Imágenes de portada e interiores de: Carlos F. Ortiz
Secretos
Historias de familia
Gran parte de la humanidad considera que las fiestas de fin de año es para pasarlas en familia. ¿Qué familia? Se preguntarán algunos. Esa familia de padre o madre abusadores. Esa familia de la chica que tiene miedo al tío que no deja de acosarla. De esos primos alcohólicos que harán su desfiguro de cada borrachera. Esa familia de la chica que ha sido novia de todos en la cuadra. Esa familia de padres ausentes, de familias divorciadas donde los hijos corren un día a casa de papá y otro a casa de mamá. Esas familias divididas por las herencias. Familias de hijos de la novia, que en la siguiente navidad ya no estarán presentes a la mesa.
Esas reuniones donde se pretende hablar mal de las primas, porque mira que están bien gordas; ¿por qué no se cuidan?Asu edad yo pesaba apenas 45 K y cabía en una talla 1, cuando mucho era talla 2.
Esas familias que se reúnen para preguntar: ¿ya estás estudiando o sigues de vago? Esas noches en familia para ir a misa, gastarse el aguinaldo, empeñar, hacer largas filas para comprar, comprar, comprar, ropa, juguetes, y sobre todo alcohol. Pagar cenas, cocinar durante todo el día, llegar a la noche: fulano no trajo nada, pero mira cómo se sirve, mira cómo agarra cervezas.
Esas familias ejemplares que beberán, comerán, brindarán, quemarán pólvora y otros polvos menos ardientes. El puro pretexto para un día más de borrachera.Apenas un poco de la fantasía infantil de los regalos navideños, apenas un poco de la esperanza en que el siguiente año nos sea mejor. Momentos para prometer, instantes en los que vendrán los abrazos, y luego las despedidas.
Veremos cómo luchar contra un mes de enero al que se entra de nuevo sin dinero (no es casualidad que dinero rime con enero, diría el
buenArjona), como cada quincena, como cada semana, como cada mes, porque el dinero no alcanza, y le pedimos a alguna entidad etérea que nos ayude nuevamente para poder cumplir con todas aquellas promesas de seguir persiguiendo la felicidad.
Porque pretenden que cada fin de año, sea de fiestas y felicidades. Pero no todo tiene porque ser así. Tienes derecho a tu tristeza, a tu soledad.
Aún recuerdo mi brindis del 31 de diciembre de 1999: ¡Por fin se acabó este año! Terminé mi carrera, me casé y me divorcié, todo en menos de 365 días.
Aún recuerdo mi brindis del 31 de diciembre de 2014: Mientras sonaban las campanadas de las 12 de la noche, levanté la botella de whiskey y me la empiné (unos usan uvas, yo bebí durante las 12 campanadas), y cuando solté la botella: ¡Listo, ninguna gota más de alcohol en mi cuerpo! Y acá seguimos sin beber 8 años después.
La vida no cambia en las navidades, ni en ninguna fiesta decembrina. Todos los días son exactamente igual de diferentes, y te brindan las mismas oportunidades. Hay tristezas y alegrías; si te gustan estas celebraciones, excelente, bien por ti. Pero hay muchos a quienes le da igual, no los forces.
Familia es aquella que está contigo, aquella que quieres cerca de ti. Yo reconozco a mi familia, las hermanas y hermanos de mis padres, sus hijos, hijas, nietos y nietas; sus primos y primas y los hijos de todos aquellos. Pero tan bien reconozco a todos aquellos que han estado a mi lado en algún momento, y que ahora deciden estar cerca de mí y de los míos. Cada familia tiene sus historias, sus propios secretos. Que este 2023 reconozcamos el amor que sale de nosotros hacia los demás.
Almas Viejas
No suelo ser romántica ni andar por el mundo como en esas películas de Hollywood, «Sintonía de amor» o «Un ángel enamorado»; aun así, pienso que falta una palabra más que supere aquella que significa amor. Todos los días reflexiono en ello y creo firmemente que cuando las almas se conocen por primera vez (sea en la vida que sea), pasan por distintas etapas. La primera, es la coincidencia que las encauza a conocerse; después, algunas se enamoran y conocen la pasión; paso seguido, sufren, lloran, incluso pueden llegar a morir en el intento de consolidarse. Falsa es la frase que dice: “Nadie se muere de amor”. No dudo que quien la expresó, haya sido un ser vacío y con alto desconocimiento de él.Ahora, cuando el amor logra fusionar las almas, estas quedan tatuadas por la eternidad para reencontrarse en cada reencarnación, sin necesidad de volver a pasar por todos esos procesos del amor.
Aquella era una tarde finamente lluviosa; el asfalto mojado de las avenidas oscurecía aún más el entorno, los anuncios luminosos y las luces de los autos por la avenida fulguraban entre los vapores de las coladeras. Las personas sin detener su actividad diaria, continuaban su andar bajo el resguardo del paraguas o las gabardinas y en última instancia, bajo un espacioso techo en la espera de un taxi. Un compañero de trabajo y yo, recién salíamos de la oficina, me invitó unos tragos y acepté, pero casi llegando al bar y por cuestión del clima se me apeteció más un café, así que cruzamos la avenida Lincoln.Alo lejos, un músico callejero entonaba en su sax: Feeling Good de Nina Simone. Nuestros pasos parecían estar encantados por la melodía; nos detuvimos frente al saxofonista de abundante melena rizada que vestía unos jeans rotos y una chamarra negra de piel, recompensamos su talento y continuamos nuestro andar hasta el Starbucks ubicado a la vuelta de la esquina.
Estrella Gracia González
Si reencarno en un ave, te convertiré en mi cielo, y si soy la noche, siempre serás mi amada estrella. No se puede huir de lo que echó raíz en el alma. Anónimo.
La fachada de vidrio estaba empañada por el frío de adentro, nos formamos en la larga fila para realizar el pedido cuando mi compañero me dijo que aguardara un poco, porque iría a saludar a un amigo que se encontraba en una mesa. El lugar estaba lleno y la única opción que teníamos para convivir era compartiendo con él, así que después de ser despachados fue lo que hicimos.
Almícar, ella es Diedry, Diedry él es Almícar. Fueron las únicas palabras que dijo mi compañero antes de que sonara su teléfono y se marchara con prisa. Me quedé conAlmícar, él inició la charla, (muy corta, por cierto) en el que solo me preguntó en donde había conocido a mi amigo y le respondí que éramos compañeros de oficina. No tardamos mucho en despedimos y al salir del Starbucks, cada quien tomó rumbo diferente.
Almícar, ese día floreció en mi alma, como si en algún pasado, la semilla de su esencia se hubiese sembrado en mí. ¿Dónde lo conocí? me pregunté, pero por más que escudriñaba en mis recuerdos no había huella de haber coincidido con él. Desde entonces, su nombre y su imagen invadieron mi mente y estoy convencida de que no fue un hechizo de amor, sino un acontecimiento inevitable que el destino tejió caprichosamente hasta llegar al punto de nuestro reencuentro.
Cada mañana en cuanto abría los ojos, su nombre ya estaba en mi cabeza, como si mi mente me hiciera despertar para verlo o saber de él. Gradualmente coincidimos en convivencias algo extrañas y no en el sentido de que él me resultara un perverso, todo lo contario, porque sentía conocerlo; su actitud, sus palabras, sus gestos. Un polo de atracción me desvanecía, aun así, por ningún motivo le externé mi sentir por más que quisiera hacerlo, aunque su mirada y sus actos me dijeran lo mismo.Almícar era muy evidente, en varias ocasiones me envió mensajes de texto que leí una y otra vez hasta quedar dormida.
Un día no soporté más, desperté con el dolor en el pecho porque había soñado con él; sentí que mi actitud interfería en lo que ya estaba escrito y no dudé en expresarle todo lo que mi egoísmo guardaba. Nos vimos esa misma mañana en la café, me escuchó en total silencio y después, no hubo más que pronunciar. Las almas viejas se habían encontrado y lo digo así, porque confirmé que no había conocido a un extraño, más bien, me reencontraba una vez más con alguien que ya me pertenecía desde tiempos inmemorables.
Gocé caminar con él por el parque, disfrutar de los eventos, los días impregnados del aroma a café recién molido; su voz, la sublimidad de su ser, su cuerpo, su exquisita piel, entre besos extasiados y miradas fijas envueltas de calor, fusionando nuestro ser. Pero nada podía superar lo excelso de su alma, ésa que estaba tatuada a la mía para reconocernos y unirnos en cada reencarnación.
Una tarde,Almícar tuvo que dejar la ciudad y se marchó al otro lado del país, me enorgulleció su crecimiento profesional y lo acompañé al aeropuerto, le deseé lo mejor de la vida y se marchó lentamente hasta desaparecer en la cima de las escaleras eléctricas. Mis días volvieron a su rutina.Almícar se casó tres años después de haberse marchado y yo recién termino una segunda mala relación.
Almícar, nunca fue dolor como lo es el amor, por eso creo que debería de existir otra palabra que la supere, porque él, fue siempre mi ser sublime, la otra parte de mí para amarlo en su libertad. Y ahora que lo pienso la palabra esAlmícar… sí…, la palabra que supera al amor, es Almícar.
Ventana al vacío
La gota del fregadero continúo su caída, golpeando de manera infinita la tarja del lavabo; ese endemoniado sonido me taladra la cabeza, mientras me debato en la indecisión, de levantarme a cortar el paso de agua o quedarme en cama escuchando su repique constante.
Mi vida es monótona y aburrida. Vacía, sin sentido, de lo único que está llena es de carencia, ausencia, necesidad. Estoy cansado. Los abusos fueron constantes, los gritos insistentes, los insultos que no acababan en medio de tardes continuas. Hasta el día en que ella falleció. Ese día llegó la paz para la casa, pero se quedó toda la inseguridad que esa mujer sembró en mí, los complejos, temores, el dolor, la decepción, los demonios en mi vida, los fantasmas que me acechan, las voces en mi cabeza que no paran de hablar.
En el trabajo lo mismo, gente inmunda llenando cubículos con su asquerosa esencia. Rostros hipócritas, fingiendo interés, hablando por hablar.
—¡Buenos días! ¿Cómo estás?— les ofrezco una mueca resignada, para su satisfacción.
«Como si les importara» los observo de reojo, escucho cómo se refieren a mí "el rarito de sistemas" «Sigo presente ¿En realidad creen que no me doy cuenta?» ¡Cómo quisiera desaparecerlos a todos! Pero hay no sé qué tantas leyes en contra de ello y en todo el mundo es penado, aún así, tengo en mis recuerdos memorias de ¿Cómo lo haría?
Estoy cansado; de saludos vacíos, de gente indiferente, interesada sólo en el dinero, de una vida falta de amor ¿Me pregunto cómo fue que duré tanto tiempo? Soportando los desplantes de mi madre, agobiado por el abandono de mi padre, que se fue a probar las mieles de un antiguo amor «¿Qué piensan los padres? Teniendo hijos como colección por su inmadurez negada, haciendo infelices a más personas ¡Egoístas! Nadie les pide nacer, sin embargo, reclaman esclavitud financiera»
Siempre quise ser doctor, pero a palabras de mi padre, esa carrera costaba mucho. No podía pagarla. Debía estudiar sistemas porque era lo que
Adriana Rodríguez
dejaba ganancia monetaria, pero yo quería ser doctor. Un día lo descubrí con "su amor", también quedó al descubierto que tenía hijos con ella. Ironías de la vida; en casa se quejaba de no tener dinero para nada, pero a ella, le compró un terreno, le construyó a su antojo, mientras en la mía, no había para esos gustos. Un cambio de bombilla por un ventilador era innecesario, un lujo que no nos quedaba. Para él, pintar las paredes era un signo de presunción.Aella le puso vitrales con marcos dorados por ventanas, una puerta residencial con ventanales era la principal.Altos muros los resguardaban, en casa pusimos unas tarimas como portón. Mientras a mí me negó el doctorado, a su otro hijo le dio la carrera de dentista, era evidente que no tenía dinero para los dos, pero hizo bien su elección. Tenía una hija, de mi edad, madre soltera, tatuada hasta por debajo de la ceja, a la cuál presumía con su nieta paseando por el centro comercial, cuando a mi hermana la criticó muy severo cuando supo que había iniciado su vida sexual.Anosotros siempre nos dijo que los tatuajes eran de vagos, criminales, de gente indeseada, pero ambos hijos de su otra familia, los portaban y él los presumía orgulloso. Para mí solo hubo críticas, nunca fuí suficiente, siempre fui un lastre que no servía para nada. Descargó su coraje en mí, la frustración que le daba saber que no podía estar con la familia que él quería.
La amargura de mi madre, se le notaba en el rostro, en las palabras, en las acciones. Se desquitó con nosotros, mi hermana pudo huir, se casó joven dejando el nido, a mí me tocó ser sustento del hogar en cuanto mi padre decidió. Se independizó ¿Qué si lo odio?Aél no, odio su maldita forma de ser. Esa que nos mandó al carajo a nosotros por un cuerpo más joven que el de mi madre. Desde que inició su vida lejos, mi madre se empeñó en hacerme saber cuánto me parecía a él en lo físico y en lo mucho que me detestaba por ello.
Estoy cansado, cansado de un mundo hipócrita. De palabras vacías, de ausencia, dolor, de mendigar un poco de un amor que no debería ser negado. De vivir cubriendo las expectativas de todos
Sus ojos se posaron en los míos, me tomó por los hombros —Ahora que me voy, tú serás el hombre de la casa.
¡Qué cómodo! ¿No? Poner su responsabilidad en mis hombros y salir por la puerta grande a encontrarse con el amor de su vida.
Estoy cansado. En esta ocasión es una fecha especial, un día como hoy de hace 27 años vi este mundo por primera vez, por eso elegí este día para ser el último.
Até la soga a la viga del techado, acerque el banco hasta los pies del atado.Aún quedaba tiempo. Recorrí la casa, dando el último adiós a cada rincón. Fuí a la sala, encendí el televisor; para variar; escuché los noticieros. Pasé por la cocina, abrí el refrigerador; estaba vacío; previo a la decisión tomada, pero no podía dejar de verlo ¡Era un gran invento! quedé absorto en el encendido de su luz. Tomé un vaso de agua, no quería morir sediento. Arrastré una silla, alcanzando las bolsas de comida que había elegido para mi última cena; una hamburguesa doble con queso; siempre fuí adicto a esa combinación; papas fritas, refresco. Dí una ducha, la última. Elegí la ropa con cuidado, una playera deportiva, unos jeans, calzando tenis, la mayor comodidad posible; use perfume y gel. Me recosté en la cama, esa que mil veces soporto mis pesadillas, la que me vio crecer, la única que impulsó mis sueños. Cerré los ojos unos instantes. La gota del fregadero continúo su caída golpeando de manera infinita la tarja del lavabo; ese endemoniado sonido que me taladra la cabeza mientras me debato en la indecisión de levantarme a cortar el paso de agua o quedarme en cama escuchando su repique constante. La mañana se ha ido, las vacaciones han comenzado, el silencio de la casa inunda el ambiente, las ganas merman al igual que el tiempo que lento se agota a pasos agigantados ¡Es hora!
Frutos de una planta sin raices
Agapito se abrió paso entre la gente que estaba en la funeraria, llamaba la atención por su imponente figura, su voluminoso estmago y ó estatura.Asus sesenta y cinco anos conservaba aun la personalidad recia de su juventud.
Es el pap de Enrique, comentaron entre s áí los acompañantes de los dolientes
PeroAgapito directamente al féretro al fue , centro de la capilla donde el cuerpo de una mujer cuarentona yacía sin vida
Sin saludar siquiera se incó y se qued hó viendo el cuerpo inerte de la mujer y comenzó a recordar su historia.
Se habían conocido veinte años atrás, en una fiesta navideña del sindicato, era hija de uno de sus compañeros de trabajo, desde la primera mirada supo que con ella la iba a hacer. Tenía poder y dinero para comprarle lo que ella quisiera.
Por su parte a ella le gustaba la vida buena y fácil, la diversión. No era muy bonita pero se arreglaba bien, y eso, atractivamente al líder le , llam la atención por lo que ni tardo ni perezoso ó decidió anexarla a la lista de una más de las conquistas que compra el dinero
Ella sabía que era casado, pero aun así los regalos y tratos que le empezó a dar era lo que le interesaba por el momento.
Un día salió embarazadaPero no estaba preparada para ser madre todavía
No te apures, tengo para mantenerlo y darle una buena educación había ofrecidoAgapito , Sí, pero no vas a venirte con nosotros, le había reclamado.
Entiéndeme, no puedo dejar a mi esposa, ella es la del dinero, no me conviene dejarla
Pues yo no quiero tener a ese niño.
Sin embargo, las palabras de su padre y los deseos del viejo cacique la convencieron y dio a luz a un varón.
Aun así, la gente empezó a señalarla, a pesar que él le había registrado con su apellido, ella seguía siendo “la otra” y empezó a sentir odio por el chiquillo.Tuvo el apoyo de sus padres que siempre cuidaban de l porque ella seguía con su é, vida de siempre.
Baltazar Cordero
Siempre que se enfermaba le fastidiaba tener que cuidarlo. No, definitivamente ella no había nacido para criar ”huercos”.
Era un estorbo, era muy joven aun para disfrutar la vida. Y con el niño no podía hacer mucho, estaba amarrada a él. Para colmo, las visitas deAgapito empezaron a escasear, le mandaba dinero pero no iba mucho a la casa, la otra familia le demandaba más de su tiempo. Sobre todo ahora que se había registrado para la diputación federal.
Marlene empezó a maltratar al pequeño, por cualquier razón lo regaaba y maltrataba con ñ miradas furibundas que le lanzaba cada vez que le gritaba:
“Bastardo, por tu culpa me arruin la vida, si é no hubieras nacido no me estaría volviendo tan fodonga”.
Esto empezó a hacer mella en el carácter del pequeño que sin entender exactamente el motivo del odio de su progenitora se refugiaba en la escuela y en el estudio para olvidarse de su situación familiar.
Creció. Y a llegar a la adolescencia, el l cuidado fue mínimo y empezó a refugiarse en la televisión, el teléfono celular.Pasaba largas jornadas frente al dispositivo y su televisor. Ya para entonces Marlene empezó a salir con otros amigos y llegaba hasta muy entrada la noche.
Cada día de las Madres, Enrique lloraba en su cuarto, pues su mam nunca asistía a los á festejos alusivos el colegio y los trabajos y d; manualidades que desde niño le regalaba casi siempre iban a parar a la basura.
El odio empezó a crecer en el alma del chiquillo, hasta que esa noche ella empezó a insultarlo como siempre, estaba ebria y empezó a gritarle que él era la causa de sus desgracias y cosas similares.
Fue entonces que en un arranque de coraje Enrique estall y le grit e voy a matar óó¡T!
Ella no le hizo el menor caso, pero el jovencito esper a que se durmiera pues estaba ó muy alcoholizada Baj a tomar el arma que su .ó padre había dejado alguna vez en su casa
Y dispar. Una y otra y otra vez sobre la dama que se había dormido ó refunfuñando y rumiando su “desgracia”.
-No me aguant, -había dicho a las autoridades-, ya me tenía harto é
Lo habían llevado a la delegación policiaca, detenido.
Tenía solo quince años
Mientras tanto, Marlene yacía inerte en la funeraria de la colonia.
Agapito se había enterado por los periódicos y las redes sociales pues hacia bastantes meses que no iba a visitarles.
-Perdóname Marlene, s que t tuviste la culpa, pero yo tambin, tenía todo a ,éúé mi alcance y éramos felices yo con la desvergüenza de engañar a mi mujer y tú ; con las ganas de vivir el desenfreno que podía comprar el dinero pero él que culpa ; tena, si te hubiera hecho caso no hubiera venido al mundo, no hubiera tenido la í existencia maldita que le dimos reí que el dinero era suficiente, con darle una .C educación en los mejores colegios privados, pero lo que l necesitaba era amor, é amor de madre, amor de padre, que estuviera aunque fuera un da a la semana para í estar con él, no nada más para dejarle dinero. El niño quería una familia
Perdóname Marlene, esos disparos debían haber sido para mí por mi , ; imbecilidad, por mi estupidez de pensar que teniendo más de una mujer a la vez nos hace más hombres
Éste es el resultado, este hijo que ante la sociedad es un bastardo. Encerrado por muchos aos. ¿Que va a ser de él cuando salga? ño
Perdóname Marlene, pero no tengo el valor para soportar más, somos , culpables y no puedo seguir engañando a los demás. Puedo con mis influencias sacarlo de la cárcel, pero el daño ya se hizo ojala y Dios lo ilumine para que ; reflexione y cuando salga pueda enderezar el camino torcido que tú y yo le hemos formado.
Acto seguido, y en una acción imprevista,Agapito, el poderoso cacique del pueblo sac de entre sus ropas un revlver y apunto a sus sienes, incado como óóh estaba. Y a la vista de todos en la sala funeraria, dispar.ó
En su celda Enrique espera a su abogado defensor., quien le ha prometido que tratar de conseguir una condena muy corta por su condición de menor y por e á l riesgo que corre un menor de edad en un penal de adultos.
Los primeros vientos de la temporada cuaresmal soplan afuera como presagio de la tragedia, una tragedia que para el jovencito empezó el día que supo que su existencia nunca fue deseada, por lo tanto nunca pudo ser amado.
No se arrepentía de su crimen, según declaraciones. Lo único que lamentaba por el momento era no haber continuado con sus estudios, el único aliciente que tuvo en su vida. La inconsciencia y ausencia del amor lo convirtió en un asesino y tendrá que pagar por ello.
Mientras tanto, allá en la asa grande, los que llevan el mismo apellido c tambin piensan en l.Aunque no se lo digan a nadie. éé
Cada ocho días le esperábamos en la entrada de uno de los callejones de la calle 6 de enero, veíamos un taxi y gritábamos, ya viene, ya viene, pero no, nos fallaba y nos volvíamos a sentar en el borde de la puerta de doña Concha.A ella le compraríamos, más noche, las enchiladas y tostadas que él nos invitaría, aunque la verdad, lo principal era que llegara y le ayudáramos a bajar sus maletas y salir corriendo hacia la casa de tía Paulita para buscarle sus chanclas y su ropa para que anduviera cómodo.
Él era como el papá de todos, y es que, aunque unos tuvieran uno de verdad en su casa, sólo lo tenían de a ratos, y es que “se la pasaba en el agua”, yo no sabía muy bien que era eso a mis diez años, yo quería que al menos mi papá anduviera en el agua, pero que estuviera conmigo. Pero no, él nos había dejado ya hacía algunos años y yo no tenía ninguna figura paterna, más que él. Quizá por eso el viernes era siempre un día de nerviosismo, salía de la primaria y comenzaba a hacer mi tarea para que no hubiera algún pretexto que hiciera que yo no pudiera disfrutarlo. En verdad todos lo queríamos, y él a toda esa bola de chamacos que sólo tenían mamás y que tenían hambre en el estómago, pero sobre todo en el corazón.
Cuando llegaba todos los vecinos se enteraban, y es que gritábamos: Ya llegó Manolo, ya llegó Manolo y lo abrazábamos tan fuerte que hasta lo andábamos tirando.Aveces uno le contaba que había sacado diez, otro que había anotado dos goles, otros más inventaban alguna pirueta para que los viera y otros solo nos conformábamos con ir a su lado y sentir que un hombre bueno y cariñoso nos quería mucho.
Me gustaba ayudarle a arreglar sus cosas; fumaba cigarros Kent y se ponía una loción con pachuli, usaba un peine de carey que siempre tenía una cubierta de vaselina, y es que en verdad jamás tenía un cabellito fuera de lugar, se hacía una raya de lado, así como el Benemérito de la Patria. Me gustaba ver su ropa impecable, parecía que venía saliendo de la tintorería, sus zapatos excelentísimos y nosotros siempre con la
expectativa de quién le acompañaría al siguiente día al centro para comprar las cosas que se necesitaran en la casa, pero sobre todo sabíamos que quienes fueran con él serían premiados con un vestido, una camisa, unos zapatos y un helado Holanda. Confieso que era de sus preferidas, le decía a mi mamá que me peinara con trenzas y que me pusiera siempre arregladita.
Conforme fue pasando el tiempo nos fuimos haciendo más jóvenes, pero nada cambiaba, cada sábado lo esperábamos con ansias. No lograba entender por qué no se casaba o por qué no llevaba una novia con él. Pero luego se me pasaban esas ideas, porque me gustaba que por la tarde me leyera algún libro de su enciclopedia favorita, o bien, que me llevara a ver cómo iba entrando en la bahía de Santa Lucía algún crucero, uno de esos enormes que parecen palacios flotantes. Él me decía que esperaba que algún día yo trabajara en uno de esos para que conociera el mundo; no, no sucedió.
Cuando murió lo encontraron en su recámara hincado y con un libro de oraciones cerca. Nadie imagino que estuviera enfermo, más bien pensaron en los designios de Dios.
Cuando yo entré busqué el libro de cuentos que leía desde que era joven, quería quedarme con algo de él, cuando lo abrí encontré una carta muy vieja, fechada en 1978 en el puerto de Veracruz, olía a pachuli y a cigarros Kent, leí que Raymundo no podía con todo eso y que tenían que dejar de verse, que lo que sentían no estaba bien y que deseaba que Manolo pronto encontrara una familia.
Y creo que sí la tuvo, sin duda todos nosotros.
Blanca Vázquez
Una fantasía
David Salazar
Miranda
Ella caminaba sobre un puente de madera. Abajo, un estanque tranquilo con pequeñas islas de lirios acuáticos. Hermosas flores amarillas, rosas y blancas, colores llenos de fantasía al pie de sus ojos.
Un jardín maravilloso que a pesar de no contar con mariposas o algún insecto, invitaba a respirar profundamente, a quitarse la mascarilla que cubría el rostro.
Ya lo había pensado; por eso de manera repentina descubrió su rostro, su nariz, su boca, sus ojos, se los mostró a las flores.
Un suspiro, después otro, ella había soñado con suspirar en un jardín.
Cayó de manera lenta, ahí murió, con su mano rozando un lirio acuático que tenía una etiqueta: hecho en China.
Casa de muñecas
Graciela Enríquez
Aquella familia lleg al pueblo, sus habitantes los ó miraron extrañados, porque casi nunca el sendero traía nuevos pasos. Y lo que más sorprendió a la niña fue un gran letrero que decía "La casa de muñecas”. Se escapó hacia allí, sin que se dieran cuenta. quel lugar abrió sus A puertas como invitándola a entrar y con plena inocencia cruz el umbral. El cul se tornó un sitio extraño y óa lúgubre, muy parecido en el que había entrado, pero muy diferente también.Al continuar caminando no encontró a nadie, solo un dolor en la cabeza y su mundo de imaginación se esfumó. Cuando se despertó, se dio cuenta que era otra muñeca más, de aquella misteriosa Casa de Muñecas. La buscaron por mucho tiempo y por recónditos lugares y no la hallaron.Alos meses de su desaparición, aquellos tristes padres, regalaban para el cumpleaños de su otra hija, una muñeca. El espíritu de la niña había regresado con su familia.
De los lugares émicos, estrategias antropofágicas
en Matavilela de la novela El
rincón
de
los
justos de Jorge Velasco Mackenzie
El presente ensayo tiene como objetivo analizar los lugares émicos y estrategias antropofágicas y antropoémicas en la novela El rincón de los justos de Jorge Velasco Mackenzie. Se describirá varias definiciones sobre los tipos de lugares para tener una vista más clara y amplia de los conceptos. Por otro lado, se expondrá como actúa en Matavilela. Finalmente, se reflexionará sobre el exilio que sufren los actantes marginales de la novela.
Los lugares son sitios indispensables donde un grupo de personas desarrolla su vida. Desde los libros sagrados, mitológicos, imaginarios y demás. Las historias se desarrollarán en lugares en general. Los más conocidos Camelot, Utopía, Liliput, Oz, Macondo, Santa María, Comala, Yoknapatawpha, Tierra media, Tlön, Desembarco del Rey, entre otras.
La sociedad cuenta con muchos espacios. Algunos espacios son inexistentes para la gente, otros son fundamentales o pasajeros. Entre ellos están los no lugares que son aquellos que “desalientan cualquier idea de permanencia, imposibilitando la colonización o domesticación del espacio” (Bauman, 2004, p. 110). Dicho de otro modo, son aquellos lugares efímeros donde solo sirven de tránsito hacia otro lugar. Cuya característica principal “Es un espacio despojado de las expresiones simbólicas de la identidad, las relaciones y la historia: los ejemplos incluyen los aeropuertos, autopistas, anónimos cuartos de hotel, el transporte público” (Bauman, 2004, p. 111). Por esta razón, los no lugares son la máxima expresión de individualidad, lugares de paso donde transitamos sin historia o apego.Adiferencia del espacio vacío que es:
El vacío del lugar está en el ojo de quien lo contempla y en las piernas del habitante o en las ruedas de su auto. Son vacíos los lugares en los que encontramos y en los que nos sentiríamos perdidos y vulnerables, sorprendidos, alarmados y un poco asustados ante la vista de otros seres humanos. (Bauman, 2004, p. 113).
y antropoémicas
Jaime Rodríguez
Dicho en pocas palabras, son lugares casi invisibles que están presentes, pero no conocen. Si lo conocen no son transitados.
Finalmente, Bauman clasifica los espacios conforme ve los cambios que se han producido en la modernidad.
Los espacios adquieren categorías para que todo esté al alcance del consumidor, Hernández Moreno (2016) resume:Los espacios o lugares émicos (aquel destinado a la exclusión), los lugares fágicos (aquel destinado a la inclusión masificada del consumo), los no-lugares (espacio despojado de expresiones simbólicas de identidad) y los espacios vacíos (lugares que siempre han estado ahí, pero inexistentes en nuestro mapa mental). (p. 281)
Sintetizando, los lugares émicos (emo, interior) son los que van a estar destinados a la exclusión. Los lugares fágicos (fago, comer, devorar) son las zonas diseñadas para el consumo. Los no-lugares son aquellos que no tienen importancia. Los espacios vacíos son donde nunca va la gente es un lugar donde la autoridad no va. En la novela la El rincón de los justos historia nos transporta a un barrio en particular llamado Matavilela. Un barrio aproximadamente de “cinco calles y cuatro cuadras estrechas” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 55). Ubicado en la ciudad de Guayaquil de los años setenta cuando muere Julio Jaramillo. Por las referencias que da el autor la ubicación es “Desde Machala a Quito y de Quito a Pedro Moncayo, siguiendo por Pio Montufar, Seis de marzo hasta llegar a Santa elena” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 55). Un barrio popular o de gente marginal depende la perspectiva del lector, pero es un lugar. Para Raymundo es una bendición nacer ahí, lo expresa “Y aquel lugar ya no fue un sitio inmundo sino mi eterno lugar sagrado” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 35 -36). Por otro lado, Leopoldina no piensa lo mismo, se encuentra “Sola en este patio hediondo, junto a estas carretas que destilan agua de orines y estos charcos de lodo, todo sucio, sucio (Velasco Mackenzie, 1983, p. 49). Ella siente la soledad y el
asco de un barrio popular. El barrio era un lugar diferente, “Llegar a Matavilela no era solamente un cambio de barrio, era también llegar a cosas desconocidas. El ambiente se percibía al dejar la plaza Victoria y caminar por el parterre central de la calle Quito rumbo al sur” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 65).
Matavivela es un barrio con muchas peculiaridades, pero es “una zona que se regía por sus propias leyes; alejados del lugar, los agentes del orden veían en esas calles una zona privada, mundo aparte y rojizo donde vivir era caer en el espacio de las vacilaciones” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 53). Cuenta con un bar que se llama “el rincón de los justos” como la novela. El nombre ya da pertenencia de un lugar, de gente justa y trabajadora. El bar o cantina requiere un nombre para eternizar y darlo a conocer, en el caso de La casa verde hay un sitio “la cantina de La Estrella del Norte beben hasta caer borrachos” (Vargas Llosa, 1900. p. 13). Dentro del bar el rincón de los justos es donde va la gente como sitio de socialización.
