Homo ludens | Boletín Salesiano - Junio 2025

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HOMO LUDENS

SUMARIO

03

CARTA DEL INSPECTOR

¿Jugamos?

08

CONFIAMOS EN CADA PASO

Gracias por tu amorosa presencia

04 ¡SÍ, HAY ALGO NUEVO BAJO EL SOL! La naturaleza del juego

10 VALE LA PENA VIVIR ASÍ Campamentos donde se da la magia

18 AQUÍ Y AHORA Game over

23 SABOR A BUENAS NOCHES

Jugar es cosa seria

07SINTONIZANDO CON DON BOSCO Amar para educar

14 CON NOMBRE Y APELLIDO

Somos sapiens sapiens gracias a que somos ludens ludens

22 PANTALLA INTERIOR

El derecho de seguir siendo niño

24 DEL ÁRBOL SALESIANO

Un espacio de recreación en el deporte competitivo

28 LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR

El juego en un oratorio salesiano

26 LATIDOS DEL EVANGELIO

Signos del Espíritu de Dios

31 EN POCAS PALABRAS

Confíen en María y verán lo que son los milagros

Revista de información sobre la Familia Salesiana y de cultura religiosa

Director: Lic. Juan José Malvárez

Editor responsable: Lic. Gonzalo Martínez

Columnistas: P. Juan Algorta sdb, Victoria Casal, Victoria Echenique y Juan Manuel Fernández sdb.

Equipo de redactores: Fabián Caffa y Elisa Juambeltz. Fotografías: Sofía Cayota, Shutterstock, Pixabay, Ana Pohle y archivo del BS.

Corrección: Manuela Harretche

Diseño: Gustavo Baumann

Impresión: Mosca

Departamento Comercial: Luis Gómez

E­mail: boletinsalesianouruguay@gmail.com

Celular: 092 432 286

Dirección, redacción y administración: Av. Agraciada 3181

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Boletín Salesiano
¿Jugamos?

Se me ocurrió el año pasado en Aguas Blancas - y pocos lugares son tan buenos para que se le ocurran a uno cosas lindas como Aguas Blancas. Se trataba del Encuentro Nacional de educadores de obras sociales y había muchos temas "importantes" para tratar, en torno nada menos que a la cuestión de la identidad del educador salesiano.

Sin embargo, quienes prepararon el primer momento de reflexión lo tenían claro: teníamos que empezar con un buen momento de juego. No simplemente un rompehielos o una dinámica de integración. Había que jugar. Por eso, generaron un precioso tiempo de patio, como el que vivimos cada sábado en nuestros oratorios, o en los patios de los colegios luego de los grupos asociativos, o en las parroquias antes o después de la catequesis... Un momento de juegos con propuestas para todos y donde éramos invitados activamente a sumarnos: era parte de la propuesta. Y allí, en el atrio de la capilla de Aguas Blancas, luego de ese precioso patio de donde los educadores disfrutamos como gurises jugando al vóleibol o al tótem, al fútbol o al jenga, fue allí donde pensé,

con el cuerpo cansado y el corazón latiendo intenso: ¿no será que, para pensar salesianamente, necesitamos jugar? ¿No será que, para rezar, encontrarnos, vivir salesianamente, necesitamos jugar? ¿No es, acaso, lo que hacía Don Bosco? ¿No está en nuestro ADN? ¿Y no será que nos está haciendo falta un poco de juego en nuestros equipos, en nuestros espacios de adultos, para poder vivirlos más salesianamente?

Ojalá tu propio camino y tus propias preguntas sobre este tema resuenen también en tu cabeza y en tu corazón al encontrarte con este número del Boletín Salesiano. Te invito a tomarlo en tus manos y a vicharlo, hojearlo y leerlo también como un juego, a entrar a este espacio también pasando por esta experiencia que Don Bosco nos invita a vivir. ¡Juguemos!

P. Francisco Lezama Inspector
hay algo nuevo bajo el sol

Ignacio Umpiérrez realizó sus prácticas de maestría en una escuela en medio de un bosque, en España, y descubrió una nueva forma de concebir la educación y el juego.

El auge de las pantallas y los estímulos digitales está modificando el contexto en el que crecen las infancias. También la forma en la que se entretienen. En el mundo enter y Uruguay no es la ex venden cada vez menos juguetes, y los expertos hablan de un déficit de naturaleza como un indicador concreto y medible de que chicos y grandes sufren cada vez más, sobre todo en las grandes ciudades.

En este escenario, optar por el juego al aire libre es una opción prácticamente revolucionaria. O, al menos, que va a contracorriente. Lo afirma Ignacio Umpiérrez, recreador que integra el equipo animador del Instituto Juan XXIII, quien realizó sus prácticas de Maestría en Dirección de Actividades Educativas en la Naturaleza en una escuela en el medio de un bosque, a cuatro kilómetros de la ciudad de Lugo, en España.

El esquema del proyecto, que lleva el nombre Nenea, medrar creando es básicamente así: el currículo es el oficial, pero la naturaleza es el aula. El aprendizaje es vivencial y se nutre de las innumerables experiencias que puede ofrecer el entorno al aire libre. La flexibilidad y la adaptabilidad son la clave. Según cuenta Umpiérrez, la naturaleza es quien brinda las herramientas, pero son los educadores quienes a través del asombro lo convierten en un aprendizaje y en una experiencia significativa.

La propuesta educativa está dirigida a niños de entre 3 y 6 años que

concurren en la mañana. En la tarde, a su ez, se ofrece un espacio de juego al aire libre para chicos de entre 4 y 12 años. Un día a la semana se dedican al senderismo. El conon la naturaleza más salvaje despierta mucha motivación y los educadores aprovechan ese interés en los talleres que se hacen después, cuenta Umpiérrez.

Así fue que vio a educadores enseñar las letras del abecedario con palitos y hojas; o asociar la letra a al árbol, la b al barro y así sucesivamente. Los contenidos están, explica. Desde el punto de vista didáctico, Umpiérrez asegura que en esta perspectiva hay una lógica de educar en el asombro e ir en sentido opuesto a los tiempos imperantes en la sociedad. Es lo que se conoce como pedagogía del caracol y es un modo que busca romper la inmediatez para generar algo lento, pero profundo y que vaya

más en la línea de lo natural. Una oruga no se convierte instantáneamente en mariposa, hay ritmos, hay tiempos, explica el recreador.

Esta mirada permite, a su vez, un cambio en la relación que se establece entre la naturaleza y las infancias, donde lo que está allí afuera es algo real con lo que realmente se puede contactar. Hoy en día, los discursos sobre la naturaleza están basados en un pensamiento de conservación y reserva; pareciera que el ambiente fuese encapsulado y que no se puede interactuar con él, reflexiona. Sin embargo, lo que se propone en ese espacio es una relación de contacto íntimo. El bosque es escenario, instrumento, juguete, proveedor, amigo y maestro, pero, sobre todo, un lugar donde el juego libre toma un lugar primordial, explica el recreador

¿CÓMO REPLICAR ESTA EXPERIENCIA?

