El evangelio acuariano de jesús

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EL EVANGELIO ACUARIANO

DE JESÚS EL CRISTO

DE LA ERA DE PISCIS

“Transcrito por LEVI H. DOWLING

desde los Registros Akáshicos”

Extracto elaborado por Vicente Bastante Jiménez


EL EVANGELIO ACUARIANO DE JESÚS A continuación se encuentra una breve descripción del Evangelio Acuariano de Jesús, transcrito por Levi H. Dowling desde los Registros Akáshicos, que incluye las Secciones I a XXII, que constan de 182 Capítulos. Es altamente recomendable la lectura del Evangelio arriba mencionado, habida cuenta del hecho de que da una visión razonable de toda la vida de Jesús de Nazaret en la Tierra hace más de dos mil años. El adjetivo “Akáshico” viene del término sánscrito “Akasha”, que significa “sustancia primaria”, de la que se deriva cuanto existe en el universo, es decir, que se trata de una energía sutil o vibración espiritual. Para los sabios indios la materia no es más que vibración espiritual a baja frecuencia, y la ciencia física nos enseña, actualmente, que la materia no es más que energía concentrada, de manera que “todo es energía” a la postre, la cual sólo puede cambiar su forma, pero es indestructible. En la India se explica que cualquier vibración del éter deja una impresión indeleble en el “Akasha” o sustancia primaria, que está omnipresente en el universo, equivalente a lo que los filósofos denominan “la Mente Cósmica”. Si la mente humana está perfectamente sintonizada con la Mente Cósmica, puede reconocer sus “impresiones”, recopilarlas y transcribirlas en palabras inteligibles para todos los humanos. A este Registro Akáshico es a lo que los sabios hebreos denominaron el “ Libro de los Recuerdos de Dios”, de forma que quien puede leerlos debe tener plena conciencia de la Inteligencia Suprema o Mente


- Pág. 2 Cósmica, lo que, también, equivale a decir, plena sintonía con el Espíritu Santo o Santo Aliento, como le llamamos nosotros, los cristianos, que forma parte de la Santísima Trinidad, de manera que hasta el más mínimo pensamiento de cualquier ser humano, cuya vibración es distinta de la de cualquier otro, queda registrado o impreso, para siempre, en dichos Registros o Archivos Akáshicos. Una vez hecha esta descripción breve de los aludidos Registros Cósmicos, pasemos a hacer un breve repaso de la vida de Jesús de Nazaret, de acuerdo con la transcripción de Levi H. Dowling: El relato de su vida terrenal comienza en el capítulo 16 de la Sección V – Infancia y primera educación de Jesús, en el que se dice que le gustaba leer los salmos de David y las sabias palabras de Salomón, y al cumplir siete años, sus abuelos Joaquín y Ana dieron una fiesta en su honor, en el que Jesús relató un sueño que había tenido en el que todos los seres alababan a Dios y alguien dijo: “No existe la muerte” y en dicha fiesta Jesús hizo que sus abuelos, en su hogar de Nazaret, invitaran a 160 niños y niñas, lo que fue el mejor regalo de su cumpleaños, tras haber rechazado cualquier otro regalo material. De manera resumida, posteriormente, Jesús habló con el rabino de la sinagoga de Nazaret, criticando la estrechez del pensamiento judaico, sintiéndose afligido por las crueldades de los sacrificios que se hacían en una fiesta en Jerusalén, y a los doce años, en el templo, discute con los doctores de la ley judaica, leyendo e interpretando un libro de profecías,


- Pág. 3 tras lo cual todos se quedaron maravillados, diciéndose: “Seguramente éste es el Cristo”. Después de la fiesta, en el viaje de regreso, sus padres no encuentran a Jesús, por lo que le buscan y encuentran en el templo, volviendo con ellos a Nazaret. Hasta aquí hay narraciones de la vida de Jesús en los evangelios canónicos, pero a partir del capítulo 21 de la Sección VI – Vida y obra de Jesús en la India, comienza el largo viaje emprendido por Jesús, tras verlo un príncipe real de la India, Ravanna de Orissa, en Nazaret, el cual celebra una fiesta en honor de Jesús, convirtiéndose en su protector y llevándoselo a la India para que estudiara la religión brahmánica. Ravanna fue huésped en el hogar de José y María durante algunos días, tras los cuales obtuvo su autorización para llevar a Jesús a la región de Orissa en Oriente, para poder estudiar sus escrituras. Jesús fue aceptado como alumno en el templo de Jagannath, donde aprendió los Vedas y las leyes de Manú o “Manav Dharma Sastra”, donde sus maestros se asombraban de sus explicaciones acerca del significado de sus propias leyes. Allí se entabló una gran amistad entre Jesús y uno de sus maestros llamado Lamas, al que Jesús le explicó el significado de la Verdad, el Hombre, el Poder, la Comprensión, la Sabiduría, la Salvación y la Fe, dejando claro que el hombre sólo se salva cuando alcanza la vida divina, es decir, “cuando él y Dios son uno”. Jesús estuvo cuatro años en el templo de Jagannath y viajó con Lamas por toda Orissa y el valle del Ganges,


Pág. 4 buscando sabiduría entre los sudras y visyas, aprendiendo en Benarés de Udraka, el mayor sanador hindú. Así mismo, estudió Jesús la doctrina de Brahmán o brahmánica de castas, que fue repudiada por ir en contra de la igualdad humana. Esto ofendió a los sacerdotes brahmanes, quienes lo echaron del templo, siendo salvado por Lamas, quien admitió que el Dios del joven Jesús podía ser más poderoso que el propio Brahmán. Después, Jesús encontró albergue entre los negros, los amarillos, los sirvientes o sudras y los campesinos, hablándoles de la fraternidad humana y la Paternidad de Dios y enseñándoles a rezar el Padrenuestro. Allí enseñó Jesús a los sudras y campesinos, relatando

la parábola de un noble y de sus hijos injustos, haciéndoles ver las potencialidades de todo hombre. Jesús enseñó en todas las ciudades de la región de Orissa, revelando a las multitudes lo vacío de los ritos brahmánicos y cómo ver a Dios en uno mismo, enseñándoles la divina ley del sacrificio. Al querer la multitud adorarle a Jesús, él, simplemente, les dijo que era sólo su hermano, es decir, un hombre que había venido para mostrarles el camino hacia Dios, a quien, únicamente, debían adorar, por ser el Uno Santo. La fama de Jesús, como maestro, se extendió por toda la región, y en Behar, que es el río sagrado de los brahmanes, enseñó muchos días, donde un hombre rico llamado Ach dio una fiesta en honor de Jesús, quien predicó un sermón revolucionario sobre la igualdad humana, relatando la parábola de las espigas

quebradas.


- Pág. 5 En Benarés, ciudad sagrada de los brahmanes, Jesús fue huésped de Udraka, quien dio una fiesta en su honor, en la que Jesús habló de la Unidad de Dios y de la hermandad de la vida, criticando el sacerdocio y afirmando que Dios es designado con diferentes nombres, según los distintos pueblos, de forma que los brahmanes en India lo llaman “Parabrahmán”, los egipcios lo llaman “Thoth”, los griegos lo denominan “Zeus” y lo hebreos “Jehová”, pero que, en todo lugar, Dios es la Raíz de donde surge absolutamente todo. Los sacerdotes brahmánicos estaban enfurecidos por las enseñanzas de Jesús en Benarés y le pidieron que se fuera de allí para salvar su vida, a lo que Jesús se negó, por lo que buscaron a un asesino para que pusiera fin a su vida; sin embargo, Lamas, conocedor del complot, envió a un mensajero para prevenir a Jesús, quien apresuró su salida hacia el norte, ayudado por las castas inferiores que creían en él, llegando, tras muchos días, a las montañas del Himalaya, quedándose en la ciudad de Kapavistu, donde los sacerdotes budistas le abrieron sus templos de par en par. Allí conoció al sacerdote Barata Arabo, leyendo juntos los salmos judaicos, los Vedas, el Avesta y la sabiduría de Buda. Allí Jesús objetó la doctrina budista de la evolución, revelando el verdadero origen del hombre, a lo que Vidyapati, el más sabio de los sabios hindúes y jefe del templo de Kapavistu, consideró a Jesús como el Oráculo Viviente de Dios. En esta ciudad de Kapavistu Jesús enseñó a las gentes, explicando cómo se alcanza la verdadera felicidad, relatándoles “la parábola del terreno de roca


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y del tesoro oculto”, así como “la parábola de la viña descuidada y de la viña cuidada”, que no agradaron a los sacerdotes, aunque se reprimieron por miedo a la multitud. Finalmente, Jesús y Vidyapati analizaron, conjuntamente, las necesidades del mundo de la época, manifestando Jesús que la era perfecta vendrá cuando todo hombre sea su propio sacerdote. Jesús viajó, gracias a un guía enviado por Vidyapati, a Lasa, en el Tibet, y se encontró con Meng-tse, el sabio más grande del lejano Oriente, en su templo, dándole la bienvenida con todos los sacerdotes y maestros tibetanos, dándole acceso a Jesús a todos los manuscritos secretos, que pudo leer con su ayuda. En Lasa no enseñó Jesús, sino que estuvo en numerosos pueblos de la zona, hasta llegar a Leh, ciudad ladaka, en dirección hacia Occidente, en cuyo monasterio habitó y enseñó. Allí sanó a un niño que estaba a punto de morir, diciéndole a su madre: “Buena mujer, tu fe ha salvado a tu hijo”. Pasó muchos días en Leh, enseñando a orar y curando a enfermos. De allí se dirigió hacia Lahore, la tierra de los cinco ríos, y los comerciantes, sabiendo que cruzaría a Sind, atravesando Persia (hoy Irán), camino de Occidente, le regalaron un camello para que siguiera la marcha en compañía de su caravana. Así, en Lahore, lo recibió Ajainín y otros sacerdotes brahmánicos, enseñándole a Jesús los secretos del arte curativo y otras doctrinas secretas, tras lo cual Jesús curó a muchos enfermos, mostrándoles el camino hacia su elevación espiritual, a través de la ayuda a su prójimo.


