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La palabra “Japón” suele invocar imágenes que parecen opuestas: templos silenciosos y neones desbordados, haikus mínimos y tecnología deslumbrante, cerezos en flor y trenes bala. Detrás de esos contrastes hay una forma de sensibilidad que atraviesa el arte, la arquitectura, la literatura y la vida diaria, una atención radical a lo invisible, a lo impermanente, a lo que apenas se sugiere. Este número de Lee+ es un homenaje a ese otro modo de mirar, y a las formas en que la literatura asiática y su influencia han resonado, cada vez con más fuerza, en nuestros imaginarios.
En un ensayo que condensa la belleza, el tiempo y la grieta como forma de conocimiento, Fernando Sanabrais nos guía por los senderos del wabi-sabi, el kintsugi, el mono no aware y otros conceptos clave de la estética japonesa. José Luis Trueba Lara, desde otra esquina, recorre la historia del japonismo en México, de los primeros samuráis en la Nueva España hasta la huella de Hokusai en nuestra pintura moderna.
En la literatura infantil, Lluvia Soto destaca a tres autores japoneses —Taro Gomi, Satoshi Kitamura y Mitsumasa Anno—, cuyas obras apuestan por la contemplación y el asombro. Mientras que, desde Francia, Eve Gomy nos habla en entrevista sobre su vínculo con el color y los animales como lenguajes poéticos para narrar emociones.
Ximena Hutton traza un mapa íntimo del universo de Studio Ghibli, ese lugar donde el tiempo no corre, se contempla; donde lo extraordinario se esconde en lo mínimo: el crecimiento de una planta, el temblor del viento, el arte de nombrar sin prisa. Desde esa misma sensibilidad, pero con voces propias, cinco autoras de Corea del Sur y Japón —Han Kang, Michiko Aoyama, Yuko Tsushima, Mizuki Tsujimura y Cheon Seon-ran— narran lo íntimo, lo fragmentado, lo que no se dice, pero se siente. Escriben sin exotismo ni concesiones: con una honestidad que toca fibras universales. Entre sus ecos resuena también una tradición literaria que ha sido reconocida con el Nobel en tres ocasiones: Kawabata Yasunari (1968), Oe Kenzaburo (1994) y Kazuo Ishiguro (2017), autores que han sabido contar el mundo desde sus fisuras, con una sensibilidad distinta, radical y serena.
Por su parte, Yara Vidal esboza un perfil de Kazuyo Sejima, primera mujer japonesa en ganar el Premio Pritzker, quien redefine la arquitectura desde la luz, el vacío y la transparencia. Su obra, como exploramos en este número, se alinea con esa idea japonesa de que el espacio también puede ser emoción.
Desde otro lenguaje, el de la imagen muda, Bernardo Fernández, Bef, nos comparte Rex Régum, una novela gráfica ambientada en el Cretácico que mezcla ciencia, arte y homenaje visual al manga y a Hokusai. Y como siempre hay espacio para el humor, traemos algunas quejas de Haruki Murakami.
Ya que este 2025 conmemoramos los ciento cincuenta años del nacimiento de Thomas Mann, en esta edición también incluimos un ensayo que relee su obra como bisturí moral del siglo xx. Además, viajamos al presente con la reseña de La hora azul, de Paula Hawkins, un thriller emocional sobre lo no dicho, la culpa y las heridas que insisten.
Fuera del eje japonés, pero no de la sensibilidad, entrevistamos a Socorro Venegas con motivo del centenario de nacimiento de Rosario Castellanos. Su mirada sobre la autora chiapaneca es una celebración íntima, inteligente y profundamente literaria que honra no sólo su obra, sino su legado vivo.
Este número no busca explicar Japón ni definir Asia. Tampoco exotiza. Lo que intenta es abrir una puerta, como los torii: esos arcos que marcan el umbral entre lo visible y lo invisible, entre lo cotidiano y lo sagrado. Que este recorrido, como toda buena lectura, te permita mirar y vivir de otro modo.
No podemos olvidar felicitar a nuestra familia Gandhi en este número especial. Este mes de aniversario celebramos 54 años de crecer juntos y enamorarnos del mundo a través de la lectura.
El viaje ya comenzó. Sólo falta que abras la primera página.+
Yara Vidal
Directora general
Revista Lee+ de Librerías Gandhi
contacto@revistaleemas.mx Revista Lee+ de Librerías Gandhi
Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Calle Comunal No.7, Col. Agricola Chimalistac, C.P. 01050, Alcaldía Álvaro Obregón CDMX. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Preprensa e impresión: Fotolitográfica Argo, Bolivar 838, Col. Postal. Alcaldía Benito Juárez, C.P. 03410, CDMX. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de
6 Todo es ahora: un recorrido literario por las sendas de Japón
Fernando Sanabrais
10 El espacio entre las cosas: Studio Ghibli y la narración japonesa
Ximena Hutton
14 Manque no me creas… hay días que amanecemos con ganas de ser japoneses
José Luis Trueba Lara
16 El amor de la actriz Sumako
Arturo Ronces
18 Rutas hacia el centro: cinco voces que nos hablan desde Asia
Ximena Hutton
20 Shiritori de libros
Ritsuko Kobayashi
24 La delicadeza nipona en la literatura para las infancias: tres autores
Lluvia Soto
26 Quejas y sugerencias: Queridos buscadores de lo auténticamente asiático
Ximena Hutton
28 Kazuyo Sejima: la arquitecta japonesa que redefinió el espacio
Yara Vidal
30 Tras los pasos del Fuji
Victor Ruiz
32 Entrevista literaria Rosario Castellanos, vigente, a cien años de su nacimiento: una charla con Socorro Venegas
Claudia Posadas
34 La novela como bisturí: a 150 años de Thomas Mann
Ximena Hutton
36 Reseña Islas que sienten
Ximena Hutton
38 Entrevista literaria El rugido silencioso del Cretácico: una charla con Bernardo Fernández Bef
José Luis Trueba Lara
40 No dejes entrar al bosque… ya está dentro de ti
42 Entrevista LIJera Los colores que sienten: una charla con Eve Gomy
Victor Ruiz
44 Inteligencia natural Ese lugar donde ocurre la vida
Lucía Moreno
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Por las sendas de Japón
Todo es ahora: un recorrido literario por las sendas de
Por: Fernando Sanabrais
Así: cada tiempo es diferente; cada lugar es distinto y todos son el mismo, son lo
Tierno sauz / casi oro, casi ámbar, / casi luz…
Hechos de aire / entre pinos y rocas / brota el poema.
Japón, otra imagen del hombre, otra posibilidad de ser
Para Roland Barthes, Japón es El imperio de los signos (Seix Barral, 2007). Al inicio de dicho libro, nos deja una advertencia encomiable, casi una declaración de principios: “yo soy allí un lector, no un visitante”. No se trata de una descripción, ni de un recorrido etnográfico. No se enfrenta a una realidad, sino a sus símbolos —o mejor aún, a sus semblantes, como los llamaría más tarde Lacan.
En cambio, el objetivo de Amélie Nothomb —nacida en la ciudad de Kobe— siempre fue convertirse en una verdadera japonesa, como lo describe en Japón eterno (Anagrama, 2024). Su escritura parece guiada por esa obsesión, insuflada por ella. Y afirma que uno de los principios de la literatura se asemeja al concepto de los torii, esas puertas japonesas que aparecen en medio de plazas, caminos o a la entrada de los santuarios, delimitando lo sagrado. Son estructuras que no conducen a un recinto, sino a una frontera simbólica: el umbral entre lo secular y lo sagrado, entre lo visible y lo invisible. “El lugar donde se deja atrás lo cotidiano, para adentrarnos en ese mundo paralelo de la literatura”.
Nothomb nos guía a través de los ritos, creencias y códigos de un país que parece habitar una paradoja:
los templos ancestrales conviven con imponentes rasca cielos de cristal, el silencio ritual con el estrépito digital, la sombra esencial con la iluminación artificial. Sin em bargo, esa tensión no colapsa: se convierte en siste ma. Japón es también una nación donde la lectura tiene un peso específico, donde los jóvenes con sumen con la misma naturalidad manga y poesía, y donde el más antiguas y extensas de la historia— coexiste con esa forma de escritura en la que la belleza se cifra en brevísimas líneas, y el silencio pesa más que la pala bra: el haiku
Al respecto, Octavio Paz escribió que el poema “nos abre las puertas del satori: el sentido y la falta de sentido, vida y muerte, coexisten”. De hecho, en su poema-homenaje Bashô-an, Paz cifra lo esencial en lo mínimo: esa condensación exacta y radical que define al haiku
El mundo cabe en diecisiete sílabas: tú en esta choza.
(...)
Eso que digo son apenas tres líneas: choza de sílabas.
En esta mínima arquitectura verbal se revela algo más que una mera construcción poética. En Japón, más que un simple género, el poema es una forma de conocimiento.
Este camino / nadie ya lo recorre / salvo el crepúsculo.
Ilustración: Enrique Abe. IG: @abestudio.mx
Por las sendas de Japón
Wabi-sabi: Tanizaki y la oscuridad como condición
Sin embargo, no todo en Japón es perfección poética ni pulcritud ceremonial. Existe allí una estética que desafía esa obsesión: ve en la imperfección, en la asimetría y en lo inacabado no un defecto, sino una forma más profunda —y más verdadera— de belleza. Wabi-sabi: la grieta como símbolo, lo erosionado como testimonio, lo irrepetible como forma de autenticidad. La imperfección no se corrige: se honra.
Tanizaki, en su ensayo El elogio de la sombra (Satori, 2020), lo formula con lucidez: “Algunos dirán que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. No obstante, como decía anteriormente, nosotros los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes”.
Lo que para Occidente es falta de luz, para Tanizaki es la condición misma de lo bello. Describe la estética de las sombras, de las superficies gastadas, de los rincones velados por el tiempo, en la que lo imperfecto y lo erosionado adquieren una profundidad que la superficie lisa y brillante jamás podrá alcanzar.
Mono no aware: Kawabata y la aflicción de lo efímero
Pero el wabi-sabi no parece limitarse a la aceptación de lo imperfecto. Es también un reconocimiento de lo efímero, un suspiro resignado ante la inevitabilidad del paso del tiempo. Esta sensibilidad es esencial para comprender mono no aware, esa tristeza sutil que se experimenta al percibir la impermanencia de todas las cosas.
Kawabata, en Lo bello y lo triste (Austral, 2021) escribe: “El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere con cada persona. El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos; pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo”.
Sus personajes viven en un mundo donde cada encuentro es una despedida potencial. Es la herida abierta del tiempo, la certeza de que aquello que amamos tarde o temprano desaparecerá.
En La casa de las bellas durmientes (Austral, 2013), una obra excepcional en su apacible crueldad, los ancianos que visitan la posada se enfrentan a una versión más perturbadora de esta melancolía. Las jóvenes dormidas que yacen a su lado son como espectros: perfectas en su quietud, ajenas al paso del tiempo que devora lentamente a los hombres que las contemplan. Esos cuerpos intactos son un recordatorio atroz de lo perdido, del deseo que sobrevive al cuerpo que ya no puede sostenerlo.
Kintsugi: Oe y las cicatrices que definen la existencia
Si mono no aware es la aceptación de lo efímero y wabisabi el aprecio por lo imperfecto, el kintsugi es el acto de convertir las cicatrices en el centro. Es el arte de reparar lo roto con oro, de transformar las heridas, de darles un nuevo sentido que no oculta el daño, sino que lo convierte en parte esencial de la historia.
Kenzaburo Oe escribió: “Me hice escritor para reflejar el dolor de un pez. Y hoy me siento, sobre todo, un profesional de la expresión del dolor humano, al que persigo mostrar con la mayor precisión posible”.
En su novela Una cuestión personal (Anagrama, 1989), el protagonista, Bird, enfrenta una crisis devastadora: su hijo nace con una discapacidad cerebral. Es un golpe que desmantela cualquier idea de futuro, que lo arrastra hacia el abismo de la negación y el desprecio de sí mismo. Pero a lo largo de la novela, Bird deja de huir. Empieza a comprender que su hijo es más que un accidente trágico: es una parte inseparable de su existencia. Su destino ya no puede ser postergado.
Porque la historia, inevitablemente, se quiebra. Nunca se repara del todo. Cada herida permanece. Se adhiere. Se convierte en sustancia.
Mujo: Mishima, Dazai y la belleza de lo que desaparece
Mujo es la certeza de que nada permanece, la evidencia brutal de que todo lo que amamos, y somos, está destinado a desaparecer. Es la impermanencia no como idea o metáfora, sino como decreto. En las obras de Yukio Mishima, mujo adquiere una forma exquisita: no es sólo conciencia del tiempo, es su teatralización. Su obsesión con el cuerpo, la forma y la belleza no parecía una celebración vital, sino un intento desesperado por delimitar lo que comienza a desvanecerse. “El sufrimiento verdadero llega siempre paulatinamente”, escribió. Osamu Dazai, en cambio, no embellece la caída: la narra desde el interior. En Indigno de ser humano (Satori, 2024), el tiempo no transcurre: consume. Su protagonista no se opone al derrumbe: “En mi existencia ya no existe la felicidad o el sufrimiento. Todo pasa. Esa es la única verdad en toda mi vida, transcurrida en el interminable infierno de la sociedad humana. Todo pasa. No hay consuelo ni redención”. Quizá exista también aquí una forma de advertencia. No sólo un destino al que aspirar, sino ese espejo —algunas veces incómodo, otras revelador— que nos devuelve otra posibilidad de ser. En sus fracturas resplandece una belleza que Occidente insiste en empaquetar, exportar y promocionar: wabi-sabi para la decoración del hogar, haikus para calmar la ansiedad, kintsugi en tazas de diseño. Pero en su literatura, la imperfección no se corrige: se honra. El dolor no se supera: se escribe. Aquí no hay moraleja ni consuelo. Todo es ahora.+
Por las sendas de Japón
Fotograma tomado de la película Mi vecino
Totoro , tomado del libro En busca de Totoro , publicado por Diábolo Ediciones.