Consultado sobre los aprendizajes que se llevó de su práctica profesional, asegura que Nenea fue una experiencia sumamente enriquecedora tanto a nivel profesional como

personal. Como recreador, muchas veces me es difícil salir del lugar de protagonista y de ser el que propone un juego o una actividad. Mi pasaje por el bosque me enseñó a esperar, a observar y a contemplar cómo realmente el juego aflora en cada persona de una forma distinta, cómo recrea objetos y espacios, expresó.

Sin embargo, un tiempo después de culminada esa experiencia, el desafío para Umpiérrez es mantener vivo el espíritu de lo que allí aprendió para recrear algo de lo que experimentó en el norte de España, pero ahora en los espacios que habita en Uruguay

Para él, proyectos de estas características son replicables en nuestro país. Incluso en los centros educativos más formales, es posible introducir un cambio en el vínculo con la naturaleza. Según Umpiérrez, para eso es necesario trascender de lo que puede ser una buena gestión de residuos y generar otros espacios que permitan generar nuevas y más profundas nociones sobre lo natural: desde incluir espacios más verdes hasta promover espacios de contacto

con la creación. No es que necesitamos estar juntando hojitas y palitos; salir en la clase de dibujo a hacer un croquis en el patio con el cielo celeste es totalmente diferente a estar en un salón de clase, subraya Umpiérrez. Y agrega: cuando se pone mano en la tierra se da algo más que el saber, la experiencia significativa es mucho mayor.

En nuestro país funciona la Escuela Viva del Bosque, con un esquema similar al que Umpiérrez descubrió en Nenea, y también la escuela sustentable de Jaureguiberry, con otro foco, pero promoviendo el contacto con la realidad natural. Según Umpiérrez, experiencias de este estilo funcionan en el resto del continente y Europa.

Para el recreador, esta visión está muy emparentada con la encíclica Laudato Si' publicada por el papa Francisco en 2015, que reconoce que toda la creación está conectada entre sí. La naturaleza no humana es muy sanadora para nosotros, cuenta. Estudiar esta maestría me conectó con la biodiversidad uruguaya y la necesidad de cuidarla, agrega.

AMAR PARA EDUCAR

El encuentro de Jesús con Pedro ilumina y representa, con una luz especial, nuestra misión educativa.

En el último capítulo del Evangelio de Juan descubrimos el encuentro de Jesús con Pedro. Quisiera comentar este encuentro que arroja una luz particular sobre nuestra misma misión evangelizadora. Es un pasaje que presenta un momento fundamental en la vida de Pedro y también en la misión de la Iglesia naciente. También tiene ricos significados pastorales y educativos.

Tras la resurrección, Jesús se manifiesta a los discípulos en el lago de Tiberíades y, luego de compartir una comida, se dirige a Simón Pedro con tres preguntas sucesivas que tocan la relación directa entre él y su discípulo: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».

Jesús pide un amor exigente que no calcule costos. Su cuestionamiento es desafiante y Pedro es consciente de su debilidad. En dos ocasiones, la contestación es una afirmación cargada de amor y, a la vez, humana y frágil.

Este Evangelio nos muestra un diálogo que marca un camino basado en el amor verdadero y la reconciliación, que estimula el crecimiento y la responsabilidad consigo y con los demás.

LA CONFIANZA QUE NO FALLA

Después de la traición, Jesús no solo perdona a Pedro, sino que va más allá: le confía una responsabilidad aún mayor. Esto representa para nosotros una extraordinaria lección educativa: la confianza concedida es una confirmación renovada del respeto hacia la persona. Es un amor que da dignidad y hace responsable. Jesús no se limita a perdonar, también devuelve a Pedro su misión, ahora enriquecida con una nueva conciencia.

Al anuncio de la traición de Pedro hecho por Jesús, no le sigue la típica reacción de ¡te lo dije!. Jesús ve la traición, pero también ve más allá. El suyo es un amor que conoce la debili-

dad humana, pero que tiene la fuerza de hacer brotar, desde dentro del corazón herido, la semilla de la bondad que nunca desaparece. Lo que Don Bosco llamó el punto accesible al bien en el corazón de cada muchacho, lo vemos aquí cuando Jesús hace todo lo posible para que emerja. El mal cometido nunca debe tener la última palabra.

Esto significa tener paciencia y respeto por los tiempos. La experiencia nos enseña que, muchas veces, el mal solo necesita ser encontrado con afecto, paciencia y compasión. Especialmente en los niños y jóvenes, algo que Don Bosco expresa muy bien cuando habla del Sistema Preventivo. En el momento en que los chicos y chicas se sienten rodeados de un amor maduro y adulto, que facilita y no condena, que escucha y no impone, aflora la conciencia hacia el bien.

¡Cuán urgente es hoy que nuestros jóvenes encuentren adultos, madres y padres, educadores y educadoras sanos y maduros, pacientes y con visión de futuro! Son auténticos aquellos recorridos que respetan la unicidad de la persona con sus debilidades, pero también con su potencial. Somos verdaderos bienhechores cuando conseguimos ver el tiempo como espacio para un crecimiento gradual y sólido. Es una actitud que evita propo-

ner -o, peor aún, imponermodelos estandarizados que encasillan a las personas.

UNA RELACIÓN DE AMOR

Hacia el final del encuentro entre Jesús y Pedro hay un detalle que me gustaría comentar. Pedro pregunta a Jesús sobre Juan: ¿Y él? Y Jesús corta por lo sano: «Si quiero que él permanezca hasta que yo venga, ¿a ti qué te importa?».

Una respuesta tajante y una lección clara. Jesús invita a Pedro a centrarse en su propio crecimiento, sin hacer preguntas curiosas e inútiles sobre los demás. Ser responsables y ayudar a otros a asumir su propia responsabilidad también implica clarificar los parámetros para que el proceso de crecimiento no se desvíe. El verdadero camino educativo es personal, no competitivo.

El pasaje culmina con la invitación: Tú, sígueme. En estas dos palabras se encierra la esencia del proceso educativo cristiano: el seguimiento personal, la relación directa con el Maestro. La auténtica educación no es la transmisión de conocimientos, sino la introducción a una relación viva.

El triple ¿me amas? revela que el amor es el fundamento de toda relación educativa. Solo cuando el educador ama verdaderamente al educando y el educando responde con amor, se crea ese espacio de libertad y confianza en el que la persona puede crecer plenamente.

La educación cristiana y la experiencia salesiana encuentran en este pasaje un modelo sublime: un proceso de transformación basado en el amor, en el perdón, en la confianza y en el respeto a la libertad.

Mensaje del Rector Mayor

confiamos en cada paso

El Aguinaldo 2025 con el lente juvenil

Gracias por tu amorosa presencia

Me cuesta pensar en María y que no aparezca la idea de Mamá rápidamente en mi cabeza.

Creo que la devoción hacia ella fue heredada de mi mamá (la que me dio vida en la tierra), de escucharla rezarle por las noches y de presentármela siempre como mi mamá del cielo, como la Madre que todos compartimos. Todavía recuerdo su emoción al escuchar la versión de Cristobal Fones de Dios te salve, María mientras lavaba los platos o colgaba la ropa. Recuerdo que alguna lágrima recorría su mejilla y ahora me emociona a mí también.

