SIGNO DE LA LUZ (avance de lectura)

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José Revueltas

Signo de luz y conciencia Lenin Guerrero Miguel Ángel García Coordinadores

Edith Negrín Prólogo

SILL VACÍA

editorial



José Revueltas

Signo de luz y conciencia Lenin Guerrrero Miguel Ángel García (Coordinadores)

SILL VACÍA

editorial

Morelia, 2014


José Revueltas. Signo de luz y conciencia Lenin Guerrrero y Miguel Ángel García (Coordinadores) Primera edición: diciembre 2014 Derechos reservados © Los autores de cada texto © Silla vacía Editorial (diseño y tipografía) Fray Antonio de Margil 88, Centro Histórico Morelia, Michoacán, México sillavaciaeditorial@gmail.com Diseño de portada e interiores: Leodegario Mendoza e Irma Ramírez Corrección de estilo: Sr. Tarántula Se autoriza la reproducción, parcial o total, de esta obra siempre y cuando se cite la fuente, sea con fines educativos y sin fines de lucro ISBN: 978-607-96534-4-6 Impreso en Morelia


Agradecimientos

La obra literaria que ahora presentamos no hubiera sido posible sin las decisivas acciones de un colectivo que, amparado en la práctica de una conciencia crítica, logró construir un foro literario donde su carácter autónomo le permitió dimensionar la autogestión como método de resistencia, reconstituyendo así una de las esencias de los talleres literarios. Agradecemos a los integrantes del Taller Literario Ambrosía, responsables de la organización del Encuentro Nacional de Escritores: Ramón Guzmán Ramos, Lenin Guerrero Sánchez, Lourdes Garibay Rubio, Saúl Martínez Aceves, Jorge Reyes Martínez, entre otros. A los autores de la siguiente edición del festival en ciernes, quienes en su momento compartieron con la comunidad sus reflexiones en las diferentes mesas de trabajo en el Encuentro realizado en homenaje al entrañable escritor José Revueltas. A Gaspar Aguilera Díaz, Citlali Martínez, Miguel Ángel García y Gustavo Ogarrio, escritores siempre presentes en el fortalecimiento de esta propuesta independiente. A Guillermo Zamora por mantener el vínculo con el Ayuntamiento de Uruapan. A Jorge Sebastián Valdez por financiar parte del libro, a los escritores que en éste se presentan y a Silla vacía Editorial por su compromiso en la redignificación de la literatura en nuestra entidad. A todos ellos va nuestro fraternal agradecimiento.



contenido José Revueltas, presencia viva en el SXXI Edith Negrín

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José Revueltas y El árbol de oro Philippe Cheron

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El profeta del desastre Ramón Guzmán

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Algo sobre el sustrato bíblico de Los días terrenales José Manuel Mateo

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El luto humano: el escritor y el caos. Los rituales de la imaginación 35 Brahiman Saganogo Presencia del género policial en la narrativa de José Revueltas Sonia Peña 55 Cómo leer a José Revueltas Francisco Ramírez Santacruz

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Sobre los autores

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José Revueltas Signo de luz y conciencia

José Revueltas, presencia viva en el sxxi Edith Negrín Si un escritor mexicano ha sido ajeno a las veleidades de abrirse un espacio en el campo cultural como escritor de ficción, a competir con los colegas, a establecer relaciones con las editoriales, a promover sus novelas, ha sido José Revueltas. De hecho, escribió fuera de los márgenes de las instituciones literarias. Desde la temprana juventud hasta su muerte, puso su talento literario al servicio de lo que consideraba el centro de su vida, la militancia política. Aun cuando en la madurez bromeara afirmando que sólo hacía política para conocer personas y adquirir material para sus narraciones. Así, en 1975, dijo a Elena Poniatowska: Proust vivió la vida como una experiencia literaria. Malraux vive la política como un pretexto literario [...]. Creo que mi experiencia humana me sirve de mucho; que es insustituible. ¿Cómo conozco a la gente si no es a través de la política?

Lo cierto es que pasó décadas alternando las diversas labores del activismo, durante un decepcionante peregrinaje por varias organizaciones políticas de izquierda, con la escritura narrativa y el ensayismo histórico y político. Hablar de la pareja teoría y praxis puede sonar actualmente para algunos como una gastada fórmula, pero para Revueltas fue un modo de vida. “El más teórico de los escritores mexicanos”, en palabras de José Emilio Pacheco, fue también el más activo. Más allá de la indudable calidad de su obra, sorprende la cantidad de textos que produjo trabajando en las peores condiciones posibles, en habitaciones paupérrimas, mal alimentado, con horarios irregulares, con frecuencia asediado por las deudas y ya con responsabilidades de familia. Eso, en cuanto a las condiciones materiales; las afectivas eran asimismo arduas, presiones políticas, enfrentamientos con sus compañeros, expulsiones, situaciones que atribuiría al dogmatismo. Escribió siempre en la “incandescencia artística y política” y la “ansiedad cosmogónica”, apunta Carlos Monsiváis. Desarrolló su obra en circunstancias adversas, con negro humorismo, y llegó a afirmar que donde podía escribir

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más tranquilamente era en prisión; que aprovechaba sus temporadas en la cárcel para estudiar y pensar. Pese a las limitaciones, fue prolífico, en la primera edición de sus obras completas, coordinada por Andrea Revueltas y Philippe Cheron alrededor de la década de los ochenta del siglo anterior, ocupa 26 volúmenes. Novelas, cuentos, ensayo, teatro, crónica, guión cinematográfico. También, fuera del ámbito de la ficción, artículos periodísticos y ensayos histórico-políticos. A cien años del natalicio de Revueltas, los lectores hemos tratado de esclarecer en alguna medida su complejidad. También nos hemos preguntado qué tan vigente es su obra, su pensamiento en este siglo xxi, donde el panorama social del mundo de occidente ha cambiado tanto, donde el socialismo real se reveló insostenible casi en todos los ámbitos, donde la izquierda mexicana está distante de la que el escritor conoció. La herencia de José Revueltas, junto con la de Octavio Paz y la de Efraín Huerta, escritores que conforman la fisonomía cultural del México vigesémico, ha sido discutida y revisada a lo largo de este 2014 en mesas redondas y conferencias, en artículos y libros. El presente volumen es parte de esta respuesta de los lectores a la escritura revueltiana. Miguel Ángel García y Lenin Guerrero, organizadores desde mucho tiempo atrás de foros de análisis sobre la obra de Revueltas, y de otros intelectuales contestatarios, han ubicado seis ensayos de homenaje al gran escritor militante bajo el atinado título de José Revueltas. Signo de luz y conciencia. Presento a grandes rasgos estos trabajos. El primero de los ensayos, “José Revueltas y El árbol de oro”, es de la autoría de Philippe Cheron. Con lucidez impecable, Cheron sostiene que la vida de Revueltas gira en torno a la cárcel, material e ideológica, y examina la espiral de su obra narrativa, los escritos teórico-políticos, los apuntes autobiográficos como un denodado esfuerzo de evasión hacia la libertad. El trabajo recorre la obra de Revueltas en contexto histórico. Sigue a este artículo el de Ramón Guzmán titulado “El profeta del desastre”. El autor traza el marco de las utopías del siglo xx en el campo cultural mexicano, para ofrecer una mirada personal de intelectuales como Paz y Revueltas. Evoca la ilusión y posterior decepción del estalinismo como una experiencia propia. Señala que para el escritor comu-


