Consumos y producción en la era de la IA. Desigualdad, posverdad y estética
Beatriz Paulina Rivera Cervantes
Cine
Reseña fílmica: Flow
Ángel David Meza Rodríguez
Nota “HABLEMOS DE LO INVISIBLE” El periodismo frente al trabajo infantil en Colimal
Arnoldo Delgadillo Grajeda
Fragmento cartel MUT ZUR WUT
No. 454
Consumos y producción en la era de la IA. Desigualdad, posverdad y estética.
Beatriz Paulina Rivera Cervantes
Profesora e Investigadora de Tiempo Completo de la Facultad de Letras y Comunicación, Perfil PRODEP e integrante del Cuerpo Académico 120 (UCOL-CA-120), “Comunicación y Cultura”.
Líneas de investigación: La transmedialidad y sus implicaciones culturales; las comunidades fandom; los discursos de odio y la cultura de paz; los cambios sociales en la formación de comunicadores.
Correo; riverap@ucol.mx
En los tiempos de la posmodernidad, donde las herramientas tecnológicas de información y comunicación son apreciadas como objetos de gran valía por sus rápidas funciones, sus voraces creaciones y por la información que nos permiten almacenar, el pensamiento crítico, la veracidad de la información y la calma para pensar antes de publicar o replicar contenido en los dispositivos
digitales parecen haberse guardado en un cajón.
Las tecnologías de información y comunicación, como cualquier avance científico, pueden considerarse como una ayuda para facilitar la vida de las personas, no obstante, enseñar a usarlas en forma ética y responsable no está en la agenda de las mayorías. Al estar inmersas en los hogares, se emplean a prueba y error, o en el mejor de los casos se leen los instructivos de uso, pero, ¿Quién enseña a usar en los hogares, las aplicaciones y plataformas que se desea tener en los dispositivos digitales? Y no hablamos de las funciones técnicas, sino de la forma de consumirlas. Dicho aprendizaje empírico suele quedar sin supervisión de un experto, lo cual incrementa los riesgos a los que se expone la población por el uso, poco informado, de las herramientas que deberían mejorar nuestra calidad de vida.
Con la evolución de las herramientas digitales también llegó la democratización de discursos y narrativas circulantes, donde se fragmentó el modelo clásico de la comunicación, en el que el receptor asumía una postura pasiva; hoy en día el proceso comunicacional es híbrido, abierto y, para muchos, libre; permite la verosimilitud con rapidez ante la poca reflexión del bombardeo diario de información fragmentada y descontextualizada que llega a nuestros dispositivos. Por ende, seguimos en la era de la posverdad.
La información no verdadera, creada con propósitos diversos, ha sido empleada en noticias falsas, a través de aplicaciones y plataformas digitales desde muchos años ya; genera narrativas que llegan a promover discursos de odio, violencias y confusión cuando el ser humano no se ha alfabetizado informacional y mediáticamente. Las creencias, sin esta alfabetización, se rigen por lo que se ve y se es-
cucha sin cuestionamientos. Se consume y se asume como verdad sin verificar ni reflexionar todo lo que se comparte en los medios y en las plataformas de comunicación digitales.
Ante la posverdad, las desigualdades comunicacionales, culturales y digitales se incrementan; se vulneran las creencias y se arraigan otras; mucho más con la llegada de la Inteligencia Artificial Generativa (IA). Su uso expansivo y gratuito se ha desbocado. Su exploración ha permitido aprender de ella y con ella, no obstante, sin alfabetización mediática, no siempre es así. Tampoco lo es respecto a su consumo, ya que la confianza y las expectativas otorgadas a la IA son altas para quien también da importancia a la imagen y a la representación de ideales a través de estas. Se consumen y reproducen, entonces, patrones de preferencias por la estética impuesta desde el colonialismo de los datos que ofrece la IA.
Respecto a la producción de datos con herramientas de IA, no todo es obscuro. Si bien permite tratamientos estéticos personalizados y diagnósticos más precisos, también plantea dilemas éticos. La personalización puede convertirse en una forma sutil de manipulación emocional, especialmente si se basa en datos sesgados o en expectativas irreales. Por ende, con la reproducción de estos ideales que ofrece la IA se amplían las frustraciones para algunos y se satisfacen las necesidades de otros, por tener acceso o no, a la producción de dicha estética digital perfeccionada. En ese sentido, los sesgos de género integrados en estos sistemas
refuerzan estereotipos y perpetúan una violencia estructural contra mujeres, por nombrar solo un ejemplo, lo que agrava su vulnerabilidad en el entorno digital.
Otro de los tantos riesgos con el uso de la IA es la producción y reproducción de videos con suplantación de identidad o con sucesos falsos que transitan en el espacio digital, los cuales manipulan, a simple vista la mirada del espectador. Los deepfakes puede afectar la privacidad, la reputación y el bienestar subjetivo de las personas, con consecuencias tanto en el ámbito personal como profesional. Su viralización, además, pone de manifiesto las preferencias de consumo de las audiencias, situación preocupante que refleja una baja probabilidad de comprensión crítica de las posibles intenciones de los creadores de este tipo de imágenes y de los efectos que estos datos creados por la IA pueden generar.
Por todo lo anterior, destaca la necesidad de una mirada crítica y ética en el uso de la IA en contextos estéticos, además de promover en los hogares y en las aulas el desarrollo del pensamiento y del sentido crítico, formado e informado por datos objetivos, donde los juicios éticos den pie a la reflexión, mucho más, si es para producción o consumo de contenidos ofrecidos con la IA. Solo así aspiraremos a una ciudadanía con alfabetización informacional y mediática equitativa, con capacidad para cuestionar el impacto social de nuestros consumos y actuaremos con responsabilidad frente a los efectos culturales y/o psicológicos producidos por este tipo de tecnología.
Imagen de portada
dehumanized art.
El cartel muestra una escena donde la presencia de la IA, representada por los cuadros de ChatGPT, domina el museo, y se vuelven las obras.
Se escogió este título porque refuerza la idea de que el arte está siendo deshumanizado por la tecnología.
El estilo minimalista y algo sombrío de la imagen complementa la sensación de frialdad y distanciamiento que evoca el título.
Suzette Marlenne Garcia Topete. Top 100 of Mut zur Wut 2025 poster competition.