Por estos recuerdos, me es inevitable describirla como esa mujer sencilla, serena, presente en lo cotidiano. Pareciera que en ella se encarnara toda la ternura del mundo. Como si Dios la hubiese elegido para habitarla y poner rostro a la dulzura.

Como -creo- que nos pasa a todos los católicos, he tenido momentos de mayor y menor conexión con mi fe. De estar arriba de la montaña rusa, con más facilidad para encontrarme con el Espíritu, para mantenerme en oración, para reconocer su presencia en lo cotidiano de manera más visible. Y otros tantos de sentirme más floja en ese sentido, de desierto, de incertidumbre, de menor claridad. María tiene eso de sostener en las buenas y en las malas. De estar ahí en la alegría, en el encuentro, en la tranquilidad; pero, por sobre todo, en la oscuridad, en la soledad, en el dolor

Creo que hay algo muy humano en esto de olvidarnos o no tener tan presente su figura en tiempos de calma, donde la rutina y el ritmo cotidiano nos hacen más dificultoso encontrar un momento para detenernos y agradecer. Pero, también, en lo repentino de recordarla y necesitar su auxilio, su consejo, su abrazo cálido de Madre: necesitar que nos llene de esperanza. Mientras escribo esto, descubro una lógica muy similar a la que experimento con mi madre bajo

epaso mi historia hacia atrás y veo, en mis experiencias de caos y desolación, la presencia de María fuerte, sosteniendo, haciéndome sentir cuidada, verdaderamente escuchada y amada. omo cuando todo alrededor se apaga de golpe, pero hay algo, un destello que se vuelve constante y consistente, y que da luz suficiente desde su sencillez.

También la veo en el oratorio, aún más en el patio. Creo que es allí donde más se experimenta en su faceta Auxiliadora. Hay una vivencia profunda de protección, como si pudiésemos ver realmente su manto sobre nosotros.

Es allí donde realmente comprendo que todos estamos llamados a ser sus hijos, como también hijos de Dios y testimonios de Jesús, quien nos regaló a su Madre para que nos auxilie en nuestro caminar de manera firme, constante, sensible, profunda y amorosa.

la pena vivir asÍ

Historias que inspiran

vale
Elisa Juambeltz

La idea nació hace algunos años en la cabeza de Jorge el Negro Piaggio, quien llevó a cabo el primer campamento en 2017. Tras su fallecimiento en 2022, su hijo Francisco decidió retomar el proyecto para impulsarlo a más. Hoy, él y Talía Gálvez su mamá y esposa del Negro lideran la iniciativa, pero en ella participa toda la familia y, para Talía, eso es un regalo.

En julio celebrarán el décimo campamento de una propuesta que está dirigida a las familias en todos sus formatos.

PROFUNDIZAR LOS VÍNCULOS

En la casa de Jorge, Talía y sus tres hijos, siempre se habló y participó de actividades salesianas y campamentos. Desde que nos casamos, compartimos en grupo con otros matrimonios y familias salesianas. Nos fuimos acompañando desde la grupalidad en todas nuestras etapas, recuerda Talía.

Ahí estuvo el gen que le dio vida a Compinches: el anhelo de replicar una experiencia que ellos, como familia, sentían profundamente transformadora. Y también la razón para que cada instancia se creara y diseñara con esmero y detalle.

Los campamentos se llevan adelante en Costas de San José, un lugar con historia para la familia Piaggio Gálvez, al que el Negro le tenía un cariño especial. Pero ese espacio, rodeado de naturaleza y lejos del ruido a una hora y poco de Montevideo, tiene más que nostalgia: es un entorno natural que es ideal para que se dé el encuentro.

Las actividades están pensadas para niños y adultos, siempre desde la

Cuando dos o más personas se reúnen sin otra intención que la de compartir tiempo de calidad, conversar, disfrutar de un fogón, mirarse a los ojos y reír, suceden cosas transformadoras. Cuando eso es en familia, ocurre la magia. Algo así pasa en Compinches, una experiencia de campamentos que invita a las familias a reconectar con lo esencial a través del encuentro, la naturaleza y el juego.

lógica del respeto, el cuidado mutuo y la alegría. Es un campamento bastante guiado y cargado de actividades, cuenta Francisco Pancho Piaggio al BS. La idea es conectar con uno mismo y con los demás, seguir las dinámicas, compartir, convivir y, sobre todo, escuchar y escucharse.

El juego estructura mucho de la estadía. Cuando llegan, realizan un rompehielo para presentarse, moverse y perder la vergüenza. Luego, las jornadas pasan por diferentes momentos y propuestas, algunas más físicas que otras. Pero en cualquier caso, la lúdica aquí no es solamente una forma de estar entretenidos, sino más bien una herramienta poderosa para construir puentes, fortalecer lazos y sanar distancias.

Lo logran con recursos simples: una pelota, una caña de pescar, una ronda de nombres. Jugar no precisa infraestructura. Solo se necesita una propuesta y las ganas de compartirla, dicen Talía y Pancho.

En el fondo, lo importante para ellos es profundizar en el vínculo familiar y también proyectar algo que trascienda el fin de semana. Por eso, tam-

bién se dan espacios de diálogo y, al finalizar el campamento, tanto padres como hijos piensan en acciones concretas para mantener viva la conexión compinche: jugar juntos una vez por semana, hacer una salida especial, apagar los celulares durante la cena. Pequeñas decisiones, en fin, que pueden marcar la diferencia.

También hay momentos de encuentro entre madres y padres donde se comparten vivencias, dudas, alegrías y desafíos de la crianza. Los niños se hacen amigos enseguida. Para los adultos es más difícil, por eso generamos espacios para que puedan vincularse, hablar y sentirse acompañados, explica Pancho.

UN EQUIPO CON LA CAMISETA PUESTA

El equipo de Compinches está formado por integrantes de la familia y amigos que comparten los valores del proyecto, muchos de ellos con formación en animación y recreación educativa; la mayoría, incluso, con inspiración salesiana. Cada uno tiene un rol, desde la cocina hasta la animación, desde la logística hasta los momentos de reflexión, pero todos están para acompañar y colaborar.

Lo que se genera en esos días es difícil de explicar pero fácil de sentir, comentan aquellos que fueron consultados para esta nota del BS. Padres que descubren cosas nuevas sobre sus hijos, niños que se sorprenden al ver a sus padres jugar, familias ensambladas que encuentran su ritmo, vínculos que se fortalecen sin esfuerzo o, simplemente, compartiendo. Nos pasó, por ejemplo, que un papá vino con su hija y nos decía que no la conocía. Es decir, no sabía qué le gustaba, qué disfrutaba hacer y qué no. tuvieron que estar juntos, en un espacio nuevo, con gente desconocida: eso los hizo conectar, cuenta Talía.

