A rostro oculto #11

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Contenido Introducción

Javier Hernández

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Prologo

Alejandra Koráki

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El salto de la esperanza...

Yoyita Margarita

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Pertenencia

Sergio Coronel

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Cierro los ojos y le veo

Concha

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Hojas Frescas

Miguel Dirzo

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Invasión Natural en la Ciudad

Anel Hernandez

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Sacrificios

Carmen Rodriguez

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Surgir del Silencio

Juan José Enríquez

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Eliseo hombre de paz

Concha

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Invasión Natural en la Ciudad II

Anel Hernandez

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Agonía

Elizabeth Vazquez

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Eterno

Ruben RL

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Espejismos

Sergio Coronel

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Te siente en la piel

Yoyita Margarita

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Luchín Cap. 4 Las heridas de ayer

Jesús Hernandez

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Epílogo: Sueños

Alejandra Koráki

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Editorial

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A nuestros apreciables lectores y colaboradores, los invitamos a dar vida y crecimiento a este proyecto, quedando a disposición los siguientes medios de contacto: http://issuu.com/ARostroOcultoRevista https://www.facebook.com/groups/a.rostro.oculto/ a.rostro.oculto@gmail.com Somos voz sin censura, imagen que detalla el universo.

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Somos A Rostro Oculto.

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Portada: Alejandra Koráki Título: Nochebuenas Contraportada: Anel Hernández Título: Invasión natural en la ciudad

Todas las colaboraciones incluidas son propiedad intelectual de sus autores, queda restricta cualquier reproducción total o parcial sin autorización de los autores.

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Introducción Y así es como hemos llegado a la edición número 11 de A Rostro Oculto, mismo número con el que damos la despedida al 2014, mismo que nos deja un satisfactorio sabor de boca por el trabajo realizado a lo largo de este año y de estos once meses en los que nos han acompañado. Nos es muy placentero el compartir con ustedes, lectores, todo escrito plasmado en estas páginas, hechas por y para ustedes. En esta ocasión, nos remitimos al verso, a lo dicho desde lo más profundo del ser, esas emociones evocadas al amor, en discursos pasionales. También, se nos presenta en relato, la disyuntiva entre el deseo propio y la expectativa rodeadora, y el asfixiante deseo de liberarse a través del dolor. A su vez, se muestra una reflexión a la transición del año, el que agoniza, pero da paso a una nueva oportunidad. Independientemente de los significados y ritos basados en la religión que acompañan estas fechas, es una época que nos invita a la reflexión, a la búsqueda de una mejor versión de nosotros mismos, y a su vez, la cercanía de los seres amados. Dicho esto, y a nombre de todos los colaboradores de A Rostro Oculto, les deseamos excelentes festividades, libremente de la ideología que manejen. Esperamos fervientemente el siguiente número, el primer número del año 2015, donde ansiamos contar una vez más con su lectura y su compañía. Un año más en esta era, en este espacio y este tiempo, un año repleto de aprendizajes, conocimientos y experiencias. ¡Muchas gracias por su compañía! Nos vemos en el siguiente año, en un nuevo número. Los misterios, la sabiduría y la solución a problemas, el destino siempre cambiante y la suerte caprichosa. Los cambios repentinos, la fortaleza, y también la desgracia y lo imprevisto… Todo es bien recibido mientras sea tergiversado en un escalón más hacia la victoria, hacia el éxito… Bienvenidos, A Rostro Oculto #11 Somos voz sin censura, imagen que detalla el universo. Somos A Rostro Oculto.

Javier Olivares Hernández. Diciembre 2014

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prólogo Alejandra Koráki @alexacrow

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Llegan las fiestas, esas que todos (o casi todos) celebran. Esas que nos llenan de júbilo y a la vez añoranza. Esas que nos hacen sentir cálidos en el invierno, nos hacen sentir más en familia, más en contacto con nuestros seres queridos.

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Es cierto que el país y el mundo atraviesa una de sus peores crisis de nuestros tiempos, es verdad que a veces quisiéramos cambiar radicalmente las cosas, la situación, la realidad. No olvidemos lo importante que es mantenernos alertas y vigilantes. Yo lo invito a que nos relajemos, convivamos, festejemos y disfrutemos de estos días, pero sin dejar de lado lo que más importa que es nuestro futuro, con un ojo a las fiestas y otro a los gobiernos. Solo así podremos estar tranquilos. Y por cierto, de todo corazón y en nombre de todo el consejo editorial de la revista, yo le deseo todo lo mejor. Nuestros mejores deseos y por supuesto nuestro agradecimiento está con usted, nuestro más importante elemento, nuestro lector. Que el año entrante traiga consigo cosas mejores, no importa si usted celebra Navidad, Hanukkah, Yule, Kwanza, etc., o si no celebra nada, de igual forma le deseamos lo mejor.


