Periódico - El Día

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EDUCACIÓN p.18

Alejandra Pizarnik

CULTURA p.3

Alvin y Elaine Lustig

DISEÑO p.12

EDUCACIÓN p.15

EDUCACIÓN p.16

EDUCACIÓN p.19

DISEÑO p.8

CULTURA p.5


CULTURA

VIERNES 27 DE MAYO DE 2022

CULTURA

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Alejandra Pizarnik pág. 3

Lev Gumilev pág.4

Ajmátova pág.5

Leningrado págs. 6-7

Arquetipo cinematográfico El gorila es un mono antropoide, dotado de ancho tórax y cubierto totalmente de pelos, con brazos muy fuertes y largos, piernas cortas y cara proyectada hacia adelante. El gorila habita las regiones occidentales de África Ecuatorial. Este animal velludo ha ejercido mucha influencia sobre la fantasía popular por su aspecto semi humano. La mujer, por su parte, es la hembra de la especie humana (homo sapiens), el más evolucionado de los monos antropoides de marca erecta, senos y caderas más desarrolladas que el hombre, de poco vello en el cuerpo, pero abundante en el cráneo, los sobacos y el pubis, además se reproduce cada nueve meses. La mujer habita en casi todas partes del mundo y fue protagonista absoluta de un filme mucho antes que el gorila, aunque estudiosos de la historia del cine mundial, como George Sadoul, han afirmado que fue el gorila el que apareció primero en el cine en la cinta Congorila, rodada en 1932 en Nairobi por Martin Johnson. Poder imaginar relaciones sexuales fantásticas entre gorilas y mujeres han sido tareas constantes de la imaginación

popular y de las mitologías de todos los tiempos. Se afirma que el emperador romano Nerón, gozó hasta el delirio con el espectáculo de doncellas violadas por simios de gran tamaño, y sobre este tema, con muchas variantes, la fantasía popular ha tejido numerosas leyendas. El punto de vista de la sexología sobre el tema, distinguió tres categorías distintas de relaciones eróticas entre animales y humanos: bestialidad, zooerastia y zoofilia erótica, las que se han juzgado como formas peculiares de fetichismo. Ante esta situación, uno se siente tentado de añadir algunas palabras en relación del componente sádico de la imaginación erótica, sobre todo cuando, en lugar de esbeltos cisnes o de gráciles ciervos, son gorilas los que andan de por medio. En el cine, también ha trascendido uno de los mitos más sólidos y universales creados por el siglo XX. Nacido como un filme de género en los días más negros de la depresión, la estatura poética y mitológica de

King Kong ha crecido con los años hasta rebasar su propia imagen. En una de las secuencias de la película de King Kong, éste escala un rascacielos y por una ventana observa a una mujer en su cama. La coge con su manaza, la examina, la toca y enseguida se huele el dedo. En efecto, King Kong es la tragedia de un ser que se pierde por su excesivo amor. Esta pasión arrastra al gorila hacia un mundo hostil, abandonando su hábitat natural. El amor desenfrenado de King Kong es especialmente puro e idealista si se tiene en cuenta que la unión sexual entre un gorila-King Kong-y su amada, en este caso, Ann Darrow (Fay Wray), es físicamente imposible por la diferencia de tamaños de sus órganos sexuales. El mito de King Kong, sin embargo, vive aún, no obstante las críticas pueriles de muchos investigadores del cine, como el caso de George Sadoul, que no cita al gorila en su libro Historia del Cine Mundial, lo cual revela un extraño desprecio por el cine mismo y tiene sin embargo, la habilidad de poner en el

mismo saco filmes terroríficos o fantásticos como Frankenstein, Drácula o El hombre invisible. George Sadoul aconseja en sus textos que la creación de monstruos del cine emergen del vacío, como ha sido el caso del gorila King Kong. Aunque después habrá que destruirlos. Pero la historia no ha querido destruirlos y ellos siguen vivos, creciendo con los años hasta rebasar la estatura del propio protagonista, convertido en personaje universal, familiar al público de los cinco continentes por todas estas razones, el maltratado gorila enamorado sigue vigente después del ya lejano estreno de la película sucedido en el año de 1933. King Kong es, y se trata de un caso único en la historia del cine, de un sueño filmado enteramente. Se dice que en cierta ocasión unos jóvenes cinéfilos franceses visitaron al poeta Paul Eluard para proponerle la presidencia de un cine club. El poeta sin vacilar aceptó, “de acuerdo amigos, pero ¿Pasarán King Kong..?

King Kong película

Poder imaginar relaciones sexuales fantásticas entre gorilas y mujeres han sido tareas constantes de la imaginación popular y de las mitologías de todos los tiempos.


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Alejandra Pizarnik El mito vuelve RAQUEL GARZÓN.

