leer con sencillez y agilidad. Sin las pretensiones de periodistas, cronistas o ensayistas, Retratos con deuda puede leerse en una de estas plácidas tardes de verano, que incluso en Colima nos deja días frescos y apacibles para la lectura. Recorrer los renglones de esta prosa suave, mientras volvemos a calles y callejones de la Ciudad de México, o del mundo, escuchando a poetas y escritores que hablan con Marco Antonio Campos, de cómo el pasa el tiempo, mientras las tribulaciones de la escritura los llevan a la cátedra, a la función pública, al eterno desamor.
Léase: “Joaquín Díez-Canedo, el editor inolvidable (2019)”, “El compañero Raúl Renán (2017)”, “Caminando con Juan Gelman por el Barrio de la Condesa (2006)”, “Rubén Bonifaz Nuño en Nueva York (2003)”, o “Abelardo Villegas: la sencillez y el humor (2001)”.
2. Reconocer un documento para la historia intelectual y cultural del siglo XX.Como decía mi maestro Fernando Curiel, en ese lenguaje suyo de lúdica lucidez, la ecdótica (la edición crítica
de textos) que otros profesores tomaban con angustiosa seriedad, es en realidad una “anecdótica”. Retratos con deuda es un extraordinario documento para la historia cultural mexicana, sobre todo de la segunda mitad del siglo XX: revistas, grupos culturales, proyectos, iniciativas, convergen en los ojos de un testigo privilegiado, que nos comparte aquellas aventuras intelectuales que también fueron propuestas del crecimiento y desarrollo de la cultura mexicana.
¿Quieren conocer cómo en los pisos de la Torre de Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México se preparaba los talleres literarios de la “Espiga amotinada”? ¿Quieren recordar las reuniones de redacción de la revista Punto de Partida? ¿La faceta de editorial de Alí Chumacero, fundamental para la definición de la gráfica textual del Fondo de Cultura Económica? ¿La labor de diplomático del grandísimo poeta Antonio Cisneros?
Léase: “Gastón García Cantú: nuestro último hombre de la reforma (2004)”, “Páginas para Emmanuel Carballo (2014)”, “En el taller de poesía con Juan Bañuelos (2009)”, “Alí Chumacero (2010-2011)”, “En el Sábado de Huberto Bátis”, o “El gran viento de Antonio Cisneros (2012)”.
3. Algunas hipótesis para algunos ensayos. Me gusta mucho, por ejemplo, el retrato de José Agustín, un autor sumamente leído y tan poco estudiado. Como el mismo Marco Antonio Campos escribe, José Agustín es uno de esos personajes que se quiere o se odia. En medio de esos extremos emocionales, permanece una prosa directa y sin ambages, que más allá
de sus cualidades técnicas, permitió la emisión de la voz de la literatura de la onda y de las novelas hilarantes de Roberto Bolaño, por ejemplo.
También léase: “Melancolía por Edmundo Valadés (1991)”, “Recuerdos para el recuerdo de Augusto Monterroso (2003)”, “Grecia o carta tardía para Hugo Gutiérrez Vega (2019)”, “Guillermo Fernández vivía en italiano (2012)”, “Eraclio Zepeda o contar para dar alegría (2015)”, “José Agustín, mi semejante, mi hermano (2007)”, o “Guillermo Samperio: imaginar lo mínimo al máximo (2016)”.
En todo ello, triunfa la amistad, amparo de lo desvalidos, fortuna de los amargados, prenda de los victoriosos. Tratado de la amistad en 30 capítulos donde discierne el joven preparatoriano y el poeta señero, el intelectual leal al estamento de la verdad y el escritor atribulado con el trabajo cotidiano, la constante en esta vida extensa y fecunda expuesta en Retratos con deuda, es la conversación fácil, noble y cálida del mismo Marco Antonio Campos, deferente ahora con sus deudas, que sabe que al reconocerlas es doblemente celebrado: por generoso y por cortés.
Pienso en Marco Antonio Campos y viene a mi memoria la serenidad de sus versos, sensaciones de angustia, de alegría y de amor, en las palabras poéticas de quien descubre la experiencia humana en la aventura de los viajes, en las ciudades memorables, en las tardes entrañables frente al mar y en los nombres de las mujeres amadas y de los amigos.
Y en el elogio a la amistad de Retratos con deuda, quisiera concluir con la evocación de uno de los poemas de Marco Antonio, “¿Qué ha sido de mis amigos?”:
No sé hacer nada sino versos. En ciudad de mercaderes es tanto como el desdén y la fama. Veo cómo gentes a mi paso me nombran y se dicen: “En nada se parece al que era antes”. No viene nadie a mi casa, nadie: desde mi ventana sólo veo el difícil azul del horizonte. Estos últimos días he pintado una virgen y su hijo, oh amigo Giotto (el rostro se parece al de la amada). Qué solo estoy en los colores, en el lúgubre claror del claroscuro, en las horas ajadas del otoño.
¿Qué ha sido de mis torres y mi huerto? ¿Qué ha sido en fin de mis amigos? Unos se fueron hacia el viento; los más, los más murieron en mis manos; otros huyeron de mí como si la lepra corriera por mis huesos. No sé hacer nada sino versos; mis manos se rompen con la pala y la usura corrompe la ciudad. No moriré en la guerra por el otro, por el oro del otro.
He crecido en los pastos de Florencia y mi padre me hablaba de las naves.
No te preocupes, cariño, el patriarcado continúa funcionando
AJulio Cuevas Romo, es profesor-investigador de la Universidad de Colima. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de SECIHTI. Líneas de investigación: Procesos de enseñanza y aprendizaje de ciencias y matemáticas en contextos de diversidad, uso de narrativas audiovisuales para la enseñanza.
Alexis Mariana Gutiérrez de la Cruz es Licenciada en Enseñanza de las Matemáticas por la Universidad de Colima, concluyó la Maestría en Intervención Educativa especializándose en educación con perspectiva de género y se desempeña como profesora de Educación Básica.
Correo: agutierrez59@ucol.mx
partir de Matrix a finales del siglo XX, el cine sigue jugando con la idea de realidad simulada. En este sentido, Don’t Worry Darling, dirigida por Olivia Wilde, lo plantea desde una óptica poco común en la ciencia ficción, saliendo de la lógica escapista y adentrándose desde la crítica social con perspectiva de género. La ilusión no es tecnológica ni futurista, sino cultural. Una fantasía donde todas las mujeres son felices, obedientes y complacientes; mientras los hombres son fuertes, admirados y necesarios. Esta “utopía” doméstica no solo recuerda a los años 50 en los Estados Unidos, sino que los reproduce como ideal.
Desde una lectura crítica, la película se convierte en un artefacto visual que señala cómo las estructuras sociales aparentemente naturales como el matrimonio, el hogar, o la comunidad perfecta, funcionan como dispositivos que configuran una visión del mundo basada en la subordinación femenina y la centralidad masculina. Lo doméstico, idealizado bajo una estética de perfección, se revela como un espacio político profundamente jerárquico. No se trata solo de un “ambiente” o una “época”, sino de una construcción ideológica destinada a legitimar el control masculino sobre el tiempo, el cuerpo y el deseo de las mujeres.
La nostalgia por una “época dorada” se plasma en esta película como metáfora eficaz de lo que muchas posturas contemporáneas, disfrazadas de propuestas de orden, valores y tradición, quieren restaurar. Don’t Worry Darling no nos presenta un mundo que ya fue, sino un deseo que nunca se ha ido y quiere reforzarse, volver a una organización social donde las jerarquías de género estén claras y no se cuestionen. El filme puede ser una vía para identificar los imaginarios sociales
que sustentan el patriarcado: discursos que naturalizan el poder masculino y lo presentan como estabilidad o sentido común. Lo llamativo en este sentido es que en la mayor parte de la narrativa no vemos violencia física evidente, sino simbólica y estructural que se abre paso a través del consentimiento fingido, el discurso de amor romántico y la manipulación o chantaje emocional, lo cual nos recuerda uno de los planteamientos de la antropóloga feminista Rita Segato, refiriéndose a que una de las particularidades más peligrosas de la violencia patriarcal, es precisamente su capacidad de mimetizarse como afecto y cuidado para disfrazar el dominio.
Alice, la protagonista, personifica este dilema, pues está atrapada en una “vida perfecta” junto a un esposo amoroso, una casa soñada y una comunidad con armonía. Todo parece entonces estar en su lugar, pero siente que algo no encaja. Esta “sensación” de malestar es difícil de nombrar, pues al hacerlo se desautoriza. Si se insiste, hay sanciones y señalamientos. Retomando de nuevo a Segato, esto se da a través de una pedagogía de la crueldad que enseña qué lugar debe ocupar cada quién, y que castiga la conducta atípica con desestimación o desprecio. La película nos habla del presente y de lo que está ocurriendo cuando algunos sectores sociales, sobre todo masculinos, sienten como amenaza los avances de las mujeres, y la reacción es responder con nostalgia y control.
