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NARRATIVA PARA LA TRÍADA

Universidad de los Andes

Vivimos en el vértice entre dos tiempos históricos. Uno que se cierra, marcado por la transición geopolítica y económica a partir del final de la Segunda Guerra Mundial y que se reconfigura desde la década de 1980; otro que brota en este siglo y que no acaba de definirse.

En esta coyuntura, América Latina se caracteriza por la ausencia de brújula: transita como región sin identidad clara y sin sentido discernible. Estamos desdibujados. La desigualdad y los rezagos en indicadores relevantes para el desarrollo son evidentes. Tan solo en nuestros tres países —Chile, Colombia y México— nos tomaron por sorpresa las manifestaciones de hartazgo social que se observaron a partir de 2018 en México, 2019 en Chile y 2021 en Colombia. Estos eventos nos “encuentran ensimismados; nos vemos aislados del mundo y aislados entre nosotros” (Ricardo Lagos).

Los análisis de la región provocan gran preocupación. Los niveles de pobreza y desigualdad son alarmantemente altos. La región es hoy la más desigual y menos incluyente (CEPAL). Los niveles de crimen, violencia, inseguridad e impunidad están exacerbados por un estado de derecho débil, evidente en la corrupción en los sistemas político y judicial. La región alberga el 9 %

Manifestaciones sociales en México (2018), Chile (2019) y Colombia (2021)

de la población del mundo y en ella se registra un tercio de los homicidios (Banco Mundial).

Hay un descrédito considerable y creciente de las instituciones políticas en nuestros países. En muchos casos, los procesos electorales se celebran en ambientes de desinformación y escepticismo, todo potenciado de manera estridente por la intemperancia que reina en las redes sociales. Los resultados del Latinobarómetro (2023) revelan que los niveles de insatisfacción con la democracia han crecido drásticamente en los últimos años.

La situación resulta más grave ante la ausencia de un sentido de urgencia. El imperativo es claro: el bono demográfico que la región ha tenido durante medio siglo se está agotando rápidamente, con lo cual las tareas de desarrollo se van tornando más difíciles. En este momento tenemos las tasas más aceleradas de envejecimiento en el mundo después de África. El saldo de tasas de fecundidad en rápido declive, de la mayor longevidad, de los flujos migratorios y del impacto neto en la estructura de edades va teniendo un efecto drástico, exponencial, desapercibido a veces. La edad mediana en la región pasó de 18 años hace 5 décadas, a 31 hoy, y tiende a 46 en otros 50 años. Se pronostica que la relación entre los mayores de 65 años y los menores de 15 sea de 190 % al final de ese medio siglo, contra 9 % hace 50 años (CELADE).

EL ESTADO DEL SECTOR EDUCATIVO EN LA REGIÓN ES ALARMANTE.

Según los resultados de las pruebas PISA, los jóvenes a los 15 años en nuestros países tienen un rezago de cinco años en aprendizaje de matemáticas contra el promedio de la OCDE y la tendencia es a empeorar (Banco Mundial). Conscientes de que la calidad sin acceso e inclusión es germen de mayor inequidad, pero a la vez que escala sin calidad es un engaño, nos preguntamos cómo crear modelos educativos y esquemas de financiamiento que permitan que calidad y escala no sean propósitos mutuamente excluyentes.

Gráfica de la media etaria histórica en América Latina y el Caribe de 1950 a 2024.

Esta combinación de factores es muy preocupante para la región. No es tan solo un panorama de estancamiento, sino un retroceso gradual con relación a las naciones avanzadas. Sin una visión de futuro compartido, sin políticas claras para el mejoramiento de la educación, sin un mapa para la mitigación de los riesgos que implica el envejecimiento de la población y el impacto económico y social que puede tener la creciente inequidad, no será posible superar los retos que enfrentamos. la Pontificia

Católica de Chile

En esta coyuntura se hace inminente la necesidad de impulsar iniciativas creativas de diálogo y colaboración para compartir experiencias, sumar capacidades, encontrarle cauce a la región y evitar la seducción y la parálisis de los fatalismos. Las universidades somos el foro ideal y La Tríada es una de diversas plataformas disponibles en la región. La Tríada es la alianza conformada en agosto de 2018 entre las tres universidades más destacadas de América Latina en el ámbito no gubernamental:

Esta alianza se estableció como una plataforma para explorar competencias y objetivos en común y aprovechar sinergias potenciales. Sin embargo, ha resultado mucho más que eso. La Tríada ha construido sobre la base de lazos bilaterales de años entre las tres universidades, generando niveles sin precedente de cooperación trilateral productiva.

En su portal web se despliega la gama de colaboraciones concluidas o en desarrollo:

cerca de

con más de docentes e investigadores

trabajando en 200 80 11 áreas

proyectos e iniciativas, desde la innovación educativa hasta la ética aplicada; desde salud hasta primera infancia; del emprendimiento a la sostenibilidad.

En sus primeros tiempos, la potencia de esta alianza fue crucial para transitar la pandemia. Todas estas colaboraciones se plasman hoy en investigación y programas académicos conjuntos, cursos ofrecidos en alianza, seminarios, intercambios y diversas modalidades de foros compartidos.

