PEREZ DRIZ, J. (2019). Marginación y canon, hacia una literatura vedada

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¿Siempre que se impone un discurso en el imaginario social lo hace apoyado en un marco de legitimación, el cual es articulado por un poder, por un interés comercial? Si es así: ¿quiénes facilitan y sostienen esas estructuras de visibilidad discursiva? A medida que avanza el tiempo ¿van cambiando los tipos de discursos que son o no legitimados?, ¿algunos discursos dejan de ser legitimados y otros se incorporan a ese circuito de visibilidad? Estas son preguntas que, de algún modo, todos podemos responder y cuya respuesta tendrá relación con nuestras experiencias en torno a lo que consumimos, cómo lo hacemos y qué nivel de “decisión” y posicionamiento involucramos a la hora de interactuar con los contenidos.

Pero si es cierto que existe un aparato que atraviesa decisivamente los modos de circulación y recepción de los discursos: ¿cómo concentra su poder este aparato de legitimación?, ¿acaso su

Marginación y canon: hacia una literatura vedada. por Javier Pérez Driz Introducción. Imaginemos un futuro cercano en el cual los robots y las inteligencias artificiales comiencen a escribir poemas, obras narrativas y representaciones estéticas. ¿Serán “aceptadas” dentro del canon literario, reconocidas y leídas como figuras estéticas? Quizás su aceptación dependerá de la relación que esos discursos tengan con el mercado y las necesidades de socialización del momento; habrá que evaluar si estos discursos (creador por inteligencias no humanas) responderán o no a los intereses de aquellos que manejen los sistemas de divulgación discursiva y literaria. Los entornos virtuales, y también nuestro marco social violento e intolerante actual, nos han invitado a poner en discusión las prácticas de los sistemas de poder vinculados con la divulgación y circulación artística, a reformular nuestras propias conductas cotidianas en torno a los discursos que consumimos y los circuitos de socialización con los que interactuamos.

Preguntémonos si existe en las sociedades de hoy un “aparato” que, desde diferentes tipos de medios, legitima cierto tipo de cine y literatura (con ciertas características discursivas particulares). ¿Cómo funcionan esos procesos de legitimación? ¿Somos los latinoamericanos testigos de sociedades atravesadas por procesos de manipulación del gusto y los intereses de la masa social, por una tentativa de producir sistemáticamente los contenidos con los cuales el imaginario social “debe” interactuar? ¿Está hoy la literatura, por ejemplo, de Mariana Enríquez o Rainbow Rowell más legitimada que la de IOSHUA o Martín Kohan? ¿Hay una “legitimación” del cine ultraviolento (como “Transformers: Age of Extinction” de Michael Bay) ante una “marginación” del cine de culto underground (como “Insects” de Jan Švankmajer o “Tape” de Richard Linklater)? ¿Las características de los nuevos soportes en donde circulan las obras literarias facilitan el objetivo del mercado de consumo? En los últimos tiempos, la presencia de ciertos servicios streaming dieron lugar a que algunas de las obras de directores como Gaspar Noe circulen en el circuito más masivo y comercial de la sociedad. Pero esto no significa que los mecanismos de legitimación hayan desaparecido o que comiencen a visibilizarse discursos que antes estaban por fuera de lo legitimado ¿o sí?

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Por otro lado, poner en discusión la concepción de literatura con los nuevos entornos de socialización resulta todo un desafío; pero hay un concepto mucho más antiguo y que históricamente se configura como censor, como una verdadera determinación a la hora de atravesar los procesos de producción y recepción literaria. Nos referimos al canon: el canon académico, el canon mainstream y el canon del mercado. Y justamente, el canon está ligado con los discursos legitimados, con aquello que es impuesto, con lo previamente aceptado y divulgado en una sociedad. ¿Cómo deconstruir lo impuesto, cómo reformular los cánones de la visibilidad y legitimación literaria? Memoria y oralidad. Vivimos en un mundo hiper conectado y globalizado, arrojado a la dinámica audiovisual e inmerso en un sistema capitalista. ¿Qué significado tiene el concepto de "literatura" en nuestro mundo inmediato y plural?, ¿qué es la literatura para el mundo de hoy y qué rol ocupa en nuestra sociedad? Lo que podemos afirmar es que, de alguna forma, la literatura ha perdido su potencial socializador de antaño, manteniéndose presente en el ámbito escolar académico y en ciertos círculos institucionales. Los procesos de socialización y de construcción de la identidad en lo jóvenes de hoy se articulan desde los entornos virtuales y las redes sociales; pero sabemos que la literatura supo abrirse camino entre la inmediatez de los discursos y sistemas digitales, circulando también en los entornos de la web, las apps y la discursividad de los dispositivos móviles. ¿Qué lugar ocupa hoy la literatura, que “función” tiene para los más jóvenes?