La llegada del petróleo provoca una masiva migración a las ciudades más grandes. En el caso de Ecuador las dos ciudades son Quito y Guayaquil. Guayaquil al ser una ciudad costera con el puerto principal del país recibe más visitantes, novedades y está actualizado de las cosas que pasan el mundo porque le llegan por los barcos.Adiferencia de Quito que es una ciudad rodeada por montañas, más conservadora y todas sus implicaciones por tener esa etnografía especifica. Una vez instalada la modernidad, el consumismo se apodera de las calles del país. La dominación del mercado hace que empresas multinacionales lleguen a los rincones más escondidos del mundo. Principalmente llegarán donde haya una economía naciente producto del petróleo, las marcas de talla mundial llegan a los “los escaparates de los centros comerciales al más puro estilo del consumismo capitalista. En ellos se ofertan inventos que facilitan las tareas domésticas y ofrecen una apariencia moderna a los consumidores, con nuevos estilos de ropa, peinados y distracciones” (Espín Mosquera, 2013, p. 18).
Al incorporarse al mercado globalizado vienen las contras. El principal afectado es el
individuo que “se despersonaliza y pierde raudamente su identidad, y se convierte en un hombre metálico, que depende de los aparatos que usa para comunicarse o para proteger sus bienes (Espín Mosquera, 2013, p. 18). Por otro lado, Espín Mosquera (2013) enfatiza que los cambios “van desde circunstancias sociales hasta arquitectónicas, producto de los capitales que ingresan al país con motivo del Boom Petrolero. Se incrementan, por ejemplo, los créditos para financiar las nuevas industrias y las inversiones que hacen los habitantes del país” (p. 18). Dicho de otro modo, el capital que llegó al país incrementó el poder adquisitivo de la población y del estado. Gracias a ello, se pagó la deuda externa. La bonanza obliga a crear infraestructura para demostrar la riqueza que se vive. Las principales urbes tendrán un crecimiento en todo sentido. La década de los setenta está marcado por cambios estructurales en la arquitectura y en la forma de la ciudad. Los negocios surgirán y los ciudadanos “se vuelven consumistas y que además presentan al ser humano como el destinatario de los bienes que la vida pueda ofrecer, aquí y ahora, al contrario de lo que habían dicho las creencias tradicionales religiosas sobre los sacrificios presentes” (Espín Mosquera, 2013, p. 35).
Esa llegada de la modernidad obliga a estos personajes de Matavilela buscar un lugar seguro para vivir. Las invasiones son una necesidad para sobrevivir y buscar un sitio propio. Ya se ve indicios de que Erasmo “anda queriendo llevarse a la gente a invadir el Guasmo, tonto pendejo, no sabe que allá los chapas tumban las casas, se meten donde la gente duerme y suácate, suácate, los tiran apaleados a la calle, que ni hay calle” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 61). Tiempo atrás el charolador “explicó que sus colegas de la Plaza Central ya se habían organizado para la invasión de la pampa del Guasmo; organizarse, repitió como un eco” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 56). En esos tiempos “El Guasmo era una pampa amplia y deshabilitada, propiedad de Juan X” (Velasco Mackenzie, 1983, p. 56). El lugar es el Guasmo ubicado en la parte sur de la ciudad, donde la gente de escasos recursos termina yendo a vivir. La idea del Sur viene con un estigma de carencia, a diferencia de la abundancia que ofrece el Norte.
No es coincidencia que se trate de eliminar al pobre o ubicarle en un lugar para el. Hay que eliminar a ese otro porque la modernidad y capitalismo ya llegó. Las ciudades quieren parecerse y ser cosmopolitas como las otras. Bauman (2004) dice:
Claude Lévi-Strauss, el más grande antropólogo cultural de nuestro tiempo, señaló en Tristes tropiques que a lo largo de la historia humana se emplearon dos estrategias para enfrentar la otredad de los otros: la antropoémica y la antropofágica. (p. 109)
En palabras de Lévi-Strauss (1988) es: dos tipos de sociedades: las que practican la antropofagia, es decir, que ven en la absorción de ciertos individuos poseedores de fuerzas temibles el único medio de neutralizarlas y aun de aprovecharlas, y las que, como la nuestra, adoptan lo que se podría llamar la antropoemia (del griego emeín, 'vomitar'). Ubicadas ante el mismo problema han elegido la solución inversa que consiste en expulsar a esos seres temibles fuera del cuerpo social manteniéndolos temporaria o definitivamente aislados, sin contacto con la humanidad, en establecimientos destinados a ese uso. (p. 441)
Bauman (2004) resume a la antropoémica así:
… consistía en «vomitar», expulsando a los otros considerados irremediablemente extraños y ajenos: prohibiendo el contacto físico, el diálogo, el intercambio social y todas las variedades de commercium, comensalidad o connubium. Hoy, las variantes extremas de la estrategia «émica» son, como siempre, el encarcelamiento, la deportación y el asesinato. Las formas superiores y «refinadas» (modernizadas) de la estrategia «émica» son la separación espacial, los guetos urbanos, el acceso selectivo a espacios y la prohibición selectiva de ocuparlos. (p. 109)
Por otro lado, a la antropofágica Bauman (2004) lo interpreta así:
…consiste en la denominada «desalienación» de sustancias extrañas: «ingerir», «devorar» cuerpos y espíritus extraños para convertirlos, por medio del metabolismo, en cuerpos y espíritus «idénticos», ya no diferenciables, al cuerpo que los ingirió. Esta estrategia revistió también un amplio espectro de formas: desde el canibalismo hasta la asimilación forzosa —cruzadas culturales, guerras de exterminio declaradas contra las costumbres,
calendarios, dialectos y otros «prejuicios» y «supersticiones» locales—. (p. 109)
En resumen, la antropoémica consiste en sacar a esa persona de nuestro lugar y la antropofágica eliminarla.
En hay una suerte de El rincón de los justos estrategia antropofágica que consiste en acabar con el barrio para remodelarlo. Y la estrategia antropofágica se da “La gente de Matavilela será desalojada de sus casuchas improvisadas y el fuego se encargará de borrar cualquier recuerdo de la faz de la memoria colectiva” (Vimos, 2015, p. 242). Destruir todo para construir algo nuevo. Matavilela de por sí ya era una suerte de estrategia antropoémica porque estaban exiliados, expulsados de la sociedad normativa Guayaquileña. Vallejo (Velasco, 1990) lo define así:
Matavilela, el barrio, es el protagonista que representa e/otro orden enfrentado a la convención social de una ciudad, Guayaquil, que lo agrede permanentemente: que lo reconoce de manera vergonzante como parte de ella pero que al mismo tiempo tiene necesidad de expulsarlo de sí. (p. 38)
Es decir, Matavilela es la representación de “esa cultura marginal de la zona roja que las grandes ciudades fenicias poseen como parle constitutiva de ellas pero que al tiempo que anhelan exterminar” (Velasco, 1990, p. 39). Porque “está en marcha un proceso de renovación urbana que, lamentablemente, no será dirigido a resolver los problemas de sus actuales habitantes” (Rivadeneira, 2004, p. 40).
En conclusión, los lugares émicos son los que van a estar destinados a la exclusión. El Guasmo es ese lugar de exclusión o exilio porque fueron separados de Matavilela que era otro barrio de exclusión. La diferencia es que Matavilela quedaba cerca de la parte comercial de la ciudad porque al crecer la ciudad las antiguas periferias son sitios estratégicos para la modernidad y la urbanidad. Las periferias generalmente están alejadas de la ciudad, pero Matavilela al tratarse de una periferia vieja se ve obligada a desaparecer para que construyan algo nuevo o renueven ese espacio. Tanto la estrategia antropofágica y antropoémica están presentes en estos nuevos
cambios de sociedad capitalista donde sobrevive el que tiene dinero. Y esa gente marginal debe crear un espacio o los políticos demagogos les dan un espacio “digno” y lejos de la ciudad para que no se los vea. Con eso se crea el Guasmo, tomado por la gente y construida con escasos recursos y mucha falta de servicios básicos.Así nace “la formación de barrios suburbanos vendría a constituir un fenómeno intra-urbano, pues, en cierta medida, se alimenta de “nativos de la ciudad”, con ciertas costumbres y formas de vida adoptadas en la ciudad” (Estrada, 1977, p. 233).A medida que la economía crece y las edificaciones se alzan por los cielos, los barrios marginales se expanden de igual manera. Sin una oportunidad de trabajo, educación y salud se ven en la obligación de sobrevivir en la selva de cemento.
Bibliografía
Bauman, Z. (2004). Modernidad líquida. 3ª reimpresión. Trad. Mirta Rosenberg en colaboración con JaimeArrmbide Squirru. FCE Argentina.
Estrada Ycaza, Julio, Regionalismo y migración, Guayaquil,Archivo Histórico del Guayas, 1977. Hernández Moreno, J. (2016). La modernidad líquida. Política y cultura, (45), 279-282. http://www.scielo.org.mx/pdf/polcul/n45/01887742-polcul-45-00279.pdf
Lévi-Strauss, C. (2006). Tristes trópicos, introducción de Manuel Delgado Ruiz. BuenosAires: Editorial Paidós (Obra original publicada en 1955).
RivadeneiraAseicha, LuisAlberto. Los personajes de la “otra” ciudad en El rincón de los justos y en dos cuentos de Huilo Ruales Hualca (marginales y marginalidad). Quito, 2004, 103 p. Tesis (Maestría en Estudios de la Cultura. Mención en Literatura Hispanoamericana). Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Área de Letras.
Rodríguez Garcés, J. E. (2022).Análisis de la teoría de la modernidad líquida de Zygmunt Bauman en la novela Sueño de lobos deAbdón Ubidia (Bachelor's thesis, Quito: UCE).
Velasco Mackenzie, J. (1983). El rincón de los justos. Quito: Editorial El Conejo.
Velasco, J. (1990). El rincón de los justos. Guayaquil: Libresa.
Vimos, V. (2015). Símbolo y poder en la novela El rincón de los justos, de Jorge Velasco Mackenzie. Desde el Sur, 7(2), 239-244.
Mil preguntas
—Oficial Falcon active la alarma para evacuar—dice el Capitán— Sienna obedece y oprime el botón rojo. La alarma empieza a sonar y a dar instrucciones. Sienna levanta la vista a la enorme ventana. El espectáculo es arrobador, y le es imposible quitar sus ojos de esa vista majestuosa. Atrás de ella todo mundo corre. En toda la nave se escucha una grabación que dice: “Tiempo estimado de colisión 00:15:30”
—Si te portas bien, te volveré a traer ¿ok? —dijo a Sienna el Capitán Falcon, su padre, el día que la llevó por primera vez a la plataforma.
La nave Fasto-Day lucía resplandeciente como una gema. Sienna la contemplaba extasiada. Apretaba la mano de su padre mientras avanzaban de pie, sobre la banda magnética que se deslizaba alrededor de su circunferencia.
—¿Te gusta? –preguntó su padre. Ella dijo que sí con la cabeza sin dejar de mirarla. Sus ojos no podían abrirse más. Su carita llena de asombro volteaba a todas partes. Todo era fascinante para la pequeña Sienna, las luces, los sonidos, los uniformes, el orden, el ambiente ahí dentro. Era todo un mundo dentro de otro mundo.
Desde aquel día en que puso sus pies en el hangar, no hubo cosa más deseable para Sienna que ser parte de ello toda su vida. Y todo empezó a girar en torno a ese anhelo.
—Cuando sea grande quiero ser como tú—dijo Sienna y su padre apenas sonrió.
El Capitán Falcon a veces pasaba largas temporadas en el espacio en misiones especiales, y Sienna pasaba los días con su niñera leyendo los libros de su padre y mirando el espacio en su telescopio. Esperaba con impaciencia su regreso para acribillarlo a preguntas. Quería saberlo todo. Su padre era su héroe y a pesar de su carácter recio; él siempre tuvo gran amor y paciencia con ella; siendo su única hija y habiendo muerto su madre al nacer Sienna, procuraba compensar su ausencia de muchas formas.
Aquel toque característico del timbre le hacía saber a Sienna que su padre había regresado. Era el inicio de un dulce ritual. Sabía que al abrir la puerta su padre estaría en el marco, firme, serio,
mirando al frente y en su saludo militar; entonces ella se cuadraba y lo saludaba igual, y él le gritaba:
—Soldado Falcon! ¿Me extrañó?
—¡Sí señor!
—¿Cuánto?
—¡Mucho señor!
—¿Cuánto?
—¡Muchísimo señor!— y hasta que él sonreía, entonces ella brincaba a su cuello e invariablemente le decía:¡“Tengo mil preguntas para usted señor”!
“Tiempo estimado de colisión 00:12:30” la voz dirige la ruta de evacuación hacia las F-H (pequeñas naves de emergencia) una y otra vez. Todos se dirigen hacia ellas.
El tiempo trascurría y Sienna seguía con la misma idea; entonces su padre sospechó que tal vez su vocación era real y no sólo un sueño infantil; entonces le advirtió que por cada hora de sueños despierta, debería haber 12 horas de trabajo. Le preguntó cuánto estaría dispuesta a sacrificar por conseguirlo. Le habló de la estricta preparación física y mental que requeriría, que habría que tener siempre “los pies bien puestos sobre la tierra” aún estando en otra galaxia. Y aún cuando superara las pruebas de conocimiento que eran muchas y exhaustivas; quizá su resistencia física o su carácter y estado emocional podrían no ser adecuados. Que debería estar preparada para hacer frente a la frustración si fuera el caso. Todo esto era verdad, pero su padre puso especial énfasis en ello con el secreto deseo de desanimarla. Pero solo consiguió desafiar su espíritu competitivo. El prefería que vivera tranquila en tierra firme; sin embargo nunca le cortaría las alas.
En los años subsecuentes Sienna demostró con creces a su padre, lo real y profunda que era su vocación. Redobló sus esfuerzos en todas las cosas; afortunadamente para ella, la física, química, matemáticas, astronomía, ingeniería espacial etc. siempre fueron su pasión. Su padre la acompaño a recibir cada medalla. Incluso él puso en su cuello algunas de ellas y aunque su rostro era indescifrable su corazón estallaba de alegría y orgullo con cada logro de Sienna.
Las pruebas psicológicas decían que era equilibrada y apta con inteligencia superior al promedio. Las pruebas médicas fueron buenas: vista excelente; buena coordinación, etc. perfecta salud en general. En cuanto al entrenamiento físico, era más fuerte su voluntad que su cuerpo, las pruebas eran muy duras; pero incluso aprendió a disfrutar de los concursos, los simulacros, etc. y fue buena más que suficiente, aunque no la mejor en esto.
Su padre había dicho una vez “el perfil de un líder excelente es: conoce al 100% las reglas y las obedece al 100%, conoce el límite de su autoridad, tiene carácter firme y humilde al mismo tiempo, es confiable, insobornable, ecuánime, controla a la perfección sus emociones para decidir correctamente y lo más importante: tiene espíritu de sacrificio llegado el momento”. A lo largo de todos esos años Sienna trató de cultivar cada una de esas virtudes. Solo hubo algo que fue extraordinariamente difícil para ella: controlar sus emociones, pero lo logró.
“Tiempo estimado de colisión 00:9:30”
—Más de la mitad las escotillas no se pueden abrir; el sistema está averiado. Repararlo tomaría una media hora.—dice Sienna al Capitán y él ordena hacer el intento, pero es inútil, la tripulación empieza a desesperarse.
Detrás de la cara de piedra del Capitán Falcon había un padre orgulloso, cuando vio a Sienna recibir su nombramiento oficial como parte de la tripulación del Fasto—Day.Al bajar del estrado; él extendió su mano y sólo le dijo “Muchas felicidades Oficial Falcon” Sienna sintió un rasguño en su corazón y sólo dijo: “Gracias Capitán”. Pero cuando llegaron a casa su padre la abrazó y la besó. Le dijo lo orgulloso que estaba de ella. En seis meses saldría al espacio por primera vez con su padre como Capitán. Y el no haría distinciones. No quería defraudarlo. Tenía mucho que hacer. La misión consistía en recolectar muestras del pequeño pero importante planeta X—8; para confirmar las investigaciones de los últimos años: que era un tesoro en minerales y otros recursos que la tierra ya no poseía. Esta sería la primera vez que se tocaría su superficie. Sin embargo el peligro estribaba en que al parecer no eran los únicos interesados en él.
Un mes después su padre salió de forma emergente en otra misión previa; pero esta vez ya no regresó. Las cosas se complicaron y como Capitán, tomó la difícil decisión de sacrificarse y salvar a más 100 personas. Hubo una ceremonia especial para dar homenaje a la parte de la tripulación que perdió la vida.
Cuando le dieron la noticia, Sienna quedó impactada.
—Lo sentimos mucho Oficial—dijo el nuevo Capitán
—Gracias—dijo Sienna con voz y semblante sereno; pero su corazón quedó congelado instantáneamente y sus lágrimas también. Mas fue su prueba de fuego, y su graduación en el arte de ocultar las emociones. Después de recibir en la ceremonia, a nombre de su padre, la medalla al valor, la más alta condecoración; habló con gran elocuencia acerca del Capitán Falcon y cómo su vida y su muerte valieron la pena.
Quizá fue su increíble ecuanimidad la que le dio la fama de fría y lo que le valió para que la eligieran para uno de los cargos más importantes en la próxima misión; sin embargo sin su padre ya nada era igual. Hubo momentos en que no le veía sentido a nada, ¿con quién compartiría sus logros?¿quién iba a sentirse orgulloso de ella? Ni siquiera había una tumba donde llevar flores o medallas.
“Tiempo estimado de colisión 00:05:30” Algo se incendió. Todos abandonan sus puestos y están peleando por salir. No hay suficientes naves de emergencia para todos. Y casi todas las salidas están obstruidas. Ya no hay nada por hacer. El capitán dice: “Fue un honor conocerles, trabajar y luchar a su lado. Hasta siempre.”
Y el día que esperó desde niña llegó. Saldría al espacio en su primera misión. Una pulida pared reflejó su imagen, se miró en su uniforme espacial. Iba con el resto de la tripulación deslizándose sobre la banda hacia a la entrada de la nave Fasto—Day. Era una feliz coincidencia que su primer viaje fuera en esa nave precisamente. Y la contempló con la misma ilusión que el primer día, pero esta vez su rostro no demostró nada. Tras su aparente frialdad había un infantil sueño romántico haciéndose realidad. Cuántas veces vio ese
momento en sus sueños, dormida y despierta, cuántas veces fue la motivación para continuar con los pesados entrenamientos. Entraron a la nave y cada quien tomó su puesto. Verificaron todo por última vez antes de despegar. —Esto no es un simulacro—pensó Sienna— en verdad en unos minutos estaré en el espacio. Este sí que será un “día venturoso” Minutos después Sienna tenía delante la vasta expansión del firmamento. Cuantas veces se lo describió su padre, lo vio en su telescopio, en películas y fotografías; sin embargo estar ahí y verlo así, era incomparable. Sentía su corazón descongelarse y salirse por sus ojos. Era flotar dentro de una poesía interminable Y a pesar de todo su entrenamiento. No pudo ni quiso evitar dejar correr sus lágrimas. Estaba sola en ese momento y se dio ese lujo. Para eso trabajó tanto, cuántas veces se esforzó mas allá de sus límites. Merecía dejar su espíritu regocijarse aunque fuera unos instantes en ese paisaje maravilloso y que también era …la tumba de su padre.¿Por qué a los demás no les conmueve como a mí?—se preguntaba Sienna—y dicen que la fría soy yo.
El tiempo se escurría muy lento. Todo estaba bajo control. Estaban por llegar a una región de asteroides que había que esquivar. De pronto en la pantalla de Sienna apareció un punto luminoso y ella oprimió los botones para alertar a todas las demás pantallas a mirar en esa dirección, el punto se acercaba rápidamente. El Capitán dio instrucciones de atender sus puestos y prepararse para un posible encuentro hostil. Y así fue. Poco después un impacto sacudió la enorme nave. La contraofensiva no se hizo esperar; mientras tanto cada ingeniero evaluaba los daños en su área para que el capitán tomara decisiones.
Más tarde un oficial informó que se había perdido totalmente el control, y a la velocidad que iban no podrían esquivar la zona de turbulencia, y el choque con cualquier asteroide en minutos sería inminente. En seguida Sienna reportó daños irreparables en el sistema de presión. Hubo un silencio. Sienna repitió el reporte y el Capitán dijo:
—Oficial Falcon active la alarma para evacuar—Sienna obedeció y oprimió el botón rojo.
La alarma empieza a sonar y a dar instrucciones. El Fasto—Day sigue recibiendo enormes impactos, el incendio se propaga y el oxígeno disminuye.
Todo es un caos dentro.
“Tiempo estimado de colisión 00:01:30”
“Fue la primera y única misión en mi vida” —dice Sienna mirando su uniforme espacial, que todavía huele a nuevo.
“Me esforcé al máximo, entrené mi cuerpo y mi mente para sacrificarme si era necesario, como dijo mi padre…pero mi muerte no valdrá la pena para nadie. ¿Fue en vano tanto esfuerzo?...pero ¿Por qué siento que a pesar de todo valió la pena vivir y aprender para ver aunque sea por unos instantes este prodigio?”—
Se pregunta Sienna mirando el infinito.
Tiempo estimado de colisión 10…9…8…
—¿Por qué todos corren y yo me siento en paz? En verdad éste es un día venturoso.
…6…5…
—Es imposible mirar estas maravillas sin pensar en Dios; pero hoy me reuniré con Él y le diré: “Tengo mil preguntas para ti Señor'” …pum!
Tu tiempo no es el mismo que el mío. Tu árbol puede ser más frondoso, con raíces por doquier, fruto de tus pisadas, tus idas y venidas, vaya que ha sido un largo caminar el que tus pies han soportado.
¿Acaso ha llegado el tiempo de la cosecha?, como vinicultor aguardo, como gato agazapado en el corredor, al pendiente de que la vid me hable, para que el chardonnay que tú degustas a punto de las siete para las siete de cada domingo este justo. Excepcional en sabor y aroma. Y, sin embargo, y a pesar de todo lo que conlleva, no sigue siendo suficiente para llenar aquella copa de expectativas y deseos, de las ilusiones que has tejido, que creas y destruyes al unísono de las campanadas de la misa de doce, las construyes cuál
castillo de arena, pero, la marea llega para sabotear todo, aquellos planes, los tuyos y míos, de él y de ella. Huyes cuál pajarillo atolondrado por el primer vuelo, al revuelo del espumoso que bebes a las diez para las diez del lunes, uva verde y uva morada, un baile fresco en cada temporada, una fusión de destellos luminosos en cada cuarto. Embriagante, nuevo, único y tardío. Tardío para vivir en el tiempo justo.
Aveces solo tenemos hoy, y, sin embargo, y a pesar de todo y de todos los consejos, continúas divagando y procrastinando el tiempo, viviendo a desatiempo, para decir, ir, caminar, besar, saltar o soltar.
Ojalá un día de estos, la cosecha me sorprenda con un merlot para primavera.
La vieja mendiga se llamaba Princesa. De pequeña disfrutaba feliz, chupándose el dedo y volvía locos a todos con su sonrisa. Ella adoraba el juego zalamero entre los brazos fuertes de su padre. Le rodeaba el cuello y unían sus mejillas en un contacto que parecía eterno. Un día, su padre le dijo que la estrella Vega era suya y en ella guardarían los sueños.
—¿Cuál es tu estrella papi? — preguntó , —La mía es aquella que está brillando cerca: Altair.
Y en las noches despejadas, Princesa se sentaba en su regazo y miraban el cielo y su estrella. Un día cerró los ojos para descansar y cuando despertó él ya no estaba acompañándola en sus juegos y sueños.
Desde aquellos días, pasó la vida junto a la ventana. Durante el día esperaba a la noche. Y por la noche oteaba el cielo buscando las estrellas, mirando a través del cristal.
Princesa se casó tarde con un hombre raro que le dio mala vida y murió pronto. Tras la muerte del marido, además de viuda, quedó arruinada, pero nunca perdió la sonrisa que iluminaba su cara.
Le quitaron la casa familiar acuciada por los impagos. Fue cuando recogió unas pocas ropas que colocó en un carro, se llevó la cajita azul metálica que antaño albergó deliciosas galletas, y se instaló en el banco de madera, en el montículo más elevado del
JoséAlfonso Fernández Martínez
parque.Allí los críos del barrio la veían pasar las estaciones, mecerse entre sueños y que el aire le golpeara la cara mientras levantaba su rostro en busca de los luceros.
Un día, al atardecer, los chiquillos del barrio la descubrieron tumbada hacia un costado en el mismo banco de siempre. Yacía, emaciada, sin expresión ni rubor alguno en el rostro y ocultaba algo entre su regazo. Los rapaces corrieron con gran bullicio mientras voceaban con alarma el nombre de la vieja mendiga.
Cuando levantaron el cadáver descubrieron que sus manos aún asían fuerte una cajita azul, metálica y un poco desconchada.
Unos, los mezquinos, contaron que la caja contenía mucho dinero y que lo guardó allí para que no la acecharan los acreedores. Otros, los incrédulos, dijeron que dentro no había nada de valor. La policía descubrió que la caja contenía un sobre, en cuyo interior había una sola fotografía: La fotografía de las estrellas Vega yAltair separadas por la Vía Láctea. Dos estrellas que, como reza la leyenda japonesa de Orihime e Hikoboshi, sólo anhelan la unión de su cariño.
Jubilación José Baroja
El día en que Gonzalo Benavides cumplió los sesenta y cinco años, durante la mañana, después de apagar un viejo despertador de cuerda que no le había fallado nunca durante el tiempo en que trabajó en esa mediana empresa de telefonía, propiedad de dos judíos ortodoxos poco dados a escuchar, creyó sentir en su nariz un leve olor, muy parecido, tal vez, al de la carne a punto de quemar. Tras estirarse un par de veces, decidió apurar el paso rumbo al baño, donde orinaría con molesta dificultad, al mismo tiempo que un poco amable espejo acusaba los años cayendo de golpe sobre su desnudez.
—Realmente llegó la hora —pensó—. ¡Qué viejo estoy!—Remató intentando imitar algo similar a una sonrisa.
Después de ducharse, Gonzalo se sentaría al borde de su enorme cama, donde guardaría sacro silencio durante unos segundos para finalmente asumir que era su cumpleaños.
—Feliz cumpleaños —se dijo con aire socarrón—. No tardes—. Serían sus palabras junto a un profundo suspiro de resignación.
Vestido solo con un slip blanco y calcetines negros se dirigió al viejo ropero. Buscó su mejor traje, uno que no utilizaba desde antes de un penoso divorcio. La verdad es que se sintió muy bien de volver a utilizarlo, sobre todo porque hoy era su cumpleaños y también el día de su jubilación. Hora de salir rumbo al trabajo.
Cuando Gonzalo Benavides llegó a la oficina, ya anticipaba que sus compañeras y compañeros lo felicitarían, no por genuina amistad, sino porque la empresa acostumbraba como política enviar un correo electrónico a todos avisando qué «peones» cumplían años.Además, en su caso, la celebración sería doble. ¡Cuánta importancia! ¡De cumpleaños y jubilado! Por ello, no lo sorprendió que al rato de instalarse en su oficina fuera citado formalmente a la sala de reuniones: Gonzalo ya conocía el protocolo.Al entrar en esta, se encontraría de frente con fingidas sonrisas y con uno de los gerentes generales de la
Teme a la vejez, pues nunca viene sola. Platón
empresa mirándolo gozosamente, un tal Rodrigo Stein, quien rápido lo invitaría a sentarse en su propio lugar, ese destinado solo a la «familia». Luego comenzaría el forzoso y sentido discurso.
—Compañeros, compañeras, quiero que todos le regalemos hoy un aplauso a nuestro querido Gonzalo, quien, con sesenta y cinco años cumplidos se retira a una vida mejor después de... ¿cuántos años? —se interrumpió.
—Treinta y cinco —respondió Benavides.
—... Treinta y cinco años, por eso hoy como empresa hemos querido reconocer su ardua labor regalándole para recuerdo de su familia este galvano de madera que simboliza nuestro respeto por su trabajo y dedicación, y esta ánfora que nos comprometemos a hacer llegar a quien guste finalizó.
Aplausos complacientes se escucharon dentro de la sala de reuniones, mientras don Rodrigo Stein le entregaba el reconocimiento con extremada pompa.
—Gracias —atinó a decir Gonzalo antes de que el gerente general invitara a todos a disfrutar del mínimo cóctel preparado en honor del jubilado y cumpleañero.
—¡Qué gran jefe! —algunas y algunos murmuraron entre galletitas.
Treinta minutos después, acabado el festejo y, en particular, la comida, Rodrigo Stein llamó al verdugo oficial de la compañía.Al llegar, todas y todos aplaudieron nuevamente; él, en cambio, con esa celeridad propia de quien disfruta su trabajo, no tardó en identificar a Gonzalo Benavides como el feliz jubilado. Bastó solo un gesto amable para que Gonzalo se pusiera de pie, agradeciera a los presentes, estrechara la mano de don Rodrigo y le dijera respetuosamente que el ánfora no era necesaria, así que la donaba para una siguiente jubilación.
—El galvano, por favor, que le llegue a mi exesposa —dijo, antes de salir por la puerta principal en compañía del gentil verdugo.
Seis pisos descendieron antes de llegar a una habitación enorme, similar a una bodega, con varias tuberías visibles que probablemente proveían de agua a todo el edificio. Era la primera vez que Gonzalo estaba ahí. Lo siguiente que vio fueron tres camillas, mucha ropa apilada en una esquina y al fondo, tres hornos enormes, cuyo propósito era evidente.
—Desnúdese, por favor. —Fue lo siguiente que escuchó.
Asumido ya de sus sesenta y cinco años, Gonzalo no dudó, por lo que tardó pocos minutos en quedar completamente desnudo.
—Recuéstese —dijo el verdugo apuntando a una de las camillas, a lo que Gonzalo asintió.
Ese hombre, pese a ocultar su rostro, le transmitía cierta e inusual tranquilidad. Cuestión que interpretó como un gesto de indudable profesionalismo de su parte, por el que agradeció sinceramente, un momento antes de que sus tobillos y muñecas fueran amarrados con firmeza a la camilla sobre la que ya se había recostado. Después, unos segundos de silencio seguidos por un sonido metálico de lo que suponía la compuerta abierta de uno de los hornos que había visto al entrar.
—¡Feliz jubilación! —Fue lo último que escuchó.
Dos días después, el galvano llegaría a manos de su exesposa.
Tres narraciones
Bolígrafo
Nadie ignora el atractivo de la creación literaria, su influencia casi mágica sobre el ser humano. Hombres y mujeres buscando perdonar y perdonarse, garabatean con mejor o peor suerte la piel de una hoja en blanco.
Muchas son las formas de escribir, y aunque la máquina ha reemplazado a la tradicional pluma, aún quedan algunos y algunas que no han querido abandonar el bolígrafo, y que incluso poseen uno que es su preferido.
Es el caso de este escribidor, que a diario enfrentaba el desafío de la página desierta con un bolígrafo viejo, sucio y abollado, pero que, siendo herencia de su padre, se constituyó no solo en herramienta favorita sino también en compañero, independiente de las circunstancias en las que lo heredó: luego de la macabra muerte del progenitor, obra de asaltantes fue la sospecha.
Con este bolígrafo, narró el escribidor grandes amores, aún más grandes traiciones, mezquinas guerras y generosas batallas. Con él expresó sus propios e íntimos sentimientos, en tal profundidad, que a veces el bolígrafo parecía actuar con voluntad propia.
Tal si fuese un estilete lo tomaba el escribidor, se concentraba para despejar el camino a su intimidad y lo dejaba correr.Así, con rapidez asombrosa y deslumbrante estilo, parecía que el lápiz contaba lo que el escribidor no podía.
Cierta noche, fatídica noche, luego de que un amor vano le rompiese el corazón, el escribidor, lágrimas en flor y lleno de oscuros pensamientos, decidió liberarse de ellos en un poema que acabase con su propia muerte como símbolo de la tragedia.
Empuñó, como tantas veces su bolígrafo, abrió su alma atormentada y dejó que brotara la poesía.
Parecía sollozar el bolígrafo en cada trazo, parecía sufrir el dolor en tinta propia.
Llegado el desenlace del poema, al llanto y al dolor se unió el temblor del bolígrafo: él también sufría, comprendía al escribidor y le acogía como a un hermano. Quiso el escribidor continuar su tarea, pero el temblor aumentó su intensidad, hasta que se hizo demasiado. Quiso soltar el bolígrafo entonces, liberarlo de la prisión de sus dedos, o a sí mismo de la intención funesta recién sospechada, pero no pudo.