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nista la literatura es una herramienta para examinar el alma humana y reiterar la condición errónea de los seres humanos. Y concluye que la visión de Revueltas fue profética, que tal vez el comunista vislumbró el desastre del socialismo real, y no quiso ir más allá del atisbo. José Manuel Mateo entrega la reflexión “Algo sobre el sustrato bíblico de Los días terrenales”, donde recapitula algunas líneas de abordaje, llevadas a cabo por la crítica precedente, sobre los elementos bíblicos y cristianos que subyacen a la narrativa del duranguense. Y propone un enfoque nuevo, observar las huellas que dejaron en la escritura revueltiana las lecturas de la Biblia y de diferentes libros con tema religioso. Mateo se aproxima, en forma brillante, a las digresiones, los largos párrafos teóricos abundantes en ciertas novelas de Revueltas, y con frecuencia vistos como defectos, como a un recurso compartido por otros autores, que atravesó por un proceso de perfeccionamiento en distintas obras. El estudio “El luto humano: el escritor y el caos. Los rituales de la imaginación”, de Brahiman Saganogo, ocupa el cuarto lugar en el volumen. La intención del ensayo es, en relación con los conceptos de la imaginación y el caos, estudiar los elementos internos de El luto humano los –paratextos, el íncipit, las estructuras y los personajes– para delinear su poética. Estudia el simbolismo de los componentes literarios analizados y sus funciones como portadores de sentido. Comenta la estilización de la historia de México que la novela presenta como parte de un proyecto de escritura. A continuación, se incluye el ensayo de Sonia Peña, “Presencia del género policial en la narrativa de José Revueltas”. La autora revisa las referencias al mencionado género en la novela Los errores, donde se muestra más explícitamente. Menciona la estudiosa los recortes de nota roja que el escritor coleccionaba en su archivo. Vincula con finura y riqueza de detalles los personajes y situaciones de esta obra con los similares en las restantes narraciones. Concluye que el uso de la nota roja muestra en las obras de Revueltas a los seres humanos en situaciones límite, enfatizando lo endeble del límite que separa al santo del criminal. El artículo que cierra el libro, escrito por Francisco Ramírez Santacruz, lleva el título de “Cómo leer a José Revueltas”. Tal vez podría denominarse “Cómo escuchar a José Revueltas” pues incursiona con tino en un aspecto desatendido por la crítica, la dinámica de “la voz”.

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Partiendo de una remembranza del militante sobre su soñadora madre, y el deseo que ésta expresaba de tener un hijo músico y uno pintor, Ramírez Santacruz explora en el cruce entre sentimientos, biología y arte, el papel de la oralidad. Luego estudia con sensible detenimiento en El luto humano la función de las voces y también de los diversos sonidos, encontrando nuevos significados a la novela. Cada uno de los estudios incluidos aporta innovadoras percepciones sobre las obras revueltianas y a la vez deja ver nuevas interrogantes. Los seis ensayistas, los coordinadores y una servidora, entre muchos otros, estamos convencidos de que Revueltas es una presencia muy viva en esta centuria, no sólo porque su ejemplo de coherencia, honestidad intelectual, búsqueda incesante de su verdad e inconformismo político, ha acrecentado su leyenda, sino por el universo inquietante y magnífico que constituye su obra narrativa, esa agrupada bajo el rubro de los días terrenales. Invitamos a los lectores de José Revueltas. Signo de luz y conciencia a compartir y cuestionar este homenaje.


José Revueltas Signo de luz y conciencia

José Revueltas y

El árbol de oro Philippe Cheron La obra del escritor José Revueltas (1914-1976) gira en torno a la cárcel. Su vida también: como militante comunista, fue encarcelado y deportado varias veces en la época de la clandestinidad (1929-1935) del Partido Comunista Mexicano (pcm). Como oponente irreductible a un sistema político cuyo partido hegemónico se había perpetuado en el poder desde el fin de la Revolución de 1910, vuelve al “palacio negro” de Lecumberri, junto con muchos estudiantes, a raíz del movimiento de 1968. Sus reflexiones ideológicas siguen el mismo derrotero: a pesar de que el dogma estalinista exigía sumisión y disciplina, lo que puede ser asimilado a una forma de cárcel, su fe en la Causa no impidió que Revueltas quiso comprender a toda costa el porqué del fracaso, en México, de la teoría en la práctica, ni que pretendiera saber qué es lo que ocurría realmente en la “patria” del socialismo. Revueltas no ha dejado de hacerlo todo para “evadirse” de esas cárceles. En efecto, el análisis de sus escritos teórico-políticos, en paralelo con el de sus apuntes autobiográficos y de los testimonios diversos sobre su persona, permite reconstruir este notable esfuerzo hacia la evasión. Su gusto por la lucha (“vivir no es necesario, luchar es necesario”, le gustaba decir parafraseando a Magallanes) es evidente: en primer lugar contra el gobierno represor mexicano y en segundo lugar en dos frentes, en contra del poder antidemocrático y en contra de cualquier dogma, comenzando por el dogma estalinista. Esta evasión ha sido larga y con altibajos, ya que para un militante salirse del Templo tiene por consecuencia el que uno se encuentre solo, en un estado de orfandad fuera de la “familia”. Expulsado dos veces del seno del pcm, Revueltas no ha dejado de militar en partidos o grupúsculos de izquierda y de teorizar, a partir de los años sesenta, la necesidad de crear el “verdadero” partido, la “cabeza” pensante del proletariado mexicano, su “conciencia”. Y difícil también, dolorosa, ha sido esta evasión. Incluso, sufrió un retroceso en 1950 con la crítica sistemática por parte de la izquierda en contra