“HABLEMOS DE LO INVISIBLE” El periodismo frente al trabajo infantil en Colima
Arnoldo Delgadillo Grajeda
En marzo de 20151, la entonces Secretaría del Trabajo y Previsión Social rescató a 13 niñas, niños y adolescentes, junto con 36 jornaleros indígenas mixtecos más, de las condiciones de explotación laboral en las que eran víctimas, en campos de cultivo de pepino cerca del Ejido El Diezmo, en el municipio de Colima. Los menores trabajaban jornadas de más de diez horas, expuestos a plaguicidas sin equipo de protección, viviendo hacinados en casas de cartón, pasando hambre y sin acceso a atención médica. Recibían tres pesos por cada cubeta de pepino recolectada. Apenas llevaba unos
meses como periodista, y esa fue la primera vez que comprendí con crudeza qué significaba el trabajo infantil: una forma de esclavitud contemporánea, amparada por el silencio y la omisión institucional.
La nota alcanzó los titulares en noticieros nacionales por un par de días y luego se olvidó. Me apena reconocerlo, pero antes de esa cobertura ni yo —que me consideraba una persona crítica y con sentido social— había sido realmente consciente de que, en pleno siglo XXI, la infancia pudiera seguir expuesta a condiciones tan brutales. Por eso me impactó tanto. Decidí volver, días después, al sitio del rescate. Ante lo desolador de la vuelta a la normalidad,
publiqué una nueva nota: “En los campos de pepino en Colima la vida sigue”2. Y sí, seguía. Todo seguía: la explotación, la indiferencia, la precariedad. Desde entonces, me convencí de que el trabajo infantil no es una anécdota aislada ni un problema ajeno: es una herida estructural de México, sostenida por la pobreza, la impunidad y una profunda desigualdad.
Con el tiempo, además de seguir ejerciendo como reportero, me convertí también en un estudioso del periodismo, no solo como una actividad profesional, sino como herramienta ciudadana. Lo entendí entonces como “un método sucesivo de interpretación de la realidad social3”, con
capacidad no solo para denunciar, sino también para activar la agencia colectiva —esa fuerza que permite decidir, transformar, resistir. Fue desde esa perspectiva que comprendí con mayor claridad cómo el periodismo en México ha estado históricamente marcado por la cobertura de los llamados “grandes temas”: la política, la violencia, la corrupción, el narcotráfico. Estas agendas han dominado portadas, encabezados y transmisiones especiales durante décadas, moldeando tanto la producción como el consumo informativo.
Pero hay otras realidades que han permanecido sistemáticamente fuera de foco, como los derechos de niñas, niños y adolescentes. El trabajo infantil es uno de ellos. Y justo esa es la premisa de este ensayo: en Colima sucede lo mismo. A pesar de hallazgos documentados de explotación laboral infantil, las coberturas son esporádicas, los seguimientos casi inexistentes y las voces de niñas y niños, prácticamente borradas del mapa informativo. El llamado es a hablar de lo invisible.
El periodismo de infancias en México es una agenda postergada, pero urgente. En un país donde más de 38.2 millones de personas son niñas, niños y adolescentes4, los medios de comunicación siguen sin asumir un enfoque sistemático de derechos al momento de cubrir sus historias. De acuerdo con Tejiendo Redes Infancia5, persiste una representación
reducida, adultocéntrica y estereotipada de las infancias en los noticieros, donde rara vez se les reconoce como sujetas y sujetos de derecho, con voz propia y agencia. Incluso cuando hay periodistas que sí se han atrevido a mirar hacia las infancias, el enfoque muchas veces sigue atrapado en las grandes narrativas del dolor. Su periodismo es necesario, pero también revela una paradoja: para que las infancias entren en la agenda pública, primero deben estar atravesadas por “los grandes temas”.
Aunque Colima aparece en los últimos lugares a nivel nacional en cuanto a proporción de niñas, niños y adolescentes en ocupaciones no permitidas, la problemática persiste. De acuerdo con el Módulo de Trabajo Infantil de la ENOE 20156, existen 2 mil 086 menores en ocupaciones no permitidas en el estado, lo que representa el 0.9% del total nacional. De ellos, el 67.96% son niños y el 32.04% niñas, y más de la mitad (52.3%) realiza actividades catalogadas como peligrosas.
El riesgo de trabajo infantil se concentra en municipios con alta población indígena y bajos ingresos incluso migrantes , como en el caso de los campos de pepino. Las comunidades donde la mayoría de la población gana menos de dos salarios mínimos o carece de servicios básicos son también las que concentran mayores índices de ocupación infantil,
Directorio
Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño Rector
Joel Nino Jr Secretario General
Jorge Martínez Durán Coordinador General de Comunicación Social
Jorge Vega Aguayo Director General de Prensa
José Ferruzca González Director del periódico El Comentario
Marco Antonio Vuelvas Solorzano Editor
Miguel Ángel Ávila García Edición y diseño
El Comentario Semanal
Nota
especialmente en actividades agrícolas. En enero de 2025, el INEGI reiteró que las zonas rurales siguen concentrando el mayor número de niños trabajadores en todo el país7. A esto se suma que solo en lo que va del 2025, el DIF Colima reportó 30 nuevos casos de trabajo infantil detectados en la entidad8
En este contexto, reitero la premisa del ensayo: siendo un actor clave en la construcción de la agenda pública, los medios han tenido una deuda histórica con las infancias. Cuando hablamos de trabajo infantil, muchas veces lo que aparece en la prensa es el “caso escandaloso”, la redada, el operativo, la excepción. Rara vez se visibilizan las causas estructurales: la pobreza, la informalidad laboral, la falta de acceso a servicios de cuidado infantil o la migración forzada. A menudo, las niñas y los niños trabajadores son retratados como víctimas anónimas, sin historia, sin voz, sin contexto. Se pierde
así la oportunidad de informar con profundidad y de generar una conversación pública transformadora.
Además, el tratamiento mediático tiende a reforzar estigmas o a reproducir discursos que normalizan la explotación infantil. En lugar de indignarse por ver a un niño vendiendo dulces en la calle, se le toma como parte del paisaje urbano. En lugar de exigir políticas públicas integrales, se recurre al sentimentalismo o a la “nota humana”. Así, el periodismo corre el riesgo de ser parte del problema cuando no asume su responsabilidad social con rigor, con enfoque de derechos y con perspectiva de infancia.
Más allá de los campos agrícolas, hay formas de trabajo infantil que permanecen fuera del foco mediático. En Colima, cada vez es más común ver a niñas, niños y adolescentes en los cruceros, limpiando parabrisas, vendiendo productos, o
acompañando a sus madres en jornadas de trabajo informal, como parte de una economía callejera que se alimenta de la desigualdad. Muchas veces ni siquiera son reconocidos como trabajadores: se les ve como ayudantes, como acompañantes, como parte de una estrategia de sobrevivencia familiar.
Sin embargo, ahí también hay una violación de derechos. Ahí también hay explotación, exposición a violencia, accidentes, consumo de sustancias, abuso. Es ahí donde la cobertura periodística puede ser más potente: no para criminalizar la pobreza, sino para evidenciarla, para cuestionar su normalización, para contar las historias que nadie quiere ver.
