








Como eran y como los usamos de inspiración al vestirnos ahora. Desde vestidos formales a vestidos del día a día.
Apartir del relevamiento de imagenes y diferentes fuentes secundarias acerca de la indumentaria del barroco, observamos una transformacion de los trajes femeninos durande el siglo XVII que pasa de las estructuras rigidad del renacimiento al movimiento del barroco, influenciado por el resurgimiento de la vida social que tendrá su momento de esplendor durante la regencia del Rey Luis XIV de Francia.
Durante las primeras dácadas, el estilo predominante era sobrio debido a la influencia de la vestimenta tipicamente española y de esa zona. Del Renacimiento prevalecieron las cuchilladas y la gorguera tanto para hombres como para mujeres con algunas variantes cono el cuello caído, muy popular en la preimera década del siglo XVII y cercanos.
Las mangas se fueron abultando y acortando en relación al período anterior pero permanecian ajustadas a la altura de la muñeca y con los puños decorados con encajes. Hacia 1630, el vestido femenino estaba compuesto por el cuello caído, el corpiño, el sobreveste o vestido de encima y las faldas o enaguas. Esta silueta femenina se caracterizaba por tener un talle alto, hombros ensanchados y una superposicion de varias prendas una por arriba de la otra.
El vestido de principios de siglo se denomina de encima para algunos autores, mientras que otros lo nombran como sobreveste, en los dos casos es una prenda que se usa por arriba de otra. Estaba abierto por delante y dejaba ver el corpiño y las enaguas. Estaba hecho de telas lujosas, brillosas, muchas veces de color negro y podia estar arremangado.
Las mangas eran amplias y podian ir achuchilladas o con bandas que dejaban ver la camisa almidonada. Se rellenaban con junco de mar para darle volumen y se adornaban con lazos galones y ribetes de pasamaneria como las enaguas. Existe una moda mas austera con un cuello de tela cerrado y mangas con los puños devueltos que se denominan rebras.
Algunas mangas presentan doble abullonados generados por lazos o abeerturas. Se utiliza el verdugado tambor como metododo de ahuecamiento denomidado cilindrico o de rueda donde las damas podian apoyas los brazos de manera de descanso. Los escotes eran cuadrados y estaban decorados com enjcajes o otros adornos, mientras que el torso tenia una forma de triangulo invertido, facilitando por los diferentes metodos de ajuste corporal, denomidados de diferente manera: corps, cuerpo emballenado, corpiño rigido, cuerpo de saya rigido.
Los cambios en los vestidos radican esencialmente en un aumento de ornamentacion a partir de la influencia del gusto por lo barroco coincidente con la llegada de Luis XIV al trono de Francia, en eso se basaba la moda del momento.
El escote de los vestidos se habian ampliado dandole una forma tipo bote, y se adornaba con encaje, piedras preciosas y moños. Las mangas se fueron acortando en relacion al periodo anterior y su moda pero seguian siendo voluminosas, recogidas y ajustadas.
Se hacen mas blandas y abullonadas y se unen mas bajas a los hombros, adornadas con rellenos, lazos, glaones, y ribetes de pasamanerias y volados que podian ser de lino, algodon o encaje u otros materiales como los bajo de las enaguas de los vestidos. Las faldas se componen de una superposiciones de varias enaguas que cubria al nuevo metodo de ahuecamiento que comienza a reemplazar al verdugado renacentista, el tontillo.
‘‘Los cambios en los vestidos radican esencialmente en un aumento en la parte de ornamentacion.’’
Este objeto ensancha las caderas por los costados mientras aplana el centro por delantes y por detras. Se realizaba artesanalmente con distintos materiales como aros de ballena, de sauce o varillas de metal, tela engomada y finas laminas de madera que se acolchaba con paños almidonados. El tamaño del mismo aumenta a medida que nos acercamos al siglo XVIII. Las caderas naturales quedan totalmente ocultas entre los volados y pliegues de la parte inferior, lo cual da cuenta del lugar destacado que se brinda a la decoracion por sobre actividad.
La aparición de esta nueva prenda es explicada de diferentes maneras según los distintos autores consultados (Fogg, Spósito, Boucher), pero todos coinciden en que se trataba de una prenda que se superponía a las enaguas y se recogía hacia atrás, dejando ver las diversas capas interiores. Fogg señala la mención de la mantua en una pintura de 1660, como sucesor de un vestido suelto tipo camisón que usaban las mujeres de manera informal. Por su parte, Spósito destaca la existencia de una falda con cola llamada mantello, que se unía al corsé delicadamente y estaba confeccionada en raso o terciopelo u otras telas finas forrado de seda con ribetes adornados y enganchados en si misma.
Debajo aparecía la falda propiamente dicha de color liso, con franjas o dibujos compuestos. Boucher señala al vestido de encima como el antecesor de la mantua y se llevaba sobre las enaguas recargadas con volados y encajes de oro y plata. Esta bata o manto podía también tener una cola que se relacionaba con el rango de la mujer que la portaba y solía tener pliegues y drapeados varios que sumaban a la exuberancia del conjunto.
El vestido femenino reflejaba la riqueza y decoracion propias del periodo en el empleo de ricos tejidos en las faldas superanchas. Laver señala que lo caracteristico era llevar dos enaguas mientras que Boucher distingue tres faldas denominadas modesta, bribona y secreta. Estas enaguas, asi como las partes delanteras del corpiño se cargan de pasamanos y bordados y se llenan de nudos de cinta llamados galans. Las faldas superiores suelen estar recogidas y dobladas o arremangadas sostenidas con moños o cintas dejando ver la de abajo.
‘‘La bata dejaba ver las capas interiores.’’
