EL-COMENTARIO-SEMANAL-456

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Semanal

Viernes 12 de septiembre de 2025

Columna

Ten cuidado con lo que sueñas, porque a veces, los sueños se cumplen

Dra. Susana Aurelia Preciado Jiménez

Bibliografía

La ciencia no se queda en los libros, debe servir a la sociedad

Naomi E. Regla

Nota

¿Qué tiene que ver la evolución natural con la inteligencia artificial? Arnoldo Delgadillo

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

Yo, un científico disruptivo

Por Doctor Carlos Artemio Coello Coello Discurso pronunciado por el Doctor Carlos Artemio Coello Coello al recibir el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Colima.

Quiero comenzar por expresar la enorme emoción que me embarga en estos momentos. Tal vez no se me note, pero estoy realmente muy emocionado. Estoy profundamente agradecido con la Universidad de Colima por otorgarme esta altísima distinción, de la cual espero llegar a ser un digno merecedor.

Deseo agradecer a varias personas que han hecho posible que hoy me encuentre aquí. Comenzaré con la Doctora Susana Aurelia Preciado Jiménez, por su invaluable apoyo y la enorme ayuda que me ha brindado a lo largo de los últimos meses. Agradezco también a los 24 doctores y a los 50 maestros en ciencias cuyas tesis he supervisado a lo largo de 29 años de carrera científica, así como a mis colaboradores de diversas partes del mundo.

A mi pareja, Gina Monserrat, por su amor, paciencia y apoyo incondicional. A mi hermana, Delia Concepción, porque siempre ha estado ahí para mí, incluso sin que yo lo pida. A mis hijos, Carlos Felipe y Víctor Eugenio, por su amor y por toda la felicidad que me han brindado.

Quiero agradecer de manera muy especial a dos personas. Primero, a mi padre, Carlos Artemio, fallecido hace más de 14 años por complicaciones de una enfermedad similar al Alzheimer. De él aprendí que la disciplina y la responsabilidad son 2 ejes fundamentales en torno a los cuales debe girar la vida. Aunque al final ya no me recordaba, su memoria vivirá en mí para siempre. Mi madre, Victoria, fue también una gran inspiración. En mi infancia, en mi natal Chiapas, me enseñó que la pasión por el trabajo y la entereza son herramientas fundamentales para conseguir nuestras metas. Ella me enseñó a leer en sus escasos ratos libres en su salón de belleza en Tuxtla Gutiérrez. De ella aprendí que no hay obstáculo lo suficientemente grande como para no poder superarlo.

Agradezco igualmente a mi institución, el CINVESTAV, que durante los últimos 24 años me ha brindado apoyo constante. Es, sin duda, el lugar más maravilloso en el que he trabajado.

Ahora quisiera contarles un poco sobre mi vida y sobre cómo me convertí en científico, porque creo que mi historia contiene elementos poco convencionales. Yo no provengo de una familia de científicos o intelectuales. Mi padre era ingeniero civil y profesor en la Universidad Autónoma de Chiapas. Mi madre, ahora retirada, fue cultora de belleza durante más de 40 años, pero solo cursó la primaria.

Fue mi padre quien me transmitió el gusto por la lectura. Yo empecé con historietas, pero pronto me adentré en la divulgación científica. Recuerdo la inspiración que me produjo Los cazadores de microbios y el estilo inconfundible de Carl Sagan, de quien leí varios libros. También me volví un apasionado de la ciencia ficción, con autores como Isaac Asimov y Ray Bradbury.

Aunque nací en Tonalá, Chiapas, la mayor parte de mi infancia y juventud transcurrieron en Tuxtla Gutiérrez. En los años ochenta las opciones de carreras eran limitadas, así que, más por eliminación que por elección, decidí estudiar ingeniería civil, quizá también por seguir los pasos de mi padre. En el verano de 1985 ocurrió algo decisivo. Mi padre llevó a casa una pequeña computadora Timex Sinclair, que debía conectarse a un televisor. Programarla en BASIC despertó una fascinación que me acompaña hasta hoy. Después vinieron otras computadoras -una Commodore 64, una 128 y más tarde una IBM compatible- que me permitieron aprender de manera autodidacta varios lenguajes de programación y desarrollar una pasión por los algoritmos y los métodos numéricos.