La alianza se enfoca, en última instancia, en desarrollar conciencia y soluciones urgentes y eficaces a los problemas que prevalecen a lo largo de la región. Procura un conjunto coherente de iniciativas que tengan un impacto más allá de nuestra misión inmediata: ofrecer educación incluyente de la mejor calidad. Las tres universidades tenemos la convicción de que estos no son tiempos de medianías. Nos urgen fuentes realistas de entusiasmo y optimismo, nuevas maneras de formular las cartas de ruta para nuestras comunidades, países y región. Fórmulas para partir de sueños y utopías realizables. Las universidades somos el epicentro del aprendizaje y la innovación técnica y científica, pero también debemos ser el lugar para convocar, deliberar colectivamente, debatir, persuadir y generar acuerdos esenciales en torno a proyectos de nación y de región. Debemos ser el espacio para validar y nutrir la conciencia, los valores y el compromiso cívico.

Conscientes de nuestra responsabilidad, identificamos cuatro temas de gran alcance y amplio espectro en los que la oportunidad de colaboración puede tener un alto impacto en Latinoamérica:

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2 La educación de calidad como herramienta crucial de movilidad social

Las universidades de alta calidad debemos servir de laboratorio de nuevos modelos educativos que nos permitan cumplir la promesa de movilidad social y hacerlo con un sentido explícito de lograr mayor inclusión y diversidad en nuestras comunidades. Debemos experimentar para poder privilegiar el talento y la excelencia y alentar una idea de mérito justa y sin exclusión. Juntos queremos construir una educación que atienda el imperativo del aprendizaje técnico y la empleabilidad, pero adecuadamente conjugado con la formación humanista, el pensamiento crítico y el aprendizaje continuo.

La

promoción de conciencia y participación cívica y ciudadana en los jóvenes

Las universidades somos de alguna manera la conciencia de la sociedad, los convocados a debatir y propiciar acuerdos. La universidad es el espacio en donde aprendemos a vivir colectivamente. Tenemos la obligación de fomentar la

formación de nuevas y mejores generaciones de ciudadanos —responsables y comprometidos—. Nuestra tarea va más allá de garantizarles a los jóvenes cómo ganarse la vida; también debemos procurar que asuman cómo aportar a la sociedad y cómo fortalecer las democracias en las que residen. En una coyuntura en que las autarquías parecen florecer y los contrapesos ciudadanos se debilitan, esto resulta un imperativo.

3 La cooperación latinoamericana

Durante dos siglos se han dado en la región incontables iniciativas de entendimiento, integración y cooperación regional; hoy hay abundancia de retórica, pero muy pocos resultados tangibles. Como un ejemplo elocuente, la porción intrarregional del comercio exterior latinoamericano en 2022 era 15 % del total mientras que en Europa era de 68 % (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo). Este es el momento para una profunda introspección en América Latina; es necesario explorar nuevas formas de trabajo colectivo para “repensar la región”, atender los desafíos y construir más y mejores oportunidades. Un programa conjunto en primera infancia y una maestría compartida de Estudios Latinoamericanos forman parte de las iniciativas de La Tríada en este sentido.

4 Ser canal de buenas noticias y optimismo

Nada entusiasma más en medio de tanto desafío que mostrar y celebrar logros trascendentes y tendencias alentadoras, sin falsos triunfalismos. A pesar de la adversidad, la región ha tenido logros significativos que no ponderamos lo suficiente. Por ejemplo, el recuento del avance e impacto del liderazgo femenino, con enormes resistencias, pero palpable. Es el caso de la proporción de mujeres universitarias en nuestra región, que se ha multiplicado más de 12 veces en términos relativos en medio siglo (WEF). Esta alianza debe ser un canal para visibilizar esos hitos y recordarnos que el trabajo colaborativo es poderoso.

Somos una alianza que tiene esperanza en la región y que entiende que para materializarla es indispensable la colaboración, la experimentación y la educación de alta calidad que promueva la movilidad social, la ciudadanía responsable y la construcción colectiva de sociedades sostenibles, equitativas y

más justas. Somos una alianza que desafía paradigmas y cree en el poder transformador de la educación. Este es nuestro sueño compartido.

La Tríada hubiera sido imposible en ausencia de un ingrediente central: la extraordinaria afinidad, empatía y complementariedad institucional que se ha confirmado y nutrido a todo nivel entre las comunidades de estas tres universidades preeminentes. El entusiasmo mostrado por trabajar juntos da testimonio de ello. Tenemos el interés de continuar detonando sinergias y de trabajar con universidades, gobiernos, organizaciones y empresas de la región para poder contribuir plenamente al bien superior de Latinoamérica.

Es tiempo de hacer un llamado al liderazgo y a la comunidad entera de las tres universidades para repensar el para qué y el para quién de La Tríada. Para aprovechar la plataforma y el impulso y tener una presencia, un posicionamiento y una acción más visible y eficaz en la región en torno a los desafíos y oportunidades centrales que se presentan, a la mejor forma de enfrentarlos y a la urgencia de rumbo; partiendo de una “narrativa” en común, realista y sin ambages, y de una convocatoria y difusión a la altura de nuestra relevancia académica.

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