Agenda Cultural Alma Máter junio 2018

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Editorial Bergman vive ¡

Qué mueve más la vida que la conciencia de su inevitable extinción! La humanidad, consciente de su impotente fragilidad ante esta certera realidad, ha hecho hasta lo imposible para permanecer por siempre. Así, ha pasado por múltiples credos que lo han llevado desde la creación de las legendarias pirámides hasta la ilusoria práctica de la criogenia, en un intento del ingenio humano por vencer la desaparición de su oportunidad sobre la tierra. Los egipcios supusieron que las recámaras profundas de sus imponentes construcciones serían el puente indicado para atravesar hacia la eternidad; hoy, según cuentan, existen cuerpos inertes conservados varios grados bajo cero, esperando un futuro cercano que, con la tecnología prometida por el avance de la ciencia, alivie y repare los males del presente. Como quiera que pase la vida y, de momento, lo cierto es que la única forma de trascender a la irreversible cita con la muerte es vivir poéticamente, hacer propio el mundo que nos tocó por suerte y re-crearlo de alguna manera, ojalá para bien y de forma hermosa. Así no seremos olvidados fácilmente. Ingmar Bergman nació en Upsala, Suecia, el día catorce de un mes como este, hace ya cien años y, como ha pasado con muchos grandes creadores, logró, sin recámaras ni criogenia, seguir aquí después de su último respiro. Su obra es, con creces, garantía de su inmortalidad; obviamente, mientras exista un ser humano que recuerde su legado. La obra de Bergman es tan amplia como diversa. Literatura, cinematografía y dramaturgia son algunas de las artes que rápidamente

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Ingmar Bergman, Persona, 1966

se vienen a la cabeza cuando pensamos en el hombre de El séptimo sello. El exceso de humanidad manifiesto en sus creaciones es, quizá, una de las grandes características de una obra que mantuvo la fragilidad y la espiritualidad al frente de su discurso. Quizá por esta razón la muerte siempre estuvo sobre su mesa de noche para recordarle y animarlo a vivir intensa y poéticamente su tiempo. Marie Nynerod, realizadora y actriz quien trabajó con Bergman, logró una íntima y reveladora 2018 | Julio


entrevista en el ocaso más dorado de sus días. Una tarde de 2004, el poeta de las tablas y del celuloide le confesó a Nynerod que: No ha habido un solo día de mi vida en que no pensara en la muerte. O en que el pensamiento de la muerte no me afectara de algún modo. Escribí una película acerca de la muerte: El séptimo sello. Fue una excelente terapia. En ocasiones, las cosas que haces, las cosas que escribes, pueden ser terapéuticas. Y ello lo fue… Pero luego sucedió algo curioso. Lo que pasó fue que me salió un absceso con unos signos muy prematuros de septicemia y me debía cortar la hinchazón. Esto lo hicieron en el hospital Sophiahemmet. Sentí un pequeño pinchazo, y luego… nada. Ya ves. Ocho horas de mi vida completamente borradas. Era hipersensible a la anestesia y me habían puesto mucha. Esto me fascinó pues pensé: “¿Es así la muerte?”.

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Somos una luz que está encendida. Luego, cierto día se extingue. Nada queda, ninguna llama. La muerte no es algo que haya que temer. Es misericordiosa en demasía. Algo magnífico. Luego de haberlo comprendido, viví una vida tranquila. Me di cuenta de que podía deshacerme de mis pensamientos sobre la muerte de cada día. Siempre acudían a mí especialmente durante la medianoche, justo antes del amanecer, pero podía desecharlos diciéndome a mí mismo que no eran nada. De ser algo, pasas repentinamente a no ser nada. Me gustaba la idea. Y luego vino el gran problema. El devastador problema. Ocurrió cuando murió Ingrid [Ingrid von Rosen, su última compañera], hace casi ocho años. Y, lógicamente, me dije: “No volveré

a ver a Ingrid nunca más. Se ha ido para siempre”. Lo raro es que siento la presencia de Ingrid, especialmente aquí, en Fårö. Intensamente. Y pienso: “No podría sentir su presencia si no existiera, ¿no es así?”. Aquella operación fue una reacción química. No fue la muerte real, sino una muerte artificial. En la muerte verdadera, tal vez Ingrid me esté esperando y esa Ingrid exista. Y venga a mi encuentro. Yo acepto que veré a Ingrid. Y he eliminado completamente ese otro pensamiento de pesadilla de que nunca más la volveré a ver. Reconozco el hecho de que volveré a ver Ingrid”.

Como homenaje a uno de los grandes creadores del siglo pasado, nuestra Agenda Cultural Alma Mater, en su edición número 255 ha incluido un entrañable fragmento de la autobiografía de Bergman y una luminosa entrevista que le hizo el periodista español Juan Cruz al director sueco, y ha invitado a Mario Yepes Londoño, Gabriel Rodríguez Álvarez, Juan David Suárez Ceballos y Santiago Andrés Gómez Sánchez, tal vez con la idea de recordarnos que la mejor manera de seguir entre los vivos es conmover con nuestra capacidad creadora y que es ahí precisamente donde el arte tiene su papel fundamental, hacer trascender, con su poder, nuestra fútil existencia. y claro está, Bergman vive, 100 años después de haber nacido. Oscar Roldán-Alzate

Fotograma de la pelicula El séptimo sello, 1957

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De Linterna mágica Ingmar Bergman

[…]

A decir verdad, pienso en mis años infanti-

les con placer y curiosidad. Nunca me faltó alimento para la fantasía y los sentidos, y no puedo recordar haberme aburrido jamás. Al contrario, los días y las horas desbordaban de cosas curiosas, parajes inesperados, instantes mágicos. Todavía puedo pasearme por los paisajes de mi infancia y revivir luces, aromas, personas, habitaciones, instantes, gestos, acentos y objetos. Raras veces se articulan en episodios que contar; son más bien películas rodadas al azar, cortas o largas, sin sentido. La prerrogativa de la infancia: moverse sin dificultad entre la magia y el puré de patatas, entre el terror sin límites y la alegría explosiva. No había más límites que las prohibiciones y las normas, unas y otras eran sombrías, la mayoría de las veces incomprensibles. Recuerdo, por ejemplo, que yo no entendía eso de las horas: “Tienes que aprender de una vez a ser puntual, ya tienes reloj, ya entiendes el reloj”. Y, sin embargo, el tiempo no existía. Llegaba tarde al colegio, llegaba tarde a las horas de comer. Me paseaba con absoluta despreocupación por el parque del hospital, mirando cosas y fantaseando, el tiempo dejaba de existir, algo me recordaba que en realidad tenía hambre y ya se había armado. Era difícil distinguir entre lo que yo fantaseaba y lo que se consideraba real. Haciendo un esfuerzo podía tal vez conseguir que la realidad fuese real, pero en ella había, por ejemplo, espectros y fantasmas. ¿Qué iba a hacer con ellos? Y los cuentos, ¿eran reales? ¿Dios y los ángeles? ¿Jesucristo? ¿Adán y Eva? ¿El

Ingmar Bergman durante la grabación de Fresas salvajes, 1957

Diluvio? ¿Qué pasó en realidad con Abrahán e Isaac? ¿Pensaba de verdad cortarle la cabeza a su hijo? Excitado, con los ojos clavados en el grabado de Doré, me identificaba con Isaac, eso era real: el padre estaba pensando cortarle la cabeza a Ingmar, ¿y si el ángel llega demasiado tarde? Habrá lágrimas. Se derrama sangre e Ingmar sonríe pálidamente. Realidad. Y entonces llegó el cinematógrafo. Fue unas semanas antes de Navidad. Jansson, el uniformado chofer de la incalculablemente rica tía Anna, había venido a traer una gran cantidad de paquetes que, según la costumbre, se ponían en el cesto de regalos de Navidad que se metía en el armario que había debajo de la escalera de acceso al piso de arriba. Había un paquete que despertaba especialmente mi excitada curiosidad: era marrón y cuadrado y en el papel de envolver ponía “Forsners”. Forsners era una tienda de fotografía que había en la cuesta de la Hamngaran. No vendían únicamente cámaras, sino también cinematógrafos de verdad. 2018 | Julio

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Fotógrafo Sven Nykvist, imagen tomada de Ettedgui, P. (1998). Directores de fotografía / cine, Barcelona, Océano, p. 17

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Lo que yo más deseaba en el mundo era un cinematógrafo. Un año antes había ido al cine por primera vez y había visto una película que trataba de un caballo, creo que se titulaba Belleza negra y estaba basada en un famoso libro infantil. La pasaban en el cine Sture y nosotros estábamos en la primera fila del anfiteatro. Para mí ese fue el principio. Se apoderó de mí una fiebre que no desaparecía. Las sombras silentes vuelven sus pálidos rostros hacia mí y hablan con voces inaudibles a mis más íntimos sentimientos. Han pasado sesenta años y nada ha cambiado, sigue siendo la misma fiebre. Poco después, ese mismo otoño, fui a casa de un compañero de colegio. Tenía un cinematógrafo y unas cuantas películas y nos hizo una función de cumplido a Tippan1 y a mí. El anfitrión me permitió darle a la manivela mientras él le metía mano a Tippan. La Navidad era una explosión de regocijo. Mi madre dirigía la fiesta con mano firme. Tuvo que haber habido una considerable organización detrás de aquella orgía de hospitalidad, comidas, parientes que llegaban, regalos y ceremonias religiosas. Julio | 2018

En nuestra casa, la Nochebuena era un acontecimiento bastante tranquilo que empezaba con la oración de Navidad en la iglesia a las cinco y seguía luego con una comida alegre, pero mesurada. Después se iluminaba el árbol, se leía el evangelio de Navidad y nos íbamos pronto a la cama porque teníamos que levantarnos a tiempo para la misa del alba que en aquella época era de verdad al alba. No se repartía ningún regalo, pero la noche era animada, un prólogo excitante de los festejos del día de Navidad. Después de la misa del alba, con sus velas y trompetas, daba comienzo el desayuno de Navidad. Para entonces, mi padre ya había cumplido sus obligaciones profesionales y cambiaba la sotana por el batín. Solía desplegar su mejor humor y pronunciaba un improvisado discurso en verso para los invitados, cantaba canciones especialmente compuestas para la fiesta, brindaba con aguardiente, imitaba a sus colegas y hacía reír a todo el mundo. A veces pienso en su alegre ligereza, su despreocupación, su ternura, su amabilidad, su temeridad. Pienso en todo aquello que las tinieblas, la pesadez, la brutalidad y el distanciamiento borraron con tanta facilidad. Creo que muchas veces he sido muy injusto con mi padre en mis recuerdos.


Después del desayuno íbamos todos a la cama a dormir unas horas. La organización interna tuvo que haber seguido funcionando ya que, a las dos en punto de la tarde, justo al anochecer, se servía el café. La casa estaba abierta para todos los que querían desear Felices Pascuas en la rectoría. Algunos de los amigos eran músicos de profesión y en las festividades de la tarde solía haber un concierto improvisado. Y así se iba acercando el cenit pantagruélico del día de Navidad, que era la cena. Tenía lugar en la amplia cocina donde provisionalmente se había suprimido el rango social. La comida estaba en la mesa y en los bancos del fregadero cubiertos con manteles. Los regalos se repartían en la mesa del comedor. Se traían los cestos, mi padre oficiaba provisto de un puro y una copa de licor, se entregaban los paquetes, se leían versos, se aplaudían y comentaban; no había regalo sin versos. Y ahora viene lo del cinematógrafo. Fue a mi hermano a quien se lo dieron. Yo empecé inmediatamente a aullar, fui reprendido, desaparecí debajo de la mesa donde seguí gritando, me dijeron que hiciera el favor de callarme, me fui corriendo al cuarto jurando y maldiciendo, pensé escaparme de casa y, finalmente, me dormí de tristeza. La fiesta siguió su curso. Desperté ya entrada la noche. Abajo, Gertrud2 cantaba una canción popular, la luz de la lámpara estaba encendida. Una lámina transparente con el portal de Belén y la adoración de los pastores brillaba tenuemente sobre la alta cómoda. En la mesa blanca plegable, entre los demás regalos de mi hermano, estaba el cinematógrafo con su chimenea curvada, su lente circundada por el latón delicadamente trabajado y su soporte para los rollos de película. Tomé una decisión rápida, desperté a mi hermano y le propuse un trato. Le ofrecí mis cien

soldados de plomo a cambio del cinematógrafo. Como Dag tenía un gran ejército y siempre estaba enzarzado en asuntos bélicos con sus amigos, llegamos a un acuerdo satisfactorio para los dos. El cinematógrafo era mío. No era una máquina complicada. La luz procedía de una lámpara de queroseno y la manivela estaba unida a una rueda dentada y a una cruz de Malta. En el lado posterior de la caja de hojalata había un sencillo espejo reflector. Detrás de la lente había un soporte para transparencias coloreadas. Con el aparato venía también una caja cuadrada de color violeta. Contenía unas cuantas transparencias de vidrio y una película de 35 mm de color sepia. Medía unos tres metros y estaba pegada formando una cinta sin fin. En la tapa venía el título de la película: Frau Holle. Nadie sabía quién era la tal Frau Holle, pero con el tiempo se aclaró que era el equivalente popular a la diosa del amor de los países mediterráneos. A la mañana siguiente me retiré al amplio ropero de nuestro cuarto, coloqué el cinematógrafo sobre un cajón, encendí la lámpara y dirigí la luz hacia la blanca pared. Después lo cargué con la película. En la pared apareció la imagen de una pradera. En la pradera dormitaba una joven vestida con lo que parecía un traje regional. Al mover la manivela —esto no se puede explicar, no puedo poner en palabras mi excitación; puedo, en cualquier momento, rememorar el olor del metal caliente, el olor a polvo y alcanfor del ropero, la manivela en mi mano, el tembloroso rectángulo de la pared. Yo movía la manivela y la joven se despertaba, se sentaba, se levantaba lentamente, estiraba los brazos, daba una vuelta y desaparecía por la derecha. Si seguía dando a la manivela, la chica volvía a estar en la pradera y luego repetía exactamente los mismos movimientos. Se movía. 2018 | Julio

