

LA TACONERA
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PLUMA INVITADA
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EL DIABLO EN EL TEXMEX
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EL CALLEJÓN DEL DIABLO
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EL CHARRO NEGRO
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EL PANTEÓN MALDITO
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EL TAMALERO
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TRIVIA SALTILLENSE
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LA BRUJA, EL AMANTE Y LOS ESPOSOS
Página 20
LA CALLE DEL RELOJ
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MÓNICO
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EL MUSEO DE LA KATRINA
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EFEMÉRIDES
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SOPA DE LETRAS Página 36 AVISOS DE OCASIÓN Página 32
CUPONERA
Página 38
DIRECTORIO
Francisco Tobias Hernández Director Editorial
Arq. Carlos Roldán Ilustraciones
Prof. Juan Campos Rodríguez Corrección Ortográfica
Victoria López García Diseño Gráfico y Fotografía Editorial
Agustín Pérez Productor y Editor Audiovisual
Yo Soy de Saltillo - La Revista Publicación mensual
NOVIEMBRE 2024
Impresa en México en los talleres gráficos de Impresos Rivera
DERECHOS RESERVADOS
En esta ocasión te platico que tengas cuidado, que no te asustes cuando camines por la noche sobre la calle del Camposanto, la hoy calle de Juárez casi llegando a la del Reloj, hoy calle de Bravo, porque al escuchar los tacones de una mujer, vas a voltear pero no la verás pasar, aunque sí escucharás su andar.
Cuentan que por ahí vivía una señorita, una señorita de las de antes, que se quedó soltera por cuidar a su madre enferma, quien ya era grande de edad, dicen que de más de 90 años.
La joven no salía de su casa por el día para estar siempre al pendiente de su madre. Tenía hermanos, pero como estaban casados y ella era la única hija soltera, debía cuidar a la señora, quien necesitaba de ayuda para realizar cualquier actividad.
Lo que nadie sabía era que por las noches la joven salía a ver a su amado y al hacerse muy tarde caminaba sola por la calle del Camposanto. Únicamente se oía el sonido de sus tacones, tanto así que los vecinos la llamaron “La Taconera”. Ese sonido era referencia del horario. Los vecinos decían: “Ya es tarde, está pasando La Taconera”. O las vecinas: “Viejito, escucha a La Taconera. Ya es tarde, vámonos a dormir, que estoy cansada”.
Todas las noches la joven se dirigía a ver a su amado. No había nocturnal que le fallara. En una de esas noches, de hecho la última en la que salió de su casa, al regresar encontró muerta a su madre. Dicen que jamás volvió a salir, y al poco tiempo murió de tristeza, culpándose por dejarla morir.
Desde ese día, noche tras noche se
escucha el andar de La Taconera hasta hoy, hasta hoy en día por la madrugada. Y con seguridad sigue siendo referencia del horario para los vecinos, quienes al escuchar el taconeo se percatan que es tarde.
Así es, amigos y amigas Saltillenses, cuando escuches por la noche los
tacones de una mujer ahí por las calles de Juárez y Bravo no te molestes en voltear. No la verás, solo escucharás el andar de sus tacones que uno a uno llevan carga de tristeza y culpa. La Taconera seguirá penando por Saltillo hasta que encuentre la paz.
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Una noche estando en el programa de radio me preguntaron que de donde había surgido la idea de ser un investigador paranormal Esa pregunta nunca me la habían hecho y después de reflexionar un rato, me empezaron a llegar recuerdos de mi infancia, yo soy hijo único a los 5 años nos fuimos a vivir a ramos Arizpe. Durante 6 años no niego que fue la etapa de mi niñez que más disfrute después de 6 años regresamos a Saltillo recuerdo que llegamos a vivir a la calle de corona esquina con Manuel acuña, yo tenía la edad de 11 años y cursaba sexto grado en la gloriosa escuela primaria Miguel López y todos los días pasaba por
la estación de radio la XEDE quien iba a decir que 7 años más tarde estaría detrás de esos micrófonos. Bueno volvamos a lo que era mi casa; era una propiedad muy grande con muchos cuartos algunos daban miedo, al poco tiempo me di cuenta que el lugar donde yo jugaba Era ni más ni menos lo que había sido una clínica Aún recuerdo aquellos pasillos que solo se aluzaban con la poca luz de los rayos del sol Yo solo escuchaba a los mayores que el doctor dueño de la clínica había sido desterrado de la ciudad yo no entendía a lo que se referían pero lo que si recuerdo es que en esa clínica asustaban veía esas sombras que pasaban de una
habitación a otra escuchaba que platicaban pero no les entendía que decían Pero había una en lo particular que yo tenía miedo entrar al momento de redactar esta carta siento escalofrió es como si todavía estuviera ahí frente a esa puerta tenía dos ventanas en forma de circulo en ocasiones me armaba de valor y abría las puertas de par en par solo alcanzaba a ver como unas mesas eran varias recubiertas con azulejo color verde después supe que ese lugar era la morgue Nomás alcanzaba a ver las primeras mesas pero yo claramente sentía que algo o alguien me invitaban a pasar a esa sala que aun en pleno día era una obscuridad
absoluta yo salía pero disparado corriendo de la clínica a refugiarme a los brazos de mi madre que en gloria Ahora que tengo experiencia en el mundo paranormal sé que lo que había ahí no era bueno tal vez quería llevarse mi alma este ser de oscuridad o una alma atrapada en ese lugar Después nos cambiamos de ahí y nos fuimos a vivir a la colonia Oceanía Esa es mi experiencia en esta ciudad de Saltillo que estoy seguro que nadie tuvo una clínica abandonada como patio de su casa , esta es una historia más como dice mi buen amigo Francisco Tobías que vale la pena presumir.
