Voces Paralelas

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Voces Paralelas

RaĂşl Ortiz Bravo


ISBN: 978-9942-796-11-0 Primera edición, 2020 ©2020 Chacana Editorial www.chacanaeditorial.com Quito - Ecuador Autor: Raúl Ortiz Bravo Portada: Eduardo Parra Alvarado Diagramación: Santiago Vásconez Y. Edición y corrección de estilo: Santiago Vásconez Y. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio, sin permiso del Editor.


“Escuché a través de los árboles y de sus ramas una voz que me llamaba por mi nombre aunque no lo supe hasta que me sacrifiqué en el templo”



Los porteros



I Y nos causamos nuestra propia muerte éramos los únicos convencidos de que la esterilidad nos llegó gracias a las dosis de ultratumba que no nos mataron y llegamos a creer que también bebimos para ser inmortales.

II A primera vista, en medio del bosque o cualquier zanja, nuestro bebedero, bajaron la ropa íntima. Los que estábamos de pie lo vimos. Ese acto primario de la micción, el descubrimiento del vello que reduce lo rosado de sus pubis.

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III La lluvia nos tomó por sorpresa, la ropa húmeda despojada por la inmortalidad confirmando, por primera vez, el poder del alcohol que destruía todo, menos la amistad.

IV La oscuridad de la entrepierna desnuda abierta por el llanto del amor frustrado fue el inicio del juego. Convertirnos en animales del bosque, bebernos hasta la última gota del licor que exhalan las lenguas de hembras angustiosas. Hembras que no nos aman.

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V No conocimos el amor, esa palabra vacía que decíamos a los otros, a las otras que eran las verdaderas amantes

VI Hasta que llegó la ira, el celo incontrolable de saber que la ruleta no me favorece, el abismo húmedo. Lácteas montañas de placer se veían prohibidas y el sorteo dejó de sonreír.

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VII Pero siempre la catarsis, una succiรณn profunda, simultรกnea. ยกCompartir! Conocimos la paz falansterio hormonal de pulsiones que despertaron la habilidad de los dedos callosos.

VIII Ansiosos por revolucionar la realidad nos convertimos en la mayor banda, pero el vicio se apoderรณ sin llegar la fama. Abrir una cerveza dos seis, no son suficientes. Lo real fue ahogado en lรกgrimas negras, ardientes pulgas incineradas por tener cerca el fin de la inmortalidad.

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IX Señor del verbo viviente gracias por no existir. Tenemos las manos llenas de un destino inexistente.

X La hora de la separación llegó temprano. No fui a la última bacanal, pues tuve que vivir sólo en la casa de los fantasmas. Tres meses, preso. Adiós, hermanos Porteros.

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XI El postencierro acarrea ser un fantasma, un caminante en busca de una jauría nueva por corromper. Comparado frente a un ave de poco vuelo, yo era un ruin canalla devorador que se aprovecha del temor latente para dejar de ser estéril. Mortal cangrejo que no llegó a la olla hirviendo por atenazar los testículos de la vida. Un ebrio buscando una falda un par de mallas rotas que no habiten en la ebriedad y el sexo nunca secos.

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XII 20 – 02 – 2019

El mes de la muerte recoge inertes esfuerzos por revivir a la jauría de perros en celo. La nostalgia y mis excusas son fotografías del fondo de un baúl que no abrimos por miedo al llanto, por miedo al presente, porque nunca seremos de nuevo tan inconscientemente malditos.

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Voces paralelas Surcan mis oídos pájaros cantores de blues, aves matinales que gritan mi apellido en las mañanas. Una guitarra guardada dentro del armario de otro cuarto acaricia mis manos por la noche cuando es mía por su entrega. Cuando mi voz se sincroniza con los instrumentos universales, una armónica se quiebra por el amor que vierten las cuerdas en mis días.