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[…] Mi abuela se quedó pues viuda cuando todavía era joven. Se vistió de negro y le blanqueó el pelo. Los hijos se casaron y se fueron de casa. Se quedó sola con Lalla. Mi madre contaba a veces que mi abuela no quería a nadie excepto a Ernst, el benjamín. Mi madre trató de ganarse su cariño imitándola en todo, pero era más blanda y fracasó. Mi padre describía a la abuela como una vieja lagarta con ansias de poder. Seguramente no era el único que opinaba eso.

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A pesar de ello, yo viví lo mejor de mi infancia en casa de mi abuela. Me trataba con áspera ternura e intuitiva comprensión. Habíamos creado, entre otras cosas, un ritual que ella jamás traicionó. Antes de la cena nos sentábamos en su sofá verde. Allí “dialogábamos” durante una hora más o menos. Abuela hablaba del Mundo, de la Vida y también de la Muerte (que ocupaba bastante mis pensamientos). (Quería saber lo que yo pensaba, me escuchaba atentamente, se saltaba mis pequeñas mentiras o las apartaba con amable ironía. Me dejaba hablar como una persona auténtica, completamente real, sin disfraces. Nuestros “diálogos” están siempre envueltos en atardecer, confianza, noche invernal. Abuela tenía además una característica encantadora. Le gustaba mucho ir al cine y si la película era tolerada para menores (lo que se anunciaba los lunes junto con la cartelera en la tercera página del periódico Upsala Nya Tidningen) no hacía falta esperar hasta el sábado o el domingo para ir al cine. Sólo una nube empañaba nuestra alegría. Abuela tenía unos chanclos de goma horribles, y no le gustaban las escenas de amor que, a mí, por el contrario, me parecían maravillosas. Cuando los protagonistas manifestaban sus sentimientos dema-

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Liv Ullmann, imagen tomada de Ettedgui, P. (1998). Directores de fotografía / cine, Barcelona, Océano, p. 16

siado rato y con demasiado afán, los chanclos de mi abuela empezaban a rechinar. Era un ruido espantoso que llenaba todo el cine. Leíamos en voz alta, nos contábamos historias inventadas, las historias de fantasmas y otros horrores se encontraban entre nuestras preferidas; también dibujábamos monigotes que eran como una especie de tebeos. Uno de los dos empezaba dibujando algo. El otro continuaba con el dibujo siguiente tratando de desarrollar la historia. A veces dibujábamos varios días seguidos, llegábamos a tener cuarenta o cincuenta dibujos. Entre un cuadro y otro escribíamos textos explicativos. Los hábitos y las rutinas de la vida en casa de mi abuela eran espartanos. Nos levantábamos cuando se encendían las estufas. Eran las siete. Friegas en un baño de latón lleno de agua


helada, desayuno a base de gachas de avena y un bocadillo de pan galleta. Oraciones de la mañana Después a la calle, hiciera el tiempo que hiciera. Paseo estudiando las carteleras de los cines: el Skandia, el Fyris, el Röda Kvarn, el Slotts, el Edda. Cena a las cinco en punto. Sacábamos los viejos juguetes de cuando el tío Ernst era niño. Lectura en voz alta. Las oraciones de la noche.

la puerta que hay entre el salón y el comedor, se apaga la luz y tía Lotten hace su función de teatro (tuvo que haber sido muy hábil: manipulaba varias figuras al mismo tiempo y hacía todos los papeles; de repente la pantalla se teñía de rojo o de azul, surgía un demonio del rojo o se perfilaba una tenue luna en el azul, de pronto todo era verde y en las profundidades del mar se movían peces extraños).

La campana Gunilla3 da las campanadas de las horas. A las nueve es de noche. Estar tumbado en el puf escuchando el silencio. Ver la luz de la farola de la calle proyectar luces y sombras en el techo.

[…]

Cuando la tormenta de nieve se desencadena sobre la llanura de Upsala la farola se mueve, las sombras se retuercen; en la chimenea se oyen ruidos y silbidos. Los domingos cenábamos a las cuatro. Venía tía Lotten que vivía en una residencia para misioneras ancianas y había sido compañera de mi abuela en el instituto, donde fueron unas de las primeras chicas del país que hicieron el bachillerato. Tía Lotten había ido de misionera a China donde perdió su belleza, sus dientes y un ojo. Abuela sabe que, a mí, tía Lotten me parece repugnante, pero considera que debo endurecerme. Por eso me coloca al lado de tía Lotten en las cenas dominicales. Yo puedo verle la nariz peluda en cuyos orificios hay siempre un moco amarilloso verdoso. Además, huele a orines secos. La dentadura repiquetea cuando habla, acerca mucho la cara al plato y sorbe al comer. De su barriga sube a veces un gruñido sordo. Esta aborrecible persona posee un tesoro. Después de la cena y del café, desempaqueta un teatro de sombras chinescas de una caja de madera amarilla. Se tiende una sábana sobre

Notas de la editora 1 “Enfrente del zaguán hay una compañera de juegos de mi misma edad que se llama Tippan. Es muy fantasiosa y emprendedora. Comparamos nuestros cuerpos y encontramos interesantes diferencias. Alguien nos pilla, pero no dice nada”, p. 10 de Linterna mágica. 2 “Al fondo se ve a Gertrud, una joven amiga de la familia. Está mirando a mi padre con una mirada rendida y sonríe con picardía. Gertrud era mi preferida, me hubiera gustado que viniera con nosotros, se reía mucho y ponía de buen humor a mi padre; solían cantar juntos”, p. 282, ibídem. 3 Se refiere a la campana que Gunilla, esposa del rey Johan III, donó a la iglesia del castillo de Upsala en Suecia, en 1588. Aún funciona y cada noche suena a las 6 de la mañana y a las 9 de la noche.

Ingmar Bergman (Upsala, Suecia, 1918 - Fårö, Suecia, 2007). Director de cine y de teatro, guionista y productor. Autor de una prolífica obra. Algunas de sus películas más destacadas son: El séptimo sello, Persona, Fanny y Alexander, Sonata de otoño, El manantial de la doncella, Como en un espejo, Fresas salvajes, Gritos y susurros, El huevo de la serpiente y Secretos de un matrimonio. El fragmento aquí incluido lo tomamos de Bergman, I. (1988). Linterna mágica, traducción de Marina Torres y Francisco Uriz, Barcelona, Tusquets, pp. 21-25 y 31-33.

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Ingmar Bergman. Ser o no ser Juan Cruz

Esta con Ingmar Bergman es una de las en-

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trevistas más hermosas y más desgraciadas de mi vida como periodista. La conseguí con dificultad, la hice con desesperanza, terminó como una fiesta, y fue publicada con reticencia. Ahora aparece entera, pero mi redactor jefe de entonces no tuvo en cuenta la importancia implícita que tenía la conversación y la dejó a la mitad, o menos. Yo mismo he hecho barbaridades similares; Jesús Ceberio, mi director durante años en el periódico El País, suele recordar cómo le recorté una entrevista que le hizo a Gabriel García Márquez cuando este obtuvo el premio Nobel de Literatura; en las redacciones se hacen estas cosas, y sólo el tiempo recupera la memoria del desafuero como una bofetada en el rostro del periodista que sufrió el recorte a un trabajo que le costó sudor o insistencia. Lo que me hizo aquel redactor jefe con aquella entrevista a Ingmar Bergman no es más grave que lo que le hice a Ceberio con el texto de la conversación que sostuvo en México con el autor de Cien años de soledad. Ahora le dedico este libro a Ceberio, y ni así le apagaré la ofensa. Aquella entrevista a Bergman fue hecha a principios de diciembre de 1989, en Estocolmo, en un momento bastante difícil de mi vida personal; estaba en Suecia con mi hija Eva, para asistir a las ceremonias en las que se iba a coronar como premio Nobel de Literatura a Camilo José Cela, y yo iba allí como enviado especial del diario El País. Un amigo, el periodista de origen húngaro Gabi Gleishman, un tipo simpático y extremadamente eficaz, muy amigo de Knut Ahnlund, el académico que había trabajado para que Cela ganara ese galardón, se había empeñado en que yo tuviera una entrevista con Bergman. El dramaturgo y cineasta más importante de Sue-

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cia y durante años también del mundo, por la profundidad de su obra y también por su revolucionaria manera de contar en imágenes la soledad y el desamor no daba entrevistas, eso era notorio, y conseguir una era algo así como un éxito periodístico que sería valorado en cualquier redacción. Gabi quería que yo fuera feliz, también como periodista, y procuró ese encuentro con el ahínco que ponía en todas las cosas que hacía. Así que finalmente la logró, me avisó antes de volar a Estocolmo, y yo fui preparado para la eventualidad de que se confirmara. Finalmente iba a ser el 9 de diciembre, por la mañana, en el Dramaten. Me levanté temprano; la ciudad estaba nevada y gris, mi hija dormía en mi habitación, y yo la miré envidiando el sopor tranquilo que animaba su sueño, y deseando, al tiempo, que se produjera una llamada de última hora señalando que el señor Bergman no podría recibirme. Estaba entonces en medio de una enorme depresión, acelerada, además, por la tensión que había en aquella misión que protagonizaba el premio de Cela y cuya crónica también figura en este libro*. Pero había que ir, y me fui en taxi al Dramaten, junto con Luis Magán, el fotógrafo que me acompañaba en ese viaje y que fue quien luego nos retrató juntos a Gabi y a mí, felices y sonrientes, con Ingmar Bergman. Cuando llegamos ya nos esperaba Bergman, vestido de verde, apoyado en el quicio de la puerta; entonces me dio la impresión de que tenía la apariencia de un leñador austriaco; sonreía con una felicidad muy diáfana, y nos invitó a sentarnos en torno a una mesa de caoba en cuyo centro había tan solo un frutero del que sobresalían una manilla de plátanos y unas manzanas.


Ingmar Bergman, De la vida de las marionetas, 1980


Tardamos muy poco en ponernos ante el magnetófono. En un momento determinado de la conversación él acercó su vista a mis ojos, y descubrió en ellos una especie de arco senil, parece que se llama técnicamente—, y expresó su asombro por esas características que le parecían insólitas, o nunca vistas por él. Eso le llevó a bromear con la posibilidad de que mis ojos me sirvieran no sólo para acrecentar mi atractivo sino para convertirme en una estrella de cine. Así que ya habíamos llegado, en el curso de la conversación, a una cierta intimidad afable que él acrecentó con risas y fiestas que se prolongaron hasta el final, cuando le pidió a Magán su cámara y se puso a hacernos fotografías.

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Fue un encuentro muy hermoso, muy emocionante; él estaba entonces en un momento difícil de su carrera; ya lo había hecho casi todo, decía, y estaba buscando cómo quedarse en silencio. Por la noche, después de horas de trabajo en torno a las festividades de Cela, Gabi nos invitó a su casa, con Luis Magán, y allá fuimos. Al recibirnos, nuestro anfitrión me dijo, alborozado: —Fíjate, ha llamado Bergman y ha dicho que le encantó encontrarte. Pero me dijo que antes de que se hiciera la hora de la entrevista había estado a punto de llamar para cancelar la entrevista. Estaba muy deprimido.