El espacio entre las cosas: Studio Ghibli y la narración japonesa
Por: Ximena Hutton
Las películas de Studio Ghibli siempre se han sentido como un abrazo. Son un tipo de arte que no grita ni hace alarde. Simplemente se sientan a tu lado, te ofrecen una taza de té y te invitan a mirar: una niña esperando el camión bajo la lluvia, una bruja adolescente aprendiendo a volar sin mapa, un dios del río embarrado de basura. Su manera pausada de narrar hace parecer que no sucede nada, cuando en realidad está pasando todo.
Para entender de dónde viene ese estilo, hay que volver al inicio. Studio Ghibli fue fundado en junio de 1985, en Tokio, por Hayao Miyazaki, Isao Takahata y el productor Toshio Suzuki. El nombre del estudio proviene del Caproni Ca.309 Ghibli, un avión italiano de reconocimiento usado durante la Segunda Guerra Mundial. “Ghibli” también significa “viento caliente del desierto” en árabe, representando el deseo de los fundadores de traer un nuevo aire a la industria. La chispa que encendió su creación fue el éxito inesperado de Nausicaä del Valle del Viento (1984), una película dirigida por Miyazaki bajo el sello de otra compañía, que demostró que había público y necesidad para otro tipo de animación, una que pudiera ser poética, política, ecológica y profundamente humana al mismo tiempo. Takahata, formado en literatura francesa, aportó una sensibilidad narrativa influida por autores como Émile Zola y Paul Valéry. Miyazaki, arquitecto frustrado y apasionado del dibujo desde joven, trajo consigo un amor profundo por la aviación, las máquinas imposibles, la naturaleza en
rebeldía y las protagonistas que tienen más en común con personas reales que con estereotipos. Suzuki, periodista y editor de la influyente revista Animage, fue el mediador perfecto entre los dos ya que supo ver lo que nadie más veía y apostó por ello. Juntos fundaron algo más que una productora: construyeron un universo.
Desde entonces, Studio Ghibli se convirtió en algo más que una fábrica de historias. Es un archivo emocional de lo japonés. Un espacio donde convergen la literatura clásica, el teatro No, la espiritualidad Shinto, la filosofía budista, el trauma de la guerra y la nostalgia por lo rural. Muchas de sus películas tienen lugar en entornos que ya no existen o están por desaparecer: desde pueblos con casas de madera, estaciones de tren vacías y huertos con cártamo y calabazas, hasta baños públicos antiguos. La modernidad siempre está al acecho, pero nunca es la protagonista. En Recuerdos del ayer (1991), por ejemplo, Taeko escapa de la ciudad para reencontrarse con su infancia y con una forma de vida más sencilla. En Ponyo (2008), lo maravilloso irrumpe sin estri-
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Por las sendas de Japón
dencia: una niña pez quiere vivir en la tierra, y el mar responde con ternura y caos. El cuento de la princesa Kaguya (2013) es un ejemplo paradigmático. Dirigida por Isao Takahata, la película está basada en el Taketori Monogatari o “El cuento del cortador de bambú”, considerado el primer relato narrativo escrito en japonés y que data del siglo x. La historia narra la vida de una misteriosa niña encontrada dentro de un tallo de bambú, que más tarde revela ser una princesa celestial. Takahata transforma esta leyenda en una reflexión visual sobre el deseo, la libertad y la fugacidad, manteniendo la esencia del mito pero dotándolo de una sensibilidad moderna y profundamente emotiva. La animación parece caligráfica, como si las emociones se dibujaran con pincel. Cuando Kaguya huye del palacio, la línea se deshace. Todo se vuelve trazo, mancha, angustia. Como si el arte no pudiera contener lo que siente.
En las películas de Ghibli, la tradición narrativa japonesa no aparece como decorado, sino como estructura. El cine, en este caso, no moderniza el pasado sino que lo prolonga. Lo hace respirar. Esto se ve en el uso del ma, ese concepto estético que podría traducirse como “el espacio entre las cosas”. En Mi vecino Totoro (1988), por ejemplo, media película se centra en ver a dos niñas caminar por el campo, observar insectos, dormir, mirar cómo crecen las plantas. Nada pasa y todo pasa. Como en los cuentos de Kawabata o los relatos de Banana Yoshimoto, lo que conmueve no es la acción, sino el temblor que deja. El cine, como la literatura japonesa, no se apura.
Este ritmo contemplativo tiene raíces profundas en el sintoísmo, en el que cada elemento del mundo tiene un espíritu: las piedras, los ríos, los alimentos, los objetos olvidados. En El viaje de Chihiro (2001), una de las películas más emblemáticas del estudio, uno de los clientes del balneario resulta ser un dios del río que ha sido contaminado con desechos humanos. Pero, más allá de lo literal, ese episodio funciona como metáfora espiritual. La limpieza del cuerpo de lodo y basura es también una purificación interior. En la tradición sintoísta, este proceso se conoce como misogi, y toda la película puede leerse como una ceremonia de ese tipo. Chihiro no salva al mundo, no vence a ningún mal supremo, simplemente aprende a mirar con respeto. Al nombrar de nuevo lo que se ha olvidado. Le devuelve al mundo su
identidad. Y en ese gesto pequeño, casi invisible, radica lo esencial.
Pero Ghibli no sólo se enfoca en la espiritualidad. También hay crítica, y de la más incisiva. Las películas del estudio no temen hablar de guerra, violencia, autoritarismo o deshumanización, aunque lo hagan a través de metáforas y paisajes oníricos. En La tumba de las luciérnagas (1988), Takahata no presenta un conflicto bélico abstracto, sino el dolor íntimo y cotidiano de dos hermanos abandonados a su suerte durante los bombardeos. No hay heroísmo ni redención, únicamente hambre, tristeza y la crudeza de una infancia quebrada.
En Porco Rosso (1992), un piloto convertido en cerdo se niega a colaborar con el régimen fascista en Italia. Aunque ligera en tono, la historia es una sátira política profunda sobre el desencanto, el exilio y la dignidad. Porco, con su sarcasmo y su desdén, es la figura del antihéroe que se rebela desde la melancolía.
El increíble castillo vagabundo (2004) continúa con esta crítica cuando la guerra aparece como una maquinaria absurda, grotesca y autodestructiva. Los soldados no tienen rostro ni propósito, los bombardeos caen sobre ciudades dormidas, y el protagonista, Howl, lucha no por un bando, sino contra el sinsentido mismo del conflicto. Y es que para Miyazaki, la fantasía
no evade la realidad: la cuestiona. Sus historias usan lo mágico para revelar lo humano, y lo imposible para hablar de lo urgente. En esa misma línea, la resistencia también se manifiesta en los cuerpos, en las elecciones cotidianas de sus personajes. Allí entran en escena las protagonistas femeninas, quienes encarnan una forma distinta de heroísmo, más ligada al cuidado, la curiosidad y la empatía que al combate o la fuerza.
Las protagonistas de las películas de Studio Ghibli, además, no esperan ser rescatadas. Nausicaä, Chihiro, Kiki, San, Sophie, todas son mujeres fuertes, curiosas y complejas. No buscan salvar al mundo, sino comprenderlo. Miyazaki ha explicado que las crea así porque ha crecido rodeado de mujeres admirables. Más que un gesto panfletario, se trata de una toma de posición clara y delicada. Es un acto de fe en las nuevas generaciones.
Más allá de los títulos más conocidos, Ghibli esconde pequeñas joyas. Susurros del corazón (1995) cuenta el deseo de escribir y el miedo a no ser suficiente. Kiki: entregas a domicilio (1989) es una carta de amor a la independencia adolescente. El recuerdo de Marnie (2014) explora la orfandad, la soledad y la memoria con una delicadeza poco común en el cine infantil. En todas ellas, lo extraordinario está en lo mínimo.
Fotograma tomado de la película El viaje de Chihiro , tomado del libro homónimo, publicado por Diábolo Ediciones.
Las películas de Ghibli se sienten como libros antiguos. No imponen, no concluyen, nos acompañan. Verlas es entrar en una biblioteca sin catálogo, donde cada estante guarda una historia medio contada. Hay espiritualidad sin templo, sabiduría sin manual. Cosas que se entienden con el cuerpo, como cuando uno entra descalzo a una casa ajena y sabe que debe hablar bajito.
Por eso, si uno sale de una película del estudio con ganas de leer, no es casualidad. Es continuidad porque esas historias están hechas de la misma materia que los buenos libros: preguntas sin respuesta, belleza sin explicación, personajes que parecen sacados de nuestros sueños.
Si quieres seguir explorando este universo, aquí van algunas recomendaciones que expanden la experiencia Ghibli en clave literaria y reflexiva:
• El viaje de Chihiro. Nada de lo que sucede se olvida jamás, de Álvaro
López Martín. Editorial: Diábolo Ediciones
Un análisis detallado de una de las películas más emblemáticas del estudio, con especial atención a sus símbolos, estructuras y conexiones con la tradición japonesa.
• Mi vecino Miyazaki, de Álvaro López Martín. Editorial: Diábolo Ediciones
Una guía emocional y temática para recorrer las películas más queridas de Ghibli, ideal para fans y recién llegados por igual.
• Antes de mi vecino Miyazaki. El origen de Studio Ghibli, de Álvaro
López Martín. Editorial: Diábolo Ediciones
Un recorrido por las influencias, historias tempranas y contextos que dieron forma al estudio, antes de que existiera oficialmente.+
Ximena Hutton
Por las sendas de Japón
Manque no me creas…
hay días que amanecemos con ganas de ser japoneses
Por: José Luis Trueba Lara
Si en este momento estuviera delante de ti, un novohispano con tres dedos de frente no tendría claro qué diablos era Japón. El hecho de que la Nao de China cruzara el Pacífico y sus mercaderías transformaran a Nueva España en el centro del mundo no los ayudaba a resolver este problema a cabalidad. Aunque es probable que ninguno de ellos dudara sobre su existencia, también es posible que se besaran los dedos para jurar que ese lugar era parte de China. En aquellos tiempos casi toda Asia lo era, no por casualidad a los filipinos les decían chinos sin que nadie se preocupara por la distancia que los separaba de ese lugar.
Habrían de pasar algunas décadas para que Japón de a deveras le interesara a los novohispanos. De no ser por los clérigos que crucificaron en Nagasaki y la transformación de Felipe de Jesús en el primer santo nacido en el virreinato, es probable que la isla hubiera seguido perdida en la bruma. La higuera que reverdeció gracias al martirio de Felipe apenas fue el primer gran aviso. Gracias a un naufragio fue que acá pudieron conocer a los japoneses con todo y katanas. Esta historia no es difícil de contar: resulta que el navío de don Rodrigo de Vivero casi se fue a pique delante de la isla y —gracias a la ayuda de uno de sus señores— logró regresar acompañado por Hasekura Tsunenaga y algunos japoneses de alcurnia.
La llegada de Hasekura y su séquito no fue poca cosa. Las autoridades tuvieron que meter orden para que los novohispanos no se apachurraran con tal de ver a gente tan rara y lejana. Lo que pasó es casi obvio: lo japonés se puso de moda en un santiamén y el arte Namban comenzó a adornar las casas de las familias más ricas de la Colonia. Sin embargo, Hasekura y sus acompañantes se fueron en poco tiempo y abordaron el navío que iba a Europa. Después de esto, los japoneses casi desaparecieron y definitivamente se diluyeron cuando la Nao de China suspendió sus travesías.
Ni modo, qué le vamos a hacer, el recuerdo de aquellos personajes apenas es visible en un museo capitalino, en unos cuantos libros de historia y en ciertas novelas a las que quizá vale la pena sacarles la vuelta. Los samuráis que recorren las calles de la muy noble y leal capital de la Nueva España para enfrentarse a unos vampiros o la historia de una princesa azteca que reencarna junto con otro samurái para cumplir su destino pueden ser excesivas.
A finales del siglo xix y comienzos del xx, lo japonés volvió por sus fueros. Sin embargo, esta moda no nos llegó de Asia, sino
de Francia. ¿Hay alguien que sea capaz de poner en duda que lo chic y lo moderno no tenían esa nacionalidad? Si el mundo árabe y el exotismo de la India arribaron a Occidente gracias a las obras de Richard F. Burton, algo parecido ocurrió con lo japonés. En aquellos años, los creadores franceses le abrieron la puerta a las artes niponas y el japonismo se transformó en la meta neta. Acá, en la Ciudad de lo Batracios —así le decía José Emilio Pacheco— la nueva moda pegó con tubo. Para muestra basta con un botón. En Los piratas del boulevard de Heriberto Frías se pinta una escena que no puede pasarse por alto:
[Ella] debía haberse conformado con ser una apetitosa saltarina —que no bailarina— mexicana y contentarse con ser loada y pagada en pesos fuertes de plata del cuño mexicano […]. ¡Pero el modernismo llegó hasta ella! ¡Oh desgracia! ¡Y la echó a perder! […] Media docena de afortunados jovencitos de cerebro embrionario que acababan de llegar de París cambiaron el modo de ser de la jalisciense […]. Hoy, sin la gracia que solía prestarle su ya ida juventud, se ha hecho francesa a fortiori. Y ¡horror!, ella, la tapatía del jarabe, la del castor y el rebozo terciado que cosechaba aplausos en las grescas campestres […], va por las calles luciendo su rico traje de seda, ostentando sobre el fondo verde o azul pálido grandes y pomposas flores japonesas.
