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Entrevista

La Universidad de Cuenca reconoció a Cecilia Castro Ledesma y Gladys Eskola Torres, mujeres académicas destacadas que, a través de sus iniciativas han contribuido con la construcción de una sociedad más equitativa y respetuosa de los derechos humanos.

A lo largo de la historia de la Universidad de Cuenca, hemos tenido el privilegio de contar con el valioso aporte de destacadas mujeres catedráticas e investigadoras que han dejado una huella significativa en la formación de muchas generaciones. No solo han contribuido al avance del conocimiento y la investigación, sino que también han jugado un papel fundamental en la defensa de los derechos humanos, dentro como fuera de la universidad.

Un ejemplo son las destacadas profesoras Cecilia Castro y Gladys Eskola, con quienes tuvimos el honor de conversar sobre sus logros personales y académicos.

Cecilia, ¿qué le motivó a defender los derechos humanos dentro y fuera de la Universidad?

A diario se aprecia diversos tipos de violencia en la sociedad, en especial hacia las mujeres: femicidios, mujeres que migran en condiciones difíciles en búsqueda de mejores perspectivas de vida, mujeres maltratadas en el trabajo, niñas y niños insertos en la mendicidad, violencia simbólica en muchos ámbitos, violaciones, situaciones graves de aborto, madres que llevan solas la carga económica del hogar, personas con discapacidades solicitando caridad en las calles, ancianos, ancianas sin un techo que les proteja en sus últimos días de vida, personas que no pueden acceder a una atención mínima de salud.

Estos son algunos ejemplos que muestran el cuadro desgarrador de violación a los derechos humanos. Frente a ello, no podemos quedar indiferentes, es lo que me ha motivado para contribuir en algo en esta tarea de trascendencia colectiva.

¿Cómo fue trabajar con personas que presentan diversos grados de discapacidad?

Esta fue mi primera experiencia profesional: organizar un centro de rehabilitación para personas con diversos tipos de discapacidad. Para ello llevé a cabo una investigación sobre “Detección de casos de discapacidad” dirigida a 1 500 familias de la ciudad de Cuenca, lo que permitió viabilizar la creación del Consejo Nacional de Rehabilitación Profesional (CONAREP-Cuenca), que en la actualidad continúa su labor como CEPRODIS.

Esta fue una etapa de trabajo interdisciplinario para un abordaje integral de cada caso y para orientar el aprendizaje de oficios que sean útiles para sí mismos, la familia y la sociedad.

¿Qué significó haberse preparado en género, desarrollo y políticas públicas?

Los estudios en este ámbito constituyeron un gran espacio de formación para incidir luego en acciones importantes en beneficio de la academia y del entorno social. Hoy en día los estudios de género son una condición indispensable que contribuye a avanzar en procesos de cambio hacia la equidad, la justicia, la reflexión–acción en ambientes cada vez más amplios e inclusivos.

Una voz colectiva, una mirada cuestionadora desde la visión de género, permitirá aunar esfuerzos para combatir las inequidades de todo orden. De allí la importancia de desplegar programas y proyectos desde nuevas ópticas en donde el enfoque de género es fundamental. La educación superior es, en este contexto, una política de Estado que sirve precisamente para fomentar el progreso y desarrollo de la sociedad.

A raíz de esta preparación, ¿qué nuevas oportunidades se presentaron?

Desde la perspectiva de los estudios indicados consideré que un eje de fundamental importancia es la incorporación regular de la categoría Género, para promover gradualmente transformaciones en los más diversos ámbitos del quehacer académico y social con una visión estratégica de valoración justa al trabajo y aporte de las mujeres, su empoderamiento y autoestima. Tuve la oportunidad de ser parte de un equipo interinstitucional e interdisciplinario conformado por profesionales del Organismo Internacional de Cooperación Social y Técnica de Alemania (DED), de la Fundación SENDAS y de la Universidad de Cuenca, para organizar un evento puntual de estudios semipresenciales en género y desarrollo destinado a formar técnicos y técnicas con enfoque de género orientado a las provincias del Austro ecuatoriano, con una duración de dos años. Seguidamente mi interés se centró en que estos estudios se formalicen en la Universidad de Cuenca, consiguiendo para ello que se aprueben e instauren estudios de género en la Facultad de Jurisprudencia, Ciencias Políticas y Sociales de la cual formé parte durante varias décadas. Así se consolidaron dichos estudios en una Licenciatura en Género y Desarrollo.