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Pris El apócope de tu nombre, las incansables noches de hablarte esas en que no dormías. Los asaltos más descarados a las bibliotecas de instituciones moribundas los hicimos juntos. Pequeña Pocahontas melaza apasionada de la ciencia. Dónde andarás a esta hora de mañana del otro lado del espejo del mundo supraterrenal. Todas las noches envío cartas en las plumas de las aves lira que sucumben en el frío de los Andes. Un pedazo de mi vida, amistad de las entrañas, desinteresado por tu carne planee un día llamarte Susana jamás lo sabrás. ¿Recuerdas? Tendremos un segundo ¿Sabes? Un único segundo para verte volar de nuevo al mundo donde perteneces.

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Budista Para el mundo siempre serรกs infamia, una guerrera samurรกi que con un dedo destazaste mis ganas de no envejecer. Conozco el recodo donde la guerrera emisaria de las sombras se convierte en paz, y la voz que hiere es solo una mรกscara llena de miedo. Ahora eres equilibrio. Brindo desde mi cloaca por eso.

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Nocturno Siempre noche hermano sin origen aficionado al sabor de la sangre en la boca. Siempre noche cobertura de la verdad del ser humano conocedora del recĂłndito lado oscuro que despierta en las sombras eternas. Siempre noche que emana de calles fogosas abrasando en vĂłmito el origen del humo que aspiran a orillas del rĂ­o los desgraciados hijos de la baja noche.

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Pichón Como salidos del naufragio llegamos a la orilla de una isla a la que nunca pensamos llegar y nos aferramos a ella, al recurso más amplio del desfogue de cerebros con ventosas sobre las páginas de los libros más baratos comprados a chatarreros. Ese inmutable silencio las palabras justas bajo la noche hermanadora, dormidos sobre la hierba y aún con la desidia de la vida a pasos sueltos. Veo tu hombro sostén de un esqueleto de parafina lágrimas podridas esperan en cristalinos vasos desventuras entre rincones lumpen de Quito.

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Ángel caído Para levantar las manos contra la oscuridad, la iluminación de las alas resbalan en la pista del pecado. En horno para barro, el ingreso de las llamas coció la cal lacrimosa. ¡Metido! ¡Horror! El pecado destella la carnosa oscuridad del bien. Alas inútiles en paz acurrucan la cálida mirada, la insurrecta venganza de un demonio que enarbole la autoestima humana.

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Psicodélico blues Ser música. Sorprenderse nadando en la placenta verde de la tierra. El sonido de una guitarra fuma las ideas de los silencios eternos, de una voz improvisada del eco. Para enterarnos que somos negros blancos rojos cobrizos golpes del sol a mitad del último día del mes y no hay comida en la barriga y solo la música nos inyecta un breve placebo.

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Rock La magia de las manos irascibles, negras con candela en las yemas y una sórdida relevancia que se mete por los oídos para celebrar las neuronas, somos libres instintos emanando energía, nocturna electricidad recorriendo la luz lumbar que hace inflexión en las cataratas de acordes nuevos. Slides, llantos complementarios de la ingesta peligrosa de la carcelera bebida. Un médium transitorio de las almas peregrinas.

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Setenta veces siete Por las noches de insomnio por el sonambulismo y esa voz que no calla en el cerebro exigiéndome escribir. Debería dejarte dormitar no estar del otro lado de la cama en este trance en que me encuentro, pero empiezo a escuchar por todos lados mil palabras por minuto que no logro escribir. Por la incomodidad de ser quien soy: un animal callado que escribe (a medias). Por el raído descuido en los calcetines en mi pelo en mí mismo.

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Por estar escribiendo. ¡la hora más silente de la madrugada me permite decir todo lo que necesito! Un par de versos para que tu amor me siga soportando otra noche más. Y, entonces, subír por la seseante escalera vertebral para enterarme que no mueres que te inmolas en una combustión voluntaria. Camino por los corredores, te conozco, deshago una flor un oráculo, te veo sin máscaras y desciendo por tu cadera, me despido y aspiro el humo de tus pétalos.

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En el país de los Lotófagos



I La patria amerita que un marino huya de la jaula Ítaca. Patria, luego de la guerra es sinónimo de innecesario, aburrido. Salí del anonimato luchando en la Troya de las calles. La historia no lo dice pero también cedí tendido en los brazos de Elena loca de pasión. Por una noche, gritaron mi nombre en un bar lleno de amigos que a viva voz proclamaban mis poemas. No regresé. Lo siento. Vi partir las alas de sus ojos sueños de aventureros.