poder está descentralizado en minorías de grandes poderes: como son, por ejemplo, el universo editorial, el circuito de productoras cinematográficas, los aparatos de indemnización estatal, los algoritmos de reproducción estadística automatizada que utilizan las empresas streaming? ¿Son estas “pequeñas minorías heterogéneas” (con gran poder de persuasión) las que legitiman o marginan la circulación de los discursos? Los entornos web parecieran haber radicalizado el acceso a la información y las obras de arte. Pero en realidad ¿cuántas posibilidades hay de ver lo que queremos ver?, ¿cada uno de nosotros elige verdaderamente qué ver? Desde esta mirada, podríamos pensar entonces que los entornos de divulgación ilegal de contenidos musicales, cinematográficos, literarios, etc. funcionan como “resistencia” a esas estructuras de visibilidad y marginación de los discursos. ¿Verdaderamente lo son? Sin ir más lejos, durante la década del 90 y el 2000, canales de Latinoamérica como I.Sat y Locomotion, funcionaron como un paréntesis en la cultura mainstream de la TV por cable, acercando un tipo de estética, lenguaje y contenido más contracultural o underground. Sería interesante abordar con más profundidad, quizás en algún otro estudio, esta idea de “resistencia” a lo legítimamente validado, una resistencia a la deslegitimación; repensar el lugar que han ocupado los sitios de distribución ilegal de contenidos en la web o los softwares P2P como eMule, sobre todo en cuestiones de lo que podríamos llamar “divulgación equitativa”.

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Cada cultura (y también cada estrato socio cultural) supo entender, aceptar y rechazar concepciones con respecto a lo que consideró "literatura" o "expresiones literarias". No sólo las formas de producir, circular y leer literatura cambiaron a lo largo del tiempo; cambió también la forma de definirla, de conceptualizarla, de imponerle roles, usos y normas. Jan Mukarovsky supo demostrar que, tanto la función estética como el valor estético de una obra, son variables y dependen del contexto social. El ámbito académico actual considera que los antiguos cantos funerarios y rituales de las aldeas de oralidad primaria pertenecen al campo de la literatura; esa integración nos permite hoy, por ejemplo, estudiar cuestiones relevantes para la crítica y el

Lo cierto es que no hay "una literatura", sí hay expresiones culturales, maneras de entender el mundo, de ignorar, de censurar, de aceptar o de discutir con las concepciones que nos impone la cultura en que nacemos. La cultura nos forma, nos da la lengua materna, nos trasmite valores, prejuicios, temores, saberes y odios. Las expresiones literarias parten de una cultura y son leídas desde ella. Es por ello que cada cultura lee desde su propia configuración, desde su propia cosmovisión.Enelsiglo

Sabemos que el emperador Qin Shi Huang quemó todo el patrimonio literario e intelectual a su alcance para unificar el pensamiento y reescribir a su incumbencia la historia del mundo; sabemos que César Augusto ordenó la escritura de un libro perfecto que edificara un heroico nacimiento de su imperio. Ambos lograron su empresa, pero sólo en parte; justamente porque la cultura es mucho más que unas palabras escritas. Hubo, desde los inicios de la humanidad, un medio comunicativo más poderoso, más persuasivo, dinámico y práctico que la escritura (tanto para el poder, como para el uso cotidiano); ese medio es la oralidad. Ambas formas, escritas y orales, se han utilizado como medio retórico y también artístico. Son sistemas poderosos que pueden utilizarse, tanto para mentirle descaradamente al pueblo, como para incentivar la imaginación de las mentes ansiosas por explorar mundos maravillosos y desconocidos. Sabemos que las posibilidades del lenguaje de la representación artística resultan infinitas y rizomáticas. La literatura tiene ese poder; es por ello que no debe perder nunca su aspecto oral. Es interesante la tensión que se da, actual e históricamente, entre la literatura, el imaginario social y la retórica (entendida esta última como mecanismo funcional del poder y como ejercicio de construcción de la verdad). Sabemos también que un pueblo sin memoria es más fácil de convencer, y esta práctica política toma forma con el ejercicio de la retórica. No olvidemos nunca el lema primordial de la sofística, disciplina que en la Grecia Ateniense supo estar al servicio del poder: "la verdad no existe, se construye y argumenta". Uno de los objetivos de los ejes de poder es manejar el imaginario popular y eso requiere reescribir la historia: censurar la memoria. ¿Qué rol ocupa la crítica y la divulgación periodística con respecto a ello? No olvidemos que el canon funciona también como instrumento de poder y constituye, muchas veces, un punto de partida; tanto para la lectura como para la producción literaria. Ni las lecturas,

Pero no hay vestigios de que en esas culturas prehistóricas existiera un concepto (ni siquiera similar) relacionado con la "literatura"; al menos, tal cual lo conocemos actualmente. Los roles de lo que consideramos literatura fueron cambiando y siguen cambiando: según la época y según cada cultura. Esta mirada, que Terry Eagleton también comparte en su famoso artículo, introduce un matiz antropológico y socio histórico que relativiza el concepto de literatura, ampliándolo y complejizándolo.

