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03
CARTA DEL INSPECTOR
Una patria que sigue naciendo

08 200 años de Uruguay
CONFIAMOS EN CADA PASO

04 ¡SÍ, HAY ALGO NUEVO BAJO EL SOL!
Así nació Memoria agradecida, un especial del Boletín Salesiano


07SINTONIZANDO CON DON BOSCO Sembrar sin esperar la cosecha


18 LA PLUMA
Un país gracias a los jóvenes

23 SABOR A BUENAS NOCHES
Unidos por la misma fe

27 SINTONIZANDO CON DON BOSCO
El sueño llamado Uruguay

10 EL RELOJ DE ARENA El valor del recuerdo A la uruguaya
El sol de la patria miraste nacer. El escenario de mi vida y la tuya

Identidad, tecnología y bicentenario


Libres, independientes y artífices de la paz


Revista de información sobre la Familia Salesiana y de cultura religiosa
Director: Lic. Juan José Malvárez
Editor responsable: Lic. Gonzalo Martínez
Columnistas: P. Juan Algorta sdb, Victoria Casal, Hna. Chiara Cazzuola, Juan Manuel Fernández sdb y Natasha López.
Entrevistas: Bernardo Lapasta.
Fotografías: LaPenúltima Films, Pixabay, Shutterstock y archivo del BS.
Corrección: Manuela Harretche
Diseño: Gustavo Baumann
Impresión: Mosca
Departamento Comercial: Luis Gómez
Email: boletinsalesianouruguay@gmail.com
Celular: 092 432 286
Dirección, redacción y administración: Av. Agraciada 3181
CP 11800, Montevideo; tel. 2209 4521
Sitio web: www.issuu.com/bsuru
Email: boletinsalesiano@salesianos.uy
Afiliado a la Cámara Uruguaya del Libro. Depósito Legal: 366.191
salesianosuy






Recuerdo aquellos actos escolares que nos marcaban sin que lo notáramos: la entrada de las banderas, el himno que todos intentábamos cantar fuerte, las palabras de la maestra que nos hablaban del valor de nuestra tierra. Sin explicaciones largas, algo se nos iba grabando: el amor a la patria nace en pequeños gestos, en una emoción que se despierta y que después, con el tiempo, necesita crecer y hacerse más honda.
De adultos, el desafío es alimentar esa raíz. No quedarnos en la emoción de la infancia, sino pasar a una libertad más consciente y comprometida: esa libertad interior que no se agota en hacer lo que queremos, sino en descubrir para qué vivimos y para quién vivimos. La independencia, como dicen en estas páginas, no es solo un suceso del pasado; es un ejercicio diario, una tarea que nos compromete a construir futuro, a buscar el bien común, a cultivar esperanza.
Nuestros jóvenes tienen una enorme capacidad para el bien: para crear, para soñar, para transformar Acompañarlos es parte esencial de nuestra vocación salesiana, ayudándolos a crecer en libertad verdadera y en responsabilidad por esta tierra que los vio nacer o los recibió.
Y mientras celebramos a la Virgen de los Treinta y Tres, cuyo rostro acompañó el nacimiento de nuestra patria hace ya 200 años, pedimos aprender de Ella a custodiar esta nación con humildad, con fe y con espíritu fraterno.
Te invito a recorrer este Boletín Salesiano. En estas entrevistas y testimonios vas a encontrar miradas que nos ayudan a reconocernos como pueblo, a recordar de dónde venimos, y a redescubrir con gratitud y esperanza la patria que Dios nos regala y que seguimos construyendo entre todos.



