VENTANALES • UNIVERSIDAD CASA GRANDE • AÑO X No 18
BIBLIOTECA
109
La desnutrición crónica infantil nos convoca a todos
Investigaciones de las ciencias biológicas y las neurociencias demuestran que las experiencias tempranas dejan huella a corto, mediano y largo plazo (Harvard University, s. f.). El desarrollo humano inicia en la gestación y es resultado de la interacción
entre el organismo en formación y su mundo circundante (Bronfenbrenner, 1987). Y, aun cuando la natura o genética planta los cimientos, va a ser el entorno el que determine la calidad de la arquitectura cerebral del desarrollo en formación, influyendo en la salud, el comportamiento y el aprendizaje, como señala la Universidad de Harvard (s. f.). Ciertamente, la plasticidad cerebral ocurre a lo largo de toda la vida, pero es más fácil y eficaz influir en la arquitectura de un cerebro en desarrollo que en la edad adulta (Harvard University, s. f.). Sin embargo, a menor edad, mayor vulnerabilidad el impacto de las condiciones adversas, sean estas ambientales, culturales o por necesidades básicas insatisfechas1. La malnutrición (desnutrición, sobrepeso, obesidad o carencias nutricionales) es una de las afectaciones más recurrentes entre los infantes de hogares en situación de pobreza y vulnerabilidad (Victora et al, 2021; Harvard University, s. f.; UNICEF, 2021).
COLABORACIÓN
Desde los años ochenta, la desnutrición crónica infantil (DCI) ha sido una preocupación del estado ecuatoriano y la academia, debido a sus altos índices que, antes de la pandemia del COVID-19, alcanzaban el 27,2 % a nivel nacional (UNICEF, 2021). Hoy esta problemática ha sido asumida por el nuevo gobierno, comprometiéndose a reducir su incidencia. Sin embargo, es preciso tener claro la envergadura de tal desafío: la DCI, más que un problema de salud es producto de la desigualdad social, pues está directamente asociada a las condiciones del entorno económico, social y cultural en el que crece y se desarrolla un infante, especialmente en sus primeros 1000 días de vida.