En esta ocasión te platico de una noche en la cual llegó a un conocido lugar del Saltillo noventero, llamado TEX MEX, un joven de estampa, y galanura, su presencia no pasó desapercibida de nadie, quienes lo vieron aseguraron que su personalidad era atrayente, se murmuraba sobre su identidad pues nunca se habían visto por esos lares.
doce, cuando los jinetes ya había montado los toros, un acordeón sonó para dar continuidad al baile norteño, varios de los asistentes traían unos tragos de más. El joven, del que nadie sabía nada se acercó a una bella dama Saltillense, dicen era la más hermosa esa noche, bailaron un buen rato, parecía que no se cansaban de darle vuelo al taconazo, parafraseando al “Piporro”.
Este lugar del que te platico, estaba ubicado en aquellos años, casi en las afueras de esta hermosa ciudad de Saltillo, casi casi donde iniciaba la carretera a Monterrey, por el rumbo en el cual hoy hay hoteles, agencias de autos y grandes supermercados. Por las noches de los fines de semana, había bailes y rodeos de media noche. El propietario era un buen hombre, oriundo de Torreón.
Una noche, de hecho, ya pasada las
Después de varias canciones, él le propuso salir del lugar y seguir la fiesta en otro lado, a lo que la joven contestó que sí, pero con una sola condición, si aguantaba 8 segundos en el toro mecánico, se iría con él a donde quisiera.
El vaquero misterioso aceptó el reto, montó al animal mecánico, se acomodó para vencerlo, el toro inició con una gran fuerza y en el
preciso momento que el cronometro marcó los 8 segundos reglamentarios del rodeo, la bota, por cierto de piel exótica, del pie derecho del vaquero misterioso salió volando. La gente no daba crédito a lo que veía, pues era imposible de creer, el miedo se apoderó de todos, nadie se esperaba que debajo de la bota estuviera una pata de cabra, siendo el mismísimo diablo en persona. Seguido de eso, hubo un apagón, el desorden, acompañado de gritos y miedo se apoderó de ese lugar, a los pocos segundos la luz regresó y ya nadie vio al diablo que iba vestido de vaquero.
Cuentan que esa misma noche la chica con la que bailó el chamuco, salió corriendo, se subió a su carro, lo puso en marcha y manejo hacía el sur por el Blvd. Carranza, a los pocos kilómetros, los frenos de su auto fallaron y en un brutal accidente perdió su vida, la promesa del diablo se la cumplió, se la llevó después de todo.
Así es amigos y amigas Saltillenses, esa noche el Chamuco, Belcebú, Satanás, Lucifer, o como quieran llamarle, bailó, se enamoró y montó el toro mecánico en Saltillo.
Huevitos al gusto, guisos tortillas de harina y maíz café refill y ¡Mucho más!
/ WestRockersSaltillo
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En esta ocasión te platico sobre la leyenda sucedida en el Callejón del Tejocote, narrada de manera fabulosa por Don Froilán Mier Narro, sobre Don Juan y de cómo los celos nublaron su mente, tanto que su historia terminó en tragedia.
Don Juan de Solís contaba 60 años, pero su porte hacían verlo menor. Él y su mujer, más joven, procrearon a un gallardo e inteligente hijo. Don Juan sospechaba que su esposa lo engañaba. El simple hecho de pensarlo lo torturaba, sin razón o motivo aparente.
Una noche de invierno caminaba
Don Juan por el Callejón de los Tejocotes, siempre con la traición en su mente, desconfiando.
En eso escuchó que alguien se acercaba, y Don Juan exclamó:
- ¿Quién eres?
-Blas Cázares, servidor de usted, contestó aquel hombre.
Después de charlar un rato, Blas le comentó a Don Juan:
-Su merced cavila y sufre porque piensa que su esposa lo engaña. - ¿Cómo te atreves? Exclamó Don Juan.
-Le prometo pronto darle pruebas para que conozca la verdad, sea cual sea. En 4 días, en esta misma calle y a esta misma hora, aclararé sus dudas. Y así pasó, puntual estuvo Don Juan una noche que el aire frío arreciaba, tanto que el viento aullaba. La paciencia no estaba en ese momento de su lado, los nervios, la duda lo invadían.
Llegó Blas y, sin saludo, Don Juan preguntó:
- ¿Y bien?
Blas contestó:
-Sus sospechas son ciertas mi señor, su esposa lo engaña con un hombre que no sé su nombre, pero de buen ver y más joven que su merced.