En las diferentes fuentes de estudio encontramos diversos nombres para esta pieza del traje de principios del siglo. Se trata de una de las partes del torso y una compresion sobre el pecho de la mujer dejando entrever una cintura ancha y un poco mas elevada de lo normal. En los trajes se destacan al ser decorados con lazos y encajes, dando cuenta de un lugar especial en la conformacion del conjunto. El corse se convierte en el instrumento cotidiano del aspecto, la elegancia y el embellecimiento de las ropas.
Nuevamente observamos que los autores difieran en el uso de los terminos a la hora de nombrar los metodos de ajuste de la epoca: corset, cuerpo, just a corps, son algunos de los tantos diferentes nombres utilizados en esa epoca.
La indumentaria femenina era menos encorsetada que en la epoca anterior aunque seguia siendo complicada. La silueta no estaba deformada como lo estuvo con el corse y el verdugado del renacimiento. El torso seguia estando ceñido por una pieza interior similar al corset que dejaba descubierto el cuello y el escote. Los escotes eran anchos y cuadrados mientras que el torso tenia una forma de triangulo invertido cuya punta se superponia a la falda, delinando una cintura mas elevada y ancha, en diferencia.
Las pecheras estaban a menudo cubiertas por una jareta de tejido vistoso y decora do con encajes y cintas de seda con temas florales y de naturaleza y de colores lla mativos y brillosos. Este objeto constui do con ballenas cosidas sobre una tela de trama bien apretada, presentaba alargamientos de los costados para realzar el busto y delineaba una silueta estilizada que obligaba a echar los hombros hacia atras. Se utilizaba desde la infancia para orientar mas precozmente el porte. Vigarello señala la importancia de este objetoy sus implicancias en la sociedad del momento. Un nuevo arte, el ajustador de garganta, se impone a mediados del siglo XVII, con su tecnica, sus comerciantes, su corporacion. Ocho de esos modistos especializados aparecen citados en el libro comodo de direcciones del paris de 1690 y esos años.
La belleza natural resulta impensable en ese universo del encantar. Sin embargo, el busto comprimido y el vientre estragulado de las damas de la alta sociedad no se imponen en las demas mujeres que parecen conservar sus libertades. Las siluetas mas contenidas de las damas de la corte se oponen a los contornos considerados como pesados de las granjeras que expresan una estetica mas descuidada y menos artificial.
Monta, informal, holgado, de ceremonia. Todos presentaban cantidad de prendas superpuestas y ornamentadas, variando un poco en la morfologia, tejidos y colores, telas y encajes.
Vestido de ceremonia El vestido de ceremonia femenino exhibía la riqueza y el estatus de la persona que lo vestía. La silueta de la mujer simulaba una forma de cono invertido y se adecuaba mejor para las mujeres menos rellenitas. Sin embargo, algunas damas de la corte lo preferían a otros estilos más acordes a su cuerpo. Esta indumentaria adaptaba una elaborada bata interior abierta por delante como prenda exterior (la mantua o manteau) que llevaba sobre una falda, un corpiño y una pieza de estómago.
El vestido de ceremonia está compuesto por el bustier (grand corps o corps de robe), la falda (jupe) y la cola (bas de jupe o queue). El corpiño lleva ballenas y aplasta y deja ver el pecho, forzando la posición de los hombros hacia atrás. Las mangas hasta el codo, se llevan caídas y abullonadas, y se adornan con capas de encajes y ribetes. Las faldas alcanzan un gran volumen el ahuecamiento gracias a un ahuecamiento denominado tontillo. Con respecto a los colores, no había un código particular, pero las mujeres mayores usualmente vestían de negro y las más jóvenes del estatus social más alto preferían llevar oro y plata.
Deshabillé Boucher (1965) menciona estos vestidos como ablandados y explica que su origen nació con Madame de Montespan, amante de Luis XIV que en los últimos años del Siglo XVII, pone de moda unos vestidos más ligeros. Estos se caracterizaban por tener el escote cuadrado u ovalado, bordado con encaje y mangas planas. Según Leventon (2009), originalmente, estos vestidos eran utilizados en la intimidad de las casas e inclusive en las habitaciones para devenir en vestidos informales. Así mismo, destaca la existencia de un deshabillé negligé, que sería un vestido o bata para salir de la cama y de baño.
El movimiento artístico y cultural de los siglos XVI y XVIII ha sido fuente de gran inspiración para las colecciones de moda más conocidas de nuestros tiempos. Desde materiales, colores y siluetas hasta la ostentosidad y feminidad. Todos elementos han sido conceptos clave que los diseñadores han tomado para sus creaciones. El estudio del pasado y de la historia del arte siempre serán fundamental para crear nuevas cosas, no solo como fuente de inspiración, también para poder entender como una cierta prenda nació, porque y que la hizo tan importante. Existen muchos diseñadores que se han inspirado en el pasado adaptando las tendencias de una época a la actual.
Valentino En su colección Otoño/Invierno 2014 lució prendas en satín y cashmere que estilizaban la figura femenina, con aplicaciones de perlas y bordados dorados, dándole al mismo tiempo cierto doble sentido de modernidad.
Moschino Para otoño/invierno 2016 combinó el estilo biker con el barroco, desde su pasarela con ambiente misterioso y enigmático, con candelabros de cristal y muebles de terciopelo. Logró crear una atmósfera de epoca para mostrar sus prendas en satin y piel, sin dejar a un lado el particular toque de Jeremy Scott, gran diseñador de la epoca.
Dolce & Gabbana Es el nombre que más suena en este tema, desde sus bordados dorados, encajes, brocados, terciopelo y tapices, hasta sus imágenes de querubines y ángeles, con detalles de joyería dramática, lo que ellos mismos llamaron Sicilian Chic para su colección de otoño/ invierno 2012.
‘‘La joyería barroca andina es un “espejo” que devuelve una imagen exuberante.’’
