La sílaba #7

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Fotografá de Luis Ángel Sánchez Estrada

ARTE y LITERATURA

David Gonz ál ez , Automatik, O lin Robl es, Marco Hernández, Ana Fél ix Yessika Rengifo, Maritz a Ro dríguez, Sofia Missiato, Al ejandro Gánem, Juan Valenc iano, Al fonso Gu rrola, Mil ton Rodr íguez, Verónica de la Tor re, Jonathan Al arco n, Isabel Juárez Thalia Jiménez, Ángel Emil iano, Esmeralda Nava

Número 7 Mayo

México 2021 Impresa en Zacatecas, Zacatecas


LATÓNICA

Desde la choza-casa editorial underg‐ round- periferia del campo literario: El Gatito espej0


SYLLABUM Sobriedad Automatik Poemas David González Picafresa vibración Olin Emiliano Robles Poemas Yessika María Rengifo Castillo Jardínes Mentales Alejandro Gánem

4 7 10 12 15

Lo esencial es invisible a la trama Maritza Alexandra Rodríguez Acevedo

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Félix, un libro de Ricardo Machado Ana Lilia Félix Pichardo

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El lado moridor de Dark Milton Rodríguez Nutrição pelas raízes: A possibilidade de banhar-se de mais Sofia Maria Missiato Barbuio

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4 obras pictóricas Juan Arón B. Valenciano

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Las exequias familiares Luis Mario Alfonso Silva Gurrola

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¿Lingüística? / Piso de nubes Isabel Juárez

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Bola de cristal Verónica A. De La Torre

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Poemas Jonathan Alarcon

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Del amor y otras emociones Thalia Nayeli Jiménez Rodríguez La cama grande Ángel Emiliano La semántica del mito Dulce Esmeralda Nava Verónica

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S O B R I E D A D Automatik

Tenía la boca seca y sentía mucha sed. Ya no sabía qué más beber, pues había tomado muchísima agua. Agua del río, de la lluvia, del glacial, de la laguna, del grifo, de la nevera, con hielo, de coco, con limón… ¡de todo tipo! Intentó con jugo de fruta, café, té, vino, cho‐ colate… ¡nada! También con cerveza helada, que siempre fue lo que más le saciaba su sed, pero ya no le era suficiente; la sed reg‐ resaba sin cesar. Y ahora más seguido, pues había dejado de embriagarse con cerveza y con cualquier otra cosa. Tal vez esa era la razón de su sed insaciable. Tal vez era la manifestación física de su sobriedad. Sin duda, le hacía mucha falta embriagarse, pero evitaba pensar en ello.

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Comenzó dejando de embriagarse con la calidez del mar, con el calor del sol, con el olor de los árboles y las montañas. Casi no salía de su guarida. Dejó de visitar lugares lejanos o cercanos. Ya no lo hacía ni en el mundo ni en su mente. Luego, cada vez era menos frecuente que se embriagara con la humedad del aire, con el susu‐ rro del viento, con el aleteo de las aves. Después paró de embria‐ garse con alcohol y con el ronroneo de las gatas por recomen‐ dación médica. Tampoco se embriagaba ya con los besos y las ca‐ ricias de sus amantes, porque no permitía que nadie se le acerca‐ ra. Y, conforme pasaba el tiempo, dejó, poco a poco, de embriagar‐ se de música. Tenía un enorme tapón detrás de la mandíbula que le bajaba hasta el cuello que le impedía escuchar o cantar. También paró de embriagarse con cuentos y poesía, con filosofía y política; y así, era cada vez más difícil embriagarse con su propio pensamiento. Pero lo peor de la sobriedad llegó con la falta de embriaguez de ri‐ sas. Aquellas carcajadas estruendosas que llamaban la atención de donde fuese que estuviera se habían silenciado. No se dio cuenta de cuándo, aunque sabía que eran el resultado lógico de esa sobriedad asfixiante. La vida nunca había sido tan insulsa, tan falta de color, que en aquel momento donde la sobriedad gober‐ naba su existir. Solían decirle que era una persona hedonista y sa‐ bía que era verdad, pues no acostumbraba disfrutar de nada a

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medias, siempre llegaba hasta la embriaguez. Y cuando, de repen‐ te, le fue arrebatada una, las otras la siguieron, aunque ninguna dependiese de las demás, se necesitaban mutuamente para alcanzar su máximo esplendor. En el momento en que comp‐ rendió todo esto, decidió embriagarse de todo al mismo tiempo, sin importarle nada. Fueron instantes frenéticos, luminosos, vi‐ vaces, delirantes, eternos… ¡hermosos! Y por fin su sed se había calmado y esta vez, definitivamente.

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POEMAS

David González

la voz abre los fuegos de la materia habla en mí no alcanza el tacto para trascenderla.

los pájaros rebotan entre la pelvis y el habla. las ceremonias creativas son un huevo de serpiente sostenido por dos palos

ambas manos entrelazadas no ser nada tornan en espiral la sombra de la piel para adentro fiable prudencia cierran el occidente que habito y me habita.

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nazca reciba los nutrientes necesarios para desarrollar su cerebro siéntase el perro de Pavlov antes de saber que existe algo llamado así tenga una familia disfuncional lea siempre cualquier cosa que caiga en sus manos lea poesía lea poesía desordenadamente lea poesía hasta pensar que no hay más nada nuevo por decir piense en no volver a escribir sienta la poesía rondar en la nuca conozca la incineración use las palabras como bayonetas tenga amigos y piérdalos sea genital invéntese una moral o un dios regocíjese en el barro y la altura indague en la intensidad inmólese siéntase morir resucite entiéndase uno más descifre el run run del viento.

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Patria o Muerte en la pared palabras estalactitas incrustándose en dudar sólo 2 habitantes por km 2 algunos (los menos) entienden los vientos..

huesos del esqueleto social erguidos de ausentes bailan la música del polvo descartes de la memoria enterrados en descampados el miedo gotea y calla quedan en fotos los muertos.

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PICAFRESA VIBRACIÓN Olin Emiliano Robles

I

— William Butler Yeats

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Donde se zambullen las montañas rocosas del bosque de Sleuth en el lago, hay una boscosa isla donde las garzas al aletear despiertan a las soñolientas ratas de agua: allí hemos ocultado nuestras tinajas encantadas, llenas de bayas y de las cerezas robadas más rojas.

Bultos de voces a la vuelta de la esquina en un atasco con fleco verás caen los cabellos del sol como en una barbería los de mi tatarabuela de poco te servirá haber concluido tus ángulos rectos universitarios al amanecer podrás sostener el pulgar de la sangre el recuerdo roncará en tu oído


silbidos martillos de rosas los patrones que brillarán en tu punto-raíz que late sobre el corazón de la falda luminosa germinada en el suelo eructa cempasúchil la avalancha de la visión te pasará sobre la tuerca de tu medio ojo disecado las pupilas se te llenarán de trenzas halos ardientes círculos pentagramas tu aliento será regado por la estrella de los manantiales seductores en el que el día se retuerce nuevamente en la ilusión fermentada del presente

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El sol me miraba con ternura. Las camelias se dormían, y el cielo jugaba con las nubes, alegrando mi corazón enamorado… Y cuando los girasoles románticos, abrieron la primavera, vi en mi rostro tanta magia, ¡que me dejó los sueños del mar!

Vinilos El último arcoíris trajo el rosa de tus labios a mi ventana que iluminó rayos de sol a mis días de oscuridad. Recordé que tu partida se extendió en los horarios académicos y el trabajo de medio turno, ladrones de tus caricias en noches de incertidumbre. Mi amor permanecía firme aunque tus llamadas se nublaron, las cartas frías y silencios profundos anunciaron el final a mi corazón. Mis lágrimas no cesaron y comprendí que los vinilos sólo existieron de mi parte, y los tuyos habían muerto.