Antes de concluir, y porque el afán no es construir un ensayo basado en quejas y agendas pendientes, es importante reconocer que en Colima se han implementado políticas públicas relevantes en esta materia. El DIF Estatal ha desplegado una estrategia integral para reducir el trabajo infantil en sus peores formas9. Entre los logros destacan la reincorporación escolar de más de mil 300 menores, la creación de dos albergues para adolescentes en situación de riesgo, la prohibición del trabajo infantil en la vía pública a través de reglamentación municipal, y el otorgamiento de servicios de transporte, alimentación y salud para hijos e hijas de madres trabajadoras en zonas como Tecomán y Manzanillo.
Además, se logró certificar a una empresa agrícola libre de trabajo infantil y existen otras en proceso. También se ha fortalecido la coordinación institucional mediante el Comité Estatal COMPARTE, que reúne actualmente a más de cien organismos públicos y privados. Son pasos firmes que deben ser reconocidos y
fortalecidos, pero también visibilizados y acompañados por la prensa.
A manera de conclusión, queda claro que como periodistas, en México y en Colima en particular, tenemos una deuda con las infancias: contar sus historias desde sus derechos. Investigar las causas estructurales del trabajo infantil, dar seguimiento a los casos, cuestionar las políticas públicas, presionar por presupuestos con perspectiva de niñez. Porque lo que no se nombra, no existe. Y lo que no se cuenta, no se transforma.
Pero también nos toca cambiar el enfoque narrativo: dejar de ver a las niñas y
niños como víctimas pasivas y reconocerlos como sujetos de derecho. Organizaciones como la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM)10 y proyectos como Ollin: periodismo de infancias11 han insistido en que los medios pueden y deben jugar un papel fundamental en la promoción, difusión y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. No se trata solo de reportar sobre ellos, sino de reportar con ellos, de escuchar sus voces, de narrar su diversidad y complejidad. Significa ir más allá del caso dramático o la efeméride para generar narrativas que acompañen sus vidas, no que las reduzcan.
En un país con brechas tan profundas, contar bien a las infancias es una forma de justicia narrativa. Y en contextos como el de Colima, donde la explotación infantil persiste aún en silencio, el periodismo tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de ser ese eco incómodo que se niega a aceptar la normalización de lo inaceptable. Que hable de lo invisible. Que mire donde nadie más mira. Y que al hacerlo, contribuya no solo a informar, sino a transformar.
3 Delgadillo Grajeda, A., & Arellano Ceballos, A. C. (2021). La interpretación de la realidad social a través del periodismo: reflexiones epistemológicas. Estudios de la Ciénega, (1), 5–12. https:// revistaestudiosdelacienega.com/ojs/index.php/rec/ article/download/2/1
4 INEGI. Censo de Población y Vivienda 2020 (Censo 2020).
5 Tejiendo Redes Infancia. (2023, junio 21). Acercar el enfoque de derechos de infancia y la perspectiva de género, reto para avanzar en la igualdad en los medios de comunicación. https://tejiendoredesinfancia.org/sala-de-prensa/ acercar-el-enfoque-de-derechos-de-infancia-y-laperspectiva-de-genero-reto-para-avanzar-en-laigualdad-en-los-medios-de-comunicacion/
6 Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) & Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2015). Módulo de Trabajo Infantil (MTI) 2015: Datos relevantes del estado de Colima. Iniciativa Regional América Latina y el Caribe Libre de Trabajo Infantil.
https://www.stps.gob.mx
7 ABC Noticias. (2025, enero 27). Más niños trabajan en zonas rurales, asegura el INEGI. https://abcnoticias.mx/nacional/2025/1/27/ mas-ninos-trabajan-en-zonas-rurales-asegura-el-inegi-238399.html
8 Colima Digital. (2025, mayo 20). Detectan 30 casos de trabajo infantil en Colima. https://colimadigital.mx/2025/05/20/detectan-30-casos-de-trabajo-infantil-en-colima/
9 DIF Estatal Colima. (s.f.). Desaliento al trabajo infantil en sus peores formas en Colima [Documento interno].
Pantalla pop. Lo político y la otredad en Lilo y Stitch
Julio Cuevas Romo.
Te oigo llorar en la noche, ¿sueñas mucho con ellos?
Sé que por eso destruyes cosas, y me empujas.
La frase con la que inicia este aporte es dicha por Lilo en la película animada original y lo hace sin rasgos de dramatismo, pero a la vez con una honestidad total, y concentra buena parte de la esencia de la historia. Lilo logra ver, desde antes, algo que ningún ser adulto, terrestre o alienígena ha podido hasta este punto de la narración: el dolor que Stich manifiesta a través del caos, el enojo y la destrucción. ¿Por qué le es más fácil reconocerle? Ella también lo vive, también ha perdido, también tiene la etiqueta de “rara” y también suele ser apartada. Lilo es un cuerpo roto reconociendo al otro, algo que el sistema no hace. Aquí no hay niñas ni monstruos alienígenas sino dos sobrevivientes usando el único lenguaje que conocen.
En ninguna de las dos versiones se nos muestra en pantalla la pérdida, es algo ya instalado desde la primera escena, en donde sabemos que Lilo y su hermana Nani han perdido a su padre y a su madre, asumiendo la segunda el rol de tutora legal, cambiando de hermana a madre de un día para otro. Uno de los aciertos que tiene la película, en ambas versiones, es mostrarnos una estructura familiar no tradicional pero no de forma idealizada, pues no hay recetas mágicas para sanar o algún agente externo que pueda resolver los problemas. Sólo existe una cotidianidad llena de incertidumbre y de precariedad. Desde una perspectiva psicológica, Lilo muestra claros síntomas de depresión infantil no diagnosticada traducida en rituales obsesivos, dificultad para conectar con sus pares, impulsividad y retraimiento. Esta situación resulta verosímil dentro
de los contextos de nuestra América Latina, donde los diagnósticos psicológicos siguen siendo un privilegio y la precariedad económica, como la que enfrenan los personajes, no solo limita el acceso a necesidades consideradas básicas como alimentos o agua, sino a atención emocional profesional, algo que se sigue estigmatizando como secundario o no de primera necesidad. En otras palabras, la salud mental tiene sesgos de clase donde encontramos infancias con acceso a diagnósticos frente a otras catalogadas como “problema”.