Los entretelones de un ciclo que nos enorgullece y cómo pensamos cada charla

Casi todo lo lindo surge en una conversación de amigos. Un viaje, una idea, un proyecto. Memoria agradecida, el especial del Boletín Salesiano que tenés en tus manos y que durante el mes de octubre ha estrenado cada viernes una entrevista en nuestro canal de Youtube, es un homenaje a un país tan particular y entrañable como el nuestro, pero también y esto es muy personal un canto a esas charlas que sacan lo mejor de nosotros mismos.
La historia tiene más o menos esta cronología: una reunión de equipo,


varios mensajes, una reacción, distintos síes y, al final, cuatro pódcast.
En un principio, apenas estábamos pensando en la edición de agosto del Boletín Salesiano. El cumpleaños número 210 de Don Bosco imponía a nuestro santo fundador como el protagonista natural, pero los dos siglos de esta porción del mundo como nación independiente nos hicieron decantar por algo más genérico como la memoria. Con un eje así de amplio podríamos hablar de José Artigas y Valdocco sin des-
peinarnos demasiado por el vaivén editorial.
Aquella reunión del equipo terminó con varias ideas de notas y una de ellas fue una entrevista a una historiadora. El nombre que surgió fue el de la investigadora, docente y exviceministra de Educación y Cultura, Ana Ribeiro. Le escribí un mensaje a Bernardo Lapasta, amigo, periodista y doctorando en Historia, para que se encargara de esa nota, pero la conversación de WhatsApp escaló y Memoria agradecida fue el feliz resultado.
Primero fue la nota para el papel, como siempre. Pero luego, y al principio casi como una expresión de deseo, conversamos que podría ser una buena ocasión para que el Boletín Salesiano se animara a explorar nuevos formatos. Y lo hicimos.
Primero fue la idea de una entrevista en un estudio de radio. Pero luego, cuando le comenté la reflexión al director de comunicación, el Bocha Malvárez, apareció la posibilidad de un ciclo audiovisual. El entusiasmo creció: como salesianos, fanáticos por la educación y amigos de las juventudes, nos dimos cuenta de que teníamos algo más que decir en esta hora de la historia. Después de todo, 200 años no se cumplen todos los días.
Las investigaciones y producciones periodísticas de gran calidad que abundaron al conmemorarse los días del bicentenario nos hicieron pensar con mayor esfuerzo qué era lo novedoso de lo que podíamos contar. Queríamos encontrar otro ángulo
Así y todo, el Boletín de agosto fue, sí, sobre la memoria, pero nos guardamos la entrevista con Ribeiro para el especial que, a esa altura, ya
sabíamos que estrenaríamos en el correr de octubre. Con ella hicimos la parte histórica; con Facundo Ponce de León, la filosófica. Con el cardenal Daniel Sturla buscamos leer el papel de la Iglesia en este recorrido, y con Javier Mazza, tender puentes y comprender similitudes y diferencias entre las viejas luchas de independencia y los desafíos de la tecnología y la inteligencia artificial.
Cada entrevista fue, antes que nada, un encuentro. Cada diálogo comenzó y terminó con una pregunta personal: ¿cómo viviste estos días? o ¿por qué cosas de tu historia personal o colectiva decís gracias? . Nos importaba que las conversaciones fueran expansivas, reflexivas, y que mostraran otras aristas del proceso independentista: el papel de los jóvenes, la fe, la identidad, el valor del recuerdo y la libertad también hoy, en un mundo globalizado e hipermediatizado.
Buscamos que el sello salesiano atravesara todo el proyecto: desde las preguntas hasta la participación de jóvenes de cuatro obras del país que se animaron a ser entrevistadores. Y, como si la memoria tuviera también sus propios ecos, en tres de las cuatro entrevistas los invitados