¿Puede una escritora cambiar de piel medio siglo después de su muerte? Alejandra Pizarnik, sí. Tras la publicación de Árbol de Diana, su cuarto libro, prologado por Octavio Paz, Pizarnik (Avellaneda, 1936Buenos Aires, 1972) se convirtió en un nombre inevitable de la poesía del siglo XX. La leyenda de esta poeta de culto, alentada por una muerte trágica a los 36 años una noche en la que los barbitúricos fueron demasiados, no ha parado de crecer con la sucesiva aparición desde 2000 de su poesía, prosa y diarios, al cuidado de la poeta Ana Becciu, albacea de la escritora. Pero los inéditos que se conservan en la Universidad de Princeton subrayan la sensación de que su identikit (retrato robot) creativo todavía reserva sorpresas. Algunas serán desaveladas por Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito, de Cristina Piña y

Patricia Venti, que Lumen anuncia para enero de 2022, antesala de las conmemoraciones por los 50 años de su muerte (se publicará antes, este julio, en Argentina). Entretanto, la vigencia de la poeta en España explica Alejandra Pizarnik y sus múltiples voces (Huso), un libro homenaje editado por Mayda Bustamante, que celebra este 29 de abril los 85 años del nacimiento de la autora de El infierno musical con las miradas de 85 escritoras de 15 países diferentes, que dan cuenta de su onda expansiva sobre distintas generaciones. Hay testimonios infrecuentes (el de su hermana Myriam, entre ellos) y aportes críticos valiosos para entender cómo fue cambiando y enriqueciéndose a lo largo de estas décadas la imagen de quien César Aira, flamante Premio Formentor, llamó alguna vez “el último objeto de lujo de la literatura argentina”.

Cuarto solo

Si te atreves a sorprender la verdad de esta vieja pared; y sus fisuras, desgarraduras, formando rostros, esfinges, manos, clepsidras, seguramente vendrá una presencia para tu sed, probablemente partirá esta ausencia que te bebe.

Elige tu propia Alejandra Poeta Alejandra Pizarnik

“Cuando murió el 25 de septiembre de 1972, Alejandra era considerada, esencialmente, una poeta deslumbrante”, cuenta desde Buenos Aires Cristina Piña, su biógrafa, y una de las autoras que participa en Alejandra Pizarnik y sus múltiples voces. “Hoy sabemos que fue mucho más: una diarista fascinante, una crítica literaria sagaz y, también, la autora de textos narrativos profundamente transgresores que empezaron a conocerse a partir de 1982”. Pizarnik cifró su estilo en la brevedad, la distorsión lógica (aprendida en las Voces de Antonio Porchia) y en una potencia visual a la vez contenida y brutal que todavía impacta: “He dado el salto de mí al alba. / He dejado mi cuerpo junto a la luz / y he cantado la tristeza de lo que nace”, escribe en el primer poema de Árbol de Diana (1962). “Tú eliges el lugar de la herida / en

Cenizas

La noche se astilló de estrellas mirándome alucinada el aire arroja odio embellecido su rostro con música. Pronto nos iremos Arcano sueño antepasado de mi sonrisa el mundo está demacrado y hay candado pero no llaves y hay pavor pero no lágrimas. ¿Qué haré conmigo? Porque a Ti te debo lo que soy Pero no tengo mañana Porque a Ti te… La noche sufre.

Despedida

Mata su luz un fuego abandonado. Sube su canto un pájaro enamorado. Tantas criaturas ávidas en mi silencio y esta pequeña lluvia que me acompaña.

donde hablamos / nuestro silencio./ Tú haces de mi vida / esta ceremonia demasiado pura”, dice en otro de Los trabajos y las noches (1965), pasión incandescente en cinco versos. La pregunta no es ya quién fue Pizarnik como cuando el misterio alrededor de su figura era estruendoso (el combo fragilidad emocional, bisexualidad, suicidio imponía silencios que solo el paso del tiempo permitió procesar), sino qué Pizarnik prefiere el lector. ¿La transgresora que coquetea con la obscenidad en La bucanera de Pernambuco o la poeta sublime de “palabras como piedras preciosas” aprendidas en la tradición francesa? ¿La seductora de vitalidad proverbial y conversación deslumbrante, que se codeó en París con Cortázar y en Buenos Aires con el grupo surrealista y el de la revista Sur o la adolescente eterna que tras besar al escritor Ricardo

Zelarayán, autor de La gran salina, alegaba que había sido “un beso por prescripción médica” para exorcizar deseos lésbicos? ¿La “pequeña náufraga” azotada por su inadecuación para funcionar en el mundo o la libretista deliberada del “personaje alejandrino” y de su propio mito que pintó Aira en la colección Vidas Literarias de Omega? ¿La artista genial y autoexigente que blandía con precisión samurái un idioma ajeno a su hogar (sus padres eran inmigrantes rusos de origen judío) y que trabajaba hasta 14 horas interviniendo y comentando sus lecturas como documenta el Fondo Pizarnik (772 libros y papeles de trabajo que se encuentran hoy en la Biblioteca Nacional de Argentina) o la que dudaba de “la importancia de ‘ganarse la vida’ una misma”?

Exilio

Esta manía de saberme ángel, sin edad, sin muerte en qué vivirme, sin piedad por mi nombre ni por mis huesos que lloran vagando. ¿Y quién no tiene un amor? ¿Y quién no goza entre amapolas? ¿Y quién no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible, aunque fuere con plumas, aunque fuere con sonrisas? Siniestro delirio amar a una sombra. La sombra no muere. Y mi amor sólo abraza a lo que fluye como lava del infierno: una logia callada, fantasmas en dulce erección, sacerdotes de espuma, y sobre todo ángeles, ángeles bellos como cuchillos que se elevan en la noche y devastan la esperanza.