Aún sostenido entre los dedos, lentamente el bolígrafo se alzó del papel apuntando al ojo izquierdo del escribidor. “¡No!”, pensó éste, poniendo toda su fuerza en resistir, pero ya era tarde, penetró el bolígrafo su ojo, provocando un reguero de agua y sangre sobre el poema. Luego apuntó al ojo derecho, el escribidor luchaba para evitar la misma tragedia que antes deseaba escribir, luchaba mientras gritaba, mientras lloraba en la soledad de su hogar.
Al día siguiente, el escribidor fue encontrado muerto sobre su escritorio, sus ojos vaciados.Aun costado del más hermos poe jamás escrit, yacía un omao bolígrafo. Nadie notó su orgullo ni su tristeza.
La jardinera
“No hay semillas como las mías” repetía la jardinera cuando le preguntaban por las obras de arte que eran sus jardines. Magníficos espacios donde armonizaban hermosas flores, con árboles y arbustos exquisitamente podados, en lo que para muchos era la cumbre mundial del arte topiario. Esta expresión artística, consiste en podar la vegetación dándole distintas formas. La maestra jardinera, destacaba especialmente en la ornamentación con figuras humanas tan detalladas, que solo parecían esperar el momento adecuado para hablar o correr.
Fama y fortuna ganó la jardinera con sus proezas artísticas. “No hay semillas como las mías” repetía, sin embargo, rehusaba con porfía explicar cuales eran esas semillas, o de dónde provenían. Eran tantos los viajes que había realizado alrededor del mundo que su secreto podía permanecer oculto sin ninguna dificultad.
En ocasiones se la veía arrodillada en la tierra, cubriendo con mimo una semilla, como si le arrullara. En cuanto brotaba, la jardinera comenzaba a darle forma artística. Quitaba una pequeña hoja, guiaba una rama que apenas era rama, alimentaba con agua y sol cuando creía conveniente, o sombra incluso si es que a sus ojos de artista era necesario.
Los arbustos crecían como si fuesen verdaderos seres humanos, sin que nadie pudiese decir, a ciencia cierta, en qué momento el arbusto dejó de ser arbusto para convertirse en la persona que ahora representaba.
Por las noches, la jardinera continuaba incansable su labor, esta vez en el invernadero, auténtico laboratorio, donde experimentaba sus técnicas de cultivo e hibridación con semillas traídas de todo el mundo.
En ocasiones, utilizando una entrada disimulada entre matorrales, la jardinera accedía al invernadero con algún invitado o invitada: niños abandonados, vagabundos o prostitutas que esperaban de esa visita algún dinero o siquiera un plato de comida caliente.
La jardinera les vestía y alimentaba con las mismas semillas que protegía con tanto celo, preparadas de tal forma, que, a juicio de sus invitados e invitadas, eran una delicia inolvidable.
Minutos después de haberse alimentado, los invitados comenzaban a temblar, a quejarse doloridos y horrorizados en igual grado y, ¡oh dios mío! De sus articulaciones, de sus bocas, desde el hueco sanguinolento de sus ojos, comenzaban a brotar hojas y ramas, que sin quitarles la forma humana los convertían en vegetales.
Terminado el proceso de conversión, la jardinera se acercaba y les hablaba suavemente, ella sabía que podían escucharle.Así al menos le habían enseñado los aborígenes de la tribu M'bka, habitantes casi olvidados de Borneo, de quienes había obtenido sus primeras semillas.
Luego les explicaba que de esta forma dejaban atrás su vida lamentable, para convertirse en proveedores de una forma superior de vida y arte.
Cuando terminaba su explicación, la jardinera tomaba una tijera de podar, y escarbaba con ella hasta alcanzar el cerebro, que seguía siendo humano cerebro. Cuando llegaba a él, cambiaba la tijera por un bisturí, y perforaba hasta el centro, lugar exacto donde encontraba recién nacida una nueva semilla.
Finalmente, tomando a sus invitados con delicadeza de jardinera fiel, los arrojaba en un fogón y les hacía arder, mientras elevaba una oración por sus pobres almas. En medio del nocturno silencio, podía escuchar el llanto y el temblor agónico de hojas y ramas.
La herencia
Vieron llegar al padre por el camino de siempre, y como siempre, acompañado por ese sujeto extraño, el que vestía infaltablemente de negro, con un sombrero que le oscurecía el rostro de día o de noche, y cuya existencia todos se empeñaban en ignorar.
Esta vez, los dos parecían discutir. El padre negaba con la cabeza y el sujeto le apremiaba, algo le pedía, le exigía con ademán perentorio. De pronto, el sujeto dio media vuelta y se marchó, perdiéndose de vista, algunos dicen, un poco antes del recodo.
La mesa en casa ya estaba preparada para la cena, con lo poco que un hogar pobre podía ofrecer, sopa y algo de pan. En la familia, solo el padre trabajaba comprando y vendiendo animales, en ocasiones robando y vendiendo, la madre se ocupaba de la casa y los niños y niñas hacían lo que podían para educarse por la mañana y soportar el hambre por las noches.
Cuando el padre entró, no saludó a nadie, hizo un gesto a su mujer y se apartaron a conversar. De lejos, sus voces se escuchaban agitadas, como temerosas y resignadas a la vez. Finalmente, sólo se oyó el quedo lamento de la madre. Nadie dijo nada.
A media noche, cuando la falta de electricidad obligaba a todos a permanecer en sus camas, se produjo un gran alboroto en el comedor; gritos y ruido de forcejeos. Los niños y niñas, venciendo el miedo, corrieron al lugar para presenciar atónitos, como el padre era arrastrado por el suelo mientras manoteaba al aire. La madre lo tomaba de la camisa para sostenerlo, llorando y pidiendo a gritos que lo soltara que todavía no, pero ¿a quién le gritaba? Nadie podía ver al responsable, aun cuando el padre era ciertamente arrastrado por el suelo en actitud grotesca: el rostro desfigurado por el espanto, los brazos intentando sujetarse de cualquier cosa y una pierna levantada.
Pasada la sorpresa, los niños y niñas se unieron a la madre en su esfuerzo: se arrojaron sobre el padre, lo tomaron de la camisa, de los brazos, del cuerpo. El hijo mayor intentó tomar la pierna que el padre sostenía en alto, pero fue violentamente arrojado contra una pared.
Poco a poco, y pese al esfuerzo de la familia, el padre fue conducido hacia la puerta, la que se abrió sin que nadie la tocara.
En el umbral, todos sintieron que sus manos ardían, como si el padre les quemara, de inmediato lo soltaron sin comprender. El padre se aferró con ambas manos al portal, su torso en la casa, sus piernas en el camino. Los miró un instante, con angustia y terror en sus ojos, quiso decir algo, pero sus manos no pudieron sostenerle y con un grito agudo desapareció entre las sombras.
La familia permaneció aturdida en el comedor, hasta que la madre les habló y los llevó a todos a su habitación, donde pasaron el resto de la noche.
Al día siguiente, cuando los mayores se preparaban para salir en busca del padre, un desconocido llamó desde la puerta que nadie había cerrado, un abogado con noticias extraordinarias: la madre había heredado la fortuna de un lejano familiar recientemente fallecido. “Felicidades” dijo el abogado, “ahora son ricos”.
Cuenta regresiva
Uno Mississippi.
Dos Mississippi.
Tres Mississippi.
Las personas entran y salen del lugar como si se tratara de una atracción de circo. Puedo notar en sus rostros asombro, duda y dolor. Yo no sé si la expresión que tengo es la correcta, pues llevo mucho tiempo esforzándome por sentir una herida incurable en el alma, aunque, de vez en cuando y sin que nadie se dé cuenta, aparece esta mueca en mis labios que podría tomarse como un gesto de mal gusto, una burla o un desafío al dolor ajeno.
Suspiro y saludo moviendo la cabeza a todos los que pasan a mi lado y me reconocen. Se que dicen algo, pero ese algo es casi imperceptible. Algunos me extienden la mano y yo se las recibo de mala gana, no sé si se dan cuenta de mi desagrado, lo cual no me importa en lo absoluto, lo único que pretendo es no distraerme, sería fatal que perdiera de vista el objetivo.
Se lo dije. Le dije muchas veces que era pésima idea experimentar con esos extraños químicos. Pero nunca me hizo caso, siempre se tenía que salir con la suya.
Jamás fuimos buenos en la escuela, batallamos mucho con todas las clases y las tareas, concentrarnos en una sola actividad requería de mucho esfuerzo, pero el amor por la ciencia, nos hacia un poco normales, solo que mi hermano lo llevaba al extremo. La ciencia para mí era un pasatiempo; para él, su vida entera y una obsesión que lo iba consumiendo con los años. Siempre que jugábamos al Dr. Frankenstein terminábamos castigados por días, incluso semanas. Pero esta vez, fuimos demasiado lejos. Tan lejos, que el castigo no fue permanecer sin aparatos electrónicos, internet y por supuesto al acceso al laboratorio en el sótano de la casa.
Me doy cuenta de que los bocadillos que están sirviendo son los favoritos de mi hermano. Su gusto por la mostaza, la mermelada de arándanos con chile y las galletas saladas no podían faltar, mucho menos esa horrible música que ponía a todo volumen cuando bajaba al laboratorio y permanencia encerrado durante
horas. Ya olvidé todas las veces que intervine con nuestros padres para que no lo metieran a un centro de rehabilitación. Ellos decían que no era normal su comportamiento. Que su manera de ser asustaba y que seguro tantos químicos ya le habían descompuesto la cabeza.
Pero ellos nunca lo entendieron, solo yo alcancé a entenderlo, por eso mismo evitaba a toda costa que nuestros padres nos separaran, no sabíamos estar el uno sin el otro. Y no éramos nada en la ciencia si no estábamos juntos.
Quienes se acercan a mí, observan de inmediato las pequeñas heridas en mi rostro. No pude protegerme del todo de la explosión. Estuvimos planeando durante días y al final un mal calculo mandó a la basura todo nuestro trabajo, pero esa explosión, nos llevó a un túnel sin salida. Sin querer habíamos matado al gato de mi madre, un gato callejero en color negro que tenía en la familia la misma edad de nuestra hermana menor. Fue un accidente, pero sabíamos bien que a ese gato lo amaban demasiado como para solo desaparecerlo de la escena del crimen. Mamá jamás nos lo perdonaría.Al acercarme al pobre animal, que quien sabe cómo entró al laboratorio si la puerta estaba cerrada, traté de levantarlo, pero mi hermano, estando en shock por la explosión, iba de un lugar a otro balbuceando y agarrándose la cabeza, que tuve que calmarlo primero para luego pensar que hacer con el felino muerto en el piso. Resulta, que, en ese momento, mi gemelo confesó sobre la formula en la que había estado trabajando en secreto y que ahora podía probar en el gato. Explicó, de manera sutil, que por error había encontrado la forma de revivir a los muertos. Me miró emocionado, en sus ojos había un brillo desconcertante. Quitó unas tablas sueltas del piso y extrajo unos tubos con un líquido color rojo. Sacó sus notas, toda su investigación estaba en libretas viejas con una letra que solo él podía leer. Se suponía que trataba de encontrar la cura para la alergia que nos aquejaba desde siempre y que nos lastimaba la piel cuando nos exponíamos a temperaturas muy altas. Era un virus, lo sentíamos correr por las venas.
Fue por una jeringa, succionó solo un poco de aquella solución roja y se hincó para inyectarla en el gato. Yo no decía nada, solo observaba como mi hermano ni parpadeaba esperando a que el animal reaccionara. Pasaron los minutos y nada.
Mientras mi hermano revisaba sus notas para ver que pudo haber salido mal, yo ya estaba pensando en que excusa dar a nuestros padres. No podíamos decir que un carro lo atropelló, ya que vivíamos al fondo de una larga entrada y todo se encontraba rodeado de una barda.Además, el pobre gato nunca salía de casa, era un felino de esos que no gustaba de la naturaleza, se había acostumbrado a los mimos de mi madre y de todo el personal que trabajaba aquí.
Comencé a buscar una caja, el plan era sacarlo del laboratorio y luego de casa, dejarlo por ahí, a la vista de todos y que pensaran que la primera vez que salió al jardín algo malo le había sucedido. Cuando de repente y en mi desesperación por no encontrar ni una bolsa para echarlo, mientras mi hermano iba en círculos hablando quien sabe que, un extraño ruido nos hizo guardar silencio.Ambos miramos hacia la misma dirección, el gato no estaba en el piso.
¡Eureka! Gritó mi gemelo.
Al cabo de dos días, mi hermano ya planeaba la siguiente jugada para poner a prueba el suero, el siguiente paso eran los experimentos en humanos. Yo me rehusé a ello, era estúpido y demasiado peligroso. Una cosa fue el gato (quien por cierto y gracias al suero ya era de otro color), pero ¿Asesinar a una persona? Eso ya era exagerado. Sin contar que todas las miradas siempre estaban sobre nosotros. Si, los gemelos Montemayor eran difíciles de ignorar. Y matar a alguien a sangre fría no estaba en mi lista de pendientes. Pero mi hermano se adelantó.
Esa tarde, cuando bajé al laboratorio y después de intentar detenerlo, mi hermano se había pegado un tiro en la cabeza.
Uno Mississippi.
Dos Mississippi.
Tres Mississippi.
Voy hasta el ataúd y lo veo a través del vidrio de protección con ese maquillaje horrible con el que intentaron darle cierta humanidad. Justo aquí no nos parecemos en nada.
Las personas atrás de mi observan, no pierden detalle, es como si me respiraran en la nuca. No sé si lo que siento es miedo o emoción, pero lo único que puedo hacer es intentar no quedarme solo, nunca tuve amigos, solo a él. Si todo sale bien, predigo que habrá muchas personas asustadas huyendo de casa. Y yo habré recuperado a la única persona con la que me siento a salvo.Así que, lentamente, saco del bolsillo una jeringa con suero rojo y la inserto en el cuello del difunto. Solo queda esperar, por lo que doy media vuelta y sin ninguna expresión retomo la cuenta:
Uno Mississippi.
Dos Mississippi.
Tres Mississippi.
Si se levanta, seremos reconocidos por todo el mundo como los que descubrieron la fórmula para vencer a la muerte, pero si no, entonces se confirmara la locura.
Noches de Otoño
La penumbra reinaba en las calles de mi pueblo, recuerdo los pocos faroles que iluminaban lo hacían de manera tan tenue que la neblina de aquel otoño absorbía su luz dejándote vagar sin guía en esta, también recuerdo el silbante y helado viento que causaba el crujir de las hojas restantes en los árboles; el cómo temblaba cada que su rugir me alcanzaba y me hacía maldecir el no haber cargado conmigo algo más abrigador para esa noche.
Aún recuerdo como a la distancia a unas cuadras del añorado hogar de mi abuela, lo vi, parado bajo una de las lámparas de la calle, una figura alta y esbelta, oculta bajo un abrigo largo, un sombrero bombín como el que alguna vez observé en mi abuelo durante mi niñez. Conforme me acercaba podía notar más detalles del misterioso desconocido frente a mí, como su gran belleza y palidez, los botones de oro de su abrigo negro con detalles rojizos y la pluma en su bombín; sus gélidos ojos grises que miraban con desinterés el lado contrario de la calle; su cabello color plata despeinado pero con un toque de elegancia que, lo distinguía.
Pronto, sin darme cuenta, la distancia se acortó, ya no estábamos a cuadras si no a escasos metros y mi cuerpo se congeló al notar su mirada sobre mí, su presencia parecía analizarme de manera tan meticulosa que me hacía sentir de alguna manera pequeña; inmunda; diminuta.Aún recuerdo como me cuestionaba que fue lo que llamó su atención. ¿Si me había peinado el cabello? ¿Mis jeans estaban limpios? ¿Me puse mal el maquillaje?, por supuesto detalles sin importancia que probablemente no deberían preocuparme por todo el tiempo que tardé en arreglarme esa mañana, pero debes entenderme, era casi imposible no cuestionarse a uno mismo en esos instantes parecía poner sumo cuidado a cada detalle en mí.
Pronto una voz grave lleno mis oídos, era él, me hablaba, por supuesto que ahora no recuerdo que dijo pero lo que si recuerdo fue el cómo logró que mis mejillas ardieran, quiero creer que fue un cumplido sincero y no mi ingenuidad la causante, pero a estas alturas no estoy segura.
Que incauta había sido, me dejé engatusar por un par de palabras y un desconocido de buena apariencia que me topé en una noche de otoño.
¿Sabes qué es lo que recuerdo con tanta
nitidez? Como se acercaba a mí con elegancia, de nuevo sentía mi cuerpo rígido, algo me decía, de algo me hablaba, pero como te comenté, no lo recuerdo tampoco recuerdo cuanto tiempo pasó ni de qué hablamos, solo recuerdo esa mirada, una mirada que no sabía que él podía tener, su mirada melancólica, casi culpable que me dedicó cuando mi respuesta a una pregunta escucho, me hizo sentir culpable aunque ni siquiera sabía el porqué, aún ahora me pregunto ¿qué habrá causado esa triste mirada? Sin decir más, sin previo aviso, sentí sus brazos rodearme y su rostro ocultarse en el hueco de mi cuello, estaba tan confundida y habitada que no sabía qué hacer, que decir, solo me quede inmóvil esperando que, quizás si lo consolaba me dijera qué lo ponía así. Debí de haberlo apartado y continuar mi camino, ¿pero cómo hacerlo cuando se veía tan delicado y roto?
De nuevo, el tiempo que pasamos así no lo recuerdo ni es importante, pero recuerdo un susurro un lamento, una disculpa silenciosa y escondida que parecía dirigida solo a mí.
Un par de dagas se clavaron en mi cuello antes que pudiera cuestionar; un dolor agudo junto con la sensación de que la vida era drenada de mi me hizo intentar separarlo, pero era tarde, muy apenas podía mantenerme en pie y su agarre se volvía cada vez más desesperado y fuerte, pronto solo era mantenida en pie por el, después sostenida por el en el suelo, sentados bajo la farola sentía mis párpados tan pesados que muy apenas tenía fuerzas para mantenerlos abiertos y el frío que parecía impregnarse en mis huesos, agua callo en mis mejillas, quizás eran sus lágrimas, quizás eran las mías, a este punto queda de más decir que sabía que no me salvaría, no había manera, sólo quedaban la oscuridad y mis preguntas ¿Quien cuidaría de mi abuela? ¿La volvería a ver?
De esa noche, solo quedan recuerdos borrosos, fragmentos a los que me aferro, cosas sin sentido que realmente espero algún día poder encontrarles razón. Seré ingenua pero me pregunto, ¿Por que lloraba aquel muchacho? ¿Se sentirá culpable por mi partida?
El asado
JL.Vicent Barceló
Sucedió un domingo bastante caluroso. En la fiesta todos intentaban agradar al señor director de la gran compañía multinacional y a su rolliza esposa, ese director supremo que les insistía hasta la saciedad a sus empleados —ahora invitados— en que todo tenía que estar siempre en su punto y que no debían dejar nada al azar. Por tal motivo, en aquellas fiestas de la empresa no se reparaba en gastos. Las invitaciones en pareja, la estancia completa de fin de semana, la barbacoa dominical que convocaba anualmente reuniendo a los directivos regionales... Fuera porque el director tenía la mala costumbre de ridiculizar en público a quienes menos dinero hubiesen facturado respecto al año anterior o porque en aquellas ocasiones les recordase el compromiso y la necesidad de implicarse en la gran familia que era aquella compañía y en la férrea voluntad de poner toda la carne en el asador..., el secretario personal agarró al director y lo echó sobre las brasas.
Víctima Kamila Castillo
La alborada relucíaá en tonalidades clidas adornada con dispersas nubes esponjosas en la inmensidad del cielo, así como el sutil canto de las aves diurnas hacían que esa fueraúnica razón para la amar los díAl ser exactamente las siete de la as lunes. noche, el cielo se pintaba de hermosos colores cálidos asombrosos al ojo humano.
No parecía ser una noche fuera de lo habitual. El inicio de semana en un instituto de educación superior era el peor, los estudiantes iban y venían a través de los pasillos detrás de algún maestro para revisar actividades pendientes de alguna complicada asignatura, en mi caso era de la materia de bioquímica. Después, los encontrabas descaradamente somnolientos en sus pupitres sin prestar atención a clase y por último continuaban su día con el peor de los humores existentes, hasta que llegaban a su hogar directamente a dormir.Afortunadamente esa tortura había culminado.
—Puedes dejarme aquí, no tengo problema al caminar unas cuantas cuadras. —comentó. Su meliflua voz acarició mis oídos. Ella era sencilla, clásica, femenina, de cuerpo curvilíneo, alta, pelo largo y siempre con una sonrisa pintada en sus labios carmín. Elisa era mi compañera de trabajo, a diferencia de mí, impartía la materia de farmacología a los jóvenes estudiantes del área de salud.
Aeste punto era costumbre llevarla todos los días a su departamento, no era una molestia para mí porque vivíamos relativamente cerca dentro de la misma colonia, meramente lo hacía sin recibir nada a cambio, pero nunca me entendí la razón de por qué siempre me pedía que la dejara al menos unas dos cuadras alejadas de su departamento y tampoco me tomé el tiempo de averiguarlo.
—Bien. —contesté sin refutar, pisando el freno del auto.
Sin embargo algo en ella llamó mi atención: un pequeño hilo rojo descendió desde la comisura de su labio hasta el mentón. Quise preguntarle si estaba bien pero ninguna palabra salió de mi boca y cuando debí hacerlo, ella terminó yéndose sin siquiera despedirse a una velocidad sobrenatural que me dejó abatido.
Y creo que mi mayor error fue retener esa duda en vez de disiparla.
Los días continuaron monótonos que casi podía memorizar la sucesión de eventos, pero el día viernes fue un caos mental para mí donde estaba encerrado en una habitación de confusión y las paredes se
comprimían a una velocidad vertiginosa hasta aplastarme por completo. No vi a Elisa. La busqué por todo el campus pero pareció no haber ningún rastro de ella, le llamé a su celular pero tampoco contestó y mi último recurso fue ir a dirección para pedir informes.
—¿La maestra Elisa no se presentó a laborar hoy? —inquirí disimulando mi preocupación.
—¿Maestra Elisa? En el instituto no hay ninguna maestra registrada con ese nombre.
Cabía la posibilidad de que si hubiera insistido un poco más esa oscura noche todo fuera distinto, para que yo no terminara con la abrumadora confusión que me azotaba como las salvajes olas lo hacen con el mar, que la curiosidad no hubiera despertado de una manera incontrolablemente inverosímil, que mi mente estuviera en paz sin estar dando vueltas en el mismo bucle de pensamientos.
Porque cuando me estacioné fuera del departamento de Elisa todo estaba desierto, mi único testigo era la radiante luna llena y la fría brisa anunciando la temporada otoñal que despeinó mis cabellos mientras el miedo se apoderó de mí lánguido cuerpo. Me negué a mirar atrás. La profunda oscuridad no fue impedimento para distinguir una sombra que poco a poco se acercaba a la mía.
—¿Me estás buscando? —fue apenas un susurro tan bajo que necesité tiempo para comprenderlo.
No pude responder ni tampoco reaccionar.
Solo sentí la forma brusca en la que encajó su filosos dientes en mi hombro, después atacó mi vena yugular con desespero y cada vez mis signos vitales descendían. Mi vista se tornó borrosa, mis piernas flaquearon, mi cuerpo dejó de responder ante las órdenes que yo le daba.
Yo había sido su víctima, una víctima que ella necesitaba para fortalecer sus vínculos con el más allá.
Mundo suizo
Manuel Chatelain
Llegó el momento en que Beremundo abrumado por la gente del pueblo decidió buscar explicaciones; nada cuadra, huella mestiza, nombre europeo, ausentes historias y perdida memoria.
A fin de siglo XIX, Muller desembarcó en Veracruz, se internó en el letargo del tren de Pachuca, invirtió ahorros y tiempo, pocos meses pasaron y formó un patrimonio que terminó calcinado con sudor de faldas ajenas, la llama insolente de un indio despechado que incendió su dominio.
Sin detener su humanidad europea huyó hasta un valle, sereno, calmado, donde un ojo de agua y un poco de nieve, su niñez recordaba: “Eres mi hijo y llevas mi sangre, mas aquí en el cantón, tu presencia no es la deseada pues tu madre jamás, por mí, podrá ser desposada”
Con brazos abiertos, la obesa millonaria, el rizado bigote del joven, esperaba, todo aquello que esa flama celosa convirtió en cenizas, hoy, flamante su esposa con un tronido de dedos a manos llenas, todo le daba.
Eternas cartas de Europa, ultramarinos, herramientas y sedas importaba, su padre feliz, le extrañaba, con más de veinte mulas desde Veracruz hasta Toluca, ciudad de paso, todo trasladaba, tanto el negocio en el valle crecía que hasta un bodegón en esa ciudad rentaba.
Alma, bonita mujer que, en aquella ciudad, de la mercancía cuidaba, ansiosa esperaba al “güero europeo” que a todas conquistaba, secreto de todos era el hijo que ella de un tío violador esperaba.
Muller, el apellido que el europeo a su hijo daba,Alma sonriente, aceptó su abandono y al niño le puso Beremundo, como su tío, porque “tenía toda su cara”.
“Tengo sangre europea, por eso la nariz respingada, a mi abuela le debo la piel tostada, mi abuelo Mundo, del cacique del pueblo, el millonario del valle, la sangre llevaba.” Platican sonrientes sus nietos que ahora en Pachuca, origen tienen.
Historias de familia que navegan océanos de genes mezclados, mestizos rostros, de cejas pobladas y piel quemada, ojos rasgados de cabellos rizados y verdes miradas, un mundo latino, el universo perfecto de la mezcla de razas, de sangre caliente, la fuerza en las manos y segura mirada.
De repente
De repente se me viene a la cabeza una escena de la novela de Gabriela Wiener, . No sé si es la escena más erótica, pero sí es la más Huaco retrato linda para mí. Está cargada de un erotismo dulce y a la vez, cómo decirlo, antiimperialista. La abuela de la novia de la protagonista de su novela, ella misma, su alter ego, la acaba de tratar mal, la trata de migrante, de empleada doméstica, de india, obviamente. Gabriela corre al baño, a llorar, como si fuera Marimar en lugar de Gabriela, el alter ego de Wiener. Su mujer, que además de ser su mujer es una tremenda periodista cultural española formada al calor de la indignación... corre tras ella y la consuela, la besa, le sube la remera y le besa las tetas... y vos te quedás como viendo una porno y con la reseña del libro pendiente desde julio hasta el mundial, porque en realidad lo caliente no es eso sino la súper cama de tres que las espera en la casa con el marido de ambas, las regalías que en Sudamérica no cobramos los que tuvimos que comprar ese librito -o conseguirlo pirata- y el baño en la casa donde se celebra el cumpleaños de la abuela franquista racista homolesbotransfóbica de la gallega indignada, a la que no se la puede mandar a la mierda de miedo de que le agarre un bobazo y la culpa sea de estas bi...de repente pienso que esa es la respuesta al régimen, no once jugadores africanos en la selección francesa, sino lxs sudakas apropiándonos de su fútbol y de su literatura...
Los jóvenes reyes magos
DaríoAguilar Peregrina
Dos años después de derrotar a Herodes El Grande, Melchor, Gaspar y Baltazar habían tomado completamente el manto de Reyes Magos y llevado regalos a distintas partes del mundo en compañía de sus amigos de la Ciudadela y la Ciudad de México. Debido al gran éxito de los tres en la tarea encomendada por los antiguos Reyes, estos serían invitados hacia la celebración navideña de Santa Claus en el Polo Norte, donde asistirían diversos personajes de distintos reinos de fantasía más allá del Reino de la Ciudadela.
Sin embargo, cuando un antiguo espíritu maligno trataría de arruinar este encuentro y al mismo tiempo la próxima Navidad, los Jóvenes Reyes Magos buscarían detenerlo…
Melina Eliana Sánchez
En el borde de mi cama
Uno
Maikel Sofiel Ramírez Cruz
Puedo distinguir tu perfume entre miles de aromas. Supongo que hueles como deben oler las mieles más íntimas deAfrodita. En el autobús viajan decenas de personas, algunas van sentadas cómodamente, la mayoría estamos de pie. Nosotros vamos hombro con hombro, en medio del estrecho pasillo. Entonces al bajar te rozo levemente, como sino fuera mi intención al pasar entre la gente. Tu olor a diosa, y ese leve roce me provocan una erección extraordinaria.
Es poco más del mediodía, y el sol de agosto parece dispuesto a derretir el pavimento, que puedo sentir blando y caliente bajo mis suelas. Cruzo la avenida sorteando el tráfico, y entro al lugar que algunos, generosamente llaman Motel.
Dos
Nunca me había pasado esto, llevo horas mirándote por mi ventana. Creo que eres de esas mujeres que de tan sólo mirarlas se les humedece la parte íntima. Yo sé que eres bien caliente, bien puta, como pocas.
En las noches intento contar las veces que alcanzas el orgasmo, cuando haces el amor con él. Pienso que sólo hay que hablarte un poco sucio, que eso es todo lo que necesitas para ponerte a punto. Imagino lo que puede ocurrir si te quito la ropa, o igual, si te la dejo puesta. Me gustaría ver como te subes la falda para mi, como apartas el blúmer, y abres un poquito así las piernas. No será necesario que te quites la ropa, para qué. ¿Y, si de pronto llega tu marido? Si nos sorprendiera ese imbécil, sería más fácil poner en su lugar tus prendas, y hacer como si no pasara nada, mientras yo arreglo tu fregadero con disimulo.
Tres
Sentado en el borde de mi cama observo la escena. Bebo otro trago, y me termino tranquilamente un cigarrillo. Ustedes están desnudas sobre la alfombra. Parecen mujeres distintas, recién salidas de una película porno, que puedo ver en vivo en la madrugada, en este lugar común, que resulta ser mi habitación en un motel de quinta. Ustedes se transformaron, son otras. Ya no están aisladas ni distantes. Se han convertido en una indescriptible obra de arte, compuesta por dos mujeres que se besan apasionadamente frente a mí.
Apago de una vez la colilla, y entro al idílico escenario. Meto una mano entre los muslos de una que yace bocarriba y pierniabierta, y descubro una grieta hirviente, húmeda, tal y como la imaginé. De inmediato comienzo a beber con la sed propia de un nómada. La otra se le acomoda encima en una extraña pose, dónde parecen una sola mujer y no dos, y pone con delicadeza su delicioso sexo también frente a mi. De pronto me hacen a un lado, y dibujan un magnífico 69 femenino, que parece un sueño.
Entonces me detengo un instante, sin cerrar los ojos, pero aún así la increíble escena se empieza a disolver. Yo comienzo nuevamente a sacudir mi mano muy rápido. Puedo olerlas, todavía puedo sentirlas sobre mi alfombra, recibiendo al mismo tiempo mi esperma caliente y viscosa.
Conspiración
Pobre cojudo, dice Javier, como dirigiéndose a Mauricio pero sé que me ha calificado a mí; ¿qué hago? ¿le reclamo?; si, es lo mejor; repite lo que dijiste; siento como se me frunce la frente; el me regresa a ver con jovialidad, estábamos hablando de un pana del barrio, aclara, no creo que lo conozcas, agrega Javier. Es preferible que me tome mi vaso de cerveza, es inútil no tengo la menor oportunidad de desenmascararlos. Me levanto y voy al servicio, Mauricio me sigue no dice nada, debería acercárseme, hacer alguna broma, no sé, se desvía hacia la rocola. Me demoro intencionalmente para darle la oportunidad de regresar a la mesa; creo que es suficiente, doy un rodeo y hablo con el cajero, le pido cigarrillos y mientras me atiende les busco a los dos: conversan seriamente, de vez en cuando alzan a la vista en la dirección por la que me fui, no quieren ser sorprendidos, recibo los tabacos y sonrío porque me satisface haberlos descontrolado, me acerco lentamente por donde ellos menos lo esperan; deberíamos ser más radicales al respecto, Mauricio calla al descubrir que lo puede escuchar, qué bien tabaquitos dice desviándose del tema, ofrezco los cigarrillos y me agradecen, nos quedamos callados como si su conversación hubiese concluido.
A las once Javier se siente fastidiado, Mauricio ya no puede concentrarse en lo que decimos y responde con monosílabos o conclusiones cínico-graciosas; yo me siento bien, pero me gustaría cambiar de sitio: hay demasiada gente, muchos gritan, las carcajadas golpean mis oídos y la música ha caído en prostíbulos y fango. Digo me siento bien en cuanto se refiere a que aún pienso claramente, no a mi comodidad corporal. Salimos; un grupo, tres hombres, dos mujeres, me quedan viendo, Javier está ocupado en atender a Mauricio que vomita apoyado en una pared. La morena me atrae, parece mutuo, sus compañeros de juerga han vuelto a su cháchara, ella no, nos miramos, no lo soporta y baja la cabeza, luego se une al griterío de los demás, debí sonreírle, me digo, ¿qué cosa?, es Javier, Mauricio se apoya en él, Mauricio, ¿estás bien?, dame un segundo,
responde en el chapuceo que es normal a esta altura de la embriaguez.