Por otro lado, Stich presenta respuestas típicas de trauma (severo). Es agresivo, incapaz de regular sus emociones y tiene un claro rechazo al afecto. En este sentido ambos son etiquetados por su conducta, pero no escuchados, solo “corregidos”. Lilo no asocia el comportamiento destructivo de Stich como amenaza, sino como defensa, y en lugar de “domesticarlo”, como lo suelen hacer posturas colonialistas, lo mira, pone su sentir en palabras y lo dignifica. En este reconocimiento inicia la sanación, no desde sus fallas sino desde construir vínculos. Los cambios de Stich no funcionan aquí como una narrativa redentora, sino de que también quienes han sido etiquetados como destructores, pueden transformarse. Lilo tampoco es una salvadora o una experta, es también una
persona rota que ofrece lo que tiene, esperando que eso pueda ser suficiente. También es profundamente realista, pues a pesar de esta esperanza, en la misma escena aludida desde inicio concluye diciéndole a Stich: “Pero si quieres puedes irte, siempre te recordaré, siempre recuerdo a los que se van”.
En este punto quiero a aludir a esta película como un posible recurso de crítica social que resuena en nuestras realidades, pues a pesar de que sabemos de los múltiples cambios en las estructuras familiares por violencia, migración, modelos económicos asfixiantes o disidencias, nuestro imaginario dominante sigue arraigado en la figura de la familia nuclear tradicional con padre, madre e hijas o hijos biológicos. Sin generalizar, pero basta mirar las tendencias en la publicidad actual donde la imagen promocional con roles proveedores o cuidadores sigue siendo la validación de este imaginario.
En ambas versiones, Lilo y Stich va más allá de romper esta representación: la cuestiona de forma abierta. Nani no tiene estabilidad económica, ni pareja, y por supuesto, tampoco es madre. Su relación con Lilo es ambivalente y con tensiones constantes, lo que provoca que la sintamos real. En uno de los elementos que sí varía en ambas versiones y que aludiré más adelante, lo que se presenta como
amenaza son los trabajadores sociales, no por ser crueles o deseen hacer daño, sino porque representan un sistema que mide la validez de lo que debe ser una familia con criterios estandarizados y externos. El no tener padres no es un error que deba ser “corregido”, es un punto de partida que posibilita construir otra comunidad, que en nuestra realidad puede no implicar lazos consanguíneos, sino compromisos mutuos.
Esta familia “pequeña y rota”, como termina diciendo Stich también en ambas versiones, es una figura política que no busca ser validada por externos, tampoco busca la restauración de lo perdido o de lo imposible, sólo quiere ser, sostenerse y protegerse. Vivimos una realidad que desgraciadamente excluye a las infancias, paternidades y maternidades no normativas, a las comunidades no convencionales y a los comportamientos no domesticados que no encajan en el modelo hegemónico. En estos contextos tan limitantes, la simple apuesta por el cuidado es una forma de desobediencia.
Tanto Lilo como Stich, desde esta arista, son sujetos de otredad. Un ser artificial sin otro propósito que destruir y una niña nativa “rara” y racializada en una isla transformada en destino turístico colonial. Sus formas de ser excluidos son distintas, pero se encuentran en una sociedad que los mira con sospecha y los margina en lugar de integrarles. No hay curas o redención para esto sino posibilidades. Una familia que se elige a si misma, no por semejanza sino por convicción, y en donde la violencia o la depresión no son enfermedades que exterminar, sino expresiones de heridas que requieren cuidado, tiempo y escucha.
En espacios donde la salud mental, la estructura familiar alternativa y las infancias racializadas aún son vistas con prejuicios, esta historia puede ser vista como una narrativa emocional, pero sobre todo política, no solo por su “eslogan” explícito de que una familia no deja a nadie atrás, sino porque lo muestra desde quienes suelen quedar al margen: quienes aman fuera de la norma, quienes están rotos, quienes destrozan cosas cuando nadie los ve.
Colonialismo, pertenencia y resistencia
Si bien el colonialismo no es enunciado ni aquí ni ninguna película de Disney, lo cual es más que lógico, su presencia es constante. Nani depende de empleos vo-
látiles que están sujetos a la temporada en una lógica de extractivismo turístico como una “nueva” forma de colonialismo económico. Lo anterior sumado a la dificultad de obtener recursos y la constante amenaza de separarse de Lilo. Este conjunto de factores dirige a una estructura en la que el lugar de la población originaria no es de agencia sino de subordinación. Lilo y Nani no están en un contexto adverso sólo porque sus padres ya no están sino porque lo que les rodea no les ofrece refugios emocionales, culturales o sociales. Esto no es casual, sino la consecuencia de un sistema que desplaza lo originario para convertirlo en algo folclórico y rentable. Algo que se recuerda como una de las escenas graciosas en la versión original es lo que hace Lilo con su cámara: fotos ridiculizadas y desalineadas de turistas donde algunos se muestran sorprendidos. Esto tiene otra lectura más profunda en la que ella invierte la lógica, pues no es la niña nativa racializada y retratada, sino los visitantes que son caricaturizados de forma grotesca. Lilo desmonta la narrativa dominante a través de producir contraimágenes. Si bien no tiene poder institucional, sí que tiene una mirada que altera. No cambia el sistema, pero deja registro de su malestar.
La película realiza también gestos subversivos transversales a toda la narrativa. Frente a la clásica reunificación familiar en donde el ideal es volver a lo que se perdió, los personajes apuestan por la reinvención. Esto es aún más fuerte si consideramos el contexto contemporáneo con familias monoparentales, hermanas o hermanos cuidando a otros, personas LGBT+ formando redes de apoyo o migrantes reconfigurando sus núcleos afectivos, por dar algunos ejemplos. Stitch decide quedarse, cuidar y pertenecer.
A más de 20 años entre la versión original y su versión de acción real, se puede retomar un mensaje también para quienes somos adultos y que en nuestra historia se nos han presentado modos únicos de formar comunidad, formar familia y de sostener la vida. Que la historia transcurra en Hawái nos hace reflexionar en el cómo las culturas nativas han sido despojadas y reapropiadas o incluso existan políticas de exterminio que intentan borrarlas de forma sumamente violenta como vemos actualmente con la población palestina. En los trabajos precarios de Nani, en las miradas críticas a través de la cámara de Lilo, hay ecos de colonización, pero a la vez hay respuestas a través del afecto
como soberanía, la elección de comunidad como desobediencia o el cuidado como bandera política. No era la intención de este texto hacer una comparativa entre versiones, sino rescatar la esencia de la historia, pues se dice en redes que esta última versión omite parte de esa esencia en el momento que Nani acepta que alguien más cuide a Lilo para que no tenga que sacrificar su carrera universitaria. Posiblemente sea cierto pero la historia, en ambos casos, funciona para reflexionar, como bien lo intuye Lilo, que Stich no es un monstruo, y como tantos, no necesitaba corrección o aislamiento, sino que alguien le dijera que puede quedarse y ser parte.