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el salto de la

esperanza de Ziertw Luces azules, calma, belleza, Altura y miedo, helechos, islas, Cielo que no alarma, turismo, Fe.Es el Salto de la Esperanza, Caridad, suerte, paciencia, luz. Pero no se salta desde arriba, Se observa, se cuida, se respeta. Dios lo manda, Ha nacido de repente en Ziertw, Parroquia de Larmoinitt, en Suewk. Tierra de gente que ha sufrido guerras, Hambre, sed. Voy y vengo, recomiendo el paisaje, Trofeo de pobres hombres que mal Van, mal vivieron, mal caminaron, Pero ahora...Fe. Ahora, azul, perdonando se llenan Los ojos, se recuperan, levantan E incluso se hacen inmortales. Modelos a copiar por otros pueblos, Creyentes a pesar de todo, de todos, Fe.Luchan sin armas, besan y abrazan, Trabajan y no se desmayan, Saben de amor, aprecio, errores De otros seres sin inteligencia. Su rezo es interior, sentido Y consentido por el resto porque Necesitamos gente como ellos, Buenos, de altura, frescos, con fe. No es para saltar, es para admirar, Imaginar vivir en ese lugar especial Lleno de magia, piedad y representando Las fuerzas, la fuerza, del bien.

“Significar si� Yoyita Margarita

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Yoyita Margarita yoyitamargarita@gmail.com

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pertenencia

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Sergio Coronel proyectocoronel@gmail.com

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Quiero saberte mía mía en espíritu mía en alma la materia es finita, cambiante y corrupta esa no me importa compartirla, mientras en nosotros exista la alquimia álmica y espiritual de la verdadera pertenencia cósmica inmutable y traducida en eones, buscándonos incansables, por mundos, esferas estelares y abismos crepusculares...

“Las cosas en su sitio” Yoyita Margarita


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cierro los ojos

y le veo

Concha consuelorodriguez1940@gmail.com

Fue mi amor,Sagrado,Real, Fue mi luz celeste,Cordial, Fue mi estrella,Sol de playa Y rutina cierta Y feliz.Eliseo. Cierro los ojos Y le veo, es azul, Es como un albaricoque, Es amable, elegante Y del otro mundo. Cierro los ojos, Aparece, es mi amado Que llega con rosas rojas, Con una carta en su bolsillo, Con misericordia, Entrega, Permiso de Dios En regla. Gracias por visitarme Cada atardecer, Gracias y besos grandes, Reales, Sentidos siempre Porque nuestro amor Fue inolvidable.Eliseo, Mi gran amor Nada cobarde, Mi consuelo tenerle Al cerrar mis ojos, Al dejarme llevar Por las olas, El viento Y el mar en calma.

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hojas

frescas

Miguel Ángel Dirzo Agregar cuenta de twitter o contacto---------> @Miguel Ángel Dirzo

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Soy uno de esos árboles tristes que se pone feliz con el viento tengo ramas podridas por la luz de la luna que he viso con mis tallos y entre copas, hojas frescas de recuerdos-besos.

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Me muevo con la ola, el olor a café y la mujer, de mis hojas cuelgan el amor, la tristeza, más la primera que la segunda y a veces más la segunda que una naranja.

Se me pegan los gusanos, me orinan los perros, siempre están celosos del sol y el petirrojo, me buscan las mariposas de alas grandes y no me quito, les dejo. La brisa me hace el amor en las madrugadas y yo se lo hago con todas mi hojas.

Soy uno de esos árboles al que le nace una sombra fresca donde no se cae al infierno, pero tampoco se sube al cielo, sólo se puede leer la vida con ojos quietos sobre tus senos.

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invasiĂłn natural

en la ciudad Anel Hernandez @anel hernandez ďƒ&#x;-- contacto de anel

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sacrificios Carmen Rodríguez Ibarra @crod6471

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Día tras día, la suma de todos los sonidos lleva a Silvia al mismo estado. El delirio de buscarle musicalidad a las cosas cotidianas, tenía fundamento en la ocasión que, por sus buenas calificaciones, asistió junto con niños de otras escuelas a un concierto. Era al aire libre y verían a una orquesta sinfónica. Observó atenta como los músicos ocupaban el escenario, los saludos cordiales entre ellos, el bullicio para ubicarse, y cómo afinaron los instrumentos antes de la llegada del director. Sobra decir el efecto que tuvo en ella; a los once años sólo conocía esa música por referencia, quizá algún breve vistazo en la televisión, o casi como un tropezón al girar la perilla para sintonizar el radio.

