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De presidente a tirano
-Pepito, ¿cómo está hoy el café? -Siéntese, General, le aviso a Fefita para que le traiga su taza. -No te apure... Ahora estás hablando con Lilís, tu amigo. Necesito cien pesos prestados. Tú sabes... mañana tengo que llevarle unos perfumes a la francesa y otras caballaitas. -Claro. Sabes que puedes contar siempre conmigo. -Dejaré entrar todas las mercancías que te lleguen este mes. La vez pasada saliste ganando.
DE PRESIDENTE A TIRANO
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En 1882 Luperón propuso a Heureauxpara la presidencia, en reconocimiento explícitodesupapelclaveenelmantenimiento del orden. En carta a Pedro F. Bonó, en la que todavía intentaba convencerlo de que aceptaralapresidencia,yante lavelada advertencia de Bonó acerca de los peligros que entrañaba la personalidad del discípulo, Luperón ponderó las cualidades de esteúltimo.
Usted me habla de Lilises: me alegro. Es mi discípulo, es el único que puede reemplazarme en todo sentido. Téngale Ud. y todo Macorís completa confianza; yo lo he preparado ya para respetar el querer de Macorís y para amar como yo a sus compatriotas. Solamente tenemos hoy en el Partido tres hombres que pueden gobernar el país: Ud., Lílíses yel general Benito Monción. Si Ud. aceptara la presidencia, Lilises y Monción le servirían como lo hacen hoy con el Padre. Si Ud. no acepta, fíjense en Lilises...
Como ya era habitual, considerando el país asegurado bajo la presidencia del hijo-discípulo, elUder azul marchó a Europa. A diferenciadelasocasionesanteriores, estavezelpaísquedababajo pleno control de este último. Heureaux, como era de rigor,desarrolló ungobierno discreto, procurando mantenerlolo más posible
en los marcosde la legalidad. De ahíque para el sentidocomún de la opinión pública fuera un buen gobierno, sobre todo porque se conservó el ordeny las libertades públicas. Es cierto que, previamente sometidos los partidarios de los anteriores presidentes, no tuvo necesidad de aplicar una represión ostensible. Más bien, sigilosamente, empezó aganarse la adhesión de los másinfluyentes. El primero en plegarse fue Eugenio de Marchena, baecista azuano, quien logró incorporara esa postura a Manuel María Gautier, cerebro gris de esabandería. Ambos pasaron a instigar a Heureaux a que desarrollara su estrategia personal con el fin de malquistado con Luperón.
De manera progresiva, ambosjefesrojos se tomaron en los asesoresfavoritos del Presidente, Marchena en asuntos económicosy Gautiercomo estadistaexperto, algradode terminarsiendo laúnica personacuyos consejos Heureauxapreciaba. Se estabaproduciendo una sigilosa convergencia entre el sector de azules que se iba adhiriendo alas orientaciones del Presidenteylos antiguos enemigos rojos yverdes. En realidad, tal proceso había arrancado años antesyeradefendido por laopiniónpública, lo que fue aprovechado por elPresidente para aplacar las reticencias de Luperón y teneréxitoenseguirlefingiendo fidelidad. Demás en más, lageneralidad de los políticos se iba poniendo de acuerdo en la centralidad del programade desarrollo que auspiciabanlos presidentes azules.
Durante los años de la primera administración de Heureaux, el paístodavíadispusodecondicioneseconómicasrelativamentefavorables, a causa de los altos precios del azúcar, lo que permitió que siguieran haciéndose inversiones parala creación o ampliación de ingenios azucareros. Estacoyunturafavoreció que Heureauxfuera juzgadocomounpresidenteexitoso, apesardequebajosugobierno se amplió la deuda interna. Lo más notable es que durante esta administraciónlacorrupciónpasó a seruninstrumentoclave delfortalecimiento de lainfluenciadelPresidente,lo quecontrastabaconla actuaciónhonradadesupredecesor. Eslo que explicaelincremento de los déficits gubernamentales, pues Heureauxmanejaba con demasiadaflexibilidad lascuentasdelgobierno, necesitadode dineroa todacostaparagranjearse apoyoycrearsubase depoder.