Con ellas publiqué incluso un pequeño boletín artesanal llamado Gaceta Salfia, donde compartía inquietudes y problemas matemáticos, así como notas sobre la historia de la computación.

Terminé la carrera de ingeniería civil, aunque ya estaba convencido de que mi verda-

dera vocación era la computación. Escribí mi tesis de licenciatura sobre análisis de estructuras reticulares con computadora, lo que me permitió aprender más sobre Pascal. Fue en esos días, en la rectoría de la UNACH, que me encontré con un anuncio de becas de la SEP para estudiar en la Universidad de Tulane, en Estados Unidos. Mientras esperaba los resultados trabajé como profesor en la Facultad de Ingeniería Civil de la UNACH y luego en una constructora. Esa fue la única ocasión en que ejercí como ingeniero civil.

Hacia mediados de 1991 me despedí de mis jefes en la constructora diciéndoles que me iría a estudiar una maestría a Estados Unidos. Todos me felicitaron, sin saber que, en realidad, aún no había recibido respuesta a mi solicitud de beca. Tras varias semanas de incertidumbre y angustia, en que pensé que tal vez tendría que irme de Tuxtla Gutiérrez sin rumbo claro, finalmente me llamaron para decirme que había sido aceptado. Así, en agosto de 1991 viajé a Nueva Orleans, donde se ubica Tulane University, para iniciar una nueva aventura.

En Tulane me hicieron ver que me habían aceptado por ser un buen estudiante de

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

licenciatura, pero con la franqueza que caracteriza a los norteamericanos, me advirtieron que, por mi formación como ingeniero civil, sería muy difícil sobrevivir a los cursos de la Maestría en Ciencias de la Computación. Y así fue: los inicios fueron complicados. Sin embargo, me encontraba motivado y entusiasmado, porque sentía que por fin podía estudiar aquello que tanto deseaba. Con el tiempo logré adentrarme en la teoría de la computación, en el diseño de lenguajes de programación, en los enigmas de lo computable y lo no computable, y en los fascinantes métodos para analizar algoritmos.

Poco a poco avancé en mis estudios y logré extender mi beca hasta el doctorado, concluyendo exitosamente la maestría en 1993. Fue en 1994 cuando tuve mi primer encuentro con el área a la que dedicaría el resto de mi vida. Solía visitar con frecuencia la Biblioteca de Ingeniería Civil de Tulane, y un día encontré un artículo sobre investigadores que utilizaban un “algoritmo genético” para optimizar el diseño de una armadura. El tema me resultó familiar, pues en mi tesis de licenciatura había trabajado con estructuras reticulares, aunque desconocía ese algoritmo. Lo estudié con detenimiento y adquirí un libro clásico de David Goldberg sobre algoritmos genéticos. Ese texto me permitió entender cómo la evolución natural podía simularse en una computadora para resolver problemas complejos.

Ese descubrimiento cambió mi vida: supe entonces que dedicaría mi carrera científica a la computación evolutiva.

Decidí que mi tesis doctoral la realizaría en esa área, aunque opté por no elegir a los profesores de Tulane con experiencia en el tema, pues no trabajaban en líneas que me interesaran. Con cierta arrogancia juvenil, decidí marcar mi propia agenda de investigación y pedí la dirección de Alan Christensen, un joven investigador en robótica y aprendizaje de máquina, formado en Carnegie Mellon bajo la tutela de Tom Mitchell. Alan me aceptó como su primer estudiante doctoral, aunque sabía menos que yo de computación evolutiva. Así, mis primeras incursiones en el área fueron en gran medida autodidactas.

Mi tesis doctoral, defendida en abril de 1996, se enfocó en métodos híbridos entre algoritmos evolutivos y programación matemática para resolver problemas multiobjetivo, aquellos en que mejorar un criterio implica empeorar otro. Sin proponérmelo, me convertí en pionero de un tema que, aunque poco explorado a mediados de los

noventa, años después se volvería fundamental y muy popular.