Javier Perez Driz | 3 análisis histórico (en este caso, profundizar en los rasgos de la narrativa de tradición folclórica).

Cuando hablamos de literatura será propicio entenderla entonces como un universo inabarcable de diferentes tipos de: expresiones orales, cantos, poemas, libros, estudios, críticas, crónicas, biografías, epístolas, recitaciones y discursos estéticos varios.

XVI de la era cristiana, Martín Lutero escribió sus tratados protestantes, los cuales fueron recepcionados (interpretados) de diferentes enfoques en un mismo contexto histórico, leídos con diferentes ojos, bajo diferentes ideologías. Sus tratados fueron, en parte, aceptados y promulgados; pero también fueron censurados y repudiados por los sectores más ortodoxos del estrato social. Las mismas palabras, letra por letra, tomaron significaciones dinámicas y varias: fueron leídas de formas distintas a lo largo de la historia por las diferentes culturas; pero también en su propio contexto de circulación. Imaginemos entonces la diversidad de lecturas que pueden multiplicarse infinitamente cuando una obra circula más allá de su época, cuando una obra es leída por otras culturas posteriores, que conviven en otros territorios y que poseen otras cosmovisiones.

Es con la práctica oral cuando las expresiones literarias resignifican la importancia de la memoria (individual y colectiva). Recordemos el final de la novela de Bradbury, dónde la memoria es la única esperanza de la literatura, y quizás su reinicio y su eco:

Les pasaremos los libros a nuestros hijos, de viva voz, y ellos esperarán a su vez y se los pasarán a otras gentes. (...) Y cuando la guerra haya terminado algún día, algún año, podrán escribirse los libros otra vez. ("Fahrenheit 451" de Ray Bradbury).

En definitiva, como ejercicio para la memoria de nuestros pueblos alguien (el periodismo, la crítica, el ámbito académico) debería producir textos y estudios sobre los discursos que han sido excluidos, olvidados o censurados por los ejes de poder. La escuela es un medio propicio para ello. ¿Qué prácticas literarias orales llevamos a cabo?, ¿qué es hoy la literatura oral, existe? Canon y publicidad. En toda sociedad hay discursos culturales que, por diferentes motivos, están más validados o legitimados que otros. Algunos discursos tienen más exposición y son más publicitados que otros. La publicidad es el medio por el cual el mercado impone los productos que desea vender. El canon es un sistema utilizado por las instituciones para articular sus prácticas relacionadas con el universo literario. Ambos medios, el canon y el mercado, imponen cierta legitimidad cultural utilizando un mecanismo de visibilidad (un proceso de validación) de los discursos. A partir del uso masivo de los dispositivos móviles y las redes sociales, los canales para la articulación de estos procesos de legitimación de los discursos y lenguajes estéticos se han multiplicado; a los sitios web y la TV se le han incorporado las redes sociales y los nuevos entornos streaming, gamers y de socialización interactiva. Como afirma Sarlo y Altamirano, son "órganos de legitimidad" que ejercen cierto "arbitraje cultural". Esto significa que su propio sistema de legitimación involucra también una determinada "invisibilización". Accedemos así a lo que podríamos llamar una “marginación” de ciertos discursos, lenguajes y obras estéticas: aquello que están fuera del canon, fuera del circuito mainstream, las tendencias comerciales o los intereses hegemónicos. Esa deslegitimación que se articula ignorando o expulsando ciertos discursos fuera del sistema, puede resultar voluntaria o involuntaria; cuando es voluntaria es porque un discurso "atenta" contra los discursos que se pretenden validar y/o contra los intereses de ese ámbito. Si un discurso literario no pertenece al canon ni forma parte del mercado de consumo; entonces es invisible para el imaginario popular: está vedado culturalmente. Tanto el canon como el mercado, son sistemas dinámicos que van cambiando e incorporando nuevos agentes. Por supuesto, el canon es un sistema más estable y el mercado algo más cambiante y dinámico. En muchos casos, los contenidos de uno son incorporados por el otro: lo que está en el mercado pasa al canon, lo que está en el canon vuelve a aparecer en el mercado. Por ejemplo, en los años

Javier Perez Driz | 4 ni el consumo son impermeables a las tendencias del canon, a los discursos hegemónicos, a los sistemas de divulgación y legitimación política social.