El nublado cielo Desperté esa mañana con la ilusión que nuestra vida volvería a ser como antes. El plan de los hijos, cafés en las madrugadas y los jazmines en nuestro balcón iluminarían nuestro amor en inviernos. Mis sueños se extinguían en la fría mesa del olvido, Karen nunca regresó a casa y partió al sur quebrando mi corazón. Le escribí varias cartas suplicándole que volviera pero nunca hubo una gota de su rastro, el diario me contó que ahora es la señora de Gómez. Sentí que mi vida se partía en dos y nada tendría sentido, lloré como un niño desconsolado ante el nublado cielo que se ha ido con la llegada de las mariposas a mi ventanal. 14


o r d n a j Ale m e n Gá

n lació i p o a recuseo del n u , ) 2 0 1 4 u a l e s. M ( ntesde m a s t u i s t v n n i e es úne historiao de la e Mominstant etepec. r , ) r a de rro, M (2013poner lro: Cent o r r Ba o m e idas a, de pdrían coviajes. F. u a l t c a P e p o o d e ñ a ga do in(Orizab (Me‐ i s q u d i a r i L a r ra n s ha onolitoCulturaro de un agen a y u s Im f í a s s co m o M vistaico febredor al ns‐ a e r r g a Foto revistaz) y en l de Méxzo acree so del I éxico ‐ e n ra c r u s t a d o s e h i o n c u r o d e M d e m o Ve pec, E n 2018 r del c Estad a a la e‐ t e 1 7 ) . E l u ga a l d e l i ra d r í a n u 0 s u l 2 0 g u n d o l e c t o r “ Un a m ga n a o 2 0 2 o e n e se uto E nado io que ste añ cluid t i t n o m i p re m 0 1 9 . E f u e i n m a , d e de acia”, e en 2 ráfico el poe c r m e n t fo t o g ia d ando n g e t a va a b a j o r u a estores Armllardo, éxi‐ tr a ok L

s e n í d r a J tales n e M

fía a a r g o a fo tE s t u d i ó l a llegóortero.apaci‐ o m e Gá n o d e re p t o d e C t i n u a d o r ta. co n and fici titu Alej és del o n el Ins jo y ha todidac trav grafía e el Trabanera au n: fo t o n p a ra o d e m a n e s e s t á de lale. s e tacióndiend posicio n á g e n d e c a l e. m i a p ree s u s ex : 18) tuació Orient r 0 t 2 n ( E d o s a s e n s i a ro d e n u la sm al F on s de asa de Otro de perso Cultur a p m v i d a : Ce n t r esta . Foro: Calco, : ) 6 ( 2 0 1 u d a d e s h i ca h u Foro o n a u rb n d e s c i ó n i m o C l a r Vit en gra an Jer s or loro de p v i d au r a d e S o o id corr grafo. Fguel Cultepec. e r n i 5), u del fotóe San M Me t 1 0 2 ( d es cticos visual ultura é l c E re s e de C . 15 inteirección etepec M la D ueso, el H

M d e-boompila ctavio Go entre sía y c e los ado y O borativpila po ‐ Salgajo cola ue com tistas la en trab C hile, q al de arí mismo del c o y a j o v i s u n o s, a s o l u g a r a f í a trabamerical segund Fotogrigual‐ tino ganó estatal deo de la O y 2020curso E es en pr COESPentro Conxiquensro” de la el encu Mé‐ “Me de géne icipó entografía men‐ dad 021 partal de fo to docuque en 2rnacioncon el fomismo inte – Perú undos” revista xicoOtros M o en la t a l “ u b l i ca d fue payer. Alm


Infinitum

Escalera al cielo

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Guardián Ancestral

Exposición fotográfica “Jardines men‐ tales”, incluye 5 piezas, busca poner al alcance de la vista espacios fotográ‐ ficos de descanso verde. Debido a la pandemia global, la vida cotidiana en muchos lugares se ha mo‐ dificado (especialmente, ante la reco‐ mendación de no salir de casa a menos que sea necesario). Se avecinaba lo que los expertos han dado en llamar una crisis de salud mental relacionada con el estrés al que el encierro suele some‐ ter a las personas. En una era tan visual como la nuestra, lo que observamos genera estímulos específicos. El color verde, por ejemplo, produce en el cere‐ bro relajación y promueve el desestrés. La idea de esta serie fotográfica en la que se venera al verde es obsequiar al espectador un descanso mental indispensable.

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Ocaso en flor de Maguey


Encontramos un marco de televisión en una milpa



Lo esencial es invisible a la trama Maritza Alexandra Rodríguez Acevedo

Hace unos cuantos días me encontraba perdida, —estado frecuente desde mi llegada a España— deambulando entre los pasillos de una de las tantas librerías de Madrid. Las posibilidades de lectura en la sección de novedades me abruma‐ ban, dejándome sin saber qué elegir. Un lector avezado, viendo que pasaba mis ojos rápidamente sobre la contraportada de los libros, decidió apiadarse de mí; sin decirme una pa‐ labra se acercó, extendiéndome el libro El Misterio de la Cripta Embrujada de Eduardo Mendoza. Dicho lector, sin sa‐ berlo, me introdujo a la narrativa actual de España —a mí, que mi conocimiento

de escritores españoles se había es‐ tancado en aquellos del Siglo de Oro— con este libro de apenas ciento cincuen‐ ta páginas, cuya lectura pude haber he‐ cho en mi vuelo México-España y que incluso su mismo autor ha calificado como una «novela de avión». Una lectu‐ ra fácil, rápida, de «letra grande», «bue‐ nos márgenes» y que cabía sin pro‐ blemas en mi bolso de mano. Tuve la fortuna o el infortunio, según quiera verse, de llegar a esta, su segun‐ da novela sin el prejuicio de la primera gran obra de este autor. Tal vez fue por ello que me sorprendió escuchar 20


tantas críticas negativas. La primera de ellas vino del vendedor en el mo‐ mento justo de pagar el libro: «Histo‐ ria entretenida, pero tonta»; la segun‐ da de un colega universitario que, al verme con el libro en las manos, se acercó con su Juan Benet bajo el brazo para decirme: «No se escribe nada bueno últimamente». La tercera, de uno de mis profesores, fiel seguidor de las novedades del mundo literario: «Está lejos de su primera novela». Tal vez fue gracias a estos comen‐ tarios que me decidí a leer más atentamente, inten‐ tando —desde mi perspec‐ tiva de estudiante— hacer un análisis crítico. La trama es simple, nos si‐ tuamos en Barcelona, un misterio ocurre, el cuál la policía no ha podido resolver: una niña interna en el colegio de monjas de San Gervasio ha desaparecido. Dicho suce‐ so ya había ocurrido seis años atrás, por lo que ambos casos parecen estar conectados. El comisario Flores ofrece a nuestro personaje principal, el cual se encuentra interno en un sanatorio mental, su libertad a cambio de su ayuda para resolver este misterio. De

entrada, quien crea que la historia anterior es totalmente realista probab‐ lemente se encuentre tan fuera de sus cabales como nuestro protagonista. Lo que las personas que —sin yo pedirlo— soltaron sus críticas, no lo‐ graron ver es que lo esencial de esta novela no se encuentra en su trama. Detrás de su historia descabellada se esconde todo un pandemónium de di‐ ferentes artificios de re‐ ferentes de creación li‐ teraria y, sobre todo, intertextualidad. En un principio la novela es en sí misma una paro‐ dia de la novela policiaca. El misterio por resolverse deja claro sus tintes de‐ tectivescos; pero el perso‐ naje principal, cuyo nombre desconocemos, se escapa por completo de la figura del detective que nos presentaban autores como Conan Doyle con Sherlock Hol‐ mes. Este detective es un loco, de los estratos más bajos de la sociedad que parece actuar de manera impulsiva. Su figura se asemeja más a la del pícaro y la narración de una sucesión de aven‐ turas —aunque en este caso sean casi todas inverosímiles— agrega más del 21