Versace Gianni fue uno de los predecesores de ésta mezcla entre lo barroco y lo contemporáneo. Siempre mantuvo ese toque, intercambiando los reconocidos querubines con medusas y cadenas de oro. Cambió los estampados de tapices por estampados de leopardo y otros animales y convirtió ésta tradición tan artística en un pop art.
Junya Watanbe Fall 2000- 2001, Gorguera de cuello. Barroco: es una pieza indumentaria a modo de pañuelo fino que cubría el cuello o el escote pero dejando ver por debajo.
Dior Colecciones con vestidos Eduardianos de la época, con volantes y volantes a media pierna, subiendo la cintura justa abajo del pecho. El sombrero de tres picos fue de uso común durante todo el siglo y hasta ahora.
Chanel Pre-Fall 2012 Los peinados femeninos son más elaborados, se realizan con el fin de obtener volumen y altura en los cuerpos.
Moschino Otoño Invierno 2020-2021
Rococó: Este vestido era muy extravagante y gigantesco, tanto así que se elaboraban dos puertas grandes para que las mujeres pudieran pasar e ir de un lugar a otro con comodidad.
En una época donde el exceso, lo descomunal, los colores vibrantes y los estampados son máximas en nuestros looks, no era de extrañar que, más tarde, más temprano, la corriente artística más recargada y desmedida volviera a la palestra. La tendencia barroca hoy manda en el street style y toca descubrir cuáles y cómo son sus nuevas reglas de estilo.
“No sólo se trata de la evolución de la moda, la forma o el diseño, sino que también se puede apreciar el desarrollo de la sociedad tras cada bolso”
Como antecedente a su previsible regreso, la pandemia y toda aquella oleada de moda en clave ‘comfy’ que irrumpió en nuestras vidas para quedarse instalada en los armarios durante un tiempo. Con el vago recuerdo de esos looks anchos y afelpados para estar en casa, la industria decidió ponerle remedio hará algo más de un año empleando la artillería pesada: lentejuelas diurnas, tacones de vértigo, aberturas por doquier.
En coma forzoso como estado clínico, despedíamos los atuendos cómodos para dar carpetazo a ese capítulo negro y ser testigos de un despliegue arrollador. Tan evocador como aristocrático, este estilo que hoy nos ocupa ha ido creciendo en paralelo y en conjunto.
Cimiento y base fundamental de muchos diseñadores de culto, el estilo barroco siempre ha estado presente en las propuestas de Dolce & Gabbana, en las de Balmain o Lanvin. A lo largo de la historia, otros grandes como Alexander McQueen, Gucci o Dior también le han dedicado colecciones monográficas sobre las pasarelas subiendo a los desfiles algunos de sus looks más laboriosos, completos y detallistas de toda la temporada.
Bien es cierto que hacía bastante tiempo que no lo veíamos asomar en el street style y ha tenido que ser en la Semana de la Moda de Alta Costura de París cuando esa tendencia opulenta retornó a la palestra. Ataviadas con outfits firmados por Zuhair Murad, el modisto libanés triunfador en la red carpet y presente en algunos de los vestidores más exclusivos del planeta como el de la actriz Sarah Jessica Parker o la cantante Jennifer Lopez, las asistentes a su desfile, todas editoras de moda y mujeres influyentes, constataron que el barroco estaba de vuelta.
Por pruebas de su dominio en las calles no será. Nos quedará ver cómo las firmas del universo asequible toman el relevo, de qué modo democratizan esta corriente propia de reyes y monarcas, y después cuál es su verdadero uso en el día a día, en nuestros armarios como simples mortales y como lo podemos implementar.
Una tendencia opulenta sobrevuela el díficil signo de los tiempos y se coloca en la cima de la temporada. Es majestuosa, palaciega, dorada y definitivamente abigarrada. Así es el nuevo barroco con sus bordados recargados, sus cortes rotundos y ricos materiales, en el que han ahondado las colecciones de Dolce&Gabbana, Versace y Balmain para este otoño/ invierno y la siguiente temporada.
Tan evocador como aristocrático, este estilo ha ido creciendo en paralelo a la recesión. Y cuanto más al rojo vivo se han puesto los fondos monetarios, más rotunda se ha vuelto su presencia. La tendencia se dejó intuir en otoño/invierno de 2011, en Alexander McQuee n y sus terciopelos en color rubí, bordados dorados y siluetas híper trabajadas. Continuó Prada en la primavera/verano con unas gafas tan oníricas como serpenteantes, a las que bautizó baroque. Y siguieron los encajes y pedrerías que confirman el reinado del barroco en este otoño/invierno de 2012.
Stefano Gabbana y Domenico Dolce se han entregado sin reservas a un estilo excesivo al que les gusta mirar cada cierto tiempo, y Versace vuelve sobre las líneas del genial Gianni, rescatando unos estampados y un aire barroco que le pertenecen. Salvatore Ferragamo ha recargado las botas a base de bordados, como Valentino –también en la Alta Costura– ha hecho con los vestidos. O Balmain, que no ha dejado de lado su espíritu rock pero ha cargado tintas con bordados y apliques.
Según el Diccionario de la Real Academia
Española, manierismo puede definirse como: “1. m. Estilo artístico y literario del Renacimiento tardío, caracterizado por su refinamiento y artificiosidad”. / “2. m. Tendencia al rebuscamiento expresivo”. Otros diccionarios lo definen también como: “Gusto por la acentuación de determinadas características artísticas hasta que resultan afectadas”.
En estos apuntes me detendré en el manierismo según las dos últimas definiciones del término, en su aplicación a la moda. No será tratado en su relación con las formas del vestir propias del Renacimiento tardío, ni tampoco en su significado para la teoría del arte, sino como expresión de la exageración de las características de una determinada moda, que anuncia el tránsito a una nueva, algo que se evidencia en varios momentos de la historia, como en ese periodo.
