Lee+ 145 50 aniversario

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AÑO 12 • NÚMERO 145 • JUNIO 2021

PRECIO AL PÚBLICO 25 PESOS

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Tema del mes:

Índice 5 Entrevista con Eduardo Sangarcía, ganador del Premio "Mauricio Achar" 2020 Fátima López

6 Los libreros de Gandhi 8 Medio siglo del sueño de Mauricio Óscar de la Borbolla

10 Alejandro Magallanes 12 Mi tienda de raya José Luis Trueba Lara

14 De negocios y amistades 15 Una extraña ley de la economía Alberto Ruy Sánchez

16 Póster / 50 años escribiendo complicidades

18 50 años de recuerdos 20 Historias de libreros 21 50 años de recuerdos 24 La mejor cancha Juan Villoro

26 El asombro y el no saber el camino Jordi Soler

30 Nada menos que medio siglo Toño Malpica

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Directora General y editora

50 años

Yara Sánchez De La Barquera Vidal

andhi cumple 50 años de promover la transformación de nuestra vida cultural. Se trata de la primera librería moderna que se convirtió en una red de complicidades, vocaciones y vidas marcadas por la lectura. Desde que abrió sus puertas en Miguel Ángel de Quevedo, sus locales han tenido la fuerza para crear comunidades; soldar amistades, y dar cobijo a los amores y a las discusiones que nos obligan a entablar diálogos silenciosos con las páginas, a las conversaciones que nos funden para siempre o dejan huellas perennes en la memoria. Y, por supuesto, lo mismo sucede con los encuentros, en los cuales las palabras se vuelven espadas que chocan para dar paso a las chispas de la sabiduría. En el fondo, todos los que salimos con un libro somos parte de estas complicidades. Pero Gandhi no sólo es una red de camaradería; en sus pasillos y sus sillones también se decidieron vocaciones y nacieron vidas marcadas por la lectura. La librería permite encontrar las palabras, soñar mundos posibles (e imposibles) y le abre paso a un hecho fundamental: en los encuentros entre los lectores y los autores (o entre los lectores y los lectores) se descubre el camino de la discusión, y se halla la posibilidad de estar equivocados. Estamos hablando de la razón y el diálogo que nutren a una sociedad abierta y nos permiten vivir una existencia que, de otra manera, jamás conoceríamos. Por estas razones, en esta entrega de Lee+ convocamos a muchas de las presencias de la librería: algunos escribieron sus recuerdos; otros los platicaron, y nosotros desaparecimos para sólo dejar sus palabras. Éste es un número memorioso, con mucho agradecimiento, nostalgia y emoción por poder recopilar un pedacito de esta travesía cultural llamada Gandhi, un espacio que nos acerca y nos convierte en amigos de personas que, como tú, son aventureros de sillón, dispuestos a desafiar las tempestades y adentrarse en las palabras. +

Búscanos en: www.revistaleemas.mx www.mascultura.mx Pide tu revista hasta tu casa en www.gandhi.com.mx

yara@revistaleemas.mx Coeditor José Luis Trueba Lara jtrueba@revistaleemas.mx Editor Adjunto Julio Trujillo julio@revistaleemas.mx Director de arte y editor audiovisual Edwin Reyes Maya edwin@revistaleemas.mx Difusión Cultural Beatriz Vidal de Alba Marketing Fabián Vásquez Escalante fabian@revistaleemas.mx Correctora de estilo Mariana Aguilar Mejía Editor de contenido Gilberto Díaz Editora de contenido web Citlali Figueroa Consejo editorial Alberto Achar

En portada: Diseño original para Lee+ por Rodrigo Rojas

(55) 5335 1327/ contacto@revistaleemas.mx Envía tus comentarios a: elcliente@gandhi.com.mx

Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Información y Ventas Publicidad: (55) 5335 1327. Editado por www.taraediciones.mx contacto@revistaleemas.mx, Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Calle Comunal No.7, Col. Agricola Chimalistac, C.P. 01050, Alcaldía Álvaro Obregón CDMX. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Preprensa e impresión: Multigráfica Publicitaria S.A. de C.V. en Democracias no. 116, col. San Miguel Amantla, Azcapotzalco, C.P. 02700, Ciudad de México. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de la legislación autoral y, en su caso, de los tratados internacionales aplicables, la persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones correspondientes. El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores. Librerías Gandhi y la casa editorial se deslindan de los mensajes expresados en los espacios publicitarios cuya responsabilidad pertenece al anunciante. Hecho en México. También encuentra la revista aquí: FILIJ • FIL GDL • FIL Minería • FIL Zócalo • Cine Tonalá • Cineteca Nacional • Universidades, preparatorias CDMX y área Metropolitana • Orquesta Sinfónica de Minería • OFUNAM •Teatro de la Ciudad Esperanza Iris • Colegio Nacional • UNAM • Universidad IBERO • Universidad ANÁHUAC del Norte • Biblioteca José Vasconcelos • Museo Nacional de Culturas Populares • Centro Cultural España • CONARTE (Monterrey) • CENART• MUAC • Museo Jumex • Museo El ECO • MUCA Roma • Museo Universitario del Chopo • Museo Soumaya “Loreto”• Museo Rufino Tamayo • Museo Franz Mayer •

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De brujas y peores dem onios Fátima López

io ta razón, el Prem obtenido, con jus ha e qu e, o us Ho sim ntí om (Literatura Rand con un tex to brilla e. Anna Thalb erg nero de la novela us gé Ho el om en nd na Ra tre es se y Penguin la Inquisición. duardo Sangarcía r Librerías Gandhi uja en la ép oca de 20 20, otorgado po acus ada de ser br jer mu a un “Mauricio Achar” e br so ia estreme ce dora 20 21) es una histor

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Las supersticiones, el pensamiento mágico y el La paranoia que causaban los ruidos en el bosque, las coincidencias extrañas, miedo a aquello que no entendemos porque está la enfermedad de un pariente y hasta la sequía eran atribuidos a la potestad del fuera de nuestro alcance lógico siempre nos han demonio, el cual usaba a las mujeres como instrumento para extender su maldad. causado una suerte de fascinación y horror al mis- La cacería de brujas, detonada por esta paranoia hacia la figura del demonio, podía mo tiempo. A decir de Eduardo Sangarcía (Gua- causar que se tornaran vecinos contra vecinos, o que se terminaran familias endalajara, 1985), la idea de esta novela se empezó teras, aunque no existiese argumento lógico para acusarlas de tan terrible mal. La a generar a partir de la lectura del astrónomo Carl maquinaria de la Inquisición tenía su fundamento en la idea de la justicia divina, Sagan, en torno a sus ideas sobre la superstición y la cuyos jueces eran examinadores, clérigos y torturadores bajo el objetivo de dar investigación que hace sobre un clérigo alemán opo- escarmiento público a cualquier persona que quisiese aliarse con el demonio. sitor al régimen inquisidor. Luego de una exhaustiva Así, los acusadores, enmascarados con el poder de Dios, se transformaron en investigación sobre el Medievo y su temible Tribunal verdaderos ejecutores de maldad, y causaron la muerte de miles de mujeres inode la Santa Inquisición, Sangarcía empezó a desarro- centes. ¿Serían estos miedos y supersticiones o los inquisidores los verdaderos llar un texto sobre una mujer acusada de ser bruja. demonios de aquella época? Los detalles tanto históricos como fantásticos en los La novela toma en cuenta no sólo la historia de Anna Thalberg, sumida que profundiza el autor nos introducen en ese arco en una profunda tristeza en la cárcel, esperando su veredicto, sino también de fascinación y pánico simultáneos: ritos mortuorios, los contextos de los personajes adyacentes: su marido; el clérigo de su aldea, instrumentos y métodos de tortura, criaturas terribles quien busca ayudarla a recobrar su libertad; el examinador; el confesor… De que existían en el bosque según el imaginario colectivo esta forma, podemos entender el papel de cada uno en esa máquina de terror: (hombres lobo, demonios) y extraños ritos a la luz de la la cacería de brujas durante el Medievo. luna. El demonio era ubicuo y capaz de poseer a las perAnna Thalberg pone el dedo en la llaga sobre temas relevantes, como la sonas más apacibles, sin que éstas se dieran cuenta. Justo misoginia, el clasismo, la falta de justicia que experimentan las mujeres, los ése es el caso de la pobre Anna Thalberg. Obviamente, juicios acusadores a aquel que se atreva a ser diferente. Se trata de una suerdesde la perspectiva de sus acusadores. te de espejo que apunta, incluso, a nuestra época. El autor, formado en cuento originalmente, y con tres Las voces que narran esta historia otorgan a la novela una veta absolutapremios bajo el brazo —Premio Latinoamericano de Cuen- mente original; capítulo a capítulo se precipitan, creando tremendo suspento “Edmundo Valadés”, Premio “Julio Verne” de Ciencia so a pesar de tener anunciado el final. Anna se erige en su propio desenlace Ficción y Premio Nacional de Cuento Joven Comala—, se con gran dignidad, cosa que, como lectores, se agradece profundamente. lanza al llamado “género mayor” con un salto formal innoCon esta novela, Sangarcía lleva a cabo una suerte de homenaje a sus vador y tremendamente fascinante para los lectores: capítu- autores favoritos: Carlos Fuentes y António Lobo Antunes, a quienes los de un solo párrafo hacen que la respiración del texto se considera grandes maestros de la narrativa. Otra de las inspiraciones vuelva vertiginosa y le añaden tensión y suspenso a la novepara lograr el ritmo y la tensión de la novela fue Las puertas del paraíso, la; detalles tipográficos que resuelven monólogos internos, de Jerzy Andrzejewski, traducida por Sergio Pitol, y configurada como y diálogos simultáneos. Nos encontramos ante una novedad una novela de un solo párrafo. La idea de crear un absoluta y un virtuosismo formal, al mismo tiempo que se texto narrativo que precipita la respiración del lecpresenta una historia de horror sobre una pobre mujer, cuyos tor proviene justamente de ahí. grandes pecados fueron ser pobre, fuereña y pelirroja. El jurado que otorgó el Premio “Mauricio “Sacaban a las mujeres a la fuerza de sus casas. Las llevaban Achar” 2020 estuvo conformado por los escria las torres de brujas y, una vez que entraban a estos lugares, tores Fernanda Melchor, Cristina Rivera Garza era prácticamente imposible que pudieran salir, porque la proy Julián Herbert, así como los editores Jorge pia máquina inquisitorial estaba construida de tal manera que Lebedev y Andrés Ramírez. Este premio busca era imposible demostrar inocencia. Si había alguien que denundifundir la obra de nuevas voces de la narrativa ciara, lo más probable era que el denunciado acabara quemado mexicana, además de continuar con el legado y que, para poder salvarse de las torturas, tuviera que delatar del fundador de Librerías Gandhi, Mauricio a otros. Era la manera en que este sistema funcionaba. Así que Achar, incansable promotor de la cultura y del decían el nombre de sus vecinos y de sus conocidos para poder arte, y soñador irredento de un mundo en el librarse de las torturas”, comenta Sangarcía. cual los libros nos transforman. + Fátima López. Poeta, actriz y directora de escena. @fatimalopezmx (Twitter / IG)

Entrevista a Eduardo Sangarcía, ganador del premio “Mauricio Achar” 2020

Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi

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Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi

Los libreros de Gandhi De izquierda a derecha: Copilli Maye, Eduardo Jiménez, Silvia Zeferino, Francisco Goñi, Gabriel Tlacuhapa, Alejandro Espinosa, Javier Barragán y al fondo Ángel Zavala

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os libreros son muy extraños: en cada uno de sus volúmenes se esconde un ser humano que está dispuesto a iniciar una conversación en el preciso instante en que lo invocamos. Aún más, sus palabras lo reflejan, y desnudan su alma. Justo por eso, cuando los tomamos nos sucede exactamente lo mismo que con las demás personas: algunas se convierten en amigas para toda la vida, y le robamos tiempo al tiempo para estar con ellas; otras apenas nos acompañan en algunos momentos, así que terminan por convertirse en un recuerdo que apenas se puede evocar, y, por supuesto, no faltan las que no nos importan o las que nos resultan insoportables. A diferencia de nuestros anaqueles, en los cuales nuestras amistades se muestran sin pudor, los libreros de Gandhi se revelan como una ciudad antiquísima donde todos tienen cabida: en esa urbe, las viejas calles y sus pobladores están dispuestas a recibirnos sin importar los siglos que nos separan. Se miran las nuevas avenidas, que pueden asombrarnos con su velocidad, su cosmopolitismo y su modernidad. Incluso, si nos fijamos bien, en esa ciudad de libros también hay barrios peligrosos; lugares sorprendentes, y espacios donde nuestras creencias más duras pueden ser puestas a prueba. Por si todo esto no bastara, están los lugares de los niños; las calles de las diversiones más estrafalarias, y el material que alimenta las tristezas más profundas. Como toda ciudad, los libreros de Gandhi nos ofrecen recorridos infinitos en los que se corre el riesgo de extraviarse. Sin embargo, si los observamos con un poco de cuidado, nada nos tardamos en descubrir la nomenclatura de sus calles: ahí se ven las avenidas de la literatura; las calles de la historia; las callejuelas del ensayo y del teatro, o los parques de la literatura infantil y juvenil. Pero como esta nomenclatura apenas nos revela las grandes líneas de la ciudad, a la puertas de ella se encuentran los guías, que pueden acompañarnos. Algunos de ellos son los que sonríen en esta foto y, con toda seguridad, conocen los atajos y los lugares que se ocultan de nuestra mirada. Caminar con ellos es asumir la posibilidad de un paseo seguro, aunque la posibilidad de extraviarse no se puede desdeñar: ahí, en uno de los libreros, está la presencia definitiva que aún no conocemos y que vale la pena hallar. Querídos libreros, son vitales para nosotros, muchas gracias por su trabajo, esfuerzo y pasión. +

Personas en portada y en póster en centrales, de izquierda a derecha: William Shakespeare - Sor Juana - Mahatma Gandhi - Rafael Cauduro - Amparo Dávila - Tino Veléz - Pepe Montalvo - Juan Sebastián Aguirre - Yara Sánchez De la Barquera - Pedro Ávila - José Luis Trueba Lara - Paco Ignacio Taibo II - Benito Taibo - Alejandro Magallanes -Bernardo Esquinca - Antonio Malpica -Elvis/ Rodrigo Morlesin - Shirley Jackson - Hilario Peña - Xavier Velasco - Julio Trujillo - Guadalupe Nettel - Ernesto de la Peña - Julián Herbert - Juan Villoro - Alberto Ruy Sánchez - Juan José Arreola - Guillermo Fadanelli - Roberto Bolaño - Arnaldo Coen - Mary Shelley - José Emilio Pacheco - Elena Poniatowska -Germán Dehesa - Ricardo López - Óscar de la Borbolla - Sergio Pitol - Rosa Beltrán - Jorge Ibargüengoitia - Jorge Volpi - Alberto Achar - Emilio Achar - Mauricio Achar - Pepe Achar - Nelly Achar - Mario Nawy - Antonio López - Carlos Monsiváis - Octavio Paz - Fernanda Melchor - Raquel Castro - Alberto Chimal - Ángeles Mastretta - Guillermo Arriaga - Cristina Rivera Garza - Fernando del Paso - Ignacio Solares - Maya Angelou - Jorge Lebedev - José Agustín - Virginia Woolf - Carlos Fuentes - Juan Rulfo.



Óscar de la Borbolla

io ic r u a M e d o ñ e u s Medio siglo del

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oy portador de un saludo del pueblo búlgaro”. Nunca entendí esta frase con la que Mauricio Achar diariamente, durante años, llegaba a mi mesa de la cafetería de Gandhi a saludarme. Yo levantaba la vista con una sonrisa y, a veces, con cierto disgusto, pues a él le encantaba interrumpirme cuando me veía escribiendo más inspirado que nunca. —Ya, ya —me decía—, sé que eres parte de las fuerzas vivas de este país; pero vengo a talonearte un café. Y no había más remedio que ofrecerle una silla y disponerme a pasar una hora de carcajadas escuchando toda clase de anécdotas: que un moralista le había detenido un embarque de libros de los dibujos de Vargas en el Puerto de Veracruz. —Y, ¿quién es Vargas? —le preguntaba. —Pues el ilustrador de la revista Playboy. —¡Cómo! —rugía yo— ¿El de las muñecas de belleza sobrenatural? —El mismo. —¡No es posible! Y en ese momento, frente a él, me ponía a escribir un texto fulminante, que al día siguiente aparecería en el periódico Excélsior

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haciendo escarnio de la mojigatería aduanera. Otro día me contaba: —Te digo que compré un contenedor de llaveritos, y en la junta del consejo me pusieron pinto. —Pero, Mauricio, tu negocio son los libros, ¿en qué cabeza cabe comprar cientos de miles de llaveritos? —Ya saldrán —me decía. Y no sólo salieron, sino que se inauguró una de las fuentes principales de ingresos de todas las librerías de este país, pues a los llaveritos se sumaron tazas, rompecabezas, relojes de arena, títeres, pisapapeles y toda clase de objetos de ornato intelectual que ahora son infaltables detrás de las cajas registradoras de las librerías que se respetan. Platicábamos de todo, aunque su debilidad mayor eran los chistes, principalmente los que él contaba, pues cuando a mí se me ocurría intercalar alguno que yo supiera, Mauricio se quedaba serio, como si no lo hubiera entendido, y, antes de poder explicárselo, ya me había surtido con dos o tres más. No eran chistes nuevos, pues le encantaba contar siempre los mismos, y como tenía una gracia natural para


hacerlo, yo volvía a festejárselos con auténticas carcajadas, que lo animaban a seguir. Entre esos chistes había uno que me contó durante años y que era más bien una pequeña historia que le llenaba de una luz especial los ojos negros, grandes y redondos, como de moro. Me preguntaba: —¿Sabes qué es el amor? Y yo le respondía que no, para volver a darle pie a su relato. —Ah —decía él, entusiasmado de poder enseñarme la más grande verdad metafísica del mundo—. Imagina —me decía— a una pareja que queda de verse en una estación de metro a cierta hora. Ella está arreglándose en el baño de la empresa en la que trabaja. Él mira el reloj en su oficina: aún hay tiempo, pero de pronto el jefe le pide que firme un montón de papeles. Ella llega a la estación y camina en el andén de un lado a otro hasta que, decepcionada, decide irse. Él llega a la estación, baja las escaleras en el momento en que el metro arranca. Ella lo ve por la ventanilla. Él le hace señas de que lo espere en la próxima estación. Ella entiende. Y entonces Mauricio, poseso por la mismísima verdad, decía: “¡El amor es la distancia que hay entre esas dos estaciones!”, y la luz que le llenaba los ojos era el brillo de alguna lágrima furtiva. En los tiempos de Mauricio, la Gandhi no era la librería Gandhi, sino simplemente la Gandhi. Un gran bastidor con la imagen del pacifista que liberó a la India estaba en lo alto de la escalera y, todos los días, docenas de escritores, de matemáticos, de pintores, sociólogos, filósofos, cineastas, economistas, biólogos, músicos y hasta geógrafos, de jóvenes con o sin revolución, de viejos con o sin recuerdos subían esas escaleras rumbo a la cafetería donde oficiaba Mauricio, encerrado en el mismo eterno juego de ajedrez. Porque en esos años, larguísimos años, Gandhi, más que una librería, era un centro de investigaciones patafísicas en el que se desarrollaban toda clase de proyectos: en una mesa se planeaba una película; en otra se pergeñaba un poema; en otra se garabateaba una partitura; más allá, una revolución; en la mesa de mi Beatriz, una novela, y en la mía, montones de “Ucronías”, pues prácticamente en esos tiempos yo vivía de eso. Gandhi era una biblioteca, un centro de reunión, un espacio cultural donde se podía, por el precio de un café o incluso sin consumir nada, pasar el día soñando, inventando, creando, produciendo ideas, dibujando bocetos... Y todos esperábamos diciembre, porque en ese mes, Mauricio —con su barba de Santa Claus— llegaba con un costal lleno de tortas de bacalao, que devorábamos como si nos las mereciéramos. Y nos las merecíamos, pues ese día todos habíamos producido

algo que pasaría a la historia. Hoy veo los nombres de quienes figuran en el mundo artístico, científico o intelectual mexicano y a la mayoría los reconozco como exparroquianos de Gandhi. Qué absolutamente abierta era la risa de Mauricio. Muchas veces lo vi actuando en las pastorelas o en las obras de teatro que ideaba Germán Dehesa. Bueno, “actuando” es mucho decir, pues a Mauricio en el escenario le ganaba la risa y, en lugar de soltar su parlamento, se justificaba saliéndose de su papel, aunque inmediatamente uno comprendía que él no actuaba un papel, sino que él mismo era el papel, la obra y el público, porque así de abierta era su risa. Una risa que nos envolvía a todos. Mauricio fue un hombre afortunado, y no sólo porque alguna vez se mandó a hacer unas tarjetas de presentación en las que sólo figuraban su nombre y la elocuente palabra “millonario”, sino porque materializó todos sus sueños y, además, algo que muy pocos consiguen: realizar hasta sus ilusiones tardías. Hoy, seguramente, en un universo paralelo, Mauricio Achar está sentado en el fondo de una pequeña librería de viejo, leyendo la novela que siempre amó, esa gran obra de Kazantzakis: Zorba el griego. La legión de sus amigos, porque tuvo muchísimos que lo quisimos, sabemos que, desde ahí, está celebrando la vida con nosotros. +

Una relación que siempre me pareció muy bella y placentera era leer y tomar café. Por eso pensé en una pequeña librería que me diera para mis gastos y nada más. Para pasarla bien. Lo que me interesaba era hacer algo que me gustara en la vida. Primero fue la librería, galería y cafetería; después empezamos con las presentaciones de libros y el foro de teatro. Mi gran hobby, desde que tenía catorce años, fue ser actor de teatro. Durante treinta años trabajé con mi maestro, Germán Dehesa. Mauricio Achar

Óscar de la Borbolla. Escritor y filósofo, es originario de Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. @oscardelaborbol

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Alejandro Magallanes 10 https://alejandromagallanes.com



José Luis Trueba Lara

a y a r e d a d n e i Mi t

e toamente m e supuest u ”ya q s ín it ro u b li iq ijera “ch cias, los d ra e sg m e d r unta p s to o de la n escri aía en la Para colm les. Que u linos me c s de los cláab ra in o re m m o e s u jo ab q eran conse . Aun rsione s librerías sa caban r provocación diera e ocurría con las ve ara acabarla de o odiaba la Roma y la Conde o P m n iñ s. e o n la m e m il d d la is sa a: m íferos sin pen unam as, y lo as en la caban pe ad o ad la so v n e ig fi ía ro eran somn los gó rd n n p s s e o e te c te la u sp n e o e e q u d ie d s q e ar as n p la y n io u is n c o ja g e e al ilustra —com en el c o Calle taban m cuerdo qu sicos con e me rece modernas la mayoría estaban e Saturnin e con Julio u d ra q s ilt s o u ip p ro rr n b m o li e ía h d , s— y las ca pu olar, los tre los ti me parec Insurgente las malas , y los nido. Nun llas am puros. En ondominio tinguían dos tipos: había dete un farsante dany sobre e icamente C l ía s, se ím c e i u e ra q te as ar ar n c p e ap e is fr io h as d m c ar an L s d . — se ab n o sa o e d e as as ay al la p mal apen nía m planta s, el c tro, y ahí mo sólo se —el pirata el local te otó de tar al más mostrador. mío las malas, capaces de ahuyen ; Sandokán an en problemas: co naturaleza no los d n e n u E rn n e o s. V c te o n s tí la e ad rrió la la e u ll ro u q e m e c ra u o e tr u q ía le m le e ab am unos . A él h ardaillan galerón certeza d ientes se P io n ar la u p id itiría ía st n colgaban is n si fa ra m rm o te e e e cara d era imp adazos, guno de ue me p tes sólo horripilan por un fulano con ilidad de husmear , que a las do esp de intestino. A nin tres mosqueteros, q , que sí era una o osib xix soro ga ni e Los resguardad e se deseaba; la p as del siglo ando, vayan veji idad de comprarm a isla del te ie imaginaba que qu il galarme L s pulquerí tr b ad la n re si n e e o o d s, p m an o ía o sec d ay s, pedirle lo an moneda a La peor a Portho sarial: “V . En esos funcionab fía empre sa publicar s de la ley ncisco Gar entral descubrir ara la so jo ra p o F lo ble. Éstas as e in fi e d b u H to ra su q sueños rancisco straban rería C nta del ja tura con F s e n ib e o u e L u c L av q la ”. ra a er. o a ie íp ar d , d claras mo en Villoro anera o rofesor Z o gracias décadas p vayan sali a que Juan inventado por el p glo pasad nizaban de mala m ea. La faltaban ce e ar si p pagando, ar l o e p , d o o s d d un e fue ciclóp mienzo s, ago pues, to ñora del m orizo y qu io se amo. Así tuvo a co te estaban muerto sa de una modorra ig an ch ár d p ab ía ro b n st p u e sa se e ra ra E en pre s qu pronto, e ilagro, y e lo XXI y prácticam el la to asos, eran ara acabar ctor gracias a un m Mortiz, Sig r de los c an a airear Aquello, p le í lv en el mejo o era obvia: Joaquín s aún no alcanzab o e me v est s viento indicar qu n mi tienda de raya. razón de sus bueno y , óe iz as al id ri ar e mat cio. recién p queso ran l e d a sm mia

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La primera vez que entré a mi tienda de raya me sentí muy incómodo. El uniforme me hacía parecer un conscripto mal fajado, y los que ahí estaban parecían todo menos los reos de una secundaria pública cuyo número auguraba el mal fario. Los vendedores apenas repararon en mi presencia; seguramente estaban convencidos de que buscaba un libro de texto que jamás encontraría. Ahí sólo vendían libros para leer. Por más que ansiaba diluirme, no lo logré: la gente estaba en cuclillas en los pasillos, hurgando los libreros blancos, y la pena me impedía obligarlos a que me abrieran el paso. Caminé como pude y llegué a un lugar donde apenas había compradores. Me agaché y empecé a ver los libros. Tomé dos. Las razones de mi decisión tenían muy poco que ver con la literatura: estaban encuadernados con la percalina más modesta y sus camisas anunciaban lo incomprensible. Ese momento se me quedó tatuado para siempre: los libros con pasta dura me siguen encandilando. Me escurrí hasta la caja, pagué y me fui a casa. Para no variar ni perder la costumbre, estaba solo. Me tiré en la cama y abrí el primero para invocar al rayo más lento. Aunque el sentido común me decía que lo abandonara, no lo solté hasta llegar a la última letra. La sensación que experimentaba era extraña: mucho de lo que leía era incomprensible, pero algunas frases se revelaban como los relámpagos que rajan el cielo. Estaba delante de algo importante, de un misterio que debía ser desentrañado. Y, en ese momento, apenas tenía una pista: en algún lugar del mundo, alguien llamado Giovanni Papini había escrito Gog. Lo que me ocurrió con el segundo fue muy parecido: nunca había pensado que la guerra pudiera ser sórdida y todo lo corrompiera. Lo espeluznante era real. En ese momento aún no sabía que ese libro estaba incompleto y debería esperar muchos años para leer La piel sin cortes, gracias a la edición de Galaxia Gutenberg. Sin darme cuenta, me había contagiado del mal de los libros y los síntomas de mi padecimiento eran claros: un libro lleva a otro libro y ese camino no tiene fin. Los lectores somos idénticos a Sísifo. Fueran como fueran las cosas, tenía que seguir adelante, y estaba cierto de que no podía volver a la librería disfrazado de soldadito panzón. Los sábados se convirtieron en el día de mis incursiones, gracias a la costumbre que tenían en mi familia de comer en un lugar que posaba como pretencioso y estaba en la glorieta de El Altillo. Sin embargo, nunca tuve el valor para subir las escaleras, que llevaban a un lugar desconocido y casi ruidoso: la cafetería y el foro eran una terra ignota. En esas visitas encontré otras obras de Papini y Malaparte y —como ya había aprendido a moverme en la tienda de raya— un librero generoso me descubrió a Knut Hamsun, Céline y Ezra Pound. Ninguno era sencillo. Ellos me obligaron a comprar mis herramientas de lectura y, como resultado de esto, el dinero apenas me alcanzaba para pagar las cuentas. El vicio me obligaba a pedir adelantos de mi mesada y, por fortuna, conseguí una cantidad fija para seguir adelante como un lector acasillado que jamás podría pagar las cuentas en su tienda de raya. En esas incursiones, veía que muchos se acercaban al lugar donde estaban los libros que hojeaban y ojeaban con detenimiento. Ahí descubrí otro filón: Onetti, Donoso, Roa Bastos, Carpentier y Vargas Llosa me llevaron para otro rumbo y, además, desarrollé una fuerte adicción por la sección de historia, que me obligó a dividir mi dinero. Siempre salía con uno y, cuando la fortuna era buena, compraba un par. El problema era claro: no sólo quería los libros que iba a leer, sino también los que algún día leería, y a ellos se sumaban los que deseaba por su belleza. La tienda de raya funcionaba a la perfección, y siempre iba por delante de mis ingresos. Yo era víctima de la maldición de Aquiles y la tortuga, pero no tenía la dicha monterrosiana de mentarle la madre a Zenón de Elea.

Cuando empecé a trabajar, creí que mis problemas estaban resueltos: mi sueldo de profesor de primaria me parecía suficiente para pagar el vicio, que ahora incluía los libros de la universidad. Sin embargo, al llegar la primera quincena me di cuenta de mi ingenuidad: muchos de los libros que anhelaba no llegarían a mi biblioteca y algunos —como la edición de América de Siruela— tuvieron que esperar muchos años para hacerlo. Por fortuna, los actos de amor de Patty me salvaban de la melancolía, y gracias a su aguinaldo podía tener los más caros. Abrir el regalo que contenía los nueve tomos de García Riera o el Códice Borbónico editado por Siglo XXI era una maravilla. Cambié de trabajo y mis ingresos fueron más altos, pero las ansias de leer y tener libros crecieron más que ellos (pinche Zenón). Al final, tomé una decisión que tal vez solucionaría mis problemas: me convertiría en profe a tiempo parcial en la universidad, y ese sueldo lo destinaría a la tienda de raya. Durante cuarenta años más o menos mantuve la costumbre, pero la verdad es que jamás me alcanzó y siempre tuve que darle una pellizcada a mis otros ingresos. Además de esto, terminé por aventurarme en la terra ignota a la que llevaban las escaleras. Mi misantropía me impidió convertirme en un habitué y, además, me parecía que ese lugar era peligroso: la posibilidad de contagiarme del vicio del ajedrez le restaría tiempo a mis lecturas, y el deseo de platicar sobre los libros que soñaba los mataría antes de que nacieran. Lo extraño del caso es que, en una de esas mesas, siempre se sentaba el que se convertiría en mi hermano: Óscar de la Borbolla, que tiene el raro don de escribir en público, y a la menor provocación suspendía sus labores para platicar con un hombre de “ojos morunos” que se movía como Juan por su casa. Yo no sabía que, en verdad, ésa era su casa. Yo no sabía quiénes eran ellos, y ellos tampoco sabían quién era yo. Si bien es cierto que sólo iba al café cuando me urgía abrir los libros que acababa de comprar, sin grandes problemas me sumé a las pastorelas y a las obras de teatro que se presentaban en el foro. Ahí descubrí a Germán Dehesa y después lo seguí a El Unicornio, que estaba muy cerca de la librería; es más, gracias a esas puestas, aprendí a fingir que era bastante snob y muy inteligente. Les entendía a todas y encontraba los simbolismos más disparatados en los diálogos. Sin embargo, con el tiempo recuperé mi proverbial burrez. Ahora no les entiendo nada y tampoco comprendo por qué me encantaban. El tiempo pasó y descubrí que uno de mis sueños jamás debía convertirse en realidad: si en la tienda de raya me hubieran fiado los libros que necesitaba, seguramente me habrían embargado todos los bienes. A pesar de esto, seguía comprando hasta donde podía, y también continué deseando mientras la vida me llevaba por buenos caminos: ya no iba solo, y a Patty se sumó nuestro hijo, que pronto se contagió de mi mal. En una de esas incursiones, cuando terminamos de gastarnos más de lo que teníamos, mi hijo y yo subimos a la cafetería. A los dos nos urgía mirar nuestros libros. No lo logramos; ahí estaban Óscar y su chamaco. Él y yo ya éramos cuates, pero nuestros vástagos no se conocían. —Demián, te presento a Ulises; Ulises, te presento a Demián —dijo muy ceremonioso. Demián se le quedó viendo con cara de “ora sí ya la amolamos”. —No te quejes —le advirtió —, si nos gustara la literatura infantil te llamarías Rumpelstiltskin. Óscar tenía razón: Gandhi ya no sólo era mi tienda de raya y el lugar que en buena medida me llevó a ser el que soy; también era la causa de que las palabras se me metieran en la sangre y le dieran nombre a mi hijo, quien no heredaría riquezas, sino una pasión por vivir las vidas que no le tocaron y por adentrarse en los mundos que a ratos parecen incomprensibles. +

José Luis Trueba Lara. Escritor, editor y profe. Colabora en la radio y de pilón sale en la tele. Duerme la siesta con su esposa y ha publicado varios libros. Es un lector que ha llegado al extremo de trabajar para pagarse el vicio. @TruebaLara

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De negocios y amistades

ías Gandhi durante 36 de e tenido la buena fortuna de hacer negocios con Librer s los recuerdos que mucho Son junio. de mes sus 50 años de vida, que cumple este al. El primero: el person del como ional profes ámbito del tanto , mente vienen a mi en Tlalpan, con , barrio de fiesta gran una festejo de los 15 años de Gandhi, allá en 1986: gas eléctricas entre los descar ía repart que ”, toques los de “señor el y as puestos de comid divertida, con el toque distintivo invitados. ¡Todos éramos muy jóvenes! La fiesta fue muy s y sus vicisitudes! alegría sus con , pasado han años os ¡Cuánt de Mauricio Achar. a Emilio y a Alberto Achar; Pepe, a Nelly, a ción Quiero expresar mi más afectuosa felicita as Gandhi, en las áreas de Librerí de o rdinari extrao equipo el todo a y también a Mario Nawy n a quienes pasaron tambié do Recuer o. istrativ compras, en las tiendas y en el soporte admin terminar estas líneas, de Antes an. Nudelm o Ricard a al especi en huella, por ahí y dejaron agradables compartidos con Mauricio; me encierro conmigo mismo y evoco momentos muy rato. largo por rostro mi en a dibujad una sonrisa se queda

H

¡Feliz aniversario y larga vida a Librerías Gandhi!

ev a larreal Cuan o de México Rogelio VEdilito cé O ria l de

Di recto r gene

ra l de

ecial. Cada ática y esp m ig po en a n asaba el tiem una perso cafetería, p ijo, Me pareció h la . su ta en n e, o te a ep se P in ofic ocí a los años con él en su a. Alguna vez ahí con sario conocí por de platicar endo empre artí ad p em Mauricio lo id tr m , n co tu oy e h or , qu to op s ci ia la n ac ía ve d n jo au te n s enas u vez que todas la a, en mos. Era ap gratamente ería La Perl conversába as escuchando tr n ie m a él en la tort ricio, in n ic au co of M e a la m a er ar í porque as quien llegó agasajo top r; o ja er lona. an ad m ce rd ar viaje a B Era un ve o del mejor del libro. artimos un a torta com p de la ay muchos. h m a un p co os is de rd do ch do ue an Rec ores: era la nstatar cu os, disfrutan it co in ed e ol enes ud M os ui p n y Q n lo gu vida, y cuerdos. es con al Revolució áximo de la ad. mo de sus re tir reunion m d is ar ci al p m ti a n m él ab te co do ut au y disfr departir , disfrutan anaba, esa as de d em a reti p e er un el qu iv rt y d o fo o del libr Tuve la historias entusiasm l comercio e contando a en a vital, ese de pr gí oc io er ép em ar a si en , ll on a ta si ue es fies os an vi do aq amos sentíam lo llevaron a ser un gr a mí. No olvi en auge lo escucháb maestro par de libros que estaban tos bu an ri gr at n u os e ll Fu . as por allá et to y n pl í u ue re sc aq Todos aque as ando por n las mes erías con de oc co i br ch h li , d s s, acaar an la in G ib de ías cam cursor s dispon le Librerías e apenas pod dad de títulos y oferta erdo, la librería ían ver las qu od p la se en al i h la cu recu la canti a Gand andhi que yo cia en el mundo. omento; es leitados por n en aquel m . Ésa es la G n ismados, de re ía m fe si er re en qu de e es a qu lector ía mexican iera sabían er br qu con ávidos li si i n an e s; la gr lúmenes qu s extranjero riciando vo icanos y a lo ex m s lo a entes lofón que cautivó Ramón Cifgeune ra l de Co r o ct di re Fu ndado r y

A

H

e sido testig o del crecim iento de uno rante mucho de los grupos s años. He vi sto la aparic de librerías han converti ió más fuertes n de nuevos do en refe 50 años de del país dupuntos de ve logros, de ac rentes para el encuentr nta, que con siempre co o er de car la cultu el tiempo se lo s au to n estrategia re s con sus lect ra a más lu s in llamativa p gares, inclu ores. ublicidad qu novadoras, como la cr so frente a eación del co las adversid e permanec Sin duda, fo ades, e n en ce pto de librer rmar parte la memoria llena de orgu de la histori ía abierta o colectiva. a de Librerí la llo. Cada un as Gandhi es o de sus inte nuestras fe licitaciones una experie grantes mer : de n ece todo nue ci departamen sde su fund stro reconoc a que nutre y to y compra ador, Mauri ci dores, siem imiento y to que día a d pre dispuest o Achar, los directore ía guían a lo das s de área, je s visitantes os a trabajar En Grupo P fes de con sus reco en laneta cele eq u ip o, hasta los mendacion tacamos su bramos los jóvenes es. esfuerzo, in primeros 50 novación y añ por caminar os de vi entusiasmo. da de Libre juntos, por rías Gandh Reciban nue ser cómplic ¡Enhorabue i y desst es de activi na! dades y fest ros mejores deseos y aprecio ejos.

Carlos Ramír

Di recto r gene

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ez Vilela

ra l de Gru po

Planeta Méx

ico


Alberto Ruy Sánchez

Una extraña ley de la economía C

uando estaba en la universidad, me tocó ver la fundación y el crecimiento de Gandhi. Tiempo después, también pude conocer muy bien al personaje que fue Mauricio Achar. La súbita aparición de su librería cambió las viejas reglas del juego: instauró una lógica de oferta que no sólo estaba vinculada con el precio, sino también con la virtud de ofrecer muchos libros que podían tocarse y hojearse, algo que en ese momento apenas estaba pensado para las camisetas y otros productos. Al regresar de París, empecé a trabajar en Promexa, la editorial de René Solís y Su impacto fue definitivo. La calle donde abrió sus Rafael Iturbe. A pesar de que era editor, redondeaba mi presupuesto vendiendo puertas se convirtió en la avenida cultural de la ciulibros. Obviamente, mi mejor cliente era Mauricio, y gracias a esto nos conocimos. dad. Su influjo se extendía desde la Ibero que estaba Lo recuerdo como un gran conversador; le encantaba el teatro y, por supuesto, paen la Campestre Churubusco hasta la unam y mutrocinaba obras, como las de Tony Sultán, quien —junto con un exiliado— fundó chos estudiantes caminábamos hacia ella. Además, un Gandhi en Buenos Aires. la invención de Gandhi implicó la creación de un luUnos años más tarde, mi relación con Mauricio y con Gandhi cambió por gar en el que podías pasar el tiempo, en el que había completo. Aunque seguía comprando mis libros, dejé de venderle los que publi—y hay— más existencias y variedad, y donde, si tecaba Promexa. Esto ocurrió cuando iniciamos el proyecto de Artes de México nías dinero, también te podías tomar un café, algo que y no teníamos un centavo en la chequera. Para Maggie y para mí todo estaba no siempre era mi caso. Así, cuando surgió Gandhi se por comenzar. Por esta razón, una de las primeras cosas que hicimos fue ir con inició una moda que permitió el surgimiento de otras Mauricio y contarle nuestro proyecto. librerías que seguían sus pasos, como El Ágora o El Ju—Necesito que me compres revistas —le dije—, pero quiero que lo hagas glar, imitaciones de la idea central de Mauricio: ofrecer para tener una buena existencia. Nuestra oferta tiene que verse, sin esto no para aumentar la demanda y transformar los muebles en llegarán los lectores. grandes recomendadores de libros. Mauricio casi asintió y seguí adelante. Estoy convencido de que el mercado del libro depende —También quiero que no des un mejor precio que las otras librerías. Las de la oferta, no de la demanda, como se piensa de manepequeñas deben poder venderla en las mismas condiciones que Gandhi. ra tradicional. Hasta antes de la llegada de Mauricio, esta Mis palabras no le gustaron mucho. extraña ley de la economía aún no funcionaba en México: —Con eso me quitas ventas —me interrumpió. la gran mayoría de las librerías eran muy pequeñas y espe—No —le respondí—, el negocio va a estar en que tendrás el mejor serraban la temporada del libro de texto para hacer negocios vicio. Te vamos a atender antes que a los demás. que valieran la pena; estaban subordinadas a lo que pidieran Al cabo de un rato, Mauricio aceptó. Este acuerdo, que ocurrió hace los maestros y vivían de una temporada precisa. Las librerías que tenían otras ofertas —o marcadamente literarias— eran casi cuarenta años, fue el primer ejercicio de precio único en México. En ese momento, como hacía poco que había vuelto de Francia, tenía clara muy escasas, como las de la unam, que no se destacaban por su actividad con los lectores, o la Librería del Prado, la cual aún la importancia de esta medida: la pequeña librería tenía la misma ventaja conservaba cierto encanto. Ahí siempre estaban Juan Rulfo, que la grande y la competencia se daba en el servicio y en la oferta. —También necesito otra cosa —le dije. José Agustín y otros escritores. —¿Qué? —me contestó Mauricio. Por esta razón, la existencia de Gandhi como algo innovador —Que me pagues luego luego, ¿puedes liquidarme las ventas cada está vinculada con la idea de recuperar la naturaleza y la vocación de las librerías: aquella de los libreros que te ofrecían las ocho días? —¿Estás loco? ¿Qué te pasa? cosas que a ti te interesaban —capaces de ofrecerme mucho más Con esa petición había llegado demasiado lejos, pero la necesidad de lo que podía llevarme—. Gandhi siempre lograba que algo más me interesara. No es un asunto de precio ni de baratura, sino algo de liquidez que teníamos en Artes de México me obligaba a hacerla. que tiene que ver con la sustancia del libro: la creación de una co- Mauricio aceptó y decidió apoyarnos como proyecto cultural. Ésa fue nuestra gran complicidad. + munidad de cómplices. Mauricio fue un tejedor de complicidades.

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50 años de recuerdos

de mis La librería era el oriente

tardes

ser primero de secundaria y empecé a ivíamos en Coyoacán y yo estaba en sela a abas entr do ad de México, cuan absolutamente independiente. En Ciud n y mis jaba traba es padr Mis te. suer a cundaria, te daban tus llaves y la buen inando lo es; yo era el chico. Descubrí que cam hermanos mayores siempre tenían plan un peen s, tarde mis de te orien el librería era suficiente podía llegar a Gandhi. La s libro a prab Com no sabía muy bien qué leer. riodo en el que no tenía ni un clavo y ie. del Che Guevara o sobre David Bow s. Ése era el único lugar que conocía Ahí también había una sección de disco la donde se podían conseguir discos de —aunque seguramente había otros— uctiva con la prod muy ión relac una o tenid he Fania All-Stars, y yo siempre de pureza que entonces tenía con esta salsa; ellos cumplían con los criterios sección dedicada a la trova cubana, una a habí música. Por supuesto, también nés y en ese momento. No sólo Pablo Mila toda abominable, pero fundamental de otros lugares, y nos chile s, uayo urug hos muc a Silvio Rodríguez, también habí arlos y en Coyoacán. Me acuerdo de revis que seguramente estaban exiliados é del todo con ese liaric fami me a nunc Yo os. ísim hoy creo que eran discos trist cido y la de noche las peñas habían desapare mundo, pues cuando empecé a salir ciudad era mucho más rockera. o: la ría, pero también era un polo geográfic Por supuesto que Gandhi era una libre cia, scen adole la y rtad s aburridísimas de la pube frontera a la que caminaba en esas tarde . casa la de ez calid la a r volve s para luego un lugar donde podía migrar las tarde certeirtiendo en la fuente de algunas de mis Con el tiempo, Gandhi se terminó conv s para libro los de to inven un son anos seres hum zas. En el doctorado descubrí que los gracias a lar y por eso nos inventaron. Por esto, moverse. Los libros necesitaban circu libro Cada leer. de inar term a voy a nunc libros que ella comencé a reunir la colección de endo reley vas años los ntísimamente, pues con demanda otros diez, que necesitas urge nte se están en la fila y que irremediableme que s libro de tón mon un hay más. Siempre irá creciendo. + quedarán relegados, pero la fila segu

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utor favo ard, mi a seguir ll a B . G a de J. ía con literatur o se pod la rme en la e Guadalajara n a Lun a, en s z re le te á Gonz rías d taba encé a in re ín s b a E m li o fr i. c s E h o la d e d n call uan ), en ía Ga por 1999 ivía en la na librer ja de encargar rito (allá libro de él. Yo v ntonces había u ta n e v n la e lo el (o el bue , tenía ni un so a, donde en aqu a cadena iso la casualidad n fueran n u a n r a e ic mer omo tició o. Q u colonia A nte de mi casa. C iudad de Méxic garon tras mi pe llar, que se C e e e ll to fr d u e n a s e u l q le e to a s d s s e r s n ju u e ro c b u m s li lú s s o os v s a su ejore los libro brero), que los d de los m imo, dos or él. x l li e ró d p to ro s u g np l futu Mitos de nitiva mi obsesió Crash y defi a r e n a ron de m

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Nove lis lvaro Enr i g ue ta, cu e ntista y e n sa yista

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quinca BernardocrEitosr Es

s apariciones la e d r a g lu l e s e i h d Gan car en las novedades. Quiero bus

trato de no detenerme en uando llego a la librería, s, en rincones extraños, y usualmente están hasta atrá que as, leer orit fav s iale tor mis edi en las novedades. Hay que go dinero— me detengo dicen nos que lo r lee No ya después —si todavía ten s. nte die siempre hay que ser desobe de manera no hegemónica, dad —iba a decir univerque hay que leer. dhi. Eso me parece una ver Gan por ar pas ales. Para que os em Todos ten as donde están sus sucurs dad de México y en las otr ontrar lo enc a voy que sé sal—, al menos lo es en Ciu ad: s representan la segurid ería libr s pregunesta y mí, esto a par que ser franca, que sabe de lo tiempo. Siempre hay gente que busco y eso me ahorra respuesta. . tando y siempre me da una as y te puedes sentir ansioso estás buscando muchas cos ndo trabajo, de ar lug su n oce Eso ayuda mucho cua con que haya personas que saben, y agradable. El hecho de que siempre pre ha sido muy útil y mu siem os, libr dan ien om rec te de algo que ca bus en y esto que conocen su oficio y ndo l, sino también cua ecia esp en o alg o el lugar de esit es nec dhi No sólo cuando ahí va a aparecer. Gan estaba buscando, pero que no que o alg , nda pre sor me rza las apariciones. + Cristina Rivera Ga yista y poeta sa en a, list ve no ra, Profeso

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El lugar de la educación sentimental

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o estudiaba en el Centro Activo Freire, que estaba en la calle de Hortensia, y éramos muy asiduos a El Ágora, un lugar que era de todo: librería y café; sala de billar y foro de teatro. Ésa era nuestra casa, y conocí a Mauricio Achar. Es más, en ese lugar fue la primera vez que ví El juego que todos jugamos, de Jodorowsky; era una puesta muy impresionante, que marcó de muchas maneras al teatro y al público. Ahí comprábamos libros, bebíamos café y teníamos larguísimas discusiones de historia, marxismo, teatro o lo que fuera. Luego resultó que Mauricio era amigo de mis padres por la vía de Germán Dehesa. Ellos fueron cuates toda la vida, e invitaron obras maravillosas que pasaron del foro de El Ágora al de Gandhi, y de ahí a El Unicornio y La Planta de Luz. Ahí se presentaban las pastorelas en las que se criticaba al poder, a ese mundo que teníamos delante de nosotros y que de alguna manera nos estaba vedado. En esas representaciones, Mauricio demostró ser uno de los peores actores en la historia del teatro mexicano, pero también era uno de los más divertidos en esa historia; o, tal vez, todos éramos parte de esa chacota y al final todo se valía. Yo tuve la enorme fortuna de no sólo asistir a estas representaciones y a las comidas en las que mis padres se encontraban con ellos, tambié n tuve el honor de sentarme en esa mítica mesa de póquer en la que estaban Germán, Mauricio y un grupo de impresentables que eran espectaculares. En realidad, no estabas jugando póquer, pues en medio de la partida aparecía López Velarde o quien se te antoje . En esas noches, había en el aire una sensación de libertad irreprimible y magnífica que nunca voy a olvidar. La creación de Gandhi en Miguel Ángel de Queve do fue doblemente importante para nosotros: era el lugar de la libertad, un espaci o único, en el que podías encontrar a un montón de gente. Por ejemplo, el profesor Jorge Juanes, que puso en mis manos El libro rojo de la escuela, algo que parecería un poco suicida para mi maestro, pero que estaba haciendo para construir personas libres. Y eso fue lo que fuimos: intentamos cambiar el mundo sin lograrlo, pero en mi descar go puedo decir que el mundo no nos cambió, seguimos pensando y creyendo en lo que pensá bamos y creíamos. En este sentido, todos estos espacios de crítica, reflexión y divertimento se convirtieron en una parte fundamental de nuestra educación sentimental. +

Benito Taibo

Period ista, novelista y poeta

G

andhi tiene m i edad. No sé exactamente librería, pero en qué mes in sí que fue en auguraron la 1971. Yo nací pero recuerdo pr cuando el añ que mis papá o ya casi term imera s, que siempr inculcado es inaba, e a ha pasión a mi he n amado los lib muy pequeñ rmana Valer ros y nos han as. La librerí ia y a mí; no a tenía poco nuestros pase s llevaban de de existir cu os familiares sde an do empezó a de fin de sem Más de 30 añ ser parte de ana. os después, cu ando nació m bién. Recuer i hija Camila do la emoció , empecé a lle n que le caus til con sus m aba hojear lo varla tamanitas regord s libros de la etas. Conform que la lleve. A sección infane ha hora busca no id o cr ec ie ndo, me sigu velas gráficas mación e ilust e pidiendo para adolesce ración, porque ntes y libros Mis padres, a quiere ser es sobre anio: sus 75 años, ilu st ra do ra siguen disfru y animadora. vamos es a la tando visitar de Miguel Á las librerías. ngel de Queve primera. Som A la que más do, que está os tres genera enfrente de ciones a las qu la que fue la e Gandhi ha hecho felices .

Irma Gallo

Periodista y

escrito ra

A

unque mi re cu tada en el p erdo es bastante anod ino, lo guar iso, frente al estante de do con cari contratapas ño. Me veo libros infan . Es el prim frente al ac sentiles, curios er local de Gan tual. Estoy ea ndo y leyen d h i, ab en u Miguel Ánge rrida. Cada me pareció do hipnotizan minuto más l te y laberín y más aburr de Quevedo, justo pasar entre tico; apreta id mesas, esta a. El luga do, y apenas ntes y pilas me ponga de con el espac r siempre . Cada tanto pie porque io justo par , mi mamá no dejo pas de nuevo se a o mi papá m ar. Me levan ntada en el e piden que to su , parecía eter elo, estorban pero al rato me rindo y na, igual qu do. Aquello termino e el tiempo s eternidad. Añoro tener que tomaba domingos la visita a G an tiempo par leer un libr noche y par a leer los li o. Ahora ex dhi me a perderme br traño esa en los pasil los de una li os que se apilan en m i mesita de brería.

Verónica Gerb Artista visu al

er Bicecci

y escrito ra

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Historias de libreros

busca nuestro Téllez, a cuando el cliente Alfonso Rodríguez e requieren del alm qu s magia de una nto la asu de os rte em Pa endar libros; atend ierten en amigos. nv om Gandhi Lomas co rec se e y qu s so nostalgia. má la illo o e conlleva alg pasa algo marav rque nos invad Ser librero siempre omendárselos o po en algún momento rec ro ra ial aquellos pe , ec pa tes esp sea en en ya cli , s, n ros so igo o cuando vemos lib nsé en varios am pe tes , consejo. A veces sól en ial cli ter y s ma o libros de o igo gad ch am lle a personas, e nos habían que nos llega mu librería es recordar rto. Lo recordé porqu uno de esos días en di Sierra, be te Jor Ro ran o de du ier a, o, en jer ev ing via nu el ca pandemia, como Kafka y la muñe Cuando abrimos de la dé r en po r om ve o gusto: rec de ch le jé mu yo de , a quienes gustó mucho; r, lo cual me dio que ya son mayores la oscuridad, que me que lo volviera a ve ias más a ra en a pa tor Ris as his an do un y ala sem l s reg mi ria ir bía ión de querer viv iera bien. Pasaron va icc Nabokov, y él me ha uv nv est co e la n qu co ba ro era razón, esp cansado, pe para su nieta. De co dije. Lo vi un poco o de otro autor —le cia. tan ns cu cir la r —Hola, hermano, hij rta rmanan sin impo he s no e qu ros lib través de los

Antonio Vilchis Gandhi El Rosario “Sí, Toño, sí. Gracias a ti, México tiene un Óscar”, fue la respuesta —burlona, y con cierto dejo de env sarcástica idia— de mi amigo Arturo cuando le expresé, emoci yo le pude vender un libr onado, que o de cine al director galard onado por la Academia, González Iñárritu. Alejandro Era una mañana de dom ingo en nuestra sucursal. De repente, se comenzó esa atmósfera de cuando a sentir alguien famoso está en nue stros pisos de venta: hab llos, emoción y expectativ ía murmua; esta vez ante la figura del Negro y su familia, qui encontraban deambulando enes se por los pasillos. Desde arr iba, en el Departamento observamos cómo disfru de Arte, taban de recorrer los libr eros, tomando ejemplare do en torno a ellos. De pro s y platicannto, se acrecentó la emoci ón en el equipo de Arte, ¡empezó a subir nuestra ya que él escalera! Mi compañera Jessica estaba supernerv una amante del cine, y no iosa, pues es daba crédito al verlo ahí . Le comenté: —¿Por qué no le ofreces un libro? Su respuesta fue casi tira rse al piso de los nervios: —¡No! ¿Cómo crees? ¡Es Alejandro González Iñárrit u! —¿Y qué tiene? Tambié n respira, como tú y com o yo —bueno, como yo porque en ese momento no creo, también estaba nervioso, sólo que trataba de disimu no vas tú, voy yo! larlo—. ¡Si —¡A ver! —me dijo ella. Nervioso, pero sabedor de que tenía un libro que pod ía gustarle, me acerqué y con todo el aplomo del que le dije soy capaz: —Alejandro, tienes que ver este libro. Creo que te puede gustar: es una his cine, visual, pero muy bie toria del n documentada; con líne as del tiempo, sobre todo tes y géneros. Cuando trat de corriena del periodo o del tema, incluye una película em como ejemplo, y de cad blemática a película tiene algo que no había visto en otros página con la escena clav libros: una e. Al ver que desperté su inte rés, complementé: —Además, no está tan hol liwoodizado, si me permit es la expresión. Tiene pel países como Canadá, o de ículas de continentes como Asia y África. Después de revisarlo un rato más, me dijo: —Sí, ¿sabes qué? Me lo llev o. Y yo sentí que era el me jor librero del mundo. Al menos eso pensé hasta querido Arturo intervino. que mi No creo que, gracias a mí, México tiene un Óscar. sí sé es que yo pude ven Lo que derle un libro de cine a uno de mis directores fav seguramente él encontró oritos, y que en ese libro alguna pelícu la que no sabía que existía por cierto, es Cine. Toda . El libro, la historia (Blume).

Andrea Gabriel Monreal Morales Gandhi Carranza, San Luis Potosí en la Hay días buenos y malos, como todo conde s dioso gran rdos vida. Tengo recue mundo del a acerc icas cósm casi s cione versa sos y de los libros, voces de autores maravillo inaimag la en n mbra vislu se sólo que es lugar ría gusta me que turas aven ción. Hay muchas r anéccontar, sin embargo, creo que la mejo puede dota es aquella que no tiene fin, que se fica repetir una y otra vez. Ser librero signi conra; lectu la ntar fome tener una voz para libros seguir un hogar para cada uno de los os cham escu que ro, esme que cuidamos con más y guardamos en nuestra memoria. Lo na o el gratificante es cuando al día, la sema ti con mes siguiente, las personas vuelven a ción, enda recom tu ntó enca las palabras: “Me más vengo por otro más”. Sin duda es lo que que ente tonam jugue ino disfruto. Me imag ras, un soy una especie de guardián de palab ran cuidador de historias ilimitadas que espe lector dentro de una guarida la llegada del al indicado, un profeta de esperanza, pues algufinalizar el día (bueno o malo), sé que ras na persona habrá escuchado mis palab unirá a y quizá, con suerte, uno de ellos se amor este gremio. Poder inculcar a otros el do, a la lectura me da esperanza en este mun la en so Inclu ro. oscu torna que a menudo se nder penumbra existe belleza. Es mejor ence una vela que maldecir la oscuridad.

Israel Ayala Murillo Gandhi Madero En este crisol de historias de libros y libreros, aparec e una clienta de la librería alrededor de las 5:00 p. m. Madero que religiosament Su rostro refleja las huellas e nos visita de lunes a vie del clima y de la jornada motivo para estar pendie rnes diaria; su atuendo sencill ntes de su llegada. Pareci o y su postura estoica nos era una realidad en Ciudad de Mé mujer inglesa llegando pun dan un xico es otra: a esa hora ter tua l a deg ust ar una buena taza de té. Sin embar mina su larga jornada de puntual a su cita con un go, la trabajo. Extenuada, pero nuevo título cada día. Tie con una gran luz en la mir ne la gentileza de lavars con una integridad y un ada, llega e las manos y tratar con cuidad gusto que sorprenden. Su o extremo cada libro, que atención es la de una alq perfecto de lo que degust uimista, y el rigor, el de una lee a diariamente. Esta marav bibliotecaria llevando un illosa visitante se llama Cam histórico de Ciudad de Mé registro ila; tiene ocho años; vende xico. Es una gran lectora, dulces en las calles del cen un ejemplo de vida y una tro amiga entrañable. 20



50 años de recuerdos

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in importar cuál es mi antojo liter ario en ese momento (ensayo hist órico, cuento fantástico, poesía beat o novela policial), Librerías Gandhi siem pre lo satisface. Su presencia tanto en la capital com o en el interior de la república ha fomentado el hábito y, más importante, el amo r por la lectura. Mis sucursales favoritas son la de Bellas Artes; la de Coyoacán, donde presenté mi primera novela, y la de Miguel Ángel de Quevedo, donde asistí como invitado al décimo aniversario de la revista Lee+. Recuerdo que esa noche plat iqué con amigos muy queridos, como Raquel Castro, Alberto Chimal y Toño Malpica, y vi por última vez al gran escritor y mús ico Armando Vega Gil (q. e. p. d.). Aclaro que no soy de pedir libro s por internet. El internet es para los memes, las teorías de conspiración y los videos de gatitos. Amo estas tres cosas, pero para comprar libros prefiero ir a Gandhi, ya que su personal es capaz de asistirte sin el más mínimo rastro de esno bismo. En cualquiera de sus sucu rsales sé que encontraré algo para mí y para Chabe, mi hija, que me acompañ a a todos lados. Es por todo esto que ver mi prim era novela en sus mesas de nove dades fue uno de los logros más importantes de mi carrera. Felicidades a Gandhi por su 50 aniversario.

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bodas, pero nosotros sólo ahoa gente ahorra para su fiesta de la tía que nos quería organizar el rramos para libros”, le dijimos a os arrastrados a una ceremonia guateque. No le importó, y nos vim on lindas (porque se reunieron y a una recepción que, sí, estuvier lo nuestro. era que no muchas personas queridas), pero inspiración: nos metimos una mos tuvi s, foto las Entonces, a la hora de todo amabilidad, nos dio ría, libre la de a la Gandhi de Madero. El personal bonito s de boda. Son el recuerdo más chance de tomar ahí nuestras foto faltamás a Nad s. libro y uel Raq Alberto, del inicio de nuestra vida juntos: ron los gatos.

al lberto Cdhisim A y o tr ta s a RaqueltoCra, traductora y perifoesor p ro Escri ad u cto r y Escrito r, tr

aplica. Los 50 años ro en este caso eso no pe a, vid a un inidad a tod años son ias compartidas, inf odría decirse que 50 as, multitud de histor barvid n de pa s zar ne e llo qu l mi n de o ierten en el puert de Gandhi encierra nv co se ir los viv sil de pa d s tados. Su dan la oportunida de mundos conquis al del tiempo, que nos s n va ina lle qu s má no y e s qu ale to aci cimien cos piratas, naves esp portadores de cono tecnobién diminutos trans cas o a los avances áti tem ma las otras vidas. Pero tam de s rio ste mi los a , no ma hu interior del cuerpo inos jeras, leones en cam lógicos. os, héroes, aves via lan y la e vil , dic rto se sie no de e el qu ierno, la palabra inv Somos peregrinos en l de to en en os ali el irn ; ert islas salvajes tante, para conv dorados y robots en s. nque sea por un ins ble au lpa o, pa mp z ve tie la el a os y em os más fantásticos ari promesa rota. Deten en t esc ive Pr los a de s ra mo Nos traslada bajo de la escale los Niños Perdidos. ra os en la alacena de est ult nu oc o , ell ad en lid ue rea nq ra au do rioso asesinato, ste mi Huimos de la abruma un er olv res detiene para rlesri,ndiseñador, Drive 4, y nada nos o as que nos vid M las r po as o ro. aci lig Gr pe g ito vida literaria corra actadas en 50 años. Rodril iy juvenil, epdapá de Elvis llones de vidas comp t Gracias por estas mi a y f tos. o r in Alicia quedan por vivir jun Escrit poso d e para vivir. s mo lee y s r, lee e ra Vivimos pa

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Y

o nací y he vivido sie mpre en Guadalajara . En un viaje a Ciudad hice con mi padre ter de México que miné en Gandhi y me fascinó desde el prime to. Las librerías de mi r momenciu dad no tenían un surtido eran pocas, y a veces importante; las noved los libros se quedaban ades por un buen tiempo. y los libreros seguía Uno volvía y volvía, n exactamente igual. Para mí, desde el pri implicaba ahorrar par ncipio, ir a Gandhi a conseguir un montó n de libros. En algún pensar que, si en el tra momento llegué a bajo en que estaba en tonces me hubieran pag de Gandhi, solamente ado con un vale habría necesitado los vales de despensa par a sobrevivir.

Antonio Ortuño

Periodista y escrito

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Nuestra segunda facultad

Y

o estudiaba en la unam, y por supuesto que iba a Gandhi, donde nos reuníamos a jugar ajedrez (qué raro), pero también a hablar de libros (más raro). Luego nos íbamos a comer a La Tacoteca, que estaba enfrente. Fue parte de mi vida: estábamos ávidos por comprar novedades de Onetti, de Cortázar. Pasábamos muchas horas ahí. Fue como nuestra segunda facultad .A mí me tocó la generación de maestros republicanos españoles, muchos de ellos poetas, y también me tocó la generación de exiliados sudame ricanos. Por ambos lados descubrí a muchos autores, además del humor negro. Uno de mis maestros era Arturo Souto, autor de uno de los cuentos más antologados de entonces, Coyote 13, y quien empezaba sus clases con un “Muchachos, todo problema es susceptible de empeorar”, así que nos preparó para la vida. No leíamos tanto a Simone de Beauvoir; la moda era leer a Sartre, y había chistes muy malos y muy machistas sobre la pareja: que Sartre con un ojo escribía sus libros y con el otro los de De Beauvoir. Mira lo que es la justicia poética, ahora es mucho más leída ella, y a muchos de nosotros nos interesa más, no sólo El segundo sexo, sino todo lo que hizo con la novela autobiográfica. Otra visita obligada, además de Gandhi y La Tacoteca, era el “sábado ” de Huberto Batis, también maestro de la facultad. Él reinaba entre papeles (como a su manera también reinó José Emilio Pacheco entre los suyos), pero Huberto era malo: no sólo tenía malicia, tenía maldad y hablaba mal de muchas personas, aunque había intocables, como Inés Arredondo, que era su adoración. Pero no nos acercábamos a él solamente por su maldad o por sus chismes, sino porque sabía de literatura, de verdad: nos dejaba unos ejercicios muy difíciles, que hacíamos en Gandhi, y si estaban mal escritos nos caía la daga. También era generoso: él me abrió las puertas del Sábado para publicar mis primeras cosas. Gandhi tuvo la cualidad de ser cafebrería. Éramos pobres como ratas; todos trabajábamos, y lo que hacíamos era hojear los libros y hasta leerlos ahí, sin sacarlos. Creíamos que podíamos cambiar el mundo, y tal vez Gandhi nos ayudó a albergar esa fantasía, porque era muy cercana a los estudiantes. Eso fue antes de la gran mercadotecnia: importaban los buenos libros y los buenos autores. Leíamo s a Elena Garro; idolatrábamos a Josefina Vicens (que para nosotros era como Juan Rulfo), y por ahí también a Nellie Campobello. +

Rosa B

eltrán Escrito ra, ca ted rática, d y titula r d e irecto ra la Ca sa Univ ersita ria d e l Li bro 23


Juan Villoro

P

ara mí, Gandhi fue una especie de universidad, un oásis en el sur de la ciudad. Yo vivía bastante cerca y me podía ir caminando. Esto lo hacía cuando estaba en secundaria y ni siquiera tomaba café, por eso pedía un jugo de naranja con zanahoria en la cafetería. Había unos libreros extraordinarios; uno de ellos se sabía de memoria la colección de Bolsillo de Alianza, que era enorme; no sólo los títulos y los autores, sino también el número de tomo. Además, estaban los que te recomendaban libros: yo estaba descubriendo a Cortázar y a muchos autores de su generación. Él me dijo que si me gustaba Cortázar debía leer a Onetti. Y, por supuesto, estaban las presentaciones. Recuerdo haber visto a escritores mayores que yo, como José Agustín, René Avilés Fabila, Gerardo de la Torre, Federico Arana. Las pastorelas de corte político que se presentaban eran muy divertidas y aleccionadoras. La librería era un lugar de reunión, un espacio de conversaciones y encuentros: te podías llevar un libro a la cafetería y, si te gustaba lo suficiente y tenías dinero para comprarlo, lo hacías. A quienes les gustaba el ajedrez podían combinarlo con la fascinación por la lectura. Efectivamente, con el solo hecho de estar ahí te estabas formando. Mi vida sería muy distinta sin la Gandhi. El primer libro que compré de Onetti fue un libro en falso. Él tenía un hijo y en otra librería, en la que no había quién me aconsejara, vi uno que se llamaba Cualquiercosario, que había ganado el Premio Casa de las Américas. Lo compré pensando que era el gran Onetti y resultó ser una obra de su hijo, Jorge. Alguna vez, a él le preguntaron: “Si tienes ese apellido aplastante, ¿por qué no te pones el segundo apellido?”. Y sólo les contestó: “Mi segundo apellido es Borges”. El pobre estaba arruinado. Al gran Onetti lo descubrí en la Gandhi, cuando me dijeron que estaba despistado y se llamaba Juan Carlos. Entonces caí en cuenta de que entre El astillero y el Cualquiercosario existía una distancia, aunque el segundo tenía cierto interés. Poco a poco fui cambiando de gustos literarios, al tiempo que fui descubriendo que me gustaba el café y ya no era necesario pedir un jugo de naranja con zanahoria. No me desvelaba demasiado si tomaba uno, dos o hasta tres capuchinos. Naturalmente, la librería también fue el escenario de los romances. Cuando conocías a una chica, para sentirte más seguro, la invitabas a la Gandhi. Ese espacio era un territorio conocido, donde saludabas a los que atendían, podías hablar un poquito de libros… era como jugar en tu cancha. No te sentías tan nervioso con la chica. Varios romances de mi generación se fraguaron en ese sitio, decisivo en muchos sentidos. +

La mejor cancha *Extracto de nuestra entrevista realizada para el podcast “Desde el librero”

Universidad. Reglorieta Miguel Ángel de Quevedo y avenida recí en Coyoacán, a unas pocas cuadras de la corporativas de as oficin las son ahora que Lo ”. Achar “Mauricio cuerdo que aún no existía la “nueva” librería barrio, ésa que de ía librer mi ta, era por esos años, los ochen Gandhi, y antes la sucursal de Oportunidades, ía y hallaba librer la a ba entra uno que rdo Recue . prepa secundaria y la de Siruela siempre visitaba solo o con mis amigos de la ables impag pero s illosa tré de todo: desde ediciones marav tesoros sobre las mesas de novedades. Allí encon como yo. Por iantes estud para s barata nes edicio malas preciosos, hasta en tapa dura con diseños de portada y camisa Alianza Bolsillo. librería y compraba, aunque fuera, un libro de lo menos una vez a la semana paseaba por la en la parte superior, en allí, a estab ía librer la de dueño de que el Recuerdo que muchas veces corría el rumor ores importantes y escrit y res a ajedrez todo el día o recibía pinto el primer piso. Se hablaba de él, de que jugab ial, conocí por fin editor una de or direct como ya és, despu Nunca lo vi en esa época, pero muchos años os. famos k viera los saldos i que a ial editor h la a r, René Solís, lo había invitado Bancral o al dueño de Gandhi. Mi querido amigo y mento t a la editotarde r muy llegó icio e Maur hi. Gand de b e ades Ro ector gen érica su disposición para la sucursal de Oportunid a os teníam sentó a que Se . regalo de trajo nos l que , Dir Am o ria pastelitos y galletas de El Globo Centro Gru po Ed it rial, riendo fuerte y con una charola llena de és de un buen Despu y . libros los ver a o arse asom de ic ra siquie se ndo los manjares antes Méx m Hou charlar con nosotros por un buen rato, comie saldos (ni los vio), pero que Ra ndo Mauricio dijo que sí le interesaba comprar los jadas, in carca a reír u de y nada g de y todo n de r rato de habla Pe ra. quisie él sto, le dijimos que sí, lo que los quería a precio de saldo del saldo. Por supue hi había quedado en muy buenas y a Mario Nawy. Me quedó clarísimo que Gand y Achar o Emili y Pepe a í conoc és Poco despu que, en todos los años que tengo so confie ema: probl un nte por delante. Pero hay competentes manos, y que tenía un futuro brilla especialmente para mí. rados nunca con pastelitos de El Globo comp erlos, ni Pepe, ni Emilio, ni Mario me recibieron conoc de 24

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Jordi Soler

uando escribo, no sé a dónde voy. Nunca tengo un esquema ni un guion. Empiezo con una línea y a partir de ella voy desplegando una historia que siempre tiene un destino incierto. Y exactamente lo mismo me pasa en las librerías: entro con la idea de comprar un libro que vi comentado en un suplemento, pero al minuto se me olvida y quedo embrujado por otras propuestas. Al final salgo con cinco que nunca son el libro por el que iba. Es decir, me encanta meterme y descubrir qué encuentro. Da igual si esto me pasa en Barcelona o en cualquier otro lugar del mundo. Lo mismo me pasa en los paseos. Yo camino mucho, todo el tiempo lo hago. Muchos fines de semana vamos a una casita que tenemos en el campo, y me voy a caminar sin rumbo. Salgo con el perro y él va marcando el camino. Enfrento el paseo por el bosque de la misma manera en que enfrento mis novelas y mis incursiones en las librerías, con esa misma ignorancia y con esa misma expectativa: esperando el momento del asombro. Eso es lo maravilloso cuando entras en una librería, y de pronto te encuentras un libro que te hace el día, o cuando menos la tarde. Cuando era adolescente vivía con mis padres en Coyoacán. Los tiempos de residir en Veracruz se habían terminado, y los discos en los que Serrat cantaba a Miguel Hernández ya los tenía metidos en el cuerpo. Ellos, en buena medida, me llevaban a la literatura, al asombro que marca mis días. En esos tiempos, mi periplo habitual consistía en ir a Gandhi y a El Parnaso. Las dos estaban cerca de casa y las dos compartían cualidades. En esa época, el gerente de El Parnaso era mi amigo; nos pasábamos la tarde charlando, y de pronto sacábamos un vino adentro de la tienda. Las palabras tenían que ser humedecidas. Esa librería tenía casi el mismo sistema de Gandhi y, en algún momento, también tuvo el mismo dueño. En esas tardes, de repente aparecía el señor Achar y el Gabo también se materializaba; de pronto, Rulfo se apersonaba y pedía un libro. Este tipo de cosas pasaban. Por supuesto que me convertí en un cliente frecuente, en un viajero frecuente de Gandhi. En la librería he sido un poco de todo: un comprador habitual, he firmado libros y hasta alguna presentación hice en ella. También he participado en el programa en el que los escritores vamos eligiendo libros y presentándolos. Lo he hecho todo. Gandhi también es uno de mis lugares de encuentro: ahí están los lectores. En esta librería no me han pasado más que cosas buenas.

El asombro r e b a s o n l e y el camino

Ahora que vivo en Barcelona, la distancia no me separa de Gandhi. Cada vez que regreso a México y no tengo una agenda muy espesa, me hago un tiempo para la visita obligada. Sin embargo, cuando la agenda está saturada, me hospedan en un hotel y esto hace más difícil que pueda ir. En el hotel es mucho más fácil atender a la gente que me pregunta sobre mis libros que en casa de mis padres, donde en realidad me gusta quedarme. Ellos siguen viviendo en Coyoacán, muy cerca de la librería. A pesar de esto, no pierdo mi cualidad de cliente frecuente. Cuando en algún suplemento veo un libro mexicano que no llega a España, algo que suele pasar con cierta regularidad, de inmediato le llamo a mi padre y va a Gandhi a comprarlo. Él me va guardando el montón de libros que me espera hasta que vaya o él venga para acá. Hoy sigo comprando en Gandhi vía mi padre. Casi nunca los compro en formato electrónico, me gusta subrayarlos, sentirlos. + *Extracto de nuestra entrevista realizada para el podcast “Desde el librero”

ión La mala educac

cas librerías con una ciudad de po os m ba (así les itá ab H Quevedo. igos “abstractos” Miguel Ángel de viendo a mis am empo , de Ti yo hi : í: a) nd ah ell Ga os hu la a am d: do libro es un e de juventu (to ta. Siempre estáb ro er lib of un su ta do ui er bligado referent iq referención. Recu ande ella y tan ch do una conversa señor Equis (otra novedades; tan gr e un poquito el de arriba o buscan para so om o pi nd el lad tié al en sin de ez s, dr lo ue me en el parq decía) jugar aje ión en sus pasil lar oc sta em in , n e lo co o, so o ev s, ad nu ro etti, compr s, muchos lib ginas oliendo a de abrazar, de On radora de mucho ) para abrir las pá vo í da de er ah ra cu de tu re lir lo lec sa a de ba rcicio (pero él no cia). Me apresura fue para mí un eje ndhi. Ahí conocí nto él, en ese entonces mplares de la Ga vista Proceso. Ta eje re s la lo r de po a comenzar lo que da alm za a, ati az l muy M ta s, en ue ño m re riq da su a vi ueda, muy libro del gran En construyendo un mis años de búsq ación. entación de un uc de es ed pr es la ala lar te m en y tu , a as rta de mi buen a David Hue hi, fueron figur nada imborrable a, la librería Gand como una coorde en ec David, como ell an rm Pe . os muy loquill coyoacanenses, Julio Trujiitollro Poeta y ed

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LOS LEÍDOS NO FICCIÓN

FICCIÓN LOS ABISMOS Pilar Quintana ALFAGUARA

Claudia vive con sus padres en un apartamento invadido por plantas que se estiran para tocarla. Como todas las familias, la suya contiene una crisis, y sólo hará falta que algo la detone. Los abismos es un relato estremecedor en el que una hija asume las revelaciones de su madre y los silencios de su padre para empezar a construir su propio mundo.

La riqueza y la realización personal están al alcance de todas aquellas personas que lo desean; basta simplemente con desvelar un secreto, el secreto del éxito. Napoleon Hill lo aprendió del famoso Andrew Carnegie, y lo sistematizó para hacerlo accesible. Piense y hágase rico es una obra diseñada para llevarnos al triunfo.

LA BAILARINA DE AUSCHWITZ Edith Edger PLANETA

REGRESO A LA JAULA Roger Bartra DEBATE

Un libro sobrecogedor, potente e inspirador, que busca ayudar a todos aquellos cuyos traumas les impiden vivir en plenitud. Como su mentor, Viktor Frankl, Edith es una superviviente cuya experiencia vital y su trayectoria le han permitido ayudar a miles de personas que viven incapacitadas por cicatrices emocionales.

Una de las claves para el éxito de AMLO fueron las cuestionables alianzas que impulsaron su campaña y revelaron su verdadera orientación política. Aunque para los seguidores más fieles de su partido se vendió como un demócrata anclado en la izquierda, los hechos lo revelan como un populista de la más conservadora derecha, inspirado en el priísmo autoritario.

PÁRADAIS Fernanda Melchor LITERATURA RANDOM HOUSE

EL NEGOCIADOR. CONSEJOS PARA TRIUNFAR EN LA VIDA Y EN LOS NEGOCIOS Arturo Elías Ayub GRIJALBO

En un conjunto residencial de lujo, dos adolescentes inadaptados se reúnen por las noches para embriagarse a escondidas y compartir sus fantasías. Franco sueña con seducir a su vecina; Polo, con renunciar a su empleo como jardinero. Ellos maquinarán un plan tan pueril como macabro.

En este nuevo libro, Arturo Elías Ayub, director de Fundación Telmex, nos muestra las mejores prácticas para ser un emprendedor, tomar buenas decisiones y encontrar lo mejor para todas las partes. A través de anécdotas, él nos comparte lo que ha aprendido en los negocios y en la vida.

SIRA María Dueñas PLANETA

EL CLUB DE LAS 5 DE LA MAÑANA: CONTROLA TUS MAÑANAS, IMPULSA TU VIDA Robin Sharma GRIJALBO

SALVAR EL FUEGO Guillermo Arriaga ALFAGUARA

DE ANIMALES A DIOSES Yuval Noah Harari DEBATE

Cuatro destinos. Dos misiones. Una mujer. Vuelve la protagonista de El tiempo entre costuras. La guerra ha llegado a su fin y el mundo emprende una tortuosa reconstrucción. Concluidas sus funciones como colaboradora de los servicios secretos británicos, Sira afronta el futuro con ansias de serenidad. Sin embargo, el destino le tiene preparada una trágica desventura.

Premio Alfaguara de Novela 2020. Una historia de violencia en el México contemporáneo, donde el amor y la redención aún son posibles. Marina, una mujer casada, con tres hijos y una vida familiar resuelta, coreógrafa de cierto prestigio, se ve involucrada en un amorío improbable con un hombre impensable. Salvar el fuego retrata dos Méxicos completamente escindidos. Una obra que retrata los absurdos de un país y, también, las contradicciones de la naturaleza humana. Una novela de amor que termina por brindar esperanza.

JÓVENES

PIENSE Y HÁGASE RICO (EDICIÓN ESPECIAL) Napoleon Hill DEBOLSILLO

PAQUETE HARRY POTTER J. K. Rowling SALAMANDRA BOLSILLO

LA REINA ROJA Victoria Aveyard GRAN TRAVESÍA

LA SELECCIÓN Kiera Cass ROCA INFANTIL Y JUVENIL

Robin Sharma desarrolló el Club de las 5 de la mañana hace más de veinte años, gracias a los revolucionarios hábitos que le permiten a sus clientes incrementar la productividad, mejorar su salud y afrontar con serenidad la época en que vivimos. Este libro, de profundo impacto personal, nos descubrirá las rutinas que han hecho posible que muchas personas alcancen grandes resultados al tiempo que nuestra felicidad y vitalidad aumenta.