Después de mi graduación trabajé un año como profesor visitante en la Universidad de Tulane y en 1997 regresé a México. Tras unos meses en la Ciudad de México, acepté una estancia posdoctoral en el Centro de Diseño en Ingeniería de la Universidad de Plymouth, en Inglaterra, donde colaboré con Parmee en aplicaciones de algoritmos evolutivos para problemas reales de ingeniería. Esa breve experiencia me permitió explorar otro campo apasionante: el manejo de restricciones.

De regreso en México, a mediados de 1998 trabajé en el Laboratorio Nacional de Informática Avanzada (LANIA), en Xalapa, por mi resistencia a vivir en la Ciudad de México. Ahí conocí a estudiantes brillantes de la Maestría en Inteligencia Artificial de la Universidad Veracruzana, varios de los cuales más tarde me seguirían al doctorado cuando ingresé al CINVESTAV, donde me establecí de manera definitiva.

Como científico siempre he disfrutado ser disruptivo, desafiar los dogmas, incluso los de la ciencia. Eso a veces me ha generado problemas, pero también me ha permitido marcar mi propia agenda de investigación. Me gusta desafiar a mis estudiantes más brillantes y motivarlos a aspirar a más de lo que ellos mismos creen posible. Porque he aprendido tanto o más de ellos como docente, que en mi propia carrera como investigador.

Con ese espíritu, emprendí una cruzada para posicionar la computación como disciplina científica en México. Me postulé al Premio Nacional de Investigación de la Academia Mexicana de Ciencias para demostrar que la computación es ciencia, aunque las clasificaciones oficiales la releguen a la categoría tecnológica. A pesar de las limitaciones de esas taxonomías, obtuve el reconocimiento en Ciencias Exactas, lo que considero un logro simbólico.

Algo similar ocurrió con mi ingreso al Colegio Nacional en mayo de 2023, donde me convertí en el primer científico en computación en ser aceptado en una institución integrada por figuras que han marcado la ciencia mexicana, incluidos nuestros premios Nobel.

Admito que mi carrera ha sido mucho más exitosa de lo que me atreví a soñar. He vivido en carne propia la frase que repetía a mis estudiantes al inicio de mi vida académica: atrévete a soñar, pero ten cuidado con lo que sueñas, porque a veces los sueños se cumplen.

¿Y es acaso la más difícil de todas? La tarea de concientizar a la sociedad -incluyendo a los políticos- sobre la importancia de la ciencia y la tecnología.

Los grandes problemas que enfrenta la humanidad forman parte de los grandes retos de la investigación científica moderna: el cambio climático, el combate al hambre, el uso de fuentes alternativas de energía y la lucha contra enfermedades mortales, entre muchos otros.

Además, los científicos estamos convencidos de que la clave para generar riqueza en un país no reside únicamente en sus recursos naturales o laborales, sino en su capacidad de generar avances científicos y tecnológicos.

La historia nos da ejemplos claros: ha sido gracias a un sistema educativo robusto y a una inversión decidida en investigación científica y tecnológica que Corea del Sur logró superar la devastación de la guerra y convertirse en un país desarrollado en apenas cincuenta años.

Si algún día aprendemos esas lecciones y queremos realmente que México salga del subdesarrollo, la apuesta es obvia: invertir en un sistema educativo sólido y de calidad, e impulsar la investigación científica y tecnológica de frontera.

¿Es costoso hacerlo? Tal vez. Pero, como alguna vez dijo Derek Bok, expresidente de la Universidad de Harvard, para defender la importancia de financiar la educación: “Si creen que la educación es cara, bien harán en saber lo que cuesta la ignorancia”.

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

Columna

Carlos Artemio Coello Coello:

la inteligencia artificial con rostro humano, un encuentro con la comunidad universitaria de Colima.