‘‘Podemos divisar el gran poderío francés no solo en la forma de portar las prendas si no también en la manera de conseguir los textiles y accesorios.’’guantes barrocos
Mucho se ha escrito sobre el carácter efímero de la moda, como elemento consustancial de su existencia. Teóricos como George Simmel, Thorstein Veblen, Jean Baudrillard, René König, Giles Lipovetsky, por solo citar algunos, han enfatizado en esta compleja dimensión del fenómeno moda -su limitación temporal-, como premisa para efectuar sus estudios.
Es esa fugacidad arbitraria lo que singulariza a la moda y marca la principal diferencia con otros comportamientos del ser humano como los hábitos, las costumbres, o la “materia prima” de la moda: la apariencia y lo que esta representa. George Simmel (Berlín, 1858 – 1918), fue uno de los primeros en relacionar la moda a sus estudios de los procesos de individualización y socialización, destacando la tendencia del individuo a la imitación, como tránsito de las preocupaciones de la vida grupal a las de la individual. Pero más que tránsito, Simmel enfatiza que ello supone un conflicto, entre la necesidad de autoafirmación –o individualismo estético- y la conformación o tendencia del ser en sociedad de apoyarse en las decisiones de ésta, librándose de lo complejo que resulta ser original o diferente, dejando a los demás las exigencias de salir del grupo mas convencional.
Simmel, con esta teoría, sedimenta las bases de lo que constituirá la esencia de la psicosociología de la vestimenta, encontrando el vínculo exacto que, en el fenómeno moda, se relaciona lo social e individual y dando paso a ese par categorial integrarse/destacarse, como actitud ambivalente que estará presente en todo ser humano ante el acto de vestirse.
La visión sociológica que de la moda posee Simmel está presente en sus reflexiones al destacar que el proceso de imitación es “vertical” (de las clases inferiores a las que consideran superiores). Esa “verticalidad” en la movilidad de la moda como única vía que propicia los cambios -traducida por la sociología moderna con la denominación de “Trickle-down effect”- ha sido revisada por otros autores al entender que las innovaciones son producidas también entre los propios miembros de un grupo como rasgo de competitividad de distinción “intergrupal”. No obstante, la teoría de Simmel y sus seguidores constituye el punto de partida para posteriores análisis sobre el carácter autodestructivo de la moda, aspecto en que centraré estas breves reflexiones, sin intención de realizar un análisis de fondo de las teorías sociopsicológicas de la moda y su mundo.
‘‘Se usaba para protejer la piel o ocultar rasgos’’
En una época donde el exceso, lo descomunal, los colores vibrantes y los estampados son máximas en nuestros looks, no era de extrañar que, más tarde, más temprano, la corriente artística más recargada y desmedida volviera a la palestra. La tendencia barroca hoy manda en el street style y toca descubrir cuáles y cómo son sus nuevas reglas de estilo.
Como antecedente a su previsible regreso, la pandemia y toda aquella oleada de moda en clave ‘comfy’ que irrumpió en nuestras vidas para quedarse instalada en los armarios durante un tiempo. Con el vago recuerdo de esos looks anchos y afelpados para estar en casa, la industria decidió ponerle remedio hará algo más de un año empleando la artillería pesada: lentejuelas diurnas, tacones de vértigo, aberturas por doquier, flashbacks dosmileros y prints nunca vistos innovadores y modernos, como de la epoca.
En coma forzoso como estado clínico, despedíamos los atuendos cómodos para dar carpetazo a ese capítulo negro y ser testigos de un despliegue arrollador. Tan evocador como aristocrático, este estilo que hoy nos ocupa ha ido creciendo en paralelo al mundo.
Cimiento y base fundamental de muchos diseñadores de culto, el estilo barroco siempre ha estado presente en las propuestas de Dolce & Gabbana, en las de Balmain o Lanvin. A lo largo de la historia, otros grandes como Alexander McQueen, Gucci o Dior también le han dedicado colecciones monográficas sobre las pasarelas subiendo a los desfiles algunos de sus looks más laboriosos y complejos.
Bien es cierto que hacía bastante tiempo que no lo veíamos asomar en el street style y ha tenido que ser en la Semana de la Moda de Alta Costura de París cuando esa tendencia opulenta retornó a la palestra. Ataviadas con outfits firmados por Zuhair Murad, el modisto libanés triunfador en la red carpet y presente en algunos de los vestidores más exclusivos del planeta como el de la actriz Sarah Jessica Parker o la cantante Jennifer Lopez, las asistentes a su desfile, todas editoras de moda y mujeres influyentes, constataron que el barroco estaba de vuelta.
Por pruebas de su dominio en las calles no será. Nos quedará ver cómo las firmas del universo asequible toman el relevo, de qué modo democratizan esta corriente propia de reyes y monarcas, y después cuál es su verdadero uso en el día a día, en nuestros armarios como simples mortales incompletos pero tratando.
Una tendencia opulenta sobrevuela el díficil signo de los tiempos y se coloca en la cima de la temporada. Es majestuosa, palaciega, dorada y definitivamente abigarrada. Así es el nuevo barroco con sus bordados recargados, sus cortes rotundos y ricos materiales, en el que han ahondado las colecciones de Dolce&Gabbana, Versace y Balmain para este otoño/ invierno. Tan evocador como aristocrático, este estilo ha ido creciendo en paralelo a la recesión. Y cuanto más al rojo vivo se han puesto los fondos monetarios, más rotunda se ha vuelto su presencia. La tendencia se dejó intuir en otoño/invierno de 2011, en Alexander McQuee n y sus terciopelos en color rubí, bordados dorados y siluetas híper trabajadas. Continuó Prada en la primavera/verano con unas gafas tan oníricas como serpenteantes, a las que bautizó baroque. Y siguieron los encajes y pedrerías que confirman el reinado del barroco en este otoño/invierno de 2012, dandole el toque final.