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En el presente, atrás de ella, se escuchaba el ruido del molino, como si fuera el tremor lejano pero potente de las percusiones. Más cerca, unos solitarios granos de maíz que se habían olvidado, caen a las tinas, para cumplir su transfiguración en nixtamal. Con mucha imaginación semejan los violines en un pizzicato. La máquina tortilladora chirriando, es un grupo de cellos. Al frente, las personas charlan en la fila; algún perro ladra ostentando ser el poseedor de ese territorio, niños en un partido de futbol callejero, pelean la posibilidad de un tiro penal. La salida de las primeras tortillas, algo deformes, parecen suplicar que ella las enrolle crudas para regresarlas al depósito de masa con la mano derecha, después serán tortillas perfectas. Al mismo tiempo con la izquierda controla la tensión y el agua. Se sintió directora de orquesta, todo a su oído se convierte en una pieza musical. Hace una semana regresó a casa con premura ante el aviso de que algo malo le había sucedido a su papá. Dueño de varias tortillerías, intentaron extorsionarlo amenazando con la muerte si se negaba a pagar lo que ya se conocía como derecho de piso, o sea, el simple y natural derecho a trabajar; se negó rotundo diciendo que él no mantenía haraganes. A una cuadra de la tortillería principal, la primera que había instalado, lo asesinaron acribillándolo en su auto. Desde que comenzó a estudiar música, su vida transcurrió en dos mundos, la responsabilidad de ser hija única del magnate tortillero de la región y el anhelo de ser pianista. Su padre deseaba legar a alguien el producto de su esfuerzo, pero los parientes cercanos sólo se acercaban para pedir ayuda económica y lo defraudaban en el trabajo. Además, su esposa, una mujer enfermiza y sobreprotegida, no pudo tener más hijos. Un día después del sepelio, congregados en el rezo tradicional del rosario, los empleados de las tortillerías miraban con temor y gesto de súplica a Silvia. No dudaban

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de su capacidad para llevar el negocio, siempre fue la ayudante de papá desde pequeña. Más bien temían que se inclinara a proseguir sus estudios de música. El apremio no era circunstancial, supo siempre el destino que parecía ineludible. Para su padre, la música significaba un pasatiempo que le pagaba y le permitía, suponiendo que un día, volvería al redil; cada fin de semana o vacación, la tenía con él aprendiendo del negocio. Y tomó la decisión. Los ruegos y lágrimas de su madre porque, “yo no soy buena ni pa´ los números, ni pa´ nada de esas cosas de hombres” y, “cómo se va a quedar la gente sin trabajo por tu capricho del piano”, la dejó sin otro camino. Esa noche, después de llorar ahogando su llanto en la almohada, para no mortificar a su hipocondriaca madre, eternamente enferma, buscó desahogo. Ya antes había descansado con ese tipo de catarsis. Aunque era complicado conseguir navajas de rasurar, guardaba una buena dotación. Tomó una, y después de desinfectarla con alcohol, puso su camisón hasta la cintura sentada en el inodoro, procediendo a hacer cortes en sus muslos, esta vez incluso más profundos que otras ocasiones, como para olvidar el pesar de su alma con dolor físico. Al mismo tiempo, tarareaba una mazurca de Chopin que estaba estudiando, dirigiendo en el aire con la mano que tenía la navaja, cada corte se acompañaba de alguna nota apasionada y un gesto de dolor con las notas preciosas de la pieza. Exprimió con fuerza cada herida, se limpió con algodones empapados en alcohol, esperando la coagulación y se retiró a dormir. Tecuizpoh realizaba la repetitiva rutina de pasar y repasar el metlapil sobre el metatl remoliendo maíz, de la misma forma repasaba los hechos que llevaron su destino a un fatal cambio de un día para otro. Ayer, su señora, esposa preferida de un miembro de la nobleza mexica, había muerto en batalla, es decir, dando a luz. Como era costumbre la acompañarían al otro mundo parte de su servidumbre y apenas hacía unos momentos, comunicaron quiénes tendrían este alto honor. Todas las mujeres de la cocina anhelaban formar parte del acompañamiento mortuorio. Aunque tenían la certeza del destino al morir (desde pequeños lo aprendieron) ella estaba temerosa. Concluyó que tal vez era porque apenas unos días antes le pidió matrimonio un joven que también servía en palacio. Se ilusionó pensando en el futuro al lado de un hombre y ahora sería sacrificada a la mañana siguiente. Mientras esperaban el anuncio, estaba casi segura de que no estaba entre las elegidas, por el corto tiempo que llevaba sirviendo. Sentimientos contradictorios bullían desde entonces, pues viva, era indigna aunque siguiera trabajando para la nobleza. Muerta tendría honor, pero acaso, ¿no sintió vibrar su piel al contacto de las traviesas manos de su prometido? Ayer escaparon brevemente de la custodia de la madre en el campo lleno de arbustos; unos cuantos roces de sus manos la habían puesto en un

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estado, como cuando los hombres tenían cuatrocientos conejos en su mente por ingerir mucho teometl. Una piedra determinó su destino. Dos pequeños hijos del señor, lanzaron piedras con sus hondas hiriendo a la cocinera favorita, justo en el lugar donde se corta el mechón mortuorio; la herida era tan grande, que los sacerdotes consideraron un insulto y mal augurio elegir a la cocinera. En cambio, la muchacha nueva, tan fresca e inocente acallaría los funestos designios que pudieran venir. Por última vez palpó la masa. El aplauso rítmico y lleno de energía para extender los sabrosos discos sonó, una a una las tortillas caían en el comal y las volteaba para verlas inflarse con el calor. Se preguntaba si todas esas que se regodeaban de ser elegidas, en verdad no temían morir, ¿por qué entonces tomaban de manos y pies a los que serían sacrificados? Esto la hizo sentir menos culpable.