Pizarnik para reir Los textos en prosa de Pizarnik comenzaron a estudiarse a partir de Textos de sombra y últimos poemas (1982). Esa antología preparada con material inédito por las poetas Olga Orozco y Ana Becciu, amigas de ella, fue clave. Incluía a la prosista y la dramaturga de Los poseídos entre lilas y La bucanera de Pernambuco o Hilda la Polígrafa. Ese libro descubrió páginas desopilantes, con un registro que va del absurdo a los juegos glosolálicos con el lenguaje y también un regreso a la temática sexual —que Pizarnik había abordado en La condesa sangrienta—, pero mezclada ahora con el humor, lo popular y la grosería. Estos tonos provocaron rechazo en referentes poéticos de la generación anterior, pero le franquearon la admiración de autores más jóvenes. “Con la correspondencia, que empezó a publicar Ivonne Bordelois en 1998, aparece otra novedad: un registro afectivo desconocido,

que matiza la oscuridad y la angustia de los Diarios”, sostiene Piña. “Las cartas desmontan la idea de una Pizarnik que solo se preocupaba por ella misma. Es cariñosa y generosa con los amigos como se ve en las que dirige a Antonio Beneyto”, subraya la investigadora. El rol de Beneyto, artista surrealista fallecido en octubre de 2020 de covid, es capital para entender el derrotero de Pizarnik en España, que se aborda en un interesante ensayo de Fanny Rubio, incluido en el libro coral de Huso. Magnética, Pizarnik puede ser peligrosa, reconoce Piña: “Cuando uno está desarrollando su escritura, ella impregna mucho. Pero no se la puede imitar, como no se puede imitar a Rimbaud ni a Lautrémont: fueron malditos en el sentido de que unieron vida y literatura. Ella también. Para Pizarnik vida y poesía son la misma cosa.”

“Un diamante tiene muchas caras”

Hija del viento

Han venido. Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencias, a llanto. Pero tú alimentas al miedo y a la soledad como a dos animales pequeños perdidos en el desierto. Han venido a incendiar la edad del sueño. Un adiós es tu vida. Pero tú te abrazas como la serpiente loca de movimiento que sólo se halla a sí misma porque no hay nadie. Tú lloras debajo del llanto, tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche. Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan. Poeta Alejandra Pizarnik


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VIERNES 27 DE MAYO DE 2022

El lobo estepario del eurasianismo

Lev Gumilev

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ev Nikolayevich Gumilev (1912-1992) era hijo de Anna Ajmátova, una de las más grandes poetisas rusas de todos los tiempos y de Nikolái Gumilev, poeta y oficial del ejército zarista al que habían ejecutado los bolcheviques. A Lev Gumilev lo arrestaron por primera vez, por un corto periodo, en 1933, cuando apenas tenía veintiún años, y luego dos años más tarde. La segunda vez lo retuvieron durante un par de meses y, una vez liberado, lo expulsaron de la universidad. En 1938 lo arrestaron nuevamente. Pasó los siguientes cinco años en gulag. Casi inmediatamente después de que lo liberaran, lo llamaron a filas. Tras la Segunda Guerra Mundial recibió al fin autorización para proseguir sus estudios y a la edad de treinta y seis pudo defender su tesis doctoral. Pero lo arrestaron nuevamente y lo condenaron a diez años. Cumplió siete de ellos –lo liberaron después de que Jrushchov condenara la política de persecuciones de Stalin- y finalmente obtuvo su primer puesto como investigador a los cuarenta y cuatro años. Afirmaba, se encontraba en los campos de detención. La idea fundamental de Gumilev era el concepto de etnogénesis, proceso a través del cual, según su teoría, diferentes grupos étnicos llegaban a existir y a adquirir características distintivas que se transmitían de generación en generación. A un grupo étnico, o ethnos, como Gumilev lo llamaba, lo moldeaban dos fuerzas fundamentales: las condiciones geográficas en que vivía y la radiación proveniente del espacio exterior. En sus obras sobre etnogénesis, Gumilev explicaba en detalle sus ideas sobre la radiación y las resultantes mutaciones genéticas, mientras que en sus obras sobre historia seguía la línea del determinismo geográfico y se inspiraba en las ideas de los eurasianistas, una escuela de pensamiento –nacida alrededor y al parecer como reacción a la revolución bolcheviqueque sostenía que la singular trayectoria rusa estaba determinada por el dilema de pertenecer a los dos continentes. Después de su liberación y de que se rehabilitara su nombre, las instituciones siguieron tolerando a duras penas a Gumilev y pasando por alto sus ideas. Sin embargo, logró disfrutar de un año o dos de popularidad e incluso de celebridad antes de su muerte, en 1992: grabó una serie de conferencias que vieron por televisión millones de personas y, más tarde, las tiradas de sus libros, escritos originalmente para una audiencia académica, batieron todos los records imaginables.

Lev Gumilev

"La idea fundamental de Gumilev era el concepto de etnogénesis, proceso a través del cual, según su teoría, diferentes grupos étnicos llegaban a existir y a adquirir características distintivas que se transmitían de generación en generación."

