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Victor Andrés Parra
La flor infinita
A Samantha Díaz
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Hay en el jardín de una vieja casa una flor infinita. Nadie se atreve a entrar ahí por el miedo de perderse entre el infinito y reconocer que Dios tiene forma de planta. Los animales que se atreven a deambular en sus arbustos evitan tocar cualquier hoja. Inconscientemente saben que, al ser infinita, la flor se ha alimentado de la luz de todas las estrellas que han existido y en sus tejidos están los nutrientes necesarios para generar cualquier forma de vida.
Por eso dicen que los frutos de esta flor son en realidad todas las estrellas y planetas que deambulan por el universo. Dicen que cuando la flor comience a marchitarse, también lo harán las noches estrelladas, los sueños de los hombres y el canto de las aves. Dicen que ello anunciará el fin de la primavera y el inicio de un invierno perpetuo, donde todas las cosas volverán a su lugar de origen: a la Nada.
Hay en el jardín de una vieja casa una flor infinita. Nadie se atreve a entrar a ese lugar por miedo a perderse entre el infinito y reconocer que en el jardín impera el vacío.