género picaresco. Hablando de aven‐ turas irreales, el personaje principal recuerda también al referente literario más emblemático en la literatura española, Don Quijote de la Mancha. Estamos ante un loco muy inteligente que nos lleva a una realidad ambigua en la que hay que preguntarse a cada minuto qué es verdad y qué es men‐ tira; que hace uso también de la ironía, el monólogo y que, a ratos, intercala historias de los distintos personajes. Tal como lo hace Don Quijote en su intento de ser un caballero. Todo en su conjunto nos lleva a acep‐ tar esto como un guiño irónico, tanto de la realidad como de los otros discursos literarios de los que se sirve. Por lo tanto, este libro no puede ser leído como una típica novela. El Mis‐ terio de la Cripta Embrujada nos exige estar abiertos al humor, a la ironía, acep‐ tar ese juego que propone el autor desde un inicio en que el lector no sólo tiene que permanecer activo, intentando darles su propia coherencia a los he‐ chos, sino también ser cómplice y participar en este mundo narrativo irónico y absurdo. Dejo al lector la

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decisión de si, como yo, quiere darle una oportunidad a este libro, aceptan‐ do el juego que propone Eduardo Mendoza. Tal vez no se arrepienta, tal vez hasta se divierta tanto como yo lo hice. Decía otro latinoamericano, Mario Vargas Llosa (aunque él lo hiciera refiriéndose a Cortázar) «…escribir era jugar, divertirse, organizar la vida… con la arbitrariedad, la li‐ bertad, la fantasía y la irresponsabili‐ dad con la que lo hacen los niños y los locos». Escribir no necesariamente es subirse al pedestal de los cánones li‐ terarios y repetir discursos. Leer no siempre implica devorar textos pesados llenos de cultismos, neologismos, simbolismos y todos otros aquellos «is‐ mos» que nos hacen sonar intelectuales. Disfrute y buena literatura no tienen por qué ser siempre términos opuestos.


Félix, un libro de Ricardo Machado Ana Lilia Félix Pichardo

Félix fue uno de aquellos hombres

razón por la que no es sencillo

hecho de jirones de historias, de

descifrar su paso por los lugares

esos hombres que sólo pudo dar el

donde llegó a dar conferencias o

siglo XX. Para su fortuna o infortu‐

construir relojes de sol. Ligado a

nio, Félix nació al sur del continente

los exiliados españoles en México y

americano, pero su patria fue la

cercano a la generación del 27 por

poesía y se dedicó a hacer de su vida

cuestiones estéticas, Félix llegó a la

un viaje sin retornos. Peyrallo fue

Cuba prerrevolucionaria buscando

hijo del modernismo de Rubén

poesía y se encontró con Carilda

Darío e hizo de su vida una especie

Oliver Labra. Probablemente ese

de poética del viaje y del tiempo,

vínculo con la poeta cubana sea 23


una de las fuentes más certeras de

posibilidad que el o la lectora deci‐

que Félix pasó por Matanzas y dejó

da. Este libro se abre como un

huella de su existencia.

palimpsesto, quizá porque la vida

Este libro de Ricardo Machado

de Félix fue una serie de capas

puede leerse como una cartografía, un

narrativas apiladas unas sobre

cuaderno de viaje o un rompecabezas.

otras; sin embargo, queda en el áni‐

No sólo representa un valioso docu‐

mo de la lectora cavar hasta donde

mento que recoge los vestigios de la

quede satisfecha su curiosidad por

vida de Félix y sus andanzas por

saber quién fue Félix y cómo esa

América Latina, sino que también

vida fragmentada puede ser un

se dibuja como un mapa-texto. La

espejo de nuestros días.

investigación del autor representa la

Para mayor información sobre el li‐

perfecta analogía de lo que fue el

bro, visitar la página de Librería

peregrinaje nómada y poético de Pey‐

Humana:

rallo, su relación con la literatura y el

http://www.humanasebolivra‐

campo literario en diversos países, así

ria.com.br

como su vida bohemia y sin anclajes. El resultado final es un libro que se vive como un viaje, la carta de navegación son los vestigios que de Félix recoge Ricardo Machado para acercarnos al enigma de su exis‐ tencia, aunque la respuesta queda en manos del o la lectora. ¿quién es Félix Peyrallo Carbajal? Probablemente no haya una respuesta unívoca. Más bien tene‐ mos ante nuestros ojos y manos un rompecabezas abierto a cualquier

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El lado moridor de Dark: persistencia del idealismo alemán y el filósofo velado Milton Rodríguez Ramírez

Greeting my friends we are all interested in the future, for that where you and I are going to spend the rest of our lives, and remember my friends, future events such as these will affect you in the future”. —Criswell, Plan 9 from outerspace

Sucede que la filosofía alemana, aún después de tres siglos, continúa caliente en su frialdad imbatible. Los ojos suspendidos en el rostro de Adán, desfi‐ gurado a causa de incontables intentos por viajar en el tiempo, son su calor. Aún resuena el repique de “La campana” de Schiller que describía las aspiraciones a la consolidación de una nación y abarcaba todos los esfuerzos ilustrados que por ella se hicieron, sólo que, mientras aquel so‐ nido fue forjado por la fundición del bronce en la tierra, en Dark la campana se ha tornado una chimenea que se le‐ vanta por encima del pueblo, y en cuyas cavernas se cocinan reactivos nucleares que descomponen lo que Schiller creyó unificar: el sentido de la existencia, que se

rompe tan sólo para volver a unirse en la infinidad. De la marea de análisis que ha suscitado la serie, y que pueden encon‐ trarse en redes sociales, me quedo con un comentario en un video de Youtube. El usuario “Martín F” hace notar la importancia del freno de la historia como un elemento central. Esta referencia den‐ tro de Dark no sólo es una cita más, sino una idea en el sentido de que en ella se abrazan los demás conceptos. Esa parada súbita del tiempo con la que se explica el origen y se resuelve el final de la serie, es también un cuestionamiento sobre la condición ontológica de la misma confi‐ guración narrativa, pues trata sobre los 25


fundamentos y problemas del propio mundo ficcional de Dark. Entre las alusiones más socorri‐ das, que tanto espectadores como los co‐ mentadores mencionan, se encuentran Nietzche y Schopenhauer. Estos pen‐ sadores aparecen como temas centrales en cuanto nociones generales sobre el eterno retorno y la voluntad como equi‐ valentes de la circularidad del tiempo y el libre albedrío. Sin embargo, represen‐ tan también la confrontación del espíri‐ tu alemán que también está vertido so‐ bre las figuras de Adán y Eva. Es decir, la tensión entre la idea y la praxis, entre el Schopenhauer de la abulia y el Nietzche que declara que el filósofo ha de hacerse a la mar. Según Heinrich Heine, el padre de este mito y de esta lucha, no es otro más que Martin Lutero. Lo considera el modelo del alemán moderno que supera su apatía innata o sus predisposiciones al ejercicio de la trama infinita, en él se funden la acción y la palabra; La re‐ forma: guerra y disputa intelectual a un tiempo. Heine llega al extremo de consi‐ derarlo el padre de la literatura alemana, todo arte alemán mama de Lutero. Dark elide y deja implícita toda una historia literaria, una filosofía y un proceso político particular del que ni la literatura ni la historia ni la filosofía pueden desmarcarse. Esto es la confro‐ ntación política entre burguesía y aristo‐ cracia. Norbert Elías se encarga de dar cuenta de la lucha por el poder y la li‐ bertad de la burguesía, para ello, se en‐ cargaron de la legitimación de la cultura 26