Era el perfecto héroe intelectual postsoviético, una víctima del régimen cuya mente parecía haber triunfado sobre todas las adversidades. El trabajo más conocido de su famosa madre era un desgarrador poemario titulado Requiem que circulaba clandestinamente en la Unión Soviética y que contaba la historia del cautiverio de su hijo. La búsqueda intelectual de Gumilev se puede considerar como la esencia –o como la caricatura- del destino de las ciencias sociales en la Unión Soviética: décadas de trabajo en un medio hostil, aislado de las ideas de otros, luchando en la oscuridad para inventar la pólvora. Al trabajar en soledad, Gumilev había tenido que desarrollar su propia teoría del universo, que incluía la radiación proveniente del espacio exterior. El carácter totalizador de su teoría y su aura científica tenían que resultar atractivas para la mentalidad postsoviética que acababa de perder una

explicación integradora del mundo. El ethnos entró en el lenguaje cotidiano ruso, al igual que otros conceptos acuñados por Gumilev, tales como passionarnost´, una medida del grado en que un ethnos era inicialmente receptivo a la radiación y finalmente dotado de los poderes específicos de ese ethnos. Otras escuelas de pensamiento que combinaban ideal totalizadoras y lenguaje científico también estaban ganando terreno en Rusia. La cienciología, por ejemplo, era muy popular entre los pequeños comerciantes y los funcionarios de las ciudades más pequeñas. Pero las ideas de Gumilev tenían dos atributos que las hacían perfectas para el momento histórico. Su insistencia en la naturaleza esencial de los grupos étnicos ayudaba a explicar la agonía del imperio. Su determinismo geográfico encajaba bien con la idea del destino excepcional de Rusia, que tan importante era para los rusos.

Te llevaron al alba Y fui tras de ti como en un entierro En el ático oscuro lloraban los niños, Y ante la imagen sagrada se derretía la vela. En tus labios estaba el frío del icono Y un sudor mortal en tus cejas… ¡No lo olvidaré! Como las viudas de los Streltsy Aullaré bajo las torres del Kremlin.


VIERNES 27 DE MAYO DE 2022

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Ajmátova Espada y lamento

Anna Andréyevna Ajmátova (18891966) es una poeta rusa que personifica uno de los momentos más álgidos de una sociedad en convulsiones. Fue testigo de los terrores de “los dos Herodes” que marcaron con sus nombres el siglo XX: Stalin y Hitler. El dictador soviético que era un voraz lector y profundo conocedor de su cultura artística, al definirla para denostarla dio en el blanco: una “semimonja, semiputa o mejor dicho una monja prostituta cuyos pecados se mezclan con las plegarias”. Evidentemente es un insulto, pero en algo ilumina, pues el crítico apunta a su naturaleza religiosa, sobrenatural incluso como es la de los santos…y cuyas plegarias (que no pueden existir sino como flor de la raíz: la culpa o el pecado) escucha el pueblo, pendiente y azorado con su voz, que se funde

con la conciencia de cada lector de Leningrado…así su voz se expande por los frentes de batalla, yendo en el pecho de los soldados, que destruirán las balas. La espada por delante: poesía de guerra…y de lamento, poesía herida también, sofocada en el caldero

La Segunda Guerra Mundial fue una liberación para los ciudadanos soviéticos, sobre todo para los que padecieron el terror stalinista, como Ajmátova. “Pensar que los mejores años de nuestras vidas fueron durante la guerra, cuando mataban a tanta gente, pasábamos hambre y mi hijo estaba condenado a trabajos forzados”. Pasternak, en su novela El doctor Zhivago, escribe: “Cuando estalló la guerra, el peligro y la amenaza de muerte que representaba fueron una bendición en comparación con el poder inhumano de la mentira, una liberación, porque rompían el hechizo de la letra muerta. Fue un periodo de vitalidad y en ese sentido una restauración ilimitada y feliz del sentido compartido de comunidad”. Para darnos una idea de lo que sucedía a los artistas y pensadores rusos y en específico al gremio de los escritores, en la época de Ajmátova, existe este dato: “De los setecientos escritores que asistieron al Primer Congreso de Escritores de 1934,

sólo cincuenta sobrevivieron para acudir al segundo, realizado veinte años después”. Cuando el ejército nazi cruza la frontera…el aparato de Estado policiaco militar soviético, tiene que volcarse a la defensa patria… Ajmátova describe así el periódo de preguerra: Eso sucedió cuando sólo sonreía El muerto, contento de su paz Y como un apéndice inútil, Leningrado Pendía de sus cárceles. Cuando locos de dolor, Caminaban en tropel los condenados, Y los silbidos de las locomotoras Cantaban cortas canciones de despedida. Las estrellas de la muerte se erguían sobre nosotros Y la inocente Rusia se retorcía Bajo una botas manchadas de sangre Y bajo las ruedas de los negros furgones.

donde la Guerra Patriótica se cuece con el terror rojo. Hay más poemas sobre ella que poemas por ella escritos, señala Joseph Roth, pues su vida es tan ejemplar como la fuerza que irradian los íconos ante los que se hincan las mujeres, los

hombres, los niños, siendo su plegaria seguida como se escucha la voz del líder en el ataque y la de una madre en el lecho de muerte.