Stefano Gabbana y Domenico Dolce se han entregado sin reservas a un estilo excesivo al que les gusta mirar cada cierto tiempo, y Versace vuelve sobre las líneas del genial Gianni, rescatando unos estampados y un aire barroco que le pertenecen. Salvatore Ferragamo ha recargado las botas a base de bordados, como Valentino –también en la Alta Costura– ha hecho con los vestidos. O Balmain, que no ha dejado de lado su espíritu rock pero ha cargado tintas con bordados y apliques.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, manierismo puede definirse como: “1. m. Estilo artístico y literario del Renacimiento tardío, caracterizado por su refinamiento y artificiosidad”. / “2. m. Tendencia al rebuscamiento expresivo”. Otros diccionarios lo definen también como: “Gusto por la acentuación de determinadas características artísticas hasta que resultan afectadas”.
En estos apuntes me detendré en el manierismo según las dos últimas definiciones del término, en su aplicación a la moda. No será tratado en su relación con las formas del vestir propias del Renacimiento tardío, ni tampoco en su significado para la teoría del arte, sino como expresión de la exageración de las características de una determinada moda, que anuncia el tránsito a una nueva, algo que se evidencia en varios momentos de la historia, como en ese periodo.
Mucho se ha escrito sobre el carácter efímero de la moda, como elemento consustancial de su existencia. Teóricos como George Simmel, Thorstein Veblen, Jean Baudrillard, René König, Giles Lipovetsky, por solo citar algunos, han enfatizado en esta compleja dimensión del fenómeno moda -su limitación temporal-, como premisa para efectuar sus estudios.
Es esa fugacidad arbitraria lo que singulariza a la moda y marca la principal diferencia con otros comportamientos del ser humano como los hábitos, las costumbres, o la “materia prima” de la moda: la apariencia y lo que esta representa. George Simmel (Berlín, 1858 – 1918), fue uno de los primeros en relacionar la moda a sus estudios de los procesos de individualización y socialización, destacando la tendencia del individuo a la imitación, como tránsito de las preocupaciones de la vida grupal a las de la individual. Pero más que tránsito, Simmel enfatiza que ello supone un conflicto, entre la necesidad de autoafirmación –o individualismo estético- y la conformación o tendencia del ser en sociedad de apoyarse en las decisiones de ésta, librándose de lo complejo que resulta ser original o diferente, dejando a los demás las exigencias de salir del grupo mas convencional.
Guantes fueron objeto de deseo y símbolo distintivo de la época, aunque otro uso muy distinto era el de envenenar a enemigos.
Delsiglo anterior, se recogen algunas ideas que se aplicaron en la decoración de vestidos y demás elementos utilizados para el adorno personal como pijantes, aderezos, medallones, cinturones, elementos de sujeción para las espadas, etc. Las colonias españolas en América, seguían siendo de especial interés por el suministro de materias primas, entre ellas oro, plata y piedras preciosas, y las perlas provenían del caribe y Filipinas y centro america.
La moda sigue marcando un papel importante en la fabricación de joyas. Por eso se van a diseñar gran cantidad de aderezos y demás joyas para las casas reales europeas, las cuales durante el paso de los siglos han ido acumulando importantes colecciones, entre las piezas más representativas están los aderezos de coronación, joyas oficiales y personales. Sin embargo, muchas joyas reales han sido retalladas, fraccionadas o se han perdido, aunque todavía quedan algunas colecciones importantes. En esta época estuvieron de moda relojes, tabaqueras y sellos, todos ellos engastados con pedrería fina de diferentes tipos.
Según Arbeteta, (1998) “Hacia el final del siglo, la acumulación y temario de las joyas se hizo progresiva, por lo que las clases inferiores acudieron a soluciones de menor coste, como el uso del aljófar o de las imitaciones, que hoy llamaríamos bisutería. Se decanta la moda hacia las joyas con pedrerías engastadas en bocas de plata que ocupan los anversos, pudiendo estar los reversos esmaltados o bien forrados de oro. Se recupera la pedrería de color, en vistosas combinaciones cromáticas. Los nombres y variedades de las joyas son muy numerosas, hay muchos tipos.” Todos relevantes.
Las joyas religiosas tienen una gran importancia en esta época, las más comunes son las medallas, las cruces y las placas devocionales, la mayoría en forma de colgante o pectoral. Las cruces suelen ser de oro con piedras engastadas o esmaltadas.
Las medallas tienen colores variados, creados por la combinación de esmaltes (rojos, verdes y azules), perlas ensartadas y piedras preciosas; normalmente son de oro y se realizan con técnicas de calado, filigrana, cincelado. Las placas devocionales tienen formas dispares (ovaladas, redondas, octagonales, etc.) el motivo central se realiza de esmalte pintado, representando una imagen religiosa. Se combina la estructura de oro con pastas vítreas o piedras preciosas, suelen ser de filigrana o materiales plasticos.
Para los paseos de invierno, las damas se protegian con una hongreline, que era una prenda exterior mas corta que la masculina. Boucher tambien menciona el uso de casacas y manguitos de piel para los dias de frio. Estos ultimos son destacados por los autores consultados como el accesorio de las damas elegantes que se usaba en eventos. Se destaca el uso de delanteras como accesorio que se utiliza solo en el interior de las casas y no en la calle llamados laisse tout faire.