Justo cuando Javier ha terminado de decir que fría es esta ciudad, no hay donde tomarse un cafecito, llegamos a una peña. Nos obligan a beber vodka; aunque descubrí varias cervezas escondidas tras la barra, acepto sin objeciones. Tomamos una mesa alejada del escenario en donde un tipo de cabellos larguísimos canta canciones compuestas por él; me da risa, nadie le hace caso, y él se refugia en el aspecto de artista que seguramente cree poseer. Mauricio se ha repuesto, empieza a contar sus intrascendentales problemas de recién casado, pretendo hacerle caso, pero estoy pensando que hubiese sido mejor ir a otra parte; aguantémonos un rato, dice Javier como leyendo mi pensamiento; quisiera no estar casado por…, mejor bebamos, le corto secamente, me mira disgustado, tengo ganas de que explote, se agacha y de un golpe acaba su trago. El sonido de un charango atrae la atención de todos, a lo lejos, por entre el humo, encuentro la mirada de la morena; alejada de sus amigos, aunque está sentada la misma mesa, no hace caso ni de la melodía ni de la conversación que se desarrolla junto así; brindo por ella, sonríe.
Su sola presencia me ha alegrado, es bonita, sus amigos me ven como a un entrometido, ¿molesto?, le pregunto al ver sus rechazantes miradas, se pega a mi oído para que no la escuchen, no les haga caso dice.
Debe haber pasado un cuarto de hora cuando uno de ellos se pone de pie, bueno vamos, ella se sorprende, yo me enfurezco, quedémonos otro poco, propone, no ya es suficiente arguye su amiga; si quieres quédate, yo te puedo llevar después, le digo poniendo mi mano sobre la suya, no puedo, responde en un susurro, te veo otro día, está bien dice apretando mis dedos; los otros se encaminan a la puerta, ¿Rita, vienes?, pregunta uno bruscamente, chao, dice ella, espera, le sujeto de la mano, dame tu teléfono, no tengo, responde, y se suelta, casi corre tras sus amigos.
Así es la vida, dice seriamente Mauricio, las mujeres son incomprensibles, añada Javier. Estoy
sorprendido con la claridad que veo el asunto, me arrepiento de haberles contado lo sucedido, tengo ganas de estar completamente borracho para escapar así de la nostalgia que siento. La música parece lejana y las nubes de tabaco no me permiten ver a los que interpretan; Javier me toma del brazo, vámonos dice; huevón, me encuentro con la mirada de Mauricio y con la de otro tipo, detrás de él, que ríe burlón, tengo ganas de replicarle pero no puedo articular palabra; afuera me cuenta que aquel estaba insultándonos; no puedo contener la risa por lo que bien sabe disimular sus agresiones en mi contra, eres un farsante, le digo, pero no me toma en serio porque mis palabras salen entre risa y risa.
Contemplo la escalinata, me siento miserable, tener que sostenerme en la baranda para no desplomarme, eso es lo que ellos quisieran, pero no, no les voy a dar esa satisfacción. Subo tambaleante, eso aumenta mi miseria, me dan ganas de llorar justo cuando llego a la casa, comprendo que sus mentes no son más que cerebros de mono en comparación con el mío, eso es lo que ha provocado todo este conflicto.
Me topo con Rita; me reconoce, pero se hace la indiferente. La saludo y me responde con seriedad, trato de recordarle nuestro encuentro anterior, sigue actuando con indiferencia, soy un tonto, me digo, ella también es parte del todo, no puedo evitar lanzarle un par de frases: ¿dices que no te acuerdas?, ¿no te acordarás de mí…? y le señalo la bragueta. Se da la vuelta y se aleja a zancadas. Me dan ganas de cruzar la calle a todo correr, pero sería darles gusto, mejor espero a que el semáforo detenga la circulación.
H.E.: 26 – 27 Juan Rogelio
Se llevaron al más pequeño…
Fue llevado a la casa grande…
Allí se encontró a todos los demásAparicio, reunidos en la sala de estar…
Su captor fue a darle un empellón, con mucho salvajismo, metiéndolo en el baño…
La dueña del San Bernardo soltó a su perro, que estaba más que embravecido, y lo hizo entrar, tras el pequeño…
Se escucharon muchos gruñidos, ladridos y gemidos de dolor…
Muchas veces se escucharon algunos golpecillos contra la puerta del baño…
Pese a todo, los Aparicio permanecieron impasibles, escuchando cómo el perro hacía el trabajo para el que se le había llevado…
Desearía si fuera real
Guillermo González Salazar
—SeñoraAnnie, si en las siguientes 24 horas no despierta su hermano, usted tendrá que decir si quiere mantenerlo o descontarlo.
Annie, una mujer delgada recién en sus treinta, se frotaba los codos, como si le hubiese dado un repentino ataque de frío.Abrió la boca, pero por segundos nada salió de ella. Luego dijo:
—Hágalo —un susurro apenas audible, después con más fuerza —es lo que hubiera querido mi hermano, ya que él no quiere mantenerse así.
Annie firmó la papelería correspondiente.
—Mañana lo desconectaremos —respondió el doctor.
Apenas el doctor se retiró, una mujer un poco mayor queAnnie, de piel blanca y busto generoso, con un vestido de cóctel Versace color esmeralda y un bolso a juego, entró en la habitación.
—Hola,Annie. Mi nombre es Louisa Gardner, puedo hablar con el espíritu de tu hermano y me está pidiendo que no lo desconectes.
Annie pasó de un mudo desconcierto a una ira poco habitual en ella.
—¡Estás muy loca, mujer! Lárgate o llamaré a seguridad.
—Debes de creerme,Annie —insistió Louisa.
—¡Seguridad!, ¡Segui… —la mano de Louisa impidió que Annie siguiera gritando.
—Te lo voy a probar. Bien Micheal, dime algo que sólo ustedes sepan.
Annie comenzó a preocuparse, temía que aquella mujer le hiciera daño.
—Bien, tu hermano dice que en secundaria no fuiste al baile de graduación porque Billy Nemson decidió ir con la capitana del equipo de porristas… dice que no recuerda el nombre de ella, pero que te imprimió una foto de ella y le lanzaron dardos toda la noche.
—¿Cómo sabes eso? Eso… eso no lo sabía nadie… ¿Michael?
—Te está escuchando ahora.
Annie se disculpó entre lágrimas por intentar desconectarlo. Cuando se calmó, fue a recepción a cambiar su decisión y solicitó llevárselo a casa. Le dijeron que el cambio no era posible, puesto que ya había firmado los papeles. Fue entonces, cuando con ayuda de Louise hurtó el cuerpo de su hermano.
Es por eso que han sacado la nota en televisión. Necesitamos que nos hospedes unos días, hasta el siguiente solsticio de verano cuando Micheal podrá regresar a su cuerpo. ¿Qué dices?
Teatro y Mitología La mitología del Teatro
El actor habla con el gran otro. Y aunque el simulacro millones de veces repetido sea un elemental mecanismo consciente para pasar al inconsciente, ha ido constituyendo un mapa mitológico en la forma en la que los actores subliman los traumas en un escenario, en una corrala, en un coliseo, en la calle, mientras dan lugar y espacio a este fenómeno de la palabra y la acción(Eines. 2015).
La palabra escénica atrapa, desde el ditirambo, el suceso de que “los dioses desciendan a la tierra para escuchar el canto del coro” (Oliva. 2017). Quizá el mecanismo lingüístico mediante el cual la técnica literaria madura en forma de contenedores simbólicos de acciones majestuosas, como en el teatro griego antiguo, cuya materialización explícita en el campo de la palabra es inexistente, salvo en la lectura libre y contundente de los significantes.A la postre, un mito contemporáneo como Jorge Luis Borges trae, en su poema , en sus primeros versos, el El Golem develamiento artificioso de la cifra y el símbolo de este proceso empezado por los griegos:
“Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa, En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.”1
¿Cuál es entonces la importancia de pensar en la génesis del Teatro en tanto que palabra?, o más bien, ¿sería la única manera de pensar en el Teatro como un producto cultural, como una construcción lingüística, tal y como la conocemos ahora, la que nos tiene que depositar en una discusión sobre su génesis? Y también, que en su momento de gestación aparece como un proceso lingüístico y corporal, que está profundamente atravesado por el rito. El rito y el mito.
Como todo problema epistémico, el Teatro, con su soluciones diversas, ha convertido su
1 (Borges. 1964)
León Sierra Páez
devenir en un río multiforme que puede verse también como una mitología. Poblado de dioses y héroes, algún que otro monstruo habita también en los brazos fractales de su discurso teórico y técnico. La palabra, en este proceso, juega un papel fundamental porque materializa el camino por el cualtranscurre el pensamiento cuando nos preguntamos por ella. La palabra que narra el mito y la palabra que narra el narrar del mito.Ambas, quiero pensarlas como contenedores y contenido encarnado del suceso, la acción. La dramaturgia. (Heidegger. 1994)
Para cuando Konstantin Sergeevich Stanislavski articuló sus inquietudes técnicas con respecto alArte delActor, Sigmund Freud ya estaba en su etapa productiva plena y ya había escrito La interpretación de los sueños. Esto 2 quiere decir que todo el contexto de maduración de la trayectoria de la ciencia médica por sobre las enfermedades de la mente había sido recorrida y en dicho tránsito, se había efectuado ya esta denominación, a partir de estos numerosos empeños que están contenidos en la época y del ejercicio del Romanticismo, puntualmente en la Alemania de los siglos XVIII y XIX. (Montiel. 2008)
Al Teatro de Stanislavski le pasa una cierta similitud con lo que le ocurre al Psicoanálisis de Freud: es heredero de un rechazo por parte del conocimiento científico de sus contemporáneos. El propio Stanislavski se queja de ello en su obra El trabajo del actor sobre sí mismo, en el proceso de creación de la vivencia, cuando se arroga conceptos científicos que están en la circulación discursiva de la época, pero que no son de territorio de las artes, como el bien conocido subconsciente.
El maestro ruso, es el precursor de la reflexión y sistematización de su pensamiento con el hecho escénico y particularmente con la
2 El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la vivencia, obra escrita por Stanislavski, editada durante casi treinta años y publicada poco tiempo después de su muerte en 1938. Hay otras pequeñas publicaciones y manuscritos inéditos del maestro ruso que dan cuenta de su desarrollo técnico ya para 1910.
dificultad técnica del actor.Antes de él, podemos encontrar disquisiciones filosóficas y políticas en Diderot, en su Paradoja del comediante y algo, previamente en , El arte nuevo de hacer comedias de Lope de Vega. Pero quien funda la reflexión teórica sobre el proceso del actor, es Stanislavski y posteriormente, sus discípulos, y aunque sus reflexiones están construidas en el formato de una novela pedagógica, son el entramado gnoseológico que articula toda la reflexión teórica que tiene el Teatro después de su muerte.
Estas últimas son metapalabras. Comprimo en dos párrafos, y con omisiones del momento en que cuaja en la Grecia Clásica la técnica proveniente del mito, y me aventuro a cerrar la reflexión por sobre la narración que narra la palabra técnica. Posiblemente volveré a ella en momentos puntuales, ya que lo que me interesa, a la hora de hablar sobre mitología y Teatro es la otra palabra, la que esdicha por el actor, la que escribe el escritor dramático, el poeta, que es adjudicada al dios y al evento del mito y su génesis. En algún momento, estos dos caminos bifurcados, se vuelven a juntar para mostrarnos una contemporaneidad donde la palabra construye el nuevo mito, el del teatro contemporáneo y el constructo cultural que lo sostiene en el marco de capitalismo de la producción posfordiana. (Preciado. 2010).
Entre el período oscuro o la época oscura de la Grecia antigua, y el Siglo de Oro del Teatro Español suceden más de veinte siglos y un viaje que parece inverso. Si por un lado, el fin de la oscuridad sin escritura termina por concretarse a finales del s.V (a. de n. e.), cuando la cultura griega abandona definitivamente la oralidad, como eje constitutivo de la tradición y la cultura. (García Gual. p33), por otro, tras el Renacimiento, el pensamiento y la palabra, que inundan los albores de la modernidad, comienzan a plegarse sobre sí mismos en la ruta misma del lenguaje: el verso. Por un lado, la tradición oral, que constituyó el eje del mundo micénico y minoico, sin la cual sería imposible entender la transferencia del mito, da paso, por constitución de la escritura a un momento en el que el mito se cosifica en la
estructura escrita, pero viene cargado de una partitura interna que le aporta la cultura oral: la poesía. En el otro polo temporal, el teatro del barroco, como tronco recio de la modernidad, retorna, con el modelo clásico donde “la palabra se apodera de la belleza”, y mientras se pliega en la 3 forma, constituye estructuras culturales determinantes, como los lenguajes de la modernidad, que serán aquellos con los que la colonia modele el mundo de la posterirdad. Vendrá, también, el Contrato social y la revolución industrial, luego, para cerrar este complejo entramado que madura desde la polis griega y el mundo antiguo.Aquel humano que luchó contra la naturaleza y construyó sus polis, llegó a usar su escritura para escenificar a esa naturaleza dentro de sus ciudades.
“El signo verbal era también signo escénico. Las casas, los árboles, los animales o las batallas estaban en las palabras, aunque no se pudieran tocar ni sus muros, ni hojas, ni pezuñas ni yelmos. Todo lo que la palabra podía narrar era también para ser visto.”4
Siguiendo la reflexión de Jorge Eines, teórico contemporáneo del Teatro, quien pregunta si es que ese ejercicio de repetición [neurótica] de los dramaturgos del Siglo de Oro, en su ethos barroco anclado en un pliegue infinito y fractal de la forma lingüística, no era sino una pulsión acaso inconsciente, culturalmente inconsciente, por atrapar los dramas humanos en la poesía. Tal vez este ethos, proveniente de la ethe, de su reforma protestante, constituye una red que subtiende el espíritu de la modernidad, como lo pensaría Max Weber. (Echeverría. 1998); y así, podamos vernos en la contemporaneidad, al menos la mestiza, en Iberoamérica, donde solo un porcentaje de nuestra mitología tiene estos componentes.
“Provenientes de distintas épocas de la modernidad, es decir, referidos a distintos impulsos sucesivos del capitalismo --el mediterráneo, el nórdico, el occidental y el centroeuropeo--, los distintos ethe modernos configuran la vida social contemporánea desde diferentes estratos "arqueológicos" o de decantación histórica. Cada uno ha tenido así su propia manera de actuar sobre la sociedad…” (Echeverría. 1995).
3 Eines. 1997. p. 151
4 Ibíd. p. 152
Luego, del hecho mítico que narran los poetas griegos, que llevados a través del tiempo y la tradición oral, son depositados profusamente en las palabras escritas, que a su vez, determinadas por las formas de producción de la edad antigua, el medioevo, al que finalmente llega, se convierte en redes con las que el hombre que escribe, el hombre de la edad moderna, quiere capturar esos dramas, pero, aquellos sueños que hombres de todos estos siglos, y nosotros mismos tenemos,¿quién los recoge?
Pareciera pues que trasciende un retorno al rito original, y aunque las lucubraciones del propio Aristóteles y la falta de fuentes directas para determinar el origen del teatro, “es necesario, llegados a Grecia, para investigar los orígenes del teatro, es estudiar los antiguos tiposde coro que mimaban una acción que estaba siempre dentro de un contexto sacral.”5
El hombre, en íntima relación con su subjetividad, en los albores de la cultura de la escritura, dueño de la narración que cuenta su génesis, de su mitología, no puede sino ser él mismo quien empuje todo el pensamiento mítico hacia el lenguaje escrito. Lacan pensaría luego en el devenir del sujeto capturado por el lenguaje, y aunque la escritura no es el punto de origen de ese lenguaje como cadena simbólica, como eje encadenado de significantes del otro, el gran otro ya estaba en la tradición oral, no solo por mímesis, sino por relato, y la escritura se configura como punto de inflexión y trauma primigenio que aliena al hombre y lo esclaviza al lenguaje, a la instancia de la letra. (Rabinovich. 2017).
El hombre y su cuerpo, significando con el otro, para el otro, las palabras del gran otro, las palabras del mito.
Muy bien, entonces, ¿cómo ahora asumir esa palabra? -porque la realidad, siempre fructífera y cambiante, nos abunda con textos contemporáneos, modernos y clásicos-, nos enfrenta, por ejemplo a un Esquilo, un Sófocles o cualquier autor de aquel momento. También, ¿qué de esa palabra, o qué porción de la carga mítica contiene en la modernidad y la contemporaneidad la palabra escénica, o no la tiene?
5 RodríguezAdrados. 2012. p. 4
6 Eines. 1997. p.159
“El actor desplaza al escritor, no porque lo reemplace sino porque libera al personaje de la cárcel de lo literario. Lo pone en circulación para que cada personaje descubra el sin sentido de ser sólo una palabra escrita. Tanto el autor que solicita ser representado porque sus personajes no acaban de abandonar la prisión del papel, o el que es muy requerido porque las leyes del mercado lo impulsan desde un éxito coyuntural, no promueven la movilidad que hace fertilizar el suceder teatral.”6
Así, en la contemporaneidad, el actor, regresa al momento mítico, aunque su palabra no sea un atavismo o haga paleontología lingüística. La enunciación de la palabra, la encarnación del personaje, la implicación en su conflicto retrotrae al actor, no al trauma original -que es metabolizado por el aparato psíquico para convertirlo en represión original-, sino porque es un trauma sublimatorio que sólo tiene sentido en el eje especular con el espectador. Es el Teatro una fenomenología mítica, un eterno retorno nietzscheano.
Es también un chamán, el actor. No puede evadir ese lugar mediador, de auténtica hybris, cuando en la repetición extemporánea (siempre extemporánea), de la palabra del autor, aproxima y hace de puente con el acontecer circunstancial, mediato e inmediato del espectador. El actor abre la puerta del inconsciente del espectador, para que éste haga visible lo invisible.
En Latinoamérica, los chamanes son los adorados y envidiados ejecutivos del alma contemporánea. Ellos, portadores del saber ancestral, son quienes transaccionan con la noche de los muertos. El chamán nos ayuda a entender, desde la mítica no occidental a toda la mitología de occidente, y si no es a toda, al menos aquella que nos sirve como fundamento de los conocimientos sanadores.Aislados los unos, por distancias y selvas, los de los mitos griegos también lo están por el tiempo y el desarrollo científico.
La lucubración histórica y la investigación atravesada por la reflexión mitológica enriquecen nuestra mirada por sobre aquello que antecede a lo que conocemos. Quizás porque aquello que
conocemos, se ha convertido ya en un sistema de alienación para la producción de la maquinaria inagotable del capital. Pero incluso en los círculos académicos y científicos donde obtenemos el preciado saber, hemos de ejercer el pensamiento crítico para rescatar por sobre esas pesadas estructuras, dudas sembradas con anterioridad.
En 2018, en noviembre, asistí a una función de un grupo de artistas escénicos de Chile, se llamaba el espectáculo: Travesía. Fue en el 7 contexto del II Festival Internacional deArtes Vivas de Loja, Ecuador. La obra contaba el tránsito hacia la muerte que atravesamos quienes morimos y la compañía que los vivos hacen en el duelo posterior. No era un texto clásico, ni había sido escrito en un proceso narrativo tradicional: este grupo de artistas escénicos, que eran actores, dramaturgos, músicos, bailarines y técnicos de puesta en escena, había investigado las tradiciones ancestrales de funerales y entierro de toda Latinoamérica. Ningún texto provenía más que de la creación posterior a la investigación, era texto original. También sucedía lo mismo con la música: durante toda la obra sonaron cuecas chilenas, llaneras venezolanas, rancheras mexicanas y varios ritmos y melodías del continente, aunque todas ellas compuestas y creadas para la ocasión.
En términos generales, la obra tenía una estructura aristotélica que presentaba un rito de funeral y entierro, con un séquito y pompa fúnebre que bien podía ser de cualquier pueblo rural de dicha región, posteriormente varios cuadros de sepelio, diversos, dolorosos, festivos, siniestros, eróticos, etc.
En un determinado momento, ellos se había repartido unos pequeños vasos con vino y habían depositado en nuestras manos, sin casi hacernos dar cuenta, un pequeño vaso con el mismo vino. Súbitamente, una escena en la que dos personas se enfrentaban para brindar por una persona muerta, giraron hacia el público, y rompiendo la cuarta pared, alzaron sus copas y nos invitaron a que cualquier persona brinde por su muerto. En ese instante, comprendí que su brindis no era una ficción, ellos brindaban por una persona que había muerto de verdad, para cada uno de ellos.
Lo hicieron todos los miembros de la compañía, mientras ligeramente, descomponían a su personaje y afloraba el actor o la actriz que encarnaba el papel, cualquiera que fuera. Inmediatamente y sin tropezar uno encima de otro, las personas que estábamos en el público comenzamos a alzar las copas, de uno en uno, y sin prisa fuimos tomando la palabra desde la butaca en que estábamos y empezamos a brindar por nuestro muerto.
Una fuerza misteriosa e imparable hizo que prácticamente la totalidad de teatro, de persona en persona hiciese lo propio, y seguido de esto, al son de un acordeón y las voces de los actores, hermanados e implicados irremediablemente en la representación, aparecieron las lágrimas. Lágrimas de lo real que extensamente escribiera Norberto Rabinovich en su ensayo psicoanalítico.
Por primera vez, en veinte años formado como actor de Teatro pensé en los griegos y entendí que una cultura mestiza y mítica como la latinoamericana es capaz de volver al mismo lugar de inicio, del teatro occidental. Tal vez es un proceso antropológico que ocurre con similitudes en todas las culturas humanas, como sostiene, con incredulidad y reparos RodríguezAdrados. Hoy, en la recapitulación del tránsito por la mitología y el psicoanálisis, este pensamiento me despierta la curiosidad científica o al menos la de la inmanencia lucubrativa, que es, una acción que finalmente pervive en el interior, en algún lugar de mi conciencia.
Bibliografía
•Borges, J. L. (1964). El Golem, en El otro el mismo.
•Echeverría, B. (1995). Las Ilusiones de la Modernidad. México, D. F.: UNAM.
•Echeverría, B. (1998). La Modernidad de lo Barroco. México, D. F.: UNAM.
•Freud, S. (1986). La interpretación de los sueños, en “Obras completas”. BuenosAires: Amorrortu.
•García Gual, C. Introducción a la mitología griega.Alianza Editorial.
•Heidegger, M. (1994). La pregunta por la técnica, en Conferencias y artículos. Barcelona: Ediciones del Serbal.
•Eines, J. (2015). Las 25 ventanas, El actor, el director, el ensayo... el teatro. Barcelona: Gedisa. Eines, J. (2011). Repetir para no repetir. El actor y la técnica. Barcelona: Gedisa.
•Eines, J. (1997). El actor pide. Barcelona: Gedisa.
•Eines, J. (1985).Alegato en favor del actor. Madrid: Fundamentos.
•Montiel, L. (2008). Magnetizadores y sonámbulas en laAlemania Romántica, en Historia y Crítica de la Psiquiatría. Madrid: Frenia.
•Oliva. C. y Torres Monreal, F. (2017). Historia básica del Arte Escénico. Madrid: Cátedra.
•Preciado, P. B. (2010). Pornotopía.Arquitectura y sexualidad en «Playboy» durante la guerra fría. Barcelona: Anagrama.
•RodríguezAdrados, F. (2012-01). Teatro griego antiguo y teatro indio: su origen en danzas corales que miman antiguos mitos. Emerita, Revista de Lingüística y Filología Clásica, LXXX 1, pp. 1-12.
•Rabinovich, N. (2017). El Nombre del Padre. Articulación entre la letra, la ley y el goce. BuenosAires: EdiciónAutor.
•Rabinovich, N. (2017). Lágrimas de lo Real. Un estudio sobre el goce.
•Stanislavski, (2007). El trabajo delActor sobre sí mismo en el proceso creador de la vivencia. Barcelona: Alba Editorial.
La larga infancia de Tommy Cardona
Metros antes de entrar a la iglesia de San Francisco, Tommy Cardona estira los brazos, largando una oración rabiosa, calladamente, mientras se arrodilla como formando una cruz sin dejar de ver a Dios entrampado en la pompa del altar mayor, separado por una puerta de rejas y vidrio, como mostrándole, como advirtiéndole, la diferencia entre Él y entre los hombres. Cerca, junto a esa puerta, un viejo venezolano me dice que él no creía, era ateo hasta que combatió en la guerra de Paquisha en esta patria ajena, en el ochenta y uno. El dolor del mundo está en la sangre de Cristo, imagínese si tan solo pudiéramos limpiarle la frente. Dice que leyó la biblia por ese entonces, en las noches, en una cueva durante tres meses. Leía burlonamente: amar al enemigo, imagínese.
—Vea joven, los historiadores dizque hacen la historia a la medida del hombre— dice—, pero hasta ahora no han podido dejar de decir que siempre pasa antes o después de Cristo.
—Como quien dice, la historia no es laica.
—No sé, joven, yo sólo quiero ver si me dan una posada por acá.
Son las 11h00.Acompaño afuera de la iglesia a Tommy Cardona. Falta una hora para el almuerzo.Aprieta unos periódicos bajo la axila. Me despido del viejo. Tommy Cardona tiene la piel morena, es altísimo, renguea con la pierna izquierda. Usa un pantalón deportivo deshilachado, una chompa de lana, zapatos desteñidos. En la vereda bajo tres acacias, en las bancas circulares de cemento, frente a la calle PadreAguirre, se acumulan las gentes de Venezuela bajo un día nublado: muchos vinieron a pie y se metieron al Ecuador por Huaquillas, en el sur, o Rumichaca, en el norte, desde 2016. Hay cerca de 4 millones esparcidos por el mundo, unos 350 mil en Ecuador, unos 10 mil en Cuenca, según la Casa del Migrante. Se estima unos 500 mil a finales de 2019. Les dicen, les decimos cariñosa, repulsivamente, venecos.
Tommy Cardona no es de Venezuela, sino de Colombia. Huyó por amenazas del Ejército de Liberación Nacional (el ELN o los elenos, como
les dicen en su país). En su tierra era militar, grado: Soldado Dragoneante. Ingresó en el 2007. Ahora hasta el exilio parece haberlos proscrito unos de otros. Eso no impide que, en la Posada San Francisco, donde Tommy Cardona trabaja limpiando baños, barriendo hojas secas, poniendo las mesas con unos gringos afables dentro de un jardín inmenso, con aulas en la planta baja y el primer piso, las nacionalidades parezcan abolidas: a veces, el exilio, voluntario o no, es la única patria posible. Y no faltaba menos, García Márquez preludiando la debacle sangrienta de Colombia, escribió en su obra maestra: «Uno no es de ninguna parte mientras no tiene un muerto bajo tierra.» El pueblito de Tommy Cardona es hoy un naufragio de muñones negros donde hubo casitas, un montón de cruces donde estuvieron sus padres, donde estuvieron todos. En realidad, uno no es de ninguna parte hasta que se jode.
—Me mataron a mis cuchos cuando estábamos todos en la cama—dice Tommy Cardona—. Y mis familiares no quisieron ayudarme.
Las balas no le reventaron los sesos de milagro, pero un chorro de metralla sí se le encajonó cerca de la porción izquierda de la pelvis en un enfrentamiento contra las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), trece años después, con diecinueve recién cumplidos. Esa es una parte de la historia, o mejor: uno de sus actos, de sus azarosas circunstancias. De niño, Tommy Cardona se extravió por los laberintos de Pasto y Bogotá. Conoció el placer y la derrota, los despojos y la discreta, remilgada exuberancia de los callejones miserables. Que uno está sólo y que eso es lo único, lo más sinceramente invariable. Unos compas suyos inhalaban bazuco (cocaína), Tommy Cardona algo de hierba, otros compas se mataban metiéndose solución. Tenía miedo de la gente, de quien se le acercara. Su adolescencia la pasó en reformatorios: la calle era mejor, dice. Por eso, cuando se unió al Ejército porque le entraron ganas de cambiar en algo esta mala patria, ya pegaba tiros y sentía un creciente, torrentoso bienestar que apenas calmaba su desasosiego, lo volvía a hundir en el abismo del miedo.
Tommy Cardona lo cuenta a saltos, deteniéndose parsimonioso, desencantado, con una sonrisa sardónica. Me siento estúpido por preguntarle de manera abierta y descarada que imagen tiene de sus padres. Su esqueleto, me suelta y arquea hacia arriba las comisuras de los labios, en un doloroso esfuerzo por sonreír. Estamos sentados en una de las bancas, en el lado norte del jardín inmenso con cuatro jardineras inmensas. El piso es de piedras picadas de tréboles y dientes de león, vasos de plástico deshechos de sol, una estatua de una Virgen color yeso dándonos las espaldas a la sombra de una pérgola con enredaderas en cada esquina. Unos niños entran corriendo, y el mayor detrás de ellos dice entusiasmado: «Cómo será el hambre.» Los venezolanos atraviesan el patio.Al fondo está la cocina-bodega a la izquierda, y a la derecha, en sucesión, dos comedores, uno guarecido en un portal, y otro más atrás de éste. Las mesitas de madera tienen platos de porcelana blanca, jugos de mora, guineos. Los niños se los llevan, pelándolos, temblorosos a la boca.
—¡Coño!—grita el papá— esperen la oración.
Los venezolanos (mujeres y niños primero, pide Tommy Cardona) empiezan a entrar por el costado del jardín, por un pasillo al aire libre, justo a las 12h00. Siempre entran de lunes a viernes para el almuerzo, en dos grupos de alrededor de 150 personas. Hasta las 14h00 con la limpieza, la jornada acaba. En la Posada son 75 voluntarios que se rotan: 13 adentro, 5 o 6 afuera para los sánduches que regalan por los mercados céntricos de la ciudad, desde las 11h00. Son en su mayoría norteamericanos, miembros de un grupo llamado Sustanaible Cuenca, coordinado por Robert Higgins. Un gringo les pregunta a sus compañeros antes de servirles la comida a los venezolanos en unas fuentes de fantasía, quién quiere poner las mesas, y todos alzan las manos, febriles, casi implorando porque hay que creer en algo, cualquier cosa. Si uno mira por doquier, los santos se elevan con sus manos en oración, o por ahí la Virgen enseña como una corbata su corazón herido, o Cristo con los ojos negrísimos estira los brazos sin poder abrazar a nadie. Y en el pasillo, una puerta con rejas impide el ingreso a los cuartos de la Posada. Y en la pared del pasillo, en
un mural, un Cristo cosido a llagas, tapado las entrepiernas con un manto blanco, le enseña a Tomás el incrédulo los huecos de las manos, el hueco del costado, como diciéndole, como obligándole: ¡cree, hijo mío, cree! Creer por los menos al ver a tanta gente sentarse a las mesas que entre las 12h00 y las 14h00 tendrán el estómago lleno. Luego seguirán buscando trabajo o mendigando.
—Sino fuera por Él, desde hace rato estuviera tres metros bajo tierra— dice Tommy Cardona.
El viejo de hace un momento, de Paquisha, les pide de favor a los gringos que le dejen agradecer por los alimentos que vamos a recibir. El tiempo de Dios, dice, es el tiempo del hombre, pero aún no ha llegado. Se escuchan al fin, los sorbos de sopa, el tintineo de las cucharas, la jodedera de los venezolanos, las palabrotas, las sutilezas, el ruido de las fuentes de fantasía, unas guaguas llorando, una mujer que le da su pecho a una niña que no es su hija porque su madre no ha comido suficiente. Y nadie contempla a una niña morena de ojos claros y cabello desparramado en bucles que arrastra su vestidito púrpura, como una cola de pavo real sobrevolando por el jardín, como si no supiera nada de este mundo.
—¡La gente que sobró, afuera!— dice Tommy Cardona y se molesta con un joven de gorra plana, camiseta y pantalones anchos, sentado frente a mí, en una banca de madera—. Sale, no me oíste. Entras en el otro grupo—. El joven obedece. —Los venezolanos son vagos. Chávez les mal acostumbró a querer todo sin hacer nada. De vez en cuando se pegan entre ellos por la comida. Y otras, los mendigos de acá, botan la sopa en la basura, por la plaza.
