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La Iglesia de Dios de la Profecía: Un movimiento que exalta a Cristo
La Iglesia de Dios de la Profecía será un movimiento mundial que exalte a Cristo, procure la santidad, esté lleno del Espíritu, esté abierto a todas las naciones, sea hacedor de discípulos, sea establecedor de iglesias y sienta gran pasión por la unión cristiana. La Biblia nos habla mucho de Cristo. Según las Escrituras, Él debe ser exaltado en la tierra y sobre toda la tierra, entre las naciones, sobre los cielos y muy por encima de todos los dioses. A Él le pertenecen la grandeza, el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Los cielos declaran Su gloria, y la voz de muchos ángeles incluso ahora están diciendo a gran voz: “Digno es el Cordero que fue inmolado para recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la bendición. Él es exaltado por ser la cabeza de todas las cosas, por los siglos de los siglos” (Salmo 46:10; 97:9; 1 Crónicas 29:11; Salmo 19:1; Apocalipsis 5:11, 12; Apocalipsis 11:15).
El Espíritu da testimonio de Cristo y lo glorifica. El Padre declara que Él es Su Hijo amado en quien tiene complacencia y dirige nuestra atención a Cristo con la declaración: “¡A Él oíd!”. Dios Lo exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que está sobre todo nombre. Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Juan 15:26; 16:14; Mateo 17:5; Filipenses 2:9–11)
Uno puede sentir el crescendo de exaltación cuando el salmista declara: “Engrandeced a Jehová conmigo y exaltemos a una Su nombre” (Salmo 34:3).
Entre mis preciados recuerdos está esta foto de mi nieta. Ella se olvidó de todo lo que sucedía a su alrededor y estaba perdida en la adoración (en la foto de arriba). Con las manos levantadas, magnificaba al Señor y exaltaba Su nombre.
Tal vez usted también se haya enriquecido espiritualmente al encontrarse con la presencia del Señor mientras lo exaltaba en adoración. ¡Es maravilloso! ¡Es glorioso! ¡Es indescriptible! Sin embargo, esto no lo es todo. Ser parte de un movimiento que exalta a Cristo y simplemente participa en experiencias de adoración como éstas no es suficiente. Como iglesia que exalta a Cristo, Jesús debe ser nuestro modelo, nuestro mensaje y nuestra misión.
Jesús, nuestro modelo
Hace varios años, asistí a una conferencia en la que el pastor D. James Kennedy de la Iglesia Presbiteriana de Coral Ridge fue uno de los oradores principales. Durante su presentación, él compartió una historia poderosa de Alejandro Magno, quien fue un hombre reconocido por su valentía.
Un día, Alejandro Magno organizó una “corte criminal” en el gran palacio de Nabucodonosor en Babilonia. Él se sentó en el gran trono dorado, pronunciando sentencias por los crímenes imputados a sus soldados. El sargento de armas traía a los soldados culpables y leía sus crímenes. Nadie podía librarlos de los severos juicios de Alejandro.
Finalmente, el sargento de armas trajo a un joven soldado y leyó su crimen: huir frente al enemigo. Alejandro no podía tolerar esta cobardía. Mientras miraba a este joven soldado, el semblante de Alejandro cambió de severo a suave. Él le dijo al muchacho: “Hijo, ¿cómo te llamas?” El joven dijo en voz baja: “Alejandro”. La sonrisa abandonó el rostro del rey. Le dijo: “¿Qué dijiste?” El joven se puso firme —“Alejandro, señor”. El rey gritó: “¿¡CUÁL ES TU NOMBRE!?” El joven tartamudeó y dijo: “Al ... Alej ... Alejandro, señor”. El rey agarró al joven por la túnica, lo miró fijamente a la cara, lo arrojó al suelo y le dijo: “¡Soldado, cambie su conducta o cambie su nombre!”
¿Qué significa ese nombre para nosotros? ¡Cristiano! ¡Seguidores de Cristo! Una iglesia que exalta a Cristo caminará como Él caminó (1 Juan 2:6). Seremos imitadores de Dios (Efesios 5:1) para que seamos conforme a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29) y para que nuestra conducta sea digna del evangelio de Cristo (Filipenses 1:27). Jesús nos dejó un ejemplo para que sigamos sus pasos (1 Pedro 2:21). La letra del viejo himno en inglés “Ser como Jesús” captura esta idea:
Él levantó al hombre caído; Él le dio al mundo una mano amiga. Su corazón se conmovía cada vez que veía un alma en necesidad. Mostrando bondad en todas partes; misericordia y amor Suyos eran para compartir, Y como este Hombre de Galilea, yo quiero ser.