El 8 de septiembre de 2025, la Universidad de Colima otorga el Doctorado Honoris Causa al Dr. Carlos Artemio Coello Coello, un científico mexicano que ha puesto el nombre de nuestro país en la vanguardia de la inteligencia artificial. Este reconocimiento no llega por casualidad: se da justo en un momento en que la UdeC avanza con paso firme hacia la consolidación de la universidad digital, la ampliación de su oferta en ingenierías vinculadas a las tecnologías emergentes y la vinculación con las grandes corrientes científicas del mundo.

Durante la ceremonia de investidura, el Dr. Coello se mostró tal como es: disruptivo, sencillo y cercano. Con humor recordó que en 1985, su padre le regaló

una pequeña computadora Spectrum con apenas 1K de memoria, y supo que ahí se enamoró de la computación. Aquel gesto encendió una pasión autodidacta que lo llevó de los cómics de superhéroes a la ciencia ficción, y de ahí a las ciencias computacionales. En una entrevista, comentó que “Había unos libros maravillosos, Los Premios Hugo, que no entiendo cómo llegaron a Tuxtla Gutiérrez, pero fueron decisivos para alimentar mi sueño de ser científico. No sabía en qué, pero sabía que era algo que tenía que hacer”, compartió.

Ese sueño trascendental pronto encontró reconocimiento: en 1990 recibió la Medalla Diario de México por ser uno de los mejores estudiantes del país, en ingeniería civil. Un año más tarde, en 1991, dejó Chiapas para iniciar sus estudios de posgrado en la Universidad de Tulane, en Estados Unidos. Ahí obtuvo la maestría en 1993 y el doctorado en 1996, ambos en Ciencias

Computacionales. Fue un cambio abrupto en todos los sentidos, especialmente en la enseñanza, y él mismo recuerda lo difícil que fue adaptarse. Sin embargo, fiel a su carácter perseverante, aprendió sobre la marcha hasta consolidarse como un investigador de talla internacional. Esa etapa marcó el tránsito de un joven apasionado por la programación a un científico con las herramientas para transformar sus ideas en conocimiento de frontera.

Esa capacidad de transformar la curiosidad en conocimiento conecta profundamente con el espíritu de la Universidad de Colima, que ha apostado por formar a nuevas generaciones en programas como Ingeniería en Tecnologías Electrónicas, Software, Tecnologías de Internet, Computación Inteligente e Ingeniería en Sistemas Computacionales. Como él mismo lo demostró en su juventud, no se trata solo de tener acceso a la tecnología, sino de

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

convertirla en una oportunidad de aprendizaje, creatividad y cambio social.

El reconocimiento a Coello también habla de una universidad que entiende que la ciencia no debe estar distante de los procesos formativos. Por eso, además de recibir este Doctorado, el investigador ha dialogado con estudiantes de bachillerato y licenciatura, mostrando que el conocimiento puede y debe compartirse desde las aulas hasta la vida cotidiana. Lo hizo en 2024, durante el 40 aniversario de la Coordinación General de Docencia; lo repitió esta mañana con estudiantes de ingeniería de los campi Colima, Coquimatlán y Manzanillo, así personal de la Coordinación General de Tecnologías de Información, en torno a su charla “Metaheurísticas Bio-Inspiradas para Optimización: La Última Frontera”, y lo hará nuevamente por la tarde en el Archivo Histórico con la conferencia “Del ajedrez al Nobel: Pasado, Presente y Futuro de la Inteligencia Artificial”

Hoy, cuando la UdeC ha logrado consolidar tres programas en línea, digitalizar procesos administrativos y fortalecer su investigación en áreas clave, reconocer al Dr. Coello Coello es también reafirmar el rumbo de la institución. Su vida —marcada por la disciplina, la imaginación y la pasión por aprender— se entrelaza con el camino de nuestra universidad hacia un futuro donde la inteligencia artificial, el internet de las cosas y la innovación tec-

nológica son parte esencial de la formación integral de los estudiantes.

Aunque su lista de premios y distinciones es extensa, él mismo se reconoce, sobre todo, como padre y como hijo agradecido. Habla con orgullo de sus dos hijos —uno de los cuales recibirá la Medalla al Mérito Universitario—, de la felicidad que comparte con su pareja, y de las llamadas semanales con su madre, que siempre lo apoyó y que hoy celebra este reconocimiento desde Tuxtla Gutiérrez.