Más información:
Rollison, C. A. (2020). We are not alone: Finding family across a universe of differences in Lilo and Stitch. En R. T. Kozlovic & M. J. J. Christianson (Eds.), Exploring the sacred in popular culture: Religious, mythological and spiritual meanings in comics, film, television and games (pp. 81–88). McFarland. https://digitalcommons.tacoma.uw.edu/cgi/viewcontent. cgi?article=1062&context=access
Julio Cuevas Romo, profesor-investigador de la Universidad de Colima. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de SECIHTI. Líneas de investigación: Procesos de enseñanza y aprendizaje de ciencias y matemáticas en contextos de diversidad, uso de narrativas audiovisuales para la enseñanza.
Escritor, lector voraz, reportero, editor y corrector, jefe de redacción, especialista en ironía, parodia, minificción, cuento breve, transculturación literaria y uno que otro tema de charla poco común. Actualmente es profesor investigador en la FalCom Ucol; egresado de la Licenciatura Letras y Periodismo y la Maestría en Literatura hispanoamericana por la misma institución. Doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Concepción, Chile. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores nivel 1, perfil PRODEP. Ha publicado Zapping (Cuento breve, Gobierno de Colima, 2011) y Brevediario (minificción, BUAP, 2024), en antologías de minificción y cuento breve en España, Chile, México, Argentina, Perú y Bolivia. FECA Colima 2010 y 2013 en Creación literaria: Cuento. Le gusta andar en bici, el mezcal, el sotol y el wiski; leer de a tres o cuatro cosas a la vez y escribir. Sus amigos y amigas dicen que cocina rico y también practica el tabaquismo. A veces sale a andar en bicicleta, pero a los 70 kilómetros pedaleados como que se cansa.
De qué forma íbamos a recalibrar y balancear el número de especies en cada planeta para mantener el equilibro en el universo
“Señor, lo busca Dios”, me dijo angustiada mi secretaria. Le dije que lo pasara. Luego de saludar, Dios comenzó a hablarme en pirahã, capoide, khoisan, yagán de lo nervioso que estaba. Luego llegó al binario y ante la confusión le pedí que me dijera todo en español. Me explicó que el jefe del Departamento de Libres Albedríos, Jiddu Subbaraj, debía entregar en tiempo y forma los reportes de cuántas criaturas desarrollaron instintos de supervivencia fuera de lo normal en los últimos cinco años.
“Eso es vital si queremos preservar a algunas especies sin necesidad de intervenir de forma directa, para que la gente no ande creyendo que todo es un milagro, como las políticas de esta empresa lo han establecido, sobre todo es necesario hacerlo con sumo cuidado en los planetas donde hay seres vivos con habla, conciencia de sí mismos y que han desarrollado civilizaciones, como usted bien lo sabe”, me dijo Dios. Sin embargo, el
reporte no se había hecho y nosotros necesitábamos con urgencia saber de qué forma íbamos a recalibrar y balancear el número de especies en cada planeta para mantener el equilibro en el universo… junto con la paciencia de nuestros proveedores. Pero no.
“Kareena Kripalani, la supervisora de Sentido Común y Decisiones Vitales Universales, fue a buscarlo a su oficina y Jiddu le dijo que estaba trabajando en eso, que le diera media hora para terminar todo. Kripalani le creyó y él llamó más tarde para decir que se luxó el tobillo, que iría a ver al médico y que al regreso le enviaría el informe. Entiendo que hay quienes escriben con las patas, pero eso ya es mucho: ¿cómo una luxación puede afectar la redacción de un documento? Mire, yo conozco a Jiddu desde tiempos inmemoriales y sabía que algo estaba escondiendo. Él nunca ha sido honesto. Alguna vez lo fue, pero cuando descubrió que podía mentir, que podía excu-
sarse para no hacer lo que se le pide, ha procurado mentir siempre. Así ese ese cabrón”, agregó Dios.
-¿Y qué hizo usted?, le cuestioné.
Dios suspiró y continuó explicándome: “le pedí a la señora Demir, a Clara, de Recursos Humanos y Otras Razas, que por favor me comunicara con Subbaraj porque necesitaba asesoría respecto a un par de documentos. Me contestó su esposa, le pregunté que cómo estaba Jiddu, me dijo que no había llegado del trabajo todavía, le conté lo que él mismo había dicho acá y le pedí que me tuviera informado porque me preocupaba que la luxación fuera algo más grave. ‘Dios: quédate tranquilo. Te enviaré un mensaje apenas llegue. Subbaraj tiene mucho que explicarme’, dijo, y quedamos en que eso haría”.
Dios se tomó una pausa, encendió un cigarro, me ofreció otro y al tiempo que lo encendía me dijo: “Ni su esposa, ni su familia confían en él. Hace rato me llegó un
Nota
mensaje de la señora Subarraj: Jiddu está bien, ni siquiera mencionó ni se quejó de ningún dolor. Comió con apetito, salió a fumarse un par de cigarros, bebió una copa de vino y durmió más de seis horas. Se levantó y durante veinte minutos levantó pesas. Después le marcó a un amigo suyo o socio y quedaron de cenar en el Celler de Can Roca que está por la galaxia Mosfire. Recién usé el Espectrógrafo Multiobjeto de Exploración en Infrarrojo y he corroborado que Jiddu está ahí. No es justo que nos quiera ver la cara. Necesitamos ese informe con urgencia”.
Entendí la angustia que sentía Dios. Miré la hora en el reloj. La secuencia, curiosamente, coincidió con el gruñido de mi estómago. Le dije que era hora de ir a comer. Dios balbuceó un par de frases incomprensibles para mí. Luego noté cómo un halo de tristeza se posaba en su faz. Malinterpretado, le dije que él me acompañaría, siempre y cuando estuviera de acuerdo en eso y tuviera hambre.
-Hambre de cualquier tipo, hambre y sed de justicia, si usted así desea verlo- le confirmé mientras le daba una palmada en el hombro. Entonces Dios giró un poco la cabeza, buscando mis ojos con la mirada para ver si realmente entendía lo que estaba pasando y sí, le confirmé que iríamos a comer al Celler de Can Roca que está por la galaxia Mosfire donde, por cierto, sirven una sopa de su propio chocolate y una revancha bien helada.
“En ese caso, deberíamos irnos ya: no me gusta arruinar el momento”, dijo Dios, y me preguntó si era correcto ir al restaurante con ese atuendo. Ambos sonreímos y comenzamos a caminar hacia mi oficina. Al llegar, solo me detuve para decirle a mi secretaria que saldría por un momento y que Dios estaba conmigo.
