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“Sentir la injusticia y la lucha primero que todo, eso nos enseña Miguel”
from Revista, El Galpón de la comisión de homenaje de las Madres de Plaza de Mayo de Quilmes. Ejemplar 1°
Entrevistamos a David Magnarelli, hijo de Miguel Magnarelli.
Miguel tenía 23 años cuando el 1° de septiembre de 1976 la dictadura genocida lo secuestró. Miguel era un joven comunista revolucionario, secretario de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR) de la Zona Norte del Gran Buenos Aires y miembro del Comité Central de la JCR. Era obrero de Ford, donde fue impulsor de la agrupación 1° de Mayo.
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En esta entrevista David nos cuenta sobre la historia de Miguel, la suya como hijo de Miguel y del camino de la lucha por memoria, verdad y justicia.
Nos dice David:
“Miguel nace en el Departamento Islas de San Fernando. Isleño. Hace su primaria en la isla y en el momento de su secundaria, su familia se radica en Escobar. Hace su secundaria en el colegio Belgrano de Escobar, donde empieza a militar en 4° año, a través de un profesor que no se quién es, pero que le mostró el marxismo. Inicia su militancia en la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR) y llega a ser secretario de la juventud de la zona norte, entre General Paz y Campana. Miguel se desarrolla bien en la zona y cuando deciden entrar en las fábricas, él entra en FORD. Allí genera la primera organización de trabajadores de Ford, que se llama 1° de mayo. Arma el cuerpo de delegados. Hicieron varias movidas grandes: la famosa sopa y pan, que le daban vuelta el plato a la dictadura y no comían en el comedor, sino que hacían una olla popular y compartían entre todos los compañeros.
Fue muy importante para la zona ese tipo de acciones y de luchas. Hay hipótesis que dicen que la empresa entregó las listas de los trabajadores que organizaban a los compañeros. Conoce a mi madre, Blanca, docente. Fuera de la política. Se enamoran rápidamente y se casan luego de 6 meses. Cuando Miguel tenía 23 años, Blanca estaba embaraza- da de mí. En 1976 pasan a la clandestinidad y en una ruptura de él, que todavía no entiendo, vuelve a Escobar a ver a mi madre. Él estaba en otro lugar. Y cuando vuelve lo levantan de ahí. En ese momento estaba Patti jugando ahí, como buchón y de inteligencia, laburando con la gente de Campo de Mayo. El 1° de septiembre baja una brigada de Campo de Mayo, según el EAAF es la única caída de la zona, así que todo indica que bajan a levantarlo a él. El 1° de septiembre de 1976 es el día del secuestro, sin más novedades hasta hoy.
Yo nací en 1977. Es decir, Miguel desaparece en septiembre de 1976, mi madre embarazada de tres meses y yo nazco en abril de 1977. Atravesado por la política, sin dudas, desde el arranque. Sin una militancia activa hasta los 28, pero siempre en la resistencia cultural y mediática. Siempre trabajé en radio y televisión y aparecía ese ADN.”

¿Cómo conociste la historia de Miguel? Yo siempre conocí la historia de mi viejo. Desde el principio. No hubo mentiras por parte de la familia. Sí hubo un blindaje en donde no dejaron entrar al Partido, hasta esos 28 años. Yo estuve en Cromañón. Dejé mis documentos en el auto, pasa el accidente y en los diarios salió que había un Magnarelli. Me fueron a ver dos compañeros y cuando me vieron se hacen como para atrás, porque lo veían a mi viejo. Ese es mi primer contacto con el Partido.
Desde ahí generamos una relación, que me llevan el Hoy y la Chispa. Empecé a buscar, intenté participar en política en el pueblo, en Escobar. Nunca me sentí del todo cómodo. Como que siempre había algo raro y no me cerraba del todo. Había un prejuicio de parte mía también. Hay un bagaje de culpa de cuestión para con el partido y sus compañeros. Un enojo. Yo laburé mucho en terapia… ahí logré disipar esas cuestiones que había de enojos y con una gran compañera, que fue mi terapeuta, me ayudó mucho a poder conectarme con el partido desde un lugar constructivo. Así que ahí empecé a frecuentar con los compañeros de la zona y fuimos armando de a poquito. Ahora estamos en un trabajo territorial interesante, cultural, que es a lo que yo me dedico y me gusta. Y haciendo por abajo una contracultura de la que existe hoy y domina a las masas.
¿Cómo fuiste reconstruyendo la historia de Miguel?
Ese es como un rompecabezas que nunca voy a completar.
Mucha gente me fue aportando muchas cosas. Muchas mujeres… se ve que Miguelito era picaflor y muchas, ya hoy, señoras, con muy buenos recuerdos de él, con mucho cariño. Mucha gente en Escobar, que era muy chiquito, y ellos eran como los agitadores y los conocían todos. Muy queridos.
Los aportes de mi vieja. Que sigue acordándose hoy. Detalles, por ejemplo, cuando Miguel le pide casamiento en las Cuartetas, frente al Gran Rex. El otro día fuimos a comer ahí y me dice “en esa mesa me pidió compromiso”.
Jugador de fútbol, muy buen volante /manejaba muy bien. Llevaba a los compañeros en su auto y manejaba muy bien.
El orgullo de sus compañeros porque cuando él cayó al otro día había una reunión, que se hizo, y no pasó nada. El orgullo de que Miguel no traicionó. Eso para un hijo es tremendo.
Yo me crié con mis abuelos, Ubaldo y Ada, el papá y la mamá de él. Mi abuelo Ubaldo tomó la tarea de padre e hizo lo que pudo… pero estuve mucho tiempo con él y vivimos muchas buenas cosas. Y él… bueno… habría que preguntarle qué era yo para él, cuando había desaparecido un hijo. Arrancar a alguien de su configuración familiar, debe ser tremendo. Yo ya nací con eso; con la desaparición. Y hay una transmisión interesante, mi mamá dice que yo camino igual, y ahí también, en esa transmisión está la lucha.
Yo lo esperé hasta hace poco… esa es la realidad. Si me hubieran dicho que estaba muerto por ahí cerraba de otra manera. Pero la desaparición es la no muerte.
¿Y cómo es tu historia, como hijo de Miguel?
Mi infancia fue una infancia feliz. Con ese jugador, Ubaldo, que cumplió el rol de una manera hermosa, con mucho amor. En el barrio, donde hoy está el Centro Cultural, que es la casa donde yo nací y me crié hasta los 14 años. Calle de tierra. La relación con los demás niños siempre fue muy buena. Todos sabían de mi situación, por el día del padre, o por esos días que son como emblemáticos… y vos, tu papá…Y yo contaba, yo siempre conté, nunca medio vergüenza ni lo negué. Era así y era la verdad, no había nada que ocultar.
Después la adolescencia fue un poco más picante. Yo sentí un poco una falta. A los 15 tuve una crisis, cortita, pero fue una crisis que recuerdo. De una necesidad del viejo, de necesitar un acompañamiento en la explosión de la pubertad y lo relacionado con el amor… ahí jugó el abuelo otra vez. Ahí estuvo un poco más pesada la cuestión.
Y después fui padre muy joven, a los 22. Con una necesidad de dejar de ser hijo y pasar a ser padre. Fue una decisión. Y hoy mi hija cumple 24 en marzo. Fue una decisión de vida, la de ser padre. Después fui padre dos veces más y ahí ya hay otra responsabilidad. Ya no sos solo hijo, ya también sos padre. Cambia la óptica. Quizás más profundo, porque ya tenés que dejar algo.
Mi viejo me dejó a mi… yo la otra vez lo ponía en una foto de la cancha de All Boys en el acto de los 50 años del PCR, llena, roja, y esa es la herencia de mi viejo. El Partido, los compañeros, la lucha. Yo le voy a dejar eso a mis hijas también. La transferencia de lucha continúa porque no hay otro camino más que la lucha. Lo entiendo claramente y lo llevo adelante como puedo. Me cuesta relacionarme a veces, que no me tomen como el “hijo de”, sino ser uno más. ¿Cómo ves la lucha por los derechos humanos hoy?
La lucha por los derechos humanos está en un momento clave. Las grandes instituciones de la lucha por la memoria, verdad y justicia, madres y abuelas como dos naves insignias, de alguna manera se van desgastando porque el paso del tiempo hace que se desgasten. Debe haber una renovación porque se está cerrando un ciclo de casi 47 años, que toda una generación -o dos- estuvieron en esa lucha fuerte, que marcaron a fuego. Y ahora tiene que venir una renovación. Empujar desde abajo. Está difícil la cuestión comunicacional y cultural. Desde ahí las hegemonías y los diferentes puntos de poder están laburando para que no suceda. Para que no haya un recambio y no venga la juventud a levantar esas mismas banderas, a continuar con esa lucha. Se busca borrarlo, o recordarlo como algo que pasó y que ya está, como un hecho histórico y que se termine esa lucha. Que se conmemore y se recuerde, pero nada más. Y esa es responsabilidad de seguir esto: contando las historias, trayendo a la realidad y mostrar que Miguel era una persona que tenía amigos, que no era solo un militante que estaba encerrado con sus compañeros y nada más. Tenía una relación con el pueblo, tena novia, tenía amigos. Y a ese se llevaron. Y como ese 30 mil. Está complicada la lucha. Pero tengo esperanza en que lo que viene, la juventud lo va a tomar.
¿Qué nos enseña hoy, a más de 45 años de su secuestro, la historia de Miguel? La lucha de Miguel nos enseña que primero está la lucha. Después viene la familia y todo lo demás, pero primero está la lucha. Eso me enseñó a mí. Si bien en un momento estuve enojado con esa realidad, hoy la levanto porque creo que es así. Después, un tipo simpático, con mucha afinidad con sus compañeros, muy capaz de ponerse en el lugar del otro, de sentir la injusticia en las tripas. Eso no se lo bancaba y no lo reprimía. Sentir la injusticia y la lucha primero que todo, son los dos ejes. En lo colectivo y como primera persona, yo siento eso. Y creo que puede servir para todos. Todos esos compañeros que fueron a fondo pusieron la lucha por delante de todo, entendiendo que allanaban el camino para el que venia atrás. Ir hasta donde uno puede, y el que viene atrás va a seguir un poco más, así hasta la victoria. Además, el Partido es uno de los pocos Partidos que levantan a sus mártires. Fui a una marcha del 24 de marzo hace muchos años, suelto, y vi entre la marea, así flotando, en una pancarta la cara de Miguel. Y que tu viejo sea pancarta… te transmite una responsabilidad muy grande, de seguir con la lucha. Y hacer también un laburo de transmisión, de que las nuevas generaciones sigan la lucha.
Por: Romina Amaya Guerrero