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Isla de Pitrufquén

Siempre te recuerdo y te llevó en mi memoria como un lugar de verde vegetación, con todos los colores del arco iris. Das acogida a cada habitante que quiera ir a pasear por esos senderos, ver pasar los diversos animalitos tales como conejos, liebres, coipos, zorros, etc. que hacen allí sus madrigueras y refugios para procrear. Los pájaros que anidan en tus árboles, altos pinos y árboles frondosos que los cobijan.

Allí es donde siempre quisiera estar, te miró y admiro, doy gracias a Dios, por darnos a los pitrufqueninos tan bello lugar, lugar de encuentro que al pasar por tus puentes menudos veo como el río con su largo y angosto brazo, te rodea y separa del pueblo. Amorosamente abraza, ejemplo de protección y bondad. Productivo tramo de tierra, arena, piedras que el turista recoge para un recuerdo llevar.

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Boldos de antaño proveen de ricos frutos para degustar; moras, rosa mosqueta, michay, zarzaparrilla y muchos frutos silvestres más que se pueden conservar y a la vez una medicina que se ha de tomar. Tu flora y fauna espectacular y así sigo recordándote por tantos beneficios que se pueden disfrutar.

Con tu amplio entorno nos ofreces tu río para nadar, pescar un lindo salmón o trucha. A los niños los acaricias con tus suaves y cristalinas aguas, en sus orillas pueden jugar y aprender a nadar.

Recuerdo mis 17 años cuando me enseñaste a nadar. Entrabamos en la primera bajada que en ese entonces existía, con muchos árboles; boldos, y otros nativos propios del lugar, había una hermosa playita de arena donde nos recostábamos a tomar el sol, sin temor ni miedo de los rayos solares, solo un poco de crema y bronceador bastaba.

En el verano se formaban románticos pololeos que hoy en día se ven reflejados en sus frutos. Existía una cabaña donde por las noches se podía ir a bailar y se escuchaban a los sapos y ranas cantar. Pero hoy en día, ya no está esa entrada, los temporales, lluvias y avenidas se llevaron la playa y los árboles.

Con el pasar del tiempo mis padres se mudaron al campo de Mune Alto a 16 km del pueblo, pero para cada navidad o año nuevo muy de madrugada salíamos para ir a la isla a reservar un lugar, un buen lugar bajo la sombra de los sau-

ces, para acomodar allí nuestras cosas y preparar el rico asado de cordero para toda la familia y las amistades. Saboreábamos juntos todo el día lo que había para compartir y conversar al lado de un rico mate, acompañado de queques, golosinas, bebidas y jugos para los niños, el buen vino tinto y ponche para beber hasta el anochecer.

Esto sucedió en la décadas de los 70, 80, 90 y 2009, después falleció mi madre y nunca más fue lo mismo, ella era la gallina que siempre juntaba a sus pollos siempre en la isla u otro lugar, fue un tiempo feliz junto a ella,mi madre, madre grande de 12 hijos, yo la número 5.

Ahora querida isla ya no eres la misma, el tiempo te ha cambiado, pero de igual manera permaneces fiel, allí donde te puso Dios el creador. En la actualidad estás un tanto limitada, en la segunda bajada estás con portones resguardada para que no talen tus árboles y no ocurran acontecimientos delictuales, pero de todas maneras se puede ir a pasear y disfrutar allí de los arreglos y mejoras municipales. Ahora tienes baños, camarines, juegos de entretención, mesones y asientos para mayor comodidad del visitante, le han puesto barreras de grandes piedras y bloques para que el rio no destroce y se lleve los árboles. Has sido intervenida por el hombre. Tal ves fue necesario,

para parar la ira del mal tiempo que fue socavando sus deslindes y así se va todo. Todo pasa y vienen nuevas experiencias, nuevas ornamentas para nuestra isla y así se va hermoseando este lugar recreacional para un grato descanso.

Los veranos eran tiempos de alegría placentera, días que no volverán. Recordar cuando con mis pequeñas hijas; Damaris, Minerva y Yasnita iba a bañarme y a tomar once bajo los aromáticos boldos, dormir una siesta aunque sea un ratito, sentir la suave brisa y el viento moviendo las ramas y las pequeñas olas en el agua del río, a tu alrededor se escuchaba a la juventud disfrutar, cantar, reír y gritar en libertad. Todo tiene su tiempo como tú. Tus libres playitas pasaron, así también pasaron mis padres, Rebeca Muñoz y Baldomero Pérez. Ahora no me queda nada más, que ir de vez en cuando a contemplar el atardecer brillante en tus encantadoras orillas, ver cómo se va el sol y luego el renacer de la luna en la cordillera para alumbrar mi atardecer y recibir la noche, quizás… veré el nuevo día, con regocijo contar a mis nietos y bisnietos lo bueno y bello que fue estar en la isla municipal. Con ella, para siempre estar en exquisita armonía, sólo me queda pedir a los niños y jóvenes que no lo destruyan y que cuiden esta hermosa vegetación, este bello medio ambien-

te de nuestra querida isla municipal de Pitrufquén, isla de Dios.

DAMARIS PEREZ MUÑOZ

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