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de su tercera novela, Los días terrenales, la cual se atrevía a poner en tela de juicio la aplicación rígida y esquemática de los principios ideológicos del marxismo-leninismo por los dirigentes del pcm. La condena de esta novela, y del Cuadrante de la Soledad, pieza de teatro que se daba en aquel entonces con cierto éxito de público, llevó a su autor a hacer su autocrítica. Fue cuando afirmó su fidelidad a su ideología y a sus ideales de juventud. Al emprender una revisión de sus principios estéticos, reconoció públicamente la validez del realismo socialista. Sin embargo, estaba en contradicción consigo mismo, ya que su estética afirmada desde sus primeros balbuceos literarios se encontraba del lado de la “vida” con todas sus contradicciones y su dolor, con su oscuridad y su luz. Partidario espontáneo de un realismo crítico que rechaza el “final feliz” y el maniqueísmo simplista, había caído bajo el peso aplastante de la ortodoxia. El año de su regreso al redil comunista, 1956, está marcado por la denuncia de los crímenes de Stalin, que hizo Jruschov en el xx Congreso del Partido soviético. En 1957 una lucha interna se desata en el seno del pcm y esta vez Revueltas, rodeado por militantes jóvenes, resiste, pelea, denuncia los extravíos y el dogmatismo de la dirección del Partido y reivindica abiertamente, sin más concesiones, la libertad artística. Termina por exaltar a tal punto la superioridad del Arte en cuanto medio de conocimiento, o cuando menos de representación esclarecedora de la realidad, que se encuentra encerrado en una nueva contradicción, en un nivel “superior”: en efecto, como adepto de la filosofía hegeliano-marxista debe también reconocer el valor supremo de la Razón. Esta contradicción corre paralela a la de su apego al leninismo, que se opone a su defensa de tesis autogestionarias a partir de 1968, y a la de su división interna (verdadero desgarramiento personal) entre su pasión en partes iguales por la política y la literatura, por la militancia y la fiesta. El interés de esta exposición de elementos ideológico-biográficos radica en que éstos se corresponden con el discurso literario de José Revueltas. El caso de Los días terrenales es ejemplar en este sentido y permite definir la paratopía –concepto propuesto por Dominique Maingueneau– revueltiana, es decir, su posicionamiento paradójico, contradictorio, con respecto al campo literario mexicano de su época y, más precisamente aun, al campo ideológico-literario en el cual le


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tocó desenvolverse. Esta paratopía, que bien puede calificarse de “carcelaria”, coincide con la tensión cárcel/evasión que caracteriza lo vivido y lo escrito (la bio/grafía) de nuestro autor. Porque, de hecho, en este asunto lo que sí ha sido evacuado en provecho de la ideología (de una falsa ideología) es la literatura; y esto es lo que Revueltas tardará algún tiempo en comprender para finalmente reivindicar, sin transigir más, los derechos de la segunda. Ésta se había adelantado a la reflexión ideológica, y la lectura objetiva de la realidad exterior es uno de los factores que hace que esta novela sea aun legible, y con creces, hoy en día. Sometida, la literatura ha regresado con más fuerza que nunca; puede asimilarse al árbol de la divisa goethiana que Revueltas había hecho suya: “Gris es la teoría, siempre verde es el árbol de la vida” (de la literatura, diríamos nosotros para adaptarla a nuestro caso). Para ubicar esta dicotomía en los textos literarios, hay que mostrar cómo la idea de encierro opera en ellos. Con este fin es preciso detectar con cierta precisión los elementos que coadyuvan a crear un “efecto carcelario” en los mismos. La ausencia de un concepto que permita teorizar la relación entre esta noción de encierro y las estrategias narrativas de un autor dado lleva a emprender un estudio más bien descriptivo, lo que permite señalar este encierro textual: –en las intrigas, que las más de las veces son sombrías, deprimentes, desesperantes: del naufragio en El luto humano al bloqueo asfixiante del cuento “Ezequiel o la matanza de los inocentes”; –en el encierro de ciertos textos sobre sí mismos (caso emblemático de El apando, en el que enunciado y enunciación se refuerzan mutuamente para “asfixiar” al lector); –en el análisis del espacio, que muestra una tendencia a la imbricación y que comprueba que va encerrándose cada vez más a lo largo de las obras; –en los personajes, “caídos”, impotentes, enajenados, incapaces de “salir” de sí mismos, de tender la mano para tratar de “religar” a los seres entre sí, de unirse para superar su condición “zoológica”, animal; –en la ausencia de un “personaje” que debería ser esencial para un autor marxista-leninista, a saber, la clase obrera; en efecto, el hecho de poner en escena a militantes, campesinos, gente del pueblo o de los bajos fondos de la sociedad, y muy raras veces al proletariado, indica

