Pampa, ciudad y suburbio

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emergencia y caída de un paisaje industrial. el borde del riachuelo Si es posible hablar de un “paisaje industrial” en las imágenes de Buenos Aires, éste se concentra en el puerto y las márgenes del Riachuelo, en las obras de construcción de dársenas y puentes, en las usinas, fábricas y frigoríficos, los silos y el trabajo portuario. Éstos fueron motivos frecuentes en los paisaje urbanos de Pío Collivadino desde su regreso a Buenos Aires, a comienzos del siglo XX. Un buen ejemplo es la Super Usina Puerto Nuevo, enfocada lateralmente, a medio construir, con los andamios rojos brillando al sol, reflejados en las aguas de la flamante dársena para buques de gran calado del puerto nuevo. En óleos de grandes dimensiones, con importantes empastes y colorido intenso, Quinquela Martín dedicó prácticamente toda su obra a crear una imagen, que se volvería ineludible, de la intensa actividad del puerto, un mundo de estibadores, barcos, grúas y muelles. Cuando Alfredo Guttero regresó a Buenos Aires tras su largo periplo europeo (en 1927), traía consigo el aprendizaje de los nuevos realismos de entreguerras y la pintura metafísica. Sus primeras imágenes de Buenos Aires revelan, en el impacto de su reencuentro con la ciudad, una mirada valorativa sobre la nueva arquitectura portuaria y sus posibilidades plásticas (Constantin). Tanto en su Molino “El Porteño”, que presentó al Salón de 1927, como en los Silos que se exhiben aquí, la geometría de las edificaciones es transformada por el artista en materia de unos paisajes industriales de pétrea fijeza. La figura humana, apenas visible en pequeñas siluetas en el primer plano, se minimiza para otorgar monumentalidad a las masas arquitectónicas. La Boca ya no es hoy un barrio de trabajadores orgullosos de su identidad y con esperanzas de progreso económico, sino que se ha vuelto, por un lado, un centro de atracción turística y, por otro, un depósito empobrecido de ruinas industriales, silos demolidos o transformados en restaurantes y galpones en ruinas. Félix Eleazar Rodríguez ha dedicado buena parte de su obra como grabador y dibujante a la carbonilla (en formatos monumentales) a representar, siempre en blanco y negro, las formas de ese paisaje industrial obsoleto. En 1997 Gabriel Salomón comenzó a trabajar en una serie de obras que llamó Humo, en la que puede advertirse su recuperación de la memoria de un pasado industrial que –precisamente– se hizo humo en los avatares de la historia reciente de la Argentina. Sus Torres son grandes chimeneas de zinc que se erigen como fantasmas o monumentos de algo que ya no son, despojadas de su función, pero potentes en su forma.

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