Quiero pruebas, dijo Don Juan, en tono enojado.
-Mañana finja un viaje… vuelva en la noche, espere escondido entre las 12 y la una, y verá llegar al hombre con quien lo engaña su mujer.
Don Juan hizo lo que el hombre le indicó, y esa noche vio tocar la puerta de su casa a un hombre alto, gallardo quien usaba una capa larga. Don Juan se acercó, y con la fuerza que le dio la ira, clavó su espada en ese hombre, que al momento perdió la vida, en eso su esposa abre la puerta gritando: - ¡Es mi hijo!... ¡Mataste a mi hijo!
El señor Solís, al ver el rostro de su víctima, lanzó un grito y corrió enloquecido.
A los meses recobró la razón, y ante el juez declaró lo sucedido en aquel Callejón del Tejocote, se supo que nunca ha vivido en la Villa de Santiago del Saltillo ni en la Villa de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, nadie llamado Blas Cázares. Pudo haber sido invención, pudo haber sido cierto, lo que se dijo fue que Don Juan había sido aconsejado por el mismísimo Satanás.
Desde esos días hasta la fecha, dicho callejón, a unas cuantas cuadras de donde hoy se ubica la Benemérita Escuela Normal, se le conoce como el Callejón del Diablo.
n esta ocasión te platico de cuando en el campo de nuestra hermosa ciudad de Saltillo se apareció el diablo, satanás, el demonio y a veces conocido aquí en México como el charro negro.
Déjeme decirle estimada y estimado Saltillense que hace algunos días tuve la oportunidad de platicar vía WhatsApp con Don Manuel, papá de mi amigo Ober Ulloa. Don Manuel es uno de esos hombres que siguen siendo de campo, hombre sabio y trabajador, que por sus andadas además de ser conocido, conoce a mucha gente.
Un amigo de él, de nombre Mariano Castillo quien es oriundo de la comunidad de San Blas, muy cerquita de Derramadero, en cierta ocasión se fue de fiesta con sus amigos y a cierta hora de la noche, como era de esperarse el
vino, la cerveza, las bebidas espirituosas se acabaron los amigos convencieron a Mariano que fuera por más bebidas a Derramadero, pues el recorrido era de tan sólo de kilómetro y medio, siendo lo más complicado cruzar un arroyo.
Mariano más a fuerzas que con ganas partió rumbo a Derramadero, al llegar al arroyo, lo bajó y cuando lo subió divisó a un hombre vestido de negro, quien estaba montado en un caballo del mismo color, llamando al caminante por su nombre, le dijo que él lo llevaría por las bebidas para que así regresará más pronto, a lo que Mariano sin dudarlo se subió en las ancas del corcel, pensando que se trataba de algún conocido de aquellos rumbos.
De repente Mariano se dio cuenta de dos cosas, que no estaban llegando a Derramadero y que el recorrido no lo estaban haciendo por tierra, sino que el caballo de color negro volaba
por los aires.
Mariano quien ya no entendía si era realidad que había volado en las ancas de un caballo o sólo era la consecuencia de haber tomado de más, se dio cuenta que habían llegado a una parte de la sierra conocida como el Tepetate, lugar donde no hay nada más que sólo un salto de agua. Ahí donde nunca había nada, ahí donde no debería de haber nada, en esta ocasión era distinto pues había un corral con hartas yeguas bravas en su interior, volteó a ver a quien lo había llevado a ese lugar y se dio cuenta que era un hombre vestido de charro, quien entró al corral, empezando a echar manganas sin falló alguno.
Después de un rato, sin saber cuánto exactamente, tal vez cuando se le bajó lo borracho o bien Mariano reaccionó que era el diablo quien lo había llevado a ese lugar le dijo: -Yo ya me voy, me están esperando con el vino. El charro negro se le acercó y le entregó 6 monedad de plata de esas llamadas 07-20, de esas que tenían sólo los ricos y que no había en el campo, cuando Mariano volteó a verlas para contarlas en su mano, regreso la vista y ya no estaba ni el corral, ni las yeguas, ni el caballo ni
el charro negro.
El regreso seguramente fue más rápido por el miedo de volverse a topar con satanás, cuando llegó a la borrachera sus amigos le preguntaron por qué había tardado y por qué no llevaba las bebidas, a lo que Mariano les platicó lo sucedido, todos empezaron a reírse de él, le decían que esas cosas no eran ciertas, que mejor hubiera dicho que no quería ir. De repente Mariano se metió la mano derecha en el bolsillo de su pantalón, sintió el frio del metal, tomó las monedas, cerró el puño, las sacó del bolsillo con la mano cerrada para después abrirla frente a los amigos quienes al ver 6 monedas de plata 07-20 primero callaron y después huyeron del lugar por miedo a que se les apareciera el charro negro.
Esta es una historia que me platicó mi amigo Don Manuel, papá de mi amigo Ober Ulloa, una historia que sucedió aquí en el campo de nuestra hermosa ciudad de Saltillo, una historia que sucedió ya hace tiempo y que según Don Manuel es difícil que suceda de nuevo pues el diablo ya no cabalga en caballo sino en internet.