Las “pomposas flores japonesas” que adoptó la china cantarina no eran la única señal del japonismo en los tiempos de don Porfirio y durante la matazón revolucionaria. La presencia de esta moda francesa también llegó a la pintura y, en menos de lo que canta un gallo, comenzó a notarse de a deveras, aunque nuestro ojo mal curtido se haya acostumbrado a no mirarla. En 1909, Diego Rivera pintó en París uno de los cuadros donde esta
influencia es notorísima: la Naturaleza muerta con estampa japonesa donde, además de las flores y las frutas de rigor, incluye al grabado japonés más conocido de todos los tiempos, Bajo la ola en las afueras de Kanagawa de Hokusai. Y algo muy parecido se advierte en La cartomanciana (1907) de Rafael Ponce de León y lo mismo podría decirse de El Volcán de Colima de Jorge Enciso o de algunos esténciles del Dr. Atl donde la impronta de Hokusai se mira a leguas. La tentación de pensar que nuestras vanguardias nacieron al amparo del japonismo es algo que no puede despreciarse.
La literatura —con José Juan Tablada a la cabeza— también se adentró en esos caminos. Los dibujos y los haikús que reunió en Un día… Poemas sintéticos (1919), la poesía caligramática de Li-Po y otros poemas (1920), así como su casa de Coyoacán y su colección de arte —de la que apenas quedan cerca de 200 estampas ukiyo-e que resguarda la Biblioteca Nacional—, apenas son una muestra de la fascinación japonesa que a leguas se notaba. La pérdida de la colección de Tablada, que incluyó el extravío del manuscrito de su novela La Nao de China, fue resultado del ataque y el saqueo metódico. “Mi casa abandonada padeció las peores exacciones y expoliaciones”, dice el poeta en Las sombras largas (1993). Los horrores que padeció fueron terribles, pero sus poemas japoneses son fascinantes. A mí me encanta el dedicado a los zopilotes:
Llovió toda la noche
Y no acaban de peinar sus plumas
Al sol, los zopilotes
Durante la bola, los japoneses también tuvieron lo suyo: Horiguchi Kumaichi y Kingo Nonaka apenas son un par de ejemplos de sus aventuras. El primero —espléndidamente retratado por Carlos Almada en Un samurái en la Revolución
José Luis Trueba Lara. Escritor, editor y profe. Colabora en la radio y de pilón sale en la tele. Duerme la siesta con su esposa y ha publicado varios libros. Es un lector que ha llegado al extremo de trabajar para pagarse el vicio. X: @TruebaLara
El amor de la actriz Sumako
Por: Arturo Ronces
Una joven actriz y un viejo país. Inicios del siglo xx
Ésta es la historia de cómo Sumako Matsui transformó el teatro japonés con su sensibilidad. La sociedad la juzgó por ser una mujer fuera de los moldes, por amar sin convenciones. Y fue convertida, al final, en una mártir del arte tras su suicidio a los 33 años.
Sumako nació en 1886 en la ciudad de Nagano, Japón. Creció entre su familia biológica y una adoptiva. A los 17 años fue obligada a casarse, pero decidió separarse. Un par de años después lo intentó nuevamente, sin éxito. Mientras tanto, su amor por el teatro comenzaba a florecer. En 1909 se unió a un grupo de teatro recién formado. Un año después, ya se estaba separando otra vez.
Para ese momento, su actitud transgredía las costumbres japonesas de la época, según las cuales la mujer debía ser sumisa y obediente. Ella actuaba en los escenarios, lo cual rompía con la tradición de siglos del teatro Kabuki y el papel de los onnagata (actores que interpretaban personajes femeninos). Su estilo interpretativo, cargado de intensidad emocional y naturalidad, contrastaba con los cánones de contención y la técnica tradicional.
Un día, discutía con su expareja en plena calle. Él le pedía que volviera a casa. Desde el otro lado, el director de teatro Hogetsu Shimamura presenciaba la escena. Al ver lo que sucedía, supo que tenía frente a sí a Nora Helmer. Pronto fue reclutada para protagonizar Casa de muñecas, del noruego Henrik Ibsen, obra que fue prohibida en varios países por hablar de la independencia de una mujer.
Ese papel la llevó al reconocimiento. Fue considerada una renovadora de la escena nipona y pionera de una corriente llamada Shingeki o Nuevo Teatro, que sintonizaba con el teatro europeo y dejaba atrás la profundidad ritual del Noh y el Kabuki, acercándose a los métodos rusos de maestros como Stanislavski.
El escándalo y la crítica que provocaba su arte en la prensa sólo eran opacados por su relación amorosa con Shimamura, quien era casado y tenía dos hijos. Al final, él decidió dejarlos para formalizar su amor con Sumako. Pero la sociedad no estaba dispuesta a perdonar que el deseo viniera de una mujer.
Montaron juntos obras de Chéjov y Shakespeare. Viajaron por distintos países
presentando teatro. Sumako interpretaba a mujeres emocionalmente complejas y emancipadas. La sociedad apenas sabía cómo reaccionar: algunos la recibían con fascinación, otros con desprecio. Nadie era indiferente. Sumako entendía también esta relación como una batalla social.
Artísticamente, Sumako se encontraba en el punto medio entre dos extremos ideológicos: Oriente y Occidente. Nunca fue una espectadora pasiva. Desde el inicio hasta el final de su carrera, su compromiso fue tal que el público no sabía si lo que veía era actuación o una extensión de su realidad. Ella era la encarnación de un Japón que buscaba modernizarse sin perder su alma.
Logró fusionar las formas y códigos del teatro tradicional japonés con los postulados del trabajo actoral moderno, que coloca a los actores y actrices como creadores escénicos de nuevos personajes con el realismo psicológico ruso.
Actualmente, las corrientes teatrales adoptan la transdisciplina y técnicas híbridas como parte integral de la creación escénica. Pero a principios del siglo xx, cuando aún no existían estas definiciones, Sumako ya exploraba estas líneas que la atravesaban. Esa experiencia la vuelve aún más relevante para las creadoras emergentes que buscan un faro para guiarse.
A finales de 1918, tras una serie de éxitos y fracasos tanto artísticos como personales, Shimamura enfermó de neumonía, en plena epidemia de gripe española, al término de la Primera Guerra Mundial. Con 47 años murió repentinamente, dejando en shock a todos. Sumako colapsó. Había perdido a su pareja, su maestro y su director de escena,
en el momento de mayor plenitud artística.
Todo perdió sentido para ella. Se aisló. Era indiferente ante los demás. Aunque siguió actuando, lo hacía de una forma desbordada, en la que el sufrimiento del personaje y de la actriz se volvían uno. Apenas podía con la presión social y la soledad.
La situación no duró mucho. El 5 de enero de 1919, Sumako fue hallada sin vida. Había tomado una cuerda de su piano y se colgó con ella.
El acto dio inicio a una serie de especulaciones. En lugar de tratarlo como una tragedia, la gente lo interpretó como una locura. A Sumako la tacharon de desequilibrada. Pero con el paso de los años, su imagen fue reivindicada. Se convirtió en un símbolo romántico que vivió siempre desde la pasión, con los riesgos que eso implicaba. Su contribución artística también fue reconocida con el tiempo. Al final, su historia habla del compromiso de una actriz con su arte en tiempos de transformación social.
Parte de nuestro deber es preservar la memoria de quienes crean lazos, vínculos que nos invitan a encontrarnos a través de nuestras semejanzas, y no a separarnos por nuestras diferencias. Sumako Matsui murió hace más de cien años, pero su legado sigue vivo. Hoy ocupa un lugar especial en la historia como la madre del teatro japonés.+
¿Qué eco despierta en ti?
¿Te sientes identificada con la vida de Sumako?
¿Por qué su libertad como mujer sólo fue aceptada después de muerta, y en vida fue tan duramente juzgada?
¿Has vivido alguna situación similar? ¿Fuiste condenada como Sumako? Queremos conocer tu historia. Mándala a editorial@revistaleemas.mx
Arturo Bernabé Lozano Ronces (Reynosa, 1990) es licenciado en Actuación por la enat. Comenzó su trayectoria en medios de comunicación
Rutas hacia el centro: cinco voces que nos hablan desde Asia
Por: Ximena Hutton
Algo ha cambiado en el mapa literario mundial. Ya no se trata sólo de los grandes nombres canónicos ni de las mismas voces que han dominado durante décadas las listas de traducciones, ventas y premios. En los últimos años, algo se ha abierto. Un intersticio. Un cruce de miradas. Y desde ahí, desde el otro lado del mundo, han empezado a llegar libros que, sin grandes gestos, se han instalado en el centro de nuestra sensibilidad.
La literatura asiática ha dejado de ser algo que se siente lejano, ha conquistado las listas de más leídos, premios y se ha vuelto favorita en los corazones de los lectores. Vive un auge discreto, pero sostenido, especialmente la escrita por mujeres. Estas autoras no vienen a explicar lo exótico ni a representar lo que se espera de ellas. Vienen a contar historias desde lo que conocen: la experiencia de habitar el silencio, de sostener el dolor, de buscar consuelo, de volver a empezar. Historias que, aunque ocurren en Tokio o Seúl, se sienten sorprendentemente cercanas. Quizá porque cuando una escritora logra tocar el fondo de una emoción, esa emoción se vuelve universal.
Han Kang, Michiko Aoyama, Yuko Tsushima, Mizuki Tsujimura y Cheon Seon-ran no tienen demasiado en común en cuanto a estilo, temas o género literario. Y sin embargo, algo las une: una forma de escribir lo invisible. Lo que no se dice, pero se queda vibrando. Lo que no se puede nombrar, pero se siente. Lo que nadie más estaba contando, pero que muchas necesitábamos leer.
Han Kang: cuando el lenguaje no alcanza, el cuerpo habla
Leer a Han Kang es como entrar en una habitación donde alguien está llorando en silencio. No sabemos qué le pasa, pero lo sentimos todo. Nacida en Gwangju, Corea del Sur, Han Kang irrumpió en la escena internacional con La vegetariana (Random House, 2024), una novela sobre una mujer que decide dejar de comer carne y que, con ese gesto mínimo, desata una serie de fracturas familiares, sociales y personales. Desde entonces, su escritura se ha consolidado como una de las más intensas y poéticas de la actualidad.
En La clase de griego (Random House, 2023), Kang narra la historia de dos seres al borde. En Seúl, una mujer asiste a clases de griego antiguo. Su profesor le pide que lea en voz alta, pero ella permanece en silencio. Ha perdido la capacidad del lenguaje, así como a su madre y la custodia de un hijo de ocho años. Su única esperanza de recuperar el habla es mediante el aprendizaje de una lengua muerta. El profesor, que acaba de regresar a Corea después de pasar media vida en Alemania, se encuentra dividido
entre dos culturas y dos lenguas. También él afronta pérdidas: su vista empeora irreversiblemente cada día que pasa y convive con el miedo de saber que, cuando llegue la ceguera total, perderá toda autonomía. Con una belleza inusitada, las voces íntimas de estos dos protagonistas se intercalan y se cruzan en un momento de desesperación. La novela no gira en torno a un gran acontecimiento, sino a una tensión íntima, persistente: cómo seguir adelante cuando el cuerpo se quiebra y las palabras ya no alcanzan. Qué sentido puede tener el lenguaje cuando lo que queremos decir está enterrado en el dolor. Y sin embargo, Han Kang ofrece una salida. A veces, volver a mirar una lengua muerta puede ser la forma de despertar algo que sigue vivo. Lo que esta novela nos deja es una certeza delicada, incluso en medio del silencio, existe una posibilidad de contacto. Incluso cuando ya no sabemos cómo hablar, podemos ser escuchados.
En Imposible decir adiós (Random House, 2024), Han Kang va más atrás en el tiempo, sin perder su sensibilidad característica. Toma como punto de partida la masacre de Jeju, uno de los episodios más violentos y menos hablados de la historia coreana reciente. Pero no hace una crónica, ni una novela histórica. Hace un relato fragmentario en el que la memoria, el cuerpo y la pérdida se entrelazan. Como siempre en su obra, hay una dimensión ética que atraviesa todo: escribir como un acto de cuidado.
Michiko Aoyama: los libros que curan No todos los libros tienen que rompernos en mil pedazos para ser importantes. Algunos nos sanan. Nos sostienen. Nos recuerdan cosas que habíamos olvidado de nosotros mismos. Ese es el caso de What You Are Looking for Is in the Library (Hanover Square Press, 2023), de Michiko Aoyama, una novela que fue un éxito de ventas en Japón y que poco a poco ha conquistado a miles de lectores fuera del país.
Aoyama, periodista de formación, construye cinco historias entrelazadas alrededor de una bibliotecaria muy particular: Sayuri Komachi. No es una mujer misteriosa ni excéntrica. Es una figura serena que escucha, que observa, que sabe. A cada persona que
llega con una consulta, le recomienda un libro. No un libro que responda a su duda inmediata, sino uno que de alguna manera les abre una puerta. Una rendija que los transporte a una posibilidad.