¿Es usted muy reacio a que le entrevisten? Sí, es una cuestión de principios. Cuando trabajé haciendo películas tenía que hacer muchas entrevistas y me presionaban para que participara más ¿pero ahora? Ahora quiero proteger mi privacidad y eso significa que se acabaron las entrevistas. Es muy difícil ver a alguien durante una hora. Te puedes encontrar con alguien que no te gusta y tienes que sentarte con ese alguien durante una hora. Lo que sale de allí son simples opiniones y malos entendidos. Si son míos, no hay problema, pero si vienen de otra persona sí. Lo que acaba de decir no solo es una declaración a los periodistas sino una llamada al silencio. Como espectador español, siempre tuve la sensación de que algún día usted iba a decir: “Ya no voy a hablar más”. Sí. Esto (la entrevista) es puro accidente. Ahora estoy alejado del mundo de las películas y soy un campesino. Solo quiero sentarme en mi mesa a escribir y leer. Esta mañana estaba releyendo el comienzo de su biografía y mi hija, que está conmigo, estaba durmiendo. Todo estaba en silencio. Leía en un silencio absoluto y pensaba que al escribir sus memorias debió encontrarse con el silencio. Me conmovió mucho su biografía por razones personales. Usted es tan apasionado que más que hablar de sí mismo, parece que habla de los demás.

Desde el mismo clima había ido yo. La coincidencia del ánimo siempre se ha quedado grabada en mi memoria como uno de los factores que hace el encuentro con Bergman uno de los más felices de mi vida como periodista.

Soy un niño. Ya lo dije una vez: toda mi vida creativa proviene de mi niñez. Y emocionalmente soy un crío. La razón por la que a la gente le gusta lo que hago o hacía es porque soy un niño y les hablo como un niño.

Lástima que el redactor jefe no se sintiera seducido por completo y dejara la entrevista en casi nada. Claro que eso mismo le hice yo a Ceberio.

¿Se siente usted conmovido al verse a sí mismo en esa postura? ¿Comparte usted sus emociones?

Ahora al menos podemos leer entera aquella conversación con Bergman. Julio | 2018

Su pregunta es muy ingeniosa e inteligente, pero he de decirle que me gusta cuando la gente ve y lee algo que he hecho, siempre que


se me escuche con el corazón y con las emociones. En teoría, no tiene mucho que ver con el intelecto. Todo lo que he hecho en mi vida ha sido emocional y lo emocional se lo he entregado a mis películas. Pueden crear emociones para la gente que las ve y recibe. Pero no son mis emociones. A veces, incluso pueden llegar a ser negativas. Lo que detesto es la indiferencia. Cuando conozco a alguien que es indiferente me hace sentir muy infeliz. Usted es un hombre de palabras y de silencio. ¿Cómo lleva usted eso de usar a otras personas y emplear una técnica, como es la de hacer películas, para poder expresar lo que quiere? No soy un hombre de palabras. Las palabras me resultan muy, muy difíciles. He trabajado durante 50 años y nunca me he fiado de las palabras. Durante mi niñez comprendí que mis padres decían ciertas cosas cuando querían decir lo contrario. Yo se lo notaba en las caras, en los gestos, en las voces. No comprendía lo que decían, pero lo sentía. Toda mi vida he pensado que los grandes escritores usan las palabras como un abrigo para sus emociones y a veces las palabras pueden ser muy enigmáticas. Estoy pensando en Ibsen o en Shakespeare. He luchado para comprenderles toda mi vida y cada vez que los leo, el significado de sus textos cambia. Ser músico es mucho más simple. Las notas son un instrumento que refleja perfectamente las emociones humanas. Pero cuando tenemos que interpretar palabras, es muy, muy difícil. Ese es el primer obstáculo: las palabras. Luego tienes a los actores y a los técnicos. Tienes que ser muy cuidadoso a la hora de elegir a los actores y a tu equipo porque lo importante es saber entenderse sin palabras. Por eso siempre he trabajado con las mismas personas. Creo que he hecho más de 50 películas y sólo he tenido a tres operadores de cámara. Cuando estábamos trabajando en Munich, el equipo alemán se sorprendió. Se preguntaban qué hacían todos estos escandinavos traba-

Ingmar Bergman, El manantial de la doncella, 1960

jando sin hablarse. No teníamos que hablar. Con los actores es diferente. Me llevó mucho tiempo encontrar a actores que fuesen capaces de hablar conmigo sin palabras. necesitaba a gente que me entendiera emocionalmente. Es como un niño o un perro que no entienden las palabras, pero saben cómo suenan. No pueden decir nada, pero lo entienden perfectamente. Es muy interesante. Poco a poco, encontré a la gente con la que quería trabajar. Esto me recuerda a una anécdota de Samuel Beckett. Él y su amigo, Patrick Whalberg, jugaban al billar todos los días en París. Jugaban durante cinco horas sin decirse nada. Y cuando acababan de jugar, cada uno se iba a su casa sin decir nada. (Ingmar Bergman se ríe). Es como la relación que tengo con Sven Nykvist. Hemos trabajado juntos durante más de 30 años y tan solo hemos salido a cenar juntos unas 3 o 4 veces en todo ese tiempo. Le quiero como a un her2018 | Julio

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porque el mundo ha de vivir hacia fuera no hacia dentro. Aunque a veces nos alejemos de ellas, de las palabras. Pero usted es un buen escritor. Yo no me siento escritor. Para nada. Me siento un hombre de teatro, de películas. A pesar de haber escrito toda mi vida porque escribí todos mis guiones e incluso he escrito guiones para otros, el hacer películas y hacer teatro me resulta más preciso que escribir porque tiene que ver con mis emociones y yo al público no podría dárselas directamente. Incluso cuando hablo mi propio idioma, siento que no puedo expresarme. Siempre es una tortura cuando escribo porque nunca encuentro las palabras adecuadas.

12 Ingmar Bergman, Sonata de otoño, 1978

mano, como a un amigo, pero de nuestras vidas privadas no tenemos nada que compartir. No nos interesa. Por eso entiendo tan bien esa anécdota. Lewis Carroll dijo que quería ver la luz de la vela cuando esta se apagaba, y cuando se apagaba ni siquiera había vela. ¿Puede existir un mundo sin palabras? Eso sería imposible. Creo que estamos cerca y me da miedo. La Edad Media era una época de imágenes y pocas palabras y creo que estamos cerca de una gran catástrofe si seguimos viviendo en un mundo sin palabras. Ingrid y yo tenemos hijos. Ella tiene 4 y yo 8 así que juntos tenemos 12 hijos. Son mayores y ellos ahora tienen hijos y nos damos cuenta de que el lenguaje de nuestros nietos no es tan puro como el de mi generación. Creo que es algo espantoso y hemos de volver al mundo de las palabras Julio | 2018

Me gustaría haber sido músico. Violinista o pianista. Porque ellos ven una nota y la pueden recrear. También hubiese querido ser director de orquesta. Miran la partitura y la pueden aprender de memoria y la pueden llevar consigo a todas partes. Puedes alcanzar cierta precisión. En España hemos visto sus películas y hemos leído sus obras y, en general, nos parece que son españolas. Usted, que tiene la fuerza de Unamuno, ¿cómo se siente? ¿universal? ¿sueco? ¿español? ¿Cómo es posible que yo pueda ver una de sus películas y piense?: ¡Esto es tan español! Pues no lo sé. Pero me recuerda a cuando estábamos haciendo Escenas de la vida conyugal. No tenía otra cosa que hacer, así que empecé a escribir diálogos sobre la convivencia, sobre el matrimonio. Y comenzamos a improvisar. No teníamos equipo ni nada. Lo hicimos en mi casa, que está en una isla. Construimos un establo y filmamos 6 horas de una serie de televisión. No sé por qué, pero una vez montado hicimos un pase privado y mi mujer, al verlo, se giró hacia mí con un gesto de dolor y me dijo: “No podemos enseñar esto. Es privado. Tenemos que bajar el tono y dejarlo estar. No sólo por mí sino por tus amigos y sus espo-


sas”. Entonces me entró miedo porque sabía que tenía razón. Nos dieron mucho dinero y lo redujimos a tres horas. A todos les pareció que era suyo. No era una serie de televisión sueca, ni noruega, ni española ni americana. Sino todo a la vez. Fue una gran alegría. Porque, en cierto modo, todos somos iguales. Creo que tiene que ver con el hecho de que somos muy provincianos, no internacionales. Y justamente porque somos provincianos, de pronto nos volvimos internacionales. Lo peor es intentar ser internacional. ¿Disfrutó haciendo películas? A veces era una obligación, pero siempre ha sido una obsesión. En cierto modo, hacer películas es muy erótico. No sé muy bien por qué. No porque te acuestes con las actrices; tiene que ver con otra cosa. Creo que es porque hay un entendimiento emocional al completo. Estamos rodeados de personas que están vinculadas a nosotros. El operador de cámara, el director, los actores. El operador de cámara, por ejemplo, tenía una forma de agarrarse a la cámara que parecía que estaba abrazando a una mujer. No soy yo, en esos momentos, no era yo. Yo era ellos y estaban dentro de mí. Hacer películas es como un tener un romance. ¿Dónde se encuentra más cómodo o más consigo mismo? Es difícil, pero diría que haciendo películas. Los métodos son mucho más neuróticos que en el teatro porque cuando haces una película tienes a 50 técnicos y 4 o 5 actores. En el teatro tienes 50 artistas y la mitad de los técnicos que en una película. Cuando haces una película trabajas ocho horas al día para conseguir tres minutos buenos de material. En el cine no puedes arriesgarte a mostrar ni un minuto malo. En el teatro es más bien un proceso. Si no sale bien, intentamos mejorarlo y cada día sale mejor. Pero el cine es distinto. Y tengo que tener cuidado que los demás no se den cuenta de lo neurótico que es. De lo estresante que es.

Esta búsqueda de la perfección es como buscar una aguja en un pajar. Es cierto, pero la perfección ha de llegar cuando jugamos nuestros juegos. Es muy importante porque si pensamos que no necesitamos esta perfección, no nos tomaríamos nuestros juegos en serio y entonces todo sería en vano. La gente se pregunta: ¿quién es ese hombre de silencios, de palabras y de imágenes, que un día dijo: “Quiero decirle adiós a todo esto”? Decirle adiós al cine fue muy simple porque ya no sentía las manos. A un coche antiguo, a un Hertz o un Jaguar, le puedes meter dos motores nuevos y basta. Pero si está muy mal a la par que antiguo, eso es otra cosa. Y así me sentí yo al dejar el cine. En la última película que rodé, empecé a temblar. Esa película se llamó Fanny y Alexander y el rodaje duró siete meses. Era una serie de televisión y trabajamos todos los días durante siete meses, sin parar. Al final del día tenía que tener mis tres minutos y había tantos actores y actrices. Me dije a mi mismo: si quieres vivir más tiempo, tienes que prepararte para la vejez. En cierto modo, fue una despedida maravillosa. Trabajamos juntos, nos reímos juntos, lloramos juntos... Cuando estaba en la Universidad estudié Historia de la Literatura y yo debía tener 19 o 20 años. Había una chica guapísima en clase. La chica más guapa que te puedes imaginar. Todos estábamos enamorados de ella. Yo, sobre todo, y yo no era precisamente un chico guapo ni mucho menos. Tenía talento, pero aun así nos rechazó a todos y no comprendimos por qué. Después de unos años, me la encontré y le dije: Todos estábamos enamorados de ti. ¿Por qué no te acostaste con nosotros? Ella me dijo: Verás, dos años antes de la universidad, estaba en Persia y conocí a un jeque árabe y fue el amante más maravilloso que había conocido hasta entonces. ¿Qué debía hacer? No quería arruinar las memorias de ese hombre. Es exactamente lo que me pasó con Fanny y Alexander. Me lo pasé de miedo con un jeque árabe así que, ¿por qué continuar? (se ríe). 2018 | Julio

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¿Tomó esa decisión antes de comenzar a rodar? Sí, empezó antes, algunos años antes. Eso en cuanto al cine. El teatro es distinto. Acabo de hacer La casa de muñecas y en 1991 produciré una ópera, de un joven compositor con mucho talento llamado Daniel Borsch. Este año quería producir otra obra, pero dada mi recuperación, no pude. ¿Tuvo alguna vez alguna experiencia con la ópera? Sí, algo, pero no mucho. Teniendo una personalidad tan fuerte, ¿cómo puede leer las palabras de otros? Por ejemplo, ¿es usted Ibsen cuando lee a Ibsen?

