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Conciencia perdida
Edgardo Peña Becerril
El reconocimiento
Ydesperté, como en una de esas tantas tardes apacibles, frescas y reconfortantes; me encontraba bajo la sombra de aquellos imponentes árboles que me protegían, pero dentro de toda aquella familiaridad que respiraba en ese ambiente, había algo diferente, parecía un sueño, donde se sueña uno despierto y cree estar en el mundo real. Comencé a recorrer con la mirada aquel bosque que me rodeaba, lleno de abetos, adornos de las húmedas y oscuras cañadas en las que muchas veces vi llover y escuchar el recorrido del serpenteante y juguetón arroyo.
En estos lugares la vegetación crece silvestre, las formas son diversas y en múltiples matices verdes; estar ahí es hallarse bajo una gran bóveda natural donde los rayos solares penetran furtivamente calentando por unos instantes aquel paraje.En las aguas del arroyo retozan pequeños peces y en las grandes ramas de los árboles saltan pajarillos llenos de color, belleza y canto. Éste era el medio que me recargaba las ganas de vivir, aquí pensaba sensatamente y sentía con profundidad, pero aún había algo diferente, algo que no podía reconocer. Al mirar detenidamente los abetos, pude darme cuenta de que ellos también me observaban de una manera tierna y llena de expectación. Me sentí cuidado y protegido por aquellos colosos, ¡y es que de veras los veía más altos! Al principio creí estar recostado y por ello traté de levantarme, pero mis movimientos fueron infructuosos y no pude desplazarme un solo centímetro: ¡era un pequeño soma en medio de un inmenso universo boscoso!, ¡una simple y diminuta semilla de un gran abeto!
El crecimiento
Darme cuenta de que era una semilla hizo que me aferrara a la idea de que se trataba de un sueño, y aunque era un sueño muy real, me era difícil aceptar lo que sucedía… ¿y mi vida humana? Esto parecía un gran truco de magia, en un instante era un organismo diferente, ¡me parecía insólito!
Era yo una semilla y lo percibía, tenía conciencia, carecía de movilidad, me sentía insignificante ante aquellos colosos y temía que, en caso de algún peligro, no pudiera defenderme. Tenía la conciencia de un ser humano y el cuerpo de una semilla, así que debía empezar a sentirme y pensar como una semilla, descubrir mis limitaciones y mis potencialidades.
De pronto, llegó un fuerte viento que me levantó del suelo y fui lanzado lejos de aquel sitio. Así inició un gran vuelo que me permitió observar la majestuosidad del bosque y los maravillosos organismos que lo habitan. Me dirigía hacia lo alto de una montaña y lo que me preocupaba era cómo aterrizar en aquella imponente y verde elevación.
Finalmente, aterricé en suelo fértil. Al correr del tiempo, descubrí el cuidado que tenían sobre mí los grandes abetos que me acompañaban, de cómo crecía internamente con la lluvia, al igual que con los rayos de sol. Estos elementos me hacían ganar tamaño; además, estaba sujeto al suelo, que me prodigaba todo el material alimenticio que requería; crecía dentro de aquel espacio húmedo y a la vez cálido. Con una voz casi audible, los abetos me decían: “¡Tú puedes! ¡Tú puedes llegar a ser como nosotros!”
Teniendo siempre en cuenta estas palabras, transcurrieron muchas temporadas: vi llover y me mojé en numerosas ocasiones; vi crecer el arroyuelo hasta que tuvo un gran cauce; descubrí la gran cantidad de organismos que me rodeaban; conocí los pequeños hongos de colores; luego hicieron su hogar sobre mí pajarillos y ardillas.
En estos momentos mi existencia humana había desaparecido casi por completo,lo único que quedaba era esta conciencia que me proporcionaba pleno conocimiento de todo lo que sucedía.