Losjóvenes liberales agrupados en sociedades culturalesycívicas comenzaron a desplegar una campaña de prensa contra las actuaciones del gobierno, que veían matizadas en primerlugarporla degeneración de la casta de los generales azules. En la medida en que Luperón no advirtió gravedad en el fenómeno, adversó con virulencia las críticas y mantuvo su solidaridad con el delfín. El resultado fue que las personasperspicaces llegaron alaconclusión de que, aunque elverdadero depositario del poder era el presidente, el líderera corresponsable de sus actuaciones, con lo que disminuyó el prestigio del último. Éste, en definitiva, tardó en captar que Heureaux construía su propia plataforma con el fin de desplazarlo.
Aunque con sumo cuidado, Heureaux decidió correr el riesgo de desafiar la autoridad de Luperón en ocasión de la nominación de su sucesor. Ellíder decidió respaldar asu compueblano SegundoImbert, uno de susviejos compañeros de armas. Heureauxaprovechó que el ex presidente Meriño nominó a Francisco Gregario Billiniparasumarse a esta candidatura, que rompía con la disciplina de los azules, hasta entonces cimentada en la fidelidad a las orientacionesdel líder. En lapresentaciónde una segunda candidatura azul se movía un interés regionalista, en la medida en que los azules capitaleños no aceptaban la hegemonía cibaeña en el gobierno. Todavía se reconocía aLuperón comoúnicojefe,perola disputade esaocasión dio lugar al traspaso de unumbral, porcuanto se cuestionaba su deseo. Heureaux todavía no podía entrar en conflicto abierto con el líder, por lo que maniobró con cuidado e incluso le hizo saber que bastaba que desease que Billini no fuera de candidato para que él lo obligase a desistir, como le indicó en esta alarmante misiva fechada el3 dejulio de 1884:

Si Imbert triunfa en las elecciones, él será servido por mí. Si triunfa Billini yusted considera que el triunfo de ese señor puede servir de pretexto para que la pazse altere, eomuníquemeloinmediatamente, que éste renunciará el mismo día que sea proclamado por el Congreso. Déme de antemano sus órdenes respecto a
la candidatura que debe presentarse, y la forma que debiera hacerse.
No tuvo empacho, sin embargo, en abusar de su condiciónpresidencialpararealizar un masivo fraude electoral que permitió la victoriade Billini, con 10 cual engañó aLuperónporpartida doble.
Desdeque elnuevo presidenteocupó el solio,puso en claro que no seprestaríaaserjuguetedelaurdimbre deintereses que manejaba su predecesor. Hábil como siempre, a pesar de la influencia con queyacontaba,ésteprefirió ausentarse a Curazaopara observarla evolución de los acontecimientos. Lalejanía le permitió maniobrar en contra del Presidente, para 10 cual obtuvo el concurso de Luperón, quien estaba alarmado ante el retorno de Cesáreo Guillermo con motivo de la declaración de amnistía. De nuevo Luperón, inconscientemente, obró como instrumento de los planes deHeureaux, al propiciarlarenuncia de un presidente absolutamente honrado que trataba de plasmar los ideales doctrinarios delliberalismo.
A pesar del fraude electoral contra Imbert y de las presiones ominosas desplegadas porHeureauxcontraBillini, Luperón le renovó la confianza, no obstante haber empezado a captar que iba minando su autoridad, 10 que le hizo saberenuna tensaentrevista enPuerto Plata. Instalado enlapresidenciaAlejandro WossyGil, íntimo amigo de Heureaux, éste renovó el control de los hilos del poder. Talvez solo Luperónpodía albergar dudas acerca de quién eraelpoderdetrásdeltrono. Enlassiguienteselecciones, Heureaux sepropuso santificaresasituaciónmediante lapresentaciónde su candidaturaalapresidencia,queLuperónrespaldó, pesea serconsciente de quelasfuerzas vivas del Cibaoylamayoría del país estaban detrás del candidatoopuesto, Casimiro N. de Moya. Uno de. los motivos de talcomportamiento pudo consistir en que Luperón interpretó que las críticas que se lanzaban contra su delfín iban dirigidasa élmismo. Todavíateníaconfianzaenquesuliderazgoera irremovible,confianzaquenoaquilatabaelfondo de la personalidad de quientodavíaavecesse decíasuhijoylospropósitos que perseguía, muydistintos a los suyos.