En esta ocasión te platico de un lugar, de un panteón que tuvimos en esta hermosa ciudad de Saltillo, cuando aún era ciudad, pero si dos poblados, la ciudad de Leona Vicario y la Villa de Villalongín, me refiero al panteón que fue conocido como el panteón maldito.
Antes de continuar estimada y estimado Saltillense déjeme aclararle dos cosas, la primera es que después del triunfo de la lucha de la independencia se deicidio cambiarle de nombre a la Villa de Santiago del Saltillo por el de Ciudad Leona Vicario y al Pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala por el de Villalongín, estos nombres y su separación duró poco tiempo, sin embargo, durante ese breve periodo, aquí la segunda aclaración, el cólera morbus sacudió al mundo y por supuesto a estas poblaciones en el año de 1833.
Las autoridades, al darse cuenta que había casos de esta enfermedad infecto-bacterio intestinal decidieron tomar algunas precauciones como la limpieza de calles, callejones, riachuelos, arroyos y demás. Por si fuera poco, se dio la instrucción de que los cuerpos, por supuesto, sin vida, fueran enterrados a una profundidad de media vara, algo así como medio metro y cuyos sepulcros, para evitar contagios no se podrían abrir hasta un año después.
En aquella época los panteones eran un asunto de la iglesia por ello, el cura de la parroquia de San Esteban, quien se llamaba José Manuel Camacho preparó un terreno para habilitarlo como panteón, ¿su ubicación? Pues bien, inició con un predio donde hoy se ubica la Primara Anexa a la Normal y la Secundaria Federico Berrueto Ramón, sin embargo las
familias de Villalongín, antes San Esteban de la Nueva Tlaxcala, hoy Saltillo, empezaron a sufrir los estragos de la pandemia y de manera rápida, repentina el panteón se llenó, ya no había cupo pues sólo se tenía espacio para 430 cuerpos, y fue en ese momento cuando el cura José Manuel decidió ampliar el campo santo, hacia la calle del Curato y de la Cruz, es decir entre las hoy calles de Victoria y Manuel Acuña, así es en donde hoy tenemos nuestra hermosa Alameda Zaragoza.
Tres años después en 1836 el sarampión hizo de las suyas, sin embargo, la autoridad civil es decir el Ayuntamiento ya de la ciudad de Saltillo le facilitó al cura un terreno a las afueras de nuestra hermosa ciudad casi frente al que era llamado el “Cerro de Tlaxcala”, que hoy conocemos como el “Cerro del Pueblo”, específicamente donde tenemos el Panteón San Esteban.
Esta es la historia que inició cuando Saltillo no era Saltillo si no dos poblados que estrenaban nombre Leona Vicario y Villalongín, pero que al año siguiente 1834, se unirían para llamarse Saltillo, una historia que inició con la pandemia del cólera morbus en 1833 y que dio inicio tres años después a un nuevo panteón, que ya no es tan nuevo y que lleva por nombre “San Esteban”.
Por cierto, no encontré información si los cuerpos ya enterrados fueron mudados al nuevo panteón, así que si un día visita nuestra la Alameda Zaragoza y escarba poco más de medio metro no se asombre si encuentra un brazo, una pierna, una calavera o hasta un esqueleto completo, ya que tenga por seguro que se trata de un Saltillense que vivió en una ciudad que no se llamaba Saltillo sino Villalongín.
En esta ocasión te platico una leyenda que sucedió aquí en nuestra hermosa ciudad de Saltillo.
A mediados del siglo XIX, época en la cual a Saltillo llegaba el telégrafo, poco después de que los norteamericanos nos habían invadido, mucha gente fuera de Saltillo empezó a visitar nuestra ciudad, el comercio volvía a florecer, las panaderías vendían cada vez más, los visitantes comían enchiladas pero tanto los turistas como Saltillenses estaban maravillados del sabor tan exquisito de los tamales que elaboraba y vendía el tamalero, un señor que había llegado de fuera, y de quien se sabía que guardaba con gran recelo la receta de sus deliciosos tamales en su vivienda, ubicada cerca del Ojo del Agua, “allá arriba” como referencia geográfica Saltillense, de hecho todos los días por la tarde, alrede-
dor de las 5, bajaba por la calle de Hidalgo, pujando un carrito mientras grita: -“Tamaleeees, tamaleeees”.
Cierto día del mes de noviembre, cuando el fresco ya se sentía, “cuando el aire frío empezaba a pegar”, como decimos en Saltillo, llegó una familia, integrada por el papá, la mamá y un hijo de escasos 5 años de edad, era sábado, recorrieron “el parián”, déjeme aclararle estimada y estimado Saltillense que antes de 1902, los Saltillenses acudían al terreno ubicado en lo que hoy es el cruce de las calle de Victoria y Allende, a lo que era un terreno pelón donde la gente iba a comprar frutas, verduras, tortillas, alguno que otro juguete y otras cosas más, lugar que era conocido como “el parián”. De hecho, el papá le compró un pequeño anillo a su hijo, objeto que se colocó de inmediato en su dedo anular.