Eso bastó
Pocas personas vieron a Benito levitar por primera vez. Fue algo breve y, no obstante, esto bastó para que se corriera la voz y la gente lo mirara y lo señalara con el dedo y hablara a sus espaldas y no se supiera si era un ángel o un demonio aunque eso no importaba porque el bato le-
vita weeeeequéseso pos como que vuela pero así poquito bien leve casi nada son cosas del diablo muchacho ponte a trabajar cabrón le gritó alguien en la calle pinche mamón ora culero ábrete ojete qué pedo pinche Benito aunque guapo guapo así qué guapo no es pero tiene un nosequé a poco tú no has pensando en ponerle con él y tantas miradas tanta atención tanta envidia tanto trabajo y casi a las veinte horas salió de la oficina y caminando por la calle lo mismo la gente los cuchicheos y la molestia en la que se habían convertido los mariguanillos pedorros que se junta en la esquina de su casa y que también sabían acerca de su don o defecto y lo molestaban uno de ellos de más y lo sigue lo persigue lo corretea le grita mientras Benito huye así que levitas entonces levitatésta y bam bam bam por allá a lo lejos de madrugada otro bam que no lo rozó siquiera y las patrullas y las sirenas y Benito corre corre corrrrrrre hasta que se detiene a tomar aliento.
Es de noche. No hay estrellas porque está nublado. El callejón está oscuro, sin luz alguna. Tiembla. Sabe que ha llegado su hora –piensa “perdónalos porque no saben lo que hacen, ni quién soy: ni yo mismo lo sé, perdónalos”- cierra los ojos y aparece la voz detrás suyo quieto cabrón el teléfono el dinero ese anillo el reloj Benito intenta redimirse y levitar elevarse y escapar y lo intenta hasta que el tipo le arrebata la vida con dos clu clu dos cuchilladas y la sangre y los zapatos.
Su cuerpo, solo despojos, fue visto por muchas personas. La fotografía de su cadáver salió en los periódicos. Quien pudo verlo –y comprarlo- notó que faltaba el calzado. Este, de tipo Oxford, estaban ya en manos del dueño del bazar, aquel ubicado en frente del cibercafé donde alguien lee en el periódico online sobre la muerte de Benito, que intentó volar para escapar, y ve la fotografía, aquella en la que el cadáver está descalzo y sus piernas metidas en una sola de las piernas del pantalón.
Ojos de pez
La visión de la sirena es de diversos tipos. Hay quienes afirman que en algunos casos aplica en sus ojos el mismo principio que el de los faros que guían a los barcos al puerto; otras personas que han estudiado el tema constatan que son capaces de ver a largas distancias, porque pueden mover a voluntad la retina sobre el humor vítreo hasta obtener una visión binocular, casi telescópica.
La mitología recoge dos testimonios sobre este tema. En el primero de ellos, Sasade de Iquiwe relata que cerca de la actual reserva natural de Strunjan, en Eslovenia, avistó a una sirena y que pudo acercarse a ella debido a que les es casi imposible mirar de reojo. Por ello, asegura que la visión sirénida es parecida a la del gran angular, un tipo de lente que se usa en la fotografía y que se le instala a la cámara para obtener panorámicas. De ahí que las sirenas puedan ver más cosas, tener un ángulo de visión mucho más amplio, mayor al de la visión humana. Así, retozan de lecho en lecho marino ávida de panorámicas, de paisajes submarinos, de maravillas insondables.
El segundo caso es la leyenda de Manegueta, en Guinea, que describe a un ser que amamanta fuera del agua y que parece traer anteojos, cierto objeto con el que logra ver peligros cercanos en el tiempo, como una especie de adivinación.
Pero ninguna teoría mejor que aquella que propone que una –o varias- de las razones por las que una sirena pueda usar anteojos, lentes para nadar o gafas, es que la sal del agua de mar le lastime la córnea, o que simplemente se los deshidrate… o tal vez sea estrabismo, o miopía.
Reseña fílmica: Flow
Ángel David Meza Rodríguez
Cada que voy al cine, me pregunto si el precio de los boletos que pago tendrá una validez, trato de ir con una expectativa de lo que la película puede ofrecer, sin embargo, en las ocasiones en las que voy sin ni siquiera haber leído la sinopsis de los metrajes que estoy por ver, me sorprendo mucho.
Dirigida por Gints Zilbalodis, producida en Letonia y estrenada en México el primer
día del año en que se escribe esta reseña, Flow es una película que nos lleva a un viaje con animales que no son de nuestra especie pero que nos hacen sentir uno más de ellos. Esta película nos lleva de aventura a un mundo donde sin mucha explicación, todo cambia y parece mostrar que detrás de todo aquello que sucede hay algo de magia y fantasía. Aunado a los anteriores géneros que esta película irradia, es muy notable en el desarrollo de esta hay un dramatismo capaz hacernos mantener los ojos todo el tiempo en la pantalla.
La película tiene como personaje principal a un gato de color gris oscuro (que, aunque parece negro, el director señala ser gris oscuro) que se ve obligado a compartir un bote en un mundo que sufrió de una inundación total repentina. La historia se desarrolla en un entorno de naturaleza que combina un montón de elementos que emanan una sensación de libertad. De pronto un tsunami arrasa con todo aquello que conformaba el hábitat donde los protagonistas de este filme vivían llevando a nuestro protagonista felino a sentirse con la necesidad de luchar para sobrevivir.
Una característica muy importante que resalta de esta obra es cómo se nos muestran detalles que pueden complementar y hacer más rica la historia. Como las construcciones, herramientas y utensilios que dan indicio a la posible existencia de los humanos, los cuales nunca vemos en los 85 minutos de duración que este metraje animado tiene. La estética minimalista, los colores vibrantes y saturados, son parte de la construcción del increíblemente bien logrado entorno, así como la emotiva expresión de los animales protagonistas que gracias al trabajo de los animadores logran transmitir la esencia de los animales, de sentir que no son personajes infantiles que buscan hacer reír o llamar la atención con exageraciones en su morfología y movimiento, de simplemente observar el comportamiento de estos para hacernos saber que son simplemente animales.
Me parece destacable que el gato que inicialmente se ve solitario, decide debido a las circunstancias en las que se encuentra que es necesario formar una alianza con sus compañeros de viaje forzados. Esta alianza y cooperación para la supervivencia en un mundo que parece volver-
se más complicado obligan al gato a dejar a un lado su soledad e individualidad para cooperar, superar los desafíos que el mundo, que parece ser postapocalíptico, tiene para ellos.
La banda sonora de este largometraje la cual esta compuesta por el propio director de la cinta, complementa la narrativa, así como también a los efectos de sonido ambientales de la naturaleza, de las acciones que se realizan y el ambiente. Aunque muy simple y tranquilo, con este trabajo de sonido es posible adentrarse en las emociones que las situaciones le hacen sentir a los personajes principales. Es una experiencia auditiva que representa muy bien a la realidad.