A fines de 1886 Heureauxvolvió a ocuparformalmente lapresidencia, trasdesarticularlarebelión delospartidariosdeDeMoya en La Vega y la Línea Noroeste, encabezados por el prominente restaurador Benito Monción. Aunque Luperón cometió el error de aceptar la delegación del gobierno en el Cibao, Heureaux en personaasumió lajefaturade operacionesparaaplastaraMonción. Paralograrlo, como quedó recogido en la memoria colectiva, empleó más cañonazos de papeletas que de obuses. En medio de las dificultadespor las que atravesaban lasfinanzas públicas, recurrió a sus amigos comerciantes, entre los que sobresalían Cosme Batlle yJuan BautistaVicini, elprimeroespañolradicado enPuerto Plata yelsegundo italiano dueño de ingenios próximos a Santo Domingo, con préstamos de emergencia ajugosas tasas de interés.
A pesar de estar asentado en la presidencia y de haber hecho salir del país a algunos de sus rivales más peligrosos, Heureaux sabía que tenía que lidiar con cuidado respecto a Luperón, pues unaparte de losjerarcas azules aún no habían tomado partidoyse mostraban formalmente fieles a lavoluntad del líder. Por ello, decidió posponer el enfrentamiento, a fin de ganar el tiempo que le permitierair deshaciendoviejas fidelidades. Sobrelabase de prebendas, fue mellando la influencia de Luperón, lo que alcanzó a algunosdesus amigos cercanos, comolosgeneralespuertoplateños Segundo ImbertyFederico Lithgow, integrantes de la tripulación del "Telégrafo".
El procedimiento concebido por Heureaux para entretener al líderfue ofrecerle la presidencia, conscientede que le seríadifícil aceptarenlo inmediato por estar enfermo en Europa. Ahora bien, tan pronto Luperón retornó yvio que había presos políticos yun estadogeneralizadode represión, decidióenfrentaral delfínyaceptó, por primera vez, ser candidato presidencial. Pero Heureaux, desde que recibió laconfirmaciónde que Marchenahabíalogrado contratar un empréstito en Europa, se quitó la caretayproclamó sucandidatura. Sin muchos subterfugios sometió a amenazas alos seguidoresde Luperónypuso enclaro que contabacon elrespaldo de la mayoría de los prohombres azules. El líder se dio cuenta de que no tenía sentido participar en las elecciones y que tampoco

resultaba factible alzarse en armas, ya que sería repudiado por la opinión pública y vencido con el asentimiento de casi todos sus antiguoscompañeros.
De esta manera, a fines de 1888 comenzaba, ya desembozadamente, la instauración de una tiranía con similitudesydiferencias respecto a las anteriores. El jefe de Estado volvía a detentar prerrogativas absolutas, pero estavezmanejabaunafunción modernizadoraque le otorgaba un respaldo más sólido en el seno de la sociedad. La clave radicó en que los círculos económicos dirigentes tenían mucho más fuerza que antes. Por otra parte, sobre la base de los procesos de modernización que estaban acaeciendo desde lainstauración del poderde los azules, se había incrementado la capacidad centralizadora de Santo Domingo sobre las provincias, por lo que Heureaux no tuvo necesidad de proponerse la destrucción del poder delos caudillos. Consciente de que tal objetivo hubiera acarreado unasituación de confrontación generalizada, optó por ofrecerprebendas a todos los provincianos influyentes, con tal de que sirvieran como agentes fieles del poder central. A diferenciade lo que habíaacontecido escasos años antes, gracias alcrecimiento delaeconomíaexportadora, especialmente del azúcar, el gobierno disponía de recursos parapagar salarios, aunque fueran de pocamonta, a un número bastante considerable de personas. Los caudillos se aquietaron y los pocos que no lo hicieron fueron eliminados.
