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La Cañada tiene memoria

En este ciclo de crónicas del popular barrio de Quilmes Oeste, reproduciremos las vivencias de sus protagonistas durante los años previos al Golpe de Estado del 24 de Marzo de 1976 y la vida durante la última dictadura militar. Sus luchas, sus penas, sus alegrías, sus experiencias y cómo el barrio enfrentó la persecución y el genocidio. En esta oportunidad conversamos con Gladys, “La Negrita” o “Negri” para sus amigos y compañeros, vecina del barrio desde siempre, quién nos cuenta su historia.

Nos encontramos en el Centro Cultural El Galpón con Gladys, quien amablemente accedió a nuestra invitación para hablar de su vida. Ella es vecina del barrio, donde reside y residió desde chica. La “del medio” de 3 hermanos; es madre, abuela, militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y luchadora comprometida con las causas del movimiento de mujeres en la región. Gladys comienza la conversación contándonos sobre los orígenes de su familia en el barrio, su madre vivía en la calle Liniers, y su familia se asentó en terrenos tomados (como la mayoría de las familias de la zona). Nos comenta de un gran propietario de apellido Fiorito, que era el dueño de la mayoría de los terrenos del área. El arroyo Las Piedras era claro en esa época y la gente iba a pescar.

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Nos narra: “Hice la secundaria en la escuela Sagrada Familia, en marzo del 76’, había empezado el 2° año, me acuerdo que nos cambiaron la monja (lo cuenta con pesar), por una monja mala, típico de la dictadura, jaja. No te podías parar sin pedir permiso, si te encontraban parada, te hacían firmar, y te ponían “puntito rojo” de mala conducta…por supuesto yo tenía muchos”…nos cuenta entre risas. “Yo era distraída y siempre me agarraban. Creo que fue algo muy simbólico ese cambio de monja”.

Cuenta que su mamá fue “la primer piquetera” del barrio, ya que ante el arrollamiento de un niño canillita en la Av. Calchaquí, realizó una de las primeras protestas por seguridad vial. Su padre tenía la administración de los puestos de diarios de la zona y era sindicalista. Sus recuerdos la llevan “entre misterio y juego” a ser más grande, escuchaba las historias de su mamá que decía “a este lo chuparon, a aquel también”. Gladys nos explica que “la mitad de los militantes de La Cañada desaparecieron, la mayoría de esos pibes eran Montoneros y trabajaban en la Bernalesa (importante fábrica textil de Bernal). Algo que sufrimos en mi familia fue el secuestro de mi primo, que era un joven militante, yo tenía 13 años y lo recuerdo como un gran sacudón. Luego de unos días finalmente lo liberaron. Posteriormente, mi papá lo protegió a él y a su pareja, mi amiga, que continuaban siendo perseguidos por la dictadura. Mi viejo organizó a los diarieros de la zona en ple- na dictadura, por sus necesidades”, nos cuenta muy compenetrada la Negrita. “Una de las cosas más ricas de mi historia que me acuerdo es la historia de la iglesia del barrio y el cura Juan. Juan era parte de un grupo de curas tercermundistas. Eran 14 curas y el venía de Francia. Yo tenía 7 años, en ese momento la capillita era pre-fabricada…cuando vino el cura en los 70’ la convirtió en la Iglesia San Cayetano (Av. Mosconi). Levantaba los ladrillos a la vista con la ayuda de la comunidad. Cada uno traía un ladrillo. También fundó el Jardín de Infantes, prestaba la iglesia para las reuniones barriales, sindicales, etc. Mi viejo colaboró mucho. Fue un antes y un después, creo que el cura fue el primer revolucionario del barrio”.

“Un día, el cura durmió en mi casa. Mi papá lo tenía escondido porque habían matado como a 3 del grupo de curas tercermundistas. Pasaba varias noches en mi familia. Y yo lo vivía de una forma divertida, para mí era una novela” nos cuenta. “Mi mamá no dormía de la preocupación, era lógico. Tanto mi mamá como mi papá tenían un rol social importante. Mi mamá era la ambulancia del barrio, ja. Teníamos negocio de ramos generales.”

Conversamos con ella también sobre cómo fue entendiendo el contexto: “Creo que en esa época era todo más social, estaba todo más conectado y había más participación. Creo que ahora está más desvalorizada la participación, no se cultiva. “Para qué te vas a meter…” son consecuencias de la dictadura. Yo discuto con la gente y trato de cambiar eso. A mi barrio la dictadura le desapareció la mitad de los militantes, a partir de eso instalaron el miedo. Mi mamá sufrió cuando fui a mi primera marcha con mis primos, fue en 1982… a la vez mi viejo no paró nunca su militancia. Se armaban los sindicatos a punta de pistola, así era…”.

“Recuerdo que en esos años, no dábamos abasto en el negocio, venían a comprar los obreros de la Bernalesa, una fábrica de cocina, Platex, la Johnson, que eran todas fábricas cercanas, había más poder adquisitivo y venían a comprarnos hasta las 23:00 hs, una vez atendimos un 24 de diciembre a la noche, porque vendíamos juguetes, y no podíamos cerrar”. Yendo y viniendo en el hilo histórico, nos manifiesta: “Antes del inicio de la dictadura, hubo mucho quilombo. Nosotros teníamos una casilla de chapa y la cocina era de material. Entonces cada vez que había quilombo, mi papá decía “todos a la cocina”, yo me acuerdo que una vez estaba estudiando y empezó una ráfaga de tiros; mi papá nos metió atrás del sillón, que estaba atrás de la pared de ladrillo y nos abrazamos hasta que pase”. A su vez, Gladys recuerda a una persona especial: “Alguien que me protegió mucho desde chiquita fue mi amiga, “La Polaca”, pareja de mi primo, que siempre me miraba donde estaba en las marchas, me tenía cerca…me transmitió muchas cosas que no se dicen…pero se sienten.”

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