Había mucha gente, unos iban a la iglesia de San Esteban otros más se movían de prisa para realizar las compras de la comida del día, los niños corrían hacia la plaza de la independencia, cuando de repente, la madre perdió de vista a su hijo, el padre dejó de regatearle al frutero para empezar a buscar a su hijo, quien no aparecía por ningún lado de aquel pequeño Saltillo.
Pasaron las horas, la mamá no encontraba al niño, el papá había quedado afónico de tanto gritar el nombre de su hijo, los minutos pasaron, las horas parecieron una eternidad, la búsqueda fue agobiante, agotante, sin darse cuenta ya eran las 5 de la tarde cuando padre y madre estaban en el atrio de nuestra catedral. El hambre empezaba a sentirse en sus estómagos cuando se escuchó el grito de: -“tamalees, tamalees”, el tamalero bajaba empujando su carrito por la calle de Hidalgo, vendiendo sus deliciosos tamales.
La mamá le sugirió al esposo hacer un breve receso para tomar los alimentos del día, detuvieron al tamalero, quien les ofreció tamales de dulce, pollo, puerco y su receta especial, el papá apenas terminó de decir que quería de pollo cuando la
mamá con voz de autoridad dijo: -“mejor que sea de la receta especial”.
Deshojaron el primer tamal, lo probaron, ambos se voltearon a ver, diciéndose al mismo tiempo, aún con la boca llena del manjar, ¡qué deliciosos están!, se comieron el segundo tamal y cuando el papá se metió a la boca el tercer tamal, sintió que algo le había lastimado el paladar, para su sorpresa era un anillo lo que había lesionado su boca, pero no era un anillo cualquiera, era el anillo que por la mañana le había comprado a su hijo en el parián, la mamá aún más asombrada quedó pues sintió algo duro dentro del tamal, siendo un dedo, un dedo de su hijo.
Los padres del niño buscaron de manera desesperada al tamalero, de quien pareciera que se lo había tragado la tierra, pues ya nunca más fue visto, aunque aseguran que continúa elaborando unos deliciosos tamales con su receta especial.
Mientras siguen buscando al tamalero permítanme deleitar mi paladar con unos tamalitos los cuales ojalá no estén elaborados de niño.
¿Saltillense fundador de Universidad Universo y del Banco Público?
Respuesta del mes pasado: Cantina “El Huizache
En esta ocasión te platico de una historia que estuve buscando por mucho tiempo para compartirla, se trata de una historia de la Santa Inquisición, si de esa institución católica que se dedicaba a investigar y en su caso sancionar hasta en la hoguera casos de brujería o herejía.
Esta historia sucedió en esta hermosa ciudad de Saltillo cuando aún no era ciudad y se llamaba Villa de Santiago del Saltillo. Pareciera una novela de amores y desamores, pues en ella participan amantes, esposos, y hasta una bruja.
Jerónima de Sotomayor mujer casada con Manuel de Vozmediano, hombre que tenía una amante ella de nombre Francisca de la Cerda. Déjeme decirle estimada y
estimado Saltillense que por esta ocasión acortaré los nombres los involucrados por ser demasiado extensos, pero volvamos a la historia de las brujas y de los cuernos, no del diablo sino de las infidelidades.
Cuando Jerónima se dio cuenta del engaño de su marido sin dudarlo visitó a Mariana de la Fuente, mujer que tenía fama de bruja, ella le recetó moler huesos de un muerto y bien molidos esparcirlos sobre la ropa de Manuel, su esposo, para que así por arte de magia dejará a la amante. Pero fueron más allá pues el segundo paso era lavarse las partes bajas de su cuerpo y esa agua dársela de beber al marido.
Al poco tiempo la mujer engañada es decir Jerónima tuvo una
reunión con su tía Catalina y su prima Magdalena quienes, para avivar los celos le aseguraron que habían visto a Francisca la amante de su marido, lavarse las partes bajas cuando entraba en la menstruación y a ese líquido le agregó algunas uñas tanto de las manos como de los pies, para dárselo de beber a Manuel de Vozmediano.
¿Qué sucedió? Pues si ha escuchado el refrán que reza: “el fuego se combate con más fuego”, en aquella ocasión se aplicó la de “la brujería se ataca con más brujería”, pues ahora la cuernuda realizó tres recetas maléficas de brujería, una pócima para ligar al marido, otras más utilizando gusanos y una
hierba llamada “puyo mate” y la tercer recete requería de “es polvear” un polvo en la pretina de los calzones. Todo esto me recuerda a la canción de devuélveme a mi chica de Hombres G.
Por más que anduve investigando en el Archivo Municipal de Saltillo no he podida descubrir si Manuel se quedó con su esposa o con su amante, tampoco si le dio comezón el uso del calzón, pero lo que le puedo asegurar es que el comisario de la Santa Inquisición en la Villa de Santiago del Saltillo inició una investigación, descubriendo que Mariana, “la bruja, hechicera, adivina, maga, arpía, pérfida y pécora” desde hace más de 30 años practicaba las artes oscuras.