Una de las apuestas más atinadas de Don’t Worry Darling es el desarrollo del personaje de Jack, el cual no es un villano clásico. No grita, no golpea, no amenaza. Incluso, se manifiesta a través de la culpa y el sacrificio. Este hombre dice hacer “todo por amor”, solo desea “recuperar” a Alice y “no soporta verla sufrir”. Es aquí
Por Julio Cuevas Romo
Alexis Mariana Gutiérrez de la Cruz
donde aparece la trampa, pues su deseo no es recuperarla sino controlarla y poseerla, como vemos en algún punto de la narrativa, aunque sea sin un mínimo de consentimiento.
Jack no es solo un personaje emocionalmente complejo, sino un símbolo de las nuevas formas de masculinidad hegemónica que, en lugar de imponerse por la fuerza, operan a través del afecto, el paternalismo y la narrativa del sacrificio. El personaje representa una masculinidad que no renuncia al poder, sino que lo reformula para parecer inofensivo. Desde la teoría de género, esto se entiende como una forma de dominación simbólica, pues la imposición del rol masculino no es ya un mandato explícito, sino una necesidad emocional legitimada por el amor. Se trata de una masculinidad que usa el amor como coartada para la opresión.
Jack permanentemente mantiene un rostro amable y no necesita violencia explícita. Es alguien que tiene interiorizado
Jack, la masculinidad herida y la añoranza de control
que su deber como hombre es “proveer” y “proteger”. Esta convicción se encuentra en el centro de muchas formas de dominación como lo expone el sociólogo Michael Kimmel. La masculinidad tradicional se construye como una competencia constante cuyo objetivo es demostrar que se es un hombre de verdad, reiteradamente, frente a otros hombres.
Kimmel, al analizar los procesos de radicalización masculina en contextos actuales, identifica como factor común el miedo, algo que la película incorpora de forma acertada. El miedo no es al dolor o al fracaso, sino a la pérdida de estatus y dejar de ser relevante. ¿Qué sucederá cuando no se necesite al hombre como proveedor olíder? Este temor, cuando se transforma en resentimiento, puede dar lugar a fenómenos tan extremos como las autollamadas comunidades de “hombres alfa” ogrupos que defienden el retorno al “orden natural”. Jack ejemplifica esa reacción que no soporta ver que su pareja sea más exitosa, más autónoma y plena sin él. La
simulación en la que se encuentran los personajes es justo eso: una fantasía donde el hombre sigue siendo necesario porque la mujer es reducida a dependencia.
Kimmel lo explica con claridad: muchos hombres no desean igualdad sino sentirse útiles, y cuando las mujeres se empoderan, los hombres que no se han reconstruido a sí mismos desde una ética de la corresponsabilidad, no saben cómo actuar y sienten que pierden sentido. Ese vacío en muchos casos se llena con control y manipulación.
Lo más inquietante es que Jack está convencido que hace lo correcto y Alice será feliz cuando deje de cuestionarse. Que los hombres deciden y las mujeres obedezcan no es una convicción individual de Jack, sino una convicción colectiva, una pedagogía social que se nos ha enseñado durante siglos y que sostiene que, si una mujer no está de acuerdo, es porque no ha entendido. Que estas ideas se des-
mantelen es una de las razones por las cuales el feminismo incomoda tanto.
Crueldad carismática con micrófono y traje
Si Jack es la representación emocional del patriarcado herido, el personaje de Frank es la forma ideológica. Frank es carismático, seguro, elocuente y nunca requiere alzar la voz, pues le es suficiente con hablar como si todo lo que dice fuera verdad. Su liderazgo es una combinación de seducción, control y retórica que resulta muy familiar para cualquiera que hayamos escuchado alguna vez a un falso gurú o coach de la masculinidad como los que hoy abundan en redes sociales. Frank no impone ni obliga, sino que inspira y convence, y esto es precisamente lo que lo vuelve más peligroso. Materializa esa nueva forma de dominación que no se presenta como poder, sino como “despertar” o como “liberación” frente a un supuesto desorden que ha traído la igualdad. Es el eco de muchas figuras reales que conforman la llamada manosphere, un rincón virtual donde miles de hombres se agrupan para reafirmarse mutuamente que el mundo estaría mejor si las mujeres “volvieran” a ser dóciles y silenciosas.
Frank es un ejemplo de cómo el poder se articula discursivamente para perpetuar la desigualdad bajo la apariencia de liderazgo visionario. Su figura encarna una retórica reaccionaria que busca “restaurar el orden” y proteger los valores tradicionales, presentando al feminismo y la autonomía femenina como amenazas. Esta narrativa no es ajena a nuestro contexto contemporáneo y, de hecho, está presente en discursos políticos y mediáticos que idealizan un pasado jerárquico y excluyente, y que disfrazan la opresión con promesas de seguridad emocional, orden moral y prosperidad familiar.
El método de Frank es muy similar al de muchos influencers de esta corriente que han ganado visibilidad en años recientes. Su pedagogía, por así decirlo, tiene mucho en común con lo que Rita Segato llama pedagogía de la crueldad. Se sustenta en un sistema de aprendizaje cul-
tural que desensibiliza, que convierte a las personas en objetos y que normaliza el sufrimiento de otros como precio para conservar el orden. En Don’t Worry Darling, esa pedagogía no se impone con látigos ni gritos, sino con rituales, discursos y camaradería. Los hombres no son “villanos” en el sentido convencional sino fieles. Fieles a una idea, a una promesa, a un sistema que les ha dicho que merecen ese mundo. En este sentido, la retórica de los Frank reales es de víctimas. Se miran a sí mismos como quienes han perdido su lugar y lo deben recuperar.
Lo perturbador es que no se admiten preguntas. Alice, al empezar a cuestionarse, automáticamente se convierte en amenaza. No por lo que hace, sino por lo que representa. Su despertar puede ser contagioso y entonces, ahora sí, aparece el castigo. La película no es una historia individualizada sino la expresión de una lógica que hoy vemos, como ya se mencionó, en discursos políticos, en redes sociales, en medios, e incluso en figuras públicas que con gran banalidad reviven lugares comunes del machismo bajo la excusa de “decir lo que piensan”. Basta recordar los recientes comentarios del futbolista de las Chivas del Guadalajara para ver que Frank no es un personaje de ficción sino una forma de pensar que el lugar de la mujer es el cuidado; y el del hombre, la dirección.
La simulación como celda y no como escape
En Victory (la realidad simulada en la película), las mujeres se levantan cada día con total certeza de lo que deben hacer. No se espera que sean creativas o tomen decisiones, sino que sean eficientes y sonrían, cuiden su cuerpo y sus movimientos sean entrenados. El género se vive como un guion sin improvisaciones. Alice, como protagonista del relato, es la ruptura en este guion, siendo su despertar metafóricamente político. No es una regla específica la que cuestiona, sino el entorno entero. ¿Por qué no se puede salir de la ciudad? ¿Por qué no se pueden hacer preguntas? ¿Por qué debo sentirme feliz si siento que algo no está bien?
La evolución de Alice puede leerse desde la perspectiva de la agencia social, pues su proceso de despertar no solo le permite reinterpretar su entorno, sino también reconocerse a sí misma como persona capaz de actuar, elegir y resistir. En términos bourdieuanos, rompe con el habitus que la mantenía en una posición subordinada y, al hacerlo, subraya el carácter transformador del cuestionamiento personal. Su escape no es solo físico, sino simbólico: rompe con una estructura de género que la quería callada, bella, disponible y obediente. En esta fuga silenciosa, Alice desafía no solo un mundo ficticio, sino la lógica real que tantas veces exige sumisión femenina disfrazada de amor.
Se retrata con fuerza el cómo Alice empieza a observar la estructura y a percibir que lo que parecía “normal” en realidad es algo planeado. Su rol no es casual, es algo asignado y esa aparente “libertad” está condicionada por procesos de vigilancia que a simple vista no parecen castigo, pero lo son. La masculinidad dominante, como nos dice Kimmel, funciona muchas veces como un sistema que exige control constante sobre sí mismo, sobre otros hombres, y en particular sobre las mujeres.
El feminismo que materializa Alice no es doctrinario ni dogmático sino intuitivo, incómodo y basado en la experiencia. No existe alguien que dé una lección, pero hay dudas y sensaciones de opresión sin nombre. Este es otro de los aciertos de la película: se expone que despertar no siempre es una decisión radical o muy consciente, sino un proceso gradual de incomodidad, de sospecha, de desconcierto ante lo que está normalizado. La representación es fuerte porque no requiere mucha explicación, ya que muchas mujeres (y también personas disidentes del género) pueden reconocerse en ese sentimiento de estar en un mundo que parece hecho a la medida, pero para otros.
Alice, en un acto de valentía silenciosa, toma la decisión de huir sin enfrentamientos o venganzas, pero tampoco hay culpa, sólo decidir dejar de representar el rol y recuperar su conciencia, su capaci-
dad de elegir y también su cuerpo (literal y simbólicamente). Está despierta.
