A Rostro Oculto 16

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Revista cultural y de expresión pública. Número 16. Año 2


A Rostro Oculto

A nuestros apreciables lectores y colaboradores, los invitamos a dar vida y crecimiento a este proyecto, quedando a disposición los siguientes medios de contacto: http://issuu.com/ARostroOcultoRevista https://www.facebook.com/groups/a.rostro.oculto/ a.rostro.oculto@gmail.com Somos voz sin censura, imagen que detalla el universo. Somos A Rostro Oculto.

Portada: Daniela Guijarro Título: Pancho Villa Contraportada: Carlos Salazar Título: Corriendo a oscuras

Todas las colaboraciones incluidas son propiedad intelectual de sus autores, queda restricta cualquier reproducción total o parcial sin autorización de los autores.

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A Rostro Oculto

Contenido Introducción

Alejandra Koráki

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Prologo

Jesús Hernández

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De noche

Xavier Ilich

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En papel

JuRaGe

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Tengo ganas

Anel Hernández

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Fotografías

Daniela Guijarro

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Ángel Replegado

Juan José Enríquez

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10

Fotografías

Carlos Salazar

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11

Las voces

Carmen Contreras

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Sueño etéreo

David Ayala

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Fotografías

Carlos Salazar

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Mi niña

La lengua de la H

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El parque

Gabriela Torres

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El ojo de Dios

Carmen Rodríguez

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Los tres anillos

Alejandra Koráki

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Incomunicado

Jesús Manuel Torres

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Fotografías

Daniela Guijarro

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Desprecio

Anel Hernández

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Ensayo de un dialogo

Xavier Ilich

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Epílogo

Jesús Hernández

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Editorial

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A Rostro Oculto

Introducción ¿Qué es el mundo sin sus altibajos? Sin la celebración de la vida, sin el dolor de la muerte, sin las emociones efímeras y los sentimientos eternos. A través del arte y sus diferentes tipos de representación, se nos ha permitido por siglos plasmar todo un abanico de emociones con todos sus matices: lo bello, lo terrible, lo sublime y lo siniestro. Actualmente en crisis, el mundo llora las injusticias y desigualdad y se refugia en lo que aún nos queda por descubrir, por expresar y por admirar. Las guerras, internas y externas, han lastimado el alma y la creatividad de las personas. Y aun así, con el espíritu herido y el ánimo desganado, nos queda todavía mucho que decir, mucho por hacer y mucho camino que andar. Con tinta y pergamino, con grafito y papel, con cámara en mano y sobre todo con las ganas de hacer la diferencia, éste número ofrece a nuestro querido lector un respiro, una manera distinta y única de ver lo bello que es aún el mundo. Y es por ello que le invitamos a que participe con nosotros, a que forme parte de este refugio de expresión, en donde cada página es un punto de partida desde donde recomenzar, un paraje donde podemos detenernos juntos a observar nuestro alrededor y tenemos el don de convertir lo cotidiano en lo más extraordinario. Esperamos, pues, que disfrute mucho de la intensidad y cariño con el qué mes con mes traemos para usted lo mejor de nuestros colaboradores. Y sin más que agradecer a todos quienes forman parte de éstas páginas, le reitero nuestro compromiso con usted, nuestro fiel lector, pues sin su importante rol en este proyecto, no conseguiríamos continuar. Todos somos A Rostro Oculto.

Somos voz sin censura, imagen que detalla el universo. Somos A Rostro Oculto.

Alejandra Koráki. Mayo 2015 3|S om os v oz sin censur a , im age n que det al la Somos A Rostro Oculto

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Prólogo LA FURIA CONTENIDA. Luchín, capítulo 6. Por: Jesús Hernández

Luchín había salido corriendo desde el cementerio, atravesando el pueblo con la facilidad con que el viento corta los campos. Tenía la esperanza de encontrar a Delgado antes de que tomara el camino a su finca; estaba dispuesto a mirarlo de frente, a consumar algo, aunque no supiera qué. Acababa de recorrer el viejo mercado del pueblo, sede principal de la empacadora de Delgado, y fue ahí que lo vio, caminando lentamente, en jocoso y altanero paso, como lo hacen los mafiosos con plena seguridad de su dominio e impunidad. Luchín sintió que la sangre se helaba; su mandíbula se había transformado en un yunque y su mirada, tan firme y solitaria, volvía a encenderse con el furor del sol. Tomó uno de los corredores de carga para así darle alcance en la oficina de correos, para salir de frente y enfrentar su destino. Mientras corría, no apartaba el recuerdo de su padre, de la forma brutal en que Dante le había quitado la vida, de cómo tenía que haber huido del pueblo y criarse en el exilio. Los recuerdos se agolpaban, las lágrimas también. Había llegado al final del camino, ahí, a escasos metros se encontraba El Caballero Blanco.