El motor que mueve a Compinches no es solo el deseo de llevar adelante un proyecto. Es también un homenaje, un legado familiar, un recuerdo al Negro; incluso una manera de estar juntos, seguir creando, compartiendo y expandiendo la vivencia. Y es, al mismo tiempo, una experiencia que quiere dejar huella. El vínculo familiar es la mayor riqueza que tenemos;

poder acompañar ese proceso es un privilegio, dice Talía.

DONDE OCURRE LA MAGIA

Las historias son muchas, diversas e igualmente valiosas. Una de ellas es la de María José Teijido, que participó por primera vez en los campamentos de Compinches en setiembre de 2023 junto a su hija. Aunque ya tenían una buena relación, ese fin de semana compartido les permitió afianzar el vínculo y tomar conciencia de cómo muchas veces postergamos lo importante.

Compinches, dice, superó sus expectativas: la propuesta, el contacto con la naturaleza y la desconexión digital generaron un espacio único. El equipo te hace sentir en casa. Se da una integración muy linda, no solo con tu hijo, sino también con otras familias. Y aunque el uso del celular no está prohibido, simplemente deja de ser necesario, cuenta al BS.

María José y su hija repitieron la experiencia en febrero de 2024, esta

Jugar no precisa infraestructura. Solo se necesita una propuesta y las ganas de compartirla

vez con calor y juegos al aire libre. Hubo chapuzones, juegos de barro, dinámicas grupales y nuevas amistades. Según explica, el proyecto crea una historia común y logra integrar a padres e hijos desde un lugar muy genuino. Si tuviera que definirlo en una palabra, sería magia, resume.

En un mundo que corre, que exige y que fragmenta, esta experiencia es un refugio. Un alto en la rutina para jugar y compartir, para mirar a quienes queremos y volver a elegirlos. Un recordatorio de que la familia la que cada uno construya puede ser un lugar de encuentro, alegría y crecimiento. Un espacio donde, al final del día, todos somos compinches

con nombre y apellido

“Somos

sapiens sapiens gracias a que somos ludens ludens”

El experto en ocio reflexionó con el BS sobre la importancia del juego en la vida de las personas, su vínculo con el aprendizaje y los cambios que plantea en la sociedad.

Fabián Caffa

Ricardo Lema cursaba quinto de primaria en el colegio Juan Zorrilla de San Martín, de los Hermanos Maristas. Fue ahí donde, por primera vez, se metió en las actividades de extensión horaria: recreación, juegos, campamentos. Ese primer contacto le abrió una puerta a un mundo que, sin saberlo, lo iba a transformar.

Años después, en cuarto de liceo, se sumó a una escuela de animación del colegio. Lo consideraba una pasión adolescente, un entusiasmo; no un plan de vida. Intuía que en el disfrute había una oportunidad educativa, pero por su creatividad se decantó por Comunicación. Creía que iba a estar en medios, en algo más tradicional.

Sin embargo, ya recibido, empezó a trabajar en la Universidad Católica del Uruguay, en el área de actividades recreativas. Ahí el juego volvió a aparecer, ahora desde otro ángulo: el académico. Como sintió que necesitaba más herramientas, hizo un posgrado en Educación y, más tarde, un doctorado en Ocio. Tenía la oportunidad de contribuir a la construcción de un campo que era básicamente experiencial, pero que tenía poco de sistematizado y pensado. Yo quería aportar al campo de la recreación y el juego tal como lo entendemos en Uruguay, cuenta.

¿Qué importancia tiene el juego en la vida de los seres humanos?

Yo soy un poquito fundamentalista en esto. Me gusta decir que lo que nos caracteriza como especie, como homo sapiens sapiens, es que somos ludens ludens. De hecho, hay una correlación entre el sapiens y el ludens. Somos sapiens sapiens gracias a que somos ludens ludens. ¿Qué quiero decir con esto? Que no somos los únicos homínidos que jugamos, pero sí los que jugamos a formas complejas y a lo largo de la vida. Tenemos una predisposición para actuar de un modo lúdico que nos distingue como especie. De hecho, nuestro cerebro se desarrolla mucho en las etapas que más jugamos. Por eso le asigno mucha importanciahaber llegado a lo que somos se explica no solo desde nuestra capacidad de desarrollo cognitivo, sino también desde nuestra capacidad de actuar de un modo lúdico.

¿Se puede definir el juego como un concepto ambiguo? Es muy ambiguo. En el idioma espa-

ñol, la palabra juego denomina muchas cosas. Si uno entra al diccionario de la Real Academia Española, se encuentra con cerca de 20 acepciones para esa palabra. Lo más obvio es que le llamamos juego a una actividad sometida a ciertas reglas, que tiene una dimensión material, sistémica, estructural y experiencial. Pero, además, muchas veces también confundimos otras actividades como si fueran juegos, como el arte y viajar, que tiene que ver con nuestra ludicidad. Podemos decir, entonces, que tenemos la capacidad de actuar de forma lúdica, aunque esa capacidad no siempre se exprese a través del juego. En los últimos 150 años ha habido un esfuerzo muy grande de las más diversas disciplinas por tratar de explicar qué es el juego, y todas han hecho buenos aportes, pero ninguna ha logrado definirlo por completo.

¿Qué rol tiene el juego en los procesos de aprendizaje?

A veces nos olvidamos de algo fundamental: nuestra forma natural de aprender es el juego. Salimos a descubrir el mundo cuando empezamos a gatear, interactuamos con los sentidos y empezamos a entender que existe algo que va más allá de nuestra propia percepción. Esa posibilidad de interactuar en forma creativa con el entorno e imaginar lo que no está presente es lo que nos ha permitido desarrollarnos como especie. Todo eso nos permitió construir pensamiento complejo, desarrollar el lenguaje y representar el mundo. Lo que pasa es que después, culturalmente, fuimos introduciendo otras estrategias de enseñanza y aprendizaje probablemente más eficientes, sobre todo pensando en la necesidad de democratizar la educación. Pero también es cierto que, cuando esas

formas recuperan estrategias lúdicas, se potencian. Necesitamos estar motivados para aprender. Si lo que quiero es un aprendizaje creativo, divergente y disruptivo, entonces el juego es fundamental.

¿Siempre se juega de una forma lúdica?

No. Jugar de un modo lúdico implica estar predispuesto a actuar de esa forma cuando uno juega. Ayer miraba un partido de fútbol y la mayoría de los que estaban en esa cancha no estaban de un modo lúdico. Estaban presionados. Primero, porque es su trabajo: si no juegan bien, su contrato no se extiende. Y segundo, porque había un peso excesivo en el resultado, no en el disfrute de la experiencia. Entonces, hay muchas formas que uno reconoce como juego, pero que no necesariamente son lúdicas.

En tu cuenta de X escribías: Recuperemos la dimensión lúdica en el fútbol. ¿El deporte dejó de ser considerado un juego?

En su origen, todo deporte surge de prácticas culturales lúdicas. Lo que sucedió fue que la modernidad que impuso Inglaterra a fines del siglo XIX se materializó en una forma de jugar en la que dos equipos parten de una

Hay un vínculo muy claro entre

las

prácticas

lúdicas y los valores culturales de una sociedad.

situación muy democrática desde un punto de partida de igualdad de condiciones con reglas, límites temporales y espaciales. Si uno se pasa de esa línea y de ese tiempo, ya dejó de ser un juego.