Flow a pesar de ser una película animada que parece ser sencilla, es una obra que no necesita de más para dar a conocer su mensaje, lo que se ve en el transcurso es todo lo necesario para entender la narrativa.
Cada vez a la animación se le da mas importancia. Aunque se ha usado como un medio considerado exclusivamente para públicos de edad temprana, estas propuestas innovadoras le cambian el sentido. Se encuentran escondidos ciertos significados, pero tan sencillo como reflexionar es lo requerido para descifrarlos.
Desde la muerte, la colaboración, la amistad, muchas cosas emite esta película que aunque su animación 3D no sea la más avanzada, su banda sonora la más increíble y sus personajes los más llamativos nos hace pensar y entender cientos de cosas sin ni siquiera decir, literalmente, una sola palabra.
Por Jorge Vargas
TRADUCIR EL FUEGO
Una reseña sobre Fuego del Fuego de Laurent Bouisset
“Quiero toda la oscuridad y toda la luz: quiero remolinos inmensos de claridad y sombra, para distinguir todos los grises.”
Julio Palencia
Hace unas semanas recibí, desde Francia, un libro que lleva por titulo Fuego del fuego. El remitente es un amigo poeta y traductor, Laurent Bouisset, quien durante más de doce años ha hecho una labor tan silenciosa como profunda; traducir poesía latinoamericana al francés y compartirla con el mundo. El libro, que fue editado por Édithions Les Étaques y que ahora tengo entre las manos, es resultado de ese trabajo persistente. Pero también de una urgencia que no se apaga y que se encarga de llevar al otro lado del océano la voz de quienes siguen escribiendo con el cuerpo en llamas.
No es una antología como otras. Es un testimonio, un archivo en combustión, una declaración de amor y rabia hacia una región que, a pesar del dolor, no ha dejado de nombrarse. “Poesía social, política y realista” dice el prefacio. Pero también poesía intima, de cuerpos que se desean, de hijos que nacen en medio del colapso, de muertos que siguen conversando desde la memoria. Un coro de cuarenta y tres voces que no busca armonía, sino conmoción. Y Laurent, con su oído afinado por la historia y la empatía, les ha dado un nuevo cuerpo, en otra lengua.
En América Latina, la poesía ha sido mas que palabra: ha sido ceniza y cuchillo. No se escribe desde el confort, sino desde la herida. Cada poema incluido en Fuego del Fuego porta la memoria de una historia que aun no ha sido contada del todo;
dictaduras, masacres, exilios, migraciones forzadas, desapariciones, feminicidios, infancias robadas. Tomemos como ejemplo un fragmento del poema de Javier Payeras, Todos tus muertos:
“(…)En dos horas conversamos acerca de todos nuestros muertos / y de lo difícil que ha sido enterrarlos. / Ya no queda tiempo para el duelo o el espanto, / ya nada nos sorprende.”
Esa frase condensa lo que muchos de nosotros hemos sentido; la acumulación de perdidas, la imposibilidad del duelo, la normalización de lo atroz. La poesía, en este caso, no solo es testimonio, también acusa, sostiene, resiste. Se convierte en documento, pero un documento vivo, palpitante, que aun sangra. Laurent Bouisset lo dice con claridad en su nota: traducir no es fácil. Muchas veces, fue imposible. No por incapacidad lingüista, sino porque entre el francés y el español latinoamericano hay un abismo cultural, histórico, afectivo. Traducir es elegir que herida preservar. Que ritmo no traicionar. Que sombra dejar pasar intacta. El traductor como médium, como puente, como militante. No es solo un trabajo técnico; es una forma de estar con el otro. De llevarle una antorcha. Laurent no tradujo desde el exotismo, ni desde la comodidad de una torre de marfil. Viajó. Escuchó. Compartió cervezas. Habló con poetas. Se dejó tocar por la electricidad de los textos. Y esa electricidad se siente en cada verso.
El sur no es solo una coordenada geográfica. Es una forma de mirar el mundo. Un lugar desde donde las heridas no se ocultan, sino que se muestran. Desde donde la palabra se dice con urgencia. Los poetas de Fuego del Fuego escriben
desde ahí, desde los bordes de la periferia, desde el fuego. En tiempos donde se impone una narrativa global que borra lo particular, este libro nos recuerda que la poesía del sur tiene su propia respiración. No necesita traductores que la embellezcan, sino puentes que la acompañen. Por eso, este libro no es turismo literario. Es alianza. Es complicidad. Es rebelión compartida.
Otro de los tantos aciertos de este libro es el de no separar lo íntimo de lo político. En estos poemas, el amor es también trinchera. El sexo es afirmación de vida. El cansancio es una forma de militancia. La desesperanza, un signo de lucidez. El poema de Regina José Galindo, por ejemplo, es una metáfora brutal y tierna al mismo tiempo:
Mis gusanos nacerán / a tres metros bajo tierra / cuando mi cuerpo / empiece a podrir (…) / pero solo uno de los míos te buscará / y solo uno de los tuyos me buscará”
Es una imagen intima que nos habla de la muerte, del deseo, del amor como residuo del tiempo. Una poética que no le teme al cuerpo, ni al asco, ni a la ternura. Que no separa lo público de lo privado, porque sabe que la historia nos atraviesa incluso en la cama.
Cada poema es una chispa, sí, pero el libro es una hoguera. Una geografía afectiva. No están todos los países, pero si todas las furias. Todas las ternuras. Fuego del Fuego es, también, una comunidad. Una constelación de poetas que se reconocen, que se traducen, que se amplifican. Un nuevo poema a traducir lleva a otro autor. Cada poeta sugiere otro. Cada uno ofrece libros, PDFs, voces. Las ramifi-
caciones crecen sin cesar, dice Laurent. El blog que dio origen al libro, fue creciendo así, como un árbol en llamas. Un rizoma de poemas, afectos de resistencias. Una comunidad sin fronteras, pero con memoria.
La mayoría de los poemas en esta colección están escritos en verso libre o prosa poética. No hay ornamentos innecesarios. No hay laberintos retóricos. Hay precisión. Hay hueso. Hay víscera. Como si el lenguaje no pudiera permitirse la distracción cuando lo que esta en juego es la vida misma.
“La luna cuelga de tu sonrisa, / canto de aves muriendo al infinito”
escribe el poeta Jonathan Ruiz. Y escribir así es elegir lo esencial. Es confiar en la potencia de las imágenes. En la transparencia rugosa de lo real. Hay una conciencia de que la belleza no esta en la forma pulida, sino en la intensidad del golpe. En la verdad incómoda. En la metáfora que no disfraza, sino que revela.
Al final este libro no es una antología, sino una ofrenda. No es una suma de poemas, sino una constelación incendiaria. Un mapa afectivo y político. Una prueba de que aun en medio del horror se escribe. Se canta. Se sostiene.
