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Alexander Restrepo
Latido
A mi padre, en su partida
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Al atardecer mi corazón se ha apagado como el tuyo, entre verdes fuentes de sol y aullidos que provienen de algún lugar oculto en el pecho. Dramas innecesarios que hacían del café otro dolor aunque más dulce y sereno. He apretado mis venas contra la tierra, toda consumación… Recito entre tus fotografías el día exacto en que morimos, llenos de sol, amigos y un conjunto de sonrisas para siempre apagadas. Cargo ciegamente tu rostro en mi frente como una herida que no deja de mutar de una sombra a otra. Por cada calle, por cada cielo que visito con un llanto acorralado entre mis sienes.
El reloj se ha detenido en un punto indeterminado de tus manos, laboriosas como mi alma para hundirme caminando a través del fuego. El pedazo de piel que cubre mi alma ha sido destrozado por una jauría de muerte que no admite una canción, una lágrima o un quejido.
Alexander Restrepo

Carina’s garden
A Carina Sophia Linne
Hemos llegado a la noche en que después de tanta hora el sol se posa en un resquicio de la mañana, oscura, simula el café dormido, deja arder lo repetido de otra posibilidad para ver el mundo a través de la ventana. Aquí estamos, sirviendo ese dolor en un nuevo cristal cuya luz retiene la inmensidad del mundo, también aquí respira, también aquí trata de creer en sí mismo. Al amanecer, cuando parece que todo está perdido y el cielo no puede huir de la noche, puedes sentarte a la mesa y lentamente ver la cantidad de pájaros que vienen a beber de tu alma, que enlistan sus alas en otro despertar. Aman la forma de las flores que dejaste alumbradas con tal cuidado en el crepúsculo, a esa hora exacta en que el mundo parece un abismo cayendo sin término. Detrás de tus ojos la vida parece todo el tiempo estar reclamando un día más, una nueva oleada de sol que mueva los molinos de colores en tu ombligo. Ellos, como las plantas sembradas para no padecer saben su lugar en el agua, su trabajo incompatible con la muerte.