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por contraste el malestar del autor ante una ideología voluntarista en conflicto con la realidad sociopolítica de su país. Del lado de la enunciación, después, la escritura revueltiana ofrece numerosos ejemplos que consolidan este “efecto cárcel” puesto que está en consonancia con la intriga. Tomadas por separado, estas modalidades enunciatorias “encarceladoras” pueden encontrarse bajo la pluma de muchos escritores y serían del todo insuficientes. Sólo adquieren la significación que se les da aquí por su acumulación, por el hecho de que se van reforzando unas y otras. La estructura narrativa de El luto humano describe perfectamente el avance de la inundación que va a arrasar todo a su paso; el único rayo de sol de Los motivos de Caín está “aprisionado” en el espesor textual; en el cuento “Preferencias”, la desolación aparece en contraste con la ausencia de grito por parte del niño, que significa la muerte. Además, la estructura dual de muchos textos llama a una superación posible, que parece anunciada por la triangulación del “texto-cárcel” que es El apando. En el plano semántico, los campos lexicales dibujan redes apretadísimas, asfixiantes, que en parte explican la sensación de claustrofobia que uno siente al leer los textos. Figuras como la aliteración, circular y “encerradora”, como las metonimias o las metáforas, a menudo radicales y negativas, como las hipérboles perentorias o desmesuradas, forman parte de una estilística de la saturación sin salida y se ven confirmadas por ella. Al dilatar a veces el tiempo a ultranza, esos textos parecen negar categóricamente el futuro. Con todos esos elementos puede establecerse una taxonomía “carcelaria” y clasificarlos de lo particular a lo general, del más simple al más profundo: desde el encarcelamiento físico y el encierro ideológico hacia la prisión individual y social, hacia la prisión de la pareja y del sexo, hacia la prisión ontológica. Los resultados de este análisis concuerdan exactamente con la impresión general que se desprende de los textos literarios de Revueltas. Pero no pueden separarse de una dimensión más subterránea, más oculta, aunque no menos operante. Se trata de un efecto de resistencia que yace en lo más profundo de esos textos y que viene a contrarrestar la desesperanza, comprobando así que el discurso revueltiano no es unilateral, unidimensional, sino que se articula al contrario (así como para su discurso teórico: dogma/crítica del dogma, o razón/arte) alrededor de una dualidad finalmente bastante contrastada, de una tensión


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binaria que busca afirmarse y encontrar una superación en un tercer término. Si bien los comentarios autorales presentan una resistencia torpe a una realidad que se impone al narrador (caso del recurso a un “yo” impersonal en El luto humano), esta resistencia se vuelve crítica sutil y elegante en Los días terrenales, donde son los propios personajes quienes se encargan de expresar sus dudas con respecto al dogma, en particular mediante la expresión artística (El Greco, pintura mural mexicana, Braque). Casos de enunciación incierta o contradictoria son reforzados por una escritura que puede calificarse de oximorónica. Los personajes en contradicción consigo mismos o entre ellos crean un fuerte dialogismo en las novelas políticas (sobre todo Los días terrenales y Los errores), desde luego, pero también en cuentos como “Hegel y yo”, en el que el narrador se ve confrontado a un preso-filósofo. El sentido del humor, dimensión demasiado dejada de lado en los estudios revueltianos o confundida con lo grotesco, contribuye también a iluminar la noche oscura de la desesperanza y la impotencia. Los mejores ejemplos de humor “blanco” –esa risa que sacude al hombre que de repente entrevé “el abismo entre las mallas aflojadas de las cosas”, como lo define Michel Tournier, se hallan en Los días terrenales y rayan a veces en lo escatológico. Los personajes no están todos “encerrados”, pues un buen número de ellos presentan ya sea una positividad (en el sentido de “héroe positivo”) poco convincente (Natividad en El luto humano, Jimmy en la obra de teatro “Israel”), o una indiscutible voluntad de lucha que refleja su conflicto interior (los militantes críticos de Los días terrenales y Los errores). Otros más hacen gala de cierto deseo de comunicación o de cierta humanización posible pese a su bestialidad. Y el estudio de los manuscritos del cuento “Noche de epifanía” pone de manifiesto una singular inversión mediante un simple añadido de la última oración y un cambio de título: de la muerte (“El día de la muerte” era el título original) a un renacimiento posible (“epifanía”). Ese “ardid escritural” tuvo lugar poco después de la condena de 1950, en pleno periodo ortodoxo, y se mantuvo en la publicación del libro de cuentos (Dormir en tierra) en 1960, en plena etapa de crítica del realismo socialista, por lo que todo indica que una síntesis se había operado en la mente de nuestro autor. Tanto más cuanto que esta tendencia hacia una superación (que busca descubrir una luz en el fondo

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del horror, un hombre solidario detrás del oso peludo del cuento “Dormir en tierra”, el ser detrás del parecer) se verá confirmada en las obras posteriores. Podría hablarse entonces de una autocrítica auténtica que permitió una verdadera superación de la oscuridad tenebrosa de muchos textos anteriores en busca de un equilibrio entre la sombra y la luz. Es posible observar, del lado de los personajes femeninos, la misma tendencia hacia la desenajenación, en la medida en que se ponen en escena cada vez más mujeres jóvenes, deseantes, actuantes, desculpabilizadas e incluso que llegan hasta ignorar cualquier culpabilidad (Meche y La Chata en El apando), lo cual está en oposición radical con la imagen tradicional de la “sufrida mujer mexicana”, pasiva, reservada, tal y como aparece en la literatura mexicana (y latinoamericana) según Carlos Monsiváis, en la que casi no desempeña otro papel que el de “paisaje”. Estos personajes femeninos, además, contrariamente a los masculinos (excepción hecha de los militantes conscientes, lúcidos), demuestran cierto impulso de solidaridad humana. A imagen de su creador, son solidarias y demasiado a menudo solitarias. Con esto, Revueltas inscribe en sus textos, paralelamente al fracaso del movimiento comunista y de la ideología marxista-leninista, y en sentido contrario, un profundo movimiento de sociedad a lo largo del siglo xx: aquel de la emancipación femenina. Así pues, responden muy bien a la lectura de la realidad de su época que pudo hacer un escritor que siempre se valió de su método del realismo crítico. Como complemento de esta “positividad” indiscutible de la juventud (el renuevo perpetuo, al igual que la literatura que reverdece eternamente) y de la feminidad (factor de desenajenación posible del género humano), los últimos textos de Revueltas muestran su preocupación por la memoria, no sólo en lo que respecta al testimonio, al deber de memoria, sino también a lo que él llama “actos profundos” en su cuento “Hegel y yo”, es decir, actos inmemoriales que surgen del fondo mismo del inconsciente y que son portadores de una libertad en potencia. Estos textos de la última etapa confirman asimismo su defensa de la teoría de la praxis: gracias a la liberación de la tensión insostenible entre el ser y el no ser, el personaje de “Ezequiel o la matanza de los inocentes” logra “trasponer la confusión de los cristales para entrar en la madera del mundo”. Estos textos “testamentarios” confirman, a pesar de su aparente encierro máximo, la dialéctica que funciona secre-