No todas las mujeres quieren despertar, y de hecho hay quien sabe perfectamente que se encuentra dentro de una simulación. Eligen esto no por maldad o por desear ser cómplices conscientes, sino porque el mundo real les resulta aún más peligroso que la ficción que se les ofrece. Esta situación revela una tensión profunda en las luchas feministas. No se trata de debilidad, sino de algo racional y muy humano: en muchas ocasiones, resistir es mucho más difícil que ceder. Sobre todo, cuando la obediencia viene envuelta en seguridad y validación.
Esto plantea una dimensión compleja del análisis de género, es decir, la internalización del patriarcado. Muchas mujeres, al haber sido educadas en sistemas que premian la obediencia y penalizan la disidencia, terminan reproduciendo las mismas lógicas que las oprimen. Esta reproducción no es consciente, sino resultado
de una socialización marcada por la necesidad de pertenencia y afecto. El filme muestra que no basta con identificar al “enemigo externo”; hay que comprender también cómo las estructuras de género operan desde dentro, colonizando el deseo y la identidad. Las guardianas del sistema no son las culpables, pero sí son parte de un engranaje que debe ser comprendido y desmontado con sensibilidad, sin moralismos ni simplificaciones.
Rita Segato lo señala con fuerza en su aporte sobre el mandato de género donde menciona que la violencia patriarcal no opera solo entre hombres y mujeres, sino también entre mujeres que reproducen, vigilan y castigan los comportamientos de otras. Se aprende a competir, a juzgar, a mantenerse dentro de los márgenes del “deber ser” femenino, porque transgredirlos significa quedar fuera del afecto, de la pertenencia y del reconocimiento.
Y es en ese punto donde el filme adquiere una fuerza política sutil pero demo-
ledora al plantear que el patriarcado no se sostiene solo por imposición externa, sino por una red de complicidades cotidianas que atraviesan también a las propias mujeres, lo que lo vuelve tan difícil de desmantelar. Entran en juego afectos, recuerdos y deseos que parecen propios pero que han sido implantados por siglos de desigualdad. Con todo esto, Don’t Worry Darling no arroja un mensaje pesimista o desalentador, pues hace visible la idea de que incluso en los entornos más herméticos, se abren grietas. La resistencia no siempre se presenta en masa. A veces se da en soledad, pero cuando ocurre, abre camino.
La ciudad ideal…para quien domina Victory es presentada como una ciudad ideal, un oasis de orden, armonía y propósito donde cada quien parece saber su lugar y cumplirlo con entusiasmo. Sus calles están limpias, las casas son relucientes, los roles están perfectamente definidos, y sobre todo, no parecen existir conflictos.
La jaula tiene llave... y guardianas
Pero ¿qué significa esa “perfección”? ¿A costa de qué, de quién, y bajo qué lógicas se sostiene esa utopía doméstica? Desde una perspectiva de género, la ciudad ideal de Don’t Worry Darling no es más que un diseño patriarcal minuciosamente construido, un mundo es perfecto solo para quien lo domina. Victory es un experimento de control afectivo, corporal y simbólico, donde la estructura se disfraza de estilo de vida. Las mujeres no participan en su construcción; simplemente son colocadas en él. No se trata de una comunidad que se organiza en común, sino de un guion (masculino) que asigna funciones y distribuye papeles, los cuales se asumen como naturales.
Alice, como muchas otras mujeres en la historia, no eligió ese rol: le fue impuesto sin darse cuenta. Le toca representar la buena esposa, la anfitriona encantadora, la mujer decorativa, dócil, que no se queja y no se tiene que preguntar por qué está en donde está, simplemente es porque así “debe de ser” como una pieza en un juego de ajedrez que se puede mover a conveniencia de quien tiene el control, control que ella ha perdido. En cambio, Jack sí elige. Él opta por Victory, por ese guion seguro y adulador que le permite ser protagonista sin competencia. El sistema le devuelve reconocimiento, propósito, admiración y un lugar claro: el del proveedor venerado.
Aquí es donde el análisis se agudiza. En el mundo real, Jack ha sido un hombre inseguro, sin rumbo, frustrado por su pérdida de estatus ante una pareja autónoma. En Victory, encuentra validación inmediata. No necesita reinventarse, solo necesita entrar a un sistema que lo pone nuevamente al centro. La simulación no es solo un escenario tecnológico: es una ilusión ideológica donde los privilegios masculinos son restaurados y reforzados. Es cómodo para Jack porque lo revaloriza sin exigirle transformación.
Para Alice, en cambio, Victory es una jaula brillante. Un lugar donde todo está dado, pero nada es auténtico. El rol que desempeña no surge de su deseo, sino de un deber impuesto. Su vida está guionizada para agradar y servir. Su felicidad está presupuestada. No se le permite dudar, elegir o siquiera aburrirse. Y ahí es donde comienza este despertar para Alice, ocomo bien puede interpretarse, esta toma de conciencia sobre su entorno y su interacción en él.
Lo que activa la conciencia de Alice no es un solo evento, sino una acumulación de incomodidades, incoherencias y silencios. No hay un discurso revolucionario que la ilumine, ni una líder feminista que le hable al oído. Lo que hay es una intuición que crece: la sensación de que podría ser diferente, que el deseo ha sido desplazado por la repetición y que la vida está siendo vivida sin ella. Esa sospecha, feminista en el trasfondo, es la que la lleva a romper el decorado, a preguntar lo impensable y a salirse del libreto.
Ahora bien, ¿Por qué habría alguien de abandonar una ciudad “perfecta”? Porque la perfección que niega el conflicto también niega la libertad. Porque un mundo sin errores tampoco permite aprendizajes, ni crecimiento, ni autenticidad. Alice añora el mundo real, con todo y sus imperfecciones, porque en él aún tiene agencia, posibilidad, error, dolor y decisión. La realidad duele, pero se habita con conciencia. La simulación brilla, pero se sobrevive en automático.
El caso de Alice refleja lo que muchas mujeres enfrentan: un modelo de feminidad impuesto que ha sido cuidadosamente adornado con promesas de protección, amor y estabilidad, pero que, en el fondo, despoja de libertad. Su despertar desestabiliza el orden que se ha construido sobre su sumisión.
Y lo más inquietante es lo conveniente que resulta este sistema para figuras como Jack. Él se siente un héroe. Cree estar rescatando a su esposa, “regalándole” un mundo sin carencias. Pero ese regalo es una prisión, y su sacrificio, una coartada. Jack encarna a los hombres que, en vez de transformarse junto con las mujeres, buscan formas de restaurar su centralidad perdida. No negocian la igualdad.
Desde esta perspectiva, Victory se convierte en una metáfora de todas las formas sutiles de regresión ideológica que vemos hoy en día: el deseo de volver a un “orden natural”, la satanización del feminismo y la exaltación de valores tradicionales como antídoto ante el caos moderno. Es, en el fondo, una ciudad construida por el miedo masculino a la autonomía femenina.
Por eso Don’t Worry Darling no es simplemente una película sobre un matrimonio tóxico o una rebelión individual. Es una crítica demoledora a cómo, incluso en el siglo XXI, siguen existiendo estructuras que ofrecen a las mujeres una vida “soñada” si aceptan renunciar a sí mismas. Y también es un llamado a incomodar, a sospechar de lo perfecto, a interrumpir el guion, porque como lo demuestra Alice, hay momentos en que despertar, aunque duela, es el único acto realmente humano.
Despertar
del sueño o pesadilla
Don’t Worry Darling no es únicamente una historia sobre el control masculino, sino sobre el enorme potencial del pensamiento crítico. Es difícil atreverse a pensar por cuenta propia, pero a la vez esencial. Incomodar cuando todo invita a la comodidad y hacer preguntas cuando nadie más las hace. Analizar estas historias desde el cine no es solo un ejercicio intelectual, es una forma de resistencia y una práctica pedagógica. Despertar de ese sueño o pesadilla que a veces se llama normalidad.
La paternidad en el cine: De proveedor a padre vulnerable
Por Lucila Gutiérrez Santana
Desde sus orígenes, el cine ha sido un espejo de las transformaciones sociales. Entre esos reflejos, la figura del padre ocupa un lugar protagónico, controvertido y cambiante. Pasó de ser un proveedor distante en los melodramas clásicos, a convertirse en un cuidador amoroso o incluso en un hombre que muestra su fragilidad y que lucha contra sus propios demonios y claroscuros.
Siguiendo a Kaufman (1997), podemos mencionar que la masculinidad y sus representaciones se encuentran en un cambio constante, lo cual se refleja en los variados modelos de paternidad. En el cine, en películas de diferentes épocas y géneros, esta evolución ha transitado desde el padre que se sacrifica de manera heroica, el que reinventa se relación afectiva y el que se enfrenta a las formas no tradicionales del vínculo filial.
El padre como sostén
Si bien el cine nace en 1895, de la mano de los hermanos Lumiere, es hasta años después que se presentan las primeras figuras paternas en el séptimo arte; destacando al vagabundo de El Chico (Chaplin, 1921) del gran Charlot, Charles Chaplin, quien cuida y educa a un niño que no lleva su sangre, mostrando el amor y sacrificio de un padre para con su hijo, aunque éste no sea su hijo biológico.