- Pág. 7 Jesús, que tenía ya 24 años de edad, cruzó Persia, enseñando y curando en muchos lugares, no siendo bien recibido, al declarar la igualdad humana frente al sistema de castas, hasta llegar a Persépolis, ciudad donde se enterraba a los reyes persas, de donde procedían los magos Hor, Lun y Mer (conocidos en Occidente como los Reyes Magos), que, guiados por una estrella, habían viajado a Occidente para encontrar el rey recién nacido Jesús, para llevarle sus regalos de oro, incienso y mirra. Allí se encontró Jesús con ellos, narrándoles la historia de su vida, limitándose los magos a mirar hacia el cielo y alabar a Dios en sus corazones. En Persépolis Jesús asistió a una fiesta, hablando al pueblo y analizando la filosofía de los magos, mientras explicaba el origen del mal y pasando la noche en oración. Jesús enseñó a los magos, explicando lo que es el Silencio y cómo entrar en él, y el sabio Kaspar ensalzó la sabiduría de Jesús. Después, Jesús se fue a los bosques sagrados de Ciro, donde se reunían las multitudes, enseñando y curando a muchos enfermos. Jesús se despidió de los magos y Kaspar le acompañó hasta el Éufrates, en su viaje hacia Asiria (hoy Irak), donde enseñó a los habitantes de Ur de Caldea, cuna de Israel, ya que allí había nacido Abrahám, habitando allí Jesús durante algún tiempo, en su camino de regreso a su país natal. Allí le recibió Ashbina, el sabio más grande de Asiria, que le consideró un profeta del Dios viviente, al que había que escuchar, recorriendo juntos las ciudades de Caldea, así como las tierras que están entre los ríos Tigris y Éufrates, curando Jesús a


- Pág. 8 multitudes de enfermos y enseñando la palabra de Dios Uno. Jesús y Ashbina visitaron Babilonia, notando su desolación, permaneciendo ambos maestros juntos durante siete días, emprendiendo luego Jesús su camino a casa, cruzando el Jordán y entrando en Nazaret, donde abrazó a su madre, llena de gozo, aprovechando para explicarle a ella y a su hermana Miriam cuánto había aprendido durante su largo viaje por Oriente. Después Jesús cruzó las colinas del Carmelo, tomando un barco con dirección a la capital de Grecia, Atenas, donde fue muy bien recibido por los atenienses y el sabio Apolo, llamado “el Defensor del Oráculo”. En el areópago escuchó a los maestros griegos y luego, gracias a Apolo, estuvo Jesús enseñando al pueblo, demostrando tener mayor sabiduría, y viajando junto con Apolo a Delfos, donde pudo escuchar al Oráculo, quien dio testimonio de Jesús. Jesús estuvo, durante muchos días, con Apolo, siendo reconocido como el Oráculo Viviente de Dios, explicándole a Apolo el fenómeno de que hablara el Oráculo, que era como una mente gigantesca que representaba la sabiduría de las mentes de los maestros de Grecia, el cual dijo que, en adelante, la sabiduría y el poder de Emmanuel crecerían, refiriéndose a Jesús, que habló durante cuarenta días acerca de la sabiduría de Dios. Durante una fuerte tormenta en el mar, Jesús rescató a muchos que se ahogaban, reprendiendo su idolatría y expresando cómo ayudaba a los hombres el único


- Pág. 9 Dios, manteniendo una última reunión con los griegos, tras lo cual se despidió de Apolo, saliendo de Atenas en un barco cretense, llamado Marte, en dirección a Egipto. Al llegar al puerto egipcio fue, directamente, a Zaon, residencia de Elías y Salomé, quienes, veinticinco años antes, habían enseñado a su madre María en su escuela sagrada, siendo Jesús una criatura. Jesús les relató su vida y viajes por Oriente, así como la acogida recibida, quedándose allí bastante tiempo. Después, se fue a la ciudad del sol, llamada Heliópolis, pidiendo que le admitieran en el templo de la hermandad sagrada, para lo cual se presentó ante el hierofante (sacerdote del templo de Ceres Eleusina y de otros varios de Grecia, que dirigía las ceremonias de la iniciación en los misterios sagrados), contestando todas sus preguntas y prestando juramento ante la fraternidad secreta. Entonces, el guía llevó a Jesús a la fuente, para que se bañara en ella y vistiera el ropaje adecuado, para presentarse de nuevo ante el hierofante, recibiendo su nombre y número místico de la fraternidad. Posteriormente, pasó la 1ª prueba de la fraternidad “SINCERIDAD”, recibiendo su primer grado; después, pasó la 2ª prueba, recibiendo el segundo grado “JUSTICIA”, tras lo cual pasó la 3ª prueba de la hermandad, recibiendo el tercer grado “FE”, luego pasó la 4ª prueba, recibiendo el cuarto grado “FILANTROPÍA”, tras entregarle el hierofante un rollo de papiro, en el que figuraba tal palabra, tras lo cual pasó Jesús cuarenta días en los bosques del templo, superando la 5ª prueba, por la que recibió el quinto


- Pág. 10 grado “HEROISMO”. Después pasó la 6ª prueba de la hermandad, recibiendo el sexto grado “AMOR DIVINO”, y finalmente, Jesús llegó a ser el discípulo privado de hierofante, quien le enseñó los misterios de Egipto, significado de la vida y de la muerte, etc. hasta pasar Jesús su 7ª prueba de la hermandad, y en el salón morado del templo recibió el séptimo y supremo grado “EL CRISTO”, colocándole el hierofante en su frente una diadema, al tiempo que le decía a Jesús que, en los cielos y en la tierra eres tú EL CRISTO, una Mente Maestra, tras lo cual se abrieron las puertas del templo y el LOGOS (entiéndase Jesús), triunfante, reanudó su camino. Antes de citar la estancia de Jesús en Alejandría, centro del pensamiento del mundo, hay que decir que, en cada era, los siete sabios del mundo se reunían allí, con objeto de revisar el curso de las naciones y el progreso de la raza humana en cuanto a la justicia, el amor y la rectitud, formulando el código de leyes, postulados religiosos y planes de gobierno más adecuados. A ese fin, llegaron: de China, Meng-tse; de India, Vidyapati; de Persia (hoy Irán), Kaspar; de Asiria (hoy Irak), Ashbina; de Grecia, Apolo; de Egipto, Mateno y como jefe del pensamiento hebreo, Filo. Se reunieron durante siete días en silencio y tras formularse los siete postulados por los siete sabios, Meng-tse dijo: “El Uno Santo nos ha enviado a un

hombre, iluminado por el esfuerzo de muchos años, para que guíe los pensamientos de los hombres. Este hombre es Jesús de Galilea, jefe de todos los sabios


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del mundo, que ahora reconocemos y que coronamos aquí con la guirnalda de Loto”. Y tras siete días de silencio, Jesús se sentó con los sabios, diciendo, entre otras cosas, que hablaba y actuaba como le impulsaba el Santo Aliento o Espíritu Santo, y que el hombre no estaba tan avanzado como para que pudiera comprender lo que era la Iglesia Universal, por lo que había sido enviado para hacer un modelo de la iglesia que pudiera comprenderse en su tierra nativa, así como manifestar el Amor que representa el Hijo de Dios, seleccionando a doce hombres para llevar a cabo su misión. También indicó que, en su casa de Judea, muy pocos entenderían su misión, de manera que me juzgarán, sentenciarán y matarán en la cruz, pero la iglesia modelo vivirá, aunque el hombre se aproveche de ella para sus finalidades egoístas, de forma que, cuando llegue una era mejor, la Iglesia Universal se levantará sobre los siete postulados y lo hará de acuerdo con el prototipo dado. Después dijo: “Ha llegado el momento de ir a Jerusalén

y en el nombre de Dios, nuestro Padre, el reino del alma se establecerá sobre las siete colinas, y todas las gentes y lenguas de la tierra entrarán en él, tomando asiento el Príncipe de la Paz en el trono del poder y el Dios Trino y Uno serán, entonces, Todo en Todo”. A todo ello los siete sabios contestaron “Amén” y Jesús se fue, y tras muchos días de viaje, llegó a Jerusalén, dirigiéndose a su hogar en Galilea.