recordaron con afecto su vínculo con la presencia salesiana en Uruguay: Ana Ribeiro habló del colegio que la marcó, Facundo Ponce de León de sus charlas con un sacerdote y sus visitas a una obra del interior y Daniel Sturla reflexionó sobre los jóvenes y contó una anécdota de una luminosa charla con una persona de una casa salesiana donde compartió una catequesis del entonces cardenal Joseph Ratzinger: Dios es práctico .
Llamamos a este proyecto Memoria agradecida porque creemos que agradecer es una forma activa de recordar. No es solamente mirar atrás con nostalgia, sino reconocer que lo que somos hoy se apoya en dones que otros sembraron antes: gestos, palabras, presencias, decisiones.
La gratitud nos devuelve la conciencia de ser parte de una historia más grande que nosotros, una historia de fe, de educación y servicio. Ser agradecidos con el pasado es también una manera de comprometernos con el presente; de cuidar lo recibido, hacerlo crecer y ofrecerlo, a nuestro turno, como semilla para otros. Eso, nada menos, es lo que hizo Don Bosco.
Memoria agradecida tuvo el apoyo de Iglesia Católica de Montevideo, que nos prestó las instalaciones del hermoso teatro del Club Católico para grabar cada uno de los episodios y nos asistió técnicamente. También participó con gran dedicación y profesionalismo Alejandro Obaldía, de La Penúltima Films, además del equipo del Boletín Salesiano.
Cada viernes de octubre estrenamos una charla diferente en YouTube y Spotify A lo largo de la semana, compartimos los fragmentos más importantes en nuestras redes sociales. En esta edición especial del Boletín Salesiano encontrás el resumen de todas esas conversaciones y, también, algunas notas más, que preparamos con el afecto de siempre.
Este especial es un producto que nos enorgullece. Esperamos que vos, querido lector o querida lectora, disfrutes de Memoria agradecida tanto como nosotros disfrutamos hacerlo.
Don Fabio Attard - XI Sucesor de Don Bosco
SOBRE EL SENTIDO DE EDUCAR SALESIANAMENTE
La parábola del sembrador es una imagen poderosa y fundante del mensaje cristiano. A primera vista, parece una simple alegoría sobre la acogida de la Palabra de Dios, pero, con una mirada más profunda, revela una verdad radical, especialmente cuando la aplicamos a procesos educativos y pastorales.
Esta verdad, contenida en el mismo gesto del sembrador, podríamos definirla como un acto de generosidad desmesurado, aparentemente ineficiente, que desafía la lógica humana del resultado y del control.
El corazón de la reflexión no reside tanto en los cuatro tipos de terreno, sino más bien en la figura del sembrador y en su acción. Él sale y esparce la semilla con un gesto amplio, casi irreflexivo. No hace un mapa preliminar del campo, ni selecciona las parcelas más prometedoras, sino que siembra en todas partes. No es la técnica de un agricultor moderno que busca maximizar la cosecha y optimizar los recursos. Es, más bien, la representación de una lógica divina, una lógica de abundancia y don incondicional.
Trasladado al ámbito educativo y pastoral, este gesto desenmascara una de nuestras mayores tentaciones: la de la eficiencia y el resultado medible e inmediato.
El educador, el catequista, el sacerdote, el padre o la madre suelen verse acosados por el síndrome del campesino calculador . Se tiende a invertir tiempo y energías allí donde se intuye una promesa de retorno: el estudiante brillante, el feligrés devoto, el grupo juvenil más receptivo. Inconscientemente, se corre el riesgo de descuidar el camino de los corazones endurecidos, el terreno pedregoso de los entusiasmos efímeros o las espinas de las vidas complicadas y asfixiantes.
La parábola nos dice, en cambio, que la semilla de la Palabra y el cuidado debe lanzarse en todas partes, sin cálculo ni prejuicio. Sembrar sin esperar la cose-
cha significa, entonces, actuar por pura gratuidad, movidos no por la probabilidad de éxito, sino por la fe inquebrantable en el valor de la semilla
A su vez, asumir esta actitud revela una profunda verdad sobre la humildad de nuestro papel. Actuar en esta realidad significa aceptar que no tenemos el control sobre el proceso