En Ladrón de bicicletas (De Sica, 1948), el amor paterno se expresa en la diaria
lucha contra la adversidad. (la posguerra italiana y la falta de oportunidades de empleo), en la película, una de las más importantes del neorrealismo italiano, vemos a un padre que sacrifica todo por sus hijos. En la cinta hay escenas en las que la figura paterna se ve autoritaria y represiva, pero ante la posibilidad de que su hijo reciba algún daño cambia su actitud y se vuelve más protector, llevándolo en su viaje en búsqueda de la bicicleta perdida, que representa su única posibilidad de trabajo.
En la escena final padre e hijo estrechan sus lazos y es gracias al vínculo filial que su desgracia no pasa a mayores.
En las décadas de 1950 y 1960, las representaciones paternas en el cine reflejaban los roles tradicionales de género y las normas sociales de la época. Los padres se presentaban como figuras de autoridad, generalmente siendo retratados como proveedores y protectores del hogar; Sin embargo, también hubo películas que exploraron las complejidades de las relaciones familiares y desafiaron estas visiones estereotipadas.
Entre las cintas más famosas que abordaron el tema de la paternidad podemos mencionar a Rebelde sin causa (Ray, 1955), en ella se muestra a un joven que está en busca de la aprobación de su padre, pero siente que nunca será suficiente para los altos estándares que se le exigen. El padre aparece distante y poco comprensivo, hasta que diversas circunstancias lo acercan a su hijo.
Una figura paterna importante es el Capitán Von Trapp de La Novicia Rebelde (Wise, 1965), un rígido padre viudo, pero de buen corazón, que aprende valiosas lecciones sobre el amor y la paternidad gracias a la influencia de María, la “Novicia rebelde” del título en español para Latinoamérica. La cinta, ambientada en la década de 1930 en Austria, está basada en el caso real de la familia Von Trapp; la trama se desarrolla justo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
En El graduado (Nichols, 1967) se presenta una dura crítica a las convenciones sociales de la época, explora la complicada relación entre un joven recién graduado y sus padres, quienes representan la hipocresía de la clase media de EEUU. Otra cinta que además de la paternidad explora el racismo es Adivina quién viene a cenar (Kramer,1967), Los padres de una joven blanca representan diferentes perspectivas sobre el tema de los noviazgos interraciales, mostrando de una manera franca la complejidad de las relaciones entre padres e hijos y los prejuicios de la época.
Nuevas masculinidades y paternidades
A partir de los años noventa, el cine comienza a explorar padres más cercanos, vulnerables y participativos, representan roles más diversos y significativos, se exploran temas de familia y desafíos de la vida moderna. Algunas películas que abordan las relaciones padre-hijo, son Papá por siempre (Columbus, 1993) donde un padre divorciado se tiene que disfrazas para poder pasar tiempo con sus hijos, y Un mundo perfecto (Eastwood, 1993), en esta cinta, un delincuente establece un fuerte vínculo con un niño al que ha tomado como rehén.
Numerosas películas del año 1995 nos presentaron diversas figuras paternas, Jumanji (Johnston, 1995) y Gasparín (Silberling, 1995), muestran a padres en roles más tradicionales, en Jumanji se pueden ver las consecuencias de ser un padre distante. Además, películas como Toy Story (Lasseter, 1995) y Babe, el puerquito valiente (Noonan, 1995) exploraron temas de amistad y crecimiento mediante personajes que tenían modelos a seguir en sus padres, estas cintas rompen con la idea del hombre incapaz de criar.
Un caso paradigmático es La vida es bella (Benigni, 1997), donde un padre transforma un campo de concentración en un juego para proteger la inocencia de su hijo. Parafraseando a Segal (2003), el acto de cuidar se convierte en un acto poético ante la barbarie, destacando que quien brinda los cuidados es un padre amoroso que trata de que su hijo no pierda la inocencia.
Incluso el cine de animación, como Los Increíbles (Bird, 2004), ha mostrado que el heroísmo también se encuentra en preparar el desayuno o ayudar con la tarea
Padres con fallas
En el cine del siglo XXI, la figura del padre se ha diversificado, explorando desde padres protectores y sacrificados hasta figuras más complejas y a veces ausentes. Películas como En búsqueda de la felicidad , (Muccino, 2006) Buscando a Nemo, ( Stanton, 2003) y El hijo de Saul, (Nemes, 2015) ofrecen distintos retratos de la paternidad en el siglo XXI, mostrando tanto los desafíos como el amor incondicional que puede existir entre padres e hijos.
El cine contemporáneo se atreve a mostrar a padres atravesados por la vulnerabilidad. Yo soy Sam (Nelson, 2002) presenta la lucha de un padre con discapacidad intelectual para conservar la custodia de su hija; Beautiful Boy (Van Groeningen, 2018), Luz de luna (Jenkins, 2016) y Aftersun (Wells, 2022) revelan el lado emocionalmente roto de la figura paterna, en ellas vemos a padres que se enfrentan a la adicción, a la depresión y al suicidio e intentan apoyar las decisiones de sus hijos. Siguiendo a Connell (2003) podemos decir que la masculinidad no se define únicamente por la fortaleza, sino que también son importantes tanto la capacidad de cuidado como la apertura emocional.
Mención aparte merece Majid Majidi, director, productor y guionista de cine iraní que ofrece variadas visiones acerca de la paternidad, en sus cintas encontramos al padre comprometido con su familia a pesar de contar con apenas lo suficiente para sobrevivir Los niños del cielo (1997), Al padre que cambia de oficio y de actitud al perder su trabajo en el campo y tener que trabajar en la ciudad, El canto de los gorriones (2008), al que rompe las reglas para que su familia sobreviva, Barán (2001), también presenta a una figura
paterna que ve a su hijo ciego como una carga El color del paraíso (1999).
¿Y el cine mexicano?
Si revisamos el cine mexicano, encontramos figuras como Cruz Treviño de La Oveja Negra (Rodríguez, 1949) que representa al padre autoritario y problemático, mientras que Pedro Infante en la trilogía de Ismael Rodríguez Nosotros los pobres, (Rodríguez, 1948) Ustedes los ricos, (Rodríguez, 1948) y Pepe el Toro (Rodríguez, 1953), interpreta a un padre amoroso y trabajador, que lucha por sacar adelante a su familia frente a todo tipo de adversidades.
La figura del padre en el cine mexicano, especialmente durante la Época de Oro, se representó de diferentes maneras, desde el padre autoritario y déspota, pasando por el sacrificado hasta llegar al padre bonachón y cómico. Actores como los hermanos Soler; (Fernando, Andrés, Domingo y Julián), Joaquín Pardavé y Pedro Infante encarnaron diferentes facetas de la figura paterna, contribuyendo a la construcción de la identidad mexicana.
¿Cómo olvidar a Macario (Gavaldón, 1960), un padre que da todos por su numerosa familia pero el hambre y la miseria lo lleva a realizar acciones egoístas.
Si bien el arquetipo del padre autoritario y dominante predominó en la Época de Oro del cine mexicano (1926-1957), las películas más recientes exploran múltiples facetas de la paternidad, incluyendo la paternidad ausente, la paternidad en situaciones complejas y la paternidad desde una perspectiva más contemporánea.
Cine
En Rojo Amanecer (Fons, 1990) se encuentran tres generaciones enfrentando una tragedia, tanto el abuelo como el padre son autoritarios y de ideas fijas, pero la situación que deben enfrentar los pone cara a cara con el abuso de poder y la indefensión total, abuelo, padre e hijos son víctimas de la violenta represión del gobierno.
Uno de los padres más reconocidos actualmente es Germán Noble en Nosotros los Nobles (Alazraki, 2013), remake de El Gran Calavera (Buñuel, 1949) en ambas cintas un padre se ve obligado a replantear su vida y la relación con sus hijos, en ellas vemos a un hombre roto por la viudez; El personaje, ya sea por los vicios o el exceso de trabajo se desentiende de su familia y hará hasta lo imposible por recuperarla, aunque eso implique engañarlos.
También géneros como el terror y el horror nos han traído figuras paternas destacadas, en El libro de piedra (Taboada, 1969) un padre viudo y en segundas nupcias contrata a una institutriz para su hija, una pequeña obsesionada con un amigo imaginario, en esta cinta de Carlos Enrique Taboada vemos a una familia enfrentarse a situaciones sobrenaturales, con un final inesperado.
En Somos lo que hay (Grau, 2010) a pesar de que el padre sale solo unos minutos en pantalla, su influencia es vital a lo largo de la película, sin él los hijos deben hacerse cargo de conseguir el sustento, que no tiene nada de normal.
Otro padre, presentado desde la comedia sentimental es el protagonista de No se aceptan devoluciones (Derbez, 2013), En el cine mexicano contemporáneo incluso encontramos a un padre vengador, ejerciendo violencia ante el acoso salvaje al que es sometida su hija en Después de Lucía (Franco, 2012) o más recientemente, la relación de una niña con su abuelo y con su padre en Tótem (Avilés, 2023), Todas estas historias exploran el amor, la pérdida y, a veces, el autoritarismo.