Mejor guardar los libros en las viejas cabezotas, donde nadie puede verlos o sospechar de su existencia. Somos trozos de fragmentos de historia y literatura (...).

Publicidad: utilizada por el mercado de consumo (negocio editorial).

Canon: utilizado por las instituciones (instituciones diversas, ámbito académico, círculos aficionados y poder político).

Medio audiovisual independiente: utilizado por youtubers, periodistas y usuarios independientes. Podríamos decir que el canon, más allá de su funcionamiento como instrumento institucional, es una construcción en parte social y en parte política mercantil; recordemos que el mercado de consumo es un importante motor de desigualdades (lo cual involucra al concepto de marginación). ¿Está la literatura de consumo impregnada de voces provenientes de los sectores de poder?, ¿son los Best Sellers productos ensamblados, regulados y vigilados por el mercado de consumo? Quizás sea injusto poner en una misma línea todas las obras literarias que se han vuelto objetos de consumo; pero puede ser que muchas de ellas respondan a ese paradigma opresor y censor, a ese "ojo que todo lo ve" y que regula las voces masivas. Algo muy similar sucede con el cine. ¿Por qué razón los medios de comunicación no impulsan el consumo del cine underground o independiente?, ¿por qué la mayor parte de la población mundial conoce cualquiera de las producciones cinematográficas de Hollywood pero desconoce, por ejemplo, el cine de Peter Greenaway o Alejandro Jodorowsky? Claramente, ni la obra de Kubrick, Lars von Trier o Švankmajer ha circulado activamente en la TV o los medios de comunicación; pero sí lo han hecho (y lo siguen haciendo en las nuevas plataformas) los repetitivos y predecibles mamotretos fílmicos de Hollywood. ¿No están la TV y los servicios streaming impregnados de un cine violento que justifica el sentimiento bélico y clasista?, ¿no es esa una forma de naturalizar la desigualdad?

Sin embargo, hay un tercer espacio de visibilidad (exposición o legitimación) de los discursos: el universo audiovisual independiente; el cual aglutina a la televisión y las plataformas web. Lo que está allí está en la cultura. Puede suceder también que el mercado recurra al medio audiovisual; es el caso de las publicidades televisivas, los booktrailers que circulan en la web y los booktubers vinculados con el negocio editorial. El trabajo de estos youtubers, al estar relacionado con el mercado, dejan de ser independientes. Por otro lado, ciertos youtubers independientes que no son financiados, suelen abordar temáticas que están fuera del canon o el mercado, pero su influencia en la cultura es mínima comparada con el circuito influencer, con el influjo y la autoridad del mercado global. De estos tres espacios, el que mayor presencia tiene en el imaginario popular es la publicidad, a ella le continúa el canon y finalmente el circuito audiovisual independiente. No hay que olvidar que el mercado de consumo (el más influyente de los tres) es manejado por los ejes de poder. Esto significa que los sectores de poder de una sociedad (aunque, en términos actuales hay que hablar de un "poder macro" y hegemónico) son los que subordinan las demás prácticas culturales, validándolas o invisibilizándolas.

Javier Perez Driz | 5 '70 y '80 la editorial Sudamericana convirtió a la obra de Julio Cortázar en un producto del mercado; hoy su obra forma parte del canon (sin dejar de circular en el mercado). Pero la cultura es un tejido de voces y discursos, y suceden hechos sociales que impactan en la configuración o los intereses de estos medios. Por ejemplo, una declaración política que haga Noam Chomsky en un medio masivo, puede producir la reedición de alguna de sus obras sobre Lingüística genética: temática que resultaría nula para los intereses de la social actual (pero el libro se edita igual).

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"Volvió a mirar el retrato del Gran Hermano. ¡Aquel era el coloso que dominaba el mundo!(...) Se había vencido así mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano". (1984 de George Orwell).

A su vez, la literatura en sí misma, entendida como ámbito de producción discursiva, ocupa un escalón inferior a otros medios de expresión; entre ellos el cine y las plataformas como YouTube o Netflix. Desde este punto de vista, la literatura sería entonces (en comparación al universo audiovisual) un territorio discursivo sumergido en cierta marginación. Actualmente, el nexo más activo entre la literatura, la cotidiana de la masa social es la escolarización, además del contacto con el circuito publicitario de la literatura comercial. Pero la literatura en la escuela ocupa todavía un espacio demasiado formal e ingenuo. Todos sabemos que la literatura puede funcionar como medio para incentivar el placer por la lectura, la imaginación y la construcción subjetiva; pero también es un poderosísimo medio para incentivar la reflexión y el debate, para recuperar la memoria y trasmitir la historia de un pueblo. Esta última empresa no es más que el objetivo que, en muchos casos, perseguían las tradiciones orales, los cantos, los cuentos y los mitos antiguos que mantenían viva la memoria de los pueblos. Básicamente, en las sociedades antiguas el objeto de las prácticas literarias era la socialización y la integración del ciudadano a la dinámica cultural. En este sentido, el estado (o gobierno) era omnipresente, apoyando la circulación y producción de un tipo de literatura didactizante.