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Soy como un director de orquesta. Miro las palabras como si fueran notas e intento comprender su significado. Ahora vuelvo a obras que leí hace tiempo y tienen otro significado. Cada vez que he hecho El misántropo, de Molière, he sacado significados diferentes. Hay una obra de Ibsen, que es muy enigmática y poco a poco comprendí que era una de las historias de amor más apasionadas de la historia del drama, pero lo raro es que eso nunca aparece, a lo largo de dos horas, jamás lo menciona. Ibsen me llegó tarde porque yo siempre estaba entretenido con Strindberg. Quiero que mis experiencias, mi comprensión y entendimiento y talento para traducir palabras se conviertan en emociones para ofrecérselas a actores y juntos dárselo al público. Es un mundo muy, muy apasionante. Es muy parecido al trabajo de un director de orquesta. Le voy a hacer una pregunta muy periodística, pero ¿es usted espectador? Soy un espectador empedernido. Me apasiona ir al cine. Pero voy a mi propio cine. En la isla en la que vivo somos unos 400 habitantes. He construido siete casas allí y yo vivo en una de ellas, aunque tengo un apartamento en Estocolmo. Pero siento que la isla es más mi casa. He vivido allí casi 20 años. Julio | 2018

Decirle adiós al teatro, después de la ópera, será distinto. En el teatro tienes que ser muy fiel a pesar de que el teatro no está obligado a mantener ninguna fidelidad contigo. Pero lo voy a hacer. Hay tantos libros que aún no he leído. Y tantas películas que quiero ver y volver a ver. Rehabilité un viejo establo que tenía 150 años y lo convertí en una sala de cine maravillosa. Tiene 25 butacas. Todos los días voy a este cine y tengo la suerte de tener allí a un colaborador que se encarga de proyectar las películas. En la isla hay una filmoteca increíble con más de 1.500 películas y tengo permiso para llevarme las que quiera. Así que hago una lista de unas 50 películas que quiero ver y ellos lo tienen todo. Es maravilloso. Voy todos los días a las 3 de la tarde. Me encanta porque así puedo controlarlo todo. Además, es una sala de cine increíble y técnicamente perfecta. ¿Qué ha visto últimamente? Este verano he visto películas suecas y francesas de principio de siglo. ¿Le gustan las películas que se están haciendo en Europa? Me gustan mucho, sí. Pero también me gustan los westerns. Y las películas malas. Todo me resulta interesante. Hasta las películas malas de los años 30. Aprendes mucho sobre cómo se pensaba en esa época, la decoración y la forma de vestir. ¿Ha visto usted películas españolas? Sí, por supuesto. Hay una en particular que me gustó mucho. Se llamaba La muerte de un ciclista, de Bardem. Creo que fue su mejor película. A Saura también le conozco. Hay un director de cine español que me recuerda mucho a usted, a sus obsesiones. Se llama Víctor Erice. No nos llegan muchas películas españolas y a ese director le desconozco, pero me gusta mucho Saura.


Creo que le imita, la forma que tiene él de vestir, la manera en la que habla. ¿Cree usted que ha creado una nueva manera de ser en el cine? Siempre me sorprende cuando me dicen esas cosas. Hábleme de más directores españoles. Berlanga. Saura es el que está casado con la hija de Chaplin, ¿no? Sí, estaba casado. No sé mucho del cine español, pero comparado con el italiano, no se hacen tantas películas allá. ¿También tendrá que ver con la cuestión política? Sí, y el cine español es bastante provinciano. Desde 1982 se están empezando a hacer otro tipo de películas, como las de Almodóvar. ¿Ha visto usted Mujeres al borde de un ataque de nervios? Oh, me encantó. La vi este verano. Qué película más maravillosa. También conocí a Rossy de Palma, que tiene una cara fantástica. Espero que continúe con su carrera. La película me pareció tan estridente y tan acogedora al mismo tiempo. Una película de las emociones humanas y la desesperación. Acabo de ver una película llamada Bagdad Café, ¿la ha visto? Sí, es una película muy buena, pero, ¿sabe qué? Creo que ahora les toca el turno a las películas rusas. Veremos muchas películas rusas. Por lo aislados que han estado, tienen su propia manera de contar historias. Yo he visto mucho cine ruso y son películas muy fuertes, muy creativas. También se están haciendo buenas películas en Polonia, Hungría, películas de Europa del Este. Me gusta mucho el esfuerzo europeo por hacer películas. Creo que es muy importante que el cine europeo se defienda del americano, aunque esto tiene mucho que ver con las distribuidoras, y hay tantas decisiones políticas por medio, pero tienen que

darle una oportunidad al cine que se hace en Europa. Es horrible depender solo de películas americanas. En la televisión sueca ponen trailers de películas americanas todos los días. Las distribuidoras tienen mucho poder, pero ni siquiera intentan promocionar las películas que se hacen aquí. Estoy muy involucrado en este movimiento. Creo que puedo ayudar. De momento soy parte del jurado y ayudo en la selección de películas. También soy miembro del consejo. Tienen mucha suerte en España porque tienen a un ministro de Cultura muy bueno [que entonces era Jorge Semprún]. Me acuerdo de Lluis Pasqual. Hizo una obra teatral fantástica, El público, el drama de Lorca. E intentamos traerle hasta aquí para que hiciera un remake de aquella producción, pero desafortunadamente no podía. Los buenos directores, sobre todo los genios, tendrían que estar administrando sus sueños y ambiciones en lugar de estar sentados con políticos porque luego no les queda mucho tiempo para hacer películas y eso es peligroso. Él también dirigió Comedia sin título. Es una persona maravillosa. Tiene mi edad y mi estatura. Pero siempre está sudando y pensando. Oh, pobrecito. Usted dijo que está siendo influenciado todo el tiempo. ¿Cómo le influye vivir con alguien? ¿Le influyen más las dificultades o las alegrías de estar con alguien? ¿La comunicación o el silencio? Es tan difícil de explicar esto en inglés. Creo que lo más importante de vivir con alguien es… Pasa como lo que ocurrió con Casa de muñecas. Vino un crítico danés muy famoso con su hermano, que había sido escritor, y le preguntó qué debía escribir sobre la obra. Y su hermano le dijo: el comentario más sincero que se ha dicho de Casa de muñecas es que se trata de una pasión sin amistad. Y creo que en la convivencia debería ser así. 2018 | Julio

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Eso es muy sabio. Lo más importante es que la gente sea vista pero que no se vean los roles que interpretan. Durante toda la vida existe una sociedad que espera que interpretes cierto rol. Si te quitas la máscara, estás desnudo. Un viejo sacerdote me dijo una vez que el amor debe hacerte sentir maduro y niño pequeño, pero no podías ser las dos cosas a la vez. Un día te toca ser el niño y al siguiente te toca hacer de adulto maduro y esto es así. Tienes que ser la persona que eres. Su trabajo no solo ha sido una búsqueda de la perfección sino de la felicidad. Para usted, ¿qué quiere decir esta palabra?

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Nada. No significa nada. Lo que he intentado hacer durante mi vida es crear cosas y darles vida. La vida creativa está llena de destrucción y está constantemente amenazada. Hay tantas tentaciones, tantas veces que dejas algo que has querido hacer, hay tantos compromisos. No sé lo que es la felicidad. ¿Sabe usted lo que es la felicidad? Es un instante. La felicidad está bien para alejarse de uno mismo de vez en cuando. Cuando te olvidas totalmente de ti mismo y estás de pronto metido en algo que es mucho más grande que tú, ya sea estar enamorado o aferrarte a una religión. Pero incluso la perfección no nos hace felices. No puedes dejar que la perfección sepa el alcance de su peligro. Si no, la perfección es algo que intentas, pero en el momento en el que lo alcanzas y lo tienes, se muere. En la imperfección existe la perfección. ¿A qué hora del día es Ingmar Bergman un niño? Creo que es bueno estar en contacto con el niño que llevas dentro todos los días, en pequeñas proporciones. Poder enfadarte y caminar por la orilla del mar y gritar. Eso es bueno. Y si ves una gaviota mirarte mientras gritas, es Julio | 2018

Liv Ullmann en La pasión de Ana (1969), imagen tomada de Ettedgui, P. (1998). Directores de fotografía / cine, Barcelona, Océano, p. 40

maravilloso. De pronto conoces tus proporciones. Ahora tengo 71 años y he hecho muchas cosas, pero no he podido hacer todas las que me gustan así que he decidido ponerme a ello. Empezaré leyendo. Quiero leer libros. Ha sido un placer. Creo que usted es un poeta y me siento muy orgulloso de haber estado con usted. Muchas gracias. Al principio estaba algo nervioso, pero me lo he pasado bien.

Nota * Se refiere al libro en el cual incluyó esta entrevista, Toda la vida preguntando.

Juan Cruz Ruiz es un periodista y escritor español. Actualmente es director adjunto del diario El País de España. Autor de una vasta y diversa obra literaria y periodística. Algunos de sus libros en este último género son: Imagen de Canarias, Egos revueltos, Viaje al corazón del fútbol, El peso de la fama, Un oficio de locos, Literatura que cuenta y Toda la vida preguntando (Círculo de Tiza, 2016, edición digital), de donde extraemos, con fines divulgativos, esta entrevista.


Un Ingmar Bergman personal. Recuerdo de un contexto Mario Yepes Londoño

Ese período de conmociones universales, na-

cionales y personales que fue para mi generación el fin de la década de 1950 y su prolongación hasta el fin de la de 1980, está signado por fecundas influencias intelectuales en los campos de la política y de las artes. A quien tenía ojos para ver y oídos para oír, nada de lo que pasó entonces le fue indiferente ni lo dejó indemne. Para bien y para mal, dicho sea con la consciencia de que no hay alternativa conocida. Luego vendría desde el comienzo de los años 90 esa nueva circunstancia que no acaba de resolverse con los más nítidos trazos de la anterior: hablando de escenografías, la provisional Caída del Muro que algunos todavía creen tan real, dramática y aparatosa como en los documentales (“ya no existen izquierda ni derecha”, dicen pensando con el deseo los que se sitúan en el “centro” con la ilusión de una tierra de nadie), y la descorrida de la Cortina de Hierro; pocos saben que esta expresión, acuñada por ese meritorio campeón de la extrema derecha que fue Winston Churchill, corresponde a una denominación del telón contrafuegos de los teatros en los países donde hay precauciones, telón que no se descorre sino que más bien se escurre de arriba abajo. Pero la historia de este período es otra historia. En esa treintena fecunda hay una avalancha de cine de todas las procedencias que ayudó a abrirnos las entendederas. Incluso aquí, donde la primacía de la distribución y de la recepción por parte del público general la tenían el cine norteamericano y el mexicano, amén de tal cual producto argentino o español (del cual, en plena oscuridad del franquismo, también pudimos ver películas de directores insumisos y más inteligentes que la censura), algunas

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Ingmar Bergman, El séptimo sello, 1957

mentes lúcidas como las de los fundadores del Cine Club de Medellín y los que lo continuaron nos permitieron conocer buena parte del cine europeo de la posguerra, incluyendo el inglés, y luego del cubano de la Revolución. Pese a los rezagos del macartismo y a la tontería de la censura confesional de aquí mismo, y en buena medida con la ayuda de la ignorancia invencible de los distribuidores, cuyo criterio de calidad y de rentabilidad es que el producto venga de fuera, aquí pudimos ver, al lado del Neorrealismo y la generación siguiente del cine italiano, de la Nueva Ola francesa 2018 | Julio


y buenas piezas polacas, soviéticas, búlgaras; algún experto contará los detalles algún día. Tarde but not least pudimos conocer a Eisenstein y a Griffith y enterarnos así de que había una gramática del cine que precedía todo ello y que en esto como en la literatura o en las artes plásticas había que conocer una historia, unos manierismos y unas estructuras.