Tommy Cardona me cuenta que estudiaba en una Universidad de Bogotá. No pudo acabar la carrera, le faltaba plata. No precise mucho las cosas, me dice, mienta un poquito na'más pues. Mira mis apuntes, mi libreta anillada, pequeñita, mientras escribo. Es muy minucioso, no deja línea sin leer. Me cuenta que se escapó del Ejército con una herida en la pierna: un recuerdo de los elenos. En el Ejército lo tuve todo, los panas, la gente bien buena. En Cuenca también hay gente buena, sólo que allá era distinto. Entre los tiros a los guerrilleros y los patrullajes tranquilos, las cosas
me salían bien. Tuve que irme para que no me mataran a la familia, aunque no hice mujer ni hijos.Arruga los periódicos sin darse cuenta. De la axila, los pone en las piernas. Unos familiares estaban enrolados en la guerrilla, unos emparentados con mi mamá, de modo que me dieron a escoger si dejarlos libres o arrestarlos. Escogí lo segundo. Por culpa de ellos me quedé sólo. En Cuenca, pasó quince días durmiendo en el parque Calderón.Alguien le dijo donde podían ayudarle con la comida, un lugar para dormir y medicinas, unos sedantes que necesita para derribarse en las noches: sueña bastante que está metiendo tiros contra los elenos, acompañado de los amigos del Ejército, en unos matorrales, en un camino de montaña. Es una persecución, y rengueando deja a los amigos atrás, bota la puerta de un chozón, apunta con una metralleta M4 y ahí están: perniabiertos debajo de las sábanas, ultimados, papá y mamá. Y yo mismo me veo inmóvil, ni siquiera pestañeo, no lloro, pero poco a poco una rabia que me hizo hombre a los seis años acaba por despertarme espantado. Pero incluso fuera del sueño todo sigue siendo una larga caída al vacío.
Después de las 14h00, Tommy Cardona debe esperar la noche. En la fiesta del Corpus Christi se sintió útil. Me repite que la gente de Cuenca no se porta con él como se portan con ellos (los venezolanos), y me cuenta además que, cuando no hay espacio en la fundación que le ayuda, duerme en alguna banca del Calderón. Se saca los periódicos de la axila para taparse, y de vez en cuando, escucha a venezolanos pobres, vagabundos, borrachos, adictos varios, llegando a la medianoche a dormir por ahí.
Tommy Cardona siente entonces que a sus treinta y un años la infancia se le repite.
Balas bajo la lluvia
Era domingo y hacía frío en esa parte alta de la ciudad.Había llovido desde la madrugada y a Jacinto Velásquez le fue difícil levantarseporque esa noche casi no durmió.
Se vistió al apuro, un poco asustado, y el resto fue automático: tomar su pistola, besar el retrato de Cristina que lo tenía sobre la mesita de noche junto a la lámpara y salir a la calle cuando el cielo recién empezaba a cambiar de color mientras la lluvia persistía.
Empezó a bajar despacio por la húmeda y empinada calle, como si alguna duda le atravesara el alma, pero luego aceleró el paso cuando buscó el celular del bolsillo izquierdo, miró la pequeña pantalla y se percató de que solo le quedaba media hora para llegar al parque de La Carolina.
Allí debía encontrar a El Gato, quien estaría ejercitándose sobre la hierba como hacía todos los fines de semana, a pocos metros de la esquina de las avenidas Eloy Alfaro y República.
Cuando Jacinto guardó el teléfono en el bolsillo recordó con exactitud la llamada que le hicieron 24 horas atrás.
Lo pensó dos veces, pero del otro lado de la línea el mensaje que recibió fue preciso.
¿Qué le hubiera dicho Cristina Ríos, su Cristina, si le contaba lo que en minutos iba a suceder?
Pero ella estaba al otro lado del mundo, en España, desde hacía cinco años, y aunque él no dejaba de recordarla y extrañarla, cuando hablaban por Zoom los sábados la actitud de Cristina le parecía cada vez más fría, más distante, menos tierna y menos preocupada por él.
Ella trabajaba de auxiliar de enfermería en una clínica de la calurosa ciudad de Valencia y a ratos a él le parecía que se había cansado de pedirle que fuera a vivir a España, que le buscaría un empleo, que los ahorros ya no le permitían venir a Quito a verlo a él y a su familia cada verano europeo, como lo había hecho hasta el año pasado.
¿Fue la creciente obsesión de que ella nunca más volverá o de que allá Cristinapudiera enamorarse de alguien y lo olvidara para siempre lo que a él le llevó a aceptar el encargo que estaba a punto de cumplir a cambio de cinco mil dólares, monto suficiente para viajar a España, reunirse con
Rubén Darío Buitrón
Cristina, recorrer el país, tener tiempo para buscar un empleo o invertir algo del dinero?
Llegó al lugar mientras la lluvia volvía a caer con fuerza y un delgado velo de niebla, como un presagio ciego, cubría los árboles cercanos.
De un bolsillo extrajo el celular y miró con atención la imagen que le habían enviado por whatsapp: en ella aparecían dos sonrientes hombres con trajes elegantes, posando para la cámara, cada uno con un vaso a medio llenar de un líquido amarillento y cubos de hielo.
“El que está a la izquierda, alto, delgado y de ojos verdes”, le había explicado elindividuo que una semana atrás lo contactó, le entregó la pistola Glock, la fotografía y un adelanto de 1000 dólares. ,
¿Cuántas veces había disparado en su vida? Cientos, tal vez. Llevaba seis años como policía y entre sus compañeros era uno de los mejores tiradores.
¿A cuánta gente había matado en los operativos contra bandas de narcotraficantes y criminales? Quizás a veinte o treinta.
Pero, ¿quién era El Gato? ¿Por qué alguien necesitaba asesinarlo? ¿Por qué lo habían contratado a él? ¿Tenía sentido lo que estaba a punto de ocurrir?
Al verlo llegar a Valencia, Cristina le preguntaría cómo consiguió el dinero y él tendría que sostener para siempre alguna mentira.
Mientras El Gato realizaba ejercicios de calentamiento y la lluvia caía más fuerte,Jacinto sacó el arma que llevaba en la parte trasera, entre el jean y el cinturón, dio tres pasos hacia adelante, disparó cinco veces a quemarropa, vio caer al hombre ensangrentado, giró y empezó a correr hacia el sitio donde el individuo de la llamada nocturna le dijo que lo esperarían en un Peugeot rojo para ayudarlo a escapar y pagarle el resto del dinero.
Alo lejos, bajo el fuerte aguacero, le pareció ver el auto. En su apuro por llegar al Peugeot, que parecía desvanecerse bajo la tempestad, no volvió la mirada cuando se acercó a él un carro grande, tipo jeep, de color gris.
Un hombre que iba en el asiento del copiloto bajó el vidrio polarizado de su ventana y llenó de balas la espalda y la nuca de Jacinto.
La prisión
He bajado mucho de peso. Me veo en el espejo y no me reconozco. Tengo la fisonomía de un enfermo terminal. No me parezco al Miguel de antes. La piel de mi rostro ha tomado un tono amarillento. He tenido varias infecciones, pulmonía, inflamación de las encías, dolores musculares. Mi voz ronca, se ha apagado.Ahora mis frases son lentas, pausadas.
Me siento en la cama de la celda, tomo un libro de los que nos permiten leer. Los reparten una vez a la semana. Casi siempre tengo dos a la mano.Arrimo mi cabeza a la pared y leo. El lecho es precario y está en una esquina del cuarto de paredes sucias, grasientas. La cobija azul es áspera (todas son azules). El colchón tiene mal olor y está deformado. Creo que la almohada es lo mejor que tengo. No es muy suave, pero puedo abrazarla antes de quedarme dormido y eso ya es bastante.
Frente a la cama está el inodoro y un lavabo. Aveces no hay agua y los olores se estancan. Hace frío. Es invierno y ni siquiera se puede salir al patio como en verano porque llueve constantemente y el clima es insoportable. Los huesos se vuelven gélidos y los músculos duelen. Me he acostumbrado a permanecer aquí, desde hace meses, como un alma en pena; quizá como el alma de Inés.
No me gusta charlar con nadie. No puedo interactuar con otros reclusos porque los considero antagónicos a mi personalidad. No los desprecio ni los minimizo, tampoco los juzgo.Aquí se mezclan las tristezas con las risas. Los enojos con peleas y perdón. La camaradería con venganzas y amistad. Los despechos y las rabias con morbosas carcajadas. Las burlas con sarcasmo y con dolor. Cada quién lleva incrustada la tétrica cruz de su destino, de sus circunstancias, del equilibrio de la suerte que a veces se balancea hacia un lado y a veces, hacia el otro. Yo mismo debería considerarme un asesino porque así me encasillaron cuando sucedió aquello.
Toda la historia del estúpido juicio y la teatral sentencia fue como el descenso al mismo infierno.Algunos dicen que el infierno no existe, otros defienden la idea de que sus flamas
María Dolores Cabrera
inmortales arden esperando por los “pecadores”. La injusticia, la falsedad, la hipocresía duele más que la quemadura del alma misma.
Inés. Inés se murió arrastrándome con ella a otro tipo de muerte, pero no me arrepiento. Me acusaron de haberla matado. Me condenaron por eso. Las investigaciones, las pruebas, mis propias afirmaciones. Yo no tenía una coartada que me exima de la responsabilidad de haberlo hecho porque en efecto lo hice.
En este punto el lector pensará que entonces es correcto que yo esté en este lugar.
Inés estaba enferma. Si no se aburren, puedo contarles lo hermosa que era. Tal vez para muchos era una mujer común y corriente, pero para mí era encantadora. El pelo negro, largo. Se maquillaba poco. Su ropa siempre cómoda y vaporosa, sin complicaciones ni formalismos. Inés era alegre y optimista. Le gustaban las sandalias y nunca usaba medias.
Vivimos juntos algunos años. Cocinábamos. Paseábamos. Reíamos. Nos apoyábamos en nuestros intereses personales, en nuestros trabajos. En fin, todo era ideal hasta que ella, una tarde cuando ya empezaba a oscurecer, se mareó. Cuando se recuperó de la obnubilación mental, estaba pálida. La llevé a su cama y se durmió. Amaneció. Era un día soleado y me dijo que le dolía la cabeza. Lo demás fue cosa de días. Los exámenes, los estudios y la noticia del tumor. La decisión de luchar, de que ninguna enfermedad nos iba a vencer. La esperanza. Los seres humanos nos aferramos a la vida con una desesperación inconcebible, absurda, irracional. Luego vino el sufrimiento, el desgaste, el dolor. Para qué obstinarnos a permanecer agarrados de una existencia tormentosa. No tenía sentido. Inés me expresó su deseo. Su decisión a evitar el sufrimiento, la angustia, la impotencia. Padecer no era lo óptimo a cambio de continuar respirando en medio de un mundo que había decidido agredirla con brutalidad.
Miguel, voy a escribir una carta —me dijo—, si tú me ofreces que vas a aliviar mi malestar, si prometes que me darás apoyo para marcharme en
paz, yo explico por escrito que fue mi propia decisión. Nada te pasará.
A Inés se le acrecentaba día a día, hora tras hora, el suplicio de una agonía angustiante y feroz. —No puedo más— pronunció mientras me miraba con ojos suplicantes y escribió la carta.
Nada sirvió. El juicio no fue justo. Las leyes vanas, incongruentes, necias. La oposición de la sociedad a la eutanasia. La absurda defensa de una vida maligna, implacable, asesina y mordaz.Ahora estoy aquí, en esta celda oscura de la que prefiero no salir por el frío que se siente en los pasillos y en los patios de la prisión.
Percibo hedores nauseabundos que no conocía antes. Parece que la porosidad de los ladrillos absorbiera todo el sudor de los reos, los fluidos de los cuerpos y los dejara impregnados en las paredes y hasta en los muros del patio. Hay una pestilencia que invade el aire. No hay limpieza que recoja la grasa caliginosa y volátil que se percibe en cada respiración.
Recuerdo a Inés en sus dos facetas. La miro dentro de mis pensamientos, así como ella era antes de que la enfermedad la atraque. Limpia. Impecable. Fresca. Pero también veo su piel pálida, casi transparente. Las ojeras bajo sus ojos marcadas de un tomo oscuro grisáceo, amoratado y verdoso a la vez. Su cuerpo temblando después de cada vómito, de cada estertor. Llegó un momento en el que ya no comía, cualquier cosa que intentaba tragar regresaba como horrorizada del interior de un cuerpo macabro, dañado, roto.
Inés, viene a verme muchas veces. Me acompaña. Se acuesta a mi lado y observa los libros que leo. Ha estado conmigo en el comedor y ha sido testigo de lo desagradable que es la comida en este lugar. En las madrugadas me ha despertado para decirme que se siente culpable. Piensa que cambió su libertad por la mía, pero le digo que no, que espere tranquila, que es así como tenía que ser.
Entonces, vuelvo a recordar cuando me miraba con sus pupilas suplicantes. Rogaba por piedad y pedía que, en nombre de nuestro amor, la ayude.
Quería huir de ese cuerpo infestado de podredumbre y marcharse libre, serena. Escaparse de las punzadas, de los vértigos, de las náuseas, de la debilidad.
—Ten compasión, Miguel—, me decía hasta que decidí demostrarle todo lo que la amaba y la ayudé a partir.
Ahora estoy aquí, entre estos muros asquerosos, con gente envuelta por su propia miseria humana. Tristes. Miserables. Culpables y víctimas de una sociedad insulsa que no entiende que, en esta prisión, todos somos el resultado de la ignorancia y del mal manejo de nuestro propio conflicto humano.
—Libérame— me decía. Dime que lo harás y yo escribiré esa carta. La carta no sirvió. Yo la maté y punto. Soy un asesino que, por haberla salvado, debo pagar entregando mi propia libertad.
Inés murió en mis brazos. Vestía una bata blanca, nítida. Yo introduje las pastillas en su boca con paciencia, con cariño y las empujé lentamente. Luego, le acerqué un vaso con agua y sostuve su cabeza para que las pueda tragar. Cuando consiguió hacerlo, la besé con un beso suave, tierno. Me miró y parpadeó varias veces. Sonrió. Después de muchos meses, pude ver paz en su mirada. Quiso vomitar, pero yo apreté su cara contra mi pecho y la contuve. Se agitó mientras yo la sujetaba. Cuando sus extremidades se tensionaron, sentí que algo se desprendió.Algo fuerte, poderoso como la humanidad.
A pesar de que su enfermedad era inminente, de que estaba desahuciada, de que la vida se le escapaba violentando su dignidad, me acusaron de asesinato. No hubo atenuantes. La mate. La maté y ya. Hombre asesino a su pareja. Nada más. Esa era la única realidad. La insólita verdad.
Hace un par de días, mientras escuchaba a la lluvia furiosa estrellarse contra los vidrios de las ventanas enrejadas, escuché una noticia en la televisión:
El gobierno de un país de otro continente, aprobaba la eutanasia como una medida piadosa para evitar el dolor innecesario del ser humano con enfermedades terminales, tal cual como acá lo hacemos con nuestras mascotas porque las amamos con un amor puro y real. Pero ese país no es el mío. Si lo fuera, me hubieran ayudado a socorrer a Inés. Su partida hubiera sido asistida, controlada, compasiva, sin un criminal de por medio, sin un asesino como yo.
De pronto, una voz a través del megáfono dice que es hora de cenar. Se suspende la televisión y entonces ladrones, corruptos, criminales, traficantes, agresores, violadores e inocentes, nos dirigimos ordenados al comedor. Inés se preocupa porque sabe que detesto la colada espesa que tengo que tomar. En cuarenta minutos, se apagan las luces y vamos resignados a las celdas, a dormir.
A la mañana siguiente, Inés despierta por el silbato de los guardias. Hace frío.Ahora, me ve más flaco y más enfermo que ayer. Advierte mi náusea, mi asco incrementado. Se da cuenta de que cada día amanezco más amarillento y desvalido. Noto su sutil sonrisa mientras afirma que ahora soy yo, Miguel, quien debe escribir una carta con urgencia porque el día en el que ella va a ayudarme a ser libre, ha llegado.
Amigos exhumados
Sentado a un costado escuchaba la risa de los niños y las niñas, los gritos que por instantes estuvieron ahogados en el tiempo.
En mi primera escuela de curas aprendí a rezar de memoria El padre nuestro, El espíritu santo, El vía crucis, El santo rosario, El ángelus, El magníficat.
Plegarias y oraciones que las ponía en mi boca cuando, en algún instante, el miedo me ganaba o en las clases de religión para obtener una nota.
El padre Lorenzo rayaba las hojas de mi cuaderno -en nombre de Dios- y pronunciabaentre dientes- un estribillo que yo no alcanzaba a comprender.
Me miraba por arriba de sus lentes y decía: «¡Qué despeinado y feo estás hoyAbel!» Mientras iba salpicando gotitas de saliva en mi cuaderno.
Veía colgar de la sotana el rosario de reluciente plata que se movía al vaivén del lento caminar del religioso casi octogenario. El anciano se sentía perturbado y preguntó despectivamente:
—¿Te sucede algo muchachito del demonio? —No.
Deseaba que llegase el fin de semana, el típico sábado de la visita al cementerio, lugar de resurrección, en el cual, era capaz de comprender perfectamente que la muerte con toda su sabiduría no se concluía en unas pálidas osamentas arrumadas en el olvido ni en las flores con tintes coloridos en cada sepulcro ni en cada voz ahogada de dolor por la partida de alguien que llenó nuestras vidas.
A lo lejos escuchaba los lloros de madres al sepultar a sus hijos, hijos a padres, abuelos a nietos. Miraba a la gente caminar con flores y lágrimas inconclusas en sus rostros.Se notaba que cargaban a sus espaldas culpas y arrepentimientos, palabras de perdón que jamás se pronunciaron. Los sábados rutinarios hicieron de los gritos y lamentos, quejidos tan normales y lógicos que únicamente se escuchan en todas las rupturas de la vida; desde el inicio del nacimiento con el cambio de morada, el desamor y despedidas que no concluyeron con las promesas de aquel día, la
Ana Isabel Eraso
traición sin tregua azotando los límites de la confianza... lógica e irreparable, irónica e impredecible presente en el despertar de la vida. La muerte, muchas veces, solicitada en momentos de angustia -cuando la fortaleza de la vida se ha debilitado- carcome el envoltorio del alma y sin ninguna razón aparece sutil e inesperada.
Sentía en el interior de mis entrañas una fuerza aterradora que me oprimía el vientre y llegaba a mi ser y a mi pecho ese sentir agrio y premonitorio del autoritario destino. Mientras mi abuelita y mi tía rezaban el Santo rosario, plegarias tras plegarias -al hijo y al hermano que partió, cuando aún no cumplía los doce años- de rodillas en el cemento frío cubierto de periódicos y entre sollozos, se escuchaban las letanías y ruegos a la santísima virgen María.
Plegarias que causaron en mí —Abel Cruz— toda clase de preguntas e interrogantes que hasta hoy no logro comprender.
De esta forma llegan a mi mente aquellas oraciones que, con dolor y angustia, como un eco escucho en mi memoria algunas de las súplicas elevadas en el cementerio de San Diego cuando los días se tornaban tenues y grises de repente se reproducen nuevamente las antiguas letanías y repito sin querer:
Plegarias que eran respondidas con una entonación rítmica «ruega por nosotros» o «ruega por él», las mismas que me causaban, tedio y angustia.
Las letanías del Sagrado corazón elevadas al cielo por mi abuelita eran capaces de despertar en mí,Abel Cruz, toda clase de temores y espantos: «Corazón de Jesús, templo Santo de Dios». «Corazón de Jesús, tabernáculo delAltísimo». «Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes». «Corazón de Jesús, digno de todaAlabanza». «Corazón de Jesús, traspasado por una lanza». «Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos».
Bajaba escalón tras escalón hacia un lugar cálido, acogedor, familiar. Sitio olvidado y lúgubre
en el que un día fue la escena de lamentos. Cráneos rotos, huesos simplemente huesos, cuerpos exhumados colgados de polvo y agonías, nichos como nidos olvidados.
Todos los sábados mis exhumados amigos me recibían envueltos a través del tiempo con el amarillear de sus huesos y en cada célula pasmada en la que algún momento se procreó orgullosa la vida.
Ellos estaban ahí reflejados en una fotografía mal pegada, sin embargo, mi imaginación de niño era capaz de imaginar momentos inconclusos. Mis fantasías sin límites recreaban la inexistencia de aquellos seres que cobraban vida a través de mis juegos llenos de magia y diálogos inventados, con risitas pícaras de niños y niñas, travesuras y cuentos de hadas narrados por los abuelos y cánticos infantiles para susurrar al silencio.
Óscar era mi mejor amigo. Jugábamos con la tierra llena de escombros y veíamos bichos raros, sentía una mezcla de excitantes emociones al ver cómo morían y se retorcían los gusanos aplastados con la fuerza de nuestros dedos.
Podía visualizar los cofres mortuorios con los restos polvorosos de gusanillos que se alimentarían algún momento de la carne putrefacta.Agotados Óscar y yo llevábamos la funda de papel con bichos, moscas, arañas, gusanos, que en una orgía prohibida simulaban amarse.
Cerraba mis ojos e inventaba historias con desenlaces de terror, creaba rostros nuevos y carcomidos, inventaba cuerpos con dedos y extremidades mutiladas y almas sin ningún color.
Escribía cuentos en mi mente, aniquilaba a mis personajes y en desorden repetía las letanías que un día aprendí y que pude escuchar en el cementerio y en los velorios: «Refugio de los pecadores». «Ruega por él... ». «Ruega por ella... ».
Óscar y yo reíamos y éramos cómplices de las historias más escalofriantes y llenas de misterio. La magia de cerrar los ojos y al abrirlos visualizar los cuerpos, siluetas, sombras, personajes siniestros similares a los relatos inmortales y únicos de los cuentos de EdgarAllan Poe o Lovecraft o Stephen King.
La gente me llamaba «el raro» y evitaban mi presencia as monjas que iban de visita colgaban .L escapularios en mi cuello.
Dos o tres grados nos dirigíamos a la misa, íbamos a la capilla de la escuela y haciendo una fila.Yo me sentaba y miraba desde la última fila, observaba hacia el altar adornado con frescos claveles rojos y blancos.
El mantel nítido de la mesa hacía resaltar con hermosura el color natural de los claveles abiertos en cada jarrón dorado.
Las esculturas de los santos vestidos con túnicas bordadas a mano con hilos rojos y dorados, la perfección de sus dedos hacía entrever en mi imaginación que les había crecido las uñas.
Los ojos de cada uno de ellos eran negros y brillantes y estaba casi seguro que me observaban detrás de sus inexplicables pestañas.
Al final, la misa ya había terminado.
Yo no les temía a los santos, me preguntaba por qué Jesús sangraba en la cruz. Por qué su rostro era de dolor y más no de regocijo, si murió por amor a todos nosotros y claro… -yo volvía a meditar-, el dolor era causado por los clavos.
De pronto se escuchó un grito:
«¡Abel al confesionario! -ordenaba el Padre Lorenzo-.
¡Pondraste agua bendita para que te salgan los diablos...!»
Todos mis compañeros convencidos del poder del agua milagrosa, metían los dedos y las manos para la purificación de su cuerpo, de su alma y alejar a los malos espíritus.
Al llegar a casa, por la tarde, salía a vagar, jugaba bolas -canicas- con los niños en el patio, sin embargo, lo que los muchachos más me pedían era que les cuente mis aventuras en el cementerio; mis encuentros con las sombras sin sombras, cuerpos sin cuerpos, rostros sin rostros y las presencias que, tan solo yoAbel Cruz, podía percibir y de reojo mirar.
Yo me consideraba afortunado, sobre todo, porque nadie tenía lo que yo, mi vida en otros seres que tuvieron vida.
Cerraba los ojos y a media noche en medio de mi somnolencia miraba en la penumbra de mi cama y el sofá a seres que antes o después harían su aparición con su propia y singular esencia.
La comunicación con ellos, ellas, era mucho
más que mágica, más que telepática. En un inicio les temía y el pánico se esparcía por toda mi habitación con el sudor y las palpitaciones extenuantes que conllevan lo desconocido. Me dormía con su presencia y claro pensaba yo, -son mis amigos del cementerio que me han encontrado.
Ancianos, niños, mujeres con rostros carcomidos que jugaban conmigo, dormían a mi lado y compartían extrañamente mi cama.
No me decían sus nombres o cómo los llamaban, yo los bautizaba nuevamente, con los nombres que leía en cada lápida del camposanto.
En un inicio sus visitas me espantaban, pero luego las esperaba con ansias y abría más los ojos para reencontrarme con huecos oscuros que cambiaban de formas y se esfumaban en el tiempo, en el espacio, en el infinito eterno sin fin.
Un viaje desde el porvenir
Pueden pensar que esta historia es parte de la imaginería o quien la escribió tiene algún tipo de trastorno en la percepción del tiempo [y del espacio], sin embargo y sin creer que este relato es fantástico, porque a muchos de nosotros nos pasa y a veces no caemos en cuenta o lo olvidamos. Lo que estoy por relatar es la historia de alguien que creo conocer bastante, en realidad uno nunca conoce bastante de nada y peor aún de si mismo. Aunque opinen que no es así, los que están cerca muchas veces conocen más de nosotros que nosotros mismos.
Ciertamente esos otros no ven en nuestro interior, sin embargo, también es cierto que cuando tenemos al toro plantado delante de los ojos, cuando eso sucede, es difícil ver una solución; mientras los otros pueden divisar fácilmente una posible salida.
[En esta historia] no coinciden algunos nombres con los reales, aunque lo acontecido es tan real como la propia existencia…
Una mañana de septiembre recibí un correo electrónico de un amigo: Bahir.
Me decía que debía estar el fin de semana en Santiago de Chile para que le acompañara a Concepción una ciudad como a 500 km al sur de Santiago, le dije:
—Es un tanto apresurado, no tengo los recursos para hacerlo.
—Pídele a alguien que te preste, acá te lo devuelvo y vente. —Me dijo y así lo hice. Pedí a una tía y viajé, cuando llegué al aeropuerto de Santiago me esperaba Hagne, después de saludarnos me comentó:
—En una hora llega Bahir, así que tendremos que esperarle. Ah, por cierto, no van a poder viajar a Conce —apócope de Concepción— porque no hay pasajes, estamos en fiestas patrias y hay mucha demanda, no pueden viajar ni en bus, tren o avión, así que van a tener que quedarse en Santiago.
Cuando llegó Bahir luego de los saludos y abrazos de rigor, al comentarle la situación, él dijo:
—Imposible. Tenemos que viajar, por favor Hagne llévanos al terminal¡Estaremos mañana en
Sarcós
Concepción!
Fuimos al terminal y mientras esperábamos que regresara Bahir que fue a tratar de conseguir los boletos.
— Bahir, siempre tiene estas cosas —me dice Hagne a la espera en El auto—y seguramente conseguirá el modo de viajar.
Bahir se acercaba entre los autos, con una sonrisa en los labios, y con la mano en alto agitaba los dos pasajes como símbolo de victoria.Al llegar nos contó:
—Cuando estaba en la fila y cerca de llegar a la boletería, escuché a la persona que estaba en la ventanilla, devolvía dos pasajes para Concepción para esta noche.
—Ves lo que te decía Marcelo, —volteando su mirada hacia mí, reafirmaba Hagne— estás son las cosas que solo le pasan a Bahir.
—No es que me pasan, sino que genero las condiciones para que pasen—decía Bahir riendo y jugando con cierto engreimiento.
Durante el día tuvimos una reunión con amigos de Santiago sobre temas muy puntuales e “intrascendentales”. Bahir había conseguido un pasaje en tren para la noche siguiente y yo me quedaría un par de días en Concepción hasta que pasara las fiestas y pueda regresar. Nuestro bus salía cerca de medianoche y llegaríamos a Concepción al día siguiente a la mañana. No tuve oportunidad deconversar en todo el día con Bahir. Llegó la noche, nos ubicamos en nuestros asientos, Bahir por ser alto prefería pasillo y yo iría a la ventanilla, empecé a querer conversar. Bahir me interrumpió.
—Mañana continuamos, —me dijo con voz somnolienta— estoy un poco cansado.Al poco rato quedó dormido. Yo trataba de ver algo a través de la ventanilla, sin poder distinguir nada por la oscuridad. Esa oscuridad acompañaba alegóricamente el viaje, No veía nada, era todo oscuro y tampoco conocía el propósito del viaje.
—¿Para qué carajos me trajo? —Me preguntaba—, mañana tendremos seguramente una reunión igual de aburrida a la de hoy, en la noche volverá a Santiago y al día siguiente volará a
BuenosAires. No entiendo para que me trajo, si era por simple compañía podía pedir a cualquier amigo de acá de Chile y le saldría más barato, pero viajar más de 5000 km para verlo dormir y por el otro lado la ventanilla en la oscuridad. No entiendo nada.
Llegamos a Concepción, muy temprano en la mañana, esperaba poder conversar mientras aguardábamos aArmando que nos iría a recoger. Bahir no me prestaba atención, me decía:
—Espérame un rato. —Se levantaba tratando de divisar aArmando, no lo encontraba, volvía a sentarse y casi en seguida se volvía a levantar, como siArmando no lo podría encontrar. Bahir, alto de estatura, piel blanca por sus antepasados polacos usaba una campera naranja fosforescente difícilmente se confundiría entre mestizos andinos. Luego llegó Armando, nos llevó a su casa, desayunamos y luego fueron llegando los amigos. Estábamos en septiembre, finalizando el invierno, sentía mucho frío. Sentado delante del ventanal y el frio chocaba mi espalda. Luego de un silencio casi ceremonial, Bahir dijo:
—Estamos entre creyentes —no entendí a qué se refiere con creyentes— Cuando necesitan ayuda, —continuaba— ¿a quién piden: al guía, a Dios, ¿a su dios interno o al cosmos? —Pregunta muy rara en esos ámbitos, y cada uno iba dando sus respuestas. Mientras tanto un frio muy raro me acontecía iba recorriendo mi espina dorsal y al mismo tiempo, desde la base, dejaba de sentir la espalda como una especie de entumecimiento con el acostumbrado hormigueo, pero sin rigidez, no sentía la espalda, comenté lo acontecido y Bahir me dice:
—Siéntate acá junto a la estufa para que te calientes. —Así lo hice y cuando me tocó el turno de responder a la pregunta contesté:
—En las situaciones cotidianas, pido a aquella imagen guía que siento es como mi par y me acompaña aunque en situaciones difíciles pido al dios de mi niñez —eso salió sin pensarlo, había renegado de una creencia en dios, mis experiencias con la religión al final de la preadolescencia, en una escuela católica, fueron muy malas y siempre decía burlonamente “gracias a Dios soy ateo”,
aunque en ese momento conecté con mi niñez y veía a Dios en todas partes, era un dios benevolente, un dios comprensivo, un dios cercano, no en las alturas; pude ver también la confusión entre aquella relación, que siempre estuvo en mí, con otras situaciones que — ahora entiendo— no tenían nada que ver con mis profundas creencias, mezcladas con una religión que me fue impuesta. Sentí al dios que estaba en mi interior y también estaba afuera. No era un dios externo que creaba todo, sino que al ser dentro y fuera, arriba y abajo lo mismo. Todo era parte de la conciencia y la mente. De alguna manera estaba todo conectado, no había diferencia.
En el momento de conexión profunda la insensibilidad de mi espalda cubrió todo mi cuerpo, esa supresión sensorial permitió fundirme con todo, con lo ilimitado, con Dios mismo, una situación en que es imposible narrar lo ocurrido porque era en un tiempo-espacio eterno.
Ese dios que era todo, que habita en cada ser humano, en su interior y también estaba afuera: en esa ventanilla de un viaje en plena oscuridad, en aquel que me ayudo para emprender el viaje, o aquellos otros en las barricadas que creí impedían mi avance y por el contrario la reforzaron; en ese que pide ayuda y en el otro que lo da; y está también en esa mañana fría de invierno o en la cálida de verano; o donde aquel que llora por la pérdida de un ser querido o ese otro que ríe por el nuevo nacimiento. Un dios no personificado, del que todos en alguna forma lo somos. Un dios que se expresa desde todas las intenciones; y no se encuentra en un templo, o en religión alguna y se expresa coherentemente en toda acción que acrecienta la unidad. Se encuentra en el interior de cada ser humano y es lo que hace que seamos humanos.