El libro está lleno de personajes que se sienten muy cercanos, que bien podríamos ser nosotros. Conocemos a una madre que duda si puede volver a trabajar, una joven artista que ha perdido la motivación, un hombre jubilado que no sabe qué hacer con su tiempo. A todos ellos, la lectura los transforma. No de forma espectacular, sino con pequeños movimientos interiores. Aoyama cree en el poder de la lectura como acto de acompañamiento. Y su novela es una prueba de eso.
Yuko Tsushima: la herida como mapa Cuando hablamos de Yuko Tsushima tenemos que recordar que estamos hablando de una pionera. Nacida como Satoko Tsushima en 1947 en Mitaka, Tokio, fue más conocida por su seudónimo literario, que eligió porque le sugería movimiento y significaba “felicidad”. Escritora de ficción, ensayista y crítica literaria, Tsushima es considerada una de las autoras japonesas más importantes de su generación. A lo largo de su carrera recibió los premios más prestigiosos del país, como el Izumi Kyoka, el Tanizaki, el Noma y el Yomiur; además, The New York Times la llamó una de las escritoras más importantes de su época. A pesar de su relevancia, su obra ha sido poco traducida al español, sin embargo, en los últimos años ha empezado a recuperar la atención que merece.
Hija de Osamu Dazai, uno de los escritores más conocidos del Japón del siglo xx, Tsushima eligió un camino literario propio, marcado por la atención al detalle, la perspectiva femenina y una profunda exploración del deseo, la pérdida y la maternidad en condiciones adversas.
En Wildcat Dome (Penguin Classics, 2025), una de sus obras recuperadas recientemente, Tsushima construye una novela sobre la memoria nuclear de Japón. No lo hace desde lo político, sino desde lo doméstico. Desde la infancia. Desde el duelo. Leerla es como estar en una casa donde hay
algo roto y nadie sabe cómo arreglarlo. Pero aun así, se sigue viviendo.
Mizuki Tsujimura: los reflejos del alma
Si hay una novela que ha logrado conquistar tanto a jóvenes como a adultos en los últimos años es Lonely Castle in the Mirror (Penguin, 2022), de Mizuki Tsujimura. Publicada originalmente en 2017 y ganadora del Japan Booksellers’ Award en 2018, esta obra parte de una premisa tan fantástica como conmovedora: siete adolescentes, todos ellos aislados de la escuela por distintos motivos de angustia o trauma, descubren un castillo oculto tras el espejo de sus habitaciones. Allí, guiados por una figura enmascarada, deberán convivir durante un año y enfrentar la posibilidad de que uno de ellos cumpla un deseo.
Pero más allá de su estructura de cuento, lo que hace que esta historia perdure es la sensibilidad con la que Tsujimura trata temas difíciles como el acoso escolar, la ansiedad, la soledad y la necesidad de pertenencia. Cada personaje refleja una forma distinta de sufrimiento adolescente, pero también de resistencia y búsqueda de sentido. El castillo no es sólo un refugio, es un espejo en el que todos se reconocen un poco. En ese espacio mágico y suspendido, las palabras que en el mundo real no se atreven a decir se convierten en confesiones, vínculos y posibilidad de consuelo.
Tsujimura, que combina su formación en derecho con una carrera literaria versátil que abarca desde el thriller hasta la literatura infantil, logra algo rarísimo: escribir una historia accesible sin simplificar su complejidad emocional. En un momento en el que muchos adolescentes sienten
que no hay espacio seguro en el mundo, esta novela les ofrece uno. Y a los adultos que la leen les recuerda cómo se sentía vivir con el corazón al borde del desborde, con una delicadeza que trae a la memoria los cuentos de hadas mientras expone temas complejos: la culpa, la frustración, el miedo a seguir adelante. A pesar del dolor, la autora nos recuerda que también hay belleza y también hay consuelo.
Cheon Seon-ran: futuro con alma En la ciencia ficción, pocas cosas sorprenden ya. Pero Cheon Seon-ran, escritora coreana nacida en 1993, logra lo que muchos intentan sin éxito: imaginar futuros con humanidad. Su novela A Thousand Blues (Doubleday, 2025) parte de una premisa ambientada en el año 2035. Dos hermanas crecen ayudando a su madre en un pequeño café a la sombra de un hipódromo. La vida familiar no es fácil y la situación se complica cuando una de ellas pierde su trabajo a manos de un autómata. Cuando descubren que Today, su vieja y querida yegua de carreras, será enviada al matadero tras una vida de sobreexplotación, deciden rescatarla.
Con la ayuda de un robot, idean una última carrera para Today. No una de velocidad, sino la más lenta de su vida. Una carrera simbólica, que funciona como acto de amor, resistencia y memoria. Narrada por una voz insólita y profundamente empática, esta historia luminosa nos habla de vínculos afectivos en medio de un mundo que privilegia la utilidad y la eficiencia.
A Thousand Blues es una novela que se mueve entre la ternura, la crítica social y la imaginación poética. Un himno a lo que vale la pena proteger. Un recordatorio de que incluso en el futuro más automatizado, seguimos necesitando cuidar, recordar y amar. Cheon Seon-ran no escribe desde el ruido del espectáculo, sino desde la lentitud, la calidez y la rabia amorosa. En su literatura, imaginar otro ritmo de vida es no sólo posible. Esta historia nos entrega una distopía sutil sobre el valor de la vida, la resistencia silenciosa y la necesidad de gestos íntimos en un mundo acelerado. Cheon Seon-ran no escribe para impresionar. Escribe para conmover. Para no olvidar que incluso en medio del metal y el sistema, hay cuerpos que sienten. Hay relaciones que importan.
Leer a estas cinco escritoras no es una experiencia informativa. Es una experiencia transformadora. No sólo aprendemos sobre Japón o Corea leyendo sus libros, aprendemos sobre nosotros. Sobre nuestras propias ausencias, sobre los lenguajes que hemos perdido, sobre los libros que nos salvaron. Sobre los encuentros que aún recordamos.
La literatura asiática escrita por mujeres está creciendo no porque sea una moda, sino porque está diciendo cosas que necesitamos oír. Con otras palabras, desde otros cuerpos, desde otras ciudades, pero que nos llegan igual. Porque, como decía Yoko Ogawa, lo que importa no es dónde pasa la historia, sino lo que nos pasa al leerla.+
Ritsuko Kobayashi. Nacida en la colonia Roma, hija de migrantes japoneses. Egresada de la Ibero de la carrera de Diseño Gráfico.
Se dedicó por dos décadas al diseño editorial en el periódico Reforma y ahora al freelance. Amante de los libros, la gastronomía y del café.
Los + leídos
LA VEGETARIANA
Han Kang
PENGUIN RANDOM HOUSE
Premio Nobel 2024
Situada en Corea del Sur, La vegetariana es la historia de una metamorfosis radical y un acto de resistencia contra la violencia y la intolerancia humanas. Galardonada con el Premio Booker Internacional, esta bella y perturbadora novela catapultó internacionalmente a la que es una de las voces más interesantes y provocadoras de la literatura asiática contemporánea.
LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE
Matt Haig
ALIANZA DE NOVELA
Entre la vida y la muerte hay una biblioteca. Y los estantes de esa biblioteca son infinitos. Cada libro da la oportunidad de probar otra vida que podrías haber vivido y de comprobar cómo habrían cambiado las cosas si hubieras tomado otras decisiones... ¿Habrías hecho algo de manera diferente si hubieras tenido la oportunidad?
ANTES DE QUE SE ENFRÍE EL CAFÉ
Toshikazu Kawaguchi
DEBOLSILLO
En un pequeño café escondido en un callejón de Tokio circula un rumor fascinante: si eliges la silla correcta, puedes viajar al pasado. Pero este extraordinario viaje tiene reglas: no puedes salir del café mientras dure, debes beber el café antes de que se enfríe y no podrás cambiar el presente. A través de las historias de cuatro clientes, esta obra nos invita a reflexionar sobre el amor, las oportunidades perdidas y la esperanza de un futuro por construir.
CADÁVER EXQUISITO
Agustina Bazterrica
ALFAGUARA
Premio Clarín de Novela 2017
La súbita aparición de un virus letal que ataca a los animales modifica de manera irreversible el mundo: desde las fieras hasta las mascotas deben ser sistemáticamente sacrificadas, y su carne ya no puede ser consumida. Los gobiernos enfrentan la situación con una decisión drástica: legalizar la cría, reproducción, matanza y procesamiento de carne humana
FABRICACIÓN
Ricardo Raphael
SEIX BARRAL MÉXICO
Una desaparición en la Ciudad de México desató un fenómeno mediático que pronto se desvió de la verdad. En esta crónica inquietante, Ricardo Raphael narra cómo el caso de un joven empresario secuestrado se transformó en una historia de manipulación, poder e injusticia. A través del retrato de una madre que jugó a ser víctima mientras arruinaba vidas ajenas, el autor expone cómo la verdad puede ser distorsionada cuando se mezcla con intereses políticos, corrupción e impunidad.
LOS JUEGOS DEL HAMBRE 5 AMANECER EN LA COSECHA
Suzanne Collins MOLINO
DESFIBRILADOR
Gilraen Eärfalas PLANETA
NO FICCIÓN
ALAS DE ÓNIX (EMPÍREO 3)
Rebecca Yarros PLANETA
HÁBITOS ATÓMICOS
James Clear PAIDÓS MÉXICO
¿Cómo podemos vivir mejor? Sabemos que unos buenos hábitos nos permiten mejorar significativamente nuestra vida, pero con frecuencia nos desviamos del camino: dejamos de hacer ejercicio, comemos mal, dormimos poco, despilfarramos. ¿Por qué es tan fácil caer en los malos hábitos y tan complicado seguir los buenos?
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Viktor Frankl HERDER
El doctor Frankl, psiquiatra y escritor, explica la experiencia que lo llevó al descubrimiento de la logoterapia. Prisionero, durante mucho tiempo, en los desalmados campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. Las palabras del doctor Frankl alcanzan un temple sorprendentemente esperanzador sobre la capacidad humana de trascender sus dificultades.
DEJA DE SER TÚ
Joe Dispenza URANO
A diferencia de otros autores que se pierden en libros demasiado teóricos, el creador de este libro es capaz de explicar los procesos mentales y cómo incidir en ellos de forma clara, fresca e inspiradora a partir de los últimos avances en neurociencia, biología y genética.
MEDITACIONES
Marco Aurelio EDICIONES GANDHI
En esta obra, el emperador romano Marco Aurelio examina su pasado y su propia conducta, en un marco de referencia ético y filosófico basado en un enfoque estoico, exponiendo la imagen más sincera de su experiencia interior al afrontar la adversidad y relacionarse con los demás.
ESTE DOLOR NO ES MÍO
Mark Wolynn
OCÉANO
La evidencia científica muestra que los traumas pueden ser heredados. Mark Wolynn, fundador y director del Instituto de Constelaciones Familiares y pionero en el estudio de los traumas familiares heredados, presenta un enfoque transformador que permite resolver problemas crónicos que no han podido ser aliviados mediante la terapia tradicional, los medicamentos u otras medidas.
ALAS DE SANGRE (EMPÍREO 1)
Rebecca Yarros PLANETA
ERES EL AMOR DE MI OTRA VIDA
Gilraen Eärfalas PLANETA
ELECTRÓNICOS
SIENDO TÚ, CAMBIANDO EL MUNDO
Dr. Dain Heer
ACCESS CONSCIOUSNESS PUBLISHING
Éste es un libro muy diferente. Está escrito para los soñadores de este mundo —las personas que saben que algo diferente es posible—, pero que nunca antes tuvieron las herramientas. ¿Y si te dijera que las herramientas existen? ¡Las posibilidades sobre las que siempre soñaste, son posibles! Este libro te proveerá de un conjunto de herramientas prácticas y dinámicas, y procesos que te dan el poder para saber lo que es verdad para ti y lo que en verdad tú eres.
WICKED. MEMORIAS DE UNA BRUJA MALA
Gregory Maguire
PLANETA
En un pueblo de pescadores de Munchkinland nace Elphaba, un bebé de piel verde y dientes de tiburón con los que arranca los dedos a la comadrona. Elphaba crecerá para convertirse en la Malvada Bruja del Oeste, una persona ingeniosa, irritable y poco comprendida que pone en tela de juicio todas nuestras nociones preconcebidas sobre la naturaleza del bien y del mal.
COMO AGUA PARA CHOCOLATE
Laura Esquivel
SUMA
La novela narra la historia de Tita de la Garza a manera de recetario, donde cada capítulo es una receta que relata las aventuras de la protagonista en una casa donde la tradición la obliga a quedarse a cuidar a su madre y por lo tanto, sin poderse casar nunca.
ARTE Y RECREACIÓN
LA VEGETARIANA
Han Kang
PENGUIN RANDOM HOUSE
Premio Nobel 2024
Situada en Corea del Sur, La vegetariana es la historia de una metamorfosis radical y un acto de resistencia contra la violencia y la intolerancia humanas. Galardonada con el Premio Booker Internacional, esta bella y perturbadora novela catapultó internacionalmente a la que es una de las voces más interesantes y provocadoras de la literatura asiática contemporánea.
NADIE PUEDE SALVARTE EXCEPTO TÚ
Madame G. Rouge
BRUGUERA
Este libro te escuchará y te abrazará sin condiciones. Sus páginas son un lugar seguro y privado al que podrás acudir cuando más lo necesites, y te invitarán a comprender y a aceptar todos los capítulos de tu vida, con sus altibajos. En él encontrarás las herramientas para explorar tus sentimientos más profundos, dejar ir a aquellas personas que te hacen daño y aprender a confiar en ti misma para sanar.
