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El ascenso fulgurante
cubano asociado con el caudillo enemigo Gabino Crespo, por lo cual tuvo que ser sacado de la jefatura de las operaciones, lo que debilitóla defensadelgobierno. A lo largo de sucarrera, Heureaux se refirió invariablementede manerarespetuosa acerca delgobierno de Espaillat,vanagloriándose porhabersido uno de sus defensores en contra de los caudillos. Cuando su caída se produjo, en demostración de altanería, fue el último jefe azul que abandonó Puerto Platacon destino a Haití.
DurantelaúltimapresidenciadeCesáreoGuillermo,comoparte de los arreglos entre losgrupos de poder, estando Luperón en Europa, Heureauxaceptó laposición de delegado del gobierno en el Cibao. Gracias a sus excepcionales dotes militares, ya era incuestionablemente elsegundo de Luperón, elúnico a quien ésteconfiabamisionesdelicadas. En ese cargo, de nuevo se puso de manifiesto la crueldad del personaje: de común acuerdo con Federico Lithgow, otro sanguinario seguidor de Luperón, hizo sacar de un navío español yejecutar de forma truculenta a los generales baecistas Valentín PérezyManuel María Caminero, pese a reclamos de la tropa de que se les respetara la vida. Refieren las crónicas que, con sus pantalones blancos salpicados de sangre, Heureaux dio un tranquilo paseo a caballo por las calles de la ciudad, en demostración de hasta dónde podíallegarsu determinación.
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EL ASCENSO FULGURANTE
Las facetas inquietantes de la personalidad del "hijo", lejos de generarlepreocupacióna Luperón, aparentementefueron aceptadascomo partedelos atributosque lohacíangarantedelos intereses del "partido". En las Notas autobiográficas, escritas porelprócer en su exilio en Saint-Thomas, se revelan los sentimientos encontrados quelegenerabalafigura deldiscípulo. Porunaparte, recuperalosrasgos, a sujuiciovirtuosos, que hicierondeHeureaux el hombre de su confianza irrestricta y, paralelamente, traza un retrato terrible del personaje, a la luz de lo que la experiencia le indicaba.
Cuando estalló el conflicto entre el presidente Guillermo y Luperón, y éste formó gobierno provisional en Puerto Plata, se limitó a destinar a su hombre de confianza al frente de la tropa encargada de derrocar al mandatario. Desde el punto de vista de los resultados, sin duda la elección no pudo ser más acertada: a pesar de contar con fuerzas notablemente inferiores que las del gobierno capitaleño, Heureaux obtuvo en Porquero, sección de Monte Plata, un triunfo tan contundente que le abrió las puertas de laciudad amurallada.
Tras el triunfo, Luperón no cambió la sede del gobierno, pero, conscientede que los asuntos cotidianosse tenían que resolver en Santo Domingo, designó alpupilo como delegado delgobierno en esaciudad. EnlaprácticaHeureauxse hizo el individuo más influyente del país,yaqueLuperón carecíadevocación de poderydejó los asuntos de mayores alcánces al arbitrio del discípulo. Éste, desdefines de 1879,instalado en laverdaderacapital, anudó vínculos con lossectores comercialesyazucareros del surque se perfilaban como lacúspide de la estructurasocial del país. En efecto, la modernización económicaquele abrió laspuertas aldominio delPartidoAzul apartirde 1879sebasóprimordialmente en el auge de la industriaazucarera enel sureste, conlo quevarió lacorrelaciónde fuerzas que previamentele asignaba hegemonía a los sectores comerciales de Santiago y Puerto Plata. Simbólicamente, Luperón permanecióenPuertoPlata, adscrito alosinteresescibaeños, mientrasqueHeureauxasociósusuertefutura a lospoderosos deSanto Domingo.
De manerasinuosa, desde suproconsulado capitaleño, este extraño cibaeño de colornegro se ganó la confianza de muchos. Sus dotes lo perfilaron como un garante del orden, punto que tenía la máximaconnotaciónen ese momento, puesto que en las ciudades todo el mundo estabaconteste de que urgía, como condiciónpara el "progreso", la pacificación absoluta del país, sin importar los procedimientosnilasconsecuenciasque acarrease. Puesto al frente de los asuntos cotidianos de Estado e investido de las atribuciones extraordinarias que le permitía un gobierno provisional, el procónsulotorgófranquicias alosricoseapitaleñosque le granjearon

sincero aprecioyborraron cualesquieraprejuicios de color que se pudieran albergarcontraél.