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De noche Por: Xavier Ilich

Cada noche apareces entre las sombras de mis recuerdos, ya casi no recuerdo tu rostro, poco a poco se va desdibujando el aroma de tu sexo, el sabor de tu boca, la suavidad de tu espalda, el brillo de tus ojos, el cómo te mordías los labios cuando estabas nerviosa, no te niego que sigo soñándote, pero cada día tu figura se pixelea en mis sueños, todavía te extraño con ojos de llanto, con dolor de perdida. Cada noche te recuerdo y lloro, cada noche me creo una ilusión que al instante se rompe por el peso de la realidad. De noche vienes a mi mente, me perturbas y te vas, así era cuando estábamos juntos, y sigue siendo cuando ya no estas.

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En papel La mano que sabe dibujar las líneas en el lugar y momento exacto, es aquella que permite a través de sus imágenes, compartir su visión de la vida.

Título: “Ella es un rompecabezas” Autor: JuRaGe.

Título: “Tatuajes” Autor: JuRaGe. 6|P age


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En papel también se puede trazar lo real y lo ficticio. Los sentimientos más escondidos, los temores más tempranos y los secretos más ocultos.

Título: “Perdiendo la cabeza” Autor: JuRaGe.

Título: “Causa y Efecto” Autor: JuRaGe.

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Tengo Ganas Por: Anel Hernández

Tengo ganas de soñar, atreverme a brincar en los charcos como en aquella niñez intermitente. Tengo ganas de bailar, rodar en el pasto, ver las estrellas brillar que me cuentes la historia de cada una de ellas. Tengo ganas de un beso eterno, de emociones sinceras, dejar tu huella en mi mejilla y gritar por la jugarreta. Tengo ganas de volar, tocar las nubes verlas flotar dibujar sobre ellas. Tengo ganas de nadar, desaparecer el sonido de esta ciudad hundirme en la efervescencia del mar.

Tengo ganas de soñar despierta, bailar por las calles de esta enorme ciudad, un beso eterno que se dará en el altar, volar por los cielos de tierras andinas, nadar en el mediterráneo haciendo historia, de mi vida, de tu vida, de lo eterno, lo fugaz, tengo ganas de vivir el momento.

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EN PORTADA Título: “Pancho Villa, Zac” Autora: Daniela Guijarro Ubicado en la explanada del Cerro de la Bufa, junto con los Generales Felipe Ángeles y Pánfilo Natera

Título: “Explanada del Cerro de la Bufa, Zac” Autora: Daniela Guijarro Se encuentra en la cima del Cerro de la Bufa en Zacatecas, cuenta con un museo, una capilla múltiples comercios de "recuerditos" y comida típica, además de un divertido paseo en tirolesa. 9|S om os v oz sin censur a , im age n que det al la el U niv er so Somos A Rostro Oculto

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Ángel replegado Por: Juan José Enríquez Rivera finisterrax@hotmail.com Cien turbas hay que surcar y destorcer…

La marcha apagada hacia algún astro plasmático a focalizar aguarda…

Donde un lloriqueo alega la duda en cenizas…

Mañana…

Sucedo…

Hoy…

Recuerdo valeroso al mar tambaleando el corazón espejo en la noche confusa cuando la luna apenas llena se asombra de ti...

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Título: “Blanca Diversión” Autor: Carlos Salazar

Título: “Energía vibrante” Autor: Carlos Salazar

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Las voces Por: Carmen Contreras @Utopia_Urbana Hay puentes que se construyen con palabras. Hay muros que se derrumban con ellas. La torre de Babel se levantó en la discordia del lenguaje. Hay besos que se dan entre sílabas. Ocho de la mañana, estación King Cross, andén número 2 para abordar los trenes conectores de naciones antiguas. 31 libras y 47 euros para ir y regresar de ese mito, de esa referencia aderezada que llaman París. En el camino entre París y Londres todo es dramático por su tono gris en el paisaje y su plana orografía si se compara con México. -No te despidas- dijo. Las palabras más odiadas son aquellas que concluyen una obra y todo diálogo porque nos dejan con la necesidad de exhalarlas violentamente -como después de correr de baja a muy alta velocidad-, o de dejarlas partir en un suspiro. En el background una pareja de suecos apenas tocándose los dedos de las manos. Los ojos del hombre buscando en su móvil un mapa del Tube y alguna estación cercana al mercado de Candem Town. Ella, la mujer, tratando de afianzar sus dedos flacos y blancos a la mano libre de él, a pesar de la incomodidad física que implicaba para ambos. Así son las cosas permanentes y rutinarias: incómodas pero necesarias. Quizá por eso el hombre cede y, al final, guarda el móvil y se deja tomar la mano. Se deja tomar la vida. Primer plano. -No te despidas. Me caga la madre el drama-. Insistió, fastidiado de la gente. Ellos son viajeros, y su diálogo de ninguna forma se parece al diálogo del amor. Es el diálogo del sentido práctico ante la inconsistencia de la aventura. -Te llevas prestado mi sueño y mi dinero, no me lo quemes muy rápido-. Dijo ella con una voz imperativa. Él no hizo mucho caso de esas palabras; mejor se propuso muy dentro de sí armarse de valor para ver, antes de irse, aquellos terribles ojos castaños y a través de ellos, el vértigo-caos de una mente llena de recuerdos. Expectativas fragmentadas de múltiples historias que desconocía y que realmente no le interesaba conocer. Él, su mente, estaba ya en la entrada de las puterías de París. -Si puedo ver tus ojos, me puedo dormir en la calle más mierda de una ciudad desconocida. 12 | P a g e


