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Teatro infantil:

Por Valentina Sierra*

Es un teatro que tiene características propias de niños y niñas, sin embargo, se ha dejado de utilizar el término…,decisión que no me propongo contradecir sino simplemente usar como punto departida para abrir una reflexión.

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El teatro, la escena, la construcción de un personaje y una ficción, son parte de un juego que se toma muy en serio: jugar a ser otro y a vivir otra realidad.

¿Quién toma más en serio un juego que un niño o una niña? Es en esta etapa en la que somos capaces de crear mundos y convenciones con absoluta verdad y congruencia.

Es, entonces, el «teatro infantil», un teatro con las siguientes características:

Verdad

Creatividad

Compromiso

Congruencia

Entiendo que la aversión generada hacia el término no es hacia el término en sí, sino hacia el lugar que por muchos años ha ocupado. En todo caso no culparía yo a la nomenclatura de este menosprecio, sino a las ideas preconcebidas que tenemos acerca de las jóvenes audiencias: “el teatro infantil es fácil de hacer y no implica ningún reto artístico, es simplón y didáctico; la opinión de las audiencias jóvenes es menos valiosa…”.

Hacer buen teatro para seres humanos en crecimiento y formación, no sólo implica una tremenda responsabilidad, sino que requiere de un compromiso absoluto. Cuando un niño o una niña crea un mundo interior en el que asignar roles a sus juguetes, por ejemplo, les impone una situación y un lugar, y es en ese momento en donde comienza el juego, en el que para poder participar de él se tienen que seguir las reglas de ese mundo, con verdad y ser consecuente con lo que se plantea.

Hacer teatro infantil es eso mismo, pero al revés; es una invitación a jugar dirigida a una niña o a un niño, la cual será rechazada si el juego no tiene verdad y silo que sucede no es consecuente con lo que se ha planteado o si este mundo que se ha creado traiciona sus propias reglas. La audiencia joven difícilmente concederá su atención a quien no la merezca.

El teatro infantil no debe ser simplón ni didáctico y, en ese sentido, debiera funcionar exactamente igual que el teatro dirigido a adultos. Como espectadora siento un rechazo automático a cualquier intento de adoctrinamiento o manipulación en una obra de teatro. El teatro tiene y ha tenido muchas funciones en la historia, pero dictar verdades no es una de ellas. El teatro para adultos, para jóvenes o para niños y niñas tendría que contar historias, cuestionar ideas, reflexionar, plantear dudas, sacudir…, pero no develar la verdad o divulgar información; y con esto no quiero decir que no se aprenda en el teatro. Las buenas experiencias teatrales son enriquecedoras y por supuesto que se puede aprender de ellas sin que el teatro tenga la tarea de enseñar algo. No debiera el teatro tener como objetivo dar una lección: ¡Que nazca de la urgencia de contar una historia, y que esta se cuente en el género que lo requiera! Pensar que el teatro infantil es un género en sí mismo, lo achata y le quita posibilidades. Qué pobre la idea de que un niño o niña no puede disfrutar de una tragedia, un melodrama, o una pieza.

Aquel que piense que es sencillo crear para jóvenes audiencias absténgase de intentarlo, no hay espectador más duro y menos condescendiente que una niña o un niño. Al teatro mexicano le hacen falta espectadores, no los vacunen, por favor.

*Valentina Sierra estudió la carrera de Actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA. Como actriz ha participado en más de 20 puestas en escena. Ha dirigido obras como “Menoclownsia”, “Historia de una Ofrenda”, “Una Bestia en mi Jardín” y “Niñas Malcriadas”, entre otras. También se ha desempeñado como dramaturga y guionista.