Sabemos que el presente está en la balanza Y que se cumplirá. La hora del valor marcan nuestros relojes Y el valor no nos abandonará. No es terrible morir bajo las balas, Ni amargo desangrarse, Pero te conservaremos, lengua rusa, Grande palabra rusa. ¡Libre y limpia te llevaremos Para entregarte a nuestros muertos, Para siempre librándote del cautiverio! Millones de soldados marchaban a la batalla con sus palabras en sus labios. Es la boca por la que gritan cien millones.

Guerra y liberación

Ajmátova

Durante los años de guerra, los artistas de Rusia disfrutaron de nuevas libertades y responsabilidades. Isaiah Berlin narra: “La poesía de Blok, Brysov, Sologub, Esenin, Tsvietáieva, Mayakovsky se leía ampliamente; la aprendían de memoria y la citaban los soldados, los oficiales y hasta los comisarios políticos. Ajmátova y Pasternak, quienes durante mucho

tiempo habían vivido una suerte de exilio interior, recibían asombrosas cantidades de cartas desde el frente, que citaban poemas suyos publicados e inéditos que en su mayor parte habían circulado en copias manuscritas; eran peticiones de autógrafos, de confirmación de la autenticidad de los textos, o preguntas sobre la actitud del autor sobre tal o cual problema.

Ajmátova

La majestuosa dignidad La obra y la vida de esta mujer pintada por Modigliani, entre los artistas más conocidos de la gran estela que la pintaron o la esculpieron, es un hito en la historia de la humanidad y de la modernidad en específico, porque está vinculada a los linajes de los seres sacrificiales que a lo largo de la historia imponen ese sello crístico, donde se funde historia y mito, acción y leyenda. El escritor anglo judío Isaiah Berlin, que ya había publicado su famosa biografía de Marx cuando la visitó en la Casa de la Fuente, como era conocida su residencia en Leningrado, así la describe: “Casi no había muebles. Supongo que se habían llevado todo lo que tenía durante el sitio (de Leningrado); lo habrían robado o vendido. Había una mesa pequeña, tres o cuatro sillas, un armario de madera, un sofá y, sobre la estufa apagada, un dibujo de Modigliani. Una majestuosa dama de cabellos grises, con un chal blanco sobre los hombros, se levantó lentamente para darnos la bienvenida. Anna Andreievna Ajmátova era una persona de una dignidad imponente, de gestos pausados, una cabeza noble, de facciones hermosas aunque algo severas y una expresión de inmensa tristeza”. Tenemos otra estampa de ella, esta vez de uno de los pocos intelectuales que sobrevivieron a la era de Stalin, Ehrenburg: “Estaba sentada en una pequeña sala son su retrato dibujado por Modigliani en la pared y, triste y majestuosa como siempre, leía a Horacio. Las desgracias cayeron sobre ella como avalanchas; era necesario tener una fortaleza poco común para mantener tal dignidad, compostura y orgullo”. En los primeros meses de la guerra Ajmátova se incribió en la Defensa Civil de Leningrado. “La recuerdo cerca de las viejas verjas de hierro en la Casa sobre el Fontanka –escribió la poeta Olga Berggolts-. Con el rostro severo y enfadado, una máscara de gas sujeta al hombro, cumplía su turno vigilando

el fuego como cualquier soldado”. Cuando los ejércitos alemanes rodearon Leningrado se le pidió a Ajmátova que levantara la moral de la ciudad hablando por la radio. Durante años las autoridades soviéticas habían prohibido sus obras, sin embargo el mismo nombre de Ajmátova representaba hasta tal punto el espíritu de la ciudad que hasta Zhdanov, el terrible jefe de la NKVD, estaba dispuesto a ceder en ese momento de necesidad. Ajmátova estaba enferma, por lo que acordaron que se grabaría su discurso en la Casa de la Fuente. Fueron unas palabras orgullosas y valientes. La poeta se refirió a todo el legado de la ciudad: no solo a Lenin sino también a Pedro el Grande, Pushkin, Dosteyevsky y Blok. Concluyó con un conmovedor homenaje a las mujeres de la vieja capital: “Nuestros descendientes honrarán a cada madre que vivió durante la guerra, pero su imagen se detendrá en la imagen de la mujer de Leningrado en el techo de su casa durante un bombardeo aéreo, con un bichero y unas tenazas para el fuego, protegiendo la ciudad del incendio; en la muchacha voluntaria de Leningrado que ayuda los heridos entre las ruinas todavía humeantes de un edificio. No, una mujer que ha engendrado mujeres como éstas no puede ser conquistada.” Dos almas afines Ajmátova, poeta y Shostakovich, músico, son sin duda los espíritus emblemáticos de

esa época en que en Leningrado encarnó el extremo al que ha llegado la humanidad en una situación de violencia. Leer a Ajmátova escuchando a Shostacovich nos ofrece la experiencia total de lo que miles de seres vivieron en esas décadas del 30-40. Ajmátova casi nunca se perdía un estreno de Shostakovich. Después de la primera ejecución de su Sinfonía núm. 11 (el año de 1905), la comparó con sus canciones de revolución y esperanza, “blancas aves volando contra un cielo terrible y negro”. En una dedicatoria que le hizo escribió” a Dimitrievich Shostakovich, en cuya época yo vivi en la tierra”. Los dos finalmente se conocieron en 1961. Recordaría Ajmátova:

“Nos quedamos en silencio durante veinte minutos. Fue maravilloso”.


