El circo del bosque encantado

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EL CIRCO DEL BOSQUE ENCANTADO

“Els grans fem contes per als nens i les nenes” 2007

Aviparc Centre de dia, S.L. · www.aviparc.com · Tel/Fax 93 339 59 08


Este cuento ha sido escrito en colaboración por usuarios de Aviparc y el responsable del taller de creación literaria del centro: Teresa Solsona Morte, María Oliva Margall, Rosalía Almonacid Rodríguez, Bienvenida Campanales Estany, Adoración Serrano Fernández, Rafaela Naval Cerra, Salvador Miralles Pallarés, Amparo Álvarez Fernández, Josefa Balcells Adserias, Emilia Griñena Soler, Esther Martí Cebrián, Antonia Hellín Martínez, Esperanza Álvarez León y Pablo Peñarroja Jolonch (animador).

Todos los derechos reservados © Pablo Peñarroja Jolonch, 2007, por el texto © Ediciones Aviparc, 2007, por esta edición


EL CIRCO DEL BOSQUE ENCANTADO Cuentan que junto a un pequeño pueblo crecía un bosque oscuro y frondoso. Un bosque al que nadie se atrevía a ir porque siempre se había dicho que en su interior sucedían cosas extrañas. Era, según decían, un bosque encantado; quien entra no vuelve a casa jamás. El pueblo, por miedo, le dio la espalda. El bosque, abandonado, creció solitario y salvaje. Así pasaron los años, el bosque y el pueblo, tan cerca y a la vez tan lejos el uno del otro. Separados por una muralla invisible pero impenetrable. Y así estuvieron durante mucho tiempo, hasta que un sonido muy familiar atravesó la invisible muralla que los mantenía separados. No se sabe si para unirlos o para separarlos definitivamente. Era una noche de luna llena, y desde lo más profundo del bosque empezó a oírse, cada vez con más fuerza, el llanto de un niño recién nacido. En seguida, el pueblo quedó envuelto en ese llanto. Nerviosos, los vecinos no supieron que hacer, y como le tenían tanto miedo al bosque, decidieron esconderse en sus casas, cerrar puertas y ventanas, y dejar pasar la noche. Así lo hicieron, y al rato el cielo se llenó de nubes negras que ocultaron la dulce luna y desencadenaron una tormenta horrible que duró hasta la mañana siguiente. El llanto del recién nacido se escuchó fuerte y claro hasta que el estruendo de los rayos y los truenos lo acallaron. Entonces amaneció. Con los primeros rayos de sol, la gente salió de sus casas pero enseguida volvieron a esconderse, pues del bosque y en dirección al pueblo, surgió una caravana compuesta por tres carromatos tirados por alegres caballos. En los carromatos viajaba un grupo de hombres y mujeres de aspecto peculiar. Vestían ropas de colores vivos y llevaban grandes sombreros y paraguas con cascabeles. Venían cantando y tocando varios instrumentos. Se les veía alegres, pero un poco raros. Tomaron el camino prohibido. Aquél que unía el pueblo y el bosque y que nadie había pisado desde que el tiempo es


tiempo. La gente se asustó. Cuando la caravana llego al pueblo, no encontraron a nadie. Dejaron sus carros en la plaza Mayor y se dirigieron al ayuntamiento. Después de dar voces y golpear la puerta principal con fuerza, la alcaldesa les recibió. Ellos le explicaron que eran una compañía de circo ambulante, que se habían refugiado de la tormenta en el bosque y que, sorprendentemente, habían encontrado un bebé bajo un árbol. —Miré, dijeron enseñándole el bebé, lo hemos traído para devolverlo a su familia. Deben estar desesperados. —Este niño no es nuestro y aquí no lo queremos, ni a ustedes tampoco, contestó la simpática alcaldesa. ¡Váyanse! Y no vuelvan jamás, dijo cerrando la puerta. Así fue como el niño del bosque encontró a su nueva familia: el circo. Al pequeño le llamaron Salvador y decidieron que al cumplir los dieciocho años le explicarían dónde y cómo le habían encontraron. Salvador creció en el circo. Viajando de un lugar a otro. Tuvo una infancia muy feliz y con el tiempo se convirtió en un gran Mago; el Mago Salvador. Todo el mundo quería verlo actuar. Sus trucos de magia eran increíbles. Nunca se había visto nada igual. Hacía desaparecer objetos y personas. Convertía piedras en animales. Caminaba sin tocar el suelo y hasta era capaz de hacerse invisible. El público de todas las ciudades que visitaban, llenaba el circo día tras día y aplaudía a rabiar sus actuaciones. Se hizo tan famoso, que el pequeño circo ambulante que lo encontró en el bosque y que se convirtió en su familia, se transformó en el circo más famoso del mundo: el Circo Olimpia. El día que cumplió dieciocho años, toda la compañía del circo le preparó una fiesta muy especial y a la hora justa, aquella en que lo encontraron en el bosque, le explicaron a Salvador su verdadera historia. Salvador estuvo un rato pensando y luego dijo: —Quiero volver al bosque donde nací.


— ¿Para qué? —Para regalarle el mayor espectáculo del mundo. Y así fue como el Circo Olimpia, el circo más importante del mundo, levantó su carpa en medio del bosque encantado. Los habitantes del pueblo, que seguían temiéndole, no podían creer lo que estaban viendo. Gente de todo el mundo viajó hasta el bosque encantado para ver al Gran Mago Salvador. Una multitud se paseaba sin miedo por el bosque, mientras los asustados vecinos del pueblo seguían encerrados en sus casas. El espectáculo tuvo tanto éxito que se repitió durante varias semanas. Antes de irse, Salvador fue a ver a la Alcaldesa del pueblo para invitarla a la última representación. Quizás fue por arte de magia, pero la simpática Alcaldesa aceptó la invitación personal del Mago Salvador para asistir a un espectáculo sólo para los habitantes del pueblo. Ella convenció a los vecinos y todos sin excepción entraron, por primera vez en sus vidas, en el bosque y ocuparon sus asientos en el circo. Trapecistas, payasos, tigres, leones, forzudos, acróbatas, monos saltarines y, finalmente Salvador, el Mago. La gente del pueblo disfrutó tanto del espectáculo que se olvidó de que estaba en el bosque encantado. Al conocerlo le perdieron el miedo. Cuando volvieron a sus casas, los vecinos se reunieron y decidieron volver al bosque para hablar con Salvador. Nadie sabe lo que hablaron aquella radiante noche de luna llena, pero desde entonces el Circo Olimpia se quedó en el bosque y todavía hoy sigue allí.

FIN


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