De ahí en adelante, para este advenedizo de 35 años, elevado a lacúspide del poderpolítico,gobernarsehizo sinónimo defavorecer a los ricos. Gracias a su inteligencia, percibió que su poder se tornaríamás estable si lograbatornarse en promotor del progreso económico, y que eso requería la concesión de privilegios a los inversionistas, en su mayoría extranjeros. Además de los privilegios económicos que el Estado les ofrecería, la paz y el orden se pondrían a su servicio. Ahorabien, a cambio de las garantías para sus negocios, los inversionistas y comerciantes deberían apoyar irrestrictamentesu autoridad personal. Mientras lageneralidad de intelectualesazules seguíaaferrada allogro de unasociedaddemocrática, elsagaz realistareconocía, sin ambages, que el único futuro conveniente para él era el desarrollo capitalista, sin importar que trajese pauperismo a la mayoríayconllevase la implantación deunadictadura.
Asípues, el corolario de gobernar para los ricos se encontraba en la aplicación de laviolencia necesaria para mantener la situación. Talrequerimiento se avenía a laperfecciónasupersonalidad, conformada en medio del combate sempiterno. El secreto de la vigencia de los azules residió, precisamente, ensu capacidadpara sobreponerse a las coaliciones de caudillosyhacerse garantes de una paz anheladaporel grueso del país, desde los campesinoshasta los burgueses azucareros. En esa capacidad radicó la clave del ascenso de quien demostró ser elbrazo 9ue derrotaba a cualquier enemigo en elcampo de batalla.
Fuera por apego a sus orígenes, complejo racial o cálculo de quien evidenciaba un genio sin precedentes en las madejas del poder, de la misma manera se esmeró en mostrarse cercano a los pobres. Debíasaber que lagarantía para avanzar hacia elpodery consolidarseen él se encontrabaen el apoyo de lagente, con independenciade cómo lo ponderasen los comerciantes ricos. Gracias al apoyo de los pobres, construyó la plataforma de la dictadura personal que le imponía a losricos. Más aún, yaen la condiciónde gobernante, a menudo se solazaba ante sujetos de su confianza,

reconociendo que únicamente estabaseguro de lafidelidad de los pobres, su gente, pues los ricos en el fondo eran sus enemigos, que solo lo apoyaban por interés. El cultivo de las relaciones personales en todo el país le permitió obtener el aprecio de lageneralidad de la población pobre. Siendo amo del país, estuvo siempre dispuesto a recibir a todo aquel que quisiera plantearle un problema. Había aprendido de su enemigoypredecesorBuenaventuraBáez que la clave de la estabilidad de un gobernante estribaba en la capacidad de impulsarmedidas que generaran el reconocimiento de la mayoría pobre. Desde luego, al igual que Báez, Heureaux no pasaba de medidas superficiales y demagógicas, pero algunas se ajustaban a preceptos de progreso, como la exoneración del servicio militar a quienes plantaran un mínimo de arbustos de café.
Luperón restringió su rectoría a la potestad de designar al presidente de laRepúblicaa nombre de los intereses del PartidoAzul. Confiaba en que, en las nuevas circunstancias de progreso económico ygracias a su autoridad moralya la espada invicta del discípulo,losgobernantesno correríanunasuertesimilaraladeEspaillat. Su misión consistía, pues, en seleccionar los mejores candidatos a lapresidencia.
Por la negativa de Pedro Francisco Bonó, en 1880 Luperón nominó alsacerdoteFernandoArturode Meriño, cuyo compromiso nacional yliberal le inspiraba plena confianza. El prócer aprovechó la estabilidad para retornar por tercera vez a Europa, plasmacióndesus anhelosdeun mundofeliz. Subrepticiamente, actuando comodelegado exclusivo de la autoridad del ausente, la influencia de Heureauxse amplió, lo quefue facilitado por la necesidad de lanuevaadministraciónde destrozar a loscaudilloshostiles.
Muy pronto, el general Braulio Álvarez se alzó en armas a las puertas de Santo Domingo,y el prelado no tuvo sino que apelar a su flamante ministro de Interior y Policía, el general Heureaux. Algunos de los rebeldes capturadosfueron ostentosamentefusilados en el cementeriode laciudad, pese a las súplicas del presbítero Francisco X. Billini, en demostración de que existíaunavoluntad inquebrantable de hacer respetar la institucionalidad. El cargo de secretario de Interior no podía estarmás a sumedida, pues lo que

estaba enjuegocomo cuestión primordial en esos momentos era el mantenimiento del orden.
