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Explora la violencia, la solidaridad y el amor
que puedan acarrear. Es también un relato sobre la capacidad de los niños para sobrevivir a la violencia.
Gisela Salomón
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>Associated Press
Isabel Allende vivió como si fuera propia, la separación de familias migrantes en Estados Unidos durante el gobierno de Donald Trump. Su primer impulso fue ayudar a reunificarlas a través de su fundación. Inmediatamente después pensó que tenía que escribir un libro.
Así nació El viento conoce mi nombre, la más reciente novela de la multipremiada escritora sobre la inmigración, la violencia, la solidaridad y el amor, publicada en Estados Unidos, España y Latinoamérica.
“Lo que más me importa en este libro, más que el sufrimiento de cada persona que ya conocemos, es la gente que está ayudando y de eso no oímos hablar nunca… Ahí no hay gloria ni dinero”, expresó Allende, refiriéndose a los miles de personas que trabajan gratuitamente asistiendo a niños y familias migrantes y a quienes agradece explícitamente al final de la novela que le llevó un año escribir.
El libro mezcla realidad y ficción y ahonda en las decisiones que muchas veces toman las madres para salvaguardar a sus hijos, como enviarlos solos a otro país o arriesgarse con ellos en un viaje peligroso, a pesar de las consecuencias dolorosas gió El viento conoce mi nombre, la novela de 346 páginas en las que el personaje de Anita Díaz está basado en Juliana, y el de Samuel Adler representa a alguno de esos miles de chicos judíos que encontraron refugio en Gran Bretaña tras separarse de sus padres.
La idea original era escribir una novela sobre una niña que fue separada de su madre y basarse en Juliana, una nena ciega de siete años, cuya historia verdadera conoció la escritora a través de la Fundación Isabel Allende, que creó en 1996 para empoderar mujeres y niñas. La organización apoya también financieramente a los grupos que trabajan en la frontera con México.
nj Datos relevantes
Al llegar a Estados Unidos con su familia en 2019, Juliana fue separada de su madre y no aparecía en los registros del sistema de inmigración. Pasaron ocho meses antes de que se pudo reunir con sus padres, gracias a los abogados que trabajaban de forma gratuita.
• Ha vendido más de 77 millones de libros
• Cuenta con más de 25 libros, que han sido traducidos a más de 40 idiomas
Cuando escribo ficción no trato de dar un mensaje ni de predicar nada…Quiero contar una historia que me apasiona, que me importa mucho y eso es lo que escribo.
Isabel Allende autora como una eterna extranjera.
“No quiero poner el nombre de Trump en ninguna parte”
En el caso de esta novela, ese testimonio fue la separación de familias que huyen de sus países por la violencia, la pobreza o la corrupción, entre otras razones. Pero también un grito contra lo que Allende considera políticas migratorias impunes y un homenaje a miles de abogados, trabajadores sociales, psicólogos y personas que trabajan sin cobrar para ayudar a reunificar a estas familias.
La llegada de Anita y su madre a Estados Unidos coincide con el inicio de una política de inmigración que separa las familias en un intento por disuadir el arribo de migrantes en busca de asilo.
Aunque gran parte de la historia transcurre en los años de la administración de Trump, el expresidente no es identificado con su nombre o apellido en la novela. La escritora solo alude a sus políticas de migración de mano dura y las ubica en el tiempo.
“No quiero poner el nombre de Trump en ninguna parte, es un antagonismo personal… Me cae tan mal el personaje que prefiero no mencionarlo”, aseguró Allende, que con más de 77 millones de libros vendidos es la escritora más leída en la lengua española.
Allende no llegó a conocer en persona a Juliana, quien fue deportada a México junto a su familia.
Aunque con matices diferentes, la historia le recordaba a otra tragedia que la había conmovido profundamente: la separación familiar de unos 10,000 niños judíos durante el Holocausto, que para que sobrevivieran fueron enviados desde Polonia, Austria, Alemania y otros países europeos, a Inglaterra.
Fue entretejiendo piezas y así sur-
La historia empieza a finales de 1938 con Samuel en su Viena natal, donde los judíos son perseguidos. Para protegerlo, su madre lo envía a Inglaterra a través del programa Kindertransport, que salvó la vida a miles de niños judíos durante el Holocausto. Ocho décadas después, Anita sube a bordo de un tren para escapar de la violencia en El Salvador, en busca de exiliarse en Estados Unidos. Ese mismo camino lo había recorrido antes su tía Leticia, cuando huyó con su padre tras sobrevivir a la tragedia de El Mazote, una matanza perpetrada por las fuerzas armadas salvadoreñas en 1981, que dejó casi un millar de campesinos fallecidos y que Allende asegura incluyó en su libro para que se conozca más sobre ella.
“Cuando escribo ficción no trato de dar un mensaje ni de predicar nada… Quiero contar una historia que me apasiona, que me importa mucho y eso es lo que escribo”, explicó Allende, quien desde hace décadas vive en California y se ha descrito
Escribe novela histórica y revela un temor
Para Allende, autora de más de 25 libros traducidos a más de 40 idiomas, incluido su debut La casa de los espíritus, escribir una novela es como hacer un tapiz en el que poco a poco se van uniendo puntos y agregando colores. Y cuando está terminada, se siente “un alivio tremendo”, una alegría inmensa de que por fin esos personajes se van.
“Los he tenido en mi cabeza durante un año y no me han dejado ni dormir”, admitió la escritora sobre los seres que pueblan su más reciente novela. “Se fueron por fin”.
La autora, de 80 años, ya está trabajando en una nueva novela histórica, cuyos detalles no quiso revelar. Lo que sí contó es que le asusta pensar que con la vejez podría convertirse en una carga para su familia. Sabe que va a morir y que por el deterioro físico podría llegar algún momento en el que necesite un andador, o una silla de ruedas.
“Esa parte la tengo totalmente aceptada”, expresó desde su oficina en Sausalito, en las afueras de San Francisco. “El único temor que tengo es la dependencia, perder la cabeza y que otra persona tenga que decidir por mí”, confesó.