Hace 100 mil años, al menos seis especies de humanos habitaban la tierra. Hoy sólo queda una: la nuestra. ¿Cómo logró nuestra especie imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses o en naciones; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? Harari traza una historia de la humanidad y las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado.

LOS COMPAS Y LA MALDICIÓN DE MIKECRACK Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA

PERFECTOS MENTIROSOS 2 Alex Mírez MONTENA


ELECTRÓNICOS

ARTE Y RECREACIÓN

REGRESO A LA JAULA Roger Bartra DEBATE

Una de las claves para el éxito de AMLO fueron las cuestionables alianzas que impulsaron su campaña y revelaron su verdadera orientación política. Aunque para los seguidores más fieles de su partido se vendió como un demócrata anclado en la izquierda, los hechos lo revelan como un populista de la más conservadora derecha, inspirado en el priísmo autoritario.

LA EMPRESA CONSCIENTE Fred Kofman CONSCIUOS BUSINESS CENTER

La empresa consciente es el resultado de quince años de trabajo con directivos de compañías que comprobaron en la práctica la efectividad de las estrategias que propone Fred Kofman para lograr una serie de objetivos: responsabilidad incondicional, integridad esencial, comunicación auténtica, compromiso impecable y, por supuesto, un liderazgo honesto.

A TRAVÉS DE MI VENTANA Ariana Godoy ALFAGUARA INFANTIL Y JUVENIL

Esta obra imprescindible da al profesionista y al usuario, de manera clara y sencilla, todos los datos de la antropometría, análisis de mobiliario, diseño urbano, control ambiental, incluyendo el uso de energía solar, circulaciones y otros. Además, incluye un capítulo sobre las necesidades para conjuntos y zonas habitacionales.

MANDALAS: LIBRO DE ARTE PARA COLOREAR LAROUSSE EDITORIAL NUEVA IMAGEN En este libro encontrarás más de 60 mandalas hindúes para colorear y crear hermosos mosaicos, que puedes conservar en el libro o convertirlos en parte de la decoración de tu lugar favorito. Aquí no hay límites: ilumínalos con plumones, acuarelas o con lápices de color. Sólo tienes que elegir la mejor técnica y dejar volar tu imaginación. Al final, ¡tu libro de arte será único!

VIDA MÍA Sereno Moreno GRIJALBO

Raquel lleva toda la vida loca por Ares, su atractivo y misterioso vecino. Lo observa sin ser vista desde su ventana y no han intercambiado ni una palabra. Lo que Raquel no sabe es que eso está a punto de cambiar... Ares comenzará a cruzarse en su camino hasta en los lugares más inesperados y descubrirá que, en realidad, Raquel no es la niña inocente que creía.

Que Vida mía pueda encontrarse en tus manos no es una coincidencia. Es tu oportunidad para descubrir la magia de la cultura mexicana. No sólo conocerás México a través de sus paisajes cautivantes, sus tradiciones únicas y su naturaleza extraordinaria: también serás responsable de darle a esta historia un toque de color. Comienza esta nueva aventura y déjate llevar por tu creatividad. Vive este libro al máximo y hazlo tan tuyo como desees.

EL SUTIL ARTE DE QUE TE IMPORTE UN CARAJ* Mark Manson HARPERCOLLINS

MANDALAS NATURALEZA Y ANIMALES LAROUSSE EDITORIAL NUEVA IMAGEN

Por décadas se nos ha dicho que el pensamiento positivo es la clave de la felicidad y la esencia de una vida próspera, pero en los días que vivimos eso se acabó. Es tiempo de presentarte la antítesis de los libros de desarrollo personal: una forma distinta de ver la vida, una forma distinta de alcanzar la buena vida, que se da cuando empezamos a dominar el sutil arte de mandar las cosas al diablo.

Claudia vive con sus padres en un apartamento invadido por plantas que se estiran para tocarla. Como todas las familias, la suya contiene una crisis, y sólo hará falta que algo la detone. Los abismos es un relato estremecedor en el que una hija asume las revelaciones de su madre y los silencios de su padre para empezar a construir su propio mundo.

CUENTOS DE BUENAS NOCHES LOS COMPAS PARA NIÑAS REBELDES Y EL DIAMANTITO LEGENDARIO 100 MEXICANAS Mikecrack, El Trollino EXTRAORDINARIAS Y Timba VK Elena Favilli MARTÍNEZ ROCA PLANETA

Más de 60 ilustraciones sobre la naturaleza y los animales para colorear y crear hermosos mosaicos que te permitirán transformarte en un artista y, por supuesto, encontrar los momentos de paz y serenidad que abrirán las puertas a un viaje interior.

VAN GOGH PARA COLOREAR LAROUSSE EDITORIAL NUEVA IMAGEN

LOS ABISMOS Pilar Quintana ALFAGUARA

NIÑOS

LAS MEDIDAS DE UNA CASA Xavier Fonseca EDITORIAL TERRACOTA

JUGUEMOS A LEER. LIBRO DE LECTURA Y CUADERNO DE EJERCICIOS Rosario Ahumada EDITORIAL TRILLAS

Vincent van Gogh es uno de los artistas que con mayor fuerza se adentraron en el alma humana. Sus pinturas son una manera de descubrirlo y descubrirte, por esta razón, este libro te permitirá reinterpretarlo y transformar a su obra en el espejo de su personalidad y tu vida.

LOS COMPAS Y LA MI LIBRO MÁGICO CÁMARA DEL TIEMPO LECTOESCRITURA (CLÁSICO) Mikecrack, El Trollino NUEVA EDICIÓN Y Timba VK Carmen Espinosa Elenes De Álvarez MARTÍNEZ ROCA GRUPO EDITORIAL ONCESETENTA


Toño Malpica

los grandes diciendo “Luis Spota” con soltura frente a la portada de un libro de Luis Spota (tenía más efecto que decir “Zucaritas” frente a una caja de Zucaritas), cuando en otro lugar de la misma ciudad, más o menos al mismo tiempo, nacía Gandhi. Y lo he querido soltar sin explicación adjunta porque me parece tremendo que cualquiera que lea este texto en el mismo país en el que nacimos Gandhi y yo sepa, con sólo ver esas seis letras, que me refiero a la librería y no al Mahatma. Y que no ha sido un desliz del lenguaje (o de la memoria), y que dicha persona hasta predibuje mentalmente la tipografía morada sobre fondo amarillo que tanto conocemos todos, antes de imaginar al Mahatma. Tremendo, insisto, que se diga Gandhi y se piense en libros, discos, café y buena onda, antes que pensar (pues sí, ejem) en el Mahatma. Tal cadena de pensamiento me ha llevado a guglear si sería posible, como una suerte de necesario equilibrio cósmico, que existiera una librería llamada Juárez en Nueva Delhi, para que allá la gente, al decir “Juárez”, piense en libros, café, etcétera… y no (ejem) en el Benemérito. Claro: cero resultados. Pero he aquí otra cadena de pensamiento interesante: otra leyenda indica que Mauricio Achar decidió el nombre (eludiendo el tan evidente de El Quijote, ¡uuf!) porque acababa de leer una biografía del célebre independentista indio. Vale la pena agradecer a la diosa fortuna que don Mauricio no hubiese terminado de leer la biografía de Atila el huno o de la condesa Báthory. Como sea… 50 años se dice fácil. Yo llevo 50 justos leyendo. Y Gandhi “haciéndome leer”. No de forma personal e inmediata, lo admito, porque cuando Gandhi ya ponía en las manos de todos los lectores libros de todos los autores (Luis Spota también), yo todavía estaba prendado de La pequeña Lulú y el Pato Donald (Y qué bueno). Si mi vida hubiera estado más ligada a la librería, no digo que hubiera leído a Dostoievski a los seis, pero sí, tal vez, a los quince. Entré por primera vez a ese sitio en Coyoacán, donde tenían (tienen) todos los libros de todos los autores, hasta que abandoné mi capullo de sateluco, ya en la universidad. Y no sé si ahí compré mi primer Crimen y castigo, pero es posible, porque egún mi mamá, cuya memoria es falible para lo que aconte- aún lo tengo en mi librero y se ve que conoció ció hace cinco minutos (“¿Cómo siguen de la gripa?”. “Por tiempos mejores. 50 años se dice fácil. Pero es, nada menos, enésima vez, mamá…”), pero bastante confiable para lo que que medio siglo. 10 años más de lo que viocurrió hace décadas (“Te juro que la señora Norma nunca me vió Edgar Allan Poe; 20 más de los que vivió Plath. 30 más que los que tenía Rimdevolvió el recogedor verde que le presté”), yo aprendí a leer a Sylvia baud cuando decidió que ya estaba bueno de los cuatro años. La anécdota exacta es que una tarde llegué con poesía. En 50 años pasan un montón de cosas. niño pasa de La pequeña Lulú a Verne y un frasco de vitaminas y le pregunté si ahí decía “vitaminas”. Un a Salgari; va de la comedia de Neil Simon y Ella, maravillada, procedió a preguntarme qué decía en otros le- las tragedias de Shakespeare a experimentar treros al alcance y al parecer pasé la prueba, pues se encargó de con su propio teatro; va de José Emilio Pacheco y Jorge Luis Borges a intentar algún tímido presumir con todo el mundo que ya sabía leer y que, además, relato corto; de John Kennedy Toole y García Márquez a alguna posible novela para, finalhabía aprendido solo. mente, terminar debatiéndose entre Roald Debo confesar que no recuerdo el trance. De hecho, mi recuerdo Dahl y J. K. Rowling con sus propias letras para niños. En 50 años los libros cambian a las personas. Cambiaron a ésta, más antiguo tiene que ver con una buena tanda de nalgadas que me gané por ir a tirar la sopa a la regadera, y estoy seguro de que ocurrió que esto escribe. Y en gran medida Gandhi fue corresponsable. Por a los cinco, porque me acusó mi hermano y todo el mundo sabe que las tantas y tantas páginas de los tantos y tantos autores. Pienso en un niño de cuatro años apantallando a los grandes la alta traición se aprende en primero de primaria. Por otro lado, tal defecto de evocación puede ser enteramente mío, porque mis hijos diciendo “Élmer Mendoza” frente a un libro de Élmer Mendoza. se acuerdan perfecto de ciertas cosas horribles que les ocurrieron a Pienso en su mamá llevándolo de la mano a Gandhi para que elija tan tierna edad (“¿Estás seguro de que tenías cuatro? Bueno, lo im- algo. Pienso en lo tremendo que puede ser esto, aun si el chamaco elige a La Pequeña Lulú. O el Diario de Greg, para el caso. portante es que ya sabes nadar”). Pienso y agradezco públicamente a Gandhi porque, gracias a esos El asunto es que tenía cuatro cuando aprendí a leer, pero jamás leí a Dostoievski o a Rulfo a los seis. Ni siquiera a los siete. (Y qué bue- 50 años y a las tantas librerías que ya hay por todos lados, es que seis no). De hecho, aproveché mi fama de superdotado sólo para conse- letras moradas sobre fondo amarillo pueden conseguir el milagro de guir más historietas de Editorial Novaro, pues la leyenda indica que cambiar una vida. Se pone un libro en las manos de la persona, tenga la lectura (la real, no la de etiquetas de frascos) me hizo ojitos hasta la edad que tenga, y el resto ocurre por sí solo. Un millón de gracias, pues, Gandhi. Y felicidades por eso. + la secundaria. Pero era 1971 cuando yo tenía cuatro y sorprendía a

Nada menos que medio siglo

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