Lo anterior explica que, tras la insurrección de los moyistas en 1886, pasara a reinar la paz en el país. Este resultado sirvió como tarjetade presentaciónde lavigenciadelgobernante, quiensevendía como el único que podía lograr ese portento tras décadas de inestabilidad. Lacasi totalidadde laburguesíaofrecía unentusiasta apoyo al tirano, ponderado como garantía del orden. Los poderesinternacionalescoincidíanenaquilataralnegroadvenedizocomo un socio conveniente. Los políticos de todos los colores se habían alineado detrás de Heureaux,puestoquelesgarantizabaempleosy dignidades. Loscaudillosprovinciales, por elmomento, asociaban suconvenienciaconla deljefe del Estado. Los intelectuales, en su mayoría, percibieron al tirano como una suerte de mal necesario,

puesto quecumplíaunafunción insustituible en el establecimiento de la ansiada paz. Consciente del valor de los símbolos y de la legitimidad culturaldel poder, el tirano se encargó de destacarque contaba con la colaboración de las lumbreras pensantes del país, entre las cuales se encontraban figuras como Manuel de Jesús Galván, Manuel María GautieryEmilianoTejera.
Tal popularidad estaba mediada por el reparto discrecional de dinero a quienesofrecíanfidelidad. Eso ocasionó, como es común en los autócratas, un profundo sentimiento de desprecio haciasus subordinados, incluidos aquellos con los que sostenía vínculos amistosos. En una ocasión, le refirió a Andrés J. Montolío que la única esperanza para el país se encontraba en jóvenes como él, todavía no contaminados por elpeculado. Le sintetizó la experiencia, supuestamentedesencantada, del trato consus amigos. "Yo he tocado a todos los políticosde la República, como ahora toco este escritorio, y el que no está podrido, está gastado". Los representantes obstinados de otraépoca, negados aservirle, aunque mantuvieran lahonorabilidad, le generaban idéntico desprecio, aunque disimulado con impecablerespeto.
Lo más sorprendente de este consenso, a primeravista, radicó en el entusiasmo de lamayoríapobre por el tirano. Talvezloveían como uno de ellos, aunque en el caso del campesinado se trataba de una práctica muy vieja de adhesión al poder existente como recurso por adelantado de protección. Conocedorde lapsicología de los dominicanos, el tirano decidió explotareste respaldo ycon él, así como con el de políticos, caudillos e intelectuales, levantar unabase de poder autónomarespecto alos capitalistas e intereses internacionales. En definitiva, todo secentrabaenlaomnipotencia delPresidente. Seestableció unculto que glorificabaelpresentey atribuíalas realizaciones a laclarividentevoluntad del estadista.
Durante los primeros años este tinglado funcionó a la perfección. Eran muy escasos los que osaban oponerse abiertamente al tirano, yquienes lo hacían podían ser encarcelados sin dificultad. Elpoderse dio el lujo de restringirlos crímenes únicamente a los perturbadorespeligrosos oaquienes eran de armastomar. Sellegó al grado de tolerar la disidenciaporlaprensa, siempre que no pu-

siera enriesgo la estabilidad. La clave de esa estabilidad radicaba enla disponibilidad de recursosfinancieros para atender a lavoracidad de políticos y caudillos. Desde este ángulo, se produjo un giro en la políticafinanciera estatal para liberarla de los elevados intereses que se pagaban a las compañías de crédito, oscilantes entre 2y 3% mensual. Heureaux, contrariando el punto de vista nacionalista, contrajo pesadas acreencias en el exterior con el supuestofin de promover el desarrollo, sanearlasfinanzas y asíabrir elpaís alflujo de capitales. Locierto es que lanuevapolíticano era paranadaracional, ya lalargacontribuyó a desatarlasfuerzas que pusieron en crisisla estabilidad del orden.