de crecimiento de cada joven. Nuestra tarea es sembrar, no hacer germinar. El crecimiento pertenece a una dinámica misteriosa que involucra la libertad de la persona ( el terreno ), la potencia intrínseca de la semilla ( la Palabra y el amor ) y la acción de la gracia de Dios ( el sol y la lluvia que no dependen del sembrador ). Esta conciencia nos libera de dos cargas muy dañinas: la arrogancia de quien se siente artífice del éxito ajeno y la frustración de quien se cree responsable del fracaso.
El educador que siembra sabe que su labor es esencial, pero no omnipotente. Ofrece, propone, acompaña, pero, al final, da un paso atrás con respeto ante el recinto sagrado de la libertad del otro, donde ocurre el verdadero encuentro entre la semilla y la tierra.
Sembrar es, también, un acto de esperanza radical. ¿Por qué seguir esparciendo la semilla con tanta

generosidad, aun sabiendo que gran parte de ella se perderá? Porque la confianza no está puesta en la eficacia de nuestros gestos, sino en la vitalidad inagotable de la semilla, que encierra una potencia de vida capaz de dar fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno allí donde encuentre un pequeño rincón de tierra buena.
Nuestra tarea no es obsesionarnos con la cosecha, sino asegurarnos de sembrar una buena semilla: una palabra auténtica, un testimonio creíble, un amor paciente, una cultura sólida.
La esperanza del sembrador no es un vago optimismo, sino la certeza de que la verdad y el bien, si se ofrecen con generosidad, poseen una fuerza propia que, tarde o temprano, de un modo que no podemos prever ni controlar, encontrará la manera de germinar
En conclusión, esta parábola nos libera de la tiranía del resultado inmediato y nos introduce en una espiritualidad de la acción fundada en la gratuidad, la humildad y la esperanza. Sembrar sin esperar la cosecha no es una acción ciega o ingenua, sino el acto más realista y fecundo posible, porque el mismo Dios es el que se da sin medida y en el misterio de la libertad humana.
Para el educador y el pastor, esto significa amar sin esperar recompensas, enseñar sin pretender moldear, testimoniar con fidelidad sin la ansiedad de ver los frutos. Tal vez, el primer y más importante fruto de esta siembra generosa no sea el que crece en el campo, sino la transformación del corazón mismo del sembrador, que aprende a actuar y a amar con la misma locura divina, generosa y llena de esperanza.





Mirar al Uruguay con hondura y sin nostalgia. Hacerlo también con nuestra vida.
En el reloj de arena, el tiempo se divide en tres: arriba, lo que aún no es; abajo, lo que ya fue; y entre ambos, un hilo de granitos que caen y, en su movimiento, dibujan los rasgos del presente.
El recipiente superior guarda el porvenir en estado de promesa, la materia todavía sin forma de lo que puede llegar a ser. El inferior conserva el peso de lo vivido: los nombres, los gestos, la historia que sedimenta y nos sostiene. Y entre uno y otro, la arena fluye sin descanso, como si el presente fuera el único modo que tiene el tiempo de encontrarse consigo mismo.
En ese fluir ni arriba ni abajo habita también el pensamiento de Facundo Ponce de León. Para él, el pasado es un trampolín hacia el futuro y la memoria, el fundamento que nos permite vivir con hondura temporal . Sobre Uruguay, el tiempo y la independencia desde el punto de vista filosófico y el Uruguay es esta conversación con el BS.
¿Cómo te llevás con las fechas patrias?
Bien, me llevo bien. Creo que son excusas para hablar de la memoria y del recuerdo y, en la vorágine, capaz que se pierden. Te ayudan a enmarcar que cada tanto te tenés que acordar del origen de cosas con las que hoy convivimos cotidianamente, como cantar el himno, o decir que Artigas es el prócer, o decir que en 1825 se declaró la independencia en Florida. Creo que las fechas patrias son una buena excusa para hablar de cosas importantes.
¿Cómo es la relación del uruguayo con esos símbolos, con ese recuerdo de estas fechas? (Piensa). Digamos que es una relación bastante... incorporada. Lo que sí puedo decir es que la sociedad nuestra camina sobre un pretil bastante riesgoso que es cómo hacer que el recuerdo y la memoria no se vuelva nostálgico, porque cuando se vuelve nostálgico es peligroso
¿En qué sentido?
En que la nostalgia es la idea de que lo mejor ya pasó, que Uruguay era