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Estancado por el exilio hice una pausa de diez años consumiendo el néctar del loto blanco. Pero unas palabras bastaron para que decidiera someterme a la abstinencia.

II Los frustrados intentos de fuga acrecentaron la sentencia. Creo que en la prisión de un té amargo reposarán mis huesos.

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Santa Alejé de mi cabecera las estatuas de mi madre que callaron y ensordecieron ante las súplicas que en la quietud solo una verdadera madre dice. Rechazando los crucifijos de la vida pública aposté a mi propia creencia y la hallé. La sien desnuda, la mirada tan baja que me conoció primero los zapatos gastados por el arrastre de los pies. Bebía de una botella reciclada una profana resurrección artificial de dudoso grado alcohólico y cuetionada forma de pago. Pero era santa desde la corona abollada hasta los zapatos aniñados y la magnitud de los senos, fuente del milagro hereje que quita el hambre, milagro de la juventud felicidad de adoración a la santísima triangulación de su sexo, ángulo que abre el vórtice a los confines de sus pechos, pedúnculos matices que conducen la llama seseante a mi garganta seca.

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Los hombres que amaste Al igual que yo, en el instante en que sus labios tocaron la fuente de la vida que yace al fondo de tu hoyo abdominal, se convirtieron en príncipes. Me dediqué a conocerlos a todos siguiendo los callejones de la muerte, incógnito arenal desértico que deja el rastro de tu desamor. Río viendo a todos los hombres que amaste. Me comparo con ellos creyendo inútilmente que en mí inoculaste un algo diferente. Río paranoico: yo soy todos los hombres que amaste oculto con otros rostros y voces. Conseguí de ti la reencarnación de tus besos para confundirte.

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Nalgas El tambaleante palpitar, los ojos automáticos que se direccionan intencionalmente, las vívidas caricias palmadas tiernas a la carne y esas cuatro letras que vulgarizan la parte más solemne de tu cuerpo. La combinación perfecta para la falda, esas nalgas imparables esos golpes inigualables.

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Bruma Conocí la rabia de tus besos en la cocina prestada de un marihuanero amigo de las putas gozosas de la virtud de la fama y mientras pululaba sobre nuestras cabezas recibimos la noble inspiración en manos que recorrimos dentro de cuerpos ajenos. Vi el frío y tierno pubis depilado la huella digital de tu entrega. Milímetros de latex de protección contra el amor de sentir la expansión de mi esperma en el útero carente de ganas de vida pero sí de fuego.

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Medusa Cuando arranqué de tu cabeza un cabello serpenteante, me cuidé de tu mirada. Dicen que en el centro de tus pupilas albergas la cura para mis males una hilera de fuego que cocina el barro del que estoy hecho. Devoré la serpiente furiosa tomándola por la cola para imbuirme el veneno de tu vitriolo. Ser el único que no muera en tu jardín, visitar la kundalínica serpiente donde nace tu grito de guerra abrirlos a tu espalda inclinada sobre tacto. Cinco dedos que sesean en el cauce de tu risa. Piernas de yegua de monte caliente cuando renaces Gorgona fumadora con ansias de mis dientes afilados.

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Araña los dedos La necesidad de tus manos empapadas en mermelada de frutimora para que acaricies el lóbulo de mi oreja con la arácnica mano izquierda. Llevabas en ella un anillo para espantar los cuervos que buscan arrancarte placer del vientre, esa mano a la que no hace falta joyería alguna, esa mano que es el reflejo de una araña. Lo único que me negaste cuando seguías con tu lengua el rastro que tu mano abierta a media noche dibujó sobre mi piel.