Sabemos que el ejercicio de la desinformación es mucho más poderoso que el de la información; sus ensordecedores golpes repercuten de una forma más destructiva. Pero sus voces no destruyen ni enloquece rápidamente a sus receptores; si no que siembran en la sociedad una pandemia más difícil de erradicar, un germen autodestructivo disfrazado de comodidad y naturalidad. Esto resulta aterrador, y a su vez esclarecedor, en una época dónde la información está al alcance de la mano. Nuestro contexto actual forma generaciones encandiladas por lo audiovisual, sujetos acostumbrados a los incesantes flujos de información y de universos virtuales, sujetos alejados del ejercicio de la experiencia entendida en términos tradicionales. Es necesario recordar la diferencia entre dos términos que actualmente se han confundido pero que tienen como mediador entre ellos las experiencias de aprendizaje: no es lo mismo la información que el conocimiento. Internet y los dispositivos digitales nos han acercado un acceso más inmediato a la información, pero no necesariamente al conocimiento. Justamente, el sendero que se debe atravesar desde la información al conocimiento es el de la experiencia. Hoy y mañana, la filosofía tendrá la responsabilidad de preguntarse qué es la libertad (y también de impulsarla como inquietud); la filosofía deberá asumir definitivamente su rol emancipador, activo y cotidiano en la organización de la sociedad.

En este apartado hemos citado ya dos novelas distópicas que pertenecen al género de Ciencia Ficción; un género considerado históricamente "menor" y que ha sido marginado en el ámbito académico. Presenciamos así otro hecho que nos demuestra que el rumbo de las lecturas y los juicios de valor sobre las obras literarias están configurados (al menos en parte) desde los sectores de poder. Y eso tiene amplia relación con lo que llamamos canon literario. Sin embargo, es posible matizar esta mirada. Se produce una extraña tensión entre canon y consumo; aunque no siempre están alineados ni responden a los mismos poderes. En muchos casos, la literatura de consumo tiene estricta relación con el mercado; pero también el canon retrata los caprichos y las rancias costumbres de

Este es el final de otra premonitoria novela de ciencia ficción, un final que retrata el destino de opresión y desigualdad del cual resulta muy difícil escapar como sociedad. Pero tal vez, esa opresión siempre será vulnerable ante las impredecibles inquietudes del individuo.

La censura operó en la Argentina para preservar los valores, el status quo, arraigado en la sociedad o en los grupos dominantes, sean estos económicos, religiosos o políticos.

La censura y las incineraciones de libros se remontan a lejanos tiempos de la humanidad. (Alfredo Guevara y María Molfino en: La censura y la destrucción de libros en el último gobierno de facto, 2005).

La cultura en su concepción más liberadora y emancipadora del sujeto y el libro como agente de transformación social y cultural, se tornaron amenazas (...). Las temáticas contenidas en los diferentes títulos censurados son múltiples y variadas. (Comisión y Archivo Provincial de la Memoria. En: Biblioteca de libros prohibidos, 2012).

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Lo perturbador de nuestro contexto actual es que los ejes de poder ya no necesitan censurar la obra de Orwell o de Bradbury (las cuales sabemos que estuvieron prohibidas en Argentina). No lo necesitan porque estas obras pertenecen a un sistema que a su vez está marginado ante los soportes audiovisuales: la literatura en sí misma como medio de expresión. Para los ejes de poder es mucho más productivo desinformar mediante la producción de nuevos discursos, que destruir voces que le son incómodas; porque de esta forma evitan una censura “violenta”. En resumen: los sistemas de opresión han evolucionado enormemente, ejercitando la violencia, pero no de forma física; si no, de manera intelectual y virtual. Internet y los nuevos entornos de la comunicación le facilitaron al poder los medios para aplicar su retórica mediante géneros discursivos más persuasivos y soportes más inmediatos, disfrazando de "conocimiento y comunicación": otra vez esa inquietante e hipócrita grieta que se abre entre la información y la desinformación. De otra forma, un medio tan poco interactivo y tan unidireccional como es la TV no tendría lugar en el mundo de hoy. Lo paradójico es que la TV (un sistema tan caduco, tan poco interactivo comparado con un dispositivo móvil) continúa siendo preponderante y persuasivo entre los principales soportes que utilizan los mass media. Se ha demostrado que la sociedad consumirá lo que le vendan, aunque el producto sea mediocre, inservible o incluso amenace su salud. El teórico Edward Said afirma que: "podremos comprender mejor la persistencia y la durabilidad de un sistema hegemónico, como la propia cultura, cuando reconozcamos que las coacciones internas que estos imponen en los escritores y pensadores son productivas y no unilateralmente inhibidoras." Otro de los grandes pensadores del siglo veinte, Michael Foucault, propuso un interesante discurso que nos permite articular los conceptos de censura, poder y