Sibienesciertoquelosempréstitosenel exteriorsehacíansobre labase deunatasade interésconsiderablementemásbaja, enteoría de 6% anual, comportaban redescuentos y comisiones muy elevados. ElprimerempréstitoWestendorp, de 1888,deemisiónnominal de 770,000 libras esterlinas, solo aportó al Estado menos de medio millón,yaundeesasumahubo que pagar 150,000librasen reconocimiento delfraude delbanquerojudíoEdwardHartmonten 1869. Ni un centavo de ese dinero se utilizó con fines de desarrollo. Los escasosrecursosingresadossirvieronúnicamente paracontentara políticosycaudillosymantener el orden despótico. Dos años después se contrató un nuevo empréstito con la misma casa Westendorp, por 900,000 libras, también con alta tasa de descuento. El único renglónde inversiónreproductivafue destinado a laconstrucción delFerrocarril CentralDominicano, entrePuertoPlataySantiago, obra carente de sentido porcuanto existía desde 1886un ferrocarrilentreLaVegaySánchez,a travésdelcualsalíaelgrueso de los renglones agrícolasdel Cibao. Adicionalmente, desde el punto devistade laeficienciatécnica, lainstalaciónde ese segundoferrocarrilconstituyóunverdaderofiasco, puesresultó muycostoso trazarlasvías porla CordilleraSeptentrional. Fue en 1897cuando finalmente se pudo inaugurar la vía, ocasión aprovechada para proclamarlasrealizacionesingentes de la administración.
El destinoverdadero delosfondos fue nutrirlasfortunas de los privilegiados, en primer lugar el tirano y sus asociados, y perfeccionar el aparato represivo. Lo más notable al respecto radicó en

la adquisición de tres buques de guerra, los cuales le permitían al tirano desplazarse con celeridad al frente de un contingenteselecto de tropas para aplastar cualquier intento sedicioso. Como era característico de su astucia, aun a los íntimos les refirió que los barcos en realidad habían sido adquiridos en prevención de una guerra con Haití.
Igual de importantefue la creación de un aparato de espionaje sin precedentes por todo el país, el cual permitía al tirano tener seguimiento de las actividades de todas las personas de influencia social o política. El telégrafo fue el mecanismo que permitió el funcionamiento fluido de este diabólico sistema de control. A tal efecto, el dictador en persona hizo confeccionarun código secreto que permitía impartir los más variados tipos de órdenes a los gobernadoresyotros subordinados de importancia. Ese código, que fue publicado para ser distribuido entre aquellos que sostenían correspondencia personal con el tirano, revela el minucioso nivel de control que se puso enjuego.
Los empréstitos tuvieron una consecuenciafunesta sobre elfuturo del país, al poner las aduanasbajoel control de unacompañía extranjera, La Regie, dependiente de la casa Westendorp. Esta empresaentregabauna mensualidad algobiernoyel resto lo destinaba alpago de la deuda. Ahítuvo su origen el traspaso de la administración aduanera a los norteamericanos a partir de 1905, que significó lacompletapérdidade lasoberaníapor el Estado dominicano. Ahorabien, al requirir sin cesarnuevassumasparasaciarlas necesidades de los gastos estatales, entre los cualessobresalíanlas prebendas por doquier, Heureaux se dedicó a estafar a lacompañíaextranjerayaseguircontratando empréstitosinternoscongrandes y pequeños prestamistas. Como se vio a propósito del joven comerciante amigo del Presidente, estarelación implicabauna explosión de irracionalidad, pues, a cambio de los préstamos, el tirano permitíalegalmenteelcontrabando.
EstaprácticadesordenadaypícaradiolugaraquelaWestendorp decidiera abandonar el país en 1892y traspasó sus operaciones a una empresa norteamericana creadaal efecto, laSanto Domingo Improvement Co., en la quese dabancita influyentesfuncionarios

deWashington, algunos de dudosacatadura.Alprincipio,Heureaux seresistió a aceptareltraspaso, pero luegovio que podíarecibirde los nuevos administradores sumas adicionales de dinero. Esto dio lugar a que decidiera asociarsu suerte a una alianzaconlosinteresesnorteamericanos, que enesos momentos tratabande desplazar la influencia económica de Inglaterray Francia en la región.
