
4 minute read
LA MINERÍA ANTE LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA Y LA DESCARBONIZACIÓN
La transición energética implica en sí un reto enorme para el sector minero, pues a diferencia de los sistemas de combustibles fósiles, estas nuevas tecnologías son mucho más intensivas en minerales poco convencionales
Un efecto poco analizado de la transición energética y la adopción de tecnologías de energías de fuentes renovables son el alza en los requerimientos de metales y minerales que demandan, así como el impacto en términos del desempeño socioambiental del sector en específico, las industrias y las economías.
Un primer número que llama la atención es que, para alcanzar cero emisiones netas de carbono a nivel mundial para 2050, se calcula que la industria requerirá seis veces más minerales de los que actualmente se cuentan. En este punto, existe ya una demanda sin precedentes por más de tres mil millones de toneladas de metales para poder acelerar el paso de la transición a las energías limpias.
Los compromisos de cero emisiones están superando la gestión de las cadenas de suministro, los mecanismos de mercado; los modelos de financiamiento y otras estructuras necesarias para allanar el camino de la descarbonización. Debido a que, el sector minero tiene una perspectiva de largo plazo y es altamente intensivo en capital, los aumentos de precios y los cuellos de botella serán inevitables, a medida que la demanda supere la oferta y la volatilidad de los precios genere incertidumbre sobre las inversiones de capital necesarias para la producción.
La transición energética implica en sí un reto enorme para el sector minero, pues a diferencia de los sistemas de combustibles fósiles, estas nuevas tecnologías son mucho más intensivas en minerales poco convencionales. Por ejemplo, generar un teravatio-hora de electricidad a partir de energía solar y eólica podría consumir 300% más metales que generar la misma capacidad en una central de gas, sobre una base de cobre equivalente.
Los retos de las operaciones mineras Ahora, el sector minero está mal equipado para enfrentar los retos actuales y futuros. Las condiciones de los depósitos están cambiando, y las tecnologías y procesos que han sostenido a la industria durante las últimas décadas se están volviendo cada vez más intensivos en energía, en agua y generan mucho mayor impacto en el medio ambiente y las comunidades.
Aunque los procesos existentes deben actualizarse, la minería es una industria tradicionalmente adversa al riesgo, con pocos incentivos para la innovación y lenta para adoptar soluciones debido a la magnitud de los desafíos de seguridad, operación y riesgos sociales.

En términos de las operaciones, con los recursos y la dirección adecuada, existen oportunidades para reducir las emisiones de carbono de los procesos, lo cual va desde la adopción de energías alternativas como el hidrógeno y el amoníaco, la ruptura y el movimiento de minerales de manera no convencionales y la descarbonización del procesamiento de metales mediante el uso de hidrógeno verde, y captura y almacenamiento de carbono.
La transición energética y la nueva demanda global
Los cambios en el sector energético por acelerar la transición energética requieren de suministros relativamente grandes no solo de materias primas básicas como cobre para electrificación y níquel para los vehículos eléctricos de baterías, sino también de productos especializados, como litio y cobalto para baterías, telurio para paneles solares y neodimio para los imanes utilizados en la generación de energía eólica. Algunos productos básicos, como el acero, también desempeñarán un papel para el desarrollo de la infraestructura adicional. De cara al futuro, en un escenario en el que se requieren materiales a niveles cada vez mayores para satisfacer las necesidades, pero los mercados no se adaptan a las combinaciones de tecnologías e intensidades de materiales a lo largo del tiempo, surgiría una hipotética escasez, pues se espera que la demanda crezca significativamente más rápido que la oferta.

Por ejemplo: el suministro de litio tendría que crecer alrededor de siete veces en comparación con el crecimiento requerido hoy. Mientras tanto, los metales con un suministro más pequeño (como el telurio) tendrían que mostrar un crecimiento todavía más rápido: 10 a 12 veces. Otros metales, como el cobre y el níquel, también necesitarían ver un crecimiento acelerado de la oferta en comparación con lo que se ha observado en el pasado. A su vez, para cobre y níquel se estima que satisfacer el crecimiento de la demanda requeriría cerca 350 mil millones de dólares para 2030, tanto para crecer como para reemplazar el agotamiento de la capacidad existente.

A pesar de una cartera relativamente grande de proyectos para aumentar el suministro de algunos de estos productos básicos, y los esfuerzos para reducir los costos de capital y operación (como la extracción directa de litio), la tarea no es trivial. De hecho, por ejemplo, la demanda de cobre y níquel supera la oferta de cinco a ocho millones y de 700 mil a un millón de toneladas métricas, respectivamente. En ese sentido, serán necesarios incentivos para el crecimiento de la nueva oferta.
Perspectiva
Hay una serie de elementos relevantes que pudieran ser interesantes en términos de la perspectiva del sector tanto a nivel global como en México: Primero, generar una agenda de crecimiento. En el contexto de los cambios en los grupos de valor de las materias primas y el reequilibrio de las carteras, el sector minero ha invertido poco durante varios años, un problema acentuado en 2020 por la pandemia de COVID-19. Con el crecimiento esperado de la demanda, el sector necesitará reformular sus estrategias de crecimiento, lo cual puede tomar varias formas: desde la exploración, hasta las fusiones y adquisiciones selectivas y estrategias para adoptar el reciclaje como una fuente de materia.

Segundo, innovar para la productividad y descarbonización de las operaciones. La innovación tecnológica es una palanca importante para eliminar posibles atolladeros y generar crecimiento. Por ejemplo, implementar análisis avanzados en minería y procesamiento para facilitar la reducción de la huella de carbono en las operaciones (electrificación, gestión del agua).
Tercero, la integración más cercana a las cadenas de suministro. Debido tanto a los requisitos específicos de una serie de tecnologías de descarbonización, así como a los objetivos de reducción de emisiones de varios usuarios finales, una serie de metales se volverán menos básicos. De tal forma que, comprender las especificaciones y los requisitos de los productos de los clientes y asociarse con los consumidores será clave, al tiempo que será un factor relevante para gestionar las emisiones de Alcance 3 en los procesos.