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Al otro día muy temprano y ya sin el mechón en su cabeza, se había bañado, y vestía la ropa indicada. Se dirigió al templo. Uno a uno veía morir a los acompañantes, sus cuerpos iban a dar a la pira donde se quemaban y se elevó una nube negra en el cielo. El olor de carne quemada la asqueaba y su corazón se aceleró con tanta fuerza, que creyó estallaría antes de llegar al altar.

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Llena de zozobra, con sudor abundante, sus pies la llevaban a su destino. Al llegar, fue colocada en la piedra, llena de sangre de los que ofrendaron antes que ella, alcanzó a sentir el tufo desagradable de la sangre seca en el cabello hecho bolas del sacerdote. “¡Cuántos guerreros y cuántas doncellas dejaron huella en esos pelos asquerosos!”, pensó. Enseguida, la asustó su leve irreverencia. Al ver acercarse la navaja exhaló un grito profundo, espantoso. Apoyada en sus talones y arqueando la espalda, se sacudió en una pose desconcertante y tenebrosa, inútil su último gesto de preservación. La levantaron en vilo y sin fuerza ya, se desplomó, fue muy rápido y no tan doloroso. Después cerró los ojos, siempre le resultó desagradable ver a los muertos quemándose con los ojos abiertos y no quería que la vieran así. Para Olivia, el único y poderoso motivo que justificaba a aquellas personas pisoteando su hermoso césped era recibir en su casa al CEO (Chief Executive Officier) de la transnacional en la que su marido dirigía la región Latinoamérica. El visitante francés, en su juventud, fue estudiante de intercambio en México, país del que textual dijo “se enamoró” entre otras cosas, por su gastronomía. Sabía comer picante, aunque señaló “no mucho picoso” y fue muy específico al decir que deseaba una comida típica con trastes de barro y tortillas a mano. Ahí estaba un ejército de mujeres y hombres instalando cazuelas encima de tlecuiles hechos con tabiques sobre la meseta de tabique rojo barnizado que limitaba la entrada del bello porche. Conectaron un gigantesco comal a un tanque de gas con la pintura desgastada y preguntó si no había manera de cubrirlo, porque afeaba su entrada, la

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respuesta fue taparlo con papel caple que consiguió aprisa la encopetada organizadora de eventos. Una dieta eterna, además de la obstinada negación de sus orígenes, hacía que en vez de tortilla se comiera pan de diversos tipos dependiendo del menú del día. No se consumía comida mexicana con frecuencia en casa. De vez en cuando en viajes o salidas de fin de semana se detenían a comer una quesadilla en algún pueblito polvoriento, pero no era afecta a la comida de su país aunque su cocinera, Rafaela, le hiciera sopes a su marido a escondidas mientras ella quemaba calorías en el gimnasio. El evento fue un éxito. Al mole, frijoles y otros guisos típicos, se agregaron platillos fusión como las quesadillas de camarón y lasagna de huitlacoche. Los cincuenta invitados, todos altos ejecutivos y sus familias, expresaron el buen gusto, magnífico sazón y el lindo toque típico incluso en las sillas de madera y palma tejida que dieron marco, pero al anotarse un triunfo como anfitriona, lo único en que ella pensaba era cuántas sesiones de gimnasio le costaría a aquellas señoras de esbelta figura, quemar tantas calorías. De las que no estaban en forma, ni acordarse. Aquella noche, una vez que su marido durmió plácido después de sexo rutinario, que él afirmaba era para dormir más relajado, Olivia se levantó. Llegando a la cocina esperaba Rafaela, ya habían hecho cita para esa noche. Del gigantesco refrigerador, sacó trastes donde había guardado comida del evento, una bandeja con masa y puso manos a la obra. Amasó mientras el comal se calentaba y los guisos se entibiaban en el microondas. Una a una le hizo quesadillas de cada guiso, de tamaño mediano como solicitara y fritas en manteca de cerdo, y acompañó con una enorme botella de gaseosa. Después de un atracón fenomenal (los guisos eran veinte diferentes) Olivia salió de la cocina. –Señora, ¿quiere que la ayude? –dijo la cocinera, mientras le ofrecía dos trocitos de papel aluminio. –No es necesario, ve a dormir – Olivia sentía ya un ligero malestar estomacal –sólo ordena la cocina y hecha aromatizante. ¡Apesta a fritanga! Ascendió la escalera hasta el cuarto de visitas, cada paso suyo era dado con señorío, como le habían enseñado desde niña. Con el televisor prendido en un canal de música, se encerró en el cuarto de baño. Después de amarrar su rubia y abundante cabellera, puso un trocito de papel aluminio en cada fila de dientes adhiriendo firmemente; se arrodilló frente al inodoro e introduciendo sus dedos, índice y medio, empezó a vomitar. Aún no comprendía por qué cada vez que realizaba este acto llegaba a su mente la oración del Yo, pecador. Yo confieso ante Dios todo poderoso. Sus dedos en la garganta. Y ante vosotros hermanos. Primera oleada de vómito, siempre la más difícil. Que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Dos oleadas más, abundantes, terribles, como si además de expulsar el alimento expulsara la rutina, la superficialidad.