como valor ideal. Al aristócrata se le deslegitimó desde su vanidad y sus fies‐ tas, es decir, la bandera de la burguesía fue sobre todo el entendimiento y la ins‐ trucción en las humanidades y la ciencias. La crítica que se hace a este pro‐ ceso que se dio durante la segunda mi‐ tad del siglo XVIII, es que nunca hubo una revolución de la que obreros, traba‐ jadores y campesinos formaran parte. La política alemana es la de la reforma inva‐ riable. Después de todo, las verdaderas luchas campesinas habían sido ahogadas ante los ojos de Durero, siglos atrás. La disputa entre lo individual y lo universal es también una deriva de esta lucha por el poder y por la exis‐ tencia, en la disertación sobre el teatro nacional Goethe y Schiller se pregunta‐ ban sobre la pertinencia de la épica y el drama, la cuestión central era: cómo hacer para que un tema épico le hablase a los hombres de su tiempo, modernos, y cómo hacer que algo que le ocurría a un simple oficinista alcanzase la digni‐ dad de lo épico; la universalidad. Por su lado, Goethe, en los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, ya ponía de relieve la dignidad del artista debido a sus acervo cultural y explícita las incong‐ ruencias de la ética protestante que We‐ ber describiría años mas tarde. El trabajo contra el arte es sólo otro nombre de la idea y la praxis, del cuerpo y el espíritu. Goethe resolvería el problema en un tono trinitario muy al estilo de Dark, la aristocracia intercedía por el artista y el trabajo intelectual ante el burgués del trabajo y el ahorro.


De los dos titanes de la literatu‐ ra alemana, Schiller me parece el más cercano al elenco de personajes puestos en juego en Winden. En un principio, Jonas y compañía parecen minotauros atrapados en el laberinto, pero luego se revelan como especies de Guillermo Tell. Durante la primera temporada Jonas es abrumado por el descubri‐ miento de la naturaleza de la desapa‐ rición de Mikkel, su padre; en realidad todos los personajes están enfrentados a la manera antinatural de Wilhelm Tell, el padre apuntando la flecha del tiempo contra su hijo, siendo hijos y padres de ellos mismos. Durante la segunda etapa se descubre a Adán, el Jonas que es idéntico al Karl Moore de Los bandidos, aquel que declara: “Que se paralice la tormenta ante mi orgu‐ llo”, Rüdiger Safranski narra cómo Schiller descubre el sinsentido de la vida y por lo tanto decide poner orden él mismo, da cuenta de su poder ge‐ nerador, ordenador. Esto, piensa Saf‐ ranski, sucede también en la historia alemana que decide empezar su histo‐ ria como herederos directos de la mito‐ logía griega y el arte heleno. Pero es en la tercera temporada que ese Jonas Tell se ve arrastrado a la acción, como el Guillermo Tell que no lucha por la libertad de Suiza sino por la restitución de su dignidad. Un Tell que al luchar por un motivo personal se vuelve el motor de la rebelión, causa directa de que sus amigos dejen de conspirar y se decidan a obrar. Jonas es el ángel de la historia que se ve arra‐ strado por el aire, Winden, hacia el fu‐

turo sin poder detenerse, pero ese ángel muere a mitad de temporada. Eva o la joven Martha del Winden pa‐ ralelo le dispara. Jonas cae al suelo jus‐ to entre los árboles genealógicos que al ser tomados desde el aire se revelan como las alas del Ángelus Novus. A partir de aquí se descubre al filósofo ve‐ lado que completa la trinidad, Walter Benjamin. ¿Cómo interpretar la suerte del ángel?¿como la desaparición de las ruinas? Pudiera ser la muerte de la me‐ lancolía, la muerte del progreso del tiempo, la muerte de la no acción, porque sólo eso permite el transcurso del mundo normal. Jonas muerto es por fin el Jonas que sale de la ballena. No obstante, las ideas benjaminianas residen de manera luminosa en la figu‐ ra de Claudia Tiedemann, quien se halla en un tercer plano, fuera del tiempo, en una vida detenida. La antigua directora de la planta logra deshacer el nudo a la manera de Fiesco, el caudillo genovés, renunciando a la corona, renunciando a la vida de su propia hija. Dark muestra así su “lado moridor", como diría José Revueltas, una dialéctica con algunos guiños al Still-stand de Benjamin, que es preci‐ samente la suspensión de la misma: “en el que se aprehende, en el que se la so‐ mete, no es otro que su lado dialéctico, donde la realidad obedece a un devenir sujeto a leyes, en que los elementos contrarios se interpenetran y la acu‐ mulación cuantitativa se transforma cualitativamente”.

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Fotografía de Sofia Missiato

NUTRIÇÃO PELAS RAÍZES: A POSSIBILIDADE DE BANHAR-SE DE MAIS Sofia Maria Missiato Barbuio

Que potência é a possibilidade de entrar em contato com nossa ancestralidade. Também digo dos antepassados nacionais, pessoas que conhecemos ou que nunca entramos em contato direto, mas que estão intrinsicamente ligados a nós. O que faz de nós brasileiros?

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Reconhecer a parte que nos é dada a vida é fundamental na interpretação so‐ bre o todo. Ser paulista; ser carioca está implícito muitos signos. Ser brasilei‐ ro também. Cultura, como se sabe, entende-se por tudo que nos rodeia, a alimentação, a música, o idioma, o comportamento, a paisagem, e o mais interessante: a nossa expressão a tudo que nos atinge e reflete em seguida. ‘ꞋO espelho que vejo me reflete, o que vejo sou eu e todos os outros’’. A razão pela qual exercemos a nossa cultura está escrita em nossa história de muitas maneiras, mas os hábitos que mantemos estão ligados de modo subjetivo. Não sabemos de onde vieram justamente por vir de muitos lugares. E tais hábitos, por menor que sejam, exercem uma influência no nosso mi‐ crocosmo cotidiano que fazem toda diferença ao final do dia. Não é sobre a grandiosidade de um evento cultural, por exemplo, mas o que se coloca no prato ou o que se fala, com qual entonação se fala, qual ritmo, cor, palavra, gíria. Com o tempo, acabamos por fazer uma releitura de nós mesmos sem perce‐ ber. Releitura. Repetindo o que se escuta e dizendo por você, por exemplo. A cultura é falada, escutada, repedida, analisada, patronizada e por fim, filtrada por alguém, sem ordem específica. Como é bonito enxergar que um simples gesto vem carregado de bagagem histórica. Estava eu Em Santa Rita do Passa Quatro Eram quase seis e já estava escuro Quando escurece aqui não há mais luz Fiz um caminho alternativo para chegar mais rápido No caminho comecei a sentir um cheiro Aroma este que ficava mais intenso quando... identifiquei qual cheio era Dama da noite Constatei então que não há como ter o mesmo sentido de realidade se depa‐ rando com sensações que só são percebidas, quem aqui vive. 29


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cuatro OBRAS Juan Arón B. Valenciano Zacatecas Desertor artes uaz Formación en talleres como creación y difusión uaz, el sotol, taller imagen del rinoceronte, madriguera gráfica, facultad de bellas artes Querétaro, facultad de artes de Xalapa,Enpeg Inbal, Centro cultural Clavijero Morelia, centro de artes Emilia Ortiz Tepic, Fad Unam, "La muñeca" Guadalajara Exposiciones en Zacatecas, Cdmx, Cuernavaca, Universidad San Luis Argentina, Aguascalientes 1. Acrílico, collage, plástico, café soluble, tinta china 50x40cm 2. Acrílico, tinta china, café soluble 50x40 cm 3. Collage, cartón, papel, aerosol, acrílico, tintas 56x76 cm 4. Xilografía, collage gráfico, tinta offset 38x28 cm

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L u i s M a r i o A l f o n s o S i lva G u r r o l a

Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas / Lo mismo que un árbol / En tiempos de otoño se quedan sin hojas / Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas / Esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón. Las simples cosas, Armando Tejada Gómez.