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tamente en la obra revueltiana y designan claramente el tercer polo de la superación: la lucha, la teoría y la práctica inseparablemente, contra viento y marea. Por añadidura, es posible detectar un movimiento en forma de espiral en esta obra, a partir de la circularidad de ciertos textos, en particular “El reojo del yo” en el que el narrador al repetirse logra procrearse, y volverlo a encontrar en el conjunto de “Los días terrenales” –título que Revueltas deseaba dar a la totalidad de su obra literaria, a su tragicomedia humana– desde la desorientación inicial (“¿Adónde?” del inicio de Los muros de agua) hasta esta afirmación rotunda de la praxis, que acabamos de ver y que nos muestra el camino a seguir. Eterno empezar, perpetuo reinicio, sí, aunque con nuevos actores, a un nivel superior –distinto, cuando menos– a cada vuelta, a cada regreso sobre sí mismo del gran círculo de la Historia. Así pues, al lograr autoprocrearse y afirmar la circularidad narrativa, el narrador demuestra que tiene el control de la vida, esto es, tratándose de textualidad, de la escritura. Y puesto que logra reunificarse (yo y el otro), reintegrarse en la plenitud del ser, es decir, en la linealidad circular (en forma de espiral) de su obra, le es posible escapar al tiempo al recobrarlo en estado puro, al recuperar el ser en sí del pasado. Puede decirse entonces que la experiencia literaria de José Revueltas (bio/gráfica, texto y contexto, escritura “sobre su propia piel”) es su Tiempo recobrado.1

1 Para más detalles, véase mi ensayo El árbol de oro: José Revueltas y el pesimismo ardiente, Ciudad Juárez, uacj, 2003, 318 pp., premio “Guillermo Rousset Banda” 2002. El mismo ensayo fue reeditado por el fce este 2014.

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El profeta del desastre Ramón Guzmán Ramos No hace mucho escuché a un joven de unos 25 años defender con vehemencia algunos de los movimientos emergentes que han estado apareciendo en el país. Lo hacía usando argumentos que solían caracterizar a las izquierdas de la década de los setenta. Términos como la lucha de clases, la dictadura del proletariado, el materialismo dialéctico, la guerra de guerrillas, la revolución socialista, la sociedad igualitaria, eran vertidos con ímpetu de espíritu desde una concepción que él se apresuró en calificar como marxista-leninista. Yo era el único veterano en esa reunión informal que de pronto devino en debate. Los demás veían al militante como a un ser extraño, proveniente de otro mundo, aunque habría que decir mejor que de otro tiempo, cuyo discurso parecía adquirir la forma de una reliquia a la que sólo él rendía adoración. El militante, ante la actitud mordaz y él mismo diría que reaccionaria de los demás, solicitaba mi intervención: “El maestro es de esa generación que vivió directamente el torbellino de la lucha revolucionaria”, decía. No pude evitar una oleada de nostalgia histórica. Lo había escuchado con atención y secreta simpatía. Así éramos, pensé. Gran parte del siglo xx estuvo marcado por una utopía poderosa. El hombre podía liberarse de una vez por todas del sufrimiento, las guerras, la explotación, las dictaduras, la miseria, la enajenación, y entrar a lo que sería la verdadera historia de la humanidad. Para ello, era necesario destruir de raíz al sistema capitalista, origen de todos los males, e instaurar un nuevo régimen, sin clases sociales. Tendría que hacerse a través de un gran movimiento revolucionario encabezado por la clase social que estaba llamada a dirigir esta gran hazaña: el proletariado. Pero el proletariado, por sí solo, no estaba en condiciones de cumplir con su cometido; había que crear una organización bien disciplinada y consciente de su misión histórica, que asumiera el papel de dirección. Esto se convirtió en un credo que compartimos millones alrededor del mundo. La utopía se estaba convirtiendo en realidad en varios países donde la revolución había triunfado, y había movimientos fuertes en otros lugares que apuntaban en el mismo sentido. Todo parecía indicar que la historia no tenía otro destino que el socialismo. El paraíso en la tierra era posible. El hombre viviría sus días terrenales en comunión

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armónica con sus semejantes y con la naturaleza. Otros desafíos del conocimiento y la tecnología lo harían elevarse cada vez por encima de sus propios límites, pero nunca más la pobreza y la opresión. Ese paraíso, sin embargo, no pasaba de ser una ilusión. De hecho, había dado una voltereta desde el principio y se había convertido en su contrario. La concepción clásica del marxismo planteaba que el socialismo sólo se podía construir en un país altamente desarrollado. A principios del siglo xx, sin embargo, la Rusia zarista presentaba condiciones de tipo feudal y esclavista, con un incipiente desarrollo industrial. Esta circunstancia dividió a los marxistas rusos en dos facciones que a la postre se volverían irreconciliables: los mencheviques, que veían a la revolución como una forma de desarrollar y completar la etapa capitalista; y los bolcheviques, que se propusieron el desafío de saltarse esa etapa y pasar directamente a la construcción del socialismo. Como se sabe, fueron los bolcheviques los que finalmente se apoderaron de la dirección del proceso. Pero el salto que dieron fue en el vacío. Forzaron de tal manera la realidad que fue necesario crear un régimen totalitario para imponer su programa. A la muerte de Lenin, Stalin se convertiría en el dictador absoluto. La colectivización forzosa de los medios de producción y la supresión total de la libertad fueron algunos de los elementos sobre los que se levantaría el nuevo sistema. Fue este tipo de socialismo el que sería exportado a otros países al término de la Segunda Guerra Mundial, y sería este modelo el que, con sus propias variantes, adoptarían otras revoluciones triunfantes en el mundo. La propaganda, por supuesto, decía otra cosa. Seguía manejando la idea del paraíso en la tierra y los esfuerzos titánicos, heroicos, que hacían las masas para construirlo. Revelar las dificultades o las fallas podía ser considerado como un acto de traición. Los intelectuales y artistas tenían el deber de usar sus herramientas de trabajo para ensalzar los logros y reforzar la imagen original. Sobre este criterio apareció y se impuso el llamado realismo socialista, corriente estética que se propuso hacer de cada obra de arte un acto de alabanza al socialismo tal y como se conocía, y de cada intelectual y artista un panegirista incondicional. Los que se negaban eran perseguidos y encarcelados, o arrojados al desprestigio si se trataba de intelectuales externos. Fueron pocos los que se atrevieron a ejercer con libertad de conciencia la crítica y enfrentar las consecuencias. En México podríamos señalar a dos de nuestros intelectuales más impor-


