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tiErrA dE FEstivAlEs
tiERRA DE FEStiVALES: tRADiCiONES ARGENtiNAS
por LAuRA LuQue
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Cuando avanza la primavera, Argentina florece en coplas y canto popular. Fiestas y festivales de diversa magnitud se dan cita en centenares de ciudades y pueblos, reuniendo habitantes y visitantes.
Desde fiestas patronales, para homenajear a los santos o aniversarios de la fundación, hasta celebraciones que honran la producción -tradición ancestral tanto americana como de nuestros abuelos inmigrantes-, festivales musicales y el atávico homenaje a la Pachamama en el noroeste argentino, donde sus “hijos” agradecen lo que la “Madre Tierra” les da con un rito que incluye danzas, bebidas y alimentos que le ofrendan y unos cigarrillos para que fume.
La música y la danza -predominantemente folklóricas- junto a exquisitos platos típicos, son elementos esenciales en estas fiestas, donde las comunidades reviven la fuerza de sus raíces y preservan sus costumbres.
En nuestro país, hay festivales durante todo el año, aunque los más conocidos tienen lugar entre octubre y marzo, en coincidencia con la llegada del calor, para aprovechar ríos o lagos, según dónde sea el encuentro.
Muchos de estos festivales tienen una impronta regional bien marcada -a pesar de llamarse nacionales-, donde abundan los músicos y cantores locales, a los que suelen sumarse figuras de otros puntos del país. Tal el caso del Festival de la Tonada en Tunuyán, Mendoza, el de la Salamanca en La Banda, Santiago del Estero o la Fiesta del Mate en Entre Ríos.
También las distintas colectividades de inmigrantes organizan desde hace años festejos que perfuman nuestros valles y sierras con sus aromas, sonidos y recuerdos de tierras lejanas, como la Fiesta de la Familia Piamontesa en Luque, la Fiesta de la Bagna
pensar un pais con justicia social

Cauda en Calchín Oeste, la Fiesta de las Colectividades en Alta Gracia y su gemela del Inmigrante en la misionera ciudad de Oberá o la famosa Oktoberfest de Villa General Belgrano.
Otros más conocidos a través de los medios de comunicación o debido a su enclave geográfico, cuentan con una producción más significativa y ofrecen una amplia variedad de números artísticos cada noche, con el apoyo de eventos sociales y culturales diurnos, ferias de artesanos, etc. Entre ellos, la Fiesta Nacional de la Chaya en La Rioja, la Semana de la Tradición en Deán Funes de Córdoba, Fiesta del Olivo en Cruz del Eje, la Fiesta del Poncho en la capital catamarqueña, la Fiesta de la Vendimia en el mendocino Cerro La Gloria. Y los popularísimos Festival Nacional del Folklore de Cosquín y el Festival de Doma y Folklore de Jesús María, ambos son los más importantes de América Latina en sus respectivas categorías.
Ya dijimos que un rasgo distintivo es la raíz folklórica de estas celebraciones, una fuerte presencia de lo gauchesco en las vestiduras y artesanías, ponchos, bombos y guitarras por doquier. Sin embargo, en los últimos años se ha podido observar una apertura -en algunos casos significativa- hacia otros géneros, antes ausentes: rock nacional, tango y esa curiosa y fantástica combinación de sonidos rockeros y folcklóricos o de tango, jazz y música electrónica, que -aún cuando algunos reniegan- le ha dado a los tradicionales géneros festivaleros un aire fresco y renovador que permitió incorporar nuevos públicos. Géneros que, por otra parte, también tienen sus propios festivales.
Desde la llegada de Antonio Tarragó Ros, los Músicos Populares Argentinos y la familia Carabajal -verdadera usina de creadores, músicos y cantores- el folklore ha adoptado instrumentos no tradicionales como la batería y el saxo, por ejemplo, se han renovado las vestimentas y miles de jóvenes y no tan jóvenes aprendieron a bailar nuestras danzas siguiendo la cadencia y frescura de Juan Saavedra (“el bailarín de los montes”, compañero de ruta de Peteco Carabajal).
Estos aportes, que pueden convivir en perfecta armonía con lo tradicional, colaboran a la hora de mantener vivo nuestro acervo cultural, recreándose a sí mismo desde la raíz, pero con alas.
En la variedad está el gusto y hay para elegir. ¡A festivalear entonces, que la música espera!