Lo denominado “joya barroca” son las jo yas que tradicionalmente usan las cholas paceñas como parte de los elementos que las identifican, junto con su vestimenta (especialmente la pollera y las mantas), y que tienen relación con la joyería española de los siglos XVII y XVIII. Se denomina “barroca” porque:
i) tiene un estilo abigarrado y una estética exuberante, llena de elementos que no dan lugar a un “vacío” o un cierto “descanso”, e incluso de recursos materiales diversos (todo puede estar en ellas: oro y plata en chapa y en hilo, grabados y objetos hechos en cera perdida adheridos mediante soldadura, filigrana, cadenas, perlas y piedras de muchos colores y tamaños en un mismo objeto);
‘‘Las joyas religiosas tienen una gran importancia en esta época’’
ii) se utiliza en conjunto, sobre todo cuando se trata de ser demostrativo: grandes aretes con piedras colgantes, joyas que se aplican en los sombreros con piedras, y a veces también con cadenas que circundan parte del sombrero, enormes prendedores centrales que sirven para ajustar la manta, anillos en todos los dedos, a veces collares. Es decir, también es barroco el uso: excesivo.
iii) por su iconografía, que combina la naturaleza a través de la representación de animales e insectos (mariposas, tortugas, cisnes, llamas, etc.) o apela a símbolos del pasado pre colonial (puerta del sol de Tiwanacu, figura del inca) junto con infaltables flores, hojas, ramas, ramilletes;
iv) por su relación especular con la joyería española, sobre todo de los siglos XVII y XVIII, que fue el período del barroco europeo caracterizado por la excesiva decoración, la ornamentación recargada, la exageración en las formas, el predominio de líneas curvas, los temas naturalistas. La joyería barroca andina es un “espejo” que devuelve una imagen tan exuberante, grandilocuente y recargada como la joyería barroca española. Pero con una diferencia central: es portada por mujeres originarias.
Estas joyas barrocas se distinguen por:
i) su materialidad: elaboradas en planchas e hilos de oro y plata, con objetos soldados realizados a la cera perdida, gran cantidad de piedras semi preciosas con frecuencia de múltiples colores y perlas;
ii) su iconografía: asociada a la naturaleza (infaltables formas florales, hojas, ramilletes, animales, gotas de agua), pero también a símbolos o personajes asociados a culturas precolombinas y objetos asociados al mundo indígena (sombreros de chola, por ejemplo);
iii) su estética: abundante en adornos, abigarrada, hiper decorativa, con movimiento (predominancia de líneas curvas, piedras en forma de gotas o perlas que cuelgan; elementos vinculados en varios niveles con movilidad, etc.);
iv) las técnicas requeridas en su elaboración: grabado, engaste, elaboración de cadenas, cera perdida, repujado, martillado, soldadura;
‘‘La joyería barroca andina es un “espejo” que devuelve una imagen exuberante’’
v) sus productores: maestros joyeros que no poseen grandes estructuras en sus talleres y que venden en cantidad para las fiestas patronales (que son numerosas en Bolivia), probablemente de origen aymara, originario de alla;
vi) sus usuarias o destinatarias: las cholas paceñas que las utilizan en las fiestas patronales y otras (ocasiones en que las usan todas a la vez: aretes, anillos, prendedores, en los sombreros, etc., lo que incrementaría el “barroquismo” en el uso) y en menor medida también pueden ser usadas a diario (aunque en tal caso no en conjunto, de manera más “discreta”, es decir, sólo aretes, un prendedor o algún anillo, por ejemplo).
Las joyas barrocas que usan las cholas paceñas podrían inscribirse como parte de los cambios que se han dado a lo largo del tiempo en la vestimenta que usaban los indígenas antes de la llegada de los colonizadores a la zona.
En un primer momento, durante el siglo XVI y principios del XVII, hubo un cambio bastante radical que se produjo por dos motivos importantes según se desprende de las interpretaciones de algunos autores:
i) las reglamentaciones de las Reformas Toledanas (1571), que modificaron muchos aspectos de la vida cotidiana sobre todo en las ciudades andinas -entre ellos la vestimenta “aceptada y aceptable”-, y
ii) las transformaciones en términos de identidades que se estaban procesando en dicho momento histórico, con la emergencia de un mestizaje no sólo entendido en términos biológicos, sino muy especialmente como una interacción compleja entre distintas culturas. (Ver Villanueva, 2015, y Barragán, 1992). Los cambios en la vestimenta no sólo son una normativa que cumplir, sino que, en mi opinión, expresan una relación especular con los modelos a seguir, pero desde identidades que resisten, negocian y dialogan a la vez.
En este sentido, la vestimenta de la chola, que se “hace” en relación con la vestimenta de la mujer española, la emula pero también se diferencia, imprimiéndole la mujer chola una impronta particular.
Según Villanueva, con la contra reforma católica a partir del Concilio de Trento (1545-63) se produce un viraje conservador y hacia la reivindicación de una austeridad que tiene implicancias importantes en los modos “aceptables” de presentarse y vivir de las mujeres. A partir de entonces, se introdujeron elementos en la vestimenta que ocultaron sus cuerpos, como el verdugado: “un sistema de aros de mimbre o verdugos de varios diámetros, costurados a diferentes alturas de la falda (de Souza, 2007)” (Citado en Villanueva, 2015: 9). Este elemento ampliaba la falda y ocultaba las formas de las piernas y cadera. Este tipo de falda era el que usaban las mujeres españolas de la segunda mitad del siglo XVI en América, es decir cuando se implementaron las Reformas Toledanas, y ese es el modelo que las mujeres indígenas y mestizas “imitaron” o adoptaron para su propio vestir.
Durante este primer periodo, el abanico se convierte en un accesorio elegante. A traves del rvelamiento de imagenes de la epoca, pondemos observar que hay multiples variantes pra las damas. Tanto los abanicos de baraja, como los de tipo pantalla podian estar intensamente decorados y con muchos detalles.