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tantes: Octavio Paz, que en 1937 asistió al ii Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura en España, en plena Guerra Civil, de donde regresó con dudas y cuestionamientos que lo llevarían a cuestionar el espíritu mismo del llamado internacionalismo proletario y las contradicciones propias del sistema socialista: la persecución y los campos de concentración en la Unión Soviética. El ejercicio de la crítica llevó a Octavio Paz a deslindarse totalmente del socialismo burocrático y autoritario. El otro escritor que resintió en carne propia el aguijón de la duda y que procedió a realizar el análisis y crítica correspondientes fue José Revueltas. A diferencia de Paz, Revueltas no se proponía el rompimiento total. Su crítica llevaba la intención de mostrar las contradicciones que debían resolverse en términos del propio sistema. Ambos intelectuales, cada uno de diferente manera, tuvieron que enfrentar a los inquisidores y los curas rojos que desde la misma izquierda arrojaron sobre ellos todo tipo de anatemas. A Revueltas, por ejemplo, lo obligaron abjurar de su propia obra y de su crítica al publicar en 1949 Los días terrenales. A Paz lo arrojaron a las filas de la derecha y lo convirtieron en uno más de los enemigos del pueblo. José Revueltas se propuso en Los días terrenales mostrar una tesis política y filosófica que le desgarraba la conciencia: la inexistencia histórica de un partido comunista que asumiera plenamente y de acuerdo con los principios originales el papel de dirección revolucionaria del proletariado. Con esta postura no sólo negaba la legitimidad del pcm existente, sino el proceso mismo en que se había erigido el llamado socialismo real, así como las deformaciones ideológicas que lo fundamentaban. En sus novelas y cuentos el autor muestra siempre a personajes en situaciones extremas, tanto por lo que se refiere a su entorno social como al impacto que esto tiene en sus conciencias. Los comunistas de Los días terrenales son seres atrapados en contradicciones que parecen no tener solución. El fanatismo dogmático de Fidel Serrano es apenas un reflejo de lo que ha ocurrido en la urss, con la ascensión al poder de José Stalin y el nuevo dominio del Estado sobre el pueblo. Gregorio Saldívar, que representa pálidamente el espíritu crítico que debería triunfar sobre las sombras, acaba hundido en su propia fatalidad. El mundo de Los días terrenales es un mundo cerrado, habitado por tinieblas, donde el ser y la conciencia de los personajes se degradan y deforman hasta la ignominia. Nadie esperaría que gente así asumiera

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El profeta del desastre

la misión histórica de liberar a la humanidad de la opresión terrible

que desde siempre ha padecido. Pero estos comunistas son la expresión mexicana del modo como el sistema socialista se ha deformado a nivel global. Revueltas usa la literatura como una herramienta poderosa para escudriñar el alma humana. No importa en qué circunstancia se encuentre el hombre. Siempre habrá el desafío de mostrar sus entrañas y su condición errónea sobre la tierra. El hombre es mucho más que sus pensamientos y sus actos. Es lo que es cuando una parte de su espíritu queda atrapado en las sombras. El santo y el demonio se debaten en su interior para apoderarse de su voluntad y de sus actos. No es necesario decir que es el demonio el que termina dominando. En este caso, los salvadores del mundo llevan en su sangre y en sus nervios la semilla de la perversión. Nos quieren liberar de un monstruo para hacernos caer en las garras de otros monstruos, que son ellos. Esta es una atrocidad que debe ser revelada, puesta en evidencia, para que podamos darnos cuenta y tomar conciencia del engaño. Hay que decir que el autor no se proponía llegar hasta las últimas consecuencias de su crítica. Hubiera terminado por aceptar que el sistema socialista, tal como existía en la realidad, no tenía remedio. Se me ocurre pensar en un sacerdote que se atreve a criticar a su iglesia y revelar sus atrocidades, con la intención de que la institución se salve y cumpla al fin su misión sobre la tierra, pero la perversión de la iglesia no es sino la prueba objetiva de que Dios no existe. Entonces el sacerdote retrocede horrorizado y prefiere no traspasar esa frontera. La visión de Revueltas era profética. Es probable que haya vislumbrado el desastre total, pero prefirió no tocar esa línea. Su obra literaria y ensayística prefigura esa perspectiva, y hay que decir que la obra suele rebasar por sí misma las intenciones expresas del autor. Volviendo al militante del principio, lo que pensé fue que el hombre siempre tendrá necesidad de utopía, es decir, de una idea vigorosa que niegue la realidad actual y que proyecte al hombre en una perspectiva de mejoramiento. De lo que hay que cuidarse es de las utopías cerradas, absolutas, que se convierten en dogmas, en ideologías estáticas, y conducen indefectiblemente al infierno.


José Revueltas Signo de luz y conciencia

Algo sobre el sustrato bíblico de

Los días terrenales

José Manuel Mateo para Lenin y los árboles, reunidos en la plaza pública

Con frecuencia, el interés por la obra de Revueltas se ha dirigido al ámbito ideológico y al simbolismo que evidentemente conecta a algunos de sus personajes y situaciones narrativas con la fe cristiana; menos se ha dicho en cambio de las huellas que dejaron en su escritura las lecturas de la Biblia y de diferentes libros con tema religioso. Es decir, la cuestión del sustrato bíblico y cristiano en Revueltas no se agota con señalar los rasgos (tanto de signo negativo como positivo) que comparten los primeros cristianos y los comunistas cuyo afán era conseguir la instauración del paraíso en la tierra, ni en apuntar la transformación del cristianismo y del socialismo en discursos de poder. Esto es lo evidente, lo que se halla en la superficie de la cuestión (lo documental, diría el entrañable Revueltas). Si en sus cuentos y novelas este escritor absoluto produce una fascinación completa esto no se debe (o por lo menos no únicamente) a que hable de los comunistas mexicanos o de quienes viven en los márgenes de la sociedad como si fueran cristos; se debe sobre todo a su gran capacidad para atraernos mediante las formas narrativas que sabe desplegar en su relato. Si consideramos esta proposición veremos que las digresiones, los largos párrafos de reflexión filosófica que tanto se le reprochan no constituyen un error, sino un recurso que comparte con otros autores (antiguos y modernos) y que atravesó distintos grados de perfeccionamiento. En Los días terrenales este recurso se vincula, además, de manera sistemática, con otro donde las lecturas de tema religioso desempeñaron un papel esencial: la parábola. La sola abundancia de referencias bíblicas y cristianas que puede hallarse en la novela impulsa a afirmar que estamos ante un fenómeno de intertextualidad o de vasos comunicantes que no sólo incide en el carácter simbólico de los personajes y en la recreación de situaciones, sino en la organización narrativa misma. Desde la primera línea, el lector se encuentra con una paráfrasis del Génesis (1: 1-2) y de Juan (1: 1-2, 5), que