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Surge otra voz que anuncia en tres idiomas distintos la llegada del tren de las 8:15. Minuto 15 del background: tres niños corren por los pasillos fuera de control. Trío de niños-nutrias escapadas de una jaula. Una mujer muy anciana los detiene: ahora es una voz severa en alemán. Minuto 16: afuera de los cafés, de las galerías, de las tiendas de cosméticos, de los mini súper, de las tiendas de jabones, de las oficinas de vigilantes, van y vienen olas de una enorme marea humana, creando un vértigo parecido a la tormenta que permanece en los ojos castaños de ella. Los locales con sus mercancías se vuelven islas climatizadas de manera automática. La mezcla de idiomas y dialectos forman un solo zumbido de avispas. Es el momento en que todo es una voz compuesta de muchos inaudibles sonidos individuales y una gruesa capa de ruido masificado. De entre ellos emerge otra voz grave, baja pero sostenida, de enorme volumen, suficientemente fuerte para escucharse en perfecto mexicano, volando más allá del miserable ruido-zumbido de avispas propio de la estación de trenes: -¡Con una chingada!, te quiero cabrona. Tienes que formar tu maldito cliché para volverme loco. Enseguida acomoda las correas de su maleta, las cruza en sus brazos, se da la vuelta negando todo para sí mismo con un vaivén de cabeza (izquierda-derecha y se repite). Sin más voz se enfila al paso de aduanas (Fila 14). Al minuto 18, él ya es parte del background. Ella de pie en medio del torbellino inaudible de palabras sueltas. Ahora sonríe, la tempestad de sus ojos se aplaca por un momento. Sonríe. La escena que había formado en su mente estaba hecha. Comienza a escuchar el sotto voce en su cabeza: “Mañana a beber, hoy no lo sé, probablemente me encierre a ver llover en ese horrible cuarto del Montana a escuchar gemidos…ridículas...give a direct order...seven pounds... estoy jodida... fuck” (Un solo variante, la voz interna llena de texturas). Sigue siendo el minuto 18 y ahí, con la boca afuera de la espiral del zumbido de avispas, forma una torre de voz aguda que impone en una sola nota: “Oye tú, no hagas las típicas pendejadas de turista”. Sabía que ya no alcanzaba a escucharla bien, sin embargo, sus palabras eran para él. Con eso bastaba. Cada quien a su historia. Cada quien a su viaje. Minuto 19. Ambos se alejan en direcciones opuestas. De un metro a otro metro, ya no saben cómo medir distancias, él se fue, probablemente regrese, quizá gaste el dinero de ella, quizá no vuelva, quizá lo arresten por quedarse dormido en la entrada del metro. Ninguno sabe bien nada; todo sucede a través de esas vías. A ambos no les importa ninguna historia de aquella estación que pueda ser contada después del minuto 19. Los dos llevan la ciudad de México por dentro. Se ha construido un puente inquebrantable entre ellos. Sólo se queda el background. Ciudad de México, a 46 días de volver a embarcar.

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Sueno etéreo

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Por: David Ayala

Quizá es el aire estancado, o el calor que gime y se alza viscoso; bien podría ser mi ansiedad, o las ganas de mirar a la calle. No sé siquiera el "qué" del porqué, pero pasa, otra vez, en secuencia. Viene aquí mi tendencia monstruosa, harta de ser, harta de estar, siempre, viene y va mi deseo por crear mundos; áridos y helados, selváticos, salados, crueles, llenos de desvaríos y febriles. Lo tengo en el pecho, lo tengo en la pelvis, está pidiendo nacer, gritando por ser. Está llorando conmigo los susurros sórdidos, En este mundo que va a ser, y será porque sí, habrá como siempre, un yo violentado y una ella enamorada, de mí o de la vida; un paradisíaco fervor por lo intangible, un bizarro amor por lo cósmico, y de mi amor por el mundo: la belleza de las paredes y techos, bóvedas celestes, Cartagena, 14 | P a g e


A Rostro Oculto La Roma y la exhalación de cada minuto. Justo frente a mí se detiene, me deja palpar sus paisajes húmedos, sus tierras lodosas, y las baldosas que tiritan verdosas al viento... es ahora, y será por siempre mi ciudad. Ciudad que pocos conocen, que nadie ve, pueblo maldito, el más bello milagro de la noche, el más frío recuerdo del bosque. He aquí un sueño más, concebido entre pasión, amor y mi eterna soledad.