- Pág. 12 Al llegar a Galilea, es bautizado Jesús por Juan el Precursor y el Santo Aliento o Espíritu Santo da testimonio de su misión como Mesías. Después, Jesús se va al desierto para examinar su alma y allí permanece cuarenta días, sufriendo y venciendo tres tentaciones. A continuación, regresa a los campos de Juan y comienza su misión como Cristo. Seis de los discípulos de Juan le siguen a Jesús y vienen a ser sus discípulos, enseñándoles. Jesús visita a Juan en el Jordán, dando su primer sermón como Cristo, yendo con todos sus discípulos a Betania, hablando con la gente para indicarles cómo llegar a ser puros de corazón. Va a Jerusalén y en el templo lee en un libro profético. Después va a Nazaret, conversando con el gobernante de la sinagoga. En Canaán se celebra una fiesta a la que asiste Jesús y sus discípulos, donde habla del matrimonio, convirtiendo el agua en vino, quedando asombradas las gentes. Después, Jesús con sus discípulos y su madre van a Cafarnaún, donde enseña a las gentes, revelando la diferencia entre los reyes de la tierra y de los cielos. En el primer año del ministerio de Jesús, entra en Jerusalén, arrojando a los mercaderes del templo. Los sacerdotes se resienten y él se defiende como judío leal, hablando a las gentes. Después, Jesús visita, otra vez, el templo, siendo bien recibido por la multitud a la que le cuenta “la parábola del rey y sus hijos”, definiendo su misión mesiánica. Jesús cura en sábado, siendo censurado por los fariseos. Devuelve la vida a un niño ahogado y socorre a un perro herido y predica la ley de la bondad.


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Nicodemo visita a Jesús por la noche y éste le revela el significado del nuevo nacimiento y el reino de los cielos. Después, se marcha Jesús a Belén, explicando a los pastores el imperio de la Paz y éstos reconocen a Jesús como a Cristo. Tras estar en Hebrón, va a Betania, aconsejando a Ruth respecto a ciertas dificultades familiares. Después, en Jericó, Jesús cura a una sirvienta de Aserben, va al Jordán y habla a la gente, estableciendo el bautismo como símbolo de ser su discípulo y bautiza a seis discípulos que, a su vez, bautizan a muchas gentes.

Lamas llega de la India a ver a Jesús, escuchando las enseñanzas de Juan en Salem, donde explica a la multitud la misión de Je sús. Después, Lamas encuentra a Jesús allí y los dos maestros se reconocen mutuamente.

Los primeros cristianos se van a Galilea, deteniéndose junto al pozo de Jacob y Jesús enseña a una mujer de Samaria y mucha gente de Sicar acude a ver a Jesús y él les habla, yendo a Sicar con sus discípulos, donde se queda algunos días. En Sicar arroja un espíritu perverso de un poseso, curando a muchas gentes y poniendo de su lado a los sacerdotes.

Jesús habla en la sinagoga de Samaria, curando a una mujer mediante el poder mental, diciendo: “El supremo

poder de los cielos y de la tierra es el pensamiento.


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Dios hizo el universo por el pensamiento; colorea los lirios y las rosas con sus pensamientos. Con el poder del pensamiento mi cuerpo transmutará su forma corpórea en forma espiritual, y vosotros haréis lo mismo”. Al terminar de decir eso, desapareció, sin que nadie lo viera irse, y mientras sus discípulos caminaban hacia Nazaret, Jesús volvió a aparecer y continuó con ellos el camino. Jesús habla en la sinagoga de Nazaret y sus palabras ofenden a las gentes, por lo que intentan matarle, pero Jesús desaparece, misteriosamente, pasando sin ser visto entre la turba enfurecida, marchándose de allí. Jesús se fue a Canaán, encontrándose a un noble, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún, y al pedirle que fuera allí para curarlo, le dijo Jesús: “Tu fe ha

resultado ser un bálsamo curativo. Tu hijo ha sanado”. Posteriormente, se fue Jesús con sus discípulos a Cafarnaún, tomando una casa espaciosa para vivir allí con su madre y enseñarles la Palabra a sus discípulos, que la llamaron “la Escuela de Cristo”. Allí anuncia Jesús su intención de escoger a doce discípulos. Después, Jesús camina sobre las aguas del mar de Galilea, y, de pie, en un barco de pesca, habla a las gentes, produciéndose una gran pesca, al seguir los pescadores sus instrucciones. Entonces, selecciona y llama a sus doce apóstoles, que se consagran a su trabajo y Jesús les instruye. Va a la sinagoga el sábado y enseña, arrojando un espíritu de un poseso y curando a la suegra de Pedro. Luego, se fue Jesús solo a la montaña a orar y sus discípulos le encuentran allí.


- Pág. 15 Jesús llama a los doce y viajan a través de Galilea, enseñando y curando a mucha gente. En Tiberio, Jesús cura a un leproso, regresando los cristianos a Cafarnaún. Jesús, en su propia casa, cura a un paralítico y da a conocer la filosofía de la curación y el perdón de los pecados. En el segundo año del ministerio cristiano de Jesús, llegó la época de la pascua y Jesús y los doce se fueron a Jerusalén, donde cura a un inválido, dando una lección práctica de curación y afirmando que todos los hombres son hijos de Dios. Los cristianos concurren a una fiesta en el hogar de Lázaro en Betania y mientras estaban a la mesa, se oyó un grito, al estar la ciudad en llamas. Estando una criatura en una habitación superior de la casa en llamas, clamando ayuda la madre del niño, Jesús subió a través del humo y de las llamas, volviendo con el niño en brazos, sin mostrar ni rastro del efecto del fuego en él o en el niño. Entonces, Jesús reprendió con su palabra a los espíritus del fuego, volviendo todo a una quietud total, cesando el fuego por completo. Así mismo, dio una lección práctica acerca de la manera de redimir a un borracho, tomándole de la mano y diciéndole: “Hermano mío, hombre hecho a la

imagen de nuestro Padre-Dios, ¿querrías levantarte y venir conmigo?” Y de ese modo, el borracho se levantó, abandonando para siempre la bebida. Los cristianos atraviesan un campo de trigo maduro, comiendo trigo, a su paso, siendo disculpados por Jesús, volviendo a Cafarnaún, donde cura una mano seca en sábado, defendiendo su acto.


- Pág. 16 Después, tras marcharse con los doce a la montaña, predica “El Sermón de la Montaña”, revelando a los doce el secreto de la oración, la ley del perdón, el ayuno santo, el peligro del engaño y la necesidad de hacer caridad. A continuación, pronuncia Jesús “Las ocho

bienaventuranzas” y “Las ocho maldiciones”, pronunciando palabras de aliento y resaltando lo elevado del trabajo apostólico. Seguidamente, Jesús analiza el espíritu de los Diez Mandamientos, desvelando los aspectos espirituales de los mismos, elaborando y presentando a los doce un código práctico de ética espiritual, tras lo cual regresó con los doce a Cafarnaún. En su casa, Jesús enseñó a los discípulos la doctrina secreta, recibiendo un mensaje de un capitán romano que tenía un sirviente paralítico moribundo en Cafarnaún, y al ir Jesús a su encuentro, le salió el capitán en el camino, expresándole su fe en él, como hombre de Dios, no considerándose digno de recibirlo en su casa para curar a su sirviente, a lo que Jesús le dijo: “Sigue tu camino; según tu fe, así se hará; tu sirviente vive”, en cuyo instante, el sirviente se levantó y sanó. Después, yendo a Naín, se encontró Jesús con el cortejo fúnebre del hijo de una viuda, a la que dijo: “No llores, yo soy la Vida; tu hijo vivirá” y levantando la mano, tocó el féretro y dijo: “Joven, vuelve” y el alma volvió al cuerpo del muerto, incorporándose y hablando, exclamando todo el mundo: “Alabado sea Dios!


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En un banquete, en casa de Simón, una mujer rica untó a Jesús con un bálsamo muy caro y Simón lo reprende, a lo que Jesús predica un sermón sobre la falsa respetabilidad, diciéndole a la mujer: “Todos tus

pecados te son perdonados; tu fe te ha salvado; vete en paz” y bajo el patronazgo de ciertas mujeres ricas, los cristianos hacen un gran viaje misionero por diversas ciudades de Galilea, alabando Jesús la sinceridad y rechazando la hipocresía, mientras ponía, como ejemplo, una higuera que estaba en el camino, llena de hojas y ningún fruto, pronunciando una palabra que los espíritus de la naturaleza conocen, convirtiéndose, en el acto, en una masa de hojas secas, alentando a las gentes para que den mucho fruto para gloria del Santo Aliento. Jesús, en Magdala, cura a un hombre poseído, que era ciego y mudo, haciendo que salieran de su cuerpo los espíritus malignos, tras lo cual, el hombre pudo hablar y sus ojos de abrieron y vio. Jesús continuó enseñando a la gente y un mensajero le dijo: “Tu madre y hermanos desean hablar contigo”, a lo que Jesús preguntó: “Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Seguidamente, enseñó una lección sobre la relación familiar y después, Jesús exhortó a la gente a recibir la luz, para que, así, pudieran llegar a ser luz, refiriéndoles las palabras del profeta Azrael. Posteriormente, Jesús reprende a la gente por su egoísmo y mientras están los cristianos asistiendo a un banquete, Jesús es censurado por los fariseos por no lavarse las manos antes de comer, por lo que Jesús muestra la hipocresía de las clases gobernantes.


