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El arte al servicio de la gastronomía
Una visita a cualquier museo del mundo evidencia que la inmortalidad es posible. Artistas de todas las etapas y de todos los países han usado sus pinceles para representar todo aquello que hoy llamamos belleza y que, durante tantos siglos, se plasmó en paisajes, vistas de ciudades, y, cómo no, en los rostros y los cuerpos desnudos de hombres y mujeres. La Reforma Protestante provocó que los mecenas encargaran obras de arte donde apareciera representado el enorme poder político y social que atesoraban y así contraponerlo al que ostentaban monarcas y papas. Fue cuando las pinturas de naturaleza muerta o bodegones alcanzaron su máxima proyección, convirtiéndose en uno de los fenómenos artísticos más interesantes de los siglos XVI y XVII. De tal modo, este tipo de pintura era uno de los primeros ejercicios de maestría que tenían que demostrar los artistas de la Sevilla de entonces, como hizo Velázquez en sus memorables “Vieja friendo huevos”, “El aguador de Sevilla” y “Cristo en casa de Marta y María”. En ellos, el pintor sevillano realiza unas de las mejores naturalezas muertas de la historia del género, privilegio que comparte con otros pintores como el italiano Caravaggio, el español Sánchez Cotán o la flamenca Clara Peeters.
Gracias a estas pinturas podemos conocer las recetas que preparaban nuestros antepasados, qué utensilios eran más frecuentes en sus cocinas e incluso cómo ha ido evolucionando el aspecto de los alimentos que hoy consumimos. Como dato curioso, estas obras nos permiten descubrir que, hasta no hace mucho tiempo, las zanahorias eran negras o amarillas, el color rojo de la sandía era mucho menos intenso que el actual, las berenjenas eran blancas, los plátanos eran apepinados y con pepitas y el tamaño del tomate cherry actual era el más grande del momento. La gastronomía es una ciencia que enriquece el gusto, un arte que adormece el hambre y, como hemos visto, puede llegar a ser un documento histórico que testimonie los usos y costumbres de las sociedades que nos preceden. Por eso, resultan especialmente atractivas iniciativas como este libro de recetas, ya que presenta un reflejo de la sociedad multicultural que hoy tenemos.
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Nadie duda que un bodegón de el Puente Genil del siglo XXI incluiría el pan, el aceite de oliva, el vino y la carne de membrillo que nos hace tan característicos, ya que la industria agroalimentaria es una de las grandes señas de identidad de nuestro pueblo. Sin embargo, tal y como comprenderéis ojeando las páginas de este recetario, la pluralidad y diversidad de las gentes que pueblan nuestros barrios está enriqueciendo nuestras bodegas y, por qué no, serán protagonistas de los bodegones que los artistas del siglo XXI dejen para la posteridad en cualquiera de las técnicas artísticas con las que se enfrenten a este género artístico.
Departamento de Geografía e Historía
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A todos los alumnos y alumnas que nos han facilitado recetas tradicionales de sus países de origen; a todos los alumnos y alumnas que han colaborado en el estudio económico y nutricional de cada una de ellas; a los profesores y profesoras que han colaborado en estas recopilaciones y elaboraciones de estudios y han animado al alumnado a participar en esta iniciativa; a los miembros del equipo de apoyo de la Biblioteca La Diana, de nuestro IES “Manuel Reina”; y al Equipo Directivo del centro, que siempre nos apoya en todo lo que emprendemos y nos anima a seguir. Muchas gracias. Así da gusto emprender.
