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Conformistas y críticos

Día a día descubrimos elementos que afectan nuestro estado de ánimo, víctimas totales de agentes externos que interrumpen por momentos una línea de actividades que quisiéramos desarrollar de tal manera y sucede de otra, inesperadamente el día se convierte en algo que no pensamos y que preferimos aceptar solo porque sí.

Salir a la calle, es de inmediato un contraste con la pasividad de nuestra casa, preferimos ver los paisajes por la televisión ya que el sistema de cables y postes eléctricos obstaculizan todo tipo de cielo, no hablemos de banquetas, menos de un diálogo matutino con el vecino, o pensar en un paseo hacia el trabajo con café en mano y usar el vehículo solo fines de semana.

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No se trata de una crítica hacia este sistema, es más bien una llamada de atención hacia los que critican, y en este conjunto puedo fácilmente incluir al gremio de diseñadores, arquitectos, constructores y urbanistas. Pero por ahora quiero enfocarme en los CONFORMISTAS que hacen de esta situación, una forma de vida.

CONFORMISTAS Y CRITICOS

Arquitecto Juan Carlos García

Conceptualizar un proyecto arquitectónico es por ahora un sueño guajiro, es más, cuando en la academia se le pide a un estudiante que sueñe con la arquitectura, este muestra una respuesta arquitectónica producto de todo menos de un sueño. En el desarrollo profesional es un sueño que se esfuma con el signo monetario del momento, la velocidad de la realización del proyecto y dejamos de ser víctimas para convertirnos en cómplices del asesinato a lo que en algún momento llamamos arquitectura.

Ser cómplices es quizás la vergüenza más grande con la que debemos lidiar, y además de esto, agreguemos el mayor atrevimiento de sentirnos con el derecho de ser críticos de lo que está pasando con la arquitectura en Guatemala, emitir juicios de valor, que se desprenden de toda coherencia, porque el mismo día a día nos convierte en victimarios. No asumimos la responsabilidad de lo que hemos dejado de hacer.

¿Y cómo iniciamos con este cambio?, estas letras serán redundantes si no logran en el lector una inquietud para detener el tren, sentarse, beber cualquier cosa que lo ayude a pensar, y continuar el viaje a pie. Y a pie será este discurso romántico de lo que creo que puede ser la arquitectura en nuestros lares.

Primero debemos comprender que el fin último de la arquitectura es elevar el espíritu de las personas, comprender esta dualidad entre la materialidad y la espiritualidad, y que nuestra responsabilidad radica en complacer a ambas, con la misma respuesta. Es un reto que no todos estamos conscientes que debemos asumir, claro, si lo que queremos hacer es arquitectura debemos asumir este reto, y definirlo como nuestra responsabilidad.

Partiendo que ahora no es un reto hacer arquitectura, sino, que si queremos hacer arquitectura, debemos ser responsables. El discurso se comprime y se facilita, porque las líneas de acción serán más cortas si sabemos que es lo que hay que observar, cuáles son esas variables de diseño que debemos satisfacer, y la práctica de este ejercicio nos desligará completamente del sistema que al inicio del texto nos obligaba a actuar y responder con una supuesta ARQUITECTURA RESULTISTA de ciencia y estadística.

Como diseñadores debemos ser capaces de ver lo que otros no ven, ver cómo funcionó en el pasado, cómo funciona ahora, y si podemos afectarlo, saber cómo funcionará en el futuro. Ser capaces de ubicarnos en el contexto donde se plasmará el elemento arquitectónico, pisar la misma tierra, sentir descalzos cómo el césped roza nuestra piel, cómo respira la tierra, su humedad, caminar no solo los límites del solar, atrevernos a caminar más allá.

Dialogar con las personas que están alrededor, escucharlos, reconocer el tono de su voz, identificar los suspiros, saber las necesidades que tienen, aunque el proyecto quizás no les involucre, serán afectados por su simple presencia, y no podemos ser ajenos a esta situación. Debemos enamorar al usuario tanto como nosotros estemos enamorados del proyecto como diseñadores.

Escuchar el sonido del viento, y si existen elementos que impiden escucharlo, saber también cómo poder contrarrestar este efecto. Sentir la circulación del aire, los aromas que viajan en él, ver todo aquello que nos rodea, y todo aquello que al cerrar los ojos aparece en el mismo sitio. Tocar, mojarnos, sentarnos, comer en el lugar, ver cómo camina la gente, qué tipo de ropa utiliza, cómo interactúan, cómo viven, hacia dónde van, cuándo regresan, quién los acompaña…

En fin es descubrir todo aquello que ha estado y está en el lugar antes de incluirnos en él, me quedo corto con lo que mencioné, pero la idea es transmitir la sensibilidad a la que debemos llegar, ver lo que otros no ven, quizás lleve más tiempo, quizás el cliente necesite un resultado, pero seguramente la satisfacción final será muchísimo mayor, por el simple hecho de poder ver todo aquello que conceptualizó a la materia.

Invitarnos a caminar con papel y lápiz, sentarnos y dibujar lo que vemos y pensamos, atrevernos a cambiar, saludar al sol detrás de los cables, sonreír a la vida, cambiar de actitud para que esta nueva actitud se refleje en lo que diseñamos, separar el miedo, transformarlo en precaución, y disfrutar todo lo que ya no disfrutamos, las pequeñas cosas que dejamos a un lado, y que hacían del día, unas ganas de vivirlo.

Tener presente que ser responsables en hacer arquitectura implica, no solo saber dibujar en computadora y menos saber hacer RENDERS, implica enamorar al cliente, ver más allá de lo que otros ven, conocer las circunstancias

que rodean al elemento, conocer el nombre de los usuarios, y al sumar esta inmensidad de factores, ver surgir el alma del proyecto que será la culpable de invadir a los usuarios y contagiarlos de las emociones que en su momento nos invadieron a nosotros.

Ganarnos el derecho de emitir juicios de valor, o quizás saber que no debemos emitir ninguna opinión, sin haber intentado antes hacer un cambio con nuestro trabajo.

Mi camino es aún muy largo, lleno de aventuras, donde los primeros pasos quizás hayan sido RESULTISTAS, víctimas del deseo y la inexperiencia, de querer hacer por el simple hecho de estar incluido en un mundo que en definitiva lleva un ritmo muchísimo mayor al que puedo ajustarme. Aún no puedo hacer lo que quisiera, intento contagiar de este pensamiento revolucionario a los pequeños, intento dormir despierto, y soñar cuando estoy durmiendo… La arquitectura es un pretexto de vida, es una excusa para vivir, pero aunque no sepa cómo hacer arquitectura, se cómo no quiero que sea, sé que como persona mis necesidades se desprenden de esta idea romántica de arquitectura. Quizás sean querer saludar al vecino, caminar por una banqueta, tomar café camino al trabajo, y usar el vehículo únicamente los domingos, serán tan solo resultado de haber detenido el tren y bajarme a tomar algo.

Cay cay

Arq. Juan Carlos García estudió la Maestría en Arquitectura con especialidad en Interiores Sostenibles en UNIS. En 2012 cursó el MASTER OF ARCHITECTS organizado por ARCHITECTURAL FUNDATION AUSTRALIA del arquitecto australiano Glenn Murcutt (Premio Pritzker 2002), en Sidney.

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