Título: “Adiós sonrisas de verano” Autor: Carlos Salazar

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Título: “Fiesta espumosa” Autor: Carlos Salazar

Título: “Lluvia inesperada” Autor: Carlos Salazar

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Mi nina

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Por: lalenguadelaH Escrito publicado en mi opinión semanal #D1gitalL0v3 en www.antrotodología.com Fecha de publicación: 29 de marzo de 2015

El cadáver de Ernesto fue encontrado en la cama de un hotel de prestigio en Calzada de Tlalpan el 12 de marzo del año en curso. El miércoles 11 de marzo, Ernesto salió de su departamento ubicado en Miguel Ángel de Quevedo con dirección al bufete donde era becario. Su hora de entrada era a las 9:00 a.m. de mañana, pero los miércoles había solicitado llegar más tarde, 11:00 a.m, porque pasaba la noche con su madre en el Hospital La Raza. El caso de Ernesto fue visible por la mucama del Hotel, quien le solicitó entrar a la habitación para limpiarla. Al no obtener respuesta y escuchar ruido dentro de la habitación, ocupó su llave porque supuso que estaba vacía. Dice que vio al joven recostado en la cama, de costado y viendo hacia la pared. Solo le pareció raro verlo pálido, estaba vestido y nadie más lo acompañaba en la habitación. Le pareció sospechoso cuando no le respondió sus “buenos días” y fue entonces cuando supo que estaba muerto. Fue así que dio aviso a la administración del Hotel y ellos dieron parte a la policía. Los peritos llegaron tres horas más tarde (4:00 p.m.). El maquillaje que Ernesto tenía comenzaba a avejentarse. La tanotoestética referida en Ernesto era pulcra y detallada, no resaltaba los bordes ni la espesura de la piel, simplemente matizaba la lividez simulando calma.

Muerta. Es viernes y ya no es uno como los de antes. ¿Qué estaría haciendo ahora? Seguramente no estaría pasiva como gozan tenerme. Enmudecida. Soy un objeto sobre una plancha, mi cama. El color de mi piel está cercano al gris con textura de periódico mojado expuesto al sol. Considero que no tengo latido desde que cerraron la puerta de esta habitación.

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A Rostro Oculto Te veías plácido durmiendo. Tus manos ya no estaban obligándome, tus ojos ya no querían herirme, tus palabras ya no estaban lastimándome. No sabía que un cuerpo podía ser tan rígido. No sabía que el silencio se sentía tan bien. Todo parecía estático. Tranquilo.

Son las cuatro de la tarde. Recuerdo que a esta hora se hacía el cambio de enfermeras y comenzaban a gritonear que cuidaran nuestras dosis. No sé cuántos días he permanecido aquí. En este sofá fue al que vino mi padre a verme cuando me ingresaron y en donde también vino a despedirse cuando lo declararon culpable. Aquí, somos interpretes no testimonios. Aún.

Le di otro uso al tacón de mi bota. Encontré en la lividez de su cuerpo, la calma. Podría culpar a las voces que me han acompañado desde niña pero… ¿cómo?, ellas me habían hecho un cuento. Yo no podía ser infeliz ahora. Ellas no podrían ser acusadas.

Alcancé a escuchar cuando entró el policía haciendo la relatoría de su rostro de indio: chaparro, moreno y con nariz ancha. La de bata blanca, de manera menos lastimera pero sí petulante habló de la forma del perfil nasal, la forma de implantación del lóbulo y la forma del contorno facial. ¡Ah, chinga! Tan sabios los dos, una con universidad y el otro con los traumatismos sociales del mexicano.

Fue miércoles cuando lo conocí. Olvidé recargar la tarjeta del metro. Él me permitió entrar con la suya. No aceptó mis cinco pesos. Le di las gracias y bajé corriendo, atravesé el andén y cuando llegó el tren me subí en el primer vagón. A los cinco minutos aborrecí y me conté chistes que solo los que viajamos en transporte público conocemos, tenía que matar doce estaciones. Él se había sentado pegado a la puerta, esquivamos miradas, distinguí que el desgaste de la suela de sus zapatos no coincidía con lo pulcro de su traje, lo tomé como un atributo vintage. Bajé en Hidalgo, él detrás de mí.