- Pág. 18 Y esto hace que los gobernantes deliberaran sobre cómo atraparle por sus palabras, buscando el medio legal de que pudiera derramar su sangre. Después, Jesús y los cristianos van a un lugar retirado para rezar y les advierte de la levadura en las comidas de los fariseos y les muestra cómo todos los pensamientos y hechos son registrados en el Libro de los Recuerdos de Dios (o Registros Akáshicos), así como también les habla de la responsabilidad del hombre y del cuidado de Dios por todo ser viviente. Jesús revela la luz divina, el poder de la verdad y la universalidad de las posesiones, relatando “la parábola del hombre rico y su abundante cosecha”. Así mismo, llama a sus discípulos “pequeño rebaño”, exhortándolos a que poner su afecto en cosas divinas y enseñándoles la vida interior. En respuesta a una pregunta de Lamas, Jesús les enseña acerca del reino de la paz y el modo de llegar a él, a través del antagonismo, diciendo: “En la vida

encontramos antagonistas en acción. Dios me envió aquí para agitar hasta sus profundidades las aguas del mar de la vida. La paz sigue a la discordia y yo vengo para destruir esta paz de muerte. El Príncipe de la Paz debe ser primero príncipe de la discordia”. Ante una gran tormenta en el mar que destruye muchas vidas, Jesús hace una llamada de ayuda, respondiendo la gente con generosidad, y en respuesta a la pregunta de un escriba, Jesús revela la filosofía de las catástrofes.


- Pág. 19 A continuación Jesús enseña junto al mar, explicando la razón por la que enseña en parábolas, relatando “la parábola del sembrador” y “la parábola del trigo y la cizaña”, tras lo cual dejó la barca y subió a su casa con sus discípulos, y, en casa de Felipe, Jesús les interpreta la parábola del trigo y la cizaña, explicando el crecimiento del reino con parábolas: la buena semilla, el crecimiento del árbol, la levadura y el tesoro escondido, partiendo a una montaña a rezar. Cuando cruzan el mar durante la noche, Jesús calmó una tormenta, llegando a Gadara, donde arroja una legión de espíritus impuros del cuerpo de un hombre, entrando esos espíritus en animales, que se precipitan al mar, ahogándose. Después, Jesús y los discípulos regresaron a Cafarnaún, donde son bien recibidos. Mateo da un banquete y los fariseos censuran a Jesús por comer con pecadores, a lo que les contesta que vino a este mundo para salvar a los pecadores, enseñando acerca del ayuno y sobre la filosofía de lo bueno y lo malo. Nicodemo da un banquete y pregunta a Jesús por qué la religión cristiana no se introduce más fácilmente si se reforman los ritos judíos, respondiéndole Jesús negativamente, dándole las razones para ello. Después, Jesús cura a una mujer que tenía hemorragia con sólo tocarle su túnica y resucita a la hija de Jairo, explicándole que la muerte es sólo la salida del alma de la morada carnal, y diciendo: “¡Talitha cumi! ¡Niña, levántate!, y el alma de la muchacha regresó y ésta se levantó y pidió algo de comer.


- Pág. 20 – Los cristianos se reúnen en Nazaret, entonando Miriam una canción de alabanza y Jesús enseña en la sinagoga, curando a un mudo que estaba poseído, por lo que los fariseos consideraron a Jesús un instrumento de Belcebú, a lo que Jesús no respondió y se fue de allí. Finalmente, los cristianos se van a Canaán, permaneciendo siete días haciendo oración y Jesús les da su autoridad a los doce, enviándolos a predicar su misión apostólica por todo Israel, con instrucciones de reunirse con él en Cafarnaún. Jesús da su autoridad a los maestros extranjeros para predicar en todo el mundo y se va a Tiro, residiendo en casa de Raquel, donde cura a un niño poseído. Luego se va a Sidón y a las montañas del Líbano, visitando el monte Hermón, Cesárea de Filipo, Decápolis y Gadara, regresando a Cafarnaún, donde los doce le informan sobre su tarea por Galilea, diciéndoles Jesús: “Habéis obrado bien”. En el tercer año del ministerio cristiano de Jesús, los cristianos cruzan el mar y Jesús les da lecciones a sus discípulos sobre doctrinas secretas, enseñando a las gentes y, multiplicando los panes y peces, alimenta a más de cinco mil personas. Después, los discípulos cruzan el mar de regreso, levantándose una tormenta, y acercándoseles Jesús, mientras camina sobre las aguas, pone a prueba la fe de Pedro, y, finalmente, desembarcan en Genesaret. Allí son bien recibidos y muchos siguen a Jesús, tras los hechos acontecidos y Jesús les habla del pan de la vida y de su carne y sangre, como símbolos del pan y el agua de la vida, a lo que la gente se siente ofendida y muchos dejan de seguirle, por lo que Jesús, pregunta a sus discípulos:


- Pág. 21 –

“¿También vosotros me abandonaréis en esta hora? A lo que Pedro respondió: “Señor, no tenemos otro lugar a dónde ir; tú tienes palabras de vida eterna y sabemos que nos has sido enviado por Dios”. Los cristianos cruzan el mar, camino de Decápolis, encontrando Jesús un lugar retirado, donde enseña, en privado, a los doce, permaneciendo tres días allí, donde les explicó que su cuerpo sería depositado en una tumba nueva, permaneciendo allí tres días en dulce comunión con el Hijo de Dios y con su Padre-Dios y su Madre-Dios, desapareciendo, después, su carne de la tumba, siendo transmutada a una forma superior para ascender, en vuestra presencia, hacia Dios. Tras decir esto, Jesús y los doce se dirigieron a un pueblo junto al mar, y, por la noche, Jesús se fue a una montaña a rezar, acudiendo multitudes con sus enfermos, a los que Jesús enseñó y curó, permaneciendo con él tres días, por cuanto Jesús realizó, de nuevo, el milagro de la multiplicación de panes y peces para alimentar a más de cuatro mil personas. Finalmente, los cristianos se fueron a Cesárea de Filipo, donde Pedro, a la pregunta de Jesús acerca de quién creían que era él, le contestó: “Tú eres el Cristo, el amor de Dios manifestado a los hombres”, a lo que Jesús le respondió: “Tú eres una

roca y serás un pilar en el templo del Señor”. Jesús va con Pedro, Santiago y Juan a una montaña elevada a orar, apareciendo una luz brillante, de manera que su cara se tornó tan resplandeciente como el sol y sus vestiduras, blancas como la nieve, de tal forma que el Hijo del hombre se había transformado en


- Pág. 22 el Hijo de Dios, viéndolo conversando con Moisés y Elías. Después, Jesús les habló, de nuevo, sobre su muerte y resurrección y sobre el reino del alma que se manifestaría en gloria y poder, diciendo Pedro: “Los escribas enseñan que, antes de que el rey venga, aparecerá Elías”, a lo que Jesús respondió: “Elías ya

ha venido, pero los escribas y fariseos no le recibieron, y eso mismo a í me lo harán”, comprendiendo los discípulos que Jesús hablaba de Juan el Precursor, que fue decapitado por Herodes. Seguidamente, Jesús y los tres discípulos regresaron a Cesárea de Filipo y los nueve discípulos restantes no consiguen curar a un niño epiléptico, por cuanto Jesús le cura y reprende a sus discípulos, por su falta de confianza en Dios, regresando, a continuación, los cristianos a Cafarnaún. Jesús acepta que Pedro pague a un recaudador el tributo por los dos al hacer que saque un óbolo del interior de un pez que pesca, nada más arrojar la red, y disputándose los discípulos el primer puesto, Jesús los reprende, enseñándoles muchas lecciones prácticas, relatándoles “la parábola del buen pastor”, es decir, aquella en que el pastor pierde una de las ovejas y va en busca de ella, abandonando a las noventa y nueve restantes. Después, Jesús defiende a un hombre sentenciado por haber robado pan, siendo revocado el veredicto y saliendo libre, proveyendo las gentes las necesidades de su pobre familia, al decir Jesús que nadie debe censurar sin estar libre de pecado.


- Pág. 23 – A continuación, los doce discípulos van a la fiesta de Jerusalén, pero Jesús se queda en Cafarnaún, eligiendo a setenta discípulos, a los que envía a enseñar y a curar, acudiendo solo a la fiesta, mientras cura, por el camino, a diez leprosos, para luego, enseñar en el templo, diciendo que vendría el momento en que le buscarían y no le encontrarían, pues: “a dónde yo voy, vosotros no podéis ir”, preguntándose la gente si se refería a irse a Grecia, Egipto o Asiria (hoy Irak), pero Jesús no respondió y abandonó el templo, a través de la multitud, sin ser visto. En el último día de la fiesta enseña en el templo, irritando a las autoridades del templo, siendo defendido por Nicodemo, pasando, luego, la noche en oración en el monte de los Olivos y, al día siguiente, enseña de nuevo en el templo, y le llevan a una adúltera, cogida in fraganti, para que la juzgase, y Jesús, inclinándose, hizo una figura en el suelo, poniendo en ella el número de un alma, sentándose en silenciosa meditación, diciendo: “Aquél que esté libre

de pecado, que le arroje la primera piedra”, quedándose solo con ella, a quien tampoco condena, pidiéndole que se fuera en paz y que no pecara más. En el templo revela algunos de los significados más profundos del misterio cristiano, y los gobernantes del templo intentan apedrearle, al decir Jesús: “Antes de los días de Abrahán, estaba yo” y, sin que nadie lo viera marcharse, Jesús desapareció de entre ellos. Posteriormente, enseña en el templo y cuenta “la parábola de buen samaritano”, tras lo cual se va a Betania, enseña en la casa de Lázaro y reprende a Marta por sus preocupaciones por las cosas de la vida.