¿Es lo mismo jugar en una plaza que frente a una pantalla?

Las prácticas recreativas van cambiando porque la sociedad evoluciona. A principios del siglo XX surgió en Norteamérica un movimiento que tuvo mucho impacto en América Latina: los playgrounds. Era la idea de generar entornos para el juego libre de los niños en las ciudades: parques generalmente cercados, con hamacas, toboganes y subibajas que se veían en muchas plazas de Montevideo y siguen existiendo. Lo que

cambió es el tipo de juegos, ahora son más modernos. Hoy, por ejemplo, se discute mucho el concepto de playground digital porque el nuevo territorio de juego de los niños, niñas y adolescentes tiene que ver con lo digital. Y ahí aparece la pregunta: ¿cómo generamos entornos para un juego libre y seguro en el entorno digital? Por otro lado, compiten esas actividades nuevas con actividades viejas. Cambian las necesidades sociales, pero también cambian las oportunidades. Si niños, niñas y adolescentes siguen teniendo acceso a buenos espacios de juego al aire libre, y a propuestas atractivas, van a jugar un rato en la pantalla y un rato afuera, porque son experiencias distintas. Y van a buscar una cosa u otra.

¿Qué dice una sociedad a través de los juegos que propone o permite?

Sin dudas, hay un vínculo muy claro entre las prácticas lúdicas y los valores culturales de una sociedad. Esto es algo que desde la antropología se ha estudiado mucho. Porque el juego, como ejercicio y práctica cultural, dice mucho del lugar en el que se da. El juego es una poderosa herramienta de comunicación: comunica los códigos, los relatos y los símbolos de una sociedad.

PERFIL:

Nació el 24 de agosto de 1971 en Montevideo. En la actualidad es decano de la Facultad de Derecho y Artes Liberales de la Universidad Católica del Uruguay. Es Licenciado en Comunicación por la misma universidad, donde además se desempeña como docente en la carrera de Recreación Educativa. Es doctor en Ocio y Desarrollo Humano por la Universidad de Deusto (España).

Las apuestas deportivas en línea se han convertido en un fenómeno creciente, especialmente entre adolescentes y jóvenes. La facilidad de acceso, la falta de regulación y el atractivo del éxito fácil construyen un escenario alarmante, según expertos.

Las especulaciones empiezan a aparecer cuando faltan un par de horas para el partido. Que ese jugador está descartado y que lo sustituirá aquel otro. Que tal equipo es favorito, pero que hay que tener cuidado con el contragolpe adversario. Que con este resultado y la victoria de aquella selección, se podrá lograr la clasificación. O, por el contrario, que las chances se complicarán si el triunfo no llega.

Algunos de esos bosquejos son todavía más hondos. Varios tienen que ver con el resultado. O con otros escenarios que son aún más difíciles de teorizar. Que saldrá uno a cero, o tres a tres; que entre el minuto 60 y el 70 habrá un gol, o, mejor, que en los últimos diez minutos se romperá el empate. Que ese jugador convertirá uno o dos goles. Quizás tres. Es una suerte de menú de hipótesis y posibilidades. Y aunque los que tuercen la suerte para un lado o para el otro son los que corren detrás de la pelota, los jugadores, allí, son otros.

Las apuestas online llevan un tiempo en auge y se han pronunciado desde la pandemia: en Uruguay, los expertos no vacilan en calificar que el crecimiento es alarmante. Según la coordinadora del Programa de prevención y tratamiento del juego patológico de la Facultad de Medicina de la Udelar, Gracy Gómez, un 30 % de los pacientes que consultan lo hacen por dificultades con el juego en línea, en especial con las apuestas deportivas.

Y una de las principales preocupaciones es el alcance de este tipo de juegos en los más jóvenes. Una encuesta de la Fundación Manantiales reveló en marzo de este año que

el 39 % de los adolescentes de Montevideo ha realizado apuestas en línea por lo menos una vez. Asimismo, casi tres de cada diez reconocen apostar de manera diaria y un 42 %, hacerlo a escondidas de sus padres. Los números surgen de un relevamiento a 925 estudiantes de liceos y colegios de la capital que mostró que el 47 % utiliza su propia tarjeta para apostar, mientras que cuatro de cada diez lo hace utilizando mecanismos de pago que involucran a familiares o amigos.

Hay una oferta inmensa: tenemos un nivel de juego para un país de 15 millones de habitantes porque se calcula un casino por millón

Gonzalo

Para Gómez, en el caso de los jóvenes, la razón principal para apostar es querer ganar dinero de manera rápida y sin esfuerzos, lo que significa otro perfil de jugador si se analiza que, en muchos casos, el juego es más bien un mecanismo de afrontamiento donde las apuestas son una forma de encarar situaciones de estrés o dificultad. Es algo casi paradigmático del comportamiento humano, comentó. Si voy a jugar y cuando estoy ahí me doy cuenta que me olvido de los problemas que tengo, entonces voy a seguir jugando para no volverme a mi casa, dijo Gómez, antes de explicar que en los más chicos lo principal es el éxito fácil Una suerte de pensamiento fantasioso que está favorecido por los algoritmos, según la experta.

UN CASINO LAS 24 HORAS

Matías tiene 18 años y no se considera un gran apostador. Aunque juega cada tanto, en su familia solo su padre sabe que tiene la aplicación de Supermatch instalada en el celular. Si se entera mi madre, me mata, subraya. Explica que lo mismo sucede con varios amigos y que, en su círculo, hay gente que juega y que no lo dice por temor a ser juzgada.

Cuando el BS le pregunta qué es lo que hace a las apuestas deportivas tan atractivas, dice: es complicado porque es muy instantáneo Y sigue:

Los pacientes nos contaban que, cuando tenían que ir al quiosco, se controlaban, porque iban una o dos veces y ya no podían ir más, pero online pueden jugar todo lo que quieran sin exponerse nunca.

lo podés hacer en cualquier momento, mientras estás en el trabajo, en el colegio, en la facultad Es como tener un casino las 24 horas guardado en el bolsillo del pantalón.

Según la clínica, un aspecto que complica el problema con este tipo de juegos es la comodidad y otro, la falta de mecanismos de sanción social. Es que apostar sentado en un sillón sin ser mirado ni cuestionado por otros es mucho más sencillo que todo lo demás. Los pacientes nos contaban que, cuando tenían que ir al quiosco o al Abitab, se controlaban, porque iban una o dos veces y ya no podían ir más, explicó Gómez, pero que con la llegada del mundo online, pueden jugar todo lo que quieran sin exponerse nunca

Según la experta, cuanto más accesible es el juego, más adictivo es y cuanto más rápida la respuesta, también. Matías está de acuerdo: es un viaje la dopamina que te genera cuando hacés un gol

LUDOPATÍA Y FALTA DE REGULACIÓN

Los últimos datos del Departamento de Psicología Médica de la Udelar indican que en nuestro país hay unas 35 mil personas adictas al juego y unas 70 mil que padecen de juego problemático. Sin embargo, la estimación es que son muchas más.