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Calentar la paila En un fogón encima tu paila dentro tus manos sosteniendo al hijo que nunca tuviste. Afuera yo, pies partidos nunca conocí los zapatos (rotos) de la mísera criatura (nocturna) que habita en tus senos. Avivo el fuego las ampollas se revientan porque necesito elevar las llamas de la capilla (ardiente) camino al averno. Déjame humedecer el dedo, saborear desde el inicio del labio al paladar. Tu bouquet será una copa de ardiente agua fresca. 31


Cuando conocí tu carne Abrí los ojos pegados con lagañas. A dúo probamos el agrio desayuno de la enfermedad. Con una sonrisa ansiosa por la destrucción nos abrazamos para cerrar el pacto desfallecientes cuerpos con el único fin de seguir bebiendo otra noche.

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GĂŠnesis



Una diez mil millones la magia celular inicio del viaje esotérico. Nace crece se reproduce (si tiene oportunidad) muere. Nueve meses de gestación bienvenido sea al retorno desnudo impotente y calvo la asimilación de saberes hará su magia. Una diez mil millones de veces iniciará la muerte.

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I El exitoso nacimiento debía ser condenado por la pulmonía, enfermedad de los pobres, de quienes nacemos sin el manto de la suerte, sin el manto de la noche, quienes nacemos a la hora en que muere Jesús.

II Brindo por los desgraciados olvidados, por los que en medio de su miseria carecieron de un libro que los alejara de su minúsculo rincón, agujero negro, título de lumpen grabado en la frente niños cantores de buses adictos al cemento de contacto. ¡Salud!

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III Soñar es el único recurso de los niños solitarios. Viajan en mundos hermosos sabedores de la volatilidad de esas horas de inconsciencia amargos sabores de la madrugada. Terror nocturno de que aparezca el sonámbulo espíritu noctívago desafiante del miedo. Son el mismo miedo ¿Qué pasa alrededor, mamá? ¿Por qué tu hijo es triste?

IV Saber que hay dolores más fuertes que se incrustan a diario, padecer el dolor de la madre es más doloroso aún. ¿Dónde está el dios que ella profesa? Nunca lo he sentido y sin embargo, por verla feliz, con tal de no cargarle el sufrimiento de saber que el hijo está desprovisto de alguna fe, de creer que yerra entre los pasillos del pagano mundo de la amistad.

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V Madre, conocí de cerca tu llanto. No te guardo rencor, no eras consciente de que yo no era un niño normal, un cometierra. Por eso reservé el llanto para mí mismo, como la ira.

VI Soñé mi futuro y estaba sentado escribiendo estas líneas imaginando que corría entre el ramaje espeso buscando una ninfa que se mató desde árbol de la desesperación por sufrir tanto. Gracias por mostrarme el árbol contrario de la vida.

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VII Que joda con la vida. Nacemos con hermanos que nunca podrĂĄn/querrĂĄn comprendernos. Pero en el camino nos hermanamos, reencontramos a quienes debieron tener nuestra sangre y hacemos un pacto y la complicidad nos une hasta que debemos ser de nuevo otros extraĂąos.

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Doña Úrsula Iguarán

a mi abuelita

Viejita canosa con la sonrisa a medias, sin-vergüenza los años hicieron de tu espalda un amasijo de hernias. Las historias de una genealogía olvidada cimentaron mi infancia, doña Úrsula, duele el temblor de la mano la soledad a la que te recluyó la cadera truncada, médula disminuida, por cargar tinas de ropa ajena. Las ganas de vida te hicieron sufrir el entierro de tu simiente. Por no morir cerraste tus oídos con cera, para no escuchar el susurro de la muerte que te lleva lejos a mirar la tierra prometida.

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Herencia profana Parece ser que la tembladera de la mano es una herencia de la que evade la familia. Hay en la casa pedazos de galletas que dejé de comer por miedo a la diabetes. Oculto la mancha de sangre en un pañuelo que nunca suelto. Por desprecio a las agujas, me atravesé una lanza en la mano trunca la infección debió recorrerme al pecho. Con las rodillas de tungsteno salto hacia el barranco. Bajo la alfombra dejé un rastro de combustible para no olvidar apagar el fósforo. La mano atada me impidió nadar. Voces desde el abismo sostienen mi caída. Los vituperios son soportables. Inútil.

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Voces Paralelas, de Raúl Ortiz Bravo, forma parte de la colección Luz de Chacana Editorial.

©2020 Chacana Editorial Quito - Ecuador






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