Recuerdo aquella vez en la cual me enfrenté a un fenómeno desconocido en mi conciencia vegetal: el fuego. Esperábamos la temporada de lluvia con ansiedad, queríamos refrescarnos de la sequía. Luego, vimos cómo las nubes comenzaban a llenar el firmamento y, al anochecer, las grandes masas deagua se agitaban, y rayos y relámpagos surgían de aquellos choques. De pronto hubo un gran estruendo y un rayo alcanzó a un abeto seco: comenzó a florecer la roja flor del fuego que se extendió por todo el bosque. Nuevamentepude escuchar a los grandes abetos decirme: “Éstas son las pruebas difíciles de la vida. ¡Resiste!“ El fuego duró varios días. Al final, muchos arbustos estaban consumidos por completo, muchas plantas pequeñas habían desaparecido y sólo algunos de los abetos estaban dañados seriamente; pero no había tristeza por aquella dura prueba o por los organismos que sufrieron y que se consumieron, porque los grandes abetos sabían muy bien que aquel fuego era parte de la vida del bosque y, en lugar de traer desgracias, producía algunos beneficios.
Sin embargo, al observar toda aquella destrucción no vi ningún beneficio; por ello decidí preguntar a los grandes abetos:
—Grandes abetos, ¿podrían decirme cuáles son los beneficios que trae consigo el fuego? ¿Por qué yo veo solamente destrucción y sufrimiento? —¡Oh pequeño! —respondieron—, lo comprenderás muy pronto, ahora sólo podemos decirte que, gracias a ese fuego, se dispersaron miles de nuevas semillas que iniciarán la aventura de vivir; además, nadie ha muerto, los arbustos solamente perdieron algunas ramas, pero su centro vital no está afectado… —¿Qué quieres decir con esto? —Ellos han sufrido la pérdida de sus ramas, pero con la lluvia verás que renacerán y crecerán nuevos brotes, hojas tiernas y verdes, su vida la han resguardado muy adentro, lejos de ser afectada por el fuego. —¿Quieres decir que el fuego contribuye a que haya vida en el bosque? —En efecto, pequeño, el fuego nos hace más fuertes y nos ayuda a seguir viviendo; muchas plantas lo necesitan para liberar sus semillas, otras para que les proveade un espacio, algunas semillas germinan solamente a altas temperaturas,en fin, hay muchas razones por las cuales el fuego no es tan malo como parece.
Después de aquella charla me di cuenta de que tenían razón los grandes abetos: bajo mi sombra comenzaron a brotar una inmensidad de plantas que antes no había visto, los arbustos empezaron a reverdecer y nuevamente el bosque se observaba fresco y verde, y todo esto gracias a las primeras lluvias.
Así la vida transcurrió año tras año, hasta que me convertí en un gran abeto. Muchos pájaros construyeron sus nidos en mí y vi crecer a sus polluelos hasta que emprendían el vuelo; también fui refugio y alimento de ardillas, lo cual no me incomodaba, pues mi vida como árbol me estaba enseñando el servicio que ofrecía a los organismos que me rodeaban.
De esta manera, la vocación por servir era tan grande que la imposibilidad de movimiento no me hacía sentir inútil, mi condición prodigaba diversos beneficios a diferentes organismos, yo proveía de oxígeno a los animales que vivían a mi alrededor; además de alimento y refugio, proporcionaba sombra a aquellas plantas que no estaban adaptadas para recibir directamente los rayos del sol, y hacía que el suelo permaneciera húmedo, lo cual eramuy importante para los pequeños organismos que lo habitan.
En este lugar vivía muy bien, no me faltaba nada, todos eran muy generosos conmigo: el suelo, el sol, el aire, la lluvia y los organismos que me rodeaban, todos estábamos en una gran armonía, hasta que…
El cambio de servicio
Comencé a escuchar algunos ruidos extraños y familiares a la vez: eran los hombres.De pronto vinieron a mi mente los recuerdos de mi existencia humana, los hombres utilizan los árboles para darles diversos usos y satisfacer sus necesidades… Sin embargo, mis compañeros abetos estaban realmente inquietos debido a aquellos ruidos infrecuentes y querían saber qué pasaba. — Tranquilícense —les dije. — ¿Qué es lo que sucede? — Son los hombres. — ¿Los hombres? ¿Quiénes son ellos? — Son una especie muy evolucionada, muy inteligente, saben cómo utilizar los recursos que están en la naturaleza y así dominar a otras especies que existen en la tierra, son organismos que pueden transformar su entorno a conveniencia… —de algún modo sentía un poco de orgullo por hablar de los hombres. — ¿Ya qué vienen al bosque? ¿Qué quieren? — Vienen por algunos de nosotros, para así satisfacer algunas de sus necesidades.
