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Qué nos dicen las neurociencias sobre la capacidad de estudiar, de aprender y de fijar conocimientos?

Entrevista con la Dra. Adriana Cid

La Dra. Adriana Cid

La Dra. Adriana Cid, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UCA en materias como Literatura Alemana I y II, Literatura y Cine, y el Seminario de Investigación, cuenta a UCActualidad qué son las neurociencias y cómo pueden contribuir al estudio académico. Las neurociencias se ocupan del estudio del sistema nervioso y lo que ello implica. En palabras de la Dra. Cid, “nos enseñan a confiar en nuestras potencialidades y en la posibilidad de introducir cambios en nuestro ritmo y método de trabajo, en nuestra organización diaria, en suma, en nuestras vidas”. “El funcionamiento del cerebro, de la memoria y de la concentración son aspectos centrales que abordan las neurociencias y cuyo conocimiento resulta beneficioso para optimizar el proceso de aprendizaje y obtener un mejor rendimiento en el trabajo intelectual”, explica la especialista. En ese sentido, la Dra. Cid indica que saber, por ejemplo, que el cerebro consta de dos hemisferios, el izquierdo o racional y el derecho o emocional, tiene implicancias en el circuito enseñanza/aprendizaje, ya que nos vuelve conscientes de que el cerebro no se limita a los pensamientos o a la lógica, sino que también incluye las emociones. “La mayoría de los bloqueos son de origen emocional. También resulta de suma utilidad conocer en líneas generales cómo funcionan la memoria y la concentración y lograr así mayor autonomía y eficacia en el estudio y en el trabajo intelectual”, agrega.

-De acuerdo con este enfoque, ¿qué factores favorecen el aprendizaje?

-Los factores que inciden en el proceso de aprendizaje son múltiples, pero quisiera concentrarme en dos: el conocimiento de uno mismo y la actitud que se adopte. Hans Aebli, psicólogo suizo que supo vincular la psicología evolutiva con la didáctica, sostiene que a mayor conocimiento de uno mismo, mayor rendimiento en el proceso de aprendizaje. Podríamos expandir este concepto y postular que a mayor conocimiento de uno mismo, mayor rendimiento en el trabajo intelectual en general. Conviene explorar fortalezas y debilidades, cultivar las primeras y tratar de superar las segundas. Del mismo modo, preguntarnos por los momentos del día en que tenemos mayor lucidez y concentración: ¿somos búhos que trabajan mejor de noche, o alondras que prefieren las primeras horas de la mañana?

-¿Cómo influye lo actitudinal?

-En lo que respecta a las actitudes, las neurociencias nos enseñan que no debemos subestimar la influencia que pueden ejercer sobre el cerebro y el sistema nervioso en general. Si no somos conscientes de esto, podemos autoboicotearnos. Un ejemplo de ello es lo que el psiquiatra chileno Claudio Naranjo denomina “ideas locas”, que son aquellas que no tienen asidero desde la lógica, pero a las que conferimos valor de verdad. Con esta actitud, desencadenamos espontáneamente las ondas cerebrales de distrés o estrés negativo (que son altas y de gran frecuencia), alteramos la respiración (que deja de ser completa o diafragmática y se vuelve alta y corta) y modificamos el ritmo cardíaco (que se acelera). Naranjo propone como solución, la autoconciencia y el humor, es decir darnos cuenta de que estamos siendo capturados por una “idea loca” y reírnos de ella.

-¿Cuáles son las diferencias en el aprendizaje según las edades evolutivas?

-Para estudiar la relación con el aprendizaje, podríamos distinguir a grandes rasgos, la infancia, la adolescencia, la juventud y la edad adulta. Comencemos por la infancia. El niño asimila todo con suma facilidad. Su memoria parecería ilimitada, aunque no lo sea. En cuanto a la concentración, puede sostenerla por períodos mucho más breves que un adulto, pero lo hace de un modo pleno. Otra característica es que pasa del trabajo escolar al juego y del juego al estudio sin un tiempo de preparación para ponerse en clima. Las transiciones son automáticas. Conocer todas estas particularidades ayuda a los docentes a enfocar mejor las clases y el trabajo en el aula.

-¿Y en cuanto a la adolescencia?

-La característica del adolescente, por el contrario, es la dispersión o, en otras palabras, la dificultad para la concentración. El estado de dispersión es absolutamente natural en la adolescencia y todos debemos aceptarlo, el adolescente mismo y los que interactúan con él. Sin embargo, se pueden mitigar sus efectos por medio de los llamados ejercicios de atención plena o de presencia. Según nos enseñan las neurociencias, lo importante es no luchar contra algo, sino ir a favor de. Pequeños ejercicios de presencia, como desautomatizar acciones de la vida cotidiana, practicados diariamente atenúan la dispersión y, en consecuencia, favorecen la concentración.

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