¿Cómo fue el proceso para conseguir que los estudios de género se institucionalicen como carrera a nivel de Licenciatura de la Universidad de Cuenca?

Una vez concluidos los cursos puntuales destinados a técnicas y técnicos de organizaciones sociales, consideré indispensable que con este bagaje de experiencias y dada la importancia del tema, no debía finalizar ahí. Convencida de que los estudios de género hoy en día son una exigencia en las universidades, se procedió a realizar todas las gestiones conducentes a formalizar estudios permanentes en dicha temática. Trabajo en equipo que dio sus frutos y hoy sigue su marcha con profesionales jóvenes, mujeres y hombres, comprometidos con este objetivo.

¿Qué le motivó a buscar que esos estudios se institucionalicen?

Hoy en día los estudios en género son una apuesta de transformación en la construcción de referentes educativos de equidad, que contribuyan al desarrollo. Es necesario que se institucionalicen a fin de obtener en el tiempo, resultados que signifiquen propiciar cambios en los roles y relaciones de género.

La Universidad es la llamada a guiar estos procesos. La institucionalización de los estudios de género y desarrollo contribuye también a un posicionamiento del tema hacia la construcción y avance de políticas públicas con equidad.

¿En qué sentido constituye un aporte académico su libro “Investigación cualitativavisión teórica y técnicas operativas?

El cambio vertiginoso de la realidad social obliga a que la ciencia y el método científico realicen transformaciones basadas en una reflexión crítica sobre los paradigmas que lo sustentan. El enfoque cualitativo, sin menoscabar el valor de lo cuantitativo, permite un mayor acercamiento entre el objeto y el sujeto de investigación, recuperando y valorando la subjetividad como parte intrínseca de los seres humanos.

Este enfoque es fundamental, entre otros, para los estudios de género, pues permite adentrarse al mundo de las personas y percibir sus sentimientos, emociones, valores, tradiciones, etc., fruto de las culturas en que se desenvuelven.

Inquietud que me condujo a adentrarme al mundo de la investigación cualitativa y escribir el libro indicado, que hoy está siendo utilizado en las aulas universitarias.

En cuanto a los estudios de género, ¿qué se debería mejorar?

Considero necesario mantener un estrecho acercamiento entre todas las universidades e instituciones afines, para fortalecer distintos proyectos, intercambiar experiencias, actualizar conocimientos. Es importante también, crear nuevas maestrías y doctorados en el tema.

Vale la pena establecer alianzas dentro y fuera de la universidad, así como promover investigaciones científicas con enfoque de género en las diversas áreas del saber.

¿Qué significa para usted que un espacio de la Universidad de Cuenca lleve su nombre?

Una deferencia especial. Lo asumí a nombre de todas las mujeres que, desde distintos espacios, contribuyen día a día a la marcha y desarrollo de nuestra querida casa de estudios. Mi gratitud imperecedera a las autoridades universitarias, así como a compañeras y compañeros que llevaron adelante la iniciativa para visibilizar el accionar de las mujeres.

Como docente y fuera de las aulas, ¿cuál considera su mayor aporte?

Quizá el haber contribuido a la formación profesional de tantas promociones en Trabajo Social y Orientación Familiar, carreras que admiro y valoro en alto grado. Saber que quienes fueron mis alumnas y alumnos hoy se desenvuelven acertadamente en distintas instituciones públicas y privadas con actitud ética y profesionalismo.

Gladys, ¿cómo se interesó por la lucha contra la injusticia social?

Cuando era niña aprendí de mis padres y hermanos a reaccionar contra los abusos e inequidades. Entonces, el sentido de lo injusto se convirtió en actitud de protesta. Las vivencias de violencia política, a propósito de mi elección como primera subdecana de la Facultad de Ciencias Médicas, en 1977, me condujeron a ser parte de un frente de mujeres por sus derechos y a respaldar las causas populares por el derecho a la salud, educación, trabajo, entre otros.

