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El ocaso
tinada a proteger alos agricultores mediante la obligación de que los criadores cercaransus predios. Ante la disposición de algunos caudillos a rebelarse, Heureauxcomprendió que, en aras de la estabilidad de sus intereses, no valía la pena comprometerse con la aplicación de la ley, porlo que prefirió dejarlasin efecto.
EL OCASO
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Almomento de instalarse en el país, la Improvement le prestó algobierno la suma de 250,000 dólares, suma que en lo inmediato alivió las dificultadesfinancieras. Luego acordó nuevas operaciones que implicaban ventajas exorbitantes para los desaprensivos administradores de las aduanas. En losturbios contubernios entre elpresidenteylacompañíaestadounidense quedaba de manifiesto el contenido depredador de latiranía, sustentadaen el fraude generalizado contra el pueblo. Al concluir latiranía, en 1899, el país tenía acreencias reconocÍdas en el exteriorpor 34 millones de pesos fuertes, siendo gran parte de esta cifra producto de operacionesfraudulentas.
Ahorabien, alalarga, estosmanejos debilitaron lapropiacapacidad de supervivenciadel poder. Enlamedida en que habíadecrecido notablemente el auge que había experimentado la economía durante elprimerlustro de la década de 1880yse drenaba del país una porción considerable de recursos por concepto de pago de capital e intereses de la deuda externa, Heureauxrequería sumas crecientes y las operaciones financieras del Estado se hacían el terreno defraudes monumentales. Los intereses cobrados por estos recursos volvieron a ser muy altos, con lo que existía una tendencia constante al déficit en las finanzas del gobierno. Lapropia corrupción contribuía a ese círculo vicioso, al autorizar generalizadamente el contrabando acambio de recursos insignificantes.
Estairracionalidaderaelprecio de las seguridades que otorgabalatiranía alos agentes del alabado progreso. Inicialmente estos no se inquietaron, puesparticipabandelbotínque conllevabaeste inmenso desorden, peroprontosepusode manifiestoqueelpoder
de Heureauxse estaba tomando enunobstáculopara eldesarrollo de los negocios. Sicomerciantesyempresarios siguieron aceptándolo fue porverlo como un garante de lapazypor miedo, al tener conciencia de que disponía de un poder autónomo que ellos no estabanen condicionesde cuestionar.
Cuando se agotó el dinero extra que resultaba factible obtener pormanejoscon la Improvementyconlosgrandesprestamistas, el tirano optóporlavieja solución de emitirpapelmonedasinrespaldo. Cadavezque se presentabaun conato revolucionario ofaltaba dinero para pagar a los empleados del gobierno, acudía al expediente de poner a funcionar la maquinita de hacer dinero, lo que conllevabalapérdida de valor del peso. Obstinadamentesenegó a reducir gastos, consciente de que en tal caso perdería el favor de políticos y caudillos. La desvalorización de la moneda pudo ser contenida durante cierto tiempo a causa de las amenazas del gobierno sobre quienes se negaran a recibirla. Pero llegó un momento en que, en términos efectivos, el papel moneda dejó de tener valortangible.
Ese proceso estuvo precedidoyagudizado poruna acusada devaluación de la plata, principal medio de pago del país puesservía de referente del peso mexicano, la moneda corriente más empleada. En poco tiempo, se deterioró en 50% el valor de la plata respecto alarelación que habíatenido con el oro durante décadas. La consecuenciafue unainevitable reduccióndel poder adquisitivo de la poblaciónyla aparición de un clima de descontento social que dio lugar a huelgas de obreros y artesanos. Por si fuera poco, el gobierno ordenó emisiones que totalizaban más de diez millones de pesos,sumaextravaganteenun paíscuyopresupuestogubernamental apenas llegaba a tres millones de pesos. A pesar de la incineración de grandes cantidades de papeletas, al momento de la muerte de Heureauxhabía, según información que recoge Jaime Domínguez, unos 4.4millones de pesos nacionales circulando. En 1898 se llegó a que los campesinos se negaran a recibir moneda nacional a cambio de sus productos. Unos cuantosfusilamientos intimidatorios no pudieron hacerentraren razón aquienes se aferraban a sus interesesy al instinto de supervivencia.