EL PRINCIPITO
Antoine de Saint-Exupéry EDICIONES GANDHI
DESTROZA ESTE DIARIO. AHORA A TODO COLOR
Keri Smith PAIDÓS MÉXICO
ARTE ANTIESTRÉS / DESCUBRE A LOS MEJORES AMIGOS
Tomás García Cerezo
HACHETTE BIENESTAR
Los mejores amigos de los héroes de las películas de Disney y Pixar están listos para ser descubiertos sólo con llenarlos de color. Cada lámina esconde un buen amigo que encantará con su simpatía y genialidad.
ARTE ANTIESTRÉS
/ EL PODER DE LAS CHICAS
Graciela Iniestra Ramírez
HACHETTE BIENESTAR
Las figuras femeninas de Disney tienen una gran relevancia en las historias de las películas gracias a su encanto y simpatía. Aunque su papel no siempre es el de heroínas o villanas, todas ellas gozan de gran inteligencia y capacidad para resolver sus propios retos. Ésta es la personalidad que se imprime en las maravillosas láminas de este libro.
ARTE ANTIESTRÉS / DESCUBRE LOS GRANDES CLÁSICOS
Graciela Iniestra Ramírez HACHETTE BIENESTAR
Las películas y personajes de los clásicos Disney, como su nombre lo dice, siempre estarán en el corazón de todos los fans. Desde Blancanieves, Winnie The Pooh, Fantasía, La Bella y la Bestia hasta Zootopia y Bolt, las escenas más icónicas están presentes para colorearlas con dibujos de estilo burbujas. La experiencia será única por la técnica de coloreo y la dedicación que cada fan ponga como sello personal en cada lámina.
DIARIO DE GREG 1UN RENACUAJO
ARTE ANTIESTRÉS / VILLANOS DE PELÍCULA
Graciela Iniestra Ramírez
HACHETTE BIENESTAR
Este libro contiene 100 láminas para colorear y relajarse inspiradas en los villanos de las cintas de Disney. En sus páginas podemos encontrar a personajes como Yzma de Las locuras del emperador, Cruela de Vil de Los 101 dálmatas o Skar de El Rey León. Además tiene una introducción muy interesante sobre los villanos de Disney y su importancia en la trama de las cintas. La parte final del libro contiene anécdotas y datos curiosos sobre los personajes representados en las láminas.
ARTE ANTIESTRÉS / DESCUBRE A TU AMIGO FIEL
Graciela Iniestra Ramírez HACHETTE BIENESTAR
La amistad es parte fundamental para convivir con seres tan fantásticos como los de las películas Disney. Ver desfilar página tras página a los personajes es revivir sus mejores escenas de amistad colmadas de simpatía y buen humor. Películas como Toy Story, Salvando a Nemo y Monster Inc. están presentes en este maravilloso libro para que sus fans descubran que en cada uno de sus personajes tienen un amigo fiel.
DESTROZA ESTE DIARIO EN CUALQUIER SITIO
Keri Smith PAIDÓS MÉXICO
HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL ( HARRY POTTER 1 )
J. K. Rowling SALAMANDRA INFANTIL
Jeff Kinney MOLINO
La delicadeza nipona en la literatura para las infancias: tres autores
Por: Lluvia Soto
Los libros ilustrados son medios para explorar otras realidades, motivar su cuestionamiento y contribuir a la formación de un criterio propio. La posibilidad de acercarnos a temáticas que son abordadas desde otro sentido nos permite expandir nuestras perspectivas acerca del miedo, el duelo o la muerte, temas severos en nuestra cultura, pero desde la nobleza de otra cosmovisión que los observa con suavidad y profundidad.
Lluvia Soto. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas. Ha dedicado más de una década a la gestión de experiencias culturales y de reflexión en torno a la literatura y el cine, así como a la formación de públicos infantiles y juveniles en estas disciplinas.
Algo hermoso de estas publicaciones dirigidas a las infancias es que apenas una vuelta de hoja nos basta para ver que hay lugar para la belleza, hasta en las pequeñas cosas. Pensar en esta literatura desde el trazo japonés suena más que deseable, y si bien los libros son soportes que nos acercan a realidades distantes, en el caso de los autores y las obras que anotaremos, más que el exotismo geográfico y cultural, resulta interesante observar en estas obras la articulación simbólica. Ésta se encuentra vertida en los detalles más simples y en el trazo sutil desde donde siempre puede florecer el asombro.
Sin querer forzar generalidades, es verdad que podemos palpar rasgos culturales, estéticos y filosóficos que siempre se cuelan en un objeto cultural. En los libros ilustrados provenientes de Japón podemos destacar la particular delicadeza que está presente en la armonía de colores y trazos, la ternura dibujada en los mínimos detalles, en la aparente simpleza de las historias y el sutil ritmo del lenguaje. En ellos la dulzura, el humor o la ironía juegan con una dimensión interesante de las cosas que se aleja de la lógica occidental y que, tanto en la ausencia como en la presencia del diálogo, nos invita a sumergirnos por completo en las historias y también en nosotros mismos, en una cálida introspección.
Para nutrir la forma de mirar y expandir nuestra idea del mundo, nunca estará de más tener a la mano las obras de estos tres indispensables de la literatura nipona para los lectores más pequeños.
Taro Gomi: los libros sirven para muchas cosas
El Tokio de 1945 vio nacer a Taro Gomi, quien se convertiría en uno de los más destacados representantes de la literatura para las infancias, no sólo en su país. Su vastísima obra literaria se cuenta por cientos y las innumerables traducciones lo convierten en uno de los autores más ampliamente leídos por las infancias de todo el mundo. Libros como Cocodrilo va al dentista (2010), El camino del pingüino (2019) o El libro de los garabatos (2007) están a nuestro alcance gracias a que forman parte importante del catálogo de Fondo de Cultura Económica —que cuenta con una amplia selección de títulos del autor—. Taro Gomi se formó como diseñador industrial y en sus reseñas se menciona que esto lo aburrió debido a la funcionalidad limitada de los objetos que producía. Sin embargo, al crear libros sintió que ellos sí podían tener muchas funciones, como la de ser pequeñas obras de arte que pasan entre las manos de lectores en diversas partes del mundo.
Satoshi Kitamura: si te gusta leer, eso es todo lo que necesitas
A los 17 años, Satoshi Kitamura dejó la escuela. Dos años después, al recibir un encargo para hacer ilustraciones para revistas y publicidad, comenzó a definir su vocación.
Su primer libro nació con la idea de una historia que él mismo desarrolló, ilustró y fotocopió para repartir entre las editoriales. Gracias a esta iniciativa, recibió la invitación para ilustrar Fernando Furioso (Ediciones Ekaré, 2002), título con el que alcanzó gran reconocimiento.
Para Kitamura, la curiosidad es un elemento importante y si te gusta leer, no necesitas más. Títulos como Hannah y el violín (2025), El maravilloso sombrero de María (2015) y el hermoso libro ¡Magia! (2019) fueron publicados por el sello Océano Travesía, mientras que los clásicos Pablo el artista (2006) y Alex quiere un dinosaurio (2015) han sido publicados por el Fondo de Cultura Económica. Finalmente, su adorable colección del Gato Botas se encuentra en la serie Las Cómic aventuras de Botas en Ediciones Castillo.
Mitsumasa Anno: suavidad e inteligencia Nació en 1926, fue reclutado por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, después se dedicó a la docencia y a los 35 años descubrió que su vocación era crear libros. Además, en Tsuwano, su pueblo natal, hay un museo dedicado a él y a su obra.
Su obra suave y delicada invita a mirar los detalles y a echar mano de la inteligencia e imaginación del lector, para configurar, desde la ausencia de diálogos, toda una historia, una emoción, un momento. A nuestro país, sus libros llegan de la mano de la editorial Kalandraka, en sintonía con su gran labor de recuperación de clásicos contemporáneos. Sus libros Ocultos en el bosque (2020) o Los viajes son hermosos paseos por paisajes sosegados y milenarios.+
Quejas y
Queridos buscadores de lo auténticamente asiático,
No sé muy bien en qué momento se decidió que yo tenía que representar algo más grande que mis propios libros, pero desde hace años me vienen diciendo que no escribo como japonés, que mi estilo es demasiado occidental, que si mis personajes no se comportan como se espera de ellos, que si no hay suficiente niebla ni templos ni sabiduría milenaria en mis páginas. Y yo, honestamente, sigo sin entender por qué tanta expectativa con eso, si lo único que quiero es sentarme a escribir tranquilo con un gato cerca y algo de jazz sonando de fondo.
La verdad, nunca me propuse ser el embajador cultural de nada. Escribo como puedo, como me gusta, como me sale. Y si eso implica pozos metafísicos, mujeres que desaparecen misteriosamente, personas que hablan con gatos o adolescentes que cocinan mientras escuchan a Miles Davis, pues así será. No tengo la culpa de que mis obsesiones no coincidan con la postal turística que algunos esperan del Japón literario. Y no me ofende que me lo digan, sólo me parece curioso ese afán de etiquetarlo todo, y que cuando algo no parece “típico” automáticamente se le ve con sospecha. Y qué decir de quienes insisten en incluirme cada año en las listas del Nobel, como si fuera un personaje de temporada, una especie de ritual colectivo que se repite con la misma emoción y la misma decepción. Si quieren saber la verdad, a mí me da igual. No me desvela ni me amarga. Mientras me dejen escribir en paz, salir a correr y preparar espaguetis con calma, estoy bien. No necesito estatuillas doradas para sentir que lo que hago tiene sentido. Me basta con saber que, en alguna parte del mundo, alguien lee uno de mis libros a las tres de la mañana y encuentra en él un poco de compañía, o al menos una excusa para no dormirse todavía.
Así que sí, mis personajes callan, piensan demasiado, caminan bajo la lluvia sin paraguas y en ocasiones se sienten un poco fuera de lugar. Y no, no están diseñados para representar ninguna identidad nacional. Son como yo: discretos, raros, ligeramente obsesivos, pero bastante honestos en su rareza. Si eso no es suficiente para algunos, lo lamento. Yo estoy ocupado viviendo una vida pequeña y extraña, llena de cosas que me hacen bien. Y si algún día mis libros les parecen demasiado silenciosos, demasiado “occidentalizados” o demasiado raros, recuerden que siempre pueden leer otra cosa. Yo seguiré acá, escribiendo despacio, escuchando jazz y dejándome acompañar por mis gatos, que nunca me piden que represente nada.+
Con cariño tibio y una playlist de Miles Davis sonando bajito,
Haruki Murakami
(En su versión ficcionada)
Kazuyo Sejima:
la arquitecta japonesa que redefinió el espacio
Por: Yara Vidal
La obra de Sejima no sólo es funcional; es poética. Evoca una sensación de calma y apertura que resuena con la sensibilidad japonesa hacia la naturaleza y la simplicidad.
En el corazón de la arquitectura contemporánea, Japón ha emergido como un epicentro de innovación y sensibilidad estética. Dentro de este panorama brilla el nombre de Kazuyo Sejima, la primera mujer japonesa en ganar el prestigioso Premio Pritzker. Este galardón, considerado el Nobel de la Arquitectura, reconoce a arquitectos cuya obra combina talento, visión y compromiso, y Sejima, junto a su socio Ryue Nishizawa, lo recibió en 2010. Su trabajo, caracterizado por la ligereza, la transparencia y una conexión única con el entorno, ha transformado nuestra manera de habitar y percibir
Una visión minimalista que conecta
Acompáñanos a explorar la trayectoria de Sejima y a celebrar a otros arquitectos japoneses que también han sido laureados con el Pritzker. Y si quieres adentrarte más en este mundo, también tenemos una selección de lecturas para profundizar en el legado de las arquitectas y los ar-
Kazuyo Sejima nació en 1956 en la prefectura de Ibaraki, Japón. Estudió arquitectura en la Universidad de Mujeres de Japón y, tras graduarse, trabajó con el renombrado arquitecto Toyo Ito, quien también sería laureado con el Pritzker en 2013. En 1995, junto a Ryue Nishizawa, Sejima fundó sanaa (Sejima and Nishizawa and Associates), un estudio que pronto se convirtió en sinónimo de innovación. Su enfoque está puesto en la creación de edificios que parecen etéreos, casi desmaterializados, utilizando vidrio, acero y líneas limpias para difuminar las fronteras entre el interior y el exterior.
Uno de sus proyectos más emblemáticos es el Museo de Arte Contemporáneo del Siglo xxi en Kanazawa (2004), un edificio circular con paredes de vidrio que invita a los visitantes a interactuar con el espacio de manera fluida. Otro ejemplo es el Pabellón de Cristal del Museo de Arte de Toledo (2006), donde la transparencia del vidrio crea un diálogo constante con la luz y el entorno.
En 2010, Sejima y Nishizawa fueron reconocidos con el Pritzker por su capacidad para diseñar edificios que, según el jurado, “parecen simultáneamente delicados y poderosos, precisos y fluidos”. Sejima se convirtió en la segunda mujer en recibir este premio —después de Zaha Hadid (2004)—, y Nishizawa, con sólo 43 años, fue el arquitecto más joven en ser laureado.
Además de su estética depurada, lo que distingue la arquitectura de Kazuyo Sejima es la manera en que esa limpieza formal se convierte en una experiencia sensorial. Sus edificios no se imponen al paisaje: dialogan con él. Evitan la monumentalidad para apostar por lo etéreo, lo liviano, lo que casi parece flotar.
La transparencia, la luz natural y la ambigüedad espacial también caracterizan su trabajo. Más que simples elementos visuales, para Sejima éstas son estrategias con las que busca borrar las fronteras entre lo público y lo privado, entre lo construido y lo natural. En proyectos como el Pabellón de Cristal del Museo de Arte de Toledo o Grace Farms en Connecticut (2015), los muros parecen respirar, el vidrio actúa como velo y los reflejos crean atmósferas que cambian con las horas del día. Estos espacios se habitan más con la intuición que con el mapa.
Esa relación porosa entre interior y exterior es una herencia de la arquitectura tradicional japonesa, en la que los conceptos de ma (el vacío como presencia) y los corredores engawa permiten transiciones suaves entre los mundos. Sejima reinterpreta esa tradición con materiales contemporáneos, como el aluminio y el vidrio, pero sin perder el hilo de la sensibilidad ancestral. Esto da como resultado una síntesis elegante entre modernidad global y contemplación japonesa.
Más allá del diseño, Sejima ha desafiado también los modos de producción en la arquitectura. Incluso en sanaa procura una dinámica de trabajo horizontal, colaborativa, donde cada proyecto es el resultado de múltiples conversaciones.
Así, Kazuyo Sejima ha cambiado tanto la forma en que se ven los edificios, la manera en que se sienten, se cruzan, se habitan. En un mundo saturado de estímulos, su arquitectura es un susurro que invita a detenerse. A mirar con otros ojos, a redibujar, una y otra vez, la línea entre el adentro y el afuera.+
Desde el regazo de un pájaro
Japón en cinco libros
Tras los pasos del Fuji
Libros para conocer, sentir y saborear Japón sin salir de casa
Por:
Victor Ruiz
Todo viaje comienza con una pregunta: ¿quién seré al regresar? A veces, basta abrir un libro para empezar a descubrirlo. En Tras los pasos del Fuji, proponemos rutas íntimas y sensoriales hacia un Japón que se despliega página a página. Desde el idioma hasta la cocina, estos libros son llaves para habitar, desde la lectura, una tierra que muchos sueñan con conocer.
Sugoi. Japonés para viajeros – Takeshi Hirano y Ruth Martínez (Editorial Satori)
Este libro es mucho más que un compendio de frases útiles: es una guía afectiva para quienes desean comunicarse con respeto y curiosidad. Takeshi y Ruth comparten vocabulario esencial acompañado de explicaciones culturales que nos permiten entender no solo lo que se dice, sino por qué se dice así. Una brújula lingüística que también funciona como mapa emocional.
En Japón. Guía y guiños de un extranjero en la tierra del sol naciente – Chris Broad (Editorial VR)
Con humor, autocrítica y mucho asombro, Chris Broad —creador del canal Abroad in Japan— relata su experiencia viviendo en el país nipón. Una crónica viajera que se burla de clichés y muestra el Japón cotidiano a través de la mirada de un extranjero curioso, perplejo y finalmente enamorado de lo que ve. y finalmente enamorado de lo que ve.
Repostería japonesa – Ai Ventura (Col&Col)
Un libro delicioso tanto por su contenido como por su diseño. Aquí se enseñan los secretos de los wagashi, los dulces tradicionales que acompañan la ceremonia del té. Ai Ventura propone recetas accesibles, hermosas y llenas de historia: pequeños rituales de azúcar, arroz y paciencia.
Sushi – Frida Ronge (Col&Col)
Esta chef nórdica adapta el arte del sushi al contexto occidental sin perder el alma japonesa. Su enfoque fresco —con ingredientes de temporada y un respeto absoluto por la técnica— hace de este libro una guía accesible para quienes desean explorar el sushi en casa desde una mirada contemporánea.
La cocina japonesa ilustrada – Laure Kié (texto) y Haruna Kishi (ilustraciones) (Col&Col)
Una joya visual. Esta guía combina recetas, ilustraciones encantadoras y explicaciones sobre utensilios, ingredientes y costumbres. Ideal tanto para cocineros novatos como para amantes del diseño editorial y la cultura culinaria.
Te receto un gato – Syou Ishida (Editorial Planeta)
Una novela tierna, reflexiva y conmovedora. En cada capítulo, un gato llega a la vida de alguien que lo necesita: no como solución mágica, sino como presencia silenciosa que acompaña el dolor, la ansiedad o la soledad. Un libro que abraza, reconforta y deja una estela de paz.
Rosario Castellanos, vigente, a cien años de su nacimiento
Entrevista con Socorro Venegas
Por: Claudia Posadas
En el contexto de las celebraciones a nivel nacional por el centenario del nacimiento de Rosario Castellanos (México, 25 de mayo de 1925 - Israel, 7 de agosto de 1974) y a cincuenta años de su fallecimiento, la Dirección de Publicaciones y Fomento Editorial de la unam —a cargo de la escritora y editora Socorro Venegas— ha preparado una tercia de volúmenes que viene a enriquecer el diálogo en torno a la vida y obra de la autora de Balún Canán
Se trata de la reedición de Cartas a Ricardo, que conserva las introducciones originales de Elena Poniatowska y Juan Antonio Ascencio, además de un texto inicial de la poeta Sara Uribe; La rueda del hambriento y otros cuentos, antología editada por Venegas y Andrea Fuentes, con viñetas de Jimena Estíbaliz y una bionota sobre Castellanos escrita por Uribe, y Cartas a Rosario, también ilustrada por Estíbaliz, con presentación de Rosa Beltrán.
Este despliegue editorial, con marca de la casa, aporta un enfoque inédito en la reflexión en torno a la autora; recordemos que Venegas, a través de la colección Vindictas, ha contribuido a revalorar a escritoras latinoamericanas del siglo xx que han sido invisibilizadas; asimismo, ha aportado perspectivas contemporáneas de reflexión para resituarlas en el lugar de honor que les corresponde, como es el caso de Castellanos. En ese sentido, después de treinta años, se torna necesaria esta reedición de las cartas de Rosario al que fuera su pareja sentimental, Ricardo Guerra, porque en ésta no sólo se revela el lado emotivo de Rosario, sino también su toma de conciencia como mujer y creadora.
Además, la antología —que incluye una selección de los tres libros de cuentos de Castellanos, Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971)— es una valiosa contribución. Al privilegiarse la novelística de la autora en el discurso crítico, su cuentística ha quedado relegada, a pesar de que es un excelente puerto de partida para leerla.
Por último, la edición de Cartas a Rosario, disponible en acceso abierto
(librosoa.unam.mx), está conformada por cartas de la comunidad universitaria reunidas mediante un concurso. El volumen incluye tres cartas ganadoras y veinte seleccionadas. Cabe señalar que estos dos últimos títulos fueron editados sin fines de venta, destacando la antología de cuentos, que ha sido distribuida gratuitamente a los estudiantes de la unam en el programa Libro de Verano.
¿Cómo entran estas ediciones a la conversación crítica en torno a la obra de Castellanos?
Considerando que es una presencia muy viva, pensamos cómo podríamos contribuir más allá de los espacios académicos y de conocimiento de su obra para buscar comunidades de lectura más amplias, así que comenzamos con nuestra colección Vindictas, en la que hemos publicado memorias, incluyendo diarios y correspondencia. Es ahí donde, en 2024, cuando se cumplieron los 50 años de su muerte, reeditamos Cartas a Ricardo, ya que nos pareció una forma muy interesante de abrir el itinerario de lectura y relectura porque dichas cartas implican una trayectoria de formación. También consideramos relevante saber cómo dialogarían con ella otras generaciones, así que convocamos a estudiantes de la unam de secundaria, preparatoria y posgrado para que le escribieran. Me parece un acto de justicia poética mirarla ya no como la autora de esa correspondencia, sino como alguien que recibe cartas, incluso de amor. Por último, la recopilación de sus historias tiene la esencia de Vindictas, en el sentido de
rescatar un género, que es el cuento, y en este caso, analizar los hallazgos que hay. Castellanos es conocida por sus novelas, su poesía, su ensayo. Pero como siempre pasa con el género, el cuento queda a la saga. Así que preparamos una selección para nuevos lectores, en la que pudieran entrar en este otro hilo, quienes sólo han leído los demás géneros. Hay otras editoriales que también están reeditando y rescatando la figura y obra de Rosario, y eso me alegra porque creemos que desde distintos espacios podemos transmitir mejor su valor.
En estos cuentos destaca la impactante vigencia de su obra. ¿Cómo nos interpela la manera en que aborda estos temas de la racialización y colonización de los seres, la condición humana y el género?
Me sorprendió encontrar historias de una vigencia absoluta en las que reflexiona sobre dos temas que, considero, han marcado la historia de México y que se han vuelto sensibles. Uno de ellos es la condición de la mujer. Ya se preguntaba por qué tendría que parecernos natural que nuestro rol fuera el hogar, pero que los espacios profesionales nos estuvieran cerrados. Ella lo cuestionó, fue pionera. El otro tema es su mirada a la situación de las comunidades originarias. Ella creció en Comitán, Chiapas, donde prevalecen usos y costumbres que a veces pueden ser prácticas que revelan desigualdades y prejuicios hacia los pueblos originarios. Sus cuentos siguen teniendo frescura, pero sobre todo una mirada muy inteligente. No
hay un enfoque condescendiente ni de juicio hacia situaciones y personajes, no busca proteger o romantizar. Tampoco pretende hacer un discurso de buenos y malos, de blancos y mestizos. Lo que busca es un acercamiento literario, a través del corazón humano. Pienso en Ciudad Real, que dialoga con la mejor historia mexicana y latinoamericana, donde hay hallazgos impresionantes. Son historias muy poderosas que muestran este corazón: en esa devaluación en la que a veces vemos a los pueblos originarios, de repente hay un giro que nos permite ver que, en su indefensión, también hay malicia, es decir, se nos muestra la complejidad del alma humana. Creo que por eso hablamos de una visión universal.
Justamente, en Ciudad Real destaca esta vulnerabilidad, producto de esta colonización introyectada, donde los pueblos están condenados a no tener identidad ni opciones. Es una indefensión muy de fondo. Castellanos lo refleja muy bien, pensemos en el cuento “Aceite guapo”. ¿Cómo consideras esta estrategia?
Hay que subrayar esa mirada crítica hacia desigualdades e injusticias que ella tenía, pero que no era lo primordial. A partir de ello, cimenta historias desde una mirada aguda, honesta y auténtica, como la de “Aceite…” que es una de mis favoritas y que, junto con otras, nos van desvelando aspectos, como si fueran capas de cebolla, de una realidad que a menudo se juzga de manera apresurada. Podría haber hecho una historia donde se mostrara que en ese sur había un idioma dominante, el español, y que los que lo hablaban, que eran los blancos, iban a tener el control. En lugar de eso, nos muestra a través de un personaje cómo, desde su necesidad de comunicarse, recurre, bajo un engaño, a una cierta magia, a una sustancia que supuestamente lo iba a hacer hablar español. Y a través de esta necesidad profunda, estamos frente a alguien que sabemos que va a fracasar; la forma en que se resuelve esta historia no nos decepciona. Y es en Ciudad Real (hoy San Cristóbal de las Casas) que puede ser considerado como otro personaje, el lugar donde se tejen estas tragedias, con una sutileza extraordinaria.
Para Los convidados… se seleccionaron dos relatos, donde ya vemos el tema de género y, quizás, el inicio del ser escritora. ¿Cuáles fueron los criterios electivos? Es interesante ver la evolución de Castellanos. De esas primeras historias donde todo sucede en paisajes áridos o en pueblos remotos, pasamos a otros
espacios más urbanos y a otro tipo de personajes en donde, tal vez, en la voz de la protagonista del cuento, “Las amistades efímeras”, ya hay algo del germen de la escritora. En el segundo, “Vals capricho”, vemos esta pluma juguetona, incisiva, provocadora de Rosario. Permítanme leer el comienzo: “La palabra señorita es un título honroso… hasta cierta edad”. Eso ya nos da el tono del cuento, de lo que significaba no estar casada en esa sociedad que diseñaba los destinos de las mujeres. Y quizá veamos algo de su preocupación como dramaturga porque hay un trabajo muy fino con los diálogos. Entonces, observamos un desplazamiento estilístico. No está escribiendo el mismo libro.
En Álbum de familia ya profundiza en la alienación de la mujer y el hombre. Por otro lado, en el cuento “Lección de cocina”, estamos ante la cocina de la conciencia de la escritora y de la mujer. Asimismo, vemos más esa mi rada cuestionadora que nos inquieta. ¿Cómo se dio este álbum? Ciertos argumentos se agudizan. Esa precisión y esa disposición a la mira da incisiva, también se hace más clara. Es interesante, además, que la cocina, ese espacio donde parecería que las mujeres pertenecen, es un espacio de filosofía. También me gusta mucho la última historia, “Cabe cita Blanca”, que nos muestra a una madre, ya mayor, que ob serva a sus hijos y que es capaz de describirlos, pero se guarda para sí la verdad de quiénes son. Es una historia que viene con toda la carga de cómo, en esa sociedad, la homosexua lidad tiene que ocultarse. En general, hay una visión de una época, aunque no podemos decir que hayamos trascendi do ciertas actitudes. Y aunque en estas historias hay un juego irónico, hay un componente doloroso que nos persigue.
Cartas a Ricardo porque, además de mostrar ese lado vulnerable de Rosario, vemos su proceso de toma de conciencia como creadora y mujer ya como tal, y nos permite adentrarnos en la raíz de su pensamiento. ¿Cómo releerlo? Considero que ese punto de vis ta puede ser una de las claves de lectura, porque nos fijamos en la escritora, en la evolución de su obra. Rosa Beltrán dice que
como una novela de iniciación, una de esas Bildungsroman. Por otra parte, también está la urgencia de alguien que ama y que quiere comunicarse. Cuando se publicó la primera edición, supe que hubo lecturas que la juzgaron, pero ahora la revisión nos permite entenderla en su verdadera dimensión vital, literaria e intelectual. Ha sido muy generoso Gabriel Guerra, su hijo, al permitir que los lectores accedan al mejor conocimiento de la vida, obra y, diría, el corazón de la autora.+
Rosario Castellanos
Cartas a Ricardo
Editorial: Libros unam
La novela como bisturí: a 150 años de Thomas Mann
Por: Ximena Hutton
Hay escritores que nombran una época, otros, la desnudan. Thomas Mann hizo ambas cosas. A 150 años de su nacimiento, su obra no ha perdido fuerza ni urgencia. Su literatura no sólo dialoga con los grandes temas del siglo XX, los interroga desde dentro, como un bisturí que avanza lentamente por la conciencia europea. Arte y moral, belleza y decadencia, enfermedad y lucidez: leer a Mann es internarse en una zona donde el pensamiento se tensa con la historia, y donde la escritura se vuelve instrumento de diagnóstico. Su voz no fue complaciente, sino que fue, y sigue siendo, una de las más exigentes que ha dado la novela moderna.
Leer a Mann es entrar en una arquitectura moral compleja, en la que los pilares del pensamiento burgués tiemblan bajo el peso del deseo, del mal, del tiempo. Es leer a un escritor que convirtió la enfermedad en epifanía y la decadencia en método. La suya no es una literatura de respuestas, sino de fisuras. Cada personaje, cada símbolo, cada estructura en sus novelas encierra una contradicción deliberada. Sus obras operan como cámaras de resonancia para los grandes conflictos no resueltos de la modernidad europea.
¿Por qué sigue importando? Porque en su obra la novela deja de ser un entretenimiento o una mera representación de la realidad, y se convierte en una forma de conciencia. Mann entendía la literatura como una herramienta de pensamiento. Sus libros son laboratorios donde se observa la descomposición moral, cultural y espiritual de la modernidad europea. Esa descomposición no se denuncia desde una mirada superior ni se encubre bajo fórmulas estéticas: se encarna, se vive desde dentro. Mann sometió sus propias convicciones, su biografía, su sensibilidad, a la tensión de ese diagnóstico: el artista no como salvador, sino como testigo y cómplice.
La tensión entre creación artística y responsabilidad moral aparece con claridad en Doctor Faustus (Debolsillo, 2020), una novela que reescribe el mito fáustico en clave de música dodecafónica y crisis nacional. Adrian Leverkühn, su protagonista, vende su alma por una obra de genio, pero ese pacto se convierte en la metáfora de un país entero: Alemania, que sacrifica su alma por un proyecto de grandeza. Mann no construye una fábula ni ofrece una tesis. Hace de la novela una partitura compleja en la que cada voz filosófica, estética y política entra en conflicto con las demás. La corrupción de la forma se vuelve reflejo de la corrupción del alma, y el arte, lejos de redimir, se vuelve vehículo de ruina cuando se aparta de lo humano. Mann fue uno de los primeros novelistas en proponer que el alma moderna no podía narrarse sin descomponer también la forma narrativa. Su uso de la ironía, de la estructura simétrica, del monólogo interior y de la voz narrativa ambigua anticipa muchas de las estrategias de la novela contemporánea. Más que un adorno, la densidad de sus referencias, bíblicas, filosóficas, musicales, se convierte en un intento por tejer la novela
con el espesor de la tradición occidental. Mann creía que la novela debía cargar con la historia de las ideas, pero también mostrar cómo esa historia se fractura en los cuerpos, en las biografías individuales, en las disonancias internas de cada sujeto.
No es casual que le otorgaran el Premio Nobel en 1929 por la potencia contenida en Los Buddenbrook (Debolsillo, 2021): una mirada que disecciona la historia con precisión clínica y sensibilidad estética. La novela, aunque aparentemente tradicional, ya anunciaba muchas de las obsesiones que definirían su carrera: la herencia como carga, la sensibilidad como anomalía, la familia como teatro de represión.
Sus narradores, casi siempre autoconscientes y melancólicos, saben que escriben desde un borde. Que el arte ya no puede sostenerse sobre certezas, pero que en su interior aún se debaten las fuerzas que dan forma al mundo. Desde el sanatorio suspendido de La montaña mágica (Debolsillo, 2024) hasta la elegante podredumbre de La muerte en Venecia (Debolsillo, 2020), lo que se juega en sus ficciones es siempre una visión del alma europea al borde de su agotamiento. En Tonio Kröger (1903) la figura del artista escindido entre la vida y el arte aparece con toda su carga nostálgica y crítica; mientras que en Mario y el mago (1930) Mann tensiona la fascinación por el poder y la hipnosis colectiva en una parábola profética sobre el ascenso del autoritarismo. Y en José y sus hermanos (Debolsillo, 2021) transforma el relato bíblico en una exploración monumental de la identidad, la fidelidad y la historia, en la que la mitología se entrelaza con la psicología mo derna. Cada una de estas obras articula, desde registros distintos, una misma pregunta: qué puede y qué no puede el arte frente a la fragilidad humana.
Mann no sólo vivió las grandes cri sis de su siglo: las pensó, las tradujo en mitos. En tiempos de exilio, fue voz crítica contra el totalitarismo sin re ducir su literatura a propaganda. Su defensa de la democracia fue insepa rable de una exigencia estética feroz. No buscaba conciliar, sino mostrar los conflictos. Su lucidez fue también una forma de resistencia.
A 150 años de su nacimiento, Thomas Mann nos sigue hablando porque supo ver con horror y belleza el corazón ambiguo de la cultura. Su legado es un cuerpo literario que resiste las lecturas rápidas y exi ge al lector tanto como el lector espera del mundo. En un presente saturado de información y agotado de matices, su literatura sigue siendo una forma de inteligencia que no se conforma.+
Islas que sienten
Por: Ximena Hutton
La hora azul (Planeta, 2024), la nueva novela de Paula Hawkins, nos transporta a una isla escocesa envuelta en niebla, silencio y misterio. El hallazgo de un hueso humano escondido dentro de una escultura de la artista fallecida Vanessa Chapman despierta preguntas dormidas y vuelve a abrir la herida de una desaparición sin resolver: la de su esposo, Julian. La trama se mueve con el ritmo de un thriller, pero lo que la sostiene en lo más profundo es su dimensión psicológica. Ésta no es sólo una historia sobre descubrir qué pasó, sino también sobre intentar entender lo que sentimos cuando no sabemos cómo seguir adelante.
Más que el mero escenario de la novela, la isla de Eris, a la que únicamente se puede acceder cuando la marea lo permite, es una metáfora constante del mundo interior de los personajes. Cuando la marea baja, se puede llegar; cuando sube, todo queda aislado. Lo mismo ocurre con quienes habitan esta historia. A veces logramos cercarnos a lo que piensan, a lo que sienten, a las raíces de su dolor. Pero otras ese acceso se corta, como si algo dentro de ellos subiera de golpe y los dejara completamente solos, encerrados, incomunicados incluso de sí mismos.
La novela entera parece escrita desde esa lógica de la marea emocional. Hay momentos de apertura, de comprensión, de conexión. Y luego, sin aviso, llega el repliegue. Los personajes se cierran, se ocultan, se confunden. Lo mismo sucede con la historia: cuando pensamos que lo sabemos todo, la marea sube y nos cierra el paso. Hawkins no nos entrega sus conflictos en bandeja. Tenemos que leer entre líneas, prestar atención a lo que no se dice. La psicología en La hora azul no es explícita ni clínica. Está en los silencios, en las reacciones desmedidas, en los detalles ínfimos que revelan más que cualquier confesión.
Aunque los personajes están conectados por la trama, por los vínculos familiares o afectivos, cada uno de ellos se vive como una isla solitaria. La novela muestra con sutileza cómo el trauma, la pérdida y la culpa pueden aislarnos incluso de las personas que más queremos. Hay un sufrimiento íntimo que se resguarda con fuerza, como si ponerlo en palabras fuera una amenaza más que un alivio. Y ésa es quizás una de las verdades más profundas que trabaja la autora en esta historia: que a veces el dolor no se expresa, se arrastra. Se esconde detrás
del carácter, de las decisio nes, del silencio.
Vanessa Chapman, la ar tista en el centro del misterio, es también el corazón emocio nal de la novela. Su figura encarna muchas de las tensiones psicológicas que atraviesan la historia: la lucha entre la expresión y el encierro, entre el deseo de ser vista y el miedo a ser malinterpretada. Hawkins escribió incluso un diario ficticio para ella durante el proceso creativo, buscando entender no sólo su vida, sino su mundo emocional, sus contradicciones, su forma de mirar. Vanessa no es una figura decorativa. Es una mujer llena de matices, atravesada por su arte, por su historia, por una soledad que no siempre encuentra salida.
El título, La hora azul, hace referencia a ese momento del día posterior a la puesta del sol en el que la luz se vuelve incierta. Todo parece ligeramente borroso, como si el mundo no estuviera del todo definido, lo cual alude a la condición emocional en la que viven los personajes. Quieren ver con claridad, quieren entender, pero la realidad se les presenta turbia, ambigua, difícil de sostener. En la novela, esa incertidumbre forma parte del ambiente y, a la vez, como estado psicológico. Es la hora azul en la mente. Esa franja ambigua donde lo que creemos ver puede ser otra cosa, donde los recuerdos se mezclan con deseos, donde el amor convive con la desconfianza y el pasado sigue latiendo en el presente.
Hawkins no fuerza las respuestas. Deja que las emociones respiren. Que los personajes se contradigan. Que el lector se acerque y se retire, como hace el mar en la orilla. Ésta es una historia que entiende que lo psicológico trata de explicar comportamientos, pero, sobre todo, de habitarlos. De aceptar que a veces no entendemos lo que sentimos, pero igual seguimos. Y que en muchas ocasiones si hay algo más difícil que resolver un misterio, es mirar con honestidad hacia dentro.
Al terminar la novela, queda una sensación más que una certeza. Como si hubiéramos transitado un terreno brumoso, emocionalmente frágil, en el que el mayor descubrimiento no fuera un dato oculto, sino la posibilidad de ver con más humanidad aquello que antes parecía lejano. Porque algunas personas, como algunas islas, sólo se dejan conocer cuando la marea baja. Incluso entonces, hay partes de ellas que prefieren quedarse bajo el agua.+
El rugido silencioso del Cretácico: una charla con Bernardo Fernández Bef
En blanco y negro, como una película muda o una impresión litográfica, el nuevo libro de Bernardo Fernández, Bef, Rex Régum (2024), emerge con la potencia de un rugido prehistórico que no necesita palabras. Publicada por Océano, esta novela gráfica sin diálogos, sin color, sin concesiones, es una coreografía visual de vida, poder y extinción ambientada en el Cretácico. Sólo queda el trazo, el ritmo, la mirada de un narrador que decide callar para dejar que la imagen respire.
“Dibujar, dibujo rápido”, dice con naturalidad, “pero el color me habría llevado años”. La decisión de hacer el libro en blanco y negro fue técnica, pero también estética. “Pensé que si esto fuera una película, sería un documental en blanco y negro, de esos que no se filman para agradar sino para observar”. La influencia del manga es evidente —Tezuka, especialmente— y el lenguaje visual se alimenta de recursos del cine mudo: carteles que anuncian capítulos, pausas visuales, planos contemplativos.
El Rey de Reyes se resume en 30 segundos: un gran lagarto, un tiranosaurio, vive, caza, domina… hasta que el meteorito cae. Pero esa simpleza es engañosa. Detrás hay años de estudio y una obsesión minuciosa por lo real. “Leí más de treinta libros sobre dinosaurios. Pero lo mejor fue contar con la generosidad de los científicos”. Héctor Rivera Silva, paleontólogo del Museo del Desierto, lo guió durante el proceso; Omar López Cruz, astrónomo, le dio la precisión cósmica. “Fue como armar una banda. Como los Beatles: con un poco de ayuda de mis amigos”.
Esa colaboración no se ve, pero se siente. El libro carece de pies de página o datos explicativos. No hay notas. No las necesita. En lugar de subrayar su erudición, Bef eligió la inmersión. Cada animal, planta o escena está documentada. Cada elección narrativa parte de lo observado, lo leído, lo contrastado. Pero lo que llega al lector es la emoción de lo inevitable: la piedra cae y nadie tiene la culpa.
El libro está lleno de homenajes gráficos. Uno, especialmente poderoso, es la gran ola que arrastra a los dinosaurios, un guiño explícito tanto al muralista Jorge González Camarena como a Hokusai. La secuencia del tsunami, situada donde impactó el meteorito en Chicxulub, mezcla ciencia con arte en una imagen cargada de fuerza visual.
Pero quizá lo más sorprendente sea el equilibrio entre lo brutal y lo poético.
“La naturaleza en el Cretácico era inclemente. No hay moral. No hay villanos. Sólo lucha por sobrevivir”. En una escena, el tiranosaurio devora las piernas de una presa y deja el resto. Esa conducta, documentada en estudios recientes, aparece sin énfasis, como si la viñeta simplemente replicara un fósil. Porque ése es uno de los logros de Bef: hacer que la ciencia no se note, pero esté en todo.
El humor también está ahí, discreto, filoso. Hay en Rex Régum una herencia clara del humor silente, del trazo que sugiere, del ritmo visual que respira. Y aunque no hay textos, la novela tiene una estructura literaria sólida que cierra con una cita precisa de Arthur C. Clarke, tomada de 2001: Odisea del espacio. “Primero leí el libro, luego vi la película. Tal vez por eso entendí mejor ese preludio del espacio.”
Entre risas, digresiones y fósiles imaginarios, lo entrevistamos. Alguien que alguna vez quiso ser paleontólogo, eligió contar desde el cómic. ¿Cómo evitaste que toda esa informa ción convirtiera tu cómic en un libro de texto?
Evité las notas a pie de página a toda cos ta. Las detesto. Interrumpen el ritmo. Rompen el hechizo. Hay una frase que uso: una nota al pie es como si, en medio de una escena íntima, alguien te tocara el hombro para darte un dato técnico. No, gracias. Quería que la historia fluyera con naturalidad. Sin títulos. Sin didactismo. Como un documental sin voz en En tus viñetas hay homenajes gráficos: desde la Gran Ola de Hokusai hasta González Camarena. ¿Cómo decides incluir estos guiños visuales?
En todos mis cómics hay al menos una viñeta que es un tributo. Es una forma elegante de decir plagio [risas]. Pero sí: desde la ola de Hokusai hasta esa obra poco conocida de González Camarena, El Caballete de una Ola Divina me marcó profundamente. A veces basta una imagen poderosa para condensar una emoción.
Hay una sensibilidad muy personal detrás de todo esto. ¿Cuáles fueron tus influencias más íntimas como lector de cómics?
MAD. Sergio Aragonés es uno de mis héroes absolutos. Es humor silente, elegante, cruel. También Don Martin, Al Jaffee… mis cuatro evangelistas, digamos. Incluso Sergio escribió el prólogo de mi novela anterior. Para mí, el cómic siempre fue un arte mayor, capaz de lo poético y lo brutal al mismo tiempo. Finalmente, ¿qué esperas que sienta un lector al terminar el libro?
Asombro. Silencio. Un poco de miedo. Y ojalá que salga corriendo a leer sobre dinosaurios. O que al menos piense en su abuela [risas]. Porque la historia del mundo puede caber en treinta segundos… si se cuenta con amor, con tinta y con un poco de ciencia.+
Novedad Océano
DEL 12_JUNIO_2025
ESPECTRO
Una mirada al autismo desde el arte contemporáneo
Un programa cultural inspirado en LLORENZ
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artistas Rita Guerrero
LLORENZ
Tamara Cruz
Mario Meneses
Diego Solano
Colectivo Ákaro +
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Secretaría de Economía
Pachuca 189, Colonia Condesa
Cuauhtémoc, CDMX
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Los colores que sienten: una charla con Eve Gomy
En un rincón silencioso del día, donde los libros hablan con colores y los animales caminan sin hacer ruido, la obra de Eve Gomy florece como una invitación al asombro. Sus libros La rana que amaba el rojo (Leetra, 2024) y El gato que amaba el amarillo (Leetra, 2024) deslumbran tanto por su belleza visual como por la profundidad emocional que emana de cada página. En esta conversación, Gomy nos lleva al origen de su sensibilidad artística y su conexión con la naturaleza, los colores y lo esencial.
Tus libros La rana que amaba el rojo y El gato que amaba el amarillo tienen una sensibilidad muy especial. ¿Cómo surgió esta conexión entre los animales, los colores y las emociones? ¿Fue primero el color, el animal o la historia?
La primera historia fue la de El gato que amaba el amarillo. Nació de un deseo gráfico. Cuando estaba en la escuela de arte, trabajaba mucho con serigrafía y me gustaba limitarme a sólo dos colores. Quería jugar con el azul y el amarillo, que se potencian entre sí. Necesitaba un relato que hablara de eso y entonces llegó el gato, para mí, el animal más contemplativo que existe. Así comencé a imaginar una historia silenciosa, para los más jóvenes, en la que los colores se convirtieran en una experiencia de contemplación.
El rojo y el amarillo son colores vibrantes, llenos de vida, pero también con matices profundos. ¿Qué significa para ti cada uno de estos colores en el universo emocional que construyes?
El amarillo es el color de la luz, del sol, de las flores, de los atardeceres. Es una travesía por el día, desde la salida del sol hasta la aparición de las estrellas. El rojo, en cambio, tiene más contradicciones: es amor, fuerza, peligro. En la historia de la rana quise explorar todos esos matices sin perder la ternura. El peligro aparece, sí, pero en forma de un hongo venenoso dibujado con suavidad. Para mí, los colores son emociones. Son caminos.
La ternura de tus ilustraciones es casi táctil, como si los personajes quisieran saltar de la página. ¿Cómo es tu proceso creativo al ilustrar? ¿Dibujas pensando primero en la historia o dejas que la imagen guíe la narración?
Soy autora e ilustradora, así que las emociones aparecen primero. A veces se traducen en palabras, a veces en imágenes, pero siempre caminan juntas. Son libros que podrían leerse sin texto, pero decidí incluirlo para que existiera un diálogo poético entre lo que se ve y lo que se lee. El equilibrio es clave. Las imágenes deben funcionar por sí solas, como si cada página fuera un cartel independiente.
Hay una sencillez muy poderosa en tus libros, como si invitaras a los lectores, pequeños y grandes, a detenerse y mirar de
nuevo lo cotidiano. ¿Qué buscas provocar en quienes leen y miran tus obras? Calma. Silencio. Observación. Me gusta que mis libros sean accesibles, que conecten con todas las edades. Uso pocos colores, trazos sencillos, pero con mucho detalle. Es una invitación a mirar con atención lo que nos rodea, a encontrar belleza en lo simple. Y sí, también hay una intención ecológica: cuando uno observa con cuidado, empieza a amar lo que ve. Y cuando se ama, se cuida.
En La rana que amaba el rojo, ¿qué representa para ti ese amor tan específico por un color? ¿Habla de identidad, de deseo, de resistencia?
Absolutamente. La ranita ama el rojo en todas sus formas. Es un amor total. El rojo está en los peces koi, en los inviernos fríos, en las gargantas de los pájaros, en los hongos peligrosos. Me fascina cómo este color puede significar tantas cosas. Para mí, representa la intensidad de vivir, incluso cuando duele. Y sí, hay algo de resistencia en amar algo así de complejo.
El gato de El gato que amaba el amarillo tener una relación casi filosófica con su co lor favorito. ¿Hay una historia personal de trás de esta elección? ¿Te identificas con al guno de tus personajes de manera especial? El gato es mi espejo. Lo imaginé cuando aún estaba en la escuela de arte, buscando una voz propia. Era un momento de búsqueda profunda y fue ese proyecto el que me reve ló quién era. Años después, se convirtió en libro, y verlo publicado en Francia y luego en México ha sido muy emocionante. Es mi primer bebé.
Tus libros transmiten una sensación de calma, pero también de búsque da interior. ¿Qué importancia tiene el silencio o la contemplación en tu vida diaria y en tu proceso artístico? Son esenciales. En un mundo que corre, yo intento detenerme. Obser var. Respirar. Mis imágenes están llenas de detalles para invitar a esa pausa. Para mí, contemplar es una forma de cuidar. Quiero que los niños aprendan a mirar, porque cuando uno mira con profundidad, descubre un vínculo con lo que le rodea. Y eso transforma.
¿Podrías contarnos algún detalle curioso o íntimo del momento en
que imaginaste por primera vez a la rana o al gato?
Recuerdo estar en la escuela, rodeada de pruebas y búsquedas. Dibujaba mucho, buscaba un trazo propio. El gato fue el primer personaje con el que sentí una identificación total. Fue la primera vez que dije: “esto soy yo”. Años después, cuando finalmente se convirtió en libro, sentí que mi voz había encontrado su lugar.
Si pudieras crear un tercer libro en esta serie de "animales que aman colores", ¿qué color y qué animal elegirías ahora, y por qué?
De hecho, ya vienen en camino dos nuevos títulos: La souris qui aimait le rose y L’écureuil qui aimait le bleu. Elijo animales que viven en universos distintos: la rana en el agua, el gato en la tierra, la ardilla en los árboles. Así puedo mostrar una diversidad de caminos y colores. Y cada pareja de colores se elige por su equilibrio: el azul con el naranja, el amarillo con el gris. La naturaleza es rica en contrastes.
Finalmente, ¿qué te gustaría que un lector muy pequeño —tal vez un niño
Ese lugar donde ocurre la vida
Por: Lucía Moreno Valenzuela
Muchas veces usamos los términos “naturaleza” y “medio ambiente” como sinónimos, pero no lo son.
La naturaleza es todo lo que nace sin que nadie lo mande: el canto de un pájaro, el brote de una semilla, el fluir del agua, el viento que mueve las hojas y agita los océanos. Es la Tierra latiendo bajo tus pies; es el volcán en erupción.
En cambio, el medio ambiente se da en la naturaleza y es el entorno construido por los humanos.
La naturaleza es el origen. El medio ambiente es la forma en que vivimos dentro de ese origen. Y entender la diferencia puede ayudarnos a cuidar mejor ambos espacios.
“El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos”, nos recordaba el pontífice más verde de la historia, el papa Francisco, en su carta dirigida a creyentes y no creyentes, Laudato si’ (2015).
Cuando nos dicen “hay que cuidar el medio ambiente”, lo que realmente nos están diciendo es: cuida tu manera de construir, de consumir, de moverte, de vivir… porque todo lo que hagas a tu entorno regresará a ti con consecuencias, como un boomerang.
Cuidar el medio ambiente es como cuidar de nuestra casa. Así de sencillo, con el mismo sentimiento de pertenencia. Entonces, ¿por qué tantas personas se sienten tan desvinculadas del medio ambiente?
Es indiscutible que existe una desconexión o una barrera invisible que favorece una resistencia a cuidarlo, aun sabiendo que algo anda mal. Analicemos juntos las posibles causas y tratemos de ver con toda honestidad con cuál de ellas nos identificamos:
1. El lenguaje técnico. Frases como “emisiones de carbono”, “sustentabilidad” o “biodiversidad” suenan lejanas, casi como si fueran temas de científicos o de activistas como Greenpeace. El medio ambiente se volvió un concepto intelectual más que una experiencia cotidiana.
2. Saturación emocional. Muchos se sienten bombardeados con noticias sobre catástrofes ambientales, y eso genera una mezcla de culpa, miedo e impotencia. Así que, como mecanismo de defensa, eligen desconectarse: “¿Para
qué me preocupo si no puedo cambiar nada?”.
3. Consumismo. Vivimos en un modelo que nos invita a consumir rápido, tirar e ignorar el origen y destino final de las cosas. Cuidar el medio ambiente requiere tiempo, atención y decisiones de compra conscientes e informadas que chocan con el sistema actual y el impulso de comprar “ahora mismo” sin cuestionarnos nada.
4. Por ignorancia. ¿Será que nadie nos ha dicho cómo o con qué acciones podemos y debemos cuidar el medio ambiente? ¿Será que no logramos relacionar cómo nuestro estilo de vida puede estar cuidando o perjudicando nuestro entorno? ¿Será que en las escuelas y en los hogares no se transmite adecuadamente este conocimiento?
5. Profunda desconexión con la vida. Si no conectamos con nuestras emociones, con nuestro cuerpo, con nuestros pensamientos, ¿cómo vamos a hacerlo con el medio en el que vivimos? ¿Te identificas con alguno de estos puntos? Somos parte de un sistema vivo donde la naturaleza y el medio ambiente se entrelazan; este sistema responde a nuestro buen o mal trato, tal como reaccionan nuestro cuerpo y nuestra mente según los tratemos.
Cualquiera que sea la razón de tanta indiferencia o indolencia, y como lo señala González López en su libro Protección al ambiente (Editorial Porrúa, 2022), el derecho a vivir en uno sano no puede depender únicamente del Estado, sino también de ciudadanos comprometidos. ¿Tú sientes este compromiso o crees que le toca al gobierno hacerse cargo?
El medio ambiente se cuida con pequeños actos de respeto cotidiano: lavando los trastes con menos agua, separando nuestros residuos y llevándolos a los centros de acopio, rechazando plásticos de un solo uso, eligiendo marcas de productos libres de tóxicos y apoyando marcas comprometidas con nuestra salud.
Cuidar el medio ambiente es abrir la ventana y dejar que entre la luz, en lugar de prender el foco. Es hacer composta y regresarle nutrientes a la tierra.
Es aprender a leer las etiquetas de lo que compramos y sopesar cada decisión de compra: ¿realmente lo necesito?
Ahora te pregunto:
• Te resulta más fácil ignorar el impacto que generas, o empezar con un pequeño cambio que te haga sentir orgulloso?
• Si tu casa se estuviera cayendo a pedacitos, ¿esperarías que alguien más la arreglara o harías lo posible por salvarla?
Cuidar el medio ambiente no es una moda o tendencia. Es una forma de vivir más civilizada, educada, consciente, amorosa y agradecida. Si este texto te hizo reflexionar, compártelo con alguien más. Porque cuanto más hablemos de esto, más fácil será recordarlo: el medio ambiente no es algo ajeno, es el lugar donde ocu-
María Eugenia Mayobre Blackstar Editorial: Hachette Literatura
Editorial Porrúa
Lucía Moreno es autora de Inteligencia natural (Aguilar, 2025) y fundadora de Verde a la mexicana e Immi México, proyectos que promueven el cuidado consciente de la salud, la naturaleza y el entorno, con un fuerte compromiso social hacia comunidades vulnerables.