Cuando el automóvil se estacionó afuera de la casa, Maximiliano no predijo la catástrofe que se había ceñido sobre él y su madre. Ella apaga la música, respira con pesadez, casi con la urgencia de la verdad cuando alguien se descubre que ha sido engañado. Acaban de llegar del funeral del hermano de Mariana, la madre de Maxi‐ miliano. La tristeza en el lugar se sentía al poner un pie sobre el suelo de la funeraria; había pocas personas, Heráclito fue un hombre peligroso, padecía una enfermad que dañaba irreversiblemente a quién se atrevía a establecer una relación más allá de la cordialidad con él. El cadáver yacía en un féretro anticuado, parecía haber sido obtenido de descuento con algún muerto que se arrepintió de descansar eternamente en tal armatoste: era de color blanco con algunas manchas de humedad, el interior tenía un forro de gris nauseabundo. 36


«Flores para pobres», comentó Engracia, la abuela de Maximiliano al mirar los claveles sobre el féretro, todo ello mientras se abanicaba desde un rincón, la ropa negra le hacía sudar en demasía y transparentaba su brasier. Engracia fue una madre ausente la mayor parte de la vida de Heráclito y Ma‐ riana, ella fue una cantante de bajo éxito que se embarazó de un productor; después de tener a los mellizos, sólo permaneció en el nido dos años, en‐ tonces tomó sus maletas y encaró a Fernando, ella se iría para seguir con su carrera. El repertorio musical de Engracia sonaba en la radio por las mañanas cuando no había peticiones en la estación, su éxito moderado siempre la persiguió y por consecuencia devoró su fantasía de felicidad. Mariana estaba sentada en primera fila con el rosario en mano, rezaba en voz baja la letanía, su voz jamás se entrecortaba, ni siquiera en situaciones complejas como ésta. «Al menos estará con mi papito», repetía una voz en la cabeza de la mujer, de vez en cuando, se giraba para ver a su madre, le hubiera gustado verla conmo‐ vida o al borde de la desolación, así quizás ella también podría haberse permitido llorar un poco. Maximiliano estaba en la entrada recibiendo a las pocas personas que se dig‐ naban a llegar, fumaba un cigarro frenéticamente, un nerviosismo se apo‐ deraba de él y causaba un malestar en su estómago, Diana, su amiga le había dicho que quizás su madre ya había descubierto el secreto. Durante el día, Mariana casi no habló con nadie, permaneció devota al cadá‐ ver de su hermano, a pesar de que él había sido causante de tantos sufrimien‐ tos en su vida; aún recuerda el día que diagnosticaron a Miguel, su padre, de cáncer y cómo Heráclito no volvió a pararse por la casa.

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Ver a su padre morir poco a poco, acabó con la fe en la bondad de las personas de Mariana, los pañuelos sanguinolentos, los desmayos y un día verle tendido en la cama, muerto en medio de un absceso de tos. «Dile al muchacho que te lleve a casa, yo me quedo el resto de la noche» agregó Engracia sentándose al lado de su hija, posó su mano sobre el hombro y le miró con dulzura, una idea que lastimó más a Mariana. Recorrió el lugar en silencio, sin siquiera dirigirle una palabra a su madre, quien ya se había puesto a dar un discurso, «qué necia mujer, siempre tiene que hacer que todo trate de ella» pensaba Mariana mientras huía al auto para evitar algún enfrentamiento. Maximiliano comenzó a conducir en silencio, en la radio sonaban canciones anticuadas, los boleros le recordaban tanto a su padre y el calvario que sufrió, todo el cúmulo sólo acrecentaba su cólera. El auto se estacionó en la entrada de la casa, las paredes de la fachada estaban descarapeladas y la pintura vieja se mostraba como una herida mal sanada, cuya única solución sería amputar el miembro dañado. Mariana, miró a su hijo, la repugnancia le llenó y promulgó desde el odio, desde sus entrañas un sonoro grito inquisitivo: ― Dime la verdad, Maximiliano, ¡¿eres maricón?!

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¿Lingüística? I s a b e l J u á r e z Líneas, puntos, fluidez y silencios. Nos movemos entre símbolos que forman paralabras que forman un lenguaje que nos forman a nosotros. Sí, el lenguaje adroctina, así, como una especie de religión que nadie elige (al menos no cuando se nace). Estamos hechos de voces interiores que repiten fonemas claros, códigos que no necesitan ser decifrados, que se almacenan en el interior como el hígado, los riñones o los 5 litros de sangre que nos compo‐ nen. Quizá encontrarnos, por ejemplo, con una "S" enrrollada entre el ester‐ nón y la tráquea, con una "R" clavada en el pulmón derecho, la "T" en medio del ventrículo cardíaco, quiza la "J" nos recorre el femúr; y así hasta ser constitui‐ dos por el alfabeto. Luego vienen los sonidos de cada una, y con ellos sus vi‐ braciones resonando en todas las partes del cuerpo, viviendo en el pensa‐ miento y siempre dándole forma a los recuerdos y nostalgias. Le pertenecemos al lenguaje; a este de las letras y a los otros lenguajes también, a los que no se hablan pero sí comunican. A veces, quizá, dan ganas de estudiar la sintaxis de las miradas, encontrar en ellas un enunciado completo. Podría decir que el sujeto se enconde entre el globo ocular y el párpado mientras los ojos están cerrados (antes de mirar), el objeto directo se cocina al momento que la luz toca la pupila, mientras el verbo empieza a viajar de punto "A" a punto "B" y llega a su destino afectando al objeto indirecto. Ojalá fuera suficiente seguir una fórmula para analizar las miradas. Justo en el trayecto se esconden todas las palabras que se transforman en memorias archivándose en la piel, en los órganos, en el huequito detrás de las orejas, debajo de las uñas, metidas en el ombligo...Quizá, sólo quizá por eso se escribe, porque al hacerlo nos reconocemos en los otros, porque así toca‐ mos la impermanencia del interior y lo que dice, quizá escribimos sólo para algún día ser parte de las nostalgias de quien hoy nos mira. Quizá no somos nosotros quienes escribimos, quizá sólo nos dejamos escribir por el lenguaje. 39


PISO DE NUBES Isabel Juárez

Había encontrado un ritual: salir de casa, caminar al compás de un metrónomo rodeando el edificio contiguo, detenerse después de la quinta vuelta a un lado del semáforo, girar su cabeza hacia el sur, respirar profundo y regresar por la gran avenida cambiando el ritmo del andar. Iniciar el conteo reg‐ resivo al subir, eran 243 escalones para llegar a su nido. —¡SILENCIO!— leer este rótulo de gran formato que ador‐ naba las paredes blancas de su apartamento era el último paso en su plegaria que le daba tregua a esa invasión de chillido síncope. Pero esta mañana no resultó, a pesar de ha‐ berlo realizado a la perfección, el laberinto en su cabeza no paraba, el ajetreo en su cuerpo era indomable, es que se convirtió en fantasma y nadie se lo ha anunciado.