Del 11 de abril al 25 de agosto, el Bayerisches Nationalmuseum de Múnich expone una colección de 300 bolsos con la que recorre cinco siglos de vida de este accesorio (del siglo XVI al XXI). Una exhibición que, además de centrarse en la moda, refleja a través de ella los distintos cambios sociales de cada época a travez del tiempo. “No sólo se trata de la evolución de la moda, la forma o el diseño, sino que también se puede apreciar el desarrollo de la sociedad tras cada bolso”, declara la directora del citado museo, Renate Eikelmann. Y así lo refleja el título de la exposición: ‘El Bolso, una historia cultural europea del siglo XVI al XXI’.
Podemos divisar el gran poderío francés no solo en la forma de portar las prendas si no también en la manera de conseguir los textiles y accesorios.
“Desde los monederos del siglo XVI hasta el bolso ‘Kelly’, la exposición muestra una variedad de formas así como de materiales empleados para crear este accesorio multifuncional”, recalcan desde esta pinacoteca. Así se pueden encontrar monederos, carteras, maletas, zurrones, bolsos de mano, bandoleras... realizados en terciopelo o seda, con bordados y/o incrustaciones de piedras o metales.
Además de los estilos, los tamaños, la fabricación, etc., la exposición destaca que el bolso no ha sido tradicionalmente un accesorio para mujeres. Por ejemplo, hay modelos usados por el príncipe Maximiliano I, en la primera mitad del siglo XVII, o por el rey Luis I de Baviera en el siglo XIX. “Varias de las piezas más preciadas pertenecieron a la familia real de Baviera. Es el caso de los bolsos de Maximiliano I, que ponen en evidencia los cuidados trabajos de bordado que se realizaban en la Corte”, explican desde el museo.
En su paseo por los seis últimos siglos, el bolso se antoja barroco, rococó o neoclásico pero también se transforma para adaptarse a la década de los 50 y los 60 en EEUU. Cambia su estilo y la forma de usarlo y también lo que simboliza el usarlo. En el siglo XVI, mujeres y hombres guardaban el dinero y los objetos personales en bolsos que lucían como “símbolo de estatus”, según señala Johannes Pietzch, comisario de la exposición, en declaraciones recogidas por Dpa. “Por ello, las mujeres de la alta burguesía dejaban ver sus bolsos, que se colgaban con una larga correa”, agregó Pietzch.
Distintos mensajes “Mientras que los monederos se lucían como signo de riqueza en el siglo XVI, los bolsos desaparecen entre los voluminosos trajes del siglo XVII y XVIII”, comunican los organizadores de esta exposición. Y añaden: “En 1800, los bolsos pequeños (‘reticule’) formaron parte imprescindible del armario femenino. Era un adelanto del bolso de mano que, ya en el siglo XIX, daría sus primeros pasos hasta convertirse en el artículo de moda imprescindible para ella”.
Joyas barrocas“No sólo se trata de la evolución de la moda, la forma o el diseño, sinque también se puede apreciar el desarrollo de la sociedad tras cada bolso”
El primer bolso con asas y cierre metálico llegó en 1875. Y en el siglo XX, de los modelos grandes de las primeras décadas se pasó a los bolsos más pequeños, como los que llevaba la Princesa de Mónaco, Grace Kelly (que popularizó el bolso ‘Kelly’).
Otro accesorio popular fue la mascara. Su popularidad crecio a partir de 1650 y fue utilizada hasta fines del siglo XVII. Eran usadas por hombres y mujeres por dos motivos: para proteger las pieles delicadas o para cubrir algun rasgo poco favorecedor. Las mascaras estaban hechasen terciopelo negro y forradas de seda blanca y podian doblarse para que se pudieran guardar en una pequeña cartera. Muchas veces tenian un fin politico: otorgaban anonimidad a la persona que la portaba, permitiendole infiltrarse en reuniones en un periodo socialmente convulsionado.
Uno de los elementos más característicos de este estilo es el fajín de seda bordada y con flecos que se anudaba entre la cintura y la cadera hacia el costado con un “abandono estudiado” según las palabras de Boucher. Estos fajines lujosos nos recuerdan a los utilizados en los trajes orientales originales.
Estuvieron de moda hasta el final del reinado de Luis XIV. En un ámbito más material, las influencias de Oriente eran visibles en la vestimenta, las armas y las decoraciones de la casa de los nobles.
El nuevo traje polaco se basaba en la túnica del Imperio otomano, que se extendió desde la nobleza hasta los habitantes de las ciudades e incluso a los campesinos. Un noble polaco vestía una túnica larga como żupan, delia y kontusz, a menudo forrada con telas caras; equipado con un cinturón de fajín y con accesorios con botas hasta la rodilla de suave cuero .
Los caballos árabes eran comunes en la caballería polaca. Durante el siglo XVII se hizo popular el afeitarse la cabeza al estilo tártaro. El símbolo de la clase noble era el arma de hoja curva, la szabla, un cruce entre el sable y la cimitarra. También eran comunes las dagas, vainas, alfombras, cascos, monturas, klims, alfombras, tapices y bordados otomanos: lo que no se adquiría del comercio venía como botín de los muchos conflictos militares a lo largo de la frontera sur de la Mancomunidad del lugar.
La mansión del noble polaco estaba decorada con trofeos de guerra de este tipo. Algunos artículos de lujo eran de producción nacional, a menudo imitando el estilo oriental; la mayoría se importaba del oeste a través de Danzig (Gdańsk) o del este. Exhibir la riqueza de uno era importante, y las excusas eran muchas: el día del santo patrón, así como las bodas y los funerales que se celebraban de manera extravagante. Un arte distintivo de los retratos de ataúdes (Portret trumienny) surgió durante ese período.
Tambien conocidos como canions, era un puño de media, que se utilizaba a modo de ornamentacion. Se colocaban encima de las medias, carecian de punta y talon y en la parte superior formaban un ancho embudo adormado con encajes que se doblaban sobre la bota.