- Pág. 24 Luego, Jesús y sus discípulos se van a un lugar retirado para orar, enseñando a Lázaro a rezar la oración perfecta “El Padrenuestro” y relatando “la parábola de la mujer tenaz”, que trata de la mujer que le pide pan a la amiga de noche, para dar de comer a huéspedes inesperados, diciendo Jesús: “Si los

hombres carnales dan a sus hijos de su carne, ¿no os dará el Padre Celestial en abundancia cuando le recéis? Los cristianos, en Jerusalén, encuentran a un ciego de nacimiento y Jesús da una lección sobre la causa de las enfermedades y catástrofes, curando al ciego, al tomar saliva y un poco de barro, y haciendo un ungüento, se lo puso en sus ojos, tras lo cual el ciego, ya curado, defiende a Jesús en la sinagoga ante los sacerdotes, instruyéndole Jesús, al tiempo que le revela los misterios del reino, declarándose a sí mismo “el Buen Pastor”, y yendo a casa de Masalia, se quedó ayer durante varios días. Jesús y los tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, regresan a Cafarnaún, recibiendo el mensaje de los setenta discípulos. Jesús recorre toda Galilea con ellos, inspirando a los creyentes y curando a una mujer que iba encorvada en una camilla, a causa de una enfermedad, desde hacía dieciocho años, diciéndole: “Levántate, queda libre de tu enfermedad” y ella se levantó, caminó y dijo: “Alabado sea Dios”, enfureciéndose el jefe de la sinagoga por curar Jesús en sábado. Después, Jesús relató “la parábola de la pequeña semilla y el gran árbol”, diciendo: “El reino del

Cristo se asemeja a una pequeña semilla que se entierra en el suelo, crece y, al cabo de muchos años,


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se convierte en un gran árbol, pudiendo descansar mucha gente bajo su sombra y donde los pájaros hacen sus nidos y alimentan a sus crías entre sus frondosas ramas”. Jesús partió para otra ciudad, asistiendo a un banquete de bodas, curando a uno de los invitados, que estaba enfermo de gota, y reprendiendo a los invitados que buscaban los asientos de honor, relatando “la parábola del banquete de bodas”, en la que los elegidos estaban ocupados en distintas tareas y, al final, el rey anfitrión envía a sus soldados, obligando a la gente a asistir a su fiesta, que queda repleta. Así, el Señor enviará a sus ángeles con poderosas trompetas y los hombres serán obligados a acudir a la fiesta. Después, Jesús explica el camino del discípulo, sus dificultades, la cruz y su significado y el peligro de la riqueza y el joven que la amaba más que a Cristo, al que Jesús le dice: “Una cosa te falta para entrar en el reino de los

Cielos: vende cuanto tienes, dalo todo a los pobres, sígueme y obtendrás la vida eterna”, a lo que el joven rico escondió su rostro y se fue apenado. Luego, Jesús relata “la parábola del hombre rico y Lázaro”, asegurando a sus discípulos, que habían abandonado todo, que obtendrían la vida eterna. Jesús revela “la parábola del amo y los campesinos”, en la que, a distintas horas del día, va contratando a trabajadores por un talento al día, para recoger el grano del campo. Igualmente, revela las leyes divinas del divorcio y el misterio del


- Pág. 26 – matrimonio, diciendo: “Lo que Dios ha unido, ningún

hombre puede separarlo”. Jesús y los doce discípulos llegaron a Tiberio, donde habla de la vida interior, relatando “la parábola del hijo pródigo”, en la que resalta el resentimiento del hermano mayor, tras lo cual se fueron a Cafarnaún. Allí habla Jesús del establecimiento del reino cristiano y la futura venida del Señor, exhortando a la fe. Seguidamente, relata “la parábola del juez injusto”, el cual no tenía temor de Dios ni temor a los hombres, aceptando, tras muchas súplicas de la viuda, que se restauraran las afrentas sufridas por ésta y se vengara de sus enemigos. Después, narró “la parábola del fariseo y el publicano”, en la que Jesús concluyó diciendo: “He aquí que quien se

alabe será humillado y quien no se ensalce será exaltado ante los ojos de Dios”. En Galilea se produce el último encuentro de Jesús con sus discípulos y Miriam entona una canción de alabanza. Los cristianos comienzan su viaje a Jerusalén, descansando en los arroyos de Enoch, hasta llegar a la capital, Jerusalén. Entonces, Jesús habla a la gente en el templo sobre su función mesiánica, censurando a los judíos por su falsedad, y éstos intentan apedrear a Jesús, pero José, miembro del gran Sanedrín de los judíos, los detiene, tras lo cual los cristianos se van a Jericó y más tarde a Bethabara.


- Pág. 27 – Lázaro muere y Jesús y los doce vuelven a Betania, y cuando aquél llevaba ya cuatro días muerto, Jesús afirma: “Alegraos, pues Lázaro vivirá de nuevo”,

pues yo soy la Resurrección y la Vida; el que tiene fe en mí, aunque esté muerto, vivirá y el que esté vivo y tenga una fe viviente en mí, nunca morirá”. La resurrección de Lázaro se produjo al decir Jesús las palabras: “¡Lázaro, levántate!”, y Lázaro se levantó y salió fuera de la tumba con el sudario sujeto al cuerpo, pidiendo Jesús que le desataran y lo soltaran. Esto causó gran asombro a los gobernantes de Jerusalén, tras los cual los cristianos partieron hacia las colinas de Efraín, cerca de la frontera de Samaria, permaneciendo allí muchos días. Después, los judíos se reunieron en Jerusalén para celebrar la fiesta y los cristianos fueron a Jericó, donde Jesús cenó con Zaqueo y cuenta “la parábola de los diez talentos”, en la que, a la vista de lo que hizo cada sirviente con su talento, el rey concluyó lo siguiente: “Mirad: os digo que quien usa lo que tiene

y lo aprovecha, tendrá en abundancia; pero, quien esconde su talento en la tierra, perderá todo lo que tiene”. Estando Jesús aún en Jericó, camino de Betania, con los doce, se cruzó con un mendigo ciego de Bartimea, al que dijo: “Bartimeo, alza la vista; recibe la visión; tu fe te ha curado”, y recobrando la vista, al instante, y exclamó: “¡Gloria a Dios!”


- Pág. 28 Y estando en Betania, las multitudes acudieron a recibirle para poder hablar con Lázaro, a quien Jesús había despertado de la muerte y, en Jerusalén, los sacerdotes y fariseos estaban alerta para prender a Jesús y matarle. En Betania Jesús enseña en la sinagoga, y el domingo por la mañana, primer día de la semana, llamó a los doce e hicieron su entrada triunfal en Jerusalén, donde las multitudes con los niños cantaban sus alabanzas, diciendo: “¡Hosanna al rey!”, retornando los cristianos a Betania. Al día siguiente, lunes, partieron Jesús y los doce hacia Jerusalén, reprendiendo Jesús a una higuera estéril y arrojando a los mercaderes del templo y enseñando a las gentes, regresando, otra vez, a Betania, y después, volviendo a Jerusalén, Jesús enseña en el templo, siendo censurado por los sacerdotes. Relata “la parábola del hombre rico”, que hizo una fiesta, invitando a todos los ricos y honorables del país, pero siendo la puerta de entrada de la sala del banquete demasiado baja, no podían entrar sin hacerlo de rodillas, y se fueron, por lo que acudieron gentes sencillas y de baja condición, llenando la sala del banquete, por lo que Jesús dijo: “Os digo que los

publicanos y prostitutas pasarán por las puertas del reino de Dios y vosotros os quedaréis sin poder entrar”. Después Jesús enseña en el atrio del templo y relata “la parábola del amo y los malvados labradores” y “la

parábola del banquete de bodas y el invitado sin vestido de bodas”. Posteriormente, Jesús reconoce la justicia del pago del tributo, diciendo:


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“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Da una lección sobre las relaciones familiares en la vida del más allá, diciendo: “Aunque parece que el hombre muere, sigue viviendo y desde el ataúd despierta a la vida. La muerte no puede destruir la vida”. También explica que el mayor mandamiento es el del amor, diciendo: “El hombre más grande es aquél que sirve mejor a todos sus hermanos”. Los escribas y fariseos estaban encolerizados y Jesús reprende su hipocresía, lamentándose a causa de Jerusalén y observando, en el templo, cómo pagaba la gente sus diezmos, vio a un hombre rico, pagando en abundancia y a una pobre viuda que había depositado un cuarto de denario en la caja del dinero. Entonces, dijo Jesús: “Mirad, esta pobre viuda que ha puesto un

ochavo en la caja ha dado más que todos juntos, pues dio todo cuanto poseía”. Luego, Jesús se fue, junto con los doce, al monte de los Olivos, donde profetiza la destrucción de Jerusalén y los terribles desastres que marcarán el final de la era, diciendo, entre otras muchas cosas, lo siguiente:

“porque, como la luz de la mañana viene del este al oeste, así será la venida de la era del Hijo del hombre. Preparaos, porque el Príncipe de la Paz va a venir, y esta vez vendrá sobre las nubes del cielo”. Después, Jesús exhortó a sus discípulos a seguir la fe. Jesús y los doce rezan en el monte de los Olivos, revelándoles el significado más profundo de las doctrinas secretas, diciéndoles que han de enseñar a la gente, relatando varias parábolas: “La parábola del

rico que deja su casa, dejando su fortuna al cuidado de


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sus sirvientes”, “la parábola del rico que guarda su tesoro en su casa, dejando su fortuna al cuidado de sus sirvientes”, “la parábola del rico que guarda su tesoro en su casa y se va a dormir” y “la parábola del matrimonio anunciado y las diez vírgenes que se preparan para recibir al esposo a su llegada”. Después, los cristianos asisten a una fiesta en casa de Jesús y María unge al Maestro con un costoso bálsamo y Judas y los demás la reprenden por libertina, siendo defendida por Jesús. Por último, los gobernantes de los judíos se valen de Ananías para sobornar a Judas, quien le dice: “Si los sacerdotes quisieran hacerle daño a Jesús, éste tiene el poder de desaparecer y marcharse sin ser visto, como ya lo ha hecho antes, por cuanto, por treinta monedas, te enseñaré el camino y con un beso te haré saber quién es el Señor”. Jesús y los doce comen solos el día de Pascua, en casa de Nicodemo, y Jesús lava los pies de los discípulos, y Judas abandona la mesa, disponiéndose a traicionar al Señor. Después, Jesús enseña a los once y establece la Cena del Señor, diciendo: “Esta hogaza

es el símbolo de mi cuerpo y el pan es el símbolo del pan de la vida. Como yo parto esta hogaza, así será desgarrada mi carne como ejemplo para los hijos de los hombres y cuando comáis de este pan, comeréis el pan de la vida y nunca moriréis”, dando a cada uno un pedazo de pan para comer y entonces tomando una copa de vino, dijo: “La sangre es la vida, es la sangre

de vida de la uva, el símbolo de aquél que da su vida por los hombres y cuando bebáis de este vino, si lo hacéis con fe, beberéis la vida de Cristo”. Entonces, bebió y pasó la copa a todos para que bebieran.


- Pág. 31 Jesús enseña a los once y les dice que todos ellos se apartarán de él y que Pedro le negará tres veces antes de que cante el gallo. Pronuncia unas palabras finales de aliento y promete la venida del Confortador o Santo Aliento, diciendo: “No os dejo sin compañía, pues en el Cristo, que es el amor de Dios manifestado, estaré con

vosotros constantemente”. Después, Jesús revela más plenamente la misión del Santo Aliento, y les dice a sus discípulos que se halla cerca de la muerte y éstos se entristecen. Después, ruega por ellos y por todo el mundo creyente. Jesús visita a Pilatos, que insiste en que huya del país para salvar su vida, pero Jesús se despidió del gobernador y se marchó, aunque Pilatos envió una doble guardia con él, para que no cayera en manos de los que querían matarle, y, de repente, Jesús desapareció de la vista de los soldados romanos, apareciendo, más tarde, en el arroyo Cedrón, donde estaban los once discípulos y fueron al huerto de un amigo de Jesús, llamado Masalia, en cuyo huerto había una colina sagrada, llamada Getsemaní, donde desvela Jesús a su círculo interno de la iglesia de Cristo, Pedro, Santiago y Juan, los misterios de la vida, diciendo:

“El espíritu de la eternidad es el Uno inmanifestado y éste es Dios-Padre, Dios-Madre y Dios-Hijo en Uno. En la vida manifestada el Uno se volvió Trino y Dios-Padre es el Dios Todopoderoso, Dios-Madre es el Dios Omnisciente y Dios-Hijo es el Amor. Y Dios-Padre es el poder del cielo y de la tierra; y Dios-Madre es el Santo Aliento, el pensamiento del cielo y de la tierra, y DiosHijo, el único hijo, es Cristo, y Cristo es amor.


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Vine como hombre a manifestar este amor a los hombres. Como hombre he estado sujeto a todas las pruebas y tentaciones de la raza humana; pero he superado la carne, con todas sus pasiones y apetitos. Lo que yo he hecho todos los hombres pueden hacerlo. Y ahora estoy a punto de demostrar el poder del hombre para conquistar a la muerte; pues todo hombre es Dios hecho carne. Entregaré mi vida y la tomaré de nuevo, para que podáis conocer los misterios de la vida, de la muerte y de la resurrección de los muertos. Me entrego en carne, pero resucitaré en espíritu, con poder para manifestarme ante los ojos mortales. Así pues, en tres días enseñaré todo sobre la vida, todo sobre la muerte y el significado de la resurrección de los muertos. Y lo que yo hago todos los hombres pueden hacerlo.” Aparece la turba judía dirigida por Judas, quien traiciona a su Señor con un beso, siendo arrebatado Jesús por la turba y los discípulos huyen para salvar sus vidas. Después Jesús es llevado a Jerusalén y Pedro y Juan siguen a la turba. Jesús es presentado ante Caifás y Pedro niega al Señor tres veces, siendo firmado el sumario por siete gobernantes judíos y cien testigos perjuros dan testimonio de la verdad de las acusaciones. Jesús se presenta ante el Sanedrín y Nicodemo suplica justicia; demuestra la incompetencia de los testigos y el consejo no consigue declarar culpable a Jesús, pero Caifás, el juez supremo, sí lo hace y la turba maltrata a Jesús, el cual es llevado a la corte de Pilatos.


- Pág. 33 Jesús está ante Pilatos y es declarado inocente. Después, Jesús es torturado ante Herodes y devuelto a Pilatos, quien, de nuevo, le declara inocente. Los judíos piden su muerte y la esposa de Pilatos le ruega a su esposo que no intervenga en el castigo de Jesús, por lo que Pilatos llora, al fallar su último esfuerzo por liberar a Jesús, lavándose sus manos en fingida inocencia, tras lo cual, entrega a Jesús a los judíos para su ejecución, llevándole los soldados judíos al Calvario. Judas se consume de remordimiento y corre hacia el templo, arrojando las treinta monedas de plata a los pies de los sacerdotes, quienes las recogen y compran un campo para cementerio de pobres. Después, judas se ahorca y su cuerpo es enterrado en el campo del cementerio. Durante la crucifixión Jesús ruega por sus asesinos. Pilatos coloca una inscripción sobre la cruz y Jesús pronuncia palabras de ánimo al ladrón arrepentido, encargándole a Juan el cuidado de su madre y de Miriam. Por último, los soldados se reparten sus vestiduras. Se producen las últimas escenas de la crucifixión, y José y Nicodemo, previo consentimiento de Pilatos, bajan el cuerpo de Jesús de la cruz y lo depositan en una tumba nueva que había sido hecha en roca viva para José. Después, a petición de los sacerdotes, que temían que sus amigos robaran el cuerpo, Pilatos permite que una guardia compuesta por cien soldados judíos con un centurión, vigilen el sepulcro, con el fin de evitar que dijeran, después, que había resucitado de la muerte, tal como él había predicho que haría.


- Pág. 34 Pilatos ordena colocar el sello romano sobre la piedra de la puerta del sepulcro situado en el jardín de Siloam, cerca de la casa de José, comenzando la guardia de los soldados judíos, que prestaron juramento de fidelidad. A medianoche, del tercer día, de repente, la tumba se convirtió en una llamarada de luz, y, en la parte inferior de los jardines una tropa de soldados vestidos de blanco caminaban en línea. Llegaron a la tumba y desfilaron ante la puerta. Los soldados judíos pensaron que sus amigos habían ido a robar el cuerpo de Jesús, y el capitán de la guardia ordenó atacar, pero ni un solo soldado de vestiduras blancas cayó ni fue tocado, mientras continuaban desfilando entre los soldados judíos asustados. Se pararon frente al sello romano sin hablar ni desenvainar las espadas; era la Hermandad del Silencio y los soldados judíos huyeron despavoridos, cayendo al suelo, pero quedándose al lado de la tumba, cuyo sello no había sido roto, acabando su guardia tras haberse alejado los soldados de blancas vestiduras, mientras la luz que había sobre la tumba palidecía… Entonces, los soldados judíos escucharon una voz que dijo; “Adon Mashich Cumi”, que significa “Señor Cristo, levántate”. De nuevo, escucharon estas palabras, desenvainando las espadas, pensando que de nuevo los amigos de Jesús volverían a llevarse el cuerpo de su Señor. Parecía que la voz estuviera por todas partes, pero no veían a nadie, y poco antes del salir el sol, estando los soldados vigilando, los cielos resplandecieron de luz y vieron descender del cielo una forma en rayos de luz.


- Pág. 35 – Ante tal visión, exclamaron los soldados: “Mirad, viene un ángel”, oyendo, de nuevo, “Adon Mashich Cumi”, y, entonces, la forma vestida de blanco pisoteó el sello romano y lo rompió en pedazos; tomó la poderosa piedra en la mano, como si fuese un guijarro del arroyo y la arrojó a un lado. Y Jesús abrió los ojos y dijo: “¡Gloria al sol naciente, a la venida del día de la rectitud!”, levantándose la mortaja y las envolturas de la cabeza, dejándolas a un lado. Se levantó y, por un momento, permaneció al lado de la forma blanca. Los soldados más débiles cayeron al suelo y los más fuertes se quedaron y observaron cómo se transmutaba el cuerpo de Jesús, viéndolo transformarse de mortal a inmortal, y entonces desapareció. Los soldados escucharon una voz que salía de algún lugar o de todas partes, diciendo: “Paz

en la tierra y buena ventura a los hombres”. Entonces, miraron los soldados dentro y la tumba estaba vacía y el Señor había resucitado, como había dicho, por lo que corrieron hacia Jerusalén, relatándoles lo que había ocurrido, a lo que Caifás llamó a consejo a los judíos diciendo que la noticia de la resurrección de Jesús no debía extenderse, porque demostraría que era el Hijo de Dios y que nuestros testimonios eran todos falsos, por lo que, sobornando a cada uno de ellos con una moneda de plata, les obligó a decir que sus discípulos vinieron y lo robaron mientras dormían, y ya arreglaremos lo de la ruptura del sello romano con Pilatos. Entonces, los soldados hicieron lo que les dijo Caifás.