La Universidad de Colima, al otorgarle este Doctorado Honoris Causa, celebra no solo a un científico extraordinario, miembro de El Colegio Nacional, sino a un ser humano que encarna los valores de perseverancia, creatividad y compromiso con el conocimiento. Y lo hace en el momento justo, cuando la institución avanza hacia la frontera del conocimiento con un proyecto educativo que busca transformar vidas, tal como la ciencia transformó la de Carlos Artemio Coello Coello.

Directorio

Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño Rector

Joel Nino Jr

Secretario General

Jorge Martínez Durán Coordinador General de Comunicación Social

Jorge Vega Aguayo Director General de Prensa

José Ferruzca González

Director del periódico El Comentario

Marco Antonio Vuelvas Solorzano Editor

Miguel Ángel Ávila García

Edición y diseño

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

Ten cuidado con lo que sueñas, porque a veces, los sueños se cumplen

Esa frase, que se asocia generalmente con el autor Michael Ende, ya que refleja la idea central de su novela Momo, la utilizo para abrir semblanza. Porque la vida y la trayectoria del Doctor Carlos Artemio Coello Coello son, justamente, la prueba viva de que los sueños, cuando se sostienen con trabajo, disciplina y fe, pueden convertirse en realidades que transforman no solo la vida de una persona, sino también la de generaciones enteras.

Continuando con la frase con la que inicié, podemos advertir que esta característica en el Doctor Coello refleja un mensaje profundo. Retomando lo que se describe en la novela Momo, los “Hombres Grises” -recuerda Ende- roban el tiempo y los sueños de las personas, corrompien-

do así sus verdaderas aspiraciones y convirtiéndolas en realidades vacías, al hacer que la gente se concentre únicamente en la productividad y olvide sus deseos más profundos: escuchar a sus hijos, apreciar el arte, cultivar la amistad… formas de un sueño que verdaderamente valdría la pena cumplir.

Es ahí donde Momo comprende que el tiempo no es algo que se pueda ahorrar, sino algo que se debe vivir plenamente. Y en ello radica su lucha contra los “Hombres Grises”: impedir que los sueños se cumplan de manera perversa, para que puedan realizarse en libertad, en autenticidad, en plenitud.

Así también es la vida del Doctor Carlos Artemio Coello Coello, que nos enseña que los sueños, cuando se viven con pasión y entrega, no se desgastan ni se roban, sino que se multiplican en conocimiento, en ciencia y en esperanza para los demás.

El Doctor Coello nació en Tonalá, Chiapas, en 1967. Desde niño se distinguió por su carácter inquieto y curioso, cualidades que lo acompañaron en su formación como ingeniero civil en la Universidad Autónoma de Chiapas, donde se graduó con mención honorífica. Ese sueño trascendental pronto encontró reconocimiento: en 1990 recibió la Medalla Diario de México por ser uno de los mejores estudiantes del país en ingeniería civil.

Un año más tarde, en 1991, dejó Chiapas para iniciar sus estudios de posgrado en la Universidad de Tulane, en Estados Unidos. Allí obtuvo la maestría en 1993 y el doctorado en 1996, ambos en ciencias computacionales. Fue un cambio abrupto en todos los sentidos, especialmente en la enseñanza, y él mismo recuerda lo

difícil que fue adaptarse. Sin embargo, fiel a su carácter perseverante, aprendió sobre la marcha hasta consolidarse como un investigador de talla internacional. Esa etapa marcó el tránsito de un joven apasionado por la programación a un científico con las herramientas para transformar sus ideas en conocimiento de frontera.

Después de obtener su doctorado, trabajó en la Universidad DePauw, en Indiana, y como Senior Research Fellow en la Universidad de Plymouth, en Inglaterra. En esos espacios de excelencia internacional reafirmó un sueño: regresar a México para hacer ciencia desde su país, formar estudiantes y construir, desde aquí, una trayectoria con impacto global. Y lo cumplió.