En el cine latinoamericano del siglo XXI encontramos diversas representaciones de la figura paterna, alejándose a menudo de los modelos más tradicionales. Desde Argentina llegaron películas como El Hijo de la Novia (Campanella,2001) en el que un hijo se enfrenta a los problemas de la relación de sus padres, al fantasma del Alzheimer, a su propio divorcio y a la quiebra del restaurante familiar, situaciones que le abren los ojos acerca de sus responsabilidades; en XXY (Puenzo, 2008) se aborda la complejidad de la identidad de género y la relación padre-hijo en un contexto de ambigüedad sexual mientras que Relatos salvajes (Szifron, 2014) presenta una visión fraccionada y muchas veces cómica e irónica de las relaciones familiares, incluyendo la figura del padre, a través de diferentes historias conectadas.
Brasil hace presencia con Ciudad de Dios (Meirelles y Lund, 2002) y más recientemente con Aún estoy aquí (Salles, 2024) Chile con El chacal de Nahueltoro (Littin, 1969) y Machuca (Wood, 2005); Colombia con La Virgen de los Sicarios (Schroeder, 2000) y El Abrazo de la Serpiente
(Guerra,2016): mientras Ecuador nos ofrece Ratas, Ratones, Rateros (Cordero, 1999) y Pescador (Cordero, 2011).
Con 130 años de historia, el cine ha presentado todo tipo de padres, desde intolerantes hasta permisivos, ausentes y presentes, preocupados y que abandonan, En tiempos donde la paternidad es constantemente redefinida, el cine ha sido una plataforma permanente para cuestionar y repensar qué significa ser padre, se ha convertido en uhn espejo en el que podemos ver la evolución de las familias y sus estructuras, en las películas se reflejan los cambios que ha experimentado la paternidad en poco más de un siglo en todo el mundo, porque incluso en el fin del mundo o en un mundo postapocalíptico, la protección y el amor hacia un hijo sigue siendo el acto más humano posible.
Referencias
Connell, R. W. (2003). Masculinities. University of California Press.
Kaufman, M. (1997). Cracking the Armor: Power, Pain and the Lives of Men. Viking.
De Sica, V. (Director). (1948). Ladrón de bicicletas [Película]. Produzioni De Sica.
Muccino, G. (Director). (2006). En busca de la felicidad [Película]. Columbia Pictures.
Benigni, R. (Director). (1997). La vida es bella [Película]. Melampo Cinematografica.
La mirada latinoamericana
Salir de los márgenes Una vida en resistencia: Hugo Wingeyer
Por Elina Mariel Barreto
Había terminado su unipersonal Ugazza, una obra que hablaba del cuerpo, del deseo y de aquello que, en ese momento, no podía nombrarse. Alguien del público se levantó, avanzó con hostilidad, lo increpó e intentó agredirlo. No pasó a mayores, pero fue suficiente para entender que parte de la sociedad aún estaba lista para su arte.
Con la llegada de la democracia en los años ochenta, la dictadura quedó atrás, pero no el miedo. La violencia seguía latente en las calles. En Resistencia, Hugo Wingeyer caminaba en alerta, sabiendo que el peligro podía surgir en cualquier esquina. No se autodefinía como activista, aunque lo era sin proponérselo. Su mera existencia era una declaración: con su cuerpo y su voz, ya incomodaba.
La historia de Hugo no es solo la de un hombre que resistió a la norma heterosexual en tiempos de oscuridad. Es la de una comunidad entera arrinconada, silenciada y golpeada. Es la de una generación que inventó modos de hacerse visible en la sombra, a través del arte y en resistencia entre encuentros.
I.
El 24 de marzo de 1976, Argentina entera se paralizó, cuando las Fuerzas Armadas tomaron el poder bajo el nombre de “Proceso de Reorganización Nacional”, dando inicio a la dictadura más sangrienta de su historia moderna. Con la excusa de combatir la “subversión”, el régimen de terrorismo de Estado persiguió, torturó, desapareció y asesinó a todos aquellos que resultaban incómodos al “orden” establecido.
Pese a la premisa inicial, lo cierto es que no había un perfil específico: cualquiera podía ser considerado “subversivo”. Militantes políticos y sociales, sindicalistas, estudiantes, intelectuales, artistas, cualquier familiar o persona con una mínima conexión con “el/la sospechoso/a” eran blancos potenciales.
El nuevo régimen no fue solo militar: fue cívico-militar, ya que contó con la colaboración activa de sectores civiles como empresarios, medio de comunicaciones, parte de la Iglesia Católica y vecinos que, por miedo o convicción, actuaron como informantes. Ese clima de vigilancia extrema generó desconfianza en la sociedad, y el temor a ser señalados y llevados a los temidos Centro Clandestino de Detención (CCD) fue una constante.
La violencia se manifestaba en espacios cotidianos. En Resistencia, capital de la provincia del Chaco -ubicada a unos 800 km de Buenos Aires-, bastaba con cruzar la plaza principal para encontrarse cara a cara con el horror. A escasos metros de la Casa de Gobierno, en pleno centro, funcionó el principal CCD del nordeste argentino.
Aunque es imposible determinar con exactitud la cantidad de personas secuestradas, torturadas y asesinadas por las Fuerzas Armadas y de seguridad entre 1976 y 1983, la cifra de 30.000 desaparecidos se ha consolidado como un número simbólico, impulsado por los organismos de derechos humanos ante la falta de datos oficiales precisos.
Esta persecución afectó especialmente a las personas disidentes, cuya identidad de género u orientación sexual las volvía más vulnerables, como travestis, mujeres trans y varones gays. La falta de registros
sobre la violencia ejercida contra ellas es consecuencia de la histórica marginalización de estas identidades y de la escasez de denuncias formales, muchas veces imposibilitadas por el miedo o el aislamiento social. En ese contexto, la diversidad sexual fue borrada de la escena pública y condenada al silencio, incluso después del retorno a la democracia. La invisibilización fue tal que el informe Nunca Más, elaborado en 1984 por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), no incluyó los casos de personas desaparecidas por su orientación sexual o identidad de género.
El activista y primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), Carlos Jáuregui, denunció esta omisión en su libro La homosexualidad en la Argentina (1987). Según sus investigaciones, al menos 400 homosexuales fueron detenidos ilegalmente, torturados y posteriormente desaparecidos por el Estado. Esta denuncia marcó el inicio de una lucha por visibilizar la violencia ejercida contra las disidencias sexuales durante la dictadura en Argentina.
II.
En aquellos años de dictadura, ser homosexual en Chaco no implicaba solo vivir oculto, sino sobrevivir en una sociedad donde la invisibilidad podía ser la única salvación.
No había instituciones. No había leyes.
No había redes de protección. Solo había miedo, sospechas, y expulsiones silenciosas. Eran apenas un eco ahogado.
“Estábamos muy lejos de todo...”, dice Hugo,
Literatura
Y con esa frase encapsula el desafío de crecer en la lejanía: porque estar lejos de Buenos Aires era también estar lejos de los derechos, de la ayuda, de toda posibilidad.
Hugo Wingeyer vivió su adolescencia en el noreste argentino, en una ciudad asfixiada por el calor húmedo y las calles polvorientas, pero con otoños que se vestían de poesía. Criado en una familia tradicional -padres, hermanos-, describe su hogar como “lo suficientemente abierto como para haber llevado una vida tranquila”.
En una época donde la homosexualidad ni siquiera se susurraba, Hugo eligió romper el silencio. Lo hizo primero entre las paredes de su casa. “Sabían”, recuerda con una naturalidad que entonces era revolucionaria. A diferencia de muchos jóvenes expulsados por su orientación, él encontró aceptación bajo su techo. “Cuando sos niño, la mirada de incomprensión duele más que los golpes”, reflexiona. Aunque evitó la discriminación violenta -gracias a sus círculos sociales y a ese frágil escudo familiar-, sabe que fue la excepción.
III.
En Buenos Aires, la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) comenzaba a tejer redes en 1984; pero en Resistencia la mera idea de organizarse parecía imposible. La distancia no se medía solo en kilómetros con los grandes centros: hasta una consulta legal terminaba respondiéndose con alguna carta enviada por un abogado vinculado a la CHA. Para Hugo, ese gesto -aunque bienintencionado- solo confirmaba lo difícil que era sentirse acompañado estando “tan lejos de los centros”.
La violencia contra las disidencias sobrevivió a la dictadura. Los crímenes quedaban impunes, envueltos en silencio. Hugo recuerda con amargura el caso del arquitecto Ramón Gustavo Solís, asesinado a fines de los 80. “Los medios criminalizaban a la víctima”, denuncia. Titulares de los diarios como: “emerge el submundo homosexual” alimentaron “una caza de brujas. No se investigó nada.”
Jueves 25 de septiembre de 2025
Este no fue un caso aislado. Ya en marzo de 1982, bajo la dictadura, el secuestro y asesinato del estudiante Mario Luis Palmieri de Finis había desatado una persecución sistemática contra homosexuales en Asunción (Paraguay), según crónicas de la época. La represión mutaba: ya no eran solo militares, sino policías, periodistas, vecinos. El ensañamiento probaba una misma lógica: el castigo por existir fuera de la norma.