- Pág. 36 – María Magdalena fue la primera persona en comprobar que la tumba estaba vacía, corriendo hacia Jerusalén para contar la noticia a Pedro y al resto de los discípulos. Entonces, Pedro, Santiago y Juan le dijeron: “Alguien ha quitado la piedra y se ha llevado el cuerpo del Señor” y corrieron hacia la tumba, encontrando la mortaja cuidadosamente doblada y colocada a un lado. Entonces, los tres discípulos volvieron a Jerusalén y la madre del Señor, María y Miriam se quedaron. María se preguntaba a dónde se habrían llevado el cuerpo y se puso a llorar, a lo que un hombre que estaba cerca de ella le preguntó: “¿Por qué lloras?” ¿A quién buscas?” Y María pensando que era el jardinero, le dijo: “Si te has llevado el cuerpo de mi Señor, dime dónde está para que pueda depositarlo en una tumba sagrada”. Entonces, el hombre se le acercó y dijo: “¡Madre!” Y María exclamó: “Mi Señor! Después, María les contó la resurrección del Señor, pero no la creyeron, y cuando Pedro, Santiago y Juan estaban en Siloam, hablando sobre los sucesos de aquel día, un extraño se acercó y levantando las manos, dijo: “Yo soy”, y, entonces, los discípulos supieron que era el Señor. Y Jesús dijo: “La carne mortal puede ser transmutada

en una forma más elevada, y esa forma superior es maestra de las cosas manifestadas y puede, a voluntad, tomar cualquier forma. Así pues, yo vengo en una forma que os es familiar. Id y hablad con Tomás y los otros a los que he llamado para ser apóstoles de los hombres, y decidles lo siguiente:


- Pág. 37 –

Que aquel que los judíos y romanos dieron por muerto camina en los jardines de Siloam. Y se presentará, de nuevo, ante los sacerdotes y fariseos en el templo de Jerusalén. Y aparecerá ante los sabios del mundo. Diles que iré antes que ellos a Galilea”. Entonces, ellos les dijeron a los demás apóstoles: “El Señor ha resucitado de la muerte y le hemos visto cara a cara”, pero no les creyeron. Jesús aparece plenamente materializado ante Zaqueo y Cleofás mientras viajan a Emaús, pero, durante el trayecto, consideran que es un extranjero que desconoce todo lo sucedido en Judea, diciéndoles Jesús: “Sí, he oído hablar de este hombre, pero parece

extraño que, después de todas las cosas que los profetas judíos habían anunciado desde tiempo atrás sobre él, cuando vino, no le reconocieran”. Este hombre había nacido para demostrar el Cristo a los hombres y es justo decir que Jesús es el Cristo. De acuerdo con la Palabra, este Jesús vino para sufrir en manos de los hombres y dar su vida como modelo por los hijos de los hombres. Para resucitar de la muerte, a fin de que los hombres conozcan el modo de levantarse de ella”. Después, Jesús les contó todo sobre la ley, los profetas y los salmos, citando cuanto se había escrito sobre ese hombre de Galilea, y dado que la noche se acercaba, invitaron al “extraño” a su casa, sentándose los tres a la mesa, y tomando Jesús una hogaza de pan, la bendijo en el nombre de Cristo, y, al instante, sus ojos se abrieron y advirtieron que el extraño era, en realidad, el Señor, y entonces, la forma de Jesús desapareció.


- Pág. 38 Entonces, Zaqueo y Cleofás regresaron a Jerusalén y dondequiera que fueron dijeron: “Hemos visto al Señor. Ha caminado con nosotros hasta Emaús y ha cenado con nosotros y ha partido el pan de la vida” Jesús aparece completamente materializado a los diez apóstoles en la casa de Simón de Betania y estando las puertas cerradas y apuntaladas, llegó Jesús y apareció en medio de ellos, diciendo: “¡Paz! ¡Paz!”. Entonces, los discípulos se estremecieron de miedo, pues creían que era un fantasma. Y Jesús dijo: “¿Por qué os turbáis así? ¿Qué teméis?

No soy un fantasma. Soy vuestro Señor, que ha resucitado de la muerte. Muchas veces dije que resucitaría, pero no me creísteis; ahora venid y ved. Un fantasma no tiene carne, huesos y músculos, como yo. Venid y tocad mis manos y mis pies y posad vuestras manos en mi cabeza”. Y todos ellos se acercaron y tocaron sus manos y pies, y pusieron una mano sobre su cabeza, y Jesús dijo: “¿Tenéis algo de comer?” Y le llevaron un trozo de pescado, comiéndoselo en presencia de todos ellos y, entonces, los diez creyeron. Nataniel dijo: “Ahora tenemos la prueba de que ha resucitado de entre los muertos”, y Jesús desapareció. María, Marta, Ruth y Lázaro se hallaban en su casa conversando, cuando, de repente, el Señor apareció en medio de ellos y dijo: “¡Salve!, pues he resucitado de

entre los muertos, en la primera victoria sobre la muerte”. Y tras sentarse Jesús en su silla favorita que le acercó Marta, estuvieron, mucho tiempo, hablando


- Pág. 39 – sobre el juicio, las escenas del Calvario y del jardín de Siloam, y Jesús dijo: “No temáis, pues yo seré vuestro compañero durante todo el camino” y dicho esto, desapareció. Jesús se aparece, completamente materializado, a los sabios orientales en el palacio del príncipe Ravana, en la India. Ravana era el príncipe con el que Jesús partió hacia la India, de niño, muchos años atrás. Y mientras los sabios estaban hablando, Jesús apareció y dijo “¡Salve!” y un halo descansaba sobre su cabeza y una luz, distinta a la luz del sol, llenó la estancia. Los sabios respondieron “¡Salve! y Jesús se sentó en el lugar vacante y, entonces, los sabios supieron que quien había llegado era el profeta hebreo. Y Jesús dijo: “Mirad, pues he resucitado de la muerte.

Mirad mis manos, mis pies y mi costado. Los soldados romanos atravesaron mis pies y manos con clavos y uno de ellos traspasó mi corazón. Me pusieron en una tumba y allí luché con la conquistadora de los hombres, la muerte. La vencí y, pisoteándola, resucité. Traje la inmortalidad a la luz y pinté en los muros del tiempo un arco iris para los hijos de los hombres; lo que hice todos los hombres lo harán. Este evangelio de la resurrección de los muertos no es exclusivo para los judíos y los griegos; es la herencia de todos los hombres de todos los tiempos y latitudes”. Dicho esto, se levantó Jesús y estrechó la mano de todos y del anfitrión real, y dijo: “No soy un mito hecho

de vientos efímeros, pues soy carne, huesos y músculos; pero puedo cruzar la frontera a voluntad”. Entonces, conversaron juntos y Jesús anunció:


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“Me voy, pero vosotros iréis al mundo entero y predicaréis el evangelio de la omnipotencia del hombre, del poder de la verdad y la resurrección de los muertos. El que cree en este evangelio del Hijo del hombre nunca morirá y los muertos morirán de nuevo”. Después, Jesús despareció, pero ya había dejado plantada la semilla de las palabras de vida pronunciadas, años atrás, en Orissa, cuando toda la India le escuchó. Así mismo, se apareció a los sacerdotes magos en Persépolis, que fueron los primeros en recibir al niño prometido en la casa del pastor de Belén, y se sentó con ellos, llevando una corona de luz en la cabeza y, entonces, les explicó lo anunciado, anteriormente a los sabios, acerca de su resurrección, a lo que respondieron los magos: “Ahora Jesús es el único maestro de la raza humana, cuya carne ha sido transmutada en carne divina. Él es el Dios-Hombre de hoy, pero todos los hombres de la tierra pasarán por esto y serán como él, hijos de Dios”. Jesús aparece, completamente materializado, en el templo de Jerusalén y reprende a los gobernantes de los judíos por su hipocresía. Se revela ante ellos, los cuales retroceden atemorizados. Por último, se aparece a los apóstoles en la casa de Simón, diciendo: “¡La paz sea con todos!”, y luego le dijo a Tomás:

“Amigo, no sabías que había resucitado de la muerte; ha llegado la hora de que lo sepas. Acércate y mira las marcas de los clavos en mis manos, la herida de mi costado y habla conmigo como, frecuentemente, solías hacerlo”. Y Tomás se acercó y vio, y, entonces, exclamó: “Ahora ya creo y sé que has resucitado de entre los muertos. Y Jesús dijo:


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“Porque me has visto has creído y benditos son tus ojos. Pero tres veces benditos son aquellos que no me ven y, sin embargo, creen”. Luego, Jesús desapareció ante sus ojos. Jesús aparece, completamente materializado, ante Apolo y la Hermandad del Silencio en Grecia, y dijo:

“Mirad, he resucitado de la muerte y traigo presentes a los hombres. Te traigo el título de tu vasto estado. Todo el poder del cielo y de la tierra es mío, y a ti te lo doy. Ve y enseña a las naciones de la tierra el evangelio de la resurrección de los muertos y de la vida eterna a través de Cristo, el amor de Dios manifestado a los hombres. Mi carne humana fue cambiada a una forma más alta por el amor divino y puedo manifestarme, a voluntad, en carne o en los más altos planos de la vida. Lo que yo puedo hacer todos los hombres pueden hacerlo. Ve y predica el evangelio de la omnipotencia del hombre”. Y Jesús desapareció. Luego, se aparece a Claudas y a Julia en el Tíber, cerca de Roma, apareciendo ante ellas, diciendo:

“Claudas y Julia, levantaos y caminad conmigo sobre las aguas. Y se levantaron e hicieron lo que les pidió Jesús, y miles de personas vieron a los tres caminar sobre las aguas y alcanzar tierra firme, quedando atónitos. Y Jesús dijo: “Hombres de Roma, yo soy la

resurrección y la vida. Aquellos que están muertos vivirán y los que están vivos perecerán. Desde hace mucho tiempo, Dios habló a vuestros padres por boca de vuestros dioses y semidioses, pero ahora os habla a través del hombre perfecto.