A su regreso, y tras laborar en el Laboratorio Nacional de Informática Avanzada en Xalapa, se incorporó al CINVESTAV, donde ha consolidado una obra científica sobresaliente. Ha dirigido más de 70 tesis, publicado libros de referencia, desarrollado algoritmos aplicados en aeronáutica, sistemas eléctricos y agricultura, y participado en los congresos más importantes de su campo.

Su excelencia ha sido reconocida con múltiples premios: el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el Premio Scopus, el IEEE Kiyo Tomiyasu Award, el TWAS Award en Ciencias de la Ingeniería, el Premio Crónica, y en 2024, el Edgeworth-Pareto Award, máximo galardón en su especialidad. En 2023, ingresó a El Colegio Nacional, siendo el primer especialista en computación en lograrlo.

Pero más allá de los reconocimientos, el Doctor Coello nos recuerda con su vida una enseñanza profunda: los sueños se cumplen, pero requieren valentía, cons-

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

tancia y la humildad de aprender incluso en la dificultad.

Porque además de ser un científico de talla mundial, el Doctor Carlos Coello es un ser humano extraordinario. Ha formado una familia junto a Gina, su compañera de vida; es un padre orgulloso de sus dos hijos, no solo por lo que han logrado académicamente, sino por lo que son como seres humanos; y hoy comparte esta alegría con su madre, que sigue la transmisión desde Chiapas, con un corazón desbordante de orgullo. A ello se suma el cariño de un gran número de amigos y amigas que lo estiman y celebran este momento con él.

Doctor Carlos Artemio Coello Coello: esta investidura que hoy le otorga la Universidad de Colima reconoce su carrera de excelencia, pero sobre todo celebra su pasión, su constancia, su fe en México y en las personas. Y lo hace en un momento simbólico, cuando nuestra institución

cumple 85 años de vida, constatando que muchos de sus sueños también se han cumplido.

Esa capacidad de transformar la curiosidad en conocimiento conecta profundamente con el espíritu de la Universidad de Colima, que ha apostado por formar a nuevas generaciones en programas como Ingeniería en Tecnologías Electrónicas, Software, Tecnologías de Internet, Computación Inteligente e Ingeniería en Sistemas Computacionales. Como usted mismo lo demostró en su juventud, no se trata solo de tener acceso a la tecnología, sino de convertirla en una oportunidad de aprendizaje, creatividad y cambio social.

Doctor Carlos Artemio Coello Coello: la Universidad de Colima, al cumplir 85 años de historia, se honra hoy al otorgarle el grado de Doctor Honoris Causa. Con este reconocimiento celebramos no solo la grandeza de su obra científica, sino tam-

bién la sencillez y humanidad con que ha sabido compartirla.

Su vida nos recuerda que los sueños, cuando se sostienen con pasión y generosidad, trascienden a quien los soñó y se convierten en inspiración para toda una comunidad.

Gracias por mostrarnos, con su ejemplo, que la ciencia y la educación tienen el poder de transformar vidas y de abrir caminos hacia un futuro más justo y más humano.

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

La ciencia no se queda en los libros, debe servir a la sociedad

Biografía narrativa del Dr. Carlos Coello Coello

En Tonalá, Chiapas, un 18 de octubre de 1967, nació Carlos Artemio Coello Coello. Su historia académica comenzó lejos de los grandes laboratorios de investigación, en las aulas de la Universidad Autónoma de Chiapas, donde estudio ingeniería civil. Desde entonces mostró un talento que pronto lo haría destacar: se graduó con mención honorífica y recibió la Medalla Diario de México como uno de los mejores estudiantes del país.

Su curiosidad lo llevó más allá de los planos y cálculos de la ingeniería. Una beca de la Secretaría de Educación Publica lo condujo a la Universidad Tulane, en Nueva Orleans, donde descubrió su verdadera pasión: la computación. Ahí obtuvo la maestría y el doctorado en 1993 y 1996, respectivamente.