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Por mi culpa. La imagen de su abuela purépecha, grandes caderas y senos, pantorrillas de bronce firmes como columnas. Por mi culpa. Su madre, piel apiñonada, más esbelta, hija de un extranjero rubio, siempre a dieta y con clases de gimnasia reductiva. Por mi grandísima culpa. Ella misma. Castaña clara, rubia a punta de tintes, temerosa de que sus formas tendientes a ser voluptuosas crecieran. Por eso ruego a Santa María siempre virgen, a los ángeles, a los santos….el ardor por los ácidos gástricos, dolor en el pecho, llanto incontrolable mientras retiraba los trozos de aluminio, fue tal la oleada que se movieron de su lugar, va al lavabo y lava meticulosa la boca y los dientes. Deja de llorar. Amén.

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Al salir, la cocinera esperaba con una botellita de antiácido, y una taza. –Un tecito de tila señora, sin azúcar –le dijo, mientras destapó el frasco y revisó el baño para ponerlo en orden. –Gracias, me voy a dormir. Hasta mañana. Cuernavaca, Morelos noviembre del 2012.

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“Amarte sol” Yoyita Margarita

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surgir del

silencio Juan José Enríquez Rivera. finisterrax@hotmail.com

El fluir de las horas, de los días, de los siglos cual sol silenciado en un cantarito de agua la sirena atesora celosamente tan fugaz como un suspiro mostrando su claridad… ¿Qué sucedió aquella noche estrellada? Recuerdo escuchar que reía mi melancólica sombra que hubiese soñado al amanecer… Esta locura sabes que es mía y renacerá como un roble frente a ti contra todo lo vano… ¿Quién tiró de la cuerda cuando el cobarde latido se alejó lentamente y florece con quien fuera un extraño ser de luz? Expira sigiloso… ¿Acaso sería una gran quimera? Seguirás el aroma de muerte que parece haber estallado en un cielo harto de sangre y oscuridad… Somos A Rostro Oculto

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eliseo

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hombre de paz

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Concha consuelorodriguez1940@gmail.com

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Ha sufrido mi hombre, le han robado, amenazado, pero es hombre de paz. Eliseo, hombre de paz. Eliseo, hombre real. Eliseo siempre, Eliseo. Eliseo, cuento de hadas, gracias por fijarte en esta dama. Eliseo, victoria certera, blanca luz alba y nubes de oveja. sol que amarra y anima, bendice y cultiva. Eliseo trabajador, entregado a su familia viviendo siempre, por amor. Paz, cordura, paciencia, inteligencia, buenos deseos, pedido de mano, boda, hijos, gloria y banana, naranja y pizza, patatas y agua, calor y sudor, vencer, andar, madurar, unirse y conocer la felicidad. Eliseo, hombre de paz, entero, ejemplo, bueno, caballeroso y fiel. Eliseo, mi despertar, limpio, riguroso, fresco, sustancioso. Eliseo, te recuerdo y llevo dentro. Te adoro y deseo el cielo, la tranquilidad, el infinito y el Universo. Eliseo no me olvides, somos los dos, uno, aunque estemos lejos, uno somos.


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Fotograf铆as de: Anel Hernandez Invasi贸n Natural en la Ciudad

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agonía Elizabeth Vázquez-Marroquín ely_slippery@yahoo.com.mx

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Al fin de cuentas, de esto se trata la vida, sencillamente de vivirla. Vienes a este mundo con demasiadas preguntas, la mayoría de las veces te desesperas y crees no haber hallado respuestas. Sin embargo, observa de lejos el panorama, trata de verlo con mayor nitidez, y te darás cuenta que en cada paso hubo una respuesta. Todo fue un paso adelante con una pregunta y una respuesta incluida.