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En una atmósfera de intensa politización en el sector que entre nosotros era o pretendía ser ilustrado, aparece Ingmar Bergman. Divididos los intelectuales entre la exigencia de una función política del arte (cuando no furiosamente adscrito al realismo socialista) y la clasificación de “puro entretenimiento frívolo” a lo que no lo fuera; sin saber cómo ubicar al existencialismo que a tantos nos sedujo si el autor no se comportaba públicamente como Sartre pero sin leer su complejidad; convencidos algunos de que aquí la alternativa era nadaísmo o guerrilla, es decir, en una atmósfera de posturas absolutas y de no mirar matices ni sutilezas ni reposados discursos filosóficos, un autor como Bergman sedujo de inmediato, incluso a quienes lo veían tan incomprensible como al Orson Welles de El proceso basado en Kafka, paradigma de lo abstruso para muchos. Se discutían entonces cosas como ¿Cuál es la importancia en el arte de las relaciones personales, afectivas, familiares? ¿Son históricas? ¿Son políticas? Bergman, con la única —creo— excepción (tardía) de El huevo de la serpiente, no ofrecía nada explícito como discurso político en aquel momento de las banderías de la Guerra Fría, ni de las contradicciones del campo socialista ni de la avasalladora presencia de Brecht en el teatro y leído en todos los géneros literarios. No era Tarkovsky, ni De Sica, ni Rosellini, ni Vajda, ni el Montaldo de El hereje o de Sacco y Vanzetti, ni los cubanos como Gutiérrez Alea. Tampoco como Bo Widerberg, sueco como Bergman, quien después de encandilarnos con su hermosa Elvira Madigan nos sorprendió con la denuncia histórica del sacrificio del sindicaJulio | 2018

lista sueco Joe Hill en Estados Unidos, y más tarde nos daría esos regalos de El pato salvaje (una de las primeras versiones que aquí vimos de Ibsen en el cine) o de El padre que también nos trajo al dramaturgo Strindberg. August Strindberg y Alf Sjöberg. Esta combinación nos trajo La señorita Julia. Y para algunos de nosotros en un tratamiento como ese estaba la misma clave de un cine de cámara (de partida, por eso mismo, difícilmente épico, difícilmente “social”) cine como el de Antonioni o el de Visconti que, sin embargo, podía confrontar en cuatro, cinco, seis personajes a las clases sociales en escenarios todo lo que se quiera privados y mostrarnos los conflictos esenciales de una época y un lugar. Así Bergman. Pero, para él, autorreconocido alumno de Sjöberg, aficionado a poner en la escena teatral a Calderón y notorio seguidor de la dramaturgia teatral de Strindberg y de Ibsen (me atrevo a interpretarlo), los grandes planos generales no son para mostrarnos multitudes o grandes acontecimientos sociales (como en la épica de Eisenstein o de Welles) sino desolados paisajes de llanura y de montaña, pero sobre todo riscos y peñascos enfrentados con borrascas marinas metafóricas, mientras en el primer plano, recortados en ese ciclorama, seres humanos luchan con sus propios desatados elementos interiores y se acusan y se aman y se refugian en su soledad. Individuos, en fin. Profundamente marcados por los estigmas de una religión puritana y calvinista, enfrentados con la angustia de representar roles impuestos en la vida pública, y frustrados pero llenos de ilusiones y placeres ansiosos en la privada, aparentemente estos personajes y sus historias responden a la clasificación de “cine intimista” (el baldón dicho con el fanatismo político de alguna izquierda) pero son profundamente imágenes síntesis de su sociedad, y entonces históricas y políticas. Cine de cámara en toda la rotunda economía de elementos; a veces bellamente enfatizada cuando, si no es el silencio o apenas el sonido ambiente, no usa Bergman el


poderío de una orquesta sinfónica (a él tan cara en otros momentos) sino un piano o como en tres de sus obras (Como en un espejo, Los comulgantes y El silencio) sólo se oyen trozos de la Suite N. ° 2 para chelo solo de Juan Sebastián Bach. Este Bergman nos formó esa parte de la sensibilidad que es, sí, la íntima, la refinada, la que no por ser en blanco y negro (el del maestro Sven Nykvist) es maniquea sino retadora para descubrir los contrastes y los grises; las sutilezas del lenguaje corporal de esos actores discretos (Bibi Andersson, Liv Ullman, Ingrid Thulin, Max Von Sydow, Gunnar Björnstrand entre muchos notables) sobre cuyos rostros casi se adivina la mano del director que guía para sacar a la superficie lo más hondo del conflicto interior pero deja crear al actor. Obras tan diversas como El manantial de la doncella, basada en una saga de la Edad Media sueca; El ojo del diablo, el aporte del Bergman escénico a la infinita elaboración del tema de Don Juan; Noche de circo, así mismo tributo a la idea siempre viva en el teatro del conflicto entre la representación y la vida (así en el circo como en la escena), en este caso el de la infidelidad en la relación amorosa, que nos evoca a pobres cómicos trashumantes como en Pagliacci de Leoncavallo con su tropa de Commedia dell’Arte o a La Strada, de Fellini. El mundo de intérpretes de música clásica en Hacia la felicidad. Entre tantas, son inolvidables aun siendo tan lejanas, para este escribidor. Pero hay dos filmes que me marcaron, en buena medida por afinidad de oficio, no del cine sino del teatro: El séptimo sello, esa hermosa leyenda medieval del caballero sueco que vuelve de la Cruzada y debe resolver en el terreno del juego el conflicto fundamental con la Muerte, mientras su recorrido vital todavía posible lo convierte en testigo obligado de la dura existencia de los pobres y oprimidos por el poder, la religión y la desesperanza; vida en la cual el único placer se encuentra en el amor y en el arte de

Ingmar Bergman, El silencio, 1963

los cómicos ambulantes; a estos, un plano final eisensteniano les conducirá a la cita en Elsinor. Inolvidable recuerdo que comparto con mis hijas, entonces de 5 y 3 años, y mi esposa, del estreno en Medellín de La flauta mágica de Mozart en la gozosa puesta en escena de Bergman en el histórico Teatro de la Corte de Drottningholm, Suecia. Con la magia de una tramoya y una escenografía del siglo XVIII, elementales y coloridas, vestuario y utilería de cuento maravilloso, y una impecable versión musical, Bergman (como bien lo enfatizaba Luis Alberto Álvarez) se goza de ponernos a disfrutar la música prodigiosa de Mozart y la historia de Shickaneder por los ojos de una niña. Nuestras hijas nos hicieron acompañarlas a tres funciones en los dos teatros que la presentaron. ¿Qué mejor elogio se puede decir? Mario Yepes Londoño, docente de la Universidad de Antioquia. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.

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Ingmar Bergman, entrañable desconocido Gabriel Rodríguez Álvarez

Los clásicos son autores con cuya obra tarde

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o temprano nos encontramos, guiados por el azar o por las voces que recomiendan qué leer, oír, mirar y conocer. Son también aquellos que con su legado nos ofrecen siempre miradores para acercarnos a lo bello y lo complejo del ser humano, lo sagrado y lo infinito. Ingmar Bergman (1918-2007) es uno de ellos y su nombre es garantía de una prolífica carrera y, a la vez, de una inoxidable calidad artística. El año de su centenario de nacimiento es oportuno acercarse al manantial y asomarse a la inmensidad de su obra. Su presencia regular en cineclubes, muestras, foros y ciclos retrospectivos confirma el aprecio por este autor, presente también en forma de festivales, libros, guiones, documentales, series televisivas y otros lenguajes escénicos como el teatro. Bergman forma parte de esa legión de creadores que han trascendido por la belleza y profundidad de sus imágenes y por la densidad dramática de sus historias. En sus estructuras narrativas palpita la poesía al examinar la psicología humana, experimentando el amor y el vacío, en la lucha individual por remontar adversidades y crisis destructoras. Las disertaciones sobre Dios y la muerte y los conflictos de la culpa y el deseo se despliegan en una rica gama de tramas con encrucijadas entre eros y thanatos, en claroscuros y frescos donde conviven los géneros de la comedia y la pieza, ejecutados con enorme maestría por todo el equipo técnico y artístico bajo la batuta del maestro sueco. Contando con cercanos colaboradores y amigos, como sus fotógrafos Sven Nykvist y Gunnar Fischer, su productora Katinka Faragó y sus intérpretes Liv Ullmann, Bibi Andersson, Max von Sydow y Gunnar Björnstrand,

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quienes fueron representando, sucesivamente, obsesiones y laberintos del desamor y la culpa, siguiendo una tradición en la que se fundían pioneros del cine sueco como Alf Sjöberg y Victor Sjöström, con la literatura y el teatro de August Strindberg, quienes habían retratado los enigmas morales y carnales en esos territorios escandinavos. Siguiendo el rastro del espectáculo y de los actores nómadas del circo, la ópera, las orquestas y el cine, el interés de Bergman toca la recepción del arte y sus efectos en el imaginario cinematográfico. También los espectáculos como el teatro, la música o la linterna mágica y sus públicos, están en la médula de la civilización desde los juglares del medioevo hasta la refinada sala de conciertos, y son retratadas en las películas de Bergman, estableciendo un árbol genealógico a través de las butacas y las miradas de los espectadores. Los filmes como Sonrisas de una noche de verano (1955), El circo (1953) y La flauta mágica (1975) son buenas ventanas para acercarse a su filmografía y emprender con mayor experiencia obras más oscuras y complejas, como los desafíos medievales a la muerte en El séptimo sello (1957), la transfiguración de la identidad en Persona (1966), su crítica a la guerra con Vergüenza (1968) y al nazismo en El huevo de la serpiente (1977), sus dudas religiosas y los cuestionamientos de la fe en La hora del lobo (1968) y en Como en un espejo (1961), y recorrer después sus cartografías sobre la infidelidad, la violencia de pareja y el divorcio en La carcoma (1971), Secretos de un matrimonio (1973), De la vida de las marionetas (1980) e Infiel (2000, dirigida por Liv Ullman) y el agobio y la posibilidad amorosa como salida a los infiernos individuales y los fantasmas de la maternidad en El silencio (1963), Gritos y susurros (1972),


Ingmar Bergman, Sarabanda, 2003


Sonata de otoño (1977) y lo agridulce y tormentoso de sus recuerdos personales en Fanny y Alexander (1989).

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En sus historias, las enfermedades son pretexto y ventana para acercarse al dolor. El director sueco sublimó sus dolencias físicas y espirituales, escribiendo diversos guiones y personajes hallados a medio camino entre la enfermedad, el delirio y la cura. La transformación de sus personajes tiene que ver siempre con los paisajes y sus entornos, sean musicales o de silencios. La reflexión permanente y escrita que hizo el cineasta produjo numerosos libros de ensayos, guiones y entrevistas que han dado pie a que se estudie su lugar primordial en la historia del cine. Con la aparición de la Reseña Mundial de Festivales en México en 1958, Bergman protagonizó las tres primeras ediciones de esta muestra con sus películas El umbral de la vida (1957) y Fresas salvajes (1957) y El rostro (1958). Más tarde, en los años 70, México recibió tardíamente su primer cine en la pantalla del desaparecido cine Regis en la Ciudad de México. A partir de esa década, se hizo protagonista frecuente de la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional y ha sido un referente de la cinefilia a través del cineclubismo. Las historias latinoamericanas podrían parecerse a esta en la que poco a poco se hizo referente de la cinefilia y un norte para los nuevos cines. En Uruguay se conoció porque los distribuidores confundieron su apellido con el de Ingrid Bergman y en una ocasión llevaron un lote, después muy apreciado, a su país. En uno de sus textos, Bergman reflexionó sobre el trabajo colectivo en la edificación y ornamentación de las iglesias en la Edad Media y se quiso considerar a sí mismo uno más de quienes aportaban a la obra desde el anonimato y su modesta especialidad; sin embargo, por la repercusión cultural de su filmografía, el cineasta se convirtió en uno de los pilares del lenguaje fílmico universal. Julio | 2018

En sucesivas épocas, los públicos se encuentran con los géneros cinematográficos; primero, en las salas monumentales y más tarde con los formatos de la televisión y los reproductores de video analógico y digital que han dado lugar a las colecciones y ediciones conmemorativas, cada vez más accesibles y complementadas con escenas desconocidas, entrevistas y fragmentos perdidos. Actualmente, las películas de Bergman son más visibles que nunca en todo tipo de ediciones de video, lo que garantiza que estarán disponibles para las miradas curiosas por mucho tiempo. Su figura, entrañable para el cine, pero también en el teatro de su país, ha inspirado diversas iniciativas de preservación de sus películas declarándolas patrimonio de la Humanidad, y la creación de una fundación que lleva su nombre para preservar su legado y estimular las artes del cine y el teatro en Suecia.1 Además de su célebre filmografía, Ingmar Bergman trabajó en los teatros suecos en numerosas temporadas en montajes de sus propias piezas y de autores dramáticos clásicos y modernos. En géneros musicales como la ópera y en comedias muy populares, se acercó al repertorio occidental de Mozart, Shakespeare, Molière, Chéjov, Ibsen, Strindberg y Pirandello. Sobre todo, en sus inicios, adaptó piezas teatrales y las convirtió en películas en las que experimentaba con puestas en escena y con el montaje, que poco a poco cedieron a escritos originales en los que pudo expresar vivencias y miedos. El maestro, y sus entrañables colaboradores, formaron un grupo de personas muy cercano que trabajaban siempre juntos. Su calidad actoral y destreza técnica alimentaron la poesía escénica y cinematográfica y legaron un patrimonio artístico a la humanidad. A su vez, el conocimiento apasionado de la música, Bergman lo utilizó en la composición de secuencias que ya son parte del imaginario colectivo. La claridad de su lenguaje hizo posible llevar al escenario lo que nació para la pantalla y viceversa y condensar en la imagen


23 Afiche promocional de la Fundación Ingmar Bergman

fílmica la fuerza interpretativa de sus actrices y sus actores. A lo largo de sus etapas creativas, se muestran en su obra diferentes tipos de violencia de índole física, psicológica o corporal que subrayan la dureza invernal nórdica. Los dogmas de fe y las instituciones religiosas nos acercan a las tensiones de género, la maternidad y solidaridad femenina, así como a la dureza del patriarcado religioso, organizado cerca de Dios y sumido en la incerteza de preguntas clavadas en la intemperie eterna de los siglos. Bergman indagó en las formas de expresar poéticamente el amor y el desamor, la alegría fugaz y la desazón, los misterios sensuales del cuerpo y los dolores de las grietas del alma, la magia de la naturaleza y el poder del silencio, de los nombres y las palabras. Creó símbolos y tejió metáforas a través de los encuadres y los colores que envuelven a los cuerpos bañados de luz.