Estos casos grabados en la memoria colectiva se mezclan con el miedo cotidiano que Hugo describe: “Caminábamos sabiendo que la violencia podía estallar en cualquier esquina. ¿Dónde denunciabas? En esos años, ser homosexual seguía siendo una condena. La dictadura había terminado, pero la represión solo cambiaba de disfraz: ahora se escondía en expedientes judiciales negligentes y titulares complacientes. IV.
En la Resistencia de los años ’80, cuando la disidencia sexual era sinónimo de silencio, marginalidad o peligro, las estrategias de supervivencia eran, en su mayoría, individuales; aisladas. Solo algunos encontraron en el arte un lenguaje cifrado, un modo de gritar lo que no podía decirse en voz alta.
Esa fue la trinchera de Hugo Wingeyer y su amigo Luis Sosa. Entre escaleras prestadas, tres focos y textos escritos a muchas manos, montaron obras que desafiaban el mandato del miedo. Una de ellas fue Mishima -dirigida por Sosa-, basada en la vida del escritor japonés Yukio Mishima, donde la vida y la sexualidad estallaban con una crudeza que escandalizó incluso en la Universidad. Hubo quienes consideraron “inapropiado” por su contenido, pero lograron estrenarla en el Aula Magna.
Luego vino Ugazza, unipersonal de carga simbólica brutal, presentado en 1987 en un bar de Resistencia. Allí se hablaba de diversidad sexual sin disfraces. “Sé que la última función fue la tercera -recuerda Hugo-. “Nos dijeron que no la hiciéramos más porque despertaba mucha
polémica y comentarios”. En una ocasión, un espectador se levantó indignado y lo increpó directamente: “Me molesta que alguien se pare y me diga esto lo que vos me decís”. Hugo no replicó. Caminó hacia la barra y guardó silencio. “Evidentemente, provocábamos.”
Pero en aquel contexto, provocar no era buscar escándalo: era resistir.
Cuando aún no existían marchas ni espacios seguros, el arte era refugio y combate. “Luis Sosa se adelantó a su tiempo -dice Hugo-. Nosotros armábamos los textos con él, pero la puesta era suya. No hacíamos muchas obras, cada una era un gran sacrificio. Pero siempre había una intención clara: decir lo que otros callaban.”
Y estaba el carnaval: ese territorio liminal donde las mujeres trans brillaban entre lentejuelas mientras el público creía ver solo “hombres disfrazados”. “Era un espacio de libertad - reflexiona Hugo-. Muchas ya habían hecho su transición. Era una oportunidad para existir, aunque no lo supieran.”
V.
“Les pedí que legislaran por encima de sus prejuicios. Somos parte de esta sociedad”. Con esas palabras, Hugo Wingeyer interpeló a los senadores en 2010 durante la consulta pública nacional sobre la Ley de Matrimonio Igualitario. Fue el único profesor universitario de Resistencia que se presentó con su nombre y su cargo académico en mano. No hablaba solo por sí mismo: era la voz de los silenciados por décadas. Desde entonces, su activismo se hizo visible: mesas públicas, el programa radial Voces Diversas, los primeros encuentros trans del NEA.
Pero su lucha comenzó antes. A fines de los 90, Hugo viajó a España, donde durante una década fue testigo de los avances LGTB+ europeos. En 2005, participó en las movilizaciones por la ley de matrimonio igualitario en Madrid. No militó allí, pero marchó. Observó. Aprendió. Y cuando regresó a Resistencia, en 2008, ya no volvió a callar.
“La Ley de Matrimonio Igualitario llega al Congreso y se aprueba porque hay un trabajo de muchos años detrás -aclara Hugo. Piensen que la Comunidad Homosexual Argentina, si mal no recuerdo, comienza en el ’84. Así que hay un trabajo desde entonces hasta 2010, de militancia, de diversidad sexual; es decir, hay gente que trabajó mucho tiempo hasta llegar a la ley.”
A pesar de los grandes triunfos, la realidad no cambia mucho si la violencia persiste. A través de Facebook, Hugo documenta agresiones recientes contra estudiantes LGBT+ de Humanidades. Esta contradicción duele: mientras las aulas reciben a generaciones que normalizan la diversidad, el odio se recicla.
la
Los crímenes de odio, la falta absoluta de redes de apoyo -sin INADI, sin refugios, sin reconocimiento- y la constante agresión por parte de las instituciones, contrastan brutalmente con los grandes avances actuales. Hugo entiende que “hay un quiebre generacional fuerte en personas de 40 años para abajo”, reflexiona que “quienes lograron abrir su mente criaron hijos que normalizaron la diversidad. Lo veo cada día en los jóvenes.”
Hoy, desde su lugar, Hugo redefine el activismo: convierte cada gesto en acto político, su vida entera es política. Sabe que detrás de cada avance hay años de lucha convertidos en victorias frágiles pero significativas. Defiende el lenguaje inclusi-
Fuente: ESCHACO.COM. CHACO / ARGENTINA. Recuperado de: http://www.eschaco.com/vernota.asp?id_noticia=35425
Wingeyer junto a Úrsula Sabarece y el entonces delegado del INADI, Darío Edgardo Gómez.
Resistencia, Chaco. 2014. Fuente: DIARIO CHACO. Recuperado de: http://www.diariochaco.com/noticia/se-realizara-la-marcha-del-orgullo-lgtb-y-el-panel-de-politicas-publicas-en-la-diversidad
vo no como moda, sino como huella de un proceso histórico imparable, mientras repite: “El cambio cultural es lento. Y hay que seguir haciéndolo.”
Quizá no sea casualidad que la ciudad donde creció se llame Resistencia. El nombre que evoca la lucha originaria contra la colonización, es también espejo de su propia historia: la de un hombre que resistió, que convirtió aulas y teatros en trincheras, que entendió que existir en los márgenes era, en sí mismo, un acto de rebeldía y resistencia.
Hugo Wingeyer conduciendo el programa radial online “Voces diversas”, de la Asociación Civil UNIDOS POR LA DIVERSIDAD, que se transmite en “La Alternativa”, la radio online del Ce.Cu.Al., Resistencia, Chaco. 2017.
Fuente: Facebook Voces Diversas en La Alternativa. Recuperado de: https://www.facebook.com/Voces-Diversas-en-La-Alternativa -434477263302403/photos/?ref=page_internal
Fuente: EsChaco.com. Recuperado de: http://www.eschaco.com/ vernota.asp?id_noticia=35561
Hugo Wingeyer en el Panel-Debate de Políticas Públicas en Diversidad Sexual en el Museo de Medios de Comunicación. Resistencia, Chaco. 2014.
Hugo
Hugo Wingeyer en
3ra Marcha del Orgullo. Resistencia, Chaco. 2014.
Raymundo Padilla Lozoya, un investigador y brigadista destacado
Por Luz Elena Torres García
RPL. Mi nombre es Raymundo Padilla Lozoya, soy profesor e investigador de la Universidad de Colima en la Facultad de Letras y Comunicación.
LETG. Muy bien, doctor, recientemente ha recibido el reconocimiento como Brigadista destacado por la Universidad de Colima, por sus aportes científicos al ámbito de la Protección Civil ¿qué significa este logro para usted en lo personal y en lo profesional?
RPL. Bueno, este reconocimiento que me ha otorgado la Universidad de Colima como brigadista destacado, por actividades de investigación, relacionadas con el tema de protección civil es muy importante para un servidor, porque llega en un momento en el que estoy cumpliendo 40 años de haber experimentado los sismos de 1985. Yo tenía 10 años cuando se presentaron los sismos del 19 de septiembre de 1985; esa fue una experiencia importante, crítica, que tuve frente a un desastre de grandes magnitudes, fue muy impresionante ver, por primera vez, cómo se movía la tierra. Después, tuvimos la oportunidad de ir a Zapotlán, hoy Ciudad Guzmán, y ahí pudimos ver cómo
estaba destruida parte de la ciudad. Había cuadras enteras con todas las viviendas colapsadas. A partir de ahí empecé a preguntarme por qué ocurrían los sismos y por qué se caían las casas y por qué ocurría tanto dolor en las personas, y eso me hizo estar atento hacia los fenómenos naturales que ocurren en el planeta.
Después cuando cursaba la Licenciatura en Letras y Periodismo, aquí nos tocó en 1995, el 9 de octubre, padecer también un temblor muy importante en el que colapsó el hotel Costa Real en Manzanillo. Ahí murieron casi 20 personas. Eso me hizo pensar que las situaciones desastrosas ocurren también aquí muy cerca y podrían presentarse.
Cuando estaba estudiando la maestría en el año 2000, tuve la suerte de que en una plática con el doctor José Miguel Romero de Solís, director del archivo histórico del municipio, me dijo, oye, a ti que te interesan las noticias y estás estudiando la maestría en Historia ¿Por qué no investigas un huracán que ocurrió aquí en Colima y causó un desastre? pásale al archivo para que revises las fotografías. Y al revisarlas, me impresionó mucho lo que había ocurrido específicamente en Minatitlán. Y con esa idea fue que empecé a hacer la tesis del desastre de Minatitlán de 1959. A partir de ahí me di cuenta que me gustaba mucho estudiar los desastres y, sobre todo, buscar alternativas para tratar de que no se repitan y para tratar de que la población esté enterada de cuáles son las características del entorno, cuáles son los peligros más recurrentes en Colima y cómo le podemos hacer para evitar y reducir los riesgos que están asociados a los desastres. Y cuando cursaba la maestría se presentó el sismo del 21 de enero del año 2003 en todo el estado de Colima. Y ese desastre lo pa-
decí y experimenté plenamente, la teoría que leía sobre desastres, se materializó.