Por consiguiente, cuando vio que no podía obtener beneficios adicionalesdeloseuropeos,Heureauxagredió alBancoNacionalde SantoDomingo,decapitalfrancés, que habíarecibido lapotestadde emitirmonedalocal. ElCónsulnorteamericanoseencargó de hacer abrir, al puro estilofilibustero, la bóveda del banco, aunque con poco efecto, pueslareservasehabíaenviado a Francia. Rabiosopor esefracaso, Heureauxatacó de frente a los inversionistasfranceses yalgunosfueron apresados. Franciaenviólaflota almandodel almiranteAbelde Libran, antelocualHeureauxpermanecióimpasible, consciente de lasvacilacionesde lospolíticosde estapotenciayconfiado enlas seguridades que recibíade sus nuevos socios del Norte.
Pragmático, eldictadordecidió asíasociarsusuerte conlos intereses de Estados Unidos contralos de las potencias europeas. Esto se manifestó en un fallido tratado de libre comercio entre los dos países, que hubierapermitidolaentradadecasitodas lasmercancías estadounidenses encondicionesventajosas, a cambio de laentrada de algunos génerosdominicanos al coloso delNorte. En esos años, la participaciónde Estados Unidos enelcomercio exteriordel país estaba aumentando, al tiempo que unaparte considerable de lainversiónazucareraerapropiedadde inversionistasque, o erannorteamericanos o debían dinero, con garantía hipotecaria, a empresas norteamericanas como Barthram Brothers, tratantes de azúcar y vendedores de maquinarias e insumos paralaindustria azucarera. Deinmediatoiniciótratossecretosque comprometíanlasoberanía nacional, especialmentelaventao arrendamientodelapenínsulade Samaná aEstados Unidos, como denunció elexpresidenteIgnacio Gonzálezalrenunciara suposiciónenelgobierno.
Ese cambio de alianzas abrió un conflicto conunaparte de sus patrocinadores, encabezadosporEugenio de Marchena. Ensucalidad de representante de losinteresesfranceses, Marchenainten-

tó impedir que elpresidente hicierauso de los recursos del Banco Nacionalypretendió desplazar a Heureauxde lapresidencia, por lo que sepresentó infructuosamentea las elecciones de 1892. Vencido, Marchenase propuso abandonar el país, pero fue apresado cuando procedía a embarcarse. Considerándolo sujeto peligroso por sus habilidades parasobornar, Heureauxlo llevaba consigo a todos los lugares a los cuales se desplazaba. Elpenoso periplo del reo concluyóunañodespuésconsufusilamiento enLas Clavellinas, secciónde Azua,junto aunapurgade otros antiguosbaecistasque se manteníanobcecadosenpresentarleoposición. Cuando tiempo después unacaudalado comercianteobjetó el fusilamiento, eltirano, incómodo, replicó: "laculebrase matapor la cabeza".
Aligualque administrabaconcuidado elcrimen político, adoptabaresolucionesbestialescuando encontraba que uno de susparciales conspirabao le comprobabaduplicidades. En tales situaciones, no tenía problemas en proclamar que había ordenado personalmente que se aplicara lapena de muerte. Enuno de esos casos,supo que el generalIsidro Pereyra,jefecomunalde SanCarlos, había recibido un escrito conspirativo del cual no le informó. Lo trasladó a San Pedro de Macorís, donde lo hizo ultimar. El ministro de Guerra, Ramón Castillo, se defendió delcargo de ser el autor de ese crimenyse refugió en su terruño de San Pedro de Macorís, donde entró en conflicto con el gobernador José Estay, este último estimulado porHeureaux. Castillocometió el error de presentarse ante el Presidente a plantear el conflicto rodeado de parcialesarmados, enseñalinsolente. ElPresidente no se inmutó, sostuvo laconversacióncordialmente, perojuzgóigualmentepeligrosos a amboscontendientesyloshizofusilar de maneraaparatosa, "como ejemplo de moralidad política y para escarmiento de asesinosytraidores". Selimitó a observar que esperaba que fuera laúltimavez que sevieraprecisado afusilar a sus amigos.
Este rígido control, expresado enun temor universal ante elpoderomnímodo, no significabaqueeltirano pudierahacercualquier cosa. Había un contexto social que no podía traspasar, de lo que tenía plenaconciencia. Estosevio apropósito de la aprobación de unaley,preparadaporErnilianoTejera, contralacrianzalibre des-
