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Las enfermedades provocadas por la tecnología

A nivel social, laboral y personal actuamos, trabajamos o nos comunicamos de forma diferente. Esta situación, magnificada por la pandemia, ha provocado que aparezcan nuevos riesgos en nuestro día a día. Son los denominados riesgos emergentes.

El principal problema es que la elevada exposición a computadoras, tabletas, smartphones y resto de tecnologías ha aumentado nuestros niveles de estrés negativo (distrés). Concretamente, cuando el origen está en la dificultad de adaptación a las tecnologías se le denomina tecnoestrés.

Los nuevos riesgos y sus nombres

Ante esta situación aparecen nuevos riesgos que afectan a nuestra salud, entre ellos:

• Vamping, la hiperconexión digital resta horas de sueño y causa insomnio.

• Phubbing o ningufoneo, el desprecio hacia las personas que están a nuestro alrededor por dar prioridad a nuestros teléfonos.

• Smombies, la actitud de circular o realizar otras actividades sin prestar atención por estar pendiente del smartphone.

• Nomofobia, la necesidad de permanecer conectado constantemente. No podemos pasar 24 horas desconectados.

• Tensión ocular o presión intraocular, se manifiesta en aquellas personas que pasan muchas horas frente a una pantalla, tanto del teléfono celular, tableta o computadora. Produce enrojecimiento en los ojos, visión borrosa y resequedad visual, sobre todo para los que llevan lentes de contacto. Cuando la tensión ocular es alta y prolongada puede generar glaucoma y ceguera a largo plazo.

• Sordera o pérdida de audición prematura, se produce por escuchar de manera prolongada música a un volumen demasiado elevado ya sea con los audífonos del celular o conectados al computador. Y es que los BPM (golpes por minuto) pueden llegar a provocarla. Cuantos más BPM tenga una canción, mayor será la probabilidad de perder la capacidad auditiva.

• Tendinitis es la inflamación de un tendón, la estructura fibrosa que une el músculo con el hueso. Y se produce por la forma inadecuada de utilizar el mouse, el teclado del celular, el teclado del computador o uso prolongado del mando de la consola de juegos. Puede generarse como tendinitis del hombro, del codo, de la muñeca o del talón.

• Postura del portátil, se presenta por culpa del abuso y una mala posición al sentarse, una mala postura al usar portátiles puede llegar a provocar daños en la parte baja de la espalda, dolores no solo musculares, también de los huesos. Hay que cuidarse más y controlar estos pequeños detalles, sentarse correctamente es la solución.

• Sobrepeso y obesidad, fenómeno asociado al uso exagerado de videojuegos, que proporcionan mayor habilidad psicomotriz, aumentan los reflejos, estimulan el razonamiento lógico y la capacidad de decisión, pero su principal efecto es que evita al máximo cualquier tipo de actividad física por su constante interés en el juego. Todas esas horas frente a la pantalla (unido a la comida rápida e industrial) aumentan la obesidad infantil y, por tanto, el riesgo cardiovascular.

• Insomnio tecnológico, se produce por el uso abusivo de Internet antes de dormir, ya que la luminiscencia de la pantalla de dispositivos como el celular, el portátil o la tableta es contraproducente para conciliar el sueño.

Todos estos riesgos están asociados a un aumento del número de horas que pasamos frente a una pantalla y el descenso de la actividad física. La combinación de hiperconexión digital, sedentarismo y/o sobrealimentación es letal, y acaba generando problemas circulatorios, respiratorios, musculoesqueléticos o incluso mentales.

Esto ha contribuido a que hayamos pasado de temerle a las enfermedades infecciosas y de transmisión sexual a ser presa fácil de las enfermedades crónicas no transmisibles.

Esas enfermedades no se contagian, sino que es nuestra forma de vida (un aspecto cultural) la que propicia su propagación.

Algunos cambios de actitud

No podemos borrar las exigencias sociales y laborales. Pero sí podemos cambiar nuestra actitud frente a estas exigencias. A continuación, algunas sugerencias para poder afrontar el tecnoestrés. Identificar las fuentes que generan estrés, es decir, los estresores que provocan una alteración en nuestro estado de bienestar. Saber qué nos produce estrés es el primer paso para poder afrontarlo.

Ser consciente de qué actividades nos liberen del estrés. Cada uno de nosotros debemos saber qué actividades nos permiten olvidarnos totalmente del resto de situaciones que nos generan el estrés: deporte, cultura, familia, amistades, etc.

Buscar activación física. Las exigencias diarias se están decantando hacia la parte mental, por eso es importante buscar compensar ese esfuerzo mental con actividad física. Este mismo esfuerzo nos servirá para lidiar con el sedentarismo y los problemas musculo esqueléticos asociados al mismo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos 150 minutos de actividad física moderada semanal. Se entiende esta actividad al menos como un paseo a un ritmo elevado o una carrera ligera.

Practicar la desconexión digital. La hiperconexión que vivimos genera dependencia. Debemos ser capaces de buscar oasis que nos liberen de la sobrecarga de información, dejar espacio para que nuestra mente se recargue.

Buscar apoyos, la familia, las amistades o los compañeros de trabajo, la comunicación y la interacción social son buenas herramientas para gestionar el tecnoestrés.

Planificación, organización, autoconocimiento. Estar preparados para afrontar las situaciones estresantes, organizar nuestras vidas y conocer nuestros puntos fuertes y debilidades nos hace más resilientes.

La adaptación al cambio nos ha permitido evolucionar y sobrevivir como especie. En un momento en que los cambios son constantes, necesitamos de esa adaptación más que nunca.

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