Hubo frases que se quedaron hospedadas cuando intentó tocarme de esa manera tan banal. Intentaba dominarme en lugar de sugerirme o pedir mi consentimiento. No tenía que cumplirle algo que él ni siquiera deseaba. Antes me habían procurado. Me habían dicho princesa o mi niña. Me habían concedido deseos a modo de favor. Todo era temporal, mientras tanto yo crecía.

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A Rostro Oculto Tenía que llegar a las doce a la entrevista de trabajo. Conocerlo interrumpió mi vida. Detuvo mi corazón para estacionarse en las horas que pasamos juntos. Cambió mi ruta y mi destino. Llegamos a un hotel situado en Calzada de Tlalpan. Llegamos a un estado mental hipnótico, fluimos como el prozac. No era el itinerario para mi día, tampoco su muerte.

¿De qué te has despedido últimamente? Preguntaste cuando me trajiste agua después de algunos días de encierro. Me he despedido de mi capacidad de servirme agua por mí misma, ¿te parece poco, bastardo? Ya no traía mis botas de tacón y gamuza. No recuerdo el momento en que me despojé de mi ropa ni cuándo me instalé aquí. Por qué tendría que responderte si extrañara lo que extrañara ibas a encontrar excusas para dejarme podrir y burlarte de mis carencias. Fue el momento en que me disolví con el silencio de la habitación.

He culpado la forma en que lo amé. No supe guardar el secreto. Todavía vendría a verme. Coincidió con las características del delincuente. Estoy convencida de su inocencia. Estoy convencida de que la falta de pruebas le roba su libertad. Puedo recrear escenas en las que no sucedía ningún indicio de lo que marca su literatura atrapasueños.

Nacida desde la pobreza. Caminé con un closet limitado y muchos sueños que solo cumplí al dormir y en películas. Me clasificas como niña incestuada. Me sumerjo en esta sala a la que denominas tu consultorio. Una terapia más. Tratas de convencerme que lo que pasó no fue mi culpa, que las relaciones que tuve se desencadenaron por mi relación de amor inicial, que puedo morir sin remordimiento.

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El parque Por: Gabriela M. Torres vaginasangrante.blogspot.mx

El sol aparece coloreando las copas de los árboles en el parque, las aves se amontonan a buscar las semillas y trozos de pan que lo niños avientan de camino a la escuela. Las amas de casa apuran su paso para llegar pronto al mercado de enfrente y regresar a tiempo a preparar la comida. Se siente ya el calor de medio día, el parque se ve anegado de amores adolescentes recién jurados sobre las bancas, de la infancia que se empapa las sonrisas con la lluvia juguetona de las fuentes. Pronto, las reuniones de los escolares a la hora de la salida abanderan los pasillos con uniformes en tonos verdes, azules, cafés y rojos. Los músicos afinan sus armas en el quiosco para la hora de disparar sus notas y hacer sonreír a los corazones de los abuelos que gozan de bailarle al ocaso. Ya la luna asoma al otro lado del parque, oficinistas y trabajadores atraviesan una fiesta sin notarlo, sus mentes van llenas de la esperanza del descanso. La noche plena, los tonos melancólicos que nos obsequian las perlas luminosas de las farolas nos invitan a conversar con la soledad, con el frío. El distante ruido de un par de autos a alta velocidad no irrumpe el sueño de los perros sin hogar que buscan cobijo entre los arbustos. La obscuridad sabe que este parque nunca duerme.

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El ojo de Dios Por: Carmen Rodríguez