Hacia 1898 latasa reconocidade cambio del peso nacional por peso fuerte era de alrededorde cuatro poruno, cuando debía ser uno por uno, pero la mayoría de las transacciones se llevaban a cabo a una tasa de onceporuno. Estadesastrosa políticafinanciera tuvo por efecto profundizarla depresión económicay atizar el descontento. Enretrospectiva, noresultadifícil constatarque, contrariamente a las proclamas propagandísticas del poder, el crecimiento económico registrado desde 1880no se debía al influjo de Heureaux, sino arealidadesinternacionales quefomentaron la llegada de capitales al paísparaexpandirlos cultivos destinados a las exportaciones. Más bien ese avance se produjo a contrapelo del ordenamiento estatal existente, que incurría en crecientes desatinos amedidaenquese afianzabaelmargen de poderde Heureaux. Desde que sehizo lafigura dominante del Estado, enla décadade 1880, Heureaux, para sostenerse en poder, maniobró con los recursos financieros, sin importarle las consecuenciassobre la marcha de los negocios. Su poder personal era un fin en sí mismo, independiente de lasrealizaciones de progreso o de representación de los intereses de losricos.
En el fondo, pues, había un terreno de conflicto entre el interés personaldel dictadoryelde lossectores económicos enriquecidos. Poco a poco, a medida que se incrementaba el caos económico, se abrió una pugna sorda entre ambossectores. El tiranofue desarrollandouna aversiónfrente alosricosqueloretrotraíaasusorígenes humildes. Alparecerconsideróquelosricos teníanquecontribuira lasupervivenciadesupoderyque debían mostrarseincondicionalmente dispuestos aincurrirencualquiersacrificio. En lamedidaen que advirtió reticencias, llegó a la conclusión de que eran ingratos respecto a losprivilegiosqueleshabíaconcedidoparaenriquecerse. Sin dudateníaplenarazónalconsiderarque lasfortunas existentes habían crecido a la sombra del poder, al grado de que él mismo se había hecho uno de los hombres más ricosdelpaís.
De acuerdo con lascifras de los bienes del dictador, al momento de su muerte tenía una fortuna superior a un millón de pesos, aunque también adeudabaenormessumas. Poseíaaccioneso derecho a participación en los beneficios de importantes empresas,

U USES HEUREAUX. EL TIRANO PERFECfO 87
como losmuelles de Santo Domingo, Puerto PlatayAzua, elBancoNacional, dosfábricas dejabón,unafábrica defideos, laempresa de Juan Isidro Jimenes y la extranjera Samana Bay Fruit. Tenía, además, decenas de casas en todo el país, asícomo fincas ganaderasytierrasde cultivo. Lasempresas enlas que el tirano detentaba interesesfuncionaban gracias afranquicias delgobierno que comportabanventajas excesivas respecto a eventuales competidores.
Porotraparte, Heureauxobteníaganancias de concesionesgubernamentales. De hecho, como parte de la lógica de la tiranía moderna, no estaban del todo delimitados los linderos entre el individuo privadoyeljefe del Estado.
El dictadorestabatan convencido de quelasfortunas existentes eran su obrapersonal que, en las postrimerías de su régimen, concibió un proyecto que revelaba el desquiciamiento que lo arropaba, consistente en expropiar, parcial o totalmente, las fortunas de los adinerados. Este plan llevaba al extremo elcomponente patrimonialista de la dictadura moderna: a ojos de Heureaux el país tenía que hallarse sometido rigurosamente a sufigura y, porconsiguiente, todo debía marchar de acuerdo consuvoluntad. Como se revela en el contenido de suvoluminosa correspondencia, conservada en elArchivo General de la Nación, consideraba que, de otra manera, el ejercicio del podercareceríade sentido.
No está claro si desistió de expropiar a los ricos o si, simplemente, pospuso eseproyecto hastaque surgierancondiciones. Pero el hecho de que no aplicara medidas de este género pone en evidencia que, por encima de las apariencias, el poder del tirano se hallabaendeclive. Enlasordapugnadeintereses entre elgobiernoy lospotentados, estos últimosllevaban lasdeganar. Era el efecto de lapropiamodernización,pueseldesarrollocapitalistahabíafortalecido a la alta clase de comerciantes, empresariosy terratenientes. Losgobernantesse encontraríanobligados amostrarsecomoservidores fieles de estos adalides del progreso, y precisamente en ello habíaradicado el mayormotivo de orgullo deldictador.
A medida que se profundizaba la depresión económica, por la combinación de una coyuntura desfavorable en los precios de las exportaciones y los desaciertos administrativos del gobierno,