Hacia 1660, estos accesorios de encaje se fruncian en la parte superior, y generaban muhco volumen en la parte inferior. Lo cual obligaba a los hombres a caminar de una manera incomoda, con las piernas abiertas, dificultandolo.
Seguian la forma de embudo, al igual que las botas. En general, eran de procedencia española, y estaban confeccionados en piel flexible. Tenian grandes puños ensanchados, a veces cubiertos de bordados, y a menudo perfumados. La gente corriente llevaba manoplas, en los cuales solo el pulgar estaba separado.
Se impone el gusto italiano que perfuma la ropa y artículos de marroquinería como guantes o cinturones con el fin de enmascarar el intenso olor a piel. La peste marca la importancia de la higiene de la ropa y el perfume es su complemento. Rabelais refleja las aspiraciones de belleza y sensualidad exaltadas por los humanistas y otros grupos.
En pleno Renacimiento, llegados de España y, sobre todo de Italia con los Médici, los perfumistas extranjeros se instalan en París y los guantes perfumados invaden Francia y otros países. Estos guantes fueron objeto de deseo y símbolo distintivo de la época, aunque otro uso muy distinto era el de envenenar a enemigos.
Los tahalies eran cinturones de cuero, que cruzaban diagonalmente el pecho. Se utilizaban para sostener las espadas, elemento que completaba el conjunto del caballero, junto al baston. Modelos mas anchon, bordados, acolchados, adornados con galones y flecos sustituyeron a los cinturones del estilo.
Durante la época del rhingrave se dejó de lado, y en este estilo de traje de tres piezas vuelve a utilizarse. En estas décadas lo encontraremos con una ornamentación muy recargada, bordado, adornado con galones o flecos. En la espada se sujeta este accesorio mediante hebillas. Según Stefanella Spósito, el uso de estos accesorios tan decorados corresponde a las “formas suntuosas que fomentan la
artesanía de alto nivel y a la inventiva aplicada al enriquecimiento del guardarropa” (Spósito, 2016, p. 98). Al final del siglo el tahalí pierde importancia y se le vuelve a dar paso al cinturón.
Se trataba de cintas de seda que poduan colocarte sueltas o en forma de moño. Decoraron los conjuntos generando grandes volumenes en cuellos, hombros, cinturas y piernas.
Llegaron a ser de los omamentos mas utilizados durante el reinado de Luis XIV. Al respecto, Boucher afirma que todo el traje podia llegar estar sobrecargado de estos lacitos y que cuando a partir de 1665, se tomaron a los bordados de oro, estos fueron sustituidos, por los no privilegiados, por galones, botones y flecos que sobrecargaron las prendas hasta el extremo.
Pintura barroca‘‘Se usaba para protejer la piel o ocultar rasgos.’’
Durante el siglo XVII, los juegos de cartas se volvieron un hábito para todas las clases, sobre todo aquellos que permitían hacer apuestas. Debido a esto, se pusieron de moda unos bolsitos ricamente decorados para guardar las fichas o el dinero. Estaban hechos de brocado o terciopelo y bordados con hilos dorados y plateados, muchas veces con motivos indicando el origen y estatus de la persona que los utilizaba.
En este período también se frecuentaba regalar bolsos con retratos pintados para ocasiones especiales. Estos bolsos además de tener el rostro de los dueños del accesorio estaban adornados con hilos metálicos y encajes.
Durante el reinado de Luis XIV, la joyería se volvió uno de los extravagantes lujos parisinos. El rey utilizó casacas decoradas con piedras preciosas, posiblemente diamantes, que hacían notar la riqueza y el poder del gobernante. Según Boucher, el gusto por los adornos de pedrería en la indumentaria masculina creció considerablemente en estas décadas finales, sobre todo después de que se descubriera un procedimiento para colorear vidrio e imitar piedras.
El manguito es un accesorio que demostraba elegancia y se llevaba en invierno. Estilo de ropa de la época barroca (de mediados del siglo XVII a finales del siglo XVIII) que se distingue por prendas amplias y muy ornamentadas y por el uso de colores vivos, brocados de seda y encaje.
La ropa de mujer era más estilizada, la parte delantera de la falda estaba partida dejando ver las enaguas. En las caderas la prenda va muy ajustada y la falda se levantaba ligeramente con aros de hierro. El cuerpo o body iba atado con lazos a su alrededor.
‘‘Guantes fueron objeto de deseo y símbolo distintivo de la época, aunque otro uso muy distinto era el de envenenar a enemigos.’’
El pelo se llevaba recogido a capas con un alambre y con adornos. La ropa de hombre consistía en un justillo ajustado y largo que a finales del siglo XVII iba decorado con bordados y cintas. Las mangas iban vueltas revelando la camisa muy ornamentada también. La parte delantera del justillo revelaba un chaleco que se extendía hasta la rodilla. La camisa solía llevar los puños atados con cordones y cuello alto. Los pantalones hasta la rodilla y se llevaban con calcetines de seda normalmente blancos. La peluca era parte de la vestimenta. Esta forma de vestirse creó las bases del traje de chaqueta de hoy compuesto de chaqueta, pantalón y chaleco.
Otro accesorio popular fue la mascara. Su popularidad crecio a partir de 1650 y fue utilizada hasta fines del siglo XVII. Eran usadas por hombres y mujeres por dos motivos: para proteger las pieles delicadas o para cubrir algun rasgo poco favorecedor. Las mascaras estaban hechasen terciopelo negro y forradas de seda blanca y podian doblarse para que se pudieran guardar en una pequeña cartera. Muchas veces tenian un fin politico: otorgaban anonimidad a la persona que la portaba, permitiendole infiltrarse en reuniones en un periodo socialmente convulsionado.