Meriño decidió apartarse de los principios liberales, disolvió el Congresoyestableció una virtual dictadura. Al ponerse de manifiesto la belicosidad de loscaudillosfieles a los expresidentesBáez, Ignacio GonzálezyGuillermo, Meriño emitió un decreto que autorizaba lacondena amuerte inmediata de quienesfueran sorprendidos con las armas en la mano. Esta medida no provocó reacción alguna en los círculos influyentes del PartidoAzul, convencidos de que lasuerte del progreso de la República dependería de su capacidad de consolidarse en el poder, por lo cual había que aplicar la represión. Comoya era característico en el medio dominicano, los liberales en el poder tomaban prestadas armas que habíansido las favoritas de sus enemigos conservadores.
La prueba de fuego de estos propósitos se produjo en ocasión de la expedición del expresidenteGuillermo, llegado desdePuerto Rico a fines dejulio de 1881, con apoyo del gobierno españolyde comerciantes de esa isla. Como era de rigor, la tropa para enfrentarlaexpedición fue puestabajo el mando delMinistro de Interior. El enfrentamiento se produjo en El Cabao, cerca de ElSeibo; aunque Guillermo llevaba en principio las de ganar, pues había sido aclamado dondequiera que pasaba, Heureaux dio muestra de poseerun talento militar incomparablemente superior al de su inveterado enemigo. Como era su costumbre, se puso enprimeralínea durante el ataqueyresultó herido en elcuello. Salvó lavidagracias alosbrebajes administradosporuncuranderohaitiano quellevaba consigo, como buen creyente en las artes mágicas. Al poco rato de recuperar el conocimiento, estaba de nuevo dirigiendo la batalla, hasta que sesaldó enlafuga del enemigo. Los círculosgobernantes no pudieron evitarel entusiasmo de lavictoriay, en acto sin precedentes, recibieron en Santo Domingo alflamante ministro con un arco de triunfo.
Lo que siguió puso en alerta a todo el mundo acerca de lo que podía acontecermás adelante. SoloLuperónyotros azules encumbrados dieron la espaldaa lo que se podía derivar de lahegemonía de un sujeto tan sanguinario. Cuando Meriño emitió el Decreto

que autorizaba fusilamientos sumarios, Heureauxhabía tenido la habilidad de expresarsusreparos, advirtiendo que acarrearía consecuencias muyduras que no sepodrían eludir. Y, efectivamente, aprovechó lacaptura de una parte de los expedicionariosvenidos de Puerto Rico para desahogar sus instintos. Hizo fusilar al poeta JuanIsidro Ortea, quien habíaescrito un epigramasatírico "Lilisibus, ladronibus". Elministrollevaba copia del mismo enun bolsillo, lo sacó tranquilamente, 10 estrujó y lo echó sobre el cadáver, murmurando entre dientes: "Paraque no escribas más latín." Todavía más truculenta fue su actuación ante su cuñado Luis Pecunia, otro expedicionario capturado. El Ministro le consiguió ropa limpiaylo invitó a comer con tanta cordialidad que el prisionero creyó que se había salvado. De improviso, le informó que sería ejecutado y, cuando palideció, lo llamó a no mostrar debilidad, pues no le sería agradable decirles a sus sobrinos que su padre había muerto como uncobarde.
Ensentido contrario, el hombre fuerte desarrollaba las habilidades paracosecharamigos. Gustaba hacerfavores yse mostraba en extremo afable con los hombresycaballeroso con las mujeres, altiempo que no se inmutaba ante insultos ni dejaba que el ánimo se alteraraconmotivo deconflictos. Yaavanzadaladécadade 1890, mientrasrealizabauno de susfrecuentes recorridos nocturnos por laciudad, se encontró con el poetaFabioFiallo, su enemigo durante muchos años. Sostuvieron una animada conversación que concluyó con una manifiesta demostración de amistad de parte del tirano.
Heureauxtenía control de quienvivía en cada casa, no solo en PuertoPlatao Santo Domingo, sinoprácticamente entodo elpaís. Sumemorialepermitíallevarunregistro de quiéneraquiénypara qué daba. De ahí la seguridad que sentía de su control y que la sencillezfuera latónica de suconducta diaria, la de flamante tirano que caminabaporlaciudadsin escoltaalguna,visitando improvisadamente a amigos y conocidos. Su relación con la población resultabienilustrada enla siguiente conversación, mantenida con unjovencomercianteque luego larememoró a suhijo:
