Revista Surgente No. 7

Año III Número 7 / mayo - agosto 2008 ISSN 1909-6895

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El Muro...

Surgente Letras Informales. Año III - Número 7.

Septiembre - diciembre 2008 Director: Rodolfo Celis Serrano Comité Editorial: Carolina Osorio Rogelis, Jaime Enrique Barragán Antonio, Carlos Martínez Romero, Leidy Joana Díaz Ramos y Rodolfo Celis Serrano Escritores Invitados: Leo Latorre, Camilo Cienfuegos, Rafael Silva, Natalia Barrera, José Gabriel Suárez, Gabriela Amar, Alex Caro, Jorge Eliécer Valbuena, Paolo Boecio, Carlos Luis Ortíz, Juan Karramán y Colectivo Canalla.

Diseño Gráfico: Carlos Martínez “Don Gato” Fotografía Portada: Alex Ramírez

Contactos: Calle 77 Sur No. 1D - 08 Este - Piso 3.

Tel. 7646279 - Usme - Bogotá D. C. E-mail: revistasurgente@yahoo.es Agradecimientos especiales a todos y todas, los que hacen posible que este esfuerzo editorial siga existiendo.

Este tiraje de Surgente Letras Informales se hace en el marco de “Construyendo La Surgencia” un proyecto financiado con recursos de Christian Aid - Fondo de Pequeños Proyectos.

El contenido de los artículos o imágenes es responsabilidad de sus autores y no corresponde necesariamente con el pensamiento de la revista. Está prohibida la reproducción total o parcial del material publicado en esta revista sin el permiso manifiesto de sus autores.

Nada existe.... ... antes de ser nombrado Extractos de un discurso leído por su autor en el Foro Local de Literatura y Política, realizado por esta revista el pasado 9 de marzo en las instalaciones del CDC Julio Cesar Sánchez.

Por: Leo Latorre leo_use_me@yahoo.es

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as palabras que nombran el Sur no han surgido de los seres humanos que recrean su existencia en estas tierras bañadas por el Río Tunjuelo, sino que son palabras impuestas por la élite criolla dominante; actos discursivos colonizadores que nombran nuestras riquezas para contarlas, ponerles precio y, en ese acto, usurparlas. Así, desde el lenguaje, el poder nos enajena, al tiempo que destruye el significado orgánico de nuestra habla construida históricamente en la marginalidad, pues El Sur no es más que naturaleza indómita que guarda en sus entrañas valiosos recursos naturales dispuestos para ser tomados por la casta superior. Por ejemplo: los recursos hídricos del Páramo de Sumapaz sólo pueden ser vistos como una mercancía que se puede vender embotellada.

Ahora bien, El Sur está habitado por seres que las palabras hegemónicas llaman “ineficientes” e “improductivos”, seres irracionales incapaces de valorar la riqueza que se esconde bajo sus plantas o que se posa ante sus ojos. Hombres y mujeres periféricos cuya única capacidad es la violencia, el desorden y la decadencia; zonas de periferia, de frontera, donde aún no llega el orden de la modernidad y la modernización; tierras sin escriturar, cuyos habitantes están a la espera de ser redimidos, añorando un misionero, conocedor de las nuevas palabras, que les indique el camino a la verdad. Así las palabras: sur, pobre, comunidad, ñero, periferia o marginal, están cargadas de un contenido moral, que refiere a lo inferior, a lo indeseable; su significado está determinado desde la conciencia etnocéntrica de la élite bogotana, para la que el ñero de hoy es homólogo del guache del Siglo XIX. Y el carácter discriminador de las palabras que nombran al sur determina dos tipos de acción del poder sobre el territorio: una es la represiva y la otra, la misionera. La represiva conduce a que la perrera sólo recoja jóvenes para llevar a la UPJ en el sur de la ciudad; a la limpieza social; a que el basurero de la ciudad tenga su lugar natural en Doña Juana y el parque minero en el Mochuelo; a que la inversión pública se concentre en

zonas estratégicas para el capital, y la destinada a satisfacer las necesidades de la sur-gente sea concebida como una forma ineficiente de invertir los recursos. Mientras que la acción misionera, la misma que los imperios coloniales utilizaron como punta de lanza en sus dominios ultramarinos, es la cara bondadosa de la dominación y se expresa en el trabajo de las ONGs, ejércitos de misioneros que llevan la caridad, la palabra salvadora en sus talleres, tratando honrada y hasta inocentemente de incorporar a estas almas perdidas al orden eurocéntrico, a la racionalidad de la oligarquía establecida; pues, el misionero –a pesar de su buena fe- cae preso de su arsenal de palabras, de sus significados profundos y se convierte en un reproductor de la colonialidad.

Surgencia, entonces, es la palabra creadora de un mundo que se nombra con signos lingüísticos inmanentes a él. Por ello la tarea de la Surgencia es crear y resignificar, eliminando radicalmente los contenidos discriminatorios de los vocablos usualmente utilizados para referirse a este territorio; frente a las palabras: ñero, periferia o marginal; contraponer el neoñero propuesto por Jaime Barragán o el ñero ilustrado de Gabriel Tolosa; la creación de representaciones dignificantes del habitante del sur que han hecho Rafael Silva, Fito Celis o Don Gato en sus textos, o las realizadas por tantas personas que participan de esta construcción colectiva con sus poemas, ensayos, cuentos y crónicas; implica asumir el diccioñero como discurso libertario, contrario a lo afirmado por un exaltado lector de Surgente, indignado por la reivindicación del “lenguaje utilizado por arrastrados, ladrones, prostitutas, mariguaneros de baja ralea y zarrapastrosos de Usme”, pues para la Surgencia, las palabras del diccioñero son la expresión de la potencia creadora de nuestra juventud y de su ímpetu reprimido por el statu quo, pero siempre desbordado por los intersticios del poder. Finalmente, la Surgencia no está aquí para hacer eco de la palabra dominante, sino para despertar la potencia creadora de las mil lenguas con que habla el territorio.

Hijos del Sur?

Hijos del Sur?

¿Qué somos los

¿Qué somos los Por: Camilo Cienfuegos

Un texto necesario para estos días de lluvia y una reflexión crítica en la que un hijo del sur deconstruye ciertos discursos hegemónicos sobre los que se sustenta el nuevo orden global, su genealogía y su bipolaridad.

L

uego de quebrarse la pangea, falsa o cierta conjetura de la antigua, nueva y futura geología, surgieron cinco continentes… que a la fecha suman siete; quizá porque se ha agudizado tanto el capitalismo y por ende el individualismo que hasta la tierra misma se ha vuelto egoísta y quiere vivir, poco a poco, en pedazos más pequeños, hasta que ningún humano pueda posar planta, ni gritar: ¡tierra!… ni poseer tierra en nombre de otro, ni a favor de otros, ni a expensas de otros. Ya no una tierra donde posar la raíz del trigo, el maíz, la papa, la coca, la bella amapola o la palma sin frío.

Y de esos siete continentes luego de 'procesos', que por llevar un 'orden', que quizá sea divino, llamaremos 'lógicos', este hombre que lleva miles de años gritando tierra, le dio un 'orden' a su cuerpo y delimitó el entorno, que no es otra cosa que el afuera del hombre, como si ya no fuera, por siempre, todo y parte y por lo mismo unidad concreta con el mundo. Esta, otra palabreja: 'mundo'. Que luego acuñara en globos el señor Benn, para seguir marcando el 'orden' a las cosas y cuadricular el saber en conjuntos y subconjuntos, como este, de siete continentes y tres cuartas partes de agua llamado tierra, planeta o mundo.

Por ese 'orden' el lector me entiende. Me cuestiona Vallejo, me aplaude Saramago, me omite Octavio Paz, me asesora una posible Nobel colombiana. ¡Válgame!

No Ingrid! Pues ella responde a otro tipo de 'orden' y en el 'orden' ya diseñado en Estocolmo, sí, allí de donde es oriundo un síndrome que es desorden, ella será una Nobel no del orden de las letras, ni de las ciencias...

será una Nobel de piedra. No una Nobel Menchú, jodiéndose por los jodidos Hijos del Sur. No un Nobel Mandela, cinco largos lustros jodido tras las rejas, luego de joderse otros tantos lustros jodiendo un poco, en favor de otros Hijos del Sur a los hijos del norte que inventaron el 'orden' y en este 'orden' el 'orden' de un 'Premio Nobel'. Pero bueno. Lo menos, es que sea un posible Premio Nobel, compañera o compañero quien corrija estas líneas para sugerirme un 'orden'. Lo más, es que en orden o desorden usted me entienda.

Así surgió el norte y el Sur. Podrán juzgarme de xenófobo entre mayúsculas y minúsculas; pero la xenofobia, es otro de los globos de Benn en donde el 'orden' colocó a quienes, en muchos casos tenemos memoria… por ahí derecho se llega a otro subconjunto propio llamado terrorismo. Y surgió el norte y el Sur. Voy rápido. No lo dudo. Pasó mucho tiempo antes de que el pulgar se hiciera amigo del índice, el cardinal, el anular y el meñique. Otro tanto pasó antes que se desarrollara una laringe capaz de producir algo parecido a una palabra, o sea un 'orden' sonoro, diferente al gutural animal. Tras ellos, un cerebro creciendo, tras él… algo.

Pero usted me entiende. Norte y Sur son la dicotomía por excelencia de los opuestos. Si en algo lleno el vacío, dejado al omitir la reproducción celular que devino en entidades multi-celulares que luego constituyeron a los grandes mamíferos y vertebrados, o las tablillas de arcilla, antesala de la nueva y futura escritura, le digo que primero fue el día y la noche; luego el bien y el mal; el amigo y el enemigo; el leal y el traidor; el capaz y el incapaz; el poseedor y desposeído; esclavos y

“América, que es en sí un sólo cuerpo, con una cintura increíble, unas caderas enormes, capaces de parir sin apuros y un busto generoso y materno, se ha partido en dos”

esclavistas; pobres y ricos; dueños y arrendados… ah! por ahí, del 'orden' del norte llegó Marx y, mejor que nadie, ha descrito el anterior 'orden' de opuestos. En fin. ¿Le suena familiar? De esta cadena de opuestos irreconciliables surgió el norte y el Sur… y una línea ecuatorial que permite, como la correa, saber dónde empieza el tronco y dónde las piernas. Dónde el hambre y dónde el goce.

América, que es en sí un sólo cuerpo, con una cintura increíble, unas caderas enormes, capaces de parir sin apuros y un busto generoso y materno, se ha partido en dos; pues en sus senos, sus hijos que eran como los del Sur, fueron acribillados, aniquilados por el inmigrante inglés… pragmático asesino hijo y padre del nuevo 'orden'. Que a su modo gritó: ¡tierra!, tomando posesión del busto de Nuestra América.

Primerísimo inventor del desplazamiento y la fosa común, junto a españoles, holandeses, franceses, alemanes, portugueses e italianos. No se extrañe que me falten saqueadores en la lista.

Quedamos, del Río Bravo hacia abajo y un poquito más arriba, si quieren los del Mississippi, negros hermanos de enloquecido a síncope, de guitarra y armónica nostálgica y rebelde, al lado de africanos y asiáticos… explotados, saqueados, torturados y ¡'civilizados'!... embutidos a los mierdazos en el nuevo 'orden' y hermanados todos por ser Hijos del Sur. Los Hijos del Sur olemos a maquila, a mano de obra barata, a cerebro en fuga; olemos a millones, a tasas de natalidad alta, a ingresos por habitante pésimos, pese

a ser maquillados; olemos a altos impuestos, a iletrados, a pobre, a desempleado, a doliente, a creyente; olemos a desorden, a indisciplina, porque llevamos arraigado un negrito del Batey al que el trabajo se le presenta como enemigo, castigo o mal negocio. Los Hijos del Sur olemos a todo eso porque es el aroma que nos otorgó, nos impregnó el 'orden' del norte. Pero los Hijos del Sur también tenemos la fragancia de la alegría combativa, del trópico cadencioso, olemos a materia prima, ¡sí!, porque olemos a bosque, a selva, a agua, a caña, a café, a carbón, a cobre, a petróleo, a oro; olemos al primer material de la tierra: la naturaleza; donde el 'orden' ha vomitado asfalto, concreto, polietileno; es decir, valores agregados a la primera materia y más que agregados devenidos de ella… productos bastardos no degradables, lo cual significa que yacen en tumba con penitencia para volver al origen, a expensas de las fiebres de la pacha mama.

Los Hijos del Sur somos reflejo y víctima del nocivo 'orden' del norte. NO somos su producto. Estamos lejos de ser algo acabado. Los Hijos del Sur no negamos ser síntesis suspensa e inevitable de un proceso histórico variopinto y global. Pero estamos lejos de vernos resignados a ser el inodoro, el muladar, el patio trasero, el vivero y vividero del norte. Los Hijos del Sur echamos mano de los elementos dados por la síntesis y, siendo el error la flor pisoteada y su perfume la esperanza, los Hijos del Sur somos la Simiente del Hombre Nuevo que aún es promesa del futuro y compromiso consciente del presente… en un viaje a la semilla carpentiano, hacia una pangea que a la vez será Babel horizontal.

XXVI/VII/MMVIII 3 de la madrugada

Reflexiones sobre La Zona y Tropa de Élite, dos extraordinarias películas latinoamericanas.

Tanta seguridad me da miedo.

Por: Rafael Silva Bareño. rafiska@yahoo.com

H

ace poco en la sala alternativa del MAMBO donde se proyectan películas de estreno pero que no tienen cabida en el circuito comercial, tuve la oportunidad de ver en la misma semana las películas Tropa de Élite, coproducción argentinobrasilera, y La Zona, de director uruguayo pero coproducida entre México y España. Las dos, además de presagiar el buen momento por el que pasa el cine latinoamericano con una especie de nuevo neorrealismo, capaz de dotar dramas sociales locales con buenas dosis de sensibilidad universal y compartir el mérito de alzarse con las estatuillas de reconocidos certámenes festivaleros de la talla de Berlín, Venecia y Valladolid, han levantado toda una polvareda política sobre el tratamiento de la temática allí desarrollada y que en resumidas cuentas diría yo que es la SEGURIDAD, así en mayúscula y tan de moda en nuestro país, porque aquí como en Brasil, México o Argentina, los gobiernos de turno legitiman sus excesos de poder y sostienen sus mandatos amparados en la tan mentada seguridad.

La Zona nos da pistas para entender esa tendencia cada vez más generalizada entre las personas especialmente las más pudientes- de habitar en conjuntos cerrados, cuidados por guardias privados (guachimanes y guachicanes), monitoreados las 24 horas con cámaras y circuitos cerrados de televisión, aislados de la calle –el espacio público- y, sobre todo, lejos de molestos y sospechosos peatones. Si en la Tropa de Élite el miedo y la violencia son generados por la seguridad pública abusiva, en La Zona, en cambio, son sus mismos residentes quienes se infligen el miedo y abusan de su propia seguridad privada. En ambos casos la pretendida seguridad no es más que un espejismo que se paga caro, pero que la ciudadanía, aterrorizada y acorralada por la avalancha noticiosa, está dispuesta a pagar, bien con su voto por candidatos que profesen la mano dura y ofrezcan salidas rápidas, o bien cancelando jugosas sumas de dinero a las cada vez más boyantes compañías de seguridad privada.

Finalmente, estas dos películas muestran la crisis del

,

mayor demanda de seguridad –armas, muros, vigilancia privada- pero también mayor aislamiento.

Por su parte, la película mexicana La Zona (México 2007) desarrolla una trama social sobre los excesos de poder y el desborde de la seguridad privada en la vida de las familias residentes en un conjunto cerrado y que, al término de la película, se me ocurrió asociar con un postulado al que llegaba Michael Moore en su documental Bowling for Colombine y que, en términos muy generales, se resumía en que a mayor miedo, mayor demanda de seguridad –armas, muros, vigilancia privada- pero también mayor aislamiento.

Sin embargo, como bien lo han señalado los estudios sociológicos, una de las causas del aislamiento social y la privación es precisamente el aumento del miedo, con lo cual el ciclo vicioso reinicia su camino.

A mayor miedo

En Tropa de Élite (Brasil, 2007) el escenario son las favelas brasileras -que en nuestro medio equivaldrían a las comunas y a los distritos- o grupos de barrios gobernados con la mano firme y el corazón grande de capos de las drogas que pocas veces sobrepasan los 20 años y que sobreviven en medio de una permanente disputa con otros carteles, incluyendo las mafias policiales, por hacerse al dominio de los territorios.

Aquí el Estado, representado en un comando de policías especializado en operaciones urbanas y refinadas técnicas de interrogación como “la bolsita asfixiante”, hace parte del conflicto urbano y su acción precisamente se legitima en aras de la seguridad ciudadana, sólo que sus métodos, a menudo, exceden la brutalidad de los usados por los delincuentes y a su paso van dejando una que otra víctima inocente. De esta manera, la Tropa de Élite, lejos de brindar seguridad a los habitantes de la favela, es la seguridad estatal uniformada, de la cual siempre es mejor no ser beneficiario.

concepto de seguridad, concebido éste como un estado de garantía de la tranquilidad absoluta e independiente de las profundas contradicciones socioeconómicas de sus habitantes. A la vez cuestiona el manejo inmediatista y simplista que, tanto desde el ámbito de lo público como de lo privado, se le viene dando a la seguridad, en el sentido de que históricamente las naciones sólo han gozado de estados de seguridad, más o menos perdurables, como producto de gobiernos estables e idóneos, administración humanizada de la justicia, acceso a la riqueza colectiva y promoción de las artes, la ciencia y la cultura.

Así que la seguridad, como la tan cacareada paz, lejos de ser estados transitorios y coyunturales, requieren profundas transformaciones en la organización del estado, la economía y la sociedad, a favor del bienestar social. La pregunta, entonces, es ¿Qué tanto estamos dispuestos todos los actores sociales a ceder y apostar por el camino más largo?

Ilustraciones: Carlos Don Gato Martínez

feminasuit600@yahoo.com

Por: Joana Díaz Ramos

Crónica ganadora del primer lugar en el Concurso literario “Usme una palabra Surgente” realizado por esta revista hace algún tiempo; en ella la autora escribe sobre otra mujer que construye una casa con el mismo material del que están hechos los sueños.

II La casa del tamaño del mundo Recuerdas que una vez, trenzándote el pelo, pensaste que te parecías mucho a tu madre. Tu madre que se parecía a tu abuela y tu bisabuela. Tu madre que te introdujo en esos primeros ecos de esa lengua que hablas ahora cuando al final del día te sentabas entre sus piernas y te hacia las trenzas mientras tú fregabas las ollas.

Y no es otro el legado que recibiste de la forma en que esas mujeres vivieron, murieron y volvieron a vivir

I Se arrienda pieza No sólo he imaginado esos juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo.

“La casa de Asterión” Jorge Luis Borges

E

l silencio era imperante en la humilde casa, los niños estaban en el colegio mientras las mujeres se bañaban y luego preparaban alimentos para la hora del almuerzo. La olla a presión sonaba en uno de los cuartos y en el otro el freír de los huevos formaba un coro de sonidos y olores en que no se reconocía quién iba a almorzar tal cosa o cuál alimento iba a consumir tal persona.

El timbre retumbaba en intervalos seguidos y variados, un letrero “Se arrienda pieza” era la curiosidad de los visitantes al otro lado de la puerta, quienes no dudaban en preguntar cuánto costaba el alquiler del cuartito para una pareja de esposos con sus correspondientes hijos. El aviso, permanente todo el año en uno de los tres ventanales, colindantes al apartamento de Doña Cecilia, la dueña, anticipaba la esencia de la gigante posada.

En la ventana de abajo, volvía a deletrear: s-e a-r-ri-e-n-d-a p-i-e-z-a, la imagen es particular, me parece inusual que pernocte este letrero con tanta propiedad en el vidrio fragmentado de la entrada principal, me genera la idea de que esta casa, al igual que todas, anida secretos, guarda verdades, esconde fantasmas, susurra leyendas, entierra cadáveres y contempla el nacimiento de niños, esperanzas o anhelos. Esta casa que es el mundo es igual a la de todos, a la mía y probablemente a la suya.

Cric-Crac.

Edwidge Danticat Quise hablarte de una casa en donde las mujeres trenzan sus cabellos, una tras otra, haciendo una fila en la que la más chica peina una muñeca y la grande no tiene quien enrede su pelo. Esta imagen ronda mi cabeza, la escuché una tarde en que Diego nos contó sobre una casa en Betania en la que había vivido largos años de su infancia. Sé de tu gusto por peinarme y quise seguir la imagen, alguna vez pasé frente a la casa, cerca al paradero de los Transpanamericanos y supuse volver a prueba de memoria, no lo logré, tendría que ir acompañada, Diego antiguo inquilino del lugar, sin duda, me llevaría a conocerla.

Encontrarlo fue una tarea menos compleja que la de perder la esperanza de visitar la casa, había anotado su número telefónico en algún espacio de mi memoria, pero fue imposible hallarlo; los días se fueron sumando y el tropezón era menos probable, al fin, cercanos al mismo bar nos chocamos y horas más adelante caminamos rumbo a casa de Doña Cecilia con el anhelo de que alguno de sus hijos, Yolanda o Germán, nos dejara conocer el ventanal que antes había presentado ante los ojos de Diego, la imagen que aún nos mantiene vivas.

Sabes que desde adentro esta casa me recuerda los espectros de la nuestra, con las paredes coloridas, llenas de trazos de neófitos, mujeres desnudas caminando por los balcones y todo respirando un perfecto silencio cuando estabas en la casa. Mama vieja es Doña Cecilia, una mujer ni triste, ni alegre, a la que nunca vimos llorar pero tampoco reír. Toda su conversación fría y calculada, con algunos olvidos pertinentes después de haber vivido tanto, pero libres de sufrimiento o de rencor; todos los difíciles tiempos afrontados ya pasaron, sólo queda el recuerdo, el dolor de los muertos, el olor a la cuna desde ahora y siempre deshabitada. Yo, quería contarte esta historia, ahora que ya no estás entre nosotros mama vieja, porque soñé una imagen y vi que una mujer trenzaba mi cabello mientras susurraba una historia; yo estaba arrodillada y desde un espejo veía que detrás de la Doña estabas tú, trenzando su memoria.

“Quise hablarte de una casa en donde las mujeres trenzan sus cabellos, una tras otra, haciendo una fila en la que la más chica peina una muñeca y la grande no tiene quien enrede su pelo.”

“muchos escalones gritan lo inútiles que se sienten siendo un pedazo pequeño de concreto que apenas recibe el polvo del patio central y esperan, de vez en cuando, la caricia de una escoba, de un visitante o de un inquilino.”

III El conventillo del medio mundo Vuelvo al Sur, como se vuelve siempre al amor, vuelvo a vos, con mi deseo, con mi temor. como un destino del corazón.

Soy del Sur, como los aires del bandoneón.

Sueño el Sur, inmensa luna, cielo al revés.

Busco el Sur, el tiempo abierto y su después.

Quiero al Sur, su buena gente, su dignidad, Siento el Sur, como tu cuerpo en la intimidad.

Te quiero Sur, Sur, te quiero.

- Fernando “Pino” SolanasEl deseo de entrar a esta casa es comparable al resguardo que busca el desamparado cuando el arma de las calles apunta directo a su cabeza, quise entrar para resguardarme y el gatillo de los recuerdos disparó la nostalgia de los primeros días en los que por primera vez, con todos mis harapos, llegué a Usme en el 93; a un lote grande y desalojado con una pieza hecha en guadua como la de Doña Cecilia, 24 años atrás.

Susurrando con mis dientes que tiritaban de frío la canción que desde la cuna me correspondía: soooy del Sur, como los aires del bandoneón. Suueñooo el Sur, inmensa luna, cielo al revés. Buuscooo el Sur, el tiempo abierto y su después.

Doña Cecilia viajó hasta Betania en el suroriente de la ciudad, a uno de los primeros barrios que existieron en Usme; un inmenso potrero, como lo recuerda ella, en el que sobresalían las cuadrículas de tierra destinada a los cultivos de cebolla, papa y trigo; un lugar deshabitado que recibía el cuarto retoñito de la cuarta familia que llegaba a reunirse con los primeros colonos del cerro, entre ellos Guadalupe Chaves, otra de las mujeres que fundaron y construyeron, golpe a golpe, cada una de las calles de la Localidad.

El recuerdo de la diáspora de las mujeres nacidas en los pueblitos colombianos ya lo había escuchado de tu boca, fue una de las puertas que abrí dentro de la inmensa casa que permanecía en silencio mientras en la pieza más tenebrosa, como después la matrona nos iría a contar, tomábamos tinto y escuchábamos caer las gotas de agua sobre el tejado deteriorado del inquilinato.

IV La casa de Erscher Esta casa son todas las casas, sus escaleras son múltiples, se tejen como las trenzas de tu cabello encontrándose y desencontrándose de tres en tres; ninguna se enreda pero cada una toma formas distintas, algunas parecen llegar a los balcones de la casa o ser la ruta para subir de un piso a otro, pero son escaleras falsas, no conducen a ningún lado, llegan al mismo sitio, de la alcoba de un inquilino a la puerta de otro, se esconden entre ellas; desde arriba, sólo se ven las que se ubican en el patio central, que también son tres y que forman el pasillo común, en donde los vecinos que salen se encuentran con los que llegan, los que van al baño se saludan con los que caminan hacia los lavaderos; escalerillas que conducen a piezas escondidas donde parece ya no existir más que los muros del perímetro de la casa, se perciben inutilizables algunas; otras descuelgan tristezas con ropas extendidas en sus barandas y otras más, cuentan la melancolía de un cuarto deshabitado que enmarca la soledad en su tráfico; muchos escalones gritan lo inútiles que se sienten siendo un pedazo pequeño de concreto que apenas recibe el polvo del patio central y esperan, de vez en cuando, la caricia de una escoba, de un visitante o de un inquilino.

Hemos subido hasta el tercer piso y no veo unas escalinatas por las cuales devolverme, trato de buscar en dónde quedaron tantas vistas desde abajo, puedo experimentar la sensación del perdido; son muchas puertas que no son tantas para el número de personas que habitan la casa, todas están con candado, no se ven fuertemente aseguradas pero sonrío porque creo que en cualquier momento puedo entrar a cualquiera de estas y saltar por los escalones que ya no veo desde que sigo las indicaciones de Diego, quien recuerda lo divertido de jugar a las escondidas cuando estando pequeño habitaba la pieza más grande del inquilinato.

V La matrona Todos los años, en vísperas de su onomástico, la Mamá Grande ejercía el único acto de dominio que había impedido el regreso de las tierras al estado: el cobro de los arrendamientos. Sentada en el corredor interior de su casa, ella recibía personalmente el pago del derecho a habitar en sus tierras, como durante más de un siglo lo recibieron sus antepasados de los antepasados de los arrendatarios.

“Los funerales de Mamá Grande” Gabriel García Márquez La Historia es una mujer de memoria selectiva y Colombia una hembra olvidadiza, pues ellas no evocan los tiempos de la Gran Tribulación en que muchedumbres de desterrados llegaban a la ciudad; estampidas de mujeres cargadas con niños, vestidas de sangre marchita y lágrimas sin pronunciar, hacinándose en viejas casonas del Centro que aún guardaban el eco de la revuelta popular o yéndose a poblar una tierra de promisión en la periferia de Bogotá. La Doña llegó un día en que los sueños y la violencia con “pataditas de buena suerte” la pusieron en Kennedy, luego la embarcaron en una chiva con destino a Usme y, finalmente, la asentaron en un campo erial, donde chocaban los rayos de sol con sus ojos que se agrandaban y pintaban una pupila en forma de casa, con balcones abiertos para mirar el día y alcobas que refugiaban la noche.

Luego se vio arrendando las diecisiete piezas, cobrando a otros el alquiler correspondiente al derecho de habitar su pedazo de mundo. Viviendo su cotidianidad, educando niños, conociendo extranjeros, enfrentando borrachos, erigiendo mujeres, cultivando la tierra y aprendiendo el ejercicio de gobernar.

El micromundo de su hogar fue el reino en donde ni dios, ni el estado, ni la galopante democracia, lograron observar y detener su tierna dictadura; sólo las penas regadas por toda su piel, embadurnada de sudor, levantaron el pedestal de su propio altar, en el que se coronaría con el descanso de sus pies, manos y cuerpo; tregua merecida después de llamar al orden, cultivar la calma y el respeto a los niños y al esposo borracho, silenciados por su voz de mando en esa ¡su casa!. Casa que sólo ella levantó y en la que pudo conocer lo que era el mundo, la tierra, las leyes y la autoridad negados en el reino de Dios a lo largo de los tiempos.

Ese lote que la enamoró, como ningún hombre pudo hacerlo, comprado en trescientos cincuenta pesos, vería nacer después de cuatro meses al primer niño del barrio, en la única piecita que Asdrúbal, su finado marido, construyó. Ese parto significaba el advenimiento de la prosperidad y a pesar de no estar

rodeados de ovejas, bueyes o vacas; de carecer de una estrella que los cobijara y no recibir la visita de ningún Baltazar cargado de oro (porque la mirra y el incienso no faltaban en la habitación del divino niño); los acompañaba el frío, ese frío abrumador de las tierras usmeñas. Ese día no hubo enfermeras, ni hospitales, tampoco el anuncio de un nuevo censo imperial; en cambio, sólo se escuchaban palabras de tregua entre conservadores y liberales, se hablaba de la Anapo y de la capitana timoneando su embarcación política, mientras se veía la cuna del niño pronto okupada.

La okupación había comenzado desde el mismo cuello uterino, ya el primer hombre era desplazado de su primera casa (el vientre) y tendría que salir a la luz de la cruel mañana a buscar posada, un lugar para refugiarse, la propiedad privada que sueñan los libres, los hombres acostumbrados a nacer en tierras latinoamericanas.

Las cosas iban mejorando y con el tiempo cada cuarto fue alquilado por una familia. Los servicios solían ser los mismos para los de arriba y los de abajo, pero los inquilinos empezaron a ponerle sobrenombre a la casa, la llamaban “El Palomar” porque la habitaba mucha gente, una colmena humana que llegó a tener bajo su techo a ciento cuarenta almas en sus diecisiete celdas; aquellos coincidían por casualidad con el nombre del sainete de Vacarezza “El conventillo de la paloma” y me di cuenta que mi casa, la que labré como mi abuela me enseñó, no era más que la reunión de la expresión popular genuinamente hispano-criolla, en donde gente de todos los idiomas y gentilicios, principalmente franceses, gringos, paisas, pastusos y santandereanos se reunían por falta de vivienda propia en inquilinatos de la ciudad, soñando un bienestar posible, esperando las migajas prometidas por el milagro de una modernidad siempre a la vuelta de la esquina.

Las habladurías de los inquilinos no dejan de correr en esta casa, hubo días en que el agua no fluyó y las bombillas no iluminaron, pero los rumores seguían retumbando en cada uno de mis oídos, los propios y los de mis hijos, que también me pertenecen; me llegó en un sobre blanco con palomas dibujadas el sobrenombre de “la ricachona”, pronunciado por los más endeudados, que roían este mote en los balcones y lo gritaban desde las escalinatas a los vecinos; todo por ser la dueña, la que cobraba.

Yo simplemente me burlaba, caminaba por los pasillos de la casa, llamaba al orden y todos tenían que arremolinarse en el patio central; allí me acusaban con sus miradas cargadas de reproche, pero igual tenían que escuchar un discurso tomado de otras manos que acrecentaba mi despotismo ilustrado: “Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones que yo castigaré a su debido tiempo son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas cuyo número es infinito están abiertas día y noche a los hombres y también a los

“Y esa casa, monstruosidad arquitectónica, construida por la mano oscura de quién manda, me fue cerrando sus puertas, echándome a la calle, ofertándome a las cantinas que me atraían con su sana modestia, con su espacio habitable y humano”

animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí, ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Así mismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra”.

Me bajaba del trono, caminaba hasta mis aposentos y despertaba otra mañana en la incertidumbre de una noche no muy bien descansada.

Cerré los ojos y recordé que solo aprendí a leer mi nombre y a sumar los números de cobro de cada apartamento. La muerte de Asdrúbal, arrollado por un carro fantasma sobre la Avenida Boyacá, empieza a desvelarme; no reconozco la vigilia de la realidad. Mi esposo me habla todas las noches, ya no llega borracho y siempre permanece en casa cuidando mis sueños.

VI El arquitecto de la casa Me encontraste en un negro camino como un peregrino sin rumbo ni fe y la luz de tus ojos divinos cambiaron mi suerte por dicha y placer Desde entonces yo siento quererte con todas las fuerzas que el alma me da desde entonces Paloma querida mi pecho he cambiado por un palomar José Alfredo Jiménez Aquí enuncio lo vivido y veo el ayer enfilado en la memoria. No hay sino un eterno presente y ningún mañana. Se engarrota el alma y el cuerpo, todo lo pasado en una irreducible nuez, donde cabe la existencia con su multicolor carnaval.

Todo lo pasado, todo lo pesado, todo lo pisado; levantarse todos los días con el puño apretado en la cerrazón del palustre, con el ojo perspectivo de tanto delinear el vacío, el nivel en su lugar, la cinta métrica constante, las manos casposas de lidiar la mezcla, un galón de cemento, siete de arena y la cerveza para acompañar la faena. Siempre la cerveza. Probar la Cabrito, Oro de Munich, Dorada, Rubia, Club 60, Germania, Andina, Clausen, Águila, Bavaria…. todos los sabores, espumas y marcas.

Las luces se me vinieron encima, un chirrido de neumático friccionado en el concreto, el golpe contundente, la sensación nebulosa de ser arrollado, la vida que se agolpa en una milésima de segundo, el bullicio de las sirenas y un olor fresco de sangre fluyente sobre el concreto pulido de la Avenida Boyacá; y después el silencio absoluto y la tierra toda, recipiente, consuelo, desmayo definitivo…y allá lejos la vieja casona.

Nunca un cantinero me negó una cerveza. Traer dinero no importaba. La cuenta se anotaba en un cuaderno cuadriculado de tapas marrones donde

desembocaban largas hileras de números, que se tachonaban y re-escribían como un mapa de arena infinito. Cada mes llegaba un sueldo magro y con el dinero en el bolsillo hacía mi recorrido por los tomaderos locales; me alegraba pagar las deudas, saber mi inventario en ceros y ver mi confianza retribuida en la sonrisa gentil del tendero.

Cerveza que removía partículas de cemento de mi gaznate reseco y me extraviaba de las discusiones probables con mi mujer, la dueña de la casa; cerveza que me sumergía en ese gusto particular por la música mexicana. ¡Cómo me gustaba Pedro Infante con su porte de charro tapatío! ¡Qué picardía para enamorar y maltratar mujeres!.. despachar una tanda, invitar los amigos a una de más, decir “esta va por mi cuenta”, echarle una moneda a la máquina traganíquel y cantar con la voz desgarrada Amorcito corazón o Me sacaron del Tenampa; jugarse otras monedas en el tejo criollo y volver a la casa. Esconder la humillación tras el mareo, bajar la voz, no hacer ruido al abrir la cerradura, acostarse en la otra cama, tragarse el vómito antes que manchar el tapete; levantarse lunes temprano a trabajar; emborracharse y resistir la vida de ruso, obrero, levantacasas, picapedrero, maestro de obra, mezclacemento, empañetador del subsuelo.

Beber cerveza y ver crecer los hijos; vastaguitos de vida nacidos al calor de una casa cada vez más grande; siete golpes del destino con mi cara copiada en sus fisonomías mugrientas: Alejandro, Esperanza, Germán, Wilson…

Y la casa cada vez más llena de gente extraña, más inhabitable. Más preñada de ruidos ajenos y olores de otras gastronomías. Más de la patrona, de su control y autoridad, y menos mía. Estos ojos que se perdían en una ebria neblina donde sólo la veían a ella, contoneándose en su creciente palacio como una reina de la marginalidad; ama y señora que se revienta la espalda en el trabajo y la acumulación; mujer berraca que construye la casa a imagen y semejanza de su cuerpo, alacena de cajitas donde almacena la abnegación, el sacrificio, el odio o el amor; mujer piraña, mujer santa, mujer de estos huesos libertos en su cárcel de tablones podridos.

Y esa casa, monstruosidad arquitectónica, construida por la mano oscura de quién manda, me fue cerrando sus puertas, echándome a la calle, ofertándome a las cantinas que me atraían con su sana modestia, con su espacio habitable y humano -tres pasos y la rockola, el mostrador, la puerta, el orinal- hasta que finalmente, y para siempre, me arrojó a las fauces de un camión ganadero sobre una avenida matutina y al silencio mortuorio de la noche infinita.

“La vecindad del chavo que grita desde un barril que somos sudacas, que sabemos reunirnos en la porquería a hablar, a prestar el teléfono para averiguar a quién llama el vecino; acostumbrados a lavar la ropa mientras tomamos café y adelantamos chisme:” VII La bonita vecindad No me tires con la tapa de la olla, porque se abolla por la mitad, ni me amague con la tapa'e la tinaja, Doña Tomasa, por caridad.

Si yo quiero a la muchacha últimamente es conveniente que sepa usted, que ella ha sido la primera en provocarme y en insinuarme yo no sé qué...

-Alberto Vacarezza Diego conoce las historias de la casa, lo que nadie dice, lo que todos callan, lo que ocurrió y se empolvó, lo que jamás llegó hasta oídos de la dueña. Diego flagela al poder, pone de rodillas a los santos, desconsuela al maestro, perdona a la puta, castiga a la casta y habla, habla sin piedad, sin conmensura, luego termina y dice: “Fue sin querer queriendo”.

Al parecer lo único que pudo interesarle sucedió en el 89, cuando llegó a la casa de la Doña que al principio no les quería arrendar, pero que cedió a la cara de buenas personas que pusieron Don Chepe y su familia y a su sexto sentido que escruta el pasado de un probable arrendatario con sólo mirar en el espejo de sus ojos las verdades secretas del alma y aunque abandonó la casa, volvería a ella en el 96, cuando Diego tenía 13 años cumplidos.

Me recuerda una serie mexicana de televisión, la imagen de un inquilinato que no pertenece ni a él, ni a mí, ni a nadie, porque si en algo nos parecemos los que reconocemos la vecindad es que no tenemos en donde vivir; somos arrimados, andamos por la vida sin tener una casa propia, nuestras raíces no son más que la suma de las diásporas del mundo: México, Argentina, Chile, Colombia; el relato de los desamparados que caemos sin paracaídas en la periferia de las naciones latinoamericanas.

La vecindad del Chavo que grita desde un barril que somos sudacas, que sabemos reunirnos en la porquería a hablar, a prestar el teléfono para averiguar a quién llama el vecino; acostumbrados a lavar la ropa mientras tomamos café y adelantamos chisme: en que andan los hijos de María, quién es la moza de Pedrito, cuáles son los amores de Yolanda y la puritana de la esquina en dónde se la pasa que nunca se le ve en

la casa. Acostumbrados a abrir las ventanas y ver a la hija del vecino luciendo sus quince años con un pequeña toalla cubriendo su cuerpo de camino al baño; habituados a escuchar los gemidos de los recién casados, las peleas de los borrachos, los gritos de doña Josefina que de nuevo fue apaleada por el cernícalo de su marido que le hace hijos a golpes. Pactando estrategias implícitas y secretas de vecindad para las noches en que las mujeres paran los hijos y todos corran a auxiliarlas, la lleven en el taxi de Jorgito, la atiendan en Meissen donde la hija de José es enfermera, y que Cecilia aporte pa' los gastos de la cuna, la tía que dé la primera pinta y el taita que se pierda, que responda por la china de la esquina que anda embarazada y que se callen todos que la doña va a hablar, que apaguen la radio y le bajen al televisor que no se escucha nada.

Hay un profesor en esta casa, una mujer sola y amargada que anda toda pinchada, un soltero que está desempleado, los niños que alborotan el silencio, el huérfano, el abandonado, el hambre que acecha las barrigas, la muerte esperando en el sofá empolvado de la casa, los costeños cantando vallenato noche y día, el paisa haciendo sus triquiñuelas, los gringos vendiendo contrabando. Esta bonita Vecindad acoge a los individuos frustrados, a los individuos separados, distanciados o divorciados; tal vez por eso me siento parte de ella y me gusta El Chavo y vivo en el sur y busco, mes a mes, quien me arriende una pieza porque esta es la identificación masiva del pueblo sureño, la complejidad de los que empezamos a vivir en la urbes, porque somos los más fieles espectadores de este programa que nos refleja, y encierra nuestra callada y también periférica voz, en medio de risa y tragos y brindis y chismes y golpes; porque la ostentosa mujer de buen corazón que tiene la capacidad de vivir de sus rentas, que representa al patrón, al jefe, al mismo Estado, nos deja ir sin pagarle la renta, nos tiene paciencia, considera nuestra crítica situación y lo más importante de todo: es una de los nuestros, que también vivió en arriendo y tuvo vecinos y se sintió parte de la chusma, esa, a la que inexorablemente pertenecemos. Esta casa que son todas las casas cubre con sabanas blancas la tragedia telenovelesca del sur, la cotidianidad de todos y cada uno de los usmeños.

“Esta casa que son todas las casas cubre con sabanas blancas la tragedia telenovelesca del sur, la cotidianidad de todos y cada uno de los usmeños.”

Con uñas y dientes Por: Carlos Martínez - Don Gato rodapalabra@yahoo.com

En un barrio perdido sobre los cerros orientales de Bogotá tuvo lugar un evento que sólo una pluma afilada convertiría en esta crónica-viaje a esos paisajes de la resistencia desnuda, de la lucha, desesperada y esperanzada, de muchos héroes anónimos aferrados al sueño de tener una casa.

Es el día que llega y con él, la jornada....

‘

5:00 a.m.

Amanece: Nadie sabe cómo o por qué misterio, sólo amanece; quién dirá con qué exactitud o de la mano de qué dios; cómo o cuando. La claridad se disipa y se pinta de luz el fuliginoso espesor de una noche ya en fuga; ahora se distinguen cielo y tierra y en lontananza los cerros se adivinan entre la niebla y el claroscuro que propone ese derroche de azul y bruma que es la mañana en esta otra ciudad.

Poco a poco ese claro que nace más allá de los ojos (allá donde sólo unos pocos saben) se apodera de la retina celeste forcejeando, a razón de albor, con una estrella crepuscular que resiste y se niega a desaparecer y ello ¡puta madre! tiene que ser una señal.

Sobre el cerro va corriendo la neblina y me gusta pensar que, vista a lo lejos, sugiere la poderosa respiración de la naturaleza.

Las luces se van encendiendo una a una y ese silencio, casi ceremonial y tan cercano al asombro, sólo se quiebra con el canto de algún gallo que ha traído el viento. Es el día que llega y con él, la jornada.

Ya los que dormían van despertando y sus sonidos se comienzan a escuchar, más no así las voces, cual si un nudo general silenciara las gargantas y a la orilla de la boca se suicidasen las palabras.

Muchos se quedan y otros tantos se van, mirando hacia atrás con la angustia propia de quien sale al mundo a buscarse la vida y se cubre con la incertidumbre de no saber qué hallará con su regreso; los demás salen de sus casas y se miran largamente ¿Qué pasará? ¿Qué será de nosotros? se preguntan en silencio los unos a los otros; una abuela sentada en su portal masculla oraciones mientras sus manos de corteza se entretienen en la redondez de una camándula que gira interminablemente.

El rumor se esparció pronto y la fuente es confiable,

Bogotá difusa, que se advierte a los pies de este cerro inmemorial...

pero quién sabe, a última hora siempre hay quien espera un milagro y los hay que sueñan con que llegado el momento todas las tragedias se entorpecen.

Entre tanto, la ansiedad, el miedo.

7:30 a.m.

La alborada.

El viento, perseguidor incansable de las hojas (y los techos) ha vuelto a mecer los tallos de la hierba y recorre uno a uno sus nervios; el sol trepa la montaña, y a medida que sube deja un rastro verde tras de sí, despejando el camino y a su paso taciturno (elido) todo se recupera con nuevo aliento; ante tal desolación no se puede más que respirar profundo y tragar el temor, pasarlo con el pucho de tinto y el pan que traen los vecinos del segundo turno. Desayunar. Sí, al bocado engullido en la zozobra también se le llama así.

Ciudad que se levanta, pero no despierta; que abre los ojos, pero no ve o ve sin ver que es peor; luego otros sonidos alertan los oídos y enrarecen el aire, entonces parece que la desventura no se hará esperar más y los ojos se concentran cediendo a la oreja toda importancia. Sonidos terribles de ramas que allá en el pie del cerro se parten por el andar de los apurados pies; se dejan oír pasos que avanzan como explorando, entonces los hombres corren a asegurar las casas (Sí, digo las casas y no los ranchos porque las cosas son como uno las nombra). Los niños a esconderse, las señoras a esconderlos y los vigías a vigilar; los abuelos se persignan y la mano sobre la camándula aprieta con doble fuerza; entonces sí, el sueño se espanta .

Las alarmas permanecen prestas esperando la chispa que les incendie y les haga resonar (sí, digo alarmas y no tapas, olletas y canecas, porque las cosas son como uno las nombra.)

9:00 a.m.

La media mañana: El día trae en su haber toda clase de sonidos lejanos desde aquel laberinto de ladrillo y zinc: Bogotá difusa, que se advierte a los pies de este cerro inmemorial; se oyen pitos de carro, niños que juegan, perros, radios cantores que vaya uno a saber de qué tierras trajo el viento: ¡Aaaay! No hay que llorar que la vida es un carnaval y las penas se van cantando noooo haaaay;

9:20 a.m.

Medias nueves: Un grupo de personas, entre los que se cuentan varios jóvenes, asoman por el camino acompañados de la improvisada guardia. ¡Los señores observadores de los Derechos Humanos! se escucha decir desde la boca impasible de un abuelo-centinela que camina

Mil historias que también son cicatrices abiertas en la piel de la montaña...

con ellos como por inercia, sosteniendo la tapa lumínica de un caldero que en su mano antigua luce como un escudo espartano. El miedo se disipa y se hace calma relativa, los ánimos se estabilizan y se aplacan; entonces todos se sientan en torno al fogón, como evocando una primera humanidad; los visitantes hablan y hacen expresa su indignación con voz segura, como quien apropia un dolor ajeno y lo hace suyo, y sus palabras tranquilas tranquilizan: hablan de cómo debería doler igual la tragedia de los frailejones aplastados por la invasión humana a la tragedia de la humanidad aplastada por la falta de refugio y así, al son de rumores y comentarios de voz entrecortada, hierve la fiambre en la olla.

12:30 m El sol en lo alto: Se augura un magnífico día de verano y el sol brilla suspendido en el cenit, derramando luz, generoso, sobre barriadas distantes; desde allá, -dice el más viejo de los vecinos, no sin el verbo diligente que entraña el liderazgo con que habla su voz y que aquí bien le reconocen- si se mira, si de casualidad se vuelven los ojos a este “morropelado” (léase: cerro desprovisto de verdor, coronado de austeras edificaciones de lata, zinc y algún ladrillo ocasional, que a fuerza de invisibilidad se han hecho barrio) parece uno encontrarse con un libro abierto de arena y

cal. Un libro, sí, dice bien ese líder sin nombre (como todos los demás) un libro a todo color que va desde ese verde que se pierde poco a poco, hasta el naranja que avanza desde las entrañas mismas de la tierra y se expande cual mancha voraz que termina por invadirlo todo. Y en ese espejo tornasol, en sus renglones-calles, pequeñas, apretadas, volátiles, polvorientas, se gravan mil historias que también son cicatrices abiertas en la piel de la montaña: brechas ocres, zanjas blancas, canteras rojas que se funden con el camino marrón por donde, para dolor de las pobres barrigas que aún no se llenaban, avanzó, ahora sí, la tropa, la fuerza del estado. Suben a prisa, miran con desconfianza, como buscando señales de humanidad en estas precarias latas apiladas en forma de hogar y no las encuentran: el rumor de desalojo dejaba de ser rumor y se convertía en desdén.

Desde la tarde anterior esto se veía venir, lo que daría a estas gentes el tiempo para prepararse, pero ¿Quién está preparado para esto? ¿Quién está ahora en radiante disposición de ver su casa caer sin más vivienda que la intemperie? “¿Por qué no compramos otra?” preguntó algún niño desde la ingenuidad de quien desconoce las lógicas mezquinas de la transacción y habita el paraíso feliz de la infancia.

Y bajo ese mismo sol calcinante y festivo se inició entonces otro trámite legal de desalojo, las alarmas se

La lucha digna y humana de quien defiende el concepto entrañable del hogar y la certeza de la familia...

paralizaron de espanto; todo se detuvo y nada se atrevió a girar, ni siquiera a respirar; y ese mutismo profundo, tan parecido al asombro, sólo fue interrumpido por la voz del juez advirtiendo salieran en tranquilidad, que ayudaran a tumbar los ranchos y que por las buenas, que eviten problemas que… pero nadie parecía escuchar, era entonces el Comité de Derechos Humanos oficiando de mediador, facilitador, tranquilizador; era la prensa independiente entrevistando a unos y a otros; era la comunidad sangermaneña hecha angustia; era el crujir de dientes y el silencio sereno de la policía.

Pero ¿Para dónde nos vamos a ir? Gritó una intranquila señora con la voz angustiosa de quien aspira a obtener respuesta. No hubo contestación. ¡Señora, sálgase de la casa! Eran los niños a las orillas del camino y su asombro infantil contemplando el paso del buldózer y negándose a creer que estas pasmosas máquinas fueran creadas para estas lides.

1:45 p.m.

Canícula: El primer rancho cae (ahora, ya son ranchos; ahora la indignidad los ha hecho ranchos, estorbos antiestéticos, afeadores de la decorativa urbana, historias incómodas qué contar), los caballos de los carabineros se pasean nerviosos por la adrenalina en

el aire y de repente, tras un año soportando imbatible la furia del viento y el peso de la vergüenza, cae el segundo; y, antes de que cayera uno más, una piedra asentada con furia fue a estrellarse en un casco policial y como por reacción comenzó la batalla campal: los niños a esconderse, los hombres y las mujeres, palo y piedra en mano, iniciaban la danza de la reyerta (no la salvaje de la cría y la madriguera, sino la lucha digna y humana de quien defiende el concepto entrañable del hogar y la certeza de la familia) con la desventaja evidente de fuerza. “¡Somos gente!” sentenció un grito ante la feroz avanzada de los caballos, pero aquellos policías parecían cegados por el deber o el poder de sus bolillos.

Los agentes gritaban, los hombres y las mujeres gritaban, los defensores de Derechos Humanos gritaban y lanzaban indignadas ráfagas de cámara fotográfica, mientras memorizaban las placas oficiales; y los niños, escondidos en los ramales del monte, se cubrían las orejas con ambas manos, acaso soñando con barrios pavimentados o recordando aquello de soplaré, soplaré y tu casa tumbaré (no hubo casa de ladrillo dónde correr).

2:00 p.m.

Vespertina: Un policía ordenaba a un joven videógrafo apagar la

El mundo existe sólo porque hay quien lo contemple...

cámara, so pena de recibir un golpe seco de bolillo “¡Somos prensa!” dijo, dije, dijimos, no ya desde la orilla tranquila del espectador imparcial que contempla el transcurso cotidiano de la vida, sino desde la indignación que corroe la entraña; otros permanecían inmóviles, serenos. Y se confundieron árboles, testigos, curiosos, prensas y juez, de seguro para ellos no era su primer desalojo, de seguro la pupila se les había curtido y no era ya ventana de un alma sino extensión de las lentes. Exigí la cámara a la fuerza pública ignorando el carácter hostil de mi interlocutor y me incorporé mientras le vi acercarse, agitando su garrote cual avispa que enseña el aguijón; desde la lejana altura de un morro, el camarógrafo en fuga me miraba no sin alguna tristeza y en sus ojos pude leer: “éste se dejó tocar del mundo, perdió imparcialidad: se tiró la nota”.

Un segundo después, mientras con mis manos retenía la trayectoria del bolillo, recordé aquella historia del escritor que, parado sobre la cima del cerro tutelar de la ciudad, contemplaba la noche y el mundo bajo sus pies y así, ebrio de poesía y paisaje, mientras todos dormían desde lo alto de su observatorio concluyó: “el mundo existe sólo porque hay quien lo contemple y en este minuto en que todos están dormidos existe gracias a mí y sólo porque yo, desde aquí, lo contemplo” y pensaba que todo ese mundo de allá abajo, con sus calles, avenidas, aeropuertos, patios,

chalets, aceras, carros, acueductos, perros, parajes; con esas gentes que desprecian, se avergüenzan, ignoran, ordenan desalojos o los desconocen; con todos sus jueces, notarios, obreros, policías, lectores, televidentes y enamorados, existe únicamente porque desde aquí, desde este mirador tomado, y quién sabe si recobrado, hay siempre quien los mire y ampare su existencia; Entonces sí, de ser tal cual y descubrirse, todos se apersonarían del tema y no habría ya invasores de terrenos privados, sino buenas gentes, hogares, necesidad, subsistencia, prevalecer de la especie; no ya clientes sin fondos, sino humanos buscando techo (sí, he dicho techo y no lata o retazo de paroid con qué cubrir la cabeza y resguardarla de la intemperie, porque las cosas son como uno las nombra) .

La tarde avanza lenta, agónica, para las indeseadas gentes que aquí padecen, que pueblan ilegalmente el mundo y con clara alevosía cometen el delito de la extrema escasez, reincidiendo a diario; que aducen pobreza y desempleo, y enseñan el revés de los bolsillos a urbanizadores y funcionarios, manifestando no tener más pertenencia que el cuerpo en que se transportan.

Son pocos los locales y muchos los que han venido de diferentes partes del país, algunos labriegos, otros obreros, todos pobres y la mayoría: desplazados por la violencia (la de las armas o la del hambre). La correría

Sus menesterosos pies se han agarrado con firmeza a la tierra y su raíz ha profundizado con cada día...

en búsqueda de tierra habitable finalmente les trajo hasta este paraje ajeno, solitario, retirado, abandonado, divisible, invadible, al que ahora se aferran con toda fuerza, como adheridos con la poderosa goma del anhelo y respondiendo a un capricho simple (no tienen a donde ir).

La vida aquí es difícil, asentarse no fue fácil y aún no logra ser sencillo: el agua escasea, la luz es un riesgo constante, un reto cotidiano, el alimento no abunda y las necesidades se hacen en cualquier parte del cerro; los niños crecen a espaldas de la ciudad y el mundo, sin más derecho que la supervivencia (en cada familia hay entre 2 y 5 menores) y la pobreza está a la orden del día, se reproduce y se expande como un manto que termina por permearlo todo.

Se les ha prohibido construir aquí, se les ha dicho en vano, se les ha advertido; tantos funcionarios como es posible han desfilado por este suelo y han hablado en cuanto tono existe y con cuanta metodología cuentan, ¡pero nada!; sus oídos están cerrados a la diáspora, sus menesterosos pies se han agarrado con firmeza a la tierra y su raíz ha profundizado con cada día. “Este cerro no es habitable”, se les ha insistido, “hace parte del cordón ecológico y no del des-luciente cinturón de miseria”, se ha explicado hasta la saciedad.

Algunos desisten, se irán como llegaron y buscarán otra tierra en que descansar el camino; “aquí no nacimos”, concluyen estos, “de aquí no nos vamos”,

manifiestan aquellos; los unos sólo suspendieron su eterna migración: simplemente levantaron cuatro palos a razón de columnas y techaron vivienda; los otros pagaron medianas (altas) sumas de dinero o sudor a los primeros loteadores y por ello se aferran a esta tierra con uñas y dientes.

Los demás observan el paisaje habitual de la penuria que implica el desplazamiento al que este paradójico país ya se acostumbró.

Ellos, los otros, desde la otra orilla tienen el deber moral de la ley.

4:00 p.m.

Del arrebol crepuscular: El sol ha comenzado a ocultarse tras una nube rojizaamarillenta y a su retroceso todo parece decaer.

Un funcionario de la alcaldía local ha llegado, acompañado por un abogado también defensor de Derechos Humanos, y consigo trae no la orden de suspender, sino aplazar el desalojo.

Los caballos mascan el exiguo de hierba fresca, los carabineros se apean y se dirigen al borde del mirador como buscando zonas reconocidas en ese mapa que se ofrece a los ojos; los agentes de policía se retraen, se repliegan hacia los costados; los niños lloran; las madres buscan consuelo en el abrazo angustiado de los hijos; los hombres enseñan los dientes y refieren

Hasta que un día de tantos, a razón de contemplar el mundo, se les conceda la tierra que habitan y estercolan.

improperios; los ancianos giran interminablemente las esferas de la camándula en torno a sus manos; y los restos de paroid y plástico yacen a la vera de los caminos.

5:00 p.m.

Ocaso y poniente.

Los agentes se alejan, el buldózer da reversa, el Comité de Derechos Humanos se retira -y con él, la olla- los niños retornan, las lágrimas se aplazan, las piedras corrigen su rumbo, y regresan, como nuevos brotes, las palabras.

La creación reposa y el mundo vuelve a dar muestras de sí; aparecen los pitos de los buses atascados que vienen del Centro repletos de gentes adormecidas; retorna el pregonar de las radios lejanas: “yo tengo ya la casita que tanto te prometiií”; se levantan de nuevo las vigas de madera y se estacan tercamente al suelo; entonces, esas viviendas resucitadas se antojan al ojo cual esos tallos de hierba que se le escapan al asfalto para apuntarse a la vida y florecer. Se levantan sin más, de golpe, como cayeron, sin mayor detalle (porque no nacen para durar); no son para lo perenne, sino para mañana o pasado, para el siguiente desalojo, para resistir la envestida hasta que un día de tantos, a razón de contemplar el mundo, se les conceda la tierra que habitan y estercolan.

7:00 p.m.

Cae la noche: Viene la luna y sobre el cerro se enciende otra noche y se dibuja, sobre su espina dorsal, un intrincado mapa de bombillos lejanos; queda la luna y la vocecilla intranquila de los grillos, el sonido percutido de los pasos parsimoniosos que vuelven a sus casas, el cansancio y el temor de no encontrarlas en pie, de hallar en su lugar las huellas en la hierba aplastada atestiguando una vida ausente. Es el silencio y la calma de una ciudad que duerme mientras se expande lentamente replanteando sus límites; entre tanto, noche y neblina que se cierran sobre un cerro apartado en un sur del mundo igualmente apartado.

San Germán (¿Quién lo sabe?) es ahora apenas un punto que tiende a desaparecer en una localidad Usme remoto- que a su vez se pierde en una ciudad solitaria -Bogotá extraviada- que naufraga en la noche global; un flash informativo más de un pequeño telediario, otra noticia, otra crónica, otra jornada, otro día que termina, otra fatiga, otro sueño; duermen ahora policías, invasores, notarios, jueces, defensores de los Derechos Humanos, lectores, televidentes y enamorados. Mañana será otro día, otra jornada. Sólo algo es seguro: la aurora no faltará a su cita.

Ya amanecerá.

¡AQUÍ.. .

Hay ancestro enterrao!

Por: Juan Karramán Guaquero pornoamateur indiocomido@yahoo.com

Después que otros medios se nos adelantaron con la chiva sobre el descubrimiento de una acrópolis indígena en Usme Centro, esta revista presenta la verdadera historia del hallazgo ancestral, como quien dice esto es “una crónica huesera”.

E

n estas santas tierras de la papa y la gallina radioactiva pasa es de todo. Para la muestra, hay tienen sus mercecitas lindas el más reciente y jeroz descubrimiento de la adelantada ciencia local: el cementerio indígena y o u necrópolis que mentamos los instruidos, que tiene en el revuelo más caballuno a propios y visitantes, porque eso salió hasta por los noticieros ¡y eso que sí ocurrió de verdad! ¿Y esto como con qué manducatoria se come? Pues uno que es entendido en esos trajines de la güesología y la indiología no deja de maliciar: lo primero que hay

preguntarse es de dónde sale toda esa carramandanga de esqueletos y por qué se han desenterrado tantas jijunas vasijas ¡luego lo que se toparon fue un cementerio o una cocina!

Ahora lo que sí es bien cierto es que eminentes (y muy apuestos) científicos de la C.S.I. (Comisión SacaIndios) han develado hallazgos significativos para la humanidá; de esas cárcavas ancestrales han aflorao cuerpos de todo calibre, cuerpos del delito, momias incorruptas y otras señaladas de corrupción y mal manejo de auxilios proto-parlamentarios, por lo que

ha tenido que tomar cartas en el asunto hasta la mismísima Corte Constitucional Precolombina; de esta prolífica “sopa de menudencia ancestral”, en palabras del científico Manuelking Pataquiva, se han hallado restos hasta del eslabón perdido (que tendría que estar muy perdido para aparecer puaquí en Usme) avaluado, según el Carbono 14, en “un pocotón de años”.

Se descubrieron de igual manera diversos objetos que reflejan la cultura de los primeros antepasados usmeños, como poporos en oro brasilero, patecabras en piedra obsidiana, precursores del condón tejidos en fique y otros materiales nobles, flechas de tránsito, representaciones de animales sagrados como el fara y el manatí albino, pávidos, návidos y hasta un cordón del churumbel. Los poporos extraídos, por cierto, presentaban un doble fondo que refugiaba una especie de polvo blanco (que está siendo inhalado por los más prestigiosos científicos a fin de estudiar sus efectos sacramentales en tibas, taitas y guaches de alta alcurnia). También se toparon con una chicha de 1500 años de añejamiento que se usaba para acompañar el consumo de carnes rojas en este sacro comedor comunitario de Bacatá sin indiferencia, donde la indiamenta más rica se comía a otros ancestros también “ricos”, pero al paladar y con papas fritas.

Posteriores estudios realizados a vasijas y recipientes encontrados en estas catacumbas de la cultura han permitido a los expertos conocer algunas las prácticas rituales de estos proto-parientes, basados en los restos de pelanga, calentao de quinua, maíz pira y una especie de bebida coctelosa conocida como chamberlain o cocol, junto con algunos rastros de lo que devela la antigua invención de las ollas precolombinas donde se deleitaban metiendo, o mejor fumando, la pipa de la paz – según algunas hipótesis, es bien conocida la utilización del porro en estas ceremonias (porque, claro, también gustaban de la música sabanera) sumadas a algunos pictogramas descifrados recientemente que hablan de prácticas culturales tales como el trueque, el turmequé, el tumbilis, el tripincho, el atarreo, el yermis y la cocción, al estilo olla comunitaria en pie de mítin, de la mazamorra chiquita y la sopa de caracol! (a poco y no sabían que ese: Gauta negui conci, yupipati, yupipami, estaba cantado en el más puro lenguaje de mú); estos hallazgos permitieron a la eminencia científica el Dr. Hans Mevalenverguer formular su famosa conclusión antropológica: “estos indios eran unos vacanes”.

De otra parte, tal fenómeno ya es conocido mundialmente como la “usmeantropoarqueologohipogeoguacoherreropremuiscomanía” que entre otras cosas dio pie a cultores y versados en el tema como Wilfrido Vargas para componer lo que promete ser el decimoquinto cañonazo bailable para esta temporada decembrina: El baile del Usmeantropoarqueologohipogeoguacoherreropremuiscomaniacus

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Así mismo tal “fenómeno” –por llamarle de otro modofue atrayendo toda clase de variopintos personajes de los más inusitados confines de la tierra, desde los más avezados eruditos como el indio Rómulo, el indio amazónico o el indio Pastor López, hasta los más vulgares guaqueros como el mismísimo Indiana Jones, a quien se le ha visto en repetidas ocasiones merodear por ahí vestido de tiba y esperando un descuido para llevarse alguito, aunque sea la calavera de Saguanmachica (versiones más recientes apuntan a que tan ilustre cleptómano cultural habría cambiado su nombre por el de el Indio Jhon y se habría establecido como “cazador de tesoros gastronómicos” en la fritanguería usmeña “El marrano intelectual”).

Los estudios continúan y con ello se revelan nuevos descubrimientos y surgen múltiples hipótesis sobre la procedencia de esta hijuemadre guesamenta de vital importancia para nuestra chimba de cultura como lo dijera el mismísimo Noam Chomsky; con el pasar de los días y el arribo de taitas, mamos, arijunas, jijunas e investigadores privados de culturas como la herrera, muisca temprana y muisca retrasada (patrocinados por Metrovivienda) se han generado nuevas e interesantes tesis: que tal entierro corresponde a una de las tribus perdidas de Israel (que por lo tanto no tiene nada que ver con nosotros y ahí sí ¡que sigan construyendo!); que son antiguos restos del matadero de ganado y por tanto no hay profanación (a no ser que aparezca una secta hinduista que adore vacas por aquí); que debe ser algún proyecto secreto de la CIA que salió mal y que mejor echarle tierra (y casas).

Ahora bien, la mayoría de estas tesis fueron rechazadas por el Instituto Colombiano de Indiología por carecer de valor científico, aunque en lo que sí están de acuerdo es que aquello de ninguna forma constituyó un cementerio -ya que no se encontró allí ni una sola cruz o lápida; en cambio el Instituto ha generado tres brillantes hipótesis: que tal encuentro corresponde a un antiguo balneario calentano donde todo el mundo se ahogó, a lo mejor por un tsunami andino ¿O por qué la mayoría de los restos están en taparrabos y tangas narizonas de fique, ah?; que a la tal comunidad se la tragó el mítico Abominable Hombre de Sumapaz y que escupió esos güesos por ahí o que la tal escena corresponde a un accidente y los más de 1.000 restos que allí yacen, fue porque no vieron esos monumentales huecos y se desnucaron en la caída ¿Verdadero, falso? Nadie lo sabe.

En fin existen fascinantes misterios alrededor de la más notable maravilla chibcha hallada desde Machu Picchu, pero lo que quizá mayor nivel de incertidumbre generará por muchas generaciones es la extraña, poética e incomprensible inscripción hallada junto al sepulcro de quien pareciera ser la máxima autoridad de la comarca, el zipa, zaque o zorro, en caligrafía muisca se deja leer “fue a la nevera y se comió mi salchichón y un pedazo e queso que tenia yo, con tres buñuelitos también se lo comió”

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B Sides Of Neoñero I Por: Jaime Enrique Barragán Antonio calvo2rata@yahoo.com Ilustraciones: Carlos Martínez Don Gato

Los Lugares, los recuerdos y el regreso -Multifragmentos(Textos escritos desde Usmekistán)

Para desasosiego de críticos furibundos y beneplácito de sus enfermizos seguidores, vuelve a estas páginas la continuación de una trilogía neoñeriana, ahora convertida en saga al mejor estilo de los filones cinematográficos ochenteros, en que continúan las aventuras, reflexiones y pesadillas rocambolescas de un artista surgente

Pasajera en trance, pasajera en tránsito perpetuo (Charly Gracia) Para que haya una cara A, tiene que haber una B. La alternancia es la madre de toda la vida belleza y señal.

Una verdad repetida mecánicamente se vuelve una mentira.

Un faro guía también cuando no ilumina.

No hay un átomo que no sea itinerante.

No hay una molécula eternamente constituida.

No hay vida sin cambio No hay ida sin vuelta, ni vuelta sin ida.

Y dos cosas iguales no hay, sólo parecidas (Jorge Drexler, Cara B)

Return to the tierrita Regresar en medio de una sensación en la que el tiempo, en un primer momento, parece no haber pasado. Bajar del avión, llegar a la casa y sentir que de cierta manera se regresa de la tienda, de comprar el pan. El tiempo, como siempre, es otra cosa y nuestra actitud de dominio y entendimiento, una más. Me veo a mí mismo algo emocionado, con la memoria y los recuerdos de México amontonados en las maletas; libros, papeles, escritos, obsequios de última hora.

El frío me recibe y luego el calor, de nuevo estoy flotando. Una especie de amnesia pasajera me envuelve. Las personas son como muebles nuevos,

vienen forradas en plástico transparente, al tocarlas no percibo la piel. Sin embargo, esta sensación cede conforme pasan los días y tal y como sucede con el uso de toda cubierta protectora, esta termina por desgastarse. Regreso a zona de mantenimiento, algo desgastado. Con polvo amontonado escondido tras las orejas, los ojos pesados, las manos tibias. Dispuesto a ir despacio, sin afán.

Miedo temporal, el resultado de ablandarse y el regreso de los sueños ninja.

Algo de miedo aparece al salir a caminar por el barrio: el paso del tiempo, los kilos de más y la consecuente pérdida de velocidad parecen marcar el inicio de una época en la que fuerza y debilidad se transforman y cuestionan. Todas las debilidades se hacen presentes con su carga de enseñanzas. La fuerza, por el contrario, parece escaparse y, a la vez, regresar como una más de las imágenes equívocas que producen el regreso de infantiles sueños ninja, alimentados por horas de televisión y películas de “karatecas” en el salón comunal de Yomasa.

Regresan los antiguos poderes, la velocidad y la actitud observadora, el cálculo: paranoia del cuidado, instinto de autoconservación. Yomasawar ahora está más war y la mirada periférica se hace presente, un don reencontrado; ver a todo lado sin dejar de ver al frente, mientras llega la calma, pensar en el peso de las personas, calcular la masa corporal, la velocidad, el tipo de calzado, la posible existencia de armas y

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claro, un plus acorde al género. Es hombre o es mujer, está borracho o borracha, o simplemente “prendido/a” “iniciado/a”. Jugar a ser invisible, poder residual de la mezcla. Llegué, pero no me ven -que no me vean mientras recupero la fuerza- Actitud invisible en la época navideña llena de tanta alegría y, a la vez, de tanta locura, y feliz navidad y feliz año, y feliz balazo y feliz puñalada. A comer y beber, a reír y a bailar, a llorar y a enterrar, a reaprender. Sólo serán quince días acelerados de nivelación y luego seré igual, no pensaré en las tácticas, las cosas simplemente fluirán y los dones harán lo suyo.

Aparecerán de nuevo el parche protector, la manada solidaria que entre bromas y reclamos despertarán la mezcla ninja y sus nuevos aditamentos, mexcla Tao, sufí y cristiana, otra vez el cuerpo que irrumpe en la calle desde la suavidad, otra vez perturbar, solo y en grupo, el fluir de Yomatrix; otra vez Usmekistán tan hermosa y peligrosa. Barman y Morbin agazapados. Chunlimildred, Juaneitor, Calichecop, neomuixcas y neoconfundidos, neoñerians y politicansparces, la venganza de karenramira. Toda la plaga infectando a otros y otras. Todo el alimento: las empanadax, los chorixos y las pixas baratas de “carnes”, de carnes de Cuqui, Trosky, Pinina y Rintintín. La vitamina, la “contra” contra la cerveza, mezcla de grasa y ají barato, comidas paralelas a los tacos al pastor, de ojos, de sesos y de carnitas. Ritual postcervecero. Nutritiva harina grasosa que detiene el mareo mientras el mundo sigue girando, sólo un poco más – ¡traga!- ya pronto amanece.

Recupero la fuerza y empiezo otro día, amanece en México y yo amanezco, pienso en el olvido mientras los recuerdos se borran lentamente. Despedidas y bienvenidas, aparece un nuevo itinerario nuevas caras y nuevas tareas. La humedad y las montañas disminuyen su toque agresivo y paulatinamente me aferro a lo que creo pertenecer. Lo blando se endurece, se enmascara. El disfraz hace su aparición. La resurrección llega después de pequeñas muertes, tímidas, efectivas, algo juguetonas, sin embargo cálidas. He regresado Usmekistán, rumbo al next level, esquivando las fatalitys y los perfect games. Enter and please continue.

Dont`seiiiime jaimex pleaze kall me the grandmader, the ñerailama, the pinche plaga maldita. I hope the continues mezxcla, i afraid la desaparición de Usme, and la llegada de neoñeranperformer and the Bogotá extended. Crece al sur para el sur, crece surísticamente: desbórdate, reborder, rebordéate

hazte más lejos. New borders, more borders. El south más al south

Transmilenium, Transmimiembro... apretura e histeria Recuerdos del metro y el metrobus en México. Subo al transmilenio y parece que estoy en el mismo lugar. En México el metrobus me recordaba transmilenio, ahora en Bogotá el transmilenio me recuerda el metrobus. Al parecer no hay escape. Transportarse: un miembro más del anonimato, trans el miembro, transmimiembro junto a otros miembros, a otros cuerpos apretados uno contra el otro. El cuerpo de todos y todas junto, los empujones y los golpes, las disculpas, los “perdone”, “disculpe”, que dentro de unos años desaparecerán, tal y como ya ocurrió en México. Después de muchos golpes y apreturas las personas se acostumbran. Se golpean y dejan el protocolo, aparecen microguerras y estrategias para lograr obtener un puesto. Cojeras repentinas, embarazos pronunciados. madrazos e hijueputeadas en las horas pico.

Transmillenium, transdesplazados gente de todo lado, de todos los tamaños y todas las costumbres, que a fuerza conviven en una calma tensa.

Alguien se orina en un portal y alguien muere. Unos beben ron y se ríen a carcajadas. Un hombre histérico grita y reclama por el retraso del siguiente articulado, y dos policías jóvenes le reclaman, le piden la cédula. El hombre grita aun más fuerte, se sale de control, los policías gritan también, lo mandan a comer mierda, el hombre grita aun más, los policías le dicen: de malas, entonces tome taxi. El hombre queda atrapado, detenido, ya no transita. Irrumpe en el orden de la caja. Afuera la gente observa como quien pasa por una vitrina. Nuevos productos que se anuncian, machos alfa en disputa, el poder del bolillo, el poder del grito. Disturbio borrado, no ha pasado nada. Siguiente parada SOCORRO.

Baños públicos, baños privados...

asearse para el viaje –flashback-

Últimos meses de estadía en México haciéndose usuario asiduo de los baños públicos. Luego de abandonar la idea de contar con un lugar donde vivir, jugar al viajero constante; una especie de caracol

llevando a cuestas las pertenencias, entre ellas, el jabón, el champú, el desodorante y el cepillo de dientes. Parar en cualquier baño y aprovechar la oportunidad para asearse.

Cierta timidez existe en este tipo de tareas asociadas a la intimidad, pero total, en un lugar donde uno es de cierta manera anónimo no hay por qué cohibirse. Dentro de la biblioteca central de la UNAM existe un baño con dispensador de papel higiénico, por cada tres pesos mexicanos introducidos cae una cajita blanca de cartón, un tanto más grande que una caja de fósforos; al verla, uno se imagina que no será suficiente, pero al abrirla -Oh sorpresa- el papel viene doblado, recontradoblado y comprimido, lo que hace que uno se dedique con tranquilidad a lo que tiene que hacer, sin temor a situaciones bochornosas.

Semanalmente me proveía de estas cajitas que llevaba a todo lado, no ocupaban mucho espacio, eran discretas y de paso bonitas: blancas y rectangulares; como esculturas minimalistas. De esta manera, visitar los baños públicos de los paraderos y estaciones de gasolina era toda una experiencia. Entrar, lavarse los dientes, aplicarse desodorante, observar a los demás usuarios, a las familias que luego pasaban a la tienda para comprar una gaseosa o, tal vez, papas fritas y cosas así.

Me llenaba observando y a la vez ahorraba, hasta que en uno de los lugares cerca de Villa Hermosa Tabasco (ciudad que luego se inundó y se transformó en un sanitario gigante) unos plátanos fritos con canela me emocionaron, pues hacía mucho tiempo que no comía plátanos fritos.

Cierta alegría y nostalgia aparecían mientras sentía la humedad de Tabasco y el sabor de los plátanos. Un sabor lleva a un lugar, el tiempo y el espacio son otra cosa; como en Ratatouille, donde las habilidades culinarias del más pequeño de todos llevan al personaje más imponente y estricto hasta su infancia, un gran aprendizaje en un instante de tiempo fugaz.

Baños y más baños, sumados a los de los amigos y amigas, más las camas, pisos, cobijas y bolsas para dormir. Cada noche en una casa, con nuevos vecinos, unos roncadores, otros no tanto. Platillos exquisitos y modestos, otras veces costosos. Derrochar y ahorrar, buscar el equilibrio, todo esto junto a la sensación de amanecer en casas diferentes cada día…

Todo esto ahora, unido a un amanecer en Yomasa, en el tercer piso, en la esquina suroriental, sintiéndose un tanto extranjero, ajeno. El tiempo tiene el extraño efecto de los viajes a la velocidad de la luz -recuerdo Cosmos y el doblaje de las declaraciones de Carl Sagan. En uno de los capítulos ilustran los efectos del viaje a la velocidad de la luz: un joven sale a toda carrera en una motocicleta y se aleja del pueblo en que nació, luego regresa y comprueba que sus amigos han envejecido y que todos los adultos ya han muerto. El tiempo pasa para cada uno de manera diferente, depende de la perspectiva espaciotemporal (eso entendí). La hora del encuentro es también despedida –Sino, Mercedes Sosa.

Aunque no soy yo el que encuentra envejecidos a los otros, me siento distinto, como el oráculo de Matrix luego de la “pérdida de algunos bits de información”, sin embargo, las pérdidas encierran ganancias y aprendizajes.

Me levanto, voy al baño, al baño de “mi casa” y me parece pequeño, compacto, como las cajitas de papel higiénico del dispensador.

Los últimos recuerdos del momento quedan congelados, comprimidos como el papel higiénico en las pequeñas cajas. Y entonces, los sucesos se hacen apremiantes. Me empujan a vivir aquí, ahora, justo ahora, la nostalgia empieza a quedar rezagada, al parecer se trata de una tregua.

Salto a la calle con el entrenamiento recuperado, con posesiones recobradas: una cama, una silla, un computador, unos libros. Empiezo de nuevo, sin disculpas. Salgo siguiendo cada hilo de una antigua acción, salgo a buscar los nodos, los puntos, el afecto y el efecto acumulado, los abrazos, las cervezas. Y entonces, un presagio aparece, me anuncia lágrimas, pero no le presto atención, prefiero reír.

Reencuentro con el tejido Reencontrarse con el tejido, relaciones de unos con otros, de todos con todos, de los nuevos y de los viejos, de los escondidos y de los aparecidos. Salir para dar una vuelta y regresar para encontrar partes de un tejido roto, tragarse el ego y el orgullo, la prepotencia y sentir que no queda otro camino que reparar en silencio, tejer de nuevo, con menos fuerza, pero tejer, a

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ver si de tanto hacer la esperanza regresa y así cada dedo, cada palabra y de paso el silencio, terminan por restaurar lo roto. Comienzo entonces una nueva etapa donde se teje en un nuevo orden, en un nuevo diseño, cada creación única que se extingue exige la imaginación para pensar una nueva. No desfallecer en el intento. Mientras se acumulan años y cansancio, de nuevo acude a mí la palabra “sisifiar”, deformación y apropiación de la historia de Sísifo.

Y caigo en la típica pregunta: ¿para qué?; aparecen las burlas y una que otra ironía; ¿es éste el camino?, las dudas llegan de la mano de los más cercanos, allí conviven y sólo pueden ser inyectadas por quien uno ama.

Cómo agradecer semejantes obsequios, cómo recibirlos y transformarlos en otra cosa, para devolverlos como un nuevo objeto: tú me das mierda, yo te regreso un diamante. Tú me golpeas yo te abrazo, tú te burlas y yo lloro, tú te alejas y yo me pierdo. Así es este juego, la decepción convive con la esperanza, algún día seremos mejores, pero por el momento alguien tiene que tejer.

Deriva 2 Neoñeros Con sorpresa regreso a estas tierras para ver como mi diario del viaje se dispersa y se expande con la aparición de nuevos neoñeros, de términos como la neoñeridad, en fin, lo que siempre pasa con lo que uno crea, deja de pertenecer a uno y se va a moverse y a transformarse, se hace algo nuevo. Neoñeros crean y recrean lo que yo alcanzo a ver en este juego, en esta necesidad de no quedarse quieto. Una cadena de creación surge de un accidente.

Deriva neoñeriana inofensiva y a la vez irritante, íntima y política y políticamente íntima; lo personal es político, cómo decían en los 70`s. ¿Se tratará de una trampa o tal vez de una verdad?, quién sabe, pero lo interesante es pensar que cierta intimidad provoque escritos paralelos y derivados, que otros se lancen a escribir, opinar, decir; así la intimidad hecha pública se hace política y, a la vez, el espacio íntimo se vive conforme a las incidencias de lo político.

Parece un juego obvio, pero, en medio de tantas cosas que se hacen y se dicen, tiende a olvidarse. Si el cuerpo, y la experiencia que recae en él y que éste ejecuta, es uno de los lugares en los que se expresa la kultura ¿Cómo no decir que mi cuerpo y el de otros neoñeros es un cuerpo político?

Me pregunto por la Surgente publicando estos textos

reprochables, anecdóticos e inofensivos. ¿Por qué se desatan tantas pasiones, quejas, renuncias, críticas amables y no tan amables, miedos, terrores?

Surgente, hoy neoñera, mañana cualquier cosa, transformada, travesti, inútil y, a la vez, cuestionante.

Revista maldita: ¿en dónde está la línea política? ¿en qué profundo lugar de tu cuerpo la has escondido? ¿en el cuerpo de quién, de quiénes? ¿Cuántos sienten la molestia, la picazón, la rasquilla que los atormenta? Se preocupan de lo político, cuando se les asoma por los ojos, por los poros, algo que explota, luego caricia. A final sólo un beso y la esperanza.

Del cuerpo quebradizo flexible Lecciones del Tao

al

Mi cuerpo se estremece y se hace frágil, extraños momentos de ansiedad aparecen y perturban la habitual calma, entonces observo mi propia intranquilidad con la esperanza de encontrar un escape, una fisura que me muestre la solución; pero estoy pesado y, de paso, lento. Paradójicamente, la desesperanza acude y me da unos cuantos golpes. Entonces recuerdo una frase del Tao sobre el poder de lo blando y lo flexible, decido abandonarme y no luchar. El extraño juego de la no confrontación, la interrupción del ataque frontal. Observo a otros y otras a mi lado enfrentarse, unos contra otros en debates eternos que no llegan a ninguna parte, la vieja idea del ganador y el perdedor, en ocasiones no se escuchan, la confusión debe continuar, no sabemos de qué estamos hablando. Construir creyendo que se tiene la verdad.

Todas las perversiones de extraños maestros hacen su aparición, los sentimientos se desdibujan y de manera subterránea hacen estragos, mientras afuera el discurso empieza a dejar huellas. Estoy a punto de quedar fuera, entiendo poco, aún es prematuro tener un mapa sobre las situaciones. Sólo puedo callar y observar.

De Neoñero a Ñeretriz En medio de la transformación una nueva mutación aparece. Neoñero se transforma. Ñerestri, mezcla de ñero y travesti; actitud bi y pansexual, bi y panpolítica, bi y panartística. Neoñero se expande, y

la expansión obliga a pensarlo todo de nuevo. Hace su aparición la Ñeretriz él-ella, dispuesta y dispuesto a satisfacer al exigente público: consultas y escuchas, consejos y más cervezas. El diálogo se hace una especialidad, un momento en el que el tejido continúa, la cerveza cumple la función de mantener la garganta húmeda. La-el Ñeretriz escucha desde la debilidad que le confiere la fuerza y desde la fuerza que brota a mares de la debilidad.

Juego peligroso que exige un equilibrio en construcción constante, un equilibro que no despierte la reprimenda, el castigo.

Un equilibrio en el que los pequeños jueces, que conviven en cada uno, no amenacen con despedazar a la/el Ñeretriz, que resulta ser más actitud que cuerpo, más susurro que presencia.

La/el Ñeretirz convive con el miedo y la muerte. Unos días resucita y en cambio otros parece que abandona el planeta, que camina casi muerta/o, que hace un show de mediodía y otros de medianoche, que exhala tedio. Ñeretriz descarada que se esfuerza por hacer que todos pasen un buen rato. Ñeretirz que habla mezclado, Ñeretriz ojete, gonorrea, poca madre, una chimba, un pinche hijo de la verga, una pinche hija de la panocha. Ñeretriz a la que le gusta el reven, la literatura y otros pequeños vicios.

Que toma café a la hora del té y té a la hora del café. Que toma pulque, chicha y cerveza, que come carne y es vegetariana, que es pacífica y a la vez casi asesina. Ñeretriz neowarrior –esa- dispuesto a bailar toda la noche como el derviche que gira sin parar, en espiral, siempre la hermosa espiral.

Girar y girar, las máscaras caen, una tras otra (…) Todo lo profundo ama el disfraz / Ceratti, siempre es hoy (…) Ñeretriz que pretende enseñar lecciones de no radicalidad; que mezcla los 80´s, los 70´s y los 90’s. Ñeretriz postanciana, que nació vieja y desubicada, Ñeretriz ególatra, narcisa. Ñeretriz perversa y tramposa. Santa y puta. Puta y santa. Ñeretriz muda, que amenaza con hablar pero que aún no está suficientemente ebria; Ñeretriz que se transformará en otra, en otro. Ñeretriz que cultiva el arte de no decir nada.

Cierre del primer lado B La lluvia y la enfermedad, el solsticio. Diálogos desde la distancia, desintegración del parche sudaca.

Varios meses han pasado luego del regreso, mutaciones, decepciones, encuentros, roces, enamoramientos y deseos, todo se agita, todo se congela. Empieza una nueva fase de diálogos desde la distancia. Si antes hablaba con mi familia y amigos desde México, ahora hablo con mis amigos mexicanos y de otras nacionalidades desde Bogotá –Colombia. Sin embargo, una de las charlas que más anhelo y gozo es la charla con el parche sudaca, reseñado en el primer artículo del neoñero.

Desde mi salida se dio inicio al fin de esta etapa, uno a uno, cada integrante ha ido tomando distintos caminos. El parche se desintegra, se transforma y, a la vez, planea otros encuentros, más al sur; al sur que a fin de cuentas terminó por llamarnos y hacernos volver a la fuerza. Parche sudaca que hizo intercambios de costumbres, vicios, alimentos y maneras de ver la vida.

Solidaridad en tierra ajena que aparece de improviso, justo en el momento oportuno. El encuentro con otros y con otras desterradas y desterrados, inadaptados e inadaptadas, extraños, mezclas de lo uno y lo otro.

Un parche que se extiende y se renueva, que se llena de nostalgia ocasional y, a la vez, se hace impulso para salir, para ver, para volar. El destino del viajero, el destino que abre los ojos a la fuerza, partir para transformarse y ser otro, sin marcha atrás, sin excusas. La debilidad de la pérdida y la separación se convierten en fuerza; el Tao se hace experiencia.

El regreso al sendero usmekistano abre nuevas puertas en medio del fin de este escrito, ebrio, el solsticio, tejiendo desde la mesa, desde el chuzo. La ebriedad de lo claro, del día más soleado que se avecina y que se esconde tras las nubes. El tiempo se prolonga, los abrazos y las risas aparecen. Neoñero va al dancing a quemarse los pies, a desgastarse: cada giro, cada salto implica desmoronarse, como las polillas en torno al fuego.

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LAS NUEVAS CONSTRUCCIONES DE SENTIDO EN LAS RELACIONES SOCIALES

VIRTUALES

COMUNIDADES

Por: Natalia Barrera Perilla

angel12nata@gmail.com

Ilustraciones: Jaime Barragรกn

UN ENSAYO VISIONARIO SOBRE LA ACTUAL TRANSFORMACIÓN DE LA COMUNIDAD HUMANA, EN QUE LA AUTORA NOS RECUERDA QUE TAL COMO CREÍA MARX: “TODO LO SÓLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE”

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o hace más de un segundo que me acomodo frente al computador y el correo electrónico me anuncia que existe alguien que desea añadirme a su lista de amigos on-line, mediante un mensaje pre-diseñado (¿Hacerme parte de su comunidad?) entro pues, para constatar que se trata de una amiga a quien, por cosas de la vida, le había perdido el rastro. ¡Acepto!

Los rápidos –casi imperceptibles- avances y desarrollos que han sufrido las relaciones sociales en las sociedades posmodernas me han llevado a plantear algunas hipótesis e interrogantes personales frente a la existencia cierta de una comunidad virtual: ¿de qué manera se relaciona esta nueva comunidad con la vida real? ¿en qué sentidos se niegan o se sustentan? ¿qué ha llevado al individuo común a buscar espacios virtuales para la satisfacción de su necesidad de relación, reconocimiento e identificación? ¿son estas comunidades virtuales nada menos que el comienzo del fin de las comunidades de relación “reales”? o ¿simplemente constituyen una nueva manera de concebir y vivenciar las relaciones humanas?; y en últimas ¿son o no formalmente comunidades?

En las sociedades clásicas sólo se podría hablar de una comunidad cuyas relaciones implican contacto; pero ahora, las relaciones sociales tienden a constituirse tras diferentes variables tecnológicas de comunicación; y aunque sus miembros no tengan proximidad física, se acercan, dadas las posibilidades de desarrollar lazos similares a los de comunidades territoriales. Así las cosas, las dinámicas cambiantes de la relación social comprenden variaciones estructurales, muchas veces producto de la globalización de la cultura.

McLuhan enlaza estos procesos de cambio al concepto de “la aldea global” (McLuhan, 1993) como la interconectividad humana, a escala global, generada por los medios electrónicos de comunicación; plantea que la sociedad humana comenzaría a transformarse

debido a la velocidad de las comunicaciones, y se retornaría al estilo de vida aldeana, es decir, el progreso tecnológico haría que todas las personas del planeta empezasen a conocerse los unos a los otros y a intercomunicarse de manera instantánea y directa.

Ejemplo de ello son las tecnologías móviles, que se configuran hoy como dimensión propia, corazón o centro de equilibrio de los tejidos y prácticas sociales contemporáneas, y más así en ámbitos primordiales de construcción del mundo presente. Así, ésta es la era de la ciber-cultura y en ella el cambio social está estrechamente ligado a las identidades virtuales online. La ciber-cultura es el nuevo espacio de empoderamiento, de visión global, desde el individuo hacia el mundo; de la individualización de lo colectivo, pues a partir de la aparición de las primeras plataformas (Netscape y Explorer) se ampliaría al uso del PC (computador personalizado) como ventana a un mundo en constante transformación económica, tecnológica y social; y de allí en más comenzaría la carrera por la re-socialización global.

Si desde una definición sociológica clásica, entendíamos una comunidad como “la unión de individuos, producto de diferentes consensos que permiten las relaciones sociales, que incluyen intereses comunes de entendimiento, ya sea por factores económicos, de creencias, de lengua, identidad, seguridad, o compromisos de lealtad, para la ordenación de una vida en común que permita la aceptación y comprensión de elementos colectivos de cohesión, tales como el dinero, leyes o normas” (Tonnies, 1947); los “nuevos” medios generan otro tipo de entendimiento de las nuevas comunidades, y han aportado a las relaciones sociales conceptos relevantes como virtualidad, atemporalidad o ciberespacio (bueno, existe todo un diccionario) en la construcción del sentido de comunidad virtual, que pese a no encerrar todas las definiciones formales de una comunidad, sí apropia las características generales de esta, tales como ideales o fines comunes,

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La idea –latente- de una comunidad existente sólo en la realidad digitalelectrónica (es decir en la presencia de la ausencia) gira en torno a una idea impávida, irreal y superflua.

intereses colectivos, consensos de entendimiento simbólico, de identificación, de creencias y valores comunes; satisfacción de sentimientos de lealtad, solidaridad y pertenencia grupal; y, así mismo, se rigen las conductas por un conjunto de normas culturales que establecen relaciones que, a su vez, son generadas por una frecuente comunicación e integración del interés particular, lo que lleva a establecer la identidad colectiva generando los límites, especificaciones y diferenciaciones de grupo.

La existencia cierta de estas “nuevas” comunidades y su paulatina inserción en la vida cotidiana de los hijos e hijas de esta era tecnológica, sin duda alguna, ha generado una indecible cantidad de cambios en la conformación de las relaciones sociales habituales (para decirlo de una buena vez: tornándolas impersonales), aún cuando estas “otras” relaciones se tornan “frías”, y desarrolla nuevos procesos de individualización que se reflejan en la existencia de un protocolo, en sí individual, para la conexión a Internet dada desde el computador personal; y una creación de identidad, donde triunfa lo privado sobre lo público.

La adquisición y asimilación de los nuevos parámetros de globalización dinamizan, así mismo, las nuevas culturas virtuales y la generación de un medio electrónico para la integración individuo-red que permite afianzar, de manera rápida, la "socialización" global y la vinculación de individuos en una red que tiende a fortalecerse debido a la facilidad e instantaneidad de la comunicación, generando así nuevas relaciones sociales no físicas (es decir no reales); al mismo tiempo, esta característica comprende una generalidad básica de comunidad, como lo es el territorio y la interacción personal dentro del mismo (característica que los grupos sociales fuera de la red no siempre poseen) su territorio pasa a ser un espacio no físico, su territorio ahora es la red, un espacio no geográfico sino electrónico, llamado ciberespacio.

La idea –latente- de una comunidad existente solo en la realidad digital-electrónica (es decir en la presencia

de la ausencia) gira en torno a una idea impávida, irreal y superflua; pero atendiendo a los diversos cambios en el mundo social, hablamos hoy de una realidad virtual, que sin más, constituye en sí una experiencia figurada, que simula una física, a través de la pantalla; y sobre ella reposa el sentimiento de pertenencia o metanoia (en términos de Weber) donde se afianzan las nuevas relaciones sociales y, a decir de algunos, se anulan las reales.

De igual manera, en la ciber-comunidad se hace evidente el florecimiento de unos nuevos lenguajes que brotan sobre las fisuras de otros anteriores; la feria de las nuevas dinámicas comunicativas exigen, así mismo, nuevas expresiones y canales de entendimiento: hiper-textualidad, hiper-ficción, hiper-re-elaboración on-line de las modalidades normativas que rompen y desbordan los esquemas comunicativos tradicionales –la cultura escrita

manual por ejemplo va siendo paulatinamente remplazada por emoticones, mensajes abreviados, msn, txt, símbolos; con lo que se expresa y profesa la fe en esta nueva dialéctica de las relaciones addistancia mediante el canal luminoso de la pantalla que nos profesa la existencia de alguien (otros) en la red. Así pues, el individuo miembro de la comunidad virtual cumple con similares acciones de la experiencia de lo cotidiano, pero sin contacto físico, el ritual de la interacción social, es decir: imita la vida.

Estas nuevas culturas tecnológicas se cargan de contenido netamente superficial, optan por un lenguaje simbólico, tras la abreviación del lenguaje verbal, con el que la persona cambia su capacidad de comunicación, abstracción e interacción; se produce, entonces, una alienación discursiva que limita toda frontera con la esfera social real; se anula toda realidad mientras integra la red, rompiendo con toda cotidianidad inmanente a la experiencia de lo real; se mecanizan los sentimientos, acciones y realidades.

Además, se genera una des-socialización, pues al no integrar espacios reales de aprendizaje e interacción, el internauta busca escapar del territorio físico para crear otro mundo paralelo, alterno, que le genere seguridad e identificación; mientras la relaciones con el otro se tornan líquidas y superfluas. Concebida de esta forma, la comunidad virtual sería la configuración-proyección on line de una unidad de pensamiento, sentimiento, acción y sobre todo interacción remota.

Tras una rápida observación a los “nuevos” tipos de relación humana se adivina que éstos carecen de trascendencia y contigüidad con la vida menudacontinua y sólo se conforman tras un lapso temporal (una vez se realiza el moderno ritual de la conexión) de acuerdo a unos intereses comunes, que una vez rotos son fácilmente reemplazables por otros, dadas las diferentes (infinitas) variables de interés para afianzar la participación entre los ciber-miembros. Es así como en la comunidad virtual se desarrollan indecibles dinámicas de asociación y en ello todo sentido se centra en la vinculación e identificación de los individuos a un espacio virtual, a una determinada hora y lugar, durante un prolongado tiempo, pues esto permite fortalecer lazos sociales y personales, y la comunión entre individuos según particularidades compartidas (económicas, afectivas, temáticas, etc.)

Ahora bien, si el devenir de un mundo occidentalizado y el bagaje humano por la historia nos han heredado una sensación ontológica de soledad y nostalgia de manada, es comprensible que esas necesidades de aceptación, pertenencia, seguridad y reconocimiento empujen al hombre moderno (inadaptado en grado sumo) a instalarse en el espacio virtual como reivindicación de una añoranza primitiva, prueba de ello es la cada vez más creciente inserción de

¿Qué tanto limita la ciber-cultura toda frontera con la esfera social real? ¿Realmente se anula en ella toda realidad, rompiendo con la cotidianidad social?

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internautas a las comunidades tipo facebook, hi-5, second life o myspace, que facilitan (o prometen facilitar) la integración social y cuyo gran éxito se basa, por ejemplo, en la búsqueda de amigos perdidos (una vez más para llenar el vacío existencial y aminorar la soledad ontológica de esa criatura grupal que es el ser humano), pero que sólo consiguen adaptar al ser humano al placer del diálogo intermedio, ligero, sin contacto físico, muchas veces pasado por el anonimato, que permite afianzar habilidades, conocimientos y gustos; que posibilita admirar y ser admirado por otros (iguales) y prescindiendo de quien no lo es; creando así un mundo irreal (o real) de acuerdo con las expectativas a cumplir, y constituyendo un escenario esencial para quienes buscan un reconocimiento que difícilmente logran en un espacio físico-real.

El caso facebook o la utopía de la ciber-comunidad La comunidad facebook presenta todas las características expuestas previamente y, sin duda, sigue los patrones necesarios para ser llamada

comunidad; su base se asienta en el intercambio constante de información dentro de un grupo en que las relaciones e interacción surgen con personas conocidas (o no) y, en cualquier caso, de escogencia libre y propia; es decir que el individuo opta por elegir la comunidad a la que desea pertenecer, creando un círculo cerrado (si se quiere) capaz de permitir el tejido de múltiples-infinitas redes sociales: escuela, universidad, trabajo o región; a los que la gente se inscribe para mantenerse al día con sus amigos o compañeros compartiendo fotos, enlaces, vídeos, etc.

De otra parte, cualquier persona está en la posibilidad de hacerse miembro de facebook, pues lo único que precisa el futuro usuario es tener una dirección de correo electrónico (lo que aparentemente le hace un espacio democrático y universal); además, una vez inscrito se le otorga la libertad de construir un marco de referencia general, para que defina la incorporación a determinada comunidad o pueda crear nuevas comunidades de acuerdo a sus intereses; pero además se encuentra con una dinámica de intercambio fluido de diferentes tipos de información en varios canales escrito, visual, auditivo- tanto de interés general,

como personal; por todo ello, los miembros generan, entonces, un gran aprecio, lealtad y pertenencia al mundo de su comunidad.

El relato de la privacidad en facebook Desde un primer momento, la comunidad facebook expone a los usuarios que quieren pertenecer al grupo una serie de parámetros y estatutos que lo harán parte de la manada (lo que es innato a todos los ghettos) algunos de éstos son: el buen manejo de los datos suministrados, el respeto de la información compartida y la presencia de unas normas que buscan una red democrática, libre y, por privada, respetuosa de la privacidad. Más, desde un principio, se expone al nuevo usuario a una serie de preguntas que revelarán características fundamentales de cada uno (con lo que se busca presentar totalmente el perfil del nuevo miembro); preguntas que van desde el estado civil a la religión, gustos, actividades, tendencia política, etc. Parámetros con los que se supone se da una mejor integración e identificación del individuo hacia su comunidad. Todo indicaría que la recopilación de esta información personal, tiene unos fines implícitos, pues se almacena, se contrasta, se recupera, se procesa, se comercializa, dentro de las enormes bases de datos informáticos que pertenecen a la comunidad (y, en este caso, a grandes empresas y estamentos gubernamentales como la CIA) a fin de tener un control detallado de las personas circulantes en la red; esto se hace frente a la vista de todos y en conocimiento público; pero ¿y la paranoia moderna de la de la privacidad que entre otras cosas nos sugiere no dar datos o hablar con extraños?

Todo indicaría que la recopilación de esta información personal, tiene unos fines implícitos, pues se almacena, se contrasta, se recupera, se procesa, se comercializa...

La información suministrada por el usuario facebook en principio puede ser falsa, pero si es cierta, sin duda, genera la buscada pertenencia; ya que es el individuo (en apariencia) quien tiene el control sobre con quién desea compartir su información y sobre quién puede verla, puesto que los usuarios sólo pueden ver los perfiles de amigos confirmados. En este marco se podría decir que el individuo tiene total libertad para crear un mundo de fantasía en la elaboración de un perfil imaginario; pero como de lo que se trata es de buscar mayor aceptación y reconocimiento, entonces el status (que depende de factores relacionales como número de amigos o la exposición de fotografías grupales) y una descripción "utópica" que proyecte sus deseos frustrados en la vida real, hacen que en facebook no tengan cabida los perfiles totalmente falsos.

Entonces esos discursos emergentes de la seguridad (ligada al terrorismo y la acción criminal) en que se sustentan en el cuento de la privacidad y la paranoia

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una treta del marketing que ve a sus miembros como potenciales objetos de mercado y que por ello inunda de publicidad cuanto espacio libre tiene? Lo cierto es que el portal funciona como un “organismo vivo” que se autoalimenta para poder crecer (sus aplicaciones, como trivias, tops o juegos, piden que para ver el resultado debe ser enviado a otros usuarios, lo que asegura su flujo constante) pues, como bien se ha dicho, facebook “es un parásito que se alimenta de tu actividad”; así como también es cierto que es un proyecto exitoso y muy bien financiado, y que los capitalistas detrás del negocio (Silicon Valley) conciben el mundo desde una clara postura ideológica neoconservadora que ve a cada usuario como un simple borrego que irá donde se le pida que vaya.

De cualquier manera por estos días que está de moda y parece casi un requisito de aceptación social tener una cuenta de facebook u otra comunidad similar, hay que sacar conclusiones y entender, por ejemplo, que en Internet (y en el mundo real) todo es susceptible de ser espiado o convertido en mercancía, pero que dichos portales conllevan también beneficios

social se desvanecen en la Red, ya que allí, tienden a perderse las fronteras entre lo público y lo privado; así, las personas aceptan que sus datos (E-mail, fotos e información personal) sean sustraídos y almacenados, al tiempo que son objeto de toda clase de observaciones y estudios por parte de los organismos de vigilancia y control, el mercado o la misma empresa creadora de la comunidad; pues en facebook es más fuerte la relativa sensación de seguridad-lealtad y sus ventajas (cambiar de nombre a nick-name, aparecer como desconectado cuando no quiere figurar, tener acceso a otros perfiles o bloquear el propio) que el celo por lo privado.

Palabras finales.

Entonces ¿qué es facebook? ¿Un simple portal que incentiva las relaciones sociales y construye comunidad más allá del mundo cierto de lo “real”; un “perverso aparato del imperio para acumular datos” o

que podrían ser provechosos y que en el mundo de la red ¡no todo es opresión y yugo tecnológico! ya que a través de la colonización de los nuevos medios también se replantean las bases colonizadorasopresoras establecidas, se globalizan nociones de resistencia a la alienación y emergen conceptos como informática social, redes comunitarias, medios alternativos o software libre.

Finalmente, no se puede aceptar el camino a un nuevo mundo virtual científico-tecnológico (o a cualquier innovación social) sin plantearse modelos éticos que permitan elaborar reflexiones sobre lo global y personal, ello implica hacerse preguntas y formas de acción; construcción de pensamiento singular y colectivo; y de otra parte no se puede olvidar que la relación correcta es: la máquina al servicio de la persona y no al contrario; por ello, como me ha dicho una persona cercana, cuyos aportes y conversaciones también me permitieron, de cierta forma re-orientar este documento, es necesario y prudente aventurarse en esos terrenos del “desdoblamiento” de las realidades sin perder el alma, sin olvidar que también están la lluvia y los aletargados días de sol.

BIBLIOGRAFÍA JOYANES, Luis. Cibersociedad, los retos sociales ante un nuevo mundo digital. D´Vinni Editorial. 1998.

ELÍAS, Norbert. La sociedad de los individuos. Ed. Península, España: 2000.

MCLUHAN, Marshall. La aldea global: transformaciones en la vida y los medios de comunicación mundiales. Editorial Diana. Barcelona: 1993 TURKLE, Sherry. La Vida en la pantalla; la construcción de la identidad en la era de Internet. Ed. Paidós. Barcelona: 1997.

TÖNNIES, Ferdinad. Comunidad y sociedad. Ed. Losada. Buenos Aires: 1947 MONTAGU, Arturo. Cultura Digital, Comunicación y Sociedad. Ed. Paidós Buenos Aires: 2004.

LLÁCER, Pilar. “Elementos para una tele-ética el reconocimiento del otro en el ciberespacio”.

Cuadernos de Filosofía Latinoamericana. No. 76-77 (jul-dic 1999) Bogotá.

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Por: José Gabriel Suárez Merchán jogasum@hotmail.com

SER Y NO QUERER SER, HE AHÍ EL DILEMA

El presente es un texto crítico que nace de la experiencia vivencial en las aulas de clase y continúa por la senda reflexiva sobre la realidad de nuestro sistema educativo, ya esbozada en artículos anteriores del mismo autor.

“Nosotros sabemos encontrar perlas en las conchas, oro en las montañas y carbón en las entrañas de la tierra, pero nos pasan desapercibidos los gérmenes espirituales y las creativas nebulosas que el niño esconde dentro de sí al llegar a este mundo” -María Montessori

E

s fácil encontrar, de manera permanente, libros y textos que no hacen más que mostrar un panorama desalentador frente al oficio de la docencia, se pavonean de principio a fin afirmando su “preocupación” sobre la situación actual y sobre la manera tan equívoca y desparpajada como han sido manejadas las políticas de educación en el mundo y, sobre todo, en América Latina. Para ello se apoyan en decenas de estudios y estadísticas que no hacen más que mostrar el deplorable estado de la educación y la responsabilidad perentoria que debe ser asumida por los docentes, quienes son los encargados, en últimas, de dar la cara a los estudiantes y por ende los responsables de los malos resultados que en ellos se reflejan.

Sin el menor ánimo de generar ofensa, dichas posturas generalmente son argumentadas por elegantes ejecutivos que han estudiado en los más prestigiosos centros educativos del país o, mejor aún, en el exterior, que provienen de las familias más acaudaladas, dueñas de empresas o que cuentan con distinguidos cargos políticos, que les permiten dedicar horas enteras al oficio de la dialéctica

parlamentaria, pero que jamás han entrado a un aula de clase y menos se han tenido que enfrentar a un grupo de entre 40 y 50 estudiantes, que en la mayoría de las ocasiones han tenido que caminar largas horas desde su casa hasta la escuela, o que han llegado sedientos o hambrientos o, en el peor de los casos, enfermos; que no tienen a sus padres y hasta, a veces, deben constituirse en sustitutos de los mismos para sus hermanos menores. Considero que todos ellos, antes de escribir sus textos deberían tener en cuenta la siguiente reflexión.

Con todos los antecedentes que se han abordado a lo largo de la historia de la educación, viendo los constantes giros y retrocesos que se han presentado, los permanentes reproches y la mala imagen que se otorga a los docentes, es preciso detenerse a pensar ¿qué es lo que motiva a algunos seres humanos a optar en este tiempo, teniendo en cuenta la realidad tan atrofiante en la que vivimos, a buscar un espacio, propicio ó no, para mantener vigente el oficio de la enseñanza? ¿Qué clase de motivación tiene algún ser humano hoy día para dejar de pensar en sus intereses particulares y asumir una postura colectiva, aún a pesar de que ello signifique la renuncia a ciertos beneficios y mejoramiento en su calidad de vida?

Tal y como lo afirmaba el físico Albert Einstein “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica, ella es: La voluntad”.

De la misma manera como lo ratifica Rafael Porlán a lo largo de su libro Constructivismo y Escuela, donde habla de la posibilidad de concebir maestros comprometidos con la transformación social, que sean sujetos y agentes de ese proyecto, que sean partícipes y abanderados del mismo. Planteando tres condiciones necesarias para que este trabajo pueda desarrollarse, citando la primera como el QUERER.

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que día a día nos levantamos y buscamos la mejor manera para tratar de explicarle a un grupo de estudiantes un mundo que aún muchos ni siquiera logramos entender:

“…a la sombra de un árbol; sentado en el suelo; en un grupo de 70 niños; sin tizas ni materiales didácticos; sin libros ni cuadernos; sin bolígrafos ni lápices.”

Esto nos abre la posibilidad de encontrar seres humanos inconformes, inquietos, cansados de la aplicación de modelos y la repetición de discursos anacrónicos, que quieren hacer de su labor no un trabajo (en el sentido estricto de la palabra) sino un arte, un ejercicio disfrutable. Habría entonces que hacer una revisión de las políticas de estado para que ellas, valorando este QUERER, presente en muchos seres humanos, otorguen los mecanismos y los requerimientos necesarios para garantizar que la motivación y el compromiso no terminen por estrellarse al sentir soledad y abandono en la práctica diaria.

En años anteriores la UNICEF, presentó un escrito bastante interesante, llamado El maestro anónimo, que a pesar de estar contextualizado con la realidad de Mozambique, quizás pueda tener algo de la nuestra, inmersa en el esfuerzo de muchos docentes,

“Sólo puede considerarse magia que un ser humano con poca o ninguna preparación; con escaso apoyo u orientación pedagógica y didáctica; que vive en una cabaña de paja, mal ventilada y escasamente iluminada; Sin tiendas cerca, y con el agua a muchos kilómetros de distancia; a cinco o diez kilómetros de la escuela, que tiene que recorrer a pie dos veces al día (de mañana y de tarde); Que gana un salario que sólo da para comprar alimentos para una semana, a menudo pagado con retraso y que no alcanza siquiera para comprar vestidos o muebles… … consiga hacer que un niño… que ha caminado de 5 a 10 kilómetros para llegar a la escuela; después de haber pasado la noche durmiendo sobre una estera raída; dentro de una cabaña llena de grietas por donde entra ruidoso el frío; sin haber comido mucho; y después de haber tenido que hacer varias faenas del hogar… … aprenda a leer, escribir y contar… a la sombra de un árbol;sentado en el suelo; en un grupo de 70 niños; sin tizas ni materiales didácticos; sin libros ni cuadernos; sin bolígrafos ni lápices.

Será magia, para lo esotéricos; un milagro para los religiosos.

Heroísmo, para el pueblo y para todo niño que, partiendo de esa nada, adquiera conocimientos y desarrolle habilidades.

Estos son los héroes anónimos de cada nación.

No son héroes de guerra.

Sus únicas armas son un tremendo amor por los niños y una voluntad de contribuir para que el mundo sea mejor.

Son los héroes de la paz.”

Quizás es posible que este artículo genere en muchos de los detentores del poder legislativo la sensación de que si ese tipo de docente es tan eficaz y lo ha logrado sin recursos, sólo lleno de generosidad y amor hacia los niños, todos los demás también pueden hacerlo y opten por reducir aún más el apoyo hacia la educación, finalmente ya pocas cosas inverosímiles quedan por verse… Pero lo gratificante de este asunto es ver que hay muchos seres humanos comprometidos con el ejercicio de la educación y la

transformación social que ella suscita y la construcción de un estado democrático y participativo, que ella apoya. Está comprobado que es indispensable para ello el QUERER, pero también se debe entender que con este elemento no es suficiente, se hace necesario el segundo, propuesto por Porlán, que es el SABER, este hace referencia a que no vasta con tener ganas de enseñar, hay que tener conocimiento frente a lo que se va a enseñar, ya que nadie puede transmitir un conocimiento que no posee.

Este tipo de propuesta requiere de docentes formados en la investigación, palabra que genera algo de escozor en muchos, por la connotación de trabajo extra que demanda, pero la verdad sea dicha, la propuesta de docentes investigadores puede hacer énfasis en el conocimiento o mejor reconocimiento del entorno del trabajo, es decir contextualización de la escuela, observación de la realidad a transformar, y esa es ya una clara manera de desarrollar la investigación, desde la práctica diaria, desde la interacción docente – estudiante, en el ejercicio mismo de la construcción del conocimiento. Para ello es fundamental pensar en que cada docente es, antes que nada, ciudadano y que un ciudadano comprometido con la transformación social debe tener pleno conocimiento de la realidad que quiere transformar.

favorecimiento de sus intereses.Pues tal como afirma Noam Chomsky “El neoliberalismo es el paradigma económico–social que define nuestra época: indica el conjunto de las políticas y de los procesos que permiten a un grupo relativamente restringido controlar sobremanera la vida social con la finalidad de maximizar sus ganancias”.

Formar estudiantes conscientes de la situación actual a nivel político, económico, social y cultural; y de la incidencia que estos factores tienen en su construcción personal y colectiva, ayudará a generar

“no vasta con tener ganas de enseñar, hay que tener conocimiento frente a lo que se va a enseñar, ya que nadie puede transmitir un conocimiento que no posee.”

Todo ser humano es agente político, por ende todo agente político esta inmerso en la responsabilidad de participar y contribuir en la construcción de la nación, ello se hace ejerciendo los derechos y deberes de ciudadano que posee. Pero en ocasiones es innegable anotar que muchos de los docentes se asumen como apolíticos y forman a sus alumnos bajo esos lineamientos, lo que da como resultado seres humanos indiferentes ante la realidad de su país.

Cabe reflexionar, si no es este punto uno de los factores detonantes, que llevan a la escuela a tener tan pocos resultados frente a la formación de líderes ciudadanos y si, a su vez, esto no es causa de que ella produzca tan pocos agentes de cambio, conduciendo a la escuela a la fatídica desvinculación de todo lo político y optando por el facilismo de entregar el poder de decisión a sectores inadecuados, viciados por el

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“si se quiere alguna vez alcanzar la Utopía de la libertad, la democracia, la participación, la solidaridad y el respeto, como resultado de la educación, es necesario comenzar a labrar desde ya, ese inmenso campo que requiere de una mano que le conozca, le cuide, le abone y le ame.”

que la única forma de corregir las grietas y las fisuras que el sistema educativo actual presenta, requiere de la agudización visual de todos los que en ella se encuentran inmersos.

“Toda reforma educativa debe emprenderse de manera realista. Esto parece demasiado obvio. Sin embargo, a veces se piensan las reformas educativas en abstracto, es decir, en términos de una <reforma ideal>. No hay que dejar de pensar en lo que sería la <reforma deseable>, pero para formularla debemos preguntarnos: ¿Cuál es la reforma educativa posible que podemos hacer hoy en este país, o en esta provincia o estado en concreto, teniendo en cuenta la situación mundial en la que estamos inmersos?

Tenemos que conocer el contexto en el que se emprende cualquier tipo de reforma, los recursos disponibles, y de manera especial, contar con la participación de los mismos educadores. Aunque la reforma no sea ideal –cosa imposible-, debemos pretender que sea razonable. No hay que pretender de una reforma educativa más de lo que ella pueda dar. Con ella se pueden introducir cambios que trascienden a la misma escuela, pero no puede ofrecer soluciones a los problemas de la sociedad en su conjunto”.

(Ander – Egg, 2005)

agentes de transformación social, críticos, reflexivos, participativos y comprometidos, de esta manera se logra que el SABER se constituya como un elemento primigenio en la construcción de una nación; donde prima la investigación permanente de las dinámicas sociales y culturales; donde se favorece la construcción de un saber amplio, enriquecido en la variedad de discursos; donde se toman todos estos elementos y se configuran como una amalgama de saberes aplicados en beneficio de toda la población.

Poner en marcha toda esta maquinaria no sólo depende obviamente de los docentes, requiere de un compromiso conjunto de todos los sectores políticos y económicos que permitan que el discurso de la transformación gane coherencia y credibilidad, para ello se debe tomar en cuenta el tercer factor propuesto por Porlán, el PODER. El ejercicio de la investigación y la incidencia de los resultados que de ella se obtengan en gran medida es una responsabilidad colectiva, ya

El reto es significativo y requiere tiempo y compromiso, por ello es importante que cada uno de los docentes realice una revisión introspectiva y descubra cuales son los elementos que le llevan a ser docente; que indague en sí mismo aquellas condiciones que le arrastran a querer continuar siéndolo, que termine por convencerse de que es necesario cambiar el modelo actual, pero que también sepa que la responsabilidad de generar ese cambio esta en él, que es inherente a su labor y que si se quiere alguna vez alcanzar la Utopía de la libertad, la democracia, la participación, la solidaridad y el respeto, como resultado de la educación, es necesario comenzar a labrar desde ya, ese inmenso campo que requiere de una mano que le conozca, le cuide, le abone y le ame.

El QUERER, el SABER y el PODER, son herramientas indispensables para todo docente, ellas son la materia prima para la iniciación de las labores, con estos tres elementos se tomará conciencia de la responsabilidad social que se enfrenta y, a largo plazo, la educación dará un giro radical y se posicionará en el umbral que marque el nuevo amanecer, lleno de oportunidades para todos, donde todos se sientan parte del mundo y luchen por mantenerlo vivo, donde se pierda la bifurcación entre el decir y el hacer, donde todos asuman lo que son y lo sean de manera eficiente y responsable, solo así se acabará con el dilema.

Yo sé quien sabe lo que usted no sabe…

Y a nadie le importa.

Por: Gabriela Amar.

Llegan cartas. Siempre llegan cartas. La gente no se cansa de preguntar siempre las mismas cosas. ¿por qué los barquitos flotan?, ¿por qué se le dice flota al bus intermunicipal? ¿por qué se llaman municipios los pueblos?, ¿por qué el pueblo siempre tiene la razón? ¿por qué la razón…

Veinticinco años en este programa y siempre las mismas preguntas. “desde Ambalema, tierra de los otrora excelsos y granulados tabacos tipo exportación, escribe la señora Ligia Huertos, y pregunta: “por qué me tuve que casar con ese h……….. marido que tengo…? Responde el catedrático y psiquiatra, Doctor Raimundo Pronobis: “Señora, el matrimonio además de ser un vinculo sagrado entre dos entes y/o personalidades, es la garantía de supervivencia de nuestra sociedad. Es como si usted va a empeñar su televisor a una casa de cambio, y en lugar de recibo le dan un radio de pilas. ¿me entiende? La sociedad no puede promover que las personas se divorcien”…Gracias Doctor.”

Ya no recuerdo muy bien por qué terminé en este trabajo. Pudo ser culpa de mi tía Dolores. Ella siempre me decía: “mijito, tiene que ser alguien grande en la vida. No dejé que nadie le pase por encima. Sea usted el más bravo de todos. Que nadie venga luego a decir que Hermenegildo Segura no es un macho cabrío y de pura ley.” Y si, me hice Doctor. A mi nunca me gustó eso de sacar dientes, pero me dejé llevar por mi tía y aquí me tienen, conduciendo un programa de televisión. No se lleven una mala impresión de mí. Es un oficio decente. Al menos no le hago mal a nadie.

Lo único es que cuando salgo a la calle me gritan: “miren, allá va el viejo de las preguntas…hey Mr. Crucigrama, dígame cuando me voy a ganar la lotería…” y cosas por estilo. Yo casi siempre les sonrío y casi nunca les respondo nada. La última vez que salí unos muchachos me iban a linchar por culpa del tipo que da el pronóstico del clima en el canal. Creo que me confundieron con él y estaban rabiosos porque había dicho que habría sol y estaban empapados. Por eso ahora no salgo. Bueno, salvo cuando la camioneta del canal me lleva a algún lugar apartado a grabar el programa. Antes lo hacíamos siempre en un pueblito, en Guateque, pero después decidieron que era más barato grabar en el garaje de la casa de uno de los camarógrafos. Eso fue por la misma época en que empezaron a llegar cada vez menos cartas. Lo que no cambiaba eran las preguntas. Les voy a leer otra: “ desde la ciudad musical de Colombia, tierra de los bravos pijaos y del incunable tamal…” Un momento.

Tengo que aclararles algo. Yo no soy el que escribe los libretos. Yo solo leo, de ida y vuelta. Unos preguntan, otros responden. Yo no tengo preguntas ni respuestas para nadie. ¿les queda claro? Yo sé que

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si…continuemos, “…nos llega esta insólita pregunta: “ ¿qué será bueno para el mal de ojo? Responde, el sapientísimo abogado bioenergético Pablo Chacón desde la maravillosa y siempre señorial ciudad de los malecones más grandes del Mundo, Cúcuta: “Señora, desde los tiempos de Roma, el mal de ojo ha sido el flagelo más grande de la humanidad. Lo han sufrido emperadores, papas, y toda clase de rateros conversos.

Si consultamos el código de procedimiento penal, en su artículo 25, raya 2, se lee que: “mal de ojo, dicese de toda manifestación afortunada de los otros que nos choca”, en otras palabras, el mal del ojo proviene de la raíz china más conocida como envidia. Le recomiendo hacerse un buen baño de ruda y dejar de mirar por la ventana.”

Veinticinco años y yo aquí, esperando que llegue por lo menos una carta para grabar el programa de esta semana. Nunca habíamos estado tan mal. Me tocará escribirla a mí entonces… No, no puedo caer tan bajo, y, además, qué podría yo preguntar…¿por qué estoy aquí? ¿quién soy yo? ¿para dónde voy?... y a quién le pediría consejo… ya mi tía Dolores lleva veinticinco años bien muerta. Me tocará apelar a los recuerdos. A pelar. A ver tía, ayúdeme un poquito. Como era que usted decía… “mijito, cuando no sepa que decir en una reunión, piense en algún dicho bíblico”… “…y las tesalonicenses se veían entonces maceradas por culpa de…”. ¿y eso para qué me sirve? A quién le importan las tesalonicenses. (se mira la entre pierna).

Eso es, ya tengo una pregunta para el programa de hoy: “señor, ¿qué hacer para que no me duelan las tesalonicenses?. Responde desde Santafé de Antioquia, el coronel y párroco, Capitán del sagrado corazón de Jesús, presbítero de la orden de las vírgenes descalzas, Don Marianito Urrea: “Hijos, el sufrimiento de las tesalonicenses, tal como esta relatado en el santo evangelio, es una dura prueba que dios no obliga a resistir. Las galatas, el eclesiástico y las tesalonicenses son herramientas del pecado. Ya nuestros primeros hermanos, en su momento, tuvieron que extirparlas para ahuyentar el pecado. Yo recomiendo que si no se pueden extraer, al menos se fumiguen diariamente con una buena dosis de “satuple”, o en su defecto, con “diablo rojo” que es más efectivo”.

El programa ha tenido sus altas y sus bajas. Por aquí han pasado presidentes, actrices de televisión, futbolistas, periodistas. Pero en sus buenas épocas, también hemos tenido ciclistas, toreros y muñecos animados. Esos eran los tiempos en que nuestro rating era el más alto de todo el canal. Nos podíamos dar el lujo de contratar “extras” que preguntaban y respondían. Como olvidar cuando vinieron al programa Calimán y el Chompirás. Y las preguntas que hicieron. La gente no paraba de escribir. Incluso a mi casa llegaban bultos de cartas desde los rincones más apartados del país. Eso sí, las preguntas eran siempre las mismas: “pregunta desde la cárcel de Sincelejo, el señor ex alcalde, ¿por qué se me derrama la leche? Responde la licenciada en gastronomía y

estética facial, la doctora María Conchita Alonso: “el verbo derramar, que tantos percances nos causa en la cocina, proviene de la combinación de todas las formas de lucha. Queremos abarcar todos los procesos al mismo tiempo, y mientras pelamos las cebollas, queremos ir revisando la mezcla para los muffins, y no satisfechos con eso, ponemos a hervir la leche. Yo le digo al señor ex-alcalde que haga una sola cosa a la vez, y que no lloré por la leche derramada, porque al fin y al cabo, en su tierra, hay muchas vacas más.”

Y pensar que cuando me contrataron me prometieron que presentaría un programa de humor. Incluso me hablaron de un café concierto en televisión. Ese, que es el sueño de todo actor de medio pelo, lo iba a lograr yo sin ni siquiera ser actor. Pero se me fue. El día del casting empecé a sospechar que no habría humor. En la sala de espera, había cinco tipos como yo. Cada uno practicaba las cinco líneas que le tocaba decir frente a las cámaras: “yo se quien sabe lo que usted no sabe. yo se quien sabe lo que usted no sabe. yo se quien sabe lo que usted no sabe. yo se quien sabe lo que usted no sabe. yo se quien sabe lo que usted no sabe.”

Y eso era todo. Me eligieron a mí, porque fui el único que no se trabó. Fue un triunfo para mí, y para mi tía.

Estaba seguro que ella se sentiría muy orgullosa de mí. Ella, que en vida, había sido una gran creyente.

Mormona, para ser precisos, siempre me hablaba del

destino que todos teníamos que cumplir en la tierra.

Me hablaba de las recompensas para los justos y de los castigos espantosos para los sabios. Por eso ella hizo todo lo posible para que yo no fuera un sabio.

Y así fue como logré este trabajo. No me puedo quejar.

Han sido veinticinco años de trabajo duro. Ella sí que estaría orgullosa. Más rápido de lo que pensaba me convertí en un hombre. No tenía que hacerme ni preguntas ni respuestas y nadie me marcaría mi camino. Eso sí era vivir libre y feliz. Mi tía siempre me decía que para ser alguien en la vida era necesario no imitar a nadie. Y eso es lo que he hecho. Soy esa flor en el desierto que todos admiran. (se mira lentamente de arriba abajo y luego sonríe.) Al fin había logrado ser alguien. De ahora en adelante nadie me diría qué hacer.

Muchas veces me pregunté que había sido de los demás. De los otros cinco que hubieran podido tomar mi papel el día del casting. Con el paso de los años, me los fui encontrando uno a uno. Todos tenían buenos trabajos, una familia y una buena casa. Pero ninguno era tan feliz como yo. Uno se había hecho periodista del tabloide El Espacio. Otro era fotógrafo de primeras comuniones, bautizos y entierros. Otro era administrador de un cementerio. Otro era barman en un hospital psiquiátrico y el último era recaudador de impuestos. Todos tenían profesiones liberales y muy altruistas. Ninguno era tan afortunado como yo (se vuelve a mirar lentamente, esta vez de abajo hacia arriba, y llora.)

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Jorge Valbuena LOS ARADOS DEL PARPADEO (Poemario con el que el autor ganó el concurso de poesía Usme una palabra Surgente)

1- Una escala en el naufragio No es tiempo de pájaros…

La soledad esquiva los trinos que vienen Con las tempestades El ojo que miro Me absorbe Dentro de mí está tu mirada Hilando los colores del fuego Para la oscuridad A veces Cuando caen las hojas al pavimento Escucho el crujido dentro de mi Como si tu mirada parpadeara Y la agudez de la ausencia Atravesara el tejido intacto De un latido Duelen los neones citadinos Los lugares invertidos por la historia La huella digital que rasco Después de señalar el firmamento Los habitantes Ahora duermen escondidos Piensan que soñar es una broma del olvido Y mienten Saber mentir sobre la noche sola El diluvio ocupa el aire Se inhala la palabra ahogada y los pies anclados… los rascacielos olvidan la lluvia los pies caminan su olvido el olvido desnuda su llanto las lágrimas olvidan su camino.

8- No era un reloj lo que goteaba Ese pasado De fichas enraizadas con números; del virginal biberón que se bebe el tiempo que no importa hoy cae del árbol de la historia con el olor de mis axilas pestilentes y mi sexo abrumado por el candil; mi pulóver no lo conocieron tus caricias.

Hoy vi tus manos y huí Las han pintado de atarraya; pero tus ojos… tus ojos no se esquivan, El presente sigue siendo el mismo Tus pupilas calcinando la escalera, Olvidando los peldaños…

La semana santa sin matraca Cuando le pusiste alas al espectro.

Un cuento tras otro… sin escuela; Recuerda, La vejez eran los otros, Las vigilias sin tus besos Envejecieron…

Haz tardado, Porque nunca comprendieron Que no era el cuerpo lo que nos amábamos Sino eso que salía de adentro Como un millón de pájaros transparentes.

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Paolo Boecio RECITAL PARA VIENTO

Gráfica de mi vida en la línea del tiempo

hasta levitar Y subo Subo Subo Subo y bajo Me volatilizo Bajo abajo Respiro hondo Sufro y escribo Medito azulmente Escribo y sufro Alucino y subo Sueño y me estrello Amo siempre y subo Amo, lloro… y bajo Amo y subo Bajo llorando, lento Amo el viento Lágrimas caen, caen Subo con fuerza Caigo, reboto y subo

Cataclismo El poeta es como una ola que se estrella contra las rocas.

Y vuelve.

Vuelve al impacto.

Cae, se levanta y vuelve a la colisión.

Vuelve.

Siempre.

Carlos Luis Ortiz LOS DUELOS DE UN INFANTE

La vocación de morir I Hacia nosotros, la media noche resume sus navíos heridos. Capitanes y gavieros duermen en nuestros sollozos como los mejores amigos de la infancia. ¿Cuántos gatos no habrán muerto en el patio de los abuelos?, ¿cuántos recuerdos constelados a las paredes del estanque? Clara viene la muerte, cuando respiramos camposantos tomados del brazo.

II Nunca quise ver a la muerte agolpada en los astilleros, ni cómo se llevaba la sangre de una rosa para no volver. La quise desde aquella vez que sentí sus lágrimas limpiando la polvareda de los ascensores, la mugre de los edificios esquivos. Jamás quise que la muerte llegara cuando mi padre cruzaba alguna calle conmigo de la mano, pero yo no puedo elegir la manera en como ella bordea el día a día, menos aún, negarle el paso, la entrada a su aposento en mi vientre.

Carla Blue I Deja que esta noche sea yo quien apague la luz, para descender a la constancia de las maderas húmedas, a la flor pintada en una roca.

Carla Blue II Conocí a una dama que al igual que yo acaricia una tumba cuando duerme.

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De bonos, boletas y otras hierbas Siete son: los pecados capitales las maravillas del mundo las mujeres para uno las notas en mi guitarra .

-Lisandro Mesa

¡La siete carajo!

Cual si tratase de otra estrofa de esa insigne canción del no menos ilustre Lisandro Meza, “El macho de América”, y a casi cuatro meses de ausencia, muchas noches de insomnio, varios cafés, algunos cigarrillos, una que otra pola, cientos de empanadas, infinidad de salchipapas e incontables caminos de tinta sobre papel, regresa Surgente Letras Informales la revista oficial de la plaga neoñera, currucuchucumbambera y socialvacana del Universo Sur. Fueron cuatro meses de acuartelamiento en la cocina, picando, pelando, macerando y seleccionando las más finas especias con que cocer este sabroso guiso editorial, que con esmero preparamos para todos los pikisabrosos que a bien tienen consumir nuestras jugosas viandas.

De antemano sabemos de su buen gusto y formidable apetito por las nuevas letras, por ello, y sin lugar a cavilaciones, podemos decir que tal esfuerzo sólo es digno de usted, que gusta de una lectura inteligente (como su propia persona); que aprecia estéticamente las pequeñeces de la vida y las hondas complejidades del ser; que contempla el mundo, apacible, con esa expresión firme y perspicaz que sólo destella en la mirada de los ganadores; que a leguas denota en su presencia física la estampa de una persona con criterio y … (Si acaso a estas alturas de la lectura usted se esta preguntando “pero bueno y ¿tanta melosería a que va?” Porque claro, amable lector, es usted de aquellas personas que va por la vida sospechando ya que tiene un alto sentido de la sagacidad; ahora, si por alguna extraña razón, piensa

que le estamos tratando de vender algo, ¡pues sí!

Acertó ¿y qué?) No es un secreto para nadie que el grupo editorial Surgente no es del todo lo que se diga… próspero, y que sus cuentas no son precisamente una cosa que uno diga prolíficas u ostentosas; y que en lugar de riquezas acumulamos puras cuentas y sufragios, es más, no falta por ahí quien dice que el mero relato de nuestros extractos bancarios ganaría un programa en Sábados felices, porque somos tan pobres que en vez de bajar la basura, la subimos y como dijo el eminente filósofo Diógenes: “carga más plata un perro” que nosotros.

En fin, somos lo que se define como medio modestos (¿menesterosos?) o un poco vaciados; llevados, digamos, o… quizá miserables, ¡que demonios! ¡Sí!

Estamos en bancarrota, o qué rota -ya entrados en gastos- ¡estamos es en la calle!.

Y no podemos, ni queremos vivir del recuerdo nostálgico de épocas pasadas (léase: números pasados) en las que el capital devenido de los premios y recursos gestionados, a saber: Premio Oldhu al buen hijo (primera y cuarta edición), Proceso EnRÉDate (2 y 3 tirajes), Premio Bogotá Capital Mundial del Libro (ediciones 5 y 6), Fondo Pequeños Proyectos Christian Aid (número 7) y primer lugar (champion, que llaman) en la Copa de necrofútbol “El marrano de oro” ($ 6.500 pesos de base para la siguiente edición) nos permitieron mantenernos vivitos y coleando (bueno, por lo menos vivitos) e imprimir y mantener regularmente esta delirante revista sin ánimo de lucro -económico- y de distribución gratuita.

Por ello, pensando en el futuro próximo y cascándole al perrito con el asunto de la distribución, Surgente, la revista que te prohibió mamá, lanza mundialmente la campaña que inicialmente se iba a llamar “Bono solidario: lleva una surgentita en tu corazón” eso, antes de perder una pelea a patecabra limpia con Alfonso Lizarazo por plagio y una a plomo ventiao con los abuelitos del club “La edad dorada”, quienes nos frenaron el paso defendiendo a muerte la franquicia del concepto “bono solidario” así que finalmente se llamó “la boleta solidaria”. ¿Que en qué consiste? Vea mi pez: usted adquiere una boleta (o bono, con el perdón de los abuelitos) por un módico precio que no vamos a escribir por pura etiqueta, lo que le permitirá a ud. seguir disfrutando de la revista que tantas horas de gozo le ha procurado y a nosotros financiar nuestras siguientes circulaciones. Así todos ganan –menos el gobierno, ni la banca; ahhh bueno, los catanos pistoleros esos tampoco ganan nada- y más adolescentes inquietos seguirán perdiendo su virginidad lectoril con nosotros y más nuevos escritores saldrán del closet del anonimato y el impresor volverá a comer y todos felices. ¿Le suena? Entonces sírvase comunicarse con nosotros (ver datos en la página 2) escriba un mail o ¡llame ya! nuestras operadoras le están esperando y únase a esta Surgentón por tan buena causa.

Contenido

Surgente

Ñeretriz

Volando bajo!!!

Editorial Primera plana ...................................................... 1 El muro ................................................................ 2 Nada existe antes de ser nombrado ...................... 3 Platos a la carta ¿Qué somos los Hijos del Sur? .............................. 4 Tanta seguridad me da miedo ............................... 7 Ambiente familiar Una casa, siete entradas ...................................... 9 Con uñas y dientes ............................................. 18 B sides of neoñero I ............................................ 26 Se alquilan andamios Las folclori-cards de Yu-Gi-O-Tavio .................... 32 ¡Aquí hay ancestro enterrao! ............................... 37 Recarga de cartuchos Comunidades virtuales ....................................... 40 Ser y no querer ser, he ahí el dilema ................... 48 Materiales de construcción Yo sé quien sabe lo que usted no sabe ................ 53 Los arados del parpadeo ..................................... 56 Recital para viento .............................................. 58 Los duelos de un infante .................................... 59 Viceversa De bonos, boletas y otras hierbas ....................... 60