En el Programa de prevención y tratamiento del juego patológico, que coordina Gómez, están atendiendo a unos 200 pacientes actualmente, aunque fluctúan. Hace dos años eran entre 120 y 130.

Para los expertos hace falta sensibilizar más a la población. En ese sentido, el programa de la Facultad de Medicina está evaluando organizar talleres en centros educativos para concientizar a los adolescentes sobre los problemas que están detrás del juego problemático. Pero no alcanza porque, según Gómez, también hace falta más regulación. Hay una oferta inmensa: tenemos un nivel de juego

para un país de 15 millones de habitantes porque se calcula un casino por millón, explicó.

Un proyecto de ley presentado por el diputado nacionalista Álvaro Dastugue está a estudio del Parlamento desde fines de 2023, pero la cercanía del ciclo electoral y el enlentecimiento de la producción legislativa en el último año de gobierno frenaron progresivamente su discusión.

Allí se proponen varios ítems tendientes a reducir el impacto de los juegos de azar, como disponer de cartelería sobre salud mental en los casinos, regular la publicidad, incorporar relojes digitales y prohibir el uso de tarjetas en las salas de apuestas; efectivizar los mecanismos de autoexclusión, o establecer distancias mínimas entre centros educativos y puntos de venta de juegos de azar. También se busca designar una semana de junio para concientizar sobre la ludopatía, tal como actualmente se hace con el tabaco y otras problemáticas.

En la exposición de motivos del proyecto, Dastugue mencionaba la urgencia de actuar para que esta problemática no se convierta en una nueva pandemia para nuestra nación, tal como lo son hoy la depresión y la alarmante tasa de suicidios.

Lograr su aprobación en este período necesitará de voluntad política para atender un tema que resulta cada vez más complejo y del que todavía no hay demasiada noción, indicó Gómez.

AL MENOS URUGUAYOS SON ADICTOS AL JUEGO

de los adolescentes de Montevideo ha realizado apuestas en línea por lo menos una vez

Película: La vida es bella (1997) / Disponible en Netflix

La vida es bella cuenta la historia de Guido, un hombre que, con el cuerpo cansado, pero el alma despierta, enfrenta la crueldad de un campo de concentración con un arma inesperada: el juego. Para proteger a su hijo del horror, le hace creer que todo lo que viven es parte de una gran competencia. Que hay reglas, escondites y que el premio será un tanque real.

Muchos ven ahí una muestra de ternura. Y sin dudas que lo es. Pero también hay algo más, es una forma de resistencia. Porque Guido no busca distraer a su hijo, sino defender lo más valioso que tiene: su derecho a imaginar, a reír, a seguir siendo niño.

Jugar, aunque a veces parezca liviano, es cosa seria. No es un recreo entre obligaciones, ni una recompensa que se gana por portarse bien. No es algo que pasa si sobra tiempo: es lo que permite que el tiempo valga la pena.

Jugar es una forma de habitar el mundo. Es una necesidad profunda, pero también un derecho. Es crecer. Es sanar. Es encontrarse con otros sin miedo. El juego no es un lujo - es un territorio sagrado.

Y, como todo territorio sagrado, merece cuidado. Aunque a veces parezca que está en peligro porque no siempre hay tiempo, ni espacios, ni adultos que lo habiliten, lo cierto es que el juego resiste. Se cuela entre veredas rotas, tardes de oratorio, manos que inventan con lo que hay o momentos compartidos donde alguien lanza un simple ¿jugamos? para que la vida abra paso.

Don Bosco lo supo antes que muchos. Llenó patios convencido de que ahí florece lo esencial: la confianza, el vínculo, la alegría. Y que en el lenguaje del juego se esconde un modo de hablarle al corazón de los jóvenes.

Guido no tenía casi nada, pero tenía una certeza: que la risa de su hijo merecía ser protegida. Y eso hizo. Con imaginación, con ternura, con lo poco que le quedaba. No fue un gesto ingenuo. Fue un acto profundo de amor.

¿Y si hoy nos animamos a hacer lo mismo? ¿Si defendemos el juego como ese territorio sagrado? Tal vez así, en medio de lo cotidiano y entre escondidas, rondas y carcajadas, sigamos anunciando que la vida, aún con sus sombras y dificultades, sigue siendo bella. PANTALLA INTERIOR Te lo recomendamos

JUGAR ES COSA SERIA JUGAR ES COSA SERIA JUGAR ES COSA SERIA

Corre, salta, juega, pero no peques. La frase de Don Bosco a los muchachos del Oratorio sigue siendo tan desarmante como vigente. No es un consejo piadoso: es una pedagogía. Don Bosco no usa el juego para rellenar el tiempo entre clase y clase. Juega porque ahí, en el griterío y el sudor, se construyen vínculos, se abren puertas al alma, se palpa la vida.

En una época en la que lo lúdico suele reservarse para la infancia o diluirse en el entretenimiento, necesitamos volver a mirar el juego como lugar de encuentro. El patio, la cancha, la ronda no son solo espacios para el descanso: son altares de humanidad. Ahí se ríe, se discute, se aprende a convivir. Y, sobre todo, se revela quién es cada uno, sin máscaras.

Don Bosco lo entendió muy temprano. En sus memorias, recordó con emoción los juegos en I Becchi con su familia y vecinos. Y cómo, años después, el silbido de Bartolomé Garelli en el patio no fue menor que su Ave María. Fue un sí a la confianza, al afecto gratuito, a un vínculo que empezaba a nacer sin obligación. El juego era la puerta y Don Bosco sabía abrirla.

Hoy, más que nunca, lo lúdico es un modo de resistir al individualismo, a la hiperconexión sin presencia, al cansancio de vivir en automático. En un mundo que mide todo por utilidad o productividad, el juego parece un lujo. Pero en realidad es un acto profundamente humano: nos baja a tierra, nos iguala, nos devuelve el asombro. Jugar juntos es una forma de decirle al otro Me importás. Estoy acá. Con vos. Es hacer cuerpo la alegría del Evangelio, sin discursos, pero con verdad.

En el juego no hay puestos fijos ni roles predefinidos. Cada quien encuentra su lugar y también puede cambiarlo. Eso también es profundamente evangélico: el que parece más débil puede ser clave en el equipo, el que está aislado puede encontrar allí su primera amistad. Por eso Don Bosco prefería el bullicio del patio a un silencio forzado, porque en el juego se forma el corazón y se ejercita la libertad.

Las educadoras y los educadores salesianos no estamos llamados solo a permitir el juego, sino a habitarlo. A ponernos la camiseta y embarrarnos las manos. No se trata de dar permiso para jugar, sino de entender que el patio no es un recreo: es una forma de revelarle a los gurises que el Reino también empieza por una ronda de risas, una carrera improvisada o una escondida bien jugada.

La pregunta, entonces, no es si hay tiempo para jugar, sino si nos atrevemos a recuperar ese lenguaje que Don Bosco convirtió en camino de fe, de alegría, de encuentro.

Porque sin juego no hay patio y, sin patio no hay casa salesiana.

Juan Manuel Fernández SDB

Un espacio de recreación en el deporte competitivo

Desde hace siete años, Juan Andrés Escudero acompaña a los planteles femeninos de fútbol en Liverpool desde el Área Social. Con talleres, dinámicas lúdicas y un enfoque humanista, demuestra que la recreación tiene un lugar clave en el deporte competitivo.

Familia Salesiana

Juan Andrés Escudero es licenciado en Recreación Educativa y, para obtener su título universitario, se embarcó en un proyecto de tesis enfocado en el rol de la recreación en deportes de competencia. Fue durante ese proceso que desembarcó en Liverpool, el club del que aún forma parte y donde lidera el Área Social, un espacio de la división femenina que viene creciendo ininterrumpidamente desde hace siete años.

Juani, como le dicen, saluda una por una a las jugadoras que llegan al entrenamiento en Liverpool. Las llama por su nombre, recuerda un detalle de sus días, escucha. Entiende que todo eso es importante, porque, para él, el vínculo es la base de todo. Hoy, junto a una psicóloga, acompañan a unas 110 deportistas de entre 13 y 33 años.

Semanalmente, el Área Social tiene un tiempo dedicado a cada categoría. Tenemos una primera categoría al principio del día y luego hay encuentros individuales con algunas jugadoras, ya sea porque están en sanidad, porque lo necesitan o porque lo piden los profesores, cuenta. En esos espacios, se trabajan aspectos reflexivos, grupales e individuales, otras más lúdicas y algunas más personales. Desde allí también llevan a cabo talleres de forma más esporádica.

Juan Andrés lidera este espacio con la convicción de que la recreación es una forma de generar vínculos fuertes, sólidos y valiosos, que trascienden y permean en otros ámbitos de la vida. Eso, en un espacio competitivo muchas veces exigente y estructurado, se vuelve un refugio, una pausa necesaria, un canal para liberar, integrar y reconstruir.

MÁS ALLÁ DE LA DIVERSIÓN

Todo lo que hace tiene una raíz clara en Juan Andrés: la espiritualidad salesiana. Yo quería vivir de la forma más salesiana posible porque es como me siento cómodo y creo que es lo que hago, dice.

Su paso por los oratorios de La Teja y Cordón marcó su vocación. El oratorio es de las cosas que más disfruté y esa forma de vida, de encuentro,

El juego es sanador, desestructurante.

Nos habilita a construir desde otro lugar. Incluso a mostrar nuestras vulne rabilidades.

sigue viva en lo que hago, reflexiona.

La recreación, para él, es mucho más que pasarla bien o divertirse un rato. Es vínculo, es comunidad, es una pedagogía del encuentro y del intercambio. Es una herramienta educativa y social, que rompe barreras y libera tensiones. Por eso, en un deporte como el fútbol femenino, en el que todas las jugadoras, además de entrenar cinco veces por semana y jugar los fines de semana, trabajan o estudian, el juego se vuelve también un espacio para sostener la entrega y reencontrarse con la motivación.

La vida también es un juego, sostiene Juan Andrés. Y en ese juego, reconoce, hay desafíos, reglas, obstáculos, derrotas y triunfos. Pero también oportunidades para generar algo distinto. El juego es sanador, desestructurante. Nos habilita a construir desde otro lugar. Incluso a mostrar nuestras vulnerabilidades. A veces creemos que jugar es solo para niños, pero con los juegos adecuados, no hay edad para jugar, asegura

En el espacio que coordina participan niñas de 13 años y adultas de más de 30. Algunas, incluso, con experiencia en selección. Todas juegan con la misma entrega y con las mismas ganas. La clave está en saber cómo, cuándo y de qué forma hacerlo. No todos los juegos son para todos, pero si uno conoce al grupo, siempre se

puede jugar, asegura Juan, que hace un tiempo finalizó un posgrado en Deportes.

EL JUEGO COMO EXPERIENCIA TRANSFORMADORA

La recreación, reflexiona, no siempre es comprendida ni valorada en entornos de competencia. Hay técnicos que pueden pensar que media hora de juego es tiempo perdido. Pero eso cambia cuando se ve lo que genera y cuando se vive, dice.

Hoy, el Área Social de Liverpool es un espacio consolidado, que ha madurado junto a él y que sigue creciendo. En esa transformación, entiende que el éxito del espacio ya no se mide solo por cuán divertido resultó un juego, sino con la posibilidad de habilitar procesos, fortalecer vínculos y contribuir a una formación integral de las deportistas.

El sueño de Juan Andrés es que la recreación siga ganando espacios, que se entienda su valor no solo en lo deportivo, sino en lo humano. Que se construyan modelos que pongan en el centro a las personas y no solo a los resultados. Y que el juego siga siendo ese motor silencioso que acompaña, sostiene y transforma. Porque, como él dice, cuando el vínculo es fuerte, trasciende el taller Y cuando una chiquilina enseña con el ejemplo, también educa. En la cancha, en la vida, en ese juego más grande que todos jugamos.

Signos del Espíritu de Dios

En referencias al Espíritu Santo abunda nuestra regla de vida. Los salesianos de Don Bosco formamos una comunidad de bautizados que, dóciles a la voz del Espíritu, nos proponemos realizar en una forma específica de vida religiosa, el proyecto apostólico del fundador: ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres. En el cumplimiento de esta misión, encontramos el camino de nuestra santificación, dice el artículo 2 de las Constituciones salesianas.

Está todo dicho: es un programa de vida. Pero nos preguntamos: ¿quién es este Espíritu Santo? ¿Qué es este Espíritu de Dios?

Un artículo del jesuita español José Rodríguez Olaizola lo explica muy bien: Tiene muchos nombres. Es fuente de Vida, es Espíritu de verdad, Defensor y Consolador. Reparte sus dones sobre nosotros, cuando y como quiere. Y así, nos da sabiduría, temor de Dios, entendimiento, consejo, piedad, fortaleza, ciencia.

Es presencia discreta. Está sin imponerse. Nos habita, pero no nos invade. Es el modo en que Dios se hace presente hoy en nuestro mundo, en esta etapa de la historia de la salvación. Desde Pentecostés, creemos que inspira a la Iglesia para que busque y acoja la voluntad de Dios.

Es todo esto que es común y compartimos los creyentes cuando proclamamos nuestra fe. Y es también todo lo que uno, íntimamente, va llegando a comprender. Y que, seguramente, cada uno formulamos de una manera personal y única. Es la fuerza que, a veces, cuando ya no puedes más, te ayuda a seguir adelante. Es la lucidez para mirarte en el espejo de dentro para aceptar tus sombras y confiar en su luz. Es la perseverancia que tira de ti cuando se apagan los motivos. Es el silencio que amansa a las fieras que te devoran. Es la hoguera que se te vuelve hogar al escuchar la Palabra. Es la alegría discreta que en ocasiones te invade. Es la presencia que derriba los muros interiores y te muestra un horizonte hermoso y posible. Es la música callada que convierte los pasos vacilantes en baile. Es la voz que te invita a tomarte en serio a ti mismo y a los otros. Es el vínculo de unión con otras personas igualmente seducidas por su canto. Es el brillo en la mirada al ver el mundo transfigurado.