La puerta de la vivienda número dos rechinaba al abrirla; vieja, de madera gruesa, con miles de grietas marcadas por el tiempo y pintura reciente para disfrazarle los años. Ni valía la pena restaurarla, vivían en casa rentada, lo más que se pudo hacer fue meter la brocha en los surcos más profundos llenándolos de pintura. Al escurrir formaba hilos iguales a los de su sabor favorito de helado, pistache, como en los días de calor cuando chupaba un poco la bola de helado y otro poco el líquido escurriendo por su manita. Su papá pasó una mañana de domingo trabajando en la puerta. Primero estuvo lijando para quitar los restos de pintura vieja y mugre; después aplicó algo llamado "cura" para matar la polilla. Al terminar con la pintura, el nuevo número dorado resaltaba pareciendo incluso inadecuado. Después de bajar dos escaloncitos, también hechura del padre, al tiempo que cerraban la puerta de un jalón, una mano adulta tomó la suya. Atravesaron el patio de su vecindad para enfrentar el bullicio de ese "afuera" que para ella representaba siempre una aventura. Caminaron por banquetas irregulares, angostas, con algunos tramos apenas suficientes para dos personas, al grado de bajarse cuando encontraban de frente otras personas o el puesto de tamales instalado en el mismo lugar todos los días. En un jardín, algunos teporochos yacían tirados al paso durmiendo la mona, se desviaron hacia la fuente cercana; ahí encontraron niños jugando canicas, en el piso vio varias agüitas, tréboles y una bombocha, deslumbrantes por el sol de la mañana. Alzó la vista, ya estaba cercana la iglesia donde sin faltar asistían los domingos y días festivos. En ocasiones visitaban a otras, pero la favorita de mamá era esta, el templo de Loreto, donde oficiaba el padre Luis. Escudriñó con sus ojos de niña la fachada impresionante; cada rosetón, la virgen en relieve, las murallas, la cúpula. Reanudaron el paso y entrando al templo, consecuencia de la frescura reinante se estremeció. La sensación de su rostro cubierto de ese olor extraño, mezcla de madera, viejo e incienso, era intensa, tal vez aroma de pecados confesados y penitencias cumplidas. El suetercito en la calle era inconveniente para el sol de verano, sin embargo en el interior se estremeció de frío. Presurosa aprovechó un huequito entre dos chiquillas, mayores que ella por mucho, para calentarse un poco, una de ellas la miró con extrañeza, pero enseguida perdió interés, la otra ni siquiera advirtió su presencia, a pesar de haberle pisado levemente la punta del pie al pasar. Enseguida una puberta apenas mayor que ellos, se acercó a instruirlos. Era la clase del catecismo, los preparaban para recibir la primera comunión. Se hincaron en los reclinatorios rojos y acolchonados. Mamá había encabezado el comité para renovarlos, pues hace unos meses casi todos estaban desgastados y algunos presentaban roturas. Por impulso se persigno con la izquierda, era zurda, aunque a recomendaciones del párroco de San Sebastián, más tradicionalista que el padre Luis, lo mejor era “quitarle a la chiquilla esa costumbre, porque la izquierda es la siniestra, de 21 | S o m o s v o z s i n c e n s u r a , i m a g e n q u e d e t a l l a Somos A Rostro Oculto

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A Rostro Oculto Satán”; todo lo había dicho con gesto vetusto, entrecejo muy arrugado y su acento español. No podía resistir el reflejo, pero a base de amarrársela hacia atrás una o dos horas al día y manazos cuando la traía suelta y osaba usarla, estaba aprendiendo a reprimir su naturaleza. Una mirada de la catequista le reconvino sin palabras y bajó con rapidez la mano sustituyéndola por la derecha. Después, con los ojitos cerrados y las manos entrelazadas, rezó el Padrenuestro, imitando el gesto de su madre. A medida que transcurría el tiempo de clase, su vista se nubló en forma gradual. Un sopor extraño la invadió y piernas y brazos se adormecieron. Hizo memoria de lo que desayunó, como los adultos, tratando de encontrar algún alimento que la dañara. "Sepa la bola", se contestó a sí misma; justo en ese momento, la catequista se paró frente a ella, como un espectro, diciendo para sus adentros que eso era imposible, estaba a media banca y la de adelante impedía tal cosa. –

¡Y tú, niña! ¿Ya te sabes “La Magnífica”? ¿No? ¡Lo sabía! ¡Te dije que si no te la aprendías no te daría tu paleta! –el regaño ya le sonaba como en un túnel, la cara de la muchacha se borraba de su vista.

De todos modos nunca me la das, siempre nos dices, "te doy una paleta si aprendes esto, te doy una paleta si aprendes lo otro" y nunca nos la das –sorprendida con sus palabras, parecía sentirse repuesta del aletargamiento y volvía a caer en él cuando la catequista bajó el rostro hasta ponerlo frente al suyo.

¡Niña mala! Aunque lo aprendas no te servirá de nada, zurda del demonio, la izquierda es del Enemigo.

Aterrorizada, contuvo un grito al ver el rostro enfrente, era ella, pero adulta. No sabía cómo pero reconoció su propia cara muchos años después, su corazón latió con fuerza y trató de huir pero no pudo, sus piernas se volvieron de algodón, los parpados pesaban y todo desaparecía a sus ojos en volutas de humo subiendo al cielo. Todo el vapor de iglesia, niños, bancos, catequistas, parecían tragados por el imponente ojo encerrado en un triángulo, el ojo de Dios que todo lo ve y lo juzga, lo único perfectamente claro en su visión. Con un espasmo y sudando, despertó, era un sueño. Ella de niña, caminando por el primer cuadro de la ciudad hacia el catecismo, de la mano con alguna adulta de la familia. Abriendo los ojos en la penumbra, desorientada, extendió la mano derecha hacia un cuerpo atrás de ella cuya presencia percibía por el sonido tranquilo de la respiración y la calidez que emanaba. –

¡Oye, despierta! ¡Te toca llevar a los niños a la escuela! –tocando la espalda, que le pareció más delgada de lo normal, sacudía al cuerpo.