En esta ocasión te platico que hace unos días, mi amigo Pepe Martínez me prestó el libro “en el Saltillo antiguo”, algo que indiscutiblemente vale la pena compartir, texto que detalla historias, anécdotas y leyendas de una manera formidable, además me enteré que el autor, Don J. de Jesús Dávila Aguirre, quien fuera maestro del Ateneo era el abuelo de mi amigo Ricardo Dávila, pero volvamos al libro e iniciaré la Cápsula Sarapera sobre la calle del reloj.
El personaje Saltillense, que, si es cierto que, en aquellos años, esta hermosa ciudad de Saltillo no era ciudad ni se llamaba Saltillo, era un militar que había alcanzado el grado de General y su nombre era Mathías de Aguirre.
Mathías de Aguirre, después de la
boda de un allegado, decidió dirigirse a su casa, ubicada por la iglesia de San Francisco, pero en el recorrido quería aprovechar para despejar ideas, fumar un cigarrillo y al pasar por la Capilla de las Ánimas, hoy conocida como la Capilla del Santo Cristo, aprovecharía para poner a tiempo su reloj de bolsillo, objeto preciado que su padre le habría traído desde Europa.
El General que en aquel momento ostentaba el cargo de Capitán, al llegar a un rincón, ubicado en la parte posterior de la Catedral, para señas actuales, por calle de Bravo, donde inicia Castelar, sintió las ganas de fumar, por lo que de su abrigo, sacó los necesario para preparar su cigarro, armándolo en un pedazo de hoja de maíz, momento en que se dio cuenta que
no portaba fósforo alguno para encenderlo, con la luz de la luna, pues ya pasaba de la media noche y las velas de cebo habían sido apagadas por los serenos, vio a un caballero de buen vestir a poca distancia encender un cigarrillo por lo que Mathías, sin temor alguno se acercó para pedirle lumbre, encendiendo su cigarrillo después de un cortés saludo.
Al dar la vuelta por el callejón para tomar la calle Real, misma que hoy conocemos como la calle de Hidalgo, y así poder ver la hora exacta en el reloj de la capilla del Santo Cristo, buscó sin éxito alguno su preciado y precioso reloj de oro, instante en el cual su mente voló hacia el hombre de buen vestir que le había facilitado el fósforo, con la seguridad de que este le había robado su marcador del tiempo, por lo que decidió buscarlo. A unos cuantos minutos a poca distancia, el Capitán Mathías, divisó al supuesto ladrón, por lo que aguardó escondido en un pilar, esperando de manera sigilosa el paso del ladrón y fue en ese momento cuando el Saltillense coloco su navaja en el cuello del delincuente, sentenciando: “el reloj”, sin dudar, el hombre le entregó el objeto preciado a Mathías, quien de manera inme-
diata lo guardó en el bolsillo interior de su abrigo.
Al llegar a su casa que por cierto compartía con su hijo, se dirigió a la habitación, y al voltear hacía el buró, sus ojos no daban crédito a lo que veía, pues su reloj se encontraba sobre el mueble. Al darse cuenta del error, el Capitán Mathías, como todo Saltillense, con la honestidad que nos distingue, fue en busca del afectado, ya que por la confusión el hombre del buen vestir, había sido asaltado, perdiendo así su reloj.
Durante gran parte de la madrugada con ayuda de su hijo, buscó a quien le había facilitado el fósforo, tanto en la Villa de Santiago del Saltillo como en el Pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, sin encontrarlo, sin obtener pista alguna sobre el afectado. Ya por la mañana envió a toda su gente, para que buscaran, al hombre del buen vestir, le entregaran su reloj y le ofrecieran las disculpas por tan terrible error, pasaron los días, las semanas y los meses, de aquel hombre del buen vestir, que de manera amable le encendió un cigarrillo a Mathías, y a quien por error le robaron su reloj, no se supo más.
La noticia se corrió por todo el
pueblo y la villa, los residentes de ambas poblaciones aseguraron que aquí en lo que hoy es nuestra hermosa ciudad de Saltillo, el mismísimo Satanás trato de darle un susto a Mathías de Aguirre,
siendo Lucifer quien hasta el reloj perdió, y de ahí en adelante a esa cuadra de lo que hoy es la calle de Bravo se le conoció como la calle del Reloj.
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En esta ocasión te platico de una leyenda de mucho miedo que sucedió aquí en esta hermosa ciudad de Saltillo, es la leyenda de Mónico y esto dicen que sucedió entre los años de 1919 y 1921. Esta leyenda la narra de manera magnifica Don Froilán Mier Narro en su libro “Leyendas de Saltillo”. Mónico Martínez durante más de 30 años se dedicó a ser botones o carga maletas en distintos hoteles de esta tierra bendita llamada Saltillo. La característica principal de este Saltillense era su carácter dicharachero, amable, amigable, es decir un verdadero “caime bien”. Nuestro personaje tenía una gran habilidad para la plática, además de vestir limpio y planchado, su traje color azul marino ya sea de casimir o de paño.
museo de la Katrina, Mónico barría su banqueta y además era un ciudadano apreciado por la comunidad. Era vecino de la calle que se llamaba Santiago que hoy lleva por nombre General Cepeda, vivía exactamente en la casa marcada hoy con el número 765
Todos días antes de ir a trabajar al hotel, platica mi amigo Erick del
Un buen día, que digo buen día, en realidad una mala noche, antes de las 9, Mónico se encontraba ya descansado en su cama a punto de dormir, cuando corriendo fue con su primo, asegurando que no podía dormir porque las lechuzas y las brujas estaban esperando que durmiera para poder llevárselo. El primo de manera ecuánime, le dijo: - “ya duérmete llevas varios días así y de continuar de esa manera quien te encontrará será la muerte.