las élites. Las palabras del poder están vulgarmente cinceladas sobre una fina capa de hielo que rápidamente se derrite al exponerla al sol; pero las palabras de aquellos que conocen la lengua y se han formado para comprender el mundo que nos rodea, pueden lastimarlos tanto que terminarán recurriendo a sus instintos más primitivos. En esos momentos es cuando el poder evidencia su costado más especulativo, silencioso y perverso. ¿Qué lugar ocupa y ocupó en cada sociedad el estado, el mercado de consumo y el circuito de divulgación literaria?

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exclusión. Foucault afirma que existen tres grandes sistemas de exclusión que afectan al discurso: la palabra prohibida, la separación de la locura y la voluntad de verdad Existe en nuestra sociedad otro principio de exclusión: no se trata ya de una prohibición sino de una separación y un rechazo. Pienso en la oposición entre razón y locura. Desde la más alejada Edad Media, el loco es aquel cuyodiscurso no puede circular como el de los otros: llega a suceder que su palabraes considerada nula y sin valor, que no contiene ni verdad ni importancia. (Michael Foucault en: El orden del discurso, 2005).

Aquí Foucault va más allá y se adentra en el corazón mismo del discurso, en el germen de control inmanente, en su principio constructivo y su propia arquitectura. La obra artística, durante su proceso de producción, en vínculo con las realidades de su contexto socio político cultural, puede auto censurarse, respondiendo a un posicionamiento frente a lo tabú y lo prohibido que parte de su gramática interna. Entonces, la censura no sólo parte de una fuerza

Siempre que analizamos y producimos obras literarias lo hacemos insertos en un contexto socio político específico; inevitablemente los procesos de escritura están atravesados por los rasgos característicos de su contexto de producción. ¿Qué tipo de obras analiza la crítica literaria actual? Quizás la crítica del futuro deba abandonar su hipocresía y su dependencia del canon hegemónico, para comenzar a integrar, para dejar de ignorar la desigualdad y la "marginación discursiva" ejercida por los sectores de poder. Sin más, esto mismo podría fomentarse en otros ámbitos sociales y culturales, como la ciencia y la técnica.

Recordemos que el sistema capitalista no es un sistema de control, es "el sistema", un sistema macro: aquel que engloba a todos los sistemas. El sistema capitalista es el mundo mismo; sus rasgos determinan las características del contexto de producción y circulación actual. La crítica forma parte de ese contexto de producción, de esas censuras. En nuestro mundo, los estados que están fuera del sistema capitalista, están fuera del mundo. Es por eso que en la actualidad los extremos ya no tienen lugar, es por eso que el liberalismo y el marxismo ya no pertenecen al mundo de lo concreto. Todo está conectado con el mundo, lo que está visible en él o lo que ha sido excluido por él. Existen, evidentemente, otros muchos procedimientos de control y delimitación del discurso. (...) Creo que se puede también aislar otro grupo. Procedimientos internos, puesto que son los discursos mismos los que ejercen su propio control; procedimientos que juegan un tanto en calidad de principios de clasificación, de ordenación, de distribución (...). (Michael Foucault en: El orden del discurso, 2005).

Da escalofríos leer hoy este pasaje de Foucault, sobre todo si lo cruzamos con una idea que es muy convencional y harto reproducida cotidianamente: ¿no está el arte estrechamente relacionada con la locura? Deberíamos preguntarnos entonces ¿por qué hay obras de arte (artistas o medios artísticos) que están legitimadas por los ejes de poder y otras que son ignoradas por estos?

Estas preguntas deben conformar (y de manera urgente) un nuevo paradigma que configure los futuros análisis críticos, los enfoques de enseñanza, los posicionamientos docentes personales y el abordaje de las Prácticas del Lenguaje como asignatura escolar.