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Cuando vives todo gira a gran velocidad, cuando te estás muriendo, todo es demasiado lento e irónicamente lo ves en cámara lenta. Ves tu vida. Ves tu muerte. Te enfrentas únicamente a ti mismo. Sin escudo ni espada, no hay de qué defenderse ni de qué protegerse, eres tú mismo solo contigo o en contra de ti mismo. Cuando se agoniza llega una extraña sensación de hacer el recuento de todo y ver la vida desde la pausa perfecta, no para analizarla, eso sería una pérdida de tiempo para los pocos minutos que se te reservan. Observas y te fijas en esos pequeños detalles que construiste. Si forjaste con fuerza un sueño, seguro lo verás ya realizado, aunque en su momento no lo pudiste ver por ser exigente contigo mismo, por fijarte en el logro de otros, por miles de razones que cuando vives te roban la tranquilidad y la energía para ver tus propios frutos. Eres humano, muy humano y la poca decencia que tuviste contigo mismo la verás justo cuando la muerte se siente frente a ti. Pides mucho si deseas quedarte otro rato más. Cuando la muerte está decidida y tiene órdenes, lo que debes hacer es darte prisa para saborear tus últimos minutos en tu cuerpo pedinche que tenía hambre, frío, sueño, calor. Déjate de tonterías, no pienses en el daño, el miedo, el odio; si la muerte ahí está, ya te irás en unos cuantos minutos. Saborea tu respiración, saborea tu saliva, saborea tus entrañas, saborea tus recuerdos, pronto no tendrás ni siquiera lo poco que te queda como humano, después de que agonizas, ya no eres tú. Después de que agonizas, para el mundo eres un cadáver, para el ser supremo, quién sabe quién serás, seguramente serás lo que fuiste mientras estabas vivo, seguramente sólo él sabrá quién eres o quizás disfrutaste tu agonía y te fuiste sabiendo quién eres y quién fuiste. Recuerda que eres lo que fuiste, fuiste lo que quisiste ser, y serás la huella marcada con fuego y sangre de lo que refleja tu pasado. Eres un ser humano, especie única en el mundo, la más prestigiada, pero la más incauta. El mismo Dios se sigue sorprendiendo de hasta dónde llega el ser humano con tal de no quebrarse, es resistente, es sensible, es rudo, es el reflejo de él mismo, pero sin dejar de ser humano pues sigue cometiendo demasiados crímenes en contra de sí mismo. Así es el ser humano, a veces tan racional y tan espiritual que puede reflejar los mejores rasgos de Dios, sin embargo, suele ser a veces soberbio, estúpido, orgulloso, mentiroso, vil,

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que pareciera que a cada instante hay un demonio y un ángel en su interior luchando por sobresalir. Oh si, la batalla eterna, la que nunca deja de marcar al ser humano, la batalla entre el bien y el mal. Qué es lo bueno y qué es lo malo, se pregunta el ser humano cuando es pequeño. Esto es bueno y me gusta, esto es malo y también me gusta, dice el ser humano cuando ya es grande. Entonces, de qué te sirve saberlo si lo harás esté bien o mal, punto crítico que aún el ser humano no puede discernir. La raya invisible de cuando algo deja de ser bueno porque ya es malo. Aprende a diferenciarlo, ahí está la clave. Cuando se te salgan las lágrimas por haber dado la sangre y las entrañas por algo o por alguien, entonces es bueno. Cuando la cara se te caiga de vergüenza, cuando no soportes la obscuridad, el silencio, cuando te hagas indiferente a la mano que pide ayuda y te pases de largo, entonces puede ser malo. Es fácil saberlo, pero la lucha entre ángeles y demonios te nublaran la vista, no sabrás verlo, y cuando lo veas ya habrás hecho lo bueno o lo malo, lo único que ves cuando te das cuenta, es el resultado de todo. Ese resultado, es el mismo que estará en tu propia agonía. Es tuyo, te pertenece, tú decidiste, tú lo viviste. Ahí está tu agonía, en el resultado de todo lo que dices, piensas y haces. En pocos días terminará mi turno. Soy el año que agoniza con su invierno, su primavera, su verano y ya estoy otoñando mi despedida, como lo hicieron los años pasados. Me voy como cada año, llevándome lo que ni siquiera te has dado cuenta que me entregaste. Me voy llevándome las muertes de seres humanos inocentes, causadas por otros humanos. Es triste ver al mismo ser humano acabando consigo mismo, ojalá hubiera escuchado que las muertes fueron porque un león los atacó ferozmente o un siniestro demonio subió de los infiernos y sencillamente los quemo. Pero no es así, las letras que suman la historia están llenas de sangre y de odio. Me despido llevándome la misma historia de siempre, el ser humano acabando consigo mismo porque es incapaz de amar a su propia especie. Sale orgulloso y alegre por las calles, visita las tiendas departamentales mientras estoy ya por irme. Soy el año, el año que empezó justo como comienzan todos los años, con un enero para terminar en diciembre. Estoy por concluir mi estancia y en pocos días seré pasado. Soy un año, soy invisible y sin embargo, siempre me estaré sumado cronológicamente a la vida del ser humano. Soy el año que terminará, soy el pasado, soy la agenda llena de actividades, soy parte del recorrido que tiene que hacer el hombre, soy el tiempo purgándose de todo lo que ocurre para renovarse y entregarle al futuro las nuevas esperanzas al mundo, un próximo año. Aunque ya se acerca el siguiente año, disfruto mi agonía, soy un año más, aún soy tuyo, hazme tuyo hasta el final. Agonizo, pero aún estoy vivo, entrégame tus últimos minutos en silencio, donde solo estemos tú y yo, yo me voy, tú te quedarás, tienes un destino, tienes que seguir viviéndolo.

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eterno Rubén RL @RubenRmzLem

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Yo pongo el café Tú la taza... mis labios tu piel... el sol las estrellas... reunión de constelaciones y órbitas perdidas...

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A veces sonrisas A veces temblores A veces tus ojos A veces sabores o encuentros...

Abandonar las palabras arrinconar los versos que susurren sin reglas las ansias de vernos...

Cabalgar tu piel y mis labios lid pronunciada argucias y trampas alevosas tus manos irredentas incendiarias las noches sin paz...