Nota A partir de 2010, la Universidad Nacional Autónoma de México —UNAM—, desde su área Cultura UNAM, desarrolla una cátedra extraordinaria con ese nombre en colaboración con las dependencias universitarias encargadas del cine y el teatro. En 2015 celebró su xxiv sesión en la Universidad de Antioquia.

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Gabriel Rodríguez Álvarez. Escritor y profesor de Sociología del cine en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México —UNAM—, universidad en la cual, de 2011 a 2017 fue responsable de la planeación académica de la Cátedra Ingmar Bergman en cine y teatro. Contacto: gaborodal@ gmail.com. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.

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Ingmar Bergman: el hombre que mejor entendió a las mujeres Juan David Suárez Ceballos

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i hubo un director en la historia del cine preocupado por explorar los intríngulis del universo femenino, de exaltarlo y retratarlo con la mayor fidelidad posible en su más profunda complejidad, ese fue el sueco Ingmar Bergman. En, prácticamente todas las películas que realizó, aparece, de un modo u otro, en mayor o menor grado, la mujer como personaje primordial. Aquella que se asume como tal y está empoderada de su condición, que es capaz de resaltarla y amoldarla según le convenga. No es la ausencia o la negación de lo masculino; es mucho más que eso, es la exaltación de lo femenino por encima incluso de lo patriarcal.

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Dios, religión, muerte, paisajes tanto veraniegos como invernales, la familia, la pareja, la juventud, la vejez, el teatro, el circo, la representación cinematográfica, la puesta en escena, el rostro, el primer plano, el plano general, de conjunto, de detalle, la mirada (del lente de la cámara y de los personajes), los espejos que reflejan el sí mismo (interior y exterior) son algunos de los derroteros o elementos que permean y nutren la vasta filmografía bergmaniana. Precisamente, el maestro se apropia de esa inagotable fuente para ensamblar significativamente, a lo largo de su carrera cinematográfica, la figura preponderante de la mujer. En el principio Con Crisis (1945), su primer film, inaugura no solo dicho camino, sino que, inmediatamente, entran en escena sus actrices. Ya empezaban a sentarse las bases de lo que sería su obra posterior (hasta el final) y, claro está, sus hermosas, indomables y nada encasillables musas: Julio | 2018

personajes llenos de encanto, pasionales, inteligentes y con grado cero de sumisión. Posteriormente, en Ciudad portuaria (1948) nos encontramos a Berit (Nine-Christine Jönsson), una joven frágil que, decepcionada de la vida, echada a su suerte y con tormentos mentales aún sin resolver, toma la decisión de terminar con su vida, aunque su cometido será frustrado por un hombre que tratará de aliviarla del mal que la aqueja. El tema del aborto se aborda, quizá por primera vez en la historia del cine con esta película. Aún se estaba construyendo la obra del realizador nórdico, sin embargo, ya afloraban atisbos de su grandeza creativa. Para el siguiente decenio estrena Tres mujeres (1952). En esta cinta participamos en el mundo de este grupo de amigas que, en retrospectiva, comparten recuerdos sobre sus respectivos cónyuges, develando, de a poco, lo mejor y lo peor que han experimentado al convivir a su lado. Es a través de esta confesión colectiva como desahogan la frustración de un mundo que no las satisface completamente. Verano con Mónica (1953) es considerada la primera cima del autor. El personaje, interpretado por la actriz Harriet Andersson (Mónica), lleva a límites insospechados la historia de una pareja de novios que viven un idilio extremo al comienzo, para luego caer en un infernal abismo sin retorno (provocado, principalmente, por la joven), a pesar de la intención del hombre, en algún momento, de recomponer la relación sin ningún éxito. Nuestra protagonista, se transforma progresivamente: inicialmente, la deseamos y amamos profundamente, no obstante, gracias al giro en su forma de ser,


25 Fotograma de Persona (1966), imagen tomada de Ettedgui, P. (1998). Directores de fotografía / cine, Barcelona, Océano, p. 39

pasamos a detestarla, mas no a desprendernos de ella. En determinado instante, dirige la mirada (con algo de perversión) hacia la cámara, conduciéndonos inevitablemente a verla y, en parte, a leer en sus ojos el porqué de ese accionar, del cinismo y del hastío que siente al llevar una vida que no considera propia. Decía Godard al respecto: “un Verano con Mónica es el primer filme baudeleriano. Solo Bergman sabe filmar a los hombres tal como los aman y detestan las mujeres, y a las mujeres tal como las detestan y las aman los hombres”.1 La complejidad femenina Las obsesiones y compulsiones, la locura, la soledad, la desazón, la desesperación, el suicidio, la exploración de la sexualidad, las perversiones, la culpa, el rencor, el resentimiento, los

miedos, la insensatez, la manipulación, el arrojo, nos conducen por los laberínticos recovecos del alma y la personalidad femenina representada con complicidad por el director escandinavo. Como en un espejo —también conocida como A través de un vidrio oscuro— (1961) narra la perturbación de Karin, una mujer diagnosticada con esquizofrenia y cuyo estado delirante es interpretado magistralmente por Harriet Andersson. Los monólogos de la protagonista junto con las conversaciones entabladas con Dios, provocan la autoflagelación de su alma y su mente, y luego, carcomen el escaso estado cordura que todavía le queda. Dos temporadas después rueda El silencio (1963), impresionante, minimalista (como muchas de las películas que vendrán) y asfixiante 2018 | Julio


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Fotograma de Gritos y susurros, 1972

obra. Recrea la relación entre dos hermanas: Anna (Gunnel Lindblom) y Ester (Ingrid Thulin). Transcurrida la trama, percibimos los celos enfermizos que la segunda siente hacia la primera. Quizá es un amor filial que raya con lo incestuoso: simplemente desde el sentir, no desde la concreción del acto. La sexualidad y el desparpajo, que sin tapujo alguno manifiesta Anna hacia un hombre, logra sacar de casillas a la estricta y reprimida Ester. En 1966 nace la película reconocida mundialmente como la gran pieza maestra de Bergman: Persona. De nueva cuenta, la historia gira en torno a dos mujeres, Alma (Bibi Andersonn) y Elizabeth (Liv Ullmann), cuyas vidas y personalidades se entrelazan para mostrarnos el genio incuestionable del director, quien nos hace interrogar acerca de lo que en pantalla acabamos de apreciar: ¿son

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diferentes? ¿La una se apodera de la identidad de la otra? ¿Las dos forman una? ¿Son alter egos? ¿Quién es la actriz? ¿Quién es la enfermera? ¿Quién cura a quién? ¿Cuál está cuerda? ¿Quién es la loca? ¿Es el espectador o el realizador quien sufre de este trastorno? ¿O los dos? ¿Estamos ante un sueño? Lo cierto es que el demiurgo sueco da rienda suelta a todo su ímpetu creativo: el tipo de narración, el drama y los conflictos humanos, los traumas personales, el doble, las magníficas actuaciones, las imágenes subliminales, el montaje, un guion sin precedentes, el recordarnos, permanentemente, que estamos ante un filme, pero no uno cualquiera sino el que se encargó de alterar —definitiva y afortunadamente— el rumbo que tomaría el cine de allí en adelante. El séptimo arte no volverá a ser el mismo (frase de cajón, aunque aquí se inserta perfecto) con la aparición de Persona.


La cereza del pastel Por aquel entonces se está gestando la madurez como director cinematográfico de Ingmar Bergman. Sus cintas se están convirtiendo una a una (o por lo menos varias de ellas) en verdaderas joyas del arte de la imagen en movimiento y, allí la mujer sigue manteniendo su privilegiado y muy bien ganado rol. Resquemores acumulados desde la infancia, amores ocultos y frustrados, odios, intuición femenina, entrega desbordada hacia el otro, deseo, perspicacia, ansias de dominación, desapegos, amargura, ira, abandono, falta de afecto, enfermedad, son factores que priman en la etapa última de su trayectoria y que permiten consolidar el amplio y fascinante engranaje de su trabajo como cineasta. Gritos y susurros (1972), considerado un film de horror por todo cuanto allí acontece, reproduce la historia de tres hermanas —una de ellas en estado terminal— y su ama de llaves (nana de esta última), de caracteres y modos de ser muy disímiles, quienes viven en una lujosa y aristocrática casa campestre. Logran estremecernos con su comportamiento y con los sucesos de los cuales nos hacen testigos: todas guardan secretos que, en la medida en que transcurre la película, vamos descubriendo; ninguna es libre de algún sentimiento de culpa o vacío que no las deja ser plenamente felices. La única que vemos con mayor sensatez y humanidad es Anna (Kari Sylwan), la empleada que cuida de la moribunda, quien será echada de allí y descartada como cualquier trasto usado, con falso agradecimiento y aberrante sutileza. Como colofón del presente artículo quisiera cerrar con el único filme que por primera y última vez consiguió reunir a un par de gigantes del cine de su país, los dos Bergman: Ingmar e Ingrid. Sonata de otoño (1978), una producción que genera todo tipo de comentarios por la forma en que se va conduciendo la línea argu-

mental de esta. Charlotte (Ingrid Bergman), una reconocida pianista, visita a sus hijas Eva (Liv Ullmann) y Helena (Lena Nyman) a las cuales no veía hacía años. Apenas cae la noche, un fuerte choque de palabras entre la madre y Eva sacará a la luz todos los castigos, vergüenzas y ofensas a las cuales Charlotte la sometió cuando era niña. El acto que acabamos de presenciar aliviará su espíritu y disipará sus resentimientos, encontrando el equilibrio emocional que tiempo atrás había perdido. Los largometrajes de Bergman en los cuales sus musas llevan el papel protagónico, son, desde mi punto de vista, una biblia, una sinonimia del género femenino, un manual irrefutable sobre la conducta, el comportamiento, las emociones, los pensamientos y el alma en general de estos extraordinarios seres tan fuertes e impredecibles como hermosos y cargados de amor. Así como ellas son capaces de concebir a una criatura humana, tal cual Ingmar es capaz de dar a luz magistralmente a través de su cámara (y plasmarlo en imágenes) a este ser enigmático, desafiante, sabio y sensual: la mujer.

Referencia Godard, J. L (1958). “Monika”, Arts, N.o 680, julio 30 de 1958. Citado por Mandelbaum, J. (2011). Serie Maestros del cine: Ingmar Bergman, Cahiers du cinéma, p. 24.

Juan David Suárez Ceballos es sociólogo de la Universidad de Antioquia e investigador cinematográfico. Ha publicado textos para la Agenda Cultural y para la revista de cine Candilejas (Universidad del Tolima). Actualmente coordina el cine club de la corporación artística La Polilla en la ciudad de Medellín. Escribió este artículo para la Agenda Cultural Alma Máter.

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El espíritu descreído Santiago Andrés Gómez Sánchez

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ay varios momentos de la obra y de la vida de Bergman en los que uno puede advertir que el guionista, de quien hay que decir que merecía el Nobel de Literatura, el famoso cineasta ateo, o simplemente el hombre de vida agitada, nos estaba compartiendo su creencia en ciertas variantes de lo absoluto presentadas en forma de sensaciones. No me extenderé demasiado, ni quiero ni puedo hacerlo, tampoco hay mucho que agregar.