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se continúa en el tercer párrafo con una referencia al Salmo 33 (6, 9); dice Revueltas: En el principio había sido el caos, mas de pronto aquel lacerante sortilegio se disipó y la vida se hizo. La atroz vida humana [...] En el principio había sido el caos, antes del Hombre, hasta que las voces se escucharon (ldt: 7).1

Y en la Biblia podemos leer: Génesis 1: 1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. / 2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios estaba sobre la faz de las aguas. Juan 1: 1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el verbo era Dios. / 2 Éste era en el principio con Dios [...] / 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas prevalecieron contra ella. Salmo 33: 6 Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, / Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca [...] / 9. Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió.2

Con esta paráfrasis inaugural, Revueltas establece de golpe el papel generador de la palabra humana, del verbo en su génesis telúrico; los hombres sólo se afirman sobre una tierra sin Dios cuando unos emiten sonidos articulados y otros los perciben y comprenden. El caos, el estado de preexistencia, se rompe gracias a que la palabra, en su estado natural de emisión sonora, se hace presente, no sólo para los personajes de la novela sino en el espacio del lector. Se trata por cierto de un doble llamado: en efecto, se introduce un sistema de referencias para comprender la novela, pues se exige un conocimiento previo de situaciones y personajes que forman parte de un universo cultural (de un discurso o de un imaginario, si se prefiere); al mismo tiempo, el lector 1 Desde este momento las referencias a Los días terrenales se indicarán entre paréntesis con la abreviatura ldt seguida de dos puntos y el número de página en cuestión. Ésta y las siguientes citas de la novela de José Revueltas se tomaron de Los días terrenales, edición crítica, coordinación de Evodio Escalante, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Signatarios del Acuerdo Archivos allca xxe Siècle, 1992 (Archivos, 15). 2 La edición de la Biblia que se ha consultado y de la cual proceden todas las citas es la siguiente: La Santa Biblia: Antiguo y Nuevo Testamento, antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por Cipriano de Valera (1602), otras revisiones: 1862, 1909, 1960, México, Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.


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es incorporado a un espacio donde las referencias culturales serán en seguida resignificadas gracias a la incorporación de diferentes recursos estilísticos (la paráfrasis es el primero de ellos; el decisivo, para nosotros, la parábola). Por supuesto, no carece de interés que el sustrato religioso incida en la configuración de los personajes y las situaciones, pero lo que por mi parte deseo destacar es cómo ese sustrato incide en la configuración material del discurso. Es mucho lo que perdemos si nos limitamos a pensar en Los días terrenales como la novela de un ateo con intereses sociológicos por la religión y sus conexiones con el comunismo, y más todavía lo que nos equivocamos si la tomamos por el producto literario de un intelectual de izquierda que pretende sostener ciertas tesis sobre el vacío y la angustia existencial. Pienso que así como en otro tiempo los románticos recurrieron al panteón grecolatino para crear obras originales, así Revueltas apela (e interroga), con la misma legitimidad, a todas esas historias y personajes que articulan la mitología occidental para configurar un discurso narrativo sólido y autosuficiente. Por lo demás, la de Revueltas no es una reacción condicionada por el discurso hegemónico (o imperante) sino una elección estética que responde a esa hegemonía e implica un conocimiento profundo sobre la función y la acción de las palabras en la literatura y la vida. Con su apropiación de elementos que originalmente formaban parte de un universo religioso, Revueltas emprende una novela donde los mensajes –que rebasan con mucho la crítica de las posiciones dogmáticas y del estalinismo– se traducen en experiencia vital dentro de la ficción, en extensas reflexiones de los personajes y en una confrontación reiterada de esas experiencias y reflexiones con breves recuerdos, pasajes o descripciones aparentemente secundarios o inexplicables para quienes sólo se preocupan por la progresión de la acción en el relato. Al respecto de una de estas descripciones, la amplia referencia a El entierro del conde de Orgaz y la reflexión que emprende Gregorio Saldívar con relación a esta obra de El Greco, Evodio Escalante señaló que ese pasaje “constituye una instrucción de lectura, un modelo insertado dentro del texto para que a partir de él sepamos discernir cuál es la deformación específica de cada uno de los personajes”.3 Si se toma en cuenta esta llamada de atención 3 “Circunstancia y génesis de Los días terrenales”, en Los días terrenales, edición crí-

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–dejando de lado por el momento la interpretación que propone Evodio– y se considera el conjunto de la novela, creo que puede hablarse al menos de tres “instrucciones de lectura” más: el diálogo de un par de beatas (escuchado y visto por Fidel Serrano), el episodio del perro que devora a un animal muerto (atestiguado por Bautista y Rosendo), y la persecución de dos jóvenes lesbianas que tratan de huir de una mujer “hombruna y repugnante” (la escena tiene por testigos a Jorge Ramos y su esposa, Virginia). Puede hablarse asimismo de una plena correspondencia de las instrucciones con la reflexión de los personajes y de aquellas entre sí. Con esto quiero decir que la amplia referencia a El entierro... no es un hecho aislado sino un recurso que se emplea en los momentos cruciales de la novela y que tanto en su forma como en su funcionamiento corresponde al de las parábolas, género lejano al puro carácter prescriptivo o de adoctrinamiento, y en el que sobre todo cabe reconocer la eficacia narrativa de lo que bien puede llamarse argumentación por semejanza o modelo figurativo de razonamiento, cuya naturaleza esencialmente sugestiva y alusiva fue anterior a la novedad moderna de argumentar por conceptos.4 De ahí que el término instrucción no sea para nosotros el que mejor muestra la naturaleza de estos pasajes, los cuales condensan el sentido global de la narración y, sobre todo, la van articulando, en un procedimiento que inscribe a Los días terrenales dentro de una larga tradición a la que Revueltas se tica, op. cit., p. 213. Las cursivas son mías. Evodio echa mano para su análisis de lo que se considera esencial en El Greco: “Hasta donde se sabe –dice– la deformación. Esa sublimación, ese gótico crecimiento que alarga los rostros y los cuerpos como si tratasen de ascender al cielo y estar en contacto con Dios...”; con base en esta caracterización, afirma que Gregorio Saldívar verá también a todos los hombres deformados por verdades particulares, lo que en última instancia pondrá en el centro de la novela “la espiral de la alienación”. Véase “Los laberintos de la dialéctica en las novelas de Revueltas”, en Nocturno en que todo se oye: José Revueltas ante la crítica, selección y prólogo de Edith Negrín, México, Dirección de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural unam-Era, 1999, pp. 131-132. 4 Al respecto véase el libro de Manuel Pérez, Los cuentos del predicador: Historias y ficciones para la reforma de costumbres en la Nueva España, Madrid, Universidad de Navarra, Iberoamericana-Vervuert, Bonilla Artigas Editores, 2011 (Biblioteca Indiana, 29) y de A.J. Greimas y Joseph Courtès, Semiótica: Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, t. 2, versión española de Ballón Aguirre, Madrid, Gredos, 1991 (Biblioteca Románica-Hispánica: Diccionarios, 10), p. 185.