Una gran alegría me sobrecogió, y no puedo explicar todo lo sucedido. Era ver el inicio y el final. En un solo instante ver la eternidad. No sé qué me aconteció, era como de Borges no El Aleph en un sótano, ni había que fijar los ojos en ningún escalón, solo había que mirar en nuestro interior. 1 No se dio en un lugar sagrado ni tomé ningún brebaje de iniciación, se dio en una “reunión
1 El Aleph es un cuento de Jorge Luis Borges donde describe que este es un punto en el que se puede ver todos los puntos, el multum in parvo (todo en uno). Había que verlo desde la posición boca abajo y fijar la vista en el decimonoveno escalón.
cualquiera” y con una pregunta de lo más extraña. Sentí una energía que subía a borbotones como agua desde el plexo productor hasta la coronilla, luz, mucha luz y me brotó una emoción que no podía contenerla; llore, lloré y luego abrace a Bahir, él solo me dijo:
—Estaba esperando este momento, —y me abrazó. Hasta el día de hoy no tengo muy claro que pasó y me extraña lo que dijo, solo sé que la eternidad pasó por mi mente en un instante. Fue una experiencia fuera de este tiempo y fuera de este espacio.
Terminó la reunión y Bahir salió corriendo porque se atrasaba a su tren, de hecho, se atrasó y en el auto tuvieron que alcanzarlo en la siguiente estación.
Pueden pensar que esta historia es tan solo un cuento de fantasía o tuve alucinaciones cenestésicas inducidas por las condiciones climáticas y ambientales que me llevaron a estados alterados de conciencia, otros desde el misticismo pueden relacionarlo con trabajos tántricos y algunos cabalistas podrían asociarlo a un contacto con el (ein sof). Sea como fuere, tuve ןיאףוס 2 una experiencia no habitual que me da la certeza de que existen otros espacios y tiempos mentales, que todos están en mi interior y que son tan o más válidos que los que ahora estoy percibiendo, que el tiempo y el espacio no existen en sí mismos. No siento que me produjo una ampliación de mi nivel de conciencia, ni tampoco una mayor comprensión de lo fundamental. Lo que si comprendí es que vivo en lo cotidiano y habitual y estos hacen parte del camino real a lo trascendental.
2 Ein sof significa literalmente en hebreo infinito. Representa lo innombrable, lo inconmensurable, se lo puede llamar Dios como el Todo supremo y absoluto. Según la cábala del Ein sof se emanan las energías que configuran las sefirot que forman el árbol de la vida.
Rompe el silencio sus alas
El mar despertó en la alberca de mis manos: libre, travieso e infinito, que huye intempestivamente por la comisura de mis dedos y se aloja en el corazón de una caracola, donde puedo oír su alucinante murmullo.
Aún sigues dormida bajo la sombra celeste de la brisa, bajo el torbellino de hojas secas que ha levantado tu letargo; bajo las huellas del reloj que marcó tus pasos en la tibia arena y se han detenido a mirar de cerca el ocaso.Quisiera entender por qué huyes del vientre acrisolado que acunó el espacio para tus alas, por qué te refugias tras la garúa que resbala por las dalias y te desvaneces bajo los pies de la distancia. Pero sigues ahí, adormecida en tu indiferencia, que ha empezado a crecer musgos sobre tu cuerpo.
Una mariposa revolotea sobre mis sienes y se detiene a contemplar la rosa azul que despertó cuando corrías presurosa tras los pasos del olvido, buscando hallar en su vórtice vacío alivio a tus respuestas, a tu martirio, a tu delirio.
¡Despierta ya mi princesa! ¡No dejes mis palabras flotando en el ángulo gélido de , la locura! ¿Acaso murió la pasión como un relámpago en medio de la playa?
Todavía no entiendo cómo llegaste a quererme con tal vehemencia que me regalaste un minuto de tu vida para vivir atado a tus costillas sempiternamente.Yo era un simple vagabundo, un histrión triste que divagaba por la playa, un fantoche de la histeria que en algún rincón tocaba las cuerdas de una guitarra.
Tú, en cambio, eras la luz destellante de todos los astros, en tus ojos ardía el fuego de la vida, en tu sonrisa nacía a cada segundo un segundo de alegría y a tus pasos florecían los gladiolos.
Eras un raudal desbordante de ternura, la paz que mataba en mi alma el tedio que la envolvía, y te cubría de besos sin evitar que las lágrimas maceren mis mejillas.
Una noche de febrero tomaste mis manos y señalaste al cielo, había muchas estrellas rosas y una luna de marfil en su centro.
—Lo que puedes ver, sentir, amar y soñar: el sol, la arena, los zafiros, los árboles que cobijan tus penas, las aves que dan armonía a tus mañanas; todo eso lo creo un ser infinito— musitaste despacio en mis oídos.
Me enseñaste a rezar el Pater Noster, a convertir cada lucero en una oración. Por primera vez tuve fe y creí en la eternidad, en aquel espíritu traslúcido que se refugia en algún lugar del universo. En el alma que fuga del cuerpo inerme y en la soledad que se desvanece en el eco de las alas.
En una tarde gélida de agosto, cuando el invierno golpeaba con furia los cristales de las ventanas y el calor de la chimenea abrigaba los fantasmas de la casa, mis manos curiosas se deslizaban por tu vientre, descansaban en tus senos y se internaban en tus muslos.
Derramé cien uvas sobre tu desnudo cuerpo, cien besos devoraron tu piel y esgrimieron vino sobre tus labios, mientras mi lengua absorbía de tus pezones un licor a menta. Penetré tu infinito espacio y conocí de cerca aquel halo turquesa que dormía en tus ojos y escuché la frenética melodía que irrumpía tu pecho.
Jadeante de deseo, henchida de gemidos, la luna tuvo un orgasmo al contemplarte de espaldas agitando tus caderas sobre mi pubis…Pareces oír mis palabras, incluso una tímida sonrisa quiere despertar en tus labios. El alba ha vuelto a renacer en tus pupilas y siento tu mirada estremecer de ternura mi relativa calma.
El pacto AlexanderAngamarca
Me cri como hijo único en Loada, un pueblo é pequeño apartado de la ciudad y el ruido. El lugar era enorme, lleno de árboles frondosos y cultivos de maíz, un cielo azul extenso y poquísimas casas alrededor.
Debido al aislamiento me volví una persona solitaria, tímida.Al ver mis padres me enviaron lo a la ciudad a cursar el colegio, donde viviría con una tía. Pasados los años decidí quedarme allí y estudiar la universidad, por lo que dejé de ir al pueblo con la misma frecuencia de antes.
Mientras más viejos se hacían mis padres se volvieron más callads, como si no le gustase la os compañía o hablar con nadie más. olían decirme S que hubieran querido tener otro hijo, para que yo no esté tan solo, insinuaban que nunca dejaron de intentarlo.
Yo dejé de ir al rancho, incluso pensé en traerlos conmigo a la ciudad.Al menos así pensaba hasta que mamá se suicidó.Recibimos la llamada un martes por la mañana. Papá me contó con voz aterrada que había encontrado a mi madre colgada en la sala, en una de las vigas de madera. Mi tía y yo viajamos ese mismo día de vuelta al pueblo.
Al llegar l que fuera mi hogar, me sentí más a solo y desolado que nunca. En medio de una mesa enorme, en el centro de la sala, a que alguna vez l fue mi madrese encontraba cubiert por una a sábana blanca. Papá estaba sentado alrededor, junto a otras personas, habitantes del pueblo que le estaban acompañando.
Mi tía habló con los demás, dando las gracias por la compañía. Yo permanecí en silencio, temblando, sintiendo el frío del lugar durante todo el tiempo que duró el velatorio.
Cuando por fin todos se fueron, me acerqué a mi padre. Él reaccionó por fin, tomándome de las manos, pidiéndome perdón por lo que le había sucedido a mi madre mientras gordas lágrimas caían por su rostro. No entendí porque lo hacía, y siguió llorando con una pena inmensa hasta que mi tía y yo le llevamos a su habitación.
Una vez se durmió, regresé con mi tía hacia la sala y ambas acordamos ocupar cuartos distintos
de la casa, para descansar. Sin embargo, aquella noche no fue agradable. Soñé con mis padres, hablando con una figura oscura. Grité de terror.Al despertar, los vecinos y yo nos encargamos de llevar el cuerpo hacia el cementerio del pueblo.Mi padre no nos acompañó. Cuando se lo pedí, lo único que decía una y otra vezes “a viene”. Y Mientras caminábamos al cementerio, el miedo y la pena de llevar a mi madre me provocaron un sentimiento de soledad y extrañeza. Deseé no estar allí, pero no podía hacer nada más que caminar. Pero a medida que nos acercábamos no podía dejar aquel sentimiento, tan marcado. Mis manos empezaron a temblar. Deseé tener a mi tía cerca, decirles a los demás que algo no estaba bien, pero los vecinos, al ver que sudaba y parecía temblar profusamente, atribuyeron mi estado al dolor de la perdida.
Logramos llegar al cementerio y entonces el cura pronunció algunas palabras, ofreciendo la ceremonia. Cuando me santigü, sentí un é escalofrío recorriéndome el cuerpo. “No”, me susurró alguien al oído. “Tú eres mía”.
Aterrada, grité cayendo al suelo, llorando del terror.El resto de la ceremonia pasó rápidamente. Cuando por fin volvimos a casa, mi tía me acompañó, colocándome pañuelos en la frente, con agua tibia. Según me dijo, había sufrido un colapso, por lo que me pidió descansar.
Papá se encontraba en la sala, en silencio. Mi tía fue a traer la comida, un caldo de pollo, dejándonos a los dos solos. Entonces mi padre se levantó y me miró fijamente.
“¡Eres suya!”, gritó. “¡Tú eres suya!
¡Tú debiste tener hermanos!
¡D!” ebiste tener hermanos
Intenté decir algo, pero no atinaba a responder. Sentía miedo, miedo de lo que decía él, y escuchando el alboroto, mi tía acudió por fin a llevárselo al cuarto.Al regresar, se sentó junto a mí y me contó una historia, intentando explicarme que era lo que estaba pasando.
Yo nací como milagro, después de tantos intentos de tener un hijo por parte de mis padres el ; que yo haya nacido se consideró una bendición.
Dijo que después de tres abortos seguidos, ellos desesperados empezaron a preguntar por todas partes, a toda clase de gente, abandonando a los médicos y en su lugar consultando con chamanes, brujas, hechiceros, una serie de personas que les ofrecieron miles de soluciones distintas, una peor que la anterior. Ella sabía que preguntaron a mucha gente, y que después de alrededor de tres meses, mamá ya estaba embarazada. Nunca contaron como lo hicieron, cuál fue el método o como lo lograron, simplemente se sintieron felices de por fin tener un hijo.
Escuché y analicé sus palabras con toda la atención del mundo, mientras temblaba de terror al escuchar las tablas rechinar y el viento soplando.
¿Qué habían hecho mis padres?
¿Yo era producto de qué, exactamente?
No resistí más y me eché a llorar, desconsolado, mientras mi tía se acercaba y me ponía en su regazo para tranquilizarme. Sin embargo, no aguanté más. Decidí averiguar toda la verdad de una vez por todas.
Sin esperar un segundo más me levanté del sillón, furioso, y corrí hacia la habitación de mi padre. Le tomé de los hombros, despertándole, cuando el viejo hombre abrió los ojos, aterrado. “Ya vino”, gritó, pero yo me adelante abofeteándole el rostro, exigiéndole que me explicase la verdad.
“Fue un pacto”, dijo entre balbuceos, “fue un pacto que hicimos tu madre y yo”.
Su mano vieja tomó la mía y se incorporó, sin quitarme la mirada de encima. “No podíamos tener hijos, yo quería hijos, ella también, no podíamos tenerlos e hicimos un trato”. Solo atiné a preguntarle con quién, a mirarle y decirle que continuase, que me contara toda la verdad. “¡El precio era otra alma!”, empezó a vociferar, “el precio era otra alma, otra alma como la tuya, ¡un hermano! ¡Él quería un hermano, otro hijo nuestro como pago por dejarnos tenerte!”.
¿De qué hablaba? in entender qu sucedía, Sé el continuaba diciendo lo mismo, atiné a preguntarle con quién hicieron el trato. “Lo hicimos para tenerte. Pidió un hermano. No pudimos dárselo. Él dijo que si no podíamos nos llevaría a todos”. Le escupí en la cara que me dijese quién era, con quién habían hecho el trato, él continuó con sus gritos. “Ya tu mamá no pudo
tener más hijos. Decidió irse en lugar de enfrentar las consecuencias. ¡Decidió irse la muy cobarde! ¡Decidió no cumplir!”
Entonces escuché un grito femenino, procedente de la sala. La voz de mi tía suplicó por ayuda. Miré a mi padre, sin saber qué hacer, cuando él aulló de miedo, aterrado.
“Con él”, dijo, señalando con la cabeza.
Entonces sentí una ráfaga de aire frío recorriéndome la nuca. Unos dedos largos, con garras, tocaron mi espalda, arrancándome un gemido de dolor. Grité, de dolor, de furia, grité de miedo y de pavor al ver como la sombra negra tomaba una forma demoníaca, enorme y sangriente, acercándose primero a mi padre y tomándole del cuello mientras apretaba hasta que la sangre salió a borbotones.
Me incorporé como pude, me moví intentando huir y logré llegar a la puerta, donde salí corriendo. El cuerpo de mi tía se encontraba allí, en la mesa donde antes estuvo el cuerpo de mamá, con una muda expresión de horror en el rostro. La ignoré, precipitándome hacia la salida, huyendo de esa sombra que me buscaba específicamente a mí.
Corrí en medio de la noche, gritando por ayuda, chocando con figuras oscuras y amorfas. Grité, orinándome del miedo, mientras sentía como algo o alguien me perseguía. No sabía que era. No quería saberlo. Corrí por entre el campo de mi rancho, que alguna vez fue mi hogar, y que ahora lucía destruido, viejo y sangrante. Hui, sintiendo a las sombras, presa del pánico, y sentí que lo había logrado cuando choqué contra algo y caí al suelo. Frente a mí se elevaba una pared formada por esas figuras oscuras y a mi alrededor, no vi nada más que sangré y negrura infinita.
Supliqué, diciendo que no era mi culpa, lloré, agonicé en vida, intenté resistirme, pero no pude hacer nada más que sentir la muerte cerca.
“Todas las deudas se cumplen”.
Eso fue lo último que escuché que decía esa voz monstruosa, mientras el mismo diablo me llevaba consigo hacia una oscuridad eterna.
Fuimos todas
El tiempo de la sangre ha llegado. El tiempo de acabar con todo.Armagedón es el nombre de cada una de nosotras, hartas ya de vivir bajo el puño de la violencia, espantadas, vilipendiadas, maceradas y con el espíritu aterrado. Lilith vuela de nuevo, tiene sed de venganza; sus gritos, tocata en fuga, nos levantan del camastro, rompen nuestras cadenas, y ella es quien nos abre la celda, quita el grillete, nos arranca las costras del dolor y el miedo.
Cada escoba será un arma, símbolo de que el insulto nos lanza hacia adelante, se convierte en herramienta para defendernos. Cada tacón puntiagudo, sobre el que nos miramos hermosas en nuestro caminar, en el que somos monumento de la belleza, la altivez para encender el deseo será afilado para la cacería y la persecución. Todo brassier en el que nos encontramos divinas, será mordaza, cuerda para maniatar, horca para la justicia.
Las mujeres sabemos usarlo todo. Nos hemos preparado. Por más de cinco siglos hemos sabido parir en silencio, sazonadas en la sangre y el fluido. Tuvimos que aprender a llorar en silencio, a educarnos a escondidas, a morir sin molestar a nadie, y ahora logramos encendernos.
¡Estamos hartas! El hartazgo es intolerable. Hemos sabido lamernos las heridas, y las heridas de los nuestros; nuestra lengua, jugoso objeto de placer antaño, servirá para lamernos unas a las otras sin empacho. Nos violan en la infancia, en la lactancia, en el vientre. ¿Qué de erótico tenemos cuando somos bebas y olemos a caca, mocos y leche materna? ¿Qué de erótico tiene nuestro cuerpo, la cortada, la enorme raja, que les alienta a penetrarnos así, cuando somos bebecitas indefensas? ¿Cuándo apenas gateamos?
¿Cómo despreciar el cuerpo hermoso de la hembra humana adulta, cárnica y fanerógama? ¿Cómo no poder encontrar luz en nuestra sensualidad, en nuestro saber querer? Prefieren lastimarnos en vez de disfrutar nuestra belleza, nuestra inteligencia, nuestras capacidades para el asombro. Porque ellos tienen miedo de nuestras capacidades, nuestra sensibilidad para atravesar el mundo. Han pretendido borrar nuestras huellas. Ellos nos quieren débiles, crecemos calladas, nos obligan a crecer silenciosas, quieren mantenernos domesticadas, inofensivas.
Nuestra raja primero, nuestra sangre luego, nuestro ano, nuestra boca. ¿Acaso nuestros huecos no sirven más que para ser hurgados noche y día, vida y muerte, dolor y quemadura? ¿Acaso no existe la piedad para nosotras? ¿La distancia y el respeto? Los huecos que tenemos, lo huecos que parecemos, no es
Adán Echeverría
todo lo que somos. ¿Creen que somos hueco sin memoria? ¿Somos simplemente espacio para la penetración? Ellos son los incapaces, los subnormales.
Hemos aprendido a amarnos entre nosotras, a querernos sucias, y agresivas si es necesario; a querernos musculosas, a reconstruir nuestro cuerpo, grasa por músculo, grasa por músculo, nada débil, ni nuestra risa, ni el tono de nuestra voz; nada que les haga creer que somos la debilidad encarnada, nada que les haga pensar que no regresaremos el golpe. Aprendimos a armarnos entre nosotras. Juntas somos arma de destrucción, si es necesario. ¿Quién nos nombró mujer? ¿Quién nos definió como el complemento del varón? Fueron ellos.
Ahora los huecos de ellos también se llenarán de dedos, escurrirán sangre, se llenarán de dildos, de palos y bates, de todo lo que sea posible introducirles.
¿Acaso piensan en lo que siente una niña de 0 años, una niña de 1, 2, 3, 4... 14, 15, 16 años, cuando meten sus dedos, sus manos, meten palos, botellas? Y cuando muerden su nuca, cuando azotan su puño contra los pequeños huesos que aún no terminan de desarrollarse. ¿Acaso imaginan su terror? Cuando las jalan del cabello, ¿las contemplan con agrado? ¿El cabello largo es vanidad o instrumento para el sometimiento? ¿Acaso tenemos que tener el cabello corto para no excitarlos?
¿Y quién nos cuida? Solo nuestras amigas pueden cuidarnos, solo entre mujeres podemos protegernos.
No nos cuidan los adultos de la casa, no lo hacen los adultos de la escuela, no lo hacen los adultos de la fiscalía, menos los perros policías, los lobos policías, los monstruos policías, los sarna—policía; porque ellos son quienes nos violan en la calle, en el carro patrulla, nos secuestran frente a sus narices y se quedan quietecitos aplaudiendo con la mirada; sus guiños dicen: Ellas se lo merecen.
Nos violentan en el transporte urbano, en las oficinas, en nuestras propias casas, ellos nos entregan a los secuestradores, nos dejan tiradas en los moteles, nos regentean; sabedores de la impunidad nos lanzan al desagüe, a la basura, nos tiran en la brecha, en el monte, para que nuestros cadáveres sean descarnados por las bestias y las aves de rapiña. Luego nos exponen en los medios de comunicación, vivas o muertas, sonrientes o desolladas. ¿Ellas desaparecieron? Ellas fueron levantadas, secuestradas, asesinadas. Ellas, siempre ellas, ¿ellas se lo buscaron?
Los recuerdos de la mujer que ha sido violada, del ataque, de la farsa, permanecerán toda la vida en su
memoria, en el olor de su cuerpo, al cerrar los ojos, presas siempre del insomnio y del terror, siempre perseguidas por el cuerpo de los violadores, mientras que a estos malditos apenas les dan 15 años como máximo para que sean sustraídos de la sociedad. Luego los liberan —reformados, dicen con cinismo— y vuelven por nosotras, al tomar el autobús, al ir a la escuela, al bajar del metro, al caminar por las calles iluminadas, al andar en grupos. Los violadores, los depredadores sexuales, presumiendo que se cogieron a cuanta niña pudieron; ahí, usando el músculo para doblegar maricas, sacándose la reata para hacer que otro hombre de barba crecida y rasposa se la meta en la boca, y les haga terminar. Precarios hombres hechos apenas para la eyaculación y para nada más. Habitan el interior de nuestros párpados y tenemos que mirarlos al cerrar los ojos.
El tema para los hombres tiene que ser siempre llenarlo todo de semen, en el semen se les escapa la vida, en el semen sitúan su hombría, eyaculan como la máxima victoria; en la expulsión del semen basan su creatividad, en ello se fuga todo deseo de permanencia. Toda su maldad apenas les alcanza para lastimar mujeres y niñas y ancianas, maricas, transexuales, pubertos. Creen que el semen que lanzan sobre la mujer, sobre la anciana, sobre la esposa, la novia, la amante, la hija, la ahijada, la prima, o cualquier maricón sobre el que quieran correrse, es la marca de su hombría: “Me he cogido a tantas, ¿y tú?” Para enfrentar a otro varón los muy cobardes usan armas. Y usan armas igual contra nosotras.
¡Basta! Devolveremos el golpe, devolveremos la punzada, devolveremos las penetraciones, los empalaremos si es necesario; los levantaremos del culo por las calles, para que todos los vean. Para que los niños rían con su cobarde mirada, con sus súplicas.
En tu casa, en tu familia, iremos a buscarte; derribaremos las puertas si es necesario, arrancaremos penes, morderemos brazos, lanzaremos granadas sobre todos aquellos que intenten violar a una mujer, apretaremos los cuellos, los envenenaremos por abusar de un niño o niña, por lastimar a una anciana, por robar o secuestrar a una jovencita.
Este es el reto y el punto final. La línea que no deberás cruzar. ¡Entiéndelo! Esta es la claridad del pensamiento. No habrá camino de regreso, no importa la cárcel, nada importa ya, quemaremos edificios públicos. ¡Estamos hartas y asaltaremos las oficinas que guardan violadores! ¡Las iglesias que someten pensamientos! ¡Las diputaciones que se asocian con los pornógrafos y los giros negros!
Es la hora de la sangre, se acabó el lagrimar en silencio, siempre aguantando.
Días después de este discurso que fue leído durante la toma simbólica de la Comisión de los Derechos Humanos, para convertirla en Casa Refugio para Mujeres Violentadas, se pudo leer la siguiente nota en los periódicos:
“CDMX. Marzo, 2020. Mujeres encapuchadas entraron a un Centro de Readaptación Social y asesinaron a 15 hombres que habían sido acusados y encerrados como violadores. Tuvieron acceso a los expedientes de los presos, pues una de ellas, que trabajaba ahí como psicóloga, les había pasado la información, y acordó con los custodios permitir su ingreso. La Secretaria de Seguridad Ciudadana investiga los perfiles de estás mujeres sospechosas; particularmente el de la psicóloga que les ayudó desde adentro; quien actualmente se encuentra prófuga. Se ha solicitado a un juez libere la orden de aprehensión, según informó el vocero de la Secretaría, luego de visitar su domicilio y no dar con ella. Las presuntas asesinas actualmente siguen libres, y no se sabe nada de su paradero”.
¡Ya lo ven! ¡Tengan miedo!, cuiden a sus hijos varones, cuiden cada cosa que digan, cada cosa que escriban. Somos marabunta, somos jauría, somos cardumen, piara, manada; somos la muerte que se cierne sobre las ciudades en busca de los penes colgantes; somos caníbales furiosos, rosas envenenadas, brasa que jamás podrá extinguirse. ¡Estamos hartas! ¡Claro que buscamos venganza! ¡Claro que ya no queremos el diálogo! ¡Estamos hartas! ¿No lo entienden? Todo ha terminado. Se acabaron las mesas de trabajo, las buenas intenciones que a nada conducen. La niña deAzcapotzalco fue la última mujer violada sin una respuesta violenta; desde ahora, por cada mujer habrá 10 hombres muertos; empezaremos por los propios, los más cercanos. No se planeará. Sucederá.Así, sin alharaca, y no podrá detenerse.
Cada una de nosotras tiene la libertad y la consigna para atacar cuando así lo desee. Ellas lo saben. Todas lo sabemos. No necesitamos que lo entiendan, queremos que lo sientan en la carne. Aléjense, reconstrúyanse, reedúquense o aténganse a las consecuencias de sus propios actos, de sus decisiones.
No hay hombres inocentes, no hay penes inocentes, no hay miradas de varones que sean inocentes.
¡Muerte al varón! Seamos íncubo, bruja; seamos hoguera que lo incendie todo!
Sobre de Sandra Araya Salvajes
La reciente obra de la quiteña, Sandra Araya, contiene 10 cuentos en 123 páginas. Publicada en julio del 2022 por el fondo editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, la obra es la primera de la colección Exosfera. Colección que despierta nuestro interés ya que entre sus objetivos está dar cabida a obras de ruptura y a voces novedosas tanto del Ecuador como de Latinoamérica.Araya, sin duda, es una escritora que merece estar en ella.
Lo primero que se evidencia al leer Salvajes es el concienzudo cuidado por el estilo narrativo, así como la construcción sintáctica y metafórica bien elaboradas. Sin embargo, entendemos que la literatura no es solamente forma. En el fondo, la narrativa deAraya sumerge al lector en la angustia de la soledad más omnímoda, y lo hace bien.
Las temáticas centrales que nos expone Salvajes son la muerte, la soledad, y la misantropía. Varios de sus relatos narran las consecuencias de la paranoia que generaron el COVID-19 y la cuarentena en el 2020. En sus cuentos, encontramos a individuos que se enfrentan a sí mismos, a su locura, y a sus angustias. Estos relatos son la expresión del aislamiento que se vivió en la pandemia: Casas que se refugian en lugares remotos, familias solamente de mujeres, un niño imaginario que se vuelve real, relaciones incestuosas, el suicidio de una bisexual promiscua, entre otros.
Si somos ligeros, podríamos decir que la obra se trata de una recopilación de cuentos de la cuarentena; pero eso sería burlarnos de la profundidad de la obra. Estos cuentos retratan la psicología que se torció durante los peores meses que se vivieron en la pandemia. El libro deAraya no cuenta la anécdota de los cuerpos muertos en las veredas, o de quienes agonizaban en los hospitales; prefiere contarnos la ansiedad de aquellos que fueron aplastados por el aislamiento obligatorio.
“a quien podría interesarle leer mis opiniones sobre el arte de otros mientras la realidad, afueraafuera-afuera, se erigía, adentro-adentro, como más perturbadora que cualquier ficción”. (Araya, 2022, p. 48)
Aunque nos gustaría reseñar todos sus cuentos, tomaremos algunos como base para exponer los temas de la muerte, la soledad, la paranoia y la misantropía.
El primer cuento de la antología es ,Cabeza una especie de relato de postguerra que nos adentra en la angustia de una cabeza que despierta sin cuerpo, a la cual, la muerte no le llega pronto. El cuento produce una singular extrañeza: “Seguía siendo él, aunque de su cuerpo no quedara sino su cabeza. Él era una cabeza, nada más, con conciencia y capacidad de pensar, recordar y considerarse aún una persona”. (Araya, 2022, p. 14).
El relato recuerda a , de Julio Acefalía Cortázar, solo que al revés. En el de Julio, el hombre andaba sin cabeza por la avenida de Mayo y reencontraba todos sus sentidos; en cambio, en el de Sandra, la cabeza no se mueve.Al final del relato, la cabeza recordará el motivo que la separó de su cuerpo.
Mater es el tercer cuento. En él, la protagonista, soltera por decisión propia, decide irse a vivir con su madre y su tía en el período de cuarentena. Para soportar el encierro, la protagonista y su madre juegan a alimentar y criar un niño imaginario mientras tienen que lidiar con una plaga de hormigas. La cuarentena le obliga a la protagonista a repensar la vida que pudo haber tenido y que no tiene.Apensar en lo distinto que fuera su vida si hubiera tenido un hijo. Hijo al que decide parir con el pensamiento; y al que deberá cuidar.
Un hombre cualquiera, sexto relato, cuenta la historia de una mujer que busca al asesino de su ex pareja para asesinarlo. Lo que en un principio parecía un ajuste de cuentas, una venganza por la pérdida de ese amor, se convierte en una obsesión extraña que parte de dos dilemas: primero, la protagonista comienza por confundir a todos los hombres que encuentra a su paso con el hombre que asesinó a su marido; y el segundo, no busca asesinar al asesino de su esposo por simple venganza.
Todos los hombres son el mismo hombre para la protagonista. La muerte, al fin y al cabo, no discrimina a ninguna persona, lo mismo hacen los virus.
Hermanas es el segundo relato de la obra. Narra la historia de una niña preadolescente que viaja con su madre y sus hermanas a la casa de campo de una tía para pasar la cuarentena. La niña presiente, sin embargo, que un plan incestuoso se había pactado para que ella y sus hermanas se reprodujeran con los hijos de la tía, por lo cual decide huir: las hermanas, después de todo, aparentemente habrían aceptado aquel destino. Mientras atraviesa el bosque, imaginando que su tía y sus primos la persiguen, encontramos en la protagonista un personaje misántropo que prefiere la compañía de su propia mascotaporque eso es lo poco que se lleva- a la relación con los demás seres humanos. La protagonista es la alegoría de la desconfianza que generó la pandemia en las demás personas. La protagonista busca aislarse a sí misma para salvarse, incluso de su propia familia.
En conclusión, Salvajes es una obra nacida de los sentimientos más perturbadores de la pandemia. Como su nombre lo indica, al aprisionarse por la cuarentena, los seres humanos se convierten en seres primitivos que desarrollan pensamientos psicóticos, seres salvajes buscando escapar del encierro.Al fin de cuentas, lo que sucedió durante la pandemia fue que, para muchas personas, el virus no era el enemigo real, sino el vecino, el familiar más cercano, e incluso uno mismo. El COVID-19, fue solo una excusa para explotar la oscuridad en el ser humano.
La réplica
Enrique cree que sabe todas las cuestiones del romance gracias a la experiencia que adquirió desde joven con amiga, vecina, pariente o sss desconocida.s galante, cortés, educado, bien s E vestido, detesta las discusiones, es buen vecino, colaborador, considerado. a hecho de las H apariencias su carta de presentación y de la mentira su profesión, cree tener su matrimonio bajo control.Lleva casado quince años con Anabel, su enamorada del colegio, la única que le aguantó traiciones, plantones, indecisiones, e hizo del perdón una costumbre. a típica mujer que L tenía como único objetivo llegar a casarse, tener hijos y cuidar de su hogar. Pocas veces le ha dado disgustos. uando quiso estudiar en la C universidad, como si eso le sirviera para criar hijos, o cuando quiso compartir tiempo con las amigas, que, aparte de todo, eran unas chismosas y “locas”. Él lo sabía por experiencia. Otra fue cuando se le ocurrió trabajar, como si eso fuera para las señoras. Enrique le dejó muy claro que nada le hacía falta, que él le había dado un apellido que cuidar y el prestigio de su señora madre, de sus pulcras hermanas, de su respetada abuela, en fin… Sí, todas ellas honorables.
Por el contrario, él sí le daba dolores de cabeza, y con lágrimas en sus ojos le había pedido perdón incontables veces, cuando ya era imposible ocultar un desliz, porque algún enfurecido e indignado marido, o novio, lo amenazaba con explotar el chisme.
Enrique presumía percibir en las mujeres lo que les pasaba, conocer los puntos débiles de las damitas tener un radar para identificar sus estados ; de ánimo no tuvo la capacidad de ver que su ;pero mujer se esfumaba cual espejismo y que dejaba de ser su perro fiel. o cabía en su cabeza que ella, N quien solo se interesaba en las recetas para la cocina, que nada más salía al mercado y a la iglesia, que apenas se vestía para estar en casa, y que nunca se maquillaba, pudiera poner los ojos en alguien más. o prestó atención a la Enrique n primera insinuación que le hizo un amigo.
Había visto aAnabel en cierto lugar, con cierta persona, pero era improbable, impensable, pues, según él, ella no tenía el derecho de regresar
a ver a nadie, ya que él fue su gran amor, su primer y único hombre.Además, quién se fijaría en ella, con ese físico. Había subido de peso… Aquién se le iba a antojar ella, que solo sabe hablar de criar guaguas. Entendió que ese comentario del amigo era el producto de la envidia, pues se había levantado a una compañera de trabajo, en la que los dos estaban interesados.