Carlos Coello Coello nunca se conformó con seguir lo que ya estaba hecho. Desde joven decidió probar ideas nuevas y abrir caminos en la computación. Fue uno de los primeros en trabajar en un área que parecía complicada y poco conocida, pero que hoy es clave para resolver problemas de la vida real. Dedicó su carrera

a un campo innovador: la optimización evolutiva multiobejtivo, una rama de la computación que, inspirada en los procesos de biología, busca resolver problemas complejos con múltiples metas en conflicto. Sus algoritmos, diseñados desde México, se han aplicado y han servido para proyectos en distintitos paísescomo Estados Unidos, Colombia, Chile y Cuba para enfrentar retos del mundo real.

En el Cinvestav del IPN (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional), institución a la que ingresó en 2001, consolidó una trayectoria que lo ha colocado como uno de los científicos más citados de Améri-

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

ca Latina. Con más de 400 publicaciones y más de 31 mil citas en Google Scholar, ha formado a decenas de estudiantes de posgrado, muchos de ellos hoy investigadores destacados.

Los reconocimientos no tardaron en llegar. En 2007 recibió el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Exactas de la Academia Mexicana de Ciencias; en 2012, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Ciencias Físico – Matemáticas y Naturales, el máximo galardón científico del país. También fue distinguido con la Medalla al Mérito Científico de la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal, el Premio Scopus México en Ingeniería y, a nivel internacional, como el IEEE Kiyo Tomiyasu Award, siendoel primer latinoamericano en obtenerlo.

Pero más allá de las cifras y los premios, hay un rasgo que distingue a Coello: el cuestionar lo que los demás dar por hecho y su capacidad para abrir camino. Él mismo ha dicho que disfruta “ser disruptivo”, el ir contra lo establecido cuando cree que se puede encontrar algo mejor. No le interesa seguir modas en la ciencia, sino marcar su propio camino. Por eso combina disciplina con imaginación, y esa forma de trabajar lo ha llevado a ser reconocido en el mundo entero. Fue el computólogo más joven en alcanzar el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores y es el único en el área de tecnología que presume la categoría más alta dentro del Cinvestav.

Este 08 de septiembre, la Universidad de Colima lo reconoció con el título de Doctor Honoris Causa. El acto no fue solo un homenaje a sus logros académicos, sino un gesto de admiración hacia un científico que demuestra que la excelencia puede nacer em cualquier rincón de México

y crecer hasta ser reconocida en todo el mundo.

En la Universidad de Colima, su Honoris Causa fue un reconocimiento a una vida dedicada a la ciencia y a la formación de nuevas generaciones. Más que un acto protocolario, fue un momento para mostrar a la comunidad universita-

ria que los logros de Carlos Coello Coello son también una inspiración posible para quienes hoy estudian en las aulas. Con este nombramiento, la UdeC lo hizo parte de su historia y le dio un nuevo espacio para seguir motivando a jóvenes que sueñan con cambiar el mundo desde la investigación.

¿Qué tiene que ver la evolución natural con la inteligencia artificial?

Entrevista con el Dr. Carlos A. Coello Coello

La evolución natural explica cómo las jirafas desarrollaron cuellos largos para alcanzar hojas altas, cómo los saltamontes perfeccionaron su camuflaje, cómo las bacterias se volvieron resistentes a los antibióticos e incluso cómo los homínidos se transformaron en lo que hoy somos. Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con la inteligencia artificial?

La naturaleza ha perfeccionado durante millones de años organismos cada vez más adaptados a su entorno. Inspirado en ese proceso, el Dr. Carlos Artemio Coello Coello, pionero mundial en optimización evolutiva multiobjetivo, ha dedicado su carrera a trasladar esa lógica a los sistemas computacionales. El resultado: algoritmos capaces de resolver problemas de enorme complejidad en campos tan diversos como la aeronáutica, la energía y la bioinformática.

Con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Colima, el miembro reciente de El Colegio Nacional explicó que el área en la que trabaja, conocida como computación evolutiva, consiste en simular el proceso de selección natural dentro de una computadora. Aunque reconoce que se trata de una “versión muy burda” de la naturaleza, el modelo sorprende por su efectividad.