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Él ha enviado a su Hijo, el Cristo, en carne humana para salvar al mundo, y así como rescaté a estos sirvientes de Tiberio del ataúd de las aguas, así Cristo rescatará a los hijos de la raza humana y llevará a cada uno de ellos de la oscuridad y de los ataúdes de las cosas carnales a la luz de la vida imperecedera. Yo soy el amor manifestado, resucitado de la muerte; he aquí mis manos, mis pies y mi costado, que fueron atravesados por los hombres carnales. Claudas y Julia, a quienes he salvado de la muerte, son mis embajadores para Roma. Y ellos señalarán el camino y predicarán el evangelio del Santo Aliento y de la resurrección de los muertos. Después, se apareció a los sacerdotes del templo egipcio de Heliópolis, que se habían reunido para celebrar la resurrección de su hermano nazareno, y les dijo Jesús: “Honor sea dado a los maestros de este

templo del Sol. En la carne del hombre está la esencia de la resurrección de los muertos. Esta esencia, vivificada por el Santo Aliento, elevará la sustancia del cuerpo a un plano superior. Y lo hará como la sustancia de los cuerpos de los planos superiores, que los ojos humanos no pueden ver. La muerte tiene una función sagrada. La esencia del cuerpo no puede ser vivificada por el Santo Aliento hasta que la forma fija quede disuelta; el cuerpo debe desintegrarse y esto es la muerte. Y sobre estas sustancias manejables respira Dios, como respiró sobre el caos del abismo, cuando los mundos fueron formados. La vida brota de la muerte y la forma carnal es cambiada en forma divina. La voluntad del hombre hace posible la acción del Santo Aliento.


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Cuando la voluntad del hombre y la voluntad de Dios son una, la resurrección es un hecho. Esta es la alquimia de la vida mortal, la misión de la muerte y el misterio de la vida deífica. Mi vida humana fue dedicada totalmente a sintonizar mi voluntad con la voluntad de Dios y cuando esto se hizo, mis tareas terrenas llegaron a su fin. Vosotros, hermanos, sabéis muy bien los enemigos con que me tuve que enfrentar; conocéis mis victorias en Getsemaní, mis juicios ante los tribunales de los hombres y mi muerte en la cruz. Sabéis que toda mi vida fue un gran drama para los hijos de los hombres, un ejemplo para ellos. Viví para mostrar las posibilidades del hombre. Lo que yo he hecho todo hombre puede hacerlo y lo que yo soy todo hombre lo será”. De repente, ante los ojos de los maestros, la forma desapareció y todos los sacerdotes del templo y todas las criaturas vivientes exclamaron: “¡Alabado sea Dios!”. Jesús aparece, plenamente materializado, a los apóstoles en el mar de Galilea, cuando al volver éstos sin haber pescado nada, tras trabajar toda la noche, un hombre les pregunta: “¿Cuántos peces tenéis?”, respondiendo Pedro: “Ninguno”, a lo que el hombre dijo: “Un banco de peces está pasando ahora mismo

por el lado derecho de vuestra barca; echad la red”. Así lo hicieron y la barca se llenó de peces, por lo que Juan exclamó: “El que está en la orilla es el Señor”, y Jesús dijo: “Hijos míos, comamos juntos aquí”, y cuando la comida estaba preparada, comieron y Jesús comió también pan y pescado.


- Pág. 44 Mientras oraban los apóstoles de camino a Cafarnaún, vino Jesús, le vieron y hablaron con él, y Jesús dijo:

“Pentecostés está cerca; id a Jerusalén y allí me reuniré con vosotros”. Y mientras hablaban, llegó una multitud de gente para ver al Señor y dijeron: “Ahora sabemos que el Nazareno ha resucitado de entre los muertos, pues le hemos visto cara a cara”. Jesús se apareció, completamente materializado, a los once apóstoles, que estaban orando en Jerusalén y les dijo: “La paz sea con todos; buena voluntad a todas las

criaturas vivientes. No os preocupéis de los gobiernos de los hombres; los maestros los dirigirán. Haced lo que os ha sido encomendado, esperad y no murmuréis. Todo el poder del cielo y de la tierra me ha sido otorgado, y ahora os pido que vayáis a todo el mundo a predicar el evangelio de Cristo, de la unidad de Dios y el hombre, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Y cuando prediquéis, bautizad a la gente en el nombre de Cristo. Los que creen y sean bautizados resucitarán en la nueva vida de Cristo y los que no crean no resucitarán a la nueva vida de Cristo. Y daréis a los hombres el poder que yo os doy. Los que crean y sean bautizados curarán a los enfermos, harán ver a los ciegos, oír a los sordos y caminar a los lisiados. Arrojarán los espíritus impuros de los poseídos, caminarán sobre serpientes venenosas y no serán dañados, atravesarán las llamas sin ser quemados y si beben pócimas venenosas, no les causarán la muerte.


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Pues conocéis la sagrada Palabra, que es la palabra del poder. Estas cosas secretas que os he contado no pueden ser reveladas a todo el mundo; sólo lo haréis saber a hombres de fe, quienes a su vez las revelarán a otros hombres de fe. Hasta que llegue la hora en que el mundo pueda oír y comprender las palabras de verdad y de poder. Y ascenderé hacia Dios, como lo haréis vosotros y todo el mundo. Y en el día de Pentecostés todos seréis enriquecidos con el poder de lo alto. Pero hasta entonces permaneceréis aquí en oración y santa meditación. Luego, Jesús y sus discípulos se fueron al monte de los Olivos y, no lejos de Betania, se encontró con María, Marta, Miriam, Lázaro y un grupo de gente llegada de Galilea y separándose de ellos, levantó las manos y dijo: “Las bendiciones de los santos, del Dios

Todopoderoso, del Santo Aliento y de Cristo, el amor de Dios manifestado estarán con vosotros todo el tiempo, hasta que resucitéis y os sentéis conmigo en el trono del poder”. Entonces, vieron a Jesús elevarse sobre las alas de la luz, mientras un halo le rodeaba y, al poco tiempo, dejaron de ver su forma. Y mientras miraban al cielo, dos hombres vestidos de blanco les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿por qué observáis la ascensión del Señor? Tal como le habéis visto subir a los cielos, así regresará de nuevo”. Después, los once apóstoles eligen a Matías para ocupar el puesto vacante por la deserción de Judas. Matías era israelita, pero había sido iniciado en la sabiduría de las escuelas de Egipto, habiendo enseñado los misterios de Mizraím en Jericó.


- Pág. 46 – Fue uno de los primeros en recibir a Juan el Precursor, y, también, fue de los primeros en reconocer a Jesús de Nazaret como a Cristo, el Hijo de Dios. Así, los doce apóstoles, a partir de entonces, fueron: Pedro, Santiago, Juan, Felipe, Andrés, Nataniel, Tomás, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Zelote, Mateo, Judas hijo de Alfeo y Matías. Al llegar Pentecostés se oyó como el murmullo de una tormenta, creciendo el sonido en intensidad, hasta que, como un trueno, llenó la estancia donde estaban los apóstoles, apareciendo una luz muy brillante, de la que doce bolas, que parecían de fuego, cayeron del cielo, una por cada signo del círculo de los cielos y sobre la cabeza de cada apóstol surgió una llameante bola de fuego, y cada bola arrojó siete lenguas de fuego hacia el cielo, y cada apóstol habló siete dialectos de la tierra, quedando estupefactos los sabios, diciendo: “¿No son ésos todos judíos? ¿Cómo es que hablan tantos lenguajes diferentes? Entonces, Pedro explicó su significado, anunciando que la Iglesia cristiana, que ahora empezaba, se levanta sobre los principios de que Jesús es la manifestación del amor de Dios, y que el amor es el salvador de los hijos de los hombres. También exhortó a las gentes a convertirse, bautizarse y alejarse del pecado en comunión con Cristo en Dios, para entrar en su reino y ser redimidos. Tras su discurso, tres mil personas le siguieron, de manera que la Iglesia cristiana alcanzó un fuerte ímpetu y Cristo se convirtió en una poderosa palabra,que conmovía a todas las gentes del mundo.

FIN



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