En nuestro panorama actual, atravesado por la dinámica de las redes sociales y los dispositivos móviles, la literatura ya no es el ámbito primordial desde el cual se articulan los procesos de socialización Eso no significa que el mercado no intente aun imponer un tipo particular de literatura; después de todo, una novela o un libro de cuentos continúa siendo un interesante medio de persuasión para imponer formas, gustos o contenidos en boga; incluso podría pensarse el circuito de la música comercial desde este enfoque, comprendiendo y aceptando las letras de la música popular como un discurso legitimado que circula intencionalmente y que es habilitado por los intereses económicos y/o ideológicos Sería importante que la escuela y cada docente reformule esta realidad, repensando el corpus literario, las prácticas en torno a la didáctica de la lengua y la literatura, los contenidos curriculares y nuevas prácticas creativas, para "impedir" que los procesos de socialización dependan sólo de los intereses del poder político mercantil; en definitiva: para formar lectores críticos. Todos sabemos y nos queda claro que hay en la literatura un universo propicio para la construcción de una socialización menos dependiente, más filosófica y reflexiva. Lo que también debería evitarse, al menos desde lo curricular, es un "canon de obras emancipadoras"; porque justamente, ese mecanismo recaería también en la determinación política, encadenando la reflexión y las libertades a las imposiciones de "una ideología" de estado (con ello el control mudaría del mercado al estado). Hacer una lista negra de obras literarias es

exógena que arremete contra los discursos; si no que, los discursos mismos están constituidos por principios de exclusión. Este punto resulta aún más interesante al cruzarlo con el universo de la literatura y preguntarnos: ¿cuáles serían aquellos "discursos literarios" que podríamos reconocer como productos del "control"?, ¿qué rasgos estructurales y de estilo dan cuenta de los mecanismos de exclusión que han participado durante el proceso de producción de una obra literaria?, ¿cómo ejercemos los docentes las prácticas de exclusión y censuras desde nuestro propio ejercicio de "selección de obras y contenidos escolares"?

Escalas de visibilidad del capital cultural: hacia una socialización controlada. Sabemos que la literatura es parte de las sociedades y que sus discursos pertenecen a patrimonios culturales mediados por poderes, fuerzas, intereses. Todo estado posmoderno está inserto en la dinámica del mercado global, una dinámica subordinada a las normas del sistema capitalista, atravesada por el influjo del mainstream y los discursos monopólicos de los mass media. Sabemos también que el estado intervendrá institucionalmente, en mayor o menor medida, para imponer sus propios intereses, sin importar bajo qué ideologías específicas lo haga: de alguna u otra forma, el estado siempre intentará intervenir en la conciencia popular, en el manejo del capital cultural y la opinión pública. Sin embargo, su influjo posee un estrato de impacto menor que las prácticas abordadas por el sector privado (nos referimos al manejo de la opinión pública y el consumo global, mediante el marketing y la construcción de "una verdad" a través del sistema retórico dialéctico de los medios masivos de comunicación). En algunos casos, los intereses del estado entran en simbiosis con los del sector privado; en otros, se oponen o se ignoran. Lo cierto es que el capital cultural y el imaginario popular se ven atravesado por deslegitimaciones (¿censuras?) de ciertos discursos culturales, lo que involucra un tipo de violencia simbólica; porque impone la indiferencia y una tendencia selectiva en los sujetos, lo cual impacta también en la escuela

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censura; hacer una lista blanca es demagogia (aunque esté disfrazada de socialismo).

Ya hemos dicho que hay discursos literarios más legitimados que otros y que éstos está regulados por intereses que perforan a la cultura y, por lo tanto, al universo literario (a nuestros procesos de lectura, consumo y producción literaria). Podríamos ensayar una suerte de esquema que nos muestre el lugar que ocupa cada tipo de discurso, en relación a esa escala de visibilidad y validación cultural que el estado, el mercado y los pequeños sectores de poder regulan.

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Proponemos a continuación una escala que "determine el nivel de exposición y circulación de una obra literaria" en un determinado contexto de circulación y recepción. El cuadro que presentamos a continuación abordará, a modo de ejemplo, tres contextos de recepción diferentes.

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Básicamente, lo que está en la cima del esquema está validado y legitimado; lo que está en la base está marginado y excluido. ¿Qué hacemos entonces con aquello qué está marginado o censurado?, ¿quién o qué determina una mayor o menor legitimación y circulación de una obra en determinada sociedad? Los contextos culturales e históricos (contextos de producción, circulación y recepción literaria) pueden resultar extremadamente dinámicos y antagónicos; por eso mismo, cuanto más nos distanciamos entre los contextos históricos, más necesario será modificar la columna (izquierda) que determina los tipos de obras y ámbitos literarios. Alguien podría no coincidir con la ubicación en el esquema de cierto autor en cierto tipo de ámbito; lo cual es irrelevante. Lo que pretendemos mostrar en el cuadro es un ejercicio que nos permita sistematizar el proceso piramidal y escalonado de valores y legitimaciones de los discursos literarios (que se producen en una determinada cultura). Además, esta disposición no está determinada específicamente por los números de ventas, factor que depende de situaciones relacionadas con procesos del mercado y que, en ciertos contextos históricos, sería imposible de determinar. Es por ello que este gráfico no es un simple cuadro de "las obras más vendidas"; es una tentativa de organización de los propósitos de visibilidad ejercidos por los ejes de poder y los intereses del mercado.