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Poco después de haber hecho esa obra terrible, sin esperanza, que es El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957), la llamada Trilogía de Dios [conformada por las películas Como en un espejo (Sasom i en spegel, 1961), Luces de invierno (o Los comulgantes) (Nattvardgästerna, 1963) y El silencio (Tystnaden, 1963)], ofrecía en su primera parte (Como en un espejo) un emocionado proemio. Al final de la película, el neurótico David (Gunnar Björnstrand) le dice a su hijo Minus (Erik Passgård), luego de un accidentado trance de soledades y desencuentros: Quisiera darte una señal de mi propia esperanza: saber que el amor existe como algo verdadero en el mundo de los seres humanos. Todas las clases de amor, la más alta y la más baja, la más pobre y la más rica, la más ridícula y la más hermosa, la inspirada o la burda. De repente se convierte el vacío en riqueza y la desesperanza en vida. Es una gracia. La gracia antes de la pena de muerte. Mientras haya humanidad tiene que haber amor. Él es tan eterno como la vida y, por lo tanto, indestructible. Tal vez cualquier comentario sobra, pero yo quisiera añadir que aquí el adjetivo verdadero puede Julio | 2018

entenderse, en cierto sentido, pero muy claramente, como absoluto, y que a la vez este absoluto se presenta en una serie de manifestaciones, como sensación, como algo vital. Muchos años después, en una de sus películas finales, y no lamento mucho no recordar bien ahora si es Creadores de imágenes (Bidmakarna, 2000) u otra, pues basta entender que se trata de un filme del periodo final de Bergman, un personaje le dice a otro que quizás haya que aceptar que de veras hay algo sagrado en esta vida. Bergman fue, no solo un reconocido ateo, sino casi un proselitista del ateísmo, y a eso volveremos en seguida, pero no solo al final de sus años hubo en él un incómodo creyente: siempre lo hubo. Aquí, la convicción del personaje que mal recuerdo, o que recuerdo menos que sus palabras, es que hay que creer, más que en Dios, en que cada quien alberga algo sagrado. Lo sagrado es ahora lo que puede entenderse en ese parlamento como absoluto, pero de nuevo late en cada quien como un pálpito de esperanza para el otro. Entender que en el otro hay algo sagrado es, desde luego, reconocerlo en nosotros. Quizá pueda ser válido recordar cómo en la Teoría de la religión, de Georges Bataille, todo lugar donde permitimos que repose nuestra esencia, será sagrado, pero solo porque hay una traslación permanente de ello. Si lo ponemos adentro, termina arriba, pues en realidad no hay diferencia entre uno y lo demás. Tan pronto diferenciamos nuestra individualidad, perdemos lo sagrado, que queda muy adentro, pero solo lo buscamos afuera. Y tan pronto lo vemos arriba, vuelve abajo; tan pronto aquí, vuelve allá. Si lo vemos en todo, lo vemos en nada, si lo vemos en nada, lo vemos en todo.


Ingmar Bergman, Fannny y Alexander, 1982


No deja de ser curioso ver dos cuerpos hablando de lo sagrado que hay en cada quien. Pero Bergman no solo llegó a entender en un momento de su vida el absoluto como un amor verdadero en la vida de los hombres, o como un algo sagrado que hay (que palpita) en cada quien. Para él sus argumentos sobre la existencia misma de Dios o sobre la vida eterna eran aportados por sus experiencias sensibles en la vida. En una entrevista que dio por los años en que terminó de hacer Persona (1965-66), el sueco contaba que una vez, cuando fue anestesiado para ser sometido a una operación, pudo advertir al despertar que había experimentado la nada, o mejor dicho: que descubrió “que no hay nada”.

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Todo era un vacío, y a ese vacío correspondería la realidad de la vida. Es decir, todo es una ilusión, y lo único real sería la nada. Era un poco como haber vivido la muerte, pero en otro sentido podría interpretarse como haber accedido a la verdad, ciertamente que tan solo después del trance mismo de la muerte. En este ateísmo habría una enorme convicción, mucho más, quizás, que una creencia, la experiencia propia de la nada. Y por eso es muy curioso que, en una de sus últimas entrevistas, Bergman contara que ahora, al final de su vida, pensaba todo lo contrario: que sí había un ser trascendente, que sí había vida después de la muerte, porque un día, siendo él ya un viudo, sintió la presencia de su esposa ida, sintió la presencia de su esposa ausente. Supo, en sus palabras, un día cualquiera, en la sala o la cocina, que ella estaba ahí. La sintió al lado, tal como si la hubiera podido tocar o ella le hubiera hablado. Pero no había nadie, solo su presencia. Escribir esto de esta manera me hace estremecer un poco, como si sintiera la presencia de Bergman a mi lado cuando lo escribo. Pero de nuevo, la convicción de Bergman sobre ese absoluto en el cual creer, es de nuevo un convencimiento más bien surgido de la experiencia, o sea, entonJulio | 2018

Ingmar Bergman, Creadores de imágenes, 2000

ces, y por lógica, de la ilusión, de una virtualidad, de una sensación relativa: él sintió viva y a su lado a su difunta esposa, como si se hubieran tocado, y por lo tanto, tal como lo argumenta en esa entrevista, debía haber vida luego de la muerte, lo que resulta igual a decir que somos almas trascendentes. No hay mucho más que decir, sino que Bergman es casi un espíritu positivista (un espíritu descreído): oxímoron fascinante, contradicción milagrosa, pues él, varias veces, al menos las veces que rememoro aquí, comprobó y expresó, comunicó lo real, lo palpable, del espíritu. Santiago Andrés Gómez es crítico de cine y escritor. Ha publicado los libros de literatura: Madera salvaje, Todas las huellas, El cuarto asesino y Los deberes; y de cine: El cine en busca de sentido y Certeza de lo imborrable. Próximamente publicará La Musa asesinada. Conversación en la Catedral, de Vargas Llosa: novela marxista con la Editorial Universidad de Antioquia. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.


J U L I O / 2018 académica

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todos los viernes 4:00-6:00 p. m. // Filosofía a la calle: Club de lectura Raíces. Lectura del libro La mujer nueva y la moral sexual, de Alexandra Kollontai Paraninfo del Edificio San Ignacio Organizan: Instituto de Filosofía - Cultura Centro - Extensión Cultural

todos los sábados 10:20 a. m. // Tallernautas Ciclo: ARTE- CORREO Costo: $4.000 por niño Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, hall Organiza: MUUA ● 14 de julio: Llegó carta ● 21 de julio: Tiburo-carta ● 28 de julio: Hay una nota en mi lengua

hasta el martes

3

Todo el día // Pre-inscripción: Programa Voluntariado Cultural MUUA Oferta de cursos y fechas de preinscripción en: http://museo.udea.edu.co Informes en: educacionmuseo@udea.edu.co, Tel: 2198186 Inversión: $43.000 Organiza: MUUA

a partir del martes

3

Todo el día // Inscripción: Curso de escritura creativa para niños MUUA Informes e inscripción: coordinacioneducacionmuseo@udea.edu.co, Tel: 2198185 - 2198186 Inversión: $250.000 Organiza: MUUA

Todo el día // Inscripción: Cursos de extensión MUUA Informes e inscripción: coordinacioneducacionmuseo@udea.edu.co, Tel: 2198185 - 2198186 Preinscripción hasta el martes 3 Inversión: $250.000 Organiza: MUUA Yoga: lunes y miércoles, 5:00-7:00 p. m., 24 horas, 12 sesiones Ideas para el hogar y arreglos navideños: lunes y miércoles, 5:00-7:00 p. m., 24 horas, 12 sesiones Fotografía digital básico: sábados 9:00 a. m.-1:00 p. m., 24 horas, 6 sesiones

Maquillaje artístico: sábados 9:00 a. m.-1:00 p. m., 24 horas, 6 sesiones Encuadernación creativa: sábados 9:00 a. m.-1:00 p. m., 24 horas, 6 sesiones Recorridos urbanos: historias de ciudad. Sábados 9:00 a. m.-1:00 p. m., 24 horas 6 sesiones

a partir de lunes

9

8:00 a. m.-12:00 m.; 1:00-5:00 p. m. // Convocatoria: Servicio de alimentación para empleados. Con Lucelly Manco Osorio Bloque 22-307 Organiza: Bienestar Universitario

martes

10

10:00 a. m. // Conversatorio Arte y Proceso: Proveniencia con Jaime Gómez Museo Universitario Universidad de Antioquia, auditorio Luis Javier García Isaza Organiza: MUUA

viernes

13

7:00-8:00 a. m. // Cátedra abierta: Cirugía primero, una visión desde la ortodoncia. Con el doctor Vadimir Lenis Sanín Facultad de Odontología, tercer piso, auditorio principal Organiza: Facultad de Odontología

lunes

16

11:00 a. m. // Conversatorio: Poesía en la defensa del territorio. Con Eutiquio Jerónimo Sánchez (Nación Náhuatl, México), Alba Eiragi (Nación Guaraní, Paraguay), Víctor Jacanamijoy (Nación Inga, Colombia) Paraninfo del Edificio San Ignacio Organiza: Extensión Cultural

martes y miércoles

17 18

9:00 a. m.-12:00 m.; 2:00 p. m.-5:00 p. m. // Poesía acústica: Curso de Sainkho Namtchylak (Tuva) Edificio de Extensión, piso 2, auditorio 1 Organiza: Extensión Cultural

martes

17

5:00 p. m. // Poesía viva: Voces poéticas de Colombia y España. Lectura de poemas acompañados por el guitarrista catalán Miguel Ángel Sanz Edificio de Extensión, auditorio Principal Organiza: Extensión Cultural

miércoles

18

7:00 a. m. // Conferencia: Cine y pediatría, una oportunidad para la docencia y la humanización en nuestra práctica clínica. Con Juan Pablo Orozco Forero, médico pediatra Facultad de Enfermería, aula de videoconferencias Organiza: Facultad de Enfermería 4:00 p. m. // Lectura de poemas. Tallulah Flores (Colombia), Birgitta Jónsdóttir (Islandia), Manal Al Sheik (Irak), Han Thuy Giang (Vietnam). Concierto de Stella Chiweshe (Zimbabue) Teatro al Aire Libre Organiza: Extensión Cultural

sábado

21

11:30 a. m. // Títeres en Escena: Trici busca a su madre Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, auditorio principal Organiza: MUUA

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PROGRAMACIÓN


académica

martes

24

8:00 a. m. // Salud estudiantil: Uso responsable de los servicios de salud. Con Carlos Mario Cano Restrepo Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario 10:00 a. m.-12:00 m. // ¡Ánimo! + Salud mental: Asesoría en manejo de la ansiedad (Sesión 1). Con Alexánder González Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario

miércoles

25

7:00 a. m. // Conferencia: relaciones intra-profesionales de enfermería en la práctica de la profesión en los servicios de salud. Medellín 2017. Con los estudiantes de Enfermería Valentina Sánchez​, ​Lucy Arbeláez, Alejandra Álvarez, Faiver López y Daniel Cruz; asesorados por la Dra. Bererna Torres Facultad de Enfermería, aula de videoconferencias Organiza: Facultad de Enfermería 8:00-9:00 a. m. // Salud estudiantil: Conoce tus deberes y derechos en salud. Con Carlos Mario Cano Restrepo Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario

jueves

26

8:00-9:00 a. m. // Salud estudiantil: Salud oral. Con Carlos Mario Cano Restrepo Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario 10:00 a. m.-12:00 m. // Sexualidad y amor saludables + Ciclo de Conversatorios: Duelos amorosos Con Carla Flórez Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario

viernes

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7:30 a. m. // Simposio Nacional: Actúa con Corazón de Mujer Facultad de Enfermería, auditorio principal Inscripciones en: enfermeria.udea.edu.co Organiza: Facultad de Enfermería 8:00-9:00 a. m. // Salud estudiantil: Salud oral. Con Carlos Mario Cano Restrepo Bloque 22-310 Organiza: Bienestar Universitario

lunes

30

8:00-9:00 a. m. // Salud estudiantil: Conoce tus deberes y derechos en salud. Con Carlos Mario Cano Restrepo Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario 9:00 a. m. // Salud estudiantil: Uso responsable de los servicios de salud. Con Carlos Mario Cano Restrepo

todo el mes Todo el día // Convocatoria Circulación Nacional e Internacional Tejiendo Redes: Fomento artístico y cultural Bienestar Universitario. Con Andrea Zapata Inscripciones en: Bienestar.udea.edu.co Organiza: Bienestar Universitario

del martes al sábado

3 7

7:00 p. m. // Dramaturgia del acontecimiento intimo-social Centro Cultural Facultad de Artes Boletería: Estudiantes $9.000 General: $13.000 Organiza: Facultad de Artes

lunes

23

8:00 a. m. // Cursos de arte y cultura para el bienestar. Con Lilian Pulgarían Inscripciones en: Bienestar.udea.edu.co Organiza: Bienestar Universitario

c i n e y v i deo

escénicas escénicas

8:00-9:00 a. m. // Salud estudiantil: Conoce tus deberes y derechos en salud. Con Carlos Mario Cano Restrepo Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario

