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¡Lo estamos logrando!

Por Saúl Enríquez*

—¡Sí lo vamos a lograr! ¡Lo están haciendo! ¡Lo están haciendo, profesor!

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Decía emocionada Valentina mientras jaloneaba mi camisa. Una sonrisa gigante y sus ojos abiertos como ventanas daban fe de cómo sus compañeros actores del grupo quinto B, en ensayo general, hacían todo planeado; su obra: “Día de muertos… ¡vivientes!” a pesar todas las adversidades, por fin, sucedía. Sucedía en cada uno de los integrantes; las pequeñas misiones cumplidas lograban, ante nuestros ojos, una bella sensación de concordancia. Las niñas y niños de 5B descubrían por primera vez la alegría del deber cumplido; ese grupo, al inicio caótico, trabajaba con un fin común: el teatro. Valentina, una niña de 9 años de trenzas largas como sus pensamientos, era la asistente de dirección de nuestra obra y estaba ahí porque el teatro es un lugar amplio y un juego amable que se disfruta en equipo. Los 25 alumnos del terrible 5B habían descubierto que en el teatro hay un espacio para todos. PARA TODOS. Incluso para Valentina, que le gritó al director —es decir, a mí— que era ridículo pararse frente a sus compañeros y decir palabras que no eran suyas; o para Joaquín el creador de los mejores memes del salón, que después de cuatro intentos hizo un póster padrísimo para la obra; o para Rubén, un dramaturgo en ciernes que transformó todos los borradores de sus compañeros escritos en hojas sueltas y palabras rebeldes, en diecisiete páginas con una bonita letra fuente Comic Sans; y no solo eso:

—Listo profe, ya lo pasé en limpio… también le arreglé algunas escenas que eran aburridas, pero ya quedaron emocionantes… ah, y le aumenté un personaje porque Rodríguez dijo que a la mera hora sí quería salir.

Rodríguez era la calavera número 3 que se unía a otras dos calaveras que bailarían “break dance terrorífico”, cuando nuestro protagonista era castigado por no poner la ofrenda el día de muertos.

📷 / actualyucatan.com

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—¡Lo están haciendo! ¡Lo están haciendo, profesor!

La alegría de Valentina y el equipo venía del asombro de lo que podemos lograr. Hacer teatro es un ejercicio muy complejo, hay que ponerse de acuerdo para todo: cada acción que sucede en escena, la música, el vestuario, las palabras, los objetos, los colores… pero, sobre todo, las voluntades. Hacer una obra de teatro con y para niños, es construir sobre su imaginación y su voluntad. Se ensaya lo incompleto y sobre lo incompleto se construye. Se intenta una idea nueva, una idea nueva que se levanta entre todos para ser compartida a los espectadores.

📷 / actualyucatan.com

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Mirar a un grupo de niños o jóvenes ensayar una obra de teatro es uno de los acontecimientos más bellos que nos regala el arte, porque vemos a seres humanos tratando de entenderse. Entienden que necesitan escucharse, pero sobre todo: confiar en el otro. ¡Cuánta falta nos hace confiar!, en este país donde les hemos enseñado a nuestros niños a dudar de la voluntad de las personas, sin embargo en el teatro, como todo acto comunitario, no se puede construir sin la confianza. Confiar implica aceptar a pesar de nuestras propias dudas. El terrible 5B, era un caos porque cada quién trataba de solucionar sus propios problemas. Mucho se parece a nuestra sociedad.

El teatro no es una clase para que a los niños se les quite lo tímidos; es un ejercicio vital para niños y jóvenes, una práctica social milenaria que fue creada para mirarnos con toda nuestra complejidad y en ese intento… entendernos.

*Saúl Enríquez es un dramaturgo para jóvenes audiencias, sus obras se estrenan en grandes salas y patios de escuelas… su sueño es que cada barrio tenga un grupo de teatro comunitario.

facebook @saul.enriquez / @NuncamerlotTeatro twitter @SaulEnriquezmar