¿Qué? –despertando con un bostezo largo -¿Qué dijiste? ¿Cuáles niños? Los tuyos, ¿no?, los míos, ya se van en su auto –le respondió el compañero de cama en medio de un bostezo, para luego reír con sorna –Señora, me confunde usted. Yo no tengo niños de escuela. Ja, ja, ja, de plano estás muy cansada.

¡Dios mío! Me quedé dormida y estaba soñando. ¡No recordé dónde estaba! – respondió incorporándose y se llevó las manos a la cabeza –perdón amor, te confundí.

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A Rostro Oculto –

No te preocupes, no creo que seas la primera a la que le pasa, sólo espero que no te suceda lo mismo con tu marido –dijo aun en medio de risas, en tono irónico – puedes provocar una tragedia.

Ni lo menciones – se disponía a levantarse, mareada de sueño, se sentó a la orilla de la cama y puso los pies en el piso –tengo que irme, me voy a dar un baño. Vienes conmigo?

¿Otra vez? –ante la mirada seria que le respondía y todavía divertido con la confusión la siguió al baño – ¡No te enojes pequeñita! No aguantas nada.

Ya en su casa, preparando la cena, todavía en su vestido percibía por momentos la fragancia de él, su hijo pequeñito la abrazó. –

¡Mami hueles rico! ¿Es un perfume nuevo? –restregó insistente la cara en el vestido.

¡No hagas eso hijo! Lávate las manos – la perturbó sentir a su hijito donde antes estuvo el pecho desnudo de su amante –es… loción de tu papi, cuando nos despedimos en la mañana.

Con los niños cenando, fue a cambiarse, puso el vestido en la lavadora, no había ropa sucia, pero más valía no crear suspicacias. ¿Conflicto moral? No. Simplemente debía ser cuidadosa. Hace mucho tiempo que no le interesaba rezar padres nuestros y aves marías para expiar sus culpas.

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A Rostro Oculto

Los tres anillos Por: Alejandra Koráki www.facebook.com/ale.koraki Él supo de inmediato que la amaba. En el mismo instante en que la vio, supo que ella sería la mujer con quien se casaría. No sabía ni siquiera su nombre, pero con solo cruzar una mirada con ella, supo que era su destino. Que quizás en otras vidas, que quizás en otros mundos se habían conocido. Se hizo su amigo. Le ofreció todo. Lo arriesgó todo. Luchó por ella y la conquistó. El día que se hicieron novios, mientras caminaban de la mano, él encontró un anillo de plata tirado en el piso y sin dudarlo se lo entregó. - Nada es casualidad – dijo él – Te entrego este anillo que el destino me obsequió, para que siempre recuerdes éste día. Ella sabía que él era la persona a la que siempre buscó. Una tarde mientras iban juntos tomados de la mano en un autobús de regreso a casa de ella, él le habló con una ternura e intensidad como nunca antes lo había hecho: - No tengo nada – le dijo él. - Me tienes a mí – respondió ella. - No tengo riquezas para darte. No tengo nada que ofrecerte hoy. - Me basta tu amor. -Lo que yo siento por ti es tan intenso que las palabras se me hacen cortas para expresártelo. Y te amo tanto que quisiera tenerlo todo para darte todo lo que a mí me faltó. Quisiera despertar a tu lado cada día de mi vida, hacerte feliz y ser tu familia. Solo así podré ser feliz yo. Se miraron por instantes sin decir nada con tanta ternura que hubiesen podido derretir al mismo sol. - ¿Te casarías conmigo? – finalmente preguntó. - Sí – dijo ella con la mirada cristalizada y una gran sonrisa llena de emoción. Él tomó su boleto de autobús y lo dobló por lo largo, y después hizo una argolla con la tira de papel, para luego colocarlo gentilmente en su dedo.

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A Rostro Oculto - Este anillo de papel, es la promesa de que un día nos casaremos. Un día podré entregarte un anillo de verdad. Corrió el tiempo muy deprisa y ese día tan esperado llegó. Ella vestida de blanco. Él con elegante esmoquin. Sin más que ofrecerse mutuamente más que su más grande y sincero amor. Fue una boda pequeña, donde intercambiaron votos y promesas, donde todo el mundo se desvaneció a su alrededor y quedaron por instantes solamente ellos dos. - Este anillo – dijo mientras colocaba el anillo de bodas en el dedo de su amada – es mi promesa de que nunca te hará falta nada. Comenzaron, pues, su vida juntos. Sin mucho en las manos, más que sus promesas. Caminaron juntos por caminos difíciles, pero siempre con la esperanza de encontrar tiempos mejores. Corrieron los años. Y resguardados en un alhajero, como el más grande tesoro, ella conservaba aún sus tres anillos, siendo el anillo de papel el más amado de todos ellos, pues ni siquiera el diamante más costoso del mundo podría nunca compararse con el amor que se profesaban y aquel era el emblema de una promesa que se cumplió.