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B O L A D E C R I S TA L Verónica A. De La Torre

Nado. Mi existencia gira en torno a eso: nadar. Rápido, lento, curvo, rec‐ to, el modo no importa pues a mi alrededor hay un todo renuente a cambiar. Contemplo mi paraje dentro de esta redonda pared que consa‐ gra mi encierro, donde todas las formas vibran y los lugares se limitan a uno: aquí, adentro. La única imagen que en realidad puedo distinguir son un par de ojos castaños, muy por encima de mi hermético confinamiento, más allá de la superficie; desde allá, ellos aparentan custodiarme. He residido solo en este pequeño universo toda una vida. No recuerdo ningún antes, sólo el ahora dentro de esta pecera. Aquellos mismos luceros, que velan mi des‐ tierro, así lo declararon en el aire: “todo esto sólo para ti”. Una abru‐ madora soledad para mí. Mi atención se desvanece, me hundo. Al quedarme completamente quieto, en el fondo, veo otra imagen, esta vez deforme: bien podría ser redonda, podría tener boca, tal vez ojos, pero se pierde fácilmente.

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Quiero creer que es mi rostro, aunque no estoy seguro. No soy seguro de nada. Paso el tiempo, mi mente apaga, me quedo dormido sin poder cerrar los ojos. Entra oxígeno por mi boca y burbujas salen de ella. La ligereza de éstas les permite escapar en la superficie y yo sólo puedo envidiarlas. Otro respiro y otro más rápido. La tranquilidad tiende a perecer dema‐ siado pronto. Vuelvo a moverme, muy rápido esta vez. La desesperación me consu‐ me. El único reflejo en el vidrio se mueve junto a mí. Fogonazos rojos, naranjas y dorados se deslizan a mi lado. Nos movemos en círculos sin llegar a ningún lugar, pues no hay tal. Dejo de moverme. Me quedo varado y la amorfa cara me mira de nuevo. Me aterra. Subo a la superficie para huir de ella. Arriba, me es imposible jalar cualquier bocanada de vida a mis branquias. Mi pecho empieza a doler. Regreso abatido a mi zona de resguardo, el agua, donde la fatiga me detiene, la presión me oprime y empiezo a bajar. Cada vez más… y más… Aquí, debajo de todo, no puedo moverme, no hago nada. El miedo se ha comido mis extremidades. Empiezo a crecer, ya soy demasiado grande para este limitado espacio. Mi cuerpo toca el frío, me desbordo. Creo que, sin darme cuenta, me tragué el agua donde nadaba, pues ahora no puedo respirar. Necesito gritar, pero es imposible, ni siquiera tengo cuerdas vocales; y moverme; y buscar la salida de este abismo. De repente, un crujido, apenas perceptible, detiene mi corazón y mis pensamientos. Me dice que algo está por reventar. Busco emocionado el origen de aquel ruido. Es inútil, el cristal está intacto, soy yo el que se quiebra. La desdicha aumenta de forma increíble y vuelvo a quedarme quieto. Mi cuerpo, insuficientemente pequeño, necesita parar. Así vuelvo al incesante sopor. 42


En mi mente formo un plan de escape. Salir se vuelve mi prioridad. Necesito tomar fuerzas, pero tengo tanta hambre. Hace tiempo que no hay nada de comer. Los ojos desparecieron, se olvidaron de mí. Nado en círculos para avivar el poco aliento que servirá como boleto de salida. Me paro en seco y la idea se hace más grande: “¡Saldré de aquí!” Mi corazón late cada vez más rápido. Estoy tan emocionado que mis fuerzas se triplican. Cambio de dirección: línea recta hasta la superficie. Nado tan rápido como me es posi‐ ble y me preparo para el gran salto. El brillo de la enmudecida televisión convive con la espesa bruma que envuelve al dormitorio. El olor nauseabundo del encierro nada en el ambiente. Las ventanas, cerradas por semanas, obstruyen el paso de luz, aire y vida. La ropa sucia sin recoger brota por todo el piso. En la única cama una inmóvil figura femenina completa la imagen de decadencia que descri‐ be a toda la estancia. Los vestigios de descuido en el cuerpo de ella delatan el abandono que sufre. Sus párpados se mantienen cerrados como si un gran pesar la consu‐ miera. Dentro de ellos, sus pupilas revolotean al compás de dolorosas ideas, retoños de su inquieta mente. La respiración irregular advierte pequeños sollozos que salen de su boca. Ruidos del exterior rompen con el hechizo. Aunque muy lejanos, los so‐ nidos retumban en las paredes: alguien está llamando en la puerta. La mu‐ jer en la cama por fin abre los ojos, vuelve a su realidad tangible. Nadie res‐ ponde, pero los golpes, volviendo a su fastidioso lugar, insisten y gritan “¡Soledad, abre! ¡Por favor!”. La mujer siente la pesadez que viste a su cuerpo. Reconoce la voz, pero le es difícil obedecer. No quiere dejar la cama; sólo la terquedad y el vigor la obligan a levantarse. Encuentra el control remoto y apaga la televisión. Poco a poco y aclimatándose a la penumbra, sus ojos quedan fijos en la pantalla 43


casi negra. A su vista responde un rostro que le cuesta contemplar. Los ojos hinchados y oscuros, tan grandes como los de un pez, y la boca semiabierta, a la que sólo le falta una línea de burbujas, figuran el escalo‐ friante reflejo. La mujer aterrada busca refugio en el escape, no quiere reconocerse en la criatura de la pantalla. Gira su cuerpo y huye de aquella imagen desgarradora que es la suya. Con los pies en el suelo, camina por el cuarto sin cuidado de pisar los obstáculos que se interponen, ropa, zapatos, basura. Sigue su recorrido hasta llegar al recibidor del departamento, ahí, en el portal donde lla‐ man. La mirada de ella se detiene repentinamente en la mesa situada al lado del picaporte. Su contenido la deja pasmada: una pecera vacía. El cuerpo del pez dorado yace en el tapete donde se lee la palabra ‘bienveni‐ dos’. Las piernas de la mujer flaquean, el nudo en su garganta no la deja respirar. Sus ojos se nublan. La culpa y el desosiego le corroen nue‐ vamente el pecho. Una gota de sudor frío se riega por su espalda. La sequedad en su boca se vuelve más fuertes con cada segundo que pasa. Sus ojos se abren de miedo. Quiere volver a la cama, pero no puede no mirar el cadáver en el piso. Lo toma lentamente, aún viscoso entre sus manos. No sabe qué hacer con él. —¡Abre de una vez!—. La voz intrusa grita más fuerte, sacándola nuevamente del ensueño. Con un pequeño ‘¡plop!’ el ya rígido cuerpecito vuelve a flotar en su lugar. Afuera, con desesperación siguen tocando. Soledad se voltea, sujeta la llave y gira la perilla.

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P OEMAS J o n at h a n A l a r c o n

MARIPOSA Nadar en tu entrepierna es la caricia que se apaga tras el orgasmo. De nada sirvió la rosa que te regalé al carajo aquel romanticismo pasado de moda. Solo extrajiste la fuerza vital de mi corazón una vez que la flor se marchitó huiste. La tristeza proviene de las camas vacías de esos hoteles baratos, de la ilusión. Nunca sentí tu afecto, esa mirada de calor lo tuyo era una sed de vampiro parecías mariposa posada en esa flor y un frío polen se esparcía por el lecho. Nadar en tu entrepierna es la caricia que se apaga tras el orgasmo. Nunca entendí lo que estábamos haciendo pero me ilusionaba imaginar que jugábamos al amor. 45


UNA BICICLETA Compraré una bicicleta para pasear mi soledad para que la tristeza nunca me alcance para gastar el dinero que no tengo para estar más cerca del futuro. Que sea una bicicleta grande para que soporte el peso que vengo cargando. Que sea una bicicleta invisible para que nadie más que yo pueda verla. Quiero una bicicleta que me entienda y me cuente su genealogía. Quiero una bicicleta que sea paciente y me espere cuando no vaya a misa.

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ENSOÑACIÓN El hombre es más grande cuando está solo, pero el hecho de que alguien esté tiene su encanto. Como cuando te pienso y vienes en un recuerdo. ¡Podemos hacer tantas cosas juntos! La señora que pide limosna es un hombre ¡Pobre señora tan grande! Tan grande y nadando en un pequeño recuerdo. Los recuerdos son el mar del hombre. El hombre es más simpático cuando guarda silencio. Silencio a pesar del tumulto que lo rodea. Sabe que el hecho de estar tiene su encanto. Estar es un recuerdo, llega nadando. Cada vez amanece más temprano es lo que dicen, y el hombre despierta. Llegará el día que dormir consista en parpadear y aún ese día el hombre dormirá. Dormirá con la promesa de encontrarte y te encontrará rondando su sueño, pues sabe que el hecho de estar tiene su encanto, simpático encanto. El hombre es un bote encallado en el crispado oleaje con velas arriadas y pose de frágil barco. Él es un barco que recuerda en silencio, es más grande cuando alguien lo extraña. El hombre, cuando no está, extraña, y si no extraña recuerda. Siempre recuerda. El recuerdo tiene algo de añoranza y mientras algo se añora se extraña. Siempre se extraña. 47


DEL AMOR

Y OTRAS EMOCIONES

Thalia Nayeli Jiménez Rodríguez

Quiéreme Quiéreme despacio sin miedo a nada Quiéreme con calma, sin dolor Quiéreme con timidez con dulzura y protección Quiéreme sin complejos y con complejos Quiéreme de todas las formas posibles.

¿Tú recuerdas?

Recuerdo cada palabra, cada sílaba de las oraciones que pronunciabas, No eras como los demás, estabas callado y a la vez no. Recuerdo tu olor, tu compañía, tu cariño casi inocente recuerdo tus ojos, tu hoyuelo y lunar en la mejilla derecha recuerdo tu amor, con gracia, con dolor, con dudas. 48


Acordarme de ti Cuando me acuerdo de ti te beso, te abrazo y te cuido. No sé cómo, pero te beso en mis sueños te abrazo a mi alma y no te suelto. Te cruzaste en mi vida, en mi camino incierto, pero no te sentí, no pude abrazarte, te fuiste casi tan rápido como oscurece.

Solo dime… Dime que me sientes y me quieres Dime que te hago feliz dime todo Dime y dame todo Todo tu amor, cariño Dame todo de ti Dime si me voy o me quedo a confirmar esto que tenemos, esto que llamamos amor.

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¿Brindamos?

Brindo por mí, por ti, por nosotros, brindo porque me dejaste de querer. Brindo porque no estás, brindo por todo, menos por ti.

Pasión

Se volvió loca, loca de amor, acariciando sus labios imaginando su pasión. Imaginándolo a él, sin ropa Besando sus labios, acariciando su espalda, consumiéndole el alma.

Dolor

Llora por no haberles Dado un futuro mejor. Llora porque quiere más vida, por querer dar más amor y menos tristezas. Llora por sus hijos, por su futuro, por su vida. Llora porque le duele el alma y el corazón. Porque quiso dar más y no pudo, no se lo permitieron. Llora porque sin ella La vida se les complicaría. 50


Ángel Emiliano

L A CA M A GR AN DE

En casa somos cinco: mi mamá, Gabriel, María José, güelita y yo. Vivi‐ mos con güelita porque de su casa nos queda cerca todo y porque así el pendiente que fue Gabriel desde que nació, con esa maña de no alternar en su sollozo para agarrar aire y continuar, se solventa con su presencia y aquel extraño rito con que una vez le regresó la paz. Así que cada vez que a Gabriel se le va el aire y las lágrimas a la garganta, toma un huevo y lo recorre de pies a cabeza, y creo que también murmura algo mientras hace aquello, pero no sabría decir qué: yo sólo alcanzo a notar el movi‐ miento de sus labios, porque antes de poder acercarme de manera que logre oír las palabras de güelita, mi mamá me dice no interrumpas, vete a tu cuarto, dile a Marijó que te ayude con la tarea. Entonces yo me tengo que ir, y me voy mortificado, no tanto por no haber oído el hechizo que güelita recita, sino porque me da miedo que de tanto hacerlo, un día cualquiera, sus labios se acaben. Y yo me quedaría desamparado si eso pasara. Los besos de güelita son como una extensión de su sombra, un artificio que nos confiere el alivio de su inmediato amparo. Por eso to‐ dos, incluso mi mamá, antes de salir a vérnoslas con los días, nos 51


acercamos por las mañanas a la cama de güelita, le tomamos la mano para que nuestro calor la despierte y, aún con los ojos cerrados, haciendo un levísimo movimiento de cabeza, pide así que nos inclinemos un poco hacia ella para asignarnos el beso del alba. De esta manera uno se siente más capaz de abandonarse a la vida y, cuando sentimos que aquel beso se está debilitando, ya apagándose como su veladora frente a San Judas Tadeo, que suelta un último parpadeo, estamos de regreso en casa, donde nos espera sentada a la mesa, y se apresura a apagar el cigarrillo apachurrándolo en su lengua y luego tira la colilla, y luego la esconde debajo de su pie como en plan de ocultarnos los vicios. Pero nosotros sabemos que ella fuma. Lo sabemos porque el humo de cigarro no congenia con los vapores de la cocina, quedando fuera de esa mezcla de olores; cilantro, pollo, cebolla, a veces arroz, con frecuencia frijoles de olla. Aunque lo sepamos, le seguimos el juego: nos hacemos tontos para que güelita sea feliz, para que piense que su engaño resulta y siga con él todos los días, además porque me gusta cuando la sorprende el ruido de la puerta que se abre, pero, todavía más, la prisa que la posee para manotear el aire y sacar por la ventana cualquier olor que levante sospechas, entonces nos pregunta que qué tal nuestro día, que qué hicimos o que si ya tenemos hambre, y, sin que ninguno le pida que renueve su protección, pues sabemos que no es necesario el sortilegio mientras estemos en casa, nos lo vuelve a dar, en la frente y como con miedo, de esto estoy seguro, ya que cuando vamos para el cuarto a hacer lo que sea mientras esperamos que esté la comida, antes de entrar volteo a la cocina y miro la mirada de güelita, con ese miedo del que hablo, pero también con un temblor de su pupila que me hace acordar, por pura relación, de la veladora que se consume en su cuarto, por eso de que es débil. 52


Güelita jamás me ha parecido débil. Uno la mira en su cama, en esa cama grande llena de ausencias, como si fuera su trono, y al lado, en cada buró, una estatuilla de esos hombres beatificados o de esas vírge‐ nes grandiosas que dan la vida a los dioses de carne y exhortación, dice. Güelita es una vieja amiga de los santos. Una mujer de tales influencias es asistida, y me consta, por fuerzas sobrenaturales que rebasan mi en‐ tendimiento. No hay palabras para esto. Ellos son quienes guardan su sueño y a quienes confía el principio del nuevo día. Algo de miedo me da aquello, porque el día que güelita nos falte, no lo dudo, esas sacras amis‐ tades ya no tendrán motivos para visitar a la familia. Eso me da miedo. Porque nosotros no estamos acostumbrados a tratar con ellos, salvo Ma‐ rijó, que ya algo entiende de plantas y rosarios. Güelita le enseñó desde muy chica a santiguarse y preocuparse por nosotros. Además se le da tan bien eso de ampararse sola que a veces pienso que tiene las mismas facultades que ella, lo que me alivia mucho desde que se le olvida darnos la bendición, desde que se conforma con desearnos buenos días, y es que de uno para otro comenzó a portarse extraño. Arrastrando los pies como si de repente todo el cuerpo le pesara. A veces mirando a ningún lado, otras suspirando. Por eso Marijó, por las tardes, me lleva a la parroquia para acompañarla a rezar. Pregunto que para qué y me dice para que se sienta mejor, y obedezco, pero no sé si lo hago bien, ni si‐ quiera si Marijó lo hacía bien, porque al final no conseguimos nada en el silencio de las súplicas. Mamá dice con el tiempo las personas se can‐ san, hijo. Y me explicó que había un tipo de sueño y, es más, un sueño hecho a la medida de nuestros deseos, que al fin y al cabo todos tendría‐ mos en el momento en que ese cansancio nos ganara. Sólo después supe que uno ya se no podía despertar de aquello, y cuando güelita cedió a él, por varios días no quise dormir. En parte porque la extrañaba; en parte porque me daba miedo ya no despertar. O hacerlo en la tierra, como 53