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VIERNES 27 DE MAYO DE 2022

Leningrado entre los dos Herodes: Artillería Sinfónica y Canibalismo El periodista e historiador inglés Brian Moynahan, murió a los 77 años el pasado mes de abril de 2018, luego de ver publicada su última obra, una historia de une en una sola narrativa dos temas que a primera vista no tienen nada en común: la música y la guerra. Este contrapunto hace del libro una obra enigmática e intrigante...pues se trata de una crónica puntual del ataque despiadado por los ejércitos de Hitler durante 900 días a una de las ciudades más refinadas y cultas de Europa y Rusia, Leningrado, la antigua San Petersburgo, luego Petrogrado y finalmente otra vez San Petersburgo; un asedio considerado como una de las mayores catástrofes demográficas de la historia de la humanidad. En ningún otro lugar –ni en Dresde o en Hamburgo, arrasadas por las bombas incendiarias, ni en Hiroshima o Nagasaki, destruidas por las bombas atómicas, ni en la devastada Stalingrado o en la torturada Varsovia, se experimentó la muerte en la misma escala. Ni siquiera hoy, setenta años después, pueden crecer los árboles, y en la superficie llena de cráteres tan solo se ven matas de yerba y fosas comunes. La obra de Moynahan manifiesta una mirada muy honda, se trata de un erudito que va juntando datos e imágenes de esas historias para tejer, como Dimitri Smítrievich Shostakóvich, una sinfonía palabral en seguimiento a la creación de este artista trabajando en el límite: Shostakóvich acababa de terminar el primer movimiento cuando sonaron las sirenas. Bajó con Nina y sus hijos al refugio antiaéreo. En cuanto los dejo instalados, regresó al apartamento para tocar el scherzo. En estas condiciones el artista escribió la Séptima Sinfonía: Cuatro gruesos tomos de música. 252 páginas de partitura del director (el guión), 2 500 páginas de partichelas para orquesta. La obra duraba una hora y veinte minutos. Requería una orquesta de 105 músicos. El autor hace una lectura musical de la guerra, pues esta es una fuerza que surge de la naturaleza más íntima de los hombres desangrándose, muriendo de hambre e incluso comiéndose los unos a los otros. En efecto: este el contrapunto que logra Brian Moynahan: a tiempo que hay una irradiación musical emanando de las explosiones, los disparos, los gritos...fija escenas como esta:

"Una vecina aporreó la puerta de Ksenia Matus, una oboísta, y le suplicó que la dejara entrar. Su marido estaba intentando matarla para comérsela."

Se trata de un ensayo sobre la experiencia militar soviética en las más pesadillescas condiciones, pues a tiempo que Leningrado, la ciudad fundada por Pedro el Grande, sufre el embate de los ejércitos nazis, al interior del Ejército Rojo sucede una de las purgas más sangrientas en los mandos. Cuando la ciudad estaba siendo aterrorizada, asediada, bombardeada y cañoneada por Hitler desde fuera, también estaba siendo atemorizada por Stalin desde dentro. La matanza en el Ejército Rojo llegó al grado del paroxismo. Todos los militares que en mayo, cuando se produjo el arresto de Tujachevski, estaban al mando de alguna región militar, fueron fusilados o desaparecieron en el plazo de un año. A eso hay que sumarle 57 de los 85 comandantes de cuerpos del Ejército. Desapareció más e la mitad de los 406 comandantes de brigada. Los Estados Mayores de las regiones, y de los ejércitos, de los cuerpos y de las divisiones fueron objeto de una “limpieza”. El comandante de la Artilleria Roja, que tradicionalmente era el arma más prestigiosa de Rusia, fue fusilado. Tan solo sobrevivieron cinco de los ochenta miembros de los más altos escalafones militares. La naturaleza de las purgas soviéticas es un tema –y lo seguirá siendo por mucho tiempo- inagotable. Causa una interrogación y es como la oscuridad, muchas veces impenetrable, pues en efecto, se trata de un canibalismo marcial que pronto se expresaría como canibalismo a secas: Así se describe una de las cárceles sovieticas. En la litera de arriba se acostaban todos los que no eran caníbales, y debajo de ellos había entre 15 y 20 caníbales. Por la noche se levantaban sigilosamente, bajaban a un preso de la litera de arriba y se lo comían vivo. Pedíamos a los carceleros que tomaran medidas contra los caníbales. Ellos nos decían: “Cuanto más presos se coman, menos trabajo tendremos nosotros.” La música era como una gran serpiente herida que arrastraba su lento cuerpo, la sinfonía va desenroscándose a lo largo de ochenta minutos. Sus motivos son exultaciones, agonías. En su último movimiento sus metales triunfales profetizan lo que Shostakovich describe como

“la victoria de la luz sobre la oscuridad, de la humanidad sobre la barbarie”. La mozzosoprano Nadezhda Velter describe al joven músico: En aquel momento yo no tenía ni idea de lo que significaba aquello en su fuero interno, cuando estaba creando la Séptima, con el estruendo de los aviones y el silbido de las bombas. Pero pude ver cómo cambiaba su expresión –en sus ojos, en las arrugas del puente de su nariz, en su ceño fruncido- pude sentir una enorme tensión interna. Así fue como creo la Séptima.