“Que no cantemos al sol” Yoyita Margarita


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conquistando espasmos sitiando pezones rodeando cinturas arañando victorias desafiando las leyes confundiendo...sintiendo...mi piel tu piel tu piel mi piel en eterno cuerpo...

II Con este frío tus piernas enredadas en las mías o en mis manos laboriosas descifrando códigos para viajar a través del universo...

Al encuentro de tus ojos con mi piel desnuda Y mis manos sobre tu vientre gestando la tormenta... Dos gotas de agua, no distintas pero distantes a veces serenas a veces ardientes asomándose a las ventanas...

Cuando se unen los labios con dientes ardientes se presagia tormenta... Un grito la espalda marcada por los surcos de una llamarada en medio de la tormenta...

De esas noches que quiero arrancarte los mejores versos debajo de la piel pero tú tan lejana...

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“Invasión natural en la ciudad” Anel Hernandez


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espejismos

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Sergio Coronel proyectocoronel@gmail.com

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La vida te enseña que nada es lo que crees todo es un reflejo de algún espejismo perdido en un desierto inconmensurable. Ni lo que crees que te lastima existe en realidad ¿Cómo puede existir si a millones de años luz está estallando una súper nova y ni siquiera te enteras? Existen galaxias completas que se estrellan entre sí millones de soles, planetas y lunas sucumben ante un cataclismo incomprensible para la mente humana. Así que antes de sufrir por tu espejismo intenta al menos comprender tu existencia en este plano dimensional. Al menos eso, te dará una pequeña idea, de lo que has venido a hacer en lugar de derramar lágrimas por espejismos que al ser eso, no valen la pena para derramar ni una sola lágrima…

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te siente

en la piel

Yoyita Margarita yoyitamargarita@gmail.com

Él, cariñoso contigo, invisible también, Él, que anda despacio, se equivoca y no arranca, siempre siendo él. Él, que ahora no está, se ha marchado y dejado a esta flor en soledad, aun sintiéndole. Él, no ha dicho palabra, hizo las maletas y se fue con "ella". Él, por encima de todo, de todos, es él. Ella, que espera caprichosa, deseando sus besos, robándote sus abrazos, aun siendo "la otra". Ella, que se viste de seda y se pinta los labios, perfuma con magnolias y vive para contentarlo, animarlo, entusiasmarlo, cosa que tú también sabes hacer muy bien, Pero amiga, se fue con ella.

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diciembre

“Nieve en el campo” Yoyita Margarita

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a rostro oculto

luchín. Capítulo 4

diciembre

las heridas de ayer Jesús Hernández Villafuerte miyoliterario.blogspot.mx @jesushdzv “El caballo era otro juego en aquel pequeño espacio y al animal parecía le gustaba ese trabajo.”

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En su exilio, Luchín, vivió agobiado de recuerdos y ausencias. Lloraba todas las noches, recordaba a Remedios, su madre temerosa, Lucho, su padre asesinado, Ramón, su padrino silenciado, y a Nora, a quien hasta ahora reconocía como su tía.

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Había más figuras en las meditaciones de este joven. Se encontraban su caballo alazán, sus perros, su pelota de trapo y también sus amigos. Su niñez despojada contra sus alegrías en las tardes de mayo. En aquel cerro pelado, la pobreza se amigaba al hambre y el hambre debía sobrellevar las horas de sol. No había más, resistir contra el calor, la sequía y la necesidad; sonreír a la adversidad. Soñar un futuro distinto, mejor; pero ante todo, no decir más de lo indispensable, no actuar en virtud de los anhelos. Soñar y no hablar, imaginar y jamás conspirar contra la realidad. El chileno de esa parte del Atacama vivía bajo la condena perpetua de permanecer arrodillado. Cuando una gallina osaba creerse halcón era degollada, de eso se encargaba Delgado, el cacique de la región. Nadie tenía permiso de volar, ni siquiera mirar al cielo, pues el mandato del sanguinario y despiadado Caballero Blanco dictaba que: ante la oposición, la solución era llevar la boca llena de lodo. Luchín recordaba todas esas historias, e incluso tenía en mente el obituario negro. Una placa de concreto donde el pueblo anotaba el nombre de los asesinados y desaparecidos; por casualidad todos enemigos de Delgado. Ahí solía jugar con Alejandra y Rodrigo; juntos recitaban los nombres lacerados en la placa situada a la puerta de la iglesia, y mirando directamente al Cristo Minero gritaban: Murió en defensa de Chile y en busca de la libertad del Atacama.


