Pido la palabra No. 3

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PIDO LA PALABRA

ÓRGANO INFORMATIVO EDITADO POR LOS RESIDENTES DE LA CASA CEDROS DE LÍBANO

PUBLICACIÓN TETRAMESTRAL

NÚMERO 03. AÑO 2. OCTUBRE 2011

{ ALGO PARA REFLEXIONAR }

Armonía del silencio Por Emma Sámano

S

erían las seis de la tarde en un otoño, cuando dejó de escucharse el caer del agua en el chorrito de la fuente. Se fue alejando el piar de los pajaritos. Y, de pronto, todo quedó en silencio. Fue cuando practiqué mi primera meditación, como me enseñó un sacerdote, y encontré lo que no había experimentado antes: La verdadera comunicación con Dios, en el silencio profundo. Dios es AMOR. Sin Él, está la nada, el vacío y la muerte. No necesitamos buscar a Dios. Él está en nuestro interior y podemos encontrarlo en el silencio. Es en silencio, donde encontramos la armonía y el justo equilibrio. Encontramos la alegría de vivir. En silencio, se resuelve el problema del resentimiento hacia los demás, el ODIO o la falta de perdón, empezando por el perdón de sí mismo. En el silencio profundo, se analizan los extremos: El BIEN y el MAL, el AMOR y el ODIO. Otra de las maneras de disfrutar el silencio es en un concierto. Cuando escuchamos una sinfonía y se hace un silencio entre un movimiento y otro o simplemente se hace un silencio pequeñito, se conmueve la gente sensible; es un estremecimiento maravilloso. La armonía de este silencio se siente en el alma. El alma es algo invisible, que no se puede percibir por ninguno de nuestros sentidos. No se palpa, ni se escucha, ni se siente, no tiene perfume, ni tiene edad, pero existe. En ocasiones, comienza una lucha del alma contra la razón o, más bien, de la razón contra el alma. Es dura la lucha y a veces muy larga, pero en el silencio se logra resolver el enfrentamiento y encontrar la armonía: la armonía del silencio, que permite estar consigo mismo y encontrar a Dios.

PIDO LA PALABRA Es una publicación editada por los habitantes de la Residencia Cedros de Líbano. Av. Glaciar 500. Olivar de los Padres. C.P. 01780. Delegación Álvaro Obregón. México, DF. Tel: 5668 6068. residencia@centrolibanes.org.mx

El plano espiritual: un camino que recorremos día a día Por G V R

N

adie puede señalarte el camino, éste es algo personal y único, que sólo puede recorrer cada quien. Conectémonos con el presente. Cuando comamos una naranja, dediquémonos a saborearla, sin pensar en lo que hicimos en la mañana o en lo que haremos después. Concentremos nuestra atención en la experiencia de saborearla. Disfrutemos de su olor y tomemos nota de su textura. Imaginemos la semilla de la que brotó el árbol que dio ese fruto. Disfrutemos de la naturaleza lluvia, el viento, los animales… Tomar el tiempo para estar con ella, nos ayuda a concentrarnos en el mundo natural. En lugar de ir a un tumultuoso centro comercial, ¿por qué no damos un paseo por el parque? Eliminemos la ilusión de que tenemos el control. Esto no quiere decir que debamos abandonarnos a la suerte, sino que debemos alcanzar nuestras metas y luego dejar los resultados en manos de Dios -tal como lo conciba cada quien- o del universo. Esto elimina el noventa y nueve por ciento de las preocupaciones que aturden y quitan claridad y serenidad a la vida. Actuemos con compasión. Escuchar a los demás, asistir a los

personas a quienes ayudamos. Haz el bien y crearás un círculo cada vez más amplio de buena voluntad. No existe acto más espiritual que ayudar a otro con genuina compasión. Recemos o meditemos. No tenemos que estar de rodillas antes de dormir para rezar, pues hacerlo es un diálogo respetuoso y receptivo, que permite expresar nuestros sentimientos honestamente… y esperar una respuesta. Quizá escuchemos las palabras de un amigo, o las leamos en un libro; tal vez se nos ocurran de pronto como una revelación o lleguemos a una respuesta a través de la razón. Demos gracias por todas nuestras bendiciones. Dicen que la persona agradecida, aquélla que cuenta sus bendiciones, no puede deprimirse. Y es que aprende a dar gracias incluso por las lecciones que le dejan un tropiezo o un fracaso. Demos gracias todas las mañanas al despertar y todas las noches antes de dormir, por el simple hecho de estar vivos; por la familia, el trabajo, nuestros alimentos. Este ejercicio recuerda todo lo que tenemos y nos enseña a apreciar cada detalle. Riamos con ganas. Si cada persona que se acerca a nosotros se queda con una sonrisa o un buen pensamiento, estaremos haciendo la persona feliz. Disfrutar la vida y reír con ganas son otra forma de dar gracias al universo.


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