Nunca imaginó que enAnabel despertarían escurridizos sentimientos, que le hiciern mirar su a monótona vida como algo incompleto. Que todos los años de soledad, ausencias, desencantos y traiciones, le abrieron los ojos.
Estaba tan embebido en su vanidad, nrique e que cuando la amante de turno le dijo que estaban a la par con su mujer, se enojó tanto, que incluso le mandó un par de insultos antes de dejarla sola en el motel.
Ni siquiera se dio la molestia de observar a su esposa, de reconocer si algo en ella había cambiado, un corte de pelo, ropa nueva… No reparó en que hac meses ella no discutía como ía antes, cuando él no quería intimidad. No se percató de que ya no había reclamos cuando él no quería llevarla a algún evento social de su trabajo o de sus amigos. Ya ni le decía nada cuando llegaba a las cinco de la mañana. Enrique creyó que, por fin, después de tantos años,Anabel había aprendido cómo eran las cosas. Estaba perdido en su ilusión, pero claro, al fin llegó un buen amigo, qué entre copas en un bar, después del trabajo, le soltó la sopa y le curó la chuma con datos concretos, nombres, fechas y fotos, que coincidían con lo que la gente comentaba, decía y repetía.
Entonces, el hombre apacible, que jamás decía una mala palabra “en público”, ni subía el tono de voz en el trabajo; que todo lo conseguía bajo consenso, negociación y manipulación; al que admiran los suegros, al que buscan los amigos para solucionar las cosas, se descompuso ante las evidencias.
Llegó a su casa a las tres de la mañana, borracho de celos, con la cabeza llena de imágenes morbosas, creadas por su experiencia. Pero, sobre todo, con el ego herido. Entró en silencio. Cerró la puerta con llave. Miró que sus hijos estaban
dormidos antes de entrar a la habitación. Encontró aAnabel dormida. ¿Con quién soñaba? Seguro no era con él. ¿Quién le daba esa paz? No debe ser su conciencia.
La levantó con un grito: “¡perra!, ya sé con quién te revuelcas, ¡zorra!”, le dijo, y de un jalón la estrelló contra la pared, mientras le recalcaba lo sucia, inservible, vaga, gorda, fea, mala amante que era. Ella apenas pudo pedirle calma. Intentó defenderse, lanzó unos manotazos, pero él dejó caer sus ciento cuarenta y cinco libras en un puñete, que la aturdió. Le propinó raudos golpes mientras le decía: “e das asco, mis hijos no te M merecen, por caliente. ¡Qué más querías, maldita zorra, mojigata! Miren la santa puta que me resultó. ¡Te voy a dejar en la calle, mantenida! ¡Te voy a quitar los niños, mal parida! Ni los viejos de tus taitas te han de recoger por zorra, ¡oooooooooooooooooorra!”. Z
Fueron las últimas palabras antes de salir de la habitación e ir a dormir al cuarto de visitas. Anabel tardó unos minutos en darse cuenta de que lo inevitable sucedió. La realidad la golpeo más de lo que ella podía imaginar, e hizo que volviera a la tierra. Postrada en el filo de la cama, esperó a que amane. Se levantó sacando ciera fuerzas de donde no las hay. Se lavó la cara. Casi no había huellas de aquel terremoto físico. Levantó a los chicos, les preparó el desayuno, entre el silencio y el miedo, esperando que Enrique no se desp. Les dio un beso en la mejilla y ertara encomendó sus vidas a los ángeles.Antes de que salieran de casa, les susurró al oído que los amaba como nadie más los amar, que todo estar bien. íaía Salió presurosa a la iglesia con la única idea de hablar con Dios.
A las seis y cincuenta en punto llegó a la iglesia; ya estaba abierta pero desolada. “Mejor” —pensó—. Se sentó despacio donde siempre, en la fila del centro. Suspiró. Cubrió su rostro con las dos manos y lo dejó caer sobre sus rodillas. Lloró, lloró mucho, lo hizo en profundo silencio, como solo una culpable lo podía hacer: con una carga de miedo e incertidumbre. Entre llanto y llanto, trató de hablar. Le quiso explicar a Dios lo que se supone que él ya debía saber. En ese instante, el miedo entró por sus huesos. La amenaza de su marido, de quitarle a los niños, la asustaba.
Desesperada, se postró nuevamente y clamó a los cielos por misericordia y perdón.
Enrique despertó con dolor de cabeza. De inmediato, pensó en las estrategias para cubrir su imagen, en cómo manejar este asunto. No entendía cómoAnabel pudo hacerle algo así. Ella, que no sería nadie si no fuera por el lugar que él le dio; ella, que tantas veces le rogó que no la dejara; ella, que solo debía sentir algo pr él. so le ardía. Y, oÉ también, el pensar que ahora él sería la comidilla del trabajo y de sus conocidos.
Mientras le preocupaban los comentarios a él y las burlas de sus amigos, de sus examantes, y de sus futuras conquistas, a ella le dolía el remordimiento. Se había mirado en el espejo y no encontró a nadie, ni a la sombra de lo que un día imaginó ser. Le dolía la culpa, pues algún día se permitió sentirse viva.
Todavía arrodillada, no se dio en el templo cuenta del tiempo transcurrido.Anabel levantó su cara empapada. En esos momentos, el dolor del alma era tan grande, tan fuerte,insoportable. Se tocó la barbilla con los dedos medio e índice, haciendo un ademán de trazar un límite para sus lágrimas. Levantó la mirada al cielo, como si esperara una respuesta y se le hizo difícil respirar. Tiró su cabeza hacia atrás, la recostó al espaldar de la banca, recordó las amenazas de Enrique, se levantó y salió apresurada.
En la calle un taxisonó . Por alguna la bocina esquina cruzó el vendedor de agua de sábila, con su carrito azul. La vendedora de leche, parada en la esquina del mercado municipal, gritó “la leeeeche”. Una viejita se escondía bajo un balcón de geranios, porque había empezado a caer la llovizna. Ese conocido bullicio del pueblo no hizo eco en Anabel, iba venciendo al miedo en quien cada paso. cómo explicaría a su familia lo Pensaba sucedido. ncontraba fuerzas para avanzar. Se E repetía a sí misma que a nadie nada, y que debía era inservible pedir o dar explicación: los golpes en su cuerpo le recordaron que la libertadduele. Desempacó la culpa, el desasosiego, las distancias. Se apresuró en ir al colegio y retirar a los niños. Son suyos y nadie se los quitaría. Cruzó la frontera para no regresar jamás.
La pasión de Javier y la última oportunidad de disfrutar el cine sin mascarillas Alex J. Chang
Lima, 15 de febrero del 2020
Un mes antes del inicio de la pandemia —15 de marzo del 2020— se proyectaría en la sala Carlos Oquendo de Amat, en la Casa de la Literatura Peruana, La Pasión de Javier. (Todavía peleamos una guerra contra el COVID-19; con los políticos de turno ni qué decir).
Muchos jóvenes entusiastas, la mayoría de ellos universitarios de entre 20 a 30 años, ilusionados por ver al gran poeta guerrillero. Un título que me infunde tanta rabia que desearía gritar y llorar sin parar. Tanta estupidez que contamino a las mentes más brillantes y a las almas más puras de nuestro país y de nuestra región (Latinoamérica).
Las primeras escenas te impactan por la fotografía y las luces, así como el performance de la dirección del film. Cabe resaltar que los juegos de tiempos, la estructura temporal/espacial, hace interesante la propuesta fílmica: el presente marcado por su decidido encausamiento guerrillero; el pasado marcado por la inocencia y la pasión de un joven soñador enamorado de la poesía, del cine, de la fotografía y de conocer Europa.
Comentario aparte merece la tragedia que muchos glorifican sin detenerse a reflexionar sobre ello: Es lamentable que un joven lleno de vida, de sueños y muchas ganas de hacer el bien a su prójimo terminará embarcado en una supuesta revolución social guerrillera que, después de muchos años, iniciándose con el Caso Padilla, descubriéramos que todo era una farsa, una patraña ideada por seres inescrupulosos. Fidel Castro, el Che Guevara y todos aquellos líderes de las revoluciones sociales, así como las dictaduras militares y civiles, han afectado el desarrollo latinoamericano (Y lo siguen haciendo).
Uno de las escenas más relevantes se enfoca en el recital de Javier Heraud junto a leyendas de la poesía peruana de la talla de César Calvo,Arturo Corcuera, Wáshington Delgado, Reynaldo Naranjo, Javier Sologuren (Que más adelante le propone publicar su primer poemario, ). La mayoría de los asistentes, sobre todo El Río jóvenes entusiastas y amantes de la buena poesía, en unísono coro: «¡Wao!, ¡oh!».
El tiempo sigue transcurriendo durante el film. Me detengo a contemplar, dejando brevemente de lado mi atención a la cinta, las luces apagadas, las sillas dispuestas en filas y columnas en forma cuadrada, el proyector, los parlantes con sonido de calidad, las personas aglomeradas reunidas sin mascarillas, protocolos sanitarios, sin el miedo a tocarse, ni de temer a infectarse por un virus que pronto vendría al país: COVID-19.
Tantos aplausos por las huevas. Mejor dicho, es preferible bajar las cabezas y golpear nuestros pechos de tanta desgracia que hemos creado. No hay orgullo. No hay nada que celebrar: un joven tan talentoso; un poeta, un intelectual y un gran ser humano que pudo dar mucho más en vida murió a los 21 años.Así cierra esta película de Eduardo Guillot mientras lloro sin parar y conteniendo la rabia: «¡Maldita sea!, ¡malditos todos aquellos que aplauden sin pensar en el sufrimiento ajeno! Esto fue una salvajada, no fue un acto de heroísmo. Esto fue un engaña muchachos».
Mi banca GabrielAranís
Sentarme a disfrutar del velo del sol en esta gélida ciudad es frotar las manos para hacer algo más de calor los días de lluvia que llaman verano. También los hay claros, donde el sol tiene la amabilísima bondad de esparcirse. Hoy el sol ha coqueteado con la luz. Vine al parque, las gentes varias de disímiles países andan o corren, según la razón de su estancia. Veo a la esposa que trae al niño casi bebé para que juegue con su padre en un rato libre de su trabajo. Trae comida y trae calor.
Los árboles no hablan, el aire calmo no los anima; la luz pide permiso tímido entre los más juntos. En los caminos de piedritas se disimulan -grises pero nítidas- planchas de cemento que celebran nombres que supongo afamados como desconocidos ante mí. Un grupo de tipos se reúnen y hablan algo bulliciosamente, la tardía agitación y sus ropas deportivas delatan algún partido jugado.Alrededor las hojas se frotan con un leve ritmo sensual, la tarde ha envejecido.Algunos perros jalan a sus amos, otro alturado respeta el trote e incluso el lento galope de la anciana que lo ha invitado a su andar reflexivo.
Unas manos gigantes han abierto un espacio del cielo y la música en mis oídos pinta con el color celeste del firmamento claro estas imágenes. Sentado y quieto la vida es una escena con cámara en mano.
La excepción, eventual como todas por ser lo que son, es ahora un gato llevado con escaza disciplina por una chiquilla.Agitada intenta darle un tono perruno a la escena. Parece casi lograrlo.
No puedo contener las ganas de tocar al gato, el encanto de la secuencia apurada me transmite una antítesis emocional. Cruzo unas palabras amables y de permiso con la dueña para evitar ser invasivo, extiendo mi mano; lo espero y él me quiere sin conocerme.A veces me pasa eso. Diré que hoy hice un amigo. Me despido de la chica, miro con mayor interés a mi fugaz compañero. Pasa afectivo despidiéndose a través de mi mano derecha.
Camino casi recobrando la quietud. Nuevamente el camino de piedras al lado de mis pies deja pasar visitantes, unos conversan y ríen, luego aproximan los callados de pasos apremiantes. Los árboles se ven más oscuros, las luces se encienden gentilmente. Veo el camino que rodea el parque, desde aquí; sentado en mi banca de hoy.
Poética de la flor escarlata
(Apuntes sueltos de poesía para la clase del seminario visionario de la Iglesia del Amor de Cristo de Tsukuba)
Desde hace cuatro años vivo en Japón.Aquí me pidieron dar una clase sobre poesía para los niños de la iglesia cristiana. Tienen un proyecto de escuela que recién ha comenzado y me invitaron a un ciclo que llama “seminario visionario”.Aunque el grupo es aún pequeño fue un buen reto hacer una clase en japonés y fue muy estimulante hablar de las metáforas y lo que he descubierto de la poesía en mi vida. En resumen, hablé de dos vías: la de la metáfora o hiyu () y la de la 比喩 contemplación al estilo del shasei, es decir, el 写生 pensamiento imaginativo y el pensamiento contemplativo.
Y como es importante hablar con el corazón y desde la experiencia les dije a los niños que Dios da la poesía para sentir el paraíso en la tierra. Por estos días me ha llegado la inspiración de hablar de estas cosas, lo que se llama comúnmente una “poética” y preparé unos apuntes para el seminario visionario.Aquí lo comparto.Aunque el contexto es cristiano, bien creo que es válido como una poética del arte en general más amplia y espiritual. Es lo que yo le dije de corazón a los niños y niñas, entre ellos algunos con verdaderos talentos artísticos.
Poética de la flor escarlata
1.Sólo hay una cosa eternamente bella y es Dios. Pero ¿por qué existe la belleza?
2.Si el mundo no fuera bello, si Dios hubiera creado un mundo feo, no conoceríamos la alegría del Paraíso.
3.Si el mundo fuera aburrido, gris, sería una cáscara vacía y los hombres no sabrían dónde reconocer a Dios. Reconocemos a Dios cuando vemos todos los colores.
4.Si la altura del mundo fuera la superficie, los hombres intentarían ponerse por encima de Dios.
5.Todos los artistas han hablado de altura y profundidad. Pero ¿sabemos lo que eso quiere decir? Dios es alto y profundo al mismo tiempo,
pero sólo está a un paso de distancia del corazón que le busca.
6.Tú diles a tus hermanos y hermanas: Dios es la persona que te muestra lo que hay en el fondo del pozo, así que ¿qué hay en el fondo del pozo?
7.Dios es la persona que te muestra lo que hay en la altura del cielo, así que ¿qué hay en la altura del cielo?
8.Ángel de la poesía. El arte que tiene amor nos recuerda la creación, nos muestra el paraíso y nos inspira a la alabanza. Por eso el Espíritu anida en el arte. pues el Espíritu siempre anda explorando nuevas formas de construir su casa.
9.Si eres artista, desea la belleza a tu prójimo.
10.Si lo haces, encontrarás bajo la lluvia la verdadera flor que nunca muere.
¿Tradición o experimentación? Ambas.
A Dios le deleitan las grandes obras del pasado, pero también se deleita con las obras del futuro pues él es la fuente de inspiración de las grandes obras que aún no se ven.
¿Qué necesita un artista para sobrevivir en el mundo?
1.Valor.Atrévete a estar desnudo sin abrazar la pena en tu corazón. Un verdadero artista se desnuda. Piel y huesos desnudos. Desnudo hasta del tiempo y el espacio.
2.Una locura por la luz del Espíritu. Esto es como una sed por conocer a Dios más allá del tiempo, la cultura o el idioma. Es como la luz de una estrella que ha viajado millones de años a través del universo.
3.Pasión y energía. La energía del espíritu es el combustible del talento.
Y “el que tiene talento, tiene talento, estrellas que brillan en el cielo”, decía el poeta Enrique Verástegui.
4.Saber para quien trabajas y de dónde proviene la inspiración. Encuentra las joyas de la creación en tu alma.
5.Conviértete en un campeón de la luz y lucha contra la falsa belleza. Esa es la libertad del arte.
¿Cuál es el secreto de la poesía? (que yo he descubierto)
El secreto de la poesía es la creatividad y así se desdobla:
En la cultura de Occidente.
El pensamiento imaginativo = fuerza imaginativa.
El símil (chokuyu, mitate)
La metáfora (hiyu, inyu, tatoe)
Poeta = profeta (ya en la época romana)
En la cultura de Oriente.
El pensamiento contemplativo = fuerza contemplativa.
El shasei (captar y plasmar aquello que se ve en la realidad) 写生
日本美術用語辞典、。 p. 289
Poeta = observador a través del corazón (desde el Manyōshu)
Érase una vez que se era un saurópsido escamoso, de esos que suelen habitar en las regiones tropicales centro y sudamericanas, así como en islas del mar Caribe, aunque no se sabe exactamente cómo es que llegaron, o bien, de dónde surgieron y a dónde fueron: nuestra protagonista ignora si sus ancestros originalmente se hallaban en Honduras y de ahí nadaron hasta Cuba, o Puerto Rico; o si más bien se encontraban en La Española y de ahí nadaron hasta Venezuela. Por supuesto que debieron haber seguido las corrientes marinas, o si en lugar de nadar (no parece que alguna vez lo hubieran hecho debido a la conformación física de sus extremidades) simplemente entraron al mar y dejáronse llevar por las olas, aunque ¿con cuál motivo? Huyendo de un depredador, suponemos; pero, ¿qué depredador sería tan espantoso como para que una iguana costarricense se arrojase al mar para amanecer en las costas de Trinidad y Tobago? Y amanecer es un decir, porque dicho viaje supone varios días de trayectoria y depende, en gran medida, de la fuerza del viento, el embate de las olas, y otras cuestiones que nos son ajenas para efectos del presente escrito, pues carecemos de conocimientos tanto de meteorología, como de zoología. Por ello es que nuestra amiga Iguana, a la que llamaremos con el genérico nombre de “iguana”, por tratarse de uno de estos animales, se presenta con una etopeya y no con una descripción de sus rasgos físicos y que lo hace a través de quien esto escribe y no de otra forma.
Asimismo, cabe mencionar que le llamaremos “iguana” porque desconocemos su nombre real; es decir, su nombre iguanesco, si es que cuenta con alguno. Suponemos que sí, para poder diferenciarse entre los miembros de su propia familia tan siquiera. Lo que pasa es que, aun con todísimos los adelantos tecnológicos, digitales, científicos y virtuales que hánse llevado a cabo hasta la fecha, a nadie se le ha ocurrido un traductor humano – iguanés. De esta forma, seguiremos ignorando el lenguaje de estos reptiles por toda la eternidad.
Decíamos (más bien escribíamos) que érase una vez que estaba la señora (o señor, lo mismo
Héctor Efraín Ortega
da) iguana recostada sobre una piedra, habiéndose colocado un dedo en su nariz (o más bien lo que parece ser su nariz), o con la nariz colocada en uno de sus dedos, dependiendo del punto de vista con el que se le vea, pues no es lo mismo apoyar la barbilla en la mano, que presionar la mano sobre la barbilla, por poner un ejemplo.Así que después de más de cuatrocientas palabras, aún no sabemos si el dedo va hacia la nariz o si la nariz va hacia la mano, por lo que resulta estéril toda esta perorata, que nos distrae del verdadero quid de la Iguana: pensar, reflexionar, sumirse en profundas cavilaciones apoyada en la piedra que citamos más arriba, acerca del porqué de su existencia. Todos nos preguntamos ello en mayor o en menor medida, alguna vez en la vida; por lo que no encuentro una razón de porqué debería ser diferente en el caso de una iguana (o de cualquier otro animal). El hecho de que no puedan expresar sus tribulaciones en ningún idioma conocido por los humanos, no las hace menos reflexivas y pensantes: tienen un cerebro, pues; que no lo utilicen para cuestiones políticas, filosóficas o artísticas como lo hacemos nosotros, no las hace inferiores en el círculo de la vida.
Decíamos entonces que la iguana apoyaba uno de sus dedos en su nariz, recostada sobre una piedra, en posición reflexiva (¿existe una posición reflexiva? En otra ocasión abordaré este interesantísimo tema) pensando sobre su existencia. Preguntábase acaso en cuál de los dos extremos, el derecho o el izquierdo, mascaría en esta ocasión su escarola; es decir, la verdura que le proporcionaba los nutrientes necesarios y precisos para su subsistencia y que, venturosamente, había hallado en un claro del bosque en que se encontraba. Frente a ella, estaba la escarola y un poco de tomates salvajes y repollo. Una ensalada, dirían los seres humanos, pero para nuestra iguana llamada “Iguana”, resultaba todo un festín, a sabiendas de que –iteramos– requiere de entre un treinta y un cuarenta por ciento de plantas ricas en calcio para seguir en este derrotero llamado vida. Y es que no cualquier vegetal es bueno para la subsistencia, qué caray. También entre reptiles hay exigencias gastronómicas.
Su principal preocupación estribaba en decidir con cuál de los lados de su mandíbula debía masticar sus sagrados alimentos. Si lo hacía por la derecha, como recomendaban las reglas de urbanidad; o si bien lo hacía por la izquierda, como estaba acostumbrada. La disyuntiva estribaba en si debía seguir las normas, o más bien la comodidad: algo con lo que múltiples seres humanos nos hemos topado a lo largo de nuestras vidas, ¿debemos sacrificar las reglas, las normas, la etiqueta y el decoro por nuestra comodidad personal, o, por el contrario, ceder a nuestros primitivos e iguanescos impulsos hedonistas por encima de lo bueno y lo correcto?
En estas profundísimas reflexiones hallábase la iguana a la que llamamos “Iguana”, quien no hacía otra cosa que apoyar uno de sus dedos en su nariz, o apoyar su nariz en uno de sus dedos, recostada sobre una piedra y contemplando las diversas yerbas, obsequio de la Naturaleza y que habría de comerse… pasarían varios minutos interminables decidiendo si lo comida debía de mascarla por el lado izquierdo, o por el lado derecho.
La iguana, quien representa a todas las iguanas y saurópsidos del mundo, miró hacia la izquierda, como era su costumbre, y después giró hacia la derecha, oteando si podría emerger algún depredador que pusiera en peligro no solo su vida, sino sus profundísimas cavilaciones culinarias. El viento movía las hojas y en lontananza un par de aves exóticas hacían sus habituales gorjeos; un mico colgaba de su cola, mirándola, a unos cuantos metros de distancia (aunque no pareciera interesado en el ágape que estaba a punto de degustar) y escuchábase el rodar de las piedras que traía el río y cómo el agua chocaba en ellas. Pero no parecía que hubiese ningún depredador, animal o humano, en las cercanías. Y esto era mejor y satisfactorio, pues podía comer a gusto e incluso, darse más tiempo para sus ensimismamientos sin la preocupación de verse interrumpida. Y así continuó con sus pensamientos alrededor del extremo mandibular por el cual mascaría la escarola, el repollo y los tomates hasta que al fin se decidió…
Demersales en A Mayor
La belleza de lo horrendo
Escuché a un tipo decir en redes sociales que lo mejor que podía hacer un hombre por su pareja era dejarla expresar toda su fealdad. Y tuvo todo el sentido para mí.Amedida que se me construyó como mujer, se me dijo una y otra vez hasta el hartazgo que era bonita, una y otra vez hasta que creí que eso era lo único que me daba valor, lo que definía mi identidad y me hacía ser aceptada y validada por los demás. De ahí, esta histeria insoportable de que no sea un absoluto. Hay una fealdad macabra que me ha habitado siempre. Desde que tengo memoria, una tristeza profunda vive conmigo, la tristeza de quien se sabe diferente, de quien piensa profundamente y observa el mundo sin prisa.
A partir de escuchar a ese hombre, entendí el por qué de la obscuridad en mi poesía, por qué lo sórdido se hace presente una y otra vez en mis textos y en todo aquello que creo. Es el yo oculto, ése que nunca fue aceptado, intentando reconocerse y aceptarse a sí mismo.
No hay otra cosa que anhele más que la oportunidad de que los seres tengamos espacios seguros para ser sin miedo a ser juzgados, sin pánico ante la desaprobación y el rechazo, sin miedo a que nos tengan miedo. Somos reales y lo real es carne cruda, no está maquillada por el artificio del concepto de belleza que hemos creado en colectividad. La belleza, en realidad, lo habita todo porque la belleza es la poesía y la poesía está también incrustada en la melancolía, la putrefacción y la decrepitud. Todo cuanto existe está cargado de signo y promesa, cargado de vida. Solo hace falta detenerse a extraer cuidadosamente el néctar que posee todo lo perceptible.
De esta forma, me declaro y acepto que no solo soy hermosa sino que también soy horrenda, que los celos son mi mayor enfermedad, que soy violenta y descarnada, que no tengo piedad, que no confío ni en lo inerte, ni en lo vivo, ni en mi sombra que poseo garras por uñas, colmillos por ;
dentadura y serpientes por cabellos, que mis golpes pueden ser fulminantes y que sí, soy capaz de matar.
Y a medida que hago esta declaración, el terror encuentra su lugar en el mundo y se asienta, se ha calmado. De estar gritando y acosándome, ahora que dirijo la atención a él, se ha quedado quieto. No sabe qué hacer bajo los reflectores. La fealdad es un niño inquieto que solo quería un abrazo para tranquilizarse porque de tanto que había sido ignorado no tenía otros recursos para hacerse ver.
Daniel, es un hombre que me ofrece ese espacio en el que puedo romper en llanto y verme azul-gris, o volverme traslúcida, ser una arpía que lanza fuego por la boca que corta cabezas y luego vuelve a pegarlas a sus cuerpos ya arrepentida. Daniel es paciente y amoroso e intento dejar que también sea feo y abrazar su fealdad. Intento dejar que se corte la piel y los cabellos en un arranque de frustración, que se destripe a si mismo sin saber qué hacer con sus propios órganos, que corra de un lado a otro en medio de un incendio colosal.
No hay nada más hermoso que poder ser horrendo, repulsivo, aterrador, suicida, carne y cañón, el filo del arma, un lobo hambriento en luna llena y ser inofensivo a fuerza de ternuras.
Noveno Piso
Antinatura
Los rayos de sol alumbraron tres cuerpos en la cama. Como melodía de fondo, tres respiraciones agitadas.
—Taita, le amo— dijo Salomé.
—¿Cómo le vas amar?... Él es tu padre, exclamó la madre.
Alo que Salomé respondió:
—Él es mi hombre.
Se hizo un silencio.
Entonces el comandante Mora gritó:
—¡Dios mío qué he hecho!... ¡Ya basta!
Las dos féminas respondieron a una sola voz:
—Váyase, no lo necesitamos. Usted nunca ha sido necesario.
Se cubrieron con las cobijas y se volvieron a escuchar las risitas.
El hombre tomó una toalla de una silla; temblando, con las manos sudorosas, se cubrió de la cintura hacia abajo, descendió a la planta baja y en la sala se encontró con una sombra.
—¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí, carajo? —inquirió Mora.
—¿Cómo que quien soy?... SoyA.
—¿CuálA? —exclamó con enojo el Comandante.
—Tu amigo de la niñez. Aquel que te esperaba fuera de la escuela. Quien te defendía de los más grandes. Y me sales con eso —contestóA.
—No me acuerdo.
—¿Adónde vas sólo con una toalla?
—Si pudiera, me iría al infierno. Pero antes, debo pasar por donde el cura.
—¿Acaso peleaste con Leonor?
—De esa infeliz no quiero saber nada. No pronuncies su nombre.
—Ummm… seguro te enojaste con la Salomé.
—Hijue madre. Mi flor… mi flor.
—¿Piensas que lanzándote a la calle en el estado en el que estás, vas a cambiar el destino de las cosas? —preguntó A— Quédate aquí. Yo preparó ese jugo de sandía que tanto te gusta —comentóA
—No. Sólo quiero aire puro. Irme al fin del mundo. Me duele la vida. ¿Entiendes?Aquellas diablas. Aquí es el infierno. Tú me detienes. Mi vida es un purgatorio —gritó el Comandante.
—¿Cómo va ser un purgatorio? ¿No escuchas que están riendo de las pendejadas que haces? —inquirió A
JulioAlberto frunció el ceño y buscó la salida. Dio un portazo que hizo tronar las paredes. Sus pies pasaron pisoteando las flores del jardín. Comentó para sí “Desgraciado cómo no puede entender lo que me hicieron esas burras”.
Ale seguía:
—¿Por qué te vas?
—¡Déjame Carajo… no te metas! —gritó Mora.
—¿Cómo es posible que abandones a la niña?
—¿Quieres quedarte? ¡Quédate y púdrete en la inmundicia!
—Me quedaré a cuidar a tu esposa y a la niña.
—Desgraciado, hasta él quiere coletear con la vieja y la muchacha —masculló el Comandante
—¿Cómo voy a coletear con ellas? Realmente me insultas. Ya estoy harto. Ven acá es la última vez que te digo JulioAlberto. Regresa a la casa —exclamóA.
—Nunca. Prefiero morir en el calabozo antes que entrar a la porqueriza.
El comandante aceleró el paso y tomó por el centro de la calle.
─¿Adónde vas? ─preguntó A. El comandante Mora se mordió los labios.
Los vecinos miraban atónitos la conversación del Comandante consigo mismo.
Uno de ellos comentó: ─Venga… venga Don Pedro. Vea yo le dije: El hombre tiene pacto con el coludo, ya está hablando solo.
Don Pedro, el carnicero, contestó:
─Felipe. Siempre ha sido así. ¿No le ha visto jugando los domingos naipe en la mesa del jardín? Cuando gana o pierde pega unos gritos.
—¡Así será! —dijo Felipe
Don Pedro asintió con la cabeza y siguió barriendo la acera.
Los murmullos de los vecinos se fueron con la leve llovizna de aquella tarde de diciembre.
Sopa de letras
Vida, propósitos y la bienvenida a un año nuevo
Acto 1
Dormingo 11 de diciembre.
Hola amigos, les saluda David Sarabia; escritor de historias de horror, administrador de su propia empresa, docente universitario, columnista de esta columna en la revista literaria “delatripa”, poeta un poco y sobre todo loco.
En esta edición, no voy a escribir una reseña sobre algún libro, sino, más bien, voy a dedicar a dar unas palabras (casi dos mil), en especial y primero de agradecimiento a todos los lectores de la revista, quienes se dan un espacio de su valioso tiempo para descargarla o leerla en línea desde sus dispositivos; y un abrazo a quien lee mi columna sin perdérsela en cada edición. Si se les ha pasado algún un número, pueden buscar los anteriores en mi feis, en Fotos de David, o en academia.edu y los invito a leerla si es posible en su totalidad, ya que encontraran otras columnas y cuentos de diversos autores, con opiniones interesantes y propuestas artísticas buenísimas.
Y bien, ya después de los agradecimientos, quiero pasar a ese tema tan especial que es el fin de año que empieza el festejo para nosotros los mexicanos desde el 12 de diciembre hasta el 6 enero, conocido como el puente Guadalupe-Reyes, siendo éste, un rango de pura fiesta que inicia con posadas laborales, familiares y entre amigos para pasarla súper bien ─por cierto fui a una el día 10, y el dormingo 11 de diciembre estaba bien crudo escribiendo estas líneas; me tenía que recuperar porque en la noche fue el tradicional Rosario en casa de mi mamá, donde al terminar de rezar degustamos un chocolatito caliente en la víspera del día de la Virgen de Guadalupe, de quien somos fieles creyentes en mi familia─. Pasando las posadas siguen la fiesta de Navidad y la deAño nuevo, hasta culminar con el festejo del día de Reyes.
Como ven, es toda una reverenda pachanga el cierre de un ciclo en nuestras vidas. Un año comienza, para avanzar y envejecer, morir y renovarse – quién no recuerda la tradicional caricatura en los periódicos donde siempre aparecía un bebé con la banda de nuevo año y un anciano despidiéndose como el viejo año.Así somos.
Se está muriendo el año después de tanto festejo, dejando inconclusa muchas promesas y propósitos, para después, esa noche y al calor de los brindis y la algarabía ambientada por la música junto con el tronido de los cohetes, volvemos alzar la copa para nuevamente decretar los mismos propósitos u otros quizá más inalcanzables, mientras nos comemos con rapidez las doce uvas al compás de las campanas del reloj que anuncia la medianoche.