Laurent Bouisset, con su oído y su instinto, ha traducido no solo palabras, sino gritos, susurros, miradas, huesos. Ha sostenido una llama que ahora toca a otros encender. Que otros traduzcan. Que otros ardan. Fuego del Fuego, es un acto de amor y de revuelta. Una piedra en medio del río. Un canto bajo la metralla. Un incendio que no pide permiso.
Por Aldo Rincón
Madrugada
Químico Farmacéutico Biólogo. egresado de la Universidad de Colima. Nacido en Manzanillo, Colima, México.
Texto que nació en el Taller de Creatividad y Escritura Audiovisual, espacio para imaginar, escribir y desarrollar historias en distintos formatos: desde cuentos hasta ideas para cortos o escenas. No necesitas experiencia previa, solo ganas de contar algo propio.
Despertó muy angustiado súbitamente, y se percató que no sabía quién era, mucho menos que estaba haciendo en ese lugar. Estaba totalmente oscuro.
No podía recordar absolutamente nada. Imposible acordarse de su nombre ni nada que identificara quien era ni que estaba haciendo antes. Se sentía aturdido en esa oscuridad total, cuando de pronto descubrió que se encontraba entre cuatro paredes de cemento; el espacio entre ellas era muy estrecho.
Al pararse, miró entre la maleza y tierra húmeda, el lugar donde se encontraba.
La luz de algunas veladoras sobre las tumbas derruidas le permitieron ver con más claridad. Estaba en un cementerio.
Intentó salir de la pequeña fosa, tropezó con algunos huesos y parte de un cráneo, - ¡Ay, cabrón!- pronunció, sintió escalofríos y el miedo intentaba apoderarse de él.
Como pudo, salió; a pesar de lo dolorido que se encontraba gracias a los golpes recibidos. Miró con atención su entorno y buscó el mejor sendero para salir de ese lúgubre sitio; a la distancia descubrió justo al lado de otra tumba, a una anciana llorando y rezando con un rosario en la mano. Se acercó a ella y dijo: -Señora, ¿por dónde salgo de aquí?-. La vieja
continuaba con sus rezos sin voltear, pareciera que no le escuchaba. - ¡Ayúdeme señora!- agregó desesperadamente. Ella, ensimismada en su labor, ignoró su presencia.
- ¿Cómo llegué aquí?- se preguntó; seguía sin recordarlo. Retrocedió hacia el sitio de donde salió; pudo observar con más claridad la fosa en la que se encontraba. Miró su nombre inscrito sobre la lápida; el dolor se hizo más intenso y un grito ahogado emergió desde su alma: -¡Nooooooooooooo!-. Recuerdos vagos de la paliza que le ocasionó la muerte, llegaron de repente; justo en ese instante su figura espectral se desvaneció en medio de una corriente de aire que apagó la luz de la veladora; paralelamente la silueta de la anciana se extinguía
- ¿Escuchaste eso?- dijo el guardia.
- Sí; escuché algo a lo lejos- contestó el segundo, dando un sorbo a su taza de café.
Sintieron una corriente de aire frío entrar por la ventana de la caseta de vigilancia en la entrada del panteón.
- Dicen que se escuchan cosas a esta hora de la madrugada; mejor tomemos ese café y encendamos la radio, pronto amanecerá-. Dio otro sorbo a su taza y cerró la ventana.
Noticias del mar El mar, origen
Por Jorge Vargas
Hace 4 años regresé a este mar. Volví con la certeza de que algo me esperaba. Tal vez no un futuro resplandeciente, ni siquiera respuestas, pero sentí una especie de llamado, una manera interna que pedía volverse costa. No fue solo un cambio de lugar, sino una oportunidad de sumergirme en una tarea que, como el mar, requiere paciencia, precisión y un sentido profundo del tiempo y compromiso.
Desde entonces, lo que escribo, huele a sal. Incluso cuando no nombro el agua, ella se filtra entre las silabas como humedad que se adhiere a los muros. He vivido desde entonces una suerte de navegación y he llevado de algún modo, una bitácora; la rutina se volvió marea, los días se suceden como oleajes, y escribir, esa antigua necesidad, se convirtió en una forma de estar en la orilla, viendo llegar y partir lo que no siempre comprendo.
Hace unos días, que me ofrecieron este espacio para escribir. Una invitación que llegó como quien encuentra una botella flotando en la playa; inesperada, oxidada por dentro, pero llena de sentido. Y sí, como en esos relatos de viejos náufragos o soñadores empedernidos, abrí la botella para leer lo que había; una oportunidad. No sé si un mensaje, una petición de auxilio, o simplemente el eco de alguien más que también escribe frente al mar.
Lo primero que me pregunté fue como se iba a llamar este nuevo espacio. Y en la pregunta, se abrió un túnel. Nombrar una columna es casi como nombrar un hijo, una lancha, un poema. No es un detalle menor, es el título lo que nos da el tono, el rumbo, el peso.
Pasé días haciendo listas. Algunos títulos sonaban bien, pero no tenían ese toque salino. Otros eran evocadores, pero les faltaba ancla. Y es que no es para menos, pero me parece que el mar es el origen de todo. Ese inmenso principio donde todo comenzó, donde el tiempo se disuelve en corrientes y la vida emerge entre olas lentas y silenciosas. Ese mar que no solo murmura, sino que también informa. Nos cuenta de su estado de ánimo en las corrientes, nos deja mensajes en los restos que arrastra. Por eso decidí llamar esta columna “Noticias del mar”. No porque pretenda reportar el oleaje, sino porque toda escritura es, en el fondo, una noticia enviada desde lo profundo; un parte de naufragios, descubrimientos o simplemente de lo que aún sigue a flote.
El mar es memoria primordial, archivo liquido donde se guardan los orígenes y también las infinitas posibilidades. Aquí frente a esta extensión salada que lo contiene todo, puedo sentir como el pasado y el futuro se mezclan con la espuma. En el mar está la matriz de la palabra, el susurro original que engendró los relatos, la poesía y la escritura misma.
Por eso esta columna nace aquí, en esta orilla que me vio volver, con la idea de que escribir es como dejar mensajes flotando en un mar, que, aunque cambiante, es también constante. Mensajes que tal vez alguien recoja en un futuro, o que simplemente se pierda en la vastedad y sigan formando parte del origen.
Escribir frente al mar es recordar que venimos de allí, que somos fragmentos de esa espuma, de ese vaivén que sostiene el mundo. Y así, mientras las olas sigan llegando, aquí estaré para contar las noticias que me trae el agua: pequeñas verdades y silencios, recuerdos y ausencias, todo lo que se resiste a hundirse