Mónico al borde del llanto, le
pidió, casi le suplicó a su primo que lo acompañará, el pariente aceptó, por lo que al llegar a la habitación de Mónico el botones se acostó y su acompañante se sentó en una silla. Cerrando única puerta de la habitación, en unos minutos Mónico se relajó, se tranquilizó y se durmió, pero de manera repentina, despertó, se sentó y grito de manera aterradora: - “Las brujas, las lechuzas”, “me llevan las lechuzas y las brujas”. A la noche siguiente, llegaron dos gendarmes, debido al escándalo que había hecho Mónico, los familiares y vecinos se alarmaron, por ello se notificó a los elementos de seguridad, quienes al llegar a casa de Mónico, los policías y el primo decidieron pasar la noche en vela, postrados en la parte exterior de la puerta de la habitación de Mónico, quien a las 11 de noche, según aseguran, se escuchó el grito:- “Las
brujas y las lechuzas me quieren llevar”, motivo por el cual entraron los tres, tranquilizándolo, y al acostarlo les dijo:- “Si no me cuidan me van a llevar las brujas”. Los gendarmes y el primo, salieron de la habitación y se colocaron de nuevo fuera de la puerta. A las 6 de la mañana entraron a la habitación, y no daban crédito a lo que veían, más bien a que no veían por ningún lado a Mónico.
Me asegura mi amigo Santiago Segovia que el cuerpo de Mónico fue encontrado flotando ya sin vida en la pila de la finca que se encontraba atrás de su casa.
Esta es una leyenda muy de Saltillo, que le sucedió a Mónico, quien por cierto vivía en la casa de la familia de mi amigo Raúl Carral lugar en el cual la verdad cuando entras se siente la presencia de algo, ¿acaso será de las lechuzas y brujas que se llevaron a Mónico?
En esta ocasión te platico de una casa que tiene más de un siglo en pie, que se encuentra ubicada en la calle de Allende sur marcada con el número 720. En esta morada hay un museo, un museo que es único en el mundo, el cual está dedicado a la Katrina, sí a la Katrina, el personaje creado por José Guadalupe Posadas inspirado en la muerte.
mundo. Por ejemplo, a Holanda se llevó una catrina de dos metros, pero estas obras de arte han llegado a Cuba, Alemania, España, Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Suiza, Australia, India, y hasta a la Franja de Gaza.
Crédito: Eugenio Galán de la Peña
Este museo alberga un misticismo único. Cuando entras a él, tu primera sensación es de escalofríos, sientes que alguien te observa y hasta llegas a creer que alguien te sigue.
Sus propietarios, Cinthya y Erick, no solo lo administran, sino que también viven ahí con sus hijos. Más de 3,000 catrinas han fabricado y ellas se encuentran por todo el
Los actuales propietarios llegaron en 1996 a esta morada y fue justamente en ese año cuando Cinthya vio a un niño con overol y gorrito de mezclilla, como si estuviera disfrazado de ferrocarrilero con apariencia de entre 6 a 8 años de edad y de tez blanca. Cuando Cinthya vio al niño, a quien por cierto le llaman Juanito, estaba recargado en un muro, y la reacción de ella fue abrazar a su hija y rezar el rosario con los ojos cerrados.
Además de las catrinas, en este recinto se encuentra el Museo de
las Muñecas y por si fuera poco también alberga al Museo Más Pequeño del Mundo. En este complejo de museos vive Doña Petra, Doña Petra Escamilla, una momia de San Antonio de las Alazanas. Originaria de Portugal, Doña Petra llegó a estas tierras del valle y se casó. Les comento que no solo ella está momificada, también su esposo e hijos, quienes están en el Museo de las Momias de San Antonio de las Alazanas.
Amigas y amigos, no solo es un museo único y con un habitante peculiar como Petra, sino que tiene un inquilino llamado Juanito el monaguillo.
En una ocasión, un grupo de muchachos amigos del hermano de Erick impermeabilizaban el techo y salieron corriendo al escu-
char el llanto de un niño. Juanito el monaguillo, el niño que se aparece ha jugado con varias generaciones.
Pero no me crean. Vayan al museo para sentir el escalofrío recorrer por su columna vertebral.
Aquí en esta bella ciudad de Saltillo, ahí en la calle de Allende tenemos un lugar que ha sido panteón, caballeriza, casa-burdel, casa-habitación y ahora museos-casa en donde podrás conocer a Doña Petra, la momia, o a Juanito el monaguillo que se aparece. En serio, no dejes de visitar al Museo de la Katrina, un lugar único en el mundo con sus noches de leyenda y que por supuesto es un lugar que tenemos en esta bella ciudad de Saltillo y vale la pena presumir.