Las variables de un problema se representan en una cadena de datos que puede transformarse a lo largo de múltiples “generaciones”. En cada iteración —repetición para mejorar hasta alcanzar un objetivo—se aplican tres mecanismos bá-

sicos: la recombinación sexual, que combina dos soluciones para generar nuevas; la selección por aptitud, donde sobreviven las opciones más prometedoras; y la mutación, un cambio aleatorio que introduce diversidad.

En la naturaleza, la mutación suele ser un error en la copia del ADN que provoca enfermedades. En el mundo de la computación, en cambio, cumple una función positiva: explorar alternativas que de otro modo no surgirían. “Lo asombroso es ver cómo, en pocas iteraciones, pasamos de soluciones completamente aleatorias a aproximaciones muy cercanas al óptimo”, comenta el investigador.

La computación evolutiva es, por tanto, un campo de la inteligencia artificial que utiliza algoritmos inspirados en la biología para encontrar soluciones óptimas a problemas de optimización y búsqueda. Los algoritmos desarrollan “poblaciones” de posibles respuestas, evalúan su desempeño, seleccionan las mejores y las recombinan hasta generar generaciones cada vez más aptas.

Estos modelos no son ejercicios abstractos. Desde hace décadas, los proyectos desarrollados por Coello y su equipo han tenido aplicaciones de gran impacto. En Stanford, por ejemplo, se usaron para diseñar jets supersónicos de negocios; en

Fotografía: Perla Alejandra Regla Maldonado

Chile, ayudaron a optimizar la red de potencia eléctrica de Valparaíso; y en Japón, contribuyeron al perfeccionamiento del tren bala Shinkansen y al diseño de llantas de alto rendimiento.

“Hoy existen aplicaciones en prácticamente todos los dominios de la ingeniería, desde la civil hasta la bioinformática”, señala el investigador, reconocido como el número uno de México en el Ranking of Top 1000 Scientists in the Field of Computer Science and Electronics de Guide2Research 2024 . Este enfoque confirma que la naturaleza puede ser una aliada no solo en la inspiración artística, sino también en el diseño de tecnología de vanguardia.

En la ciencia, comprender más que producir

Tras más de tres décadas de trabajo, el científico chiapaneco subraya que la investigación no debería limitarse a generar nuevos algoritmos, sino también a entenderlos en profundidad. “En México existe una fuerte presión por publicar y graduar estudiantes, lo que a veces impide detenernos a analizar cómo y por qué funcionan las técnicas que usamos. Creo que es una responsabilidad de quienes tenemos más experiencia generar esa comprensión para las nuevas generaciones”, afirma.

Carlos Coello ha publicado más de 220 artículos indexados, cuatro libros y 62 capítulos; sus trabajos suman más de 77 mil citas en Google Scholar. Sin embargo, su sensibilidad científica va más allá de la producción numérica: “Ya llegué a un punto en el que no me interesa tanto aprender cosas nuevas, sino entender las cosas que he trabajado durante casi 30 años, porque a veces utilizamos un algo-

ritmo con un conocimiento básico, pero sin profundizar en él”.

Finalmente, reflexiona sobre el impacto de tecnologías como la inteligencia artificial generativa. Para él, el problema no radica en la herramienta, sino en las decisiones humanas: “Las tecnologías no son buenas ni malas en sí mismas; lo peligroso es el mal uso que podemos darles”.

Para ilustrar este dilema, recuerda un documental sobre la edición genética mediante CRISPR. En él, un niño recibe la esperanza de una cura para su enferme-

dad, mientras que otro personaje intenta modificar a su perro para que brille en la oscuridad. “Ese contraste refleja lo que está en juego: con la misma tecnología podemos salvar vidas o crear riesgos para toda la humanidad. La clave es la conciencia ética de quienes la usamos”, concluye.

Con ese llamado, el nuevo Doctor Honoris Causa por la Universidad de Colima reafirma el papel de la ciencia no solo como motor de innovación, sino también como un espacio de responsabilidad social y humana.

Viernes 12 de septiembre de 2025

Algoritmos desde natura Ilustración digital de Anamari Lorenzo, estudiante del 3er semestre de la Licenciatura en Comunicación

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