La música era como una gran serpiente herida que arrastraba su lento cuerpo, la sinfonía va desenroscándose a lo largo de ochenta minutos.

Leningrado

El autor encuentra un filón temático en la densa historiografía de la guerra: Se otorgó a la música un estatus militar. Debía considerarse parte del esfuerzo bélico. Esta obra nos abre a una percepción inédita, el escuchar los estruendos y los fragores de las batallas como sonidos medidos por un metrónomo: Radio Leningrado empezó a transmitir el sonido de un metrónomo en los huecos entre programas, para mostrar que el corazón de la ciudad seguía latiendo. Lo controlaba el mando antiaéreo de la ciudad, desde su cuartel general de la plaza Lomonosov. El ritmo se aceleraba cuando una incursión aérea era inminente o se estaba produciendo. Moynahan teje un lenguaje musical, como si cada palabra sonara como la nota de un piano de cola: Los aviones y carros de combate bailaban en elaboradas combinaciones: la matanza se convertiría en una espantosa y sangrienta réplica del sufrimiento de Leningrado, tan insistente y continuo como el tambor que se escucha en la sinfonía de la ciudad. Mientras se transmitía la sinfonía de Chiakovski, un segundo batallón de infantería de marina cruzaba hasta la Nevski Piatachok.

Llegaban simplemente para substituir a los muertos, a los moribundos y a los heridos. Ese era el sonido del cataclismo que Shostakóvich estaba intentando capturar. La música calmaba los nervios de Leningrado y alimentaba su alma. Por la radio se ofrecía música en forma ininterrumpida, que también se oía a través de los altavoces de las calles. Durante tofo el día, los altavoces brindaban a los leningradences sus canciones y arias favoritas, con el ruido de fondo de los cañonazos y la artillería: Los cañones rusos iniciaron un feroz fuego de contrabatería. Se basaba en un diagrama de fuego de artillería igual de complejo, a su manera, que la partitura de Shostakóvich. En una Rusia medio muerta de hambre, medio invadida, medio desangrada, aquel abundante despliegue de talento musical resultaba sorprendente y desafiante. Era una sinfonía tan gigantesca como la ciudad a la que retrataba. Era el sonido de Leningrado, la actitud desafiante y la valentía de la ciudad sitiada convertidos en música. El gran interprete David Óistraj dijo: Aquella música resonaba como una afirmación profética de victoria sobre el fascismo, una manifestación política de los sentimientos patrióticos del pueblo,

y de su fe en el triunfo final del humanismo y de la luz. La primera interpretación de la Séptima Sinfonia de Shostácovich fue el de una orquesta integrada por soldados de la música, seres hambrientos, que se desmayaban en los ensayos, que habían muchos de ellos enterrado a sus esposas, a sus hijos, a sus padres y que sin embargo creaban con sus instrumentos y que aspiraban con sus instrumentos la dulzura de la música y la elegancia de la danza aliviaban los estragos de la guerra que se vivía al otro lado de los muros del auditorio. Shostacóvich escribe: Los que estaban congregado en el auditorio habían arriesgado sus vidas para estar allí, y demostrar que es imposible matar la belleza del arte. En la transmisión radiada esta es una escena de las trincheras: Para entonces los soldados de mi unidad estaban escuchando la música con los ojos cerrados. Daba la impresión de que por encima de nosotros el cielo espejeado se hubiera convertido en una tormenta repleta de música. Del lado alemán también la presencia de la música como parte del esfuerzo militar era clara: pues los alemanes iban a invadir Rusia al son de los Preludios de Liszt. Sin embargo los niños morían sin sonido y sin nombre.

Pedíamos a los carceleros que tomaran medidas contra los caníbales. Ellos nos decían: “Cuanto más presos se coman, menos trabajo tendremos nosotros.”


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CULTURA

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De la alta cultura al canibalismo La poeta Ajmátova había dicho: Cuando pienso que La ciudad de Pedro el Grande, de Lenin, la ciudad de Pushkin, Dostoyevski y Block, ciudad de una gran cultura y de una gran industria, se ve amenazada por el orpobio y la destrucción...me quedo petrificada. Y es en verdad asombroso cómo una sociedad que participaba de las expresiones más altas y finas de la sensibilidad humana ilustradas por la literatura, la música, la arquitectura, y el arte en general, haya descendido estadios históricos de la más aberrante naturaleza según se cita en estos registros: Una mujer encogida le dijo que cuando su marido agonizante perdió el conocimiento, ella le cortó un trozo de pierna para hacer un caldo. Leningrado en tiempos normales había estado consumiendo 3,000 toneladas de alimentos al día...con el asedio nazi los suministros se redujeron a 33 toneladas por día....la mayoría de los gatos y perros habían acabado asados o en la olla del caldo. La gente cazaba ratas, las desollaba y se las comía... El canibalismo era inevitable en una ciudad tan grande. Algunos leningradenses incluso sentían una intensa alegría ante el instinto de supervivencia de los antropófagos. El canibalismo puede impedir que una persona se muera de hambre. Si quere sobrevivir, el caníbal sobrevivirá. Los fuertes ganan, los débiles mueren. Esas son