Su mirada de amor iba por todas partes, y vidas cambiaban cuando Él llegaba.
Ojos hambrientos y almas hambrientas sintieron Su abrazo. Él se inclinó para sanar a cada niño lisiado; Su toque sanador era fuerte pero suave, Y como este Hombre de Galilea, yo quiero ser.
Ser como Jesús, ser como Jesús, Lo único que pido es ser como Él.
Durante todo el viaje de mi vida, desde la tierra hasta la gloria, Lo único que pido es ser como Él.
(Estribillo: tradicional; 1er verso: Henry Slaughter; 2do verso: Gloria Gaither)
Una iglesia que exalta a Cristo lo modelará a Él.
Jesús, nuestro mensaje
Con el poder del Espíritu Santo, Cristo se convirtió en el mensaje de la iglesia primitiva. Según Hechos 2, Pedro predicó a Cristo, y se convirtieron unas 3,000 personas. En Hechos 3, Pedro y Juan encontraron a un hombre que era cojo desde nacimiento y lo sanaron en el nombre de Jesucristo. Entonces Pedro les predicó a aquellos que estaban intrigados por este milagro, guiándolos directamente a Jesús. En Hechos 4, Pedro y Juan fueron arrestados por predicar sobre la resurrección de Jesús. Pedro, lleno del Espíritu Santo, predicó nuevamente a Jesús, diciendo: “De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12, NVI). Cuando vieron la valentía de Pedro y Juan, se maravillaron de estos hombres incultos, dándose cuenta de que ellos habían estado con Jesús (Hechos 4:13). Jesús será el mensaje de una iglesia que exalta a Cristo. Sin embargo, esta declaración debe ser ganada. En muchos púlpitos alrededor del mundo, se predica a Jesús como si fuera un terapeuta personal, un amigo que nos acepta tal y como somos, incluso si llevamos un estilo de vida pecaminoso. También se predica a Jesús como una inyección de adrenalina emocional, un genio de una lámpara, un orador motivacional o simplemente nuestro boleto de entrada al cielo.
Pablo tenía un mensaje muy diferente acerca de Cristo. En su carta a los corintios, dijo: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (2 Corintios 4:5, NVI). Sólo cuando confesemos con nuestra boca que Jesús es el Señor y creamos en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos, seremos salvos (Romanos 10:9). Nadie puede decir que Jesús es Señor sino por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:3). Mientras Pedro predicaba en la casa de Cornelio el mensaje de que Jesús es el Señor de todos, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la palabra (Hechos 10:44). En el nombre de Jesús, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2:10, 11).
Una iglesia que exalta a Cristo proclamará el Señorío de Jesucristo. Si Él no es Señor de todo, entonces Él no es Señor en lo absoluto.
Jesús, nuestra misión
La declaración de la misión de una iglesia nos muestra sus valores y objetivos; en otras palabras, la razón de su existir. La iglesia no existe para construir el reino personal de una persona, levantar nuevas celebridades, exaltar personalidades o idolatrar talentos. No existe para levantar edificios como monumentos o acumular riquezas. La iglesia tampoco existe para satisfacer las preferencias personales de la gente o para obtener su poder o control deseado.
La misión de la iglesia es alinearse con la misión de Cristo, quien vino a buscar y salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10), reconciliando así al mundo con Dios (2 Corintios 5:19). Él vino a deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8). Jesús dijo que Él no vino a hacer nada por Sí mismo, sino lo que Él vio hacer al Padre (Juan 5:19). Él no buscó Su propia voluntad sino la voluntad del Padre que Lo envió (Juan 5:19). De hecho, cuando los discípulos animaron a Jesús a comer, Él respondió diciendo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar Su obra” (Juan 4:34, NVI).
Esta fue la misión de Cristo: llevar la salvación a un mundo perdido, destruir las obras del diablo, hacer lo que el Padre estaba haciendo, obedecer Su voluntad y terminar Su obra. Durante los días posteriores a la resurrección y previos a su ascensión al cielo, Jesús pasó esta misma misión a Su iglesia con estas palabras: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes” (Juan 20:21, NVI).
John Piper dijo: “Engrandecer a Cristo no es una acción que se compare a otras. Es el objetivo de todo lo que hacemos”. Cristo es el Modelo, Mensaje y Misión de la iglesia.
La Iglesia de Dios de la Profecía —Un movimiento que exalta a Cristo.