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incorporó muy probablemente gracias a sus lecturas de Dostoievski.5 Varios ensayos señalan las similitudes entre ambos escritores y la influencia del maestro ruso en el mexicano. Y a esta comparación se añade el hecho de reconocer en Revueltas un cierto clasicismo. José Joaquín Blanco, aunque matiza su entusiasmo, señala por ejemplo que: [...] toda esta visión de la vida, de la cultura, de la misión y de los avatares del comunismo, que frecuentemente lleva a Revueltas a largos pasajes y aun a capítulos teóricos un tanto especiosos y abstrusos, se congrega con un patetismo digno de los grandes momentos de los textos trágicos clásicos [...].6

De la misma forma, cuando Christopher Domínguez Michael compara a Revueltas con Lukács habla del “clasicismo que los unía”, y remata: “El amor de Revueltas por Goethe, como el de Lukács, apostaba por una evolución clasicista del arte del porvenir”.7 Conviene incorporar estas consideraciones porque nos ayudan a atisbar esa tradición literaria a la que Revueltas sin duda pertenece, no tanto en el sentido que señala José Joaquín Blanco, sino en consonancia con un género que, precisamente, pone en crisis la integridad épica y el destino trágico del hombre y no sólo acepta, más aún, exige largas disquisiciones teóricas e integra en un mismo discurso géneros de lo más disímbolos. Me refiero a la sátira menipea. Al abordar la obra de Dostoievski, Mijaíl Bajtín establece las características de este género, que da sustento a la obra del novelista ruso:

5 De acuerdo con Jorge Fuentes Morúa el conocimiento de la literatura rusa por parte de Revueltas inició en la casa paterna y fue reavivado en gran medida por su experiencia de joven militante político, que pudo tener a su alcance los trabajos y traducciones del ruso de Armen Ohanian, cuyos escritos fueron editados en Madrid por Cimientos y en México por la lear (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios) a principios de los treinta. Ohanian escribió sobre Gorki y lo tradujo del ruso, también redactó una monografía sobre Gorki, Gogol y Dostoievski. Véase Jorge Fuentes Morúa, José Revueltas: una biografía intelectual, México, uam-Iztapalapa-Miguel Ángel Porrúa, 2001 (Las Ciencias Sociales, Segunda Década), pp. 144-145. 6 “El reloj terrenal”, en Nocturno en que todo se oye... op. cit., p. 116. 7 “Lepra y utopía”, en Nocturno..., op. cit., p. 72.

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[...] e influyó profundamente en la literatura cristiana (en su primera etapa) y en la bizantina (y a través de ésta, en las antiguas letras rusas), siguió su desarrollo bajo diversos nombres y con algunas variantes en épocas posteriores [...] así como en la época moderna.8

De los 14 rasgos característicos de la sátira menipea señalados por Bajtín, interesa retomar los que se refieren a la organización del discurso y al carácter “netamente filosófico de crear situaciones excepcionales para provocar y poner a prueba la idea filosófica, la palabra, y la verdad”,9 por su similitud con el tratamiento narrativo que Revueltas empleó en Los días terrenales. La sátira menipea puede considerarse como un género que se ocupa de las últimas cuestiones, que retoma posiciones filosóficas de actualidad con el fin de someterlas a prueba en el mundo de las mujeres y los hombres. No busca demostrar ni encarnar positivamente la verdad sino cuestionarla. Tiene entre sus características determinantes la de combinar el simbolismo religioso, que a veces se traduce en un elemento místico, con un naturalismo de bajos fondos sumamente extremo. En la menipea aparece una especie de experimentación psicológica y moral (pasiones que rayan en la locura, deseos irrefrenables, suicidios, personalidades excéntricas) que no corresponde estrictamente a un carácter temático sino formal: gracias a la introducción de las conductas y pensamientos extremos, el destino épico del hombre se resquebraja y aparecen otras posibilidades: los personajes pierden su carácter de seres con una finalidad y dejan de coincidir con la visión que de sí mismos se habían creado. De ahí la importancia del diálogo y de la actitud dialógica que asumen consigo mismos, pues, en el proceso de reflexionar y de cuestionarse las certezas con que cada uno contaba, éstas se quiebran y traslucen consideraciones apenas entrevistas o de plano impensables. Los personajes y escenas extremas tienen su correspondencia en la conducta discursiva que se vuelve patente en el relato: campean los oxímoron, los 8 “Las obras de Dostoievski”, en Mijail Bajtin, Problemas de la poética de Dostoievski [1979], tr. de Tatiana Bubnova, México, fce, 1986 (Breviarios, 417), p. 160. Con este ejercicio comparativo no pretendo encerrar Los días terrenales en un esquema ni ajustarla a ningún canon para legitimar de entrada mis opiniones; atiendo a la similitud que ya Eugenia Revueltas y otros han advertido entre Dostoievski y José Revueltas, así como a la admiración que éste sentía por el maestro ruso. 9 lbidem, p. 161. Cursivas del original.


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