las reglas. De esta manera se refiere la historia de un hombre que ayudó a bajar el cuerpo de su abuela hasta el patio la noche que falleció. Cuando regresó al amanecer para llevarlo a enterrar, el cadáver ya había sido devorado por los caníbales. O esta otra: Llegó una vecina gritando. “¡Ha matado al bebé!” Salimon le pidió que se asegurara de lo que

decía. No podía creerlo. La vecina volvió y dijo que la mujer había matado a su bebé y que lo había admitido. “¿Niño o niña?, preguntó Saliamon. “Niña”, le contestó la vecina. “La madre me ha dicho: “Yo la he parido, así que la he troceado y me la he comido”. En el frente los soldados rusos estaban combatiendo y

sobreviviendo con una raciones de 50 gramos de pan seco al día en el mejor de los casos. A. Baizuk, un fusilero, recordaba: “Comíamos todo lo que se pudiera comer...hojas y piñas de abeto. Cocíamos viejos huesos de caballo y los roíamos. Por no hablar de la corteza de los árboles –todos los árboles que estaban

Leningrado

a nuestro alrededor estaban pelados- . Nos comíamos todo, los insectos, los gusanos y las ranas que encontrábamos”. Cuando la nieve empezó a derretirse al terminar el invierno –recordaba el clarinetista Viktor Kozlov-. ¿Qué traía consigo? Cadáveres en descomposición y desmembrados que habían quedado

ocultos bajo el hielo. Piernas amputadas a las que les habían rebanado trozos de carne. Trozos de cuerpos en cubos. Cuerpos de mujer con los pechos amputados, porque la gente se los había llevado para comérselos. Llevaban sepultados todo el invierno, pero allí estaban, a la vista de toda la ciudad, para que supiera cómo había sobrevivido.

"El canibalismo puede impedir que una persona se muera de hambre. Si quere sobrevivir, el caníbal sobrevivirá. Los fuertes ganan, los débiles mueren."

Leningrado ante dos enemigos La fascinación de los historiadores por la historia rusa, reciente y antigua, se está expresando en obras como la de Maynahan, Sebag o Beevor...quizá sea porque ha sido infrecuente que un pueblo en guerra contra otras naciones haya sufrido al mismo tiempo un ataque de sus propias fuerzas armadas y de sus sistemas de seguridad interior. Durante la guerra teníamos dos enemigos –señala un testimonio- los fascistas alemanes fuera del país, y los rusos dentro. Se trata de una frontera que apenas podemos imaginar: A un lado, millones de esclavos soviéticos rezan por

su liberación a manos de los ejércitos de Hitler, y por otro lado, millones de víctimas de los campos de concentración alemanes aguardan ser liberados por el Ejército Rojo como última esperanza. La escenógrafa que dirigía el Teatro de Marionetas de Leningrado expresó: Era la guerra de los dos Herodes, Hitler y Stalin. Las matanzas en los mandos del Ejército Rojo habían acabado con cualquier sentido de la iniciativa.

Los militares que corrían mayor peligro eran los hombres que cabría calificar de indispensables, con experiencia directa en el combate, obtenida contra los fascistas y sus aliados alemanes en España, y contra los japoneses en el Extremo Oriente. Ese feroz ataque con los oficiales superiores con experiencia en combate no tenía otro móvil que el deseo de Stalin de liberarse de los hombres cuya independencia de espíritu y sentido de fraternidad en el com-

bate no podía soportar. Las condiciones en que peleaba el Ejército Rojo produjo un estado descrito así por el Estado Mayor alemán: En cantidad, un instrumento militar gigantesco. La organización, el equeipo y los medios de liderazgo: deficientes. Los sitemas de comunicaciones: malos; el sistema de transporte: malo, sin personalidades. Las cualidades de combate de las tropas en un combate intenso: dudosas. La masa rusa no sería rival para un ejército con equipos modernos y un liderazgo superior. Años después al término de la guerra, el compositor Shostácovich, podía expresar el sentido profundo de su obra una vez que Stalin no podría alcanzarlo, ya que había muerto: La música verdadera nunca puede estar vinclulada literalmente a un tema. El nacionalsocialismo no es la única forma de fascismo. Esta

A un lado, millones de esclavos soviéticos rezan por su liberación a manos de los ejércitos de Hitler, y por otro lado, millones de víctimas de los campos de concentración alemanes aguardan ser liberados por el Ejército Rojo como última esperanza.

música habla de todas las formas de terror, de esclavitu, de sometimiento del espíritu. A las claras el argumento de la Séptima Sinfonía, y por otra parte también de la Quinta, no era tan solo el fascismo, sino también nuestro sistema, o cualquier forma de régimen totalitario. Los horrores que vivió esta ciudad, que actualmente ha vuelto a su nombre original, San Petersburgo, pareciera que quieren ser

olvidados, como sucedió a los berlineses cuando iniciaron la etapa de reconstrucción. No de otra manera se explica que se haya cerrado el imponente Museo del Asedio de Leningrado. Los fragmentos que han sobrevivido –enormes lienzos, reconstrucciones de batallas, esculturas- ilustran el esplendor de lo que se destruyó.


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Alvin and Elaine Lustig, Los Angeles, 1949


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Charles Sanders Pierce


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