4:00-6:00 p. m. // World´s coffee: Un café del mundo bilingüe. Con el profesor Javier Alexánder Rivera Arias Abril, café de la librería Organiza: PIFLE

escénicas

escénicas

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4:00-6:00 p. m. // ¡Ánimo! + Salud mental: Asesoría en manejo de la ansiedad (Sesión 2). Con Alexander González Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario

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lunes

1:00-4:00 p. m. // Sexualidad y amor saludables: Apoyo con medicamentos. Con Adriana Mazo Bloque 22, piso 1, consultorio 4 Organiza: Bienestar Universitario

Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario

escénicas

8:00 a. m.-4:00 p. m. // Jornadas de ciencia con alma: Encuentro para la divulgación de proyectos interdisciplinarios en el marco de los 15 años de la SIU SIU, auditorios Organiza: SIU

10:00 a. m.-12:00 m. // Sexualidad y amor saludables + Taller: ¿Enamoramiento, amor, dependencia, apego…? Con Carla Flórez Bloque 22-302 Organiza: Bienestar Universitario

todos los martes 6:00 p. m. // Ciclo de cine sin boleta Centro Cultural Facultad de Artes Organiza: Facultad de Artes

martes 6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo

3

cine y video

23 y martes 24 lunes


miércoles

cine y video

4

4:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Películas no lineales, “El laberinto del fauno”, Guillermo del Toro, España, 2006, 119’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

jueves

5

6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “En busca de la felicidad”, Gabriele Muccino, Estados Unidos, 2006, 116’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

viernes

6

4:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Películas no lineales, “Belleza americana”, Sam Mendes, Estados Unidos, 1999, 122’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

martes

cine y video

jueves

10

6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “El postre de la alegría (Paulette)”, Jérôme Enrico, Francia, 2012, 87’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

miércoles

11

4:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Películas no lineales, “Moulin rouge, amor en rojo”, Baz Luhrmann, Estados Unidos, 2001, 127’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

12

6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “Curly Sue”, John Hughes, Estados Unidos, 1991, 98’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

viernes

13

4:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Películas no lineales, “Quadrophenia”, Franc Roddam, Reino Unido, 1979, 120’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural 4:00 p. m. // Cineclub: Cine maestro Ciclo: Pasado presente, “Incendies”, Denis Villeneuve, Canadá, 2010, 130’ Bloque 10-206 Organizan: Facultad de Educación Extensión Cultural

lunes

16

4:00 p. m. // Grupo de estudios fílmicos Ciclo: David Fincher, “Fight Club”, David Fincher, Estados Unidos, 1999, 139’ Sala de cine Luis Alberto Álvarez (10-217) Organiza: Extensión Cultural

martes

17

6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “Los coristas”, Christophe Barratier, Francia, 2004, 95’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

miércoles 18 4:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Películas no lineales, “The Pledge”, Sean Penn, Estados Unidos, 2001, 124’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

jueves

19

2:00 p. m. // Cine Indie Ciclo: En máxima alerta: Debra Granik, “Down to the bone”, Debra Granik, Estados unidos, 2004, 101’ Sala de cine Luis Alberto Álvarez (10-217) Organiza: Extensión Cultural 6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “Mujer bonita”, Garry Marshall, Estados Unidos, 1990, 119’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

martes

24

6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “Las estaciones de la vida”, Kim Ki-duk, Corea del Sur, 2003, 103’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

miércoles

25

4:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Películas no lineales, “Frecuency”, Gregory Hoblit, Estados Unidos, 2000, 118’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

jueves

26

2:00 p. m. // Cine Indie Ciclo: En máxima alerta: Debra Granik, “Lazos de sangre (Winter’s bone)”, Debra Granik, Estados Unidos, 2010, 100’ Sala de cine Luis Alberto Álvarez (10-217) Organiza: Extensión Cultural 6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “Bajo la misma estrella”, Josh Boone, Estados Unidos, 2014, 125’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

cine y video

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Ciclo: Cine como despertador de emociones, “Desde mi cielo”, Peter Jackson, Nueva Zelanda, 2009, 135’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural


cine y video

lunes

30

4:00 p. m. // Grupo de estudios fílmicos Ciclo: David Fincher, “Gone girl”, David Fincher, Estados Unidos, 2014, 149’ Sala de cine Luis Alberto Álvarez (10-217) Organiza: Extensión Cultural

martes

31

6:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Cine como despertador de emociones, “Mi vida sin mí”, Isabel Coixet, España, 2003, 106’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

música

m ús ica todos los domingos 11:00 a. m. // Retreta Parque de Bolívar. Con Bandas invitadas del departamento y agrupaciones de la Red de Escuelas de Música de Medellín y de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia Parque de Bolívar Organizan: Alcaldía de Medellín - UdeA

17

6:30 p. m. // Del otro lado: Homenaje a personas con otras capacidades. Con Evelyn Soto Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo Organiza: Extensión Cultural

jueves

19

4:00 p. m. // Concierto: El sonido chamánico como elemento de sanación del alma colectiva. Sainkho Namtchylak (Tuva), Dorjdagva (Mongolia), Cantante vietnamita, Nikolai Oorzhak (Tuva) Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo Organiza: Extensión Cultural

del martes al viernes

24 27

6:30 p. m. // Beat III: Festival Internacional de Percusión Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo Organiza: Extensión Cultural

sábado

28

11:00 a. m. // Sábados en Familia + Beat III: Festival Internacional de Percusión Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo Organiza: Extensión Cultural

exposiciones todo el mes Lunes a jueves, 8:00 a. m.-5:00 p. m.; viernes, 8:00 a. m.-4:00 p. m. // Exposiciones de larga duración del MUUA • Colección de Antropología: constituida en 1943, conserva alrededor de 35.000 objetos del patrimonio cultural de Colombia • Colección de Ciencias: Compuesta por una serie de montajes permanentes, temporales y murales enfatiza en especies nativas de animales colombianos

Lunes a jueves 10:00 a. m.-6:00 p. m.; viernes 10:00 a. m.-4:00 p. m. // Exhibición temporal Diálogos del árbol. Exposición de José Ignacio Vélez Edificio San Ignacio, sala de exhibiciones Organiza: Extensión Cultural Urbana Sensación. Exhibición de Armando Montoya, docente de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo, hall Organiza: Extensión Cultural

a partir del lunes

23

8:00 a. m.-5:00 p. m. // Exhibición Hechos de Paz Facultad de Odontología, biblioteca Organiza: Facultad de Odontología

hasta el sábado

28

Lunes a jueves, 8:00 a. m.-5:00 p. m.; viernes, 8:00 a. m.-4:00 p. m. // Exposiciones temporales del MUUA • Platos para no comer. De Maribel Gordillo • Un misterio pictórico e introspectivo. De María del Pilar Bedoya • Proveniencia. De Jaime Gómez • Plantas Nativas de Colombia. Botanical Art Worldwide 2018 • Creando con lo creado. Del maestro Roberto Palomino Torres • Archivos de Arte Correo. Con John Held Jr. y Tulio Restrepo • Post-3.11 – Felicidad. Arcot

otras opciones todo el mes 8:00 a. m.-6:00 p. m. // Inscripciones en línea: ¡Elige tu deporte favorito! Con Neibiz Tarraz Inscripciones en: bienestar.udea.edu.co Organiza: Bienestar Universitario

exposiciones

martes

exposiciones

4:00 p. m. // Cineclub: Cine maestro Ciclo: Pasado presente, “El club”, Pablo Larraín, Chile, 2015, 98’ Bloque 10-206 Organizan: Facultad de Educación Extensión Cultural

Temporada de recitales de grado Consulta programación en: artes.udea.edu.co Organiza: Facultad de Artes

• Colección de Historia: Memorias de una Colección Museo Universitario de la Universidad de Antioquia Organiza: MUUA

exposiciones

4:00 p. m. // Cineclub: Tardes en el Paraninfo Ciclo: Películas no lineales, “Memento”, Christopher Nolan, Estados Unidos, 2000, 113’ Edificio San Ignacio, sala de cine Organiza: Extensión Cultural

17

exposiciones

12:00 m. // Cine UdeA Ciclo: !Rebelde!, “Pixote la ley del más débil”, Héctor Babenco, Brasil, 1981, 127’ Sala de Cine Luis Alberto Álvarez (10-217) Organiza: Extensión Cultural

hasta el martes

exposiciones

27

otras opciones

viernes


8:00 a. m.-5:00 p. m. // Visitas guiadas: Museo Universitario de la Universidad de Antioquia Solicitud previa en: coordinacioneducacionmuseo@udea.edu. co, teléfono: 2198186 Organiza: MUUA 8:00 a. m.-4:00 p. m. // Visitas guiadas: Facultad de Medicina Solicitud previa en: gestionculturalmedicina@udea.edu.co, teléfono: 2196005 Organiza: Facultad de Medicina

todos los martes 6:30 p. m. // Yoga en el Paraninfo (aporte voluntario) Edificio San Ignacio Organiza: Extensión Cultural

todos los sábados 10:00 a. m. // Yoga en el Paraninfo (aporte voluntario) Edificio San Ignacio Organiza: Extensión Cultural

jueves 12 5:00-6:00 p. m. // El café y sus métodos: Resumen del Torneo Nacional de Aeropress. Barista: Julián Delmuri Abril, café de la librería Organiza: Abril, café de la librería

27 al sábado 28

del viernes

Todo el día // Campamento Emprendedor Edificio de Extensión Inscripciones en: Organizan: Unidad de Innovación Vicerrectoría de Extensión

viernes

27

9:00 a. m.-3:00 p. m. // La Canasta de la U: Mercado agroecológico Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo, Epopeya de Café Organiza: Extensión Cultural

re g i o n e s martes

10

5:00 p. m. // Taller de lectura Seccional Magdalena Medio, aula 108 Organiza: Seccional Magdalena Medio 5:00 p. m. // Taller de origami Seccional Magdalena Medio, biblioteca Organiza: Seccional Magdalena Medio

miércoles

11

5:00 p. m. // Cineclub Seccional Magdalena Medio, aula 108 Organiza: Seccional Magdalena Medio 5:00 p. m. // Club de Astronomía Seccional Magdalena Medio, biblioteca Organiza: Seccional Magdalena Medio

martes

17

5:00 p. m. // Taller de lectura Seccional Magdalena Medio, aula 108 Organiza: Seccional Magdalena Medio 5:00 p. m. // Taller de origami Seccional Magdalena Medio, biblioteca Organiza: Seccional Magdalena Medio

miércoles

18

5:00 p. m. // Cineclub Seccional Magdalena Medio, aula 108 Organiza: Seccional Magdalena Medio

martes

24

5:00 p. m. // Taller de lectura Seccional Magdalena Medio, aula 108 Organiza: Seccional Magdalena Medio 5:00 p. m. // Taller de origami Seccional Magdalena Medio, biblioteca Organiza: Seccional Magdalena Medio

miércoles

25

5:00 p. m. // Cineclub Seccional Magdalena Medio, aula 108 Organiza: Seccional Magdalena Medio

jueves

26

8:30 a. m. // Visita Guiada: Sede Turbo - Ciencias del Mar Universidad de Antioquia, Seccional Urabá Organiza: Seccional Urabá 6:00 p. m. // Concierto fin de semestre. Con la Orquesta de estudiantes de Licenciatura en Música Apartadó, Biblioteca Municipal Federico García Lorca Organiza: Seccional Urabá

viernes

27

8:00 a. m. // Feria Universitaria: Sede Carepa - Estudios Ecológicos y Agroambientales Universidad de Antioquia, Seccional Urabá, sede Carepa Organiza: Seccional Urabá

martes

31

10:00 a. m.-3:00 p. m. // Sexualidad y amor saludables: Apoyo con medicamentos. Con Adriana Mazo Seccional Oriente Organiza: Bienestar Universitario 5:00 p. m. // Taller de lectura Seccional Magdalena Medio, aula 108 Organiza: Seccional Magdalena Medio 5:00 p. m. // Taller de origami Seccional Magdalena Medio, biblioteca Organiza: Seccional Magdalena Medio

regiones

otras opciones otras opciones otras opciones otras opciones otras opciones otras opciones

8:00 a. m.-5:00 p. m. // Visitas guiadas: Universidad de Antioquia Solicitud previa en: programaguiacultural@udea.edu.co, teléfono: 2195346 Organiza: Extensión Cultural





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