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NUESTRA HISTORIA:
from Arenilla 34
by Arenilla
SAN JOSÉ CONETA, UN PUEBLO COXHOJ, EN EL MUNICIPIO DE LA TRINITARIA.
Durante las incursiones aztecas a su paso por nuevas conquistas hacia Centro América, ocurridas a principios y mediados del S. XV, a lo largo del camino se formaron varios pueblos de la etnia coxhoj, cuatro en la depresión central (tierra caliente): Escuintenango, Coapa, Aquespala (o Quespala) y Koneta; dos más en los altos (la tierra fría): Atlahuixtlán y Zapaluta.
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Base del sustento de estos grupos fue, como en casi todos los pueblos mesoamericanos, el maíz, frijol, calabaza y chile. La obtención de proteínas de origen animal lo obtenían de la caza y de caracoles de agua dulce. Además, cultivaban en cantidades considerables el algodón y con él elaboraban telas para su vestimenta y para pagar el tributo que los nahuatl exigían. La lengua que hablaban era mayense: el coxhoj, variante también del tzeltal, llamado por algunos historiadores tzeltal del sureste, aunque con influencias del cabil que hablaban en un antiguo pueblo ya desparecido, llamado Yayagüita, cerca del hoy Chicomuselo. Los conquistadores españoles llegaron a esta región por el año de 1528. Por derecho de conquista a cada uno de ellos le otorgaban en propiedad un terreno con una superficie de una legua cuadrada (aproximadamente 16 kilómetros cuadrados) y la encomienda de un grupo de indígenas para enseñarles la nueva religión (el cristianismo) y además ayudar en el cultivo de sus tierras. Los hacendados españoles solamente hicieron lo segundo, los obligaron a cultivar sus tierras trabajando hasta 14 horas diarias, según la estación del año, y una incipiente escuela dominical para enseñarles el evangelio
El rey Carlos V de España tuvo conocimiento de estos abusos y decidió enviar a frailes para rescatar a los “esclavos” y enseñarles la nueva religión. En el año de 1545 llegan a Ciudad Real de Chiapas (Hoy San Cristóbal de Las Casas) 25 frailes, y
11 años después llegaron a Comitán
8 frailes más, entre ellos Fray Diego de Tinoco, fundador del pueblo de La Santísima Trinidad de Zapaluta. Para el logro del objetivo agruparon a los indígenas escapados de las haciendas y fundaron o refundaron con ellos los nuevos pueblos, templos y conventos, como ya dijimos cuatro en la llamada Tierra Caliente y dos en la tierra fría. Hoy nos ocuparemos de uno de ellos, del pueblo de Coneta. De paso diremos que era costumbre de los frailes respetar el nombre indígena y anteponerle el de un santo, así a Coneta le antepusieron San José, San José Coneta.

La fundación de estos pueblos ocurrió en los últimos años del Siglo XVI y desaparecieron a mediados del Siglo XVII. Su desaparición se debió posiblemente a las fiebres palúdicas provocada por la picadura del mosquito Anopheles. Los sobrevivientes emigraron a los pueblos de los altos; Tzimol, Comitán y Zapaluta. Los de San José Coneta emigraron a Zapaluta, llevando, según dicen los historiadores, hasta las campanas de su templo. El pueblo de Atlahuixtlán, ubicado también en los altos, desapareció, se ignoran las causas; los sobrevivientes emigraron también a Zapaluta, incrementando su población hasta llegar a contar con más de 2000 habitantes. Tal vez sorprenderá esta cifra que nos parece irrisoria, pero estas poblaciones eran pequeñas agrupaciones de familias que escasamente llegaban a contar con unas 100 de ellas.

El nombre de este pueblo (Koneta) es un vocablo de la lengua nahuatl que significa “donde abundan los niños”, de Konetl = niño, y
“tli” abundancial, Konetitlán= donde abundan los niños. Fue fundado en terrenos de lo que ahora es el municipio de La Trinitaria. Las ruinas se encuentran a unos 26 kilómetros de la cabecera municipal en las inmediaciones de la carretera que conduce al ejido Rodulfo Figueroa.
De este desaparecido pueblo quedan como testigos parte de los muros y el extraordinario frontispicio del templo, en él puede verse expresiones producto de artistas indígenas mezcladas con manifestaciones del arte europeo, fruto del sincretismo religioso. Estas manifestaciones religiosas hechas en relieves y bajos relieves convierten estos vestigios del templo en uno de los mayores monumentos del arte chiapaneco colonial. Su decorado sobrepuesto no tiene paralelo en ningún otro lugar del Estado, las formas arquitectónicas son únicas, es un símbolo del espíritu del mundo Maya.
El frontispicio de este templo aún se conserva relativamente bien y puede apreciarse con su maravilloso decorado. Es una joya del arte colonial que el visitante disfrutará.