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Su vida era una colección de memorias de sufrimiento. Incluso ahora que se postraba ante el féretro de su padrino. En el momento en que el joven se disponía a encender un nuevo cirio, se escuchó en el tono más rebelde y firme: — José Luis Villa Jara, hijo de la tierra y heredero del viento; murió en defensa de Chile y en busca de la libertad del Atacama. Luchín sonrió e inmediatamente buscó a aquella mujer que había pronunciado su nombre. Él sabía quién era, su voz era la misma. — ¡Ale! — ¡Luchín, amigo mío! Alejandra abrazaba a Luchín y aunque nadie podía ver sus rostros, en ambos se dibujaban lágrimas y, más en especial, una sonrisa que seguro iluminaba al corazón más apesadumbrado. Alejandra había dejado de ser la niña tímida y frágil que conoció Luchín. Ahora lucía imponente, radiante, como hija del sol. — Los hijos de Inti. Recuerdas. – Le dijo Luchín. — Los poderosos herederos del sol. Nacidos de la llama eterna y la rebelde luminosidad. — Respondió ella. — Aquellos capaces de dar la vida por el pueblo que sufre. — Sí. Nobles, justicieros, revolucionarios. Mensajeros de amor y esperanza. —

Eres

una

hija

del

sol.

Los años habían hecho de ella una mujer atractiva; su cabello largo y ondulado, su piel blanca e inmaculada y su siempre amable sonrisa la convertían en imagen de idolatría y admiración. Conforme su armónica figura, también armónica su voz, y sin embargo, imponente. Ella era la única mujer que se había atrevido a confrontar a Delgado. Quizá la única en el pueblo que se había resistido a los chantajes y caprichos de Dante. Él se había metido con lo más preciado en su vida, sus niños y su escuela. Intentó quemar la escuela y destituir a la maestra, ella no se dejó. Nunca se había dejado. Eso le admiraba su familia, en especial su amigo revolucionario.

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Alejandra se ruborizó, era bello mirarla así; cualquiera vería en ella a la dulce y cándida maestra del pueblo, la seducción del Atacama, pero no Luchín, el sólo contemplaba a aquella chiquilla que corrió junto a él por todo el monte.

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Luchín la miraba, sonreía y recordaba. No lo hacía con malicia, para él, seguían siendo los niños que corrían hasta el fondo de las barrancas, los que renacían con el sol.- Te extrañé, fue mucho tiempo, y sin embargo eres el mismo, el soñador. – Dijo ella.- La vida es perra, te cambia, al menos es su constante pretensión. Me resisto aún. – Respondió Luis.- Resistimos, no hay alternativa. Hubo silencio, interrumpido por el cortejo fúnebre que estaba listo para descender por el cerro.

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Luchín corrió, tomó el féretro en la parte inferior; abajo y a la izquierda, y así camino, hasta llegar al camposanto. En solemne y místico silencio. Una vez más llovió, finamente y a cuentagotas, pero de nuevo el milagro del agua en el Atacama. El agua terminaba perdiéndose contra la tierra sedienta y mientras las manos de las mujeres cubrían los rostros vidriosos, los abatidos y escasos hombres realizaban las faenas de entierro. Remedios lloraba, Nora suspiraba y Alejandra permanecía con la mirada recia, ausente del mundo, suspendida en las disertaciones de la injusticia y la monstruosidad; en El Caballero Blanco.

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El funeral avanzó entre una nata de emociones, bien podría haber sido esa la escena más melancólica de una película latinoamericana, pero en el drama de Luchín existían tantas escenas así, que seguro sería una reencarnación de todos los infortunios del pueblo chileno.- ¿Dónde está mi hijo? – Aulló Remedios, profanando la tranquilidad del funeral. Entre la formalidad y el cumplimiento de la tradición, nadie pudo percatarse de que el joven revolucionario se había ido en dirección de la plaza. Alejandra había ido a perseguirlo, pero Luchín era un rayo. Hombres y mujeres se miraron y no faltó quien mencionó que la mujer estaba trastornada, que la muerte de Ramón le afectaba los nervios. Y es que, Remedios era la popular viuda de Lucho, pocos recordaban a aquel pequeño que fue desterrado para permanecer seguro. – Está afectada, es la humedad que se levanta del piso. Es el olor a muerto. – dijo Nora bañada en nerviosismo. Abrazó a Remedios y le susurró con firmeza y plena convicción. – No lo arriesgues, todavía no. Remedios lo entendió, se serenó hasta el momento en que Alejandra la abrazaba, había llegado corriendo, muy exaltada y con la única misión de susurrar. - Fue donde Delgado, Luchín fue a morir.

(Originalmente publicado en escritosengrito.blogspot.mx)

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epílogo SUEÑOS

Con un puñado de sueños, me marcharé caminando

Hacia el final del túnel y hacia la luz cegadora

Buscando aquellos destellos de tibieza sanadora.

Somos A Rostro Oculto

Con los ojos cerrados y sin embargo, mirando

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a rostro oculto

Dirección Jesús Hernández

Somos voz sin censura, imagen que detalla el universo

Diseño Alejandra Koráki

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Consejo de editores Teresa Bernal Miguel Dirzo Cynthia Galicia Relaciones Públicas Rebeca Moya Rubén Ramírez Colaboraciones y comentarios: a.rostro.oculto@gmail.com

Colaboran: Javier O / Alejandra K / Yoyita M/ Sergio / Concha / Miguel D / Anel H / Carmen R / Juan E / Elizabeth V /Rubén R / Jesús H

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3 2 “Invasión natural en la ciudad” Anel Hernandez


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