1 de noviembre de 1967
4 de noviembre de 1844
5 de noviembre de 1807
10 de noviembre de 1873
14 de noviembre de 1610
16 de noviembre de 1846
17 de noviembre de 1934
20 de noviembre de 1869
En Saltillo, el Presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, y el Gobernador de Coahuila, Braulio Fernández Aguirre, inauguran el nuevo plantel de Ciencias Químicas de la Universidad de Coahuila.
Nace en Limerck, Irlanda, Guillermo Lewis Purcell Hallinan, quien sería por muchos años el empresario más próspero e importante de Coahuila. Fundó y dirigió múltiples industrias, fundiciones y comercios en Saltillo y la región. Fundaría el Banco de Coahuila y la Casa Purcell.
Ante el desabasto que prevalecía en la Villa de Santiago del Saltillo, el Procurador y el Alcalde de Primer Voto se trasladan al Nuevo Reino de León para comprar semillas a bajos precios.
Con la obra “La Cruz del Acecho”, del Saltillense Juan Segundo Sánchez Peña, es inaugurado en Saltillo el Teatro “Zaragoza”, en la calle de Hidalgo.
El Cabildo de la Villa de Santiago del Saltillo acuerda adquirir las casas propiedad de Baltasar del Castillo, frente a la iglesia mayor, por la cantidad de 600 pesos de oro común, para destinarlas como Casas de Cabildo, morada de Alcaldes Mayores y cárcel pública de la Villa, pues resultaba cara y tardada su construcción.
Tras caer Saltillo, Coahuila, en manos de los norteamericanos, Taylor designa al Teniente Coronel W.B. Warren como Gobernador de Coahuila.
Lyndon B, Johnson, quien sería Presidente de los Estados Unidos en 1963, contrae nupcias con Claudia Taylor (Lady Bird Johnson). Durante su viaje de bodas pasarían unos días en Saltillo, Coahuila.
Se instala el primer Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza. Oficialmente, es la primera vez que se utiliza para el Estado el término “Independiente”, característica que distingue a Coahuila del resto de las entidades del país.
20 de noviembre de 1891
20 de noviembre de 1957
22 de noviembre de 1969
23 de noviembre de 1962
25 de noviembre de 1923
26 de noviembre de 1882
29 de noviembre de 1803
30 de noviembre de 1924.
30 de noviembre de 1967
Se inaugura en Saltillo, Coahuila, el alumbrado eléctrico.
Tras haber sufrido 2 incendios desde su construcción, se reinaugura el Marcado “Juárez” de Saltillo, Coahuila.
En Saltillo, el Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, y el Gobernador Braulio Fernández Aguirre, inauguran el nuevo edificio de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Coahuila.
En Saltillo se funda la Escuela Secundaria “Federico Berrueto Ramón”, designada con ese nombre en honor al destacado educador Coahuilense.
En la antigua plaza de toros “Guadalupe”, se efectúa la primera pelea de box profesional en Saltillo, Coahuila, entre Ignacio Cerecero y Humberto Cid González “El Relámpago”, quien resultó vencedor.
Llega a Saltillo, Coahuila, Ángela Peralta, “el Ruiseñor Mexicano”, en donde es recibida con gran júbilo.
El Cabildo de la Villa de Santiago del Saltillo designa a Francisco de Furundarena y a José Antonio de Goríbar como Alcaldes Ordinarios, y a Ramón López de Letona como Procurador, a partir del año siguiente.
Fermín Espinosa Saucedo “Armillita”, originario de Saltillo, Coahuila, toma la alternativa de manos de Rodolfo Gaona, enfrentando al toro “Costurero”.
Es inaugurada en Saltillo la planta Cerámica Vitromex, propiedad de la familia López Del Bosque.
Informo que ya he solicitado al gobernador del Estado haga dispensa mi edad para casarme con la niña María Martina Copado, ya sus padres no quieren.
Vecinos: ya dejen de hablar de mí. Juan Bautista Ortega.
Anuncio publicado el 22 de julio de 1829 en la hermosa ciudad de Leona Vicario.
Vendo un solar de tierra ubicado en la Calle del Real del barrio del Andrajo. La venta sería sólo si me ofrecen 12 realas por cada vara, lo que da un total de 49 pesos y 4 reales.
Atentamente Nicolás Durán.
Pongo a la venta la parte que me corresponde de una mulatilla llamada Andrea. ¿Mayores informes? Busque a Francisco de Barbarigo, con poder de Nicolás de la Peña.
Anuncio publicado el 17 de diciembre de 1683 en la Villa de Santiago del Saltillo.
La Llorona
Las Brujas
Mónico
Charro Negro
El Tamalero
La Katrina
La Taconera
Las Lechuzas
Tex Mex
El Panteón
En Vivo FM
Ejemplar de cortesía
Todo buen Saltillense debe saber...
La Taconera Uso Rudo
Si ya la leíste ¡Rólala!