¿Qué retos enfrentó al ser una precursora de los estudios de género en Cuenca?

Invertí los mejores esfuerzos creativos y de gestión para la fundación del Programa de Estudios de Género en el año 1998, junto con Doris Solíz Carrión, a través de compatibilizar las fortalezas interinstitucionales de la Universidad de Cuenca y la Fundación Sendas. El resultado fue la primera Maestría del país en Género y Desarrollo, que multiplicó con éxito conocimientos y prácticas sobre equidad y no violencia en nuestro medio.

¿Cómo describiría sus esfuerzos para fomentar la igualdad y la justicia social en la sociedad?

Como señalan Núñez, Fernández y Farné, investigadoras españolas, es necesario “pasar de la vulnerabilidad a la resistencia” sin victimización, ni pasividad, sino articulando resistencia y resiliencia desde una posición política originada en la comunidad, es decir, en una ontología social anclada en lo relacional y en la interdependencia, en lugar de aceptar la violencia y la injusticia ligada a soluciones ancladas a una ontología individual.

¿Cómo se involucró en la fundación de la carrera de Enfermería?

Fue en el marco de la colaboración interinstitucional entre las universidades Central del Ecuador y de Cuenca, la OPS/OMS y el Ministerio de Salud Pública. Como profesora de la Escuela Nacional de Enfermería de la Universidad Central del Ecuador, en el año 1968, acepté, junto a María Luisa Suárez y Ruth Rostoni, ser parte del equipo para la planificación curricular y puesta en marcha de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Cuenca.

¿Cómo ha evolucionado la carrera de Enfermería desde que se fundó?

En el ámbito académico y, a pesar de las escasas oportunidades de investigación, la carrera va integrándose a procesos de construcción de la epistemología del cuidado, siguiendo experiencias de países latinoamericanos y otros del mundo. No obstante, en esa dirección considero que hay necesidad de generar espacios de debate en torno a la formación humanista, comprensiva de las identidades, dignidad y derechos de los sujetos dolientes y sus contextos de vida.

¿Qué consejos les daría a las jóvenes que desean seguir sus pasos en la carrera de Enfermería, así como en la lucha a favor de la igualdad de género?

Procurar su preparación permanente en dirección a convertir la salud en derecho y no mercancía. Colocar en el centro de los cuidados a las personas como sujetos de derechos necesitadas de atención integral, segura, oportuna, respetuosa de su identidad y profundamente humana.

Asumirse como sujetos políticos, capaces de decidir, optar, cuestionar, tomar la palabra y resolver las situaciones del cuidado con autonomía profesional y relaciones multidisciplinarias.

¿Cuál es su mensaje para las generaciones presentes y futuras que desean seguir luchando por la igualdad y la justicia social?

Seguir resistiendo contra el ejercicio del poder en todo espacio donde se niegue oportunidades de desarrollo a las mujeres, donde persistan estereotipos que descalifiquen sus capacidades y potencialidades, donde se promueva la violencia de cualquier tipo, donde se conculque sus derechos, donde se niegue sus libertades, donde se silencie su capacidad creadora e invisibilice su presencia…

¿Cómo se siente que un espacio de la universidad lleve su nombre por su gran trayectoria y aportes?

Motivada y agradecida por la deferencia del gobierno actual de la Universidad de Cuenca de asignar mi nombre al vestíbulo de la Facultad de Ciencias Médicas, que rescata la memoria de las mujeres en la lucha y resistencia por los derechos y la dignidad humana, en el camino de construcción de la equidad de género y la no violencia.

Como docente y fuera de las aulas ¿cuál considera su mayor aporte?

Creo que la oportunidad de haber sido la primera subdecana electa de la Facultad de Ciencias Médicas y de la Universidad de Cuenca (1977-1979) me permitió una experiencia extraordinaria para entender los discursos y prácticas de la violencia estructural de la que emanan la violencia política, simbólica, y otras formas de negación de los derechos de las mujeres en la historia. En ese contexto, junto a otras mujeres, aporté en la formación de mujeres y hombres en la teoría política feminista y de género para construir una universidad y sociedad sin violencia.

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