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Incomunicado Por: Jesús Manuel Torres Medina

Hace un rato estaba bien. Sí, le dije que dejara de molestar o lo callaría para siempre, pero no es motivo para que esté muerto. Ahora lo necesito. Estoy solo en casa con él. No puedo llamar a mi mamá ni a mis amigos para contarles mi tragedia. Tampoco puedo llamar a la policía. Mi teléfono está muerto.

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Título: “Entrada al jardín de San Marcos, Ags” Autora: Daniela Guijarro Ubicado en el Barrio del mismo nombre, es uno de los jardines más representativos de la ciudad, además está ubicado en lo que, en el mes de abril, es el perímetro ferial.

Título: “Paseo en la Bufa, Zac” Autora: Daniela Guijarro Momento espontáneo captado por mi lente, curiosamente el letrero "Baños" se incorporó de una buena forma para la composición de esta fotografía (ríe).

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Desprecio Por: Anel Hernández El capricho tuyo de estar conmigo, lo detesto, lo desprecio. ¿Quién te dijo que puedes quedarte en mi vida? ¿Por qué no huyes si te he mostrado mi lado más macabro, mi lado más oscuro, vil e infame? Odio cuando me escribes palabras dulces. Mi vida, mi amor, cariño, cielo, sol, es tu diccionario perpetuo. Quisiese haberlas conocido antes que tú para borrarlas, así jamás escucharlas, si nos alejamos, no extrañarlas, ni añorarlas, no esperarlas, no detestarlas, no despreciarlas. Cuenta nuestro amor como aburrido, nefasto, lleno de pasión abrumadora, con deseos secretos, de sesgar nuestro amor, de querer inhibirnos, de amarnos en la noche, odiar el día, preferirnos desnudos, odiar la ropa. Dulce agonía la que vivimos. Desprecio tu amor rosa, tus labios al tocarme, tu peinado, tu cuerpo, tu perfume. Desprecio tus ganas de amarme, haré que odies cada detalle que tengo contigo para que te quedes conmigo, porque desprecio tu delicadeza, prefiero tu pasión, tu entrega. Espero me desprecies de igual forma, para romper toda norma, del amor rosa, de un amor eterno.

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Ensayo de un diálogo Por: Xavier Ilich

-¿Qué esperas que no me besas? -Nada, solo que... -¿Solo qué? respóndeme ¿por qué no me besas? -Es que, ¿cómo te lo digo? -¿Decirme que? -¡Que no quiero que te vayas, que no quiero que desaparezcas, que te diluyas, quiero que te quedes conmigo...! ¿Y qué esperas para besarme entonces? -Verte, solo eso, te juro que si te veo, te besaré. Entonces se despertó y corrió a la calle a buscar un beso con sabor a sueño.

Título: “Mi mona Lisa” Autora: Yoyita Margarita

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Epílogo Crónica de la duda y el recuerdo. Luchín, Capítulo 7. Por: Jesús Hernández

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Buenas tardes señor, ¿Sería tan amable de indicarme dónde queda la iglesia del pueblo? ¿Acaso me ha visto cara de mapa?, forastero. – Delgado miraba con desdén a aquel joven, tenía una extraña sensación de incertidumbre al verlo, como si fuera alguien familiar. Y es que Dante tenía memoria hasta para los muertos que había dejado en el camino, tanto que aquel hombre que lo cuestionaba le recordaba a uno muy especial. Disculpe, es sólo que he pasado tanto tiempo lejos que al volver noto que el pueblo ha cambiado demasiado. De ninguna manera quise faltar al respeto a alguien tan gallardo y honorable como usted, señor Delgado. ¿Así que me conoces, eh? Por supuesto, quien no conoce al benefactor del pueblo. – Las palabras de Luchín eran un dardo de ironía, sin embargo, para Dante eran miel y dulzura. Es bueno que sepa reconocerlo jovencito, no lo olvide, aquí yo soy la ley.

La arrogancia de Dante se vio abruptamente interrumpida por una reacción de miedo y angustia, Luchín no dijo nada, tampoco movió una mano, tan sólo lanzó un desafío con la mirada y una pequeña risa, suficiente para recordarle a Delgado el nombre de aquel muerto que fugazmente había llegado a su recuerdo.

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Dirección Jesús Hernández Diseño Alejandra Koráki Consejo de editores Cynthia Galicia Javier Olivares Relaciones Públicas Colaboraciones y comentarios: a.rostro.oculto@gmail.com

Colaboran:

Xavier I / JuRaGe / Anel H / Daniela G / Juan E / Carlos S / Carmen C / David A / Carlos S / La lengua de la H / Gabriela T / Carmen R / Alejandra K / Jesús T / Daniela G /,Jesús H

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