güelita, que por tantos años vivió cuidándonos desde su cama. Mamá dijo que me enfermé de tristeza, pero sólo Marijó entendió que de lo que me debía curar era del miedo. Lo hizo con un ramillete de hierbas y el largo murmullo de su hechizo. Fue la primera vez que lo escuché completo y también la primera, de la que tengo memoria, que lo usaron para quitarme un susto. Creo que le resulta de tan bue‐ nos efectos como a güelita con Gabriel. Le enseñó bien los remedios de la palabra y las bondades misteriosas de todas las plantas de su jardín: una herencia inacabable que retoña y vive hasta en su propio entendimiento. Tal vez, con el tiempo, Marijó pueda ocupar la cama grande. Y aunque su mirada tiene el mismo fuego que la de güelita, en ella es tan nuevo como el de las veladoras que encendió anoche.

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L A SEMÁNT

Dulce Esme

ralda Nava

ICA DEL MI

Verónica

TO

— Alfredo López Austin

El mito pretende dar respuesta a nuestras incógnitas sobre la creación del universo. Para Durand: “El mito se constituye en la soberanía de los símbolos que organiza en relato: arquetipos o símbolos profundos, o también simples sintemas anecdóticos” (Durand, De la mitocrítica 30). El mito se compone de símbolos y todo lo que nos rodea está sujeto al influjo de éstos. El ser humano está inmerso en un mundo simbólico inagotable, lo cual posibilita que existan diversas interpretaciones sobre los temas univer‐ sales que inquietan la naturaleza humana, facilitando la apertura a un mo‐ delo mitológico que se encuentra presente en el imaginario colectivo. 1. El mito de la historia verdadera Se ha tratado de desacreditar la mitología con bases científicas para antepo‐ ner una verdad y desarraigar la forma de vida de una cultura. Sin embargo,

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aunque aquella verdad científica haya sido sometida a un proceso riguroso, lo cierto es que, la filosofía continúa con las mismas preguntas que se han desarrollado desde la antigüedad, buscando comprender la verdad desde una mirada compleja. A pesar de que, en esa búsqueda, conocemos que hay verdades que no se pueden resolver por un razonamiento filosófico, sino que tienen que ser procesadas por el método científico para ser comprobadas. No po‐ demos dejar de lado que, en aquella indagación de la verdad surgen los mitos como principales tutores del origen de las culturas uni‐ versales. Y así como en el cristianismo existe un dios, santos, vírge‐ nes y ángeles para dar algunas explicaciones, en otras culturas la forma de vida se relaciona con otras deidades, como por ejemplo la adoración a la Pacha mama. Nos damos cuenta de que el cristia‐ nismo absorbe la idea de otras culturas sobre que después de la muerte existe la resurrección. La verdad mitológica forma hábitos. 2. El mito como historia sagrada El mito como historia que explica el origen con base en lo sagrado, tomando a los Dioses o al ente espiritual como origen de la creación, muestra el descubrimiento de una verdad muy distinta de la verdad histórica. La enseñanza de los Dioses del modelo mo‐ ral y del saber hacer nos arraiga a una esencia espiritual de apego a las creencias religiosas. El mito sagrado describe cómo los Dioses enseñaron al hombre a utilizar el buen vivir, el modelo de razón y vincular la lógica con la esperanza de la muerte trascendente. Así:

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“los procesos míticos se expresan como aventuras teñidas por pasio‐ nes semejantes a las humanas” (Austin 79). 3. El mito como cosmovisión de la muerte. Enrique Dussel explica en una de sus entrevistas que el mito da sen‐ tido al pensamiento racional de la muerte y cataloga el sentido que se le ha dado en distintas civilizaciones. Por un lado, nos describe cómo muere el cuerpo, aunque el alma sea inmortal para los griegos, hindúes o indoeuropeos. Mientras que, por otro lado, para los semi‐ tas, babilonios y palestinos muere la carne, no hay alma y muere todo del ser humano, pero existe la resurrección. Ambas cosmovisiones de la muerte no se pueden comprobar mediante el método científico, pues admiten que hay algo que va más allá del cuerpo, llámese lo di‐ vino o lo espiritual. La creencia en la pureza del alma puede llevarnos hacia las antípodas de las creencias religiosas, que postulan que el cuerpo es el origen del mal. Los deseos del cuerpo son tenidos por impuros y terrenales, y hace que se tenga al propio cuerpo por pecado. Luego, en la mitología egipcia encontramos que la trascendencia tiene su base en las acciones y su valoración moral, según un resumen de la explicación de Osiris. El paralelismo con la iglesia judeocristiana lo encontramos plasmado en el credo, donde se señala la resurrección de los muertos como consecuencia de que el cuerpo resucita sólo si es digno de hacerlo, si en vida se han realizado buenas acciones.

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4. El mito como modelo de vida Para poder entender los usos y costumbres de una localidad hace falta conocer sus mitos, ya que en la historia humana buscan de‐ terminar y dar explicación a una forma de vida y trascender ge‐ neracionalmente. Podemos citar a los aztecas, cuya mitología los llevó a construir su civilización en un espacio donde se encontraba un lago y, optimizando sus recursos, lograron adaptarlo en un espacio donde creció su cultura, utilizando el sistema de siembra como las chinampas que les permitió cultivar flores y verduras. Podemos hablar también de la Pachamama en la región andina que es la adoración, no como deidad sino como respeto a la re‐ lación entrela naturaleza y el ser humano. La conexión de un pue‐ blo conocido como Ngen se identifica con la naturaleza, como con los manantiales, los cerros y las vertientes. De esta manera nos damos cuenta que: el estudio de Mesoamérica ofrece excelentes posibilidades para analizar la integración de redes de intersubjetividad, la duración y extensión […] de vínculos y condiciones específicas que crearon la díada unidad/diversidad, y la duración y especificidad de los ritmos de transformación histórica (Austin 81)

Concluimos que la semántica del mito y su estudio conlleva a un análisis profundo desde muchas aristas, con un enfoque multidisciplinario que nos permite conocer nuestra identidad e historia y que con ella nos daremos cuenta de cómo las trayecto‐ rias históricas se asemejan y a la vez se bifurcan de cultura a cultura. 58


Bibliografía —Durand Gilbert. La imaginacion simbólica. Buenos Aires: Amorrouto editores, 1964. Impreso. —Durand, Gilbert. De la mitocrítica al mitoa‐ nálisis. Figuras míticas y aspectos de la obra. Barcelona: Anthropos-UNAM, 2013. Impreso. —Dussel. E. 1492 El encubrimiento del otro. La paz: Plural Editores, 1994. Impreso. —López Austin, Alfredo. Juego de tiempos. Ciu‐ dad de México: Academia Mexicana de la Lengua, 2018. Impreso.

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Revista LASÍLABA México 2021 Ciempiés encuadernaciones Ediciones | El gatito Espejo


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