Y se reinicia el ciclo… Con la cuesta de enero sin dinero o endeudados, pero eso si, con la energía y la inspiración al tope para ir al gimnasio, o caminar por el parque, dejar el cigarrillo o lo que se haya prometido. Transcurridos unos días, todo vuelve a la normalidad. El gimnasio, bien gracias, hay que atorarle nuevamente a los taquitos y a las tortas que están bien ricas. Comienzan los malos hábitos, las personalidades tóxicas, la procastinación, y como políticos que prometen que van a combatir la corrupción ─que desde que era niño escuchaba eso, y la primera vez fue en mi escuela primaria cuando fue un fulano en plena campaña por la diputación federal. Ya se imaginaran, el cuate con micrófono en mano y en pleno acto cívico diciendo un discursos retorico, que los que éramos niños no entendimos ni
madres, pero igual le aplaudimos; lo único rescatable era que iba a combatir la corrupción─ , y al igual que nuestra gloriosa selección de futbol que juega como nunca y pierde como siempre, seguimos dando vueltas en ese círculo vicioso, del ya merito, hay pa la próxima, al cabo la vida es larga y la juventud se ha estirado como chicle con la nueva calidad de vida que nos ha regalado la ciencia, y también la auto psicomagia.
¿Y por qué pasa eso? ¿acaso estamos encerrados en una especie de bucle espacial donde giramos y giramos quedando estáticos en el mismo punto del universo? O tenemos que leer obligadamente el “Laberinto de la Soledad” de Octavio Paz, o la obra de Carlos Fuentes; novelas tipo tesis donde se sostiene que nosotros los mexicanos, como mestizos, somos huérfanos, productos de ser Hijos de la Malinche, producto de un español abusivo y una india violada, y, por lo tanto, unos huérfanos que caminan erráticos a la deriva por el transcurso de nuestra trágica historia repleta de saqueos e invasiones.
Le echamos la culpa al pasado para justificar el presente y fantasear con un futuro utópico.
Quizá sea que, después del transcurso de un año de tragedias, económicas como la inflación, el desempleo, o las de seguridad con crímenes al alza mientras los encargados del orden y la justicia comen a gusto sus tacos –iba a decir donas, pero eso son los polis gringos–. Para cerrar con broche de oro, la cereza del pastel; la eliminación de la selección mexicana en la primera fase del mundial. Aunque muchos quieran presionar, la del 78 fue peor, ya que no ganó ningún partido, recibió goleada y en aquel año las expectativas eran altísimas. En ese año yo tenía dos años de edad, y todavía me acuerdo. La neta, la selección de este Qatar 2022 desde un principio era la crónica de una muerte anunciada. No hay que reclamarles nada.
Por lo tanto creo, y con certeza, que los latinoamericanos somos demasiado fiesteros debido a tantas penas que pasamos, y como decimos en México, también de dolor se canta para tratar de borrar de la memoria las penurias viviendo en un constante festejo.
Acto 2
Lunes 12 de diciembre.
Me levanto como de costumbre a las 5. Mi horario predilecto, más durante el invierno, por el frío muchos siguen dormidos y el barrio en total silencio es cubierto por la oscuridad. Soy escritor matutino. Creo que después de haber viajado al mundo de Morfeo para regresar a la tercera dimensión, despierto con toda la pila cargada y con la mente inspirada por las vivencias personales, las lecturas y los sueños.
Lo primero que hago es prender la computadora, poner agua en la cafetera eléctrica y revisar el feis. Oh Dios, lme sale en el muro de noticias el post de un colega que anuncia que la escritora Violeta García nos ha dejado para irse al viaje sin retorno. No podía creerlo, tan joven, apenas se acercaba al cuarto piso de vida; era muy trabajadora; escribía cuento, poesía; era actriz de teatro, dramaturga, artista plástica y estaba estrenándose como flamante directora de su editorial independiente que acababa de fundar. Muchos sueños y proyectos se fueron con ella.
Me puse melancólico, triste; tuve la fortuna de tener contacto con ella, por feis – le compré un set con varios de sus libros: “Siniestro”, “Brujas”, “Suite pabellón Psiquiátrico” y “Autorretrato en Paisaje de Tinieblas” -, charlamos muy poco, nunca tuve la suerte de conocerla en persona –me han dicho que era bien buena onda, alegre y chambeadora– sobre todo lo segundo, Violeta García era un ejemplo de esa mezcla de talento y trabajo duro, el cual, la llevó hasta Sudamérica a presentar sus libros, como a Montevideo, Uruguay y a laArgentina. Pero bueno, la vida sigue para los que todavía estamos respirando y sobreviviendo en este mundo. Una de las cosas que podemos hacer para que las letras de una autora no se pierdan, es leyendo su obra, comentarla, recomendarla, y seguirle haciendo reseñas para que sea conocida por las siguientes generaciones.
Creo sin lugar a dudas que el tiempo pondrá a Violeta caminando junto aAmparo Dávila, como autora referente de las letras oscuras y terroríficas; a pesar de haber tenido una breve vida, vivió intensamente la literatura, dejando un puñado de libros para la posteridad. Su legado para las letras macabras mexicanas. QEPD. Ya no pude seguir escribiendo la columna.
Acto 3.
Martes 13 de diciembre.
¡Caramba! Ya tengo que enviar la columna. Proseguiré con las palabras de año nuevo.
Como les decía; tal parece que soñamos en grande –o imaginamos cosas chingonas como dijo el Chicharito–. Pero hay un detalle. Para que tales cosas sucedan, hay que atorarle y duro, sea cual sea el sueño. Tal parece, que nosotros los mexicanos queremos que todo salga por arte de magia, que la suerte siempre nos acompañe, y que, si es para nosotros, lo será. E igual para los propósitos, al ejecutarlos, terminamos quedándonos apenas en el comienzo del camino. Actuamos como si la vida nos perteneciera y tenemos en la bolsa asegurada que vamos a llegar a la vejez. Si tenemos veinte o treinta años, al mirar hacia el futuro unos cuarenta años adelante, lo vemos muuuuy lejano, pero, relativamente, es poco; en un santiamén ya estamos en él. Sí es que llegamos.
Como mi admirada Violeta, quien para preservar su legado tengo alguno de sus libros, se fue muy joven, al igual que otros artistas que dejaron sin terminar su gran obra de vida. Pero ellos, trabajaron incasablemente cada día.Así debemos luchar por lo que queramos conseguir, como si fuera el último de nuestras vidas, al cabo, que no sabemos cuándo nos va a tocar, y el cómo. Es preferible quedar en la línea y decir lo intenté que llegar al final y arrepentirnos de no habernos atrevido.
Vimos el final de este 2022, y tal parece que el panorama no pinta muy bien: en lo económico tenemos como pronostico más inflación debido a la flamante idea ejecutiva electorera de aumentar el salario mínimo – que eso por sí mismo es un tema largo y tendido, que aparte de la literatura de horror, las finanzas y la polca son mis otras pasiones -. La inseguridad ni hablar, la política de “abrazos y No balazos” se la pasan por el arco del triunfo; hace unos días, en el valle de Mexicali y San Luis hubo una balacera de más de una hora, hubo 8 muertos y como en las movies, los soldados y los polis llegaron cuando ya había pasado el peligro, llegando solo a levantar a los muertos, acordonar la zona y a contar casquillos.
¿Qué podemos esperar? Pues más violencia e impunidad. También tenemos una guerra en Europa que se ha extendido y esto también es un factor macroeconómico del aumento de precios, y a parte, casi es un hecho que EUAva a entrar en recesión, chale.
¿Qué podemos hacer? Primero, cuidar nuestros trabajos, controlar el gasto, no comprar cosas innecesarias, pasearse menos en el carro, tratar de ahorrar lo que se pueda; siempre es bueno tener un clavito para caso de emergencia, así sea en un botecito de aluminio o un cochinito de barro. También menos feis y mas books jeje. Hay que leer amigos, de preferencia en papel, ya que cuando nos conectamos con un libro físico, no es lo mismo que leer en el dispositivo, ya que en éste segundo tenemos muchos distractores, y la neta, mis respetos para los que leen en ellos con disciplina.
Y por antepenúltimo; tener un propósito, claro, decretarlo en el brindis en la doceava campanada, pero que sea algo alcanzable. Nada de que quiero ser millonario sin tener una maldita idea clara de cómo querer lograrlo, ya que de buenos deseos está hecho el mundo, y las metas no llegan por si solas. Hay que trabajarlas.
Ya por último les mando un fuerte abrazo y que tengan ¡una feliz Navidad y un próspero año nuevo 2023!
Les desea su amigo.
David Sarabia
San Luis Río Colorado, Sonora. Martes 13 de diciembre, 8:40 pm Con un cafecito bien calientito.
Proyecciones de la mente
La porción amarga del placer
En la cotidianidad de la vida existen pequeños momentos y cosas que proveen un agradable sabor al significado de estar vivo a esos ; detalles los llamamos placeres. Los hay de diversa índole, unos más extravagantes que otros, pero en esencia, son la misma cosa. n aspecto de U complejidad en nuestra consciencia que se sustenta en la simpleza, en cosas tan comunes que son fáciles de ignorar; tales como, tomar agua luego de estar muy sediento, dormir un poco, luego de estar extremadamente fatigado, hasta en poner en práctica la sexualidad. Suena lógico pensar en la existencia de la satisfacción como un medio de supervivencia, si tomamos en cuenta que el dolor es el medio en que sabemos que las cosas no están bien o incluso atentan contra nuestro bienestar, resulta natural ver el porqué todos los mecanismos que se aseguran de nuestra supervivencia como especie son placenteros.
Al pensar en ello podemos deducir que resulta algo instintivo, pero también lo que nos distingue entre una máquina biológica y un ser vivo consciente. Tal como decía Epicuro, "La clave de una vida feliz es acumular la mayor cantidad de placer y reducir al máximo el dolor". Y aunque la vida sabe a vida gracias a la inmensa diversidad de placeres, esta se ha vuelto en nuestra contra en muchos aspectos de la vida actual.
Epicuro decía que "No hay vida placentera sin que sea juiciosa, bella y justa, ni se puede vivir juiciosa, bella y justamente sin e placer. Aquien le falte esto, no le será posible vivir una vida placentera. El placer, entendido como el hecho de no sentir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma, es el principio y el fin de una vida feliz. Hay que reír al mismo tiempo que filosofar". Es ahí donde podemos notar, que existe una trampa en el deseo de evadir el dolor y sacrificio a toda costa. No es que el placer sea algo bueno o malo, es quien lo practica el que puede perderse a sí mismo. El mayor ejemplo de esta problemática es la
comida, que en buena manera nos ayuda a restaurar energías, nutrirnos y por ende seguir haciendo cosas tan básicas como respirar; porque todo en el universo requiere de un pequeño intercambio, incluso el proceso de digestión, por lo tanto, el hecho de que comer sea algo placentero y no doloroso como tal, nos garantiza el practicar como especie algo fundamental para nuestra vida misma.
Mucho se habla de la adicción a sustancias nocivas, y el cómo la búsqueda de placer en otros sitios resulta destructivo, pero poco se habla de la realidad que incluso como nación afrontamos, y es la adicción al placer de comer. Y no se trata de satanizar el acto, ni siquiera los mismos alimentos. Se trata de mirar más allá de nosotros mismos y entender que dicha realidad es un problema, no el placer en esencia, sino los vacíos emocionales en las personas que de manera instintiva buscan calmar su dolor con soluciones efímeras como comer. Si dejamos de satanizar las formas de los cuerpos, si entendemos que existe una gran diversidad en las formas, que están relacionados con la historia genética de cada individuo, podemos ver que los trastornos alimenticios se encuentran presentes en todo tipo de cuerpos. Es fácil decir, desde la comodidad de nuestra existencia, que las personas se condenan a sí mismas por elección, aun con conocimiento de causa como aquellos que están relacionados con las ciencias de la salud. Pero si nos separamos de nuestro ego y centrismo, es fácil ver que los cuerpos funcionan con base en su naturaleza, operando así su sistema natural de recompensa, placer y dolor. Por lo cual, toda enfermedad derivada de la compulsión por comer, debe ser
atendida de raíz como a cualquier adicción, y no solo con sermones baratos del buen comer, porque si el problema proviene de las bases que nos hacen ser humanos, entonces la raíz es más profunda de lo que imaginamos y se debe ahondar en ella como tal.
Matriarcadia: Separatismo
Amar a otra mujer. Utopías de domingo
En el marco del 25 N, el 26 de noviembre, en Ciudad Juárez conocí aAna María Trevizo, poetisa y escritora de la frontera, como se reconocen ella y Eliana Bernal.Ambas son escritoras independientes, feministas y llevan en su corazón y en sus letras la marca de lo que significa ser mujer juarense.
Fue ese día que conocí “Utopías de domingo”, deAna María Trevizo.
El libro tiene ilustraciones excelentes de Nancy Graco, quien identificó la esencia de cada poema e imprimió el sentimiento que los poemas nos transmiten. La edición es de alta calidad, el diseño de portada, la introducción y la corrección, salvo un par de acentos que se omitieron.
Es un libro que recomiendo leer en esta época en donde urge leer a mujeres, y sobre todo a escritoras independientes y más aún, escritoras fronterizas.
Y como en esta columna hablo de separatismo, inicio a criticar el poemario de cien páginas con perspectiva separatista.
Dice una máxima del budismo que el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. Yo confieso que , el primer poema de Desvelos “Utopías de domingo” me hizo no sentir dolor sino sufrir.
Quizá fueron las pócimas, el sentimiento impregnado, el uso del lenguaje, la identificación por medio de la empatía, o es simplemente que habla del amor entre mujeres, o quizá fueron todos esos elementos a la vez.
Recomiendo leer “Utopías de domingo” en domingo si les gusta llorar leyendo poemas o si trabajan jornada dominical, de lo contrario, léanlo en lunes.
En el poemario hay muy pocos lugares comunes, eso de: , fatal, la Hay finales necesarios emoción se me quitó con esa frase. Sin embargo, Ana María puede solucionar esa situación con más
lenguaje y más sentimiento. Lo que no volverá a ser jamás, porque así sucede con las mujeres. Me pregunto, ¿puede una mujer enterrar a la que ama o amó para que nunca vuelva de entre los muertos? Solo a los hombres se les entierra, y una nunca más regresa a ellos.Alas mujeres nosotras las dejamos libres, no las enterramos. Las dejamos y a los tres días nos conseguimos otra. Amar a una mujer es como amar a una hermana, a los hombres casi siempre los dejas y ni los extrañas.
Inventar lo que no existe: Los hombres que no existen se pueden inventar (a menos que haya un hombre como Robert Kincaid, que lo dudo), a las mujeres no hace falta inventarlas, ellas existen como queremos que sean y que existan. Los hombres siempre quedan a deber (Amenos que haya un hombre como Robert Kincaid. Kincaid, no Eastwood).
Abrazar la nostalgia. Una cama que queda grande, No querer suavizar la rabia. Estar bajo un árbol o afuera de una florería. Volver a donde se ama la vida. Los domingos de octubre duelen… Amnesia. El cabello pide café, y con los poemas llegan los recuerdos. La memoria del cuerpo recuerda, pero la memoria de la mente olvida. Las mujeres no hacen promesas sexuales, las cumplen sin decir. No dicen que aman a la otra, lo demuestran, pero no exigen.
Como sea, no volveré a leer Utopías de domingo, ya tengo mucho para sufrir; mi corazón y mi mente duelen. Me quedo con la poesía y el gusto de la literatura bien lograda deAna María Trevizo.
Interés superior
La paternidad según Pinocho
Con escenas gráficas y muy explícitas de violencia y crueldad de Guillermo del Pinocho Toro (2022), plantea aspectos de la paternidad que me parecen interesantes de enumerar.
El hijo por sustitución
Cuando un hijo o hija mueren el duelo se nos plantea infinito. El proceso de sanación es diferente en cada persona de la pareja. Esas diferencias pueden tornarse irreconciliables, es muy común que haya una separación, incluso si hay hermanos o hermanas mayores o si hay un nuevo bebé después de la pérdida.
En el Stop Motion de la plataforma Pinocho Netflix, Gepetto es padre de niño llamado Carlo, en alusión al autor Carlo Collodi, "Las Aventuras de Pinocho" (1883). No hay una figura materna; Gepetto es padre soltero, un padre luchón y entregado que hace todo con su hijo hasta que Carlo muere en un ataque con misiles a su aldea, durante la segunda guerra mundial.
Gepetto abraza su sufrimiento y se da al trago. Una noche de lamentación, un espíritu del bosque se compadece de él y le da vida a su última creación, recordemos que Gepetto es un habilidoso carpintero, que ha creado la marioneta de un niño con madera de pino. El espíritu del bosque piensa que Pinocho le podrá dar felicidad al afligido padre, pero la relación pronto se fractura debido a que el ser de madera no es como el hijo anterior. Carlo es el niño perfecto e idealizado y Pinocho no parece estar a la altura.
Pronto, sin darse cuenta, los padres comienzan a poner estándares inalcanzables al hijo o hija sustitutos. Porque no fueron concebidos como individuos, sino para ser el relleno del vacío que dejó la pérdida. No hay presencia que dure más que aquella que ya se ha ido.
Las personas que crecen como hijos o hijas sustitutos tienden a tener profundos sentimientos de ser insuficientes y buscarán aprobación a toda costa, inclusive de sí mismos.
La paternidad como carga
Pinocho es un niño diferente, no solo al hijo que murió, sino a todos los demás. Es inquieto, curioso, cuestionador, irreverente, imprudente e indómito.
Tal vez lo podríamos diagnosticar con un déficit de atención e hiperactividad. Gepetto en cambio es un padre, como muchos, obsesionado con quedar bien con los demás y seguirle la corriente a la sociedad. Para el Gepetto de la película de Guillermo del Toro, la paternidad se torna frustrante y cansada. No puede controlar a la marioneta viviente y en un arranque le hace saber a Pinocho que es una carga, y éste huye del hogar paterno.
Últimamente me he topado con muchos post, publicaciones, artículos, blogs y opiniones, sobre lo agobiante que es la crianza, los estragos que provoca, sobre todo, en la vida de las madres. Como algo casi imposible de llevar.
En una entrevista a una conductora de deportes, le hacen la clásica pregunta sexista; con motivo del mundial de fútbol, la cuestionan en como lidia con su papel de madre y sus viajes a las coberturas de eventos deportivos; digo sexista no porque sea una mala pregunta, todas queremos saber cómo lo hacen esas mujeres que consideramos exitosas profesionalmente, sino porque es una pregunta que nunca se le plantea a un hombre.
La conductora respondió de una manera que me dio mucho que pensar: "Yo no me permití adaptarme a mi bebé, mi bebé se tuvo que adaptar a mi carrera".
A diferencia de las que decimos que ser madres nos cambió la vida, ella plantea su maternidad no cómo algo transformador, mucho menos como una carga, sino cómo algo que simplemente se añadió a su vida.
Claro, buscó apoyo en otras mujeres, mencionó a unas nanas quienes son como de la familia y están con ella desde que nació su primera hija. Cabe destacar que nunca habla del papel del padre. Quizá porque culturalmente para muchos hombres la paternidad es solo una parte de su vida o de plano no pueden asumirla, siendo las madres las que asumen la carga. Pero no nuestro Geppetto, él va en busca de su hijo, aunque fracasa en el intento nunca deja de creer en que el niño regresará.
Sentirse una carga para los padres provoca sentimientos de culpa e inseguridad y le costará trabajo tener control en su vida adulta.
La autoridad parental
En el Pinocho recién estrenado no hay figuras maternas, ni femeninas, salvo el espíritu del bosque y la muerte, ambas compasivas, pero se quedan como seres inmateriales y lejanos.
Todo el entorno es masculino y marcial.
Dos personajes contrastantes con Gepetto y su hijo de madera son Podestá, funcionario del gobierno fascista y su hijo Candlewick siempre emulando e intentando complacer al padre. Gepetto es incapaz de controlar a Pinocho, en cambio Podestá ejerce un control parental estricto sobre su hijo, lo quiere hacer soldado y al ver la inmortalidad del niño de madera quiere lo mismo para Pinocho.
La isla de los niños perdidos de la versión original, donde los infantes se divertían, comían dulces y luego se transformaban en burros para ser explotados trabajando; Guillermo del Toro la cambia por un campamento militar. Dónde sólo existe la obediencia como en esta forma de paternidad autoritaria.
No darle espacios propios de expresión a los y las menores puede causar sentimientos de angustia, enojo e impotencia ante las situaciones que se presentan en la vida.
El control parental no es exclusivo del padre, muchas madres también la practican buscando que los hijos sean la imagen de sus deseos.
Sin embargo, la película se ve antigua, oscura, pasada de moda. Me parece que será difícil de conectar para las nuevas audiencias que ven el mundo muy distinto al planteado por Guillermo del Toro, en una aldea italiana durante el fascismo de Benito Mussolini.
Aunque el tema de las paternidades deja mucha tela que cortar.
F es de Fantástico
No hablaremos de muerte a los fantasmas
“Cuando todos los libros se extingan, ya no quedará un solo fantasma en el mundo”.
—Los fantasmas poseen una magia muy peculiar Daniel Centeno.
Cuando uno lee un libro nuevo se enfrenta a la incertidumbre: ¿Valdrá la pena gastar mi tiempo leyendo esto? La verdad sea dicha, nuestro tiempo en este mundo es finito, si le sumamos las horas que uno debe trabajar, dormir y convivir con la familia; el tiempo de lectura se vuelve un recurso preciado.Aveces abrimos una antología de cuentos y el primero es deficiente, entonces dudamos si continuar con el segundo o cambiar de lectura, porque todos tenemos un libro pendiente del que decimos: este año lo leeré.
Tal fenómeno no ocurre cuando conocemos la calidad del autor, no me ocurrió con Ken Liu, ni con Etgar Keret y ciertamente no ocurre con Daniel Centeno.Antes de leer “No hablaremos de muerte a los fantasmas”, había leído su cuento galardonado a nivel nacional “Noturo”, que me voló la cabeza. Una cátedra de construcción narrativa. Saber que el nuevo libro de Daniel Centeno sería publicado por Casa Futura, de quien he visto un gran trabajo de edición y promoción literaria, me animó a comprarlo.
El libro consta de veinticuatro cuentos distribuidos en 166 páginas, como su título lo indica, todos los cuentos van sobre fantasmas. Sin embargo, Centeno logra algo complicado de hacer, ya que cada texto tiene un tema y tono diferente, desde la nostalgia, el miedo a la muerte, el anhelo, la venganza, la amistad y un abanico de perspectivas del que se aborda el asunto de los fantasmas.
En su cuento: , el autor Las dos madres narra la historia de una madre soltera cuyo cansancio le impide dedicar tiempo a sus hijos. No estar es una formar de morir en vida y el autor utiliza la fantasía para abordar este tema, tan poderoso como identificable en muchas familias latinoamericanas.
En , Centeno nos Libros para fantasmas plantea la idea de que estando uno muerto tiene una eternidad para leer, no sólo eso, decide llevarla más allá diciéndonos que es posible que los fantasmas tengan sus propios libros y reglas. Tal como lo haceAssimov con los robots, Centeno nos entrega los mandamientos de los fantasmas.
En Los fantasmas poseen una magia muy peculiar, el autor nos presenta un cuento kafkiano sobre la magia de las palabras y el poder de la comunicación. Desde una perspectiva fantástica se aborda el tema de que en esta realidad que vivimos, ya sea una matrix o el universo 616, tenemos nuestra propia magia en el lenguaje que nos ha permitido ser la especie dominante, el pináculo del planeta y también su gran verdugo.
No hablaremos de la muerte a los fantasmas es un libro que disfruté y que leí en veinticuatro días, paladeando cada una de sus fabulosas historias.
Bajo el barandal
Viajar hacia el pasado y llamarse bicicleta Rebeca
Leer hoy en día no es muy común entre los mexicanos que apenas leemos un libro al año.La comunidad lectora a la que pertenezco leyó este año 12 libros, entre ellos: de Francisco El Diosero Rojas González, dicho material fue donado por el ICBC.
Así que el bimestre de noviembre-diciembre, "LetrasAmigas" tuvimos la magistral tarea de profundizar en uno en particular, El Diosero. Hicimos un viaje por las diferentes zonas geográficas de México, conociendo la etnografía, los usos y costumbres de la población indígena de nuestro país.Así como su lengua materna.
Conforme lo leía, las imágenes del México de antaño me iban permeando las fibras del ser, y quise investigar un poco sobre el libro y las opiniones de más gente, el escritor Manuel Cuen dijo en alguna publicación que este libro se leía de una sentada.
Lo que no mencionó fue aquellas escenas de desigualdad, del machismo y la forma clasista con que el autor nos hace saber su visión de las diferentes etnias del país.Me indigna de manera descomunal y aterradora cómo el autor narra cuando se trata de mostrar a las mujeres.
Nuestras ancestras vistas desde un punto clasista y racista. Por otra parte noté el uso de los modismos de las diferentes regiones del país.
Así mismo el uso del lenguaje poético, la estética bien cuidada al terminar los cuentos, aporta puntos a la obra, un libro que si bien intenta ser otro "Llano en llamas" no lo logra del todo. Hay situaciones de denuncia como en el cuento de, donde tratan a una niña. O la Loss novio forma que nos hace ver a la viuda en el cuento de L“p”o a triste historia de ascola Cenbio.
“Ay, pobrecito muchacho, fue abusado” me comentó un compañero, ah, sí, l pobrecito e hombre mató al marido de Marciana, mujer nada
Contáctame: roxi-07@hotmail.com
agraciada como la dibuja el autor, así sucesivamente retrata a las mujeres indígenas como unas bestias, como vacas lecheras.
Pero debo decir muy a mi pesar que es un libro de cuentos sobre las diversas culturas, el uso de sus lenguas maternas, su forma de ver la vida, la visión de la naturaleza y todo lo que Francisco Rojas González nos muestra como buen etnográfo que logró ser.
Lo que yo que considero sobre el título es la forma de narrar el machismo, y lo catálogo como un material de estudio para los que hoy investigan sobre la violencia machista, el clasismo, porque en el cuento se nota Lssq a vaca de uiviquinta bocajarro eso y más.
En el cuento de si bien nos hace reír Lta ona e introduce al lector de una forma divertida si lo , analizamos bien es una realidad mediática del machismo.
“Hicimos un machito” nos narra el autor en voz de la mujer y si hubiera sido niña y si se hubiera llamado como las gotas de agua en las hojas.Ala bicicleta Rocío o Rebeca o María, muchos la hubieran montado un claro ejemplo del , machismo y la verbalidad para minimizar a la mujer.
Pero quedémonos con la belleza que nos muestra el cuento que da nombre al cuentario El Diosero, dicha narración nos habla de los indios lacandones y los parajes llenos de vida y follajes verdes.
Con ese gran arcoris como una promesa de í seguir leyendo otros libros más, y encontrando a nuestras ancestras vistas con respeto y amor.
Ellas que nos transmiten la oralidad, nos muestran el sabor de los diferentes colores de México. omo una historia de familia que jamás C dejaremos de contar a través de los años.
Mi punto de risa
De Roberto no se habla mientras comemos
Uno de los mayores temores de las personas es a ser estigmatizados por la sociedad. Recuerdo tanto esos consejos familiares para “mejorar la raza”, para tener éxito en el campo laboral, para muchas cosas en la vida que en lo general, se centraban en cosas que ahora me resultan banales. En resumen, casi todo era para mantener las apariencias ante un público de vecinos y conocidos, ávido por devorar familias enteras a partir de un pequeño desliz.
Recuerdo a mi abuelo pidiéndome que me corte el cabello, porque los hombres respetables usan cabello corto, no tienen tatuajes y se visten pulcros. Recuerdo a un primo quitándose un arete que se había hecho recientemente, cuando supo que llegaba el abuelo de visita. Esos eran los secretos que los primos guardábamos a los abuelos y a los tíos, pero había otros temas de orden superior que de repente parecían más unas leyendas urbanas o como las famosas “creepypastas”.
Nunca hablamos del tío que vivió casi toda su vida en la cárcel por diversos motivos, quien en las pocas ocasiones que tuve la oportunidad de verlo, andaba huyendo de casi todo y todos. En pocas ocasiones platicamos del tío que todas las mañanas consume sustancias ilegales para poder, supongo, enfrentarse a la vida cotidiana.
Menos se habló de aquel tío político que sostuvo un romance con alguna de mis primas, ni del primo que tuvo una larga relación con otra prima. ¡Ay, se llevan muy bien! Solían decir las personas más grandes, con esa ceguera selectiva familiar en la que suelen velarse los asuntos más importantes.
Los secretos de familia tienen como función mantener el equilibro organizacional de la misma, pensada como un ente en el que
recibiremos apoyo incondicional y sin más cuestionamientos.
Pero todo esto nos lleva a pertenecer a familias que se convierten en casi unas mafias de engaño y apariencias sociales que van llevando a los integrantes a una tensión y rigidez emocional, de tal forma que pareciera que terminas perteneciendo a una secta, en lugar de un lugar de apoyo amoroso.
La familia es primero, suelen decir los más rancios. Pero vale preguntarse hasta dónde vale la pena poner por delante el reconocimiento social de un apellido o de un nombre; porque en muchas ocasiones, este estatus lo sostiene solamente un personaje perteneciente a la familia y la presión se multiplica a todos.
Cuando uno se empieza a cuestionar, llega la hora de tomar una de las decisiones más importantes en la vida, caer en el juego o retirarse a tiempo. Creo que ambas decisiones son correctas, siempre y cuando la relación costo beneficio sea mayoritariamente beneficio para quien continúa con el juego familiar, incluso abonando con nuevos secretos.
Porque, qué sería de una familia que no actualiza sus secretos cada cierto tiempo.
Yo aún tengo dos fallecimientos sin aclarar del todo, una duda sobre el origen de ciertos recursos y sobre todo, todavía sigo pensando qué nuevo secreto sumaré a los cuchicheos, algo que sea inédito en la tradición familiar.
Ya quiero que digan, de Roberto no se habla mientras comemos.
Nos vemos en el slam
Guns N' Roses y Caligaris compartieron
fin de semana en Mérida
En un solo fin de semana, Mérida fue sede de dos conciertos protagonizados por bandas aún vigentes en el escena musical, una por la nostalgia, otra por ir caminando de escenario grande a escenario grande.
El sábado 15 de octubre, por increíble que parezca, Guns N' Roses se presentó por primera vez en la capital yucateca, que en los últimos años se ha caracterizado por la cancelación de conciertos de bandas de alto calibre.
Entre la buena crítica, aplausos y “ya no son lo mismo”, el concierto de la agrupación estadounidense cumplió la expectativas con un lleno en el Centro de Espectáculos Montejo del recinto ferial Xmatkuil.
“El Bailazo del Año”, nombre que se le dio al evento, registró una buena venta de boletos, claramente caros, aunque a unos días aparecieron las promociones de 2x1 y hasta regalados por patrocinadores.
Un día después, el domingo 16 de octubre, la banda argentina los Caligaris nuevamente ofreció otro show en Mérida. Con sus canciones de cajón y nuevas, la agrupación armó una buena fiesta en el auditorio de la plaza la Isla.
No se llenó, a la mera hora quienes pagaron un boleto barato tuvieron acceso a zonas VIP para tapar los incomodos huecos en las fotos, pero esto quedó en segundo plano con el espectáculo ofrecido por una banda muy posicionada en México, tal como los Auténticos Decadentes y los Fabulosos Cadillacs.
Géneros diferentes, trayectorias diferentes y públicos diferentes, pero estuvieron en el mismo fin de semana en una urbe que no ofrece las expectativas de 'sold out' como en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
Las dos bandas estuvieron en el mismo fin de semana como si Mérida hubiera sido sede un festival musical, para no irnos muy lejos, a la altura del Vive Latino y Pal Norte.
¿Guns N' Roses y Caligaris en el mismo festival? Pones a la banda estadounidense como una de las estelares y Caligaris sin problema puede aparecer entre las teloneras y las del cierre en los escenarios.
Creo que más de una vez lo he dicho en esta columna y lo repito, Mérida merece un festival musical que se realice cada año. Es la ciudad del sureste mejor posicionada en la mayoría de los rubros positivos y creo que un evento así le hace falta a la capital yucateca.
Sé que es fácil decirlo, pero no hacerlo, al final de cuentas, se requiere a los empresarios que tomen el riesgo y las facilidades por parte de las autoridades.
¿Dónde hacerlo? El lugar esta construido y abandonado gran parte del año, me refiero a dicho recinto ferial. En su zona de juegos mecánicos claramente cabe un gran escenario,
el centro de espectáculos sería otro espacio para bandas grandes, el llamado “Teatro del Pueblo” sirve de sede para las que no atraen tanto público y las locales con público cautivo.
Lógicamente, limitas espacios, ya tiene zonas de restaurantes y hasta otras zonas para improvisar un cuarto o hasta quinto escenario.
Ojalá algún día Mérida tenga su festival y no le falte su slam anual.
d
o
n a t i v o s
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