Pero se sintieron con pánico y realmente indefensos, no sabían qué hacer, no sabían qué sería de ellos. Así que les dije:

—No teman, con ellos podremos continuar cumpliendocon nuestra gran misión de servicio… —Pero, ¿cómo? Si nosotros producimos oxígeno, damos refugio, alimento y sombraa los organismos del bosque, además de proteger el suelo; nuestro servicio está aquí. ¿Cómo continuaremos nuestra misión de servicio lejos del bosque? —Ellos son muy inteligentes —repetí—, y capaces de transformarnos en muchas cosas útiles, por ejemplo, en muebles para darles descanso, pueden utilizar nuestras fibras paraproducir papel y usarlo para plasmar sus conocimientos y sentimientos, confeccionan con nosotros miles de cosas verdaderamente beneficiosas o nos utilizan como combustible, como leña… —¡Ycuál es el beneficio de que nos quemen! —El proporcionar calor y así dar calidez y confort a algún hogar, o bien, simplemente cocinar sus alimentos. De esta manera los abetos se tranquilizaron, sabían que sus vidas terminarían, pero su misión de servicio no se iba a quedar ahí, sino que lograríamos trascender. Además, no nos talarían a todos, sólo algunos de nosotros seríamos derribados y los jóvenes continuarían dando su servicio a los organismos del bosque y a la vida. Los hombres se acercaron y comenzaron a utilizar sus complejos artefactos sobre nosotros; yo podía ver cómo mis compañeros se entregaban devotamente para seguir sirviendo; esto sólo lo había visto entre las relaciones de familia, entre hombre y mujer, era una entrega total por hacer mejor la vida de otro. Pero algo no parecía lógico en aquella entrega, los hombres estaban cortando todos los abetos, estaban destruyendo el bosque, creí que sólo algunos seríamos llevados para satisfacer las necesidades humanas, pero no fue así, estábamos dejando nuestro gran bosque y veíamos cómo los animalitos corrían a ponerse a salvo, lejos de aquella destrucción.
La tristeza de servir
Detrás de nosotros dejamos aquel paraje, antes lleno de vida, totalmente destruido.Los animales estaban desconcertados, sabían que al ya no estar nosotros, el suelo se perdería, las lluvias y el viento, que en otro momento eran vivificantes, ahora se volvían el peor enemigo, nuestro
querido suelo sería arrastrado lejos de donde puede ser útil para sustentar más vida. Yesto desencadenaría un gran desastre: al no haber suelo, las plantas no crecen, los animales se quedan sin alimentoy sin refugio, tienen que migrar o mueren; además, cuando los árboles no retienen más el agua de las lluvias, los cauces de los arroyos crecen y provocan inundaciones en las zonas bajas. Todo por la acción de la especie inteligente. Mi conciencia humana me aniquilaba, en esos momentos ya no quería tenerla más, sólo quería ser un árbol y no pensar más como humano. Ahora sólo quedaba la esperanza de servir, aunque de manera triste, porque serviríamos a los hombres que destruyeron nuestro grandioso y hermoso bosque del que éramos parte.
El servicio
Prontamente nos separaron y fuimos llevados en camiones; cada uno tendría fines diferentes, aunque continuaba la convicción de servir y dar un beneficio a la vida, entregarnos y hacer felices a los hombres. Esa fue la última vez que vi a mis compañeros, la despedida fue triste, pero sabíamos que la felicidad llegaría al llenar algún otro espacio.