¿Cuál es el germen de los ejes de poder?, ¿quiénes tiene el poder para imponer, modificar o configurar la exposición de una obra literaria? La respuesta es muy sencilla: aquellos que controlan la maquinaria estatal y (en mayor medida) aquellos que controlan la maquinaria del mercado. ¿Cuáles son los límites del poder en relación a la circulación y exposición del patrimonio estético? Esta respuesta también resulta sencilla: no los hay.

Un importante legado que nos dejó el teórico Hans Robert Jauss fue concebir a la historia de la literatura como una "historia de las lecturas". ¿Cómo lee una sociedad y por qué? ¿Cómo leemos hoy?, ¿qué leen los más jóvenes? Si analizamos las novelas más comercializadas de la literatura juvenil actual, encontraremos ciertos rasgos en común y verdaderamente significativos. Son características que pueden traducirse como normas, esas normas están reguladas por el mercado editorial; entre ellas: la presencia de una aventura y un amor adolescente, algún tipo de distopía o realismo escolar, la presencia de personajes estereotipados que simulan odiar los estereotipos, la búsqueda de una identificación directa con las emociones del lector juvenil, y finalmente (la presencia de este rasgos es lo más alienante para la "calidad" discursiva, el manejo de la lengua y la búsqueda de un lenguaje propio) la imposición de lo argumental sobre la posibilidad de un tratamiento discursivo diferente o experimental.

Resulta interesante analizar lo dinámico y cambiante que puede resultar este sistema de valores, según cada sociedad y cada contexto. Para ilustrar un ejemplo podemos decir que: en el Barroco español, la poesía de Góngora estaría en la cúspide de nuestro gráfico, pero el “Lazarillo de Tormes” se mantendría en la base. Esta "organización" de las obras literarias en un contexto determinado, depende ampliamente de los ejercicios del poder (que es lo mismo que decir: depende de las características socioculturales de ese contexto de circulación). La forma de leer de una época, es la forma en que los sistemas de poder atravesaron a esa cultura.

Acaso la obra (o incluso sus propias figuras como sujetos sociales) de autores y autoras como Rainbow Rowell, Becky Albertalli, Neal Shusterman, Alice Oseman, Danielle Paige, Ashley Blake, Becky Albertalli, Laura Gallego, Traci Chee, Isol Micenta, Liliana Bodoc, Agustina Bazterrica, Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Mónica Ojeda, Laura Alcoba, Dolores Reyes o María Ampuero ¿no responden a ciertos parámetros o discursividad estereotipada y legitimada por el mercado? Estamos hablando entonces de productos, de obras de arte cuya función estética (más o menos interesante, más o menos compleja, más o menos “culta”, más o menos “artística”) se

Transformers: Age of Extinction [Largometraje]. Paramount Pictures. BRADBURY, R. (2001). Fahrenheit 451. [Novela]. Barcelona: PLAZA & JANÉS. LINKLATER, R. (director). (2001). Tape [Largometraje]. Versus Entertainment. ORWELL, G. (2006). 1984. [Novela]. Uruguay: DUSA. ŠVANKMAJER, J. (director). (2018). Insect. [Largometraje]. CinemArt.

Javier Perez Driz | 12 ve atravesada por otro tipo función, un tipo particular de discurso que simula ser sólo entretenimiento pero que siempre es más que eso. Entonces, si estos discursos legitimados son más que un mero entretenimiento, ¿qué son?, ¿funcionan como una de las tantas herramientas discursivas utilizadas por el mercado para imponer un tipo de sujeto social, un tipo de ciudadano, un tipo de Imponiendoconsumidor?lareflexión

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ética a la práctica educativa, nos preguntamos si todo esto que hemos abordado involucra cuestionar también la intervención docente. Si fuera así: ¿cómo intervienen los docentes frente a esta realidad, en la cual los procesos de socialización se ven subordinados al poder y el consumo?, ¿qué responsabilidad debe asumir el estado con respecto a las currícula? ¿debe hacerlo? ¿Qué intervenciones y posicionamientos docentes realizamos para subvertir esa realidad?, ¿es parte de nuestro rol docente hacerlo? Bibliografía.

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