LETG Desde su experiencia en el ámbito académico y científico, ¿cómo considera que la investigación puede fortalecer la cultura de la protección civil dentro de la Universidad de Colima?
RPL. Bueno, los profesores investigadores de la Universidad de Colima impactamos de varias maneras en nuestra sociedad. Una de las de las áreas que considero más importantes es a través de la docencia, enseñando las características de los peligros que se presentan en Colima, que los desastres no son naturales y que son producto de la construcción social del riesgo y que ese riesgo mal manejado deviene en desastres: que los estudiantes lo entiendan, porque dentro de unos años, al egresar, ellos serán tomadores de decisiones, serán funcionarios, serán importantes personajes en la historia de Colima y entonces ellos tendrán la posibilidad de hacer o de realizar acciones que ayuden a reducir los riesgos; porque esto beneficiará a muchísimas personas, un estudiante que aprende a prevenir en la universidad es un estudiante que también previene los riesgos en su familia y con sus familiares. En consecuencia, también sus familiares aprenden a identificar qué hacer para evitar que ocurran daños, por ejemplo, cuando se presentan los sismos. Igualmente es importante la labor de los investigadores en la universidad porque estudian los fenómenos naturales que se presentan en Colima, preguntándose:
¿Qué características tiene la población en su relación con esos fenómenos?
¿Cómo se han presentado estos eventos destructivos a lo largo de la historia de Colima?
¿Cuáles son las áreas en donde se presentan con mayor frecuencia?
¿Qué características tienen, qué magnitud, qué intensidad? y toda esa información ayuda a tomar decisiones de la mano con autoridades y con la sociedad civil y en conjunto con otros investigadores. Entonces esa labor de investigación tiene la ventaja de que reúne información técnica y científica, comprobable, y que tiene todo un procedimiento metodológico y que parte de proyectos de investigación y nos permite comprender con certeza qué es lo que está sucediendo y cómo le podemos hacer para prevenir.
En lo personal, a mí me ha interesado mucho la investigación histórica y antropológica de los desastres, porque lo histórico nos permite ver qué acontecimientos desastrosos han ocurrido en Colima, qué características tuvieron, cómo respondió la población y cuáles son las prácticas y estrategias que desarrollaron. Y esa información sirve para evitar que eso no vuelva a ocurrir y aporta ideas para que la sociedad y las autoridades trabajen en conjunto para reducir los riesgos de desastres.
LETG. El lema de la Universidad de Colima: lucha, estudia y trabaja. ¿Cómo ha influido en su labor como investigador y brigadista?
RPL. Bueno, sin duda, la parte más sencilla de explicar es el trabajo.Todos los días estamos trabajando, porque aunque estemos de vacaciones, no dejamos de pensar y desarrollar los los temas de investigación que a nosotros nos gusta. Fuera de la Universidad presido el Capítulo Colima del Colegio Mexicano de Profesionales en Gestión de Riesgos y Protección Civil A.C. Y tenemos muchas actividades con diferentes asociaciones, especialistas y comunidades. Entonces, en ese sentido, el trabajo pues no lo veo como un hábito ouna pasión.
El luchar está presente siempre presente, porque debemos abrirnos espacio en todos los campos de la investigación y de la docencia: A veces hay sectores que son muy cerrados, por ejemplo el estudio de los fenómenos naturales y de los
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desastres, durante muchos siglos y aún en años recientes, era un tema prácticamente exclusivo de las ciencias naturales. Pero a partir de 1985, precisamente con los sismos del 85, se empezaron a realizar muchos estudios sociales y humanísticos, con relación a los desastres. Así fueron publicados catálogos, por ejemplo, de los sismos en la historia de México. Investigaciones sociológicas publicadas, por ejemplo, en la Revista Mexicana de Sociología, con relación al comportamiento social y lo que ocurrió con los sismos. Y desde entonces se han producido muchísimas publicaciones con relación a la presencia de los sismos y cómo la población se ha relacionado con ellos. Pero también hay investigaciones sociales y humanísticas con relación a huracanes. Con la doctora Virginia García Acosta publicamos un ca-
tálogo de los huracanes que han impactado a México en los últimos 500 años, con el registro de más de 2000 impactos de ciclones tropicales en nuestro país. Nos llevó 12 años de investigación, cuatro proyectos científicos involucrados, con más de 40 personas colaborando, y eso implica luchar contra corriente, porque a veces no hay presupuesto suficiente para hacer una investigación amplia cobertura y multidisciplinaria.
Estudiar, que es la siguiente palabra de nuestro lema, pues es algo que viene en el ADN. Creo de toda/os los universitarios siempre pensamos qué estudiar para seguirnos superando, ya sea en nivel superior o maestría o doctorado. Estudiar se vuelve una condición permanente, una especie de hábito. Como la lectura, el
Entrevista
aprendizaje y el compartir con la población a través de la difusión y la comunicación de los riesgos. Conocimiento que no se comparte no sirve de nada.
LETG ¿Y bueno, de qué forma cree que la comunicación y el periodismo pueden ayudar a sensibilizar a la comunidad universitaria sobre la importancia de la gestión de riesgos?
RPL. Todos los profesionales del periodismo y la comunicación tienen una enorme responsabilidad para concientizar a la población acerca de los peligros naturales que existen en el entorno en Colima. Pero también sobre las características sociales de la población, es decir, sus desigualdades y vulnerabilidad, tanto de las viviendas como en cada persona, en su economía, ideología, educación, cultura, etcétera. Entonces, los medios informativos caracterizan a las amenazas, por ejemplo, lo vimos con la pandemia. No podíamos salir a las calles, pero a través de los medios informativos sabíamos qué estaba ocurriendo afuera. Sabíamos qué cuidados debíamos tener, sabíamos a dónde podíamos ir, dónde no, cuándo sí, cómo teníamos que relacionarnos entre nosotros y eso era información que obteníamos a través de los medios informativos periodísticos. La comunicación del riesgo es imprescindible.
A partir de los sismos de 1985, los medios informativos cobraron una relevancia muy enorme en materia de cobertura de los desastres. Y han venido informando lo que sucede en nuestro país, sin embargo, ahora desde la academia, desde la investigación, nos hemos dado cuenta de que también es bien importante que los medios periodísticos participen en la labor preventiva, es decir, que le informen a la población los riesgos que existen en el entorno, que le insistan a la población para que desarrolle la autoprevención. Que le digan ¿qué hacer para prevenir y también en caso de que se presente una situación de emergencia? Es importante tener un plan familiar de protección civil, contar con una mochila de emergencias. Conocer qué acciones y qué autoridades pueden ayudarles en una situación de
emergencia. Toda esa información tiene que fluir a través de los medios informativos desde antes de la emergencia. No solamente cuando están cubriendo la emergencia. Falta trabajo preparativo y preventivo. En eso es importantísimo que los medios informativos participen y que también estén presionando a las autoridades que se encargan de la protección civil, para que realicen su trabajo de la mejor manera y con un enfoque de Gestión de Riesgos de Desastres.
LETG En su opinión, ¿cuáles son los principales retos que enfrenta la protección civil en el ámbito social frente a emergencias actuales?
RPL. Bueno, uno de los principales retos que tiene protección civil a nivel Colima es desarrollar aún más el enfoque de la gestión de riesgos de desastres, es decir, todavía en Colima es mayor el trabajo que se realiza para la gestión de la emergencia y es muy poco lo que se realiza en gestión del riesgo. Esto significa que la mayor parte del trabajo que realizan las unidades municipales y estatales de protección civil es en atender crisis o emergencias. Protección civil tiene muchísimo trabajo por atender, son muchas actividades, por ejemplo, actualmente atienden incendios, picaduras de abejas, socavones, actividad volcánica, volcaduras de automóviles, infartos, accidentes, fracturas, intentos de suicidio, electrocutados, ahogados, sismos, inundaciones, etcétera. Y el personal y el equipo con el que cuentan es insuficiente para atender todo eso y lo que les pagan tampoco es suficiente. Esa es, digamos, la situación en la que se encuentra la mayor parte, en lo general, de la protección civil del Estado de Colima. Hace falta que la sociedad sea más demandante, ante las autoridades estatales y municipales, de mejores políticas públicas con enfoque en gestión de riesgo de desastres. Y que apoyen a estos funcionarios que todos los días trabajan dando lo mejor de sí para atender a la población, cuando más lo necesita.
