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Pastor-latría, cuando la idolatría se desfraza de ego.

Por Oscar Salamanca graduado en Formación Integral Ibli-Facter de Casa Sobre la Roca.

La pastorlatría es una práctica de exaltación desmedida hacia los líderes religiosos o sus enseñanzas. Esta conducta no solamente es un error, sino una forma moderna de idolatría que causa daños irreparables en la vida espiritual y emocional de los creyentes.

El artículo “Enemigos silenciosos” de la revista Hechos&Crónicas (26 de julio de 2023) alerta sobre este tipo de fenómenos, que consumen silenciosamente la salud espiritual de muchas congregaciones. La admiración excesiva hacia una persona o una institución le abre la puerta al crecimiento del ego humano, al abuso de autoridad y a un ambiente que lleva a las personas a no desarrollar un pensamiento crítico sobre las directrices del líder o de la iglesia, impidiendo que estas sean evaluadas a la luz de la Palabra de Dios.

¿Cómo se puede reconocer la pastorlatría en uno mismo o en otros? Una señal de alarma es cuando un creyente comienza a atribuirle cualidades sobrehumanas o incluso divinas a un líder, justificando constantemente sus errores y considerándolo infalible. Estas actitudes a menudo van acompañadas de una obediencia ciega.

En Hechos 17: 10-11 se nos relata lo siguiente: Tan pronto como se hizo de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Berea, quien es al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. Esto seran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que estuvieron muy dispuestos a recibir el mensaje y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba. El texto anterior nos deja clara la responsabilidad que el creyente debe tener frente a cualquier enseñanza, incluso la de su pastor, ya que nadie, por más ungido que sea, está por encima de Dios.

Elevar a las personas a la posición divina o atribuirle características celestiales, inevitablemente conduce a desastres, desviaciones teológicas y profundas crisis personales. Un ejemplo trágico fue lo ocurrido en 1993 en Waco (Texas), cuando la secta de los Davidianos, en sumisión ciega a su líder David Koresh, se rebeló contra la autoridad y en obediencia a su retorcida teología llevó a todos sus seguidores a la destrucción y muerte.

Ahora, en Éxodo 32:3-6, nos narra que: Todos los israelitas se quitaron los aretes de oro que llevaban puestosy se los llevaron aAarón, quien los recibió y los fundió; luego cinceló el oro fundido e hizo un ídolo en forma de becerro. Entonces exclamó el pueblo: «Israel, ¡aquí tienes a tus dioses que te sacaron de Egipto! CuandoAarón vio esto, construyó un altar enfrente del becerroy anunció: Mañana haremos fiesta en honor del Señor. En efecto, al día siguiente los israelitas madrugaron y presentaron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó para entregarse al desenfreno.

Los versos anteriores nos ilustran de manera vívida cómo la idolatría, puede desviar la fe. Temas como la impaciencia del creyente al querer recibir las dádivas cuando ellos lo desean o ligerezas permisivas por parte de los líderes, terminan convirtiendo la fe verdadera en un desenfreno frente las nuevas formas de idolatría. Por eso es importante recordar que exaltar a un líder o figura visible puede desviar la adoración del Dios verdadero hacia ídolos creados por el hombre.

Elevar a las personas a la posición divina o atribuirle características celestiales, inevitablemente conduce a desastres, desviaciones teológicas y profundas crisis personales.

Esta práctica busca en esencia reemplazar el lugar de Dios por enseñanzas o personas, a la cuales no se les puede cuestionar. Esto genera en los seguidores una urgente necesidad de aprobación constante, que, al no darse, conduce a la ansiedad y desesperación.

Paradójicamente, esta malsana reacción es aprovechada por los falsos líderes que se benefician de la vulnerabilidad de sus seguidores y explotan indiscriminadamente esta adulación para sus propios intereses y oscuros fines. Estas maquinaciones aumentan la dependencia de sus fieles hacia ellos y desarrollan aún más la peligrosa obsesión religiosa, apartando a sus seguidores de Dios.

Ante tal exaltación, el líder enfrenta dos caminos. El primero, y conforme a las Escrituras, es corregir este comporta miento idólatra, guiando a las personas a reconocer su error y que redirijan su fe y devoción a Dios, entendiendo que están obrando de manera inapropiada.

El segundo es una oportunidad para abusar del poder, manipu lar a las personas y distorsionar las Escrituras para beneficio propio. La historia está llena de ejemplos de estas situaciones, que inevitablemente terminan en tragedia.

Roboam, hijo del rey Salomón en 1 Reyes 12:1-16 es un buen ejemplo de este abuso, ya que en lugar de escuchar el consejo sabio de los ancianos y aliviar la carga del pueblo, optó por la arrogancia y el autoritarismo. Esta decisión necia y falta de discernimiento no solo llevó a la división del reino de Israel, sino que abrió la puerta a la idolatría y al alejamiento de Dios en diez de las doce tribus.

El síntoma más visible en un líder que cae en este tipo de conducta es que tratara de ejercer un control autoritario sobre un grupo, buscando aislarlos de la realidad, de sus familias y de cualquiera que no se encuentre en su círculo exclusivo, siendo esta la táctica más común para mantener el control sobre aquellos que han renunciado a su libre albedrío.

¿Cómo reconocer a alguien que está viviendo en esa situación? Son individuos que han perdido autonomía, dependen de forma enfermiza de la dirección del líder. Se sienten incapaces de tomar decisiones o pensar de forma independiente. Han renunciado a su propio juicio y voluntad, confiando ciegamente en su líder, sin aplicar ningún tipo de filtro a sus directrices y permitiendo cualquier tipo de abuso, sea espiritual o físico. Las consecuencias de la pastorlatría son devastadoras. Los seguidores “ciegos” a menudo sufren de depresión constante, profunda desilusión, trauma, pérdida de su fe, graves problemas de salud mental y una completa pérdida de propósito, ya que, su identidad y esperanza estaban basadas en un ser humano que está equivocado en lugar del Dios que nunca cambia y es soberano. La gloria que le fue robada al Señor deja un vacío insuperable en el alma del creyente.

Asimismo, es deber del cristiano tener un pensamiento crítico que esté profundamente fundamentado en las Sagradas Escrituras, por eso es indispensable recordar siempre la enseñanza del pastor

La pastorlatría no es más que otro tipo de idolatría con un disfraz moderno. La fe verdadera nos exige que toda autoridad humana sea sometida al examen de la Palabra de Dios. No olvidemos que los creyentes estamos llamados a vivir en una dependencia exclusiva de Cristo, como único mediador y pastor de nuestras almas.

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