Yo fui destinado a una fábrica de papel. Eso me reconfortó ya que sabía que sobre mí alguien podría expresar sus sentimientos en alguna carta de amor o escribiendo alguna canción, o bien, anotaría algún apunte o conocimiento que ayudaría a mejorar la vida de muchas personas. Mi destino me agradaba, sabía perfectamente que sería mi última misión de servir y estaba dispuesto a darlo todo.




El encuentro estudiantil
En efecto, fui transformado en papel y de mí se conformaron varios cuadernos. Contaré lo que sucedió con dos en particular.
Mi dueño era un niño, un niño muy inteligente. Me encontraba muy feliz de saber que estaba siendo bien aprovechado, me consideraba un instrumento importanteen la formación de una gran persona, ya que este muchacho sí tenía conciencia sobre el uso de los recursos naturales y sus cuidados.
En mí escribió una composición muy acertada de cómo se pueden cuidar los recursos naturales y el ambiente, sobre la separación y el reciclaje de la basura, de cómo podemos cuidar el agua en casa y darle diversos usos y, finalmente, de cómo cuidar de todos los bienes y servicios que poseemos, ya que todos provienen de la naturaleza. Anotó algo muy sabio: “Si todo lo que poseemos proviene de la naturaleza, debemos cuidar de la naturaleza para continuar viviendo tranquilamente”. Esta composición le valió una felicitación por parte de su maestra, quien lo motivó a seguir adelante. En casa también recibió un gran premio: ¡sus papás le regalaron un libro sobre plantas y animales del mundo! Tuve también una experiencia con otro muchacho muy parecido a los hombres que destruyeron nuestro bosque. Este niño desaprovechaba en extremo el material; rompía hojas y las tiraba a la basura sin registrar siquieraalgo; a veces anotaba su nombre y no lo escribía correctamente, intentaba borrarlo, manchaba la hoja y otra vez… ¡a la basura! Ésta fue una triste experiencia, que además causó un gran desastre.
El desastre
Sucedió en un día de verano, cuando las lluvias eran intensas; yo recordaba aquellos parajes en donde crecí y me imaginé cómo sería hoy en día, todo erosionado, todo muerto.
En el cuaderno de aquel muchacho desperdiciador, íbamos camino de su casa cuando comenzó a llover; él había obtenido una mala nota y se le ocurrió tirar la hoja para evitar ser regañado en casa.
De pronto fui lanzado sobre la acera, mi dueño ni siquiera tuvo la delicadeza de depositarme en un bote de basura; me sentí ruin por estar dando un mal aspecto en aquella calle. La lluvia comenzó a empaparme y fui arrastrado corriente abajo. No era el único objeto tirado en el arroyo, a mi lado comenzaron a aparecer botes de refresco, empaques de papas y pastelitos, cáscaras de fruta, una gran cantidad de basura… todos llevábamos una misma dirección: la coladera del drenaje.
Ahí comenzó el desastre: al bloquear la entrada del agua, se comenzó a formar un gran charco; la lluvia continuó por varias horas, lo que hizo que se inundara toda la calle y el agua empezó a entrar en muchas casas. El nivel del agua siguió aumentando, los habitantes de las casas se encontraban preocupados por rescatar sus bienes y salvar sus vidas; aquella vez llovió como nunca, la cantidad de agua era muchísima, recordé que al no estar nuestros jóvenes abetos creciendo en aquel bosque, ya no había quién retuviera esa agua.
Así el agua, otro importante recurso para todos nosotros, sin el cual no podríamos vivir, se transformó en una amenaza para la vida humana. Finalmente las personas fueron evacuadas de aquella zona y perdieron todas sus propiedades, aunque yo había tratado de liberarme de aquella coladera para poder aminorar tal desgracia. De esta manera terminó mi misión de servicio y me convertí en agente del desastre.
Una profunda tristeza me invadió y, como si hubiese dormido por mucho tiempo, desperté en aquel bosque, en mi sitio favorito, con la idea firme de ser un hombre capaz de utilizar adecuadamente los recursos naturales y no dejarme llevar por la ignorancia o la conveniencia. Poco a poco la tristeza se fue diluyendo y me invadió la alegría de tener un gran reto frente a mí.
Fin