Hay muchos peligros en Colima: actividad eruptiva de volcán, tsunamis, huracanes, inundaciones, olas de calor, epidemias
y por lo tanto, la protección civil debe contar con todo lo necesario, personal, equipamiento y los recursos para atender cada una de las emergencias. Además deben participar en todo el trabajo de planeación del desarrollo urbano y ambiental del estado de Colima, porque solamente participando en esa labor de ordenamiento territorial urbano y ambiental, podrán identificar cuáles son las zonas en donde sí se puede permitir la construcción de viviendas y donde no, para evitar exposición y riesgos. Eso traerá por consecuencia menos emergencias y menos desastres.
LETG Para finalizar ¿qué mensaje daría a los jóvenes universitarios que desean involucrarse en actividades de voluntariado en beneficio a su comunidad?
RPL Precisamente eso, que conozcan el entorno hermoso y dinámico en el que viven aquí en Colima. Que identifiquen cuáles son los peligros que existen en Colima y que estudien y analicen, ¿Cómo, desde sus disciplinas académicas, pueden ellos contribuir a la identificación de los peligros y a la reducción del riesgo? Eso fomentará un desarrollo más armónico con la naturaleza, más mutualista con la naturaleza y más sustentable y sostenible para el estado de Colima.
Entonces, si logramos que los jóvenes se interesen por la gestión de riesgos de desastres, pues seguramente en unos años oen unas décadas, lograremos en Colima tener el estado número uno en gestión de riesgos de desastres. Colima es el cuarto estado más pequeño del país y creo que fácilmente nos podemos poner de acuerdo. Esa meta nos hemos planteado desde hace unos años y ojalá que algún día logremos que en Colima no existan desastres que cobren vidas humanas y daños materiales.
LETG. Muy bien, muchas gracias por la entrevista y su tiempo y una vez más, muchas felicidades por su reconocimiento como brigadista destacado de la Universidad de Colima.
Brevedades
Malos pasos
El pobre andaba en muy malos pasos… se había puesto los zapatos del malhechor.
Baudelaire
En la vida hay que tener por lo menos un vicio.
―Yo ya perdí la cuenta.
Minificción (literal)
En elecciones para presidente de la hermana República Mexicana.
—Pronto tendremos presidente nuevo /dice alguien con mucha emoción en su voz, en su cuerpo, en su corazón…/.
—Uhmmm, ya sabemos en qué va a terminar esta historia /contestan sin mucha emoción en su voz, en su cuerpo en su…/.
Despreocupación
Pensando que a la salida de la agencia se devaluaría hasta en un cuarenta por ciento; el Ferrari se alejó creyendo que, aunque sea y por lo menos, todavía le quedaba la satisfacción de que tenía un buen trasero, para lo que se pudiera ofrecer.
El prologuista
Pocos prólogos me gustan; son groseros algunos por su extensión. Tienen a mal muchas cuestiones, pongamos por ejemplo estas breves consideraciones: a veces su erudición es desmesurada y satura un breve espacio que el lector debe gozar, son pretenciosos, a veces parecen eternos, quieren parecer más importantes que la obra misma o brillar más y eso no se los puedo permitir, están llenos de citas, ideas de otras personas sobre un mismo tema; en fin, son detestables, a veces. Aunque el prólogo de Alejandro Toledo que se incluye en el libro El hilo del minotauro es un baluarte de bella figura y mejor forma. No sobra nada y no le falta nada. Tiene además la generosidad del texto breve, direc-
to, sí, franco también, tiene sus citas, pero son las menos y las que cita están bien citadas. Todo va ad hoc al tema, al propósito del libro y a documentar a esos autores de la literatura mexicana que tenemos por raros, para catalogarlos de una mejor manera llamándoles textos de autores inclasificables y es que, ¿por qué queremos clasificar todo y a todos? Espero que el verdadero prologuista tome nota y haga conciencia. Porque para ser un verdadero prologuista el prologuista tendría siempre que leer demasiados prólogos y éste se lo recomiendo ampliamente y en frecuencia modulada. He dicho.
Perseguidor, perseguido
Haciendo labores de casa se sintió perseguido. Trapeaba el piso y al voltear a verlo, por aquello de si había quedado reluciente o no, hallaba pasos detrás, pasos que se reflejaban en el suelo mojado y que lo seguían, sin duda. Volvió tras esos pasos y los eliminó y, al voltear nuevamente, ahí estaban, reflejados en el suelo mojado, algunos se notaban con manchas de lodo difuminado. Volvió a secar esos pasos y se preocupó, definitivamente estaba siendo víctima de persecución, dejó la labor en santa paz y consultó a médicos, amigos y familiares; no poseía lujos, ni dinero, nada que le pudieran quitar o por lo que lo estuvieran persiguiendo. La solución estuvo cuando vio la técnica correcta en el uso del trapeador y entonces comprendió que estaba haciendo la actividad de manera incorrecta. El lodo fue lo único que no se pudo explicar…
Cuestión de escrúpulos I
El capitán iba muy seguro en su embarcación, sabía perfectamente que nunca, jamás de los jamases siendo ya exagerado en los calificativos anterior, iba a encallar en una isla desierta a causa de un naufragio, porque el capitán del Nautilius segundo, simplemente navegaba por internet.
Por José Alberto Llanes Castillo
Literatura
Cuestión de escrúpulos II
—Once anclas —dijo el gracioso capitán del Nautilius segundo—, y con ello se refería, en realidad a… eleven anclas.
Los tripulantes del Nautilius segundo, una vez obedecida la orden del joven capitán de quince años, emprendieron muy felices el escape por al ancho mar. Pasados apenas unos cuantos días y en el medio de una terrible tempestad, el capitán de quince añitos, pero eso sí, como todos los capitanes de las historias de barcos, se puso bastante exigente con los miembros de la tripulación del Nautilius segundo.
El capitancito de quince años comenzó a mandar a toda la tripulación a trabajar a marchas forzadas con el fin de no sufrir un naufragio. Lo único que le falló en esta ocasión al joven capitán, es que esta vez navegaba sí, pero el servidor estaba saturado cuando quiso buscar la página web www.naufragioalavista.com. mx, y que el Nautilius segundo vivía nada
más en su imaginación como el resto de toda la tripulación.
La vida es sueño
He estado viviendo mucho de lo que he soñado. Ahora, no sé si este cuento, este instante, este momento, lo he soñado o he vivido que soñaba que lo vivía...
Tras las rejas
Quedó detenido quien respondió al nombre de Alberto Llanes, nacido en la ciudad de México, Distrito Federal, de 25 años de edad, soltero, domicilio en Niños Héroes 366, colonia Juan José Ríos III, Villa de Álvarez, Colima, de oficio escritor, a quien se le imputa el delito de difamación, calumnias, aberración verbal, provocación, lesiones, daños en propiedad ajena, allanamiento de verbos y sustantivos, apropiación de lengua ajena y lo que resulte, agraviando a todos y a cada uno de sus personajes literarios, incluyéndose él mismo. La detención se logró gracias a una orden de aprehensión
GREGUERÍAS
Grano de café: sexo de mujer Ψ
Violencia es mover el café con un cuchillo
Pareciera que la taza del café es una pequeña locomotora que va lanzando aromático humo a su paso Ψ
La taza del café navega como pequeño barco en las tranquilas aguas que lleva por dentro Ψ
La taza del café lleva el aguar del mar negro en las entrañas
Ψ
El viento puede apagar las velas del barco
Ψ
¿Pleito de perros? ¡Los gatos a la hora del sexo!
Ψ
En sus fauces, los gatos llevan una pequeña lija
Ψ
Gato que mueve la cola, va firmando su declaratoria Ψ
Semejantes a unas dulces gomitas son los cojines plantares de las patas de los perros Ψ
girada en su contra e interpuesta por todos y cada uno de sus entes de ficción y gracias a un operativo que realizó la Policía de Procuración de Justicia del Estado (PPJE), en conjunto con la Dirección de Seguridad Pública del Estado (DSPE). La orden de aprehensión girada en su contra por la juez de la mesa segunda de lo penal fue impuesta por quien dijo llamarse “La Lola”, personaje del joven escritor mexicano a quien le imputan hechos, se le difama y, rascándole, hasta se atenta con su integridad física y emocional. La captura se logró el pasado 24 de marzo del año en curso a las doce de la noche. Su caso fue puesto a disposición del Ministerio Público, quien posteriormente lo trasladó al Centro de Readaptación Social donde cumple su condena y se siguen las investigaciones pertinentes con miras de trasladarlo al pabellón de Ixtlahuacán. Manicomio donde podrá seguir con sus ficciones y chaquetas mentales.
En la sombra de un gato aparece Batman
Orejas y cola de gato… cuernos y cola del diablo Ψ
Meao Meao Meao… «Me ahogo», era lo que trataba de decir el abuelo antes de que ocurriera lo inevitable
Ψ
Las velas que le faltan al pastel navegan tranquilamente en el barco… de papel
Ψ
La pluma fuente, en días de intenso calor, refresca la escritura Ψ
Telefonía celular: comunicación de células
Aretes para la libreta: las argollas
Las grapas agasajan a las hojas con un fuerte abrazo
Al paso de los años, la niña de los ojos se vuelve señorita y… así
La serpiente emplumada bien podría pasar por una bufanda