Es el amor que nos habita. Dios entre nosotros.

EL JUEGO EN UN ORATORIO SALESIANO

En Sambartolo, las actividades lúdicas y recreativas tienen como objetivo generar vínculos, abrir espacios de confianza y compartir la fe. Aquí, crónica de un sábado.

Sábado 31 de mayo. Primeras horas de la tarde. Quince grados. El frío empieza a calar en Montevideo, pero el sol otoñal calienta el pasto del Centro Salesiano San Francisco de Sales, al noroeste de la capital, a cinco cuadras del arroyo Las Piedras, que marca el límite con Canelones.

Es imposible contar a los niños. Corren de un lado a otro. Algunos juegan al fútbol, otros se trepan a los árboles. Dos niñas se columpian en unas telas atadas a dos árboles, empujadas por animadores que simulan una hamaca.

En dos bancos de madera que hacen las veces de escritorios, algunos decoran coronas de papel y las pintan a su gusto. Cuando terminan, un animador les pone una grampa y ellos se la colocan en la cabeza.

Hay un subibaja, un tobogán. En el fondo, dos niñas se mecen de pie en una hamaca. Algunos animadores levantan a los niños a caballito y corren con ellos.

Los adolescentes están sentados bajo la sombra y conversan.

La música suena fuerte, con canciones de todas las épocas.

Sambartolo es uno de los cinco oratorios que depende de la parroquia Santa María Madre de la Iglesia y San Juan Bosco -más conocida como la parroquia de Colón-. Funciona los sábados de tarde y es atendido por una docena de animadores salesianos que pasan a buscar casa por casa a los niños de la zona. Son entre 45 y 50 cada semana. Siempre varía. Siempre son muchos.

Cada sábado empieza igual: patio libre mientras llegan las recorridas. No tenemos nada pautado, eso no significa que sea un descontrol. Todo lo que hay para usar y jugar es el momento de sacarlo, dice Joaquín du Pré, de 23 años, estudiante de Educación Social y animador de Sambartolo desde 2022. Es un momento en sí mismo y tiene su importancia. Aparte del juego, está el encuentro espontáneo, agrega.

UNA TARDE COMPLETA

Cerca de las 14 horas, la música se apaga, la pelota deja de rodar, los marcadores se guardan. Los animadores llaman a hacer una ronda. Algunos niños quieren seguir jugando y se quedan quietos, lejos del círculo. Al final, se acercan.

Joaquín abre el momento y dice: Hoy estamos reunidos para celebrar a María Auxiliadora, ¿con qué lo vamos a hacer?. Con un guiso, responde otro animador. Hay aplausos y gritos. Por grupos, niños y animadores se dirigen al salón y se sientan en mesas apoyadas sobre caballetes.

La capilla, por unas horas, se vuelve comedor. Cada mesa tiene manteles rosados, celestes y dorados. En el centro de cada una, hay un frasco transparente con tiras de tela TNT. De cada uno asoma un cartel que dice María, acompañado por una corona y la silueta de su imagen. En una pared, dos carteleras con frases de Don Bosco: Confía en María y verás lo que son los milagros y Ella sí lo ha hecho todo

El menú es guiso con jugo de naranja y, de postre, arroz con leche. Todos comen y algunos hasta repiten el plato. Los que ya terminaron se inquietan y empiezan a correr por el salón. Luego, Joaquín vuelve a dar indicaciones: cada niño debe llevar su plato y sus cubiertos afuera, donde los lavarán en una palangana. Cuando todo esté limpio, comenzarán los juegos, que serán al estilo kermés.

Los niños pueden elegir: bajar nubes de papel atadas a las ramas de un árbol, ponerle la corona a una imagen de María Auxiliadora, tirar con una

pelota una pirámide de vasos, o responder preguntas sobre la Virgen. Si fallan, reciben un tortazo de crema en la cara. También hay carreras de embolsados y un juego que consiste en adivinar cuánto pesa un objeto; después lo pesan en una balanza para ver quién se acercó más.

El juego es algo central porque te ayuda a acercarte más a los chicosdice Belén Pagliano, de 30 años, Ingeniera de Producción y animadora en Sambartolo desde 2012-. Yo a veces me siento una niña más, porque también disfruto mientras cuido a los niños. El pensamiento de Joaquín va en la misma línea: El juego es un espacio de fusión entre niños y animadores. No es que le decimos a los chicos 'ahora vamos a hacer esto' y nosotros miramos desde otro lado. También es parte del ser animador involucrarse en el juego, porque permite construir vínculo con los gurises y generar una imagen de cercanía

UN LUGAR PARA EXPRESARSE

Hoy es un día atípico por la fiesta de María Auxiliadora. Por lo general, los niños se dividen según la edad. Cada grupo tiene nombre propio: Farolitos, Sembradores, Pescadores y MAS Movimiento Adolescente Salesiano. Además, hay una escuelita para animadores, destinada a quienes tienen más de quince años.

Cada sábado, los animadores proponen un espacio de catequesis no explícita, adaptada a la edad de los niños. En cada encuentro abordan temas distintos, siempre de forma lúdica. El juego es la primera herramienta para tratar un concepto, señala Joaquín. Es un espacio para dar voz a los gurises y puedan expresarse, hablar, contar sus cosas y desplegar todos sus dones, agrega.

EN CLIMA DE ORACIÓN

La tarde cierra con un sketch a cargo de tres animadores. En la historia, dos niños tristes se niegan a jugar. Una joven se acerca, les pregunta qué les pasa y les cuenta que Don Bosco, con los niños de su oratorio, solía rezar tres Ave María para dejar en manos de la Virgen sus preocupaciones. Los animadores entregan una piola y tres cuentas a cada niño. Con eso arman un denario. Frente a una imagen de María Auxiliadora, rezan juntos.

Después, llega la despedida. Los niños se reparten en los cinco grupos de las recorridas. Los animadores los acompañan hasta sus casas. El patio queda en silencio. De un momento a otro, se apaga el bullicio.

El sábado que viene la pelota volverá a rodar. Las hamacas volverán a moverse. La música sonará a todo volumen. Los niños correrán de un lado al otro. Porque sin eso, no hay oratorio salesiano.

CONFÍEN EN MARÍA Y VERÁN LO QUE SON LOS MILAGROS

Más de mil personas se reunieron en el Santuario Nacional de María Auxiliadora para celebrar a la madre de Jesús el pasado 24 de mayo. El frío no hizo mella y el júbilo y la alegría se vivieron con el canto y el baile en la procesión por Avenida Lezica, en el encuentro y el agite del Movimiento Juvenil Salesiano, y también en la Eucaristía, donde el P. Francisco Lezama destacó los pequeños milagros de los que somos testigos en nuestras obras salesianas y que son testimonio de la presencia de la Virgen en nuestra vida.

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